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Bole�n de CAUCE Humanidades // FaHCE - UNLP // octubre de 2015Bole�n de CAUCE Humanidades // FaHCE - UNLP // octubre de 2015Bole�n de CAUCE Humanidades // FaHCE - UNLP // octubre de 2015

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Mucha tropa riendo en las calles...El ingreso de la policía a nuestra facultad el 14 de

octubre es un hecho que no puede pasarnos por al lado, pues implica un atropello a los derechos que hemos conseguido gracias a la lucha de estudiantes y trabaja-dorxs de las Universidades nacionales, defendiendo la educación pública y la autonomía universitaria. Empezando por lo más evidente, el ingreso de las fuerzas de seguridad a las universidades nacionales está prohibi-do, a no ser que medie la orden de un juez federal o la autorización expresa del decano. Como esto no pasó, denunciamos que la policía actuó ilegalmente.

Ahora bien, creemos que es fundamental reconocer cuál es el rol que le cabe a las ins�tuciones que ejercen el monopolio de la violencia estatal (ejército, gendarmería, federal y las policías provinciales y locales). Ante todo, cumplen la función específica de defender al Estado que, desde nuestra perspec�va, es la ins�tución que cristaliza una relación de fuerzas favorable a las clases dominan-tes, impone una lógica delega�va basada en una falsa idea de representa�vidad renovada periódicamente y garan�za la desigualdad en términos de explotación y opresión. Esto, a su vez, opera a par�r de mecanismos de consenso, por un lado, y represión directa, por el otro.

Incluso, es posible reconocer qué nivel de legi�midad �enen el Estado y las clases dominantes analizando la relación entre estos dos elementos.

Por eso, creemos que el reforzamiento de las fuerzas de seguridad que proponen Scioli, Macri y Massa cons�-tuye la antesala de una escalada represiva, que cada vez se materializa con mayor rigor. El nacimiento de las policías locales da cuenta de que asis�mos a un momen-to histórico en cuanto a la polí�ca represiva del Estado, y el accionar cada vez más impune de las fuerzas de seguridad �ene que ponernos en alerta respecto del escenario que se avecina luego del recambio en el poder ejecu�vo nacional. Vemos que los hechos lo demues-tran: sólo este año y sólo en La Plata, la bonaerense fusiló a Juan Mar�n Yalet en un patrullero, la local baleó a Rafael Cobo en un centro cultural, la infantería desalojó a vecinxs en los barrios de Abasto y Villa Elvira, a lo que se suma el ingreso a la Universidad y toda la violencia que co�dianamente ejercen estas ins�tuciones a la clase trabajadora y el pueblo en general.

No olvidamos tampoco que en 2013 las policías provinciales se acuartelaron y organizaron saqueos para presionar por aumentos de sueldo, que llegaron a

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duplicarse, mientras que lxs trabajadorxs docentes y de salud con�núan cobrando salarios magros y trabajando en condiciones paupérrimas. Por eso es importante destacar que cuando crece el presupuesto para las fuerzas represivas, disminuye el dinero des�nado a salud, educación y polí�cas de contención social.

La ecuación que plantean las clases dominantes a través de sus candidatos y medios de comunicación, que plantea más policía = más seguridad, es refutada ecuáni-memente por la realidad misma. Los vínculos de la policía con las redes de trata y el narcotráfico se hacen evidentes ante cada nuevo caso que revela complicidad de algún sector policial, en donde cabe destacar espe-cialmente la u�lización de las trans y traves� para la comercialización. A su vez, la operatoria respecto a los robos y asaltos merece una atención par�cular.

El caso de Luciano Arruga y la lucha de sus familiares permi�eron visibilizar que en cada barrio del país hay pibxs pobres obligadxs a robar para la policía. A par�r de aprietes y amenazas, la policía recluta jóvenes que luego �enen que entregarles lo conseguido. Cada comisaría organiza criteriosamente la liberación de zonas para que estxs jóvenes puedan actuar, a la vez que lxs criminaliza para evitar que salgan del círculo. A quienes se resisten, como Luciano, o como Omar Cigarán en la ciudad de La

Plata, lxs persiguen, lxs torturan, lxs matan y lxs desapa-recen.

Por todo esto, entonces, concluimos que es alarman-te que la policía actúe ilegal e impunemente, y entende-mos que es necesario repudiar estas prác�cas, y organizarnos para construir soluciones reales a los problemas que tenemos como estudiantes y trabaja-dorxs.

