MENÉNDEZ, Eduardo. La Parte Negada de La Cultura

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    EDUARDO L. MENNDEZ

    LA PARTE NEGADADE LA CULTURA

    Relativismo, diferencias y racismo

    2aedicin aumentada y corregida

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    Menndez, Eduardo L. La parte negada de la cultura. - 2a ed. - Rosario :Prohistoria Ediciones, 2010. 412 p. ; 21x14 cm. - (Biblioteca de Antropologa / GloriaRodrguez; 1)

    ISBN 978-987-1304-59-2

    1. Antropologa Cultural. I. Ttulo CDD 306

    Fecha de catalogacin: 17/06/2010

    Coleccin Biblioteca de Antropologa

    2010; prohistoriaediciones2aedicin: 500 ejemplares

    Advertencia: los conceptos vertidos por los autores son de su exclusiva responsabi-lidad y no representan necesariamente las opiniones de los editores.

    Queda prrohibida toda reproduccin, por cualquier medio.Todos los derechos reservados.

    Este libro se termin de imprimir en los talleres de Propuesta Grca, Cata-marca 1941 (Rosario), en el mes de junio de 2010.E-mail: [email protected]

    ISBN 978-987-1304-59-2

    Queda hecho el depsito que marca la Ley 11.723.Impreso en Argentina.Printed in Argentine.

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    ndice

    Presentacin a la Coleccin Biblioteca de Antropologa, 7

    Prlogo a la edicin argentina, 9

    Contra el olvido. A modo de prlogo, 13

    Introduccin, 25

    1. Deniciones, indeniciones y pequeos saberes, 35Antropologa social como saber diferenciado, 36 Crisis actual o crisispermanente: crisis eran las de antes, 47 Fascismo y antropologa o losusos ideolgicos de la etnicidad, 56 Hacia una reformulacin de la pers-

    pectiva antropolgica, 70 La prdida de la virginidad colonizadora: losaos sesenta, 77

    2. Las ausencias ideolgicas y el retorno de lo local, 93

    Las consecuencias paradjicas en el estudio del otro, 97 Hbridos, mi-grantes y multiculturales, 107 De hegemonas y homogeneidades, 112Teora de las prcticas, teora del discurso y teora de la intencionalidad,130 La recuperacin de lo local, 141 De la casi imposibilidad de

    pensar lo ideolgico, 152

    3. El clera: es slo una metfora?, 165

    El retorno de lo biolgico y la omisin de lo racial, 166 De etnicidadesy deslizamientos racistas, 176 El cuerpo y sus bondades, 186 Dndeestn las nieves de antao?, 192 Relativismo cultural y biologas locales,203 Los usos sociales y cientcos de las diferencias, 212 Interpretacio-nes o apropiaciones. La realidad como texto o como prctica social, 225

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    4. Uso y desuso de conceptos en antropologa social, 233El olvido como construccin, 234 La produccin de conceptos: una his-toria interminable, 243 xito y memoria: algunas interpretaciones, 254

    Erosiones, devaluaciones y resurgimientos, 260 Apropiacin acadmicay apropiacin social de conceptos, 272 La actualizacin continua del pre-sente, 278

    5. El punto de vista del actor. Homogeneidad, diferencia e historicidad, 291Propuestas relacionales, 292 Las recientes metodologas no son nuevas,303 El eterno retorno de la homogeneidad, 318 Otras voces y otros

    mbitos?, 326 El otro y su investigador, 334 El mono desnudo, 342Sujetos, experiencias y/o estructuras, 350 Las verdades particulares, 362

    6. Desaparicin y olvido: las posibilidades de la memoria, 367Muerte y desaparicin como procesos histricos, 370 El olvido comotcnica de vida, 380

    Bibliografa, 389

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    Presentacin a la Coleccin Biblioteca de Antropologa

    Perseo se envolva en un manto de niebla para per-seguir a los monstruos. Nosotros nos tapamos con

    nuestro embozo de niebla los odos y los ojos para nover ni or las monstruosidades y poder negarlas.

    Carlos Marx

    Conesa Lucien Febvre que el ttulo de su clebre de 1953 Los combates porla historia busc recordar lo que siempre hubo de militante en su vida. Revelatambin que, a pesar de que su tarea se consagr a construir mueblesslidos

    para la disciplina, en aquella ocasin recogi las virutasque haban quedado alpie del banco, para auxiliar a los historiadores, en especial a los ms jvenes.

    En esa especie de gua terico-metodolgica que constituye el mencionadolibro, Febvre advierte que el alma de papel del historiador ancada en eltrabajo sedentario, ocinesco y de papeleo est incompleta dado que los he-chos de la humanidad no son aprensibles meramente por medio de los textos.Preocupado por el ocio, este autor remarcaba que describir lo que se ve, to-dava pase, pero ver lo que se debe describir, eso s es difcil, ya que el hombreno se acuerda del pasado sino que siempre lo reconstruye. El problema que se

    plantea, entonces, es sobre qu fundamentos reconstruirlo, a lo que responde:

    sobre los slidos cimientos de lo que debe llamarse humanidad.Desde otro campo disciplinar,La parte negada de la culturade Eduardo

    Menndez repasa un conjunto de problemas de los que su autor se ha ocupadotenazmente. Este repaso lo lleva a preguntarse para qu el saber?. Menn-dez busca una respuesta intentando luchar contra el olvido, contra los proce-sos que tienden a que tanto los conceptos y las teoras como las prcticas devida se orienten hacia una permanente actualizacin del presente, que tiende a

    negar nuestra propia constitutividad como sujetos y como cultura.Hacemos nuestra esta preocupacin por la centralidad que ha adquirido

    dentro de la antropologa estepresentismo anrquico, cuya entronizacin en-tramp al mundo acadmico al degradar los anlisis explicativos bajo el ep-teto de reduccionistas. En ese proceso arrasador se secundarizaron aspectos

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    referidos a la estructura social, a los econmicos, polticos e ideolgicos; seopac la existencia de sectores sociales diferenciados, o bien se los reconocicomo meras variaciones cuyas diferencias deban ser recuperadas, pero sin

    remitirlas al contexto de hegemona /subalternidad dominante.Es dentro de relaciones sociales en trminos de hegemona y subalterni-

    dad, es donde se perpetran las negaciones, los olvidos, lo oculto y lo ocul-tado, donde se tensionan tanto las dimensiones tericas, como la de ordenprctico-ideolgicas.

    Por este motivo nos empeamos en iniciar con esta obra la Coleccin Bi-blioteca de Antropologa. Porque contribuye a pasar el cepillo a contrapelo a

    todas aqullas dimensiones, reconociendo la existencia de un campo de dispu-ta en el terreno disciplinar y la decisin de dar batalla en l con herramientasterico metodolgicas. Porque consideramos a este libro como parte de loscombates por la humanidad, y porque tampoco queremos olvidar que estosafanes han sido una caracterstica de la antropologa crtica latinoamericana, enla cual milit con fervor nuestro compaero, el Profesor Edgardo Garbulsky.

    Esperamos que las pginas que siguen queden ajadas. Que el libro se de-forme de tanto pasar de mano en mano. Se trata de la obra de un maestro quelejos de instilar el hasto busca irrumpir, arrasar y reconstruir.

    Tal es la vocacin de esta coleccin, que busca convocar a la lectura detextos fundamentales, solicitando atencin, acuerdo y disconformidad cola-boradora.

    GLORIARODRGUEZ

    Escuela de AntropologaUniversidad Nacional de Rosario

    Argentina, junio de 2010

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    Prlogo a la edicin argentina

    Si bien no conozco trabajo alguno acerca de cmo construir un prlogo, pare-

    cera que circula como una obviedad al interior del sentido comn acadmico

    y, por ello mismo, como conocimiento/desconocimiento de alguna lgica que

    garantice cierta pertinencia en su elaboracin. De todos modos, y ms all de lo

    que tal lgica pudiera signicar, no tengo dudas que esta inquietud se impone

    ante la responsabilidad que supone prologar el texto de uno de los ms impor-tantes referentes de la antropologa latinoamericana. Un texto en el que Eduardo

    Menndez despliega un conjunto de consideraciones tericas metodolgicas del

    quehacer antropolgico que, a mi entender, resultan imprescindibles en el de-

    bate contemporneo de las ciencias sociales y, por ello, en la formacin de los

    jvenes antroplogos del futuro. De ah que simplemente tratar de dar cuenta

    de ciertos efectos que su lectura me ha provocado tratando de evitar los riesgos

    que advirtiera T. Adorno ante la situacin de comentar el trabajo de un colega:

    el de comportarse como un pedante o como un parsito. Aunque, en realidad, la

    lectura que siempre hemos realizado de distintos trabajos de Eduardo Menndez

    y de este texto en particular, ms que para comentarlos ha sido por la necesidad

    de ubicar herramientas y concepciones que nos orientaran en nuestras prcticas

    de investigacin o en la experiencia de transmitir a los estudiantes perspecti-

    vas socioantropolgicas de cmo hacerlo. Por lo tanto, desde esta preocupacin

    slo mostrar algunas problemticas que el autor desarrolla con la intencin de

    poner de relieve un modo de entender y practicar el ocio antropolgico.En primer lugar, habra que decir que se trata de un texto que recorre una

    serie de problemas que, como el mismo autor reconoce, no se constituyen ex-clusivamente en el campo acadmico sino que remiten, tambin, a procesossociales, polticos e ideolgicos en un doble sentido. Por un lado, como proble-

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    mticas tericas metodolgicas que se generan en determinadas condicioneshistricas, institucionales, laborales de produccin de los conocimientos;por el otro, en tanto tambin se deslizan y circulan a nivel de la cotidianeidad

    social de una poca.En tal sentido, el texto va y viene en la historia de la antropologa sin dejar

    de entender tal cuestin como parte del contexto histrico en el que se produ-cen las mismas. Desde esta perspectiva identica distintos procesos de crisisen la disciplina a partir de los cuales se redenen los problemas, los sujetosde estudio y las modalidades de conocimiento. Ubica tres grandes procesosen los que trata de articular no mecnicamente situaciones de crisis a nivel

    general con movimientos de ruptura de las continuidades tericas e ideolgicasdominantes: la primera, en la dcada de 1930 y principios de 1940; la segundadesarrollada durante la dcada de 1960 y, nalmente, el malestar expresadodesde mediados de los aos setenta y durante los ochenta.

