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Florescano, Enrique, La Historia y El Historiador

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flENRIQUE FLORESCA¡IO

La Histonay el historiador

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ÍfóYsf'7filirfifrMtwtu

T.I roNDoDEcuLTuRAncoNóurce,I

' MÉ)gco

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l'tlrtrci:t etli¡.:kllr, 1997

letcent lcimptesitirl, 2003

I). R. .i) 1991, Follrrr trtl Ctlltt n,r, l-(l()\()rll(iACirucle r1r l'itucito-Ajttsto, 227i \1t20o N'léxico, l)

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E,vntgLtli Fton¡tsc¿,vo ,?c¿ció en San Jt-nn Coscoma-tepec, Veracruz, en 1937. Estuclió en la Fact¿l-tad cle Derecl.tr¡ rie Iu UniuersicJacl VerclcruzunaJr en la Facultad cle Filoso.fía J' LeÍrc¿s cle la l,lni-uersiclc4cl Autónoma cle Veracntz. Descle sus dtaoscle estudiante definió los qtte serían los princi-pales ueneros cJe su uocLtción intelectual; .fundóla reuista Ltniuersitaria Situacriones, dirigió el su-plenrcnto cultural clel Diario de Xalapa e iniciósus actiuidctcles docentes. En 1968 íngresó comoprofesor-inuestigaclor de El Colegio de Méxicc¡,cloncle codirigió el Seminario cle Historia Eco-ttóntica y- Social clel Centro cle Estuclios Histó-ricos. Al año si.guiente .ftre nombrado pro.fesortitular clel Seminario cle Ilistoria Ecctnómicr¡ cleMéxico clel Colegio cle Ilistoria, en la l"acultadcle Filoso.fía y LetrGS de la Uniuersi¿lurl Nucio-ttal AutónLtmu tle México.

Fue director cJe la reuista Historia lVfexrcanarte El Colegio de México, .ie.fe del Departamento

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Lle Inuestigaciones IIistóriccts .y, posteriormente,directc,r cle Estudir¡s flistóricos del lrtstitt¿tr'¡ Na-cir¡nal de ¡lntntpología e Historiot. A su antplit'ttralectoria corno proJésor e int:estigaclor se sumaunü importante labrtr edik¡rictl cc¡nto coorcJina'rJor de la serie SEP-Setenlas que eclitarct la Se'

cretcrría de liducctciór¿ PubLica y cctmo.fúndaclorde la rettistct Nexos evt 1976, de la que ftre cli-rector b¿¿strl 1982. Ese ntisntc¡ año Jite designot-clo clirectr.¡r general del t^-au, c¿ugo que ocul,tóbctsta 1988.

A partir de entc¡nces riirige lct Ct¡ordinacióttNctcir.¡nal cJe Proyectos Históricc,¡s, clependenc iaclel Cctnse.io Nctciottctl porrct lct Culturct J' lct's Ar-tes. Acletnás, es presiclente de lc¿ F-unclación Ne-

xr-¡.s, l. C'., y crctuctlmente octtpa la cáteclra Simóntsr¡líuar ¿le llstuclic¡s Lltinoamcricr¿nos cle la{Jniuersidazl de Cam briclge. Inglaterra.

I:nriclue l"ktrescanc¡ es crutor de mas cle cienctrtículos de i.nuesti,gttción en reuistas cientí.ficasdel árect cJe ciettcias sc¡ciales cle México -y el ex-lranfero. Entre los rnúltiples reconocintientoscprc het recibiclo, destaca el Premict Nctcittnctl cle

C-iencicts Socictles, 1976, r1ue le conceclió la Acct'dentict de lct Inuestigaciótt C'ientíftca, lcts PalmasAcc¿clémicus qne le otorgarot el gobiernct.lrancésen 1982 y el rtombramientr¡ de Cabttllerr¡ cle

L'Orclre Natiottcll dtL Mérile, impuesto por el pre-sidente cJe F-rancict F-rorngoise Miteryand en 19é15.

Miembrc¡ de número de la Academia Mexicattade la Historict, I'-lorescano pertenece al Sistem.a

Nacional de Inuestigadrtres y recientemenle.ft.regalardctnado con el premir.t Nacional cle C'ien_cias Sociales y llumanidades, 1996.

El Fondo de Culturrl Económica ha DublicacloMemo¡ia rnexicana y El mito cle euetzilcóatl, cleentre los muchos libros q,ue cortforman su ampliae impofiante obra. En esta ocasión. El tloctor Flo_resctTto ha escrilc¡ expresctmente para FONDO2OOO La historia y el historiaclor, un librut quereúne en tres ensayos la.función socícll ctet bis-toriador y que responcle a las preguntas hásicasque, en torno a la historia y la bistorioSlrafía, seban.formulado desde los tiempcts mai're"moros,¿cómo nace un relato histciricll, ¿para qué se es_cribe lq bistoria? y ¿qué caracteriza a-la inttes_tigación hi.stórica? El lector queda in,ttitaclo attn breue, pero intenso, recorriclo por los rinco-nes clel oJ'tcio cle bistoriar y a una reuisión cle latrayectoria cle la narración histórir:a, descle suremoto origen como memorir.t rlel pc)cler haslasu moclerna situación como análiiis crítico cleIa socieclad y.de la experiencia bumana.

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Adaertencia

os tres ensayos reunidos en e.ste libritotocan temas que han atraído el interés detrn pirblico lnuv amplio desde tiempos re-motos: ¿Cómo nació el relato histórico?¿Para <1ué se e.scribe la historia? ¿Cuálesson las característica.s que distinguen a laindagación del pasado?

El primero, "De la memoria del poder ala historia como explicación", es Lrn re-cuento mínimo del desarrollo de la narra-ción histórica, desde sus lejanos orígenescomo memoria del poder, hasta su si-tuación presente, como análisis crítico delos procesos que tejen y constmyen laexperiencia hurnana. El .segundo, "Breveincursión a los sótanos del oñcio", es unarevisión poco usual de las condicionessociales e institucionales que intervienenen la producción de las obras históricas.El último, "La f'unción,.social del historia-

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dor", intenta resumir los variados cometidos so-ciales que hacen del relato histórico una lectura in-evitable para los curiosos que se siguen preguntan-do: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Cuálesfueron nuestros orígenes?

E. F.

Cambridge, enero de 1997

De Ia tnernoria. d.elpodera la. bistorla. como explicaclón*

tlt HISTOruA PARA SANCIoNAR EL PRESENTE

uI-¿n la medicla en que la reconstrucción clel

pasado es una operación que se hacedesde el presente, es natural que los inte-reses que más pe.san en ese momentoparticipen en la recuperación del pasado.Cada vez que un movimiento políticoimpone su dominio en una sociedad, sutriunfo se vuelve la medida de Io histórr-co; domina el presente, comienza a de-terminar el futuro y reordena el pasado:define qué recuperar del inmenso pasadoy el para qué de esa recuperación. Así,desde los tiempos más remotos, la inqur-sición acerca del pasado, ante.s que cien-

" Este ensayo se publicó en la obra colectiva lllls-tori..l. ¿Para qué?, México, Siglo )Ofl Editores, 1980,pp. 91-127 . Recoge las concepciones acerca de la in-vestigación histórica prevalecientes en la década an-terior, y resume las características de las principalescorrientes de investigación.

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Lifi.ca, ha sido política: una recuperación selectivadel pasado, adecuada a l<¡s intereses del presente,para ohrar sobre el porvenir.

La reconstnrcción pragmática del pasado es tanantigua como la historia del hombre y se ha pro-longado hasta los tiempos recientes. Los individuo.sy los pueblos acuden al pasado para exorcizar elfluir corrosivo del tiempo sobre las creaciones hu-mana.s; para tejer solidaridade.s fundadas en orí-genes colnunes; para demarcar la posesión de unterritorio; para afirmar identidades nacidas detradiciones remotas; para sancionar el poder esta-blecido; para respaldar, con el prestigio ciel pasa-do, vindicaciones del presente; para construir unapatria o una nación fundadas en Lln pasado com-partido; o para darle.sustento a proyectos clispara-dos hacia el futuro.l Los primeros testimonios quelos seres humanos dejaron a la posteridacl, sonmemorias del poder: genealogías de reyes y go-bernantes, monumenlos que magnifican entroni-zaciones de reyes, o anales que consignan la his-toria de la familia gobernante. Cumplían la dobletarea de .sancionar el poder e.stablecido, y de im-poner a las generaciones venideras el culto rituali-zado cle esa memoria.

Aun cuando los autores de estas recuperaciones

t Véanse varios ejemplos de esta tradición en.f. H. I,lumb,La muerte riel pasado, Bart:elona, lla:rral,7971, particularmenteel capítulo titulado "La s-¿ncií¡n del prsado", pp. lj-52i y ram-bién Ilernard Lewis, La hisbria recr¡ní.ada, rescatada. ,nuen-tada, México, Fondo de Cultura Económica,7979.

manifestaron su propósito de relatar hechos ver-daderos, no invirtieron mucho tiempo en estable-cer la autenticidad de sus fuentes. Sin embargo, amenudo sus relatos fueron capaces de enterraruna tradición e imponer una nueva versión delpasado (como en el caso de la Iglesia cristiana enel Medievo, o de las revoluciones mexicana y so-viética a principios del siglo >o<), apoyándose entoda suerte de hechos verídicos, adr-rciendo testi-monios espurios, recuperando tradiciones repri-midas y omitiendo hechos importantes. En estoscasos, el fundamento de la nueva versión del pa-sado no se sustentó en la autenticidad de los testi-monios aducidos o en la fuerza de la explicación.Más bien esa versión del pasado fue impue.sta porlas mismas fuerzas sociales que modificaron eldesarrollo histórico. Más tarde .se volvió la expli-cación histórica dominante gracias al control queel gmpo en el poder ejercía en los medios dedifusión. Obtuvo legitimidad porque los grupossociales que participaron en la contienda vieronen esa recllperación del pasado una explicacióncle sus aspiraciones y una interpretación de accio-nes hasta entonces confusas o inconexas. Perdiócredibilidad en la medida en que las versiones denuevos grupos sociales erosionaron su mclnopolioy filtraron otras interpretaciones que contradecíano superaban la establecida.

Si para los poderosos la reconstrucción del pa-sado ha sido un instrumento de dominaciín, paralos oprimidos la recuperación del pasado ha servi-IO II

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do como hilo afirmador de su identidad y comofuerza emotiva que mantiene vivas sus aspiracio-nes de inclependencia y liberación. Las guerrasentre las grandes potencias políticas, entre éstas ylas naciones pequeñas, la lucha de clases en elámbito nacional, las acciones de conquista y do-minación colonial, la opresión cle minorías étnicaso religiosas, todos estos conflictos han sido revita-lizadores de la imaginación histórica y creadoresde versiones contradictorias del Dasado.

En los tiempos en qlte chocan dos o más inter-pretaciones del pasado, se agudiza la sensibilidadde lo histórico: grupos, clases y naciones intentanfundamentar con mayor ansiedad sus raíces. Losprotagonistas de esos momentos críticos redoblanentonces la búsqueda de testimonios para fortale-cer los interese.s propios y destruir los del con-trario. En los tiempos en que se lucha simultánea-mente por el presente y el pasaclo, surge tambiénla crítica histórica, la revisión de los testimoniosen que se funda la interpretación propia y la anta-gónica. La época en que el cri.stianismo comenzóa suplantar al paganismo como religión estatal(siglos nr y w), los años de Ia Reforma y la Contra-rreforma, o las décadas de crisis política que vandel siglo nur a fines del siglo xx, fueron tiemposen que el pasado dejó de ser uno para convertir-se en múltiple. Entonces la colisión entre distintospasados y proyectos políticos provocó el descu-brimiento de interpretaciones diferentes de loacontecido, la exhumación de nuevos testimoniost2 r3

o el reavivamiento de anti¡4uas tradiciones históri-cas, y un proceso lento y controvertido de asimila-ción del pasado extraño en el pasado conocido.2

En Europa, Ia coexistencia contradictoria de va-rios pasados desde el siglo xw en adelante (la an,tigüeciad p^g na, el pasado cristiano, los extrañospasados que el descubrimiento y la conquista delos pueblos de América introdujeron en el presen-te europeo), amplió las dimensiones de lo históri-co. Nacieron entonces nuevas técnicas Dara anali-zar la autenticidacl cle las distintas tradiciones ybrotaron otras preguntas acerca del sentido deesos extraños clesarrollos históricos.

At¡n cuando la reconstrucción del pasado siguióteñida de un sentido pragmático y político, a par-tir de la Ilustración el interés por el pasado empie-za a ser inducido por el por qué. No bastaba yaconocer los hechos y describidos; era necesariocomprender el sentido del desarrollo humano, in-dagar el por qué de sus mutaciones, y explicar porc1ué se desanollaban y decaían las civilizaciones.l.a primera gran obra de la historiografía modema,

z Véase, por ejemplo, A. Momigliano (comp.), The Conflictlx:htteen Paganism and Cbrlstianity tn tbe Four Century, Ox-lorcl, 1963. A los historiadores cristianos que mantenían unarrrterpretación del desarrollo histórico a la vez excluyente yrrniversal, este conflicto los obligó a ensayar una nueva forma,lc historia, asentada en "la fe en las pruebas documentales y la( ()nciencia de que había una interprtación distinta

-la paga-

n:f * que era necesario refutar". Véase J. H. plumb, op. cit., pp.'x) 97; también R. R. Bolgar, The Classtcal Heritage and ia Be-I t,' l¡( iarics. Cambridge, 1954.

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Tbe Decline and Fall of tbe Roman Empire, deEdward Gibbon, nace de estas nuevas preguntas yante la presencia turbadora de do.s legados, la an-tigüedad pagana y el cristianismo.

Estaba en Roma --dice Gibbon en su Autobiogra-fia-, el 15 de octubre de 7764, cauilando entre lasruinas del Capitolio mientras los frailes descalzoscantaban uísperas en el templo d.e Júpiter... cuandr¡me vino por primera vez a la imaginaciírn la idea deescribir sobre la decadencia y caícla de la ciudad.s

La tensión que se instala en el desarrollo de Mé-xico a partir de la conquista, surge también de lapresencia de dos pasados que chocan y luegocoexisten largamente, sin que uno logre absorberal otro. Sorprendido por la extraña cultura de losantiguos mexicanos, el fraile franciscano Bernar-dino de Sahagún emprendió, a mediados del sigloxlr, la más vasta empresa de rescate histórico yetnográfico de lo.s tiempos modernos. Su aclmirableentreé¡a a esa tarea culminó en una imagen gran-diosa del pasado nahua, que en esos años comen-zó a diluirse ante sus propios oios.a Pero esta riquisima indagación, que recogía minuciosamente la

t Autt¡biografra, Buenos Aires, Espasa{alpe,'J.949, p. 713. ;

Cursivas mías. Ia Bernardino de Sahagún, Historia g¡eneral de las cosos ¿le I

Nueua España, edición de Ángel María Garibay, México, Po- |rrua, 7956; y del mismo Sahagún, Códice I"k¡rentinq edición

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rrua, 7956; y del mismo Salngún, Códice I'lorentittg edicron I

facsimilar, supervisada por el Archivo General de la Nación, IFlorencia, Gionti-l]arberá Editores, 1979, 3 vols. ¡l

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antigüedad nattva apoyándose en la infbrmaciónproporcionada por los mismo.s indígenas, fue pri-mero desalentada y luego prohibida por la monar-quía española. Desde entonces, en lugar de la re-construcción y transmisión del pasado indígena, seimpuso la memoria de los hechos del vencedor:r:rónicas e hi.storias de la conquista, hagiografías delos frailes evangelizadores, crónicas de las órdenesreligiosas... La historia de los pueblos mesoame-ricanos se trasmutó en historia de la dominacióncspañola.

