En Tinieblas - BLOY_ LEON

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    LONBLOY E E n n t t ii n n iiee b b l l a a s s

    Ttulo original: Dans les Tnbres Traduccin del francs y notas: Luis Cayo Prez Bueno

    La presente traduccinde Dans les Tnbresse realiz sobre la edicin francesa de esta obra,incluida en el volumen IX deOeuvres de Lon Bloy,

    publicadas al cuidado de Jacques Petit por la editorial Mercure de France.

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    Prlogo ................................................................................................................................................................... 3 Lon Bloy, Peregrino de lo Absoluto ..................................................................................................................... 5 En Tinieblas ............................................................................................................................................................ 8

    I El desprecio ..................................................................................................................................................... 8 II Las apariencias ............................................................................................................................................. 10 III La voluptuosidad ......................................................................................................................................... 12 IV La espera ..................................................................................................................................................... 14 V El terror ........................................................................................................................................................ 15 VI El corazn del Abismo ................................................................................................................................ 17 VII Los ciegos .................................................................................................................................................. 19 VIII Un alarido nocturno ................................................................................................................................. 21

    IX El dolor ....................................................................................................................................................... 22 X El can ....................................................................................................................................................... 25 XI El milagro ................................................................................................................................................... 27 XII El clamor ................................................................................................................................................... 29 XIII La putrefaccin ........................................................................................................................................ 31 XIV El inconcebible advenimiento .................................................................................................................. 33 XV La frontera ................................................................................................................................................. 35 XVI Conmemoracin ....................................................................................................................................... 36 XVII El desastre intelectual ............................................................................................................................. 38 XVIII Un solecismo ......................................................................................................................................... 41 XIX El inventario de almas .............................................................................................................................. 43 XX Los nuevos ricos ........................................................................................................................................ 45

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    PRLOGO Este libro es una provocacin intelectual y una inmersin en la historia profunda e

    inquietante de la Europa que en el siglo pasado alumbr guerras y provoc graves conflictosideolgicos.

    Es una provocacin si tenemos en cuenta la contradiccin que significa abordar temasescatolgicos -mortandades apocalpticas, horrores casi medievales, terrores religiosos,cuestiones metafsicas- en un tiempo como el presente tan liviano, que rinde culto alhedonismo, a la ligereza y al fingimiento. Hemos perdido en gran medida el dominio de losconceptos y el nombre de los sentimientos, que con tanto ardor postula Bloy.

    El propio ttulo del ensayo En Tinieblas significa ya un prtico al momento histrico enel que se escribe. 1917 es un ao tenebroso en el que todava resuenan los caones de la GranGuerra, se presienten nuevas catstrofes, grandes convulsiones, se estn arrumbandocreencias, la modernidad apenas si se atisba y todo transcurre en tinieblas, en estauniversal ceguera, en la que los intelectuales han perdido la orientacin perturbados por laimpostura tenaz de nuestros sentidos.

    El autor de este ensayo inquietante y perturbador de las tranquilas conciencias europeasque presencian impertrritas la angustia de la guerra es el prototipo del intelectual

    provocador, insolente con el poder, agresivo contra sus contrarios, fustigador de vicios yconciencias, fundamentalista en lo religioso, a veces mstico o contemplativo, otrasconspirador e instigador de rebeldas. Lon Bloy (1846-1917) es uno de los pensadores msoriginales y, a la altura de los tiempos que vivimos, una reliquia de la intelectualidad europea,aqulla que hace de nexo entre la cultura religiosa ms estricta y severa y aquella otra que vaalumbrando la sociedad moderna y liberal. Lon Bloy es militante destacado en el primero delos bandos. Entre uno y otro se producen colisiones tremendas que se prolongan a lo largo dela primera mitad del pasado siglo.

    La pregunta capital es qu vigencia tiene Bloy como para justificar la edicin encastellano de su obra postrera ms all de un estricto sentido historicista. En este libro deensayo, de breves acotaciones a preocupaciones existencialistas, hay multitud de datos casientomolgicos. Pienso que difcilmente se pueden encontrar mnimos latidos de vida enpercepciones tan arcaicas de prcticas religiosas y milagreras abandonadas incluso por laoficialidad religiosa y que Lon Bloy defenda hace menos de un siglo con tanta vehemenciaque le sita incluso en el lmite de la violencia.

    Interesa ms y tienen ms clara vigencia esas otras reflexiones sobre los grandes misteriosdel hombre y del universo que perduran en la actualidad a pesar de la frivolidad y ladespreocupacin en la que vive confortablemente instalada nuestra sociedad. Pervive enmucha mayor medida que en el pasado siglo lo que Lon Bloy califica con enormeclarividencia como la impostura de nuestros sentidos. Los grandes arcanos que hanpreocupado y ocupado a las mentes a lo largo de la historia siguen presentes. La muerte, eldolor, la guerra, las grandes catstrofes de la naturaleza, la voracidad de los ricos frente a lospobres, la innata insatisfaccin humana, son cuestiones veladas en este tiempo por la

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    vacuidad o por la impostura de las conciencias sobre las que tanto escribi el pensadorfrancs.Existe en este ensayo otro tipo de referencias y pensamientos de claro inters histrico.

    Las grandes guerras europeas continan provocando nuevas aportaciones bibliogrficas. Lapublicacin de diarios, memorias, correspondencia o testimonios significan nuevas visionesque complementan uno de los perodos ms trascendentales de este tiempo del que emana lacontemporaneidad. Pocos anacronismos hay en este libro de tan bella factura.

    Leon Bloy realiza una interpretacin muy singular sobre la ceguera que por s sola justifica la publicacin en castellano del ensayo En Tinieblas. La ceguera como metforarepresenta la falta de percepcin que tiene la poblacin europea ante los graves conflictos quele afligen. En esta tesitura, Bloy percibe que el mundo entero se ha quedado ciego hasta elpunto de que los ms ciegos son precisamente los clarividentes, es decir, los intelectualesque padecen de universal ceguera. Ante esta situacin, cuando la hecatombe ms pavorosaaflige a la Europa secular, el despertar de los ciegos ser prodigioso.

    Tambin como metfora, cual parbola bblica, Lon Bloy reinterpreta el pasajeevanglico de la restitucin de la vista al mendigo ciego que nunca vio nada hasta que le sanla mano del Seor. El hijo de Dios interpreta Bloy- deseaba la mirada virginal del mendigociego. Esta mirada, el ver las cosas por vez primera, reviste tal prodigio que desata en elpensador francs una consideracin casi mstica y en todo caso indita.

    El sentido escatolgico de Bloy tiene una especial proyeccin en la descripcin y en elsentimiento que le produce escuchar los caones de la gran guerra presintiendo el final de su

    vida mientras un torbellino de gentes pasa junto a su vivienda presas de un pnicoapocalptico. En tanto los sonidos del can restallan junto a su vivienda, Lon Bloyentretiene la espera filosofando sobre el sentido de la guerra y sobre el horror que caer sobreFrancia. Prisionero de los conceptos de honor y patria, Bloy maldice a la Alemaniaprusianizada y a todos los intelectuales franceses que no supieron prevenir a tiempo lospeligros de no haberse sublevado contra las exigencias germanas.

    El estilo, los conceptos del infatigable Lon Bloy, plagados de simbolismos y dereferencias bblicas, han puesto siempre a prueba la pericia del traductor. En este caso, eltrabajo realizado por Luis Cayo Prez Bueno es francamente esplndido. Una traduccintransparente, llena de matices, con dominio de los conceptos, acerca al lector del siglo XXI auna de las prosas ms difciles y simblicas, y por eso mismo ms bellas, de comienzos delsiglo XX. En Tinieblas abre la puerta a la polmica pero tambin al entendimiento de unode los perodos ms violentos y dramticos de Europa.

    Pero su lectura produce desasosiego ante el entendimiento de que esta Europa en procesode constituirse en comunidad de Estados, libre y sosegada, tuvo hace poco menos de un siglotiempos tan dramticos y de desconcierto. Al fin y al cabo, los conflictos actuales en losBalcanes no son ms que vestigios de aquellos otros acontecimientos que tanto afligieron aLon Bloy. Y, como entonces, seguimos en tinieblas, en ceguera sobrevenida, en plenaimpostura de los sentidos y de las conciencias. Lon Bloy se sublev ante tanta apata ydesconcierto y las pginas que siguen son su testimonio postrero, tan violento como hermoso.

    JOSJULINBARRIGABRAVO

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    LONBLOY,PEREGRINO DE LOABSOLUTO

    Lon Bloy es uno de los escritores y pensadores ms singulares de la Europa de entresiglos. Naci en Prigueux el 31 de julio de 1846 y muri en Bourg-la-Reine, el 3 denoviembre de 1917. Hijo de un funcionario de Obras Pblicas, segundo de una familianumerosa. A los catorce aos, tras una breve etapa escolar, abandona los estudios para tomarclases de dibujo tcnico. Desde 1864 trabaja en Pars como empleado de un estudio dearquitectura. En 1867, traba conocimiento con Barbey dAurevilly, hecho que determina suvuelta al catolicismo y que tomen cuerpo sus aspiraciones literarias. La guerra francoprusianahace que retorne a Prigueux, lugar donde tras su licenciamiento (haba combatido con elejrcito del Loira) decide permanecer durante un tiempo. En 1873, vuelve a Pars dondeocupa diversos empleos: escribano en una notara, dependiente de un Registro, delineante enla Compaa de los Ferrocarriles del Norte, al tiempo que inicia sus primeros y difcilesescarceos literarios. LUnivers, diario de Veuillot, La Restauration, La Revue du mondecatholique... reciben de mal grado su intransigencia religiosa y su violencia, rehusandopublicar tanto La Mduse-Astruc, poema en prosa inspirado en un busto de Barbey como su La Chevalire de la mort , estudio potico y mstico sobre Mara Antonieta. Tendr queaguardar hasta 1882 para que un diario de tirada limitada, Le Chat Noir , aceptase sus escritos.Los aos que siguen, cruciales para su personalidad, vienen marcados por su encuentro conAnne-Marie Roul (perodo que retrata el Desesperado: el drama vivido por Can Marchenoiry Vernica permite comprender mejor que cualquier relato este episodio en el que elmisticismo desemboca paulatinamente en sensualidad); por la muerte de su padre, en mayo de1877; por la de su madre, en septiembre de ese mismo ao; por su estancia en el MonasterioTrapense de Soligny, donde intenta en vano llevar una vida monstica; por susperegrinaciones a La Salette, lugar al que le conduce Tardif de Moidrey, sacerdote del cualLon Bloy dir mas tarde "que le deba lo ms valioso de su pensamiento", la idea de ese"simbolismo universal", que haba aplicado a la historia, a los acontecimientos

    contemporneos y a su propia vida. De esta poca data Le Symbolisme de lapparition, que nover la luz sino hasta 1925.En junio de 1882, Anne-Marie Roul enloquece, hecho que obliga a internarla. "A los

    treinta y ocho aos da comienzo mi vida literaria, tras una juventud atroz y a continuacin deuna catstrofe incalificable que me haba conducido a una existencia puramentecontemplativa", anotar aos despus Bloy. En 1884, en efecto, publica sus primeras obras, Le Rvelateur du globe, estudio sobre Cristbal Coln que, a pesar del elogioso prefacio deBarbey, pasa casi inadvertido yPropos dun entrepreneur des dmolitions, analecta deartculos publicados desde finales de 1882 en Le Chat noir , segundo de sus ttulos queprovoca cierto escndalo por la violencia de sus ataques; otro tanto le sucede con elFigarodonde tras los aplausos iniciales ve como muy pronto se le rechazan sus artculos; creaentonces su propio diario, Le Pal, cuya publicacin se interrumpe tras el cuarto nmero.

