158796731 Trouillot El Poder en El Relato

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    LECTURAS RECUPERADAS

    El texto que publicamos en esta seccin es el primer captulo del libro de Michel-Rolph Trouillot Silencing the past. Power and the production of history(BeaconPress, Boston, 1995). El libro es una propuesta original (e importante) de lectura

    de la historia que marca distancias con el positivismo y el constructivismo. La obrade Trouillot, nacido en Hait y profesor en la Universidad de Chicago desde hacevarios aos, es influyente en la historia y la antropologa mundiales; sin embargo,es poco conocida en el mundo hispano parlante. Nuestro propsito con lapublicacin de este texto es contribuir al conocimiento de su obra en nuestrospases. Agradecemos a Trouillot la autorizacin para traducirlo y publicarlo en larevista.

    EL PODER EN EL RELATO1

    Michel-Rolph Trouillot

    Traduccin de Cristbal Gnecco

    Esta es una historia dentro de una historia tan resbalosa en los bordes queuno se pregunta cundo y dnde comenz y si alguna vez terminar. Amediados de febrero de 1836 el ejrcito del general Antonio Lpez de SantaAnna haba llegado hasta las paredes derruidas de la vieja misin de San Antoniode Valero en la provincia mexicana de Tejas. Pocas huellas de los padresfranciscanos que construyeron la misin un siglo antes haban sobrevivido el asalto

    combinado del tiempo y de la sucesin de residentes menos religiosos. Invasoresintermitentes y soldados espaoles y mexicanos haban convertido el lugar enalgo parecido a un fuerte y lo haban apodado el lamo" por el nombre de unaunidad de caballera espaola que emprendi una de las muchastransformaciones del tosco conjunto. Ahora, tres aos despus de que Santa Annallegara al poder, por primera vez en Mxico independiente unos pocos invasoresanglo parlantes ocupaban el lugar, negando a rendirse a una fuerza superior.Afortunadamente para Santa Anna los invasores eran superados en nmero(mximo 189 luchadores potenciales) y la estructura del fuerte era dbil. Laconquista sera fcil; por lo menos eso pens Santa Anna.

    La conquista no fue fcil: el sitio persisti por doce das de caoneo. El 6 demarzo Santa Anna hizo sonar las cornetas que los mexicanos usaban,tradicionalmente, para anunciar un ataque a muerte. Ms tarde, el mismo da, susfuerzas entraron al fuerte, matando a la mayora de los defensores. Pero unassemanas despus, el 21 de abril, en San Jacinto Santa Anna cay prisionero de

    1Nota del traductor: el ingls diferencia entre historyy story. Storyrefiere a lo que sedice sobre eventos sucedidos o imaginados y significa, por lo tanto, relatoy cuentopero, tambin, historiaen el sentido castellano, es decir, lo que se dice sobre loseventos del pasado. La confusin surge cuando consideramos que en castellano

    historiatambin es el evento, no solamente lo que se dice de l. Por eso traducir storycomo historiaproduce una confusin que puede evitarse si se traduce slo comorelato. Esa es la opcin que he escogido.

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    Sam Houston, el lder recin certificado de los secesionistas de la Repblica deTexas.

    Santa Anna se recuper de esa derrota para ser presidente cuatro vecesms de un Mxico sensiblemente reducido pero fue doblemente derrotado en SanJacinto: perdi la batalla de ese da y tambin la que haba ganado en el lamo.

    Los hombres de Houston acompaaron sus ataques victoriosos contra el ejrcitomexicano con gritos repetidos de recuerden el lamo! recuerden el lamo!.Con esa doble referencia a la vieja misin hicieron historia doblemente. Comoactores capturaron a Santa Anna y neutralizaron sus fuerzas. Como narradoresdieron al relato del lamo un nuevo significado. La derrota militar de marzo ya nofue ms el punto final de la narrativa sino un giro necesario en la trama, la pruebade los hroes, quienes hicieron que la victoria final fuera inevitable y grandiosa.Con el grito de batalla de San Jacinto los hombres de Houston reversaron, por msde un siglo, la victoria que Santa Anna crey haber ganado en San Antonio.

    Los seres humanos participan en la historia como actores y narradores. Laambivalencia inherente en la palabra historiaen muchos idiomas modernos,

    incluido el ingls, sugiera esta participacin dual. En el uso vernculo historiasignifica tanto los hechos del asunto como la narrativa de esos hechos, tanto lo "quesucedi" como lo "que se dice que sucedi". El primer significado enfatiza el procesosocio-histrico; el segundo nuestro conocimiento de ese proceso o un relato de l.

    Si escribo "La historia de Estados Unidos comienza con el Mayflower", unaafirmacin que muchos lectores pueden encontrar simplista y controversial, noexistir duda de que estoy sugiriendo que el primer evento significativo en elproceso que culmin en lo que ahora llamamos Estados Unidos fue el desembarcodel Mayflower. Ahora consideren una frase gramaticalmente idntica a la anterior y,quizs, igualmente controversial: "La historia de Francia comienza con Michelet".El significado de la palabra historiaha cambiado sin ambigedad del procesosocio-histrico a nuestro conocimiento de ese proceso. La frase afirma que laprimera narrativa significativa sobre Francia fue escrita por Jules Michelet. Sinembargo, la distincin entre lo que sucedi y lo que se dice que sucedi no essiempre clara. Consideren una tercera afirmacin: "La historia de Estados Unidoses una historia de migracin". El lector puede entender ambos usos de lapalabra historiacomo enfatizando el proceso socio-histrico. As, la frase parecesugerir que el hecho de la migracin es el elemento central en la evolucin deEstados Unidos. Pero una interpretacin igualmente vlida es que la mejornarrativa sobre los Estados Unidos es un relato de migraciones. Esainterpretacin se privilegia si aado unos pocos calificadores: "La verdadera

    historia de Estados Unidos es una historia de migraciones. Esa historia an no hasido escrita". Sin embargo, una tercera interpretacin puede enfatizar el procesosocio-histrico para el primer uso de la palabra historiay el conocimiento y lanarrativa para su segundo uso en la misma frase, sugiriendo que la mejor narrativasobre Estados Unidos es aquella en la cual el tema central es la migracin. Estatercera interpretacin es posible slo porque reconocemos, implcitamente, unasobre-posicin entre el proceso socio-histrico y nuestro conocimiento de l, unasobre-posicin suficientemente significativa para permitirnos sugerir, con variosniveles de intencin metafrica, que la historia de Estados Unidos es un relato demigraciones. No slo la historia significa tanto el proceso socio-histrico comonuestro conocimiento de ese proceso sino que la frontera entre los dos significados

    es, frecuentemente, fluida.

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    El uso vernculo de la palabra historiaofrece, entonces, una ambigedadsemntica: una distincin irreducible y, sin embargo, una sobre-posicin igualmenteirreducible entre lo que sucedi y lo que se dice que sucedi. Tambin sugiere laimportancia del contexto: la sobre-posicin y la distancia entre los dos lados de lahistoricidad pueden no ser susceptibles de una frmula general. Tambin son

    histricas las maneras como pueden ser o no ser iguales lo que sucedi y lo quese dice que sucedi.Las palabras no son conceptos y los conceptos no son palabras: entre los

    dos estn las capas de teora acumuladas a travs de los aos. Pero las teorasestn hechas sobre palabras y con palabras. Por eso no es sorpresivo que laambigedad del uso vernculo de la palabra historiahaya capturado la atencin detantos pensadores desde la antigedad. Lo que es sorpresivo es la renuencia conla cual las teoras de la historia han tratado esta ambigedad fundamental. Dehecho, a medida que la historia se ha vuelto una profesin distinguida los tericoshan seguido dos tendencias incompatibles. Algunos, influidos por el positivismo,han enfatizado la distincin entre el mundo histrico y lo que decimos o escribimos

    sobre l. Otros, quienes adoptan un punto de vista "constructivista", han enfatizadola sobre-posicin entre el proceso histrico y las narrativas sobre ese proceso. Lamayora ha tratado la combinacin misma, el ncleo de la ambigedad, como sifuera un simple accidente del habla verncula que debe ser corregido por la teora.Espero mostrar el espacio tan grande que existe para mirar la produccin histricapor fuera de las dicotomas que sugieren y reproducen estas posiciones.

    Historicidad de un solo lado

    Las sntesis de las tendencias y subdisciplinas intelectuales siempre trataninjustamente a los varios autores que, de alguna manera, reagrupancompulsivamente. Ni siquiera intentar ese reagrupamiento. Espero que elsiguiente esbozo sea suficiente para mostrar las limitaciones que cuestiono2.