    A partir de esta permanente preocupacin por historizar las distintas pers-pectivas antropolgicas, E. Menndez va mostrando ciertos ncleos con-ceptuales que se repiten y olvidan, que retornan eternamente en el quehacerdisciplinar con la especicidad que adquiere en cada momento. As, prestar

    particular atencin a la persistencia del relativismo culturaly gnoseolgico,al retorno de lo local, del punto de vista del actor, de las etnicidades, de lo

    biolgico. El desarrollo de cada una de estas problemticas resulta uno de losaportes centrales del texto. A travs de ellas pone de relieve los contenidos yorientaciones acadmicas que tales ncleos fueron tomando en los distintoscontextos histricos y, simultneamente, muestra los deslizamientos que sehan dado en los usos sociales e ideolgicos de los mismos.

    Resulta importante destacar la perspectiva desde la cual el autor analiza,cuestiona, despliega estas problemticas en sus repeticiones y olvidos. Lo hace

    preocupado por consolidar un enfoque relacionaltendiente a no reducir las in-vestigaciones antropolgicas a perspectivas empiristas y ahistricas. Proponeno limitarse al punto de vista de un actor, sino analizar los diferentes sujetosque interactan en un campo problemtico; no quedar slo en las representa-ciones sino tambin vincularlas con las prcticas; no mostrar las diferencias

    tnicas, de gnero u otras omitiendo las desigualdades sociales y econmicas.A lo largo del texto insistir en la necesidad de considerar los procesos

    contextuales que puedan alterar la produccin de determinadas explicacionestericas as como la posibilidad de realizar ciertas investigaciones etnogr-cas. Una insistencia que conlleva a los necesarios controles y autocontroles

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    epistemolgicos vinculados a la congruencia metodolgica en relacin a losproblemas a investigar. E. Menndez plantea que, en los procesos de inves-tigacin, se debe conocer cmo se constituye el campo problemtico no slo

    a nivel terico metodolgico sino tambin en los usos y apropiaciones quecirculan en la vida cotidiana de los sujetos sociales. Es decir, reconocer en los

    problemas especcos de investigacin cmo se conguran y usan determi-nados conocimientos y, simultneamente, cmo las orientaciones dominantes

    pueden imponerse a los objetivos y concepciones del investigador. Al desta-car el carcter social de todo saber pone de relieve la importancia de incluirlos procesos sociales, econmicos, ideolgicos de una poca como parte de

    la produccin de conocimientos sin reducirlos a ellos. Propone analizar laproduccin y uso de un saber especco a partir de sus caractersticas y con-diciones intrnsecas. Segn sus palabras sera encontrar lo contextual en las

    prcticas y representaciones de dichos saberes lo que implicara no slo labsqueda de las lgicas sociales en las realizaciones de los propios actores,sino a reconocer que los saberes, y especialmente los saberes cientcos yacadmicos, tienden a ser apropiados por las diferentes fuerzas sociales queoperan en contextos especcos. Considerar esos deslizamientos de conoci-mientos en cada campo problemtico supone generar una permanente crticaterica metodolgica a lo largo de todo el proceso de investigacin: desde laformulacin del problema hasta el trabajo de campo, los modos de analizar,interpretar, explicar y presentar por escrito determinado conocimiento. Pensarla realidad social no slo desde las caractersticas explcitas, maniestas yevidentes, sino desde los aspectos marginales, triviales, irrelevantes y sobretodo convertidos en sentido comn.

    En sntesis, un texto fecundo que orienta el quehacer antropolgico y, a lavez, analiza en profundidad ncleos fuertes de la historia disciplinar como loson el relativismo cultural, la nocin de cultura como verdad; las perspecti-vas etnicistas con los deslizamientos racistas; el uso del punto de vista delactor como recurso nico en la construccin de conocimientos; las perspec-tivas particularistas centradas en lo localo las consecuencias paradjicas en el

    estudio del otro. Advierte, adems, sobre un conjunto de conceptos olvidadosy fuertemente estigmatizados en las ltimas dcadas como, por ejemplo, el declase socialo la incorporacin de la dimensin ideolgicaen los procesos deinvestigacin.

    Un texto indispensable que coloca una mirada crtica hacia las tendencias

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    empiristas, ahistricas y atericas o antitoricas que suelen retornar con dis-tintos ropajes al campo antropolgico. Por lo tanto, una referencia imprescin-dible en nuestro quehacer acadmico que nos obliga a no dejar en lo impensa-

    do lo que hacemos, en cmo lo hacemos y en los usos polticos e ideolgicosdel contexto en el que se inscribe aquello que construimos.

    ELENAL. ACHILLI

    Universidad Nacional de Rosario

    Argentina, 2010

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    Contra el olvido. A modo de prlogo

    Nos piden un prlogo. Con ellos, losseniorssuelen apoyar a losjuniorsquecomienzan su carrera. Otras veces son los discpulos quienes, tras la muerte delmaestro, amorosamente, preparan textos inditos para publicarlos pstuma-mente. Este prlogo no corresponde a ninguna de estas situaciones. Nos pidena los discpulos que presentemos al referente intelectual de nuestra generacin.

    No es tarea fcil, y la responsabilidad grande. Pero es una situacin interesan-te, porque nos obliga a reexionar acerca de las razones por las cuales alguiencomo Eduardo Menndez, uno de los escassimos y grandes tericos en laantropologa de la medicina actual, y aun de la antropologa contempornea,haya de ser presentado por sus discpulos. Qu sucede para que una de lasobras ms coherentes y con mayor capacidad potencial de inuencia sea tan

    poco conocida en el mundo de la ciencia social de hablas latinas, ms all delos cenculos de antroplogos mdicos o de antroplogos de Amrica Latina?

    Vale la pena reexionar, pues, sobre las paradojas de la marginalidad intelec-tual, y sobre el tristsimo panorama del mundo acadmico latino, incapaz dereaccionar ante la inteligente operacin comercial e intelectual que asegura lahegemona y el bussiness de los editores anglosajones.

    Supimos de Eduardo Menndez de manera harto accidental. Dolores Ju-liano envi en los primeros aos ochenta a Tarragona un manuscrito de unamigo suyo, argentino como ella, que viva en el exilio en Mxico. El texto era

    fascinante. Abordaba el problema de los grupos de ayuda mutua de un modoabsolutamente novedoso. En el panorama de la antropologa de la medicina in-ternacional de aquel tiempo, su enfoque iba mucho ms all de lo que producala antropologa de la medicina anglosajona coetnea. El artculo se public, yaprovechando que vena a Espaa pudimos tenerle entre nosotros en un semi-

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    nario. Como dice l mismo, la primera vez erais menos de media docena. Laclase fue espectacular. Inolvidable. Eduardo es un extraordinario comunicadoren un aula y participar con l en una clase es una experiencia que jams deja in-

    diferente. Son esas escasas vivencias que, al nal de nuestras vidas, continanpresentes y justican el hablar de la condicin de maestro.

    El impacto de Eduardo no fue slo la presentacin dramtica del discur-so. Para nosotros fue ms. Venamos de tres races intelectuales distintas, elculturalismo norteamericano, la social anthropologybritnica y las escuelasestructuralistas francesas, marxistas o no, pero sin que en la incipiente an-tropologa espaola de los ochenta hubiese ninguna idea muy precisa acer-

    ca del quehacer antropolgico. Por razones generacionales, los catalanesrechazbamos el culturalismo norteamericano, mientras que los madrileosnos movamos entre ste y lasocial anthropologybritnica. Pero la identidadantropolgica naciente trataba de diferenciarse a codazos de la historia y dela sociologa, y era escptica, cuando no hostil, a cualquier antropologa quetuviese demasiadas veleidades historicistas o que encarase demasiado las so-ciedades complejas no nativizadas. Pensar entonces en la posibilidad de unaantropologa de la medicina era entrar en un terreno que se desconoca ms alldel folclore mdico o de las relaciones entre magia, medicina y religin. En laAntropologa espaola, desde nales de los setenta, trabajar sobre manicomioso drogas o salud era cosa rara de gente rara. Adems, esa identidad rara e inclu-so cuestionada eso no es antropologa sobre objetos de estudio raros obli-gaba a plantearse un debate que, salvo algn antroplogo singular, como IgnasiTerradas, que entonces estaba en un departamento de Historia Contempornea,no era de recibo en la antropologa espaola hegemnica: es el problema del

    signicado de la historia en los procesos sociales y culturales. Qu historia yqu signicado? Terradas nos cont no hace mucho, en un coloquio, que habaledo a Gramsci en una estancia en Manchester, pero que, al redactar la edicincatalana de su texto, las referencias a Gramsci se omitieron, en cierto modo

    porque a nales de los setenta y en los primeros ochenta Gramsci era sostenidoapenas por algunos sectores de intelectuales prximos al PSUC, era una opcin

    poltica y no acadmica. Sin embargo, el gramscismo ms o menos sutil-

    mente oculto en Terradas encajaba con el abordaje de determinados procesoshistricos que afectaban los anlisis del sector salud en Espaa con unos pro-cesos de cambio muy signicativos y en los que los conceptos de hegemona ysubalternidad se presentaban como analticamente muy productivos.

    La llegada de Eduardo brind la posibilidad de legitimacin de una prc-

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    tica y unas posturas hasta entonces autodidactas y hurfanas. Nos trajo suobra, nos trajo a Gramsci, nos trajo a Ernesto de Martino, tras un viaje cir-cular de ms de treinta aos en que el gran sardo y el gran napolitano haban

    emigrado en los buques de la lnea Gnova-Buenos Aires, de la mano deexiliados y emigrantes. Eduardo llev consigo a Gramsci y a De Martino aMxico, en otro exilio. Y de all nos lleg tras su extrao periplo transatln-tico. En Tarragona, en un seminario memorable, Tullio Seppilli y Eduardo seencontraron y el crculo se cerr.