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    Iniciada su composicin en esta poca, aparecido finalmente en 1887, Le Dsespr ofrece, atravs de la transposicin novelada, el retrato ms fiel de la vida de Bloy hasta esa fecha; estaforma de expresin, medio autobiogrfica, le complace entonces y se afana por escribir unasegunda novela, La Dsespere, cuya herona ser Berthe Dumont, a quien conoci en 1885 yque morir un ao ms tarde. Pero para ganarse la vida, vuelve al periodismo, publicandoartculos, entre 1888 y 1889, en elGil Blas, que recopilar aos despus bajo el ttulo Belluaries et porchers, colaborando enseguida con La Plume. En abril de 1889 muere BarbeydAurevilly, en agosto Villiers de lIsle-Adam, con el que Bloy haba mantenido una slidaamistad desde haca algunos aos. A finales de ese mismo ao, conoce a Jeanne Molbech,hija de un poeta dans, con la que contrae matrimonio al ao siguiente. Defraudado por susfracasos, abandona Francia en 1891 en direccin a Dinamarca donde pronuncia conferencias.En Copenhague, nace, en abril, su hija Vernica. En este tiempo se produce tambin laruptura con Huysmmans so pretexto de su actitud inamistosa, siendo el verdadero motivo laaparicin de L-Bas, obra en la que Bloy ve sus ideas y su persona caricaturizadas. Regresa aFrancia en septiembre de 1891, con ocasin del proceso judicial que Peladin le haba instadopor un artculo. Meses despus, los ltimos amigos del crculo de Barbey (Buet, Landry,Louise, Read, etc.) lo "abandonan" tambin.

    En 1892, aparece Le Salut par le Juifs, una de sus obras a la que concede mayor mrito;escrita para contradecir a Drumont, gira en torno a las ideas y a los sueos de Bloy, queordena la historia del mundo en funcin de Israel. Ese mismo ao, retorna alGil Blas, al queentrega diversos relatos inspirados en la guerra de 1870, recopilados en 1893 con el ttulo

    Suer du Sang, y una serie de cuentos, Histoires dsobligeantes(1894). Esta colaboracin seve truncada a causa de una polmica en la que Bloy toma la defensa de Tailhade; lospormenores de este gresca pueden leerse en Lon Bloy devant les cochons.

    Lon Bloy retoma entonces un antiguo proyecto de novela, pero el ao 1895 se le tornparticularmente doloroso: en enero, su hijo Andr, nacido en febrero de 1894, muererepentinamente; otro hijo, Pierre, nacido en septiembre, muere unas semanas despus. Bloyevocar todos estos sucesos en La Femme Pauvre, obra en la que, como en Le Dsespr ,retrata, reelaborada, su propia vida. La redaccin de esta narracin concluye en marzo de1897, mes en el que nace su hija Madeleine. Desde 1892, escribe, sin intencin literaria, undiario; en 1895 piensa que de ese material puede sacar el germen de un libro; releyndoloconcibe el proyecto de una obra, a cuyo fin retoma el texto, aligerndolo y reescribindolo. Le Mendiat ingrat (1892-1895) se publica en 1898, al que seguirn otros siete volmenes. Dadoque ni La Femme pauvreni Le Mendiat ingrat obtienen el xito esperado, Bloy abandona denuevo Francia para dirigirse a Dinamarca, pas en el que pasa dieciocho meses con su familia.LeyendoFecondit de Zola que LAurorepublicaba por entregas, toma notas de las quesurgir Je maccuse..., panfleto en el que la crtica a Zola se mezcla con reflexiones sobre lapoltica francesa y el asunto Dreyfus. Escribe tambin en Dinamarca Le Fils de Louis XVI . Deregreso a Francia, en 1900, publica estas dos obras y preparaExgse des lieux communsqueaparece en 1902; en una segunda serie de 1912 continuar este inventario, "libro terrible bajosu apariencia frvola" en el que se examinan una por una las frases hechas en las que semanifiesta la "necedad burguesa". La polmica se redobla con Les Dernires Colonnes delglise, estudio sobre los escritores catlicos oficiales: Coppe, Brunetire, Bourget,Huysmans, etc. En 1904 se suceden Mon Journal(1896-1900),Quatre ans de captivit a

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    Cochons-sur-Marne, crnica de los cuatro aos pasados en Lagny, despus del regreso deDinamarca y Belluaires et Porchers, florilegio de artculos, tan antiguos algunos de ellos, quese remontan a 1888. En lo sucesivo, la vida de Bloy se confunde con su obra; limitmonospues a una mera enumeracin de los nuevos ttulos y de los nuevos amigos que cada vez mslo rodean: Jacques y Rassa Maritain, Van der Meer, Rouault, Ricardo Vies, Georges Auriac,etc., algunos de ellos convertidos por obra de Bloy. De 1904 a 1911, en Montmartre, ydespus en Bourg-la-Reine, donde encontrar la muerte, escribe Lpope byzantine (reeditada ms adelante con el ttuloConstantinople et Byzance), ensoacin histrica apropsito de una obra de Schluberger;Celle qui pleure(1908), sobre la aparicin mariana alos pastorcillos de La Salette; LInvendable(1909), diario correspondiente a los aos 1904-1907, Le Sang du pauvre(1909) que es, con La Salut par les Juifs, uno de los libros donde seconcentra su pensamiento. Le Vieux de la montagne, quinto volumen de su diario, ve la luz en1911; en 1912, Lme de Napoleon, y la segunda serie deExgse des lieux communs; en1914, Le Pelerin de labsolu, ttulo que lamentar no haber puesto al conjunto de sus diarios.

    La guerra marca profundamente su produccin ltima, los dos volmenes de sus diarios, Au Seuil de lapocalyse(1916) y La Porte des Humbles, publicada pstumamente; y an msen el caso de Jeanne dArc et lAllemange(1915), las Meditations dun solitaire en 1916 y laobra en la que trabajaba en el momento de su muerte, Dans les tnbres. El tono polmico deesta parte de su obra choca y molesta a sus coetneos y en l hay que buscar el fracasomomentneo y la "conspiracin de silencio" de la que se quejaba Bloy. Vistas a distancia,conservan ms que nada su vigor y su sabor y se integran en el conjunto de su obra. La

    violencia, ms que la clera respecto de los que juzgaba, era para Bloy un arranque natural,una manera de abordar la realidad, un aliento que se advierte siempre y que confiere a suestilo el fulgor y la energa que le son propios. La unidad de su obra es de ndole religiosa;hay que buscarla en la persecucin de lo Absoluto, en la denuncia de las apariencias, que laobra novelstica o histrica torna ms patente que las "meditaciones" de los aos postreros.Tanto en la historia de Napolen o de Luis XVII, como en los personajes de sus novelas o ensus propios diarios, en los hechos de su propia vida, intenta Bloy dar con el sentido de sudestino. A sus ojos, todo es smbolo, afirmacin que vale tanto para el mstico como para elpoeta. Saba sobradamente que los temas -novelsticos o histricos-, que las obras de losdems no eran ms que pretextos para descubrir los grandes temas y las figuras que leatormentaban. A menudo haba reconocido: "... el hijo de Luis XVI soy yo mismo, esto es,() que yo lo veo en m, en el gran espejo negro que est en el hondn de mi corazn." Estaimagen le resultaba muy familiar: la realidad (la historia, el mundo, l mismo...) es un"amplio y enigmtico espejo" que el escritor tiene el deber de sondear.

    JACQUESPETIT

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    EN TINIEBLAS1 Tenebrae erant super faciem Abyssi2

    I El desprecio

    Oh, el delicioso, el inestimable refugio! Alivio para un corazn macerado en la angustiay el asco! El desprecio universal, absoluto, de hombres y cosas. Llegados ah, cesa elsufrimiento o al menos se tiene la esperanza de no sufrir ms. Se dejan de leer los diarios, sedeja de or el fragor de las cinagas, se renuncia a saber nada nuevo y se aspira slo a morir.Es el estado propio de un alma transida por el dolor que conoce a Dios y que sabe que no haynada sobre la faz de la tierra en que apoyarse en nuestros espantosos das.

    Hay que llegar a viejo para darse cuenta? No estoy seguro, pero es ms que probable. Elmal es inmenso, piensan los hombres que han superado los sesenta aos, pero si echamosmano de esto o de aquello podemos poner algn remedio. No se dan a partido de que estamosatrapados en la red del ms avieso de los cazadores y que slo un ngel del Seor o un varn

    abastecido de milagros podran librarnos.La Fe yace tan yerta que cabe preguntarse si alguna vez la hubo, y que lo que hoy pasapor tal es tan necio y hediondo que la tumba es mil veces preferible. En cuanto a la razn, hallegado a tal grado de miseria y de inanicin que mendiga por los caminos y se mantiene conlas sobras de la filosofa alemana. No queda ms entonces que el desprecio, nico refugio delas pocas almas superiores que la democracia no ha conseguido arrastrar.

    He aqu un hombre que no espera sino el martirio. Sabe a ciencia cierta que un da le serdado elegir entre la prostitucin de su pensamiento y los ms horribles suplicios, pero l ya haelegido. Entretanto, hay que esperar, vivir y no resulta fcil. Felizmente, existen la plegaria ylas lgrimas y la calma ermita del desprecio. Esta ermita se alza justamente a los pies de Dios,al abrigo de todas las concupiscencias y de todos los temores. Lo ha abandonado todo, comoest mandado, renunciando incluso a la posibilidad de lamentarse por algo.

    A lo sumo, sentira la tentacin de envidiar la muerte de quienes ya cayeron y entregaronsu vida terrenal combatiendo con generosidad. Pero ese final llega a repugnarle, porignominioso, tras haber concitado el aplauso de los cobardes y de los necios.

    El resto es espantoso. La estupidez infinita de todo el mundo casi sin excepciones; laausencia, jams vista, de cualquier superioridad; el envilecimiento inaudito de la gran Franciade antao, que implora hoy el socorro de las naciones sorprendidas de no temblar ante ella; yla sobrenatural infamia de los usureros de la carnicera, multitud incontable de logrerosgrandes y chicos, administradores soberbios o mercachifles de la peor estofa, que seembriagan con la sangre de los inmolados y se ceban con la desesperacin de los hurfanos.

