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I Annóe Vil ROUTE, hebdomadain la (J¡.3.Q.£. en (Jutnce Prix 12 francs IB FEBRERO 1951 282 Rédaction el Administrstion 4, rué Belforí, 4 TOULOUSE (Haute-Cnronne> §ica¿ n l'rihlo IftenaiyeA C.C. Postal N' 1328-79 TOUIOUSC (Hle-Gn«) ázjQCjrx& da \a¿%s^l mi j m i en^zanala- /la civilización áe mide poz el encum- azamiento moral, máá que poz la cul. tuza científica: quien al mínimum de eqotémo zeune el máximum de conmi- éezacion u deápzendimienlo, áe llama civilizado; quien todo lo poApone al intezéá individual faciendo de áu uo el cenizo del univezéo, defae llamazáe vázvazo; máá que vázbazo, ave de zapiha. | U u . A w ^ m t t m . u w n u » « » . A « m » m . t » ^ ¿LA POLÍTICA ESPAHOLA? ¿LA POLÍTICA itlTERüfiCiOlIOL? | i El deber de la juventud ^^^^^^^ libertaria! I I ERMITAÑOS el lector que no hablemos hoy de la actuali- dad política de España; cuanto allí sucede es tan extre- mamente bochornoso, es tan horripilante, que la sola idea |j de examinar el contenido de la prensa fascista produce náuseas. El problema español, tan debatido en las esferas políticas mundiales, ya no es problema ni para moros ni para cristianos. Es amigo de «cunos» el fascismo hispano, porque a «unos» les interesa esa amistad, a pesar del lodo que ella lleva consigo; y enemigo de «otros» porque es amigo de los primeros. No hay ninguna cuestión moral que cuente, y, por lo tanto, nadie pue- de pretender que se eleven voces poderosas ante el imperativo de la dolorosa imagen de nustro Pueblo esclavizado. España tiene en su haber su posición geográfica y «su» ejér- cito. Nada m á s y nada menos. Y eso es lo que cuenta para quie- nes la moral, la dignidad y la vergüenza son trastos absoluta- mente inútiles en estos tiempos tan extraordinarios. * No hablemos, tampoco, de la actualidad política internacio- nal. También ella produce náuseas; como el problema español, como todo lo que de la política—en la interpretación que de tal palabra tienen Stalin, Truman y otras estrellas del estatismo- emana. Va hay agresor para las Naciones Unidas. Va existe una (hiña belicista y agresora. Va todo marcha como sobre ruedas. V el prestigio americano no ha sido mermado, ni ha perdido nada de su deslumbrador brillo... a fuer de sinceros, poco envi- diable. Sin embargo, nada parece afianzar las posibilidades de paz. Nada permite creer que el gran patriarca de los hombres con ¡ coleta no sentirá—y lo ha sentido—su prestigio mermado. En ¡ consecuencia, cabe esperar que su reacción sea idéntica a la del i prestigioso Estado que combate en las cercanías de Seúl con ¡ verdadera furia. ' i * * ¿lie qué hablaremos, pues, en este editorial? Cosas no tal- ¡ tan, acaso sobran; pero será necesario que solamente digamos J a nuestros jóvenes lectores que por encima de la ola de barba- i rismo que arremete contra los hombres, que por encima de las ¡ LAS HIENAS en ha pasiones desencadenadas, de los subterfugios y habilidades per- versas que cubren todos los horizontes, el joven no debe olvidar nunca, en ningún trance, en ningún momento, su deber de estu- diar, de superarse, de formarse ideológicamente para hacer más M laM m\ Nuestras con- ¡ Adelante, v eficaz, hoy, mañana y siempre, su aportación a la lucha por libertad y por la emancipación del ser humano. Nuestras ideas exigen de nosotros ese esfuerzo, vicciones nos trazan, por si solas, el camino a seguir. pues, sin vacilaciones, sin dilaciones, con la seguridad de que > sonará la hora de la libertad. V esa será nuestra hora: la de \ los hombres libres. i V Pn^ t iLnwftfnww^t<m.«.itmpn.tmt t m.,.n. T yi T RANQUILA, silente, rodeada de azul, bañadas sus «calas» de en- sueño por la espuma del mar. Dormía la isla, perfumada por la resina de los pinares, sorbiendo el salino alien- to del «Mare Nostrum». Bello heraldo de la primavera, la flor del almendro blanqueaba llanos y o/tros allá prome- diado febrero. Vivían los isleños una existencia uni- forme, esa áurea médiocritas de los lati- nos, sin grandes alegrías ni profundas tristezas. Deambulando por el campo, en las largas tardes estivales, una me- lopea de tono dulzón y lastimero, anti- guas canciones vernáculas, herencia di- tos árabes. Y asi pasaban los años. ¡Tenía la isla sus poetas: Alcover, Ma- ría Antonia Salva, Alomar, de entre los los más representativos. Cantaban unos las tradiciones, la vida patriarcal en las viejas casonas, perdidas por los recodos de la serranía. Algunos, henchidos de entusiasma universalista, lanzaban arpe- gios de rebelión, ansiosos de horizontes nuevos, anhelantes de e-as conmociones sociales capaces de transformar el sezgo de los pueblos. Habían pasado por Ma- llorca, tomando la isla como un remonto de paz, de calma espiritual, artistas y poetas. Esos grandes soñadores que han dejado como una estela de su paso a lo largo de los caminos del mundo. En la noche espectral de Valtdemosa, Cha- pín había desgranado la melodía de sus «nocturnos». En las horas gribes del in- vierno la Jorge Sand meditaba acerca del antagonismo existente entre la belle- za de la naturaleza y la rapacidad y rutina de las gentes. Rubén Darío, de- ambulando por la isla, sintió el influjo melancólico de sus crepúsculos otoñales. Rusihol había intentado captar el colori- do de viejos rincones isleños, jardines encantados y calvarios silenciosos, do- radas por el sol sus toscas cruces de piedra y de palo. Hasta el sector izquierdista mallor- quín resultaba moderado. De la Penín- sula, llegaban periódicos, revistas, libros inflamados de inquietudes, mas, las gen- tes, como henchidas del sortilegio ma- ravilloso de la tierra madre, embelesada ante el azul eterno del mar y del espa- cio; desconocían el frenen de las pasio- nes sociales y reivindicadoras. No obs- tante, allá en Palma, flameaba una an- torcha libertaria: «Cultura Obrera». Pe- ro los compañeros que conocimos, bue- nos y abnegados, no gustaban de la es- CIENCIA y ANARQUÍA L A Naturaleza, en su incesante transformación energética y mor- fológica, ha dado origen, en su apartado rincón del Cosmos, a la vida orgánica funcional, como manifestación de su potencialidad creatriz y equilibra- dora, en el campo de acciones y fuer- zas universales. La aparición de la vida sobre nues- tro pequeño planeta, perdido en la in- mensidad de los espacios intersiderales, no ha sido obra del azar, sino que es el resultado casual, de la reunión, en el espacio y en el tiempo, de una homo- geneidad de causas suficientes y nece- sarias para su aparición. Siendo la vida una necesidad para que la Naturaleza no rompa su equili- brio y no pierda su armonía, es natural que el hombre, que es hasta ahora el producto más perfecto que ella ha crea- do, resulte ser en la Naturaleza, lo que los sentidos son el hombre; esto es, asi como los sentidos nos sirven para autoinpeccionarnos, asi el género hu- mano, sirve para que la Naturaleza se autoinspeccione a sí misma. En esta autointrospección de la Na- turaleza, que para nosotros significa su comprensión; cuánto hemos profundi- zado ya; pero, cuánto nos queda aun por investigar y comprender. Quizá, es- tos para nosotros grandes balbuceos que hemos realizado, sean apenas el princi- pio de una labor eterna, sin fin. Pero no obstante a la ignorancia del hombre ante numerosos problemas de la Natu- raleza, mucho es lo que se ha avanza- do en el campo dominado por la es- cala humana. Es más, ya hemos comen- zado a salir de esta escala dimensional, y hemos paseado nuestros asombrados ojos, en el mundo de lo infinitamente pequeño, que constituye la esencia del Universo, asi como en el mundo de lo infinitamente grande, que constituye ias formas objetivas y materiales de la es- tructura cosmológica universal. Pero nuestra instropección, ha sido más amplia aún. Hemos analizado de un modo bastante general y completo la naturaleza intrínseca de nuestro pro- pio pensamiento. Nos conocemos en unj forma, que creemos bastante aproxima- da; pero con todo, bien pocos son los que han realizado esta obra y los que han podido estudiar esta inmensa la- bor realizada por el potencial energé- tico cerebral del hombre. Bien pocos han sido. Cuánto no habríamos avanza- do ya, si todos hubiéramos colaborado en esta ardua y magna tarea. Es el afán de investigación, de cono- cer lo desconocido, lo que ha hecho evolucionar a tan alto grado al hombre; este afán, no sólo lo tiene el ser hu- mano, sino que es una característica fundamental de todo el reino animal, únicamente que este instinto, de curio- sidad en los animales, se ha ido dife- Octavio Alberola renciando gradualmente en el transcur- so de las distintas etapas evolutivas a la par que el cerebro directriz de los mismos transformándose en un ins- tinto más complejo, más «perfecto» en el hombre. Cómo habríamos llegado a situarnos en el centro pensante de nuestro Uni- verso, sin ese espíritu de investigación de las causas que nos mueven. Nunca el hombre habría llegado, a serlo, si ese primitivo instinto de curio- sidad, no hubiese evolucionado en él, hasta convertise en un espíritu instin- tivo de investigación desinteresada de todas nuestras sensaciones, de todas nuestras acciones. Sin el espíritu de in- vestigación, el hombre seria en la Na- turaleza, uno más de los numerosos ani- males que poblan las selvas y los bos- ques; descollaría, quizá, por su esta- tura y constitución; pero sin ninguna diferencia importante que lo destacara de los demás. Caracterizando el progreso humano por este espíritu de investigación, es natural que él sea la base de todos nuestros adelantes, tanto en el terreno técnico, como en el ideológico y so- cial. Esta sed de investigación, que aun- que se manifestaba en unos individuos más que en otros, ha sido la causa de nuestro máximo desarrollo desempeña un papel vital en la evolución humana, en su marcha ascendente hacia las cum- bres del conocimiento y la perfección. IJI Humanidad existe, porque vive en el hombre este grandioso espíritu de investigación desinteresado para co- nocer los fenómenos naturales, para co- nocer la verdad de los mismos, que en si, todo esto, es lo que constituya la esencia del ideal científico. Sin esto, no existiría el hombre y tampoco la Humanidad- La Ciencia, no es más que la gene- ralización de este espíritu de investiga- ción de la verdad, aplicado a todos los procesos naturales, aun a los mismos que nos forman este irrefrenable deseo de conocer. Es, pues, la Ciencia la investigación desinteresada de la verdad, de las cau- sas y de los hechos, de todos los fenó- menos naturales a nuestro alcance. Para que la Ciencia lo sea, debe ser siempre esto, sólo esto y no más. Debe investigar, pero sin buscar de antemano un fin práctico en sus conclusiones, ya que ese no es su objeto, pues éste, es el de los técnicos, el de los inventores, e] de todos aquellos que, aprovechando los descubrimientos científicos, produ- cen, crean o inventan útiles prácticos para la vida vegetativa y social del hombre. El verdadero científico, es el que ani- mado de este espíritu, se profundiza en la inmensidad de lo ignorado, busca, analiza y relaciona el aparente caos, volviéndole ante nuestros ojos, su ver- dadero orden y armonía. El científico, es el reconstructor ante la mente humana de la estructura del Universo, de la naturaleza de nuestros pensamientos, no sólo en el pasado y en el presente, sino en el futuro tam- bién. A la luz de la Ciencia, de la verda- dera Ciencia — no sujeta a consignf-s o prejuicios —, se derrumban todas las mentiras convencionales, todos los mi- tos en que ha creído la humanidad y en los que aun persiste en creer. He aquí el valor inmenso de la Cien- cia en el terreno ideológico y social, su importancia es enorme para compren- der las verdaderas bases en que se asienta una doctrina, una teoría o un ideal. Esta labor científica, aplicada al anarquismo, f'j¿, realizada por Kropot- kine, Reclus y muchos otros teóricos anarquistas, que dedicaron gran paite (Pasa a la página 2.) tridencia, amaban mejor la plática so- crática, serena y razonada. Un día las co'as cambiaron de un modo brusco, brutal. Los vecinos de las inmediaciones de la catedral de Palma, imponente, ciclópeo frente al azul del mar, anotaron una agitación desacostum- brada: jóvenes estudiantes, oficiales del Ejército, guardias civiles, curas, canóni- gos, gente forastera de mirada torva y de maneras desenvueltas y autoritaria't. Promediando la media noche, se les ció penetrar en la catedral. Iban a un con- ciliábulo de misteriosa conspiración. Ya de madrugada, fueron saliendo a paso apresurado, tomando direcciones, en pe- queños grupos. Es de creer que cada grupo tenía una misión a realizar... Y ahora, mejor será resumir lo dicho por Jorge Bernanos, el notable escritor rCNTAUÜ francés, fallecido no hace mucfio. Vamos a traducir unos fragmentos de su libro «Les Grands Cimetiéres sous la Lurte» (Los Grandes Cementerios bajo la Lu- na). Bernanos se encontraba allí cuando sv desencadenó la represión. Se trata de un escritor católico y monárquico. Pa- rece ser que, ideológicamente, debería de haber estado con Franco y sus se- cuaces. Mas tenia una conciencia limpia y era un hombre honrado y sincero. De ahí que se sublevara ante los crímenes perpetrados, denunciándolos al mundo en su libro magnifico. «Yo he visto en Palma de Mallorca dice pasar por la Rambla camio- nes cargados de hombres. Iban grises los coches de polvo de las carreteras, grises también los hombres, sentados de cuatro en cuatro. Los recogían todas las tardes, por las aldeas distantes, a la hora en que regresaban del campo. Partían para el último viaje, la camva colada a la es- palda por el sudor del trabajo del día.» En las poblaciones y la capital solían ir de noche. «A mediados de agosto de 1936 en la población de Manacor, doscientos veci- nos, considerados como sospechosos de extremismo, se les hizo levantar de la cama en plena noche, fueron conduci- dos por grupos al cementerio, muertos a balazos en la cabeza y quemados en montón un poco más allá de donde fue- ron asesinados. El Arzobispo de Palma había mandado allí un sacerdote, quien, los zapatos tintos de sangre, administra- ba las absoluciones entre descarga y des- carga.» Habla Bernanos del siniestro persona- je que, en nombre de Mussolini, y con la reverencial aquiescencia de Franco, se hizo dueño de la isla. Hackise llamar pomposamente Conde Rossi. «El recién venido, no era-, naturalmente, ni conde, ni Rossi, solamente un funcionario ita- liano pertenecience a las «Cami as Ne- gras». Vestido de pantalón y camisa ne- gros, bordada en el pecho de la camisa una enorme cruz blanca. Recorría los poblados conduciendo él mismo su co- che de carreras, que se esforzaban en alcanzar, entre nubes de polvo, otros au- tomóbiles repletos de hombres armados hasta los dientes.» Ciertamente, el go- bierno italiano disponía en Palma, de colaboradores menos vistosos que ese bruto, quien afirmaba un día, en la me- sa de una gran dama palmesana, mien- tras se limpiaba los dedos en el man- tel, que le hacia falta, por lo me- nos, una mujer por día.» «Pero la mi- sión particular que le había sido con- fiada se adaptaba perfectamente a su manera de ser. Era la organización del Terror.» «Los caminos apartados de la isla, asi como los alrededores de los cementerios, recibieron regularmente su fúnebre cosecha. Obreros, campesinos, asi como también personas acomodadas, farmacéuticos, notarios, etc.» «Descen- dían de los vehículos, se alineaban y ¡Pan! ¡pan! Ipanl Los cadáveres eran juntados al borde del camino donde los enterradores los encontraban al día si- guiente, abierta la cabeza, la nuca des- cansando sobre una contra de sangre coagulada.» «La cifra que voy a dar prosigue Bernanos me ha sido facilitada por uno de los jefes de la represión palme- "ana. La confrontación popular es bien diferente. Al principio de marzo de 1937, tras de siete meses de guerra ci- vil, se contaban tres mil de estos ase- sinatos. Siete me?es hacen doscientos días, o sea un promedio de quince eje- cuciones por día. Me permito recordar que la pequeña isla puede cruzarse fá- cilmente, de uno a otro extremo, en dos horas.» Muchos son los datos que ofrece el libro de Bernanos, muchas las escenas de la represión que relata; hechos re- pugnantes que revelan la inconcebible crueldad de los siniestros personajes ani- madores o ejecutadores de la represión, gentes con instinto de hiena. Y, tenga- mos en cuenta que el escritor habla tan solo del tiempo que allí vivió, de lo que pudo comprobar, de los datos que allí le facilitaron. Juzgúese ti, a los doce o trece años de poderío fascista habrá pro- ducido estragos la represión habida. Y, todo ello hecho, naturalmente, con la aquiescencia del Arzobispo de Palma, y y de sus acólitos. De los que se llaman «ministros de Dios en la tierra»; de los que predican «amaos los unos a los otros». Hemos podido hablar con familias de Mallorca; nos han contado horrores. Et- cenas, detalles, que superan a lo dicho por Bernanos; referencias al respecto de los encarcelamientos, de las palizas bes- tiales. Ha habido ensañamiento contra los sospechosos de izquierdismo, contra sus familiares. Se ha hecho exten'ivo ese odio feroz a los amigos de los pri- meros, y a los amigos de los amigos. Tienen los mallorquines fama de ser pacíficos. Poco propicios a bullangas y alboroto; aman el trabajo y la paz del hogar; mas ha sido tan grave el daño que se les ha hecho a miles y miles de ellos, que es humano, que es lógico, guarden en su interior el rencor acumu- lado. Ya se ha dicho que quien «siembra vientos recoge tempestades». Y tal vez, un día, en las agonías del infame régimen franquista, esos isleños que tanto lian sufrido, vibren de indignación romo, cuando sus antiguos antecesores diez- maban a pedradas las hordas de piratas sarracenos que desembarcan en la isla para robar bienes y mujeres. Y ataquen, con denuedo, a los causantes del mal. Y levanten hogueras vindicativas, altas como la catedral de Palma. MAS ACÁ IDIE ILA GUIMERA IA EfOPETA del acratismo hispano C ON frecuencia oímos proferir quejas, emitir criterios que son lamentos, deslizar conceptos que rezuman apostasía. «Hay que vivir de realidades», certifican. «Ha llegado la hora de prescindir de la utopia». No es una reflexión de sabios. Esta hora del apeo de nuestro Clavileño lo han pregonado, años ya, los burgueses más obtusos sin que ninguno de nos- otros les hiciera coro ni caso. Conocía- mos la hostilidad ambiente, las dificul- tades de la tarea emprendida, y no por ello nos achicábamos ni regateábamos esfuerzo alguno. El propósito era mag- nifico y a él acudíamos con devoción e intransigencia. Humanismo, cuanto se quiera, pero no el despilfarro de un solo átomo de ideal. Los quejumbrosos de ahora andaban de concierto con nosotros muy firmes en sus pasos. Eran los hombres ani- mosos rebosando juventud. El sol les parecía un disco impulso de los deseos de vida y «no un mísero cenicero, que es como lo ven en la actualidad. He aquí el efecto de las prisas. El caminante aguijoneado quiere llegar de un salto a la tierra de promisión de- seada, trata de alcanzar una estrella con las manos para calmar la sed de su espíritu. Iluso, buen desconocedor de las proporciones (y del alcance de sus deseos), no se da cuenta de la cor- tedad de sus piernas y de sus brazos. Desea llegar y no llega; entonce se MEDALLONES EUROPEOS I GUAL que su vida digna y atormen- tada, la obra de Georges Eekhoud es un hermoso ejemplo de indepen- dencia y de esfuerzo creador. Nacido en Amberes en 1854, de padres flamen- cos, quedó huérfano siendo niño aún. Su tutor lo envió a estudiar a Suiza. Regresó a su país a la edad de dieci- siete años, ingresando en la escuela mi- litar de Bruselas. Su temperamento de revoltow y de sensible observador de la vida, lo alejó de la carrera de las armas. Debido a esta circunstancia, se disgustó con toda su familia, volviendo a Amberes donde, ya libre de las ca- denas convencionales, se consagró a la literatura. En 1881 desempeñóse como redactor de «Etoile belge»; más tarde, fundó con Emile Verhaeren «La jeune Belgique». Ha sido también profesor de literatura en la academia de bellas ar- tes y en la escuela normal e igualmen- te entusiasta en la cátedra como en el campo literario. lnició'e con tres volúmenes de ver- sos: «Myrtes et Cypres», «Zigzags poé- tiques» y «Les Pittoresques», en los cuales afirma su personalidad «severa ante los burgueses, fraternal frente al pueblo». «Keres Doorik», una prodigio- a novela, presenta a los plebeyos ser- viles o místicos, rebeldes o brutales. En tres volúmenes de cuentos: «Ker- messes», describió con fidelidad escenas de las famosas diversiones flamencas: contilona formidables, sensualismo ro- busto y exuberante de una raza que ha quedado sensible ante las bellezas del arte. Después, Eekhoud pasó al dra- ma de la ciudad. «La nouvelle Cartha- ge» es la fresca inmensa y vibrante de Amberes, puerto lleno de legiones de «parásitos sociales». Sigue la novela «Les milices de Saint-Francois» reedi- tado bajo el titulo «Faneuse d'Amour». En lo que respecta a colecciones de cuentos: «Cycle patibulaire» y «Com- munions», escribió Remy de Gourmont que ellas abarcaron «el grito apasiona- do, el más digno y límpido de las ter- nuras y cariños, de la compasión y el desprecio de Georges Eekhoud, cuya obra constituye el tercer volumen de la maravillosa trilogía de la literatura belga; los dos primeros volúmenes lle- van el titulo: «Maeterlinck, Verhaeren». *En 1899, fué enjuiciado por «Escal Vigor»; la traducción rusa fué prohi- bida por la censura. El mi'mo Eekhoud explicó el carácter de esta novela: «Pa- ra traer un poco de apaciguamiento evangélico, he examinado y vendado la más grave de las plagas humanas, ¿a que padecen los «uvanistas», los des- heredados del amor, los malditos de la vida. Pretendidos cristianos espíritus farisaicos confundieron «Escal Vigor», qeu es un acto de compasión, con un atentado a sus asi llamadas obras de asistencia. Por el amor que siente ha- cia los vagabundos, Eekhoud se halla muy próximo de Máximo Gorki. Esto se evidencia también en «Voyous de ve- lours», novela penetrada por un aliento de compasión, pero también de ven- ganza, por ser fustigados la moral y los | hábitos burgueses. «Estoy asaz cansado de las mentiras y la verborrea del mun- do de arriba, expresa el autor. El arte y la literatura de los burgueses mien- ten igual que la religión, que el ho- nor y la moral de los mismos. Estos hombres hablan y escriben muy bien. Pero no tienen más alma que sus fonó- grafos. ¡Y su implacable y siniestra cortesía! ¡Retóricos y sofistas! Nunca hablaron más de Dios, desde que no creen en él». Al lado de una veintena de volúme- nes, de ensayos y novelas, Eekhoud es cribió también para el teatro, obras his- tóricas, trabajos biográficos y críticos. poz óuqen (%elqiá Adaptó tres piezas de Shakespeare. Su drama: «Perkin Werbeek, l'imposteur magnanime», obtuvo en 1911 un éxito triunfal, igual i¡ue «Les fu Ules de Ma- line». También publicó monografías so- bre los pintores de animales de Bélgi- ca, sobre Henri Conscience, Peter Be- noit. Y también un interesante estudio histórico: «Au siécle de Shakespeare». Otro estudio: «Les libertins d'Anvers», al cual dedicó trece año. de investiga- ción, constituye en esencia «la historia de la metrópoli fundada en la idea de la voluptuosidad, que siempre ha esta- do mezclada en el destino de esta ciu- dad flamenca». La obra de Eekhoud, escribe Hem Day, íes «poderosa, violenta, triste y humana, he aquí por qué Eekhoud se coloca entre los mejores y los más nobles forjadores de la novela belga». A la calumnia y a la mentira, opone la bondad: «Debemos ser enérgicos y dig- nos, pero sobre todo debemos ser bue- nos.» La guerra ha sido para él una maldición odiosa. Debido a su franca actitud y a la firmeza de sus conviccio- nes, fué perseguido también después de la guerra. Fué alejado de las cáte- dras que dictaba: «Lo golpearon en el estómago, para tocarle el cerebro». La conspiración del silencio no pudo que- brantarlo. Eekhoud resistió por su ideal de bondad y fraternidad. Su alma era demasiado grande para herrar con él rebaño servil y estúpido. No participo en la sangrante traición de 1914-1918. En «Des Hommes», un simple bosque- jo, dejó un amargo testimonio, hen- chido de di"gusto y de compasión. Em- pero la juventud belga ha sabido brin- darle el gran homenaje meses antes de su fallecimiento (1927), celebrando a uno de los más sinceros y más calum- niados escritores belgas, quien ha que- rido ser no solamente «hijo de la pa- tria», sino también ciudadano de la hu- manidad: «La patria de la humanidad está por encima de la pequeña patria ..» Verhaeren, su gran cantarada, dijo que lo que nutre y dirige el arte de Georges Eekhoud, es su corazn. El co- razón más que él cerebro. Por eso es que, seguramente, lo admiró, pero más lo amó, leyendo sus libros tan intensa- mente humanas. fatiga y sueña en la deserción. Y, en- corajinado, escupe al paso de los infle- xibles, de los que no saben si llegarán, pero que conocen su misión de acer- carse a lo que se va. El drama está en que los sujetos des- corazonados sean españoles. No porque el español sea mejor o peor que el res- to de los mortales, sino porque es hom- bre único, hasta ahora, en haber pisa- do la zona práctica de las realizaciones sociales. Lo que antes fué preocupación especulativa, terminó por convertirse en propósito logrado. En nuestras mo- cedades, nos dispusimos a perforar el muro de la indiferencia ciudadana, sin preocupación del gaje inmediato. Tra- bajamos a cuenta del «quién sabe», y J. IBII^tl esa obstinación nos ha conducido a la zona del «es posible». En efecto, el es- fuerzo inicial de nuestros viejos, secun- dado por la actual generación liberta- ria, ha confirmado que, en materia so- cial, el vocablo «imposible» carece de sentido. Frente a las escuelas mixtificadoras y al burguesismo, y en oposición a todos los rutinarismos, las teorías del acratis- mo primitivo modernizadas por nues- tros clásicos fin de siglo, podían ser consideradas, mejor que ahora, despla- zadas e irrealizables por los deprimi- dos de la época. Podía decirse en 1890, con más propiedad que en 1951, pues- to que entonces no existia el precedente de una revolución cumplida, que la doctrina anarquista era tan hermosa uomo candida, o que desde el Estado se podía impulsar el pensamiento anties- tatista, y lo único que se hubiese con- seguido con esta táctica de asfixia hu- biera sido dispensar al enemigo de la molestia del anarquismo. Gracias a la visión, o mejor, a la miopía de unos supuestos practicistas, el ideal supremo de la Humanidad se habría momentá- neamente eclipsado. Contrariamente, ocurrió que los com- pañeros de entonces fueron de la ma- dera más dura, tanto, que a su vera los anarco-colaboracionistas de hoy pa- recen cirios dedicados a la santa Opor- tunidad. Los conspicuos de la escuela anarquista se quemaron alma y cejas en el estudio del porvenir, muriendo a la luz de las ideas. Esa es Obra, como lo es, también, el heroísmo consciente de los ejemplaristas de Chicago y el drama desesperado de los ácratas de Jerez de la Frontera y del castillo de Montjuich. Por la honradez y la constancia de nuestros clásicos braceros o intelec- tuales que fuesen los actuales hemos adquirido una madurez y un prestigio que nada aconseja desperdiciar. Somos torrente arroilador e irrigador según la fase salido de fuente inspiradora. Cantos a la Luna, convenimos haberlos entonado; pero jalones, los hemos plan- tado también. Si el albañil, alguna vez, se ha sentido poeta en el andamio, la obra no ha dejado de crecer. Los burgueses, que antaño nos inter- pretaron simples soñadores, se engiña- ron, como asi lo tienen reconocido. Tan impuestos se hallan de nuestras facul- tades creadoras, que han cubierto con fascistas su vanguardia. El viejo Seis- dedos, con su nieta Libertaria, simboli- zan acción y porvenir, y no una com- posición de pesadilla. Los Sindicalistas catalanes de 1920 cayeron pistoleados por el miedo refugiado en el Fomento del Trabajo Nacional. Ese esfuerzo cau- dal «de los que transigieron», de los que no se amilanaron ni ante las burlas ni ante el cadalso, determinó la gesta- ción de una fuerza obrera consciente, limpiamente determinada, claramente definida, que se presentó en la arena de la lucha bien dispuesta y sin enga- ños para nadie. Fueron este valor, esta ruda franqueza, quienes granjearon al Movimiento la simpatía del mundo del trabajo y de todas las personas frecuen- temente engañadas por los políticos que prometen del Estado lo que el Estado no puede dar. Fué la verdad expresada en el Sindicato y comprobada en el tajo y en la calle, lo que nos hizo crecer hasta el tumulto, hasta convertir la chis- pa alumbrada por nuestros precursores en un hogar imposible de extinguir. Bajo la égida libertaria, del elemento prejuzgado incapaz de conseguir ningún bien material que aliviara las condicio- nes de existencia de la clase obrera, los jornales fueron elevados, los horarios re- ducidos y la personalidad del trabajador vigorosamente reconocida, incluso en los feudos caciquiles asequibles a la Con- federación. Todo esto es innegable porque es his- toria reciente, cristalizada en el entu- siasmo creador de 1936, en cuyas lla- mas flameó enhiesto el espíritu de nues- tros grandes maestros Y toda aquella juventud que se perdió en los fragores del combate, ¿qué pretendía sino la li- quidación del presente régimen social? (Pasa a la página 3.)