    La obra de Eduardo nos lleg al mismo tiempo que la de los norteamerica-nos, y por eso su inuencia nos permiti una lectura crtica de ellos ya esboza-

    da pero no consolidada antes. Eduardo refuerza la apuesta por una antropolo-ga crtica, que, sin negar jams el valor del culturalismo, era capaz de ponerloen su lugar revelando sus miserias y sus olvidos. Para europeos confrontadoscon la problemtica de la salud, no era posible asumir ni el folclore positivistareducido a una arqueologa de prcticas populares, sin que la denicin de

    popular quedase clara, ni una disertacin sobre las relaciones entre la diseasey la illness, entre la enfermedad y el padecer, que nos recordaba demasiadoa las facetas ms hueras de una cierta retrica fenomenolgica. Claro es quelas problemticas de buena parte de las investigaciones de Eduardo han sidoempricamente latinoamericanas, una identidad que le gusta vindicar y quese proyecta en su vida acadmica y profesional, pero su grandeza est en queesas problemticas abren las puertas para replantear completamente el modoen que en Espaa, y en la Europa del sur, deban construirse las problemticasde la antropologa mdica. No slo en trminos latinoamericanos, ya que susaportaciones tericas desbordan con mucho el marco de la explicacin de las

    realidades latinoamericanas. Gracias a sus textos, y sobre todo a su vindicacinde las caras ocultas de la cultura, comprendimos que stas se adaptan comoun guante al desvelamiento de las caras ocultas y a los secretos a voces de lasociedad y la cultura de este pas. Todo ello implica que nos sintamos especial-mente orgullosos de poder presentar el texto que nos ocupa.

    La parte negada de la culturaes un libro maduro, transparente y autntico.Su propio ttulo condensa su intencionalidad. Nos conduce, a lo largo de pgi-

    nas intensas, por una reexin terico-metodolgica que nos impele a pregun-tamos el porqu de los olvidos, las negaciones y las desapariciones en distintosniveles del conocimiento y desarrollo de las ciencias sociales en general y dela antropologa en particular. Nos lleva al lado oscuro de nuestra historia, denuestra identidad. La explicacin en trminos histricos de estas negaciones

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    y olvidos es el hilo conductor que organiza, de manera concreta y compleja,todo el texto. El subttulo Relativismo, diferencias y racismo nos remitea la discusin crtica de algunos de los presupuestos ms paradigmticos de

    la constitucin de la particularidad epistemolgica de la antropologa socialel anlisis de la diversidad y su a veces aparente correlato con la relatividadcultural, para hacernos reexionar sobre las formas de apropiacin histrico-polticas de algunos de nuestros ms queridos conceptos. Con esta apropiacinpierden su aparente y redentora virginidad terica, y nuestra identidad quecreamos rme se tambalea.

    Eduardo nos plantea, a travs de estas dos constantes analticas olvidos

    y apropiaciones, un libro coherente y lcido sobre las formas sociohistricasde construccin del conocimiento antropolgico y de algunos de los aspectosms relevantes de las formas de construccin de problemticas de las cienciassociales en general. Reclamando la necesidad de trabajar en las continuidadesy/o discontinuidades de estas problemticas, para subrayar que el procesode discontinuidad slo adquiere luminosidad explicativa si se pone en corres-pondencia con las formas sociopolticas de reproduccin social. Por ello, nosdemanda, a nosotros los cientcos sociales, que no olvidemos que la cons-truccin de nuestros saberes cientco-profesionales debe edicarse sobre lasconsecuencias sociales de los mismos y sobre la articulacin de stos con lasformas sociales de reproduccin de los sistemas sociales.

    Frente al olvido, la conciencia que deviene del anlisis riguroso de la his-toria de nuestras disciplinas. Frente al adanismo, la implicacin con unpasado no tan lejano, aunque opacado por su negacin y/o aparente inexis-tencia. Propuesta, pues, de reexividad crtica sobre el quehacer de los antro-

    plogos y otros cientcos sociales, pero muy alejada de otras corrientes a lamoda en las que la reexividad queda en un juego de anlisis de la retricadescontextualizado del uso que de los saberes sociales se hace por parte dedistintos sujetos y colectivos sociales. No encontramos en Menndez atis-bos de concesiones a ese mirarse el ombligo tan hegemnico en nuestrosdas y que supuestamente encierra una reexividad relativista y crtica. Por elcontrario, la apuesta se maniesta fuerte y vigorosa. El anlisis sobre los

    usos sociales de nuestro conocimiento no debera llevarnos por la va de ladestruccin del conocimiento, sino por la va que nos indique un camino msriguroso y efectivo, por lo tanto ms cientco, para explicar, comprender yproporcionar instrumentos que nos aseguren la posibilidad de un anlisis dela complejidad y la problematicidad. Ya que el abordaje de la complejidad de

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    forma problemtica es en denitiva lo que debera caracterizar la posibilidadde unas formas especcas de construccin del conocimiento de lo social yello desde una perspectiva en la que la historia juega un papel crucial tanto

    contra el olvido como contra la simplicidad.La importancia de este libro reside, desde nuestro punto de vista, en la

    recuperacin de los materiales que conforman los distintos captulos algunospublicados de manera parcial en artculos dispersos, que en su modicacin ynueva articulacin dan cuenta de la coherencia terico-metodolgica de un au-tor que desde la posicin de subalternidad que ocupa la antropologa mexicana

    como la nuestra es capaz de captar con una lucidez excepcional los distintos

    desarrollos epistemolgicos y tericos de las antropologas hegemnicas, conuna distancia no exenta de irona, que ponen sobre el tapete uno de los proble-mas ms interesantes de nuestra forma de conocer: la necesaria e ineludiblereexin sobre nuestros objetos-sujetos de investigacin, las formas tericasde abordarlos, su interdependencia con las tcnicas de conocimiento empricosocial, y las formas histricas y los procesos histrico-polticos en los que di-chos conocimientos adquieren su legitimidad y su hegemona.

    Al rastrear todo aquello que no se dijo, sobre lo que no se reexion, o quese abandon en un proceso de ocultamiento, nos desvela su no inocencia y/oaintencionalidad. En unos momentos histricos en los que el racismo cotidianose instala en nuestras conciencias y nuestras prcticas diarias, el ejercicio dereexividad crtica sobre las formas en las que el nazismo y el neorracismo

    biologicista utiliz el conocimiento antropolgico como forma de legitimacincientca de prcticas polticas de exclusin y asesinato masivo no es balady se adquiere una actualidad que creamos ya innecesaria. En el ltimo cap-

    tulo que cierra el libro, el autor reexiona en primera persona, con austeridadpero con valenta, para mostrarnos que los captulos precedentes son, en ltimainstancia, anlisis terico-metodolgicos que slo pueden corroborarse en lamedida en que el sujeto, en este caso el mismo Eduardo, ha sufrido los mismos

    procesos de olvido y negacin que son atribuibles a esa parte negada de lacultura, que todos constituimos y reproducimos en nuestro propio ser comosujetos sociales.

    Por todo elloLa parte negada de la culturaes un libro importante, que in-corpora a nuestro conocimiento cientco profesional una parte de la verdadque fue suprimida y ocultada por un proceso de legitimacin disciplinaria, enel que las conexiones de diferentes reexiones antropolgicas sobre la culturacon unos usos polticos y sociales de muy doloroso reconocimiento desapare-

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    ci. Pero en su intento de rescate de esta memoria oculta subyace una inten-cin poltico-acadmica en la que se nos recuerda que aquellas comunidades

    en este caso acadmicas, que olvidan su historia estn en condiciones de

    repetirla. Siendo, por ello, importante el anlisis de las continuidades/discon-tinuidades y sus correlaciones con procesos histricos y sociales especcoscomo contribucin a la reconstruccin de una forma de hacer antropologa quenunca ha estado al margen de los usos sociales que de ella se ha hecho. No fueas antes, ni lo es en la actualidad.

    Hemos tardado casi veinte aos, los discpulos de Eduardo, en conseguir elprimer libro de Eduardo Menndez que se publica en un circuito editorial nor-

    mal, es decir, por una editorial que distribuye coherentemente, que efectauna promocin de sus libros ms all de los lmites institucionales y que tieneuna estructura profesionalizada. Signica que la obra de Eduardo Menndez,salvo Morir de Alcohol(Menndez, 1990) que public Alianza Editorial enMxico pero que no distribuy en Europa, ha aparecido siempre en edicionesinstitucionales o en editoriales que fueron barridas hace ms de veinte aos porlas oleadas globalizadoras, por la censura derivada de los procesos militares enaquel continente. Hace treinta aos, en Barcelona y Madrid podamos accedera una gigantesca produccin editorial en castellano producida por Paids, porLosada, por el Fondo de Cultura Econmica, por Amorrortu y por tantas otrasiniciativas editoriales de Buenos Aires, Caracas o Mxico. Por esta razn, encastellano tenemos un fondo editorial en antropologa absolutamente impre-sionante, pero... que se cercena hace una veintena de aos. Esta produccineditorial ha dejado de funcionar, y en el momento en que crece ms la matr-cula de estudiantes de antropologa, cada vez menos editoriales se arriesgan a

    publicar... En este fondo la obra de Eduardo recorre el espacio intelectual enforma de estos samizdatsque son las fotocopias en la universidad actual. Aveces sin la referencia completa, a veces con hojas que se pierden en las manosdel copista. No est lejos su capilarpresenciaen la antropologa de la medicinaespaola de la imagen del intelectual medieval, cuyos discpulos editaban lasnotas de clase y de copista en copista las pasaban de mano en mano. Tampocoel recuerdo de las experiencias en clase con l. Yo le o una vez, fue espec-

    tacular. As pues, a pesar de Internet, a pesar de la globalizacin, las culturasminoritarias todas las que no se expresan en ingls y de resistenciavuelvena los viejos instrumentos de comunicacin, la palabra, la copia pasada de manoen mano. Por esto saludamos esta edicin. Mucho ms por cuanto el proyectoinicial fue publicar un readerque permitiese prescindir de lossamizdats. Pro-

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    Prlogo a la 1aedicin 19

    psito vano, puesto que abrimos la puerta a que Eduardo escribiera, a partir dealgunos escritos sueltos que nos han inuido. l nos ha devuelto una obra deuna pieza, una obra terica, no de antropologa de la medicina (aunque tam-

    bin), sino de antropologa general. Y est su nal. Para los que conocemos aEduardo desde hace mucho, mucho tiempo, el ltimo captulo nos produce unaextraa y penetrante fascinacin. Contiene las claves, los secretos, las vocesocultas de una obra extraordinaria, extremadamente humana. Comprendemoscon ella no slo al maestro bienquerido, sino tambin al hombre, al amigo.

    ROSARIOOTEGUIPASCUALUniversidad Complutense de Madrid

    JOSEPM. COMELLES

    Universitat Rovira i Virgili, Tarragona

    Madrid-Creixell, primavera de 2002

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    Para Ernesto de Martino y Guillermo Bonfl Batalla

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    Dnde qued el saber que perdimos con la informacin?

