Amossy, R. - El Pathos o El Rol de Las Emociones en La Argumentacion

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    Amossy, Ruth. (2000)L argumentation dans le discours. Pars: Nathan. Cap. 6: Elpathos o el rol de las emociones en la argumentacin

    1. La razn y las pasiones.

    2. La emocin en la interaccin argumentativa.3. La inscripcin de la afectividad en el discurso.

    La retrica aristotlica dedica un libro entero a la cuestin del pathos,el cual trata acerca de los medios para predisponer al juez (o a cualquierpblico) (Aristteles 1991: 181). Si el logos concierne a las estrategiasdiscursivas en cuanto tales, y el ethos a la imagen del locutor, el pathos serelaciona directamente con el auditorio. Examinar los pormenores significapara Aristteles analizar lo que puede conmover, conocer la naturaleza delas emociones y lo que las suscita, preguntarse a qu sentimientos elalocutario accede particularmente de acuerdo a su status, su edad...

    Este saber es necesario para el orador que desea emplear la clera, la

    indignacin, la piedad, como medio oratorio (Ibid. :183). El trmino pathen plural designa tambin las emociones a las que un orador tiene intersde conocer para actuar eficazmente en las almas y ellas son la clera y lacalma, la amistad y el odio, el temor y la confianza, la vergenza y laimpudencia, la bondad, la piedad y la indignacin, la envidia, la emulacin yel desprecio (Patillon 1990:69) Sabemos que la retrica aristotlica dedicaal tema un libro entero, el Libro II, que examina los diferentes tipos depasiones bajo tres aspectos principales: en qu estado del alma se losexperimenta, hacia qu clases de personas, y por qu motivos. No se trataaqu de una pura empresa taxonmica, ni de un estudio de la psych quesera en s misma su propio fin. El libro sobre el pathos no es tampocoaunque se aproxima bastante en ciertos aspectos una semitica de laspasiones antes de tiempo. Si el conocimiento de las pasiones humanas sepresenta en la Retrica como indispensable, es porque permite actuar por lapalabra: contribuye poderosamente para alcanzar la conviccin.

    Actuar en los hombres emocionndolos, transportndolos a la clerao hacindolos accesibles a la piedad, o simplemente despertando en ellos elmiedo, no es sin embargo contravenir a las exigencias de la racionalidad?La argumentacin concerniente a las decisiones importantes no deberaarrastrar la adhesin de las almas sin tener que perturbar los corazones?Esta no es la posicin de Aristteles, quien se niega a separar el pathos dellogos. No es slo en el epidctico donde la apelacin a los sentimientos estbien visto. En el gnero judicial como en el gnero deliberativo, importa

    saber en qu disposiciones afectivas se encuentran los auditores a quienesuno se dirige y, adems, saber conducirlos a las disposiciones convenientespuesto que la pasin es lo que, al modificarnos, produce diferencias ennuestros juicios (Aristteles 1991:182), y puede pesar en las decisiones del

    juez en un proceso como en las del ciudadano en la gestin de lapolis.Al darle un lugar importante al pathos, el anlisis argumentativo

    permanece fiel al proyecto retrico inicial. Sin embargo, debe resolver losproblemas que plantea la alianza de la razn y de la pasin tales comotrataron las retricas y teoras de la argumentacin, de la edad clsica anuestros das.

    1. La razn y las pasiones

    1.1.Conviccin y persuasin: una dicotomapersistente

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    El catequismo retrico -resume C. Plantin- nos ensea que lapersuasin completa se obtiene por la conjuncin de tres operacionesdiscursivas: el discurso debe ensear, deleitar, conmover (docere,delectare, movere): puesto que la va intelectual no alcanza para

    desencadenar la accin. (Plantin 1996: 4). En otros trminos, imponerse a larazn no significa estremecer la voluntad que autoriza la accin. Estadivisin dio origen al par convencer- persuadir; el primero se dirige a lasfacultades intelectuales, el segundo al corazn. Frente a una perspectivaintegradora que insiste en el lazo orgnico entre conviccin y persuasin,logos y pathos, encontramos posturas que las disocian radicalmenteinsistiendo en su autonoma respectiva, incluso en su antinomia. Unas veceses la conviccin racional la que recibe todos los honores; otras, por elcontrario, es el arte de conmover y de movilizar emocionando lo que resultaelogiado. La cuestin de las pasiones y de su movilizacin en la obra depersuasin muestra hasta qu punto la retrica depende de una visinantropolgica. Est intrnsecamente vinculada con una concepcin

    cambiante de la racionalidad humana y del estatuto de los afectos en elsujeto pensante. LHistoire de la rhtorique dans lEurope moderne(Fumaroli, 1999) y el libro reciente de G. Mathieu-Castellani (2000) sobre laRhtorique des passions permiten captar las modificaciones que sufri laimportancia acordada al sentimiento en funcin del espacio cultural eideolgico donde se muestra la reflexin sobre el arte de la palabra eficaz.

    Bastar mencionar algunos casos ejemplares de entre quienessostuvieron las razones del corazn, entre ellos uno de los preceptos muyconocidos de Pascal:

    Sea lo que sea lo que se quiera persuadir, es necesario tener en cuenta a lapersona en quien se est interesado, de la cual hay que conocer la mente yel corazn , con qu principios concuerda, qu cosas le gustan [...] De modoque el arte de persuadir consista tanto en el de agradar como en el deconvencer, dado que los hombres se gobiernan ms por capricho que porrazn.(Pascal 1914: 356)

    Para Pascal, dirigirse al entendimiento es insuficiente si uno no sepreocupa del encanto que influye directamente en las conductas. InclusoLamy no concibe la persuasin sino en el movimiento que tiene en cuentalos intereses de los auditores, los cuales pueden ser contrarios a la tesis quese intenta hacerles admitir. La elocuencia no sera entonces la duea de

    los corazones, y hubiera encontrado una fuerte resistencia en ello, si loshubiera atacado slo con las armas de la verdad. Las pasiones son losresortes del alma, son las que la hacen actuar (Lamy 1998: 229; 1 ed.1675). Frente a estas posturas que forman parte de la naturaleza humana,sealemos la de Gibert que se pronuncia en contra de la conviccin, y enfavor de la persuasin fundada en la apelacin al sentimiento que se basaen la verdadera elocuencia:

