La censura en la obra de
Hemingway: un análisis de
Por quién doblan las
campanas
Mar Moncosí Saballs
Tutor/a: José Francisco Ruiz Casanova
Seminari 108: Reflexió sobre la traducció
Curs 2018-2019
ABSTRACT
English
During the forty years of Franco’s dictatorship there were a lot of different types of
repression, but this paper is focused only in the literary repression. Literature was under
the Administration’s charge, that is to say, it was under Franco’s government control.
Therefore, a lot of literary works had to went through a censorship. This censorship was
in charge of modifying and/or omit passages that were antagonistic to Francoism
ideology, which a lot of times acted for propagandistic purposes. So, the censors looked
after the literature with the aim of that the publications in Spain were according to its
dictatorship. In this project, I am going to explain how they applied, or wanted to apply,
the censorship over the literary works: what they kept in mind and what patterns took in
order to modify or forbid a work. I will carry though the paper by analyzing the book
entitled Por quién doblan las campanas by Ernest Hemingway, published in Spanish by
Grupo Planeta in 1968.
Therefore, in this paper I will focus in briefly explaining this cultural repression.
Henceforth I will focus on the Hemingway’s book, which was never censured but it was
published under the silence procedure. Nevertheless, in different documents of the
Archivo Nacional de la Administración (AGA), located in Alcalá de Henares, we can see
how the censor indicated some pages in which would be necessary to do some
modifications or omissions, which I am going to analyze and commentate by basing
myself on the Francoism morality.
Key words: Spanish Civil War, Francoism, censorship, Hemingway, Por quién doblan
las campanas, Joker, Grupo Planeta
Català
Durant els quaranta anys del règim dictatorial franquista hi va haver diferents tipus de
repressió, tot i que aquest treball es centra només en la repressió literària. Tota la literatura
estava sota tutela administrativa, és a dir, sota el control del govern franquista, per la qual
cosa moltes obres literàries van haver de passar per una censura. Aquesta censura
s’encarregava de modificar i/o ometre fragments antagònics a la ideologia dels
franquistes, que moltes vegades actuava amb finalitats propagandístiques. Els censors,
doncs, vetllaven per tal que tot allò que circulés per Espanya fos publicat al gust de la
dictadura. En aquest treball explicaré com aplicaven –o volien aplicar– la censura sobre
les obres literàries, és a dir, què és el que tenien en compte i quines pautes seguien per
modificar o prohibir una obra. Ho faré a partir d’una anàlisi de l’obra Por quién doblan
las campanas, de l’autor americà Ernest Hemingway, publicada en castellà per Grupo
Planeta l’any 1968.
Així doncs, en aquest treball em centraré en explicar breument aquesta repressió cultural,
per més endavant centrar-me en l’obra de Hemingway, la qual no va ser mai censurada,
sinó que va ser publicada sota silenci administratiu. No obstant això, en els diferents
expedients de l’Arxiu General de l’Administració (AGA), situat a Alcalá de Henares, es
pot observar com el censor indicava les pàgines en les que caldria fer modificacions o
omissions de certs fragments, els quals analitzo i comento basant-me en la moral del
govern franquista.
Paraules clau: Guerra Civil, Franquisme, censura, Hemingway, Por quién doblan las
campanas, Joker, Grupo Planeta
Castellano
Durante los cuarenta años del régimen dictatorial franquista hubo distintos tipos de
represión, aunque este trabajo se centra solamente en la represión literaria. Toda la
literatura estaba bajo tutela administrativa, es decir, bajo el control del gobierno
franquista, por lo que muchas obras literarias tuvieron que pasar por una censura. Esta
censura se encargaba de modificar y/u omitir fragmentos antagónicos a la ideología de
los franquistas, que muchas veces actuaba con finalidades propagandísticas. Los
censores, pues, velaban con la finalidad de que todo aquello que circulara por España
fuera publicado conforme a la dictadura. En este trabajo explicaré cómo aplicaban –o
pretendían aplicar– la censura sobre las obras literarias, es decir, qué es lo que tenían en
cuenta y qué pautas seguían para modificar o prohibir una obra. Lo haré a partir de un
análisis de la obra Por quién doblan las campanas, del autor americano Ernest
Hemingway, publicada en castellano por Grupo Planeta el año 1968.
Así pues, en este trabajo me centraré en explicar brevemente esta represión cultural, para
más adelante centrarme en la obra de Hemingway, que nunca fue censurada, sino que fue
publicada bajo silencio administrativo. No obstante, en los diferentes expedientes del
Archivo General de la Administración (AGA), situado en Alcalá de Henares, se puede
observar cómo el censor indicaba las páginas en las que haría falta modificar u omitir
ciertos pasajes, que analizo y comento basándome en la moral del gobierno franquista.
Palabras clave: Guerra Civil, Franquismo, censura, Hemingway, Por quién doblan las
campanas, Joker, Grupo Planeta
ÍNDICE
1. INTRODUCCIÓN ........................................................................................................ 1
1.1. Tema del trabajo .................................................................................................... 1
1.2. Motivo de la elección ............................................................................................. 1
1.3. Metodología ........................................................................................................... 2
1.4. Agradecimientos .................................................................................................... 2
2. CONTEXTO HISTÓRICO .......................................................................................... 3
2.1. LEYES DE PRENSA ............................................................................................ 4
2.1.1. Ley de prensa de 1938 ..................................................................................... 4
2.2.2. Ley de Prensa e Imprenta de 1966 .................................................................. 5
3. REPRESIÓN EDITORIAL Y CENSURA .................................................................. 7
3.1. Instituciones responsables de la censura .............................................................. 10
3.2. El proceso administrativo .................................................................................... 12
4. ERNEST HEMINGWAY........................................................................................... 14
4.1. Hemingway en España ......................................................................................... 15
4.1.1. Por quién doblan las campanas .................................................................... 16
5. ANÁLISIS DE LA OBRA ......................................................................................... 17
5.1. Características de la obra original y de su autor .................................................. 17
5.2. La edición argentina de 1966: Editorial Joker ..................................................... 18
5.3. La edición española de 1968: Grupo Planeta ....................................................... 30
5.4. Silencio administrativo ........................................................................................ 32
6. CONCLUSIONES ...................................................................................................... 33
6.1. Conclusiones del análisis de la obra .................................................................... 33
6.2. Conclusiones generales ........................................................................................ 34
7. BIBLIOGRAFÍA ........................................................................................................ 36
8. ANEXOS .................................................................................................................... 39
8.1. Expedientes del Archivo General de la Administración ...................................... 39
8.2. Hemerotecas ......................................................................................................... 52
8.2.1. Hemeroteca del ABC ..................................................................................... 52
8.1.2. Hemeroteca de La Vanguardia ..................................................................... 54
1
1. INTRODUCCIÓN
1.1. Tema del trabajo
Este trabajo consiste en hacer una breve investigación sobre la censura literaria durante
el régimen franquista (1936-1975). No obstante, más adelante, me centraré en hacer un
análisis del libro Por quién doblan las campanas de Ernest Hemingway y sus primeras
ediciones en español, que datan de los años 1966 y 1968, fechas que indican que la novela
tuvo que ser revisada y censurada por parte del gobierno de Franco.
Así pues, este trabajo pretende descubrir, a grandes rasgos, cómo afectó la censura
franquista en cualquier tipo de obra literaria, ya fueran nacionales o internacionales; qué
tipo de obras podían publicarse y cuáles no, a menos que se adaptaran a una serie de
cambios y omisiones de palabras o incluso de párrafos completos. Se llevará a cabo, como
decía, mediante el análisis de los fragmentos que los censores proponían tachar o suavizar
de la obra Por quién doblan las campanas del autor estadounidense.
1.2. Motivo de la elección
Por un lado, lo que me ha llevado a escoger este tema es mi interés por la historia,
especialmente por una de las épocas más duras y sangrientas del país, la Guerra Civil y
el régimen dictatorial franquista. Siempre se ha hablado de la represión y la censura que
sufrió España durante la época totalitaria, ya fuera censura literaria, cinematográfica,
etcétera, pero pocas veces se ha profundizado en el tema y por esta razón he querido
añadir un granito de arena mediante esta investigación. Siempre que se habla de censura
me despierta curiosidad el saber en qué consistía exactamente; quiénes eran sus
responsables, qué tipo de obras podían ser publicadas, qué autores o libros estaban
prohibidos, en qué se fijaban los censores para prohibir una obra, etcétera.
Por otro lado, el motivo por el cual he elegido esta obra es porque se trata de una obra
ambientada en la Guerra Civil, en la que se identifica a los republicanos como leales y a
los nacionalistas como rebeldes, entre otras cosas, y me interesaba ver cómo los censores
alteraban –o pretendían alterar– estas cuestiones. Además, la obra fue escrita por un autor
extranjero que visitó y conoció la España de la época, y yo sentía curiosidad por saber
cómo reflejaba la crueldad de la Guerra Civil en su novela, mediante historias de
diferentes personajes y sus asuntos en la vida cotidiana de la época. Asimismo, pensé que
el hecho de elegir un autor tan conocido como lo es Hemingway me facilitaría encontrar
2
información sobre la censura literaria de sus obras, además de ser el autor extranjero más
traducido durante la época dictatorial.
1.3. Metodología
La censura afectó en muchas obras, ya fueran extranjeras o no, durante la época dictatorial
franquista. Para demostrarlo, he llevado a cabo una investigación basándome en datos
cualitativos; he visitado el Archivo General de la Administración (AGA) en Alcalá de
Henares, donde guardan una gran cantidad de expedientes sobre la censura literaria de la
época. Cada expediente está guardado en un sobre junto con otros documentos, así como
la hoja de autorización y otros documentos de evaluación redactados durante el régimen
franquista. Cada uno de estos expedientes está indicado con un número separado por un
guion, la primera serie de números hace referencia al registro de entrada, es decir, marca
el orden en que la obra entró en el Ministerio de Información, mientras que la segunda
serie de números indica el año en que la obra fue propuesta.
Además de informarme en el AGA, he consultado otras fuentes, así como libros de
historia sobre el franquismo, sobre la censura literaria y la represión editorial en España,
sobre Ernest Hemingway y su obra, etc. Asimismo, la búsqueda en Internet me ha
ayudado a ampliar la información, así como algunos artículos periodísticos que he podido
consultar en las hemerotecas de La Vanguardia y el ABC.
1.4. Agradecimientos
En primer lugar, quisiera darle las gracias a mi tutor José Francisco Ruiz, por ayudarme
con el trabajo y guiarme para hacerlo posible. En segundo lugar, quisiera agradecerle a
mis padres y hermanos por el apoyo incondicional que me han dado, en especial a mi
hermana Júlia, que me ayudó a elegir el tema del trabajo y me ha echado una mano
siempre que lo he necesitado. También a mi madre, que me acompañó hasta Alcalá de
Henares para poder consultar los documentos guardados en el AGA. En tercer y último
lugar, gracias también a las trabajadoras del AGA, que me ayudaron y me guiaron tan
bien como pudieron para conseguir los expedientes que necesitaba para hacer este trabajo,
además de hacerme las fotocopias necesarias y mandármelas a casa.