    El positivismo tiene mala fama hoy da pero, por lo menos, se merece partede ese desprecio. A medida que la historia se solidific como profesin en el sigloXIX los acadmicos significativamente influidos por las miradas positivistas trataronde teorizar la distincin entre el proceso y el conocimiento histrico. De hecho, laprofesionalizacin de la disciplina est parcialmente edificada sobre esa distincin:entre ms lejano est el proceso socio-histrico de su conocimiento ser ms fcilreclamar un profesionalismo "cientfico". As, los historiadores y, ms

    2Las teoras de la historia que han generado tantos debates, modelos y pensamientodesde, por lo menos, el inicio del siglo XIX han sido objeto de varios estudios,antologas y sntesis. Vanse Marrou (1975), Gardiner, ed. (1974), Dray (1989) yNovick (1988). Mi argumento es que demasiadas conceptualizaciones de la historiatienden a privilegiar un lado de la historicidad a expensas del otro; que la mayora delos debates sobre la naturaleza de la historia surge, a su vez, de una u otra visin deesta mirada de un solo lado; y que esta mirada es posible porque la mayor parte de lasteoras de la historia ha sido construida sin prestar atencin al proceso de produccinde narrativas histricas especficas. Muchos escritores tan tratado de establecer uncamino entre los dos polos descritos aqu. Este libro est cruzado, no siempre a travsde los medios mecnicos de la cita, por varias lneas desconectadas de Marx (1926) y

    por el trabajo de Jean Chesnaux (1976), Marc Ferro (1985), Michel de Certeau (1975),David W. Cohen (1994), Ranajit Guha (1983), Krzysztof Pomian (1984), Adam Schaff(1975) y Tzvetan Todorov (1991).

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    particularmente, los filsofos de la historia se sintieron orgullosos de descubrir oreiterar instancias en las cuales la distincin era, supuestamente, indiscutible noslo porque estaba marcada por un contexto semntico sino, tambin, por lamorfologa o por el lxico. La distincin latina entre res gestae (historia) rerumgestarum o la distincin alemana entre geschichtey geschichtschreibungayudaron a

    inscribir una diferencia fundamental (algunas veces ontolgica, otras vecesepistemolgica) entre lo que sucedi y lo que se dice que sucedi. Estas fronterasfilosficas, a su vez, reforzaron la frontera cronolgica entre pasado y presenteheredada de la antigedad.

    La posicin positivista domin de tal manera la academia occidental queinfluy la visin de la historia de historiadores y filsofos que no se vean a smismos, necesariamente, como positivistas. Los principios bsicos de esa visintodava informan el sentido pblico de la historia en la mayor parte de Europa yNorte Amrica: el papel del historiador es revelar el pasado, descubrir o, por lomenos, aproximarse a la verdad. Desde ese punto de vista el poder no esproblemtico y es irrelevante para la construccin de la narrativa. Como mucho la

    historia es un relato sobre el poder, un relato de quienes ganaron.La propuesta de que la historia es otra forma de ficcin es casi tan vieja

    como la historia misma y los argumentos usados para defenderla han variadomucho. Como sugiri Tzvetan Todorov (1991:129-130) ni siquiera hay nada nuevoen la idea de que todo es interpretacin, excepto la euforia que ahora la rodea. Loque llamo la visin constructivista de la historia es una versin particular deestas dos propuestas que han ganado visibilidad en la academia desde ladcada de 1970 y se edifica sobre recientes avances en teora crtica, teora de lanarrativa y filosofa analtica. En su versin dominante pretende que la narrativahistrica soslaye el asunto de la verdad en virtud de su forma. Las narrativas tienen,necesariamente, un argumento del que carece la vida; por eso la distorsionan, asse pruebe o no que la evidencia sobre la que estn basadas es correcta. Desdeese punto de vista la historia se convierte en uno de muchos tipos denarrativas, sin distincin particular, excepto su pretensin a la verdad (White1973, 1978, 1987). Mientras la visin positivista esconde los tropos del poder detrsde una epistemologa ingenua los constructivistas niegan la autonoma del procesosocio-histrico. Si se lo lleva hasta su final lgico el constructivismo mira lanarrativa histrica como una ficcin entre muchas. Pero qu hace que algunasnarrativas, ms que otras, sean tan poderosas para pasar como historiasaceptadas o como la historicidad misma? Si la historia es, simplemente, un relatocontado por quienes ganaron cmo ganaron y por qu no todos los ganadores

    cuentan el misma relato?Entre la verdad y la ficcin

    Cada narrativa histrica renueva un reclamo de verdad3. Si escribo un relato quedescribe cmo las tropas de Estados Unidos que entraron a una prisin alemana al

    3De hecho, cada narrativa debe renovar este reclamo dos veces. Desde el punto devista de su productor(es) inmediato(s) la narrativa hace un reclamo al conocimiento: loque se dice que sucedi se dice que se sabe que sucedi. Cada historiador produceuna narrativa con certificado de autenticidad, aunque sea cualificado. Desde el punto

    de vista de su audiencia la narrativa histrica debe pasar una prueba de aceptacinque refuerza el reclamo al conocimiento: lo que se dice que sucedi se cree quesucedi.

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    final de la Segunda Guerra Mundial masacraron quinientos gitanos; si pido queeste relato est basada en documentos encontrados, recientemente, en archivossoviticos y corroborados por fuentes alemanas, y si fabrico esas fuentes y publicomi relato en esos trminos no he escrito ficcin, he producido un fraude. He violadolas reglas que gobiernan los pretensiones a la verdad histrica4.El hecho de que

    esas reglas no sean las mismas en todas las pocas y lugares ha llevado amuchos acadmicos a sugerir que algunas sociedades (no occidentales, porsupuesto) no diferencian entre ficcin e historia. Esa afirmacin recuerda viejosdebates entre algunos observadores occidentales sobre las lenguas de lospueblos que colonizaron; puesto que no encontraron libros de gramtica odiccionarios entre los llamados salvajes, puesto que no pudieron entender oaplicar las reglas gramaticales que gobernaban esas lenguas concluyeron, conprontitud, que esas reglas no existan. Como conviene a las comparaciones entreOccidente y los muchos otros subalternos que cre para s el tema fuedesequilibrado desde el principio; los objetos contrastados eran eminentementeincomparables. La comparacin yuxtapuso, injustamente, un discurso sobre la

    lengua y la prctica lingstica: el metalenguaje de los gramticos prob laexistencia de la gramtica en las lenguas europeas mientras el lenguajeespontneo prob su ausencia en otras partes. Algunos europeos y susestudiantes colonizados vieron en esta supuesta ausencia de reglas la libertadinfantil que asociaron con el salvajismo mientras otros vieron en ella una pruebams de la inferioridad de los no blancos. Ahora sabemos que ambos lados estabanequivocados: la gramtica funciona en todas las lenguas. Puede decirse lomismo de la historia o es tan infinitamente maleable en algunas sociedades quepierde su reclamo diferencial a la verdad?

    La clasificacin de todos los no-occidentales como fundamentalmente no-histricos est unida a la idea de que la historia requiere un sentido del tiempolineal y acumulativo que permita al observador aislar el pasado como una entidaddistintiva. Sin embargo, Ibn Khaldhun aplic al estudio de la historia,provechosamente, una visin cclica del tiempo. Ms an, la adherencia de loshistoriadores occidentales al tiempo lineal, de manera exclusiva, y el rechazoresultante a los pueblos dejados sin historia datan del siglo XIX (Pomian1984:109-111). Occidente no tuvo historia antes de 1800?

    La creencia perniciosa de que la validez epistmica slo importa a lospueblos occidentales educados, porque los otros carecen del sentido apropiadodel tiempo o de la evidencia, est desmentida por el uso de evidenciales5envarias lenguas no-europeas. Una aproximacin inglesa sera una regla para

    forzar a los historiadores a distinguir, gramaticalmente, entre o que sucedi, "vque sucedi" o "he obtenido evidencia de que sucedi" cada vez que usen elverbo suceder". El ingles, desde luego, no tiene una regla gramatical de esaclase para evaluar la evidencia. El hecho de que el tucuya tenga un sistemaelaborado de evidenciales predispone a sus hablantes amaznicos a ser mejoreshistoriadores que la mayora de los ingleses?

    4Vase Todorov (1991:130-169) para la discusin sobre las diferencias entre ficcin,fraude y escritura histrica y sobre varias clases de reclamos de verdad.5Los evidenciales son construcciones gramaticalizadas a travs de las cuales los

    hablantes expresan su compromiso con una proposicin a la luz de la evidenciadisponible (cf. Crystal 1991:127). Por ejemplo, la diferencia en modalidad epistmicaentre un testigo y un no testigo puede ser un requisito gramaticalizado.