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Prix 1 2 francs

I B F E B R E R O 1 9 5 1

N° 2 8 2

R é d a c t i o n e l A d m i n i s t r s t i o n

4, rué Belforí, 4 — TOULOUSE (Haute-Cnronne>

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/la civilización áe mide poz el encum-azamiento moral, máá que poz la cul. tuza científica: quien al mínimum de eqotémo zeune el máximum de conmi-éezacion u deápzendimienlo, áe llama civilizado; quien todo lo poApone al intezéá individual faciendo de áu uo el cenizo del univezéo, defae llamazáe vázvazo; máá que vázbazo, ave de

zapiha.

| U u . A w ^ m t t m . u w n u » « » . A « m » m . t » ^

¿LA POLÍTICA ESPAHOLA? ¿LA POLÍTICA itlTERüfiCiOlIOL?

| i El deber de la juventud ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ libertaria! I

I ERMITAÑOS el lector que no hablemos hoy de la actual i ­dad política de E s p a ñ a ; cuanto allí sucede es t an extre­m a m e n t e bochornoso, es t an hor r ip i lan te , que la sola idea | j

de examinar el contenido de la prensa fascista produce náuseas. El problema español, t an debat ido en las esferas políticas

mundiales , ya no es problema ni pa ra moros n i pa ra cris t ianos. Es amigo de «cunos» el fascismo hispano, porque a «unos» les in teresa esa amis tad , a pesar del lodo que ella lleva consigo; y enemigo de «otros» porque es amigo de los primeros. No hay n inguna cuestión moral que cuente, y, por lo tan to , nadie pue­de pretender que se eleven voces poderosas an te el imperat ivo de la dolorosa imagen de nus t ro Pueblo esclavizado.

España tiene en su haber su posición geográfica y «su» ejér­cito. Nada m á s y n a d a menos. Y eso es lo que cuenta pa ra quie­nes la mora l , la dignidad y la vergüenza son t ras tos absoluta­mente inútiles en estos t iempos t a n extraordinar ios .

• * • No hablemos, tampoco, de la actual idad política in ternacio­

nal . También ella produce náuseas ; como el problema español, como todo lo que de la política—en la in terpre tac ión que de ta l pa labra t ienen Stalin, T ruman y o t ras estrellas del e s t a t i s m o -emana .

Va hay agresor pa ra las Naciones Unidas. Va existe una ( h i ñ a belicista y agresora. Va todo marcha como sobre ruedas. V el prestigio amer icano no h a sido mermado , ni h a perdido nada de su deslumbrador brillo... a fuer de sinceros, poco envi­diable.

Sin embargo, n a d a parece afianzar las posibilidades de paz. Nada permite creer que el gran pa t r i a rca de los hombres con ¡ coleta no sentirá—y lo ha sentido—su prestigio mermado. En ¡ consecuencia, cabe esperar que su reacción sea idént ica a la del i prestigioso Estado que combate en las cercanías de Seúl con ¡ verdadera furia. '

i

* • * ¿lie qué hablaremos, pues, en este editorial? Cosas no tal- ¡

tan, acaso sob ran ; pero será necesario que solamente digamos J a nues t ros jóvenes lectores que por encima de la ola de barba- i r ismo que a r remete contra los hombres , que por encima de las ¡

LAS HIENAS en ha

pasiones desencadenadas , de los subterfugios y habi l idades per­versas que cubren todos los horizontes, el joven no debe olvidar nunca, en n ingún t rance , en n ingún momento , su deber de estu­diar , de superarse, de formarse ideológicamente p a r a hacer más M

laM

m\ Nuest ras con- ¡

Adelante, v

eficaz, hoy, m a ñ a n a y siempre, su apor tación a la lucha por libertad y por la emancipación del ser humano .

Nues t ras ideas exigen de nosotros ese esfuerzo, vicciones nos t razan , por si solas, el camino a seguir. pues, sin vacilaciones, sin dilaciones, con la seguridad d e que > sonará la ho ra de la libertad. V esa será nues t ra h o r a : la de \ los hombres libres. i

V P n ^ t i L n w f t f n w w ^ t < m . « . i t m p n . t m t t m . , . n . T y i

T RANQUILA, silente, rodeada de azul, bañadas sus «calas» de en­sueño por la espuma del mar.

Dormía la isla, perfumada por la resina de los pinares, sorbiendo el salino alien­to del «Mare Nostrum». Bello heraldo de la primavera, la flor del almendro blanqueaba llanos y o/tros allá prome­diado febrero.

Vivían los isleños una existencia uni­forme, esa áurea médiocritas de los lati­nos, sin grandes alegrías ni profundas tristezas. Deambulando por el campo, en las largas tardes estivales, una me­lopea de tono dulzón y lastimero, anti­guas canciones vernáculas, herencia di­tos árabes. Y asi pasaban los años.

¡Tenía la isla sus poetas: Alcover, Ma­ría Antonia Salva, Alomar, de entre los los más representativos. Cantaban unos las tradiciones, la vida patriarcal en las viejas casonas, perdidas por los recodos de la serranía. Algunos, henchidos de entusiasma universalista, lanzaban arpe­gios de rebelión, ansiosos de horizontes nuevos, anhelantes de e-as conmociones sociales capaces de transformar el sezgo de los pueblos. Habían pasado por Ma­llorca, tomando la isla como un remonto de paz, de calma espiritual, artistas y poetas. Esos grandes soñadores que han dejado como una estela de su paso a lo largo de los caminos del mundo. En la noche espectral de Valtdemosa, Cha­pín había desgranado la melodía de sus «nocturnos». En las horas gribes del in­vierno la Jorge Sand meditaba acerca del antagonismo existente entre la belle­za de la naturaleza y la rapacidad y rutina de las gentes. Rubén Darío, de­ambulando por la isla, sintió el influjo melancólico de sus crepúsculos otoñales. Rusihol había intentado captar el colori­do de viejos rincones isleños, jardines encantados y calvarios silenciosos, do­radas por el sol sus toscas cruces de piedra y de palo.

Hasta el sector izquierdista mallor­quín resultaba moderado. De la Penín­sula, llegaban periódicos, revistas, libros inflamados de inquietudes, mas, las gen­tes, como henchidas del sortilegio ma­ravilloso de la tierra madre, embelesada ante el azul eterno del mar y del espa­cio; desconocían el frenen de las pasio­nes sociales y reivindicadoras. No obs­tante, allá en Palma, flameaba una an­torcha libertaria: «Cultura Obrera». Pe­ro los compañeros que conocimos, bue­nos y abnegados, no gustaban de la es-

CIENCIA y ANARQUÍA L A Naturaleza, en su incesante

transformación energética y mor­fológica, ha dado origen, en su

apartado rincón del Cosmos, a la vida orgánica funcional, como manifestación de su potencialidad creatriz y equilibra-dora, en el campo de acciones y fuer­zas universales.

La aparición de la vida sobre nues­tro pequeño planeta, perdido en la in­mensidad de los espacios intersiderales, no ha sido obra del azar, sino que es el resultado casual, de la reunión, en el espacio y en el tiempo, de una homo­geneidad de causas suficientes y nece­sarias para su aparición.

Siendo la vida una necesidad para que la Naturaleza no rompa su equili­brio y no pierda su armonía, es natural que el hombre, que es hasta ahora el producto más perfecto que ella ha crea­do, resulte ser en la Naturaleza, lo que los sentidos son el hombre; esto es, asi como los sentidos nos sirven para autoinpeccionarnos, asi el género hu­mano, sirve para que la Naturaleza se autoinspeccione a sí misma.

En esta autointrospección de la Na­turaleza, que para nosotros significa su comprensión; cuánto hemos profundi­zado ya; pero, cuánto nos queda aun por investigar y comprender. Quizá, es­tos para nosotros grandes balbuceos que hemos realizado, sean apenas el princi­pio de una labor eterna, sin fin. Pero no obstante a la ignorancia del hombre ante numerosos problemas de la Natu­raleza, mucho es lo que se ha avanza­do en el campo dominado por la es­cala humana. Es más, ya hemos comen­zado a salir de esta escala dimensional, y hemos paseado nuestros asombrados ojos, en el mundo de lo infinitamente pequeño, que constituye la esencia del Universo, asi como en el mundo de lo infinitamente grande, que constituye ias formas objetivas y materiales de la es­tructura cosmológica universal.

