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SERA Fí N Y J O AOU í N
Á LVARE Z O UINTERO
DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA
LOS MOSQUITOS
COMEDIA EN TRES ACTOS
iflrih'frififritfi TiTír
TA DELEGADA
DEL
ORO ARTÍSTICO
os depositados en la
ioteca Nacional
Procedencia
0 de la procedencia
M A D R I D
1927
Digitized by the Internet Archive in 2019 with funding from
University of North Carolina at Chapel Hill
https://archive.org/details/losmosquitoscomeOOIvar
LOS MOSQUITOS
l
V<
Esta obra es propiedad de sus autores.
Los representantes de la Sociedad de Autores Española
sod los encargados exclusivamente de conceder o negai e
permiso de representación y del cobro de los derechos de
propiedad.
Droits de représentation, de traduction et de reproductioi
reserves pour tous les pays, y compris la Suéde, la Norvégí
et la Hollande.
Copyright, 1928, by S. y J. Alvarez Quintero
SERAFÍN Y JOAQUÍN
ÁLVAREZ QUINTERO
DE LA REAL ACADEMIA ESPADOLA
LOS MOSQUITOS
COMEDIA EN TRES ACTOS
Estrenada en el Teatro de Lara el 16 de diciembre
de 1927
MADRID
1927
MADRID.—Imprenta Clásica Española. Glorieta de la Iglesia (Chamberí
A MANERA DE P ROLOGO
El brillante éxito de esta obra, inme¬ diato al de Tambor y Cascabel, ha ofrecido ocasión a la bondad de unos amigos para promover desde las colum¬ nas de El Liberal de Madrid, y a ini¬ ciativa de su redactor José Téllez More¬ no, un homenaje nacional en nuestro honor. A este propósito, el veterano escritor Don Antonio Zozaya, a quien sólo en el caso presente no nos es dable dedicar elogio alguno, ha escrito el artícu¬ lo que nos honramos en poner al fren¬ te de la edición de esta comedia, en prenda de nuestra indeleble gratitud a él y a los propulsores del homenaje, y por cuanto además alumbra y perfuma nuestro camino con sus nobles y alenta¬ doras palabras.—S. y J. A. Q.
LOS HERMANOS DE TODOS
Pedido por el inteligentísimo y culto periodista Sr. Téllez Moreno un homenaje nacional a los herma¬ nos D. Joaquín y D. Ser a fin Alvar ez Quintero, la idea ha sido acogida con entusiasmo por todos los admiradores de los insignes comediógrafos; es decir, por todos los españoles amantes del arte. En rigor, la palabra homenaje, tratándose de los hermanos Quintero, no es apropiada. Lo que pide el compañero entusiasta es la confirmación de su unanimidad. Porque ese homenaje se lo otorgan a los incompara-
721406
6 PRÓLOGO
bles escritores sus contemporáneos, todos los días; se lo rinde el público, aclamándolos en escena, una y mil veces, llenando los teatros en que se representan sus maravillosas creaciones, y llevando a, la Sociedad de Autores el ingreso más cuantioso que ha perci¬ bido autor alguno; se lo ofrendan los adqnirentes de libros, agotando las ediciones impresas; se lo ha rendido la Academia Española, llamándolos a su seno para contribuir, desde un puesto oficial, a dar esplendor y lustre al habla española; se lo ha ofre¬ cido también el Gobierno al condecorarlos, y las ilaciones extranjeras traduciendo sus creaciones más selectas, y todos, absolutamente todos los hombres de entendimiento y de corazón, testimoniándoles, no solamente admiración, sino un cariño fervoroso, entrañable. Porque los hermanos Alvares Quintero han hecho latir tantas veces los corazones nobles y han sido tan excelsos de espíritu, tan ejemplares de con¬ ducta y tan generosos y grandes, y tan humanos y perfectos, que bien pueden enorgullecerse de ser, no ya maestros de la literatura, sino hermanos entra¬ ñables de todos.
Hace ya mucho tiempo que dije, sin temor a ser desmentido, que los hermanos Alvarez Quintero son los escritores más queridos del público, y hoy añado que no han sido superados jamás por comediógrafo alguno, antiguo ni moderno. Acaso alguien discrepe de mi opinión; pero estoy convencido de que nunca, ni en el Siglo de Oro ni ahora, ha existido autor alguno de más finia sensibilidad, de inspiración más alta, de lenguaje más natural, bello y humano, de más honda y bienhechora filosofía. No son parado- jistas ni disertadores hueros, sino verdaderos poetas que, hasta cuando pulsan la cuerda de lo francamente cómico, hacen vibrar a la par, sin afectación ni vano encumbramiento, sino de un modo naturalísimo y
PRÓLOGO 7
sencillo, el sentimiento de lo sublime. En nada amen¬ gua esta afirmación mi entusiasmo por otros auto~ res. Alcanzada la ex celsitud genial, se está en la región que ha sido llamada “de los igualesNadie me ha ganado a ensalzar los merecimientos de nues¬ tras glorias; pero, si he de ser sincero, tengo que declarar que en el teatro no he encontrado nunca, ni siquiera en Lope, mucho menos hondo y comprensi~ vo, placeres espirituales tan intensos como los que he gozado con las obras de estos hermanos, que, como los célebres siameses, están unidos por la cabeza y por el corazón.
Nadie es tan español como ellos y, al mismo tiem¬ po, tan universal; nadie ha dominado tan soberana¬ mente todos los géneros. Se ha dicho, por gentes poco documentadas, que no son sino saineteros. Tal sen¬ tencia se me antoja una tontería. Para comprender a los Quintero hay que mirar muy adentro y sentir muy alto, tener de lo dramático otro concepto que el de los aficionados a las películas truculentas, saber ver lo sublime en lo aparentemente vulgar y poseer una mente muy disciplinada y una sensibilidad muy exquisita. Son tantos los pasajes de sus obras en que pasa el soplo estremecedor de lo trágico, que, enu¬ merados, superarían, en cantidad y calidad, a los más célebres de otros autores que son considerados más filósofos porque escriben frases oscuras y enrevesadas, y más dramaturgos, porque sus perso¬ najes vocean, gritan, matan y realizan, en sus engen¬ dros de tumba y hachero, todo género de atrocidades. Lo trágico no reside solamente en la sangre vertida, sino también en la secreta angustia de la madre que coloca entre la lámpara familiar y la pared la silueta recortada en papel del hijo muerto, para evocar su sombra, o en la tristeza de la infortunada Marianela (y esto es puramente quinteriano), quien, al contem-
8 PRÓLOGO
piar su imagen sobre el agua del estanque, cuando el ciego la llama hermosa, deja caer las flores con que quiso adornar sus cabellos, resignada ya a la humilla¬ ción y al sacrificio. Son incontables los pasajes de obiras en que lo trágico y aun lo llamado “ su per real", aparece; pero sin estridencias, sin desplantes ridículos, sin exaltaciones enfermizas, groseras. La “Melpó- mene” de los Quintero lleva la sonrisa dulce y resig¬ nada en los labios y como la pálida Ofelia, “vertien¬ do flores y cantando pasa
La musa de estos incomparables Educadores de muchedumbres, de estos genios excelsos del prosce¬ nio, posee las más varias tonalidades y los más opuestos matices. Tiene, como la música de Beetlio- ven, la más rica polifonía, y en ella hay momentos trágicos; pero como en las obras del inmortal sordo, el final es siempre alentador y alegre, puesto que la vida es grata y siempre triunfadora. Necio será quien, en el más breve y jocundo diálogo de los Quintero, no sepa ver sino lo frívolo y no la íntima ternura, la infinita bondad, la serena fe en lo Abso¬ luto Eterno, que destella su fondo. Como en “Maña¬ na de sol” hacen reir y llorar a un tiempo. Nos atraen con aquel pobre anciano, ya ridículo y acha¬ coso, que se inclina para recoger del suelo las flores, que son para él evocación de la juventud y del amor eterno, el punzador y amargo contraste entre lo ideal y lo efímero, entre lo que somos y lo que aspiramos a ser, entre lo contigente y lo Infinito.
Son los Quintero “El genio alegre”, que tam¬ bién sabe llorar en silencio la f ugacidad de las dichas humanas y el dolor de tener que rozar con las alas el fango; pero que lleva la alegría en la frente para proyectar sobre todas las almas gemelas el resplan¬ dor de un sano optimismo, sin el cual la vida carece de sentido y es falta y farisaica toda aparente religio-
PRÓLOGO 9
sidad. Son “Cancionera”, la musa andaluza, tierna y alada, en que encarna todo el pensar y sentir de la patria.
Si no merecieran el más fervoroso homenaje que dehe ser tributado a los genios, estos hermanos, gemelos de alma, que, como los antiguos “saldunas”, están decididos a trabajar, a vivir y a desvanecer¬ se, en la glorificación perdurable, juntos, yo se lo rendiría como hombres que nos dan ejemplo de fraternidad, de cariño, de bondad, de piedad com¬ pasiva a todos los descaminos humanos, de com¬ pasión a todas las miserias y de grandeza inma¬ culada ante todos los trances. El tributo que se les rinde todos los días no es solamente de admirador pasmo, sino de amor. Lo que ahora se haga tiene que ser digno de su grandeza, de su virtud y de sus enseñanzas artísticas y éticas. Luz, flores, pᬠjaros, ambientes luminosos, glorificaciones y laureles inmarcesibles. Tan sólo por este reconocimiento de la ajena grandeza, únicamente por esta glorifica¬ ción de los altos conceptos de Belleza, de Justicia y Verdad de que son encarnación latente los her¬ manos Quintero, vale la pena de vivir.
Antonio Zozaya
'
¡Oh, celos! Con razón os han llamado
mosquitos del amor, de amor desvelos;
el humo de su fuego os ha engendrado.