    La [primera] es la sujecin del intelecto a una verdad, sobre el claroconocimiento de la relacin que esta tiene con las razones que la prueban.La segunda es la sujecin eficaz de la voluntad con el amor, o con el odio deuna accin; de manera tal que el intelecto ya est sujeto a una verdad por

    las razones ms claras, sin que haya todava una verdadera Persuasin. Hay

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    una , cuando el corazn resulta vencido. (Gibert 1730 : 251 citado enFumaroli 1999:886)

    De esto se deduce que lo que no conmueve es lo contrario de la

    persuasin. (Ibid.) En el mismo orden de ideas, C. Perelman menciona aRousseau quien en el Emilio observa que de nada sirve convencer a un niosi no se sabe persuadirlo. La consideracin de las pasiones que movilizanal ser humano da origen a una visin de la retrica como arte de conmoverlos corazones. Se describe la capacidad de emocionar como un don deelocuencia que marca la superioridad del verdadero orador. Ya encontramosesta concepcin en Quintiliano:

    Pero saber entusiasmar y cautivar a los jueces , predisponer sus mentescomo queramos, inflamarlos de clera o enternecerlos hasta las lgrimas, esrealmente raro. Sin embargo, es por esto que el orador logra dominar, y eslo que asegura a la elocuencia el imperio que tiene sobre los corazones.

    (Citado en Molini 1992: 251)

    En la edad clsica, la elocuencia se opone a menudo a la retrica,considerada como forzada y artificial mientras que la elocuencia sera unapalabra proveniente de las profundidades que estremece al ser humanohasta lo ms profundo de s mismo para hacerle tomar una verdad interior opara conducirlo al bien1.

    Encontramos as actitudes muy diversas en todo lo que concierne a lafuncin de las emociones en el arte de la oratoria. Para unos, son la palancade la verdadera elocuencia. Para otros, aparecen como un medio inevitableaunque lamentable para lograr resultados concretos: el hombre se dirigesegn sus pasiones y sus intereses ms que segn su razn. Finalmente,para los dems constituyen un medio seguro para manipular al auditorio,cuyo dominio resulta esencial asegurarse.

    El peligro del poder que puede tomarse sobre sus auditoresdirigindose a sus pasiones es objeto de reflexiones desde la Antigedad.As, Aristteles consideraba que no hay que pervertir al juez despertandoen l sentimientos que podran interferir con una evaluacin objetiva de lascosas. Cicern, por el contrario, hace decir a Antonio que el orador debeganarse el favor del que lo escucha, sobre todo excitar en l talesemociones que en lugar de seguir al juicio y a la razn, ceda al arrastre dela pasin y a la perturbacin de su alma (Cicern II 1966 : 178). Vemosporqu la nocin de persuasin que se dirige a los corazones pudo

    transformarse en objeto de litigio. Plantea cuestiones que en la actualidadcontinan siendo vigentes. Es necesario ver en la emocin la prueba deuna elocuencia del corazn superior a cualquier tcnica de la palabra, yapta para hacer tomar una verdad interior? O por el contrario el orador,intentando emocionar, manipula a su auditorio en la medida en la queejerce una influencia que no surge de la razn?

    1.2. Las teoras de la argumentacin contra las pasiones

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    Se consultar al respecto los actos del coloquio de Cerisy acerca de loquence etvrit intrieure, C. Dornier y J. Siess, ediciones (Pars, Champion)

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    La lgica informal y la mayora de las teoras de la argumentacin sepronunciaron en contra de la ingerencia de las emociones en elrazonamiento lgico y en la interaccin argumentativa. El intento de llevaral auditorio a una posicin determinada es concebida en efecto como una

    obra que se efecta por vas racionales, que excluyen todo tipo de recursoal sentimiento, que es considerado como irracional. Van Eemeren y suscolaboradores son muy claros en este punto:

    La argumentacin es una actividad de la razn, lo que indica que elargumentador se ha tomado la molestia de reflexionar acerca del tema.Proponer un argumento significa que el argumentador trata de mostrar quees posible dar cuenta racionalmente de su posicin en la materia. Esto nosignifica que las emociones no puedan representar un papel cuando seadopta una posicin, sino que esos motivos internos, que fueron asimiladospor el discurso, no son directamente pertinentes como tales. Cuando lagente propone argumentos en una argumentacin, sita sus

    consideraciones en el reino de la razn. (Van Eemeren et al. 1996 : 2.)

    Los paladines de la pragma-dialctica se alian aqu en las posicionesde la lgica informal, que ve en las pasiones una fuente de error y lashostigan en le estudio de los falacias. (II,4,2). En efecto, es interesantecomprobar que una parte de los falacias, entre ellas las de ad (ad populum,ad misericordiam, ad hominem, ad baculum...) derivan de la apelacin a lasemociones. Adulan el amor propio, despiertan la piedad o el temor, suscitanpasiones, apartan as al intelecto de las vas racionales que solas puedenguiarlo en la evaluacin de un argumento. Lgica y pasin parecen desdeluego excluirse mutuamente. As, Copi y Burgess Jackson enumeran en sulista de falacias la apelacin a las emociones. Al negarse a tomar partidoen la querella que opone a los filsofos por encima de la supremaca de larazn, observan que las emociones y las pasiones, por su naturalezamisma, pueden cobrar una dimensin tal que dominan completamente lascapacidades racionales (Copi 1986 : 116). Pueden enceguecer ante loshechos, inducir a la exageracin y poner trabas a los procesos depensamiento comn. As, la apelacin a la emocin se vuelve falaz nosimplemente cuando se recurre al sentimiento, sino cuando lo moviliza alpunto de poner trabas a la capacidad de razonar. A pesar de lasprecauciones oratorias de las cuales los autores se rodean, se desprendeclaramente que una divisin queda establecida entre razn y pasin, en lacual esta se encuentra depreciada y, en muchos casos, descalificada.