3
2. CONTEXTO HISTÓRICO
El 17 de julio de 1936 estalló uno de los episodios más cruentos de la historia de España,
la Guerra Civil. El año 1939 se establecía, definitivamente, una dictadura que duraría casi
cuarenta años con Francisco Franco Bahamonde como jefe del Estado. Desde los
comienzos de la guerra, España ya sufría una cierta opresión, aunque, con la instauración
de este régimen totalitario, dicha represión se reforzó todavía más; pues hubo mucha
represión intelectual, lingüística, religiosa, educativa, cultural, etc. El periodismo, por
ejemplo, era fundamental para la formación de la cultura e ideas de la población española,
por lo que no se podía permitir que la prensa fuera en paralelo a los ideales de la dictadura.
En definitiva, la censura actuó sobre todo aquello que iba en contra de las ideas de los
insurrectos; pues así se aseguraban de que todo aquello que estaría en manos de la
población española no perjudicaría la vigencia de su sistema político.
Como consecuencia de la Guerra Civil, en España quedó muy poca gente de letras, ya
que muchos intelectuales republicanos se encontraban en la cárcel, exiliados o habían
fallecido. Así pues, España se quedó sin muchos profesores, novelistas, poetas, etc. Los
pocos que permanecieron en el país eran autores fieles al régimen vencedor y, por
consiguiente, a una literatura única. Con ello, la oferta editorial y bibliográfica quedó
reducida totalmente a aquellos libros que cumplieran con los ideales de la dictadura. Se
llevo a cabo una expurgación de todas las estanterías de las bibliotecas, escuelas,
editoriales y librerías. Con la Ley de Prensa de 1938, que explicaré más adelante, se
estableció la censura previa de nuevos libros y títulos, ya fueran de literatura nacional o
internacional, con el fin de controlar que no se opusieran al régimen dictatorial y que, por
lo tanto, se publicaran y comercializasen conforme a este.
La libertad de prensa giraba en torno al uso que podía hacerse de un medio de difusión
de ideas (periódicos, libros, revistas, etc.). La libertad de expresión1 se limitaba a: el
respeto a la verdad y a la moral; el acatamiento a la Ley de Principios del Movimiento
Nacional y a las demás leyes fundamentales; las exigencias de la defensa nacional, de la
seguridad del Estado y del mantenimiento del orden público interior y a la paz exterior;
el debido respeto a las instituciones y a las personas en la crítica de la acción política y
1 Artículo segundo del capítulo primero de la Ley de Prensa e Imprenta de 1966.
4
administrativa; la independencia de los Tribunales, y la salvaguardia de la intimidad y del
honor personal y familiar.
La represión cultural durante el gobierno de Franco podría dividirse en dos etapas: una
primera, a partir de la Ley de Prensa de 22 de abril de 1938, y una segunda, con la
implantación de la Ley de Prensa e Imprenta de 19 de marzo de 1966. Ambas leyes tenían
como objetivo regular la prensa y la literatura, es decir, suprimir cualquier tipo de
publicación de carácter republicano. Se diferenciaba una de la otra porque la ley de 1938
requería la censura previa mientras que la ley de 1966 no. A continuación me centraré en
ellas, aunque profundizaré más en la de 1966, dado que es la que se impuso sobre la obra
Por quién doblan las campanas de Ernest Hemingway que analizaré más adelante.
2.1. LEYES DE PRENSA
2.1.1. Ley de prensa de 1938
A pesar de que ya existía censura desde comienzos de la guerra, no se estableció una
nueva ley de prensa hasta el 22 de abril de 1938, la cual sustituyó la Ley de Prensa de
1883. La Ley de Prensa de 1938, inspirada en modelos fascistas de Mussolini2 y
Goebbels3, fue promulgada por Ramón Serrano Suñer, el cuñadísimo y entonces Ministro
de Interior, uno de los creadores del “Nuevo Estado”.
El artículo sexto de esta ley, que se centra en la censura, dictaba que el Jefe del Servicio
de Prensa de cada provincia debería: ejercer la censura, mientras ésta subsistiera, de
acuerdo con las orientaciones que se le dictaran por el Servicio Nacional de Prensa o, en
su caso, por el Gobernador Civil de la provincia, cuando éstas se refirieran a materia local
o provincial; en materia de censura de guerra, el ejercicio de esta censura quedaría
sometida a la autoridad militar; consistía en llevar el duplicado del Registro Oficial de
Periodistas en la forma que la presente Ley determinara; servir de enlace entre el Servicio
Nacional de Prensa y los directores de los periódicos de la provincia; servir de enlace
entre el Gobierno Civil de la provincia y los directores de los periódicos de la misma;
informar al Servicio Nacional de Prensa de la marcha de los periódicos de la provincia,
2 Benito Mussolini (1883-1945) fue dictador de Italia desde 1922 a 1943. 3 Joseph Paul Goebbels (1897-1945) fue ministro de Información popular y Propaganda del Tercer Reich.
También uno de los causantes principales de toda la depuración cultural que se llevó a cabo; en un discurso
del 1933 declaraba que la nación se había purificado por dentro y por fuera.
5
poniendo en su conocimiento los delitos o infracciones que pudiesen producirse; llevar
un archivo de las publicaciones diarias y periódicas.
La Ley de Prensa de 1938 duró veintiocho años y fue derogada con la entrada de la nueva
Ley de Prensa e Imprenta de Manuel Fraga el año 1966, cuando este fue nombrado
ministro de Información y Turismo y, por lo tanto, máximo encargado y responsable de
la censura.
2.2.2. Ley de Prensa e Imprenta de 1966
Durante la vigencia de la Ley de Prensa de 1938 se discutía mucho sobre las dificultades
por las que tenían que pasar editores y escritores antes de publicar algo. Además, se
empezó a hablar de la creación de una nueva ley que se adaptara a los nuevos tiempos y
afanes de la comunidad española, aparte de a otras transformaciones, ya fueran en el
campo nacional o internacional. Así pues, el 18 de marzo de 1966 se promulgó una nueva
Ley de Prensa e Imprenta, cuyo objetivo era buscar un punto medio entre las anteriores
leyes y las democracias existentes en otros países. Esta ley fue promulgada por el entonces
Ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, que estaba en el cargo desde
1962 y abolió las leyes de prensa del 26 de junio de 1983 y del 22 de abril de 1938.
El prólogo de la Ley de Prensa e Imprenta de 1966 dice así:
“[…] el ordenamiento jurídico de la Prensa y la Imprenta están constituidos
fundamentalmente por la Ley de 26 de junio de 1883 y la de 22 de abril de 1938. La
mención de estas fechas pone en relieve la necesidad de adecuar aquellas normas jurídicas
a las actuales aspiraciones de la comunidad española y a la situación de los tiempos
presentes. Justifican tal necesidad el profundo y sustanciar cambio que ha experimentado,
en todos sus aspectos, la vida nacional, como consecuencia de un cuarto de siglo de paz
fecunda; las grandes transformaciones de todo tipo que se han ido produciendo en el
ámbito internacional; las numerosas innovaciones de carácter técnico surgidas en la
difusión impresa del pensamiento; la importancia, cada vez mayor, de los medios
informativos poseen en relación con la formación de la opinión pública, y, finalmente, la
conveniencia indudable de proporcionar a dicha opinión cauces idóneos a través de los
cuales sea posible canalizar debidamente las aspiraciones de todos los grupos sociales,
alrededor de los cuales gira la convivencia nacional. […]”.
La Ley de Prensa e Imprenta de 1966, conocida también como “Ley Fraga”, constaba de
setenta y dos artículos, aunque me centraré en mencionar solamente los artículos tercero
y duodécimo, que hablan sobre la censura y las responsabilidades de los autores.
El artículo tercero del capítulo primero, sobre la libertad de prensa e imprenta,
promulgaba que la Administración no podría aplicar censura previa ni exigir la consulta
obligatoria, salvo en los estados de excepción y de guerra expresamente previstos en las
6
leyes4. En el artículo duodécimo del capítulo segundo, sobre los impresos o
publicaciones, se determinaba que seguía siendo obligatorio la deposición de seis
ejemplares, si se trataba de un libro, con la antelación que se reglamentara. Por lo que
hace a las publicaciones diarias o semanales se deberían depositar diez ejemplares de la
publicación media hora antes, como mínimo, de su difusión. Todos los ejemplares
deberían entregarse a las delegaciones del Ministerio de Información y Turismo que se
determinaran. Así pues, las editoriales podían imprimir su obra, pero lo demás estaba a
manos del Ministerio de Información y Turismo, ya que era este que decidiría si una obra
era denegada o bien autorizada. Esta ley dictaba, también, que las infracciones de las
normas del régimen jurídico daban origen a la responsabilidad y sanción penal, civil o
administrativa que procediera.
Así pues, con la Ley Fraga, las restricciones aparentemente disminuyeron y la censura
previa pasó a ser voluntaria, aunque hasta el comienzo de la nueva democracia no
desapareció por completo. Por todo ello, esta nueva ley parecía, de algún modo, más
permisiva y, de hecho, es una de las leyes más conocidas de la época, dado que era
considerada la ley con la “máxima expresión política” del momento5. No obstante, no lo
fue, puesto que el hecho de no haber censura previa no significaba más libertades para
los medios de comunicación y para los escritores, ya que serían ellos quienes tendrían que
aplicarse una “autocensura” para no ser sancionados una vez editada y publicada la obra.
En definitiva, la Ley Fraga no daba paso a más libertad, sino que solo la aparentaba.
Después del fallecimiento del dictador en 1975, esta ley permaneció en vigor en toda su
integridad hasta que se promulgó la Ley de la Reforma Política6, la cual anuló la Ley de
Prensa e Imprenta de 1966, aunque, en cierto modo, siguieron censurándose las obras que
iban en contra de la monarquía, de la religión o de la unidad de España.
4 Véanse al respecto el artículo 10-9 de la Ley de Régimen Jurídico de la Administración del Estado y los
artículos 25-42, ambos incluidos en la Ley de Orden Público de 30 de julio de 1959. 5 El período en el que Manuel Fraga ocupó el cargo de Ministro de Información y Turismo fue conocido
como la primavera de Fraga debido a las mayores libertades que él permitió a los editores, parodiando a la
política “Primavera de Praga”, por lo poco que duraron (Beneyto, 1975). 6 La Ley de Reforma Política de 1977 permitió derogar leyes promulgadas durante la dictadura y dar paso
a la Transición democrática española. Esta ley se aprobó por mayoría absoluta (81%) de los procuradores
en las Cortes franquistas.
7
3. REPRESIÓN EDITORIAL Y CENSURA
La represión cultural tuvo un papel muy importante durante la dictadura franquista en lo
que se refiere a la censura de libros; como decía, desde los inicios de la Guerra Civil los
golpistas tuvieron una obsesión por eliminar todo aquello que fuera en contra de su
ideología, es decir, todo aquello que fuera antagónico a las ideas tradicionales y
antiliberales del franquismo. Según ellos, la decadencia del país era una consecuencia de
las ideas que se exponían en ese tipo de libros, por lo que había que proceder a su
depuración. Esta labor pretendía repercutir en nuestro presente, de modo que lo que se
prohibiera en la época perdurara hoy en día.