Dos siglos más tarde, cuando ya se había des-lruido la alta cr¡ltura inclígena y sólo subsistía lar:ultura de los campesinos oprimidos, resurgió bri-llantemente el olvidado esplendor indígena en laIlistoria. antiguct cle México del jesuita Franciscollvier Clavijero. Enciclopedia razonada c1e los co-nocimientos del México antiguo, apología de la¡rasada grandeza indígena, alegato anticolonial y,rlrrmación de la independencia intelectual ameri-( :rna, la Historia de Ciavijero es también la obra

' ¡tre fundamenta la conciencia de clase criolla frenter los españoles.5 Para los criollos y mestizo.s ex-

, luidos del poder, el rescate del pasado prehispá-rrico c¡ue realiza Clavijero se convierte en menroria

i Lr-ris Villorcr, Los ¡4randes momentos tlel indigeni,smo enl/(rliico, México, Ediciones de la Casa Chata, Ccntro de Invcsti-ir, iones Superiores del ¡x¡ll, 1,979, pp. 95,125; y José Emilio'.r( llcc(), "La patria perdida. Notas solrre Clavijero y la cultura,.rL ional", en Héctrtr Aguilar Camín et al., En ü¡rno a la cul-rnr tt.acional, México, Instituto Nacional Indigenista, 1976.

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de su presente y en apoyo de sus reivindicacionespolíticas. Desde entonces la patria criolla tiene unpasado noble y prestigioso, que los criollos asumencomo propio, sin vincularlo a los sobrevivientesinclígenas. Quienes tienen conciencia de ese pasa-

do y están convencidos de que por derecho denacimiento les corrresponde disfrutar las riquezasque colman a su patria, son los criolios, que me-diante el rescate del pasado indígena incorporantambién a su patrimonio la legitimidad cle los ven-cidos: en adelante serán los miembros de la élitecriolla quienes reclamen el derecho a dirigir eldestino del país.

Desde la apaici1n de la obra de Claviiero el usodel pasado dejó de ser monopolio de un solo gru-po para convertirse en presa de todos los que se

disptrtaban el poder. La apropiación del pasadoindigena por los criollos y mestizos señala, en elámbito político-ideológico, la fractura del monopo-lio de la interpretación histórica que hasta cntonceshabía detentado el Estado-Iglesia. Por otra parte, enel campo de la historiografia, esta obra inició la

aparición de diversas y contradictorias versionesdel pasado como consecuencia de la disputa por el

poder. En adelante, la interpretaciÓn del pasado noserá más una y exclusiva, sino plural y contradicto-ria. Lo que se mantendrá constante será la impor-tancia del pasado en la legitimación del poder.

Desde Ia guerra de lndependencia y durante las

luchas políticas del siglo xx, el pasado no cesa deestar presente en las contiendas que sacuden a lat6 r7

nación. La profunda escisión de los grupos políti-cos, y su incapacidad para imponer sus pro¡lramasal conjunto de la sociedad, mantienen a la naciónen vilo, suspendida entre la inestabilidad dei pre-sente y la incertidumbre del futuro. En esa circuns-tancia el pasado resurgió con tal fuerza que llegóa proponerse como modelo para fundar los ci-mientos de la República. En los primeros años devida independiente, fray Servando Teresa de Miery Carlos María de Bustamante propusieron el pa-sado prehispánico como sustento de la naciona-lidad, con exclusión del colonial. Por su parte, Lu-cas Alamán, el líder del partido conservador, vioen la herencia hispánica el baluarte más sólido dela nación y sobre ella propuso construir el futllrode la república, .sin participación de la tradiciónindígena.r,

Desde entonces, la oposición irreductible entreambos pasados y la imposibilidad política de ab-sorberlos en Lln tronco común, introdufo en el paísr,lna contradicción fundamental. Los liberales, triun-fadores de la contienda en que se dirimió el futr-lroclel país, crearon el moderno Estado mexicano ysus leyes constitutivas, derrotaron a los conserva,dores y a .sus aliados imperialistas, se empeñaronen crear una sociedad secular distanciada de laIglesia, y simultáneamente descartaron al pasadoprehispánico y al colonial como sustentos de la

6 Véase David llrading, L<ts orígenes del nacic¡nalismo mexi-cano, Méxiü), Era, 1980, pp. 43-52 y 73-82.

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nación que deseaban construir. En lugar deasumir el país indígena y campesino c¡ue habíanheredado, soñaron en crear una nación poblaclapor ciudadanos blancos y asentada en la indrrstria.Y en lugar de la sociedad oligárqtrica recogida enlos valores hispánico.s, promovieron la fbrmaciónde una sociedad de iguales, Lln proyecto que cho-có con ia profunda desigualdad étnica, culttiral,.social y económica cluc diviclía al país. Vieron enambos pasados trn lastre para la "regeneración"social que deseaban, y optaron por el modelo denación propio cle los países indr"rstriales de Europay del vecino del norte.

La Revolución de 1910 .sorprendió a los políti-cos del Porfiriato concentrados en la moderniza-ción de la economía y la sociedad, ciespoiando a

los can.rpesinos de sus tierras, vinculando al paísa la economía capitalista, imitando ios modelos er,r-

ropeos y elaborando las primeras reconstruccione.shistóricas que buscaban reconciliar el desgarradopasado con el tiernpo de "la pazy el progreso". EnMéxico a traués cle los si¡¡los, la obra cumbre de lahistoriografía de la época, por primcra vez el pa-sado prehispánico y el colonial dejaron de ser an-tagonistas y ftreron presentados como partes deun proceso evolutivo que culminaba en el radiantepresente porfiriano. La obra histórica se convirtióentonces en la memoria integradora que habría deunific¿ir a un pneblo clue había perdido partes con-siderables de su pasado en las grandes transfor-maciones inducidas por los cambios políticos.¡8 f9

¡ I rlcrrocarniento de PorFirio Díaz y la segr.rnda, ,ri¡i'iírn masiva cle los inclígenas y campesinos

" l.r historia de México, desbarataron la imagenlrrnist¿l <¡ue habían fhbricado los historiadores' 'r lnistas del desarrollo del país. Al mismo tiem-

r ,' t'l írnpetu de la Revolución comenzó a delinearrlr.r nllcva interpretación del pasado. Iil régimeni, lrr "paz y el progrcsc-r" se convirtió en la dicta-lrrr'1¡. ¡1 pasado colonial rccobró los colores osctt-rs {luc le habían impucsto los liberales del siglo xx.

, ,rirn parte del pasado inmediato fire satanizado;, rr:r jtrstificar el orden político que intentaba crearl r llcvolución. Otra porción del pasado resr,rrgió,1,'l olviclo con brillos insospechados. En contrapo-

'r'ion a los proyectos liberales del siglo xtx, querrr'sal--an al inclio y proponían como destino clelrrrís la imitación dc modeios extranjeros, la Revo-irrr'irin se definió como un movimiento cle bírsque-,l.r de la iclentidad prirnaria, como el primer uro-virnicnto nacional qtre incorporó al indígena y al, :rmpe.sino en su proyecto histórico. De ahí c|,re las, I(rcaclas posrevolucionarias cc.intemplen una c:onti-nu'.r rec:uperación del pasado prehispánicct, centra-rllr en sLls aspect()s más deslumbrantes: arquitec-I r rra, cscultnra, religión, mito.s.7

'- Enrirlue Florest:ano, lil ]xxler y la lucba prn' el poder ttn laI¡iskn'ir¡grafía rne^'icand, x{éxico, Cltadcrn<;s dc T'rabajo clell)cpartamento cle lnvestigaciones Ffistriricas clcl rir¡tt, 1980.

l:ste artículo se ¡rrrblitr-r míts tarcle en l¿t revista ifalian N)ua..1mericana, núm. 3, Giulkr Rinaudi Editore, Turín, 1lttO, pp.t99,238.

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Así, en el transcurso de los siglos, la historiogra-fía mexicana ha recuperado, ocultado, descubier-to, revalorizado, integrado y amputado el pasado,

bajo la presión cle la lucha política y la conforma-ción social de la nación. Si no ha sido sienlpre uninstftimento explicativo de los procesos liistóricos,si ira serviclo para actualizar divers<-ls momentos delpasaclo en el presente. Estas interpretaciones diver-

Élentes docttlnentan las ctapas que recorre la con-

ciertcia colectiva para seleccionar, recoger y acep-

tar el pasado, y permiten conocer los mecanismosque transfbrman el pasado en fuerza modeladoraciel presente. Su importancia no reside sólo en lainfbmación que propor(:ionan sobre los procesos

que clescriben, cLlanto en lo que orniten y resaltan'

Es lo que perciben y borran sus autores lo que

otorga a estas obras su importancla como expre-siones de la conciencia histórica de srr tiempo. Noson irnicamente memorias del poder y conciencia

cleformada de la realidad. En la medida en que es-

tablecen relaciones entl'e varios acontecimientos yclistinguen causas y resr-rltados, son testlmonios de

ia fbrr-na como sus autores desearon qLle se percl-

biera la temporalidad y la causalidad de los acon-

tecimientos: son un registro de ias operaciones que

clesarrolla el recordador clel pasado para apreciar

el cambio histórico y grabarlo en su memoria.

HISTORIA PARA COMPREIYDER EL PASADO Y ACTUAR

EN EL PRESENTE

I)ero ocurre que el pasado, antes que memoria or'onciencia histórica, es un proceso real que deter-rnina el presente con independencia de las imá-genes que de ese pasado construyen los actorescle la historia. Al revés de la interpretación del pa-sado, que opera desde el presente, la historia realrnodela el presente desde atrás, con toda la ftterzade lo histórico: volcando soltre el presente la car-ga de las sedimentaciones más antiguas,.transmi-tiendo la herencia de las relaciones del hombrecon la nafuraleza, prolongando partes o estructurascompletas de sistemas económicos y formas deorganizaciín social y política de otros tiempos, in-troduciendo en el pre.sente las experiencias acu,muladas por los seres humanos en el pa.sado.

Sin embargo, el e.studio riguroso de la realidadhistórica qlle es producto de la misma acciónhumana apenas comenzó en el siglo xx. Antes deese siglo hay un saber histórico, una concienciade lo histórico y diversas formas de captar el de-venir, pero no una reflexión acerca del por qué delos hechos históricos, apoyada en procedimientosdirigidos a responder a esa pregunta. En cambio,desde que aparece la preocupación por explicarpor qué los hombres entran en relación entre sípara transformar su medio, las preguntas sobrequé ocurrió, cuándo y cómo ocurrió, comenzarona transformarse en técnicas rigurosas para ubicar at

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cuando se percibió el sentido temporal y terrenode las acciónes humanas; ctlando se reconoció el

car^cter irreversible e irrepetible de io ocurrido;cuando se inició el análisis de las relaciones que

ligaban a un hecho con otros; desde el momentoen que se impr-rso la inteligibilidad de los aconte-

cimientos históricos y Ia necesidad de explicarlospara comprender su acción en el pasado y au-

mentar la capacidad de los hombres para domi-

narlos en el Presente.Así, <Jesde el momento en que las acciones hu-

manas perdieron el sentido sobrenatural o provi-clencial que clurante mucho tiempo se les había

atribuiclo,s y fueron consideradas como hechos

profanos que ocurrían en un lugar preciso y en uniiempo determinado, nació la modema concepciÓn

clel devenir como despliegue de la acción delhombre en el tiempo, desde el pasado hacia el fu-turo. Desde entonces se entiende que las acciones

humanas son parte de un proceso que forma con

ellas el teiido del acontecer, la sucesión de los

hechos pasados ligados con los presentes y futu-ros. Si por un lado los hechos hunianos son partes

s Véase S. G. F. Brandon, History, Time and Delty, Nueva22 York, Manchesler University Press, 1965.

los acontecimientos histÓricos, establecer su auten-

ticidad y descubrir sus relaciones.El desanollo de esta comprensión de lo histórico

comenzó con la desactaltzación y racionalizaciÓnde los elementos básicos del quehacer hltmano:

de ese proceso general, por otro tienen su propiasingularidad, pues al ocurrir en tiempos y lugaresdiferentes, adquieren .su condición de hechos úni-cos, irreversibles e irrepetibles.e

El acontecer humano, al ser despojado de loselementos supraterrenales o metahistóricos, cobróel sentido de un suceder real, susceptible de serverificado y explicado en función de razones hu-manas y por medio de técnicas adecuadas a esepropósito.

Un paso adelante en la verificación de los he-chos y en la lectura crítica de los testimonios, lodio el historiador Leopold von Ranke (1795-1886).Ranke sometió los documentos a Ltn severo escru-tinio para discernir su origen, develar los fines ex-preso.s u ocultos de sus creadores, y descubrir lasalteraciones hechas por sus sucesivos lectores ymanipuladores. Al mismo tiempo, emprendió unabúsqueda acuciosa de fuentes originales con elpropósito de ampliar los registros del pasado. Laexhumación de nuevos testimonios y la disposi-ción de instrumentos críticos para autentificarlos,llevó a pensar que el historiador podía explicar elsentido real de los acontecimientos y evitar apre-ciaciones .subjetivas, pues la abundancia de lasfuentes y su crítica rigurosa permitirían "mostrar loque realmente ha sucedido". Sin embargo, al novincular la incorporación de nuevos testimonios

e Para una explicación más detallada de esta concepción delo histórico, véase Frangois Chatelet, El naclmlento de la h¡-sto-rla, México, Siglo XXI Editores, 1979, pp. 3-18. 23

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con un marco explicativo más amplio, los segui-dores de Ranke

-mucho más que él mismo-,

convirtieron la investigación histórica en un áridoamontonamiento de datos, y al historiador, en unreproductor de los archivos.

Si faltaran ejemplos para mostrar que el des-arrollo histórico no procede en forma acumulativay progresiva, bastaría recordar que Marx habíarealizado décadas antes una renovación del méto-do histórico que fue ignorada por los cultivadgrescle este oficio. Partiendo de una realidad concreta

--el capitalismo industrial inglés-, aplicó a ellalas técnicas de investigación más rigurosas de suépoca, distingr"rió jerárquicamente los procesosque originaban el capital, estableció las relacionesde la producción capitalista con las clases y Ia so-ciedad, y con todo ello elaboró Ll¡¿ ts6¡i¿ -1¡¡modelo- del modo de producción capitalista, quees una abstracción fundada en la realidad históri-ca, y Lrna explicación razonada de esa realidad.Como advirtió Schumpeter, "Marx fue el primereconomista de gran categoría que reconoció yenseñó sistemáticamente cómo la teoria econó-mica puede volverse análisis histórico, y cómo laexposición histórica puede convertirse en historiarazonarJa" . Esta metódica reconstrucción históricay esa notable explicación de las relaciones econó-micas y sociales del capitalismo, partieron de lanoción de que la realidad histórica es inteligible, ysusceptible por tanto de ser explicada científica-mente.24

Marx pensó la realidad histórica como una tota-lidad dotada de coherencia interna, en la cual cadarrna de sus partes condiciona y transforma a las

demás, alavez que cada parte es condicionada ytransformada por el todo. Esta concepción lo llevóe construir un instrumento teórico -él modo deproducción-, capaz de captar la realidad socialcn su conjunto. En contraste con los economistasque sólo disponían de instrumentos analítlcos paraexaminar exclusivamente Ios problemas econó-micos, y de los historiadores, absorbidos por laacumulación de datos para documentar procesosclesvinculados entre sí, Marx concibió lo históricocomo Lrna totalidad dinámica. Hizo de la investi-gación de los hechos concretos el punto de partidariguroso del conocimiento, y de la teoría el instru-mento indispensable para penetrar con profundi-dad en la realidad histórica. Al contrario de laextendida práctica de muchos "marxistas", Marxpensó que lateoría sólo puede aprehender larea-lidad cuando ésta está presente en el análisis,cuando se ha "asimilado en detalle la materia in-vestigada". Marx tamblén advirtiÓ que sólo cuan-do el investigador dispone de un marco generaldel desarrollo social, puede liberarse del empiris-mo, y extraer del cúmulo de datos explicacionesmás amplias del desarrollo histórico.10

10 Pierre Vilar explica y debate las aportaciones de Marx a la

formación de una historia científica en "Historia marxista, his-toria en construcción. Ensayo de diálogo con Althusser", t'rr

Ciro F. S. Cardoso y Héctor Pérez Brignoli, Perspectluas de kt

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Como sabemos, después de Marx la historia ylas ciencias sociales siguieron un camino opuestoa las líneas de conocimiento que élhal'¡ia practica-do. Casi todas las ciencias sociales se transmutaronen clisciplinas especializadas, con "campos de es-tudio", métodos y ñne.s reclucidos, con contactosformales declarados, pero sin verdaderos vasoscomllnicantes que las nutrieran. La economía dejóde pensarse históricamente y se refugió en la teo-ria. La exposición histórica dejó de ser historiarazonada y se transformó en una sucesión de datoscronológicos hilvanados alrededor de un tema. Larealidad social se fragmentó en "territorios" clty¿lsfionteras cada especialidad guardó con celo clepropietario.