Pero nuestra instropección, ha sido más amplia aún. Hemos analizado de un modo bastante general y completo la naturaleza intrínseca de nuestro pro­pio pensamiento. Nos conocemos en unj forma, que creemos bastante aproxima­da; pero con todo, bien pocos son los que han realizado esta obra y los que

han podido estudiar esta inmensa la­bor realizada por el potencial energé­tico cerebral del hombre. Bien pocos han sido. Cuánto no habríamos avanza­do ya, si todos hubiéramos colaborado en esta ardua y magna tarea.

Es el afán de investigación, de cono­cer lo desconocido, lo que ha hecho evolucionar a tan alto grado al hombre; este afán, no sólo lo tiene el ser hu­mano, sino que es una característica fundamental de todo el reino animal, únicamente que este instinto, de curio­sidad en los animales, se ha ido dife-

Octavio Alberola renciando gradualmente en el transcur­so de las distintas etapas evolutivas — a la par que el cerebro directriz de los mismos — transformándose en un ins­tinto más complejo, más «perfecto» en el hombre.

Cómo habríamos llegado a situarnos en el centro pensante de nuestro Uni­verso, sin ese espíritu de investigación de las causas que nos mueven.

Nunca el hombre habría llegado, a serlo, si ese primitivo instinto de curio­sidad, no hubiese evolucionado en él, hasta convertise en un espíritu instin­tivo de investigación desinteresada de todas nuestras sensaciones, de todas nuestras acciones. Sin el espíritu de in­vestigación, el hombre seria en la Na­turaleza, uno más de los numerosos ani­males que poblan las selvas y los bos­ques; descollaría, quizá, por su esta­tura y constitución; pero sin ninguna diferencia importante que lo destacara de los demás.

Caracterizando el progreso humano por este espíritu de investigación, es natural que él sea la base de todos nuestros adelantes, tanto en el terreno técnico, como en el ideológico y so­cial.

Esta sed de investigación, que aun­que se manifestaba en unos individuos más que en otros, ha sido la causa de nuestro máximo desarrollo desempeña un papel vital en la evolución humana, en su marcha ascendente hacia las cum­bres del conocimiento y la perfección.

IJI Humanidad existe, porque vive en el hombre este grandioso espíritu

de investigación desinteresado para co­nocer los fenómenos naturales, para co­nocer la verdad de los mismos, que en si, todo esto, es lo que constituya la esencia del ideal científico. Sin esto, no existiría el hombre y tampoco la Humanidad-

La Ciencia, no es más que la gene­ralización de este espíritu de investiga­ción de la verdad, aplicado a todos los procesos naturales, aun a los mismos que nos forman este irrefrenable deseo de conocer.

Es, pues, la Ciencia la investigación desinteresada de la verdad, de las cau­sas y de los hechos, de todos los fenó­menos naturales a nuestro alcance. Para que la Ciencia lo sea, debe ser siempre esto, sólo esto y no más. Debe investigar, pero sin buscar de antemano un fin práctico en sus conclusiones, ya que ese no es su objeto, pues éste, es el de los técnicos, el de los inventores, e] de todos aquellos que, aprovechando los descubrimientos científicos, produ­cen, crean o inventan útiles prácticos para la vida vegetativa y social del hombre.

El verdadero científico, es el que ani­mado de este espíritu, se profundiza en la inmensidad de lo ignorado, busca, analiza y relaciona el aparente caos, volviéndole ante nuestros ojos, su ver­dadero orden y armonía.

El científico, es el reconstructor ante la mente humana de la estructura del Universo, de la naturaleza de nuestros pensamientos, no sólo en el pasado y en el presente, sino en el futuro tam­bién.

A la luz de la Ciencia, de la verda­dera Ciencia — no sujeta a consignf-s o prejuicios —, se derrumban todas las mentiras convencionales, todos los mi­tos en que ha creído la humanidad y en los que aun persiste en creer.

He aquí el valor inmenso de la Cien­cia en el terreno ideológico y social, su importancia es enorme para compren­der las verdaderas bases en que se asienta una doctrina, una teoría o un ideal. Esta labor científica, aplicada al anarquismo, f'j¿, realizada por Kropot-kine, Reclus y muchos otros teóricos anarquistas, que dedicaron gran paite

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tridencia, amaban mejor la plática so­crática, serena y razonada.

Un día las co'as cambiaron de un modo brusco, brutal. Los vecinos de las inmediaciones de la catedral de Palma, imponente, ciclópeo frente al azul del mar, anotaron una agitación desacostum­brada: jóvenes estudiantes, oficiales del Ejército, guardias civiles, curas, canóni­gos, gente forastera de mirada torva y de maneras desenvueltas y autoritaria't. Promediando la media noche, se les ció penetrar en la catedral. Iban a un con­ciliábulo de misteriosa conspiración. Ya de madrugada, fueron saliendo a paso apresurado, tomando direcciones, en pe­queños grupos. Es de creer que cada grupo tenía una misión a realizar...

Y ahora, mejor será resumir lo dicho por Jorge Bernanos, el notable escritor

rCNTAUÜ francés, fallecido no hace mucfio. Vamos a traducir unos fragmentos de su libro «Les Grands Cimetiéres sous la Lurte» (Los Grandes Cementerios bajo la Lu­na). Bernanos se encontraba allí cuando sv desencadenó la represión. Se trata de un escritor católico y monárquico. Pa­rece ser que, ideológicamente, debería de haber estado con Franco y sus se­cuaces. Mas tenia una conciencia limpia y era un hombre honrado y sincero. De ahí que se sublevara ante los crímenes perpetrados, denunciándolos al mundo en su libro magnifico.

«Yo he visto en Palma de Mallorca — dice — pasar por la Rambla camio­nes cargados de hombres. Iban grises los coches de polvo de las carreteras, grises también los hombres, sentados de cuatro en cuatro. Los recogían todas las tardes, por las aldeas distantes, a la hora en que regresaban del campo. Partían para el último viaje, la camva colada a la es­palda por el sudor del trabajo del día.»

En las poblaciones y la capital solían ir de noche.

«A mediados de agosto de 1936 en la población de Manacor, doscientos veci­nos, considerados como sospechosos de extremismo, se les hizo levantar de la cama en plena noche, fueron conduci­dos por grupos al cementerio, muertos a balazos en la cabeza y quemados en montón un poco más allá de donde fue­ron asesinados. El Arzobispo de Palma había mandado allí un sacerdote, quien, los zapatos tintos de sangre, administra­ba las absoluciones entre descarga y des­carga.»

Habla Bernanos del siniestro persona­je que, en nombre de Mussolini, y con la reverencial aquiescencia de Franco, se hizo dueño de la isla. Hackise llamar pomposamente Conde Rossi. «El recién venido, no era-, naturalmente, ni conde, ni Rossi, solamente un funcionario ita­liano pertenecience a las «Cami as Ne­gras». Vestido de pantalón y camisa ne­gros, bordada en el pecho de la camisa una enorme cruz blanca. Recorría los poblados conduciendo él mismo su co­che de carreras, que se esforzaban en alcanzar, entre nubes de polvo, otros au-tomóbiles repletos de hombres armados hasta los dientes.» Ciertamente, el go­bierno italiano disponía en Palma, de colaboradores menos vistosos que ese bruto, quien afirmaba un día, en la me­sa de una gran dama palmesana, mien­tras se limpiaba los dedos en el man­tel, que le hacia falta, por lo me­nos, una mujer por día.» «Pero la mi­sión particular que le había sido con­fiada se adaptaba perfectamente a su manera de ser. Era la organización del Terror.» «Los caminos apartados de la isla, asi como los alrededores de los cementerios, recibieron regularmente su fúnebre cosecha. Obreros, campesinos, asi como también personas acomodadas, farmacéuticos, notarios, etc.» «Descen­dían de los vehículos, se alineaban y ¡Pan! ¡pan! Ipanl Los cadáveres eran juntados al borde del camino donde los enterradores los encontraban al día si­guiente, abierta la cabeza, la nuca des­cansando sobre una contra de sangre coagulada.»

«La cifra que voy a dar — prosigue Bernanos — me ha sido facilitada por uno de los jefes de la represión palme-"ana. La confrontación popular es bien diferente. Al principio de marzo de 1937, tras de siete meses de guerra ci­vil, se contaban tres mil de estos ase­sinatos. Siete me?es hacen doscientos días, o sea un promedio de quince eje­cuciones por día. Me permito recordar que la pequeña isla puede cruzarse fá­cilmente, de uno a otro extremo, en dos horas.»

Muchos son los datos que ofrece el libro de Bernanos, muchas las escenas de la represión que relata; hechos re­pugnantes que revelan la inconcebible crueldad de los siniestros personajes ani­madores o ejecutadores de la represión, gentes con instinto de hiena. Y, tenga­mos en cuenta que el escritor habla tan solo del tiempo que allí vivió, de lo que pudo comprobar, de los datos que allí le facilitaron. Juzgúese ti, a los doce o

trece años de poderío fascista habrá pro­ducido estragos la represión habida. Y, todo ello hecho, naturalmente, con la aquiescencia del Arzobispo de Palma, y y de sus acólitos. De los que se llaman «ministros de Dios en la tierra»; de los que predican «amaos los unos a los otros».

Hemos podido hablar con familias de Mallorca; nos han contado horrores. Et-cenas, detalles, que superan a lo dicho por Bernanos; referencias al respecto de los encarcelamientos, de las palizas bes­tiales. Ha habido ensañamiento contra los sospechosos de izquierdismo, contra sus familiares. Se ha hecho exten'ivo ese odio feroz a los amigos de los pri­meros, y a los amigos de los amigos.

Tienen los mallorquines fama de ser pacíficos. Poco propicios a bullangas y alboroto; aman el trabajo y la paz del hogar; mas ha sido tan grave el daño que se les ha hecho a miles y miles de ellos, que es humano, que es lógico, guarden en su interior el rencor acumu­lado. Ya se ha dicho que quien «siembra vientos recoge tempestades». Y tal vez, un día, en las agonías del infame régimen franquista, esos isleños que tanto lian sufrido, vibren de indignación romo, cuando sus antiguos antecesores diez­maban a pedradas las hordas de piratas sarracenos que desembarcan en la isla para robar bienes y mujeres. Y ataquen, con denuedo, a los causantes del mal. Y levanten hogueras vindicativas, altas como la catedral de Palma.

MAS ACÁ IDIE ILA GUIMERA

IA EfOPETA del acratismo hispano

CON frecuencia oímos proferir quejas, emitir criterios que son lamentos, deslizar conceptos que

rezuman apostasía. «Hay que vivir de realidades», certifican. «Ha llegado la hora de prescindir de la utopia».

No es una reflexión de sabios. Esta hora del apeo de nuestro Clavileño lo han pregonado, años ya, los burgueses más obtusos sin que ninguno de nos­otros les hiciera coro ni caso. Conocía­mos la hostilidad ambiente, las dificul­tades de la tarea emprendida, y no por ello nos achicábamos ni regateábamos esfuerzo alguno. El propósito era mag­nifico y a él acudíamos con devoción e intransigencia. Humanismo, cuanto se quiera, pero no el despilfarro de un solo átomo de ideal. •

Los quejumbrosos de ahora andaban de concierto con nosotros muy firmes en sus pasos. Eran los hombres ani­mosos rebosando juventud. El sol les parecía un disco impulso de los deseos de vida y «no un mísero cenicero, que es como lo ven en la actualidad.

He aquí el efecto de las prisas. El caminante aguijoneado quiere llegar de un salto a la tierra de promisión de­seada, trata de alcanzar una estrella con las manos para calmar la sed de su espíritu. Iluso, buen desconocedor de las proporciones (y del alcance de sus deseos), no se da cuenta de la cor­tedad de sus piernas y de sus brazos. Desea llegar y no llega; entonce se

MEDALLONES EUROPEOS

I GUAL que su vida digna y atormen­tada, la obra de Georges Eekhoud es un hermoso ejemplo de indepen­

dencia y de esfuerzo creador. Nacido en Amberes en 1854, de padres flamen­cos, quedó huérfano siendo niño aún. Su tutor lo envió a estudiar a Suiza. Regresó a su país a la edad de dieci­siete años, ingresando en la escuela mi­litar de Bruselas. Su temperamento de revoltow y de sensible observador de la vida, lo alejó de la carrera de las armas. Debido a esta circunstancia, se disgustó con toda su familia, volviendo a Amberes donde, ya libre de las ca­denas convencionales, se consagró a la literatura. En 1881 desempeñóse como redactor de «Etoile belge»; más tarde, fundó con Emile Verhaeren «La jeune Belgique». Ha sido también profesor de literatura en la academia de bellas ar­tes y en la escuela normal e igualmen­te entusiasta en la cátedra como en el campo literario.

lnició'e con tres volúmenes de ver­sos: «Myrtes et Cypres», «Zigzags poé-tiques» y «Les Pittoresques», en los cuales afirma su personalidad «severa ante los burgueses, fraternal frente al pueblo». «Keres Doorik», una prodigio-a novela, presenta a los plebeyos ser­

viles o místicos, rebeldes o brutales. En tres volúmenes de cuentos: «Ker­messes», describió con fidelidad escenas de las famosas diversiones flamencas: contilona formidables, sensualismo ro­busto y exuberante de una raza que ha quedado sensible ante las bellezas del arte. Después, Eekhoud pasó al dra­ma de la ciudad. «La nouvelle Cartha-ge» es la fresca inmensa y vibrante de Amberes, puerto lleno de legiones de «parásitos sociales». Sigue la novela «Les milices de Saint-Francois» reedi­tado bajo el titulo «Faneuse d'Amour». En lo que respecta a colecciones de cuentos: «Cycle patibulaire» y «Com-munions», escribió Remy de Gourmont que ellas abarcaron «el grito apasiona­do, el más digno y límpido de las ter­nuras y cariños, de la compasión y el desprecio de Georges Eekhoud, cuya obra constituye el tercer volumen de la maravillosa trilogía de la literatura belga; los dos primeros volúmenes lle­van el titulo: «Maeterlinck, Verhaeren».

*En 1899, fué enjuiciado por «Escal Vigor»; la traducción rusa fué prohi­bida por la censura. El mi'mo Eekhoud explicó el carácter de esta novela: «Pa­ra traer un poco de apaciguamiento evangélico, he examinado y vendado la más grave de las plagas humanas, ¿a que padecen los «uvanistas», los des­heredados del amor, los malditos de la vida. Pretendidos cristianos espíritus farisaicos confundieron «Escal Vigor», qeu es un acto de compasión, con un atentado a sus asi llamadas obras de asistencia. Por el amor que siente ha­cia los vagabundos, Eekhoud se halla muy próximo de Máximo Gorki. Esto se evidencia también en «Voyous de ve-lours», novela penetrada por un aliento de compasión, pero también de ven­

ganza, por ser fustigados la moral y los | hábitos burgueses. «Estoy asaz cansado de las mentiras y la verborrea del mun­do de arriba, expresa el autor. El arte y la literatura de los burgueses mien­ten igual que la religión, que el ho­nor y la moral de los mismos. Estos hombres hablan y escriben muy bien. Pero no tienen más alma que sus fonó­grafos. ¡Y su implacable y siniestra cortesía! ¡Retóricos y sofistas! Nunca hablaron más de Dios, desde que no creen en él».

Al lado de una veintena de volúme­nes, de ensayos y novelas, Eekhoud es cribió también para el teatro, obras his­tóricas, trabajos biográficos y críticos.

poz óuqen (%elqiá Adaptó tres piezas de Shakespeare. Su drama: «Perkin Werbeek, l'imposteur magnanime», obtuvo en 1911 un éxito triunfal, igual i¡ue «Les fu Ules de Ma-line». También publicó monografías so­bre los pintores de animales de Bélgi­ca, sobre Henri Conscience, Peter Be-noit. Y también un interesante estudio histórico: «Au siécle de Shakespeare». Otro estudio: «Les libertins d'Anvers», al cual dedicó trece año. de investiga­ción, constituye en esencia «la historia de la metrópoli fundada en la idea de la voluptuosidad, que siempre ha esta­do mezclada en el destino de esta ciu­dad flamenca».

La obra de Eekhoud, escribe Hem Day, íes «poderosa, violenta, triste y humana, he aquí por qué Eekhoud se coloca entre los mejores y los más nobles forjadores de la novela belga». A la calumnia y a la mentira, opone la bondad: «Debemos ser enérgicos y dig­nos, pero sobre todo debemos ser bue­nos.» La guerra ha sido para él una maldición odiosa. Debido a su franca actitud y a la firmeza de sus conviccio­nes, fué perseguido también después de la guerra. Fué alejado de las cáte­dras que dictaba: «Lo golpearon en el estómago, para tocarle el cerebro». La conspiración del silencio no pudo que­brantarlo. Eekhoud resistió por su ideal de bondad y fraternidad. Su alma era demasiado grande para herrar con él rebaño servil y estúpido. No participo en la sangrante traición de 1914-1918. En «Des Hommes», un simple bosque­jo, dejó un amargo testimonio, hen­chido de di"gusto y de compasión. Em­pero la juventud belga ha sabido brin­darle el gran homenaje meses antes de su fallecimiento (1927), celebrando a uno de los más sinceros y más calum­niados escritores belgas, quien ha que­rido ser no solamente «hijo de la pa­tria», sino también ciudadano de la hu­manidad: «La patria de la humanidad está por encima de la pequeña patria ..»

Verhaeren, su gran cantarada, dijo que lo que nutre y dirige el arte de Georges Eekhoud, es su corazn. El co­razón más que él cerebro. Por eso es que, seguramente, lo admiró, pero más lo amó, leyendo sus libros tan intensa­mente humanas.

fatiga y sueña en la deserción. Y, en­corajinado, escupe al paso de los infle­xibles, de los que no saben si llegarán, pero que conocen su misión de acer­carse a lo que se va.

El drama está en que los sujetos des­corazonados sean españoles. No porque el español sea mejor o peor que el res­to de los mortales, sino porque es hom­bre único, hasta ahora, en haber pisa­do la zona práctica de las realizaciones sociales. Lo que antes fué preocupación especulativa, terminó por convertirse en propósito logrado. En nuestras mo­cedades, nos dispusimos a perforar el muro de la indiferencia ciudadana, sin preocupación del gaje inmediato. Tra­bajamos a cuenta del «quién sabe», y

J. I B I I ^ t l esa obstinación nos ha conducido a la zona del «es posible». En efecto, el es­fuerzo inicial de nuestros viejos, secun­dado por la actual generación liberta­ria, ha confirmado que, en materia so­cial, el vocablo «imposible» carece de sentido.

Frente a las escuelas mixtificadoras y al burguesismo, y en oposición a todos los rutinarismos, las teorías del acratis­mo primitivo modernizadas por nues­tros clásicos fin de siglo, podían ser consideradas, mejor que ahora, despla­zadas e irrealizables por los deprimi­dos de la época. Podía decirse en 1890, con más propiedad que en 1951, pues­to que entonces no existia el precedente de una revolución cumplida, que la doctrina anarquista era tan hermosa uomo candida, o que desde el Estado se podía impulsar el pensamiento anties-tatista, y lo único que se hubiese con­seguido con esta táctica de asfixia hu­biera sido dispensar al enemigo de la molestia del anarquismo. Gracias a la visión, o mejor, a la miopía de unos supuestos practicistas, el ideal supremo de la Humanidad se habría momentá­neamente eclipsado.