    Ha sido preciso llegar, generacin tras generacin, al umbral del Apocalipsis y verse

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    convertidos en espectadores de una abominacin universal no conocida ni por los siglos msoscuros para experimentar la imposibilidad absoluta de cualquier esperanza humana.Slo entonces, Dios, sabedor de la miseria de sus criaturas, otorga misericordiosamente a

    algunos de los que ha elegido para que sean sus testigos la suprema gracia de un desprecio sintasa, del que nicamente quedan a salvo l mismo en sus Tres Personas inefables y losmilagros de sus Santos.

    Cuando el sacerdote alza el cliz para recibir la Sangre de Cristo, cabe imaginar elinmenso silencio de toda la tierra que el adorador supone colmada de espanto en presencia delActo indecible que pone de manifiesto la inanidad de todos los dems actos, equiparables alpunto a vanas gesticulaciones en las tinieblas.

    La ms horrible y cruel injusticia, la opresin de los dbiles, la persecucin de los presos,el mismo sacrilegio y hasta el desencadenamiento consecutivo de las lujurias del Infierno,todas esas cosas, en ese instante, se dira que dejan de existir, pierden su sentido si se lascompara con el Acto nico. No queda ms que la avidez de sufrimientos y la efusin de laslgrimas esplndidas del gran Amor, anticipo de la beatitud para los novicios del EsprituSanto que han fijado su morada en el tabernculo del olmpico Desprecio de las aparienciastodas de este mundo.

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    II Las apariencias

    Creer que las cosas son lo que parecen, he ah la ms trivial de las ilusiones, ilusinuniversal que se ve confirmada, da tras da, por la impostura tenaz de nuestros sentidostodos. Slo la muerte nos desengaar. En el instante mismo en que nos sea revelada nuestraidentidad, tan perfectamente desconocida para nosotros mismos, inconcebibles abismos,dentro y fuera de nosotros, se descubrirn ante nuestros genuinos ojos. Los hombres, las

    cosas, los sucesos, nos sern finalmente declarados y cada uno podr comprobar la afirmacinde aquel mstico que dijo que desde la Cada el gnero humano sin excepcin se sumi en unprofundo sueo.

    Sopor prodigioso de las generaciones, con las incoherencias y deformaciones infinitasinherentes a todo sueo. Somos durmientes atestados de imgenes desdibujadas del Parasoperdido, mendigos ciegos en el umbral de un palacio sublime de puertas condenadas. No slono logramos reconocernos unos a otros, sino que ni siquiera podemos distinguir, escuchandosu voz, a nuestro prjimo.

    Se nos dice: he ah a tu hermano. Ah, Seor, pero cmo podra reconocerlo en medio deesta multitud indiscernible y cmo sabra que es mi semejante, pues est hecho a tu imagen, siyo mismo desconozco mi propio semblante? A la espera de que te plazca despertarme, no

    cuento ms que con mis sueos y casi siempre son pesadillas. Con cunta ms dificultadpodr desenmaraar las cosas! Creo en realidades materiales, concretas, palpables, tangiblescomo el hierro, inconcusas como el agua de un ro y una voz interior surgida de lasprofundidades me confirma que no hay ms que smbolos, que mi propio cuerpo no es sinouna apariencia y que todo lo que me rodea es una apariencia enigmtica.

    Se nos ha enseado que Dios nos ofrenda su Cuerpo para nuestro alimento y su Sangrepara nuestra sed bajo las formas de la Eucarista. Por qu aspiramos a que se nos libere de unmodo explcito, siendo como somos una porcin nfima de su creacin?

    Mientras que los hombres se agitan con las visiones del sueo, Dios es el nico dotado deomnipotencia. Traza su Revelacin en la apariencia de los sucesos de este mundo, y se es elmotivo por el cual la historia es tan cabalmente incomprensible.

    Valga un ejemplo cercano. Es posible imaginarse un analista mnimamente solvente dela guerra mundial, a la que desde hace tres aos creemos asistir como testigos? Suponiendoque ese temerario no se hunda en la cinaga infinita de los documentos, cmo se lasarreglar para componerlos de forma plausible? Basta pensar en ello, para que el corazndesfallezca y la razn se horrorice.

    Dentro de algunos aos, qu quedar de los millones de soldados que el emperadoralemn ha lanzado al mundo con orden de hollarlo y sojuzgarlo? Qu quedar de esecriminal y de nosotros mismos? Polvo y un poema de desolacin inaudito. Esa ser toda lahistoria, toda la apariencia de historia. Los que vengan despus no entendern nada, salvo queel tiempo de la vida aparencial est tasado y que los sucesos son nubes ms o menos negras,pero infaliblemente disipadas, hecho que no justificaba una prueba tan colosal.

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    Por qu, en ese instante, se apodera de m el salmo In exitu3 que habla de los "dolos delas naciones"? He ah una beldad infinitamente espiritual, adorada por la multitud, capaz, sedice, de hacer de menos a los santos. He ah tambin un estadista afamado, universalmenteadmirado por su elocuencia y su penetracin. dolos ambos!

    "Tienen boca", dice el Espritu Santo, "y no articulan palabra; tienen ojos y no ven, tienenodos y no oyen; tienen narices y no huelen; con sus manos no tocan; con sus pies nocaminan, ni emite sonido alguno su garganta. Y como ellos" aade "sern los que los hacen ytodos los que a ellos se confan4."

    Es ya un lugar comn afirmar que el milagro es la restitucin del orden5. No hay sinembargo otro medio de demostrar lo perenne de las apariencias! Todo el mundo saba que elcojo lo era de nacimiento. Pedro le dijo: "Ni plata ni oro tengo; pero lo que tengo eso tedoy6." El tullido san al instante. Qu tena, el Prncipe de los Apstoles, para dar y qunecesitaba ese infeliz? De slo una cosa tena necesidad, del Paraso terrenal.

    Pedro no haba dejado de velar desde el canto del gallo pascual y el mendigo de la Puertapreciosa estaba profundamente dormido. Nada ms verlo, Pedro le espet con su autoridadirresistible: "Mrame7" y el adormilado, entreabriendo los ojos, contempl, por vez primera,la Integridad primordial, las colinas sobrenaturales del Jardn de las delicias, las fuentes deinfinita pureza, las plantas salutferas, las avenidas inefables de ese asiento de la Inocencia.Todo eso en el rostro y en los ojos del Pescador de hombres que Jess haba elegido.

    No haca falta ms para disipar inmediatamente las apariencias y devolver la saludcompleta, la vida misma, a un infeliz que no saba nada mejor que mendigar la ilusin de un

    mendrugo de pan a otros infelices como l que tenan la ilusin de poseer algo. Incluso sedice que la sombra de Pedro sanaba8.Impera ahora su 260 sucesor9. Ignoramos si tiene sombra o si l mismo es una sombra.

    Pero no se le atribuye ningn milagro y su rostro no evoca en nadie ni el ms remoto recuerdodel Paraso perdido. Es el nico de los vicarios del Hijo de Dios que ha proclamado, urbi etorbe, la NEUTRALIDAD de Nuestro Seor Jesucristo. Se trata de una mera apariencia depapa, apenas ms visible y ciertamente ms horrible que las apariencias de emperadores,reyes o de repblicas que se apretujan ante la roja puerta del Apocalipsis, cuyas hojas se abrencuan grandes son sobre la abominacin del Infierno.

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    III La voluptuosidad

    Vida y Muerte. Todo el mundo piensa o cree pensar que slo esas dos palabras tienen unsentido exacto e indiscutible, pero los artistas y los poetas han abusado tanto de esos trminosque ignoramos su significado preciso.

    A no dudar, el aspecto de un cadver bastara para anular enteramente la idea trivial de lavida, pero la visin de un joven atleta no enerva ni un pice la idea de muerte. Con harta

    frecuencia la refuerza y la torna fecunda hasta la obsesin.Lo ms seguro pasa por suspender el empleo de esos vocablos y hablar solamente delGozo y del Dolor, cuya contingencia es, amn de inmediata, siempre probable. Es creenciacomn que lo contrario del gozo es el dolor y que esas dos impresiones del alma y del cuerposon excluyentes, motivo por el cual se las opone. Tpico recurso literario.

    Cmo hacer entender que a cierta distancia son la misma cosa y que una alma heroicalas asimila con facilidad suma? Pero dnde se encuentran hoy las almas heroicas? Harto sque el herosmo puede hallarse hoy, al menos en grado rudimentario, en nuestroscombatientes, pero el herosmo integral, de una pieza, el herosmo con marchamo deeternidad, dnde puede hallrsele? El del cristiano cabal que renuncia a cuanto tiene por amorde Dios antes de dar algo por su patria, puede contarse con los dedos de una mano.

    El conflicto de esas dos potencias es permanente, es la historia misma de la humanidad.Siempre han existido gozantes y dolientes. Y ha existido, sobre todo, la inmemorialalternancia del gozo y del dolor y sus infinitas distribuciones. Aunque eso es propio de lamultitud.

    Las almas superiores son ajenas a esa fluctuacin. Residen demasiado alto como para quelas inquiete ninguna ola. Reciben con indiferencia lo que por convenio conocemos comodicha o desgracia. Se resignaran a gozar, si as Dios lo manda, pero prefieren el dolor y eldolor es su gozo acabado. Constituye un placer tal que para esas benditas almas no hay niconsuelo ni esperanza comparable, cuando golpes inesperados rompen o mancillanmomentneamente el barro que son. Entonces es cuando se gozan en el sufrimiento, ceden ala concupiscencia de los tormentos, y la misma inmensidad de su pena se torna en su plenitud,ignorantes de los conflictos de las dems almas.

    El gozo de sufrir! Sentimiento ignorado en el Paraso terrenal, imposible de conocerantes de la "felix culpa", por la cual vendr la exultacin de todos los que permanecendormidos.

    Sera necesario haber abofeteado a Jess! Haberlo ultrajado con saa, denostado,negado, crucificado! Sera necesario no sentir piedad por el Cordero de Dios, haberloazotado atrozmente, haber sembrado de espinas su Cabeza misericordiosa con horriblesevicia!

    De otro modo, cmo entender la voluptuosidad de las torturas, la inexpresable delicia deser desgarrado por bestias, de caminar por sobre brasas, de sentir la calentura del aceitehirviendo y de tener, al tiempo, el corazn macerado por todas las ruedas de molino de la

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    ingratitud y la injusticia, hasta el momento en que la Virgen Dolorosa, la Misma que lloradesde hace sesenta aos en su montaa10, venga en persona a tomar en sus brazos esossuplicios y a oprimirlos contra su corazn, susurrndole al odo: - T y Yo, hijo mo,formamos el Pueblo de Dios. Estamos en la Tierra prometida y yo Misma soy esa tierra debendicin, como fui antao el Mar Rojo que haba que atravesar. No olvides que mi Hijollam bienaventurados a los que lloran y a m las generaciones me dicen Bendita porque hederramado todas las lgrimas y experimentado todas sus agonas! Nada son las maravillas deEgipto, nada tampoco las maravillas del Desierto en comparacin con las cosas admirablesque te traigo para la Eternidad!