En lugar de la deseada interacción entre la in-vestigación de la realidad y la formulación teóricade los resultados, la disciplina histórica se tran.s-formó en una acumulación de datos empíricos, yla economía en una exposición de conceptos. Co-mo aclvierte Pierre Vilar, en el fondo de e.sta reac-ción había una concepción estática del acontecerhumano, una negativa a pensar históricamente elclesarrollo social, y una tendencia a subjetivizarel razonamiento científico. En la disciolina históricaestas tendencias conrlujc.ron al historicismo. SegúnDilthey, en el historicismo la realidad histórica noexiste por sí mistla, pues sólo es reflejo de la

bistoriog4rctfía contemporánea. México, Secretaría de Educa-ción Pública, SepSetentas, 280, 197 6, pp. 1,O J- 1 59.z6 27

, spiritualidad" del historiador, quien va caml:¡irttr, i, r la imagen del pasado confbrme se moclifica stt

' .;Jriritualidad.lr

Sin embargo, la primera Guerra Mundial, la Re-,.,rltrción soviética, la crisis económica <]e 1929-i')30, y el desarrollo de la ciencia y la tecnoiogía,

¡rrogresivamente emplliaron a las ciencias sociales.r ocuparse de la realidad y a pensarla como un

i)roceso dinámico y ctambiante. Sus ctlltivadoresn() recllperaron la noción de totalidad ni abando-l]aron slls estancos, fortalecidos ahora por la crea'r'ión en las universidades de cátedras y áreas cons-trcñidas a procurar un saber parcial. Pero buena

ltarte de e.sas especialidades se transfbrmaron en''ciencias aplicadas", en surtidores de conocimien-tos dedicados a corregir y explicar las contradiccio-nes del desarrollo económico o las crisis políticas.

Un sector reducido del mundo académico, he-redero de la tradición erudita del siglo >cX, recla-rnó sosiego y libertad para sus tareas, y propllsouna "neutralidacl científica", .sustentada en una"imparcialidad académica". Pero en la mayoría delas universidades y centros de estudio se proscribiócl estudio de la obra de Marx y de las corientes queadoptaron su pensamiento. La "Guerra fría" que si-guió a la segr,rnda Guerra Mundial agudizó los an-

rr Vó:tse el artículo de Pierrt Vilar, "Marxismo e historia encl desarrollo de las ciencias humanas", publicado en el libroclel mism<r Aut()r, Crecimiento y desarrollo. Economía e bisk)ria. ReÍlexk)nes sobre el casct español, Barcelona, Ar\el, 7964,pp.475-478.

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tagonismos entre "ciencia burguesa" e "ideologíamarxista", a tal punto que la primera se prohibióen la Unión Soviética, y la segunda fue censuradao perseguida en las universidades de los países derégimen capitalista.

Los estudiosos de la historia, perplejos ante esoscambios, y rebasados además por las ciencias so-ciales, iniciaron una lenta transformación desde1930. En Francia, Marc Bloch y Lucien Febvre en-cabezaron un solitario combate para recuperar latotalidad de lo histórico que había proclamadoMarx, pero sin seguirlo en su concepción ideoló-gica. Ambos historiadores propusieron una rela-ción orgánica entre historia, economía, geografía,antropología y las demás ciencias del hombre. In-sistieron en una ruelta a la comunicación recíprocaentre las disciplinas que se ocupaban de las activi-dades humanas. Combatieron las barreras entree.specialisl.as y rompieron lanzas contra la atraiga-da escr-rela positivista, que en lugar de realizar unainvestigación dirigida por hipótesis, encandilaba asus segnidores con la riqueza inagotable de losarchivos.l2

En esa coyuntura, los historiadores franceses ini-ciaron un progresivo acercamiento a los métodosdesarrollados por las ciencias sociales (economía,

demografía, geografia, sociología, antropología),que en pocas décadas produio una renovaciÓn de

t2 Véase Lucien Febvre, Combates por la historiú, llarcelo-na. Ariel. 1970.z8 29

la historiografía académica, un puñado de obrasmaestras y una reconsideración del para qué de lahistoria.

Bajo la presión de una realidad cargada de per-turbaciones, los historiadores empezaron a trasla-dar al pasado las perplejiclacles del presente. Sú-bitambnte la investigación histórica se contaminóde crisis, ciclos, coyunturas, transiciones y trans-formaciones económicas, demográficas, sociales ypolíticas. Los historiadores se apropiaron las técni-cas cuantitativas y los procedimientos e.stadísticos,y de este modo reconstruyeron impresionantes se-ries de precios, salario.s, producciones, flujos co-merciales y estadísticas vitales que hicieron emergerlas estructuras de las sociedade.s preindustrialesy las líneas de fuerza que impulsaban su dinámica.Lo que antes era una frontera impenetrable o unarealidad confusa, se tornó una lectura inteligiblede la estructura económica y social, de los cicloseconómicos, de las disparidades entre el sistemaproductivo y la población, de las desigualdadesentre las clases sociales y de las diferencias entrecliversos espacios y tiempos.

El pasado adquirió una dinámicay una comple-iidad nr-revas. De pronto, a la cronología políticaconstruida por los antiguos historiadores, se agre-garon los tiempos largos que registraban la lentaincubación de las estructuras demográficas y delos sistemas económicos, y los conr,ulsivos üemposcle los ciclos y las crisis demográñcas, agrícolas yc:omerciales. Tiempos diversos que, al ser obser-

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vados en espacios diferentes, develaron nuevasdesigualdades y rompimientos del desarrollo .so-

cial. La dinámica histórica dejó de ser una trayec-toria lineal ocasionalmente removida por loscambios políticos, y se mostró como Lln devenirdesigual, continuamente modiñcado por las fuer-zas contradictoriais de la economia y la estructurasocial.l3

El éxito que saludó a la aplicación de nuevosmétodos se extendió a otros campos del pasado ya otros países. El análisis histórico basado en téc-nicas cuantitativas y estructuralistas causó furor enEuropa y en Estados Unidos de América. Abarcótanto el examen de la antigüedad como el de lostiempos rnodernos y contemporáneos. Incluyó elestudio de las representaciones de la concienciacolectiva ("mentalidades"), como el análisis de lareligión, los mitos, el poder, el desarrollo url>ano,los sistema.s alimentarios, el cuerpo, la locura, lasexualidad... Nuevos temas que a su vez estimu-laron la aparición de nuevos métodos y de nuevaspreguntas al pasado.ta

t3Véase, como ejemplo de esta coniente historiográlica, MarcBloch, Zcs caract¿res originítux de I'hisnire rurctle frangaise,París, 19(14; Ernest Lal>rousse, Fluctuaciones econónTicas e bLs-

toria socíal, Madrid, Tecnos, 1962; Fernand Braudel, El Medrte-nánm.y el mundo meclitenáneo en la é'poca de Lblipe II,IUéxico,Fcrndo de Cultura Económica, 1976: Pierre Goubert, Beauu.tiset le BeauuctLsis de 16O0 A 18O, París, 1960; Pierre Yilar, LaCata.ktgne dans I'Espagne modente, Paris, 1962; Emmanuel Le

Roy Ladurie, Les paysans de Lqnguedoc, París, 1966.ta Un e.iemplo de la variedad de caminos por donde trans-3o

El desarrollo de estas tendencias en los años se-senta y principios de los setenta pareció

^cercar a

la disciplina histórica el ambiciosc_r objctivo queEdward H. Carr le asigna a esa inquisición: "Hacerque el hombre pueda comprcnder la sociedad delpasado, e incrementar su dorninic¡ de ia sociedaddel presente)'.15 Pero la historiografía contemporá-nea, lejos de continuar la invasión de nuevos cam-pos, o de convertir sns conquistas en piso sólidopara apoyar nllevas elnpresas, ha entrado en unafase de cuestionamiento de los resultados obteni-dos y de revi.sión crítica de sus fr¡ndamentos.

EL REITSIONISMO HISTÓRICO

En los últimos años, la investigación histórica quesupo responder con sensibilidad a los reclamos desu tiempo y aceptó el riesgo de probar nuevos en-fbques e invadir territorios ignorados del pasado,ha sido objeto de críticas y revisiones. Algunosalltores comenzaron por señalar deficiencias en laclefrnición de sus objetivos. Hoy se argumenta.queIa proposición de "abarcar todo lo humano" no seacompañó de una clariñcación de los supllestosteóricos y metodológicos requeridos para tal fin.Se dice que los historiadores, faltos de r¡na con-

curre la investi¡lación histórica desde lcts año.s sesenta, lo pre-senta el libro colectivo dirigido por Jacc¡tres Le Golf y p¡elTe

Nora, Faire de I'bistoíre, París, Gallimard, 1974, 3 vols.15 ¿Qué es ln bistor¡d,Barcelona,seixBarral, 1970,p.73. 3r

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ceptualización rigurosa, pensaron el objeto de su

investigación como un itinerario abierto, que se

podía recorrer sin tropiezos, usando como guía

los métodos creados por las ciencias sociales. Así,

sin pasar por la construcción de una plataformaepistemológica que uniera los métodos de las

ciencias sociales con los de la historia, los historia-dores simplemente se abrieron a todos los vientosy rompieron las barreras del estanco que los ahe-rrojaba. De ahí que su audaz incursiÓn por nuevosterritorios, y su transmutación en geógrafos, eco-nomistas, demÓgrafos, antropÓlogos o estudiososde las interacciones del hombre con la naturaleza,no condujera a la anhelada historia total, ni a ex-plicar con rigor las relaciones entre los diferentes"territorios' que Penetrah3.

Al carecer los historiadores de un campo cientiflco deñnido, la apertura a otras disciplinas se re-dufo a un comercio de métodos y técnicas. Los

historiadores convirtieron sus "áreas" en camposde experimentación donde se pudieron probar las

técnicas creadas por el economísta, el demógrafo,el sociólogo, y los politólogos para estudiar la rea-lidad contemporánea. Pero este comercio no traioconsigo un acercamiento real entre esas dísci-plinas, ni llevó a replantear los problemas del co-nocimiento en las ciencias sociales. Estas últimassiguen marchando disociadas de la historia, mien-tras que Ia investigación histórica parece más

atraída por el análisis de periodos temporales de-limitados.32 33

Segírn algunos críticos, esta atrsencia cle tunda-mentación teórica de las práctic¿rs de invesrigaciónhistórica explica la fallide trrtspt.rsición de lo.s con-ceptos analíticos de otras ciencias a la c;lmltranl_erealidad histórica. De ahí quc los histrtriarJores, cnlugar de arribar a un replantamiento profundo clele.studicr del pasado, cayeran en el anírlisis liagmen-tado de sus partes: economía, demografia, gcogra-fía, estructura social, "mentall6l¿dg5".It Quizá clebidoa esta f'alta de unidad en ias ba.ses episternológicasy en los ñnes <le la disciplina, en los últiruos años .se

han desarrollado por lo menos cuatro grande.s co-rrientes de investigación, animadas por prctpósitct.sdiferentes. La más antigua es la positivista, c¡ue .si-gue extrayendo de los archivcts montañas de datossobre infinidad de temas, sin que estos ingcnte¡iesfr¡erzos mejoren la comprensión clcl paszrclo. Lamayor parte de estos estudios carecen cle coriccp-tos qlle precisen los problemas consicleraci<ls y cle

16 Para lx crítica de los fLndamentos epistemológicos clc l¿r

llamada "Escuela de krs Annales", véasc el excelentc :rrtícukrcleJacques lletel, "Historie et sciences sociale:;: Ies paradi¡¡nresdes Arrnales", en Annales, noviembre-dicieml¡re clc 1r)i>, p¡t.1360-7-77C en relaci<in con la crític:r alt Neu¡ i',cttttotriic Ílistorltn()rtearnericana, véase ll. Gutman, Slaue4t antl t/.tc NrtntbcrsGamc, LJrbanzr, Illinois, 1!)75; y t:rmbién. .|ean I lc|er, . lJnc irisloire scientilic¡ue: la nriuvelle histoire économitlttt:, , en Annrt/É?s, julio-ag()st(¡ cle 7977, pp.824-842. Par¿i l:r t.rítica de krsestructuralismos. véansc los artículr¡s de P. Vilar citados r:n l:rsll()tas 10 1, 11, y para panoramas s<¡bre los clesarrctllos rccientes(le las ciencias sociales y la historia, véase paul Barker (comp.),Lds cienci.os sociales de boy, Méxic<t, Fondo de Cultura Econó-mica, 1979.

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método.s apropiados para explicar la realidad es-tudiada.

Otra corriente de investigación niega la posibili-clad de encontrarle un.sentido al acontecer huma-no, proclama el fracasc¡ de ios "determinismos" ycle la historia económica y social en "producir unaexplicación coherente del cambio histórico". Estacorrienfc desencantada propone una investigacióndirigida por la curiosidad, sin estorbos metodoló-gicos ni preocr.rpaciones explicativas, basada en lanarración y concentrada en "revivir" literaria yemotivamente el pasa,do. Esta posición, aun cuandono precisa objetivos c¡ue ordenen la investigación,se inclina por el estr-ldio de los sentimientos, lasemociones, los patrones de conclucta y las "varia-bles inrlependientes" de las estructr¡ras económi-cas y sociales. Pero en el fondo no se interesa enexplicar estos comportamientos, sino en revivirlospor el rcctrrso de la narración.l1

Mír.s infltryente ha resr-rltado ser la corriente quese abstiene de buscar una explicación general delclesarrollo de las sociedacles y concentra su aten-c:ión en el análisis dc universos limitados. Los se-

17 Véese r.rna jtrstific:rci(rn y un manifiesto dc esta postura enel artícukr rlel r:onocido historiador inglés Lawrence Stone,"1he l{evival of Narrative: licfle<lions on :r New Old History",en Pd.\/ and Present, noviembre cle 1979, pp. 3-24 Es la pro-

.posiciírn cle una "historia tranquila", contra la intranqtrila dequer [r:Ll>la Pablo González Casanova: "La l-ristoria intranc¡uila"(pont:ncia presentada en la reuniíxr sobre "Ilelaciones entre lahistoria y otras disciplinas de las ciencias sociales", promovidaD()r r:r^cs(), 21 25 de abril de 1980).34 35

st¡idores de esta tendencia .se interesan en el fun-t ic.¡namiento de los sistemas económicos y sociales,cn el análisis del poder y la organización políüca,la cultura material, las "mentalidade.s", la religión,las creaciones artísticas y científicas y los rasgosr.¡ue deñnen a una civilización... Esta prolongacióncle la "Escuela de los Annales" se practica hoy, conrnúltiples variantes, en la mayoría de las universi-clades. Su peso académico le ha permitido ñjar lospatrones que miden la excelencia en los estudiosliistóricos. Enraizada en prácticas probadas y encl prof'esionalismo académico, tiene por centrola "tesis", la obra individual que da acceso al títu-lo de historiador. Carece de políticas de investiga-ción explícitas, y progresa más bien por agregación,por los sucesivos enriquecimientos que aportacada mreva obra, y por los desafíos que estos des-arrollos plantean a los historiaclores que quierenaccedef a las posicione.s académicas más pres-tigiosas.

Sus estímulos lnayores son las novedades temá-ticas o rnetodológicas que introduce cada genera-ción. Aunque los historiadores agrupados en estatendencia se reilnen regularmente para evaluarlos progresos y problemas de sus áreas de cstudio,tienen dificultades para crear proÉlramas de inves-tigación continuados y fructíferos. Con todo, estatendencia e.s hoy la más consistente en realiza-ciones individuales y la más creativa.