Durante los primeros años de Guerra Civil, los insurgentes implantaron la censura en las
zonas que su ejército iba ocupando. Militares como Cabanellas, Saliquet, el General Mola
o Franco hablaban de la censura de documentos, de cualquier tipo que fueran, en su
reglamento. Por un lado, el general Francisco Franco, en la Declaración del Estado de
Guerra en el archipiélago canario el 18 de julio de 1936, ordenaba: “serán sometidos a mi
previa censura, y como requisito indispensable para circular, tres ejemplares de cualquier
impreso o documento destinado a publicidad”. El General Cabanellas dictaminaba una
orden similar: “serán sometidos a mi previa censura, antes de circular, dos ejemplares de
todo impreso destinado a la publicidad”. Por otro lado, también el general Emilio Mola,
en Navarra, y el general Andrés Saliquet, en Valladolid, incluían la censura en la
Declaración del Estado de Guerra, que reglamentaba: “quedan sometidas a la censura
militar todas las publicaciones impresas de cualquier clase que sean […]”. Por otro lado,
Queipo de Llano, dirigente del golpe militar en Sevilla, no mencionó la censura en su
reglamento, la censura era algo evidente, puesto que nadie se atrevía a decir nada ante un
militar tan estricto y fiel a la patria. Así pues, el bando sublevado tenía como objetivo
purificar España, por lo que la industria del libro solo debería recoger aquellas obras que
fueran de acuerdo con sus ideas, para así implantarlas en todos los ámbitos de la sociedad.
En cuanto a las supresiones o modificaciones que se realizarían en torno a una obra,
deberían darse una serie de concreciones. Es decir, establecer un límite entre lo que podía
decirse y lo que no. Uno de los límites vendría marcado por el decreto del mes de agosto
de 1936 en Córdoba7, –aunque fue así en todas las zonas ocupadas por los golpistas–, en
7 En, S., Documentos, S. U. S., Hespérides, G., & Velázquez, I. E. S. (2015). Sevilla en sus documentos
(1935-1951).
8
el que quedaba ilícita la circulación de los libros pornográficos y la literatura socialista,
comunista, con ideas marxistas o estalinistas de la siguiente manera:
Se ha dispuesto por el Gobierno Civil la obligación que tienen los dueños de las librerías
y puestos de periódicos de entregar inmediatamente en dicha dependencia oficial cuantos
libros, folletos, revistas o periódicos defiendan teorías marxistas, anarquistas o efectúen
estudios de actualidad bajo un prisma de izquierdismo, así como todos los pornográficos
e inmorales, quedando incluidos en esta prohibición las obras de Marx, Lenin, etc., y los
comentarios sobre ellas, no sirviendo de pretexto el que sean obras filosóficas o de
estudio.
Cabe destacar también la represión lingüística de la época, puesto que se prohibió la
edición y publicación de cualquier libro que no estuviera escrito en lengua castellana. Las
lenguas ajenas al castellano eran consideradas una amenaza para la unidad de España, en
concreto el catalán, dado que Cataluña era una comunidad que tenía –y tiene– una gran
cantidad de obras literarias escritas en esta lengua y, por lo tanto, se consideraba una
intimidación a la lengua española. Además, Cataluña estaba en contacto con el resto de
Europa y la industria de su capital, Barcelona, era muy importante, por lo que todo
relacionado con Cataluña tendría que estar bajo tutela del gobierno central (Laprade,
1991).
Al principio, la censura se atenía sobre libros, folletos y documentos varios a posteriori
de su edición, es decir, sobre materiales ya editados y en proceso de publicación; incidía
sobre particulares, librerías, editoriales, quioscos, bibliotecas, etc. No obstante, en el
contexto de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), las dictaduras de Alemania, Italia
y Portugal coincidían con España en cuanto a la censura de libros; su intención, aparte de
ver su ideología reflejada en la sociedad, era también hacer propaganda de su régimen
político, por lo que se pasó a censurar libros a priori de su edición e impresión hasta la
entrada de la nueva Ley de Prensa e Imprenta de 1966.
En septiembre de 1939, la Cámara Oficial del Libro pasó una orden a editores y libreros
indicando el alcance de los libros prohibidos que ya estaban publicados. Si solo se
hubieran restringido las obras que estaban por publicar, las que ya habían sido
anteriormente publicadas y que iban en contra de la patria hubieran perdurado, de tal
manera que los libros producidos durante la Segunda República hubieran seguido
comercializándose y estando al alcance de la gente. Y aunque es mucho más conocida la
quema de libros del Tercer Reich, en España también existió una, en la que se llegaron a
quemar y guillotinar un gran número de libros en diferentes localidades, ya que se
9
consideraba que estos exponían “[…] ideas disolventes, conceptos inmorales, propaganda
de doctrinas marxistas […], atentados a la unidad de la Patria, menosprecio de la Religión
Católica […]”8. Así pues, durante la Guerra Civil, los censores –aunque también otros
militantes del bando sublevado— se ocuparon de destruir todos los fondos bibliográficos
de editoriales, librerías y quioscos; apenas quedó rastro de literatura “antisistema”.
Una vez acabada dicha depuración, se decretaron una serie de matices para evitar la
publicación y circulación de libros con ideas similares y, por lo tanto, perniciosos. Dicha
orden decía:
Los libros prohibidos pueden dividirse en dos grupos:
1. Los prohibidos de un modo definitivo y permanente.
2. Los prohibidos temporalmente.
A los primeros pertenecen las obras contrarias al Movimiento Nacional, las anticatólicas,
teosóficas, oculistas, masónicas; las que ataquen a los países amigos; las escritas por
autores decididamente enemigos del nuevo Régimen; las pornográficas y
pseudocientífico-pornográficas y las de divulgación de temas sexuales; las antibelicistas,
antifascistas, marxistas, anarquistas, separatistas, etcétera.
Al segundo grupo pertenecen los libros de tipo no político escritos por autores contrarios
al Movimiento o cuya situación respecto al mismo no ha quedado definida aún.
Las obras del primer grupo deben destruirse, y para ello deben ponerlas en conocimiento
de la Cámara, que les comunicará el procedimiento a seguir.
Las obras del segundo grupo se retirarán en espera de la determinación definitiva de la
Superioridad.
Este documento añadía también una lista de aquellos autores totalmente prohibidos, así
como autores internacionales como Voltaire, Balzac, Darwin, Rousseau, Tolstoy, etc., o
nacionales como Ortega y Gasset, Bosch-Gimpera, Lerroux, Calderón, etc.
En relación con la figura del censor, para serlo era necesario cumplir alguno de los
siguientes requisitos: ser licenciado, haber escrito y presentado al Tribunal algún trabajo
de carácter científico o literario, tener conocimiento de lenguas extranjeras, ser Militar
Provisional y de Complemento, ser sacerdote, pertenecer a la Vieja Guardia o al requeté9
antes del estallido de la Guerra Civil, es decir, del 18 de julio de 1936 o, por último, ser
8 Boletín Oficial del Estado, 17 de septiembre de 1937.
9La Real Academia Española define “requeté” como “en las guerras civiles o carlistas de los siglos XIX y
XX, cuerpo de voluntarios que luchaba en defensa de la tradición religiosa y de la monarquía carlista.
10
militante de Falange Española. Cabe decir que en las signaturas de los expedientes no se
identifica este trabajador como un “censor”, sino como un “lector”.
El marco de todos los criterios de censura ya estaba precisado por el estado represivo en
el que se encontraba la población, en otros términos, la mayoría imaginaba lo que se podía
decir y lo que no. A pesar de esto, la censura establecía una normativa mucho más estricta
que no todos conocían, y por ello se aplicó una extrema vigilancia de todo aquello que
quisiera publicarse. Cabe añadir que muchos autores asumieron su papel a la hora de
escribir y, desde un principio, se aplicaban la autocensura, es decir, desde el inicio de su
redacción escribían de forma inofensiva, de modo que el censor otorgaba una especie de
categoría a este por su “buena voluntad” y por la “presunción de su inocencia”. Los
censores, pues, velaban por que las ideas de los escritores que se publicaban no se alejaran
de la rígida moral del régimen político.
3.1. Instituciones responsables de la censura
La censura franquista estuvo vigente desde los comienzos de la Guerra Civil hasta un año
después de la muerte del dictador Francisco Franco, en 1976. Durante todos esos años de
censura, fueron varias las instituciones que se encargaron de controlar cualquier tipo de
obra antes de ser publicada, con el fin de que nada de lo que llegase a los españoles fuera
en contra de los principios del régimen franquista. Así pues, a continuación, explicaré las
etapas de la censura durante el período dictatorial, centrándome en las administraciones
que se encargaban de llevar a cabo esta práctica.
Dicha labor, como decía, fue extendiéndose a medida que los azules iban ocupando las
zonas rojas y siguió al finalizar la guerra; pues la Junta de Defensa Nacional de España
la impuso sobre todo el territorio, ya que todas las comunidades autónomas habían
quedado bajo poder de los insurrectos. En enero de 1937 se creó la Delegación del Estado
para Prensa y Propaganda, aunque no fue hasta mayo de ese mismo año que se declaró la
centralización de la censura de libros con las siguientes palabras: “[…] se centraliza, con
oficina única, en la Delegación del Estado para Prensa y Propaganda, la censura de
libros”. Este comunicado indica que aún se estaba llevando a cabo dicha labor de modo
descentralizado y que, por lo tanto, estaba teniendo lugar en las distintas provincias del
país (Bautista, 2008).
11
En enero de 1939 se reorganizó la Administración del Estado y se creó el Servicio
Nacional de Propaganda, que dependía del Ministerio de Gobernación10. Esta institución
tenía como finalidad censurar todos los medios de comunicación excepto el de la prensa;
pues esta recibiría un trato más cuidadoso y específico. Tres meses más tarde se publicó
una orden que controlaba “las condiciones para la edición y circulación de impresos no
periódicos y textos extranjeros”; esta orden supuso la plena implicación en la censura de
libros por parte del Servicio Nacional de Propaganda del Ministerio de Gobernación. Este
servicio gubernamental publicó una nota de censura de libros que ordenaba que los
editores presentaran, con un plazo de 48 horas, una lista de aquellos libros publicados
desde julio del 1936. Además, para evitar confusiones, modificó una de las órdenes de
1938 que ordenaba la recogida de los libros con ideas marxistas; le sumó también “la
recogida de publicaciones pornográficas y cuantas contradigan al espíritu del Movimiento
Nacional”.
A pesar de que la censura ya se había centralizado, el proceso de organización no acabó
aquí, dado que en 1941 se creó la Vicesecretaría de Educación Popular de la Falange, que
asumió las labores que hasta la fecha estaban en manos del Servicio Nacional de
Propaganda. Esta vicesecretaría, con Gabriel Arias Salgado ocupando el cargo de
vicesecretario, repartió sus cargos entre las delegaciones nacionales de Prensa y
Propaganda hasta 1945.
Más tarde, el Ministerio de Educación relevó la Vicesecretaría y se ocupó de la censura
desde 1945 hasta 1951, cuando se creó el Ministerio de Información y Turismo. Este
Ministerio se encargó de esta práctica hasta 1976, primero con Gabriel Arias Salgado
como ministro (1951-1962) y luego con Manuel Fraga Iribarne (1962-1969), entre otros.