    Estas posiciones fueron atenuadas en los trabajos de Douglas Waltonquien, en una obra importante intitulada The Place of Emotion in Argumentcon fecha en 1992, mostr la legitimidad de las emociones en el procesoargumentativo. Insiste en el hecho de que las apelaciones a la emocintienen un lugar legtimo, incluso importante en el dilogo persuasivo. Sinembargo, considera que hay que tratarlas con prudencia porque tambinpueden ser utilizadas falazmente (Walton 1992 :1) Por eso, procede a unexamen de las condiciones de validez de los argumentos que apelan alsentimiento como la apelacin a la piedad o al argumento ad hominem.Cuando se considera el argumento ad populum constata Walton setiende a ver en ello una apelacin a la multitud donde la pasin retricaintenta movilizar al pueblo con el propsito de una accin llevada por el

    entusiasmo, incluso con miras a una explosin de violencia. Sin embargo,

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    antes de sostener un juicio semejante, es importante considerar el objetivodel orador en el marco de la situacin de discurso que le pertenece, o elgnero que ha seleccionado. Un discurso epidctico, por ejemplo, cuyoobjetivo es reafirmar la identidad del grupo y fortalecerlo en torno a valores

    morales, puede apelar al sentimiento sin que por ello sea falaz. (Walton2000 :303) Asimismo Philippe Breton en su obra acerca de La Parolemanipule observa que la apelacin a los valores, que es uno de losresortes de la argumentacin democrtica, moviliza los afectosprofundamente (2000 : 78) sin que por eso represente una manipulacinreprensible. Eso no impide que si las teoras de la argumentacin otorgan apartir de ahora un lugar cada vez ms amplio a la emocin, estas noconsientan en tolerarla sino bajo ciertas condiciones, manteniendo alrespecto una desconfianza secular.

    Es interesante observar que la afirmacin de una supremaca de larazn como de la pasin supone desde el comienzo la posibilidad dedistinguirlas claramente, e incluso cuando se recuerda su solidaridad. Los

    criterios por los cuales se cree que es posible separar conviccin ypersuasin se basan en una decisin que pretende aislar un conjuntoconjunto de procedimientos, conjunto de facultades, algunos elementosque consideramos racionales, observa Perelman en su Tratado (1970 : 36) .Rechaza la oposicin entre la accin sobre el entendimiento presentadacomo impersonal y atemporal, y la accin sobre la voluntad, presentadacomo totalmente irracional. En efecto, considera que toda accin fundadaen la eleccin tiene necesariamente bases racionales, y que negarlo seravolver absurdo el ejercicio de la libertad humana (Ibid. : 62). Sin embargo,se observa que en su rechazo por aislar lo racional oponindolo a lo pasionalcomo palanca de accin, Perelman no apunta en absoluto a reintegrar el

    juego de las emociones en el ejercicio argumentativo. Por el contrario,subraya el vnculo esencial que une la voluntad con la razn ms que con elafecto para mostrar que la razn es tambin susceptible de movilizar a loshombres. Se comprende en esta perspectiva que Chaim Perelman no hayaretomado por su cuenta el pathos aristotlico, considerando por otra parteque el libro II de la Retrica marcaba su existencia por el hecho de que lapsicologa como disciplina aparte no exista en la Antigedad.

    En el campo de la retrica, los trabajos de Michel Meyer quecontribuyen a difundir el pensamiento de Chaim Perelman mostraron laimportancia capital de las pasiones, y han vuelto a evaluar radicalmente supapel en la argumentacin. Estas aclaraciones aparecen en la edicin queMeyer ha dado de la retrica aristotlica (Livre de poche, 1991) y en una

    edicin separada intitulada Rhtorique des passions (1989), ampliamentecomentada. La puesta en evidencia del lugar de las emociones en laargumentacin y no solamente en una retrica concebida comoelocuencia, o en una desmistificacin de las manipulaciones retricas seprosigue actualmente, en particular en la semioestilstica de GeorgesMolini (cuyo Dictionnaire de Rthorique insiste en la centralidad de laspasiones 1992 : 250- 266) y en los trabajos de Christian Plantin y de PatrickCharaudeau, bajo la impulsin de los desarrollos recientes de las cienciasdel lenguaje.

    1.3 La imbricacin de lo emocional y de lo racional en laargumentacin

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    Las posiciones adoptadas por los analistas del discurso consisten endescribir y explicar el funcionamiento de los elementos emocionales en eldiscurso de carcter persuasivo sin pretender que se ofrezcan criterios deevaluacin. Al rechazar una teora de la emocin como perturbacin y

    desorden, el anlisis de la argumentacin en el discurso parte del principiode que una relacin estrecha por otra parte testificada en otras cienciashumanas, en particular la sociologa y la filosofa contemporneas vinculala emocin con la racionalidad. Las emociones resume P.Charaudeauapoyndose en estos conocimientos se manifiestan en un sujeto humanocon respecto a algo, o ms exactamente por la representacin que stetiene de lo que quiere o desea combatir (Charaudeau 2000 : 130). Estnntimamente relacionadas con lo que l llama un saber de creencia, saberpolarizado en torno a valores socialmente constituidos (Ibid. : 131)correspondiente de hecho a la doxa de la retrica. En otras palabras, lasemociones son inseparables de una interpretacin que se apoya en losvalores, o ms precisamente en un juicio de orden moral.

    Encontramos la idea propuesta por Hermann Parret segn la cual lasemociones sonjuicios, a menos que se adopte una concepcin evaluadoray no cognitiva del juicio (1986: 142). Las emociones presuponen unaevaluacin de su objeto, es decir creencias concernientes a las propiedadesde ese objeto. Es lo que Raymond Boudon estudia con el nombre desentimientos morales, es decir sentimientos basados en una certezamoral. El estudio de Boudon que apunta a mostrar que los sentimientosmorales en general, y el sentimiento de justicia en particular, estn basadosen razones, resulta particularmente interesante en este contexto. Seopone al punto de vista de Pareto, quien hace emanar las razones defuerzas puramente afectivas, la lgica de los sentimientos moralespropone que al fundamento de cualquier sentimiento de justicia, sobretodo cuando es intensamente experimentado, se puede siempre, enprincipio al menos, distinguir un sistema de razones slidas (Boudon 1994 :30). Se trata de sentimientos en la medida en que son fcilmenteasociados a reacciones afectivas, eventualmente violentas (Ibid. : 32). Sinembargo, se basan en razones, y es la solidez de estas lo que da alsentimiento de injusticia su carcter transsubjetivo y hace posible elconsenso (Ibid. : 47). En otras palabras, la indignacin que se experimenta,por ejemplo, al ver inocentes perseguidos, puede defenderse conargumentos aceptables, que las personas presas de la indignacin sean ono conscientes de las razones en las que basan sus juicios axiolgicos ( Ibid.:50). Estas razones deben poder ser comprendidas y admitidas por

    observadores imparciales. Para Boudon como para Charaudeau, lareintegracin de la racionalidad en el centro de los sentimientos moralestoma en cuenta el sistema en el seno del cual las razones alegadas sonracionales y transmisibles objetivamente. Por ejemplo, cuando aborda elsentimiento de justicia social, observa que una teora igualitaria de la

    justicia sera indefendible en un sistema individualista. (Boudon 1994 : 45).En esta perspectiva , el anlisis del discurso tiene en cuenta el

    elemento emocional tal cual se inscribe en el discurso en estrecha relacincon la doxa del auditorio y los procesos racionales que apuntan a llevarse laadhesin. Se dedica a detectar un efecto pathmico (que provoca unaemocin) en la situacin de comunicacin particular de la cual emerge.(Charaudeau 2000 : 138).