Contrariamente, ocurrió que los com­pañeros de entonces fueron de la ma­dera más dura, tanto, que a su vera los anarco-colaboracionistas de hoy pa­recen cirios dedicados a la santa Opor­tunidad. Los conspicuos de la escuela anarquista se quemaron alma y cejas en el estudio del porvenir, muriendo a la luz de las ideas. Esa es Obra, como lo es, también, el heroísmo consciente de los ejemplaristas de Chicago y el drama desesperado de los ácratas de Jerez de la Frontera y del castillo de Montjuich.

Por la honradez y la constancia de nuestros clásicos — braceros o intelec­tuales que fuesen — los actuales hemos adquirido una madurez y un prestigio que nada aconseja desperdiciar. Somos torrente arroilador e irrigador — según la fase — salido de fuente inspiradora. Cantos a la Luna, convenimos haberlos entonado; pero jalones, los hemos plan­tado también. Si el albañil, alguna vez, se ha sentido poeta en el andamio, la obra no ha dejado de crecer.

Los burgueses, que antaño nos inter­pretaron simples soñadores, se engiña-ron, como asi lo tienen reconocido. Tan impuestos se hallan de nuestras facul­tades creadoras, que han cubierto con fascistas su vanguardia. El viejo Seis-dedos, con su nieta Libertaria, simboli­zan acción y porvenir, y no una com­posición de pesadilla. Los Sindicalistas catalanes de 1920 cayeron pistoleados por el miedo refugiado en el Fomento del Trabajo Nacional. Ese esfuerzo cau­dal «de los que transigieron», de los que no se amilanaron ni ante las burlas ni ante el cadalso, determinó la gesta­ción de una fuerza obrera consciente, limpiamente determinada, claramente definida, que se presentó en la arena de la lucha bien dispuesta y sin enga­ños para nadie. Fueron este valor, esta ruda franqueza, quienes granjearon al Movimiento la simpatía del mundo del trabajo y de todas las personas frecuen­temente engañadas por los políticos que prometen del Estado lo que el Estado no puede dar. Fué la verdad expresada en el Sindicato y comprobada en el tajo y en la calle, lo que nos hizo crecer hasta el tumulto, hasta convertir la chis­pa alumbrada por nuestros precursores en un hogar imposible de extinguir. Bajo la égida libertaria, del elemento prejuzgado incapaz de conseguir ningún bien material que aliviara las condicio­nes de existencia de la clase obrera, los jornales fueron elevados, los horarios re­ducidos y la personalidad del trabajador vigorosamente reconocida, incluso en los feudos caciquiles asequibles a la Con­federación.

Todo esto es innegable porque es his­toria reciente, cristalizada en el entu­siasmo creador de 1936, en cuyas lla­mas flameó enhiesto el espíritu de nues­tros grandes maestros Y toda aquella juventud que se perdió en los fragores del combate, ¿qué pretendía sino la li­quidación del presente régimen social?

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Page 2: LAS HIENAS

RUTA

Cazia¿ da cAueaa ¿Uazk

Máquinas geniales y asesinas *>VVV»*WS»"»/*»VVVVS

E L Departamento del Trabajo de la do en fábricas y carreteras para dismi-

ciuaad de Washington, publica nuir los accidentes del trabajo y del estadísticas anuales; ios que acá- tráfico: carteles ilustrativos, consejos

ban de aparecer ofrecen algunas cifras murales, folletos... No son las máquinas elocuente*: perfectas las culpables; es el pobre ier

En 1947, los accidentes del trabajo humano que las ha creado, muy enci-produ/eron 2.059.000 lisiados y 17.0U0 ma de su poder y hasta de su inteli-cadaveres. El tiempo perdido a causa de estos accidentes y muertes, equivale a 233 millones 700 mil días de labor de tbO.UOO obreros. Calculando a un dolar la Iwra, el resultado es mil oclio-cienios sesenta y nueve millones de do­lares. Muclias guerras copiaron menos en muertos, lisiados, horas de labor perdidas y dinero gestado.

A estas muertes e invalideces causa­das por las máquinas productoras, ha­bría que agregar las que ocasionan las transportadoras; las estadísticas conocí­ais hasta ahora, también son de elocuen­cia conmovedora:

En el año 1946, un millón doscientas mil personas (mujeres, niños y hombres) sufrieron accidentes de automóviles, lo que representa una población ipual a la de ciudades como Albany, Buffalo, Rochester y Syracuse, juntas. Los daños materiales suman novecientos millones de dólares, sin contar los daños y per­juicios pagados a las victimas, de las cuales 32-500 murieron. En 1947, se­gún cálculos, las cifras son muy seme­jantes. Para el año 1951 ya se preparan 30.000 féretros.

El Presidente Truman llama a estos resultados del automovilismo, la «des-gracia nacional», y para hallar medios de disminuir su creciente intensidad llamó al mayor general Philip B. Fle­ming, para organizar en la Casa Blan­ca una Conferencia de Seguridad Ca­rreteril, porque «la nación no puede continuar soportando esas pérdidas de vidas humanas, esa pérdida de capaci­dad fi'ica en los baldados, y esas pér­didas de dólares».

En la sola ciudad de Nueva York circulan 750.000 vehículos ahora que no es posible adquirir uno sin esperar meses. A pesar de e a penuria, los que ruedan en sus calles paralelas y en es­tado de perfecta conservación, causaron el año pasado 29.267 accidentes, de los cuales 582 fatales. El alcalde y las au­toridades del tráfico urbano se arran­can los cabellos por anticipación pen­sando en lo que ocurrirá cuando la pro­ducción se normalice y todo ciudadano adquiera el «motor-car» de fus sueños. Los expertos estiman que cuando ello suceda, habrá en Nueva York UN MI­LLÓN de automóviles registrados... sin contar los cientos de miles que diaria­mente entran y salen de y hacia otras ciudades vecinas.

Todas las precauciones ** han toma-

gencia, como lo demuestran los dos ce­rebros mecánicos que funcionan en este

Alejandro SUX país: el IBM, de la Universidad de Harward, trabaja desde 1944 y, se­gún se asegura, gracias a su labor fué posible realizar la prodigiosa canti­dad de cálculos que exigió la creación de la bomba atómica; el BM acaba de salir de los planos, construido por la International Business Machines Corpo­ración, después de gastar 750.000 dola­res.

Este cerebro BM está calculando ya la posición de la luna durante los si­glos XX y XIX, labor que exigiría al­gunos millones de matemáticos dedica­dos a ello durante todas sus existencias. Se espera que el BM dé el resultado exacto dentro de dos años. Este BM trabaja con una velocidad 250 veces mayor que el IBM de Harward, y tiene una capacidad «mental» para operar hasta con 400.000 dígitos.

Entretanto, no se sabe dónde, se fa­brica otra máquina portentosa destina­da a llevar el primer mensaje terrestre a los pálidos y lentos celenitas; cuando et BM haya hecho sus cálculos sobre la situación de la luna, la otra máquina disparará al inofewivo y romántico sa­télite con la certeza de no errarle, co­mo le pasó al proyectil que Julio Verne le hizo disparar con letras de molde en su profélica novela. El proyectil, co­mo bien nuestro, hará explosión entre dos cráteres helados de Setene, y la luz que despedirá será tan intensa que po­drá verse a simple vista desde la tierra. Si la luna está habitada... vaya uno a saber lo que ocurrirá a sus habitantes con la explosión y la deslumbrante cla­ridad que engendrará. Este aspecto de la cota no preocupa a nadie; los selenitas, si existen, debe nestar muy por debajo de los japoneses en la escala zoológica, y para ensayar la «atómica», como es sa­bido, se prefirió a los nipones porque los alemanes, nazis o no, son más seme­jantes a los hombres que hoy empuñan el mango de la sartén internacional. El proyectil atómico y deslumbrador que estallará en la luna será la carta de visita de nosotros, los terrestres archi-civilizados y archimecanizados, para esos pobres «lunáticos» que, seguramente, carecen de automóviles asesinos, y de BM geniales.

V E2V la Tierra la vida se mantiene gra­

cias a un intercambio ininterrumpi­do entre los organismos vivientes y

el medio en que habitan. Se dice que liay simbiosis cuando una o varias de esas entidades logran asegurar su exis­tencia común mediante un intercambio cha por la existencia, tal como la plan de servicios.

Simbiosis viene de dos palabras griegas: «sym», que 'significa con, y «bios», que significa vida. El ejemplo clásico nos lo da la fábula del ciego y del paralitico, pero la Naturaleza ella misma tiende a convertirse en una in­mensa simbiosis de elementos solidarios

flores, y esas mismas flores que les bio de servicios equivalentes, es decir, brindan sus jugos para la elaboración gracias a un equilibrio entre servicios de la miel. Hasta hay simbiosis entre dados y los servicios recibidos. Cuando los reinos vegetal y animal, pues pese este equilibrio queda roto, existe «la a las exterminaciones, y como no ad- explotación» de un lado, y «el parasi-mitimos la teoría darciniana de la lu-

tean los que de ella se han servido, es

pie CID preciso reconocer que un pululamiento excesivo llegaría a suprimir todo rastro de vida sobre la corteza terrestre.

El cuerpo humano es una simbiosis de órganos, cada órgano es una aso-

Emile Vertiaeren L A obra de Verhaeren ha sido des­

naturalizada por esos críticos y apologistas belicosos, quienes pre­

tendieron colocar al gran poeta entre los campeones sublevados por «la furia sagrada sontra la barbarie de Alema­nia». Algunos de sus versos de 1914, cuando Bélgica fué invadida por los ejércitos imperiales, podrían justificar su revuelta patriótica. Pero aquellos se

patrióticos. El verdadero Verhaeren ts simple, sincero, fraternal, con impulsos ilimitados. No le pongamos más la eti­queta como poeta francés o belga, sino que pongamos en evidencia sus visiones europeas y universales. «Indulgente y tan poco cáustico en que no tenia más necedad o la arrogancia», él habría re-qeu la sombra de una sonrisa ante la pudiado el epíteto de poeta nacional

pierden en el amplio fresco poético de que le dieron los críticos superficiales,

SEXO Y SOCIEDAD I NDISCUTIBLEMENTE, todos los

complejos morales y sexuales que afectan al individuo son un produc­

to de la actual organización social. Esta mantiene su existencia en el principio de autoridad, basada en la moral de la fuerza y no en la fuerza de la moral. Las relaciones entre sus componentes están al margen del concepto de justi­cia emanado de la naturaleza de los hombres y de las cosas. Es el privilegio de unos que prima contra el derecho social de los otros. Y para mantener esa desigualdad, constituyente de la más odiosa injusticia, la violencia, norma co­mo procedimiento, para sojuzgar y do­minar al individuo.

En todos los ámbitos y en todas las esferas de relación en nuestra sociedad, pues, el espíritu de autoridad controla, vigila e impide el desenvolvimiento de nuestros actos más naturales.

En los lugares de trabajo, es el pa­trón, el jefe de personal o el capataz, el que personificando la mentalidad autori­taria reinante, subyuga al individuo.

En el hogar, es el padre, erigido en jefe de familia el que por reflejo del medio ambiente ejerce la autoridad pa­terna a modo de poder absoluto. De esta forma, en la mayor parte de los casos, la castración del espíritu de li­bertad y de independencia de los hijos

complétase reduciéndolos a pobres entes sumisos, sin alma para iniciativa alguna.

Tirana! y despotismo por doquier bru­talmente practicados saturan el ambien­te social, del espíritu de sumisión a los poderosos, inclinado a respetar sus in­tereses, inclinado a obedecer sus leyes que sólo la iniquidad garantizan.

Pues bien, es precisamente de este vi­lipendioso estado de cosas, de donde surge la morbosa reacción del individuo soñando con el poder y las riquezas, as­pirando con ello a someter a sus seme­jantes. Y, no solamente reacciona que­riendo asimilar las prerrogativas de los que mandan y los bienes de los pode­rosos .sino que el individuo medio, ima­gen de pobres gentes, ansia con supe­rarlos.

El ansia de poder invade todas las funciones del alma y consiguientemente las del cuerpo, originando las inextri­cables complicaciones del problema se­xual; porque el ansia de Poder surge directamente de la represión de instin­tos, producida por la práctica de la au­toridad en todas nuestras funciones más vitales.

Es incontestable que la autoridad se impone a la mayoría con ayuda de las más repugnantes mentiras; la religiosa que en el orden fisiológico y biológico reprime y desvía nuestros instintos so­

fismo» del otro.

En el caso de las relaciones entre el reino animal y el vegetal, reconocemos estos dos aspectos de la simbiosis: uno perfecto en el caso del intercambio mutuo de ácido carbónico y oxigeno, otro imperfecto que trae aparejadas consecuencias fatales. Por ejemplo, los gigantescos saurios de las épocas anti­diluvianas devoraron los bosques con

los unos de los otros. de órganos, cada órgano es una aso- se apacentaban y provocaron de Existe simbiosis entre las bacterias aación de tepdos, cada tendo una sim- rechazo fo desaparición de la especie,

que la sirven de abono químico a la bwsis de células, cada célula la nmbio- £ n d lano humano es ia expiota. aerra y los animales y las plantas que sis de un centro celular y un. proto- ción ¿el ¿ ^ ^ p0T e¡ hombre el fac-alimentan con sus excrementos; existe plasma, cada centro celular una sim- t0T principa; de este desequilibrio, simbiosis entre los vegetales que asimi- biosis de órganos minúsculos formados \~ lan el anhídrido carbónico del aire y los a su vez por una asociación de mo- Todas las morales existentes, revesti-animales en los que ese anhídrido es léculas. • das con el ropaje de la creencia o con un producto de excreción; existe sim- Todas estas formas de cooperación o e}, de la razón, se han empeñado con biosis entre las abejas que fecundan las ayuda subsisten gracias a un intercam- ^xtto escaso, en trazarle al hombre una

serie de mandamientos o deberes. En realidad, toda moral puede re­

ducirse a dos fórmulas en que se con­densen los deberes positivos y los de­beres negativos; la primera seria: «Haz a tu próximo lo que quisieras que te hiciesen a ti mismo»; y otra, «no ha­gas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti mismo». Y de paso se suprimiría todo concepto de obliga­ción, sanción y demás imperativos con que muchas éticas y religiones han pre­tendido transformar al hombre so pre­texto de que «la letra con sangre en­tra». Educando al hombre, no con cha­musquinas eternas, sino dándole un aldabonazo en su conciencia, se evitará que, pese a ser un animal sociable, se quede a mitad de camino a la hora de las realizaciones.

Mientras tanto, las legislaciones, en nuestr oestado actual de cosas, admi­ten en sus fundamentos estos principios morales; pero en el terreno de la prác­tica en vez de promulgar leyes que tiendan hacia un equilibrio universal, dan a las formas sociales existentes un viso de legalidad que impide realizarlo.

Hay casos en que los explotados se yerguen contra estas injusticias. Pero a su vez los revolucionarios se convier­ten en legisladores y ¡a explotación subsiste.

La explotación del hombre por el hombre tiene un doble aspecto deni­grante: el del explotado que se ve re­bajado a la, condición de bestia, y el de la persona que explotando a su pró­jimo se convierte en parásito de su pro­pia especie.

No existe, por lo tanto, teniendo en cuenta el principio de la dignidad hu­mana, justificación posible a este fal­seamiento de la simbiosis universal, es decir, al intercambio entre seres libres y de idénticos derechos. No habrá pro-

f reso real y efectivo, no podrá el hom-re pretender a una evolución de su

especie en tanto existan individuos que por una incapacidad, castración diría­mos, física o moral, tienen que subsis­tir a costa del sudor ajeno. En esto el hombre efectúa una regresión neta ha­cia la animalidad, i Qué actitud ha de adoptarse ante este problema? En el aspecto pasivo es muy sencillo: bajo ningún pretexto ha de explotarse a un semejante, violar el principio de dig­nidad humana o convertirse en pará­sito social. El aspecto activo es mas complicado vistas las formas de vida de la sociedad actual. iCómo ha de comportarse el explotado vis a vis de su explotador? Es evidente que la acep­tación pasiva, voluntaria, sin asomo de rebeldía, de ese atentado a la persona­lidad humana acarrea para el que la recibe la misma responsabilidad que el que la ejerce y que es un deber hacer respetar además la integridad física y moral propia la del prójimo, sometido a la condición de cabeza de ganado. Es ésta una obligación de importancia vital. Si el hombre aspira a realizar una simbiosis perfecta, ha de tener en cuenta que con cada humillación que sufre un semejante suyo, la especie hu­mana da un paso hacia atrás en la pro­gresión hacia la meta del Ideal.

este espíritu universalista La suerte de los mejores poemas de

Veshaeren como nos explica Len Bazal-gette — quien consagró un excelente estudio al autor de «Las Ciudades Ten-tacuiares» — no tiene ninguna relación con la decadencia o la. quiebra de de­terminada doctrina. Se nos habló de las «tesis», de la «filosofía social» de V e r fia social o antisocial. Precis imeuto haeren. Dejemos en la carpeta la filoso-cuando expresa los esfuerzos de las mul­titudes contemporáneas, Verhaeren per­manece un animador, cuyo poder de exaltación y de comunión puede ser tan eficaz aun después de un milenio, por­que sus poemas poseen la energía lí­rica que no está ligada al suceso de un «movimiento» o de una «tesis».

La obra de Verhaeren puede defen­derse por si misma. No obstante, de­bemos defender a Verhaeren-hombre, a aquel de antes de la guerra, disfra­zado por los homenajes académicos y

M. A r c h i b a c h e v : «.Millones» 175 f V. B . I b á ñ e z : «El P a r a í s o d e l a s M u j e r e s » 450 V. B . I b á ñ e z : « F l o r d e M a y o » 450 V. B . I b á ñ e z : « E n el P a í s de l A r t e » 450 V. B . I b á ñ e z : « L a H o r d a » * 450 F . N i e t z s c h e : «Asi h a b l a b a Z a r a t u s t r a » 175 C. D i c k e n s : « T i e m p o s d i f í c i l e s» 200 P . S. B u c k : « L a B u e n a T i e r r a » 300 F . G a r c í a L o r c a : « Y e r m a » 250 L e ó n T o l s t o i : «Los C o s a c o s » 200 M. L o b a t o ; « M e m o r i a s d e E m i l i a » 425 A. J . C r o n i n : « L a s l l a v e s d e l R e i n o » 400 M á x i m o G o r k i : « L a Madre) ) 225 M á x i m o G o r k i : ((Los ex H o m b r e s » 175 S. L e w i s : « G i d e o n P a n i s h » 300 V í c t o r H u g o : ( ( L i t e r a t u r a y F i l o so f í a» 200 V. B . I b á ñ e z : ( (Cuen tos v a l e n c i a n o s » 200 J . B e n a v e n t e : ((La M a l q u e r i d a » 200 J . B e n a v e n t e : « L a f u e r z a b r u t a » 200 B . P é r e z G a l d ó s : ((El Abue lo» 260 B. P é r e z G a l d ó s : « L a L o c a d e l a c a s a » 320 A. P . V a l d é s : ( ( M a r t a y M a r í a » 260 A P . V a l d é s : ((Años d e j u v e n t u d d e l B r . A n g é l i c o » . . 260 L. T o l t o i : ( (Esc lav i tud m o d e r n a » 120 M a n t e g a z z a : «(Orden y L i b e r t a d » 120 M a x N o r d a u : « P s i c o f i s i o l o g í a d e l G e n i o » 120 D e s c a r t e s : ( (Discurso d e l M é t o d o » 120 H a e c k e l : ((El o r i g e n d e l a V i d a » 120

xuales; la del falaz concepto de superio ridad que tiene por objeto invertir ei : contenido moral de los hombres y, como | consecuencia de estas dos horrendas mentiras, la gran mentira social de los débiles y los fuertes, de los pobres y ios ricos, de los que deben ser gobernados y de los que debne gobernar, empleada con la finalidad de conservar tanto tiem­po como sea posible el bienestar de los privilegiados. Naturalmente, la mentira no seria bastante para someter al indi­viduo. Son los elementos coercitivos más bestiales, los coadyuvantes de la gran mentira social que mantiene a los hom­bres en estado de represión permanente, de represión vasta y total de nuestros sentimientos más humanos, de represión penetrante en todas las fibras de nuestro ser, que llega a ser dominado por com­pleto. Y es ésta la represión producente de los complejos psíquicos. La que re-

Íirime los instintos sexuales, que sin más ibre y amplio desenvolvimiento no so­

lamente no hay beileza ni ventura hu­manas sino que el individuo queda re­ducido a un pingajo anormal, a una exposición de todas las fealdades mora­les y a una lamentable ineptitud para el concurso social. Y al mismo tiempo, es también ésta la represión producente de las caricaturas de hombres que sue­ñan con un poder monstruoso para dar satisfaccin a sus ansias brutalmente se­xuales, ferozmente invertidas, precisa­mente por la represión de sus más na­turales instintos.