La corriente que hoy persiste en plantear comotema fundamental de la explicación histórica el

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t6

por qllé cambian y se transforman las sociedades,es el marxismo. Sumergido durante décadas enel dogmatismo y en la exposición talmúdica delos textos ftindadores, satanizado y execrado en loscentros académicos, no ha cesado de ser, sin em-bargo, el interlocutor obligado de las viejas y nue-vas interpretaciones del desarrollo histórico. Des-de Marx, los historiadores marxistas insisten endesentrañar el por qué del cambio social y con-tinúan obsesionados por el problema de la transi-ción de un sistema económico o de un modo deprodr.rcción a otro.ls Asimismo, esta corriente hamantenido la antigua preocupación por esclarecerla formación de los sistemas económicos domi-nantes y las maneras como éstos se articulan conotros modos de producción, combinando la teoríamarxista con los enfoques desarrollados por lahistoria social y económica contemporánea.te

t¡ En 1946 Maurice Dobb iniciír la actual discusión de lastransici()nes y cambios de krs sistemas económicos en su po-lémico lilrro Esntdkts sobrc el desarrollo del capitalismo, 11"ed., México, Sigkr )Ofl Edibres, 7979; véase también RodneyHilton (conrp.), La transíción del feudalisnto al capitalismo,Barcelona, Crítica, 7977; Perry Anderson, Transiciones de laAntigúedad al feudalismo, México, Siglo )Oil Editores, 1979; ylos números 78,79, 80 y tl5 de la rcvista Past and Present, q\econtienen el debate planteado en la misma revista por RobefBrenner (níun. 70, 1976), sobre el papel que desempeñó laestructura de clases agraria en el desarrollo de la Europa prein-dustrial.

le Véase como ejemplo el importante análisis del sistemafeudal hecho por el historiador polaco Witold Kula, Tec¡ría ecu-nómica del sistema feudal México, Siglo )Oü Editores, 1974; y

El análisis de los conflictos de clase y de la for-nlación histórica de las clases sociales se ha vueltorusual en la historiografía no marxista, pero debe-rnos a éstos las mejores obras del género y la nue-va luz que hoy ilumina a las distintas formas queeriume la lucha de clases en las socieclades prein-dustriales.2o Siguiendo el ejemplo de lo.s clemás his-toriadores, los marxi.stas han pasado del análisisde los sistemas económicos al éstuclio de las revo-luciones y crisis políticas, al examen del poder, lareligión, la cultura material y la cultura popular, lasideologías y las producciones cientíñcas e intelec-tuales. Pero en ese tránsito han sufriclo un procesode apertura, crisis y revisión crítica de slls funda-mentos teóricos y metodológico.s. Como lo afirmansus exponentes más calificados, puede decirse quela historia marxista es apenas una lÍst.,.ia .n .or,r-trucción.

la obra rle Emmanuel l,Jüallerstein, El modemo sistema munclial,México, Sigkr )Oil Edirores, 1979.

20 Véase Edward P. Thompson, Laformacíón históric¿¡ de laclase obre.ra en Inglatena: 17BO-1832, Barcelona, I-a,ta, 1977,3 vols.; y iambién Eric J. Hobsbawn, Rebelcles primitit)os, B^r-celona, Ariel, 1968; lloris Prtrshenev, Los let)alxtamientos popu-lares en Francia en el siglo xwr, Madrid, Siglo )Oil <Ie EspañaEditores,1978. 37

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Breue incursión a las sótanosd.el oficio*

diferencia del escriba prehispánico, delcronista colonial o del historiador del si-glo >cx, el historiador mexicano del siglo)o( parece mantener una relación remotacon el poder y los medios sociales quecondicionan su propia activiclacl. El histo-

* Este ensayo fue presentado como ponencia enla W Reunión rle bistoriadores mexicanos y norteamericanos, celebrada en Chicago del 8 al 12 deseptiembre de 1981. Se publicó primero en la revista

Ne;ro.! nÍrm. 46, octubre de 19111, pp.27-37. Se in'cluyír más tarde en la obra ct¡lectiva <¡ue reunió las

ponencias del congreso antes citado: Ilocleric A.

Camp, Charles A. Hale, Josefina Zoraida V^zqúez(comps.), Los intelectuales .y el pocler en México.Memorias de la W Conferencia cle HistorladoresMexicanos y Iht¿tdouttidense.s, México, El Colegiodr México ) Univers¡ly r¡f California. Los Angeles.1991, pp. 625-640. La presente versiÓn m¿rntiene las

ideas expuestas y el análisís de las corrdiciones aca-démicas que predominaban en esos años. Sólo se

hicieron modificaciones a la redacción.38 39

riador de hoy suele no pertenecer al grupo en elpoder; no está a las órdenes inmediatas del sobe-rano, ni tiene por función narrar las hazañas deltlatoani en turno, como era el caso del escriba me-xica. No puede compararse con el cronista colo-nial, que por su formación y rnanera de ejercer cloficio era un "intelectual orsánico" cle la ordenreligiosa, el cabilclo Llrbano o él grupo t¡rc lo nom-braba su cronista oficial, cargo vitaiicio que loconvertía en r¡n servidor de esa corporaci(tn. Me-nos es posible equiparar al prof'esionai de nues-tros días con el historiador del sigio xlx, que eraun hombre de acción y de compromis<ts Jtolíticosplenamente asurnidos, para quien escril)ir obrashistóricas era otra manera cle participar en la de-finición política de su presente (los ejemltlo.s qr-revienen a la memoria son los cle fray Servandc¡ 'I'e-resa de Mier, Carlos María de Bllstarnantc, LucasAlamán, José María Luis Mora, Lc¡renzo <Je Zavalao Justo Sierra).

El parteaguas que desde 191i0 separa al hi.sto-riador contemporáneo de sr-rs predecesores es lainstitucionalizac'.ión de las tareas históricas, y sucorrelativa profesionalización. La fundacií;n deinstitucione.s especialmente declicadas a ctrscnar,investigar y publicar obras históricas ¡rroduj<t va-rias consecuencias. Creó, en Jlrimer lugar, un es-pacio social que tuvo el efecto de rnecliar las rela-ciones directas del historiador colt los centros depoder y las füerzas sociales. Ese espacio, a su vez,se convirtió en un centro generador de conocl-

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mienlos y prácticas de investigación que en ade-lante normaron la escritttra y el discurso del histo-riaclor. Por írltimo, ese centro dio a luz productosespecífi<:os: la tesis, la monografía y el estudio his-tórico, dirigiclos también a un nuevo público: loscolegas, los profesores, los estudiantes. Estos re-sultados in-rplicaron una nueva relación del histo-riador t:on l¿ sociedad.

Las notas qrre siguen intentan señalar algunas delas deFonnar:iones introducida-. por esta nueva rela-ción. qr.rc' no son particulares de los historiadores,sino qire abarcan al conjunto de los trabaiadoresintelectuales clel campo de las ciencias sociales.En eslas reflexiones sigo las ideas expresadas porItlichel cle Certalr, quien ha mostrado, con penetra-ción y rigor arlmirables, que las condiciones deprorlucción qrre ri¡4en la actividad del historiadorson las c¡ue explican la naturaleza socíal de la in'vestiga<:ión histórica, y el marco necesario paraha<--er un análisis de la obra histórica como pro-ducto crienfífico y social.l

I Véase su .¡rtículo, "L'operation historique", en la obra co-lectiva cor¡rdirurda porJact¡ues Le Goff y Pierre Nora, Faire cle

!'bistr:tirL:. París, Gallim¿rd , I974, 3 vols, t. l, pp. 3-47; y su libro,L'escritt.ue de l'histoire. París, Gallimard, 1975. Los ejemplos quedoy aqr.rí sobre la organización, la composición y el funciona-miento rle las institr¡ciones académicas, y sobre las prírcticas desr¡s miembros. provienen de mi experiencia como investigadory director <le algunas in,stituciones mexicanas en los años de1968 a 1c)ft1.4o 4r

I. IA FUNDACJON DE I{)S CIAUSTROS GREMIALES

Desde 1940 se inicia en gran escala, primero en lacapital y luego en las provincias, la fundación deinstitutos, escuelas, cátedras y seminarios destina-dos a crear prof'esionales de la enseñanza y espe-cialistas de la investigación histórica. En adelante,para ser profesor o investigador de materias histó-ricas, será imprescindible tener esa especializactÓny acreditarla mediante la presentación de un títu-lo. Poco más tarde esta especializaciín dio origena los claustros de profesores e investigadores.A su vez, "el claustro de profesores" y "el colegiode investigadores", constituyeron .las academias yasociaciones que definieron una separación netaentre el especialista acreditado y el historiador afi-cionado. l,a producción especializada de profe-sores e investigadores es pL¡es el fr,rndamento deesta división entre profesionales acreditados y elconjunto de aficionados carentes de títulos uni-versitarios. Esta división e.stableció las reglas quedefinieron el acceso al mercado de trabajo, lasposibilidades de publicación, el in¡;reso a las aso-ciaciones dispensadoras de ios premios y los ho-nores de la profesión, y la participación en lo.s con-gresos que promueven los prestigios académicosa nivel nacionai e ínternacional.

Este enclaustramiento de los profe.sores en elseno de pequeñas agrupaciones de iguales produ-jo una separación con el resto de la sociedad. Alfr-rndar la institución académica un espacio físico y

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social propio, en adelante ahí se concentró el tra-bajo del historiador, y en los límites de ese espa-cio se desarrolló la parte más intensa de su vidade relación. En la misrna rnedida en que el profe-sional intensiftcó en estos clallstros las relacionesde trabajo con sus pares y adoptó valores compar-tidos, fortaleció sus defensas gremiales fiente alconjunto de sus competidores. Creó, a lo largo deeste proceso, un lenguaje y una forma de comuni-cación qr-re lo alejaron del común de los seres hu-manos, produjo obras más de autoconsulno quede servicio para otros sectore.s; examinó la historiageneral de su país desde el limitad<¡ mirador de sucenáculo, y trab6 contacto con el resto de la socie-dad a través de sus intereses gremiales. Dicho bre-vemente, el reduccionisrno gremial produjo unaseparación creciente del prof'esional con respectoal conjunto social, y una correlativa sobrevaloriza-ción de los intereses gremiales, los cuales tendie-ron a colocarse por encima de los colectivos.

Para realizar slls tarea.s esoecializadas v obtenerlos renciimientos de calidacl propios cle las institu-ciones de educación superior, la institución aca-démica debe ser altamente selectiva y estar pro-tegida cie los ruidos del exterior. Cuando estosrequisitos son asumidos con mesrtra, la separaciónde la institución con respecto a la sociedad y susdemandas no se profundiza ni adquiere tintes ne-gativos. Pero a menudo, los imperativos académi-cos que demandan el aislamiento no se definencon cordura y se deforman las prácticas y los finesn)a- 43

institucionales. Ocurre a veces que la institucionacadémica no reconoce que ai crear un espaciofísico clonde concllrren recursos económicos, téc-nicos y administrativos, profesores, investigadores,estudiantes, bibliotecas y medios de difusión, fun-da un espacio social que a partir de ese momentotiene el poder de generar determinadas interpreta-ciones del pasado de manera semeiante a comoantes la poli.s, el Príncipe o el Estado propiciaronunas interpretaciones del pasado con exclusiónde otras.

También sucede que la propia instituciÓn sr-rele

ocultar los determinantes qlle la crearon. El pn-mer velo qr-re oculta los fines específicos de las

instituciones académicas es el que las deñne comocentros representativos de los intereses globalesde la .sociedad, o las declara plurales, capaces decontener la variedad de demandas sociales y po-líticas de los diversos sectores que conforman lasociedad. Irero el examen de las condiciones quedieron nacimiento a estas institltciones muestra su

conexión con intereses concretos que las ubicancomo instituciones destinadas a satisfacer deman-das especíñcas de determinados sectores del go-bierno y de la sociedad, demandas que a su vezprivilegian un reclutamiento de personai y favore-cen Llna selección de temas, teorías y métodos conexclusión de otros. Sin embargo, a pesar de estainescapable sobredeterminación de los interesessociales en la creación de estas institttciones, lodesorientador es que en lugar de aceptar los con-

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dicionamiento.s propios de una sociedad divididaen clases y atravesada por intereses contradicto-rios, lo más frecuente es que sus directores las ca-lifiquen de instituciones imparciales, consagradasa la búsqueda de la verdad y al análisis objetivode los acontecimiento.s. Pero cuanto más se em-peña la institución académica en proclamar que elbeneñciario de sus producto.s es el conjunto de lasociedad, la observación más elemental mllestraque sus benefrciarios son sectores determinaclosde la sociedad (no la sociedad), ubicados en si-tuaciones económica.s y política.s que hacen perti-nente y funcional el uso de tales productos.

Con tr¡clo, las in.stituciones, al presentarse comotemplos del saber sin compromisos políticos oideológicos, no están ocultando nada al poderque las ha constituido y que les suministra los re-cursos necesarios para sll existencia. En México,por lo meno.s hasta la crisis de 1968, no hubo des-acr¡erdos sustanciales entre el gobierno y las insti-tuciones académicas, qlle en su mayoría fueroncreadas con amplios recursos clel Estado paracumplir sus fines. No es pues a este progenitor be-névolo y mecenas inagotable a quien va dirigidoel mensaje de imparcialidad con el qtre la institu-ciÓn pretende presentarse, sino a sus propiosmiembros y a la población más aleiada de sus ac-tividades que paga los impuestos que ia sustentan.

44 1t)

tr. EL OCUL AMIENIO DE ITOS CIMIEIiITOS INSTITUCIONALES

Uno de los rasgo.s de las instituciones académicasmexicanas es el que tiende a ocultar las prácticasadministrativas, económicas y políticas que lasconstituyen como un espacio dedicado a crear ytransmitir determinados mensajes científicos oideológicc.ls. Por lo general, el presidente, el rectoro el director informan, en un acto nrotocolarioanual, al gmpo reduciclo que .o.poné la Junta cleGobierno, del estado económico de la institución.Pero casi siempre se ocultan las negociacionesque deciden reducir o incrementar las labores dedocencia e investigación, o no son explícitos losmotivos que llevan a asignar determinadas par-tidas del presupuesto en fávor de ciertas activida-des y en perjuicio de otras. En cambio, sus mediosde diftrsión se dedican a exaltar el asnecto cultu-ral, cientíÍico y humanista de la institt¡iión. El tabúque vllelve prohibido explicar cómo la instituciónconstrtuye su sustento económico y político, setorna comunicación abierta cuando .se trata dedivr-rlgar los logros acaclémicos o las realizacionesculturales. El resultado de este enmascaramientode las prácticas internas y de la exaltación correla-tiva de la actividad cultural, es la irnagen de "insti-tr¡ciones científicas o de cultura" que tienen esasorganizaciones. Como se advierte, se trata de unejercicio despolitizador, pues omite decir córno lainstitución negocia sus relaciones con los centrosque le proporcionan recursos, cómo maneja éstos

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y los asigna, y bajo qué principios determina sus

prioriclades.Un análisis de estos procedimientos muestra

que lo que no se dice constituye el poder real dela institución: el maneio de los recursos, la nego-ciación de los servicios que se prestan a los orga-nismos de gobierno y los diferentes sectoressociales, el nombramiento de los puestos admi-nistrativos y acadérnicos, la definiciÓn de las áreasprioritarias de investigación y docencia. En cam-bio, lo qlle se publica y exalta es el trabajo de losinvestigadores y profesore.s.

Una práctica rnuy extendida en estas institttcio-nes es que en ellas el director y los administrado-res suelen excluir al resto de los miembros de las

funciones ef'ectivas de dirección. Generalmentelos conñnan a la realizact'ón del trabajo docente yde investigación, y hacen de la obra realizada poréstos el foco legitimador de las actividades de lainstitr"rción.

