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RESEÑAS 225 Héctor BRIOSO SANTOS (Universidad de Alcalá) Michael NERLICH, Le «Persiles» décodé, ou la «Divine Comédie» de Cervantes. Clermont- Ferrand, Presses Universitaires Biaise Pascal, 2005. 743 p. (ISBN: 2-84516-294-4; Littératures.) El «Persiles» descodificado, o la «Divina comedia» de Cervantes, trad. Jesús Munárriz, Madrid, Hiperión, 2005, 756 p. Los últimos treinta años han visto incrementatse el número de estudios dedicados al Persiles en unas proporciones impresionantes: a los más de 300 libros y artículos inventariados por Carlos Romero en la bibliografía que encabeza su edición, se han añadido recientemente las contribuciones suscitadas, en Francia, por la inclusión de ese texto en el programa de la «agrégation d'espagnol». El libro que acaba de publicar Michael Nerlich, catedrático de la universidad Blaise Pascal de Clermont-Ferrand, participa de este renovado interés; pero, al mismo tiempo, se destaca por sus dimensiones, su método y, más aún, por una ruptura drástica con las interpretaciones inspiradas, hasta ahora, por esta «historia setentrional» 1 . Lo que el autor condena, en efecto, es, primero, la visión que se formó de ella Menéndez Pelayo, para quien esa obra frustrada sería fruto de la debilidad senil de su autor. Es, también, la interpretación «ultra- católica» desarrollada, entre otros, por Cesare De Lollis, Ludwig Pfandl, Joaquín Casalduero y Alban K. Forcione, según la cual estaríamos ante una narración ejemplar, marcada por el sello del espíritu tridentino. Y es, por fin, la lectura «bajtiniana» elaborada por Isabel Lozano Renieblas: la de un «libro de entretenimiento» cuyo autor, al querer competir con Heliodoro, hubiera aceptado el reto de lo maravilloso verosímil en una obra experimental regida por los criterios de lo posible extraordinario. No desconoce ni desestima otras interpretaciones de distinto cuño, como las de Tilbert Diego Stegmann, de Diana de Armas Wilson o de Maurice Molho; pero las categorías a las que se amoldan corresponden, según él, a las ideas de una época —la nuestra— distinta de la del Persiles. Entonces, ¿qué es lo que Cervantes se propuso hacer a partir de sus propias preocupaciones? Ofrecer a sus lectores, contesta Nerlich, un gran discurso poético-filosófico sobre el mundo tal como lo percibió e interpretó; un discurso estructurado por él con las herramientas y los materiales de que disponía para presentar de modo emblemático, alegórico y simbólico la sociedad de su tiempo en su totalidad con sus problemas (p. 29); dicho de otra forma: una obra gigantesca, una de las más importantes de la literatura mundial de su tiempo, hermana gemela de la Divina Commedia (pp. 19-20) a la cual el Persiles tributa un claro y amplio homenaje. ¿Por qué semejante propósito pasó desapercibido y, con él, el mensaje del cual procede? En realidad, los lectores del siglo xvn lo entendieron perfectamente; pero luego se perdió por múltiples razones. En primer lugar, el surgimiento de nuevos parámetros en la manera de concebir la identidad histórica de España, consecutivo a la implosión del imperio de los Austrias durante la guerra de los Treinta Años; también, desde un punto de vista cultural, el advenimiento del romanticismo, seguido del triunfo del realismo postbalzaciano, que sellaron la derrota del concepto aristotélico del hecho literario, tal como lo entendieron Renacimiento y Barroco (pp. ' Debemos al autor varios trabajos anteriores que constituyen un avance de su tesis, en particular: «Los trabajos de Persiles y Sigismundo», proyecto histórico-iluminado de una cultura europea, Eutopías, V época, vol. 137, Valencia, 1996; «"Una corona partida por medio", ou sur le rôle de la peinture dans Los trabajos de Persiles y Sigismundo», en Lectures d'une oeuvre: «Los trabajos de Persiles y Sigismundo», de Cervantes, coord. J. P. Sánchez, Nantes, Éditions du Temps, 2003, pp. 119-156.

Le «Persiles» décodé, ou la «Divine Comédie» de … · espíritu tridentino. Y es, por fin, la lectura «bajtiniana» elaborada por Isabel Lozano Renieblas: la de un «libro

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Héctor BRIOSO SANTOS (Universidad de Alcalá)

Michael NERLICH, Le «Persiles» décodé, ou la «Divine Comédie» de Cervantes. Clermont-Ferrand, Presses Universitaires Biaise Pascal, 2005 . 743 p.

(ISBN: 2-84516-294-4; Littératures.) El «Persiles» descodificado, o la «Divina comedia» de Cervantes, trad. Jesús Munárriz, Madrid, Hiperión, 2005 , 756 p.