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    IV La espera

    Sea as, pues. Aguardar el supremo Dolor, el sublime Dolor, la Consolacin sin fin.Pero cunta fuerza requiere la espera! Habr de aguantarlo todo, sobrellevar gozos y doloresbastardos. La Mediocridad plantar sobre mi corazn su pata de elefante y no me quedarsiquiera el recurso vulgar de esperar la muerte.

    Pues no admite duda que estoy hecho para esperar sin fin y para consumirme esperando.

    Despus de medio siglo pasado, no estoy capacitado para nada ms.Qu son la parrilla y el cilicio en comparacin, por ejemplo, con la ignominiaconminatoria de un recibo de alquiler, o de una factura; con la pestilencia de una charlamundana; con la contagiosa podredumbre de una alma burguesa; con los efluvios letales delos ineludibles apretones de manos?

    Qu atrocidades, por diablicas que sean, de verdugos chinos o persas puedenequipararse con la muerte lenta inferida por la necedad victoriosa o por el repugnante triunfo,infalible siempre, de los inferiores?

    Cmo aguantar, en fin, el horror completo de la sentimentalidad religiosa que hasustituido por doquier a la Caridad en las prcticas ms virtuosas de la palabra y la literatura?

    Suponiendo incluso un medio estrictamente admisible de pensamientos, de sentimientos

    o de actos a la altura de los tiempos, cmo puede ofrecrsele a las almas infinitas que nodicen nunca: "!Es bastante!" y que se tienen por hijos de Dios?Esperemos sin embargo, transijamos con cualquier cosa, si as lo manda el Parclito,

    representar una excelente preparacin con miras a la futura ebriedad de las esplndidasTribulaciones.

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    V El terror

    Coepit pavere. Jess comenz a sentir terror, dice San Marcos11. El Maestro conocipues el terror. Tembl viendo aproximarse la hora de su Pasin y su angustia lleg al grado desudar sangre. Un terror que llega al extremo de sudar sangre, no cabe en cabeza humana. Unterror as resulta inconcebible. Considermoslo, pues. Un terror divino, una agona de terrorsacudi a la Luz del mundo. Fue necesario, de toda necesidad, que traspasase infinitamente

    los terrores todos, como Jess ha traspasado las cosas todas. Trtase de un terror triunfal,valga la expresin.La insuficiencia de las palabras humanas es aqu tanto ms palmaria cuanto que se trata

    de algo oprobioso, de una ignominia extrema que repugna esencialmente a la Gloria. ElRedentor se espanta de su sacrificio y an ms de las consecuencias de su sacrificio, vanopara los ms. Plenamente consciente de que ese cliz le corresponde, ruega a Dios no obstanteque lo aparte de s, si cabe. Mas hay que beberlo, apurarlo hasta las heces y sumirse por sumedio en una sima de oprobio, antesala de la nada, que horrorizara a los ms abyectosbribones.

    Cmo entonces no he de sentir terror yo, que soy un infeliz? Lo confieso lisa yllanamente, humildemente, siento un miedo cerval. No temo slo por mi cuerpo que podramuy bien ser pasto de atroces suplicios, sino que temo sobre todo por mi alma que no podreludir de ningn modo su destino de espectadora de las infernales inmolaciones que seavecinan. Harto nos ha avisado la Madre de Dios12 y el crimen clerical de silenciar su Voz noes precisamente el ms indicado para aplacar la indignacin de Aqul cuya clera Ellaanuncia.

    Hoy, la Montaa de La Salette que amenaza al mundo con su desplome, tras sesenta yocho aos de sacudidas, se precipita por fin con un estrpito enorme y no parar hasta elfondo del abismo, destruyndolo todo. Podemos an implorar la gracia del arrepentimiento, siqueda algo que no haya sido alcanzado por la abominacin, pero pronto no podremos siquierahacer ofrenda de una vida que no nos pertenecer.

    "Ser tiempo de tinieblas", dice la Santsima Virgen, "la profanacin de los lugaressagrados, la putrefaccin de las flores de la Iglesia y la entronizacin del Demonio en loscorazones. Se desatar una guerra mundial espantosa. No veremos ms que crmenes y seoirn slo las detonaciones de las armas y las blasfemias. Desierto ser la tierra...13"

    Ya se dejan ver los preludios de los horrores venideros. Y eso por no hablar del hambre yde la peste que estn llamadas a ser ms letales que el can, ni del egosmo diablico de unenorme nmero de hijos del demonio prontos desde siempre a todas las torpezas o injusticiaslucrativas ni de la desesperacin de las enfurecidas multitudes.

    Ese momento no lo detendr una prctica de la que, hasta hoy, ningn santo parecehaberse apercibido, a saber, la Imitacin del Sagrado Temor de Jesucristo en el Huerto de suAgona?

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    Qu ser de los contados hijos de Dios que las primeras matanzas nos arrebatarn?Ignoro si todos ellos tendrn miedo, pero s bien que tiemblo anticipadamente por m mismoy por muchos otros que no ven lo que desde hace cuarenta aos salta a la vista.

    No hay duda de que la historia es un cmulo de abominaciones, pero stas fueron siempreintermitentes y localizadas. Mientras en Asia naciones enteras se exterminaban, en Occidenteotras merecan unas jornadas o unos aos de paz. La Clera conoca interrupciones,sobresaltos, traslaciones sbitas, retornos imprevistos. Avanzaba dando tumbos, descargandode repente aqu o all, dando gracias a Dios cuando momentneamente se aplacaba.

    Ahora campea sobre el orbe entero. Es como un nubarrn inmenso a ras de tierra que locubre todo, sofocando cualquier esperanza de escapar a su destruccin. Algo no muy distintode lo que debi ocurrir en la vspera del Diluvio cuando No construa el Arca que salvaratan slo a ocho almas14. La amenaza es tan terrible que la inconcebible ceguera de losvidentes har las funciones de venda. Qu grito de agona no lanzar el mundo cuando elvelo de las apariencias quede rasgado y nos sea dado ver de repente el corazn del Abismo!

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    VI El corazn del Abismo

    Cmo hay que entender esta locucin: el Corazn del Abismo? La Biblia, un abismo ellamisma, invoca el abismo desde sus versculos iniciales, declarando que al principio habatinieblas sobre la faz del abismo15. En un salmo se dice que los juicios del Seor son como elabismo inmenso16 y en otro que su vestido es el abismo17. El mismo Seor pregunta a Job sise ha paseado por el fondo del abismo18 y el profeta Habacuc habla del grito del abismo en su

    clebre cntico19

    . El Evangelio, en fin, refiere que la legin de demonios que posea a uninfeliz rog a Jess que no la mandase ir al abismo, sino que le permitiera entrar en una piarade cerdos que paca en el monte, precipitndose inmediatamente por un despeadero20.

    La palabra abismo ocupa un lugar tan singular en la Revelacin que uno est tentado depensar que se trata de un pseudnimo de Dios y que el corazn de este abismo no es sino elCorazn de Dios, el Sagrado Corazn de Jess, adorado por la Iglesia toda. En l debemosaguardar a ver cuando se agoten las cosas visibles. Si hasta los mismos demonios tienenmiedo, qu temblores no sentirn los humanos? En el momento de la Pasin, pudieronultrajar su Faz, envuelta entonces en tinieblas, pero qu poder tienen sobre su Corazn?

    Sea todo lo ms grande o lo ms grandioso. Sea el Himalaya, del que se afirma que ni anveinte elevaciones como el Pic du Midi componen una escalera bastante para coronarlo. Sea

    la terrorfica majestad del Ocano polar, en el momento en que una infinita tempestad agitaviolentamente sus inmensas placas de hielo, bajo la difusa claridad del ocaso. Sean las mspavorosas convulsiones del globo, los ms inconcebibles temblores de tierra como los queazotaron, en el siglo VI, a Iliria o Siria, haciendo sucumbir en apenas un instante provinciasenteras y populosas ciudades, la corteza terrestre entreabrindose vida de personas yhaciendas para cerrarse al punto con tal estrpito que sus ecos llegaron hasta Constantinopla.

    Sean tambin las grandezas humanas, las colosales edificaciones de Indochina o de Java,comparadas con las cuales las ciclpeas construcciones de los pelasgos o de los egipciosresultan insignificantes. Sean tambin nuestras sublimes catedrales que la barbarie alemanaquiere derruir, y el prodigioso canto de todas las artes del Occidente; las pinturas de loshombres primitivos y las sinfonas de Beethoven, Dante y Shakespeare, Miguel ngel oDonatello. Sea, para acabar, Napolen, por no mencionar a la luminosa muchedumbre de losAmigos de Dios.

    Todo eso es infinitamente accesorio ante el esplendor, el poder y el anonadamiento delalma; el valor de esas cosas y esos hombres es cero cuando se para mientes en el Corazn delAbismo!

    Una piedad rampante y vil hipnotizada por las apariencias ha mancillado a ms no poderese misterio de dileccin y de horror con imgenes cuya villana pueril e irreverente realismoprovocan el llanto de los ngeles que circundan los altares. Pero lo Absoluto, la Irrefragablemorada, es el inmenso abismo que tenemos al lado, a nuestro alrededor, en nosotros mismos.Para descubrirlo es indispensable ser precipitado en l. Ni el milagro ni la transcendenciamstica bastan. Es fama que Pascal lo vea sin cesar, pero era el abismo negro de su

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    jansenismo, y en modo alguno el abismo de luz cuya sola vislumbre basta y sobra para matara los santos.A un viejo eremita mitad egipcio mitad escita, pero que veneraba a Dios con toda la

    sencillez de su corazn, se le ocurri pedir permiso a Dios para pasearse por el fondo delAbismo. Regres despus de un siglo para morir de admiracin y al pie del sicomoro de laciencia donde fue sepultado brotaron retoos de la talla de San Juan Crisstomo, SanAmbrosio, San Jernimo, San Agustn, San Gregorio Magno, Santo Toms de Aquino, SanBernardo y de los dems portadores de luz.

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    VII Los ciegos

    La muchedumbre infinita, la poblacin toda del globo, todos ciegos. No slo el mundoentero duerme, sino que a fuerza de dormir, el mundo entero se ha quedado ciego, incluso enlos mismos sueos, de suerte que, de despertarse, lo har a ciegas, acometido por el miedohorrible de caer en algn hoyo. Pero lo ms chocante de esta universal ceguera, es que losms ciegos son precisamente los clarividentes, los que pasan por ver ms all que los dems,

    por ver antes que los dems.Entre los antiguos judos, o mejor entre los antiguos israelitas de la Biblia, anteriores a lafundacin de Roma, se llamaba vidente al profeta. Cuando el peligro acechaba, se pedaconsejo al Vidente y ste al Seor.

    Hoy nada es igual. Los videntes modernos carecen de Dios al que consultar. No lonecesitan. Les est vedado, adems, elevar su mirada, la Revelacin democrtica lo prohbetaxativamente. Ha de bastarles con interrogar a la Opinin. Bajan los ojos, fijando la miradaen los puntos o en las tinieblas ms densas. Pueden augurar con autoridad plena como aquelafamado novelista que dijo, poco antes de la guerra, que no haba que temer ms a la barbarie,pues el Estado Mayor alemn era un valladar infranqueable.