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    2. La emocin en la interaccin argumentativa2.2. La construccin de las emociones en el discurso

    Si uno se pregunta en qu nivel el pathos se inscribe en la palabraargumentativa, primero es necesario distinguir los diferentes niveles

    discursivos, en los cuales la emocin puede salir a la luz. El pathos no loolvidemos es el efecto emocional producido en el alocutario. ParaAristteles, se trata ante todo de la disposicin a la cual es necesario llevaral auditorio para que se realice un objetivo de persuasin. El sentimientosuscitado en el auditorio no debe confundirse con el que siente o expresa elsujeto hablante. Tampoco hay que confundir con el que designa unenunciado que asigna un sentimiento a un sujeto humano No puedo evitarexpresar mi indignacin, o Exclam con indignacin... debe diferenciarsede Esos pobres nios se encontraban en un estado de miseria espantoso,que no expresa la indignacin, sino que apunta a suscitarla en el auditorio.

    Pero, cmo se provoca un sentimiento, y qu relacin se estableceentre ste con lo que experimenta uno mismo? En primer lugar hay que

    aclarar que lo que el orador siente es poco pertinente en este contexto. Enprimer lugar porque lo sentido no se transmite en la comunicacin sino porlos medios ofrecidos para esta. Luego, porque el locutor animado por unagran pasin no la transmite necesariamente a su alocutario, a quien sudiscurso puede resultarle indiferente. Chaim Perelman insiste en el hecho deque un orador demasiado apasionado se arriesga a perder su objetivoporque, llevado por el ardor de sus propios sentimientos, descuidaradaptarse a su auditorio. Asimismo, la descripcin de una pasin noconduce necesariamente a compartirla. No porque lea el retrato de unapersona indignada retomo sus sentimientos como propios, y el discurso delhombre en clera no es necesariamente el que tendr ms efecto.

    La cuestin que aqu se plantea es la de saber cmo unaargumentacin puede no expresarse, sino suscitar y construirdiscursivamente emociones. (Plantin, 2000). En la perspectiva de un anlisisdel discurso, podemos suponer dos casos de figuras principales: aquel en elque se menciona la emocin explcitamente, y aquel en el que es provocadasin que sea designada por trminos sentimentales. Tomemos, en primerlugar, el segundo caso de las figuras, aparentemente ms problemticodado que economiza cualquier huella lingstica extrada del campo lexicalde las emociones. Qu es lo que permite aislar el proceso segn el cual seconstruye elpathos?

    Fiel a la tradicin retrica, C. Plantin propone liberar el efectopathmico pretendido a partir de un tpico. Se trata de ver lo que provoca

    cierto tipo de reaccin afectiva en una cultura dada, en el interior de uncontexto discursivo dado. Las cuestiones que plantea Plantin paradeterminar los lugares comunes que justifican una emocin son: De quinse trata? De qu se trata? Dnde? Cul es la causa? Es controlable?Veamos a modo de ejemplo este fragmento extrado de toile errante, de LeClzio:

    Poco a poco, incluso los nios haban dejado de correr, de gritar y degolpearse en las inmediaciones del campo. Ahora, permanecan alrededorde las chozas, sentados a la sombra en el polvo, famlicos y semejantes aperros... (1992: 231)

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    Esta descripcin, hecha por la narradora en primera persona, Nejma,una joven palestina que durante la guerra de 1948 huye de sus ciudad nataly que se encuentra en un campo de refugiados, no contiene ningunamencin de sentimientos: ni los propios, ni los de los nios de quienes habla

    son precisados. Sien embargo, el texto contiene un tpico en el sentido enel que est asociado a lugares que en nuestra cultura justifican unaemocin. En efecto, se trata de nios, seres por definicin inocentes, lo quevuelve de aqu en adelante sensible al lector por lo que pueda ocurrirles. Setrata de desnutricin, puesto que estn famlicos; nios enclenques queno comen para saciar el hambre suscitan automticamente la piedad. Setrata de nios que perdieron sus fuerzas y su alegra de vivir: dejaron deentregarse a todas las actividades y a todos los juegos que caracterizan lainfancia. Esto escandaliza el sentimiento moral que requiere que la infanciasea protegida y pueda gozar de sus prerrogativas de alegra ydespreocupacin. Adems, la evocacin del campo y de las chozasofrece un cuadro que recuerda a priori la indigencia y el sufrimiento. La

    comparacin semejantes a perros subraya finalmente la deshumanizacininfligida por la vida en el campo de refugiados. As, el enunciado despiertasentimientos de piedad vinculados con la nocin de injusticia, e inculca laemocin en la racionalidad que forma la base de los sentimientos morales.

    Vemos cmo los diversos puntos mencionados ms arriba serelacionan. Primero, aparece claramente que la emocin se inscribe en unsaber de creencia que desencadena cierto tipo de reaccin frente a unarepresentacin social y moralmente cargada de sentido. Normas, valores,creencias implcitas sostienen las razones que suscitan el sentimiento. Laadhesin del auditorio a las premisas determina la aceptabilidad de lasrazones del sentimiento. Luego, vemos cmo la emocin puede construirseen el discurso a partir de enunciados que llevan pathemas que conducen acierta conclusin afectiva (imagen de nios hambrientos fijos en lainmovilidad no puede surgir sino esta conclusin: es lamentable).Tenemosaqu un encadenamiento que se inscribe en el discurso de manera que sepasa de un enunciado E a una conclusin emocional. Observemos que slose movilizan la compasin y el sentimiento de injusticia. Los modos depresentacin de la situacin (la ausencia de un agente responsable) y lasituacin de ficcin modelan la reaccin emocional separndola de cualquierindignacin activa y de cualquier compromiso militante. El texto respondeas a una vocacin novelesca que lo consagra a la exploracin de lacondicin humana, del sufrimiento y la muerte en relacin con un casopreciso. El sentimiento que hace pesar una interrogacin sin respuesta

    acerca de un destino trgico es suficiente, ninguna apelacin a la accintiene que derivar de ello.