Lope be Vega
Lope, que a fuer de humano fué divino,
nos dió el nombre feliz de esta criatura:
¡ valgan para su vida y su ventura
la gracia y la grandeza del padrino!
¡ Mosquitos del amor! ¡ Hiel en el vino!
¡ Sal en el agua! ¡ Ramo de locura!
¡ Fugaz y venenosa picadura
que nos finge verdad el desatino!
Con este mal, universal y eterno,
hace un marido de la paz batalla,
sombra del sol y de la gloria infierno.
Mas luego vuelve Amor... y entonces halla
“pan de Sevilla regalado y tierno
y agua de la Alameda en blanca talla”.
\
A CARMEN DIAZ,
que infunde a su arte cautiva¬
dor la luz, el ángel y la svnpatía
que resplandecen en su rostro,
con admiración y amistad,
SERAFÍN y JOAQUÍN.
REPARTO
PERSONAJES ACTORES
RELIQUIA. Carmen Díaz
LA ABUELA. Micaela Castejón
FRASQLTITA. Antoñita Fuentes
ROSA. Carmencita León
VICENTE. Rafael Bardem
EL COMPADRE PATRICIO. Gaspar Campos
LORENZO. Miguel Pozanco
TIRITO. Manuel Alarcón
ACTO PRIMERO
Cuarto de un famoso colmado, en Sevilla. Al foro, media
puerta-persiana. Alesa en el centro, y en torno de ella tres
sillones de enea, comodísimos: allí se bebe el vino a
gusto y sin prisa. En las encaladas paredes hay anuncios
de vinos y licores y un par de llamativos carteles de fies¬
tas. Es por la tarde, en el mes de mayo.
Salen Vicente, el Compadre Patricio y Tirito. Vi¬ cente es pintor decorador, como de treinta años de edad, y el Compadre, pintor también, algo más viejo. Tirito es uno de los camareros del colmado.
Tirito. En este cuarto están ustés como en un convento. La tertulia de aquí no viene a estas horas.
Vicente. ¡Tiempo hasía que no pisaba yo esta iglesia, compadre!
Compadre. Pos ¿y yo, que he estao fuera de Seviya tres años?
Tirito. Qué, ¿ dos tiritos ? Compadre. ¿Dos tiritos? No, hijo, no: somos
gente de paz.
Tirito. ¡Tengo yo la manía de yamarles tiritos a los vasos e vino! ¡ Como que Tirito me han puesto de mote!
Compadre. Bueno, pos déjate de pórvora, que ahora se ha concluío la guerra, y tráete media bote- yita... ¿De qué, Visente?
16 Los Mosquitos
Vicente, De lo que a usté le gU;te, compadre: a mí me da lo mismo una cosa que otra. La cuestión
es que echemos un rato juntos.
Compadre. Bueno, pos media boteya de Fino Co¬
ralito, que se bebe solo. Tirito. Ahora mismo. Compadre. Y unas cosiyas pa engañarlo. Unas
tapitas. Tirito. ¿Un tonteo? Compadre. ¡ Un discreteo, más bien! Tirito. ¡Como las balas! Vase. Compadre. ¡Como las balas!... ¡Dos tintos!...
¡ Este ha hecho er servisio hase poco! Vicente. ¡Ja, ja, ja! Compadre. Amigo, ¡ qué alegría me ha dao en¬
contrarlo a usté! Vicente. Y a mí a usté, compadre. ¡Usté sigue
siendo er compadre pa tos los amigos! Compadre. ¡ Y a ninguno le he bautisao un chi-
quiyo; pero soy er compadre ! Vicente. ¿To er tiempo que ha fartao usté de
Seviya lo ha pasao en Málaga? Compadre. Sí, señó: ar filo de tres años. Y aho¬
ra, por lo que ya le contaré, me vuervo aquí pa esta- bleserme.
Vicente. ¿Viene usté a haserme la competensia?
Compadre. A buenas. Pa tos hay sitio. Cuanti¬ más que yo estoy seguro de que a Vísente Arcarde, que es er número uno de los pintores decoradores se- viyanos, no le hase sombra ninguna un pinta puertas como yo. ¡ Compadre, que contento estoy!
Vicente. Ya, ya lo veo.
Compadre. ¡ Viva Dios! ¿ No conose usté la co- pliya ?
Acto primero 17
JDónde hay na como reunirse un pá de amigos cabales y desirle ar montañés: —Enjuague usté esos cristales?
V ícente. Pero, bueno: usté, además, me ha di¬ ño que nos vamos a bebé dos copas por el encuen- ro... y pa selebrá una cosa muy grande que le ha •asao a usté.
Compadre. ¡ Cabaíito ! ¡ Una cosa mu grande ! \ ícente, Y ¿ de esa cosa tan grande nase esa
legría... ?
Compadre. ¡Esta alegría tan grande! Y ícente. ¡ Ea, pos dígamela usté ya, pa sele-
rarla yo también! Compadre. Así que venga er vino.
Tirito se presenta con el servicio oportunamente. Tirito. ¡Ya está aquí! Compadre. Pos sírvenos dos copitas volando. Tirito. Sí, señó. Como estas. ¿Mandan argo
íás los señores?
Compadre. Que te vayas y sierres la puerta. Tirito. Ya está. Obedece.
Vicente. Levantando su copa. ¡ Salú, com¬ adre !
Compadre. ¡ Salú y libertá! ¡ Viva Dios ! Vicente. Vamos a vé: ¿qué es eso? ¿Qué es lo
-ie lo tiene a usté con cara cíe Pascuas ? ¿ Le ha tocao usté la Lotería?
Compadre. Mucho me jó. La Lotería es pan pa )y y hambre pa mañana. Esto es más positivo. Vicente. ¿Ha heredao usté a argún pariente? Compadre. ¡Yo no nesesito que se muera nadie
i está de enhorabuena!
i8 Los Mosquitos
Vicente. Entonses, ¿quié usté aclararme ya
qué es lo que selebramos? Compadre. Vamos a echarle otra copita. Ahí va
esta mosca. Vicente. ¿Qué selebramos, pa bebermela a toa
satis fasión? Compadre. Ahi va esta mosca: selebramos que
mi mujé se ha escapao con un carabinero. Vicente. ¡Compadre! Compadre. ¿Qué le paese a usté er gorpe?
Vicente. Hombre, a mi... Compadre. ¿Usté no se ríe? Vicente. \o... si se ríe usté... Compadre. ¿No lo está usté viendo? ¡Ja, ja, ja! Efectivamente, el Compadre Patricio se ríe a car¬
cajadas. Vicente no puede reirse. Vicente. La verdá, compadre... ¿De formahda
se ríe usté por eso, o se trata de una broma de usté. Compadre. ¡ No me asuste usté, hombre! ¡ Quí
ha de sé broma! ¡Esto que le digo a usté es más serio que toas las cosas de este mundo! Mi mujé s( ha escapao la semana pasá con un sargento de cara bineros. ¡ Dios la bendiga! ¡ A eya y a é! Un niñ( bonito, ¿sabe usté, Vísente? ¡ Uno de estos hombre: que na más miran a una mujé y la desvanesen! Pe lito risao, ojitos negros, bigotito con sortijiyas..
¡Qué a tiempo ha yegao! Vicente. Pero, bueno, y ¿usté lo toma asi. Compadre. ¡Ay, qué grasia! Pos ¿cómo qui
usté que lo tome?... Pruebe usté este embuchao, qu es de primera. En esta casa dan mu buenas tapas
Vicente. Ahora, ahora. Compadre. ¿Se le ha cortao a usté el apetito
¡Hombre, que no es su mujé de usté la que se h escapao; que es la mía!
Acto primero IQ
Vicente. Y usté ¿qué ha hecho? ¿Ha dao usté parte?...
Compadre. ¿Cómo parte? ¿No se entera usté, amigo? Yo no he nesesitao dá parte. ¡Se la ha ye- vao completa! ¡Hasta con su baú! Yo no he hecho más que venirme a viví a Seviya, porque las bromas de los amigos en Málaga empesaban a amargarme ya la satisfasión.
Vicente. ¿Ah, si?
Compadre. Sí, hombre. En cuanto uno tiene una alegría, sartan los envidiosos.
Vícente. ¿ Los envidiosos ? Compadre. ¡ Los envidiosos! Ayí está entre
Dtros Estanislao Pérez, que se creía que er carabine¬ ro iba a yevarse a su mujé. ¡Y se ha yevao a la mía! ¡ Negro lo tiene er chasco! Apliqúese usté a los bo- ipieronsiyos: están pa chuparse los déos.
Vicente. Bueno, hombre, bueno... Le digo a Listé que... To podía imaginármelo yo menos este lanse... En fin... ¡usté ayá! ¡Si está usté tan conten¬ to... yo no he de sentirlo!
Compadre. Sí, señó, estoy contento: mu con¬ tento. Contentísimo, ya le digo a usté... Me ha re¬ tuerto la má de cosas. Además de que, por poco ven¬ gativo que uno sea...
Vicente. ¿Vengativo? ¿Usté vengativo?... No entiendo... Eso sí: ¿lo primero que se le ocurriría a usté sería matarla?
Compadre. ¡Qué disparate! ¿No oye usté que por poco vengativo que uno sea...? Si la mato, me pierdo yo y libro de eya ar carabinero. ¡ Ca, hombre, -a! ¿No se la ha yevao? ¡Pos ahí la tienes pa tí solo! ¡ A viví con eya! ¡Y ya tienes bastante! Esta -s mi vengansa.
Vicente. Sí que es vé las cosas de una manera... Compadre. Y si, como espero, detrás de eya se
20 Los Mosquitos
van con er galán mi suegra y mis dos cuñaitas, ¿p'< qué quié más contrabando er carabinero ?