    T. S. Eliot, 1936

    En la generacin pasada, John Burnet escribi que de continuarlas tendencias actuales un especialista hablara de su materia slo a

    pocas personas en el mundo. En realidad antes de que pasara muchotiempo descubrira que slo sera posible hablar consigo mismo.

    C. Kluckhohn, 1957

    El discurso sobre el discurso me cansa, la escritura sobre la es-critura me aburre; encuentro que ello es fundamentalmente desespe-ranza, reconocimiento de derrota, nihilismo [...]; me pregunto si noestamos en presencia de una vasta misticacin.

    H. Lefebvre, 1976

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    Introduccin

    En este libro analizo una serie de problemticas que me han preocupado cons-tantemente, y que reaparecen de una u otra manera en la mayora de mis tra -

    bajos, ya que a lo largo de los ltimos veinte aos las mismas se me imponenms all de la especicidad del problema analizado.

    El relativismo cultural y gnoseolgico, el punto de vista del actor, los

    olvidos y negaciones en la produccin y uso de saberes, las relaciones entrerepresentaciones y prcticas tanto a nivel del saber popular como del saberacadmico, as como el uso social e ideolgico de dichos saberes observadoespecialmente a travs del racismo cotidiano y del racismo cientco, han

    persistido como problemas no slo de tipo terico, sino sobre todo prctico-ideolgico.

    Dichas problemticas las he descrito y analizado a travs de diferentes pro-cesos de salud/enfermedad en los cuales emerge la relacin entre lo cultural y

    lo biolgico en trminos de exclusin, negacin, integracin o deslizamientos,y donde el racismo o los etnicismos radicales aparecen como una posibilidadconstante no slo de los anlisis acadmicos, sino tambin de las prcticas so-ciales. Y es a travs de estos y otros problemas que recurrentemente descubrodeterminados espacios de la cultura que han sido negados explcita y, sobretodo, implcitamente por los encargados de describir y analizar-interpretar laC(c)ultura. En este texto la negacin ser observada en varios espacios de la

    vida acadmica y cotidiana, pero especialmente en aquellos donde los diversosconjuntos sociales producen, usan, transaccionan sus saberes sobre la muerte,la enfermedad, la cura.

    En mi quehacer ms o menos cotidiano las problemticas enumeradas noproceden o se constituyen exclusivamente a partir del campo acadmico, sino

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    que remiten a procesos sociales, polticos e ideolgicos desarrollados a travsde un amplio espectro de posibilidades que van desde la inclusin/referenciaa acciones sociales colectivas de diferente tipo, hasta la inclusin de las con-

    diciones sociales en la produccin de conocimiento. Desde esta perspectiva,mi relacin con los problemas analizados tiene un fuerte contenido biogrcoque no aparece explicitado en la mayora de los captulos, pero que trato dedesarrollar en el ltimo captulo al anudar algunos de los problemas analizadostericamente a mi propia trayectoria personal.

    Es en consecuencia a partir de mi experiencia y trabajo antropolgico queanalizar el olvido como proceso que opera no slo en la produccin-reproduc-

    cin de la vida de los conjuntos sociales, sino especialmente en la producciny uso del conocimiento acadmico. La descripcin y anlisis de problemas atravs de estos dos espacios, las realizo a partir de algunos supuestos que se ex-

    pondrn a lo largo del texto, pero cuya principal caracterstica reside en que lamayora de los mismos si bien son reconocidos y reiteradamente sealados porlas ms diversas tendencias terico-metodolgicas actuales, son sin embargoreiteradamente excluidos. As, por ejemplo, el saber acadmico y el saber delos conjuntos sociales respecto del denominado punto de vista del actor seconstruyen socialmente a travs de instituciones, grupos, situaciones que su-

    pondra, como casi todo el mundo reconoce, que dicha perspectiva del actordebera ser estudiada a travs de las representaciones y de las prcticas, pero,sin embargo, dicho punto de vista del actor reere casi siempre exclusiva-mente a las representaciones sociales de los actores sociales estudiados.

    Y lo mismo ocurre con las propuestas de describir y pensar la realidadsocial como sistema de transacciones sociales; considero que posiblemente

    nunca como ahora las diferentes concepciones terico-metodolgicas y losgrupos ms organizados de la sociedad civil han hablado tanto de relacionessociales en trminos de redes sociales, de procesos de autoayuda o de anlisis

    procesual de las problemticas analizadas, pero dentro de situaciones socialeso de etnografas donde, sin embargo, lo relacional no aparece, es referido aespacios virtuales o slo es incluido secundariamente, centrndose la accinsocial o el anlisis antropolgico en uno solo de los actores/agentes sociales, y

    no en las relaciones constituidas entre los diferentes actores signicativos queintervienen en una situacin o proceso determinado.

    Estas orientaciones no slo se dan en el saber de los conjuntos sociales,sino tambin en el saber acadmico. Los cientcos sociales se apropian dela trayectoria de su disciplina a travs de relatos que pueden ser bsicamente

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    expositivos o sumamente crticos, pero cuya caracterstica dominante es quese desarrollan respecto de las producciones tericas o sobre las etnografasanalticas o interpretativas, de las cuales se excluyen los procesos de produc-

    cin social, institucional, laboral de conocimiento. Dichas historias no slo nodescriben cmo se produjo la informacin obtenida o cul fue el tipo de rela-ciones tenidas por los investigadores con los informantes, para poder observara travs de su trabajo cmo se produjeron la descripcin y las explicacionestericas respecto de los problemas analizados, sino que tampoco dan cuen-ta de las condiciones polticas, sociales e ideolgicas dominantes en el lapsodurante el cual el antroplogo estudi su grupo y que consecuencias tuvieron

    para su etnografa. Ms an, toda una serie de antroplogos que trabajan desdehace aos sobre determinados grupos sociales se caracterizan por no conocerel lenguaje de la sociedad que estudian o de conocerlo de forma muy limitada,sin que esto aparezca reexionado sobre sus consecuencias en el tipo de in-formacin y de interpretaciones producidas, incluido el papel del lenguaje enlas relaciones de hegemona/subalternidad dentro de las cuales se desarrolla lainvestigacin.

    Las historias de la antropologa suelen excluir procesos sociales que afecta-ron crucialmente la produccin de saber disciplinario, hasta el punto que por lomenos algunos de los mismos desaparecen del currculum formativo de los an-troplogos.1Hace pocos aos, al desarrollar un seminario de doctorado sobreaspectos de la teora antropolgica utilizada entre 1970 y 1990, se me ocurrimencionar el Proyecto Camelot (Horowitz, 1968) a un curso conformado porunas veinte personas con una edad promedio de 35 aos. La mayora nuncahaba odo hablar de dicho proyecto, dos personas lo conocan de nombre y

    slo una persona tena idea de sus caractersticas y signicacin. Algo similarme ha ocurrido casi cada vez que analizo ciertos aspectos metodolgicos y tc-nicos del trabajo antropolgico con personas que se dedican a la denominadainvestigacin/accin, ya que al incluir la revisin de trabajos sobre procesosde salud/enfermedad/atencin, gestados dentro de la denominada antropologa

    1. Si bien, sobre todo autores localizados dentro del denominado postmodernismo,

    han analizado en los ltimos veinte aos el trabajo antropolgico, se han concentradoen observar como los antroplogos han construido sus textos, en los efectos retricosque intencionalmente o no desarrollan en su escritura, sin analizar el conjunto de losdiferentes pasos del trabajo antropolgico, as como su relacin con las condiciones ins-titucionales y sociohistricas donde se desarrolla no slo su escritura sino dicho trabajo(Boon, 1990, Geertz, 1988, Manganaro, 1992, Sangren, 1988).

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    aplicada, observo que la mayora de los que trabajan en investigacin partici-pativa no tienen mucha idea de la trayectoria y signicado de dichos trabajos,de los cuales sin embargo constituyen una continuidad/discontinuidad no slo

    en trminos de objetivos y de aproximaciones tcnicas, sino frecuentementeen trminos de sus orientaciones prctico-ideolgicas (Barrett, 1997; Harrison,ed., 1997; Menndez, 1970; Ugalde, 1985).

    El saber disciplinario, aunque no el trabajo, los antroplogos lo apren-demos de las representaciones sociotcnicas y no solo de las prcticas delquehacer profesional. Dicho saber se aprende aislado de por lo menos unaparte de los procesos que modicaron radicalmente el estatus acadmico, la

    orientacin metodolgica, el tipo de problemticas investigadas o inclusivela propia continuidad de la antropologa en ciertos contextos. De tal maneraque las historias de la antropologa, y ms an la enseanza de la misma,no incluye o lo hace de forma anecdtica procesos que alteraron no slo laproduccin de explicaciones tericas, sino tambin la posibilidad de realizarinvestigaciones etnogrcas.

    La cuestin, como veremos a lo largo de nuestro texto, no radica en tenerque incluir y conocer todos los antecedentes disciplinarios tanto en trminosdel imaginario antropolgico como del trabajo disciplinario, sino en tratarde tener una cierta congruencia metodolgica en funcin de los problemas ainvestigar. Y desde esta perspectiva uno debera manejar informacin sobrecmo se constituye el campo problemtico sobre el cual trabaja, no slo entrminos tericos y de la elaboracin prctica del saber, sino de los usos yapropiaciones del mismo. Lo cual puede posibilitar la construccin de auto-controles epistemolgicos e ideolgicos, que permitan por ejemplo reelaborar

    de forma relacional el uso de la perspectiva del actor o reconocer y explicar elsignicado de los deslizamientos etno-racistas en las representaciones y en lasprcticas sociales de los actores.

    Una aproximacin de este tipo puede conducir a reconocer a travs delanlisis de problemas especcos no slo cmo se construye y usan los sa-beres, sino cmo las orientaciones dominantes pueden imponerse a los ob-jetivos y concepciones del investigador. A travs del estudio del proceso de

    alcoholizacin (Menndez, 1985, 1990b), de la denominada medicina tradi-cional (Menndez, 1981 y 1990a) o de la participacin social en el procesosalud/enfermedad (Menndez, 1998a,) pudimos observar y concluir que elsaber antropolgico se construye y usa a travs de las representaciones so-

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    ciales, y a partir de este reconocimiento plantearnos e intentar desarrollar unaantropologa de las prcticas.