    2.2. Formulacin y justificacin de la emocinAl caso de la figura aqu estudiada, hay que agregar varias otras

    posibilidades, y cada una se basa ms o menos en el implcito. El fragmentode Le Clzio acaba de ejemplificar el caso:

    - emocin no formulada, no justificada explcitamente, inducidapor un tpico;

    pero tambin se pueden encontrar los casos de las siguientesfiguras:

    - emocin no formulada, justificada explcitamente en relacin con

    un tpico;

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    - emocin formulada, no justificada explcitamente, basndose enun tpico;

    - emocin formulada, justificada explcitamente en relacin con untpico.

    En todos estos casos se trata, recordmoslo, de la emocin delalocutario. La variantes se apoyan en los parmetros de la formulacin/noformulacin del sentimiento, y de su justificacin. Veamos este fragmentode apelacin humanitaria citado por G. Manno: Ellas [la vctimas] sufren ymueren por falta de alimentacin, de higiene, de agua, de cuidados...Hombres, mujeres, nios, viejos, como usted y yo. El sufrimiento y la muerteson en todas partes iguales (2000 :289). La empata y el sentimiento desolidaridad que pueden alentar al alocutario a hacer una donacin no estnindicados con todas las letras. Sin embargo, estn motivados, en el fondo dela piedad que suscita el tpico del sufrimiento de los inocentes, porreferencias directas a la analoga entre las vctimas y el alocutario (como

    usted y yo) y a la similitud fundamental que une a todos los hombres en lahumana condicin (el sufrimiento y la muerte). La distancia que separaaquellos de los que se habla (las vctimas) y los interactuantes (usted yyo) se encuentra disminuida al mximo por la insistencia en unahumanidad comn. Adems, la insistencia apunta a la causa del sufrimiento,sealando con ello que puede encontrarse remedio: las vctimas sufren ymueren por falta de....

    La emocin que se pretende que nazca puede inscribirse tambin enla literalidad del enunciado y decirse directamente. Las apelaciones a lapiedad se hacen desde todos los tiempos segn frmulas consagradas:Tenga piedad de un pobre mendigo..., y no piden a este respectoexplicaciones suplementarias. El sentimiento de compasin debe provenirde la simple mencin del mendigo como ser desprovisto y dependiente dela buena voluntad de los dems. Las razones del sentimiento designadoestn presentes en los tpicos, en competencia con los topoi pragmticosque dan al sustantivo mendigo su orientacin argumentativa. Sin embargo,la emocin a la cual se apela y que debe ser el resultado de laargumentacin puede tambin despus de haber sido explcitamentemencionada ser sostenida y justificada por razones. De este tipo son losejemplos que se relevan a continuacin.

    El sentimiento construido en el discurso y dado a inducir al alocutariosobre la base de un tpico puede suscitarse si es designada, ya sealiteralmente, o indirectamente. Es as como Droulde, en los Chants du

    Paysan que asocia a los Chants du Soldat, apostrofa a su auditorio en 1894:Tranquilos, laboriosos, honestos,Levanten los ojos, enderecen sus cabezas,Hombres del pueblo, Campesinos!

    (Droulde 1908 : 119)

    El sentimiento de su dignidad, el orgullo de pertenecer a su clasepretenden suscitar estos versos. Lo hacen, no construyendo una emocinque el lector induce de los tpicos del texto, sino designndola bajo formade conminacin. En efecto, la mirada y la cabeza altas son los signoscorporales del orgullo. Segn el CP de la pertinencia (III, 5, 2), losimperativos Levanten los ojos y Enderecen la cabeza no se explican sino

    en la medida en que los alocutarios no adoptan ( o no siempre) estas

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    posturas. En este sentido son equivalentes a vuelvan a levantar los ojosno los dejen bajos, y vuelvan a enderezar la cabeza , aunque msdiscretos puesto que evitan mencionar la actitud negativa a rechazar. No seintenta criticar, sino dar valor. En el dispositivo de enunciacin del poema,

    el locutor que se perfila en el imperativo (el yo que profiere laconminacin) remite al general, al patriota conocido, con la personalidadpoltica dotada de prestigio que tiene la autoridad deseada para reconocerel mrito de los humildes y guiarlos. Puede pedirles que den prueba de unsentimiento que es el de su propio valor, fundando la necesidad de estaapelacin en una refutacin de las ides reues que desprecian loscampesinos como tales. La legitimidad de este sentimiento de orgullo estdoblemente justificada en el poema. Por la destreza que desliza hbilmentede Hombres del pueblo a campesinos, Droulde confiere a esedesignativo poco glorioso un ttulo de nobleza: son los que pertenecenplenamente a la tierra de Francia. El espejo magnificante que tiende aaquellos que apostrofa (I, 1, 5) refleja por otra parte una imagen positiva de

    las cualidades campesinas que justifica a su vez el sentimiento reclamado.Son virtudes morales que vienen a avalar aqu el valor de los campesinos ya dar a cada uno de los miembros de una clase inferior el orgullo de unapertenencia revalorizada de ahora en ms. Estas virtudes son tambincualidades cvicas con las cuales la Tercera Repblica cuenta para surecuperacin: son la labor y la honestidad pilares de toda educacinciudadana, y la calma, garanta de la estabilidad del rgimen.

    Vemos as cmo el sentimiento que el poeta suplica a sus alocutariosque experimenten se encuentra a la vez mencionado y justificado en eltexto. El sentimiento est fundado en la razn sobre todo porque estracionalmente motivado y canalizado hacia objetivos nacionales que formanparte de una programacin. Por otra parte, la mencin de lo que funda elsentimiento moral, formulado enfticamente en el poema en el fondo deuna doxa republicana comn, remite a los campesinos una imagenhalagadora de ellos mismos que deba, al conmoverlos, incitarlos al orgullo.

    2.3 Argumentar la emocinSi el texto de Droulde no legitima sino tcitamente el sentimiento

    que desea que nazca en los corazones de los campesinos, otros discursos seproponen suscitar una emocin con respecto a una situacin dadaafirmando explcitamente los argumentos que justifican la reaccindescontada. Nos encontramos entonces frente a los discursos queargumentan una emocin, los cuales Christian Plantin ha analizado en su

    estudio acerca de Largumentation dans lmotion (1997), donde observaque los mismos hechos pueden suscitar sentimientos diferentes, inclusoopuestos, y funcionar como argumentos para conclusiones divergentes. As,podemos apelar al auditorio para que est orgulloso del nuevo monumentoerigido en la ciudad porque realza el prestigio, o por el contrario, suscitar suindignacin con la idea de que el dinero que podra gastarse tilmente hasido dilapidado. La argumentacin en estos casos consiste en alegar lascausas que justifican el sentimiento de orgullo o de indignacin. Contribuyea legitimar la emocin y a fundar el sentimiento en cuestin.