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    Arjun Appadurai (1981) argumenta, convincentemente, que las reglas sobrelo que llama "la debatibilidad del pasado" operan en todas las sociedades. Aunqueestas reglas exhiben variaciones sustanciales en el tiempo y en el espacio buscangarantizar un mnimo de credibilidad en la historia. Appadurai sugiere variaslimitaciones formales que hacen cumplir, universalmente, esa credibilidad y limitan

    el carcter de los debates histricos: autoridad, continuidad, profundidad einterdependencia. En ninguna parte la historia es susceptible de invencininfinitamente.

    La necesidad de un tipo distinto de credibilidad separa la narrativa histricade la ficcin y es tanto contingente como indispensable. Es contingente porquealgunas narrativas van y vienen sobre la lnea entre ficcin e historia mientras otrasocupan una posicin indefinida que parece negar la existencia de una lnea. Esindispensable porque, en algn momento, grupos humanos histricamenteespecficos deben decidir si una narrativa particular pertenece a la historia o a laficcin. En otras palabras, la ruptura epistemolgica entre historia y ficcin siemprese expresa, concretamente, a travs de la evaluacin, histricamente situada, de

    narrativas especficas.El canibalismo de las islas del Caribe es un hecho o una ficcin? Desde

    hace tiempo los acadmicos han tratado de confirmar o desacreditar la aseveracinde algunos colonizadores espaoles tempranos de que los indgenas de las Antillaseran canbales6. La asociacin semntica entre los caribes, los canbales yCalibn est basada en algo ms que fantasmas europeos? Algunos acadmicosarguyen que la fantasa se ha vuelto tan significativa para Occidente que importapoco si est basada en hechos o no. Esto significa que la lnea entre la historia yla ficcin es intil? Mientras la conversacin involucre europeos que hablan sobreindios muertos el debate es meramente acadmico. Sin embargo, los indiosmuertos pueden volver para asustar a los historiadores profesionales y aficionados.El Consejo Inter-Tribal de Indgenas Americanos (Inter-Tribal Council of AmericanIndians) afirma que los restos de ms de mil individuos, sobre todo nativosnorteamericanos catlicos, estn enterrados en los terrenos adyacentes al lamo,en un viejo cementerio antes ligado a la misin franciscana, pero cuyas huellasms visibles han desaparecido. Los esfuerzos del Consejo para que el Estado deTexas y la ciudad de San Antonio reconozcan la sacralidad del terreno slo han sidoparcialmente exitosos pero han sido suficientemente impresionantes paraamenazar el control que la organizacin que custodia el lamo, las Hijas de laRepblica de Texas (Daughters of the Republic of Texas), tiene sobre un sitiohistrico que le fue confiado por el Estado desde 1905.

    El debate sobre los terrenos se enmarca en una guerra mayor que algunosobservadores han apodado "la segunda batalla del lamo". Esa controversia msamplia rodea el sitio del fuerte en 1836 por las fuerzas de Santa Anna. Labatalla fue un momento de gloria durante el cual los anglos amantes de lalibertad, superados en nmero pero no intimidados, escogieron,espontneamente, pelear hasta la muerte ms que rendirse a un corrupto dictadormexicano o es un ejemplo brutal del expansionismo de Estados Unidos, el relatode unos pocos predadores blancos tomando control de lo que era un territoriosagrado y dando con su muerte, casi sin quererlo, la excusa para una anexin bienplaneada? Puesto de esta manera el debate evoca temas que han dividido a unos

    6La situacin actual de la discusin puede verse en Brown y Tuzin, eds. (1983), Hulme(1986) y Boucher (1992).

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    cuantos historiadores y habitantes de Texas en los ltimos veinte aos. Peroahora, con la poblacin de San Antonio compuesta por un 56% de hispanosnominales, muchos de quienes tambin reivindican algn ancestro indgena, lasegunda batalla del lamo" ha llegado, literalmente, a las calles. El debate entregrupos cada vez ms furiosos est acompaado por demostraciones, desfiles,

    editoriales y demandas contra varias rdenes municipales o judiciales, incluyendouna que bloque las calles que conducen al lamo. En el contexto caliente deeste debate los defensores de ambos lados cuestionan declaraciones fcticas,cuya precisin importaba slo a pocos hace medio siglo. Los "hechos", tantotriviales como prominentes en relativo aislamiento, son cuestionados oproclamados por cada grupo.

    Los historiadores han cuestionado, desde hace tiempo, la veracidad de algunos delos eventos de las narrativas sobre el lamo, sobre todo el relato de la lnea en el

    piso. De acuerdo con ese relato cuando fue claro que la eleccin para los 189ocupantes del lamo era entre escapar y la muerte a manos mexicanas elcomandante William Barret Travis dibuj una lnea en el piso. Despus pidi aquienes estaban dispuestos a luchar hasta la muerte que la cruzaran.Supuestamente todos la cruzaron (excepto, por supuesto, el hombre que,convenientemente, escap para contar la historia). Los historiadores tejanos,especialmente los autores de textos escolares e historias populares que viven enTexas, hace tiempo se pusieron de acuerdo en que esta narrativa particular slo era"un buen relato" (Steen 1942:182) y que "realmente no importa si es cierta o no(Anderson y Wooster 1978:171). Esas afirmaciones fueron hechas antes de laactual ola constructivista por sujetos que, de otra manera, creyeron que los hechosson hechos y nada ms que hechos. Pero en un contexto en el cual la valenta delos hombres que se quedaron en el lamo ha sido cuestionada abiertamente lalnea en el piso est, de pronto, entre los muchos hechos ahora sometidos a unaprueba de credibilidad.

    La lista es interminable7. Dnde, exactamente, estaba el cementerio y estnlos restos todava all? Las visitas tursticas al lamo violan los derechos religiososde los muertos y el Estado de Texas debera intervenir? Pag el Estado a laiglesia catlica el precio acordado por la capilla del lamo y, si no lo hizo, no sonlos custodios usurpadores de un sitio histrico importante? James Bowie, uno delos lderes norteamericanos blancos, enterr en el sitio un tesoro robado? Si es as

    esa fue la razn de que los ocupantes escogieran pelear o, al contrario, Bowietrat de negociar para salvar su vida y el tesoro? En suma, qu tan central fue lacodicia, ms que el patriotismo, en la batalla del lamo?; creyeron los sitiados,equivocadamente, que haba refuerzos en camino y, si as fue, qu tanto

    7Esta lista parcial de hechos cuestionados y mi entendimiento de la controversia dellamo estn basados en fuentes orales y escritas. Mi asistente de investigacinRebecca Bennette condujo entrevistas telefnicas con Gail Loving Barnes, de las Hijasde la Repblica de Texas, y con Gary J. (Gabe) Gabehart del Consejo Inter-Tribal.Gracias a ambos y a Carlos Guerra por su cooperacin. Las fuentes escritas incluyen

    artculos en peridicos locales, especialmente en el San Antonio Express News, quepublica la columna de Guerra (Guerra 1992, 1994; Rivard 1994); en revistasacadmicas (Linenthal 1988; Hardin 1990); y el controvertido libro de Long (1990).

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    podemos creer en su valenta? Davy Crockett muri durante la batalla odespus?; trat de rendirse?; realmente usaba una gorra de piel de mapache?

    La ltima pregunta puede parecer la ms trivial de una lista ms bienextraa pero no es tan tonta ni tan rara cuando notamos que el altar del lamo es laprincipal atraccin turstica de Texas, visitada por unos tres millones de personas

    cada ao. Ahora que las voces locales son suficientemente sonoras para cuestionarla inocencia de un pequeo gringoque usa una gorra Davy mam y pap puedenpensarlo dos veces antes de comprar una de ellas y los custodios de la historiatiemblan, temerosos de que el pasado est acercndose demasiado rpido alpresente. En el contexto de esa controversia de repente importa qu tan real fueDavy.

    La leccin del debate es clara. En algn momento, por razones que sonhistricas, generalmente estimuladas por controversia, los colectivos experimentanla necesidad de imponer una prueba de credibilidad a ciertos eventos y narrativasporque lesimporta si fueron ciertos o falsos, si esos relatos son hecho o ficcin.Que les importe no significa, necesariamente, que nos importe. Pero qu tan

    lejos podemos llevar nuestro aislamiento?; realmente no importa si la narrativadominante del Holocausto judo es verdadera o falsa?; realmente no hay ningunadiferencia si los lderes de la Alemania Nazi planearon y supervisaron la muerte deseis millones de judos o si no lo hicieron?