Marcel Proust, hombre brillante, lite­rariamente hablando, casi enloqueció a causa de la amvibalencia de sus senti­mientos, producido por el medio auto­ritario, ignorante, falaz, hipócrita, pre­ñado de prejuicios religiosos en que vi­vía. Este hombre de talento que tantos y tan buenos servicios hubiera podido prestar a la humanidad, vio convertida su vida en una ruina a causa de la presa que hizo en él uno de los com­plejos más terribles que producen los desórdenes psíquicos: el complejo de Edipo, Marcel Proust, sufría ese com­plejo que arrancaba de la desviación de sus instintos sexuales producida por la represión de los mismos en su infancia.

Proust, hombre culto y preparado in-telectualmente, se angustiba de la ma­nera más pavorosa por tener que acu­dir a una cita en pleno día.

"Visiones de sangre, de destrucción y de muerte cuyo pensamiento lo domina llenándolo de torturante terror, lo lle­van a a esquizofrenia más alarmante, motivada por ese complejo horrible, ori­ginado como todos los que tienen cua­dro psiquico-sexual, por causas sociales.

Marcel Proust, es uno de tantos y tantos desdichados que al no serles ase- i quible la realización de sus paranoicos ¡ deseos tuvo que debatirse y sucumbir en i el circulo de las monstruosidades origi­nadas por la patológica organización so- I cial que padecemos.

de la misma manera que rechazó el ti­tulo de «bardo» que le dio en el tiem­po de su debut, un provinciano entu­siasta.

Evocando al «otro Verhaeren», Ba-zalgette recordó al hombre cuyas hue­llas buscaba a orillas de Escauta, a Saint-Amand, al hombre de Caillou que aparecía entre las rosas que cubrían la fachada, al hombre de Saint-Cloud tan verídicamente fijado en el retrato de Theo van Rysselberghe — al hombre que duerme (después que las ruedas del tren le seccionaron los pies) en el pe-queo cementerio de Wulveringhln, en un bosquecillo, bajo algunas flores sil­vestres plantadas en 1916, como testi­monio por el corazón salvaje y también manso que cesó de latir y que glorifi­có, como muy pocos, la vida en sus so­berbias acciones:

Lassé des mots, lassé des livres, Je cherche en ma fierté L'octe qui sauve et qui délivre...»

(«Cansodo por las palabras, cansado por los libros, yo busco en mi valentía, el acto que salva y que liberta...»)

O como en su escultural y sin em­bargo dinámico Passeur, él lucha con las olas:

Le passeur d'e&u, les mains aux rames A contre flot, depuis longtemps, Luttait, un rosean entre les dents...

(«El barquero del río, con las manos en los remos, desde mucho tiempo, con­tra la oleada, luchaba, teniendo entre los dientes una caña...»)

CPEÜCIJk Y ANARQUÍA

(Viene de la página I)

de su vida a encontrar las bases cien­tíficas o naturales, en que se asienta la Anarquía.

No por ser un tema tan viejo, la dis­cusión de la existencia de un anarquis­mo científico, deja de tener actualidad y valor. Mas, creo, que la discusión tal como ha sido planteada hasta la fecha, no tiene significado, pues no éste el problema, sino que el mismo Kropot-kine en todos sus estudios, nos está in­dicando la verdadera planteación de tan interesante problema, que es la esen­cia de todo su trabajo científico- litera­rio.

A la pregunta de: existe un anarquis­mo científico, debemos contestar con la siguiente: ¿tiene bases científicas el anarquismo? La respuesta no se hace esperar: los resultados obtenidos por es­tos investigadores y corroborados por investigaciones posteriores, nos hacen responder afirmativamente a tal pre­gunta.

El anarquismo, sí tiene bases cientí­ficas. Todas sus concepciones son el re­sultado, si no de una labor científica pura, sí de la necesidad imperiosa que siente el ser de descorrer los velos que cubren el misterio, para iluminarlo con la radiante luz de nuestro pensamiento. Todos los principios anarquistas, aún en su forma más amplia, han sido pre­cisados y establecidos después de un largo y profundo estudio de los fenó­menos humanos y sociales.

Para asentar que un ideal es bueno, no solo es necesario sentirlo en la inte­rioridad de nuestro ser, sino que es ne­cesario también el demostrar su bondad y validez, dentro del proceso general de la vida en la Naturaleza. Esta labor científica, fué realizada en una forma natural y concisa por Kropoptkine, al demostrar con toda serie de detalles y pruebas, que entre los animales, desde los más inferiores hasta los más com­plejo y diferenciados, el instinto del apoyo mutuo tiene mayor importancia y fuerza, para la supervivencia del in dividuo y de las especies, que el in-comprendido instinto de la lucha por la existencia, señalado por Darwin en sus brillantes trabajos sobre el «Origen del Hombre» y «Origen de las Especies».

La labor científica de nuestros teóri­cos es inmensa, aunque no total, y de un valor innegable, pues sus concepcio­nes filosófico-sociales y humanas, no han sido superadas, hasta la fecha, por nadie. Es más, la verdad y bondad en ellas encerrada, es por todos admirada y sin discusión admitida. Todas las per­sonas — aun las extrañas a nuestros medios —, que tienen nobles sentimien­tos y un poco de cultura, así lo acep­tan, aunque las tachen de utópicas e irrealizables. Pero he aquí, el incalcu­lable valor de la investigación cientí­fica de un Reclus, de un Proudhon, un Kropotkine, etc., al demostrar que nues­tras concepciones no son producto de las mentes de soñadores, sino que son el resultado del estudio de las necesi­dades de la Naturaleza, pues en ella se encuentran operantes y plenamente realizadas nuestras justicieras y natura­les concepciones.

Al demostrar que las especies natu­rales que más han progresado y que da mayor prosperidad disfrutan — aun en contra de las inclemencias del tiem­po y del clima, y del peligro de las otras especies superiores en fuerza y por la práctica de la ayuda mutua en­tre los individuos de su misma especie; habilidad —, sólo lo han podido lograr han demostrado a la vez, que el pro­greso y las prosperidades del hombre, tiene que ser el resultado de la prác­tica del apoyo mutuo entre los huma­nos. Y que es ésta, ¿sino la equidad? Y, ¿qué es la Anarquía, sino la equi­dad en las relaciones humanas?

La investigación científica, ha sido más vasta aún, se ha demostrado que en las especies animales no existen di­ferencias de clases, debidas a distingos económicos, ni individuos con poder so­bre los demás, es decir que las diferen-

LOS NIÑOS, LOS

LO S n i ñ o s s o n c o m o l a s p l a n ­t a s t r e p a d o r a s , q u e se e le­v a n p o r los h i l o s y los so ­

p o r t e s d e c u l t u r a q u e les d i s p o ­n e n l a s p e r s o n a s m a y o r e s .

Ll H u m a n i d a d es u n a c a d e n a cuyo o r i g e n v i e n e d e l a o b s c u r i ­d a d d e l p a s a d o , y s u fin se d i r i g e a l a e t e r n i d a d de l f u t u r o , e s l a b o ­n á n d o s e los i n d i v i d u o s y l a s ge ­n e r a c i o n e s c o n s t a n t e m e n t e . R o m ­per e s t a c a d e n a es r o m p e r l a H i s t o r i a , y e s t o es i m p o s i b l e r a ­c i o n a l m e n t e p e n s a n d o .

S e g ú n e s t o s d o s p r i n c i p i o s , Jas p e r s o n a s m a y o r e s t e n e m o s p e n ­d i e n t e s o b r e n u e s t r a s c o n c i e n c i a s u n a r e s p o n s a b i l i d a d m a y o r q u e la d e l a c o n s e r v a c i ó n d e l a e spe ­cie : l a de l p e r f e c c i o n a m i e n t o d e la m i s m a m e d i a n t e l a e n s e ñ a n z a y l a e d u c a c i ó n .

E s t e p e r f e c c i o n a m i e n t o es lo q u e l l a m a m o s P r o g r e s o .

M u c h o s s o n los e l e m e n t o s con q u e c o n t a m o s los. a d u l t o s p a r a l a e n s e ñ a n z a y e d u c a c i ó n d e los n i ­ñ o s , e n t r e los c u a l e s e x i s t e u n o

! m u y ú t i l y a m e n o : l a s f á b u l a s , \ q u e s o n ( ( compos ic iones l i t e r a r i a s ! e n q u e p o r m e d i o d e u n a a l e g o ­r í a se d a u n a e n s e ñ a n z a ú t i l y

i m o r a l » .

Los f a b u l i s t a s h a n s ido s i e m p r e c e r e b r o s p r i v i l e g i a d o s y h o m b r e a .

d e g r a n s e n s i b i l i d a d y c u l t u r a , q u e h a n p o s e í d o l a r a r a h a b i l i ­d a d d e v e s t i r l a s g r a n d e s v e r d a ­d e s y l a s i d e a s f u n d a m e n t a l e s c o n r o p a j e s s e n c i l l o s y p o p u l a r e s , y e x p r e s a r s e c o n c l a r i d a d y c o n c i s ión p a r a se r c o m p r e n d i d o s p o r t odos , g u s t a n d o e l lo d e s d e el n i ñ o i n o c e n t e h a s t a el v ie jo s a b i o .

H a c e v e i n t i s é i s s ig los , u n p o b r e

Alberto Carsí e s c l a v o g r i e g o , d e f o r m e (he a q u í u n b u e n s í m b o l o ) , l l a m a d o E s o p o , i n v e n t ó e l s i s t e m a d e i n s t r u i r y e d u c a r a l p u e b l o p o r m e d i o d e f á b u l a s , l a s q u e t o d a v í a se l e e n , y l e e r á n s i e m p r e , c o n p l a c e r y p r o v e c h o .

H a c e v e i n t e s ig lo s e x i s t i ó u n m a c e d o n i o , l l a m a d o F e d r o , q u e a d o p t ó t a m b i é n a q u e l s i s t e m a .

M á s t a r d e , el á r a b e L o c m a n o , el l i n g ü i s t a B i t p a y , el p o e t a B a -b r i u s y e l p o l i g l o t a L o k m a n n o c e s a r o n d e s e r v i r a l a c a u s a d e l a C u l t u r a p o r e s t e dif íc i l m e d i o , h a s t a q u e e n el s ig lo X V I I el emi ­n e n t e e s c r i t o r f r a n c é s L a F o n -t a i n e d a a l a luz su m o n u m e n t a l co lecc ión d e f á b u l a s , q u e se h a n h e c h o c é l e b r e s e n t o d o el m u n d o , a c o m p a ñ á n d o l a s c o n e l s e n t i d o h o m e n a j e a E s o p o d e r e s e ñ a r su

ADULTOS iáhulaá

v i d a y a ñ a d i r s u c o n s e j o s o b r e l a m o r a l i d a d d e l a f á b u l a .

L a o b r a d e L a F o n t a i n e s e m e ­j a u n r e g u e r o d e p ó l v o r a , u n a c a m p a n a t o c a n d o a r e b a t o , p u e s e n el s ig lo X V I I I , n a d a m á s q u e c o n o z c a m o s , se p r e s e n t a n o c h o f a b u l i s t a s , . todos f a m o s o s , e n t r e los q u e se h a l l a n a l g u n o s e s p a ­ñ o l e s , q u e h a n s i do t r a d u c i d o s y a d m i r a d o s e n t o d o s los p a í s e s c u l t o s . E s t o s s o n : F e n e l ó n , La-m o t t e - H o u d a r , F l o r i á n , A g u s t í n , I r a ñ e z , P i s ó n y .'os g i g a n t e s S a -m a n i e g o e I r i a r t e .

S i b i e n c a d a o b r a h u m a n a e s s i e m p r e a m p l i a b l e , r e s u l t a dif í ­cil a ñ a d i r p a s o s a l a c a r r e r a i n ­m e n s a d e los f a b u l i s t a s , p u e s p a ­r e c e n a g o t a d o s los t e m a s d e cu l ­t u r a y d e m o r a l e x i s t e n t e s , y se ­r í a n m e n e s t e r i n t e l i g e n c i a s m u y a g u d a s p a r a a p o r t a r c o m p l e m e n ­t o s a !o t a n t r i l l a d o y d e b a t i d o .

De m o m e n t o , m e p e r m i t o r eco ­m e n d a r a l a s f a m i l i a s y a los p r o f e s o r e s q u e p o s e a n l i b r o s d e f á b u l a s q u e l a s l e a n y q u e l a s co­m e n t e n ; y yo m i s m o , e n p r ó x i ­m o s t r a b a j o s , p r o c u r a r é t r a t a r e s t e m i s m o t e m a d e u n a m a n e r a s e n c i l l a , i n f a n t i l , p a r a q u e los n i ­ñ o s se a f i c i o n e n a e s t e m a r a v i ­l loso e s t i l o d e l i t e r a t u r a c u l t u r a l p o r m e d i o d e s í m b o l o s .

cias que los primeros zoólogos encon­traron en las sociedades animales y que las atribuyeron y compararon a las mis­mas que existen en nuestra sociedad, son falsas, pues en estas agrupaciones animales, su misma naturaleza exige a cada individuo' que la forma, el desem­peño de la función para la cual está — física y mentalmente — más capa­citado. .

Generalizando, lo anterior, significa que el individuo dé según su capaci­dad y posibilidades, y que tome todo lo necesario para su vida funcional, li­mitado únicamente, claro está, por las posibilidades de la Naturaleza en el lu­gar en que se encuentre. Y esta fór­mula tan sencilla, pero tan general y completa, ¿qué es, sino la esencia de toda nuestra finalidad económica?

Nuestro amor a la libertad, al ser > a la vida, es resultado de nuestro pro­fundo amor a la verdad, y para llegar a ella, sólo lo podemos hacer por me­diación de la Ciencia, pues únicamente por los caminos científicos podemos aproximarnos a ella y alcanzarla, por que en la Naturaleza rige la fórmula: no haber en ellos ningún prejuicio que nos pueda errar y desorientarnos en nuestra investigación.

De aquí, que el anarquista que debe desear conocer y decir la verdad ante un dogma o una panacea sino por ser todo, debe amar a la Ciencia, no como el arma para nuestra elevación cultu­ral y para nuestra perfección física y espiritual. Debemos ver en eüa, la li­bertadora del hombre a la esclavitud de la ignorancia.

En los problemas sociales que son los que más vivamente sentimos, la Ciencia, poco a poco, va haciendo luz en ellos, y es de esperar que en un tiempo no muy lejano, nos explique las causas que forjaron toda nuestra evolu­ción social, y, que señale las verdade­ras formas de vida que nosotros debe­mos practicar en el futuro, dependien­tes de nuestras conductas presentes Pero sin olvidar que la realización de todo este avance, depende exclusiva­mente del hombre, ya que la Ciencia sólo nos en'eña la verdad, y a nosotros nos corresponde decirla y practicarla.

El anarquista, que para serlo debe amar la verdad, tiene que ser forzo­samente científico; aunque como es na­tural, quedan incluidos dentro del tér­mino, no sólo los que investigan la vi­da y el Universo en el laboratorio o en e] observatorio, sino también todos aquellos que indagan la Naturaleza con el desinteresado deseo de conocerla, en el campo, en la fábrica, en la escuela, en los libros, etc. Todos, si buscamos la verdad de las cosas, podemos ser científicos, pues para ello, es suficiente investigar sinceramente en el campo de nuestras posibilidades. .

En resumen, caracterizada la Ciencia por ese grandioso afán que siente el ser humano por conocer el mundo y su propia naturaleza, y que, debido a esto el hombre ha logrado evolucionar al más alto grado de la perfección fun­cional en el Cosmos1 conocido, resulta que todas sus concepciones ideológicas tienen que ser el resultado de este li­bre espíritu de investigación, para que su validez, en el campo de las acciones humanas, responda a una realidad y no a una ficción metafísica.

De aquí que al buscar las verdade­ras bases que fundamentan el ideal ácrata, nuestros investigadores hayan realizado una labor integralmente cien­tífica y humana. Y, que al encontrar­las y establecer su general validez, ha­yan constituido lo que, sin temor ni dudas podemos llamar: «las bases cien­tíficas del anarquismo». .

Lo extraño es que en los medios li­bertarios, existan personas y grupos, que vean, si no con asco, si con indiferen­cia, la labor científica realizada, no sólo por los teóricos de nuestro ideal, sino también la que realizan los nuevos in­vestigadores por alcanzar las cumbres del conocimiento y la verdad. Por lo tanto, no es de extrañar, que el anali­zar cualquier principio anarquista — a la luz de la Ciencia —, sea visto como una presunción, pues existen grupos, pequeños por fortuna, que pretenden asentar «su anarquismo» en base pura­mente pasionales, no sujetas al análisis de la conciencia y la razón.

El aceptar el anarquismo como un dogma, no sólo nos debe 'repugnar, sino que debemos rechazarlo, por no constituir la Anarquía esto, ni cosa pa­recida tampoco; al igual que nos debe repugnar hacer de la Ciencia un dog­matismo, que debemos seguir y creer ciegamente, pues la Ciencia en en sí misma libertaria, ya que no sólo da libertad de investigación, sino que la exige aún para analizar las verdades ya confirmadas, pues, siempre ve en esta aceptadas y que parecen totalmente labor algún beneficio para nuestro co­nocimiento de la realidad, porque, si cjl analizarlas no encontramos error en ellas, más validez adquirirán para el futuro.

Por todo lo anterior* tenemos que concluir, que la Anarquía es una for­ma social de convivencia humana, que responde a una necesidad lógica y na­tural, que siente el individuo de vivir la vida plenamente, como es ella, des­bordante, fecunda e integral,

Esto es, el hombre sano, rebosante de vida pasional e intelectiva, siente la natural necesidad de vivir su vida, con toda la plenitud de sus órganos y fa­cultades, realizando con esto el equili­brio en la armoniosa realidad de la Naturaleza..