    Tomemos el ejemplo del sentimiento nacionalista, a menudo asociadocon una apelacin a las pasiones que sera extrao a la razn. Podemos veren muchos ejemplos cmo se encuentra no simplemente orientado a ver y a

    experimentar, sino tambin justificado y argumentado. As, el prospecto de

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    la Revue alsacienne illustre (Anexo 5, ntegramente citado por MauriceBarrs en la conferencia pronunciada en la Patrie franaise en diciembrede 1889), y cuyo memorial es A nuestros compatriotas, declara: Al hojearesta publicacin, cada hijo de Alsacia se sentir emocionado, religiosamente

    enorgullecido (Barrs 1987 : 210). El futuro se sentir emocionado es sinduda programtico, pero se permite al mismo tiempo una conminacin cuyafuerza proviene de la seudocerteza de una prxima realizacin. Elsentimiento que debe animar al lector de Alsacia est expresado con todaslas letras. Est atribuido a los hijos de Alsacia en un juego especular queremite al lector su propia imagen, pero que lo induce al mismo tiempo aproyectarse compartiendo el sentimiento comn bajo pena de que resultedesmerecido (puesto que la emocin mencionada conmueve a cada uno delos hijos de Alsacia, cualquiera que lo transgreda se excluye a s mismo dela comunidad). El orgullo nacional que se despierta en el corazn de cadaindividuo se halla purificado por el modalizador religiosamente, que loadorna de fervor sagrado, y al mismo tiempo une la colectividad a la religin

    que le confiere su identidad.Sin embargo, el prospecto no se contenta con apelar al orgullonacional, construye tambin una argumentacin que explica la necesidadde la razn (razonamiento y saber) en el centro del sentimiento, necesidadque justifica en el momento de la publicacin de una revista sobre Alsacia.La argumentacin publicitaria se trata de difundir la revista se sumaaqu a una argumentacin que apunta a fundar el patriotismo en cuestin.Por eso comienza mencionando la afectividad pura, en la cual estn encomunin todos los miembros de la colectividad y que prescindeexplicaciones:

    Todos nosotros sentimos lo que queremos expresar cuando definimos auno de entre nosotros diciendo: Es un verdadero alsaciano! Es un tipoverdadero de la vieja Alsacia! Y sentimos tambin que uno de nuestroscompatriotas es disminuido si se lo lleva a decir de l, moviendo la cabeza:Ya no es un alsaciano! (Ibid. : 209)

    El sentimiento aparece aqu en un doble nivel. Sostiene laexclamacin Es un verdadero alsaciano!, condiciona la buenacomprensin de ese dicho. Garantiza as una comunicacin entresemejantes que se basa en el implcito de una representacin compartida.Sin embargo, el texto intenta mostrar que ese plano afectivo necesita uncimiento racional que permita asentarlo en un saber enciclopdico, en unacompetencia analtica. La complicidad de los compatriotas no alcanza, o ya

    no alcanza en las circunstancias difciles en las que se hallan durante elperodo de ocupacin alemana. El sentimiento de pertenecer a una regin,conocerla interiormente y sostener la identidad debe aclararse y explicitarsesobre todo porque de ahora en ms es objeto de amenaza exterior y de unamisin concreta, a saber la preservacin del patrimonio en peligro: Losalsacianos [] estn actualmente diseminados. En los lugares ms diversosdonde estn instalados, crean nuevos lazos. Pero conservan [] las racesen esta tierra de Alsacia [] No estaran felices si les transmitieran a sushijos, como un patrimonio comn, el genio de nuestra pequea regin?(1987 : 210). La revista se asigna como tarea mantener una concienciaalsaciana, es decir sostener un sentimiento nacional basndolo en elconocimiento y en la comprensin necesarias para su supervivencia. Vemos

    cmo el sentimiento se halla presentado como fundado en buenas razones

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    que es posible manifestar (la regin tiene un genio que hay que conocerpara amarlo). Al mismo tiempo, el despertar y el mantenimiento delsentimiento nacional son necesarios para preservar ese genio (slo esbueno para los alsacianos lo que proviene de un germen alsaciano). Si

    conocer Alsacia es amarla, amarla es asegurarse su identidad y susupervivencia. Este objetivo tambin est basado con razn, y pide quesean movilizadas las voluntades cuyo apoyo no puede asegurarse sinoproveyendo informacin que justifica la accin. Cuando habla del lectoralsaciano, el prospecto observa: Quisiramos sobre todo que, ms queinformar acerca de la personalidad de su nacin, contribuyera, segn susmedios, a enriquecerla an ms (Barrs 1987 : 210).

    2.4 Rechazar la emocinLa emocin del alocutario no debe suscitarse solamente de manera

    tcita o argumentada; a menudo debe presentarse como la reaccin quedebe sustituir a la emocin experimentada por el alocutario, emocin que se

    le presenta por diversos contradiscursos como nica legtima. As, elpacifista va a oponer la piedad para las vctimas de la guerra con elentusiasmo patritico de los nacionalistas. Un breve ejemplo de refutacinde una emocin por otra aparece en este ejemplo de Erckmann-Chatrian,que nos conducir por otra parte a la cuestin de la inscripcin de laafectividad en el discurso. El fragmento fue extrado de Histoire dunconscrit de 1813:

    Unos das despus, la gaceta anunci que el emperador estaba en Pars, yque iba a coronar al rey de Roma y a la emperatriz Mara Luisa. El seorintendente, el seor adjunto y los consejeros municipales ya no hablaban delos derechos del trono, e incluso dieron un discurso expresamente en elsaln de la municipalidad. El seor profesor Bruguet, el mayor, pronunciese discurso, y el seor barn Parmentier lo ley. Pero la gente no estabaconmovida, porque cada uno tena miedo de ser convocado para laconscripcin; o pensaba que iban a faltar muchos soldados: esto era lo quetrastornaba a la gente, y por mi parte adelgazaba visiblemente. (1977 : 41)