Estas prácticas son similares a la que eiercitanlos mismos investigadores ante sus colegas y sus

lectores. Cuando el historiador explica su trabaioa los demás, procede de la misma manera qtle losdirectivos de la institttción frente a sus miembros:se concentra en propagar las cualidades académi-cas o técnicas de sus investigaciones, y oculta elproceso proclr-rctivo que las genera. Cuando el atl-tor explica el origen de su obra, reconoce apoyosen becas, viaies de estudio, tiempo libre de tareas

46 clocentes o administrativas, y a veces agradece las

críticas de sus colega.s, todo ello en forma breve yapresurada. Pero en cambio, dedica páginas dila-tadas a exponer los orígenes intelectuales de suinvestigación, y se explaya comentando los es-quemas interpretativos que según él hacen máscomprensible su contribución. Explicada de estamanera, la obra aparece ante el lector como unproducto puramente intelectual, fruto del rigormetodológico y científico que el .autor se autoim-puso, libre de las determinaciones económicas,sociales, políticas o ideológicas que agobian al in-dividuo que vive en sociedad.

Del misrno modo, cuando los historiadores con-sideran la obra de sus contemporáneos o de susantecesores, se limitan a destacar los "contextos"intelectuales o académicos que parecen pertinen-tes para explicar la concepción adoptada parareconstruir el pasado, sin aludir al proceso pro-ductivo que permitió esa reconstrucción. Paraestos historiadores, la crítica de su actividad sóloes pertinente en el momento en que adcluiere laforma de obra acabada, no en los baios fondos<¡tre la proclucen.

.A.l ocultarse el proceso productivo que estádetrás de la creación intelectual, se incurre en otradistorsión, pues la obra histórica aparece entoncescomo Lln fruto individual, no social. El procedi-miento que borra las bases sociales sobre las quedescansa la actividad del historiador, lleva a é.stea imaginar que su obra se realiza por arriba dela sociedad, sin relación con los procesos que la 47

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conforman. La obra apanece entorrces como autó-noma, lejos de las condiciones sociales que lacrean. A su vez, el historiador puede presentarsecomo un cientíñco objetivo, distante de las fuer-zas sociales que pesan sobre los demás mortales.En casos extremos, la obra del historiador aparecedesvinculada por completo del meciio social quela produio, pues sus temas y mensajes se dirigencon exclusividad al propio gremio de historiadores.

rrr. coNsoLrDAcróN DEL poDER BURocRÁT'rco

En los últimos 40 años la presión demográfica yla demanda educativa indujeron una multiplica-ción de las instituciones académicas, pero nom<¡dificaron su estructura interna. Por el contrario,sus directivos fortalecieron los vínculos con el go-bierno y ampliaron sus relaciones con el sectorproductivo, reduciendo en esa misma medida surelación con las demandas de la población cam-pesina y trabaiadora objeto del proceso moder-nizador. Por eso no fue casual que gran parte delconocimiento generado por los centros educa-tivos y de investigación tuviera aplicación extensaen las áreas más relacionadas con el procesomodernizador. Este distanciamiento entre las insti-tuciones y la situación de la población más afecta-da por el proyecto modernizador, se manifestó enlas escasas obras que exigieron r.rn cambio en la

48 orientación del proyecto económico vigente: eran

i

¡

IiI

obras hechas ¡ or prof'esionales situados cri lasmárgenes dei poder académico, clirigidas a iosgobernanfe.s, que denotaban la preocupación deLln sector cada vez más politizado de las ciasesmedias por el camino que segr-ria el país. En am-bos c:asos los productos cie las instittrcrones aca-démicas revel¿iron L¡na m¿lyor relación corr iosgrupos dirigentes qlle co¡l el resto dc las fuerzassociales.

Los ciirect<¡res de las institucrones, a¡;oyadospor esta vincuiaciírn con ias e.sferas clel poder, se

resistieron a modific;rr la conrpo.sición de ia orga-nización institucional, <1ue sigtte siendo autori-taria, centraliztda y no repre-centa los dir,'ersos in-tereses de sus miembrr¡s. Esta conceniración cte

las dtcisiones está en la r'¿iz dc la reciente ine.s-tabiliclad de la institucriin acadéniica, ltues esaestructura de ¡rodcr es ahora clesaliacia fror unapoblación rrniversltaria nás cliversifica<la en susorígenes sociales, c¡ue exige mayor participración yno comparte lo.s vaiores ac:rdemicos traciici<.¡nales.

La separaciirn entre las actividadc.s direc;tivas ylas docentes y de ínvesti¡¿,acid¡n se consoiicló con iacreaci(;n de un crierpo cie adn¡inistradr¡res depcn-dientes del director, y la exclusión cle los in"'e¡sti-gadores y profesores cie ia torna de clecisioncssobre los programas y ftnes de la instituciíin. Deeste modo, el cuerpo directivo cc¡ncetrtró en sus

manos las decisiones puncipales y articr.rió las re-laciones con las otras institi.lciones y el exterior.A partir de esta situación el investigador y el pro- 49

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fes<rr s<¡n obligados a acbJar como si estuvieranincapacitados para adquirir compromisos por símismos, pues las relaciones qr.te afecun a su tra-balo son mediadas por el cuerpo administrativo.

Como se advierte, a través de estos procedi-mientos, el trabajador intelectual es sectlestradode la vid¿l de relación que forma la experienciapolítica de ios individuos, y es obligado a practi-car una relación clependiente con la burocraciaadministrativa, antc la ctral siempre está en condi-ciones cle inferioridad política. Mediante la reite-ración cle estas prácticas;, el trabajador intelectuales transformado en una caricatura que lo pre.sentaconro un ser abstraído de la realidad, incapaz detrasladar a ella sus ideas y modifrcarla.

Asimismo, esta relación política permitió que laautoridad burocrática critique a quienes ademáscle cumplir slls tareas académicas, mltestran inte-rés por conectarlas con el entorno social inmedia-to, o con el más amplio de la vida nacional. Parasancionar esas concluctas .se construyÓ la imagende un trabajarJor intelectr-ral disciplinado, absortoen las tareas académicas y ciego ante lo que acon-tece a sll alrededor, contraponiéndola a la del agi-tador c¡r-re se atreve a mirar más allá de las fron-teras dei cubículo y clesafía la relación autoritariacon sus superiores.

Se advierte entonces que la exclusión de losinvestigadores de la vida de relación es un princi-oio de la actual estructura de las institucionesácaclémicas. E.s una <lecisión que ha implicado un

alto costo para el desarrollo democrático del país,porque le otorgó el beneficio de la actividad po-líttca a quien ya tenía el poder y lo ejercía de ma-nera autoritaria. La reprodt¡cción de estas prácticasen miles cle jóvene.s que a su vez las sociá[zan ensus medios, ha consolidado esta deformación en laestructura de nuestras instituciones académicas.

IV. EL PODER GREMIAL

Expulsados de la práctica política que la instituciónreserva a su personal burocrático, los profesores einvestigadores han compensado su falta de partici-pación social mediante una relación intensa con losmiembros de la misma profesión, y dentro de ésta,con los especialistas de una época, un tema o unaárea e.specíñca del conocimiento. El espacio socialnegado por la estructura de poder ha sido sustitui-do por el espacio profesional creado por el propiooficio. En estos e.spacio.s diminutos los investigado-re.s y profesores imponen a sus pares las normasde la profesión, instauran prácticas que exaltan losvalores profesionales y demeritan lo que es pro-ducto de aficionados, constituyen academias quefuncionan como poderes normativos del gremioy como r¡grupos de presión" frente al exterior. Ensuma, crearon un poder gremial, que en breve tiem-po acabó por desafiar ai poder institucional.

El rasgo que distingue la situación actual de loshistoriadores es la instituciorahzación y profesio- 5t5o

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nalizaciln de sus actividades. El antiguo oficio delhistoriador ha sido tan violentamente transforma-do por la división del trabajo, que hoy ofrece Iaimagen de una profesión fragmentada en múlti-ples porciones, cuya cotización en el mercado detrabajo es proporcional a su grado de especializa-ción. Si ante.s de 7940 el prestigio del historiadorse fundaba en la amplitud de conocimientos quelograba acumular, hoy es el saber especializadoen un área restringida lo que cuenta en el merca-do. De ahí que en la enseñanza, los cL¡rsos gene-rales hayan descendido a la categoria de materiasintroductorias, mientras que los seminarios espe-cializados se han convertido en los últimos y pres-tigiosos cedazos donde culmina el proceso formati-vo y se hace "la tesis".

La división del trabafo es la dictadura que hoydomina la formación de los profesionales de lahistoria. Esta imposición ha sido perfectamenteasimilada por los intereses particulares y gremia-les, a tal punto que en las escuelas hay tantas cáte-dras y seminarios monográficos como profesorescon el poder para imponerlas. Así, la dificultadpara formular un plan de estudios adecuado a losnuevos desarrollos de Ia disciplina no reside enIas instituciones de enseñanza, que están obliga-das a presentarlo, sino en los intereses de los pro-fesores y sus colegios, que se nie¡¡an a aceptarloporque ello significaría la pérdida de sus cátedrasy posiciones adquiridas.

La investigación es asimismo un campo domi-

nado por los intereses particulares. En el itinerariorecorrido por la investigación histórica en los últi-rnos 20 años no se distingue un programa, ni elseguimiento de metas precisas. Más bien semejarln mapa trazado por aventuras individuales, don-r.le abundan los arrancones sin continuidad, lascxploraciones aisla&s, los empalmes fortuitos ylas nrtas zigz gueantes. La temprana iniciativa delr>s fundadores cle la investigación académica, quecn las década.s de los cllarenta y cincuenta quiso en-c^vzar las tareas de la institución a través de semrnarios con programas de corto y mediano plazo,acabó ptrlverizada por los intereses particulares delos investigadores. En los años sesenta, los investi-gadores lograron imponer sus distintos proyectospersonales cotno programa institucional. Lo quehoy se conoce como tal es en realidad la.suma delas investigaciones propuestas por (ada inve.sti-gador, definidas por su fbrmación o por las modasprovenientes del exterior. Desde entonces no hayr"rn plan concertado por el conjunto de los investi-gadores, o ajustado a las necesidades de la instltu-r:ión, a la .situación presente de la investigación enel país, y a las demandas del futr-lro inmediato.

Bajo la bandera de "libertad de cátedra y de in-vestigación", principios que antes defendieron lalibertad de opinión y la pluralidad del pensamientoacadémico, hoy se protegen intereses particularesque se oponen a cr,ralquier intento de racionalizarla enseñanza y la investigación. Esta reducción delos problemas de la enseñanza y la investigación a52 >t

Page 29: Florescano, Enrique, La Historia y El Historiador

Ias reivinclicaciones gremiales, es otro resultado

áe la práctica qu" reCl,-,ye al profesional en claus-

tros <l^oncle foráosamente tiene que dar expresión

a intereses Particulares.Otr" expresión de esas prácticas es.la transfor-

mación ¿e tas academias en un poder gremial'

El clesarrollo de estas asociaciones muestra que

además de impulsar el conocimiento de su espe-

.iuti¿"¿, .onló lo posttrlan sus estatutos, se han

converti<lo en un instrumento cle los intereses gre-

miales, dedicaclo a cr-rmplir las siguientes funcio-

nes estratégicas. '

1) Los piofesionales agrupados en gremios esta-

blecen déterminacJas c<>ncepciones de su discipli-

na, y definen las prácticas de la actividad científica

y clél comportamiento profesional Estos criterios

,. .ru., conformanclo grac-luaimente a través de las

nornas para publicar artículos "científicos" y ev?'

luar "el ésacló del arte"' a través de los criterios de

selección para accecler a la academia, y a través

cle los honores y premios que se otorgan a los aso-

ciaclo.s. Este conlunto de nórmas y prácticas profe-

sionales conforma los valores académicos y esta-

blece los criterios de exclusión para lo que no es

aceptable en el gremio La reitc'ración de estos

modelos deñne qué investigar, cólno investlgar y

las formas de pre-sentar los resultados de la inves-

tigación." 2) Ln, academias, fundadas en su capacidad

para clictar las normas de [a prof'esión, imponen

54 ásirnismo sus criterios sobre las prácticas del tra-

baio. Como sabemos. son ésias asociaciones la.s

c¡ue organizan l:rs actividacles de ios agremiados atravé.s de los congresr.rs, reurric.rncs v .simposios;son las clue regulan huena pañe de lo.s intercam-bios prof'esionales, y las que caliñcan ios produc-tos clel trabajo profesional. Esa concentración detunci<¡nes las ha convertido en el fiel que determi-na ia exclusión o participación cle los profesio-nales en los eventos de la vida acaclémica. Por otrolado, en la medida en que estas asociaciones otor-gan a los profesionales los recorrocimientos y for-mas de organizaciín que a menlrdo ia instituciónacadémica les niega, .se han convertido en el canalque hace llegar a las mism¿rs institucione.s cleman-das y peticiones de diversa naturaleza, de.scle laspuramente académicas hasta ias de claro matizpolítico. La suma de estas prerrogativa.s ha hechode Ios grernios académicos el poder más alto en eiinterior de los grr.rpos profesionales.

3) Cuando los gremios se definen a sí mismoscomo asociaciones de profesionales, sus deman-das forzosamente se plantean como reivindicacio-nes profesionales. Cuando esas demandas rebasanla esfera profesional, la institución que las padecelas descalifica preci.samente porque se tornan pe-ticiones qtre dan lugar a movimientos que van másallá de la defensa cle ios intereses profesionales.En otras palabras, las asociaciones cle profesiona-les son enteramente firncionales con la divisiónque separa a la producciírn científica de la base.social que la genera, pues están fundadas en la

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<livisión que escinde al profesional ciel ciudadano'De ahí que los gremios aca<lénticos funden su le-

eitimiclacl en stt capacidacl para reducir las deman-da.s cle .sirs rtricmbros a peticktnes puramente pro-fesionalc's y grerniales, Así, lejos de ampliar las

relacioncs soc--iales clc sus micmbros, la función cle

las asc;<:iacioncs gremiales es enccrrarlos en es't¿lncos dcsconectaclos clel cxtcrior.

Prrr.'rit: cntonces ciecirsc c¡ue las agntpacionesgrenrialcs completan la clivisión qui: cn la socic-clad rechrye a los tr:ritaiaclorcs intelecttlale.s encsp'"rcios espe<,-ífic:os, (lue c:n la institr-r<:iírn divide alos clirec:tores de:l perrsonal académico, y que en lavid;r r;rof'csional seltara a la t:reación intelectualde las b¿rses sot:iales clue la nutren. Al reproclucircst¿rs sut:esir¡as clivisiones, las prírcticas grenriale.s

complertan el proceso clespoliti:zacior (ltle hace delos micrnlrros clcl pcrsonal acaclÓmico indivicluosc:rcla ¡,cz l-ltils a,cnos a las dem¿rnclas socialcs ex-t€rrnaii y más proclives a sitLtar sus propios intere-ses p()r cn(tintti tie la socieclltcl <llre los elngloll:r.

V. HIS'trOBL{ DEI, GRENÍIo Y PAR,{ EL GRIiIIO

A partir cJe 19.10, iunto a l:r transfbrmaciÓn clel es-

pacio social doncle sc dcscnvr:elve la ac:tivicladdel lristoriador, el mercado <1ue absorbe stl.s <lbras

comenza) a catnbiar la fi>rma y el contenido de losorocluctos del historia<.lor.

Antes cle 1940, en la meclida en que el historia-

clor estaba expuesto a los cambios sociales y po-líticos que saiudían al país, su obra respondía aesas transformaciones, o buscaba satisfacer las ur-gencias de construir un pasado comirn para vnanación escindida por profundas desigualdades.Puede decirse que en esos años el historiador par-ticipó en la tarea de construir a la nación creán-dole un pasado común y definiendo sus episodiosfundadores. Algunos de los intelectuales más des-tacados de ese tiempo hicieron el diagnóstico delos "grandes problemas nacionales", reflexionaronsobre las convulsiones políticas del momento, nodudaron en convertir el pasado en campo de ba-talla de las contiendas del presente, o resueltamen-te tomaron partido ante los grupos que se dispu-taban el poder. Casi toda la historiogra(ta delsiglo xx y la que aparece en el proceso revolu-cionario de 1910 a 1930, es representativa de estareacción del historiador a los acontecimientos quetransformaban el presente y lo obligaban a miraral pasado bajo una perspectiva diferente. Uno delos incentivos que entonces estimulaba al historia-dor era precisamente su vincnlación con los he-chos que modificaban el desarrollo de la nación oafectaban la situación de sus distintas clases y gru-pos. El historiador se reconocía como un testigoatento de su tiempo, a tal punto que a veces par-ticipaba como protagonista en las acciones quetransformaban su época, y al mismo tiempo era elcronista de esos acontecimientos.