Distinguimos, pues, cinco etapas por lo que se refiere a las administraciones encargadas
de la censura: la primera empieza paralelamente a la Guerra Civil, cuando la censura de
libros tenía lugar en las distintas provincias del Estado que iban siendo ocupadas por los
nacionalistas. La segunda etapa se da en 1939, cuando se centraliza la censura de libros y
se crea el Servicio Nacional de Propaganda. La tercera se inicia en 1942 cuando la
Vicesecretaría de Educación Popular de la Falange toma el relieve, que más tarde, en
10 La Junta de Defensa Nacional, que había asumido todos los poderes del Estado el 18 de julio de 1936,
estableció una nueva planta de la Administración Central (Ley de 30 de enero de 1938): creó dos
Ministerios, del Interior y de Orden Público, fundidos poco después en el nuevamente llamado Ministerio
de la Gobernación (Ley de 29 de diciembre de 1938), que contaba con tres Subsecretarías: Interior, Orden
Público, Prensa y Propaganda.
12
1946, sustituye el Ministerio de Educación. Por último, en 1951 y hasta 1976 la censura
es responsabilidad del Ministerio de Información y Turismo, aunque parcialmente
tutelada también por el Ministerio de Educación (Díaz, 2001). Durante todas estas etapas,
el término “censura” se contagió de connotaciones negativas que actualmente siguen
vigentes y parece que jamás nos desprenderemos de ellas.
3.2. El proceso administrativo
En este apartado explicaré brevemente el proceso administrativo de censura por el que
tenían que pasar las obras antes de ser publicadas. No obstante, el hecho de ser una labor
que duró tantos años y con distintas instituciones al mando no me ha permitido ser tan
acurada como me hubiera gustado, puesto que no siempre se seguía el mismo
procedimiento. Así pues, el proceso explicado a continuación es solo una aproximación
del funcionamiento administrativo en cuanto a la censura y, por lo tanto, de aquello que
sucedía antes de que una obra pudiera ser o no publicada.
El proceso administrativo se iniciaba con el envío de dos ejemplares de la obra al
organismo a cargo de la censura, dichos ejemplares se mandaban en forma de ejemplar
mecanografiado o en galeradas. Estas copias eran enviadas por parte de la casa editorial
o por el propio autor y, cuando la Delegación no estaba aún centralizada, podía ser
también una subdelegación de alguna provincia quien mandara dichas copias.
Una vez recibida la obra se le daba un número de expediente que, en la mayoría de los
casos, solía corresponder al número de llegada. Además, clasificaban las obras según el
tema sobre el que tratasen: política e historia del país; religión y catolicismo; libros
científicos y de texto; técnica militar e historia universal y, por último, lecturas de
entretenimiento. Cabe decir que los libros que hablaban sobre África o la religión islámica
tenían que someterse a una atención extrema, dado que estas concernían a España.
A continuación, era el censor quien tomaba el mando; leería la obra completa y
determinaría una resolución para esta. A principios de los años cuarenta se estableció un
formulario con una serie de preguntas que recogían los temas que más preocupaban a la
administración franquista: la religión y el régimen totalitario, junto con las instituciones
que le correspondían a cada uno. La finalidad de este cuestionario era procurar que todos
los censores respondieran a este dando siempre igual consideración a todos los asuntos,
es decir, dando siempre la misma importancia al régimen y a la religión, entre otros. Así
13
pues, el censor, al terminar la lectura de una obra, tendría que responder afirmativa o
negativamente a las siguientes cuestiones:
¿Ataca al Dogma?
¿A la moral?
¿A la Iglesia o a sus Ministros?
¿Al régimen y a sus instituciones?
¿A las personas que colaboran o han colaborado con el Régimen?
Los pasajes censurables ¿califican el contenido total de la obra?
El censor pues, respondía al formulario y, en el caso de haber fragmentos ofensivos,
tendría que indicar también las páginas donde estos se encontraban. No obstante, muchos
censores optaron por ignorar el formulario y proceder directamente a redactar un informe
con otras observaciones. En este informe los censores razonaban por qué se autorizaba o
no una obra, por qué se deberían realizar determinadas supresiones o incluso por qué
debería prohibirse dicha obra. Un funcionario superior leería este informe, autorizaría la
obra si esta lo merecía, escribiría un informe explicando el proceso oficial y lo guardaría
en la primera página de cada ejemplar, por lo que las publicaciones con ausencia de esta
autorización se considerarían clandestinas y tendrían que perseguirse.
Por un lado, las obras autorizadas tendrían una indicación con la palabra “autorizado”,
“aceptado”, “publicable”, o bien “silencio administrativo”, este último es un apelativo
para designar aquellas obras que se desaprobaron, pero no se censuraron por miedo a las
repercusiones (Laprade, 1991). Por otro lado, las no autorizadas se señalarían con la
palabra “denegado”, “suprimido”, o “no publicable”11.
Al finalizar todo este trámite, se mandaba la hoja de censura –que incluía el carácter del
documento, el título de la obra, el nombre, población y dirección del autor, al igual que
los datos del editor o de la editorial, con su dirección, la fecha de entrada, la fecha de
salida y el dictamen final– junto a uno de los ejemplares, al autor o a quien hubiera
mediado el envío inicial. Más tarde, se volvían a mandar otros seis ejemplares definitivos
a la Delegación y, si todo era correcto conforme a su normativa, se cerraba el trámite.
11 Las obras denegadas podrían serlo con o sin sanción alguna.
14
4. ERNEST HEMINGWAY
La biografía de Hemingway, que resumo brevemente a continuación, la he extraído de la
cubierta de For Whom the Bell Tolls del grupo Penguin Random House, editado en 2004
y publicado por Arrow books, y del libro Hemingway: Homenaje a una vida, escrito por
su nieta Mariel y publicado por la editorial Lumen en 2011.
Ernest Miller Hemingway, más conocido como Ernest Hemingway, nació en 1899 en Oak
Park, un barrio en las inmediaciones de Chicago, Illinois. En 1913 ingresó en el colegio
Oak Park & River Forest High School, donde escribía para la prensa escolar. Hemingway
no fue nunca a la universidad y, de escribir artículos para el periódico de su colegio pasó
a ser periodista en el periódico Kansas City Star12. Más tarde, se apuntó como voluntario
para las fuerzas armadas de los Estados Unidos para luchar en la Primera Guerra Mundial,
pero no entró debido a su mala vista. A pesar de ello, lo cogieron para ejercer de
voluntario para conducir ambulancias en la Cruz Roja en Italia y, en 1919, regresó a
Estados Unidos, donde siguió trabajando como periodista.
Al cabo de unos años, Hemingway se centró en la literatura, aunque nunca renunció al
periodismo; escribió varios relatos y novelas, entre las más conocidas se encuentran
Fiesta, Adiós a las armas, Muerte en la tarde, El viejo y el mar, etc. En 1954 ganó el
premio Nobel de Literatura por su dominio del arte de la narración, demostrado en El
viejo y el mar, y por la influencia que ejerció en el estilo contemporáneo.
El escritor americano vivió en París durante años, donde escribió su primera novela,
Fiesta (1926), y también en Cayo Hueso (Florida), donde estuvo trabajando en su segunda
novela, Adiós a las armas (1929). Asimismo, pasó parte de su vida navegando por el Mar
Caribe, momento en el que se centró en su obra Tener y no tener, que se publicó en 1937,
cuando el autor se encontraba en España.
Hemingway se pasó la vida bebiendo y, poco a poco, fue volviéndose loco, paranoico,
hecho que acabó con su muerte en 1961, cuando se suicidó a los 61 años.
12 El estilo de escritura de Kansas City Star influyó sobre el estilo de escribir de Hemingway, debido a que
este periódico se caracterizaba por el uso de frases cortas y sencillas, sin sintaxis complicada.
15
4.1. Hemingway en España
Hemingway había idealizado el norte de Michigan, Italia y, más tarde, España. Estaba
enamorado de este país y, de hecho, le hubiera gustado nacer aquí: “yo no nací en España,
pero eso, al fin y al cabo, no es culpa mía”, decía. Su primera vez en España fue en 1921,
cuando él y su esposa Hadley hicieron una escala de cuatro horas en Vigo, antes de llegar
a París, ciudad donde residiría los siguientes ocho años de su vida. Lo que vio durante
esas cuatro horas en Galicia le dejó impresionado y, desde entonces, soñó con volver a
España algún día.
En París conoció a muchos artistas extranjeros y, en especial, españoles, como por
ejemplo Quintanilla, Miró y Picasso. Hemingway sentía una enorme curiosidad por todo
lo español; por las costumbres del país y su lengua, de modo que un día empezó a planear,
junto con dos amigos, su primer viaje por España. En 1923 se instauraba en la península
la dictadura de Primo de Rivera, pero Hemingway ignoraba la situación política y
económica del país, que entonces estaba viviendo una crisis muy grave. Así pues, en 1923
Hemingway y sus amigos cogieron un tren hacia Madrid con el fin de ver todo lo
planeado, aunque especialmente les despertaba mucha curiosidad ver corridas de toros.
De camino a la ciudad, el escritor quedó decepcionado; pues España le recordaba al Oeste
americano por sus largas distancias y su tierra desierta, aunque igualmente pensó que era
“pura, increíblemente dura y bella”. Después de pasar unos días en Madrid, Hemingway
se dirigió al sur, donde visitó Córdoba, Sevilla, Granada y Ronda; este último fue el lugar
en Andalucía que más le gustó: su viejísima plaza de toros era la cuna de la tauromaquia
en España (Stanton, 1989). Hemingway, de regreso a la ciudad de las luces, pensaba que
España, más que un país, parecía un continente; pues las tierras verdes del Norte no se
parecían a las tierras desérticas y arenosas de Castilla la Mancha y Aragón.
Al cabo de tres semanas Hemingway volvió a viajar a España, esta vez a Pamplona
durante las fiestas de San Fermín. Le fascinaban las corridas de toros, quedó impresionado
también por la fiesta de día y de noche, el acto del Riau-Riau, los gigantes y los cabezudos,
las procesiones religiosas, los encierros, el pueblo bebiendo y comiendo sin parar para
mantener la energía, etc. Además, decía que los vasco-navarros eran buena gente,
generalmente francos y honrados, la mejor gente de España.
Hemingway y Hadley regresaron a París y luego viajaron a Estados Unidos para dar luz
a su primer hijo, John Hadley Nicanor, nombre en honor al torero Nicanor Villalta.
16
Hemingway había soñado con que su esposa embarazada tuviera un hijo varón para que
este llegara el ruedo. Después del nacimiento de su hijo, regresaron a París, pero el
escritor jamás dejó de pensar en España, por lo que ahorró para otro viaje el verano
siguiente, en el que también visitó Burguete.