    La primera parte devana un discurso que exige inferir sobre la basede tpicos movilizados un sentimiento de orgullo y de admiracin. Enefecto, se trata de la majestad del imperio que debe expresarse en laspompas de la coronacin. La mencin del emperador, de la emperatriz y delheredero del trono, el Rey de Roma, los tres designados por sus ttulos

    oficiales, debe intimidar las almas de respeto. Ocurre lo mismo con lamencin de todos los que sostienen la pompa imperial en el pueblo, a saberlas personalidades oficiales tambin designadas por su ttulo con el respetodebido al seor: el seor intendente, el seor adjunto, el seor profesor Enel dispositivo de enunciacin montado por el folletn popular , el narradoren primera persona es un hombre sencillo que se dirige a la gente delpueblo. Esto amplifica la majestad de la evocacin y parece garantizar elrespeto maravillado del auditorio. Sin embargo, este sentimiento dado porseguro es desmentido y refutado por el narrador, que opone las reaccionesde los oficiales con las de la gente humilde: Pero la gente no estabaconmovida Por medio de la ficcin, el yo rechaza la emocin que habrapodido desencadenar tanto la doxa oficial (lo que hay que sentir en un caso

    semejante) como las ides reues del pueblo que ama las pompas

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    principescas y las sigue con un enternecimiento nunca desmentido (ver ennuestro siglo Lady D., los casamientos reales y la muerte del rey Balduinoen Blgica).

    Para efectuar de manera eficaz esta refutacin, no basta con poner

    en escena una poblacin que se niega a la reaccin supuesta, aunquerepresente al pueblo cuyo lector se siente solidario (los adultos se regocijany comulgan en el respeto, los nios se lamentan). Es importante argumentareste rechazo, y fundamentarlo. Si el pero introduce la desviacinargumentativa portadora de la posicin preferida, el porque viene aexplicar las causas a la vez racionales y afectivas de la actitud adoptada porel pueblo. El argumento racional es el siguiente: para hacer la guerra, senecesitan muchos soldados (provistos para la conscripcin); Napolen va ala guerra una vez ms; necesitar entonces muchos soldados (que leproveer la conscripcin). El razonamiento entimemtico, en su formaelptica, es perfectamente claro. La idea de la guerra y de la conscripcinvinculada con el regreso del emperador impide los regocijos. La

    plausibilidad de este razonamiento compartido (pensaba...), se duplica enel sentimiento que desencadena: cada uno tena miedo, esto era lo quetrastornaba a la gente La turbacin y el miedo, designados con todas lasletras, estn aqu debidamente argumentados, y vienen a refutar por sufuerza a la admiracin respetuosa que suscita una ceremonia llena depompa.. En el origen de las dos emociones opuestas se encuentra el mismohecho: el regreso de Napolen. Pero da lugar a reacciones opuestasbasadas en la doble consecuencia de ese regreso: la coronacin de losprjimos de Napolen, y la vuelta del conflicto armado. Un lgica del sentidocomn, en este libro que apela a la sabidura popular, debe permitir laclasificacin y la jerarquizacin de las emociones. La emocin ftil de unaceremonia basada en el sentimiento de la grandeza imperial tiene pocopeso frente al temor ante un peligro de muerte (la hecatombe que sigue acada conscripcin). Nadie duda entonces de que la preferencia del lector seincline por la actitud del pueblo, con el cual comparte temores (cada unotena miedo [] y por mi parte adelgazaba visiblemente).

    Observemos que este texto, escrito en pleno Segundo Imperio,efecta una refutacin y un montaje del sentimiento que tiene implicacionespolticas evidentes. A travs de la puesta en escena y el despertar de lasemociones, el narrador invisible que gua la pluma del yo sostiene unaposicin fuertemente antinapolenica. Est en relacin con una tcnicadesviada del ejemplo histrico (II, 4, 3) donde los afectos estn movilizadospara que surjan en el presente las crticas del pasado.

    3. La inscripcin de la afectividad en el discurso3.1 La enunciacin de la subjetividad en el lenguaje

    Vemos que el pathos como intento de despertar una emocin en elauditorio ha recurrido a menudo, aunque no est obligado en absoluto, amenciones verbales del sentimiento que son unas veces directas (cada unotena miedo), otras indirectas (yo adelgazaba visiblemente). La emocinmencionada con todas las letras puede atribuirse, no al alocutario (como enel caso del prospecto reproducido por Barrs), sino al locutor o a aquelquien se habla. En ese caso, el discurso cuenta con un efecto de contagioque, evidentemente, no puede ser garantizado. Es necesario llevar alauditorio a identificarse con los sentimientos del que escucha, o cuyo

    estado le describe. Esta identificacin puede efectuarse en dos niveles.

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    Primero, la de la mencin de los sentimientos que experimenta el que nospide que compartamos su emocin, y eventualmente una justificacin deesa reaccin afectiva. Luego, el de la sugestin de ese sentimiento por vasms o menos indirectas, que permiten adivinar y compartir el sentimiento

    que anima al locutor o la persona mencionada. En ambos casos, lossentimientos del locutor suscitan (o al menos intentan suscitar) una empataen la interaccin que se establece con su interlocutor. Los sentimientos encuestin, en cambio, son objeto de una negociacin entre el locutor y sualocutario, en el cual el primero debe ofrecer una descripcin que le permitaa su pblico proyectarse en el tercero del cual se mantiene.

    En esta perspectiva, elpathos en el sentido aristotlico est vinculadocon la inscripcin de la afectividad en el lenguaje tanto como con los tpicosque sostienen el discurso. Esto nos remite a la cuestin de saber cmo laafectividad puede aparecer en el discurso. Actualmente esta cuestin estratada por las ciencias del lenguaje y en particular por la pragmticalingstica que, despus de haber estudiado la enunciacin de la

    subjetividad en el lenguaje (Kerbrat-Orecchioni 1980) se inclina hacia laemocin expresada lingsticamente. Un homenaje muy particular se rindea Charles Bally, quien insisti primero en la importancia de la emocin en lalengua. Kerbrat-Orecchioni pasa luego revista a la manera en que seefecta la inscripcin de la emocin en la lengua. Muy globalmente, elemisor verbaliza una emocin (sinceramente experimentada o no) pormedio de marcas que el receptor debe decodificar padeciendo los efectosemocionales. (Kerbrat-Orecchioni 2000 : 59). Estas marcas puedenlocalizarse gracias a las categoras semnticas de lo afectivo y lo axiolgico.(III, 5, 1). Aunque observa que estas dos categoras son distintas dado quese puede expresar una emocin que no comporta juicio de valor, Kerbrat-Orecchioni muestra que a menudo resulta difcil distinguirlas. Laexclamacin Es admirable! marca a la vez una reaccin afectiva y unaevaluacin del objeto o del acto considerado. Adems, un axiolgico queseala una evaluacin emocionalmente neutra puede cargarse deafectividad en una interaccin concreta.