    Los miembros del Institute for Historical Reviewsostienen que la narrativadel Holocausto es importante pero tambin que es falsa. En general aceptan quelos judos fueron victimizados durante la Segunda Guerra Mundial y algunosaceptan, incluso, que el Holocausto fue una tragedia. Sin embargo, la mayorapretende dejar las cosas claras en tres temas principales: el nmero reportado deseis millones de judos asesinados por los Nazis, el plan sistemtico de los Nazispara el exterminio de los judos y la existencia de "cmaras de gas" para losasesinatos masivos (Butz sf; Faurisson 1980). Los revisionistas argumentan queno hay evidencia irrefutable para sostener ninguno de estos hechos centrales dela narrativa dominante sobre el Holocausto que slo sirve para perpetuar variaspolticas de Estado en Estados Unidos, Europa e Israel.

    Las tesis revisionistas sobre el Holocausto han sido refutadas por variosautores. El historiador Pierre Vidal-Naquet (1987), cuya madre muri enAuschwitz, ha usado sus repetidos rechazos de las tesis revisionistas para hacerpoderosas preguntas sobre la relacin entre la academia y la responsabilidadpoltica. Jean-Pierre Pressac (1993), quien antes fue revisionista, ha documentadola maquinaria alemana de muerte mejor que ningn otro historiador. El libro ms

    reciente de Deborah Lipstadt (1993) sobre el tema examina las motivacionespolticas de los revisionistas para lanzar una crtica ideolgica del revisionismo8.

    8Las diferencias entre estos rechazos ofrecen lecciones de estrategias histricas. Ellibro de Pressac enfrenta el reto de los revisionistas de tratar el Holocausto comocualquier otra controversia histrica y de usar los datos y slo los datos. Es el msacadmico en un sentido tradicional. Casi trescientas notas de pie de pgina dereferencias de archivo, numerosas fotografas, grficos y tablas documentan la masivamquina de muerte establecida por los Nazis. Lipstadt argumenta que no se debendebatir los hechos porque ese debate legitima el revisionismo pero se enfrenta a losrevisionistas, polmicamente, por sus motivaciones polticas, lo que no me parece

    menos legitimante y requiere numerosas alusiones a controversias empricas. Vidal-Naquet rechaza, concientemente, la propuesta de que los debates sobre los hechosy la ideologa sean mutuamente excluyentes. Aunque evita mencionar nombres

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    Ante esa crtica los revisionistas replican diciendo que son historiadores: por quhabran de importar sus motivos si siguen los mtodos acostumbrados de lacrtica histrica? (Faurisson 1980; Weber 1991). No podemos negar la teoraheliocntrica solo porque Coprnico, aparentemente, odiaba a la iglesia catlica.

    La adherencia a procedimientos empricos que arguyen los revisionistas

    provee un caso perfecto para poner a prueba los lmites del constructivismohistrico9. Las implicaciones polticas y morales inmediatas de las narrativas delHolocausto para varios grupos alrededor del mundo y la fortaleza y la sonoridadcompetitivas de esos grupos en Estados Unidos y Europa dejan a losconstructivistas desnudos poltica y tericamente porque la nica posicinconstructivista lgica sobre el debate del Holocausto es negar que hay un asuntoque debatir. Los constructivistas deben argumentar que, realmente, no importa sihubo o no cmaras de gas, si los muertos fueron un milln o seis millones o si elgenocidio fue planeado o no. De hecho, el constructivista Hayden White (1987)lleg peligrosamente cerca de sugerir que la principal relevancia de la narrativadominante sobre el Holocausto es que sirve para legitimar las polticas del Estado

    de Israel, aunque ltimamente (White 1992) ha cualificado su posicinconstructivista y ahora abraza un relativismo mucho ms modesto.

    Pero qu tanto podemos reducir lo que sucedi a lo que se dice quesucedi? Si seis millones realmente no importan seran suficientes dos millones oalgunos de nosotros se contentaran con trescientos mil? Si el significado esttotalmente separado de un referente "ah fuera", si no hay un propsito cognitivo,nada que probar o rechazar, entonces cul es el propsito del relato? Larespuesta de White es clara: establecer una autoridad moral. Pero, para qupreocuparse con el Holocausto o la esclavitud de plantacin, Pol Pot, o laRevolucin Francesa, si ya tenemos Caperucita Roja?

    El dilema del constructivismo es que mientras puede sealar cientos derelatos que ilustran su argumento general de que las narrativas son producidasno puede dar cuenta total de la produccin de una narrativa en particular.Porque o todos compartimos los mismos relatos de legitimacin o las razones porlas cules un relato especfico importa a una poblacin especfica son, ellasmismas, histricas. Afirmar que una narrativa particular legitima polticasparticulares es referirse, implcitamente, a una versin "cierta" de esas polticas atravs del tiempo, una versin que puede tomar la forma de otra narrativa. Peroadmitir la posibilidad de esta segunda narrativa es admitir que el proceso histricotiene cierta autonoma frente a la narrativa; es admitir que, a pesar de lo ambiguoy contingente, la frontera entre lo que pas y lo que se dice que pas es

    necesaria. No es que algunas sociedades distingan entre la ficcin y la historia yotras no; ms bien, la diferencia radica en la variedad de narrativas que las

    continuamente expresa su ultraje moral no slo contra la narrativa revisionista sinocontra el Holocausto. No habra revisionismo si no hubiera habido Holocausto. Estaestrategia le da campo para una crtica metodolgica y poltica del revisionismo y pararetar, empricamente, los hechos que escoge debatir. Vidal-Naquet tambin evita latrampa del excepcionalismo judo que puede, fcilmente, conducir a una visin de lahistoria como venganza y justificar el uso y el mal uso de la narrativa sobre elHolocausto: Auschwitz no puede explicar Chabra y Chatila.9

    Como seal existen grandes variaciones en las opiniones expresadas por losrevisionistas pero los ltimos quince aos han visto un cambio hacia una opinin msacadmica, al cual volver ms adelante.

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    colectividades especficas deben someter a su propia prueba de credibilidadhistrica debido a sus implicaciones.

    Historicidad de un solo sitio

    Estaramos equivocados si pensramos que esos estados proceden,naturalmente, de la importancia del evento original. La nocin extendida de lahistoria como reminiscencia de experiencias pasadas importantes es engaosa.El modelo es bien conocido: la historia es al colectivo lo que la remembranza es alindividuo, la recuperacin (ms o menos consciente) de experiencias pasadasalmacenadas en la memoria. Sin tener en cuenta sus numerosas variantespodemos llamarlo, en pocas palabras, el modelo de almacenamiento de lamemoria-historia.

    El primer problema con el modelo de almacenamiento es su edad, laciencia anticuada sobre la cual descansa. El modelo asume una visin delconocimiento como recuerdo que se remonta a Platn, una visin ahora

    cuestionada por filsofos y cientficos cognitivos; ms an, la visin de la memoriaindividual de la cual surge ha sido fuertemente criticada por investigadores de variostipos desde, por lo menos, el siglo XIX. En esa visin las memorias sonrepresentaciones discretas almacenadas en un gabinete y cuyos contenidos son,generalmente, precisos y accesibles a voluntad. Las investigaciones recientes hancuestionado estos supuestos. Recordar no es, siempre, un proceso deconvocatoria de las representaciones de lo que pas. Amarrar un zapatoinvolucra recuerdos pero pocos de nosotros traemos a colacin imgenesexplcitas cada vez que amarramos nuestros zapatos. Aunque la distincin entrememoria explcita e implcita supone diferentes sistemas de memoria el hecho deque esos sistemas estn inextricablemente ligados en la prctica puede ser unarazn ms que explique por qu cambia la memoria explcita. En cualquier caso,existe evidencia de que los contenidos de nuestro gabinete no son fijos niaccesibles a voluntad (Ebbinghaus 1964; Cascardi 1984; Broadbent 1986; Roediger1990; Schackter 1992; Loftus 1993; Green y Shanks 1993). Ms an, si esoscontenidos estuvieran completos no formaran una historia. Consideren unmonlogo que describe, secuencialmente, todos los recuerdos de un individuo.Sonara como una cacofona sin sentido, incluso para el narrador. Es inclusoposible que eventos significativos en la trayectoria de la vida no hayan sidoconocidos por el individuo en el momento de su ocurrencia y, por lo tanto, nopueden ser contados como experiencias recordadas. El individuo slo puede

    recordar la revelacin, no el evento. Puedo recordar que fui a Japn sin recordar loque sent al estar all. Puedo recordar que me dijeron que mis padres me llevaron aJapn cuando tena seis meses. Entonces, slo la revelacin pertenece a lahistoria de mi vida?; podemos, con confianza, excluir de nuestra historia todos loseventos no experimentados o no revelados todava incluyendo, por ejemplo, unaadopcin al momento de nacer? Una adopcin puede proveer una perspectivacrucial de los eventos que ocurrieron, realmente, antes de su revelacin. Larevelacin puede afectar la futura memoria del narrador sobre los eventos queocurrieron antes.