    Al sealar las negaciones y los olvidos, al subrayar el carcter social de

    todo saber aun del ms cientco y al observar la constante exclusin de lasprcticas no pretendo y lo subrayo desde el principio reducir el saber antro-polgico a sus decursos socioideolgicos o poltico-econmicos en trminosde sus relaciones con el colonialismo o el racismo por un lado o con el etnicis-mo o el feminismo por otro; es decir, a una correlacin casi exacta entre pro-yectos coloniales, neocoloniales y poscoloniales y proceso de conocimiento.

    No, lo que sealamos es la necesidad de incluir estos procesos como parte de

    la produccin de los saberes, aunque no reducindolos a ellos.Mientras que para una parte de los antroplogos el colonialismo, el neoco-

    lonialismo o el poscolonialismo no inuyeron en las caractersticas y orien-tacin de la produccin acadmica, para otros seran procesos decisivos en laconstitucin de esa produccin. Otras corrientes veran ms tarde al colonia-lismo o al poscolonialismo no como procesos que inciden directamente en la

    produccin de saber antropolgico, sino en el tipo de instituciones dentro delas cuales se piensa y se desarrolla el trabajo antropolgico. Como veremos,estas posibilidades son manejadas de tal manera que se excluyen mutuamenteen sus producciones especcas: as, Goody (1995) niega toda relacin de sa-

    ber entre colonialismo y antropologa, mientras Stauder (1993) la coloca en elncleo de la produccin del conocimiento disciplinario.

    Desde nuestra perspectiva me interesa sealar no slo el persistente mani-quesmo que domina la produccin de conocimiento, sino asumir que la signi-cacin del colonialismo, del racismo o del relativismo en la produccin cien-

    tca, debe ser analizada textual y contextualmente, pero bsicamente a travsde lo intrnseco de la produccin de un saber especco. Es en las etnografas,en la elaboracin de teoras, en la forma de realizar un trabajo de campo, en lostipos de nanciacin de las investigaciones, en la productividad a destajo quedominan actualmente en ciertos pases e instituciones, y en las relaciones esta-

    blecidas entre antroplogos/instituciones de los pases centrales y de los pasesperifricos, donde necesitamos observar la presencia intrnseca de los procesos

    y tendencias sealadas. Y esto no slo en la produccin de saberes cientcos,sino tambin en la produccin de saberes de los conjuntos sociales.

    La propuesta de analizar la produccin y el uso de saberes a partir de suscaractersticas y condiciones intrnsecas, inclusive de encontrar lo contextualen las prcticas y representaciones de dichos saber, implica no slo la bsque-

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    da de las lgicas sociales en las realizaciones de los propios actores, sino a re-conocer que los saberes, y especialmente los saberes cientcos y acadmicos,tienden a ser apropiados y no slo utilizados por las diferentes fuerzas sociales

    que operan en contextos especcos. Es en funcin de los procesos de produc-cin, uso y apropiacin de saberes que hemos analizado los deslizamientos queoperaron y siguen operando entre etnicidades y racismos, tanto a nivel delas teoras y explicaciones generadas por la produccin cientca, como a nivelde las prcticas clasistas, sexistas, tnicas o racistas de los conjuntos sociales,dado que no son las teoras o los saberes en s, sino la apropiacin y uso de losmismos por diferentes fuerzas sociales los que orientan dichos saberes y teo-

    ras hacia una variedad de consecuencias dentro de un juego de deslizamientosentre las diferencias, relativismos y racismos.

    Es a partir de estos sealamientos que hemos analizado la produccin yuso de teoras y prcticas racistas y etnicistas especialmente para el perodo1920-1940 en Alemania, tratando de observar la articulacin gestada entre la

    produccin cientca de ese perodo y los usos sociales y polticos de dichaproduccin. Tratamos de observar el juego de estas relaciones a travs de lascaractersticas intrnsecas de la produccin de conocimiento antropolgico,

    pero tambin biomdico, as como el desarrollo de propuestas tericas res-pecto del relativismo, del racismo o de las etnicidades muy similares a las queveremos desarrollarse a partir de los setenta tanto a nivel del saber acadmicocomo de determinados conjuntos sociales, y que en gran medida se expresana travs de ciertas orientaciones prctico-ideolgicas desarrolladas en los usosdel punto de vista del actor.

    Desde esta perspectiva, no pensamos el nazismo como un hecho excep-

    cional, marginal y/o patolgico de una nacin especca; por el contrario, loconsideramos como una de las realizaciones posibles de la sociedad denomi-nada occidental; como un proceso que llev casi a sus ltimas (?) conse-cuencias las representaciones y prcticas racistas y etnicistas desarrolladas porlos conjuntos sociales, pero tambin de los sectores acadmicos y cientcos,que estaban normalizadas dentro de las sociedades occidentales de ms altonivel de desarrollo no slo econmico, sino cientco. El anlisis del nazismo

    y sus formas no slo sociales sino cientcas de denir, investigar y utilizar lasdiferencias, el racismo y la etnicidad nos permite observar cmo determina-dos juegos intelectuales y acadmicos aparentemente triviales constituyen sinembargo potenciales procesos cuyas consecuencias oscilan entre la ridiculezy el llanto. Los juegos etnomdicos actuales sobre biologicismos, cuerpos y

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    padeceres locales desconocen o al menos no asumen en sus trabajos las con-secuencias en las que terminaron las concepciones sobre biologas y cuerposlocales apropiadas y usadas no slo por el rgimen nacionalsocialista, sino

    por los profesionales y acadmicos alemanes.El descubrimiento de que los padeceres se expresan siempre o casi siempre

    a travs de representaciones y prcticas locales culturales, y el cuestionamientoa orientaciones cientcas que desconocen o critican esta dinmica, debe serreferida no slo al saber en s, sino a las fuerzas sociales que pueden apropiarsey utilizar determinadas concepciones y prcticas. Subrayo, para evitar malosentendidos, que no estoy desconociendo la posibilidad de que todo padecer

    se constituye y expresa a travs de caractersticas locales tanto en trminosde sujeto como de cultura, y menos an pretendo reducir nuestros anlisis auna suerte de crtica o ataque unilateral a la produccin acadmica de conoci-miento, sino que propongo referir dichas interpretaciones sobre las biologaslocales o sobre los relativismos no slo a la produccin de conocimiento sinoa sus usos y apropiaciones sociales.

    Considero que el nfasis colocado actualmente en el papel de la tica enlas actividades cientcas y profesionales reconoce tcita o abiertamente lasconsecuencias de este proceso de apropiacin, pero reduciendo muy frecuen-temente la cuestin tica a su desarrollo en simposios interesantes y/o en elllenado burocrtico de formularios de investigacin donde los investigadoresse comprometen a trabajar ticamente. Las propuestas de etnicidad en la inves-tigacin cientca en general y en las investigaciones biomdicas y antropol-gicas en particular se desarrollan en su mayora desconociendo la existencia deun proceso de continuidad/discontinuidad histrico, segn el cual intermiten-

    temente se demanda la necesidad de requisitos y prcticas ticas, para ser olvi-dados a los pocos aos y a veces meses. A mediados de los cuarenta la cuestintica emergi como relevante en funcin de la experiencia de la ciencia bajo elnazismo y debido a la investigacin y uso de la energa atmica, en los EstadosUnidos, colocando en primer plano la responsabilidad no slo de los intelec-tuales sino de los cientcos, dentro de un mundo donde todava una partede los cientcos se consideraban y eran considerados como intelectuales y

    no exclusivamente como profesionales. Durante este lapso se observ que lasdisciplinas ms utilizadas y apropiadas por las fuerzas econmicas, polticase ideolgicas no eran las ciencias sociales y antropolgicas, sino las cienciasdenominadas duras, es decir, las ms identicadas con la metodologa cien-

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    tca, la biologa, la bioqumica, la biomedicina o la fsica, lo cual fue y es tanobvio que tiende a ser reiteradamente negado.

    Desde mediados de los cincuenta y sobre todo durante los sesenta la cues-

    tin tica volvi a reaparecer a travs de toda una variedad de casos, cuyasprincipales expresiones fueron el Proyecto Camelot; el uso de la psiquiatracomo instrumento de control social y poltico en la Unin Sovitica, pero tam-bin en determinados pases capitalistas, pasando por las consecuencias de lainvestigacin biomdica en sus experimentos con seres humanos, y la apli-cacin de la ciencia a la industria de guerra, especialmente en Vietnam. Peroeste proceso tambin se fue olvidando, para reaparecer durante los noventa en

    funcin de aspectos referidos al sida, a la salud reproductiva y especialmentea la investigacin gentica. En este proceso de continuidad/discontinuidad sefue normalizando el reconocimiento de que la ciencia ser inevitablemente uti-lizada por los que tienen los medios econmicos para transformar los descubri-mientos en medicamentos, artculos de belleza, alimentos o armas disuasivas.La apropiacin de la produccin cientca por fuerzas sociales y econmicasaparece como un hecho dado, de tal manera que la reaparicin actual de lotico concierne sobre todo a que el investigador haga ticamente su trabajo,ms que a cmo sern utilizadas las investigaciones, para qu y por quin.El proceso de profesionalizacin y burocratizacin del quehacer cientco entodas sus ramas sera, segn diversos autores, expresin y condicin de estaorientacin.

    Para intentar superar los maniquesmos, los olvidos, las negaciones, y talvez el proceso de burocratizacin de los saberes, necesitamos desarrollar yaplicar toda una serie de dispositivos que operen desde la formulacin del

    problema, hasta el momento del trabajo de campo, pasando por las manerasde describir y analizar/interpretar la informacin y/o la accin/investigacin.Toda una serie de esos dispositivos corresponde a pensar y trabajar sobre larealidad a partir de lo obvio, es decir, desde una perspectiva que describela realidad no slo desde las caractersticas explcitas, maniestas y evidentes,sino desde los aspectos marginales, triviales, irrelevantes y sobre todo conver-tidos en sentido comn.