Vícente. ¿ Son tres calamidaes ? Compadre. Tres que valen por siento., ¡ Con 1(
puercas que son las tres! No le digo a usté más. 1< casa de mi suegra es la única casa que yo he vistí
en que hasta er jabón está susio. Vicente. ¡Ja, ja, ja!
Compadre. ¿Comprende usté ahora mi alegría
Vicente. Sí; siendo así...
Compadre. Usté no dise las cosas convensío compadre. ¿Qué le pasa a usté? ¿Sufre usté argu
11a considensia? Vicente. ¡No! Compadre. Por eso; porque usté siempre me h
contao a mí que su mu jé... Vicente. ¡Es más buena y más santa que e
pan de fló!
Compadre. ¡ Entonses...! Vicente. Ca uno tiene su flaco en esta vide
compadre; yo soy seloso como un turco.
Compadre. Pero ¿sin motivos? Vicente. Sin motivos de ninguna clase. ¡De 1
que la quiero, na más! Un veneno que me va po
la sangre. Compadre. Contra ese veneno está la reflesiór Vicente. ¿La reflesión? ¡Usté no ha sío selos
nunca! Compadre. ¡ Nunca! ¡ Si lo que estaba deseand
era quitármela de ensima! ¡ Si en cuanto asomaba u: tenorio por Málaga lo invitaba a comé!...
Vicente. Pos no sabe usté lo que son los sel oí Un martirio. Un espejo endiablao que tiene ust siempre delante y en er que no ve usté nunca 1
verdá. ¡ Una locura! Compadre. ¡Vaya por Dios, amigo!
Acto primero 21
Vicente. Un bichito que cuando no está en er
corasón está en la cabesa. Y siempre, roe que roe.
¡Ni durmiendo descansa! Compadre. ¿Ni durmiendo? Vicente. Ni durmiendo, compadre. Lo hase a
usté que oiga lo que no suena, que vea lo que no
hay... y que invente lo que no esiste. ¡Mal haya!...
No es posible la confiansa con é. ¡Es una calentura! ¡ Una calentura!
Compadre. Pos ya ve usté yo: ocho años ca- sao... y ni un día por casualidá me he puesto er termómetro.
Vicente. Er que les yamó a los selos mosquitos der cariño asertó también a nombrarlos. Porque son mosquitos, compadre. Está un hombre confiao y tranquilo, orvidao de to, y si nte de pronto er pico- taso que lo irrita y que lo descompone; está dormío, y er picotaso lo despierta. ¡Y ya no pega un ojo!
Compadre. ¡Yo he dormío siempre con mos¬ quitero !
Vicente. Compadre Patrisio, es que usté, por las señas, sobre que estaba hasta los pelos de su mu jé, no se artera por na que le pase. ¡Tiene usté una carma!...
Llega inopinadamente Tirito. Tirito. Dispensen los señores. ¿Arguno de los
señores es pintó? Compadre. Los dos lo somos.
Tirito. Pos la señora de uno de ustedes está
ahí preguntando por uno de ustedes.
Compadre. Levantándose sobresaltado. ¡ Sierra! Vicente. ¡Ja, ja, ja! ¡ Grasias a Dios que lo veo
a usté arterarse! Compadre. ¿ Y usté se ríe ? ¡ Si es la mía, ahora
es cuando vienen bien los tiritos!
22 Los Mosquitos
Vicente. No es la de usté; no tenga usté cuidao.
Es la mía. Dile que suba, niño. Tirito. Sí, señó. Vase. Compadre. ¿Está usté seguro de que es la suya? Vicente. ¡Y tan seguro! He sío yo mismo quien
la ha mandao vení, con un cochero amigo que esta¬
ba abajo. Compadre. ¡ Pos er susto me lo he cargao yo! Vicente. Si seré seloso, Patrisio, que media
hora que pase sin verla me desconsierta toa la má¬
quina. Compadre. ¡Ya me malisiaba yo que usté no
estaba aquí cuando yo antes le hablaba! Vicente. Y no estaba aquí, la verdá. Compadre. ¿Dónde estaba usté?
Vicente. ¡ Donde estuviera eya! Compadre. ¡ Pero eso es no viví, Vísente! Vicente. Pos así vivo.
Compadre. Pero ¿no me dijo usté que se iba a
Carmona esta tarde? Vicente. ¡ Pos antes de irme he nesesitao verla
otra vez! Compadre. Dios le dé a usté pasiensia. Tempe¬
ramento por temperamento, prefiero er mío. Vicente. Porque usté no quiere y yo sí.
Aparece en la puerta Reliquia. Viene de mantón. La sigue Tirito, que trae las manos atrás. Reliquia es guapa, arrogante y risueña. Y además es mujer de lunares. El bichito que martiriza a Vicente tiene donde roer y los mosquitos donde picar.
Reliquia. Buenas tardes. Compadre. Buenas tardes. Reliquia. ¿Me he tardao?
Vicente. No. Presentándolos. Mi señora.
Acto primero 2 3
Compadre. Dios la bendiga a usté. Reliquia. Muchas grasias. Compadre. A Vicente. ¡Sí es pa viví asustao! Reliquia. ¿ Qué dise ? Vicente. Na. Mi compadre y compañero de ofi-
sio, Patrisio Rueda, que ha yegao de Málaga y ha querío convidarme.
Compadre. ¡Y festejé un suseso! Vicente. Siéntate un ratito. Reliquia. Me sentaré un ratito. Compadre. Niño. Tirito. Servido. Compadre. Otra media boteya y otra copa. Tirito. Presentándoselas. ¿Como estas? Compadre. ¡ Bien, hombre, bien! ¿ Eres adi¬
vino ? Tirito. Hay que ahorrarse escalones. ¿Argo
más ? Compadre. Sí : que ya nadie tiene que vení a
buscarnos. ¡ Nadie! Tirito. Maliciosamente, notando que no son
más que tres. ¿Nadie? Compadre. ¡ Nadie! Tirito. Pos me farta una. Se va. Compadre. ¡ La farta es la que aquí se selebra!
Tome usté una copita, señora. ¿Su grasia de usté? Reliquia. Reliquia. Compadre. Un nombre bien puesto. Así la mira
a usté su esposo. Reliquia. ¿ Sí ? Compadre. Sí, sí. De usté se hablaba cuando
usté yegó. Beba usté, que er vinito es suave. Reliquia. Yo apenas bebo; pero vaya, a la in¬
tensión de usté. Desía usté que festeja un suseso. Compadre. Sí, señora. Reliquia. ¿ Pué saberse cuá ?
24 Los Mosquitos
Compadre. A Vicente. ¿Se lo digo? Vicente. ¿Por qué no? Dígaselo usté., Compadre. Lo que festejo es que mi mujé se ha
escapao con otro. Reliquia. ¡ Ave María Purísima! A su marido.
¿Es eso verdá? Vicente. ¡Cuando ér lo asegura!... Reliquia. Y ¿tú lo selebras con é? Vicente. Yo vine sin sabé por qué me convi¬
daba. Reliquia. ¿ De manera que se le ha escapao a
usté su mujé? Compadre. ¡Ha tenío esa buena ocurrensia! Reliquia. Y ¿está usté conforme, por lo visto? Compadre. Conforme es poco. ¡ Estoy sartando
de alegría! Reliquia. Aprende tú. Vicente. ¿Que yo aprenda? ¿Qué vi yo a apren¬
dé de esto? Reliquia. A tomá las cosas con más tranquili-
dá... y a no vé fantasmas en toas partes, castigo. Vicente. ¿Fantasmas? ¡Mira de lo que son ca¬
pases las mujeres! Reliquia. ¡Pos no que los hombres!... ¡Tu
compadre párese que va a í a los toros!
Compadre. Ca uno es ca uno. Vicente. Eso, eso.
Reliquia. Bueno, vamos a vé: ¿qué quieres conmigo; que me has asustao con tu rasón ?
Vicente. Verte una vez más antes de irme; presentarte a este amigo...
Reliquia. Y de paso... sabé donde yo estaba. ¡ No me hubiera escapao ya con otro, como la der señó!
Vícente. Tú no eres capaz de eso. Reliquia. No te fíes. Miste qué cara pone. Pero
Acto primero 25
¿le paese a usté medio regulá? Se despide de mí pa Carmona y a la media hora me manda una rasón pa
que venga. ¡ Ay, Dios mío! Vicente. ¿ Qué estabas hasiendo ? Reliquia. Cosé y cantá. Pero después de esta
yamaíta determino otra cosa. Vicente. ¿Qué determinas?
Reliquia. Pa que estés en Carmona tranquilo y
en lo que vas a hasé y no soñando disparates, los dos días que vas a pasá fuera me voy a í a casa de tu hermana Matirde. ¿Te gusta? Así, cuando vuervas, eya te enterará de tos mis pasos y no me darás tú la monserga de siempre. ¿ Por qué se ha escapao su se¬
ñora de usté? Compadre. ¿Mi señora? ¡Hervó de sangre digo
yo que habrá sío!
Reliquia. Argo más habrá. El hervó de la san¬
gre no basta. Yo la tengo frita.
Compadre.
No me y ame usté bonita, que mi marío es seloso: ¡la sangre me tiene frita!
Reliquia. Ni más ni menos. A Vicente. Frita, frita me tienes la sangre, condenasión.
Compadre. Sí ; ya me ha contao que los mosqui¬
tos no lo dejan viví.
Vicente. Bastante que lo siento yo, compadre. Reliquia. Y nadie sabe lo que es eso más que
la que lo sufre. Vicente. Bueno, deja ahora...