Los últimos treinta años han visto incrementatse el número de estudios dedicados al Persiles en unas proporciones impresionantes: a los más de 300 libros y artículos inventariados por Carlos Romero en la bibliografía que encabeza su edición, se han añadido recientemente las contribuciones suscitadas, en Francia, por la inclusión de ese texto en el programa de la «agrégation d'espagnol». El libro que acaba de publicar Michael Nerlich, catedrático de la universidad Blaise Pascal de Clermont-Ferrand, participa de este renovado interés; pero, al mismo tiempo, se destaca por sus dimensiones, su método y, más aún, por una ruptura drástica con las interpretaciones inspiradas, hasta ahora, por esta «historia setentrional»1. Lo que el autor condena, en efecto, es, primero, la visión que se formó de ella Menéndez Pelayo, para quien esa obra frustrada sería fruto de la debilidad senil de su autor. Es, también, la interpretación «ultra-católica» desarrollada, entre otros, por Cesare De Lollis, Ludwig Pfandl, Joaquín Casalduero y Alban K. Forcione, según la cual estaríamos ante una narración ejemplar, marcada por el sello del espíritu tridentino. Y es, por fin, la lectura «bajtiniana» elaborada por Isabel Lozano Renieblas: la de un «libro de entretenimiento» cuyo autor, al querer competir con Heliodoro, hubiera aceptado el reto de lo maravilloso verosímil en una obra experimental regida por los criterios de lo posible extraordinario. No desconoce ni desestima otras interpretaciones de distinto cuño, como las de Tilbert Diego Stegmann, de Diana de Armas Wilson o de Maurice Molho; pero las categorías a las que se amoldan corresponden, según él, a las ideas de una época —la nuestra— distinta de la del Persiles. Entonces, ¿qué es lo que Cervantes se propuso hacer a partir de sus propias preocupaciones? Ofrecer a sus lectores, contesta Nerlich, un gran discurso poético-filosófico sobre el mundo tal como lo percibió e interpretó; un discurso estructurado por él con las herramientas y los materiales de que disponía para presentar de modo emblemático, alegórico y simbólico la sociedad de su tiempo en su totalidad con sus problemas (p. 29) ; dicho de otra forma: una obra gigantesca, una de las más importantes de la literatura mundial de su tiempo, hermana gemela de la Divina Commedia (pp. 19-20) a la cual el Persiles tributa un claro y amplio homenaje.

¿Por qué semejante propósito pasó desapercibido y, con él, el mensaje del cual procede? En realidad, los lectores del siglo xvn lo entendieron perfectamente; pero luego se perdió por múltiples razones. En primer lugar, el surgimiento de nuevos parámetros en la manera de concebir la identidad histórica de España, consecutivo a la implosión del imperio de los Austrias durante la guerra de los Treinta Años; también, desde un punto de vista cultural, el advenimiento del romanticismo, seguido del triunfo del realismo postbalzaciano, que sellaron la derrota del concepto aristotélico del hecho literario, tal como lo entendieron Renacimiento y Barroco (pp.

' Debemos al autor varios trabajos anteriores que constituyen un avance de su tesis, en particular: «Los trabajos de Persiles y Sigismundo», proyecto histórico-iluminado de una cultura europea, Eutopías, V época, vol. 137, Valencia, 1996; «"Una corona partida por medio", ou sur le rôle de la peinture dans Los trabajos de Persiles y Sigismundo», en Lectures d'une œuvre: «Los trabajos de Persiles y Sigismundo», de Cervantes, coord. J. P. Sánchez, Nantes, Éditions du Temps, 2003, pp. 119-156.

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20-23) . Además, para poder burlar la censura inquisitorial, Cervantes tuvo que codificar («encoder») su texto por todos los medios posibles (pp. 81 -82) , de modo que sólo sus contemporáneos, al menos los más discretos, fueron capaces de descodificar su mensaje: prueba de ello el éxito del libro en el momento en que se publicó, en claro contraste con su olvido posterior. Por consiguiente, al cabo de los casi cuatro siglos que nos separan de ese acontecimiento, nos corresponde llevar a cabo la misma operación a nuestra vez con el Persiles, haciendo nuestra la perspectiva de sus primeros lectores. De ahí la necesidad de una nueva lectura que se ciña a todas las palabras del texto, la única que nos permite recuperar el sensus litteralis. ¿Cómo conseguir semejante objetivo? Colocando ese texto en su contexto de época, y aprovechando, para ello, el saber del que se disponía en aquel entonces. Este saber está a nuestro alcance: es aquel mismo que nos facilita, entre otros instrumentos, el Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias, publicado en 1611 , en el momento en que Cervantes estaba metido en la redacción del gran libro que iba a concluir, cinco años más tarde, en su lecho de muerte (p. 29).