Las visitas de Hemingway a nuestro país se fueron haciendo cada vez más frecuentes;
visitó otra vez Madrid, también Valencia, San Sebastián, etc. En consecuencia, España se
convirtió en uno de los motivos fundamentales de su escritura. En 1925 empezó a escribir
Fiesta, cuyo foco principal es el matador ficticio Pedro Romero, que está inspirado en
Cayetano Ordoñez, conocido también como “Niño de la Palma”. En 1932 se publicó
Muerte en la tarde, una novela que trata sobre la tradición española de la tauromaquia; el
escritor describió y recreó la emoción de esta práctica: el toreo visto como una tragedia
de muerte inevitable, el más intenso sentido de la vida; un libro escrito sin prejuicios, con
los ojos bien abiertos (Stanton, 1989).
4.1.1. Por quién doblan las campanas
Cuando empezó la Guerra Civil o, como la llamaba Hemingway, “los años españoles”, el
autor estaba terminando de escribir su cuarta obra, Tener y no tener, y le molestaba estar
“perdiéndose” la guerra. Hemingway se había imaginado que las tropas conspiradoras no
tardarían en levantarse y quería aprovechar la ocasión para escribir otra novela, aunque
tenía el presentimiento —acertado— de que la guerra duraría más años. Así pues,
Hemingway describió sus experiencias en la Guerra Civil en forma de novela en Por
quién doblan las campanas.
Hemingway comenzó a escribir dicha historia iniciada la Guerra Civil y la terminó el mes
de marzo de 1939, es decir, cuando Madrid quedó en manos del bando sublevado; pues
no quiso acabar la novela hasta saber el vencedor de la guerra. Según el escritor, la novela
fue escrita sin una estructura preconcebida, es decir, Hemingway indicó que la escribía
“orgánicamente”. De hecho, en un principio la obra tenía que ser un corto relato, aunque
acabó siendo una novela por su extensión. El autor contaba que la escribió día tras día
porque sabía que la Segunda Guerra Mundial se acercaba y no quería dejar pasar la
oportunidad de escribir sobre otros tiempos.
El escritor visitó España cuatro veces durante la Guerra Civil, donde hizo amistad con
soldados, conoció a algún político y varios artistas. Por esta razón, todo aquello que había
conocido en España durante el tiempo pasado y presente a la obra también se muestra en
17
la novela: detalles sobre la gastronomía, la indumentaria, etc., aunque añadiéndole a todo
ello sangre y matanzas, como las que se dieron en esa trágica guerra. Así pues, esta novela
recoge y refleja los temores y los sucesos cruentos de la España en guerra, las inquinas
entre la España republicana y la España nacionalista.
5. ANÁLISIS DE LA OBRA
5.1. Características de la obra original y de su autor
La primera edición de For Whom the Bell Tolls se publicó en el año 1940 en la editorial
estadounidense Charles Scribner's Sons. La novela está ambientada en la Guerra Civil y,
entre todas las atrocidades que se cometieron, el autor narra historias de amor y muerte.
En relación con el título de la novela, Hemingway lo tomó de una frase del poeta
metafísico John Donne, que aparece en el epígrafe del libro: “Nadie es una isla, completo
en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se
lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio,
o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me
disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca hagas
preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti”. Este título puede interpretarse
como una referencia a la muerte; pues las campanas doblan cuando alguien ha fallecido.
En la novela, las “campanas” se encuentran al borde del Guadarrama, en la provincia de
Segovia; en este terreno montañoso vivían los soldados republicanos, así como los
personajes de la novela, un grupo de guerrillas.
Por quién doblan las campanas se basa en una ofensiva en un puente por parte de los
republicanos el 31 de mayo de 1937. Hemingway eligió como personajes para su novela
a un grupo de guerrillas en lugar de a un gran ejército, de tal modo que pudo centrarse en
hablar también de otras cosas además de la guerra: de la mujer, los hombres, el amor, la
gente que no luchaba y vivía con miedo, etc. El protagonista es un profesor americano,
Robert Jordan, que se encuentra en España para luchar a favor del bando republicano y al
que le encargan la destrucción de dicho puente en la provincia de Segovia. Por lo que
hace a los otros personajes, en esta historia aparecen figuras ficticias, pero también se
hace alusión a figuras reales de la época, como Indalecio Prieto, mencionado en los
capítulos trece, dieciocho, treinta y dos y treinta y cinco; o Dolores Ibáurri, más conocida
como La Pasionaria, que aparece en los capítulos veintisiete y treinta y dos.
18
Por lo que se refiere al autor, cabe destacar que Ernest Hemingway era simpatizante del
bando republicano y democrático y, por lo tanto, los censores lo tendrían muy en cuenta.
A pesar de ello, el autor nunca escribió con la intención de que su obra fuera traducida al
español y publicada en España. Es más, Hemingway redactó un artículo bajo el título
“Rememoración de una patraña”, incluido en Enviado especial13, que trata sobre la
censura en España durante la Guerra Civil. No obstante, Hemingway fue el autor
extranjero más traducido al español durante los años franquistas; se publicaron veintiocho
libros del autor, mientras que no se publicaron más de doce traducciones de otros
escritores extranjeros (Álvarez Palacios, 1975).
Debido a la estrecha correlación entre las fechas de la dictadura de Franco y la traducción
de las obras de Hemingway en España, la censura de Hemingway ofrece un representativo
caso histórico del que se puede generalizar acerca de la censura literaria en la España de
Franco (Laprade, 1991).
5.2. La edición argentina de 1966: Editorial Joker
En uno de los expedientes del Archivo General de la Administración (AGA) sobre la
edición de la obra de 1968 editada por Planeta, concretamente en el expediente número
8652-68, se señala que la novela tiene antecedentes, haciendo alusión a la Editorial Joker,
una editorial argentina de la cual no he encontrado demasiada información. A pesar de
ello, el expediente número 8488-66 nos indica que dicha editorial intentó publicar la obra
también en España, que entró en el Ministerio de Información y Turismo el 16 de
diciembre de 1966 con el fin de ser revisada previamente a su circulación. En el antedicho
expediente se solicitaba una tirada de 5.000 ejemplares. Cabe recordar que en 1966 la Ley
Fraga ya estaba en vigor.
Por un lado, entre los expedientes encontramos el número 8488-66, que data del 16 de
diciembre de 1966, en el que un censor opina que la novela había sido escrita desde una
perspectiva totalmente contraria a la del régimen dictatorial pero que, a pesar de ello, la
obra podría ser publicable con algunas tachaduras y omisiones. El censor lo decía de la
siguiente manera:
Versión española, bastante descuidada y en deficiente castellano de la famosa obra de
Hemingway relativa a nuestra guerra. Aun cuando el protagonista, americano voluntario
de las milicias y por tanto que no escatima sus simpatías por ese bando, nos tilda bastantes
13 Enviado especial es una recopilación de setenta y siete artículos de los que escribió Hemingway para
revistas y diarios desde 1920 hasta 1956.
19
veces de «fascistas», no deja sin embargo de manifestar su desagrado ante la locura
sangrienta de Marty, las pretensiones superburguesas de los soviéticos en su participación
en la guerra, si bien como contrapartida relata hechos criminosos de los falangistas y de
un teniente de Requetés, sádicamente cruel. Dada la personalidad del autor, de sus últimas
recepciones en España de la post-guerra, y de que, según creo esta obra ya fue autorizada
en «Obras selectas» del autor, creo que bien puede ya ser autorizada.
Además, justo arriba, antes de estas observaciones, el censor respondía el formulario
confirmando que la obra atacaba al dogma, a la moral, a la iglesia y a las personas que
colaboran o habían colaborado con el régimen, pero, a pesar de ello, decía que los pasajes
censurables no calificaban el contenido total de la obra. Las únicas páginas que el censor
mencionaba directamente eran la 352 y la 370, las cuales procederé a analizar más
adelante.
Por otro lado, como hemos visto en uno de los informes anteriores, el censor hace alusión
a una escena en la que Hemingway, a través de uno de los personajes, trata a Marty de
loco, pero a la vez tilda a los franquistas de “fascistas”. Cabe decir que el personaje André
Marty es un personaje real: un comunista francés dirigente de las Brigadas
Internacionales14 durante la Guerra Civil. Recordemos qué decía el censor sobre ello: “no
deja sin embargo de manifestar su desagrado ante la locura sangrienta de Marty”. Con
esto, los pasajes de los que habla se encuentran en las páginas 494 y 495 de la edición
Planeta, en el que un jefe habla e insiste en el hecho de que André Marty está loco:
“Pero llegó el loco y le preguntaseis a él. Nadie debiera preguntarle nada. Está loco. […]
Tengo que conduciros a presencia del loco. […] todos saben que está loco. […] puede
que sea una gloria y todo lo que tú quieras. […] Pero está más loco que una cabra. Tiene
la manía de fusilar a la gente. […] ese viejo mata más que la peste bubónica. Pero no mata
a los fascistas, como hacemos nosotros. ¡Qué va! Ni en broma. Mata a bichos raros.
Trotskistas, desviacionistas, toda clase de bichos raros. […] Tiene la manía de fusilar
14 Las Brigadas Internacionales fueron organizaciones militares formadas por voluntarios extranjeros de
alrededor del mundo con el fin de luchar contra el fascismo del ejército de Franco durante la Guerra Civil
española.
20
gente. Siempre por cuestiones políticas. Está loco. Purifica más que el salvarsán. […]
impediremos a ese loco que fusile a los españoles. […] sabemos cómo hay que gastarlas
con ese loco.
En este fragmento, pues, podemos ver cómo ataca a un personaje comunista, además de
señalar de “bichos raros” a los simpatizantes del trotskismo y de las doctrinas
desviacionistas. Por consiguiente, el censor consideró que, a pesar de que el protagonista
fuera “un americano voluntario de las milicias”, los ataques al régimen podrían censurarse
y la obra podría ponerse en circulación.
Cabe destacar también que, aunque el censor no haga alusión a ello en el anterior informe,
en las páginas 295 y 296 de la edición de Planeta Hemingway trata al Partido Obrero de
Unificación Marxista (POUM) de chalados y de ser un partido poco serio, por lo que el
censor aludía la escena como ejemplo de una buena voluntad por parte del escritor; pues
consideraba que este hecho era un ataque hacia sus enemigos. Así pues, el censor no
denegaba la obra porque consideraba que se podrían llevar a cabo una serie de
modificaciones en las páginas antedichas, ya que, aunque en ciertos pasajes atacara al
régimen, también hablaba con connotaciones negativas sobre Marty, o sobre la
participación de los soviéticos en la guerra española.
En el AGA hay otro informe, con fecha del 2 de enero de 1967, que es el formulario con
las preguntas sin responder, dado que, como se ha dicho anteriormente, muchos censores
pasaban directamente a redactar unas observaciones y no respondían a las preguntas, sino
que directamente mencionaban los pasajes de la obra, junto con un comentario, en los que
se encontraba el ataque a la religión o al régimen. Por consiguiente, en el informe y en las
demás observaciones podemos leer:
Novela de la época de nuestra liberación. El autor ha visto la contienda desde el lado rojo,
sin que de la España nacional, tuviera la menor idea. El libro en general es un ataque para
todo lo que se refiere a español. De lo acontecido en la España nacional no tiene idea de
ello más que por referencia. Esta referencia es poca y mala. Solo se limita a decir que se
practican torturas y que una miliciana, había sido violada. De la guerra vista en el lado
rojo no puede hacer una crispación más desfavorable en todos los aspectos. Los
guerrilleros que describe son verdaderos asesinos, así como los hechos que culminaron
con la muerte de varios Guardias Civiles y una serie de personas en un pueblo de la Sierra.