Reliquia. De 11a le sirve a usté sé una santa; viví como una monja. Una se tenía que ofendé. Yo no paso un minuto de sosiego ni tengo un movimien-
26 Los Mosquitos
to libre. Vivo siempre sobresartá... Me cayo veinte
cosas que pienso. Vicente. ¿Te las cayas?
Reliquia. ¡A vé! ¡ Si de lo más simple se ense- la! ¡Si de una hilacha liase un oviyo! ¿ Qué le diré a usté yo? Alabo la corbata de un vesino y ya tene¬
mos hecho er día. Vicente. No tanto, mujé; no ponderes.
Reliquia. ¿No tanto? Y sin fundarse en eso si¬ quiera ; sin por qué de ninguna espesie: porque a é se le imagine una cosa... Vamos por la caye agarraos der braso los dos. Va delante un hombre: “¿ Quién es ese que va delante”? “¡Yo qué sé!” “¡Como lo vas mirando!” “¡Si va delante, hijo! ¿Adonde vi a mira? ¡Si fuera detrás me miraría él a mí!” “¿Que ér te miraría?” “¡ Naturarmente! ¡Se mira siempre ar que va delante de uno! ¡ Sobre to si la caye es estrecha! “¡Pos tú te has puesto pálida!” “¡ Pos será que está saliendo la luna o que me lasti¬ man los sapatos!” Y de una en otra, así hasta que yegamos a casa. En casa se arrepiente, me pide per¬ dón, se le caen las lágrimas en la sopa... y dígame usté a mí si esto es vida.
Vicente. ¡Nadie lo siente más que yo! Reliquia. Yo; que sin curpa ninguna, y pudien-
do viví felí, vivo márti. Vicente. Eso también es un poquiyo esagerao. Reliquia. ¿Esagerao? Usté ¿qué dise?
Compadre. Yo escucho a los dos jamando par¬ tía. Pero ¡usté tiene una cara de buena!...
Vícente. ¡ Y no hay otra más buena que eya, no señó!
Compadre. Entonses, malas entrañas, ¿por qué la hase usté sufrí de ese modo?
Reliquia. ¡ Los arrastraos mosquitos! Miste ahora: ¿qué sustansia tiene que me haya hecho vení
Acto primero 27
a una taberna después de habernos despedío en casa ?
¿Qué sustansia tiene? Compadre. Er gusto de que yo la conosiera a
usté. ¡ Me vió tan contento porque se me ha escapao Bardomera! La mía se yama Bardomera. Bardomera Pineda y López. Para serví a Dios y a ustedes. ¡ Porque a mí ya no me sirve pa na!
Reliquia. ¡ Si hubiera sío eso! Pero no era eso.
¿Era eso? ¿A qué no era eso? Vicente. Eso era. Yo estoy muy orguyoso de tí,
y quería que er compadre te conosiese.
Reliquia. Pos ya me ha conosío. ¿ Puedo irme ? Compadre. ¿Tiene usté mucha prisa? Reliquia. Prisa, ninguna. Compadre. Pos si no tiene usté mucha prisa...
Reliquia. No me lo diga usté dos veses, que se
va a enselá.
Compadre. ¿ Es posible ? Reliquia. Místelo cayao. Me voy, me voy.
Vicente. Sí; vete. Reliquia. ¿Eh? ¿Eh? Compadre. Amigo, ¡está usté listo! Pero ¿qué
quié usté, hombre de Dios? ¿Meté a la mu jé en un
faná como a los santos ? Vicente. Como disen que ella se párese a la
Virgen de la Carretería... Compadre. ¿ Por qué no se la yeva usté a Car-
mona ?
Vicente. ¿A Carmona? En Carmona tengo que
basé yo solo; no estaría bien... Reliquia. Yo se lo iba a pedí, pa que se fuera
más a gusto; pero me contuve. Vicente. ¿Por qué?
Reliquia. ¡ Por qué, dise! Vicente. ¿Por qué?
Reliquia. Porque si na más te lo indico, ya te
28 Los Mosquitos
veo cavilando: ‘ * ¿Que tendrá eya en Carmona? ¿Pa qué querrá que la yeve a Carmona ? ¿ Qué habrá en Carmona? ¿Eya no tuvo un novio en Carmona? Aquer dergaíto... aquer metió en carnes...” ¡Ay! ¡Y como er refrán dise que toas las tormentas van a Carmona! ¡Ay!... No te preocupes, que no voy a Carmona: me quedo en Seviya, con tu hermana
Matirde. Vicente. ¿No tiene grasia esta mujé? Compadre. ¡Vaya si la tiene!
Vicente. ¿No tiene una cara de gloria? Compadre. ¡Ya lo creo!
Vicente. ¡ Pos ahí está la rasón de mis selos,
compadre!
Compadre. ¿En la cara que tiene? Vicente. ¡ Naturá! Reliquia. ¡ Si te párese le pediré a Dios que me
den las viruelas! Compadre. ¡ Eso es! Reliquia. Despidiéndose. Vaya, buenas tardes.
Mucho gusto de conoserlo.
Compadre. Er gusto es mío. Ya sabe usté que soy un buen amigo de su esposo. Hay que curá a
este hombre.
Reliquia. Grasias; pero no tiene cura.
Compadre. ¿Que no? Yo le daré a usté un bebe- diso que da mu buenos resurtaos.
Reliquia. ¿Lo probó usté con su mujé? Vicente. Vaya, bien está ya de bromas.
Reliquia. ¡ Digo! Tú ¿ quieres argo más ? Vicente. Na más. Que te vayas a casa. Reliquia. ¿A casa?
Vicente. A casa, sí. Reliquia. ¿No es mejó que me vaya a la de
tu hermana ? Vicente. No.
Acto primero 29
Reliquia. Piénsalo bien. Vicente. No, no: a casa. No quiero ponerme en
ridiculo. Reliquia. Pos a casa. Usté es testigo: a casa,
por su voluntá. Compadre. Hase lo que debe. Vicente. Con lo burlona que es Matilde, iba
yo a tené chufla con mis selos pa to lo que queda de
año. . Reliquia. ¡ Y seriamos dos a reírnos!.
Vicente. Por eso. Vete a nuestra casita. Reliquia. Acuérdese usté de esto que le digo,
señó. Compadre. Diga usté.
Reliquia. ¿Ve usté que me voy a casa por su gusto? Pos a la vuerta de Carmona tendremos er- sena de película. ¡Los dos sin hablá media hora y
hasiendo mojines! Vicente. No. Reliquia. ¿Que no? ¡Ar tiempo! Adiós, hom¬
bre; que te vaya bien. Vicente. Adiós, prenda mía. Compadre. ¡Si quieren ustés despedirse como
si er viaje fuera a sé más largo, yo me vuervo de
espardas! Reliquia. No es menesté, no. Eso aquí no pega.
Buenas tardes. Se va.
Compadre. ¡ Chóquela usté, amigo! ¡Valiente mujé! ¡Si la mía fuera así, no estaría yo tan con¬
tento a estas horas! Vicente. ¿Verdá que no, compadre? Compadre. ¡Viva Dios! ¡Vaya simpatía, vaya
ánge, vaya sentimiento, vaya ojos, vaya boca, vaya
garbo, vaya...!
30 Los Mosquitos
Vicente. ¡Vaya, vaya!... Compadre. ¡ Vaya usté con Dios! Vicente. ¿No está justificao que se me anto¬
jen los déos huéspedes?
Compadre. ¡ Los déos de las manos y los de los pies! Pero yo voy a desirle a usté una cosa de amigo a amigo.
Vicente. Venga.
Compadre. Los selos son una estupidez mu grande.
Vicente. Muchas grasias.
Compadre. Esplicasión: cuando hablo, la boca abro. Son una estupidez Jos selos, porque son inúti¬ les o contraprodusentes. Porque—no se orvide usté de esto—la mujé que se la quiere pegá a su mario, se la pega, aunque esté casá con Otelo, er moro de Yenesia. Como la niña que se quiere escapá con su novio, se escapa, aunque la ensierren en una habi- tasión con candao de letras. Esto es desde Adán. Las mujeres nos dan siempre a los hombres veinte vuertas.
Vicente. ¿Veinte vuertas, compadre? Compadre. Y einte vuertas. Menos cuando les
entregamos dinero, que no nos devuerven nunca na. Vicente. Esa sí que es la fija. Compadre. ¡ Tienen una astusia, unos recursos...
una hipocresía... una muleta!... ¡Buh! Usté no des¬ confíe nunca de la suya sino cuando la vea más me¬ losa de lo corriente.
Vicente. ¿Ah, sí?
Compadre. Es un síntoma que no faya. La mía, media hora antes de escaparse con er carabinero, me estuvo cortando las uñas.
Vicente. ¡Ja, ja, ja! ¿La úrtima copita y nos vamos ?
Acto primero 3i
Compadre. La úrtima, no: la penúltima con este
motivo. Abajo nos darán la espuela.
Llega Lorenzo, muchacho atolondrado y alegre. Él nos dirá quién es.
Lorenzo. Señores, buenas tardes. Compadre. Buenas tardes. Vicente. Buenas tardes. Lorenzo. Ustés me dispensen la libertá. No mo¬
lesto más que un minuto. Me he enterao de que beben ustés Fino Coralito, y yo quisiera que me asertasen un pá de copas.
Compadre. Grasias, amigo, pero...
Vicente. Yo no pueo entretenerme; grasias. Lorenzo. Un minuto. Soy er representante de
la marca en Andalusía. Un minuto. Media boteyita se bebe pronto. A Tirito, que ha aparecido detrás de él y que trac la media botella y copas limpias. Sírvenos ar vuelo, Tirito.