Por esto es que podemos afirmar, que el ideal ácrata, que encierra en si to­das las cualidades positivas del ser, pensamiento y acción, amor y libertad, es el ideal que más ampliamente res­ponde—hasta ahora—a las necesidades reales de la naturaleza humana, y que la Ciencia es la que nos da la exacta noción de estas cualidades, asi como nos indica, el mejor modo de realizar­las, para alcanzar la cima final de la Anarquía, la emancipación del linaje humano. Octavio ALBEROLA.

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Page 3: LAS HIENAS

P á g . 3

L O B A D A S F E R O C E S PORO LO JUVENTUD DECADENTE HE escrito y manifestado muchas No somos hombres fanatizados, no los pueblos para romper todas las ca-

veces que los libertarios o anar- somos profetas ni adámicos, en tanto denas que le oprimen. 1 L «Relato de la Destrucción de In- chables estos últimos ni para traviesas pelaje y ladrido, al Yus yuris, a la va- j dias», de Bartolomé de las Casas, de ferrocarril en calidad de durmientes; cad política, al trust hambreador, a la , M multitudes y en particular en las ¡u- fundamente realistas, que pretendemos cial en l a jerarquización política y au-

quistas, traíamos de despertar en que anarquistas y revolucionarios, pro- Los que fundamentaron el orden so-

que a los historiadores de cámara son votados a eterna infamia en el li- empresa de presa. Y i cuál tiene madre? | v e n t u d e s d e a m b o s l a c o n c i e n c i a i m p u l s a r el sentido 'realistas de la li y del vaso y el grifo, parece un panfleto helo del fraile; dan boqueadas de peni antiespañol, a mi me hace los huesos tente y de criminal en ese suplicio me-caldo y me los baña en agua de rosas siánico, cuando lo leo que no es con la frecuen­cia que el cuerpo me lo pide.

La literatura de nuestro Siglo de Ora-lina no esuviera cabal, si le faltase esa

Sin embargo iqué Isaias, con la ira- i , o s . „ „ . m a s n o b l e s s e n t i m i e a . cundía huracanada de sus crispantes au- ¡ tos> s e m b r a r i d g a s d e l i b e r a c i o n d e „ ._. . ™ „ -_ „. ._^_,„„. | t 0 S i s e m D r a r ¡deas de liberación y d( líos, se yergue a ™Mecir todas esas , b i e n e s t a r g e n e r a l induciéndoles a prac

Felicitémonos de que e n caló bien especies de cautividad; crucifica con t ¡ c a r i d e a s d e . Q d e t o l e r a n c i ! , d e

metáfora como botes de lanza a tanto d a m u t de solidaridad y amor, malhechos guüloUnable, pingo de horca, a c t i v a r r e a l ¡ z a r é s t a s n o b [ e _ (¡m. que nos tiene en cepos y en grillo,, nos , c e p c i o n e s m o r a l e ¡ . q u e d i g n i f i c a n y

enaltecen al hombre

ma°cado cuaje una de las protestas mas imponentes, que son decoro de letras no

toritaria, desnaturalizaron o desdibuja-bertad hacia su corolario: EL COMU- ron siempre las creaciones populares, NISMO LIBERTARIO. jamás los pueblos organizaron las gue-

La trayectoria de la vida individual r r a s si no los Estados, los pueblos ja-y colectiva se mueve hacia la felicidad m á s lucharon para sostener injusticias que para nosotros estriba en la pleni- y organizar depredaciones

Ángel Samblancat emponzoña la brisa, nos tasa el frijol,

Por tanto, loor al héroe, que en las

Y como genocidas nurembergabíes y Casas es casi el primerito, a quien las enemigos del alfabeto, debemos sindi- conciencias en pena podemos besar la car, extendiéndoles carnet de la Checa, mano, reconociendo al fin la divina pro- | sustituir la sanción e intervención legal al Estado, a la chuca de Chucho el Ro- videcia de un creador, para el que ha i y administrativa por el libre contrato to de Nazaret, a la detenatción de tie- sido una hacienda y un champurre el \ perpetuamente sujeto a revisión v cam-

nnvjaua. _^o^jueron . rras „ numos ^ Umite; Q bofias ^ todo tener adorables « ^ ^ l £ i oP

SEAMOS BUElSfCOMPRÍNSÍVOS

mata de yerbas, que otros llaman florón, a su corona.. La España en que esa rosa estalló en sangres, su cubrió de gloria con ella, más que con «La Araucana» de comercio. E imitemos al ingenio ge ercÚlewe y las actas de Gomara y Ber- nial, que se hizo verbo y voz de la Hu-nal Díaz. Las madres maman más vo- munidad multipartita de su tiempo, luptuosidad del pecho de sus hijos re- La invasión de nuestras almas indio-beldes que de todo un almanaque de tas y la fritanga con que se victimó lides del civismo, por primera vez en la santos conformistas y modregos. Entre siemre a nuestros menguados higadillos, vida y en el arte logró el acento de nosotros, no hay novela picaresca, ni dis- no vinieron con tan extrema Inquisición. Apocalipsis de las grandes justicias, que paratario caballeresco, ni tratado de Mis- 0tms tanU¡s conquistas, sin contar las ^jan materia a memorizar imperecede­ra que supere en chile y arrebato a dd <<Te0riOy>> son £ abaTTOte! e\ peinaje ra hasta en el celuliode. la «Relaciow> de Las Casas, quien con ^ i ^ industrial, la paz armada hasta Y confesamos lisa y planamente que la pluma estuvo al nivel de las esnadas lo¡¡ dientes de e¡ c o / o n i s m o per. de tanto negr0 ^re, que se echa a la tremendas que combate, y del que hay foradoT & m o n t o í ¡ a s y seivas vir*enes. encrucijada a encuerarnos cada día, Las pocos condores qeu igualen el vuelo.

Carnicera salvajina, tigres hircanos, leones furibundos, perros rabiosos, fero­císimas bestias y diablos infernales lla­ma el descosido dominicán a los cen­tauros de la colombiada. Y eso fueron ¿Qué otra cosa sido siempre los monstruos de armas, los pavos reales de la guerra, líteros o iliteros?

Los romanos desgarran con uñas de hiena el hato de Viriato, el áureo Rhin, el Norte numidio, el Asia menorcita, la sabiaza Grecia, las bigotudas Galios, el Oriente risueño y el mortuorio Occiden­te.

El germanismo paseó la tea de los in­cendios por una Europa más madura para los excesos hordarios que la China de los mandarines; y en la que metió hasta el pomo la piqueta de la demo­lición.

Árabes y mongoles no dejaron por pasaban hombre con hache y hombro con percha para colgar el sombrero. Asi operaron todos los matarifes y charcu-teros de la Historia. Y, finalmente, Es­paña en sus inmensas devastaciones de Indias.

De ninguna hecatombe cantada en verso; de ninguno de los espoliarlos, osa­rios y calverjes, en que tizones y fusiles en concubinal jolgorio han entregado la honra de la tierra al estrago, queda una crónica, en que el grito de la inocencia

' ultrajada suba a los cielos tan en cohete, como en la alegación de fray Bartolo. A os Gerundios de Campazas los pre­fiero yo con bota, para que cuando ellos no me prediquen la verdad, me la diga el vino, i Constituye un deshonor em­briagarse de enternecimento y sensibili­dad? Para mi, en modo alguno.

Ni siquiera las últimas masacres otó-micas, que han elevado un monumento ul horror, cuentan con un comentarista de la violencia salvaje y la virulencia inaudita del obispo de Chiapas, venga­dor de los indios.

El beliconismo, la matanza de puer­cos, ]a rapiña gatazo; capitanes y ban­didos; verdugos y oidores, no aprove-

nos azoU desnudos, nos nutre y hace ¡ H e j g fc m é t o d o s d e

>nas inalcanzables que la luna las tor- ¡ d a s o n ^ n o s o t r o s d e * !<Iks como soles por que suspira el es- \ r t a n c i a sociológica, y por qué no va-piritu? N, uno que yo sepa, por lome- i ^ . a , , . m u l t ifu d e s humanas ni con

• fines políticos, ni para atraerlos como rebaños a nuestros grupos u organiza­ciones sindicales.

Los anarquistas tienden a la libertad más (absoluto, a 1a satisfacción más

ción y podemos demostrar que aque lias conclusiones, que nos hacen ver-

2 í ™ YS • 3S M C e S 1 e S H T Í T S d a d e r o s r e a I ¡ s< a s descansan en la o b sin otros limites que las imposibilida

tud que solo se realizará en la liber­tad, en la tolerancia y en la justicia; por estas conclusiones tan sencillas y

Gtiátobal Caátto bellas, somos realistas; algunos se creen que son conclusiones caprichosas y for-

CCTbSadaaPri0ri P ° r U D a ™ a g Í n a C Í Ó n e M " íes, _< Desdeñamos esa errónea conceptua-

solamente se originaron siempre en la mentalidad autoritaria y caprichosa de hombres y sectores políticos, siempre deseosos de sentirse dueños de los pueblos; por esa mentalidad absurda ellos inscribieron las páginas de dolor y esclavitud que re­gistra la historia. .Por contra cuando los pueblos o las comunidades socia-

des naturales y la obligación de res­petar las necesidades de sus sentimien­tos. Rechazan toda autoridad y todo gobierno sea del color que sea, y en todas las relaciones y humanas quieren

L O que valoriza personalmente al absentas de la bondad y de la com- mis propios compañeros, les quiero y ser humano es el carácter, ya que, prensión. respeto como debo y se merecen y les es indudable, el hombre carente Y no podemos estar al margen de la ayudo moralmente cuando sé que pe­

de carácter no posee personalidad pro- bondad y de la comprensión porque sin nan, van desviados inconscientemente pia, perdiendo, por tanto, todo valor bondad es del todo imposible anhelar de su linea de conducta, se hallan con­personal, pero lo que verdaderamente el bien del prójimo como el nuestro y fusos o están equivocados? ¿Soy lo su-valoriza a éste en el orden moral son sin comprensión no existe forma posi- ficientemente comprensivo con respecto las buenas cualidades que ostente, y, ble de convivencia mutua, ni de res- a los que piensan como yo para no mal para el que estas lineas escribe, son peto reciproco, ni manera de confra- interpretar las cuestiones, ni mal con

A. LÁMELA estas cualidades: la Bondad y la Com­prensión.

Evidentemente que de la bondad ternizar entre nosotros, ni de amistad nace el cariño, la comprensión genera y confraternidad sincera y menos aun la voluntad y la constancia y de entre para con aquellos que viven sin pre-ambos procede ese respeto mutuo que ocupación de orden social, desarrollán-nos une en el más estrecho y sincero lazo de amistad. Siendo, pues, el ca­riño el vehículo que alimentado por la bondad nos traslada al plácido terreno

ceptuarlas mirando las cosas a través del variable y confuso objetivo de la malicia y de la mala fe? ¿Y cumplo con mi deber con respecto a mis seme­jantes, soy bueno sin permitir abusen de mi persona, complaciente sin per­der la personalidad, comprensivo mien­tras me mantengo firme en mis ideas y cariñoso sin dejarme dominar por los que comercian conmigo en mi condi

dose su existencia en medio de un am biente tan hipócrita como comerciali zado, producto de la gazmoña y co rrompida sociedad en que vivimos,

Después de lo dicho solo me resta ción de asalariado e intentan anular mi de la estimación mutua que tanto une decir que meditemos sobre el tema que p r o p i a personalidad individual obligán-a los humanos y la comprensión la que nos ocupa mirándonos hasta lo más d o m e a q u e o b e d e z c a a voluntades nos conduce a respetar a nuestros se- íntimo y profundo de nuestro ser lo- a j e n a _p mejantes como a nosotros mismos y que grando con nuestra íntima meditación se fortifican voluntad y constancia a abrir las puertas de la conciencia y des- Después de habernos hecho estas través de una conducta tan austera co- pues de habernos apartado por unos preguntas producto del intimo razona-mo ejemplarizante, siendo asi, como momentos de cuanto anormal nos ro- miento que hemos mencionado, solo nos considero dentro de mi sencilla pero dea y de ese yo personalista deseen- resta compórtanos como ellas requieren, firme opinión, es, nos será fácil recono- diente de\ amor propio, preguntémonos si es que no lo hacemos por olvido o cer que en tanto que seres humanos descansando en brazos de la sinceridad: porque el ambiente en que vivimos nos que por convencimiento y por sentir ¿Cumplo con mi deber en tanto que vaya dominando y si nos comportamos formamos la gran familia libertaria, no idealista? ¿Es mi conducta digna de tal cual el sentido de las mismas indi-podemos, .habida cuenta de -as carne- cuanto me digo ser en el terreno de las can, redoblemos nuestra constancia teristicas humanas y sentimentales de ideas y como me menciono pensar? siendo cada dia más BUENOS y COM-las ideas que nos son comunes, estar ¿Soy bueno y desinteresado para con PRENSIVOS.

servación de la experimentación social verificada a través del tiempo y del es­pacio por la humanidad y que la his­toria señala y demuestra en sus pági­nas sociales.

Los anarquistas no creen posible un comunismo impuesto desde arriba, un comunismo de Estado a la manera ru­sa,- y aunque fuese posible no lo que­rrían ni se adaptarían a él, porque en­tienden que el Estado no persigue más que un fin: limitar, encadenar, sujetar al individuo, subordinado a una «gene­ralidad», como bien ha dicho Max Stir-ncr.

Esa «generalidad» queremos dese-

revoluciones escribieron siempre las pá ginas más bellas, gloriosas, poéticas y más nobles de la Historia.

Nos dirijimos a ti, joven, porque eres la parte vital del pueblo, y la fuerza dimanante del entusiasmo y de la ge­nerosidad para que comprendas que tu salvación y la del pueblo todo, no de­pende de los cánticos de sirena de hom­bres ídolos, que los hechos convierten en tiranos y demagogos. .

Nosotros queremos que tú seas el dueño de tu destino, el artífice elocuen­te pero sencillo de la libertad, quere­mos evitar tu domestización que pre­tende el Estado y las fuerzas negras que le acompañan; fuerzas que son las partes negativas de la humanidad en sus afanes progresistas.

Tú debes acompañarnos a nuestros diaria de nuestro ambiente para que nobles propósitos que lo son deslizados los trabajadores y los pueblos en ge- de toda aspiración política, de toda pre-nerai dejen de ser el" ingenuo de tantas benda y de toda vanidad ruidosa, que circunstancias y puedan ser librís y n a s entendido que el hombre por en-adquirir su plena personalidad de crea- c ' m a de la ley y de la autoridad que dor iniciando con ello una nueva fase n a s llegado a comprender que el hom-de la historia. D r e puede en todo momento ser HOM-

Por e_ta razón los libertarios quere- BRE, dueño y soberano de si mismo mos y lo hemos dicho muchas veces, f1 e l concierto de los hombres y de con la propaganda qeu es sana, el mo- ' a s pueblos libres. . vinolento y la acción propia, sean en Comprendiéndolo asi, a través de tiempos normales de evolución más o nuestro noble concepto ideológico, tó­menos pacifica, sea en el curso de una d a I a trayectoria de la vida individual eventual revolución más o menos vio- v colectiva se mueve hacia la felicidad lenta, para llegar a establecer una or- ( l u e P ^ 3 nosotros estriba en la pleni-ganización social en la que toda coer- t u d que solo se realizará en la liber-ción violenta y autoritaria del hombre t ad> e n I a tolerancia y en la justicia, por el hombre esté limitada y en con­secuencia, esté eliminada también, to­da explotación.

Una sociedad así, sin gobierno y sin capitalismo, no estaría ya dividida en clases o castas privilegiadas y otras de­fraudadas; es decir en ricos y pobres, consecuencia lógica de la desigualdad económica y social que hoy padecemos..

La autoridad concretada en todas las formas de Estado o de gobierno llá­mese blanco o rojo, sólo sirvió siempre para crear nuevos privilegios, nuevas arbitrariedades, violencias, injusticias y terribles guerras, retrasando por esto el desarrollo de los generosos impulsos de

La epopeya del acratismo hispano

(Viene de la página 1)

Hay millares de compañeros que caye­ron en estrictos libertarios. Tengan, los neo-gubernamentalistas, la delicadeza de anotarse este dato.

Aquella muchachada adscrita volun­taria y entusiásticamente en la familia libertaria adoptó una finalidad muy. pre­cisa, que los desarreglos morales de la hora no lograron disimular ni corrom­per. Aquella multitud dinámica y em­prendedora salida de los cuadros de la C.N.T. acabó por sentirse capaz de su­perar la era contemplativa y pasar a otra experimentación. La epopeya doc­trinal y plasmadora del acratismo espa­ñol que va de 1870 a 1939 es formida­ble, •majestuosa, y quienes a estas altu­ras hablen de posiciones negativas, nie­gan la luz de sus ojos. No hay movi­miento filosófico o social en el mundo que en sesenta años haya adquirido la fuerza expansiva del nuestro. No hay religión en la tierra que del empirismo haya podido pasar al positivismo, que haya intentado situar el cielo en la tie­rra tal como se ha hecho desde nues­tro elemento.

Las agrupaciones confederales de tra­bajo ofrecen mucho que meditar a los pueblos. Hemos establecido la norma del «todos para uno, uno para todos», hemos acreditado el «no más deberes sin derechos, no más derechos .sin debe­res». Las prédicas comunistas a la Pri­mera Internacional, para la Revolución confederal española, no han sido letra muerta, sino lección viva y candente. Gracias a una constancia y a un dolor nuestros de muchos años, el proletaria­do internacional puede exhibir, por vez primera en su historia, un ejemplo de vida libre, sin lobos ni parásitos, o un intento en efectivo de manumisión so­cial.

Vean los espíritus enfermos si de las imperfecciones y de los contratiempos qeu sufrimos durante y después de ¡a guerra, pueden sacar materia para abo­nar su tesis derrotista, que nosotros, de la experiencia pasada y del dolor pre­sente, pensamos extraer la consecuencia de algo hermoso y eficiente para el por­venir.

JUAN FERRER.

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(CONCLUSIÓN) Pero cuando el cristianismo devino religión del Esta­

do y poco a poco separó su causa de la de los opri­midos, cuando la Marsellesa llegó a ser himno del im­perialismo conquistador francés, cuando cada patrio­tismo se encerró en el charco de su propio patriotismo y se transformó en egoísmo nacional; y los prinicipios que animaron a estas tres grandes revoluciones his­tóricas se fraccionaron y vinieron a ser bandera par­ticular de una casta, de una clase o de una nación, su fuerza ideal murió. No constituyeron ya más un ideal, justamente porque el ideal no soporta los limi­tes de los confines nacionales, separación de casta o de clase, pues para ser «ideal» necesita dirigirse a todos, de modo que todas las mentes y todos los cora­zones tengan la posibilidad de abrazorlo, y que a nin­guno deba ser forzosamente extraño.

El ideal que ha recogido, en la segunda mitad ie l siglo XIX, la herencia de los principios universales de la revolución cristiana (en la cual va incluida la revo­lución del protestantismo), de la revolución de 1789-93 y de la revolución patriótica de 1851-60, es el socia­lismo, entendido no como un particular programa de los partidos políticos, que han conseguido monopoli­zar el nombre, sino en el sentido más vasto de lucha y movimiento internacional por la emancipación in­tegral del individuo y de la colectividad de todas ias explotaciones y de todas las dominaciones en todos los países.