    Si los recuerdos como historia individual son construidos, incluso en estesentido mnimo, cmo puede ser fijo el pasado que recuperan? El modelo de

    almacenamiento no tiene respuesta para este problema. Tanto su versin popularcomo la acadmica asumen la existencia independiente de un pasado fijo y

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    proponen que la memoria es la recuperacin de ese contenido. Pero el pasado noexiste independientemente del presente; de hecho, el pasado slo es pasadoporque hay un presente, de la misma manera que puedo sealar algo que est allporque yo estoy aqu. Pero nada est, inherentemente, all o aqu. En ese sentido elpasado no tiene contenido. El pasadoo, ms precisamente, el carcter de

    pasado-- es una posicin; de ninguna manera podemos identificar el pasado comopasado. Dejando de lado, por ahora, el hecho de que mi conocimiento de que algunavez fui a Japn, a pesar de lo derivado, no sea de la misma naturaleza que recordarqu sent cuando estuve en Japn el modelo asume que ambas clases deinformacin existen como pasado antes de que lo recuerde. Pero cmo losrecupero como pasado sin un conocimiento o recuerdo previo de lo que constituye elcarcter de pasado?

    Los problemas de determinar qu pertenece al pasado se multiplicancuando se dice que el pasado es colectivo. De hecho, cuando la ecuacinmemoria-historia se transfiere a una colectividad el individualismo metodolgicoaade su peso a las dificultades inherentes del modelo de almacenamiento.

    Podemos asumir, para propsitos descriptivos, que la historia de vida de unindividuo empieza con su nacimiento. Pero cundo empieza la vida de uncolectivo?; en qu punto establecemos el comienzo del pasado que vamos arecuperar?; cmo decidimosy cmo decide el colectivo-- qu eventos incluir ycules excluir? El modelo de almacenamiento no slo asume el pasado que esrecordado sino, tambin, el sujeto colectivo que recuerda. El problema con estadoble suposicin es que el pasado construido es constitutivo del colectivo.

    Los europeos y los blancos norteamericanos recuerdan haber descubiertoel Nuevo Mundo? Ni Europa, como la conocemos ahora, ni lo blanco, como loexperimentamos en esta poca, existan como tales en 1492. Ambos sonconstitutivos de esta entidad retrospectiva que ahora llamamos Occidente, sin lacual el descubrimiento es impensable en su forma actual.Realmente puedenlos ciudadanos de Quebec, quienes en las placas de sus carros orgullosamentedeclaran "Yo recuerdo, recuperar recuerdos del Estado colonial francs?; puedenlos macedonios, quienes quiera que sean, recordar los conflictos y promesastempranas del panhelenismo?; puede alguien en alguna parte, realmente, recordarlas primeras conversiones en masa de los serbios al cristianismo? En estos casos,como en muchos otros, los sujetos colectivos que, supuestamente, recuerdan noexistan como tales al momento de los eventos que dicen recordar; ms bien, suconstitucin como sujetos es paralela a la creacin continua del pasado. En esesentido no suceden a ese pasado: son sus contemporneos.

    Incluso cuando las continuidades histricas son incuestionables deninguna manera podemos asumir una simple correlacin entre la magnitud delos eventos como sucedieron y su relevancia para las generaciones que losheredaron a travs de la historia. El estudio comparativo de la esclavitud enAmrica provee un ejemplo comprometedor de que lo que, usualmente, llamamosel "legado del pasado" puede no ser algo legado por el pasado mismo.

    A primera vista parecera obvio que la relevancia histrica de la esclavituden Estados Unidos procede de los horrores del pasado. El pasado esconstantemente evocado como el punto de partida de un traumatismo anexistente y como explicacin necesaria de las actuales iniquidades sufridas porlos negros. Yo sera el ltimo en negar que la esclavitud de plantacin fue una

    experiencia traumtica que dej fuertes heridas en toda Amrica. Pero la

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    experiencia de los afro-americanos fuera de Estados Unidos cuestiona lacorrelacin directa entre los traumas del pasado y la relevancia histrica.

    En el contexto del hemisferio los Estados Unidos importaron un nmerorelativamente pequeo de esclavos africanos, antes y despus de suindependencia. Durante cuatro siglos la trata de esclavos envi, por lo menos, diez

    millones de personas al Nuevo Mundo. Los esclavos africanos trabajaron ymurieron en el Caribe un siglo antes del asentamiento de Jamestown, en Virginia.Brasil, el territorio donde ms dur la esclavitud, recibi la parte del len de losesclavos africanos, cerca de cuatro millones. La totalidad de la regin Caribeimport an ms esclavos que Brasil, diseminados entre las colonias de variospoderes europeos. An as, las importaciones fueron grandes en territorioscaribeos individuales, especialmente en las islas del azcar. Por ejemplo, la islacaribea francesa de Martinica, un pequeo territorio de menos de un cuarto deltamao de Long Island, import ms esclavos que todos los Estados Unidoscombinados10. A principios del siglo XIX Estados Unidos tena ms esclavoscriollos que cualquier otro pas americano pero este nmero se debi a un aumento

    natural. An as, en trminos de duracin y del nmero de individuos involucradosno podemos decir, de ninguna manera, que la magnitud de la esclavitudestadounidense super a la de Brasil o el Caribe.

    Segundo, la esclavitud fue, por lo menos, tan significativa para la vidacotidiana de las sociedades de Brasil y del Caribe como para la sociedad de losEstados Unidos. Las islas britnicas y francesas del azcar en particular, desdeBarbados y Jamaica en el siglo XVII hasta Santo Domingo y Martinica en el XVIII,no fueron, simplemente, sociedades que tuvieron esclavos: fueron sociedadesesclavistas.La esclavitud defini su organizacin econmica, social y cultural: fue suraison d'etre. La gente que vivi all, libre o no, lo hizo porque all haba esclavos.El equivalente en el norte sera que todos los Estados Unidos se parecieran aAlabama en el clmax de su poca algodonera.

    Tercero, no necesitamos asumir que el sufrimiento humano puede sermedido para afirmar que las condiciones materiales de los esclavos no fueronmejores fuera de los Estados Unidos que dentro de sus fronteras. A pesar dealegatos de paternalismo sabemos que los esclavistas estodounidenses no fueronms humanos que sus contrapartes del Brasil o del Caribe. Pero tambinsabemos que el sufrimiento humano de la esclavitud, tanto fsico como cultural,estuvo ntimamente ligado a las exigencias de la produccin, sobre todo al rgimende trabajo. Generalmente las condiciones de trabajo impusieron una expectativade vida menor, tasas de muerte ms altas y tasas de nacimiento mucho menores

    entre los esclavos caribeos y brasileos que entre sus contrapartes de losEstados Unidos (Fogel y Engerman 1974; Higman 1984; Fogel 1989; Berlin yMorgan, eds., 1993). Desde ese punto de vista la caa de azcar fue elatormentador ms sdico de los esclavos. En suma, hay una masa de evidenciasuficientemente grande como para sostener un modesto argumento emprico: deninguna manera puede decirse que el impacto de la esclavitud como lo querealmente sucedi fue ms fuerte en Estados Unidos que en Brasil o el Caribe;pero, entonces, por qu la relevancia simblica de la esclavitud como trauma y la

    10Las cifras estadounidenses no incluyen la colonia de Luisiana. La narrativa y las

    fuentes detrs de estos estimativos pueden verse en Curtin (1969). Lasactualizaciones parciales de las cifras de Curtin sobre exportaciones de frica noinvalidan el panorama general que entrega de las importaciones en Amrica.

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    relevancia analtica de la esclavitud como explicacin socio-histrica son hoy msprevalecientes en Estados Unidos que en Brasil o en el Caribe?