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A esta hora exactamente,¡hay un niño en la calle!

La situación puntual con lxs pibxs que vienen a la facultad no puede pensarse aislando la Universidad del resto de la sociedad. Creemos que esta ins�tución no es ni debiera de ser una isla, por lo que nos parece funda-mental que a la hora de pensar una salida, sea una verdadera solución para paliar la desigualdad social que atraviesan estxs y otrxs jóvenes en nuestra ciudad.

En tal sen�do, reducir la responsabilidad a las autoridades universitarias sólo puede ser una estrategia de quienes defienden al gobierno provincial de Daniel Scioli, que durante los úl�mos años ha volcado cada vez más dinero hacia las fuerzas de seguridad, lo que a su vez se refleja en un desfinanciamiento de las polí�cas de Estado para la contención social de estxs jóvenes. Caso patente de esta situación es la Secretaría de Niñez de la Provincia de Buenos Aires, que en función de la inflación y los magros aumentos en el presupuesto ha sufrido una caída de casi un 28% real.

Lo cierto es que este dinero se dedica fundamental-mente (70-72%) al pago de sueldos, lo que implica un desfinanciamiento de los programas específicos. Para

agravar esta situación, este mismo organismo �ene relevado al menos 200 casos de niñxs en situación de calle en La Plata, de los cuales a�enden a menos de 100, con un personal que no excede las 20 personas y una marcada falta de recursos básicos para su adecuado funcionamiento.

Al respecto, la Universidad y la facultad no han hecho más que una muy poco difundida jornada sobre Niñez en mayo, y han callado frente a la situación de la Secretaría y la situación de estxs pibxs. Es menester destacar, incluso, que lxs trabajadorxs de Niñez de dis�ntos puntos de la provincia tomaron la Secretaría en junio de este año, denunciando la falta de insumos y recursos. Entonces, que la Universidad, un actor polí�co de peso en la ciudad, no diga absolutamente nada, demuestra una falta de compromiso real para resolver la situación.

Esto, a su vez, se enmarca en el contexto más general de criminalización a la que son some�dxs niñxs y jóvenes por parte de los medios de comunicación y funcionarios de turno, que fogonean una falsa idea de juventud asociada al delito, pese a que las cifras demuestran que

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lxs “menores” que roban son una porción ínfima respecto de la can�dad total. Su salida es peor que el problema, ya que la orientación siempre es endurecer las penas, como si quien robara lo hiciera porque sí, sin atender a la situación social de fondo, y como si el sistema penitenciario efec�vamente aportara a la res�tución de los lazos sociales, en vez de imponer marginación y es�gmas.

Desde nuestra consideración, el análisis debe ser complejo y general, para no recaer en salidas simplistas como “sacar el problema de la facultad”, que no aportan en lo más mínimo a una verdadera solución. Hay que reconocer que la juventud es el sector más fuertemente

golpeado por la precarización laboral y la desocupación, con índices que superan largamente la media, de por sí elevada. También afirmamos que la deserción del sistema educa�vo es sistemá�ca, pese al nefasto plan FinEs con su entrega exprés de �tulos de grado, cuya única u�lidad es mejorar las estadís�cas de los organismos oficiales y precarizar aún más nuestra educación.

En defini�va, consideramos que nuestra tarea como estudiantes universitarixs �ene que ir hacia un aporte real al reconocimiento del problema y sus posibles vías de resolución, marcando con claridad las responsabilida-des que le cabe a cada actor.

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¡Poner el cuerpo y el bocho en acción!Como estudiantes universitarixs es importante que

sepamos que el acceso a esta ins�tución está vedado para la inmensa mayoría de lxs trabajadorxs y el pueblo. En ese sen�do, y en tanto podemos acceder a la educa-ción pública, es importante que nos reconozcamos como actor par�cular de la sociedad, que puede hacer un aporte específico a la resolución de los problemas que tenemos. Para nosotrxs, la par�cularidad de la Universidad, justamente, reside en el hecho de ser la ins�tución social y polí�camente legi�mada para producir conocimiento. Esto quiere decir que lo que estudiamos y lo que inves�gamos se inserta en la sociedad dando legi�midad a un determinado orden social, con los discursos y prác�cas que lo reproducen.