En contraste con esa situación. el historiador 57

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que producen las instifuciones desde 1,940 cesa detener esa vinculación con los acontecimientos delpresente. El sistema corporativo que lo rodea losepara de las experiencias directas que transfor-man su presente y lo convierten en un observadorlibresco del cambio histórico. La distancia quemedia entre su espacio social y los escenariosdonde ocurren los procesos que inducen el cam-bio histórico se amplía, de modo que para perci-bir éstos tiene que romper las fronteras de sumedio profe.sional y convertir esos proceso.s enobjetos cle estuclio, en "temas de investigación".Así, en la misma proporción en que los efectos dela realidad presente llegan indirectos hasta el cu-bículo del investigador, la institución donde rea-liza su tral>ajo se convirtió en el principal motiva-dor de sus tareas. la vida de relación en el recintoinstifucional vino a ser el surtidor de sus temas deinvestigación, el principal oferente de enfoquespara revisar el pasado, el dispensador de una am-plia variedad de instrumentos analíticos para efec-tuar sus reconstrucciones, y el creador de los estí-mulos que excitan el oficio de historiador.

Ser historiador no planteó más la exigencia deestar en relación con las fuerzas que hacen la his-toria. Por el contrario, se convirtió en una formade reconstruir el pasado segirn las reglas de unadisciplina integrada por individuos alejados de losescenarios donde ocurre la transformación efecti-va de la historia. Una variante de esta manera dereconstmir el pasado llegó a postular que entre58 59

más alejado estuviera el historiador de sus temasde estudio, más "objetiva" resultaría su interpreta-ción de los hechos. Así, lo que en adelante se lla-mó "obfetividad del historiador", sugería que ésteno debería involucrarse en los acontecimientosque analizaba.

Al adoptar estas y otras nonnas, los profesiona-les de la investigación histórica separaron su dis-ciplina de los contarninantes de la realidad. Porejemplo, declararon negado para el ejercicio de laimparcialidad científica a quien exhibía sus sim-patias y compromisos políticos. Más aun, cuandose fundaron las nuevas institr-rciones, sus directo-res llenaron los puestos de investigadores y profe-sores con historiadores sitr,rados al centro y a Iaderecha del espectro político, quienes escudadosen esa pretendida "objetividad", pudieron trans-mitir un discurso que rara vez ocultó su sello con-servador. En los años setenta y ochenta, cuandolas instituciones y los ¡¡remios académicos fuerondominados por grupos izqr.rierdistas y "progresis-tas", ocurrió el fenómeno inverso; entonces esasinstituciones padecieron la opresión de un solodiscurso histórico y un reclutamiento exclusivo delpersonal.

Otra consecuencia del desarrollo de la historiaprofesional fue la reducción clel complejo pasadoa los estrechos iímites temáticos, temporales y es-paciales que podían ser abarcados por la tesis y lainvestigación monográñca. Estas dos invencionesde la academia impusieron una recuperación del

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pasado fragmentada y arbitraria, que desde la dé-cada de 1940ha sido el modelo de la investigaciónhistórica.

Otro efemplo de cómo los intereses gremialesdistorsionan el desarrollo de la disciolina históri-ca, lo presenta el uso cle los métoclo.s y las técni-cas. En tanto que éstos no fueron más renovadospor los problemas que planteaba el análisis de losprocesos históricos, los historiadores se convirtie-ron en repetidore.s de los inventados por sus ante-cesores, o en dependientes de las metodologíasdesarrolladas por las.ciencias sociales. A su vez, elproblema de cómo aplicar estas técnicas a la in-vestigación histórica quedó marginado por la acrepolémica entre "tradicionalistas" e "innovadores",que más que considerar la pertinencia científicade los distintos métodos de investigación pro-puestos, .se dedicó a def'ender "los derechos" decada e.specialidad a las partidas presupuestale.s.

La obra misma del historiador es un espejo fielde las transformacione.s ocurridas en el sistemaproductivo y en las condiciones sociales de la pro-fesión. De 1940 a la fecha se han publicado másobras históricas que en todos los periodos anterio-res, como consect¡encia de la multiplicación delas instituciones, revistas y casas cclitoriales decli-cadas a difundir los productos del historiador. Enuna proporción semejante altmentaron las tesis delo.s hi.storiadores, y aún más las reuniones, con-gresos y simposios especializados.

Pero ocurre que la mayor parte de esta produc-

ción está representada por estudios especializa-dos que sólo leen los mismos prof'esionales de lahistoria y sus estudiantes. El resto, una porciónpequeñísima, es la que llega al público general. Elgran volumen de la producción historiográfica ysu impenetrabilidad para el público no especia-lizado, son consecuencia de la profesionalizaciónde la disciplina, y del proceso de enclaustramien-to que distingue a los profesionales de las cienciassociales. Se produce más porque hay más apoyosa la investigación; porque la obra publicada es elprincipal indicador de los méritos del investiga-dor; porque para éste, luego de los tírulos y grados,es su principal medio de ascenso escalafonario;porque el prestigio lo establece la obra publicada;y porque, en fin, la historia es una profesión de le-trados, y sin obra, no hay historiador. Pero no seproduce más para más gente o para más lectores,como lr'l prueba el hecho devastador de que lainstitución académica tiene el récord mundial porconcepto de almacenamiento de libro.s: ¡millonesde libros guardados en las bodegas!

La compulsión de publicar está pues en rela-ción directa con los modelos profesionales quehoy rigen el oficio de historiador. El historiador sedirige con preferencia a los miembros del gremioporque la multiplicación de las instituciones do-centes y de investigación creó un mercado propiopara sus obras, y porque el dictamen de este pú-blico es el que verdaderamente interesa a quientiene más demandas profesionales que sociales. 6t

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En tanto que este dictamen es el que tiene el ma-yor peso en el medio institucional, a este públicose dirige su obra. Creo que nada expresa mejor eldistanciamiento que se ha creado entre el profesio-nal de la historia y la sociedad, que esta contradic-ción entre la producción de obras históricas y elreducido público al que van dirigidas.

Para revertir eSta tendencia se requiere un cam-bio radical en la organización y los fines del oficiode historiador. Organizar científicamente el traba-jo del historiador quiere decir también dominar elsistema productivo que lo hace posible, asimilarsus distintos procesos y adecuarlos a un ejerciciocrítico, coherente y estratégico cle la aclividad cien-tifr.ca. La condición de una conciencia más clara delpara qué de la historia implica tanto el dominio delos procedimientos cientíñco.s como de las condi-ciones sociales en que se realiza la produccióncientífica. Politizar la investigación a través de laparticipación representativa y democrática de quie-nes la realizan es un requisito indispensable parael desarrollo de una ciencia social verdaderamen-te integrada en la pluralidad social que la produce.

La ¡función social d.el bistoriad.orxA OcTaUfu Paz

La hiskrria es la disciplina <Jel .,aut<lconr>ci_

miento humano [...] conocerse a sí mismo sig_nifica conocer lo que se puede hacer, y pu"rii,quc nadie

_salre l<¡ que puede hacer lta.sta quel() intenta, la únicrr pi¡ila para .salrer kr qLlc pue_cle hacer el homltre es averiguar b-que hahecho. El vak>r de la historia, por consiguien_te, c()nsiste en que nos enseña kt <¡ue el hom_lrre Iu lrecho y en ese sentido l<i que e. elhombre".

R. G. CoLLrNGrJrooD

diferencia del científico, que en el siglo)ax fue ungiclo con el aura clel genio sól¡-La.rio,

.de.sde los tiempo.s más antiguos elnrstonador .se ha pen.saclo un deuclor de.su grupo social. Conoce el oficio a travé.sde las enseñanzas que recibe cle sus pro_fesores, Aprende la arquitectura cle su clis-

* La primera versión de este ensayo se publicó enliancés e inglé.s en la revista Dk)géne, p:rrís, Galli-nartl, 1,994, núm. 16tt, pp. 43-51; el rext<¡ en esrrañblaparer:iír cn la revista Vueltu, en eneK) de t195, pp. t5_20. En los año.s siguientes encontré texos ó ideas<¡ue complementaltan o enriquecían mis concepcio_nes acerca cle la función social del historiad<x. l¿presente versión incorpora aso.s hallazgos. 63

Page 34: Florescano, Enrique, La Historia y El Historiador

ciplina desmontanclo y rehaciendo lo's modelos

héreclaclos de sus antepasados. Descubre los se-

cretos clel arte por el análisis que hace de las va-

riaclas técnicas imaginadas por sus colegas' Sus

libros de cabecera son obras escritas en lenguas

ajenas a la suya y nutridas por las culturas más di-

VCTSAS.

Los desafíos que lc imponen sus compañet'o's

<le generación, y la ineludibie competencia que

pacléce en nuestios días, son los incentivos que l<-r

inclucen a superarse. Es decir, desde c¡'re elige su

vocación hasta que aprende a encauzarla, está

rocleaclo clc condicionantes sociales inescapables'

De una parte, es un producto social, un reslrltadocle cliversas corrientes colectivas; y de otra, un

individuo acuciado por el deseo de superar he-

rencias dei pasado y cle renovar stt oñcio a paftLr

clc los desefíos (ltle lc irnpone s\l Prcsente'

I

Cnanclo la alfombra mágica de la historia nos

transporta a los tiempos transcurridos, y nos acer-

r'l a las Lareas qu(' nuestros antccesores lc asig-

naron al rescate del pasado, advertimos c¡ire las

funciones cle la historia han sido variadas Tam-

bién observamos que huena parte de esas tareas

se concentró en dotar a los grupos humanos de

identidad, cohesión y sentido colectivo.

Desde los tiempos más antiguos, los pueblos quehabitaron ei territorio que hov llamamos Méxicoacudieron al recuerdo del pasaclo prra combatir elpa.so destructivo del tiempo sobre las fundacioneshumanas; para tejer solidaridades asentadas enorígenes comunes; para legitimar la posesión deun territorio; para afirmar identidades arraigadasen tradicione.s remotas; para .sancionar el poderestablecido; para respaldar con el pre.stigio delpasado vinclicaciones del presente; para funda-mentar en Lln pa.sado compartido la aspiraciónde construir una nación; o para darle su.stento aproyectos disparados hacia la incertidumbre delfuturo.l

En toclos esos casos la función de la historia esla de dotar de identidad a la diversidad de sereshumano.s que formaban la tribu, ei pueblo, la pa-tri:r o la nación. La recuperación del pasado teníapor ñn crear valores .soc'iales compartidos, infun-dir la idea de que el grupo o la nación tuvieron unorigen común, inculcar la convicción de que Iasimilitud de orígenes le otorgaba cohesión a losdiversos rniembros del conjunto social para en-fientar las dificultades del presente y confianza paraIr.sumir los retos clcl pon'enir.

Dotar a un pr-reblo o a una nación de un pasadocomún, y fundar en ese origen remoto una identi-dad colectiva, es quizá la más antigua y la ntásconstante función social de la historia. Se inventó

I Enrique Florescano, Memork¿ mexicanú, tr,Iéxico, Fondocle Cultura Económica. 1994. 65

64

Page 35: Florescano, Enrique, La Historia y El Historiador

hace mucho tiempo y sigue vigente hoy día. Co-mo clice John Updike, el historiador sigue siendoel especiaiista de la tribu que tiene el cargo decontarle a los denrás lo que todo gntpo necesitasaber: "¿Quiénes somosi' ¿Cuáles fueron nuestrosorígenes? ¿Quiénes fueron nuestros antepasados'i

¿Cómo llegamos a este punto o a esta encrucijadade la historia?"2

Esta función primordial explica el atractivo tangrande que tiene el relato histórico y su audienciavasta, continuamente renovada. Atrae al comúnde la ¡¡ente y al curioso porque el relato históricoIos transporta al misterioso lugar de los orígenes.Seduce al auditorio más variado porque ofrece unviaje a lugares remotos y propone e.sclarecer lo.s

comienzos clel grupo. Al tender un puente entre elpasaclo distante y el presente inciefto, el relatohistórico establece una relaciÓn de parentesco conlos antepasados próximos y leianos, y tln senti-

miento de continuidad en el interior del grr-rpo, el

2.]ohn Updike, "El escritor como conférenciJnte" , La Jonxa-da Semanul,lg de f'ebrero de 19f19. En este sentido dice Owen

Chadwick (Tbe Secularization of the European Min.l in tbe

19tb Ccntury, Caml>ridge, Cambridge University Press, 1995,

p. 189): "No huna¡l l;eing is s¿tisfied if he knows nothíng ofilis father r>r mother. And no human society is (lontent unless itknows how it came t() lrc, and why it adopted the shape ;rnd

the institutions which it ñncls. The European min<J <Jemands

imperiously the perspedive whit:h histtlry alone can give Net-(:ire autem qut¿ afitiquan nú.lus sLs dcci¿lerit, id est semper

esse puennL Cicer<), Orator, 120- that is, y()u cannot even sr()wup with()ut history".

pr-reblo o la nación. Al dar cuenta de las época.s

aciagas o de los años de gloria, o al rememorar losesfuerzos realizados por la comunidad para de-fender el territorio y haceilo suyo, crea lazos desolidaridad. y una relación íntima entre los miem-bros del grupo y e[ espacio habitado.

u

Pero si por una partc la historia ha sido una bús-queda infatigable de lo propio, debe reconocer-se que su práctica es un registro de la diver.sidaddel acontecer humano. La inquisición histórica nosabre al reconocimiento del otro, y en esa medidanos hace partícipes de experiencias no vividaspero con las cuales nos identiñcamos y forma-nros nuestra idea de la pluralidad de la aventurahumana.

Para el estrtclioso de la historia la inurersión enel pasado e.s un encuenlro constantemente a.som-

brado con fbrrna.s de vida distintas, marcadas porla influencia de diver.sos medios naturales y cul-turales. Por esos rasgos peculiares del conoci-miento histórico, a la práctica cle la hrstoria puedellamársele el oficio de la comprensión. Obliga a

un ejercicio de comprensión de las accione.s y mo-tivaciones de seres humanos diferentes a nosotros.Y como esta tarea se practica con grul)os y perso-nas que ya no estírn presentes, es también un eier-cicio de comprensión de lo extraño.66 67

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I)oclemos decir entonces que estudiar el pasadosupone una apertura a otros seres humanos. Nosobliga a trasladarnos a otros tiempos, a conocer lu-gares nunca vistos antes, a familiarizarno.s con con-diciones cle vicla dif'erentes a las propias. Dichocn forma resumida, el oficio de historiaclor exigeuna cr¡riosidad hacia cl conocimiento del otro, unadisposición para el asombro, Llna apertLlra a lc¡ di-f-erente, y r.rna práctica cle la tolerancia. Como acl-

vier.te C)wen Chaclwick. el oficio de historiadorrequiere la humildad del corazón y la apertura dela mente, dos ctralidacles que proverbiahnente se

ha dicho qlle son inclispensables para la compren-sión histórica.3

Es verclad (lue no en toclos los historiadoresalienta la simpatía y la disposición hacia lo extra-ño. Pero el coniunto de lo.s practicantes de esteoficicl, y los maestros más eminentes, nos mues-tran que el oñcio de historiaclor, cuando se eiercecon probidad, cs una apefiura a la comprensiÓn yuna disposición hacia lo extraño.

Al mismo ticmpo que la imaginación histórica se

e.sfuerza por revivir lo qr-te ha desaparecido, pord:rrle permanencia a lo que poco a poco .:e desva-

r Owen Chadwick, The Seculariz¿ttkn ctf tbe European68 Mincl, p.3.

nece, por otro lado es una indagación sotlre latransformación ineluctable de las vidas individua-les, los grltpos, las socieclacles y los estados. La his-toria, se ha dicho, es el estuclio del cambio de losindividuos y las sociedades en el tiempo.