Compadre. Estimando, amigo. Vicente. Si yo no quiero bebé más; si tengo
que irme... Lorenzo. Un minuto. Este viniyo se cuela como
agua; es mu ligerito... mu fino... no está encabesao... ¡ Miste qué coló tiene! Y ¡ qué nariz! ¡ Yra pué usté bebé vino de este! No liase daño nunca.
Compadre. Comprenderá usté que le habla a dos
convensíos. Pero, siéntese usté... Lorenzo. No quiero incomodá.
Compadre. Mientras nos bebemos las copas, hombre. ; Oué menos ?
Lorenzo. Un minuto. Les daré a ustedes mi tar¬ jeta, por si argo tienen que mandarme arguna vez.
Compadre. Grasias. Vicente. Grasias. •
32 Los Mosquitos
Lorenzo. Mucho mira usté su reló. ¿ Está usté
de prisa? Compadre. Es que se va a Carmona esta tarde. Lorenzo. ¿A Carmona? Pa i a Carmona tiene
usté un tren a las siete y media, que es er más cómo¬ do. Le sobran a usté dos horas corrías.
Compadre. Sí, hombre, sí: esté usté tranquilo.
Saboree usté esta gloria. Vicente. Vaya que sea. Compadre. Usté vive en Jerez, por lo que estoy
viendo. Lorenzo. ¡Vivo... en er camino! ¡No paro dos
días en ninguna parte! Y estoy metiendo este viniyo en tos laos. De Madrí me yueven los pedidos. ¿Está bueno, verdá?
Vicente. Está bueno.
Compadre. Está bueno. Y mientras más se gusta, mejó.
Lorenzo. ¡ Está bueno! Compadre. Pa mí no hay como esto, señores:
juntarse dos o tres amigos a contarse sus cosas entre trago y trago de un vino agradable. ¡ Se alivia er peso de la vida!
Lorenzo. Se alivia, sí. Compadre. ¡Se orvidan las penas! ¿verdá? ¡Se
aumenta la alegría! ¡ Se orvida uno hasta de la fa¬ milia, si la tiene!
Lorenzo. Y si hay unas fardas en la reunión, mier sobre las hojuelas.
Compadre. En eso ya no estamos conformes: er vino es pa hombres solos.
Vicente. Verdá. Lorenzo. ¡ No me diga usté!... Yo, por lo menos,
como no voy de aquí ayí si no es por unas fardas... Pa to en este mundo nesesito una moreniya o una rubia que me haga er son.
Acto primero 33
Compadre. ¿No será usté casao?
Lorenzo. ¡No, señó! ¿Por quién me toma usté a mí, compadre?
Vicente. ¿No es usté casao?
Lorenzo. ¿ Pa qué ? ¡ Los demás se casan por mí... y pa mí!
Compadre. ¿Cómo es eso? Lorenzo. ¡Más claro, agua! Eyos se han casao,
y yo... ¿No está claro, amigo? Una en Jerez, otra
en er Puerto, otra en Seviya... ¿Y ustedes, son casaos o sorteros?
Vicente. Con no se sabe qué inquietud repen¬ tina. Yo, sortero también, como usté.
Patricio lo mira y lo observa luego. Lorenzo. ¡ Ole! Este es el estao cabá. ¿ Y usté ?
_ Compadre. Yo... yo soy viudo... de una mujé viva.
Lorenzo. Ya comprendo: está usté separao. Compadre. ¡Chipén! ¡Pero bien separao! Mu
conforme con eyo. No me vaya usté a tené lástima. Lorenzo. Pos de no está sortero, como nosotros,
eso es lo mejó. Mujeres propias, nunca. ¿A qué santo ?
Vicente. ¡Claro! ¡Mujeres, las de los demás!...
El Compadre, de pronto, se levanta y principia a sacudir el aire con su pañuelo.
Lorenzo. ¿Qué liase usté, amigo?
Compadre. ¡ Ahuyenté un mosquito que anda por aquí buscando una tapa!...
Lorenzo. ¿Ustedes viven en Seviya o son foras¬ teros ?
Vicente. Forasteros somos los dos: vivimos en Málaga.
Lorenzo. ¡ Hombre! A Málaga tengo yo que í
un día de estos.
Compadre. Pos pregunte usté ayí por Patrisio
34 Los Mosquitos
er pintó; er Compadre Patrisio, y verá usté qué
fama tiene. Lorenzo. ¿Es usté, quisá?
Compadre. Servido.
Lorenzo. ¿ Y usté ? Vicente. Yo no soy conosío. Lorenzo. Pos a fin de semana voy yo pa ayá.
Digo, si no me enreo mucho en los flecos der man¬ tón de una seviyana que me encontré er domingo. ¡Qué mu jé más hermosa! ¡Qué mujeres hay en Se-
viya! ¡ Jesú! ¡ Pierde uno hasta los andares !
Compadre. Los pierde uno. Lorenzo. Esta que digo corta el habla.
Compadre. ¿Sí, eh?
Lorenzo. Y me ha enganchao poi la taleguiya.
Compadre. ¿Tan guapa es, amigo? Lorenzo. Yo no sé si es que la úrtima es la que
le párese a uno más guapa, pero es un desatino de criatura. ¡ Tiene una boca que es un plato de ari oz
con leche! Vicente. ¿Rubia? Lorenzo. Trigueña: de ojos negros. ¡ Pa embo¬
rracharse na más e mirándola! ¡No es mesté er
Fino Coralito! Oliendo su copa y bebicndosela. ¡Qué
bueno está este condenao! Vicente, preocupado, bebe por disimulo. Compadre. Pos a vé si lo engancha a usté der to
y se casa en Seviya. Lorenzo. ¡Ca! No es posible. Compadre. ¿Tan seguro está usté de su toreo?
Lorenzo. ¡ No señó; sino que es casá! Compadre. ¡ Ah, vamos! H Lorenzo. ¡ Estoy en las grandes condisiones!
Pa esta noche me ha sitao en su casa. ¡ Se atreven a
to las mujeres! ¡Le digo a usté!...
Acto primero 35
Compadre. ¡A mí no me diga usté na de eso! Eso, ar que no lo sepa! Lorenzo. ¡ Bueno! Pos se acabó lo que se daba:
o molesto más. Ustés me mandan. Despidiéndose. fa saben mi nombre. Soy un amigo de mis amigos.
Compadre. ¿Y de las señoras de sus amigos? Lorenzo. ¡No; de las de mis amigos, no! Adiós,
migo.
Compadre. Vaya usté con Dios. Y tantas gra- ias por el orsequio.
Lorenzo. No hay de qué darlas. Adiós, amigo. Vicente. Que usté siga bueno.
Lorenzo. ¡ Ya recomendarán ustés er vinito a lis relasiones!
Compadre. Se recomienda ér solo; pero no os- mte...
Lorenzo. Grasias a toas horas. ¡Tirito! Se mar- ha muy alegre, cantando:
Esta noche mando yo, mañana mande er que quiera...
Compadre. ¡ Vaya punto! ¿ Eh ? Vicente. ¡Qué sinvergüensa! Compadre. ¡ No! ¡ Los pocos años!... ¡ To lo que
a dicho será argo menos! Vicente. Sí...
Compadre. ¡ Y en er pecao yevará la penitensia! déjelo usté corré. De esa madera es er carabinero ño.
Vicente. ¡Je!... Quiere sonreír y hace una mue~ En fin, yo también me marcho ya, compadre.
Compadre. ¿También? ¡Si le sobra a usté empo!
Vicente. De toas maneras. Me voy a i dando un
36 Los Mosquitos
paseíto, pa refrescarme un poco. He bebió más de
lo que acostumbro. Compadre. ¡ Pero este vino no liase daño! Vicente. ¿No liase daño? Compadre. ¿ Eli ? Amigo, mireme usté a la cara.
Vicente. ¿Cómo? Compadre. Míreme usté a la cara. Vicente lo
mira lleno de turbación. ¡E'Sté está loco de verdá! ¿Usté ha imaginao... ?
Vicente. ¿Yo?... ¡No, hombre! Grasias y hasta la vuerta, compadre. Le estrecha la mano.
Compadre. ¡ Vaya usté con Dios, compañero! Vicente. Volviéndose a él desde la misma puer¬
ta. ¿ Compañero ? Compadre. ¿No somos pintores los dos? Vicente. Es verdá. Buenas tardes. Vase rápida¬
mente. Compadre. ¡Ya le ha picao un mosquito! Tras-
tornao va ese hombre. ¡ Pobresiyo! ¡ Prefiero mi temperamento sien veses! Alzando una copa de vino. ¡ Viva Dios! ¡ A la salú der carabinero! Se la bebe de un trago. Cae el telón.
FIN DEL ACTO PRIMERO
ACT O SEGUNDO
Habitación del piso en que viven Vicente y Reliquia. Sendas
puertas al foro y a la izquierda del actor. Balcón a la de¬
recha. Muebles modestos. Una mesa camilla. Sobre una
silla un sombrero de hombre. La puerta de la izquierda está
cerrada. Es media hora después de las escenas del primer acto.
Frasquito,, muchachilla que sirve al matrimonio, y que por cierto se pasa de lista, sale por la puerta del foro. Viene de la izquierda. Trae una botella de agua que pone en la camilla, donde hay ya una Pan¬ de fita de madera y un vaso.
Frasquita. ¡Lo zola que ze queda la caza cuan¬ do ze va el amo de viaje! Está una zin zombra y como zorda. Porque cuando el amo está en Zeviya, aunque no esté ziempre en la caza, una zabe que está en Zeviya y que pué yegá cuando menos ze pienze. Y ezo acompaña mucho. Viendo, al ir a mar¬ charse, el sombrero que hay sobre una de las sillas. ¡ Hombre! ¡ Un zombrero! ¡ Este zombrero no es de é! Se lo prueba. Zi; zí es de é. No; no es de é. É tiene la cabeza más gorda. ¿ De quién ez este zom¬ brero, zeñó ? Escamada. ¡ Ay, mi tía! Siente que se abre la puerta de la izquierda y deja el sombrero donde estaba, con cierto susto.