    Parte de la respuesta puede ser la manera como termin la esclavitudestadounidense: una guerra civil de la cual ms blancos parecen culpar a losesclavos que a Abraham Lincolncuyos motivos en la empresa siguen siendo

    cuestionados. Parte de la respuesta puede ser la suerte de los descendientes de losesclavos pero ese no es un asunto del pasado.La perpetuacin del racismo enEstados Unidos es menos un legado de la esclavitud que un fenmeno renovadopor generaciones de inmigrantes blancos cuyos ancestros, probablemente,estuvieron atrapados en trabajos forzados, en un momento u otro, en las tierrasatrasadas de Europa. De hecho, no todos los negros que presenciaron laesclavitud creyeron que era un legado cuyo peso tendran que cargar para siemprecon sus hijos (Du Bois 1898, 1962; Foner 1988). Medio siglo despus de laemancipacin la esclavitud tampoco fue un tema importante para los historiadoresblancos, aunque por otras razones. La historiografa de Estados Unidos, porrazones quizs no tan diferentes de las de su contraparte brasilea, produjo su

    propio silencio sobre la esclavitud afro-americana. A principios del siglo XX habanegros y blancos en Norte Amrica que discutan sobre la relevancia simblica yanaltica de la esclavitud para los tiempos en los cuales vivan (e.g., Myrdal 1944;Frazier 1957; Du Bois 1962). Esos debates sugieren que la relevancia histrica noprocede, directamente, del impacto original de un evento, de su modo de inscripcino, incluso, de la continuidad de esa inscripcin.

    Los debates sobre el lamo, el Holocausto o la significacin de laesclavitud en Estados Unidos no slo involucran historiadores profesionalessino, tambin, lderes tnicos y religiosos, polticos electos, periodistas, variasasociaciones de la sociedad civil y ciudadanos independientes, no todosactivistas. Esta variedad de narradores es una de muchas indicaciones de quelas teoras de la historia tienen una visin ms bien limitada del campo de laproduccin histrica; ellas subestiman, toscamente, el tamao, la relevancia y lacomplejidad de los sitios superpuestos donde se produce la historia, especialmentefuera de la academia11.

    La fortaleza del gremio histrico vara de una sociedad a otra. Incluso ensociedades altamente complejas, en las cuales el peso del gremio es significativo, laproduccin de los historiadores nunca constituye un corpus cerrado. Ms bien, esaproduccin no solo interacta con el trabajo de otros acadmicos sino, tambin y

    11Paul Ricoeur (1984:95) seal, correctamente, que tanto los positivistas lgicos

    como sus adversarios lanzaron y sostuvieron su largo debate sobre la naturaleza delconocimiento histrico prestando poca atencin a la prctica real de los historiadores.Ricoeur mismo us, abundantemente, el trabajo de historiadores acadmicos deEuropa y Estados Unidos. Otros autores recientes (de Certeau 1975; Furet 1982;Appleby et al. 1994) tambin usan trabajos histricos pasados y actuales, con variosgrados de nfasis en escuelas o pases particulares y con varias digresiones sobre larelacin entre el desarrollo de la historia y el de otras formas de conocimientoinstitucionalizadas. Esos trabajos acercan la teora a la observacin de la prctica realpero la produccin histrica se limita a la prctica de los historiadores profesionales?Primero, desde un punto de vista fenomenolgico uno puede argumentar que todos losseres humanos tienen una conciencia pre-temtica de la historia que funciona comoun teln de fondo para sus experiencias del proceso social (cf. Carr 1986). Segundo, y

    ms importante para mi propsito en este texto, la historia narrativa no slo esproducida por historiadores profesionales (cf. Ferro 1985; Thompson 1990; Cohen1994).

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    de manera importante, con la historia producida fuera de las universidades. As,la conciencia temtica de la historia no slo es activada por acadmicosreconocidos. Todos somos historiadores aficionados con varios grados deconciencia sobre nuestra produccin. Tambin aprendemos historia de otrosaficionados similares. Las universidades y las editoriales universitarias no son los

    nicos locide produccin de la narrativa histrica. Los libros se venden, incluso,mejor que las gorras de piel de mapache en el almacn de regales del lamo, alcual media docena de ttulos de historiadores aficionados produce ms de$400.000 dlares anuales. Como sostiene Marc Ferro (1985) la historia tienemuchos hogares y los acadmicos no son los nicos profesores de historia en latierra.

    La mayor parte de los europeos y norteamericanos aprende su primeraleccin de historia a travs de medios que no han sido sometidos a losestndares establecidos por las revistas arbitradas, las editoriales universitarias, olos comits doctorales. Mucho antes de que el ciudadano promedio lea a loshistoriadores que establecen los estndares vigentes para colegas y estudiantes

    accede a la historia a travs de celebraciones, visitas a sitios y museos, pelculas,das de fiesta nacionales y libros de primaria. En cualquier caso, las perspectivasque aprenden all son sostenidas, modificadas o cuestionadas por acadmicosimplicados en investigacin bsica. A medida que la historia continuasolidificndose profesionalmente, a medida que los historiadores se vuelven cadavez ms rpidos en modificar sus blancos y refinar sus herramientas deinvestigacin el impacto de la historia acadmica aumenta, incluso si lo haceindirectamente.

    Pero no olvidemos qu tan frgil, limitada y reciente puede ser esa aparentehegemona. No olvidemos que, hasta hace poco, en muchas partes de losEstados Unidos la historia nacional y mundial prolong una narrativa providencialcon fuertes tonos religiosos. La historia del mundo comenz con la Creacin, cuyafecha era supuestamente bien conocida, y continu con el Destino Manifiesto,como conviene a un pas privilegiado por la Divina Providencia. Las cienciassociales estadounidenses todava tienen que deshacerse de la creencia en elexcepcionalismo de Estados Unidos que perme su nacimiento y evolucin (Ross1994). De la misma manera el profesionalismo acadmico an no ha silenciado lashistorias creacionistas, todava vivas en enclaves del sistema escolar.

    Ese sistema escolar puede no tener la ltima palabra en ningn asunto perosu eficiencia limitada tiene tanto de largo como de ancho. Desde mediados de ladcada de 1950 hasta finales de la dcada de 1960 los estadounidenses

    aprendieron ms sobre la historia colonial de su pas y sobre el oeste de pelculasy televisin que de libros acadmicos. Recuerdan el lamo? Esa fue una leccinde historia pronunciada por John Wayne en la pantalla. Davy Crockett fue unpersonaje de televisin que se convirti en una figura histrica significativa ms queal revs12. Antes y despus del largo compromiso de Hollywood con la historia devaqueros y colonos los libros de historietas llenaron los vacos dejados por laspelculas del oeste ms que los textos escolares, las canciones de msicacountry ms que las tablas cronolgicas,. Entonces como ahora los nios

    12Crocket mismo contribuy a su percepcin como hroe, comenzando con su

    autobiografa. Pero su significacin histrica permaneci limitada hasta que fueconvertido en figura nacional por la serie de televisin y por la pelcula de 1960 deJohn Wayne The Alamo.

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    estadounidenses y unos cuantos hombres jvenes en otras partes aprendieron atematizar partes de esa historia jugando a vaqueros e indios.

    Finalmente, el gremio obviamente refleja las divisiones sociales y polticas dela sociedad estadounidense; sin embargo, en virtud de sus argumentosprofesionales el gremio no puede expresar opiniones polticas justo lo contrario

    de lo que hacen los activistas y los cabilderos. As, irnicamente, entre msimportante sea un asunto para segmentos especficos de la sociedad civil mssubyugadas sern las interpretaciones de los hechos ofrecidas por la mayora delos historiadores profesionales. Para quienes estuvieron involucrados en lascontroversias desatadas por el quinto centenario colombino la exposicin "LastFact" del Smithsonian sobre Enola Gay e Hiroshima, la excavacin de cementeriosde esclavos o la construccin del Vietnam Memorial las declaraciones emitidas porlos historiadores usualmente parecen suaves o irrelevantes. En estos casos,como en tantos otros, aquellos para quienes la historia import ms buscaron lasinterpretaciones histricas en los mrgenes de la academia, cuando no totalmentefuera de ella. Sin embargo, el hecho de que la historia tambin se produce fuera de

    la academia ha sido largamente ignorado en las teoras de la historia. Ms all de unconsenso amplio (y relativamente reciente) sobre la situacionalidad del historiadorprofesional hay pocas exploraciones concretas sobre las actividades que ocurren enotra parte pero que impactan, significativamente, el objeto de estudio. Encualquier caso ese impacto no se atrapa, fcilmente, con frmulas generales, unadificultad que repulsa a la mayora de los tericos. He sealado que aunque lamayor parte de los tericos reconoce, desde el principio, que la historia involucratanto el proceso social como las narrativas sobre ese proceso las teoras de lahistoria, realmente, privilegian un lado como si el otro no importara.