    En ltima instancia, la intencionalidad de trabajar sobre lo local y la situa-cionalidad de los actores reere a una concepcin que busca, por ejemplo, des-cubrir y encontrar las relaciones racistas o de poder no slo donde el racismoo el poder aparecen expresamente planteados, sino a travs de los espacios demuy diverso tipo donde el poder o el racismo se desarrollan larvada y opaca-

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    damente y frecuentemente en trminos no racistas ni de poder. La propuestade que el poder, la religin o la economa estn en todas partes, y no slo enlos procesos y sujetos especcos debe ser buscada en una vieja concepcin

    antropolgica que remita a la fuerte creencia disciplinaria y subrayo lo decreencia de que en las sociedades etnogrcas exista una dbil divisin deltrabajo. En ellas operaba una suerte de indiferenciacin holstica de tal mane-ra que era muy difcil establecer campos especcos, dado que todos estabansaturados, por los procesos que integraban y articulaban la sociedad, principal-mente en trminos de religin, parentesco y/o economa.

    Mi eleccin del proceso de salud/enfermedad/atencin como campo de

    signicacin y accin obedece en gran medida a dicha concepcin; dado quedesde la trayectoria de enfermedad o desde la relacin mdico/paciente, perotambin desde las relaciones establecidas en torno a la muerte en el interiordel grupo domstico o de las actividades de grupos feministas respecto de los

    padeceres de gnero podemos describir las relaciones, concepcin y uso delpoder o del racismo cotidiano. Esto no supone excluir el inters por el proble-ma del poder o del racismo en aquellos lugares donde explcitamente emergeny funcionan en tanto poder o racismo, sino incluir su anlisis a travs de otrosespacios marginales donde el poder y el racismo se revelan tal vez de formams decisiva y signicativa. Es en funcin de esta perspectiva que hemos des-crito y analizado procesos de racismo intersticial as como de biologizacin y

    biomedicalizacin de la vida cotidiana, a travs de representaciones y prcticasgeneradas en los procesos transaccionales que operan entre los conjuntos so-ciales, el saber biomdico y las empresas productoras y comercializadoras delos productos devenidos de la investigacin cientca y tcnica2.

    Este libro debe muchas cosas a muchas personas a las que unico en midedicatoria a Ernesto de Martino en funcin del papel protagnico que tuvo enmi formacin a la distancia y sobre todo en mi apropiacin de determinadas

    propuestas gramscianas, y a Guillermo Bonl debido especialmente a la no-table congruencia que evidencia su proyecto de antropologa y su trayectoriade vida.

    La mayora de los trabajos fueron publicados previamente, pero en su to-

    2. Si bien mi texto reere a la produccin antropolgica, la misma est pensadabsicamente desde Amrica Latina, y ms especcamente desde Mxico y Argentina,pero a partir de una relacin con la produccin norteamericana y con la de varios paseseuropeos y particularmente con la espaola.

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    talidad han sido repensados y reescritos; as, los tres primeros captulos cons-tituyen una ampliacin del artculo Deniciones, indeniciones y pequeossaberes (Alteridades, 1 (1), pp. 21-32, 1991); el cuarto reere a Usos y desu-

    sos de conceptos: dnde quedaron los olvidos (Alteridades, 9 (17), pp. 147-164); el captulo quinto reere a El punto de vista del actor. Homogeneidad,diferencia e historicidad (Relaciones, 69, pp. 239-270, 1997), y el ltimo ca-

    ptulo fue preparado inicialmente para ser presentado en un simposio realizadoen 1998.3

    3. Esta constituye la segunda edicin corregida y aumentada del texto publicado en el2002.

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    1.Deniciones, indeniciones y pequeos saberes

    La antropologa social se caracteriza actualmente por varios procesos, entre loscuales sobresale la situacin de crisis y/o de malestar permanente, que desdemediados de los setenta se ha instalado como parte de la perspectiva antropo-lgica. Este y otros hechos, como el proceso de especializacin o la continuay casi interminable inclusin de nuevos sujetos/objetos de estudio, han condu-

    cido a cuestionar la unidad de la antropologa, a dudar en trminos epistemo-lgicos sobre su legitimidad como ciencia diferenciada, e incluso a plantear larazn de ser de esta disciplina no slo en trminos cientcos, sino a travs dereexiones sobre las casi inevitables implicaciones ideolgicas y/o ticas deltrabajo antropolgico.

    Pero ni esta crisis o malestar es nico en la trayectoria de la antropologa,ni esta disciplina se caracteriza histricamente por haber denido su especici-dad exclusivamente a partir de criterios epistemolgicos;1ms an, ni siquiera

    la posible muerte de la antropologa es un proceso nuevo, sino slo parte de

    1. En la dcada de 1950 G. Gusdorf sealaba que en un texto norteamericano compi-lado por A. Kroeber Anthropological Today(1953) se intent dar cuenta del estadoactual de los estudios antropolgicos a travs de las contribuciones de un centenar deespecialistas de muy diferentes campos, donde cada uno desarrollaba el estado de suespecialidad sin relacin con el resto, lo cual daba la imagen de una disciplina no de-nida en trminos epistemolgicos, como reconoce uno de los colaboradores al sealar:

    No creo que la antropologa constituya una entidad distinta, como la fsica; es sim-plemente un lugar al que conuyen las personas interesadas por el hombre. Gusdorfincluye otras deniciones, y concluye: Lo lamentable es que deniciones como las deStrauss, Linton o Kroeber constituyen una confesin de impotencia epistemolgica, yaque una vez admitido que la antropologa es una ciencia cuyo inters es el hombre, unose pregunta qu puede diferenciarla de todas las otras ciencias (1959, p. 68).

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    nuestros olvidos (Worsley, 1970). Desde su creacin, el estatus de nuestra dis-ciplina se deni a travs de las condiciones econmico-polticas, ideolgico-culturales e institucionales que dominaban las relaciones entre los pases capi-

    talistas desarrollados y las sociedades perifricas, y que fueron estableciendoel contenido, los problemas, los sujetos de estudio y las metodologas antro-polgicas. Pero hasta las dcadas de 1950 y 1960 este transparente proceso dearticulacin entre las condiciones sociales y la produccin de conocimiento nopreocup demasiado a los antroplogos ni alter su conanza en la disciplina,y no porque no fuera evidente, sino porque el trabajo antropolgico se basabaen evidencias reconocidas como dadas y no como dudas.

    Los antroplogos comenzaron a vivir su disciplina en trminos de malestarms o menos permanente cuando dejaron de aceptar acrticamente o al menoscomo obvias las condiciones sociales dentro de las cuales se constituyeronsu sujeto (objeto) de estudio y las relaciones no slo cientcas sino sociales eideolgicas establecidas con dichos sujetos.

    Antropologa social como saber diferenciado

    A partir de fechas relativamente recientes los antroplogos problematizaronla especicidad y la legitimidad de su disciplina para estudiar determinadosproblemas y sujetos. Este proceso se reere al conjunto de las disciplinas so-ciohistricas, y especialmente a la creciente dicultad de establecer fronterasy, por lo tanto, campos propios y diferenciados; pero en el caso de la antropolo-

    ga el malestar ha sido consecuencia de la continua inclusin de nuevos sujetosy problemas, y de la incertidumbre sobre cules son realmente sus aportes yfunciones, dado que la casi totalidad de los sujetos se caracteriza no slo porsu subalternidad y/o su diferencia, sino por vivir su cultura en condiciones depobreza, de marginacin y de discriminacin.

    Esta situacin de malestar emerge paradjicamente durante un perodo enel cual la antropologa aparece como una disciplina reconocida por sus aportes

    diferenciales respecto del conjunto de las ciencias sociales e histricas, dadoque algunas de sus caractersticas ms distintivas, como el nfasis en lo hols-tico, en lo cualitativo, en lo local, en la etnografa, en lo simblico, emergenen los aos sesenta y setenta como posibilidades terico-metodolgicas parala descripcin e interpretacin de los procesos sociales, en un momento en

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    que son cuestionadas las tendencias tericas y metodolgicas predominantes anivel de la generalidad de las ciencias sociales e histricas.

    Este proceso se expresa adems en la expansin institucional de la antro-

    pologa en pases como Brasil, Espaa o Mxico, as como en el incrementode institutos, departamentos, revistas especializadas, congresos y nmero deantroplogos activos en los pases centrales, en los cuales se desarrolla un pro-ceso de profesionalizacin que ir limitando o inhibiendo la capacidad crticade nuestra disciplina, o la reducir casi exclusivamente a la crtica cultural. Si

    bien estas tendencias se observan con mayor transparencia en la antropologanorteamericana, tambin se evidencian en las antropologas perifricas, y es-

    pecialmente en la producida en los pases latinoamericanos, donde casi parecehaber desaparecido la reexin crtica sobre el quehacer disciplinario.

    Este proceso de profesionalizacin y de malestar se relacionan con eldescubrimiento, durante los aos sesenta y principios de los setenta, de quenuestra disciplina era difcil de ser legitimada en trminos epistemolgicos,y que su diferenciacin y autonoma estaban basadas en un proceso de insti-tucionalizacin acadmica articulado a determinados procesos ideolgicos yeconmico-polticos. Esto no signicaba, por supuesto, negar el desarrollo delconocimiento antropolgico a partir de objetivos acadmicos, sino asumir quedicho conocimiento era inseparable de las condiciones sociales e histricasdentro de las cuales se instituy.

    Considero que la reexin antropolgica referida a s misma no basta paralegitimar su diferenciacin, y menos si tal reexin aparece escindida de laconstruccin del conjunto de disciplinas sociohistricas que se establecierony diferenciaron durante los siglos XIXy XX. Y este proceso, a su vez, resulta

    poco comprensible si no se lo remite al contexto histrico-social en el que seinstitucionalizaron estas disciplinas.

    La relacin entre contexto social y produccin de conocimiento es evidentedesde la constitucin de la antropologa como disciplina diferenciada, ya quetanto las deniciones de su objeto de estudio inicial el primitivo comolas primeras problemticas organizadas en torno al mismo, y que reeren cen-tralmente a la evolucin y/o difusin de la cultura, expresan no slo intereses

    acadmicos, sino concepciones ideolgicas respecto de un sujeto de estudio,cuyas caractersticas posibilitan y justican tanto la prioridad de la cultura oc-cidental, como la fundamentacin de su expansin y dominacin a travs de

    presupuestos ideolgicos utilizados como si fueran criterios cientcos (Me-nndez, 1968, 1969 y 1971). Desde esta perspectiva debe asumirse que las

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    principales ciencias sociales se organizan a partir de una divisin tcnica eideolgica del trabajo intelectual que, por una parte, remite a las sociedadescomplejas, civilizadas, desarrolladasrespecto de las cuales se constituyeron

    la sociologa, las ciencias polticas, la economa y, en gran medida, la historia,y por otra, remite a las sociedadesprimitivas, grafas, no complejas, etnogr-

    fcasque seran el objeto de estudio de la antropologa. De tal manera que seconstituyen casi simultneamente un grupo de disciplinas para el estudio deNosotros, es decir, los civilizados, y una disciplina para el estudio de Losotros, es decir, los primitivos, con una particularidad que tanto el estudio deNosotros como el de Los otros es desarrollado inicialmente por investiga-

    dores de los pases centrales (Nosotros), los cuales mantendrn la hegemo-na en la produccin terica y etnogrca durante todo el desarrollo de nuestradisciplina hasta la actualidad.