    De tres aos a esta parte, no faltan profetas de tamao vigor y tamaa agudeza. Puede

    afirmarse incluso que hay tantos videntes como electores. Tal ha de ser el cabalcumplimiento, pasados veinte siglos, de las palabras de las Sagradas Escrituras: "Despus deesto, derramar mi espritu sobre toda carne, profetizarn vuestros hijos y vuestras hijas,sueos soarn vuestros ancianos y visiones vern vuestros jvenes21."

    Si hacemos caso de ese texto, llegarn por su paso, si es que no han llegado ya, y a porfa,prodigios en el cielo y en la tierra; "sangre, fuego, humaredas" y en fin "el Gran Da delSeor", que no poda ser otro, claro est, que la triunfante democracia universal.

    Lo confieso, aoro los aos, ya tan lejanos, en los que se poda salir, incluso en los peoresmomentos, sin exponerse a tropezarse con profetas; en los que conoc a seres sencillos yhumildes -en gran nmero- que no se consideraban soberanos ni dioses y cuya fatdicaperspicacia se limitaba a anticipar modestamente ciertos meteoros o a rogar con fervorcuando se anunciaban calamidades. Entonces, no todos lo saban todo. Los ms reputadoszapateros no se jactaban de poder conducir ejrcitos a la victoria y era posible hallar unconsiderable nmero de albailes y de barrenderos que no aspiraban a ocupar las carteras dehacienda o de marina.

    Estoy hablando, claro, de la poca anterior a la Comuna, en la que el sentido del ridculoconnatural a Francia an no se haba extinguido por completo. Muchas personas mantenan lacompostura y ni el parloteo incontinente ni tampoco el furor sectario constituanrecomendaciones infalibles. Se dorma, qu duda cabe, y se tenan sueos, pero cada cual ensu lecho sin pretender que sus sueos prevaleciesen. Todo eso ocurri hace tanto, lo vuelvo arepetir, que la generacin presente nunca lo ha odo y no puede por tanto entenderlo.

    Hoy, tras el fracaso de tantas experiencias necias y criminales y la imposibilidadirrebatible de aguardar un punto de equilibrio, se ha formado una especie de callo de

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    insensibilidad en los unos, y de estupidez en los otros. Tras las primeras convulsiones delhorror y la fatal resignacin ante los ms gravosos sacrificios, la voluntad se ha enervado. Seacepta un futuro incierto. Completamente ciegos, se cierran los ojos por clarividencia, porconocimiento. Se afirma que el mal, por enorme que sea, tendr un fin que nadie precisa. Seaguarda una paz cualquiera, resignada de antemano a las humillaciones ms temibles.

    Y, sin embargo, se espera la llegada de Alguien, Alguien nunca visto cuyos pasos meparece or en el fondo del abismo. La divina Francia, el Reino de Mara no puede perecer, esmenester que l venga. Cuando al fin l se presente, cuando l llame a la puerta de loscorazones con la divina Espada a guisa de aldaba, el despertar de los ciegos ser prodigioso.

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    VIII Un alarido nocturno

    "Por qu ests triste, alma ma, y por qu me turbas?22" Viajaba por Normanda o porBretaa. El tren atravesaba sordamente la opaca noche y mi tristeza era infinita. Acababa deleer el relato de una de esas inmolaciones terribles que hacen parecerse a Francia a uninagotable surtidor de sangre. Algunos de mis seres queridos haban sucumbido y rogaba enmi interior a la Virgen de los Desamparados y a los ngeles plaideros que me surtieran de

    lgrimas bastantes para lavar todos esos pobres cadveres, ya sin alma, que ni siquieramerecan la caridad de una sepultura.De repente, se hizo un gran silencio. El tren se par en seco en pleno pramo, como

    tantas otras veces, sin duda para dejar pasar un convoy de heridos o moribundos. Entonces, s,entonces, ocurri algo terrible. De las entraas de ese paisaje desconocido, sepultado por lastinieblas, se oy el alarido de un hombre que revelaba un dolor indecible. Ese sollozo, alprincipio dbil y que hubiera podido tomarse por el gemido de una ave devorada porcualquier rapaz nocturna, se amplific enseguida, revelando el paroxismo del sufrimientohumano.

    Y no se trataba, no, del sufrimiento del cuerpo humano, sino del sufrimiento del alma, ladesolacin sin tasa de una madre que ha presenciado el degollamiento de sus hijos y que noencontrar ya nunca consuelo. No sabra expresar la angustia que transmita ese lamentoproferido en la oscuridad y que se extenda por toda esa regin invisible.

    No era un lamento articulado, sino, como digo, un alarido enorme, convulso, propio delinstante de la muerte, un pnico de afliccin, que se dira universal, que recordaba acaso loreferido por los antiguos respecto del duelo de las mujeres de pueblos brbaros velando a susdifuntos. Sin embargo, esta equiparacin clsica, de la que no fui consciente, quedaba enentredicho por un no s qu de augusto, de cristiano, que sobrenaturalizaba el tormento, y quehaca estallar mi corazn de compasin...

    El tren reanud la marcha y no volv a escuchar el horrsono lamento. Los demspasajeros dorman profundamente y recuerdo que tard algn tiempo en caer en la cuenta deque el destinatario de ese alarido era nicamente yo.

    Pasado un tiempo, recorr otras varias regiones, Orlens, Turena, Perigord, Auvernia, losdepartamentos del Medioda. Por doquiera el milagro se renovaba. Por doquiera idnticoalarido en la noche profunda e idntico sopor en los dems pasajeros. Acab por comprenderque se trataba de la gran Francia de antao que lloraba en m, la infeliz anciana madre detodos los hijos de Francia!

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    IX El dolor

    En este siglo tan abandonadamente sensual, si hay alguna cosa que recuerde en algo a unapasin violenta, es el odio al Dolor, odio tan profundo que llega a confundirse con la esenciadel hombre.

    Esta antigua tierra sembrada antao de Cruces por todos los lugares por los que pasabanlos hombres y en la que, como dice Isaas, germinaba el signo de nuestra Redencin, es

    llevada al desgarro y a la devastacin para forzarla a proporcionar la felicidad a la razahumana, a este ingrato linaje del dolor que no desea sufrir ms.Si hay algo universalmente inflexible, es esta ley del sufrimiento nsita a todo hombre,

    yuxtapuesta a la conciencia de s propio, que preside el desarrollo de su libre personalidad yque gobierna tan tirnicamente su sentimiento y su juicio, que los antiguos, horrorizados, latenan por el Dios ciego de su Panten, al que adoraban bajo la terrible advocacin delDestino.

    La pura y simple verdad que ensea el catolicismo es que es necesario de todo puntosufrir para salvarse y esta postrer palabra lleva consigo una necesidad tal que toda la lgicahumana, auxiliando a la metafsica ms transcendente, no atinara a explicar.

    Dios, habiendo comprometido el hombre su salvacin eterna por lo que conocemos comoPecado, quiere que entre as en el orden de la redencin. Dios lo quiere infinitamente. Sedesata entonces un combate terrible entre el corazn del hombre, que quiere huir por mor desu libertad, y el Corazn de Dios, que quiere aduearse del corazn del hombre por mor de supoder. Es creencia comn que Dios no precisa de toda su fuerza para doblegar a los hombres.Esta conviccin acredita una ignorancia supina y honda de lo que es el hombre y de lo que esDios en relacin a l. La libertad, ese don prodigioso, incomprensible, incalificable, por elcual nos ha sido dado vencer sobre el Padre, el Hijo y el Espritu Santo, dar muerte al Verbohecho carne, apualar hasta siete veces a la Inmaculada Concepcin, ahuyentar con una solapalabra a los espritus todos que pueblan los cielos y los infiernos, contener la Voluntad, laJusticia, la Misericordia, la Piedad de Dios en sus Labios e impedir que descienda sobre suobra, esta inexpresable libertad no es otra cosa que el respeto de Dios por sus criaturas.

    Intntese por un momento concebir esto: el respeto de Dios! Y ese respeto llega a talextremo que nunca, desde la gracia, se ha dirigido a los hombres investido de autoridad, sinomuy al contrario con cortedad, con dulzura, e incluso aadira con la obsequiosidad, a pruebade desalientos, de un pordiosero. Por designio, inescrutable e inconcebible a ms no poder, desu eterna voluntad, se dira que Dios ha renunciado hasta la consumacin de los tiempos aejercer, respecto de sus vasallos y sbditos, su derechos como seor y soberano. Para tomarposesin de nosotros ha de recurrir a la seduccin, mas si Su Majestad no nos agrada,podemos apartarla de nuestra presencia, cruzarle la cara, darle de latigazos y crucificarla conel aplauso de la canalla ms vil. No presentar defensa recurriendo a su poder, sino solamente

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    echando mano de su Paciencia y de su Belleza, y ah empieza el terrible combate del quehablaba hace un momento.Entre el hombre revestido indeliberadamente de libertad y un dios deliberadamente

    despojado de poder, el antagonismo surgir de inmediato, el ataque y la resistencia tendern aequilibrarse razonablemente, siendo esa perpetua lucha de la naturaleza humana en contra deDios el manantial inagotable del Dolor.

    El Dolor, palabras mayores! He ah el camino para toda vida humana sobre la tierra, elpice de toda preeminencia, el cedazo de todo mrito, el criterio infalible de todo adornomoral! Nos resistimos a creer que el dolor es completamente necesario; desbarran quienesafirman que el dolor es til. La utilidad tiene siempre carcter adjetivo y contingente, mas eldolor esnecesario. Es la espina dorsal, la mdula de la vida moral. El amor se reconoce enesa seal y cuando esa seal falta, el amor no es ms que la prostitucin de la fuerza o de labelleza. Alguien me ama cuando ese alguien acepta sufrir por m o por mi causa. En otrocaso, ese alguien que pretende amarme no es sino un usurero sentimental que desea establecersu ruin negocio en mi corazn. Una alma noble y desprendida persigue arrebatadamente, condelirio, el dolor. Cuando una espina la hiere, la clava an ms para no perder ni un adarme dela amorosa voluptuosidad que sta puede proporcionarle, desgarrndola ms profundamente.Nuestro Salvador Jess padeci a tal extremo por nosotros que fue preciso, no cabe duda, unconvenio entre su Padre y l para que no nos fuese vedado, en adelante, referirnos sin ms asu Pasin y para que la mera mencin de ese Hecho no constituyera una blasfemia tan enormeque redujera el mundo a polvo!