    Esta perspectiva de un solo lado es posible porque las teoras de la historiarara vez examinan en detalle la produccin concreta de narrativas especficas. Lasnarrativas son ocasionalmente evocadas como ilustraciones o, como mucho,descifradas como textos pero el proceso de su produccin rara vez constituye elobjeto de estudio13. De igual manera la mayora de los acadmicos rpidamenteadmitira que la produccin histrica ocurre en muchos sitios. Pero el peso relativode esos sitios vara con el contexto y esas variaciones imponen en el terico elpeso de lo concreto. As, un examen de los palacios franceses como sitios deproduccin histrica puede entregar lecciones ilustrativas para entender el papel deHollywood en la conciencia histrica de Estados Unidos pero ninguna teoraabstracta puede establecer, a priori, las reglas que gobiernan el impacto relativo delos castillos franceses y de las pelculas estadounidenses en la historia acadmica

    producida en esos dos pases.Entre mayor sea el peso de lo concreto mayor es la posibilidad de que seasoslayado por la teora. As, incluso los mejores tratamientos de la historiaacadmica proceden como si lo que ocurri en otros sitios no tuviera importancia; sinembargo, es realmente poco importante que la historia de Amrica est siendoescrita en el mismo mundo en el cual pocos nios quieren ser indios?

    Teorizando la ambigedad y rastreando el poder

    13Cohen (1994), Ferro (1985) y de Certeau (1975) son excepciones notables en estesentido, cada uno a su manera.

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    La historia siempre se produce en un contexto histrico especfico. Los actoreshistricos tambin son narradores y viceversa. La afirmacin de que las narrativassiempre se producen en la historia me lleva a proponer dos opciones. Primero,creo que una teora de la narrativa histrica debe reconocer tanto la distincincomo la sobre-posicin entre el proceso y la narrativa. As, aunque este libro es,

    fundamentalmente, sobre la historia como conocimiento y narrativa14

    abarca laambigedad inherente en los dos lados de la historicidad.La historia como proceso social involucra a las personas en tres condiciones

    distintas: (1) como agentes o ocupantes de posiciones estructurales; (2) comoactores en interfase constante con un contexto; y (3) como sujetos,esto es, comovoces concientes de su vocalidad. Los ejemplos clsicos de lo que llamo agentesson los estratos y los grupos a los cuales pertenecen las personas, como la clase yel estatus, o los roles asociados con ellos. Los trabajadores, los esclavos y lasmadres son agentes15. Un anlisis de la esclavitud puede explorar las estructurassocioculturales, polticas, econmicas e ideolgicas que definen posiciones comoesclavos y esclavistas.

    Por actores entiendo el conjunto de capacidades que son especficas entiempo y espacio, de manera que su existencia y su entendimiento descansan,fundamentalmente, en particulares histricos. Una comparacin de la esclavitudafro-americana en Brasil y Estados Unidos que vaya ms all de una tablaestadstica debe tratar con los particulares histricos que definen las situacionesque se comparan. Las narrativas histricas abordan situaciones particulares y, enese sentido, deben tratar con seres humanos como actores (Touraine 1984:14-15).

    Pero las personas tambin son sujetos de la historia de la misma maneraque los trabajadores son sujetos de una huelga: ellos definen los trminos bajo loscuales pueden ser descritas ciertas situaciones. Consideren una huelga como unevento histrico estrictamente desde un punto de vista narrativo, esto es, sin lasintervenciones que, usualmente, ponemos bajos rtulos como interpretacin oexplicacin. No hay forma de que describamos una huelga sin hacer que lascapacidades subjetivas de los trabajadores sean parte central de la descripcin16.Sealar su ausencia del lugar de trabajo no es suficiente. Debemos sealar queadoptaron, colectivamente, la decisin de quedarse en casa en un da normal detrabajo. Debemos aadir que adoptaron esa decisin colectivamente. Pero inclusoesa descripcin, que toma en cuenta las posiciones de los trabajadores comoactores, no es una descripcin competente de una huelga; de hecho, hay unospocos contextos ms en los cuales esa descripcin podra dar cuenta de algo

    ms. Los trabajadores pudieron haber decidido: si la nieve pasa de veinticincocentmetros esta noche ninguno de nosotros ir a trabajar maana. Si aceptamosescenarios de manipulacin o errores de interpretacin entre los actores lasposibilidades se vuelven ilimitadas. As, ms all de tratar a los trabajadores comoactores una narrativa competente de una huelga necesita reclamar acceso a lostrabajadores como sujetos intencionados, conscientes de sus propias voces.

    14De hecho, la mayora de las veces que usar la palabra historiade aqu en adelantelo har, fundamentalmente, teniendo este significado en mente. Reservoprocesosociohistricopara la otra parte de la distincin.15Llamo agentesa los ocupantes de esa y otras posiciones estructurales para indicar,

    desde el principio, un rechazo a la dicotoma estructura/agencia. Las posicionesestructurales son tanto habilitantes como limitantes.16Este argumento es una expansin de las ideas de Runciman (1983:31-34).

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    Necesita sus voces en primera persona o, por lo menos, debe parafrasear esaprimera persona. La narrativa debe darnos una pista de las razones por las cualeslos trabajadores rehsan trabajar y del objetivo que creen estar persiguiendo(incluso si ese objetivo se limita a protestar). En otras palabras, una huelga eshuelga slo si los trabajadores creen que estn en ella. Su subjetividad es una

    parte integral del evento y de cualquier descripcin satisfactoria de ese evento.Los trabajadores trabajan ms frecuentemente de lo que estn en huelgapero la capacidad de ir a huelga nunca se separa, totalmente, de la condicin detrabajador. Dicho de otra manera, las personas no siempre son sujetosconstantemente confrontados por la historia, como quisieran algunos acadmicos,sino que la capacidad sobre la que actan para ser sujetos siempre es parte de sucondicin. Esta capacidad subjetiva asegura confusin porque hace a los sereshumanos doblemente histricos o, ms exactamente, totalmente histricos; losinvolucra, simultneamente, en el proceso socio-histrico y en las construccionesnarrativas sobre ese proceso. La primera opcin de este libro es abarcar estaambigedad, inherente en lo que llamo los dos lados de la historicidad.

    La segunda opcin de este libro es un enfoque concreto en el proceso de laproduccin histrica ms que en una preocupacin abstracta por la naturaleza de lahistoria. La bsqueda de la naturaleza de la historia nos ha llevado a negar laambigedad para demarcar, con precisin y en todo momento, la lnea divisoriaentre el proceso histrico y el conocimiento histrico o para mezclar, en todomomento, el proceso histrico y la narrativa histrica. As, entre los extremosmecnicamente "realista" e ingenuamente "constructivista" existe la tarea msseria de determinar no lo que es la historia (una meta sin esperanza si se expresaen trminos esencialistas) sino cmo trabaja; porque la historia cambia en tiempo ylugar o, mejor, la historia slo se revela a s misma a travs de la produccin denarrativas especficas. Lo que ms importa es el proceso y las condiciones deproduccin de esas narrativas. Slo enfocar ese proceso puede poner aldescubierto las formas como los dos lados de la historicidad se entrelazan en uncontexto particular. Slo a travs de esa sobre-posicin podemos descubrir elejercicio diferencial del poder que hace posible algunas narrativas y silencia otras.

    Rastrear el poder requiere una visin ms rica de la produccin histricaque lo que reconoce la mayora de los tericos. No podemos excluir, de entrada, aninguno de los actores que participan en la produccin de la historia o a ninguno delos sitios donde puede ocurrir esa produccin. Al lado de los historiadoresprofesionales descubrimos artesanos de diferente tipo, trabajadores de campo nopagados o no reconocidos quienes aumentan, desvan o reorganizan el trabajo de

    los profesionales como polticos, estudiantes, escritores de ficcin, cineastas ymiembros participantes del pblico. Al hacer esto adquirimos una mirada mscompleja de la historia acadmica porque no consideramos a los historiadoresprofesionales como los nicos participantes en su produccin.