Sale Reliquia con una carta. Reliquia. ¿Qué hases tú aquí, Frasquita?
38 Los Mosquitos
Frasquita. Vine a poné el agua, zeñora.
Reliquia. La cuestión es está donde no debes Frasquita. Zi no pongo el agua, me riñe usté
y zi la pongo, también me riñe. No zabe una come acertá.
Reliquia. Gayándote. Frasquita. Ezo ze dice mu fácirmente.
Reliquia. ¡ Schsss! Ahora vas a i a yevá este
carta. Frasquita. ¡Ole! Reliquia. ¿Te gusta salí? Frasquita. Zí, zeñora, que me gusta zalí. ¿ Eí
mu lejos?
Reliquia. Donde el otro día: a la caye Antonic Susiyo.
Frasquita. ¡ Ah, zí! Ar número ziete. Reliquia. Eso es. Ten ahí. Frasquita. A la vera zirve una amiga mía. Y
¿usté ze vá a quedá zola to este tiempo?
Reliquia. No me come nadie; descuida. Los ojos de Frasquito se van sin querer al sombrero. Pero no te entretengas tú de conversasión.
Frasquita. Es que ya que estoy por ayí, zi usté
me da permizo, me yegaré también a vé a mi madre. Reliquia. ¿ Dónde vive tu madre ? Frasquita. En la Europa.
Reliquia. Bueno, sí: te doy permiso. Vé a verla.
Frasquita. ¡Ole!
KELiouiA. ¿No será ar novio a quien vas a vé? Frasquita. No, zeñora; esta zemana no me toca
novio. Hasta er domingo que venga é de Bormujos... Reliquia. Pos anda con Dios. Éntrase por ¡a
puerta de ¡a izquierda y la cierra luego tras de sí.
Frasquita. Dizimula, dizimula... ¡ Mi padre guaidia \ mi madre partera, y no voy yo a cogerlas
Acto segundo 30
ar vuelo! ¡ Ay, mi tía! Vase por la puerta del foro,
hacia la izquierda. Poco después, por la misma puerta, y de la parte
de la derecha, llega Vicente, con el semblante des
compuesto. Vicente. Después de echar un vistazo a la ha¬
bitación. ¡ Que entre yo como un ladrón en mi casa!... ¡Ay!... ¡No sé a lo que vengo! Deja el sombrero en cualquier parte. Pasea limpiándose el sudor. A eya
le diré... ¡ Qué sé yo lo que le diré!... Lo primero que se me ocurra. De pronto ve el sombrero que pico- cupó a Fr as quita, y va a cogerlo lívido. ¿ Qué som¬ brero es éste? Librándose instantáneamente del
susto. ¡Ah! Es uno viejo mío que le dije ayé que re¬
galara. Obcecado, grita, abalanzándose luego al que él traía puesto. ¿Y este otro? ¡Jesús! ¡Este otro es er que acabo yo de quitarme! ¡ vas a volverte loco, Vísente! Si es que no lo estás ya. ¿Dónde andaiá eya? Al sentir pasos hacia el foro. ¿Quien viene? Se mete en un rincón, deseando hacerse invisible.
Frasquito, de mantón, pasa por el pasillo del foto de izquierdo.i a derecha, deteniéndose ante la puerta
un instante. Frasouita. Como vacilando. No, no le digo na.
Y me yego también en ca’er zapatero. ¡ Porque como lo que eya quiere es quedarze zola!...
Vicente. La muchacha... ¿Dónde irá;' Va a se¬ guirla, cuando, de improviso, algo más fuerte lo deja clavado. Es que oye hablar detras de la puerta de la izquierda. ¿Eh? ¿Quién habla ahí? ¡No pué sé más que eya!... ¡Sí: es su voz! ¿Con quién habla? Tré¬ mulo, anhelante, pégase a la puerta y escucha. In¬ conscientemente manda callar. ¡ Schsss !
Reliquia habla dentro. Vicente, tembloroso, repite
en voz baja cuanto le oye.
Los Mosquitos 40
Reliquia.
ñaña. Vicente.
Reliquia.
Vicente.
Reliquia.
Vicente.
Reliquia.
Vicente.
Reliquia.
Vicente.
Reliquia.
V ícente.
Bueno, mañana: desde luego, ma-
Desde luego, mañana... A las sinco, me jó.
A las sinco, me jó... No; ¡si ér se ha ido a Carmona!
¡Ér se ha ido a Carmona!... No vuerve, seguro, hasta er domingo.
No vuerve, seguro, hasta er domingo... ¡Tú verás lo que te conviene!
¡ Tú verás lo, que te conviene!... ¡Las mujeres somos de esta hechura!
¿Eh?... ¿Quién es?... ¿Qué le ha dicho er que sea? ¡Ya está aquí! ¡Ya no se me escapa! ¡Vi a serrá la puerta con yave! V ase disparado por la puerta del foro, hacia la derecha.
Reliquia. Dentro aún. ¡ Basta ya de palique ahora! Hasta mañana. Vuelve a poco a salir por la puerta de la izquierda, serena, sonriente. Pero le dura poco este estado de ánimo. La inesperada apa¬ rición de su marido, que vuelve a su vez por donde se marchó, llameantes los ojos, descompuesto y aira¬ do, le causa tal impresión de sorpresa y de miedo, que tarda un buen espacio en reponerse, de ella. ¡ Eh! ¿ Quién ?
Vicente. Yo.
Reliquia. ¡ Jesús ! ¡ Vísente ! Vicente. ¡Yo, sí!
Reliquia. ¡ Qué susto me has dao! Vicente. ¿A quien menos esparabas, eh? íveliquia. ¡ A quien menos !... ¡ Qué susto me has
dao!
\ ícente. Con intención, alimentada por su sos¬ pecha. Se comprende, sí; se comprende...
Acto segundo 41
Reliquia. ¡ Ay, Dios mío! Pero ¿ qué es esto ? ¿A qué vienes ahora? ¿Qué traes?
Vicente. Traigo, traigo... ¡lo que traigo! Reliquia. ¿ Qué traes ? ¡ Cuando yo te hasía ca¬
mino de Carmona!... ¿Oué traes? Vicente. ¿Camino de Carmona me hasías?... Reliquia. ¡A vé! ¿Te has puesto malo? Vicente. No...
Reliquia. Pos la cara es de pronóstico, hijo.
¿De veras no te has puesto malo, Vísente? Vicente. No, mu jé, no...
Reliquia. Yo, sí... ¡ Er susto no es pa menos! ¡ Como que me creí que era un ladrón!
Vicente. ¿Un ladrón?
Reliquia. ¿No entran ladrones en las casas?
Vicente. Sí entran, sí...
Reliquia. Yo, que no pensaba que nadie vinie¬ ra... ¡Figúrate!
Vicente. Nadie, ¿no es verdá? Reliquia. ¡Nadie! Vi a bebé una poquita de
agua... Mira: toavía estoy temblando... Vicente. ¿Temblando? ¿Tanto te ha yamao la
atensión que yo vuerva?
Reliquia. ¡ Hombre, después de la segunda des¬ pedía de liase media hora!... ¿Qué venate te ha dao? Porque esto ha sío un venate de los tuyos. ¿No vas ya a Carmona esta tarde?
Vicente. ¿Oué te paresería a ti si no fuera? Reliquia. ¿A mí?
Vicente. ¡ A ti, sí: no me mires! ¡ Contéstame! Reliquia. Y ¿a quién vi a mirá más que ti pa
contestarte, Vísente ? V ícente. Contesta, contesta. Reliquia. Pos, hijo, si no vas a Carmona, tan
conforme yo, si tú lo desides; y si vas a Carmona, lo mismo.
42 Los Mosquitos
Vicente. ¿No preferirías tu que yo fuera? Reliquia. Vísente, si era una conveniensia pa
ti, como me desías, lo naturá sería que lo. pieñiiese. Vicente. Sí, claro: te librabas de mi presensia
un par de días... Reliquia. No creas tú que a veses no conviene.
Pero, no es eso, no: no me mires tú ahora. Es que de lo que vivimos es de tu trabajo; y si er viaje a
Carmona te reportaba un bien... Vicente. Pos ya ves tu lo que son las cosas, Re¬
liquia: me interesa er viaje; me pué vale argunas pesetas; estoy sitao con dos señores principales... y, sin embargo, lo dejo to y me quedo contigo.
Reliquia. Pos tú sabrás por qué. Vicente. Desafiándola con su actitud. Na. re-
suertamente no voy a Carmona. ó*c sienta. ¡ Resuel¬
tamente ! Reliquia. Pos no hay más que hablá. ¡ No vas a
Carmona! Se sienta como el. ¡Mi marido no va a
Carmona! Tar día hiso un año. Vicente. Y vamos a pasarnos la tarde los dos
cara a cara. Reliquia. Y ar que le pese, que reviente. Vicente. ¿Qué reviente?.
Reliquia. Que reviente, sí. ¡ O que no reviente, si no quieres tú! A tu gusto, hombre, a tu gusto.
Vicente. Pos bien dicho está: ¡que reviente! Reliquia. ¡Que reviente! Como si te cansas de
mirarme, porque ya me tienes muy vista, y quieres que me eche er mantón y nos vayamos por ahí de
paseo. # Vicente. ¿De paseo? Con sonrisa irónica, ¿Con
que de paseo? Reliquia. ¡De paseo: la tarde convida! No hase
ni frío ni caló. Qué, ¿nos vamos?
Vicente. No...