    Y bien, somos, vaya si somos, Seor Nuestro Dios, los MIEMBROS de Jesucristo! Susmiembros! Nuestra irreferible miseria consiste en tomar siempre por meros signos o smbolossin vida las declaraciones ms transparentes y ms vivas de las Sagradas Escrituras. Creemos,pero nosustancialmente. Es menester que las palabras del Espritu Santo nos traspasen y seintroduzcan como plomo fundido en la boca de los parricidas o de los blasfemos! Noalcancemos a ver que somos los miembros delVarn de Dolores23, del Hombre sin Alegra,ni Amor, Verdad, Belleza, Luz y Vida supremas porque es el Amante eternamente extraviadopor el supremo Dolor, el Peregrino del postrer suplicio, venido, a travs del infinito, del fondode la eternidad para echar sobre s y apilar sobre su cabeza, en una unidad espantosamentetrgica de tiempo, lugar y persona, los tormentos todos, acumulados en cada uno de los actosque han realizado los hombres durante cada segundo, sobre toda la faz de la tierra, en sesentasiglos!Los Santos conocen que la mera revelacin de un solo minuto de los sufrimientos delinfierno bastara para fulminar al gnero humano, disolver el diamante y detener el sol. Ahorabien, he aqu lo que puede inferir la razn por s misma, la ms frgil razn que puedepalpitar bajo la divina luz:

    Todos los sufrimientos que ha acumulado el infierno durante toda la eternidad quedan ennada ante la Pasin, porque Jess sufre en el Amor y los rprobos sufren en el Odio; porque eldolor de los condenados es finito y el de Jess es infinito; porque, en fin, si cabe imaginar quealgn exceso ha faltado en el sufrimiento del Hijo de Dios, cabra pensar que algn exceso hafaltado a Su amor, lo que es absurdo a ojos vista y blasfemo, pues l es el Amor mismo.

    He ah el principio de toda medida de las cosas. Declarndonos miembros de Jesucristo,el Espritu Santo nos reviste de la dignidad de Redentores y, cuando rehusamos el

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    sufrimiento, incurrimos en simona y prevaricacin. Hemos sido hechos para eso ynicamente por eso. La sangre que derramamos afluye sobre el Calvario llegando a toda latierra. Si esa sangre est emponzoada, caiga sobre nosotros la maldicin! Cuando lloramos -el llanto es "la sangre de nuestras almas"-, nuestras lgrimas empapan el Corazn de laVirgen y ste comunica ese lquido a todos los corazones vivos. Nuestra condicin demiembros de Jesucristo y de hijos de Mara nos enaltece tanto que podemos anegar el mundocon nuestro llanto. Malditos y tres veces malditos, pues, si ese llanto est contaminado! Todoen nosotros es idntico a Jesucristo, a cuya semejanza estamos natural y sobrenaturalmentehechos. Cuando rehusamos una afliccin, adulteramos a ms no poder lo que hay en nosotrosde ms esencial, dejando penetrar en la Carne misma y hasta en el Alma de nuestro Dueo ySeor un elemento profanador que le es preciso expulsar de S mismo y de todos susmiembros a costa del redoblamiento inconcebible de sus tormentos.

    Lo anterior, se entiende fcilmente? No lo s. El ncleo de mi pensamiento es que eneste mundo cado todo gozo se manifiesta en el orden natural y todo dolor en el orden divino.Teniendo en cuenta los cimientos de Josafat, teniendo en cuenta lo perecedero de todo, losdesterrados del Paraso no pueden aspirar ms que a la sola dicha de sufrir por Dios. Lagenealoga de las virtudes cristianas ha prendido en el Sudor de Getseman y en la Sangre delCalvario. San Pablo nos exhorta a conocer slo a Jess Crucificado, pero nosotros nosresistimos. Olvidamos muy a menudo que slo disponemos, en la vida moral, de unacategora para entender y para explicar todo y esa categora es el Dolor, la esenciadivinamente condensada de todo dolor, imaginable e inimaginable, represada en el vaso

    humano ms valioso que la Sabidura eterna ha podido nunca concebir y dar forma.El criterio que debe abarcar y resumir finalmente en los tres rdenes de la naturaleza, lagracia y la gloria es de una simplicidad absoluta y rayana, de tan sublime, en la monotona: laesencia de la Pureza es el Varn de Dolores; la esencia de la Paciencia, el Varn de Dolores;la Belleza, las Fuerzas infinitas, el Varn de Dolores; la Humildad, el ms insondable de losabismos, y la Dulzura, ms ancha que el Pacfico, residen en l; el Camino, la Verdad y laVida es l:omnia in ipso constant 24 Desde la cima de esta Montaa simbolizada, se dira, porla Montaa de la Tentacin, se divisan todos los imperios, o lo que es lo mismo, todas lasvirtudes morales invisibles desde cualquier otro punto, y slo el amor, el mximo, elapasionado, el arrebatado Amor puede dar fuerzas para alcanzarla.

    Los Santos han perseguido la Sociedad de la Pasin de Jess. Han tomado por buena laPalabra del Maestro cuando dijo que nadie tiene mayor amor que ste, que uno ponga su vidapor sus amigos25. En todas las pocas, las almas encendidas y magnficas han credo que parahacer lo suficiente, hay quehacer demasiado, y que de este modo se han arrebatado al Reinode los Cielos...

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    X El can

    Mientras escribo, oigo el can. El viento me trae su sonido desde muy lejos. Bien quesordas en extremo, las detonaciones cambian y me digo que cada una de ellas me anuncia lamuerte de un crecido nmero de hombres.

    Y es que un torbellino de almas, afligidas o gozosas, pasa junto a m, en pos de su propiolugar, in locum suum, segn la temible expresin de las Sagradas Escrituras refirindose a

    Judas26

    . Pues es sabido que las almas de los difuntos conocen de inmediato adnde deben ir aparar y acuden all raudas y veloces.

    Pronto las seguir la ma? Slo Dios lo sabe. Nadie puede decir ni la hora ni el lugar.Mientras espero, no dejo de pensar, pofiada y dolorosamente, en esa muchedumbre enperegrinacin hacia lo Incgnito, que pasa en masa rozando la mesa en la que me esfuerzo enescribir para consuelo de algunos vivos que sern muy pronto, tambin ellos, difuntos.

    Nunca se haba visto tal nmero. Obra es del can, soberano abastecedor de abismos detinieblas y de abismos de luz. Este ingenio del linaje de Can no exista hace quinientos aos.La artillera que Napolen emple en Wagram o en Waterloo, comparada con la actual, causauna gran lstima.

    Antes del can, exterminar a un ejrcito constitua una tarea mproba. El pan de lamatanza se ganaba con el sudor de la frente de los mercenarios. Hoy en da se puede acabaren apenas unas horas con cincuenta mil hombres y reanudar la tarea el da siguiente. Pero noes ms que un desgaste, una destruccin lenta de consecuencias imperceptibles, siconsideramos la innumerable masa de combatientes de todo el orbe luchando unidos contrauna nacin execrable.

    Con todo, la exterminacin vendr, vendr como la Voluntad divina sobre las olas delmar o sobre las espaldas de las montaas que se desplazarn, si fuera preciso, como lo hara elms dcil de los elefantes; pero, hasta nueva orden, el can tiene la palabra. Y he dichohasta nueva orden, porque existe el Milagro que Dios se reserva para que se obre a travs deQuien, a su debido tiempo, decida enviar. Hasta entonces, el can reducir a polvo hombresy cosas, al extremo de que los supervivientes guardarn de ellos en su memoria merasapariencias, no siendo el horrible can ms que otra apariencia no menos monstruosa, que,un da, se desintegrar ante la plegaria balbuciente de un nio.

    ... Y el tropel de almas se precipita, pasando siempre junto a m, como si yo fuera el nicoque parara mientes en ellas, evocando, con una lacrimosa compasin, los mseros cuerpos queacaban de abandonar hace un instante y con los que no se reencontrarn sino hasta laResurreccin.

    El estrpito del lejano can contina, semejante al ruido de un mazo enormeamplificado por acantilados colosales. Se dira que es algo as como el mea culpa de Francia,el Confiteor de las blasfemias, de las traiciones, de las bajezas, de la ingratitud infinita del

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    pueblo de la Reina dolorosa, y no se ve cerca el fin de esta penitencia. Cuanto se ve y cuantose oye es el can, el homicida can, infatigable y expiatorio.Expiatorio, quin lo duda, pero sin hermosura. El castigo resultara vano si viniera de la

    mano de la magnificencia. El can es un invento mecnico. Tan feo y estpido comotemible. Matando a distancia a los hombres, aniquila los ms nobles arranques del valorhumano. Soldados de corazones sublimes caen muertos antes siquiera de poder darse cuenta.Cuanto poda haber de hermoso en las guerras de antao, ha desaparecido. En lo sucesivo, elherosmo consistir en soportar con paciencia el fro, el hambre, la lluvia, el lodo, lainmundicia, el atroz aburrimiento y una muerte tan exenta de gloria como de consuelo. As loquiere una justicia superior y a ello hay que resignarse.

    A todo esto, qu dir la historia? Antao, hace apenas un siglo, daba cuenta de hombrescomo Lannes, Murat, Ney y cincuenta ms, para no decir de ellos sino que estaban posedospor su espritu. Ahora, dar cuenta de los caones y un horror sin tasa caer sobre el almahumana.

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    XI El milagro

    Acabo de referirme al Milagro, diciendo que Dios lo reserva para el que debe enviar.Harto s que esta palabra carece completamente de sentido, que hoy no significaabsolutamente nada. Sin embargo, no tengo otra.

    Dios existe o no existe. Si se accede a que existe, hay forzosamente que acceder a queexiste efectivamente, suponiendo una continuidad infinita de la Creacin, lo cual comporta

    una omnipotencia absoluta sobre lo conocido y lo desconocido, sobre lo visible y lo invisible.Si el Acto creador se interrumpiese, inmediatamente el ms duro granito y los metales todosse reduciran a polvo, y este mismo polvo terminara por desaparecer. No existira nada ms.La naturaleza entera se desvanecera en la ininteligible nada. Si no se admite este postulado,se es por fuerza o bien un ateo o bien un necio, trminos sinnimos, por lo dems, desde elpunto de vista esttico. Pero esto es un prolegmeno completamente rudimentario.

    El milagro no precisa explicacin ni justificacin. Se trata de una gentileza de Dios y yaes bastante. Se complace en alterar la apariencia, en devolver a la vida a un difunto, o en queun enfermo sane repentinamente. Para l no representa un esfuerzo y a los que le conocen noles causa extraeza. Dirase un rico que acua calderilla para repartirla entre los pobres.

    A tal punto es el Dueo y Seor de todo, que los conceptos humanos de soberana y

    posesin, aplicados a l, no son ms que el reflejo de una imagen borrosa en un espejoempaado. El Seoro divino es acabadamente inconmensurable, inconcebible, inescrutable, ynada ni nadie puede dar idea de l.

    Si en un rapto de locura, se llega a afirmar que un poderoso puede hacer todo cuantoquiera, la irrisin comparecera al instante, sealando el crculo infranqueable del Lmite; y sise afirma razonable, humildemente, lo mismo de Dios, no hay criatura humana ni aunanglica que logre entenderlo.