En líneas generales es favorable a nuestra causa, aunque existen hechos aislados como el
del teniente de requetés que después de una batalla la manda cortar las cabezas a los
muertos para llevarlas como trofeos. Deben ser suprimidos los párrafos indicados en las
páginas 335, 344 y 367. La solapa del libro debe ser igualmente suspendida ya que no se
trata del autor, sino de una opinión completamente falsa: contraria al Régimen de los
Editores. Con estas tachaduras, puede ser publicable.
21
Además, en este informe, hay indicadas en bolígrafo las páginas 38, 149, 332, 365, 366,
368 y 369 y también, aunque tachadas, las páginas 33, 79, 144, 148 y 205 (véase en los
anexos).
Así pues, este informe nos indica que con determinadas tachaduras la obra Por quién
doblan las campanas de la editorial Joker podría ser publicada, por lo que a continuación
analizaré los fragmentos a los que se refería el censor –tanto las páginas tachadas como
las demás– y veremos por qué el censor consideraba que lo más oportuno era censurarlo.
Cabe decir que, al no haber encontrado por ningún lado la edición de Joker, he consultado
el ejemplar de Planeta de 1968 y, aunque las páginas no se correspondan, se pueden
deducir fácilmente las marcas señaladas por el censor; pues en dichas páginas se
encuentran fragmentos antagónicos a las ideas franquistas y se corresponden con lo
mencionado por el censor en los informes sobre la obra. No obstante, en referencia a la
página 205, no he podido identificar aquello que marcaban los censores, por lo que he
preferido apartarla de las demás y, por consiguiente, no analizarla.
Seguidamente, pues, se observará y analizará el trabajo hecho por parte de los censores
sobre la obra Por quién doblan las campanas; se tendrá en cuenta lo señalado en los
expedientes del AGA y se comentarán las razones por las que el censor creería que lo
correcto era censurarlo:
1 - Página 38 (en la edición de Planeta las páginas 42 y 43)
[…] un oficial, con la pistola en la mano, reunió a la fuerza a sus soldados contra
nosotros. […] Este oficial mató a dos de sus hombres, que estaban tumbados en el
suelo, y, a pesar de ello, los otros no querían levantarse, y él gritaba y acabó por hacerlos
levantarse, y vinieron corriendo hacia nosotros y hacia el tren. Luego volvieron a
tumbarse y dispararon.
2 - Página 79 (en la edición de Planeta las páginas 90 y 91)
Jordan a María:
—¿Has querido a otros?
—No, nunca.
[…]
—Pero me han hecho cosas.
—¿Quiénes?
—Varios.
22
[…]
—Quisiera besarte —dijo ella —; pero no sé cómo. Cuando me hicieron cosas luché
hasta que me quedé sin ver. Luché hasta que uno se sentó sobre mi cabeza y yo le
mordí, y entonces me amordazaron y me tuvieron sujetos los brazos detrás de la cabeza,
y otros me hicieron cosas.
3 - Página 144 (en la edición de Planeta la página 165)
—Fusilaron a mi padre, a mi madre, a mi cuñada y, ahora, han fusilado a mi hermana.
[…]
Hablaban solamente de las pérdidas; no contaban la forma cómo había caído el padre,
como lo había hecho Pilar diciendo el modo en que habían muerto los fascistas en la
historia que le contó al pie del arroyo. Se sabía todo lo más que el padre había muerto
en el patio o contra alguna tapia o en algún campo o en un huerto, o por la noche, a la
luz de los faros de un camión y a un lado del camino. Se veían las luces del coche en la
carretera desde el monte y se oían los tiros, y luego se bajaba a recoger los cadáveres.
No se veía fusilar a la madre ni a la hermana ni al hermano; se oía. Se oían los tiros y
después se encontraban los cadáveres.
4 - Páginas 148 y 149 (en la edición de Planeta la página 170)
—¿Y cómo fue el fusilamiento de tu familia? —preguntó Pilar a Joaquín.
—Pues nada, mujer —contestó Joaquín—; eran de izquierdas, como muchos otros de
Valladolid. Cuando los fascistas depuraron el pueblo, fusilaron primero a mi padre.
Había votado a los socialistas. Luego fusilaron a mi madre; había votado también a los
socialistas. Era la primera vez que votaba en su vida. Después fusilaron al marido de
una de mis hermanas. Era miembro del Sindicato de conductores de tranvías. No podía
conducir un tranvía sin pertenecer al Sindicato, naturalmente. Pero no le importaba la
política. Yo le conocía bien. Era, incluso, un poco sinvergüenza. No creo que hubiera
sido un buen camarada. Luego, el marido de la otra chica, de mi otra hermana, que era
también tranviario, se fue al monte como yo. Ellos supusieron que mi hermana sabía
dónde se escondía; pero mi hermana no lo sabía. Así es que la mataron porque no quiso
decir nada.
—¡Qué barbaridad” —dijo Pilar— […]
5 - Página 332 (en la edición de Planeta la página 376)
—Paco —dijo alegremente—, subiremos tú y yo.
—Yo no.
23
—¿Qué dices? —exclamó el capitán, volviendo a sacar la pistola.
“Odio a los que siempre están sacando a relucir la pistola —pensó Berrendo—. No
saben dar una orden sin sacar el arma. Probablemente harán lo mismo cuando vayan al
retrete para ordenar que salga lo que tenga que salir.”
[…]
6 - Página 335 (en la edición de Planeta las páginas 380 y 381)
Parado en lo más alto de la colina, el teniente Berrendo echó una ojeada hacia la ladera,
en donde estaban sus amigos muertos, y luego, a lo lejos, hacia el campo, al lugar desde
donde ellos habían llegado galopando para enfrentarse con el Sordo, antes de
acorralarlo en la cima. Observó la disposición de las tropas y ordenó que se subieran
hasta allí los caballos de los muertos y que se colocaran los cadáveres de través sobre
las monturas, para llevarlos a La Granja. —Llevad a ése también —dijo—. Ése que
tiene las manos sobre la ametralladora. Debe de ser el Sordo. Es el más viejo y el que
tenía el arma. No. Cortadle la cabeza y envolvedla en un capote. —Luego lo pensó
mejor—. Podríais también cortar la cabeza a todos los demás. Y también a los que están
ahí abajo, a los que cayeron en la ladera cuando los atacamos por primera vez. Recoged
las pistolas y los fusiles y cargad esa ametralladora sobre un caballo.
7 - Página 344 (en la edición de Planeta la página 391)
Luego dio el número de heridos que había visto y el número de los muertos que iban
sujetos de través sobre las monturas.
—Había un bulto sujeto en una montura que yo no sabía lo que era —dijo—. Pero ahora
sé que eran las cabezas. —Y prosiguió en seguida—: Era un escuadrón de caballería.
No les quedaba más que un oficial. Pero no era el que pasó por aquí esta mañana, cuanto
tú estabas con la ametralladora. Ése debía de ser uno de los muertos. Dos de los muertos
eran oficiales; lo vi por las bocamangas. Iban atados cabeza abajo en las monturas, con
los brazos colgando. Iba también la máquina del Sordo, sujeta a la montura en donde
habían puesto las cabezas. El cañón estaba torcido. Y nada más —concluyó.
8 - Páginas 365, 366, 367, 368 y 369 (en la edición de Planeta las páginas 415, 416,
417 y 418)
María a Jordan: —No. desde la primera vez que estuvimos juntos es como si todo
aquello jamás hubiera sucedido. Sigo sintiendo pena por mis padres. Pero quisiera que
supieses una cosa para tu amor propio, si es que tengo que ser tu mujer: No he cedido
nunca a ninguno. Me he resistido siempre y cada vez que lo hicieron se necesitaron dos
24
para obligarme. Uno se sentaba sobre mi cabeza y me sujetaba. Te lo digo para tu amor
propio. […] Y otra cosa. Mi padre era el alcalde del pueblo, un hombre honrado. Mi
madre era una mujer honrada y una buena católica, y la mataron con mi padre por las
ideas políticas de mi padre, que era republicano. Vi cómo los mataban a los dos. Mi
padre dijo: “Viva la República!” cuando le fusilaron, de pie, contra las tapias del
matadero de nuestro pueblo. Mi madre que estaba de pie, contra la misma tapia, dijo:
“¡Viva mi marido, el alcalde de este pueblo!” Yo aguardaba que me matasen a mí
también y pensaba decir: “¡Viva la República Y ¡Vivan mis padres!” Pero no me
mataron. En lugar de matarme me hicieron cosas. Oye, voy a contarte una de las cosas
que me hicieron, porque nos afecta a los dos. Después del fusilamiento en el matadero,
nos reunieron a todos los parientes de los muertos que habíamos presenciado la escena
sin ser fusilados y, de vuelta del matadero, nos hicieron subir por la cuesta, hasta la
plaza del pueblo. Casi todos lloraban. Pero algunos estaban atontados por lo que habían
visto y se les habían secado las lágrimas. Yo misma no podía llorar. No me daba cuenta
de lo que pasaba porque solamente tenía ante mis ojos el cuadro de mi padre y de mi
madre en el momento de su fusilamiento. Y la voz de mi madre diciendo: “¡Viva mi
marido, el alcalde de este pueblo!”, me sonaba en los oídos como un grito que no se
apagaba y se repetía continuamente. Porque mi madre no era republicana, y por eso no
había gritado ¡Viva la República!”, sino solamente viva mi padre, que estaba allí, de
bruces, a sus pies.
Pero lo que gritó lo dijo en voz muy alta, como si fuera un grito, y en seguida la
fusilaron. Y cuando cayó quise acercarme, separándome de la fila; pero estábamos
todos atados, los unos a los otros. El fusilamiento lo llevó a cabo la Guardia civil, y los
guardias se quedaron esperando a los demás que tenían que fusilar; pero los falangistas
nos alejaron, haciéndonos subir la cuesta. Los guardias civiles se quedaron allí
apoyando sus fusiles contra la pared junto a los cuerpos caídos. Íbamos atados de las
muñecas, en una larga fila de muchachas y mujeres, y nos condujeron por las calles
hasta llegar a la plaza, y en la plaza nos hicieron detenernos junto a la barbería, que
estaba frente al Ayuntamiento.
Cuando llegamos allí, los dos hombres que nos custodiaban nos miraron, y uno de ellos
dijo: “Esta es la hija del alcalde”. Y el otro ordenó: “Comenzad por ella”. Entonces
cortaron la cuerda que me ataba las muñecas y uno de ellos dijo: “Volved a atar la
cuerda”. Los dos que habían ido custodiándonos me cogieron en volandas y me
25
obligaron a entrar en la barbería, me dejaron caer de golpe en el sillón del barbero y me
forzaron a quedarme allí.
Yo veía mi cara en el espejo de la barbería y las caras de los que me sujetaban y las
caras de otros tres que se inclinaban sobre mí, sin reconocer a ninguno. En el espejo
me veía yo y los veía a ellos, pero ellos sólo me veían a mí. Tenía la impresión de
hallarme en el sillón de un dentista y estar rodeada de varios dentistas, todos locos.