A partir de tales premisas, Michael Nerlich reparte su materia en veinte partes o, si se prefiere, veinte capítulos. Después de establecer un balance de la investigación sobre el Persiles y explicar el propósito que le anima, impugna, en una primera serie de apartados, la bipartición de una historia cuyos cuatro libros presentan, para él, una indiscutible unidad. Luego, en una segunda serie, pone en tela de juicio la supuesta inspiración tridentina de las aventuras de la pareja de amantes, mediante un nuevo examen del motivo de la peregrinación y de la imagen de la Ciudad eterna en tanto que meta final del viaje emprendido por los protagonistas. En adelante, sigue el curso de estas aventuras, sin desestimar por ello las historias episódicas, si bien dedicando mayor atención a los dos últimos libros cuya acción, corno se sabe, transcurre entre Lisboa y Roma. Así descubre en su trasfondo otra religiosidad que la que creyó encontrar la crítica tradicional; así reconoce, tanto en las fiestas y ceremonias que se ofrecen a la curiosidad del lector, como en las conductas de los actores de los relatos intercalados, las huellas de un sustrato precristiano que nos remite a los orígenes de España; así reinterpreta, mediante esta falsilla, las peripecias que suceden en Roma, lo mismo que el desenlace imaginado por Cervantes. Al final de este recorrido, una conclusión que quiere ser abierta sintetiza las características del método elegido, expone los resultados que el autor considera haber conseguido y reivindica la necesidad de una verdadera edición comentada del Persiles, la cual ha de imprimirse en tamaño mayor y acompañarse de un apparatus destinado a explicitar los hechos, los acontecimientos y los contextos; dicho de otro modo, la que requiere aquella realización cervantina del testamento poético que nos dejó Dante en el canto segundo del Paraíso, en su deseo de buscar el sentido oculto de las cosas, poniéndose bajo la advocación de las dos Osas (p. 697) .

Lo que nos llama la atención desde el principio, creando una impresión que se irá confirmando a lo largo de nuestra lectura, es la amplia gama de conocimientos que Michael Nerlich trae a colación en apoyo de su tesis. Este saber, como queda dicho, procede en gran parte del Tesoro de la lengua española, en tanto que compendio de los conocimientos de que disponían, en aquel entonces, los lectores del PersUes; a él remite continuamente, convencido de que Cervantes, con toda probabilidad, redacté) su texto con el Covarrubias en la mano (p. 688) 2 . Pero también se deriva de otras fuentes a las que hubo de acudir: no sólo las compilaciones y misceláneas tradicionalmente señaladas por la crítica, o las cosmografías que le permitieron bosquejar el marco septentrional de los dos primeros libros, sino también otros tratados

1 Semejante valoración del Tesoro de la Lengua castellana no deja de plantear ciertas dificultades. Ni su contenido, ni tampoco su ordenación son los de una enciclopedia. Sobre todo, en más de una ocasión, Covarrubias emite opiniones propias, que distan mucho de reflejar un saber común.

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ignorados hasta ahora de los editores. Entre ellos, el legendario Theatrum Orbis Terrarum (1570) , del cartógrafo holandés Van Erde, más conocido como Abraham Ortelius, seudónimo que nos daría la clave del nombre del polaco Ortel Banedre, protagonista de una de las historias intercaladas. Lo que también distingue Le «Persiles» décodé de los estudios anteriores, es un detallado examen del texto, emprendido a partir de la labor de los editores españoles —y muy especialmente la de Carlos Romero— así como de las más recientes traducciones alemanas, francesas e italianas. Cabe señalar, entre otras muestras de esta lectura, un acercamiento novedoso a la pretendida peregrinación realizada por Periandro, Auristela y sus compañeros desde Lisboa hasta Roma: haciendo hincapié, con nuevos y profusos argumentos, en las dudas expresadas en los últimos años por varios críticos, Michael Nerlich pone de realce los pretextos falsos de este viaje, aclarando sus verdaderas razones (pp. 156-156 y 2 3 6 - 2 8 3 ) . Merece destacarse, asimismo, el significado positivo que cobra, según él, el encuentro del «hermoso escuadrón», no lejos de Talavera, con una vieja peregrina, considerada hasta ahora como una figura caricaturesca, cargada con todos los pecados. En realidad, su rostro, que se parece al de una lechuza, nos recuerda el ave de Minerva, mientras que su vestidura transpone a su modo el de la hija de Júpiter (pp. 285-313) . En cuanto a Ortel Banedre, cuyo nombre acaba de ser aclarado, sus andanzas que le encaminaron, primero, desde Polonia hasta el Nuevo Mundo, acaban por llevarle hasta Talavera, cuya etimología queda registrada por Covarrubias a partir, precisamente, de la cosmografía de Abraham Ortelius. Allí es donde se casa con Luisa la Talaverana, siendo pronto abandonado por su nueva esposa a la que pretende matar en Madrid con su amante (pp. 314 -342) . Minerva y Marte, bajo las facciones respectivas de la vieja peregrina y del Polaco, surgen de esta forma en pleno corazón de España, en una coincidencia simbólica realzada por el hecho de que la violencia de aquel hijo de Marte es finalmente contenida por Periandro, cuyos acertados consejos, en esta circunstancia, lo convierten en perfecto mensajero de la diosa de la sabiduría (pp. 343-350) . Ingeniosa también resulta la forma en que Nerlich descodifica los nombres de las tres damas francesas a las que Periandro y Auristela encuentran al entrar en la Provenza, las cuales encarnan a su manera las armas de Francia. En efecto, si bien otros comentaristas identificaron a Feliz Flora como a la Flor de Lis y a Belarminia como al Bello Armiño, Deleasir, cuyo nombre no había sido explicado de modo satisfactorio, adapta a la fonética castellana el francés «De l'Azur». De esta manera, aparecen reunidos los tres elementos de las armas de los reyes de Francia, elegidos por Carlos V de Valois para tributar homenaje a la Santísima Trinidad y cuyo origen nos aclara una vez más Covarrubias en su Tesoro (pp. 4 9 5 - 5 0 5 ) . Finalmente, el nombre del duque de Nemurs, enamorado de Auristela y competidor de Arnaldo, remitiría al primer edicto de Nemours por el cual Enrique III revocó, en 1586, la libertad religiosa concedida a sus subditos por sus predecesores, confirmando esta revocación, tres años más tarde, con un segundo edicto decretado en la misma ciudad. Esta sería, pues, la base de la construcción literaria de ese hombre malo, encarnación de la pervivencia de la reacción católica en Francia, más allá del edicto de Nantes de 1598 (pp. 551-552); y el contraste que forma con su competidor, Arnaldo, se cifraría en su combate sangriento por la posesión de las «celestiales prendas» de Auristela, retratadas por un pintor. A diferencia de Nemurs, que pretende llevarse el retrato de la princesa, Arnaldo acaba diciendo que no lo necesita porque tiene la imagen de Auristela grabada en el alma, ganándose de este modo la amistad de Periandro. Este combate, por lo tanto, sería una manera de proyección de la guerra de los iconoclastas, lo mismo que el incidente romano de la calle de Bancos: en ambos casos, en efecto, frente a la actitud de Nemurs, representante del catolicismo reaccionario, Arnaldo vendría a encarnar la postura del protestantismo radical (pp. 554-564)'.