    La inteligencia ms elevada adolece de incapacidad absoluta para comprender el Infinito.Pocas palabras tan empleadas como la de eternidad. Dnde est el genio impar que se atrevaa iniciar una explicacin de ese lugar comn? Lo que no tiene principio ni fin! Por va de lafe e incluso por la de la razn sabemos que eso es as. Sabemos incluso que eso es lo nicorealmente existente. Pero hasta ah llegamos. Mas all, nos topamos con el acerado murocontra el que se estrella toda potencia intelectual.

    Es el dominio de Dios, el Jardn del Milagro, el arriate de la Rosa Mstica. Slo a los mspequeos y a los ms humildes les es dado en alguna ocasin avizorar desde la infinita lejanalas elevadas cumbres. Condescendencia extremada del Seor y primero de los privilegios.Ellos mismos no entienden ms que los otros. Slo que les ha sido concedido el obrarmilagros, como una fragancia reveladora, como una partcula de polen de flores ignotas.

    Al que hay que aguardar, el nico Forastero que podr poner fin a la inconmensurableTribulacin ser ciertamente un hombre que goce de eternidad, en el sentido de que estautorizado para beber del Aljibe del Temible Jardn, no lejos del aoso rbol de la Ciencia,en el sitio mismo donde cay la Sangre de la Mano diestra de Jess, luego de clavarlo en laCruz, frente al Occidente.

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    Qu har ese personaje espantable en quien Dios delegar su poder? Sabemos de esotanto como de las leyes de las nebulosas. Lo ms que podemos llegar a decir es que el milagrovendr precedindolo, como los pajarillos precedan al Santo de Ass; las criaturas animadas einanimadas le obedecern ad natum con maravillosa exactitud.

    Pienso a menudo que el aniquilamiento de la raza consagrada al Maligno es unaexigencia divina, una condicin previa del inventario del mundo, pues hay otras muchascuentas que liquidar. Pero, cabe el exterminio de ochenta millones de almas? Seguramente,un dbil soplo bastara, y se tratara de un milagro menor que la conversin de un solo infiel.El can ms enorme, con su fealdad y su pesantez, es menos temible que el insecto que Diosenva. Le bastan apenas unas horas para transformar una bestia inmensa en una pila dehuesos. se podra ser muy bien el destino de la orgullosa bestia alemana.

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    XII El clamor

    Tercer aniversario de la victoria del Marne. Los mismos lugares comunes que el aopasado, la misma incomprensin del suceso, de todos los sucesos presentes y futuros.

    Francia "fantica de la honradez"(!), he ah todo cuanto pude retener del apotesicodiscurso proferido por uno de nuestros gobernantes sobre las sepulturas de los cados. Se diraque esta chocante simpleza cumple a la gloria pasada y futura de nuestra patria.

    Ni la ms mnima mencin a Dios, por supuesto. Ridculo a ms no poder sera recordarque esta inesperada victoria coincidi con la fiesta sealada de la Natividad de Mara, quemuy bien pudo lograrla para que su pueblo, tan severamente castigado, no pereciera. Peroquin piensa en la Natividad de Mara? A los previsores y diligentes generales y a losprcticos soldados, se la debemos. Suponer una intervencin preternatural ofendera a ambos.

    Hay que reconocer, empero, que el trmino milagro no ha cado en completo desuso. Sinir ms lejos, esta misma maana lo le en algn sitio. Pero slo el milagro de los fieles delazar, en su acepcin trivial de cosa imprevista, asombrosa, de difcil explicacin, peroexplicable, sin embargo, suponen, con una cierta cortedad de espritu.

    Por lo que hace al milagro en sentido cristiano, de genuino milagro obrado por Dios y detodo punto inexplicable, se, podra quiz llegar a aceptarse, a condicin de que fuese visible

    y tangible y viniese acompaado o precedido de manifestaciones exorbitantes, el milagro, enfin, tal cual lo entienden los salvajes o los negros; cabe afirmar incluso que los pretendidosmilagros de la ciencia hacen que en la actualidad un sinnmero de infelices los echen en falta."Por qu no se manifiesta Dios?" Tal es el clamor de la muchedumbre, el postrer clamor.

    - Se manifestar, pierdan cuidado, mucho antes de lo que piensan, no como esperan y sercomo para echarse a temblar, pues vuestro clamor no es desde luego un clamor de amor. Paravosotros, el Dios de Moiss y del Sina no es ms que un clavo ardiendo, un becerro de orofabricado en las factoras sulpicianas27, y que esperis revender con ganancia a los idlatrasamericanos o caucasianos, cuando pasado el peligro os hayis cansado de invocarlo. Invocissu nombre a da de hoy contra los enemigos declarados de Francia, contra la muerte que rondaa vuestros hijos, contra el hambre que acomete al mundo entero, contra la miseria o la penuriaextrema que vuestro egosmo provoc pese a tres aos de vanas advertencias. Mas no loinvocis contra vosotros mismos, dndoos golpes de pecho. No se os pasa por la imaginacinque el que llamis en vuestro socorro, envilecindolo con vuestro culto carnal, podra muybien aniquilaros al mismo tiempo que a los ms acrrimos enemigos de su Dulce Nombre yde su Gloria, que no le son acaso menos aborrecibles que los pretendidos creyentes que lomancillan.

    Sale permitido a un solitario hoy, un 8 de septiembre, que hable de la Natividad deMara, de Nuestra Seora de Francia, la Virgen Milagrosa, la Virgen del Llanto. Se la hadespreciado, se la ha ofendido, se ha llegado a renegar de ella tanto y con tanta hipocresa enestos sesenta aos ltimos! Se oye por ah que la ingratitud adensa el corazn del que lapadece. El Corazn de Mara pesa ms que todos los soles de la Va Lctea juntos. Sinembargo, dara su perdn incluso a los obispos y a los sacerdotes que ella misma ha motejado

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    de "sentinas"; perdonara a cuantos se dicen sus seguidores y no han levantado un dedo paraimpedir que se la ultrajara; perdonara sin medida. Pero Aqul que Ella alumbr ha vistocolmada su paciencia y ya vemos los indicios. Si todos los culpables sern llamados, ququedar?

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    XIII La putrefaccin

    No quedar nada ms que la putrefaccin universal. Hay alguna necesidad de llamar laatencin sobre la importancia infinita de una alma viva, importancia tal que al da siguiente aun cataclismo, un solo hombre salvado valdra por una generacin? Eso, huelga decirlo, hayque entenderlo en sentido espiritual.

    La poblacin toda de la Tierra se calcula en mil cuatrocientos o mil quinientos millonesde personas. Pero cuntas almas verdaderamente vivas hay en esa turbamulta humana? Unacada cien mil, acaso, o cada cien millones. No se sabe. Hay personas eminentes, de genioincluso, pero de alma inerte y que mueren sin haber vivido. Un alma sencilla dir cada da,llorando de angustia: "Dnde est en m el Espritu de Dios, el Espritu Santo? Puedorealmente considerarme vivo o soy un difunto en espera de sepultura?"

    Causa espanto pensar que sobrevivimos en medio de una multitud de difuntos que setienen por vivos; que el amigo, el camarada, el hermano con el que nos tropezamos por lamaana y que volveremos a ver por la noche, no es ms que mera vida orgnica, apariencia devida, una caricatura de existencia que no difiere en nada de cuantas se lican en lassepulturas.

    Resulta intolerable reconocer ante uno mismo que nos han trado al mundo unos padresdifuntos; que ese sacerdote plantado en el altar se asemeja a un finado y que el Frmaco de lainmortalidad, la Hostia que acaba de consagrar para que nuestra alma reciba la Vida eterna,nos la va a administrar la mano de un cadver, declamando con voz sepulcral las sagradaspalabras de la liturgia.

    Todos esos espectros funcionan, sin embargo, con una regularidad perfecta. La misadicha por ese sacerdote vale tanto como la de un santo. La absolucin que otorga a lospecadores es vlida. La fuerza de su ministerio sobrenatural se alarga tanto en el tiempo quela muerte no prevalece contra l. Y esto es as para todos los semidifuntos que nos rodean yque nos vemos obligados a llamar, anticipadamente, muertos. Un alma exenta de vida, puedeactuar y pensar mecnicamente.

    Un cuerpo saludable y lozano puede ser el tabernculo de una alma putrefacta. Horrorharto frecuente. Ha habido casos de santos tocados por el privilegio espantable de poder olerlas almas. De la Pastora de La Salette, Melania28, se contaba que su vida era un puro sofoco.Castigo infernal que aceptaba y que no es posible afrontar sin horror.

    La putrefaccin universal que sigue a los horrendos castigos que han diezmado una partede la tierra puede por tanto entenderse como la podredumbre de las almas. Algunos raroselegidos de Dios sienten seguro en este momento ese terrible hedor.

    No hay duda de que esta guerra interminable desatada por los demonios ha rebajado tantolos caracteres que vale decir que todos los corazones se mueven a ras de tierra. Mientras unosse hacen matar para salvar cuanto quepa de la herencia de los siglos, otros, incontables, sebaten en cmodas moradas con los cuajarones de la sangre de las vctimas. La avaricia msferoz, la concupiscencia ms grosera se ha apoderado de tal manera de los elementos que

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    componen el honor del pueblo, que se llega a glorificar el hacer fortuna asesinando a la patriaya mutilada. Todo cuanto rinde provecho material merece respeto. Incluso la traicin,practicada ventajosamente por los habilidosos, tiene su aureola, y la guillotina llora.

    Hay que estar tan privado de razn como de olfato para no percibir que el cuerpo socialentero es una carroa semejante a aqulla de Baudelaire "que vomitaba negros ejrcitos delarvas" de "fetidez tan enorme que, sobre la hierba, la amada crey desmayarse29". Estaabominacin, que slo el fuego podr purificar, crece da a da con terrible celeridad. Nosacostumbramos a ello, la cobarda de unos se torna cmplice de la perfidia de los otros, yaqullos que deberan mostrar un mayor horror, sin mover un dedo, se resignan calladamentea la chusma. Se trata de la bancarrota de las almas, del irreparable dficit de la concienciacristiana.

    Resulta evidente que Dios se ver forzado a cambiar todas las cosas, pues la situacin esinsostenible. Pero los cados que entraron en la Vida perdurable en alas de la victoria y losms venerados santos de Francia no tolerarn que se consume la ruina de una tierra que es lams dilecta heredad de Jesucristo. Qu harn, no lo sabemos. Asistiremos a prodigios que nosharn temblar o llorar de amor, tan imprevisibles como inslitos, prdromos del inconcebibleAdvenimiento.

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    XIV El inconcebible advenimiento

    El de la Tercera Persona divina, del Parclito, del Pneuma, como dicen los griegos, delSoplo inspirador que alienta en el inicio de cualquier vida y por cuyo medio todo serconsumado. El advenimiento del Espritu Santo que aguarda toda criatura que puede gemir yprocrear.

    Est escrito con claridad suma que este adorable Espritu, habida cuenta de nuestra

    ignorancia de lo que hay que pedir o desear, "intercede por nosotros con gemidosindecibles30". "El Espritu sopla de donde quiere", dice Jess "y escuchas su voz pero nosabes de dnde viene ni a dnde va31".