Por eso, nosotrxs creemos que es necesario que apostemos a la construcción de un conocimiento crí�co, que tome posición frente a la desigualdad social, la explotación y todas las formas de opresión que hay en la sociedad. Entendemos que no existen los discursos neutrales, por lo que constantemente tomamos implíci-ta o explícitamente posiciones frente a los problemas sociales. En ese sen�do, pensamos que el conocimiento crí�co �ene, como primera delimitación, un reconoci-miento tanto de sus condiciones de producción como de

la forma en que se inserta en la realidad.

La situación de lxs pibxs en la facultad pone de mani-fiesto dos cues�ones largamente inves�gadas en la Universidad: la situación de la juventud y la niñez por un lado, y la temá�ca de la “seguridad”, por otro. Respecto del primer punto, los estudios sobre juventud abarcan, fundamentalmente, descripciones que van desde la situación económica-social de lxs jóvenes hasta las formas de “consumo cultural” que �enen, orientadas más que nada a un supuesto reconocimiento de la cons�tución de la iden�dad juvenil, como son los innumerables trabajos sobre las mal llamadas “tribus urbanas” u otras formas de agrupamiento social que atraviesan a este sector.

El problema con estos estudios es que carecen de u�lidad prác�ca para la resolución de los problemas sociales específicos de la juventud, a la vez que, en general, nunca alcanzan a reconocer los procesos históricos que dan lugar a ciertas formaciones sociales. De esta manera, se reproducen cientos de inves�gacio-nes que se realizan como fin en sí mismo, lo que deja la producción cien�fica relegada a un lugar meramente contempla�vo de la sociedad, en vez de ser una herra-mienta que aporte a la transformación social, es decir,

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que sirva como orientación para desarrollar procesos que �endan a comba�r la desigualdad.

Sobre la “seguridad”, se pueden observar un impor-tante crecimiento de estudios que �enden a legi�mar el accionar de las fuerzas de seguridad, ya que tuvieron un enorme impulso desde la emergencia de la teoría de “seguridad democrá�ca”, nacida especialmente en Colombia durante el gobierno de Álvaro Uribe. La misma está vinculada estrechamente con el crecimiento del presupuesto en seguridad y la apelación a la sociedad civil para que “solidariamente” apoye a las fuerzas represivas del Estado. Desde nuestra consideración, estas ideas son la con�nuidad de la polí�ca estadouni-dense de “seguridad nacional”, con la que defendieron su intervención en América La�na en el úl�mo ciclo de golpes cívico-militares en nuestra región.

Esta forma de intervención directa ha quedado muy deslegi�mada debido a los enormes atropellos a los Derechos Humanos que caracterizaron esta serie de dictaduras, por lo que esta doctrina de “seguridad nacional” fue dejada de lado para que sean las mismas clases gobernantes de cada país quiénes se encarguen del control social. Ahí es donde entra la “seguridad democrá�ca”, que busca reencontrar a las fuerzas represivas del Estado con la sociedad civil. Sin embargo, este �po de inves�gaciones evitan reconocer que, en sus condiciones de producción, plantean axiomá�camente

que el monopolio de la violencia es tarea del Estado y que el problema reside en cómo se ejerce para que disuada a quienes se alejen del “pacto social”.

Entonces, nosotrxs creemos que lxs futurxs profesio-nales en el estudio de la sociedad tenemos que ser capaces de reconocer que estas perspec�vas de inves�gación son funcionales a la represión social por parte del Estado, y desarrollar líneas de conocimiento que partan de una lectura crí�ca sobre la desigualdad social, con miras a la transformación social. Claro está, la Universidad como ins�tución no será quien transforme la sociedad, pero desde su par�cularidad puede colaborar con la construcción de una fuerza social que sea capaz de revolucionar el estado de cosas, y terminar con la explotación y la opresión.

Para esta tarea, no podemos dejar de mencionar que la ac�vidad crea�va no puede basarse únicamente en la reflexión teórica, sino que debe ser desarrollada en la relación dialéc�ca entre la misma y la tarea prác�ca. Por eso, desde CAUCE proponemos el desarrollo de conoci-miento a par�r de la coproducción con otros actores, como movimientos sociales, sindicales, culturales, etc., que permitan recuperar otras formas de conocimiento históricamente vedadas de la Universidad para la construcción de un conocimiento verdaderamente crí�co, tanto desde su forma de producción como desde su contenido y orientación.

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