    Esta mirada ms comprensiva expande las fronteras cronolgicas delproceso de produccin. Podemos ver que ese proceso comienza antes y dura msque lo que admite la mayora de los tericos. El proceso no se detiene con la ltimafrase de un historiador profesional porque es muy posible que el pblico contribuyaa la historia, as slo sea para aadir su propia lectura de y sobre la produccinacadmica. Quizs ms importante es el hecho de que puesto que la sobre-posicin entre la historia como proceso social y la historia como conocimiento es

    fluida los participantes en cualquier evento pueden ingresar a la produccin deuna narrativa sobre ese evento antes de que el historiador llegue a la escena. La

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    narrativa histrica en la cual encaja un evento real puede precederlo, por lomenos en teora pero, quizs, tambin en prctica. Marshall Sahlins (1981)sugiere que los hawaianos leen su encuentro con el capitn Cook como la crnicade una muerte anunciada. Pero esos ejercicios no se limitan a los pueblos que notienen historiadores. Qu tanto encajan las narrativas sobre el final de la Guerra

    Fra en una historia pre-empacada del capitalismo con armadura de caballero?William Lewis (1987) sugiere que una de las fortalezas polticas de Ronald Reaganfue su capacidad para inscribir su presidencia en una narrativa pre-empacada sobreEstados Unidos. Una visin general de la produccin histrica mundial a travsde los tiempos sugiere que no slo los historiadores profesionales establecen elmarco narrativo en el cual encajan sus historias. La mayora de las veces alguienya ha entrado a la escena y ha establecido el ciclo de silencios (Ferro 1985;Carrre 1990; Fukuyama 1991).

    Esta mirada expandida todava permite generalizaciones pertinentessobre la produccin de la narrativa histrica? La respuesta a esta pregunta es uns sin cualificar si aceptamos que ese tipo de generalizaciones aumenta nuestro

    entendimiento de prcticas especficas pero no provee los planos que la prctica,supuestamente, seguir o ilustrar.

    Los silencios ingresan al proceso de produccin histrica en cuatromomentos cruciales: el momento de la creacin del hecho (la construccin defuentes), el momento de la recoleccin de los hechos (la construccin de archivos),el momento de la recuperacin de los hechos (la construccin de narrativas)y elmomento de la significacin retrospectiva (la construccin de historiaen ltimainstancia). Estos momentos son herramientas conceptuales, abstracciones desegundo nivel de procesos que se alimentan unos de otros. Por eso no estndestinados a proveer una descripcin realista de la construccin de cualquiernarrativa individual; ms bien, nos ayudan a entender por qu no todos los silenciosson iguales y por qu no pueden ser dirigidos (o redirigidos) de la misma manera.En otras palabras, cualquier narrativa histrica es un conjunto particular desilencios, el resultado de un proceso nico, y la operacin requerida paradesconstruir estos silencios variar en consecuencia.

    Las estrategias desplegadas en este libro reflejan estas variaciones. Cadauna de las narrativas tratadas en los prximos tres captulos combina diversostipos de silencios. En cada caso estos silencios se cruzan o se acumulan en eltiempo para producir una mezcla nica. En cada caso uso un enfoque diferente pararevelar las convenciones y las tensiones existentes en esa mezcla.

    En el captulo 2 bosquejo la imagen de un antiguo esclavo convertido en

    coronel, ahora una figura olvidada de la revolucin haitiana. La evidencia requeridapara contar este relato estaba disponible en el corpus que estudi, a pesar de lapobreza de las fuentes. Slo reposiciono esa evidencia para generar una nuevanarrativa. El desarrollo de mi narrativa alternativa revela los silencios quesepultaron, hasta ahora, el relato del coronel.

    El silencio general de la revolucin haitiana por la historiografa occidental esel tema del tercer captulo. Ese silencio tambin se debe al poder desigual en laproduccin de las fuentes, de los archivos y de las narrativas. Pero, si estoy en locierto de que esta revolucin fue impensable a medida que estaba sucediendo, lainsignificancia del relato ya est inscrita en las fuentes, sin importar qu tanto msrevelen. Aqu no hay nuevos hechos, ni siquiera algunos negados. Aqu debo hacer

    que los silencios hablen por s mismos. Lo hago yuxtaponiendo el clima de lostiempos, la escritura de los historiadores sobre la revolucin y las narrativas de la

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    historia mundial en las cuales la efectividad del silencio original se vuelve totalmentevisible.

    El descubrimiento de Amrica, el tema del cuarto captulo, me permite hacerotra combinacin que exige una tercera estrategia. Aqu abundan las fuentes y lasnarrativas. Hasta 1992 exista, incluso, el sentido (aunque forjado y reciente) de un

    consenso global sobre el significado del primer viaje de Coln. Los principiosbsicos de los escritos histricos fueron modulados y apoyados a travs decelebraciones pblicas que parecan reforzar este significado. Dentro de estecorpus abierto se producen silencios no tanto por ausencia de hechos ointerpretaciones sino debido a apropiaciones conflictivas de Coln. Aqu nosugiero una nueva lectura del mismo relato, como hago en el captulo 2, o unainterpretacin alternativa, como en el captulo 3. Ms bien, muestro cmo elsupuesto consenso sobre Coln en realidad enmascara una historia de conflictos.El ejercicio metodolgico culmina en una narrativa sobre la competencia en laapropiacin del descubrimiento. Los silencios aparecen en los intersticios de losconflictos entre intrpretes previos.

    La produccin de una narrativa histrica no puede ser estudiada, por lotanto, a travs de una mera cronologa de sus silencios. Los momentos que hediferenciado aqu se sobreponen en el tiempo real. Como herramientas heursticassolo cristalizan aspectos de la produccin histrica que exponen bien cundo ydnde se introduce el poder en el relato.

    Pero incluso esta manera de decir es engaosa si sugiere que el poder existefuera del relato y, por lo tanto, puede ser bloqueada o eliminada. El poder esconstitutivo del relato. Rastrear el poder a travs de varios "momentos"simplemente ayuda a enfatizar el carcter fundamentalmente procesal de laproduccin histrica; a insistir que lo que la historia es importa menos que cmotrabaja; que el poder trabaja junto con la historia; y que las preferencias polticasdeclaradas por los historiadores tienen poca influencia en la mayor parte de lasprcticas reales del poder. Es til una advertencia de Foucault (1988:103): "Nocreo que la pregunta sobre quin ejerce el poder pueda ser resuelta hasta tantose resuelva, al mismo tiempo, la pregunta cmo sucede? .

    El poder no ingresa al relato de una vez por todas sino en momentosdistintos y desde ngulos diferentes. Precede a la narrativa, contribuye a sucreacin y a su interpretacin. As sigue siendo pertinente, incluso si podemosimaginar una historia totalmente cientfica, incluso si relegamos las preferencias yriesgos del historiador a una fase separada, post-descriptiva. En la historia elpoder comienza en la fuente.

    El juego de poder en la produccin de narrativas alternativas comienza con lacreacin conjunta de hechos y de fuentes por dos razones, por lo menos. Primero,los hechos nunca dejan de ser significativos: se convierten en hechos slo porqueimportan en algn sentido, a pesar de que sea mnimo. Segundo, los hechos no secrean igual: la produccin de huellas tambin es, siempre, la creacin de silencios.Algunas ocurrencias se notan desde el principio; otras no. Algunas estn inscritasen cuerpos individuales o colectivos; otras no. Algunas dejan marcas fsicas; otrasno. Lo que sucedi deja huellas, algunas de las cuales son bastantes concretas(edificios, cuerpos muertos, censos, monumentos, diarios, fronteras polticas) quelimitan el alcance y significado de cualquier narrativa histrica. Esta es una de lasmuchas razones por las cuales cualquier ficcin no puede pasar por historia: la

    materialidad del proceso socio-histrico (historicidad 1) establece el escenario defuturas narrativas histricas (historicidad 2).

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    La materialidad de este primer momento es tan obvia que algunos denosotros la dan por hecho. Esto no implica que los hechos sean objetos sin sentidoque esperan ser descubiertos bajo algn sello atemporal sino, ms modestamente,que la historia comienza con cuerpos y artefactos: cerebros vivientes, fsiles,textos, edificios17

    Entre mayor sea la masa material ms fcilmente nos atrapar: las sepulturascolectivas y las pirmides acercan la historia al mismo tiempo que nos hacen sentirms pequeos. Un castillo, un fuerte, un campo de batalla, una iglesia, todas estascosas ms grandes que nosotros y que infundimos con la realidad de vidaspasadas parecen hablar de una inmensidad de la cual sabemos poco, exceptoque somos parte de ella. Demasiado slidas para pasar inadvertidas, demasiadoconspicuas para ser cndidas, ellas encarnan las ambigedades de la historia.Nos dan el poder de tocarla pero no de asirla, firmemente, en nuestras manos(ese es el misterio de sus paredes demolidas). Sospechamos que su concrecinesconde secretos tan profundos que ninguna revelacin puede disipar sus silenciostotalmente. Imaginamos las vidas bajo la argamasa pero cmo reconocemos el

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    La historia oral no escapa a esa ley, excepto que en el caso de la transmisin oral elmomento de la creacin del hecho se lleva, continuamente, en los propios cuerpos dequienes toman parte en esa transmisin. La fuenteest viva.

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