    Pero adems, casi desde el principio los antroplogos se arrogaron la capa-cidad de estudiar todos los aspectos de la cultura del otro, lo cual favoreci elmantenimiento hasta la actualidad de una perspectiva holstica, al menos comoreferente imaginario. Esta orientacin, que a nivel del conjunto de las cienciassociales slo permaneci en la antropologa, obedeci inicialmente al dominiode una concepcin que asuma implcita o explcitamente que las culturas estu-diadas por nuestra disciplina se caracterizaban por su simplicidad comparadascon la cultura occidental. El reconocimiento de una escasa y/o menor divisindel trabajo y de la cultura en esas sociedades potenci la posibilidad de queuna sola persona las describiera y analizara en su conjunto.

    En funcin de su situacionalidad econmico-poltica, especialmente re-ferida a la expansin colonial y, por supuesto, de tradiciones acadmicas,

    las principales sociedades dentro de las cuales se desarroll nuestra disciplinaimpulsaron antropologas nacionales caracterizadas por el dominio de deter-minadas problemticas y teoras. No debe considerarse un hecho secundarioy/o anecdtico que la antropologa y las ciencias sociales alemanas impulsaransobre todo concepciones tericas historicistas cclicas o morfologistas y feno-menolgicas frente al evolucionismo y funcionalismo de las corrientes britni-cas, lo cual no slo expresa la existencia de tendencias tericas diferenciadas,

    sino que expresa algo que me interesa subrayar, la existencia inicial de varioscentros de produccin antropolgica (Inglaterra, Francia, Alemania, EstadosUnidos) con similar signicacin, que adems utilizaban marcos tericos refe-renciales diferentes directamente relacionados con su situacionalidad histrica.Si bien la antropologa britnica aparece inicialmente como la ms importante,

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    no se observa que ninguno de esos pases evidencie una situacin hegemnicarespecto de los dems durante el perodo fundacional. Durante este lapso, yhasta fechas relativamente recientes, la produccin antropolgica se expres a

    travs de tres idiomas bsicos, el ingls, el francs y el alemn.Pero esta situacin inicial, que iba a dar lugar a la constitucin del modelo

    antropolgico reconstructivo o conjetural, se continu a travs de todo el desa-rrollo de la produccin antropolgica, en la medida en que la inuencia mutuade los procesos acadmicos y sociales ser constante en las modicaciones delos sujetos de estudio, de los problemas, de las metodologas, e incluso de lasorientaciones terico-ideolgicas utilizadas por nuestra disciplina a nivel ge-

    neral y nacional. El impacto de los procesos sociales se observa en cuestionestan centrales como el peso dado a la etnografa por las diferentes antropologasnacionales y la pertenencia o no a pases con reas de dominacin colonialexterna y/o interna. Y as observamos que un pas como Alemania, que inicial-mente desarroll un intenso trabajo etnogrco-etnolgico a travs de autorescomo Bastian o Frobenius, al quedarse sin colonias como consecuencia de suderrota en la denominada primera guerra mundial (1914-1918), no slo redujosu trabajo etnogrco e hipertro el quehacer etnolgico de gabinete, sinoque orient parte de su reexin antropolgica hacia su propia situacin na-cional a travs de los estudios del Volkunde, es decir, de los grupos popularesy folks.

    Debe subrayarse que Alemania gest desde nales del siglo XIXla prime-ra tendencia antropolgica que realmente articul el trabajo de campo y lareexin terica a partir de un solo sujeto llamado etnlogo, lo cual se iba aexpresar ulteriormente a travs de la obra del antroplogo alemn Boas, quien

    impuls e institucionaliz esta forma de trabajo dentro de la antropologa nor-teamericana. La focalizacin de Boas en el trabajo etnogrco y en el estudiode reas culturales caracterizadas por su continuidad histrica y espacial, envez de investigar ciclos culturales de difusin mundial como ocurra en la et-nologa alemana, expresa la adecuacin de la tradicin acadmica a las nuevascondiciones encontradas en Estados Unidos, donde los sujetos de estudio dela antropologa residan todava en amplias zonas del pas, y se caracterizaban

    por su continuidad histrica y geogrca.Considero que la relacin entre condiciones econmico-polticas e ideo-

    lgicas y produccin de conocimiento eran tan obvias en nuestra disciplinaque no fue negada sino asumida como parte normal de las relaciones esta-

    blecidas entre las sociedades occidentales y los grupos primitivos, mxime

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    cuando las teoras dominantes entre 1880 y 1920 tendan a fundamentar lasuperioridad de la sociedad occidental.

    Si bien el desarrollo ulterior de nuestra disciplina se caracterizar por la

    crtica de dichas teoras y por la propuesta de perspectivas que rehabilitarn lascaractersticas de los grupos estudiados, que darn cuenta de su complejidadcultural y, sobre todo, de sus lgicas diferenciales, las propuestas sern atribui-das exclusivamente a la trayectoria de la antropologa en s, y no a la articula-cin de sta con los procesos econmico-polticos e ideolgicos que contribu-yeron a cuestionar las concepciones evolucionistas y a favorecer el desarrollode los planteamientos relativistas. La denominada primera guerra mundial no

    slo dej a Alemania sin colonias, sino que constituy posiblemente el princi-pal referente macrosocial y experiencial de las crticas al evolucionismo, a laidea de progreso y al tipo de racionalidad asociada al pensamiento occidental.

    Hechos tan obvios como que la antropologa se desarrolla bsicamente enpases con imperios coloniales o con reas de colonialismo interno, que la pr-dida de los dominios coloniales reorient el quehacer antropolgico, o que lasteoras de la aculturacin sobre todo en sus aspectos de antropologa aplicadaelaboradas entre los aos treinta y cincuenta impulsaron determinadas lneasideolgicas de desarrollo social, no fueron asumidas sino excepcionalmentepor un quehacer antropolgico que expresaba conscientemente o no las con-cepciones sociales hegemnicas de sus sociedades de pertenencia, incluidassus nociones de evolucin (desarrollo) social.

    El reconocimiento y la crtica de estas negaciones o, mejor dicho, arma-ciones profesionales se darn bsicamente durante los aos cincuenta y sesen-ta, y en gran medida el malestar actual de la antropologa reere por lo menos

    en parte al descubrimiento de que tanto sus padres fundadores, como laspropuestas desarrolladas entre los aos veinte y cincuenta, as como la trans-formacin de sus sujetos de estudio y su propia situacionalidad respecto delos mismos, fueron constantemente orientados y/o condicionados por procesoseconmico-polticos e ideolgicos. Pero mientras en los sesenta se pensaba enla produccin de un saber antropolgico que incluyera y superara dichoscondicionamientos, a partir de los setenta y, sobre todo, de los ochenta, se de-

    cide convivir ms o menos cnica y/o profesionalmente con los mismos. Comoveremos ms adelante la articulacin empirismo/posmodernismo etnogrcoconsolidar una perspectiva segn la cual lo dado aparece legitimado por lahegemona de una concepcin relativista de la realidad.

    A partir de estos y otros procesos las ciencias antropolgicas se constitu-

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    yeron en torno al primitivo, pero en la medida en que este sujeto fue mo-dicando y diferenciando sus caractersticas socioculturales, la antropologanecesit incluir constantemente nuevos actores. Y as en la dcada de 1930,

    adems de los primitivos, la antropologa estudi grupos tnicos y grupos fo-lks, en los aos cuarenta pas a incluir protagnicamente al campesinado, enlos cincuenta a los marginales urbanos y en los sesenta a diferentes estratos(clases) sociales.2Una amplia variedad de procesos sociales condujo a la mo-dicacin de los sujetos de estudio de nuestra disciplina; estos procesos vandesde las consecuencias de la migracin rural urbana, donde una parte de losprimitivos y de los grupos tnicos se convertirn en marginales urbanos,

    hasta el cambio en el estatus de los sujetos dentro de la sociedad global, dondeuna parte de los grupos tnicos pasarn a ser considerados campesinado. Peroadems estos sujetos, que eran pensados en trminos locales y ms o menosaislados, se modicaron en funcin de los cambios operados en el estatus delas sociedades de las cuales formaban parte, y de sociedades tribales pasaron aser sociedades complejas y sucesivamente pases subdesarrollados o en vasde desarrollo, pases del tercer mundo y ms tarde economas (naciones?)emergentes.

    A su vez, algunas de estas modicaciones tendrn que ver con el desa-rrollo de especialidades que propondrn sus propios sujetos de estudio hastaentonces ignorados o incluidos en categoras generales. Y as, por ejemplo, laantropologa mdica propondr como sujetos de estudio a los curadores y a losenfermos, y desarrollar nuevas unidades de descripcin y anlisis como elhospital o las instituciones de seguridad social. stos no slo son cambios dedenominacin, sino que implicaron modicaciones en las problemticas, las

    teoras y las tcnicas antropolgicas.Simultneamente, estos cambios suponen al menos en algunos contextos

    redeniciones del sujeto que estudia el antroplogo respecto de la sociedad dedonde proceden los antroplogos, ya que en los contextos africanos o asiticosel sujeto pasa de ser un miembro de una sociedad colonizada o dominada a sermiembro de una sociedad con estatus de independencia poltica al menos entrminos formales. Este nuevo estatus dar lugar a la modicacin de las re-

    laciones antroplogo/sujeto de estudio a partir de las diferentes situaciones en

    2. Los antroplogos ya venan estudiando estratos sociales urbanos y campesinos des-de la dcada de 1920, pero estos trabajos todava no constituan una tendencia sosteni-da.