    La emociones se dicen en los procedimientos sintcticos quecomprenden el orden de las palabras, las oraciones exclamativas, lasinterjecciones. Pueden funcionar a este nivel tambin como pathemas, asaber elementos considerados para provocar una emocin en el auditorio.Veamos cmo Bardamu, el narrador de Viaje al fin de la noche, relata suprimera experiencia en el campo de batalla cuando ve a sus compaeroscaer cerca de l: Una sola granada! Se arreglan rpidos los asuntos

    incluso con una sola granada, me deca a m mismo. Ah! Oye! merepeta todo el tiempo. Ah! Oye! (Cline 1952 :18). La interjeccinrepetida traduce aqu la violencia de una emocin que no tiene palabraspara ser expresada, y a la cual la distancia un poco irnica del narrador enrelacin con el traumatismo pasado no quita nada de su gravedad. Laafectividad se inscribe tambin en las marcas estilsticas el ritmo, elnfasis, las repeticiones en las cuales la emocin supone no solamentetraducirse, sino tambin comunicarse.

    A veces resulta difcil establecer la diferencia entre expresin yemocin (las marcas de la afectividad en el lenguaje) y los pathemas oelementos susceptibles de crear emocin en el alocutario. Tomemos porejemplo este fragmento de El amante, de Marguerite Duras:

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    Primera en francs. El director le dijo: su hija, seora, es la primera enfrancs. Mi madre no dijo nada, nada, no estaba contenta porque sus hijosvarones no eran los primeros en francs, la suciedad, mi madre, mi amor,ella pregunt:y en matemtica? (Duras 1984 : 31)

    La repeticin del logro escolar dos veces consecutivas, las de lanarradora y la del director anunciando la noticia, aparece en forma paralelacon la repeticin de la reaccin de la madre: mi madre no dijo nada, nada.Esta construccin hace comprender la decepcin y la indignacin de lamuchacha en la cual hace eco la de la autobiografa. Inscribe la afectividaddel sujeto en su discurso, que se comunica con tanta ms razn que elenunciado apela a la indignacin del lector sobre la base de topoi delrepertorio (el mrito no es recompensado en su justo valor, y, adems, elmrito de una nia frente a su propia madre). La explicacin que siguerefuerza el sentimiento de injusticia que concierne esta vez al estatuto de lahija en relacin con los hijos. La acusacin axiolgica es aqu un grito de

    rebelda que se eleva tanto contra la madre como contra los privilegiosacordados a los varones, cuyo xito escolar es ms valorizado que el de lasnias puesto que slo ellos son considerados para prepararse en unacarrera. La clera estalla en un trmino familiar y casi grosero cargadopesadamente de afectividad, del cual no sabemos si refleja el sentimientode la protagonista en el pasado, o el punto de vista de la narradora en elpresente: la suciedad, mi madre. Pronto aparece un trmino de profundaternura que se opone a la apelacin injuriosa y un poco chocante queprecede: la suciedad, mi madre, mi amor. Una gran fuerza afectiva se diceen esta oposicin que marca la mezcla de clera, de reprobacin y depasin que la narradora experimenta con respecto a su madre. Subraya anms el sentimiento de injusticia que la actitud de sta despierta en la hija.nfasis de la repeticin, eleccin de un apelativo evaluativo cargado deafectividad y recurso al lenguaje de la injuria, yuxtaposicin de trminosque manifiestan sentimientos opuestos: a partir de todas estas marcas de laafectividad en el lenguaje, la escritura de Duras comparte con los lectores laemocin de la narradora en primera persona.

    3. 2 Contar y compartir la emocinLa emocin aparece aqu en un texto que entabla con su alocutario

    una interaccin fundada en la transmisin verbal del sentimiento. El lectorde Marguerite Duras puede experimentar la empata con la locutora que ledevela su intimidad en una lengua que imita la oralidad, y cuya aparente

    simplicidad refuerza el efecto de inmediatez. Sin embargo, numerososdiscurso orales y escritos presentan al pblico a un tercero, un l que noforma parte de la interaccin pero con respecto al cual el locutor intentasuscitar la emocin. Esta puede ser de diversos rdenes, y tender haciaobjetivos diferentes. El caso ms comn, es, por supuesto, el texto ficcionalo el relato autobiogrfico, donde se invita al lector a compartir lossentimientos de los protagonistas. Sin embargo, podemos pensar en otrosnumerosos casos de figuras. As, G. Manno estudia las emociones atribuidasa los que se les pide que socorran en los llamados de ayuda humanitaria. Ellocutor intenta observa Manno que el alocutario sienta no como sinocon D (el no locutor), puesto que se trata de suscitar su com-pasin Dael ejemplo siguiente , extrado de Village denfants SOS: Esa mirada es la

    del desamparo (Manno 2000 : 286). Hay en este tipo de textos una

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    tentativa, por medio de la relacin y la descripcin de las emociones, deactivar el eje alocutario-no locutor sin el desvo del locutor (Ibid. : 287) paracomprometerlo con la generosidad.

    Por su parte, Charaudeau estudia lo que llama la pathemizacin en

    la televisin. Este caso supera el marco de este estudio ya que ladescripcin verbal se reemplaza all por la visin en directo del sufrimiento.Sin embargo, es interesante mencionar aqu que el espectculo de lasangustias (el sufrimiento a distancia, segn la expresin de Boltanski),crea un vnculo de empata particular que proviene del hecho de que elespectador se encuentra a la vez frente a lo real, y en una posicin dedistancia. Es un vnculo que supone que el simpatizante tenga concienciade su diferencia con el sufriente, que se sepa no sufriente, y entonces quepueda interrogarse [] acerca de las razones de su posible culpabilidad(este sentimiento no nace en el cine) incluso de su posible compromiso conuna accin (Charaudeau 2000 : 143-144). Es decir que la puesta en escenay la verbalizacin del sufrimiento o de los sentimientos de un tercero

    situado fuera de la interaccin produce un efecto que depende del tipo deintercambio en el cual el sujeto se encuentra comprometido, as como deldispositivo comunicacional que regula este intercambio. Antes de inclinarsepor estos cuadros formales e institucionales que modelan el discursoargumentativo, es necesario abordar, sin embargo, en la interseccin dellogos y delpathos, la cuestin de las figuras de retrica.

    Traducido por Andrea Cohenpara la ctedra Lingstica Interdisciplinaria

    de la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad deBuenos Aires

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