    El Espritu de Dios y las criaturas gimen pues a coro, stas porque padecen a causa de sudegradacin o de su destierro, aqul porque espera, con infinita impaciencia, la realizacin denuestra Redencin, realizacin incomprensible que no puede ser ms que obra suya.

    Pero a fuer de divino, es un cautivo. Dirase que tiene la "intuicin de una especie deimpotencia divina transitoriamente acordada entre la Misericordia y la Justicia con miras aalguna inefable recuperacin de Substancia prodigada por el Amor." Permanecer cautivo,inconcebiblemente, hasta tanto venga su reino. Sublime momento que har estallar todos losrelojes y que el universo aguarda desde hace milenios.

    En lo ms profundo del cielo nocturno, vemos una estrella apenas perceptible, dirase unagota de roco o un conato de lgrima luminosa, pero se trata de un sol colosal, centro deatraccin para enormes planetas invisibles. Tambin l aguarda el momento y acaso, de tantoesperar, ha terminado extinguindose, dejndonos slo la ilusin de su luz a la distancia de unincreble nmero de leguas. Si esto es as para un cuerpo inanimado, qu habra que pensarde las pesadumbres de la humanidad y de tantas generaciones que ha aguardado gimiendo oblasfemando, sin saber siquiera lo que esperaban?

    Los Patriarcas, los Profetas, los Santos, han aguardado la Hora de la venida de Dios.Incluso los malvados y los viles la han esperado igualmente, porque no era dable no esperar.Lo que lloran y los que causan llanto, ambos la esperan, los unos porque aguardan suconsuelo y los otros porque sus almas perversas aguardan servirse de ella para aumentar sucapacidad para causar llanto. Unos y otros, sin llegar a entender, presienten al Dios delLlanto.

    El Dios del Llanto! Qu significan esas palabras y quin es ese Dios? Slo puede ser elEspritu Santo. A l le debemos la vida y el llanto es el signo de su presencia. Maldito sea elque no llora! Las lgrimas son el aceite de las lmparas que las vrgenes del Evangelio nopodan dejar extinguir, por temor a que el Esposo que regresara de madrugada les dijese: "Noos conozco.32" Las lgrimas son a tal punto don del Espritu Santo que no pueden fluir sinllamar la atencin de Dios, pues por el mismo Dios sabemos, dicho por su boca, que lenjugar todos los ojos. Son tan sumamente valiosas que no cabe derramarlas en vano.

    - Ah, Seor, concdeme llorar en la vigilia y en el sueo, llorar siempre como tusprofetas! Si mis lgrimas no son puras, trucalas en sangre, y si esa sangre est echada aperder, que se conviertan en arroyos de fuego; pero, sea como sea, concdeme el llanto, pues

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    es el nico modo de merecer las bendiciones, el secreto infalible para atraerse al Consolador!Hagamos cuenta de la muchedumbre inmensa de hombres que han llorado a lo largo de estesiglo, llantos, no lo ignoro, muchas veces vanos. Ha habido lgrimas de orgullo y lgrimas deconcupiscencia; hubo y habr siempre lgrimas de Dolor que acogis con amor. Suabundancia es como el Diluvio y vuestro Espritu planea sobre esas aguas como antao,cuando an no habais creado el mundo.

    Es claro, y as lo he dicho, que hay que esperar y esperar siempre. Sin embargo, la horano puede tardar en llegar. Las existencias de esperanza se agotan por momentos. Los ciegos loven y hasta los brutos ms redomados comienzan a experimentar la necesidad de unaprimavera. Es menester que todo perezca o que todo cambie. Asistimos al otoo del mundo.La verdura de las almas se agosta y cae el invierno con su cosecha de cataclismos. Pero elcambio necesario, universal, obra del Espritu Santo, es de todo punto inconcebible. Nada entoda la historia simblica puede darnos idea, y hasta las analogas ms audaces hacen gala desu inanidad. "Lo nunca visto, lo nunca odo, lo nunca sentido por corazn humano." He ah todo cuanto sabemos, todo lo que nos proporciona la Revelacin, y las escasas almas quevivan para contarlo temblarn como no se ha visto temblar nunca.

    Unos pocos han sido sealados para temblar de amor; son los escogidos del Parclito,dotados por l de corazn abundante. S de un cristiano que responde a esas seas. No setiene en ms consideracin que el peor de los bribones y acaso no se equivoque, en el sentidohumano. Pero el Consolador lo ha escogido y nada puede oponer a esa eleccin. No es msque el capricho del Dueo y Seor que se divierte a costa de desconcertar a la misma

    Sabidura y que se complace colmando con su eleccin a los que se tienen por menos dignos."Si supieras el gozo que proporciono" les dice, "y la delicia del Espritu Santo!"

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    XV La frontera

    Camposanto inmenso. Cementerio prodigioso donde descansan las vctimas de una guerrainfernal. Son tantos que estamos a punto de perder la cuenta. Lmite actual de Francia, deAlsacia al Mar del Norte. Ms all, la barbarie.

    Cuando paramos mientes en la misteriosa Persona del Espritu Santo pensamosforzosamente en los difuntos, pues el Dios del Llanto es el Dios de los difuntos. Comparado

    con l, el lbrego Plutn de la mitologa no es ms que una caricatura idoltrica y hartooscura de una idea tan antigua como el hombre.Es creencia universal de los cristianos que las reliquias de los "muertos en el Seor" son

    el habitculo de Aqul que ha de resucitarlos un da, y es lcito suponer su presencia, aqu oall, en medio de tantos esqueletos inmviles. A cunto asciende el nmero de los que dieronsu vida terrenal por defender los ltimos vestigios de Vida divina en su malhadada patria!Slo lo sabremos cuando le plazca al Seor comunicrnoslo.

    Pero, lo repito, ah est la frontera, en espera de que sea posible franquearla. Ah duermencreyentes e incrdulos cados en la batalla, mezclados las ms de las veces, en medio depaisajes horriblemente devastados. A algunos pocos los corona una msera cruz de madera,producto de la caridad de los camaradas suprstites. El Espritu divino reconoce as a los

    suyos.En la maravillosa Vida de Ana Catalina Emmerich33 se cuenta que cuando, en su niez,cruzaba el cementerio de su pueblo, experimentaba, en la proximidad de algunas sepulturas,el sentimiento de la luz, de la bendicin desmedida y de la salvacin; pero que, cerca de otras,era asaltada por el espanto y el horror.

    Qu cosas no experimentara en esta prodigiosa necrpolis, la santa nia? A no dudar,una incomparable piedad, interrumpida por sobresaltos de inmenso terror, pero tambinalguna vez la turbacin que produce la presencia del Consolador. Fiel como pocos, noabandona a los que, cuando aparentaban vivir en el mundo, se le confiaron y gimieron con len la Profundidad.

    He pensado con frecuencia que le inquietante leyenda Aqu yace que figura sobre todaslas sepulturas ha de ser entendida en sentido sobrenatural, meditacin amorosa que excluye laidea de abandono o de soledad para los que ah reposan. Quin sabe si no es el EsprituSanto el que est en los restos mortales de esos difuntos, con la columna de luz invisiblemanifestada a la vidente de Dulmen34?

    La Iglesia militante ruega por todos los difuntos, a reserva de la inexpresada eleccindirecta y plena de algunos que no conoce, pero que el Consolador que la acompaa en susruegos se complace en ocasiones sealndolos con signos milagrosos. Ignoro qu puedealbergar este interminable camposanto que es hoy nuestra frontera. En todo caso, los brbarosno consiguen franquearla. Acaso le placer a Dios que de toda esa hueste de guerrerosinmviles surja de pronto el Exterminador, del que nadie podr afirmar si se trata de un vivoo de un muerto?

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    XVI Conmemoracin

    Me refiero, claro est, a la de Todos los Difuntos, solemnidad mayor de la Iglesia. La quevulgarmente llamamos Da de los Muertos, y que viene a nuestra memoria cada vez quevisitamos un cementerio, y ms un cementerio de esta clase. La mayora de los difuntos,olvidados sin dificultad, apenas idos, por sus deudos, no cuentan ms que con esa festividadpara esperar un socorro mnimo en la incomprensible tribulacin de la otra vida. Pero no es

    de esta conmemoracin de la que quiero hablar.Se trata de otra por la que muy pocos cristianos parecen mostrar inters, a saber: lafestividad de la Lgrimas de Mara, cuando llor sobre la montaa de La Salette, el 19 deseptiembre de 1846. La misma Iglesia afecta haber olvidado este acontecimiento nunca visto.El misal romano celebra el 11 de febrero una misa conmemorativa de la Aparicin deLourdes, la cual parece exclusivamente consoladora, sin acusar ni amenazar a nadie. LaAparicin de La Salette, doce aos anterior, no ha merecido nada. La miel de la devocinmoderna encuentra en ella demasiada hiel y el hecho de que la Virgen Santsima anuncieinfortunios terribles, cuyos prolegmenos estamos experimentando, debidos a la flagranteindignidad criminal de los clrigos, no puede se tolerado. El farisesmo ha protestado y unsilencio impenetrable se ha extendido por doquier.

    Sin embargo, determinadas almas no ceden al olvido. Hay algunas todava, y stas msque las otras, con exclusin incluso de todas las otras, capaces de sentir la necesidad y lainminencia del cumplimiento de las amenazas. Saben de sobra que resulta intil detener elcurso de las aguas. Es incluso demasiado tarde para el arrepentimiento. Todo cuanto es dablehacer es aceptar humildemente el sufrimiento extremo, el oprobio pleno, la muerte exenta degloria.

    Las Palabras de la Madre de Dios, que muchos han credo haber apagado completamente,aparecen grabadas a sangre y fuego hoy en letras ms elevadas que las catedrales profanadaspor los brbaros. Esas Palabras, propias de una madre, si se las interpreta rectamente, se hantornado implacables y arrolladoras. Pueden aplicarse sobre todo al pavoroso cementerio.Pues, dicho sea de paso, la Virgen Santsima, Esposa mstica del Parclito, debe reinar con lsobre el inmenso imperio de los difuntos. La Regina mortorum est sobrentendida en esasLetanas.

    Los que se tienen por vivos y sus cabecillas se han arrancado los ojos para no ver; hadesaparecido incluso la irrisoria esperanza de un amago de contricin aparente que recordaralos arrepentimientos intermitentes del Faran cuando prometa la libertad al Pueblo hebreocada vez que una plaga devastaba Egipto35. Nuestro episcopado, cuyo desacato ha sido detanta ayuda al infame Guillermo para acabar con Francia, se han hecho insensibles al castigoy se han acerado cual demonios.

    He aqu lo que me escriba un religioso en 1912:"Desde hace ms de sesenta aos, la jerarqua de la Iglesia francesa rechaza con diablica

    porfa los Mensajes misericordiosos proferidos entre llantos por la Reina del Paraso con elpropsito de que los ministros de Dios los den a conocer a la grey cristiana...- Si e