Apenas podía reconocer mi propia cara, ya que el dolor me la había desfigurado. Pero
yo me miraba y sabia que era yo. Mi dolor y mi pena eran tan grandes, que no sentía
ningún temor, sino solamente una pena enorme.
Por entonces llevaba yo el cabello sujeto en dos grandes trenzas y según miraba yo en
el espejo, uno de los hombres me levantó una de las trenzas y tiró de ella, con tanta
fuerza, que, a pesar de mi pena, sentí dolor y luego, de un solo navajazo, me la cortó
muy cerca de la raíz del cabello. Me vi en el espejo con una sola trenza y con un corte
donde había estado la otra. Después me cortó la otra, aunque sin tirar de ella, y me hizo
un tajo en la reja con la navaja, y pude ver que la sangre me corría. […]
Así, pues, me habían cortado las dos trenzas muy cerca de la raíz del cabello, y los otros
se reían; pero yo no sentía siquiera el dolor del tajo que me habían hecho en la oreja y
el que me había cortado las trenzas se paró frente a mí y comenzó a golpearme la cara
con ellas, mientras los otros dos me sujetaban y me gritaba él: “Así es como hacemos
monjas rojas. Esto te enseñará a unirte con tus hermanos proletarios., mujer del Cristo
Rojo”.
Y me golpeó una y otra vez con las trenzas que habían sido mías y luego me las metió
en la boca y me las ató al cuello, anudándomelas en la nuca como si fueran una
mordaza, mientras los que me estaban sujetando se reían. Y también se reían todos los
demás; y cuando los vi reírse por el espejo comencé a llorar; porque hasta entonces me
había quedado demasiado helada por el fusilamiento y no podía llorar.
Luego, el que me había amordazado, me pasó una máquina de afeitar por la cabeza,
primero desde la frente hasta la nuca y después de oreja a oreja, y por toda la cabeza.
Y me mantenían sujeta, de tal modo que no había más remedio que verme en el espejo
del barbero mientras me hacían eso, y aun cuando lo veía no podía creerlo, y lloraba y
lloraba sin apartar los ojos del espejo, en donde se reflejaba mi cara horrorizada, con la
boca abierta, amordazada con las trenzas, mientras mi cabeza iba saliendo rapada de la
maquinilla. Y cuando el que había estado rapándome concluyó, sacó una botellita de
26
yodo de uno de los estantes de la barbería (al barbero ya le habían matado porque
pertenecía al sindicato y su cadáver estaba tirado a la puerta de la barbería y tuvieron
que levantarme para pasar por encima), y con la varilla de cristal que traen las botellas
de yodo, me pintó la oreja en el lugar donde me había hecho el tajo, y, a pesar de mi
pena y del dolor que sentía, noté la quemazón del yodo.
Después dio media vuelta, se detuvo frene a mí y, usando siempre la misma varilla, me
escribió con yodo en la frente las letras U. H. P. trazándolas lenta y cuidadosamente,
como si fuera un artista. Y yo ya no lloraba, porque mi corazón se había helado,
pensando en mi padre y en mi madre, y veía que lo que me estaba pasando no era nada
con aquello.
Cuando terminó de dibujarme las letras en la frente, el falangista retrocedió dos pasos,
para contemplar su obra, y volvió a dejar la botella de yodo donde estaba, y empuñando
la máquina de cortar el pelo, gritó: “La siguiente”. Y me sacaron de la barbería,
llevándome sujeta de los brazos, y al salir tropecé con el cadáver del barbero, que aún
seguía tirado en el portal, de espaldas, con la cara grisácea vuelta al cielo. Y casi me di
de narices con Concepción García, mi mejor amiga, a la que llevaban entre dos
hombres; y al pronto no me reconoció, pero al darse cuenta de que era yo, comenzó a
gritar y pude oír sus chillidos todo el tiempo que me estuvieron paseando por la plaza
y mientras me hacían subir la escalera del Ayuntamiento, hasta llegar al despacho de
mi padre, en donde me tumbaron sobre el diván. Y fue allí donde me hicieron las cosas
malas. […]
9 - Página 370 (en la edición de Planeta la página 420)
[…] El perdón es una idea cristiana, y España no ha sido nunca un país cristiano. Ha
tenido siempre una idea especial y su idolatría particular dentro de la Iglesia. Otra
Virgen más. Supongo que fue por eso por lo que tuvieron que destruir las vírgenes de
sus enemigos. Seguramente, este sentimiento era más profundo en ellos, en los
fanáticos religiosos españoles, que entre la gente del pueblo. La gente del pueblo se
apartó de la Iglesia porque la Iglesia era el Gobierno y el Gobierno ha sido siempre
algo podrido en este país. Éste fue el único país adonde no llegó nunca la Reforma.
Está pagando ahora la Inquisición, y es justo.
En primer lugar, en la escena de la marca número 1, el gitano, Rafael, cuenta a Jordan –
aunque Anselmo también está presente en la conversación– cómo un oficial mató sin
27
querer a dos soldados de su ejército, puesto que estaban tumbados en el suelo y el oficial
de pie, dando vueltas de un lado a otro y con la pistola en la mano, agitándola. Este pasaje
podría comentarse junto con la marca número 5, en la que un capitán del ejército
franquista amenaza a uno de los suyos, al teniente Berrendo, con una pistola. El teniente
piensa que no sabe dar órdenes sin sacar la pistola y expresa el deseo que tienen algunos
de matar a todos aquellos que no piensen o sean igual que ellos. En estos fragmentos,
entre otros, los censores consideraban que trataba a los franquistas de verdaderos asesinos
y descerebrados.
En segundo lugar, la escena de las atrocidades que se produjeron en un pueblo de la Sierra,
comentada también por el censor, bien podría corresponder a las marcas 3 y 4 o a la 8,
que comentaré más adelante; ahora voy a referirme a la tercera y cuarta marca. En dichas
marcas se habla del fusilamiento de la familia de Joaquín en Valladolid, o sea, de su padre,
de su madre y de su cuñada, y de cómo oían los tiros y luego se encontraban con los
cadáveres. Además, se da a entender que otros vecinos del pueblo también fue fusilada;
pues dice que la buena gente de ese pueblo había tenido que sufrir mucho durante la
guerra. Este fusilamiento vuelve a aparecer en la marca número 4, cuando Pilar le
pregunta a Joaquín por la muerte de su familia y Joaquín le contesta tildando a los
nacionales de fascistas y asesinos, pues dice que depuraron el pueblo y a toda aquella
gente que iba en contra de su política y votaba a los socialistas o formaba parte de algún
Sindicato. El censor consideraba que el autor tenía una mala referencia de la guerra, aparte
de haberla visto desde el lado rojo, y que los hechos que se explican en la novela no
corresponden con lo que sucedió en el bando nacional.
En tercer lugar, en ambos informes sobre la edición de 1966, se hace alusión a la escena
donde se narran los hechos de una batalla en la que un teniente de requetés, Berrendo,
manda a cortar las cabezas de los muertos para llevarlas como trofeos. Esta escena
concierne a las marcas 6 y 7, puesto que en la número 6 se encuentra el pasaje del teniente
Berrendo mandando a subir los caballos de los muertos y a colocar las cabezas de los
muertos sobre las monturas. El teniente Berrendo en un primer momento ordena cortar la
cabeza del Sordo, pero después, ordena cortar las cabezas del resto de fallecidos. En
cuanto a la marca número 8, hace referencia a la escena en la que Anselmo cuenta todo
lo que había visto en dicha batalla y cómo habían llevado las cabezas de los muertos hasta
La Granja. En definitiva, una escena muy sádica y cruel que, según los censores, no
reflejaba la realidad de la guerra por parte de su ejército.
28
En cuarto lugar, he podido comprobar que muchos de los pasajes mencionados por el
censor en el informe hacen referencia a la marca número 8, en la que María le cuenta a
Robert, detalladamente, las torturas que sufrieron en su pueblo, así como la violación que
sufrió ella, aunque María, en la marca número 2, ya había resumido muy brevemente
dicha violación. Recordemos que, en el informe, el censor hacía alusión a la violación de
una miliciana; pues he podido deducir con total seguridad que se trataba del personaje de
María y, por lo tanto, de este fragmento. Así pues, la violación y las torturas a las que el
censor hace alusión se deben, claramente, a estas páginas; pues matan a la familia de
María: primero al padre, por ser socialista; luego a la madre, por alabar a su marido y, en
vez de matar a María, la violan, pero antes la atan, la rapan en una barbería, se ríen de ella
y, por último, abusan sexualmente de ella en el despacho de su padre, en el Ayuntamiento
del pueblo. Además, María cuenta como no había sido la única que tuvo que pasar por la
barbería, ni la única que estaba atada. Asimismo, explicando la escena de la barbería,
detallaba también cómo habían matado al barbero y cómo tropezó con su cadáver al salir,
que estaba en la entrada de aquel negocio.
Por último, la marca número 9 es uno de los pasajes mencionados por el censor en el
informe del 16 de diciembre de 1966, en la que responde afirmativamente a las cuestiones
“¿Ataca el Dogma?” y A la Iglesia o a sus Ministros?”, ya que habla de la religión y de
sus fanáticos, los que quisieron eliminar cualquier otra religión que estuviera vigente en
la España republicana. Añade también que la gente del pueblo se apartaba de la Iglesia
porque España era un Estado confesional y, por consiguiente, acercarse a la Iglesia era
como acercarse al Gobierno y estar a favor de este, y la gente del pueblo no lo hacía
porque consideraba que el Gobierno siempre había sido algo podrido en España, por lo
que la Iglesia, indirectamente, es también tildada de podrida.
Con todo ello, y con las determinadas tachaduras que proponía el censor en dichas
páginas, la obra podría ser publicada, según indica un expediente del 2 de enero de 1967
(véase en los anexos). No obstante, el tema no acabó aquí, puesto que tres días más tarde,
el 5 de enero de 1967, el Jefe del Servicio denegaba la difusión de Por quién doblan las
campanas de la editorial Joker en el expediente n.º 8488-66.
29
Así pues, la primera versión en español que se publicó de Por quién doblan las campanas
fue editada por Grupo Planeta y puesta en circulación en 1968, aunque según el entonces
director de la Editorial Planeta, José Manuel Lara, la edición de Joker se vendía en todas
las librerías; lo veremos en el siguiente apartado.
30
5.3. La edición española de 1968: Grupo Planeta
En 1968 se inició un proceso para hacer posible la publicación de la obra de Hemingway
editada por Planeta. Dicho proceso empieza con una carta de José Manuel Lara dirigida
al Director General de Cultura Popular y Espectáculos, Carlos Robles Piquer, el 10 de
mayo de 1968. Cabe añadir que se tratan como amigos porque Lara participó en la guerra
a favor del bando sublevado.