Aunque se haya insistido tanto en dar al socialismo un carácter exclusivo de reivindicación de una sola clase, es sin embargo siempre como ideal, aspiración de los hombres de todas las clases, que ejerce su mayor fascinación.

Por el impulso de las necesidades y de los sufri­mientos el mayor número de los adherentes al socia­lismo lo da naturalmente la clase desheredada, que es la que más tiene que esperar de un cambio social. Por eso no basta para dar al socialismo un carácter exclusivo de clase; que si bastase no se explicaría por qué tantos de aquellos salidos de las clases oprimidas y obreras se hayan pasado al enemigo apenas tuvie­ron la posibilidad, traicionando la propia fe y la pro­pia clase.

El socialismo es entonces, y sobre todo, un ideal humano y universal. Si perdiera ese carácter cesaría la muerte. Una demostración de hecho nos ha dado de ser un ideal y se encaminaría rápidamente hacia la tentativa de aplicación práctica y política del so­cialismo que en Rusia ha tomado el nombre de bol­chevismo (comunismo de Estado), que del socialismo no conserva más que el nombre.

En Rusia, el «comunismo» no ha hecho sino susti­tuir la dominación de los representantes de una clase y de un partido, a los representantes de otra clase y de otro partido; y además se ha transformado en política de un Estado o gobierno particular, en con­currencia con los otros Estados sobre los mismos pla­nos de la economía capitalista y de la diplomacia militarista e imperialista. El comunismo se contradice y reniega asi su mismo significado etimológico e his­tórico y pierde su carácter de «ideal» humano, para no ser más que la fórmula, la razón comercial, el titulo político de los intereses de una nueva clase dominante, de un gobierno, del Estado de una sola nación, contra la clase todavía sujeta y explotada en Rusia, y motivo de desconfianza o de hostilidad por parte de todos los otros pueblos.

Para tornar al socialismo, que es lo que más nos interesa porque es el ideal vivo y en actividad en el actual periodo histórico, digamos entonces que ello implica ciertamente una de las más importantes fun­ciones a través y por medio dé las luchas de clases, pero no es la lucha de clases, si bien (para repetirlo con las palabras ya citadas de Colucci), «la domina, la envuelve, la dirige, la modera y la coordina a su

EL IDEAL HU^IANC fin único y a su complexo idealista». En cierto modo podría decirse que la crea.

Y ahora, después de todo eso, ¿qué puede signifi­car el llamado «tornemos al ideal», tímidamente ex­presado por algunos antes de la tremenda crisis esta­lada en 1914? Quiere decir en sustancia, tomemos al ideal del socialismo. Pero puesto que desde 1870 en adelante el socialismo se ha dividido en tantas co­rrientes y opuestas, ¿cuál es el socialismo que más merece el nombre nobilísimo de «ideal» y que está más vecino a la verdad, que más responde a las as­piraciones de lo s pueblos, después del vendaval d e las derrotas y de las desilusiones sufridas en estos últimos diez años de dolor y de tragedia?

Los pueblos están hoy sumamente fatigados. Pri­mero la guerra con sus torrentes de sangre y su cor­tejo de hambre y de muerte; luego la repentina y febril esperanza de liberación con sus convulsiones y sus tentativas desesperadas; más tarde aún las repre­siones liberticidas y las tremendas crisis políticas y económicas; todo eso ha agotado las enregias popu­lares en todos los países; y de este marasmo se está aprovechando la oligarquía financiera y estatal para apretar los frenos y consolidar su dominación. Pero las mentes no han cesado de vibrar ni los corazones de latir: y pensamietnos y sentimientos se van reu­niendo en torno a nuevas aspiraciones, por un nuevo impulso hacia adelante de la civilización humana.

¿Cuál es el ideal que más puede colmar la aspira­ción eterna a una más elevada civilización, a un más amplio progreso? No hay más que una respuesta: el socialismo. ¿Y cuál socialismo? Aquel que más fiel a su origen ideal se conservó, que menos se desvió y degeneró, que menos transó oportunistamente con las mudables necesidades contingentes de tiempo y de lugar, que más íntegro se conservó, aunque hasta el nombre le haya sido arrebatado.

En este sentido «retorno al ideal» significa retomo a las ideas que fueron elaboradas en el seno de la primera Asociación Internacional de los Trabajadores: ideas que fueron una continuación, una deducción ló­gica, de los anteriores movimientos progresistas, como I is comunas, el renacimiento, la reforma, la revolu­ción francesa, el 48, etc.; ideas generales y humanas de igualdad, de fraternidad, de paz, de justicia y de libertad, no ya entendidas en un sentido particularista y limitado, sino en su significado integral de libera­ción de todas las individualidades y colectividades humanas de todas las formas de esclavitud política, económica y espiritual.

Especialmente después que la concepción autorita­ria y estatal del socialismo y de la revolución ha fra­casado, sea como método legalitario deshaciéndose al contacto de la realidad de la guerra en 1914, sea como realización revolucionaria, en su expresión de­mocrática en Germania y en su expresión dictatorial en Rusia, el retorno a las fuentes ideales del socialismo no puede ser interpretado sino como un reconocimiento de las razones ideales del anarquismo, sea como tenden­cia del espritu, sea como programa realizable y reali­zador.

La anarquía es ahora la fórmula del progreso del si­glo XX, como lucha contra el pasado y como conquista del porvenir.

• 0 *

Seria muy largo demostrar aquí por qué los anarquis­tas son los que más fieles se han conservado, en la le­tra y en el espíritu, a la tradición y a las ideas del so­cialismo de la primera Internacional. Cuando haciendo abstracción de la práctica del momento, la Internacio­nal quiere anticipar el porvenir y dar un objetivo finalista a sus luchas, levantarse hacia un programa idttal, ese

programa fué anárquico tanto en las deliberaciones de sus congresos como en las afirmaciones de sus más cé­lebres exponentes: de Marx a Bakunin, de Reclus a En-gels, de Blanqui a Malón, de Cafiero a De Paepe, a Costa, Brouse, a Guesde., etc., etc.

Algunos cambiaron o precisaron luego en sentido di­verso sus ideas; pero al principio, en su origen, todos, aunque fuera por breves instantes, estuvieron concordes en afirmar la finalidad anárquica del movimiento :cciu-lista.

Aunque conservándose hasta el fin re'ativamente im­parcial entre las varias corrientes que la dividían, y que conservaron todas el derecho de ciudadanía con iguales deberes y derechos, en su mayoría la Internacional, es­pecialmente desde 1868 en adelante, se orientó siempre más hacia el socialismo libertario. Fué asi cómo los úl­timos congresos parecieron verdaderos y propios congre­sos anarquistas, culminando hacia 1880 con la defini­tiva separación de Is dos corrientes del socialismo—la democrática y la anarquista—, cada una de las cuales tenia ya su fisonomía propia y constituía un movimien­to autónomo e independiente el uno del otro.

La corriente socialdemocrática y autoritaria llegó muy pronto, a través del parlamentarismo, a olvidar y hacer olvidar sus orígenes. En cambio, la corriente antiestatal y libertaria conservó intactas las afirmaciones teóricas e ideológicas de la Internacional, o las desarrolló si­guiendo la trayectoria de partida, a excepción de algu­nas fracciones de poco relieve que, a través del indivi­dualismo, condujeron a quienes tenían prisa de saciar sus «necesidades» y de «vivir su vida» a desconocer el

LUIS FABBRI nexo inquebrantable entre el individuo y la sociedad y a renegar por lo tanto en un sentido opuesto las razo­nes ideales del anarquismo.

.Retornar al ideal del socialismo significa entonces acep­tar sin temor la lógica conclusión anarquista, lo que Pe­dro Gori llamó «el coronamiento político del socialismo», la socialización de la libertad (permítasenos la expresión) como complemento y garantía de la socialización de la propiedad. El ideal anárquico resuelve en efecto el do­ble problema del bienestar y de la libertad para todos, propugnando una organización social sobre la base de la solidaridad y del mutuo apoyo, por medio de aso­ciaciones voluntarias de «productores trabajadores» para la producción, el cambio, los servicios públicos y la distribución, que aseguren a cada uno y a todos la sa­tisfacción de las necesidades materiales, intelectuales y morales y en ausencia de poder coercitivo, la aplica­ción de la máxima libertad individual y colectiva.

He aquí por qué desde el fin de la Internacional (1880) en adelante, todo movimiento realmente socialista y re­volucionario, que de tiempo en tiempo se ha determi­nado y estallado espantando a los privilegiados y a los dominadores y reanimando a los desheredados y opri­midos, ha tenido como consciente o inconsciente móvil de acción la tendencia anárquica o al anarquismo se acercó.

El mismo sindicalismo revolucionario, que naufragó al pretender sustituirse a los partidos de ideas o se aco­modó a nuevas, y se replegó nuevamente hacia el lefor-mismo y el oportunismo cuando el error del propio unilateralismo económico y obrerista manduró sus últi­mos frutos amargos (me refiero aquí especialmente a la Confederación General del Trabajo fraicesa, terminada tan lastimeramente con la guerra), en su origen y hasta que no rebasó los limites y funciones de «método re­volucionario y libertario de acción y organización sin­dical», y como tal tuvo un hermoso período de esplen­

dor y de éxito, apareció de tal modo saturado de anar­quismo que muchos, y fué otro error, lo creyeron la misma cosa que la anarquía y pensaron que pudiese sustituirla.

Era en los tiempos en que George Sorel veía en el anarquista elloutier «un gran servidor del pueblo» y en los anarquistas, a quienes habían demostrado con los hechos, entrando en los sindicatos, que «se puede ac­tuar, organizar a los obreros y hacer cosas prácticas excelentes en el presente y plenas de porvenir, sin de­generar.»

«La síntesis social que la sociedad burguesa ha roto —escribía Arturo Labriola—separando al hombre del ciudadano, el sindicato trata de reconstruirla... con una serie de esfuerzos constantes. El resultado de todos es­tos esfuerzos es la recomposición de aquella síntesis so­cial... que instaura el gobierno autónomo de la produc­ción, es decir aquella organización social que todos los socialistas desde Proudhon a Marx han llamado anar­quía.»

Cada vez, en suma, que se ha querido remontar de la práctica a la doctrina, de lo particular a lo general, de las ideas contingentes a un ideal de progreso huma­no en perpetuo devenir, siempre se ha llegado a con­clusiones anárquicas. Aun sin saberlo, sin conocerse uno a otro, sin habérselo propuesto, y partiendo de los más diversos puntos de vista, desarrollando sus ideas en los campos de investigación más apartados, una infinidad de pensadores y hombres de ciencia, de apóstoles y de hombres de acción, han arribado concordantemente a este resultado, que ya J. G. Fitche anticipaba en 1794, mientras la revolución francesa, alcanzado el ápice de la parábola ascendente, comenzaba su rápida y trágica caí­da: que el progreso humano avanza con un canstante disminuir de la autoridad estatal y con un paralelo aumento de la libertad individual y colectiva.

«El punto señalado sobre la linea de la evolución tra­zada al género humano es aquel en el cual todas las organizaciones estatales serán superfluas. Es el momen­to en que, en lugar de la fuerza o de la astucia, la razón será reconocida universalmente como supremo juez. . Mientras no llegue ese momento no podremos tampoco llamarnos verdaderos hombres». La palabra «anarquía» no había sido pronunciada aún, pero la idea estaba ya en camino. La idea de libertad desde que logró su tentativa de realizarse politicamente a través de la democratización del Estado, aun antes de hallar en el socialismo la vía de salir seriamente de las abs­tracciones resolviendo el problema de la miseria, era ya tendencialmente una aspiración anárquica.

¡Cuántos de aquellos que, en estos últimos cien años, en el ramo especial de su ciencia o en el campo par­ticular de su propia actividad, han cooperado con el pensamiento y con la acción a extirpar hasta las más pequeñas y casi invisibles raíces del principio de auto­ridad y contribuido aunque sea mínimamente a exten­der el radio de expansión de la libertad, cuántos de ellos quedarían maravillados y hasta sin duda indignados si se les dijera que han trabajado por la anarquía

n a »

Pero seria grave error concluir de todo eso que el porvenir del progreso humano sea una cosa tan segura y fatal como el curso de un rio que va inevitablemente hacia la desembocadura y no puede detenerse ni re­montar hacia las fuentes.

Los sucesos humanos no siguen una linea constante ni obedecen a una ley siempre igual de desarrollo. No tienen una lógica a la cual estén forzosamente subordi­nados, o tienen sólo aquella lógica que los hombres de­ducen después que los hechos se han producido. En los hechos humanos, hay un elemento, un factor imponde­rable pero importantísimo, que turba, acelera, retarda o

detiene su marcha: la voluntad. La piedra que cae no puede escapar a la ley elementar de la caida de los cuerpos; el hombre en cambio, no obstante estar sujeto a las mismas leyes naturales, puede por obra de su vo­luntad servirse de una ley natural contraponiéndola a otra y anular prácticamente sus efectos u obtenerlos diversos, u opuestos también, a aquellos que se habrían producido sin la intervención de la voluntad humana.

Si, pues, las relaciones entre el hombre y las cosas in-animadass están siempre sujetas a leye que pueden en cierto modo hacer prever los desarrollos posibles, las relaciones entre hombre y hombre, entre colectividad v colectividad de seres más o menos «voluntaristas», es­capan a todo determinismo aprioristico, a todo fatalis­mo, a todo automatismo. Cuando con tal motivo se ha­bla de inevitabilidad, de «lógica de las cosas», etc., se trata de simples modos de ver, o si no de relaciones li­mitadísimas y de breve duración, y sobre todo de una ilusión de nuestra mente, que tiene por fatales ciertos hechos acaecidos sólo porque han ocurrido o cree in­evitables otros hechos todavía no acaecidos sólo porque desea que ocurran.

El progreso humano hacia una siempre mayor liber­tad y un mayor bienestar de los pueblos es, pues, sobre todo, un deseo nuestro, algo que nosotros queremos y no un beneficio que nos viene naturalmente como las flores qn primavera y los frutos en otoño. Y si hay gente que quiera lo contrario, y lo quiera más fuertemente que nosotros, y no hallamos en nosotros mismos la fuer­za, la habilidad, la ciencia y el impulso para comba­tirla y vencerla, todo progreso puede venir a menos, transformarse en regreso y desmentir todas las más gran­des aspiraciones humanas.

Una ley fatal del «progreso indefinido», que era casi una fe para los positivistas del siglo pasado, no existe. «No todas las revoluciones son fatalmente un progreso, como no toda las evoluciones están siempre orientadas hacia la justicia», decía Reclus. La historia humana procede por acciones, reacciones y revoluciones, sin ló­gica y norma constante, justamente por la intervención de la voluntad, del juego de las voluntades opuestas, cuyos resultados son a menudo de los más ilógicos que se hubiera podido imaginar, sea en buen o en mal sen­tido. Pero eso no debe hacernos escépticos. Al contra­rio, debe inspirarnos mayor confianza en nosotros mis­mos, enseñándonos que, cuando se quiere una cosa, no nos debemos detener a los primeros pasos ante una apa­rente sinrazón.

El progreso no se producirá, o se producirá en sen­tido distinto y tal vez opuesto de lo que nosotros lla­mamos progreso—es decir, hacia un régimen de mayor sujeción, esclavitud y miseria para la mayoría—, si aque­llos que desean el progreso en sentido Ubertario e igua­litario no se lo labran con sus propias manos, no lo apresuran con sus esfuerzos conscientes y asociados, con su sacrificio y el riesgo de sus vidas.

El ideal humano que responde a las necesidades y a las más hondas aspiraciones del hombre a la paz en la fraternidad, al bienestar en el trabajo, a la libertad en el apoyo mutuo, a la justicia en la igualdad, al amor en la devoción reciproca—ideal que, a través de la evolución del pensamiento y el movimiento de los he­chos sociales, ha terminado por concretarse en el pro­grama de la anarquía—, este ideal espera de los hom­bres su traducción en la realidad. Permanecerá >una utopia mientras los hombres, o un número suficiente de hombres, no la quieran o se limiten a soñarla como una posibilidad muy lejana.

La realización de la anarquía será, en cambio, un he­cho cumplido, aun para una colectividad y sobre terri­torios relativamente limitados, si ha sabido traducirse en fe ardiente, vale decir, en voluntad firme y decidida de alcanzarla, en el corazón y la inteligencia de un número de hombres bastante esforzados para libertarse primero, y para proveer después con el trabajo a la producción necesaria a la propia vida como a defender a la nueva sociedad contra los asaltos extemos con sus propias fuerzas.

Page 4: LAS HIENAS

Monín le dijo a Kiko: H% A Subid una mona a un nogal,

WmjK Y cogiendo una nuez verde,

¿ J g En la cascara la muerde;

Lo que le supo muy mal.

Arrojóla el animal,

Y se quedo sin comer.

MBRETTE ET LA GRENOUILLE-TAURE IL y a bien longtemps, une fa- nouilles, qui cherchaient a s'é- La Grenouille-Taureau les prit se posa á cóté de la maitresse de grenouilles épouvantées, elle de-

mille de Hottentots v i v a i t chapper. rhacune j a r une patte et nageant ballet. manda : N'avez-vous pas remar-prés d'un vlei qui le plus sou- Tous les matins, Bullfrog, la avec vigueur les ramena a la sur- — Qu'est-ce qui te prend, qu'est- qué que mes notes résonnent de

vent était plein d'eau. C'étaient Grenouille-Taureau, maitresse de face. ce qui te prend, Bul l? plus en plus comme des cloches? des gens heureux, le pére, la me- ballet, réunissait les grenouilles Asseyez-vous sur ce rocher, L'autre roula des yeux mécon- L'ombrette leur jeta un regard re et quatre enfants. l is habi- au fond du bassin afin de régler petites grenouilles vertes, dit-elle, tents et sans s'arréter, fixa l'oi- sévére. Elles étaient fort embar taient un solide rondawel fait de leurs entrechats, de les faire e¿ écoutez. jones et decoré á l'intérieur de chanter en cherur, enfin de pré- T o u t ¿ s d e la

pointait hors de l'eau et toute une compagine de ees petites bé-

nombreuses peaux de bétes prou- parer pour le soir une représen-vant que le pére était un habile tation capable de distraire le

seau comme pour diré : Comment rassées. Fallait-il risquer de lui une roche o s e s - t u interrompre une grande déplairc ou mécontenter la Gre-

artiste ? A quoi penses-tu, a quoi pen-

nouille-Taureau ? L'oiseau les ter-rifiait car il était cause de leur

chasseur. Grand Serpent. Elle était vieille t e g g e r e p o s a i t e n a t tendant la s e s " t u ? continua l'ombrette. Le transformation. Les deux garcons et leurs soeur et poussive, ne pouvait plus dan- r e p r é s e n t a t i o n d u s o i r

jouaient volontiers pres du vlei, ser, mais c'etait un professeur et l'ombrette, cet oiseau a huppe, compétent et, bien que sévére,

soleil est encoré haut dans le ciel Avant méme qu'elles eussent et te voilá chantant a tue-téte. trouvé une réponse, celui-ci écla-C'est ridicule. Qu'est-ce que va ta de rire. — Kraaaak... kraak, kraak!

les observait souvent. En gran- joyeuse et de bonne humeur, a coassa Bullfrog d'une voix puis- d i r e l e Grand Serpent si le chef Par ma huppe! s'écria-t-il, dissant, les enfants s'enhardirent condition de ne pas étre irritée sante qu'on entendait á une lieue d e s choeurs est enroué avant le mais voici bien ees enfants mas-et s'approchérent de plus en plus par ses eleves. Dans ees cas-lá, a l a ronde, assourdissant les pau- c o n c e r t ? sacreurs de grenouilles'.... Tiens... prés de l'eau, bien que les pa- les yeux lui sortaient de la tete v f e s Petites nouvelles qui étaient _ F e r m e t on bec, ombrette, tiens !... rents leur eussent vivement re- comme des bailes prétes á frap- b i e n t r o P effrayées pour protes- c o a s s a Bullfrog. Une voix aussi Comment avait-il pu les recon-commandé de ne pas la troubler, per les recalcitrantes. Toutefois t e r - assouplie que la mienne ne s'en- naitre ? car c'était le seul bassin sur des sa colére tombait vite, et les pe- Au bord du vlei, l'ombrette ees- roue jamáis, au contraire, elle — Oui, oui, je sais qui vous kiloméires á la ronde. tites danseuses connaissaient un sa d'aller et de venir, étendit ses s'améliore en chantant. Et se étes. Cela vous étonne, heln?