' Para Nerlich, el recorrido languedociano y provenzal de los supuestos peregrinos sería un homenaje indirecto tributado por Cervantes a Enrique IV, quien supo poner fin a las guerras de religión que

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Estos ejemplos forman parte de todo un sistema de correspondencias que, como se comprenderá, no se puede exponer detalladamente en el espacio de una mera reseña. Así y todo, debemos confesar que las conclusiones a las que nos llevan no nos convencen plenamente. Para limitarnos a dos casos significativos, puede ser que, detrás de los nombres de Alejandro Castrucho y Andrea Manilo, protagonistas respectivos de dos historias episódicas, se trasluzca el recuerdo de dos figuras históricas: por un lado, Castruccio Castracani di Lucca, un gibelino de principios del siglo xiv, que mantuvo a raya a los Güelfos haciendo coronar emperador a Luis de Baviera, antes de ser excolmugado por el papa (pp. 534-539); y, por otro lado, Markos Marulic, humanista croata admirador de Erasmo y autor de tratados teológicos publicados en Italia, que gozaron de amplia difusión por toda Europa en el Renacimiento, y cuyas curiosidades demonológicas nos darían la clave de los exorcismos a los cuales Andrea Marulo finge acudir para curar a Isabela Castrucho (pp. 539-543) . Pero ¿hasta dónde podemos ir por esta vía? De creer a Michael Nerlich, Cervantes, en el primer caso, nos daría a entender la necesidad, para la monarquía hispana, de inspirarse en el ejemplo de los Gibelinos, tomando sus distancias con respecto al poder de los Papas, en vez de dejarse comprometer en el juego político de la Contrarreforma. Ahora bien, conviene recordar, al respecto, que tanto Carlos Quinto como sus sucesores, lejos de confundir sus intereses con los de la Santa Sede, mantuvieron constantemente esta preocupación, sin necesitar que se les diera semejante advertencia bajo un ropaje novelesco. En cuanto a Markos Marulic, la atención que se le dedica aquí se debe al hecho de que aquel representante de una corriente reformadora del cristianismo sirvió de fuente de inspiración a católicos y protestantes. Por medios de estos rodeos, Michael Nerlich pretende explícitar el mensaje subyacente al conjunto de su demostración; aquel mismo que Cervantes destinaría a las autoridades de su patria y que su intérprete no duda en expresar de esta forma: «Espagne, souviens-toi de l'histoire et de tes alliés gibelins, tiens-toi à distance de tes ennemis, le pape et les Guelfes, en favorisant le mariage de tes amis de toujours, les Gibelins, avec le courant réformateur érasmiste de l'Église, ce qui donnera une nouvelle jeunesse à ces forces alliées et avec cela à une Espagne désengagée de l'étau assassin et suicidaire de la Contre-Réforme» (p. 543) .