En esta carta Lara le dice que anteriormente el Director General de Información le había
dado permiso verbalmente para publicar la obra de Por quién doblan las campanas en la
colección Obras Completas del autor estadounidense. Además, Lara le informaba que en
todas las librerías se estaba vendiendo una edición que trataba a uno de los personajes, a
Robert, como un héroe republicano, mientras que Hemingway no lo había hecho así; la
edición a la que José Manuel Lara se refería es la de la editorial argentina Joker. En la
misma carta el director editorial preguntaba si sería o no necesario que la obra fuera
presentada a consulta previa. El Director General de Cultura Popular y Espectáculos,
Carlos Robles Piquer, respondió la carta del siguiente modo: “Se lo dijo: se da por no
presentado en consulta voluntaria, el editor verá si quiere correr el riesgo de presentarlo
directamente a depósito. En el original devuelto, podrán verse numerosos pasajes
marcados con señales. Los asesores literarios del editor podrían prestar especial atención
a los mismos y, si tienen la pertinente autorización del autor, suprimir o suavizar las más
importantes. Esta información era la convenida con la superioridad”.
Por consiguiente, la edición de Grupo Planeta del año 1968 entraba en el Ministerio de
Información y Turismo el 14 de octubre de 1968 y, por lo tanto, sería analizada bajo la
Ley de Prensa e Imprenta de 1966. La obra, pues, sería leída y revisada por un censor que
abriría un nuevo expediente. En un informe del 15 de octubre de 1968 podemos leer las
siguientes observaciones:
“Por quién doblan las campanas no retrata la verdad de la guerra civil y, como todo el
mundo sabe, constituye una exaltación de la España republicana y contiene páginas duras
e injustas en relación con el Movimiento Nacional. A la sombra de Castillo-Puche, Lara
quiere hacer un buen negocio con esta obra presentándola a depósito para que no haya
modo de rechazarla. El propósito propagandístico de la faja es meridiano”.
Con esto, vemos que al régimen franquista no le interesaba que esta obra fuera publicada,
puesto que iba en contra de su modo de actuar y pensar, por lo que la obra, en un principio,
31
fue denegada. No obstante, abajo de este mismo informe y escrito en bolígrafo, se
recomendaba la posición de silencio administrativo de la siguiente manera:
“De todos modos, para evitar una controversia que, de trascender al público, solo
beneficiaría al editor, y aún manteniendo los argumentos arriba expuestos, podría
adoptarse la posición de silencio administrativo”.
Así pues, el silencio administrativo propuesto el 15 de octubre se hizo definitivo ocho
días después, el 23 de octubre de 1968, cuando el director general firmó la resolución de
esta obra.
32
5.4. Silencio administrativo
La Real Academia Española (RAE) define el silencio administrativo como un término de
derecho que implica el silencio y la pasividad por parte de la Administración. Es decir, la
ausencia de una resolución administrativa sobre un tema en concreto, en este caso, pues,
el silencio administrativo era la falta de actuación del Ministerio de Información y
Turismo sobre la obra Por quién doblan las campanas de Ernest Hemingway. Hay una
controversia entre si el silencio se debe considerar un hecho positivo o negativo; pues
significa que, si la Administración no dicta una resolución, se solicita la demanda, pero,
a la vez, el responsable de hacer dicha demanda debe tener en cuenta las consecuencias.
Dichas consecuencias, en la época de la que hablamos, estarían bajo las órdenes de la Ley
de Prensa de 1966.
Con esto, sería el editor quien decidiría si hacer o no todos aquellos cambios y supresiones
que anteriormente habían propuesto los censores para dicha obra. En la primera edición
de Grupo Planeta de 1968, ejemplar del que dispongo, he podido comprobar que esta
versión no fue modificada, aunque si “omitieron”, de alguna manera, frases en las que
algún personaje “se caga en algo”, ya que al gobierno franquista le molestaba cualquier
tipo de detalle comprometido. En esta obra Hemingway recurre a traducir literalmente,
unas 28 veces, el típico “me cago en la leche” español, que en inglés lo traduce como “I
obscenity in the milk of”, pero en la versión traducida al español de 1968 lo recortan
poniendo puntos suspensivos, es decir, escriben “me c… en la leche” a lo largo de toda
la novela. Aparte de este mínimo detalle, como decía, la obra Por quién doblan las
campanas no fue nunca censurada.
33
6. CONCLUSIONES
6.1. Conclusiones del análisis de la obra
Este apartado presentaré la obra Por quién doblan las campanas en el contexto de la
censura franquista y, por lo tanto, veremos qué tipo de contenidos proponía modificar el
censor. Así pues, por un lado y en cuanto a lo señalado por los censores, hemos visto que
casi todos los pasajes a los que hacen alusión son ataques hacia el régimen franquista y
no pasajes en los que ataca a la religión; mientras que marcas que se consideraban un
ataque al régimen, ya fuera directo o indirecto, encontramos unas once, marcas en
referencia a ataques a la religión vemos solamente una. Con todos estos pasajes podemos
decir que es evidente, pues, que este trabajo sobre la censura de Hemingway no muestra
una representación de lo que fue la autocensura; pues he podido comprobar que el escritor
no se aplicó nunca la autocensura que se aplicaban muchos otros escritores con el fin de
pasar la censura más fácilmente. Hemingway, como decía, no escribió nunca la obra con
la intención de que esta se tradujera al español, al menos por aquel momento, por lo que
no tuvo en cuenta los ataques hacia el régimen dictatorial y, por lo tanto, no suavizó
ningún pasaje de su obra.
Con todo, a principios del año 1967 se prohibió la circulación de la obra Por quién doblan
las campanas editada por Joker, aunque más tarde, en 1968, la editorial Planeta solicitó
a las instituciones publicarla y la decisión que se tomó sobre dicha obra fue darle la
posición de silencio administrativo. Por lo tanto, este libro nunca fue publicado bajo
censura, sino que por la fama del autor y por la anterior circulación de la obra optaron por
darle esa posición. En cuanto al silencio administrativo, cabe recordar que este daba la
libertad al editor de si modificar o no los pasajes mencionados por el censor, por lo que
la decisión final de si adaptar o no la obra al gusto del gobierno franquista quedó en manos
de la editorial Planeta que, en este caso, no lo hizo; tal vez porque se consideraba que se
trataba de una obra de carácter inofensivo o bien porque no solo presentaba ataques al
régimen totalitario de la época, sino que, como se ha comentado, también criticaba
organizaciones marxistas, como el POUM.
Esta obra de Hemingway, pues, se publicó tal y como había sido traducida por Lola
Aguado, de modo que el texto no presenta ningún tipo de alteración. El libro original se
había publicado en 1940 por la editorial Charles Scribner’s Sons, pero no fue hasta al
cabo de veintiocho años, en 1968, cuando se imprimió su traducción al español bajo el
34
título Por quién doblan las campanas, editada por Planeta. Sin embargo, resulta curioso
e insólito el hecho de que una obra como esta, en la que en el contexto de la Guerra Civil
se señala a los franquistas como fascistas y asesinos y, en gran parte, trata a los
republicanos de leales, adoptara la posición de silencio administrativo y fuera publicada
sin modificación u omisión alguna y sin que su autor fuera penalizado.
Con todo, el análisis de esta obra y sus resultados no muestran tampoco una clara y
completa representación de lo que fue la censura franquista, pero igualmente puedo
confirmar que la represión editorial durante el período dictatorial sí existió; de modo muy
estricto desde los comienzos de la Guerra Civil hasta mediados de los sesenta y a partir
de ese momento, con la Ley de Prensa e Imprenta de 1966, de modo más relajado.
6.2. Conclusiones generales
Como consecuencia de lo expuesto, cabe decir que cuando elegí el tema del trabajo y esta
obra de Hemingway, pensaba que esta habría sufrido modificaciones y omisiones y que,
por lo tanto, podría hacer una comparación entre el texto original y su traducción al
español bajo el control del gobierno. No obstante, al visitar el AGA y ver los expedientes
me di cuenta de que la obra no fue censurada; pues no conocía el método del silencio
administrativo y pensaba que solamente existían como opciones que una obra fuera
autorizada, aceptada con algunos pasajes censurados, o bien prohibida. A pesar de ello,
he podido analizar aquellos fragmentos que los censores describían o señalaban y, por
consiguiente, este trabajo me ha permitido ver de qué manera actuaban delante de ciertos
temas, es decir, qué es lo que molestaba o preocupaba al gobierno, al igual que he podido
ver el trato que recibían ciertos escritores dependiendo de su ideología o de su fama, ya
fueran extranjeros o no.
Por todos estos motivos y más, he de decir que, de no ser posible mi visita al AGA, este
trabajo no hubiera podido llevarse a cabo, dado que consultar los expedientes ahí
guardados me ha ayudado a hacer esta investigación; pues a partir de los informes y los
formulario de preguntas, entre otros documentos, he podido ver qué es lo que tenían en
cuenta los censores, he aprendido cuál es el verdadero significado de la censura, qué era
la autocensura y por qué algunos autores se la aplicaban antes de pasar por la censura
impuesta por la dictadura. Asimismo, ahora sé con qué finalidades censuraban o no una
obra, en qué momento tomaba el poder el censor o la editorial, etc. En definitiva, me ha
permitido ver como afectó la censura institucional en los textos literarios y cómo actuaron
35
las editoriales ante esta. Así pues, gracias al AGA he podido ver todos aquellos
expedientes necesarios para hacer posible este trabajo y ver qué fue aquello que los
censores pretendían modificar en la obra del escritor estadounidense.
Cabe decir, pues, que el caso de Por quién doblan las campanas es un caso aparte, puesto
que no todas las obras eran publicadas bajo silencio administrativo. Y a pesar de que este
libro no fuera censurado, existen muchos libros que son un claro ejemplo de lo que fue la
manipulación y la censura literaria durante aquellos años de dictadura y, por lo tanto, esta
hipótesis debe ser estudiada y demostrada con la profundidad que yo no he podido prestar
a este tema, debido al poco tiempo y espacio del que disponemos.
Con todo, doy por terminado este trabajo, al que le pongo un punto y aparte; pues esta
investigación solo trata sobre un autor y una de sus obras, y fueron muchas obras literarias
las que tuvieron que pasar la censura y sufrir alteraciones. Además, muchas de las obras
modificadas han seguido reeditándose bajo censura franquista durante muchos años; pues
durante la transición democrática no se inició ningún proceso de control sobre las obras
que habían sido traducidas y, más tarde, censuradas, por lo que debe seguir investigándose
sobre el tema. Por lo tanto, al igual que con muchos otros sucesos ocurridos en los años
franquistas, la historia sobre la censura es un tema muy extenso del que todavía queda
mucho por estudiar.
36
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franquismo. Gijón: Trea.
Servén Díaz, C. (2001). «La Regenta frente a la censura franquista» en Clarín, espejo de
una época. Centro Virtual Cervantes. Instituto Cervantes.
Stanton, E. F. (1989). Hemingway en España. Barcelona: Castalia.
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8. ANEXOS
8.1. Expedientes del Archivo General de la Administración
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8.2. Hemerotecas
8.2.1. Hemeroteca del ABC
Los libros más vendidos. 31 de diciembre de 1968.
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Sobre Por quién doblan las campanas. 15 de febrero de 1969.
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8.1.2. Hemeroteca de La Vanguardia
Sobre Hemingway en España. 15 de marzo de 1969.