Buen nírmero de los instrumentos cllle el histo-riaclor ha desarrollaclo pxra comprender el pasacloson detectores del caml>io y la transfbrmación. Elhistoriador registra el camltio in.st¿rntáneo, casi im-perceptible, que el paso de los día.s provoca en la.s

vidas inclivicluales y coler:tivas. Estudia los inrpac-tos formidables produciclos por las conquistas, lzrs

revoluciones y las explosir:nes políticas que clis-locan a grupos étnicos, pr.reblos y naciclnes. Y hacreado métodos refinadcs para obscrvar lo.s cam-bios lentos que a travé.s de miles de año.s transfbr-man la geografía, las estructuras econí>micas, lasmentaliclades o las instituciones clue prolongan .su

vida atravesando cl espesor de los siglos.Gracias al análisis de esfos cliver.sos momentos

cle la temporalidad, el estr,rdio cle la historia nos haimpuesto la carga de vivir conscientemente la bre-vedaci de la existencia individual, la certiclumbrecle que nuestros acto.s cle hoy se apoyan en la ex-periencia del pasado y se prolongarán en el futuro,y la convicción de que formamos parte del granflujo de la historia, cle una corriente mayor porla c¡ue transitan las naciones, las civilizaciones yel conjunto de la especie humana. Al reconstruirla memnria de los hecho.s pasados. la historia sarrs-face Lrna necesiclacl hunrana tunclamental: integra 69

Page 37: Florescano, Enrique, La Historia y El Historiador

las existencias individuales en la corriente colecti-va de \a vida. Como advierte Grahame Clark: "Espropio de las sociedades humanas, en contrastecon las otras especies animales, el estar constitui-das y motivadas, en una proporción muy grande,por una cultura heredada. Es cosa común aceptarque las actitudes y creencias de los seres huma-nos, y los modelos de conducta que se derivan deéstas, provienen clel pasado, y su validez clescansa,

ciertamente, en su antigüedad. Los seres humanosdeben su carácter distintivo al hecho de compartirmemorias sociales y sustentar valores heredadosdel pasado".+

IV

Por otra parte, cuando la investigación histórica, analiza los hechos ocurridos en el pasado, se obli-

ga a considerar cada uno de ellos segitn sus pro-pios valores, que son precisamente los valotes deltiempo y el lugar donde esos hechos ocurrieron.Al proceder con este criterio de autenticidad, el his-toriador les confiere a esas experiencias una signi-ficación propia y un valor duradero. De este modo,la historia viene a ser el instrumento por mediodel cual los hechos del pasaclo adquieren un sig-nificado singular e irrepetible dentro del desarrollohumano general. Por esa vía las experiencias indi-viduales y los acto.s nacidos de la intimidad más

4 Grahame Clark, Space, Tíme and Man. A Prehistorirrn's7o Víew, Cambri<lge, Cambridge Universiry Press, 1994, p. 39.

recóndita se conviertcn en testimonios impere-cederos, en huella.s humanes que no envejeccn nipierden valor por el pa.so del tiempo.

Hace siglos, al obseryar e.sta característica de larecuperación histórica, el humanista italiano Mar-silio Ficino escribió: "La historia es necesaria, nosólo para hacer agradable la vida, sino tambiénpara conf-erir a ésta un sentido moral. Lo clue es en.sí mortal, a través cle la historia conquista la in-mortalidad; lo clue se hella ausente cltviene pre-sente; lo viejo se rejtrvenece".s tln siglo más tarde,el fiaile fianciscano Jrran cle Torquemada, al es-cribir en México el prólogo de su notable Mctnar-quía indiarta, reprodr.rjo con otras letra.s la sen-tencia clel humani.sta italiano. Decía Titrcluemada:"Es la historia un enemigo grancle y declaiado con-tra la injuria de los tiempos, de lo.s cuales clara-mente trir¡nfa. Es un reparador de la'mortalidad delos holnbres y una recompensa de la brevecladde esta vida; porc¡ue si yo, leyendo, alcanzo claranoticia de los tiempos en qlre vivió el católico reydon Fernando o .sll nieto, el emperador Carlos V,¿qué menos tengo (en la noticia de esto) que siviviera en sus tiempos2" r,

s Citad<r prrr Erwin Panof,sky, El si¡4niJicaút en las artes ui-suales, Mndritl Alianza Eclitorial, 7991, pp. 35,J9.

r Fray .|tr:rn de Torquemaclt, Monarquía indiana, edic.iónprcparacla por el Seminario p:rrr el esturlio de iuentes de tracli,ción indígena, bajo la r:rxtrdimacirin cle Migr,rel Leírn-Irrtrtilla,México, Universiclacl Naci¡>nel Autón()ma de México, 1975-1983, 7 vols., vol. 1, p. )O(VIIL Véese también Alejanck¿ More- 1I

Page 38: Florescano, Enrique, La Historia y El Historiador

Por otro lado, la historia, al revisar infatigable-mente lo.s asuntos que obsesionan a los seres hu-manos, los despoja del sentido absoluto que undía se les quiso infundir. Contra las pretensione.sabsolutistas de quienes desearon imponer una solaIglesia, un solo Rstado o un orden social únicopara toda la humaniclad, la historia muestra, conla implacable erosión clel paso del tiempo sobrelas creaciones humanas, que nada de lo que haexistido en el clesarrollo sc-rcial es definitivo nipuede aspirar a ser eterno. La historia, advierteHornung, "inexorablemente destruye todos losvalores 'eternos'y 'absolutos'y demuestra la rela-tividad de los referentes absolutos que nos es-forzamo.s por establecer".z Al contemplar la na-turaleza efímera de los datos que recogen elhistoriador, el etnólogo o el analista del desarrollosocial, cobramos conciencia del carácter mudablede las construcciones humanas, y comprendemostambién los impul.sos clesquiciados quc quisieroncongclarlas en el tiempo y hacerlas inmunes alpaso cle los días.

v

Entre fines del siglo x\¡tII y mediados del xx eracomún escuchar, en el salón de clases, la tertulia

nrr T<rsc:rno, Frdy Juan de Ttm¡uemacla .y su monarquía ln-cliana, Xllap;,, Universidad Veracruzana, 1963, p. 41.

I Erik Hornung, Les dieu\ de I'Eg/pte, París, Flammarion,72 1992,p.233.

social o en los discursos que recordaban loshechos pasados, el dicho de que "la historia es lamaestra de la vida". Cc¡n esa frase se quería decirclue quien leía libros de historia, o examinaba conatención los hechos que habían conducido a tal ocual resultado, podría utilizar esos conocimientospara no incurrir en los errores que afectaron a

nuestros ancestros, o para normar los actos de lapropia vida, apoyándolos en las experiencias delpasado. Como sabemos, Hegel cortó esta preten-.sión con una sentencia tajante: "lo que la expe-riencia y la hi.storia nos enseñan es que los pueblosy los gobiernos nunca han aprendido nada de lahistoria, y nunca han actuado según las doctrinasque de ellas se podía haber extraído". En nuestrotiempo, Agnes Heller observó que los pueblos ylos gobiernos "no son niños en absoluto, y paraellos no existe un maestro llamado historia".s

Como reconoce Agne.s Heller, si e.s verdad queno extraemos "lecciones de la historia", constante-mente estamos aprendiendo de los hechos históri-cos. Los desafíos de la actualidad casi siempre nosremiten a las encrucifadas del pasado, y muchasveces los acontecimientos pasados sirven de "prin-cipios orientadores de nuestras acciones presen-tes". Pero todo esto nos lleva a la conclusión deque la "historia no nos en.seña nada", puesto que"somos nosotros los que, aprendiendo de ella, nos

8 Agnes Heller, Teoría ¿le l¿t bisk¡ria., Méxicrr, Fontamara,1989, p. 165. De aquí procede la cita de Hegel. 73

Page 39: Florescano, Enrique, La Historia y El Historiador

enseñamos a nosotros mismos. La historicidad, lahistoria, somos nosotros. Somos nosotros los maes-tros y los discípulos en esta escuela que es nuestroplaneta [...] fa historia no 'continúa avanzando',porque no avanza en absoluto. Somos nosotroslos que avanzamos [...] Como dice Vico, sólo po-demos entender un mundo que nosotros mismoshemos creado. No nos limitamos a andar a tientasen la oscuridad. El rayo que ilumina las zonas os-cura.s cle nuestro pasado es el reflector de nuestraconciencia".9

vI

De tiempo en tiempo se ha considerado, sobretodo después de los desastres provocados por lasÉluerras, o en épocas de crisis, si una de las fun-ciones de la historia no sería la de condenar loscrímenes, o los actos monstruosos comctidos en elpasado. Esta corriente se ha unido con otra, másantigua, que considera a la hi.storia como unasuerte de gran tribunal al qr-te compete clictaminarel contenido moral de la.s accjones humanas. LordActon, por ejemplo, afirmaba que "la inflexibili-dad del código moral es el .secreto de la autoridad,de la dignidad y de la utilidad cle la hisroria',.Apoyado en ese razonamiento, quiso hacer de lahistoria "un árbitro de la.s controversias, una guíapara el caminante, el detentador de la norma mo-

e lbid., pp.779-1.t10.

ral que tanto los poderes seculares como hasta losreligiosos tienden a menguar".lo

Contra esa opinión.se ha manifestado la corrien-te que advierte que el historiador no es un juez, nile asisten razones morales para condenar a sus

antepasados. Benedetto Croce, uno de los másconvencidos defensores de esta tesis, la razonabade la manera siguiente:

La acusación olvida la gran diferencia de que nues-tros tribunales (sean jurídicos o morales), son tribu-nales del presente, instituidos para homlrres vivos,activ()s y peligrosos, en tanto que aquell()s ()tr()s

homlrres ya comparecieron ante el tribunal de suscoetáneos y no pueden ser nuevamente c<lndenadoso absueltos. No puede hacérseles responsables anteningún tribunal por el mero hecho de que son hom-bres del pasado que pertenecen a la paz de lo pre-térit<; y de que en calidad de tales no pueden ser másque suletos de la hisk>ria, ni les cabe sufiir otro jui-cio que aquel que penetra y comprende el espír'itude su rfrra... Los que, so pretexto de estar narrandohistoria, se ajetrean c<ln ademán de jueces, condenan-do acá e impartiendo su abs<tlución allá, y pensandoque tal es la tarea de la histt¡ria... Son generalmenterecon<ridos c()mo carentes de todo sentido histó-rico.I I

Sir Isaiah Berlin, el eminente pensador inglés,suscribe esta idea, pero piensa que ningún "escri-

r0 Citad<r en Edward H. Carr, ¿Qué es l¿ hrsnria?,l3arcelona,Editorial Seix Banal, 1970, pp. 102-103.

1r Citad<r por Car, ibtd., p,1O4.74 /)

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to histórico que sobrepasa ala pura narración deun cronista" puede evitar la expresión de juicios va-lorativos. Añade que pedir a los "historiadores queintenten entrar con la imaginación en las experien-cias que han tenido otros y prohibides que desplie-guen su comprensión moral, es invitados a deciruna parte demasiado pequeña de lo que saben, yquitarle significado humano a su trabajo".r2 Al refle-xionar sobre estos temas acuciantes y demandan-tes, Agnes Heller concluyó:

En nuestro siglo, las catástrof'es ori¡¡inaron grandesespefanzas para que nuevas catástrofes las aplastaran[...] nl infierno de la primera Guerra Munclial terminócon la promesa [...] de que aquélla habría sido laúltima [conflagraciónl. De las democracias y las re-voluciones surgieron nuevas tifanías, la economía searruinír y el mundo se precipitó en Llna nueva guefra,incluso más terrible que la anterior. kts campos deconcentración [...], las en()rmes fábricas de "r;rocesarla materia prima humana", convirtier)n en amargafrase la supue.sta "superioridad" de la cultura euro-pea. Pero, desde las profundidades cle este nuevoabismo [...1, renacieron frescas las esperanzas [...J.He aquí nuestra histrtria: en su cruda desnudez esuna historia de esperanzas traicionadas. ¿Hay queechar la culpa de ello al mundo o a nuestras esperan-zas? Si culpamos al mundo, nos culpamos a nosotrosmismos, puesto que somos bistoria. Si culpamos anuestra.s esperanzas, culpamos a lo mejor que bay en

12 Isai¿ü Betli¡, Iibertad Jl neca;idad en la historia, Revist^de Occidente, Madrid, 1974, o.29.

nosotros, clue som()s historia. Buscar culpables es unairresp<rnsabilidad. Lo que babría qve hacer es asumirresponsalrilidades. Lo <¡te balt <1ue hacer es asumir res-ponsabilidades.t3

\II

Si es verdad que una de las tareas que más desve-lan al historiador es la de corregir las interpreta-ciones que distor.sionan el conocimiento ñdedig-no de los hechos históricos, no es menos ciertoque en ningún tiempo ha sido cap^z de ponedeun f'reno a las imágenes que ininterrumpidamentebrotan del pasado y se instalan en el presente, o alas que cada uno de los diver.sos actores socialesinventa o imagina acerca del pasado.

Lo quiera o no el historiador, el pasado es unproveedor inagotable de arquetipos que influyenen la conducÍa y la imaginación de la.s generacio-nes posteriores. De.sde los tiempos más remotos,

rJ Agnes Heller, Tcoría de lq bistoria, pp. 275,276. En nues-tro país, estxs ideas s<tn las que han prevaleciclo. Entre lr¡s cle-canos del gremio de historiadores, don Silvicl Zavala ha sicl<runo de sus defensores más vigorosos. P()r su parte, EdmundoO'Gorman ha repetido que la misiírn clel hist<triad<>r "consisteen dar explicaciones por los muertos, no cn regañarlos" o juz-garlos. Sin embargo, la pasacla preparación y celebración delV Centenario del Desculrrimiento de América hizo añicos esatradición. Casi en todas pxrtcs, pero sobre todo en Flispan()amé-fica, l)rotaron triltunales y jueces que condenaron a los actoresde los desculrrimient()s, expkrraciones y c()nquistas del territ<>rio americrno, derribaron sus monumentos, quemaron sus eh-gies e impugnaron sus legados. 77t6

Page 41: Florescano, Enrique, La Historia y El Historiador

cLranclo los mitos narraron la creación del co'smos,

cleñnieron también la relación entre los seres htt-

man()s, los dioses y l:r naturaleza. Era¡ mitos dedi-caclos a reprodr-rcir normas y tracliciones relllotas'y a legitimar el poder. En estos relatos el orden del

.crt-os y cle la vida hr-rmana se atribr-rían al poder

inconmensltrable del soberano. En Mesc¡amérjcr'

este moclelo le dio stlstento a la constrtlcción de

nLrnierosos reinos, fijó el arqLletipo clel g()bernante

y, a través cle las cliversas artes, mtlltiplicir cl ideal

cle vida predicado en l<ls mitos cosmc¡gónicos En

Mesopotamia, las prirneras mLlestras de escritt¡r¿r

registran los innumer:rbles epítetos qne acompeña-

ban el ncltnbre cle k>s reyes, y tamllién d¿ln cltenta

de la congoia qr,re invadió el espírittr de Gilgamesh

al contemplar, consternado, círmo la vida abando-

naba el ..ietpo de Ekindú, su anrigo Hemos olvi-claclo los 50 adjetivos hiperb(>lictls qr're exaltaban

la persona cle los reyes de Babilonia, pero cada ge-

neiación que lee el poema de Gilgarnesh recuerd:r

la imagen desolada del héroe ante la intromisiÓn

inesperada de la mr'rerte que le arrebata la com-pañía del amigo irrePetible.

Los cantos qtte Homero diseminó en la antigr-ra

Grecia propaÉaaron imágenes irnperecederas del

héroe guerrero y del amigo ñel, del momento frago-

roso dé las batallas y de los giros ineluctables qr're

los clioses imponían en la c<¡nch-rcta humana' Más

tarcle, el genio griego sustituyó la explicackin mítica

del cosrnos por un análisis razonado del desrrrro- |

78 llo social, basado en Ltn pensamiento seperedo de iI

la religión y dotado de .sus propios instrumentosde análisis (Heródoto, Tucídides).r+

En esta tradición abrevó la cofriente dedicada aextraer de la liistoria ejemplo.s morales. Plutarco,el polígrafo griego qr-re vivió entre los años 50 y126 d. C., se convifiió en el primer maestro clel gé-nero al e.scribir biografías edificantes de sus ante-cesores de la época clásica y de los romanos quevivieron los esplenclores de la repirblica. Siguien-do a Platón, Plutarco pensaba que las virtudespodían enseñarse. A ese fin dedicó sus Vidas pa-ralelas, una ¡lalería de hombres ih¡stres que enalte-ce su.s valores morales.t5 Con el correr del tiempoesta obra vino a ser el texto que difundió los prin-cipio.s clue nutrieron a la antigüedad clá.sica, y enel modelo más imitado para tr¿rnsmitir lo.s iclealesde vida de otras época.s.