Este mensaje no queda acotado en el ámbito de dos historias interpoladas. Según el autor, se trata de un verdadero leit-motiv que, en repetidas ocasiones, vuelve a asomar de manera más o menos directa. El ideal de un cristianismo desembarazado de los dogmas y ritos impuestos por el Concilio de Trento sería, en realidad, el de los mismos protagonistas, empezando por Periandro y Auristela. Procedentes de dos países nórdicos de imprecisa localización, pero pertenecientes a Escandinavia (p. 46) , ambos debieron de abrazar la Reforma protestante (p. 199): prueba de ello la irónica alusión a las imperfecciones que empañarían la fe de la princesa de Frislanda (pp. 201 -202) . El mismo ideal sería compartido por Antonio de Villaseñor y los suyos en la isla bárbara, a juzgar por un estilo de vida parecido al de los primeros cristianos (pp. 457-462) . Determinaría el paso por España de nuestros peregrinos, dentro de su recorrido desde las nieblas septentrionales hasta Roma: no tanto la España de Felipe III, brazo armado de la ortodoxia católica, pero también escenario de todo tipo de coacciones e injusticias, sino, más bien, aquella España visigoda cuyas huellas descubre y ensalza Periandro bajo las murallas de Toledo, marcando así la trascendencia de un encuentro simbólico entre aquellos Godos venidos del Norte con los nobles descendientes de los Hispanogodos peninsulares (pp. 87-101) . Encuentro cargado de sentido, si reparamos en que aquella España unificada bajo un mismo cetro, entre la caída del Imperio romano y la conquista musulmana, fue la cuna de un arrianismo que Roma no tardó en

destrozaban a Francia (pp. 486-487). En realidad, en tanto que el edicto de Nemours no puso término a la supuesta libertad de conciencia que los primeros Valois hubieran concedido a sus subditos, el de Nantes no procedió de un principio de tolerancia, concepto que no se impone hasta el siglo de las Luces. No fue más que un compromiso dictado por la necesidad y destinado a preservar la unidad del reino.

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condenar. En otros términos, declara Nerlich, los arríanos fueron los protestantes de aquella época (pp. 101-106) 4 . De ahí, según él, el itinerario que eligen los protagonistas después de su llegada a Barcelona: en vez de ir a Italia por mar, de acuerdo con lo que les propone Ambrosia Agustina, prefieren pasar por Languedoc y Provenza: dicho de otro modo, deciden recorrer la antigua Septimania que formó parte del reino visigodo (pp. 183-196). Así vendría a manifestarse una doble continuidad, hispano-romana e hispano-gótica, de que la España de los Austrias aún conservaba una clara conciencia, pero cuya percepción iba a borrarse con el cambio dinástico consecutivo al advenimiento de los Borbones5.

Partiendo de tales indicios, Nerlich va desarrollando sus hipótesis con una convicción cada vez mayor. En un primer momento, adopta con cierta prudencia el estilo interrogativo: ¿puede decirse de Periandro y Auristela —pregunta— cuyas convicciones religiosas desconocemos, que la lógica nos induce a pensar que serían más bien protestantes? (p. 179) . Pero, más adelante, se compromete mucho más. Claro que Auristela, al llegar a Roma, reitera su deseo de profundizar su conocimiento de los misterios de la verdadera fe, lo cual no deja de sorprender, si es que no la abrazó en su tierra. Pero, según Nerlich, su resolución, después de catequizada, dista de ser una mera peripecia en el desarrollo de sus aventuras: nos muestra que estamos ante una mujer fanática, espiritualmente envenenada por los penitenciarios, en cuya manos ha quedado convertida en mero juguete (pp. 365 y 684). Su determinación de tomar el velo, lo que motiva la desesperación de Periandro, sería un rechazo perverso de la procreación, característica de una psicópata (p. 669) . Si vuelve, no obstante, a tomar finalmente el recto camino, lo hace movida por la amistad, el amor y el compromiso cívico. En cambio, el príncipe de Tile sería más bien indiferente en materia religiosa. Así se entiende por qué a Nerlich le importa someter a examen las palabras que pronuncia después de haber sido arrojado por Domicio desde lo alto de una torre: si bien declara a Auristela, morir «en la fe católica cristiana y en la de quererte bien», cabe recordar que «católico» significa en realidad «universal», como señala Covarrubias, lo cual limitaría el alcance de estas palabras (pp. 565-566) . Ahora bien, lo mismo que Periandro, Mauricio se declara «cristiano católico»; pero, añade acto seguido, «y no de aquellos que andan mendigando la fee verdadera entre opiniones» (ed. de Carlos Romero, p. 213) . En contra de lo que afirma Nerlich, «católico cristiano», de esta manera, suena más bien como una profesión de fe tridentina.