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    las cuales dicha relacin opera, y supondrn desde el incremento de relacionessimtricas o equidistantes hasta situaciones de rechazo de la relacin investiga-dor/sujeto de estudio por parte de los sujetos estudiados, que en algunos casos,

    sobre todo a partir de la dcada de los cincuenta, concluirn con la expulsin oincluso con la muerte del antroplogo. `

    Pero adems las modicaciones en el sujeto de estudio expondrn al antro-plogo a situaciones en las que se modica su propio estatus socioprofesional.Desde la perspectiva de las relaciones sociales dominantes no es lo mismoestudiar antropolgicamente a una curandera herbolaria de un grupo tnicosubalterno que investigar a mdicos que trabajan en atencin primaria, en un

    tercer nivel de atencin o en un instituto de investigacin biomdica. Las rela-ciones asimtricas caractersticas del trabajo antropolgico pueden invertirse,conduciendo, por ejemplo, a modicar no slo el rol del antroplogo sino sustcnicas de investigacin.

    Este proceso de modicacin de sujetos y problemas, que a partir de lostreinta aparece como una constante, fue en cierta medida conjurado por la an-tropologa al generar una serie de orientaciones tericas que tendieron a pro-ducir un sujeto (objeto) de estudio caracterizado por una serie de rasgos que lohomogeneizaban, y ello pese a los cambios profundos y rpidos que se estabandando dentro del mundo perifrico. La antropologa coloc en ese momento(1920-1950) su refundacin acadmica, pasando la produccin de dicho pero-do a ser considerada como la antropologa. Durante ese lapso se desarrolla-rn diversas tendencias tericas especialmente el funcionalismo britnico y elculturalismo norteamericano que conguraron lo que denomino modelo antro-

    polgico clsico (MAC)3, y que producirn los principios identicadores de la

    antropologa no slo en trminos de ciencia diferenciada, sino en trminos deimaginario profesional.

    La institucionalizacin de esta manera de pensar y hacer antropologa con-dujo a reconocer las modicaciones en el sujeto de estudio, pero al mismotiempo a secundarizar o directamente no incluir dichas modicaciones en el

    proceso de produccin antropolgica; de tal manera que la situacin colonial o

    3. Mis anlisis del modelo conjetural y del modelo antropolgico clsico los desarro-ll entre 1965 y 1976 a travs de cursos, seminarios e investigaciones que dieron lugara la elaboracin de tres trabajos, pero dada mi salida de Argentina en 1976 debido a ladictadura militar, dichos manuscritos se perdieron, y slo quedan restos de los mis-mos en los apuntes de clase publicados por los alumnos, los cuales por lo menos hasta1990 se seguan utilizando.

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    la explotacin econmica permanecieron excluidas de las etnografas genera-das durante este lapso. El dominio de enfoques ahistricos, homogeneizantes,centrados en lo simblico caracterizarn al MAC, y si bien no toda produccin

    antropolgica expresar de la misma manera tal modelo, no cabe duda de quela mayora de las escuelas antropolgicas construyeron su marco terico enfuncin de varias de las caractersticas acuadas en este perodo, las cualescomenzarn a ser criticadas y modicadas en los aos cincuenta y sesenta, yentrarn en estado de malestar durante los setenta.

    Ms an, pese a la situacin de malestar, lo que actualmente se conocecomo antropologa no slo reere crtica o mticamente a la produccin del

    perodo sealado, sino que gran parte de los rasgos de identicacin, aun cues-tionndolos, siguen siendo los mismos. Esto ocurre, en gran medida, porquetales rasgos expresan la diferenciacin y especicidad profesional de la antro-

    pologa respecto de las otras disciplinas sociohistricas.Si bien varios de estos rasgos son comunes a otras disciplinas, adquieren

    en antropologa una expansin y profundidad diferencial como ocurre, porejemplo, con la concepcin holstica de la cultura que no corresponde a unao dos escuelas, como en el caso de las otras ciencias sociohistricas, sino a laforma dominante de pensar antropolgica. Estos rasgos se convertirn en los

    principales indicadores de su diferenciacin en trminos epistemolgicos yprofesionales, pues adems fueron los que posibilitaron, segn los antroplo-gos, producir los principales aportes de su disciplina.

    La antropologa social se ha caracterizado, en trminos comparativos, porhaber sido casi la nica ciencia social que durante su trayectoria sostuvo la

    pertinencia de una aproximacin holstica a travs del conjunto de sus corrien-

    tes tericas; por el casi exclusivo uso de descripciones y anlisis cualitativoshasta considerarlos inherentes al trabajo antropolgico; por desarrollar un tra-

    bajo de campo de larga duracin que implica una aproximacin personalizadapor parte del investigador; por desarrollar el trabajo de investigacin sobre elotro en el campo del otro; por asumir que el analista debe ser el mismoque obtiene la informacin de forma directa; por haber sostenido la importan-cia y frecuentemente la mayor relevancia de la dimensin cultural; por haber

    centrado su trabajo en lo local, en unidades micro o mesosociales; por armarla diversidad y la diferencia cultural; por haber desarrollado diferentes pro-

    puestas que fundamentan el punto de vista del actor, la mayora centrada en ladimensin emic; por haber colocado el eje de su trabajo en la produccin deetnografas. De tal manera que la diferenciacin de la antropologa respecto de

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    las otras disciplinas sociohistricas no se dio tanto en funcin de temticas yproblemticas, sino por el nfasis colocado en los aspectos sealados y, sobretodo, por haberse constituido en torno al estudio del otro.

    Algunas de las caractersticas enumeradas potenciaron la constitucin deltrabajo de campo como uno para la mayora el principal de los elementoscentrales de identicacin antropolgica: La identidad contempornea de laprofesin de antroplogo se centra, y en mi opinin correctamente, en el tra-bajo de campo. Esto no quiere decir que la historia de la disciplina empiececon el trabajo de campo ni que todos los antroplogos tengan que hacerlo, sinosolamente que el trabajo de campo es el eptome de lo que hacen los antrop-

    logos cuando escriben (Boon, 1990, p. 24). Pero esta identidad se constituydurante este perodo, y no formaba parte de la concepcin del trabajo antropo-lgico durante el dominio del modelo reconstructivo (1880-1920), lo cual noera debido a la inexistencia de trabajo de campo durante este lapso, sino a queen este modelo la identicacin de la antropologa estaba colocada en el etn-logo, es decir, en el analista terico y no en el etngrafo, que frecuentementeno era considerado como antroplogo. Ninguno de los padres fundadores denuestra disciplina, salvo Bastian, Boas y Frobenius, hicieron trabajo de camposistemtico, y si lo hicieron fue mnimo, pese a los esfuerzos de los historiado-res de la antropologa por demostrar lo contrario.

    Durkheim y Mauss, Tylor y Frazer o Schmidt y Graebner se caracterizanpor describir y, sobre todo, por generar interpretaciones a partir de materialesetnogrcos no generados por ellos. Y fue este tipo de trabajo interpretativo elque dio no slo identidad inicial a nuestra disciplina, sino visibilidad pblica.El conjunto de estos autores, y ms all de sus orientaciones tericas diferen-

    ciales, se caracterizan por construir un texto y desarrollar interpretaciones, talcomo descubren una parte de los recientes posmodernistas, que ven lo nucleardel trabajo antropolgico en la construccin del texto al margen de que proce-da o no del (su) trabajo de campo.

    Ahora bien, la concepcin del trabajo de campo como principio de identi-dad entre los antroplogos se bas en una serie de presupuestos generalmenteno explicitados que, en gran medida, son producto de la relacin antroplogo/

    sujeto de investigacin. La produccin antropolgica se caracteriz por el do-minio de una fuerte creencia en la objetividad del trabajo antropolgico; el an-troplogo no se preocupaba por el papel de su subjetividad y/o de su ideologa,pero aun cuando lo hiciera consideraba que observaba y describa las cosascomo son. Esto no niega que algunas tendencias tericas de la antropologa,

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    por otra parte las ms marginadas, como las que trabajaron dentro del campode la cultura y la personalidad y dentro del psicoanlisis, reexionaran sobre el

    papel de la subjetividad en la investigacin socioantropolgica. Incluso auto-

    res como Devereux (1977) centran su reexin sobre el trabajo antropolgicoen el papel de la subjetividad y proponen considerar la relacin antroplogo/sujeto de estudio en trminos de contratransferencia; pero hasta fechas relati-vamente recientes los antroplogos no dudaron o no se plantearon el problemade la objetividad.

    Ms que la objetividad, al antroplogo le preocupaba la mayor o menorseguridad en la obtencin de informacin, que generalmente refera a las con-

    diciones del trabajo de campo, especialmente a su duracin y continuidad, quedaran por resultado informacin ms estratgica y de mayor calidad que la ge-nerada a travs de otras formas de investigacin. Pero el fundamento bsico noestaba en esta calidad diferencial, sino en un presupuesto epistemolgico sobrela realidad a la cual la mayora de los antroplogos se acercaron en trminosempiristas, y a partir de considerar que la representacin social que obtenande sus informantes y de su observacin era o reejaba la realidad. Concepcinque, en gran medida, est determinada por su relacin con su sujeto de estudio;una relacin caracterizada por la pertenencia del investigador y del sujeto deestudio a sociedades radicalmente distintas y distantes histrica, espacial y cul-turalmente. De tal manera que los antroplogos se acercaran a sus objetosde estudio sin cargas valorativas, sin categoras sociales comunes y por lo cualla diferencia cultural radical constituira segn Lvi-Strauss (1954) el principalfactor que garantiza la objetividad antropolgica.

    La posibilidad de proponer este distanciamiento como el principal garante

    de la objetividad disciplinaria (Leach, 1982) radica en eliminar la situacincolonial o en considerarse inmunes a la misma. De tal manera que las conse-cuencias de la expansin europea y de la constitucin de la relacin colono/colonizado, fueron normalizadas a travs de un proceso de socializacin don-de los futuros antroplogos incluyeron no conscientemente representaciones y

    prcticas estereotipadas y frecuentemente negativas hacia el mundo coloniza-do. Pero lo que me interesa subrayar ahora no es recordar que el colonialismo

    fue (?) parte del inconsciente cultural del conjunto de las clases sociales de lospases con imperios coloniales o con situaciones de colonialismo interno, sinorecuperar que esta manera de pensar la objetividad se articula con las tenden-cias disciplinarias que consideran la realidad como lo dado; es decir, lo queest ah, lo observado, lo narrado por el antroplogo. Si bien la i