L'ombrette ne disait rien, elle bon moyen de la calmer : se contentait d'envoyer des coups * — Maitresse, lui disaient-elles, de bec aux grenouilles qui, per- chantez-nous une belle chanson, dues dans la contemplation de la nous sommes si fatiguées!

ailes, et volant au ras de l'eau, tournant vers les deux petites L'ombrette est tres savante, vous

campagne, s'attardaient prés des bords.

Et Bullfrog, qui se croyait une chanteuse émérite, acquiescait

Un jour, la mere envoya ses volontiers. Au premier coasse-- *-. -a _a t r i o n t t ' J h o i i n h a e ' n i i t p a i t órw»i«_

fils chercher de l'eau afin de cui re du mil. l is coururent jusqu'au vlei et virent une petite gre-nouille qui avait sauté sur le bord tandis que l'ombrette se prome

ment, sa bouche s'ouvrait enor­me et ses yeux prenaient un re­gard inspiré.

— Kraak, kraak, kraak! coas-sait-elle, et les petites grenouilles

nait de í'autre cóté. Les méchants se couchaient sur le dos dans la garnements se mirent a lui jeter yase douce et verte, agitant leurs des pierres, s'encourageant a qui Jambes en cadenee sur l'air qui viserait le mieux. L'oiseau s'aper- ne variait (fuere. cevant de ce jeu cruel vola en Lorsque les deux grenouilles toute háte au-dessus de leur tete Qui avaient été de petits Hotten-en criant • t o t s arriverent au fond de l'eau,

Cessez' Cessez < Vous le re- B u l , f r 0 * , e u r «>uhaita l a b ienve-— Cessez. cessez . vous ie r ^ ^ ^ i n s U , l a s u f u n { k p i e r r e

gretterez.... moussue afin qu'elles assistassent Mais un des garcons lui lanca a la lecon.

un caillou, t a n d i s que l'autre —Jambe gauche, tendez le cou, cherchait á frapper la grenouille. rentrez jambe gauche et le cou. L'ombrette, furieuse, partit faire Jambe droite en avant, tendez le son rapport au Grand Serpent Cou. Rentrez la jambe et le cou... des Eaux, qui lui donna ses ins- Le corps de ballet suivait ses tructions. La mere, impatientée, ordres a la perfection, surtout appela les enfants, qui se dépé- aujourd'hui oü il y avait des chérent de lui apporter l'eau de- spectateurs. mandée. — Rentrez les jambes. Pliez-

Toutefois ils avaient trouvé le **»; attention! sautez! jeu fort amusant, et le lende- Toute la bande bondit en une main revinrent au bord du vlei. s eule Hgne avec un ensemble par-II n'y avait plus de petite béte fait. L'eau tourbillonnait sur la curiDuse sur la berge, a!ors pour tete de chacune des danseuses. observer le fond de l'eau ils mi- ("était un spectacle impression-rent le pied sur de larges feuil- n ant . les de ncnuphars, croyant qu'el- — Eh bien, mes enfants, de­les sunporteraient l e u r poids, manda Bullfrog, que dites-vous mais elles cédérent; ils s'enfon- de ce la? hein ? cerent et pendant qu'üs plon- — C'est magnifique, madame!... geaint, le G r a n d Serpant les — Vous en ferez bientót autant, chancea en grenouilles. Aussitót, assura la Grenouille-Taureau en

LAS AYCWTIJRAS DE NONO

m a M I S DE AUTONOMÍA (Continuación.)

Te hablo un lenguaje poco compren­sible para tu edad; pero cuando, por

intimidado al verse objeto de todas las bula cestitos y pequeñas herramientas miradas. apropiads sus fuerzas. Todos tendían

— Yo me llamo Mab, — repuso la las manos, gritando: ignorancia y no por mala inclinación, te ale^re Viruela; - si quieres seremos - ;A nú, a mi, Labor!

cantaradas; tu figura me agrada: te en- — Y mi hermana Liberta, ¿no ten-señaré nuestros juegos, y ya ceras có- drá hoy quien le ayude? — dijo Labor mo se pasa aqui la vida alegremente, sonriendo y señalando una mujer joven Por lo tanto no hay maestros que cas- vestida con un ropaje flotante, color tiguen ni fastidien obligando a una verde mar y que llevaba la cabellera

engañes, a tu lado me tendrás para ayu darte.

No temas, ven, voy a conducirle cer ca de compañeros de tu edad que te enseñarán mejor que yo a ser como se " 6 , , . I Z , r 6 T — 7 • u i *r ,T . • ' * ^ ~ * • quietud enojosa. Luego te presentare suelta tobre la espalda.

Y Nono vio cerca de vi -un carro ti­rado por seis hermosa, cinüeñas j j . chos; ya conocerás a todos.

A un signo de la dama, mudo de ad- y Jadu dirigiéndose a Han<: miración, tomo asiento cerca de ella en _ iVefdad ^ qu¡ms ^ a¡mam

a mis amigos Hans y Biquetfif, mis _ Y o he ido esta mañana, —\ mejores camaradas; pero^ hay otros mu- ron vari0s niñoí¡ y nihas

— Ya iré yo — dijo Biquette.

dije-

el carro, y tomando su vuelo las cigue- d f l ^ n u W ^ ^ fe ^ ¿ n

ñas se elevaron en los aires. El joven ¿ ^ al nombrado

viajero vio desaparecer^ poco a poco los _ Seguramente, - dijo el personaje, detalles de la campiña que parecían que h men0s repTesent'aba diez a ñ ¿ 4 , desfilar bajo sus pie'; los bosques se _ con m ¡ea campechan0

hacían cada vez más pequeños hasta el ¿Cuántos años tienes? — preguntó a verde de su follaje semejaba el tapiz de Nono. una pradera. _ Nueve.

Después de haber recorrido cierto ¿£)e dónde vienes? tiempo las alturas, las cigüeñas bajaron Una rubia de siete años.

— Y yo también, — dijeron otros, y tomando pequeños cubos que la mu­jer les acercaba, la siguieron hacia un edificio si'.-uado al extremo de aquel campo.

Nono miraba iin decir palabra, per­maneciendo cerca de Mab y de Hans, que no se movieron del lado de Labor.

— Toma, pues un cestillo, — dijo preguntó Hans, tocando a Nono con el codo. —

¡Labor, un cestillo para el nuevo!

l'ombrette ;;ortit de sa cachette leur envoyant une petite tape derriére les buissons et vola au- amicale. AHez, remontez toutes j /a» alturas, que resultó ser un palacio dessus du bassin en criant : « Je au soleil, ajouta-t-elle, s'adressant l magn'/"co

el vuelo acercándose a la tierra Nono . ¡Qué curiosa es esta D e í i a / . _ ¡Ah, ere¡¡ tu el Solidaria ha vtó dibujarse en primer término las co- dijo Mab. tomado bajo su protección, ~ dijo La-linas, luego los nos después distinguió — Respóndele qué le importa, — di- bor. — Aproxímate, muchacho. Ya veo los árboles y por último -un edificio qu* j0 uno de los presentes. Aquí nadie que tienes amigos. ¿Crees que estarás le pareció como un juguete en medio se ocupa de donde se viene; con ser aquí contento? de un jardín inmenso, que se adivinaba _ _ ^ ^ _ _ ^ ^ _ _ _ _ _ ^ _ _ _ ^ _ _ ^ ^ _ _ „ . ... ., ,

' 17 . j » ™ ™ ™ « ^ ^ ^ ^ ™ ^ M — M ^ M ^ B I ^ M ^ ^ ™ — Creo que si, dúo nono tomando por sus territorios cubiertos de musgo y por sus parterres de variado' colores. En el jardín se paseaban multitud de personajes que parecían divertirse \ } - "- " ' - ^ A > v ~ y° e^ou seZuro de e>l°- Ve con

u . , . ,. ,. . . , V v-^" _ iKP" \ X. tus companeros que te esperan y te Hacia aquel jardín se dirigieron las j ™ ^ £ \ I V \ \ \ enseñarán lo que ha de hacerse,

cigüeñas, deportando los viajeros al pie JT^ 2 M I \ \ \ \ Terminada la distribución de los ees ^ Mmj\ I) tillas, los niños se dividieron en grupos

esparciéndose por el plantío de árboles frutales que limitaba aquel campo, del le savais... je l'avais bien dit!... » a sa troupe, et je vais chanter

P«ia elle se posa sur le rivage et pour vous, les nouvelles venues. continua de surveiller les gre- Suivez-moi.

- ¡ Ayuda a tu madre!

- ¿ A qué ?

- A romper platos.

A la llegada del carro, aquellos que Nono había percibido, que eran niñas y niños de los cuales el mayor apenas tendría doce años, se acercaron, y cuan­do descendió la compañera de Nono todos se precipitaron hacia ella con aclamaciones de alegría.

—¡Solidaria! ¡Nuestra buena Solida­ría! ¡Viva Solidaria! — gritaban. — Queríamos saber, sin poder conseguir­lo, dónde os habíais dirigido. Nos !ia-béis dejado sin advertirnos antes.

— ¡Vaya, vaya! — decía la dama, que no podía satisfacer a tanto chi­quillo que se empinaba a su alrededor con la esperanza de obtener una cari­cia, un beso o una palabra cariñosa; — si os echáis sobre mi de esa mane­ra consegueréis derribarme.

Os reservo una sorpresa; ya lo veis: he ido a buscaros un nuevo compañe­ro. Cuento con vosotros para ponerle al corriente de nuestro género de vida, y buen compañero basta. Vamos a hacérsela agradable para que disfrute gar.

- ¿Qué has aprendido hoy en la escuela? - Hoy he aprendido a comer bombones de­bajo de la mesa.

el cesto y la herramienta que le pre­sentaba Labor.

cual estaba separado por postes que sostenían enrejados para sostener fres­cos y pendientes los frutos dorados y toda cía e de árboles frutales.

—Ven, Delia; deja a los otros que van cus Liberta a ordeñar las vacas. A mi también me gusta la leche; pero no me divierte andar detrás de aque­llos animales, que me hacen temer siempre que me den una patada; es mucho mái divertido gatear por los árboles.

—A mi—repuso Hans—, me gusta trabajar en los establos. No hay peli­gro de que las vacas hagan; esas bue­nas bestias son bien tranquilas; pero yo he estado esta mañana, y no me gusta hacer dos veces seguidas la mis­ma faena.

Algunos ottV>s kiiño.s *e unieron al grupo de Nono, Hans y Delia.

—¿Qué vais a coger?—dijo uno de ellos.

—No sé. ¿Qué' prefieres tú?—dijo de ella con 'alegría. ' ' Y tomando a Nono por la mano, le Hans dirigiéndose a Nono. Ya ves, hay

Y añadió dirigiéndose hacia Nono: dijo: uo»*, melocotones, peras, ciruelas, ba-— No te alejes n-jnca de tus com- — ¡Quieres visitar el jardín» nanas- ananas, grosellas y fresas: M-

pañeros; porque nuestro enemigo Mo- — Con mucho gusto. coge. nadio, rey de Argirocracia, envía sus — Te olvidas que pronto será la ho- ' con

n e ' ademán señalaba a Nono

emi'arios a rondar por el bosque que ra de hacer la recolección para la ce- e^ amplio plantío donde se hallaban circuye nuestra posesión, y sus geniza- "", — dijo una señorita de nueve años: reunidos, no sólo los frutos de todas ros echan mano, para reducirlos a es- ésta era Biquette, de quien había ha- *"* latitudes, sino qve al mismo tiem-clavitud, de los imprudentes que se blado Mab. Vo _ maduraban los de las diversas c -ponen fuera del alcance de nuestro so- — Tienes razón; me olvidaba de taciones; donde los árboles de la mis-corro, ello. Ya lo verás mañana. Vamos a bus- ""* especie se hallaban en todos los

Luego, dirigiendo una última sonri- w nuestros canastillo*. grados de madurez, desde la flor h.as-«a de animación y cariño a los niñjjs, Y la banda se dirigió hacia un cam- to el fr"to m a d u r " !/ dispuesto vara se remontó en una nube que la ocultó po donde se hallaba un hombre de ser.,.C?P, a sus miradas. gran estatura y aspecto vigoroso, que, ñauábanse en aquel momento al pie

Los niños se dispersaron, exceptúan- con sus brazos musculosos remangados df„un soberbio cerezo, que ostentaba do algunos que quedaron para exami- y su fisonomía de rasgos enérgicos hellXsimas cerezas, negras y carnosas, nar al recién llegado. caracterizaba la fuerza y la energía; la ~¡Ohl cerezas. ¡Cuánto tiempo ha-

— ¿cómo te llamas? — preguntó a dulzura de su mirada corregía lo que ce aue no las he comido—dijo Nono, Nono una niña de a.pedo un tanto jn- hubiera podido haber de excesivamen- engolosinado por los frutos que pen-caresco que no pasaba de ocho años, te severo en la expresión de su rostro, ^ian sobre su cabeza.

— Nono, — respondió el pobrecillo. Rodeado por los niños, les distri- il'.i.itininrá.)

/u-

pouvez me croire. Jamáis des gre­nouilles nées au fond de l'eau, ne sont pourvues, a votre age, de jambes et de bras aussi dévelop-pés. Nous ne permettons pas a nos bebés de faire des Bétises, non, mes amis. Ces jambes et ees bras, nous ne les leur accordons qu'á l'áge de raison. Si les Hot­tentots avaient un peu de bon sens, ils feraient de méme et leurs enfants éviteraient bien des malheurs'.

— Oh! Ombrette, reverrons-nous jamáis nos parents ?

L'oiseau cligna de sa paupiere droite si lentement qu'ils en fu-rent ébahis.

— Qui sait ? Qui sait ?... caque-ta-t-il. Puis étendant les ailes, il partit par-dessus le bassin en criant : Faut que je m'en aille, faut que je m'en aille...

La Grenouille-Taureau envoya un coup de pied amical aux pe­tites grenouilles.

— Reposez-vous, verdettes, re-posez-vous... Nous aurons une bel­le représentation ce soir.

L'oiseau alia se poser sur le rondawel des parents hottentots en criant :

— J'ai des nouvelles... J'ai des nouvelles...

Le pére, la mere et les deux petites fijles sortirent en toute háte, conscients que l'ombrette sait bien des choses que les hom-mes ignorent.

Celle-ci les considera du haut du toit.

— Vos deux fils sont changés en grenouilles, annon«;a-t-elle.

La mere éclata en pleurs et le pére devint blanc de rage.

— C'est ta faute, oiseau cruel! s'écria-t-il.

— Je ne suis pas cruel, ce sont tes fils qui l'ont été, ils ont at-taqué d'inoffensives grenouilles, d'innocentes petites bétes qu'af-fectionne le Grand Serpent.

— Mais comment les retrou-ver ? sanglota la mere.

— Lorsque vos bonnes actions dépasseront les mauvaises dont vos fils sont coupables.

— Je ferai tout ce que vous me direz, gémit la mere.

Mais le pére ne pouvait maítri-ser sa colére.

— Ces enfants ont désobéi á leur mere, mais ils étaient in-conscients du mal qu'ils pou-vaient faire aux grenouilles.

— Ils apprendront, répondit l'ombrette qui s'envola en caque-tant : « Faut que je m'en aille, faut que je m'en aille », et elle disparut dans le ciel.

Les deux petites filies avaient écouté en silence. Elles aimaient beaucoup leurs fréres et ressen-taient douloureusement leur ab-

sence. Cette nuit-lá tres tard elles se glissérent hors de la hutte, tandis que leurs parents dor-maient, e' allérent au bord du vlei. L'eau était tres calme et la lune montait haut dans le ciel. Les chants rythmés des grenouil­les remplissaient l'air, le concert donné au Grand Serpent battait son plein.

— Kraak, kraak, kraak, chan-tait un groupe, et l'autre répon-dait : Krippeti, krippeti, krippe-ti, krip. Le contrepoint était par-fait et une des filies chuchota !

— Le Grand Serpent doit étre satisfait ce soir, la musique est splendide.

— Je crois que nos fréres chan-tent dans le choeur Krippeti-krip, répondit l'autre. Elles s'assirent toutes deux sur une pierre et, malgré leur frayeur, écoutérent pendant une grande heure.

De son nid au-dessus du bassin, l'ombrette les apercut toutes tris­tes au bord de l'eau et son re­gard s'adoucit.

— Pauvres enfants, elles se sentent bien seules, se dit-il.

A présent, les grenouilles com-mencaient le ballet. L'eau jail-lissait sous leurs ébats ou ondu-lait en vaguelettes pendant que les petites bétes sautaient. Le flouc, flouc des danseuses se dé-menant dans la vase montrait combien elles y allaient de bon coeur. Les fillettes, tres intéres-sées, tournaient la tete á droite ou á gauche lorsque les danseu­ses sautaient au-dessus de la sur-face du bassin et replongeaient de nouveau.

« Leurs fréres leur manquent, se dit l'oiseau. Elles ont du cha­grín. » Et comme malgré son as-pect sévére, il avait du coeur, il résolut de faire quelque chose pour elles.

Les petites se penchérent sur le bassin pour voir les grenouil­les de plus prés. L'ombrette vola hors du nid, plana sur leurs tetes et plouc! Elles tombérent la tete la premiére dans le vlei et se transformérent, immédiatement, en deux beaux pieds de nénu-phar dont les feuilles fiottaient.

Le lendemain, á l'heure de la récréation, les grenouilles décou-vrirent ces plantes nouvelles.

— Elles sont magnifiques, cria une des meilleures danseuses, les feuüles sont larges et bien lisses, on peut s'y étendre á l'aise et s'y rsposer longtemps.

— Tandis que les autres nénu-phars sont paresseux, reprit une de ses compagnes. On n'a pas eu le temps de prendre un bon bain de soleil qu'ils se referment déjá.

(A suivre.)

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