Presentación alegórica y simbólica sería, pues, aquella que se nos ofrece aquí del mundo en el cual vivió Cervantes. Una presentación de la que tomamos cabal medida en cuanto reparamos en que el desarrollo de la acción se rige por una lógica de las estrellas que fundamenta su unidad (pp. 107-144) . Uno de sus principios estructurantes sería, en efecto, el de las constelaciones y, más precisamente, el que forman los Horizontes, las Estaciones, las Edades, los cuatro Evangelistas, la Cruz del Norte, el cuerpo de las Osas y las cuatro ruedas del Carro, evocados, como vimos, por Dante en su Paraíso. De ahí el cuarteto formado por Auristela, Periandro, Antonio hijo y Constanza, completado, ocasionalmente, por tríos y parejas. Semejantes combinaciones vendrían a reflejar el simbolismo numérico cristiano, llevando en su centro las cifras 4 y 7 que harían juego, en ciertas ocasiones, con otras simbólicas numéricas, tales como la Trinidad, las cinco Vírgenes prudentes o los doce Apóstoles (p. 134). ¿Construcción esotérica? De ninguna manera, sino, más bien, un modo de escenificar el debate astronómico que, desde

4 Cabe observar, al respecto, que lo que Roma iba a condenar ocho siglos más tarde no fue la cisma de la Reforma, como dice Nerlich (pp. 46 y 201) . Desde el punto de vista del dogma, en efecto, el protestantismo constituye una herejía.

5 Dicho sea de paso, aquella continuidad fue uno de los temas desarrollados en el coloquio que se celebró en París, hace unos quince años, sobre L'Europe héritière de l'Espagne wisigothique, cuyas Actas Michael Nerlich parece ignorar. Se publicaron con este mismo título en 1992, al cuidado de Jacques Fontaine y Christine Pellistrandi, en las colecciones de la Casa de Velázquez.

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Copérnico hasta Galileo, implicó a todos aquellos que trataron en vano de convencer a la Iglesia de que la tierra gira en torno al sol. Un debate del que se hace eco la discusión entre Periandro y Bartolomé el Manchego (pp. 126-128) , pero que iluminaría también las connotaciones estelares de los nombres de los protagonistas, empezando por el de Auristela, así como los encuentros, desencuentros y reencuentros que jalonan su recorrido. Así es como vemos postrarse ante la Estrella del Norte, es decir Auristela, a unos personajes cuya reunión nos ofrece la imagen de la Osa menor, antes de desaparecer en el transcurso de las historias episódicas para volver a aparecer acto seguido (pp. 176-178). En resumidas cuentas, afirma Nerlich, si no se entiende esta lógica estelar, no se puede entender la estructura estética ni el mensaje filosófico del Persiles (p. 134) . Más aún: para apreciar como se debe todos los movimientos de los personajes, se necesitaría, probablemente, un estudio profundo de la astronomía física y de la astrología judiciaria de aquella época (p. 351).

Para Michael Nerlich, no hay nada fortuito en el Persiles: ni un solo capítulo, ni un solo episodio, ni una sola línea que no requieran esa descodificación a la cual somete la obra, sin limitarse, en contra de lo que afirma, a una manera de close-reading de un texto reducido a su sentido literal (p. 29) . Lo que en realidad nos propone, es una hermenéutica que nos permitiría acceder, por fin, a su verdadero significado. Así lo declara en repetidas ocasiones: Gervantes, escribe, aprovecha todos los elementos necesarios que intervienen en la picaresca, en la literatura satírica anticlerical inaugurada por el Libro de Buen Amor, así como en la literatura de edificación, para elaborar una estructura narrativa extremadamente abierta, oscilante, evocadora, deíctica. Una estructura que exige del lector una intensa labor exegética, que lo incita de modo permanente a completar el texto insertándolo en el universo contradictorio de los signos, objetos y sistemas de pensamiento al que remite, un universo que se constituye dentro del saber de la época y que tratamos de reconstruir mediante un cuestionamiento de la superficie del texto (p. 263) . Semejante convicción explica probablemente, aunque no la justifique, su actitud ante las aportaciones de sus predecesores. Algunos, entre los cuales el que firma esta reseña tiene el privilegio de figurar, se merecen su aprobación por haber puesto en tela de juicio varias de las ideas tradicionalmente admitidas por la crítica. Pero no es, ni mucho menos, el caso de los demás. Por cierto, empieza por declarar que no se deben esperar varapalos en el estudio que se va a ofrecer, ya que su contribución se inserta —en tanto que expresión de su reconocimiento y gratitud— en el diálogo con unos estudiosos cuya labor se sitúa en las contradicciones del cervantismo (p. 37). Sin embargo, no tarda en olvidar su promesa inicial. Su doble impugnación de la capa de plomo exegética de la lectura tridentina y de la apisonadora de la interpretación bajtiniana (p. 240) pronto le lleva, en efecto, por muy distinto camino. Ya es hora —exclama— de dejar de tratar a Cervantes como a una fregona o de convertir su texto en trapo sucio (p. 190). No cesa de aplastar a Pfandl y Casalduero, hoy desaparecidos, incluyendo en su condena a un supuesto seguidor, Carlos Romero, a cuya edición acude, sin embargo, de modo constante. Si bien da las gracias a Isabel Lozano Renieblas por haber disipado muchos prejuicios (p. 65) , le reprocha poco después cierta superficialidad (p. 66) , acusándola, además, de expresarse desde las alturas de su saber bajtiniano (p. 507) . Echa en cara sus extravagancias a Jean-Marc Pelorson, el cual, aunque figura entre los cervantistas absolutamente eméritos, adoptaría ante el texto cervantino una desenvoltura que le deja estupefacto (p. 526) . Su convicción, sin duda sincera, de haberse liberado, después de varios decenios de ceguera (p. 6 8 7 ) , del peso de unas interpretaciones que ya no son de recibo, no basta para legitimar tantos y tan sorprendentes arreglos de cuentas