Acto segundo 43
Reliquia. Anda, hombre; y por ahí charlamos de nuestras cosas. Así te distraes.
Vicente. No, no... Mirándola muy fijamente, sorprendido de la serenidad de ella. Esta tarde, en
casita. Aquí charlamos más a gusto. Reliquia. Como tú quieras. ¡Tantas veses me
propones tú paseá conmigo! Vicente. Pos hoy ha cambiao er viento.
Reliquia. Bueno; pos... en casita, que yueve. Vicente. En casita.
Reliquia. En casita. A mí no me la das: tú vie¬
nes malo.
Vicente. ¡ Te digo que no!
Reliquia. ¿Quiés mirarte la cara al espejo? ¡Si estás desencajao, Vísente! Pos ¿y las ojeras? ¡ Mia qué ojeras! ¡ Son dos cáscaras de castañas tostás! A la cuenta te ha sentao er vino malamente: como no tienes mucha costumbre de bebé... ¿Oué vino habéis bebió ?
Vicente. ¿No te fijaste?
Reliquia. Yo ¿qué me había e fijá?
Vicente. ¡Ah! ¿no te fijaste? Reliquia. ¡Ni que fuera una cosa nueva!
¿Cuándo me fijo yo en er vino, si no bebo nunca? l omé aqueya copa, porque me la ofresió tu compa¬ dre. ¡ Qué hombre más grasioso ! ¡ La satisfasión que tiene é porque su mu jé se le ha escapao! Es notable er tipo.
Vicente. Pos bebíamos un buen jerez: de una
marca nueva que está de moda.
Reliquia. ¿Sí, eh?
V ícente. Sí: Fino Coralito. Reliquia. Fino Coralito. Y ¿es bueno?
Vicente. ¿No lo probaste tú?
Reliquia. Pero yo no entiedo de esas cosas.
Vicente. Pos sí es bueno, sí. Con marcada in-
44 Los Mosquitos
tención. Por sierto que luego, a poco de tú irte, su¬ bió er representante a saludarnos, y se empeñó en
darnos otra media boteya. Reliquia. ¡Ya! ¡Pos eso es lo que te pasa a ti.
Vicente. ¿Er qué? Reliquia. Lo que yo me temía: ¡ que te ha hecho
daño tanto Coralito! Vicente. ¡Que no, mujé; que no! Reliquia. ¡Bueno! Vamos a cayarnos, Vísente.
Pero si no te ha hecho daño er vino te ha hecho daño
er representante. Vicente. Er representante ¿por qué?
Reliquia. ¡ Cuarquiera se mete en tu cabesa pa
averiguarlo! Vicente. Haciendo de tripas corazón. Er repre¬
sentante es un muchacho muy agradable... Reliquia. ¡ Vaya! Vicente. Muy dicharachero; muy listo...Se cue¬
la po el ojo ’una aguja... Y hasta guapiyo es: de buena presensia... simpático... ¡Está bien el hombre!
Reliquia. ¡ Ea, pos búscale una novia, Vísente! Vicente. No le liase farta. Reliquia. ¿No? Vicente. No. Paese que tiene labia sufisiente pa
lográ de las mujeres lo que quiera. Reliquia. Dale la enhorabuena entonses. Vicente. ¿La enhorabuena? Reliquia. ¡ Claro! Pero yo estoy asustá de oirte. Vicente. ¿Porqué? Reliquia. ¡ Porque es la primera vez en tu vida
que me alabas a un hombre! Vicente. Yo...
Reliquia. Riéndose. ¿No te acuerdas de cómo te pusiste aqueya noche que te ponderé ar teñó de la
ópera ? Vicente. ¿Yo?
Acto segundo 45
Reliquia, j Y ar reprentante de ese vino me lo
alabas porque no lo conozco! Vicente. ¿No lo conoses? Reliquia. Y ¿tú me lo preguntas? ¿A quién
conozco yo que tú no lo sepas ?
Pausa. Se miran. De pronto él se levanta y ex¬
clama: Vicente. Tenías tú rasón: vamos a darnos un
paseo. Reliquia. Vamos ayá. Vicente. Voy a ponerme el otro traje. Reliquia. Deteniéndolo, en la misma puerta de
la izquierda. ¿Ahora te vas a entretené en eso, Ví¬
sente ? Vámonos así. Vicente. Pero ¿qué trabajo me cuesta?...
Reliquia. Mira, Vísente: es inúti que quieras engañarme. Tú traes un entripao, y hasta que no rompas vamos a está jugando a Justisia y Ladrones, como los chiquiyos. Acaba ya: las cartas boca arriba. ¿Qué traes? ¿Es que to esto der viaje a Carmona ha sío una invensión ? ¡ Porque ya me lo estoy figu¬ rando ! ¿ Es que me has puesto arguna trampa pa vé si caigo en eya? ¡Capaz serías! ¿Por qué me yamas ar cormao de repente ? ¿ Por qué vienes luego de esta manera? ¿Qué entresejo y qué puños apretaos son esos ? ¡ Al acusao más inosente lo desconsierta un juez como tú! ¡ Habla ya de una vez ! ¡ Pero habla claro, como yo te hablo a ti! ¡Déjate ya de triqui¬
ñuelas ! Vicente. ¿Tú me hablas a mí claro?
Reliquia. ¡ Aviá estaría si te hablara turbio! Vicente. Pos a vé si me contestas ahora como
yo te voy a preguntá.
Reliquia. A vé. Temblando estoy otra vez como cuando yegaste.
46 Los Mosquitos
Vicente. Como cuando yegué... Pos dime, Re¬ liquia : ¿ con quién hablabas cuando yegué ?
Reliquia. ¡Como no fuera con Frasquita! Vicente. No. Frasquita estaba ya en la caye...
Los testigos estorban siempre. ¿ Con quién habla¬ bas en esa habitasión ?
Reliquia. ¿En esa habitasión? Vicente. Sí: en esa habitasión. Reliquia. Rompiendo a rcir. ¡Ja, ja, ja! ¡Esto
ya tiene grasia! Vicente. ¡Ah! ¿Te ríes? Reliquia. ¡Ja, ja, ja! Vicente. ¡No te rías y respóndeme, si no quie¬
res que entre yo a verlo! Reliquia. Echándolo resueltamente a broma.
¡Ay, no, por Dios! ¡No entres! ¡Prefiero que me mates! ¡No entres, por tú salú! ¡Perdóname! ¡La cosa ya no tiene compostura! ¡ Córtame la cabesa! ¡ Vamos a salí en los papeles!
Vicente. ¡Que no estoy pa burlas, Reliquia! Reliquia. ¡ Ay, Dios mío de mi arma! ¡ Qué des-
grasiaíta soy! ¡Qué mujeres más locas habernos en er mundo! ¡ Lo tiramos to a la caye por un gustito! ¡ Ahora las pago toas! ¡ Mi marido me ha piyao de conversasión con er siyero der patio, que tiene ochen¬ ta años!
Vicente. ¿Eh? Reliquia. ¡Ven acá, guiyao, más que guiyao: si
yo no te quisiera tanto, era yo la que te mataba! Abre violentamente la puerta de la izquierda. ¡Ven acá! La ventana de esta arcoba ¿no da ar patio?
Vicente. ¿Ar patio?
Reliquia. ¡Ar patio, sí! ¿No da ar patio? Vicente. Corrido. Ar patio da. Reliquia. En er patio ¿no trabaja er siyero? Vicente. Er siyero; sí...
Acto segundo 47
Reliquia. ¡ Pos pregúntale ya, condenasión, si no le he encargao que venga a componerme cuatro siyas, mientras tú estabas en Carmona, pa que te las encontraras arreglás a la vuerta! ¡ Mal haya tu sangre! De las risa pasa a las lágrimas y se sienta a enjugarse los ojos.
Él la contempla súbitamente arrepentido. Vicente. En tono compungido y humilde. ¡Re¬
liquia !...
Reliquia. Parodiándolo. ¡Reliquia!... Vicente. ¡ Perdóname! Reliquia. ¿Que te perdone? ¡No te perdono,
que me hases sufrí mucho! Vicente. ¡Porque te quiero mucho!
Reliquia. Hay cariños que matan. Vicente. ¡Quien bien te quiera, te hará yorá! Reliquia. Menos má que también me hases reí
argunas veses. ¿ Te párese a tí medio regulá er drama que te has armao en la cabesa? ¡No tienes presio pa inventó de películas!
Vicente. Perdóname siempre; tenme lástima. Te quiero tanto, que na más la sombra de perderte me pone en los ojos un velo y no veo ya una cosa con sus contornos naturales.
Reliquia. Sí que me das lástima. Pero ¿ de veras te pensabas que tenía ahí dentro ocurto a un hom¬ bre ? Él calla. ¿ De veras, Vísente ?
Vicente. Perdónamelo, Reliquia: de veras.
Reliquia. ¡ María Santísima! Bromeando. ¡ Qué inosente eres, hijo mío! ¡Ahí en la arcoba que da ar patio iba yo a meté a un hombre pa que los vesinos lo vieran! ¿Tu no sabes que donde los esconde una siempre es debajo de la camiya? A un movimiento involuntario de el. Mira, Vísente, ¡ como yeg'ues a levanta la farda te doy con la boteya en la cabesa!
Vicente. Riéndose. ¡No, no, no!...
48 Los Mosquitos
Reliquia. ¿No? Vicente. ¡No! Te creo, te creo siempre., Y
cuando no te creo, te quisiera creé. Ven aquí: múra¬ me. ¡ Quiéreme como te quiero yo!