Durante la Edad Media, el triunfo clel cristianis-mo hizo de Ia pasión de Jesucristo el relato máscelebrado. Por primera vez se difundió, por tocloslos medios conocido.s, r,¡n .solo men.saje religioso yuna forma i¡nica de vida, al mismo tiempo que secondenaban las experiencias históricas distintas alcristianismo. El humani.smo del Renacimiento can-celó e.sa pretensión e inauguró los tiempos mo-dernos. Las Vidas paralelas de Irlutarco convivie-ron entonces con las hagiografías de los varones y

tr Véase.Jean Pierre Vern:rnt, Les oriÍlines de la pensée grec-que,P'¿ris, Presses Llniversitaries de Fran<:e, 19tJll.

15 Plutarccr, Vidas paralela"s, introducción de Francisco Mon-tes de Oca, México, Edibrial porrua (Sepan Cuántos._.), 19tt7. 79

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mujeres piadosas, Las estatuas de filósofos, esta-

distas y héroes de la Antigüedad invadieron el es-

pacio público. Los antiguos cánones del arte clá-sico renacieron en la vida mundana y en el senode la misma lglesia. La e.stima de los valores clási-cos produio las primeras colecciones privadas deantigüedacles, y esta pasión llevó a la creación delmuseo de arte, el recinto donde el visitante pudocontemplar por primera vez obras maravillosascreadas por seres que habían vivido en tiemposlejanos. Como lo percibió con claridad Erich Auer-hach, el humanismo del Renacimiento creó unanueva perspectiva para mirar el pasado:

Con el despuntar inicial del humanismo, empezá a

existir un sentido de que kls hechos de la histori¿ an-' tigua y krs mitos clásicos, y también l<¡s de la Biblia,

no estal-ran separádos clel ¡rresente tan s(rlo p()r una

extensiírn cle tiempo, sino también por condicionesde vicla completamente diversas. El humanismo y su

pr()grama de restauraciítn de las antiguas f<;rmas de

vida y cle expresiíln ¿tbren una Perspectiva hist<iri-ca de una profundidad inexistente en las anterkrresépocas que c()n()cem<ls: los humanistas perciben laantigtiedad con h<lndura histítrica, y sollre ese trasfon-do tarnltién las sombrías ép<ras de la Edad Media...[Esto ltizo posilrlel restalrlecer la vida autárquica ¡'rr<>

pia de la cultura antiflua, o la ingenuidad histtirica de

los siglos xlt y xnl.16

ró Erich Auerbach, Mimesis. The Representatbn of Reality tnwe\tern Literature, Garden City, Nt'teva York, Doubleday

8o Anchor,1957,p.282.

La sen.sación de vivir sirnultáneamente en dif'e-rentes espacios y tiemltos históricos fue aceleradapor los de.scubrimientos geográftcos de los siglosxv y xu. Los viajes cle Colón y Magallane.s, al mis-mo tiernpo que preci.saron los confines geográfr-cos del planeta, dieron a conocer la diversidacl deiglobo terráqueo. El instrumento que difundió eseuniverso nuevo, poblado por geografía.s, hestiarios,civilizaciones, dioses y tradiciones diversas, fue ellibro impreso. Por primerá vez el relato del viajeroy del historiador registró la.s peripecias cle la aven-tura humana en los escenarios rnás apartados y lascomunicó a ,seres de culturas diversas. Gracias allibro impreso, el ciudadano de un país puclo sercontemporáneo de civilizaciones extrañas y llegóa conocer los itinerarios históricos de pueblos has-ta entonces ignorados. Del lilrro, lo.s temas y lospersonajes histórico.s saltaron al centro de las obrasteatrales (Villiam Shake.speare), la ópera (Clau-dio Monteverdi, Handel, Gluck, '$lagner, RichardStrauss), la novela histórica (.üTalter Scótt), hastainvadir, en tiempos más cercanos a nosotros, ia in-dustria del entretenimiento y de la no.stalgia: cine,televisión y tiras cómicas. Desde escs años, el libro,el mlrseo y los medios de comunicación masivason los principales difusores de irnágenes y tradi-ciones provenientes del pasado. Son los instrumen-tos que completan y extienden la función socialdel historiador.

Hoy ^sabemos que los pueblos y los gobiernos dealgunos países hispanoamericanos, asiáticos y euro-

l

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peos, al enfrentar diversas amenazas en el si¡¡lo xx,imaginaron ancestros inexistentes; inventaron lazosde identidad con el propósito de unir a poblacio-nes de lenguas y culturas diferentes; forfaron sím-bolos nacionales (el territorio. el fblclor. la banderay el himno nacional); o inauguraron monumentos,museos, ceremonias y panteones heroicos queclefinieron los emblernas y los principios de legi-timidacl que sustentaron a la nación y al Estadonaciclnal. Esas manipulaciones del pasado crearon"comunidacles imaginadas", construcciones men-tale.s que más tarde clesafiaron la comprensión yel análisis del historiador, el sociólogo o el estudio-so de los sistemas políticos. Entre los instrumen-tos que más se distinguieron en la creación de estosimaginarios colectivos habría qr.re destacar un nue-vo tipo cle obr¿rs edificantes: el texto oñcial de his-toria, el mapa del territorio, el calendario cívico,los emblemas nacionales, los rituales públicos y eluso <le lo.s nuevos medios de comunicación.17

r7 Véese Josefina Yiztluez., Nacionalismt¡ .y er)ucación enMéxico, Méxic<¡, El Colegkr cle Méxir:o, 1970; David A. Ilrading,üts orí¡1enes del nu.cionalLsmo mexicano, México, Secretaríacle Edt¡r:acií¡n Pública, 1972; Renedict Anclerson, ImaginedComm.unitie\ Londres, Vers0, 1!p1; Eric Hobsl;awm y TerenceRange (rrrmps.), Tbe lrutentitn of Tratlitkn, Cambridge, Cam-bridge University Press, 19tt3; E. J, Hobsbawm, Ndciones y na-cionalismt¡s desde 17UO, Ilarcelona, Ecl. Crítica, 1992; Fernan-dcr Escalente. Ciuda¿laru¡s ima.gindrios, Méxicrl, El Colegio deMéxit:o, 1992; Francois-Xavier Guerr'.r (comp.), Mérnoires enI)euenir. Amérique Latin¿t, XVIe-XXe Slécle, tlurdeos, Maisoncles Pays lbérique5, 1!!1r.

}Itr

Otra función social que cumple la historia provie-ne de los hábitos establecidos por sus propiospracticantes. En los dos últimos siglos, pero sobretodo en el que está por terminar, el estudio de lahistoria se convirtió, más que en una memoria delpasado, en un análisis de los proceso.s del des-arrollo humano, en una reconstrucción crítica clelpasado. Como ha dicho Marc Bloch, "El verdade-ro progreso [en el análisis histórico] surgió el díaen que la duda se hizo 'examinadora' [...]; cuandolas reglas objetivas, para decirlo en otros términos,elaboraron poco a poco la manera de escogerentre la mentira y la verdad".ttt

A través del examen cuidadoso de los vestigioshistóricos, sometiendo los testimonios a pruebasrigurosas de veracidad y autenticidad, y atendien-do más al cómo y al por qué ocurrieron así loshechos, el relato histórico se transformó en unsaber crítico, en un conocimiento positivo de laexperiencia humana. La investigación histórica es-tableció entonces la regla que dice que "una afir-mación no tiene derecho a producirse sino a con-dición de poder ser comprobada", y nos advirtióque "de todos los venenos capaces de viciar untestimonio, la impostura es el más violento".

En la medida en que el historiador puso mayorcuidado en la crítica y selección cle sus frtentes,

re Marc tsloch, Introducción al estudio de la hisbtia, Méxi-co, Fondo de Cultur¿ Económica,1952, p. 66. 838z

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mejoró sus métodos de análisis y sacó provechocle las técnicas de las ciencias y las disciplinas hu-manistas, en esa misma medida se transformó enun impugnador de las concepciones del desarro-llo histórico fundadas en los mitos, la religión, loshéroes providenciales, los nacionalismos y las icleo-logías de cualquier signo. De este modo, en lugarde buscade un sentido trascendente a los actos

humanos, ctre legitimar el poder o de ponerse alservicio de las ideoiogías, la práctica de la historiase convirtió en Lln elercicio crítico y desmitifica-dor, en una "empresa razoriada de análisis", comodecía Marc Bloch.lq

La investigación histórica, al recibir la presiónde estas demandas, abandonó las interpretacionesuniversales del desarrollo humano y se dedicó aestudiar las acciones de los actores individuales ycolectivos de manera concreta, buscando explicarla conducta de los hombres

^ parfir de su propia

lógica, y esforzándose por comprender el cambiohistórico a partir de sus propios desenvolvimien-tos, en tanto procesos capaces de ser observadoscon los instrumentos analíticos creados por la inte-ligencia y el saber positivo.

Podría entonces decirse que la norma que se haimpuesto la investigación histórica de nuestrosdías es lracer de su práctica un ejercicio razonado,crítico, inteligente y comprensivo. Es decir, se haconvertido en un estudio sometido a las reglas de

t'¡ lbi¿., p.16.

la prueba y el error propias del conocimienro n-guroso.

Aun cuando los historiadores de este siglosoñaron algunas veces equiparar el conocimientohistórico con el científico, cle.spués cle en.sayosdesafortunados acabaron por reconocer que lafunción de la historia no es proclucir t.onocimien-tos capaces de .ser comprobados o refutados porlo.s procedimientos de la ciencia experimental.A diferencia del científico, el historiaclor, al igualque el etnólogo o el sociólogo, sabe que no puecleaislar herméticamente su objeto cle estudio, pueslas acciones humanas están inextricablementevinculadas con el conjunto social que las conf'or-ma. Y a diferencia del hi.storiaclor positivista, <1uecreía posible dar cuenta de los hechos tal y comoéstos efectivamente ocurrieron en el pasaclo, elhistoriador de nue.stros días ha aceptaclo que laobjetividad es una relación interactiva entre la in-quisición que hace el investigador y el objeto queestudia: "Lavalidez de e.sta deñnición proviene clela persuasión más que de la prueba; pero sinprueba no hay relato histórico digno de ese nom-f¡¡g".2tt

A pesar de las diferencias de enfoques que hoyoponen a los diverso.s historiadores y escuelas his-toriográficas, hay consen.so en que ci ohjeüvo prin-cipal de la historia e.s la producción cle conocimien-

,r, Jny . Appleby, Lynn Hunr y Margaret Jacob, Telling the

Trutb about HLstory, Nueva york, \V. rW'. Norton ancl Compa-ny, 1994, pp.26o-26t.84 85

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tos a través del eiercicio de la explicación razona-da. Desentrañar los enigmas de la conducta huma-na y dar raz6n del desarrollo social se convirtieronen indagaciones presididas por el análisis sistemá-tico y la explicación convincente.

Con toclo y las presiones que las ciencias experi-mentales han hecho sentir en el campo de la his-toria, los miembros de este oflcio decidieron nocerrarle las puertas a los legados que provienendel arte, los humanistas y el sentido común. Des-pué.s cle largos y a veces acalorados debates sobrelos métodos científicos que conducen al conoci-miento verdadero, los maestros del oficio propo-nen practicar con rigor unas cuantas reglas básicas.

Entre ellas destaco las siÉ{uientes:

Ignorar a quienes quieren encerrar la historiaen una rígicla camisa cle fuerza determinista, sea

marxista, estructuralista o ftlncionalista. Evitar caeren las explicaciones monocausales. Aleiarnos delas banalidades del anticuario que invierte sutiempo en el pasado por el solo hecho de que ahíreposan datos cubiertos por el polvo de los tiem-pos. Rechazar los casilleros académicos que handividido la historia en campos, áreas, disciplinas yespecialidades que fragmentan la comprensión delconiunto social e impiden conocer su desarrollo

86 articulado.

Vincular la historia de la vida material, la historiasocial y la historia de los productos de la culturacon la historia política, con el anáiisis cle las es-fructuras profundas del poder, uno de ios carrrpi_rsdel conocimiento histórico más descuidados en lasúltimas décadas. Restituir la v\da real de los sere.shumanos, tanto la de los grandes como la cle lospequeños, al escenario social de donde fueronexpulsados por lo.s z.srnos c¡ue se ir4>u.sieron a lolargo de este siÉllo.2r

Imponer, collo nonna benévola cle cornunr-cación, la claridad en el lenguale y la expre.sión.Combatir la tendencia que busca fraÉ{nter}tar a lo.shi.storiadores en grLlpos cada vez rnás pequerios,especializados e incomunicados. Reivindicar, enfin, la firnción central de la historia en el análisisdel desarrollo social. Quizá esta función se rechrz-ca a mostrar, con la fuerza de datos ñdedignos yde la explicación razonada, qlle la inquisición hi.s-tórica produce conocimientos llositivos que nosayudan a comprender las conductas, la.s ideas,los legados y las aspiraciones profirndas de losseres numanos.

Al ñn y al cabo, como obsela E. FI. Clornbrich,"cada civiltzación ha concebido a la historia contouna l>úsqueda c.le sus propi<ts orígenes. L¿is cultu-ra.s más tempranas rc<:illeron su historia baio la

2l Lawrence St(xre, "Un¿ doble firnck-in. Las tareas en uue sedeben empeñar los historiadores en el futuro", ¿7 país,'2t) tlcjulio de 1993. 87

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fbrma de mitos o de relatos épicos, como los deHomero. Y no es necesario subrayar la importanciaque el culto de los ancestros y las reivindicacionesbasadas en orí¡;enes remotos tuvieron en el des-arroll<¡ de la historiogra(ra. De al-rí que Huizingapensara que la meior descripción que le convienea la historia e.s la que la define como 'la forma in-tclectt¡al bajo la cual una civilización rinde cuen-tes cle str propio p^sado'".22

'22 The Essentittl Gombr¡ch, editado por Richard Woodfield,88 Lonclres, I'haiclon Press, 1996, p. 366.

Enrique Florescancl, Mernoria metcicana, rcr., 1995.

-, El mito de Quetzalcóatl, rcr., 1,995.

Enrique Florescano y Ricardo Pérez Monfort, Historladoresde México en el siglo xx, r<:x.

89

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iNDICE

AdvertenciaDe la memoria del poder a la historia comc¡

explicaciónBreve incursirin a los sótanos del oficio ..... .

I. La fr-rndación de los claustros gremialesII. El ocultamiento de los cimientos insti-

tucionales.III. Consolidación del ooder burocrático. .

lV. El podergremiel.. .....V. Historia del gremio y p2rra el gremio . . .

La función social del historiador.

c)

384I

4851.

56OJ

9r

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Este libro se terrninó de imprimir y encuacler-nar en el mes de junio de 2003 en Impreso-ra y Encuadernadora Progreso, S. A. de C. V.(tlese), Calz. de San Lorenzo, 244; 0g830

México, D. F. Se riraron 2 000 ejemplares.

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FONID 20(n ofrece una selección delos grandes temas y los grandes autoresde la cultura uniuersal

EnriqueFforescanoIA'' HISTORIAY EL HISTORIADOR

Éste es el primer libro escrito y pensadoexpresamente para FOI\IDO 2OOO. En é1, EnriqueFlorescano realiza un recorrido por los sótanos deloficio del historiador, tepasala trayectoria de lanarÍación histórica Aesde que era memoria delpoder hasta que se convirtió en instrumento deanálisis crítico de toda la experiencia humana-e intenta responder a las recuffentes preguntasde ¿para qué se escribe la historia?, ¿cómo naceuna naÍración histórica? y ¿qué caracterizaa la investigación histórica de las otras formasde investigación?

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