Dicho de otra forma, ¿es lícito considerar que, hasta ser descodificado, el Persiles sólo fue entendido, durante más de dos siglos, como un juego por el juego, un asunto esotérico o el producto de un misticismo cristiano más o menos inhibido? (p. 684) . Semejante afirmación nos parece al menos discutible. Michael Nerlich, para aclarar su aportación y justificar su método,

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pretende ser un guía tan creíble como aquellos que, ante las Pirámides, facilitan a los turistas las explicaciones requeridas por la función y el significado de los objetos que contemplan (p. 32). Caso de que semejante comparación se pueda admitir ¿debemos concluir que, sin el auxilio de tales guías, ni se pueden apreciar las Pirámides, ni el Persiles? Ahí está, para ponernos sobre aviso, el ejemplo de la Divina Commedia, traído a colación desde el título del libro y que volvemos a encontrar al final de su conclusión. Como ha demostrado todo un sector de la crítica, el mundo que nos ofrece Dante, aun cuando aparezca como un mundo de antaño por su contenido histórico y doctrinal, no deja de ser extraordinariamente actual, no sólo por su angustiosa incertidumbre ante el futuro y su expansión planetaria, sino por el surgimiento de un lenguaje poético ilimitado en su comprensión. Pues bien: la interpretación que se nos propone aquí del Persiles, como punto conclusivo de una ingente empresa exegética, nos parece remitir, en última instancia, a aquella heroica hipocresía que Américo Castro pensó, en otros tiempos, descubrir detrás del pensamiento de su autor. Por cierto, tenemos pleno derecho en disentir de la lectura apologética de un Casalduero o de un Forcione. Pero cuando Nerlich declara no creer que Cervantes fuera protestante o católico como nos imaginamos a los católicos o a los protestantes de aquella época, y que fue capaz de concebir el mundo desde una perspectiva atea o agnóstica, se inclina a medir por el rasero de sus propias convicciones las actitudes de un escritor al que considera, como lo será más tarde Romain Rolland, por encima de los conflictos más o menos triviales de su tiempo (pp. 231-232) . En realidad, no sabemos a ciencia cierta lo que pudo pensar Cervantes de las opciones políticas y estratégicas de la monarquía de Felipe III; y en cuanto a su propia intimidad espiritual, no se puede inferirla de su decisión de ingresar en la Orden Tercera franciscana, en el umbral de la muerte y, como tal, se nos escapa por definición. Tampoco basta con acudir a la cronología que nos facilita el Diccionario de Historia de España editado por Germán Bleiberg (pp. 345-348) , para concluir que la crisis de potencia y de identidad que conoce España a comienzos del siglo xvn sería el primer indicio de la decadencia del imperio hispano, una crisis que el manco de Lepanto viviría como un cataclismo inminente (p. 348) . De cualquier forma que reaccionara Cervantes frente a la guerra de los Treinta Años, España no entró en el conflicto sino dos años después de su muerte, y si lo hizo, ello se debió a unas complejas razones que no se limitaron a los envites de la lucha contra los protestantes.

En cuanto a inferir el significado del Persiles de una condena de la España tridentina, combinada con una defensa de la tolerancia hacia las demás confesiones cristianas, esto equivale, en nuestra opinión, a encerrarlo en una visión unidimensional. Aun cuando Nerlich pretenda restituir su dimensión polisémica a una obra abierta (p. 179) , el mensaje ecuménico en que radicaría su trascendencia nos remite exclusivamente a un contexto de época, una determinada circunstancia, la de la España de los Austrias, supeditando así a un enfoque arqueológico los significados que puede revestir, tanto para el siglo xvn como para nuestro tiempo, un «libro de entretenimiento», como lo llamó su autor. Nuestro colega quiere persuadirnos de que, a comienzos del siglo x v n , aquel vocablo no significaba prioritariamente «pasatiempo o divertimiento»; sin embargo, dicha acepción es precisamente la que nos da el Tesoro de Covarrubias: «qualquier cosa que divierta y entretenga al hombre, como el juego o la conversación o la lección». Para llegar a que nos diga otra cosa, tiene que acudir a la voz «leer», donde «lección» se define como «la doctrina del maestro» (p. 69) . A partir de lo cual, el entretenimiento reivindicado por Cervantes vendría a formar parte de una estrategia destinada a burlar la vigilancia de los censores; algo que confirmarían las palabras del canónigo del Quijote, cuando declara que «hanse de casar las fábulas mentirosas con el entendimiento de los que las leyeren» (pp. 44-45) . Pero no hay que desviar esta frase de su recto sentido: el canónigo no aboga aquí por una literatura subversiva que disfrazaría su mensaje para engañar a la Inquisición, sino que plantea las condiciones que deben cumplir las obras de ficción para conseguir la adhesión del

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lector, acreditando la forma de verdad que le es propia6. Esta preocupación es una de las claves del Persiles, y contribuye a explicar el éxito que pudo conocer en su siglo, no sólo en España, sino en Francia, donde tanto Heliodoro como sus seguidores gozaron de una indiscutiblr fama7. Más allá de la cuestión, ociosa según Nerlich, de saber si se trata de una novela o de una epopeya (p. 685) , el renovado interés que suscita actualmente se debe ante todo a lo que representa para nosotros: un testamento literario, por cierto, pero también, inspirado en el ejemplo de Heliodoro con quien Cervantes pretendió competir, una obra transgresiva de las normas de la novela de aventuras ejemplar que, al sesgar constantemente sus tópicos, rebasa sus límites. De ahí un cuestionamiento de la literatura, en el cual el vaivén entre oralidad y escritura, el entramado de fábula y episodios, el alternar entre narradores maliciosos y oyentes críticos son otras tantas formas de una manera de autoirrisión. En este sentido, y más que a partir de los supuestos de un mensaje codificado, el recorrido de Persiles y Sigismunda ya no es un mero juego por el juego, sino una auténtica odisea, ejemplar y ambigua a la vez, que integra un rico y complejo sistema de relaciones, marcado por el sello de una labor creadora donde lo lejano se injerta sobre lo cercano, la fantasía sobre la común experiencia, la mentira sobre la verdad". Así pues, dentro de nuestro propio horizonte de expectativas este canto de cisne de Cervantes se nos aparece como un texto que sigue abriendo nuevas y numerosas pistas. Aquella que Michael Nerlich acaba de abrirnos, valiéndose de su amplio saber, de su atenta lectura y de su agudeza, merece, sin la menor duda, el máximo interés. Cabe desear, por lo tanto, que su estudio pionero —escrito en un francés perfecto— suscite y alimente una investigación desapasionada y serena.

Jean CANAVAGGIO

Jean CANAVAGGIO, Don Quichotte. Du livre au mythe. Quatre siècles d'errance. Paris, Fayard, 2005. 346 p.

Será menester mucho tiempo para establecer un balance preciso y equitativo de las publicaciones que están saliendo a luz con motivo de la celebración del cuarto centenario de la Primera parte del Quijote, debido a la enorme cantidad de artículos, ensayos y libros originada por esta conmemoración. Pero lo que desde ahora puede afirmarse es que el estudio de Jean Canavaggio, dedicado precisamente a reconstituir y analizar la fama de la novela cervantina, es una contribución de primer rango que, con densidad permanente y estilo ameno y claro, viene a punto para ofrecer a lectores más o menos enterados del contenido de dicha novela una suma

6 «El Persiles, "libro de entretenimiento" peregrino» es precisamente el título de la ponencia plenaria de Augustin Redondo, incluida en las Actas del Quinto Congreso Internacional de Cervantistas, celebrado en Lisboa en 2003 . Véase Peregrinamente peregrinos, Actas del V CINDAC, ed. Alicia Villar Lecumberri, Madrid, Asociación de Cervantistas, 2005 , t. I, pp. 67-102 . Los dos tomos de estas Actas no aparecen en la copiosa bibliografía establecida por M. Nerlich, pp. 699-717 , el cual, sin embargo, menciona el estudio de Redondo como a punto de publicarse (p. 70, n. 81).

7 Véase al respecto el conocido libro de Georges Molinié (al parecer ignorado de Nerlich), Du roman grec au roman baroque, publicado en 1982 et reeditado en 1996 en Toulouse por las Presses Universitaires du Mirail.

s En este sentido, nuestra propia lectura del Persiles entronca con las finas observaciones que debemos a Mercedes Blanco, en «Los trabajos de Persiles y Sigismunda et l'invention du roman», en Lectures d'une œuvre..., pp. 2 1 - 4 6 , así como a Jean Marc Pelorson, en El desafío del «Persiles», Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 2 0 0 3 . Huelga decir que ni Mercedes Blanco ni Pelorson consideran un solo momento que Cervantes no tuviese más propósito que ofrecernos un taller de escritura, sin más trascendencia que la de un mero ejercicio de estilo.