Reliquia. ¡Si te quiero más y mejó, peliculero! ¡Media vida daría porque no perdieras nunca m por na der mundo esta fe que ahora mismo tienes! ■ Hay cosa como este cariño y esta confiansa pa to de una mujé y un hombre? ¡Vorcarme yo en ti como si fuera agua, y tú en mí, sin que na nos quede a ninguno, y que las dos aguas se confundan y nadie sepa distinguí cuál es del uno y cuár del otro!
Vicente. Sin embargo, Reliquia... Reliquia. ¡Ya sartó er sin embargo! ¡Pos no
hay sin embargo, Vísente! El agua durse y la salo¬ bre son las únicas que no puen confundirse; pero ¡ si tú y yo somos aguas de un mismo río!...
Vicente. Es verdá; esa es la verdá. Reliquia. ¿La verdá? ¿Te atreves a firmármela
en un papé? Vicente. ¡ Ahora mismo! Con mi sangre, Re¬
liquia. Reliquia. Con tu sangre, ¿eh? Más clara esta¬
rá que la mía, que está achicharra desde que te co¬
nozco. Vicente. ¡Bendita sea tu cara! Reliquia. Hay que verte, Vísente; es menesté
verte pa creerlo. Toavía te dura er desencajo. To despeinao, con coló de espárrago de lata, la coi bata torsía, la barba negra, como si no te hubieras afei-
tao... Vicente. ¡Pos sí me he afeitao! Reliquia. ¡Pos te han salió las barbas desde
er cormao aquí! Hasta caniyas se te ven. Una, dos,
tres... ¡Huy cuántas, Vísente!
Acto segundo 40
Vicente. Déjalas: son penas que he pasao por ti.
Reliquia. ¡ Pero que yo no he pensao darte nunca! ¡ Lo que te quiero, polisía! ¡ Lo que te quie- ro yo! ¡ Qué demonche de canas! Por supuesto, bien vengan.
Vicente. Bien vengan, ¿por qué? Reliquia. No las de las penas; las de los años.
Porque yo estoy sierta de que hasta que no nos caiga¬ mos de viejos ios dos, tú no vas a tené compostura.
Vicente. ¿Te lo crees tú?
Reliquia. ¡ Si es que entonses la tienes! Porque también he conosío seíosos de setenta años.
Vicente. No diría yo que no.
Reliquia. ¡Vamos! A Don Manué Carriles, er lue fué apoderao de mi padre, que no pué ya con os carsones, lo he visto una tarde encrespao porque 5U vieja se asomó a la ventana a vé pasá la tropa.
Vicente. ¡Ja, ja, ja!
Reliquia. ¡ Er coroné había sí o novio suyo! Vicente. ¡Ja, ja, ja!
. Reliquia. No te rías ahora tanto: mírate en ese Jempío.
Vicente. Cogiéndola de las manos c avino sᬠnente. ¡En tus ojos, más bien!
Reliquia. ¡Huy qué manos, chiquiyo! ¡Estas nanos no son las de un pintó decorado; son las de tn minero!
Vicente. Mirándoselas. ¿Las de un minero? Reliquia. Y ¡qué uñas! Paesen palaustres. Con
stas uñas no sales tú a la caye conmigo. Espérate: oy por las tijeras y te las corto en un momento. Vicente. Alarmado repentinamente, a su pesar
Eh ?
Reliquia. ¿ Qué cara es esa ? ¿ Qué te ha dao de Tonto ?
Los Mosquitos 50
Vicente. ¿Eh? Reliquia. ¿Qué ha sí°? ¿Es ciue tienes argüí
supertisión a cuenta de las unas ? Vicente. ¿Cómo? Sin darse cuenta, levanta
falda de la camilla y mira bajo ella. Reliquia. ¿Qué hases, Vísente? ¿Vuerve
calentura? ¿Ya te picó un mosquito? Vicente. Sonriéndole. No, no; descuida... Ah
ra no ha yegao a picarme... Reliquia. ¡ Pero ha tocao la trompetiya! Vicente. Yo te diré... Vas a reiite... Reliquia. Eso, por de contao., Vicente. Anda, coge er mantón y nos iremos
la caye. Que me dé a mí er fresco. Reliquia. A ti y a mí. Que nos dé a los d<
Parta nos liase. ¿Han yamao? Vicente. Sí. Yo veré quién es. Vé tú por
mantón.
Reliquia. Ahora mismo. Ella se va por la puerta de la izquierda y él por
del foro. Se oye un grito de Frasquito en el interior. *
seguida vuelve él con la muchacha, que se ha a
rrado al verlo. Vicente. Ven acá, ven acá... Frasquita. Voy a la cocina, zeñorito... Vicente. No; ven acá primero. ¿Soy yo er <
monio ? ¿ Por qué has dao ese grito cuando te abrí
puerta ? Frasquita. Zeñorito, porque yo no esperan
Vicente. ¿No esperabas, eh?... Y ¿por c
tiemblas tanto? Frasquita. ¿Ha perdió usté er tren? Vicente. Sí; lo he perdió. ¿Por qué tiemb
tanto? ¿De dónde vienes? ¿A dónde has ido? Frasquita. Yo le diré a usté...
Acto segundo 5i
Vicente. ¡ No pienses un embuste ! ; A dónde has ido?
Frasquita. Sobrecogida. Zeñorito, yo...
Vicente. ¡Pronto! Frasquita. Vengo de... Aquí está ya la zeño-
rita.
Sale Reliquia, de mantón. Apenas vé el cuadro se da cuenta de lo que ocurre.
Reliquia. ¿ Qué pasa ?
Vicente. Tú me esplicarás lo que pasa, porque esta no pué hablá.
Reliquia. ¡ Ea! ¡ Otra vuerta en la parriya, San Lorenso!
Vicente. Se ha echao a temblá cuando me ha visto, ha pegao un grito como si yo fuera un ladrón, no da pie con bola, no sabe desirme a donde ha ido ni de donde viene... ¡En fin, tú me dirás si esto es :orriente!
Reliquia. En esta casa... er pan de cada día. ¡ Ay, Várgen de mi arma!
Vicente. Déjate de suspiros ahora. ¿Qué espli-
:asión le das a esto?
Reliquia. No me río ya pa que no te arborotes. Frasquita.
Frasquita. Mándeme usté.
Reliquia. ¿Yevaste mi carta? Frasquita. Zí, zeñora.
Reliquia. Y ¿qué rasón te han dao pa mí?
Frasquita. Sacando de su bolso otra carta. Este :obre.
Vicente. Arrebatándoselo, antes de que Reli- luia lo coja. Trae acá.
Reliquia. Después de un gesto de tristeza y de ornprensión. Márchate, Frasquita. Frasquita. ¿A la caye otra vez?
52 Los Mosquitos
Reliquia. No; ayá dentro.
Frasquita. Obedeciéndola. ¡Ay, mi tía!
Reliquia. A Vicente, que la mira torvo. Dam< tú esa carta.
Vicente. ¿Esta carta? Reliquia. Sí, hombre, ¡ si es pa mí! Vicente. Er sobre viene en blanco. Reliquia. Pos es pa mí, porque es la contesta
sión a una que yo he puesto.
Vicente. ¿A quién?
Reliquia. No te importa: clámela. ¡Qué pronb se han ido por tierra tos tus buenos propósitos! ¡ L confiansa siega que tenías en mí!... ¡Y no ha pasai un minuto! ¡ Y le hablan a una der purgatorio! ¿ 1 este purgatorio en vida, no es peó? Airada. ¡Dame 1 carta ya, Vísente!
Vicente. ¡Una carta pa la mujé pué leerla e marido!
Reliquia. ¡ Cuarquiera menos esta! Vicente. Menos esta ¿por qué?
Reliquia. ¡ Porque me ofende ya la duda! ¡ Por que no te la paso! ¡ O me das la carta, o te vas acordé de mi nombre! ¿Me la das o no?
Vicente. Tras ligera vacilación. Tómala. Reliquia. Grasias, hombre. ¡ Argo se ha conse
guío! Ahora vas a sabé ya de quién es... y vas a es cucharla.
Vicente. ¿De quién es? Reliquia. Der siyero. ¡ Er corasón no envejes
nunca! Vicente. ¿De quién es? Reliquia. ¡ De tu hermana, hombre, de tu her
mana! Vicente. ¿De Matirde?
Acto segundo 53
Reliquia. De Matirde, hijo. Como te paresía ridículo que yo pasara los días de tu ausensia en su :asa, le escribí pidiéndole que se viniera eya a pa¬ sarlos conmigo. ¡Pa tu seguridá... y la mía!
Vicente. ¡Ah!... Casi no puede hablar de emo- :ión y de arrepentimiento. ¡Reliquia!... Dame er cas- igo que merezca... ¡ Soy un loco!...
Reliquia. Escucha lo que me dise Matirde... Vicente. No quiero, no; no me lo leas. Reliquia. ¡ Vaya si te lo leo ! Vicente. ¡No me lo leas, por Dios! ¡No me lo
eas!
Reliquia. ¡ Sí, hombre, sí! ¡ Hay que está a las turas y a las maduras! Oye.
Vicente. ¡Reliquia! ¡Por los clavos de Cristo! Qué conozco a Matirde!
-Keliquia. ¡ Y yo también! ¡ Por eso quiero que a oigas! ¡Argo hay que sufrí! Leyendo, al fin, la arta. “Querida Reliquia: tu apresiable carta no me La sorprendido. No sé cómo tienes pasiensia de guantá a mi hermano. Mi hermano es, pero es de is muchos mandos que se meresen un adorno.” Vicente. ¿Eso dise?
Reliquia. Míralo.
Vicente. Deja, deja... ¡Mi hermana también!... 'asea, agitado.
Reliquia. Continuando la lectura. “Párese men- ra que teniendo una mujé como tú, dude de tu hon- adez y de tu cariño. No sabe é que eso es jugá con uego. Yo en tu lugá ya me hubiera cansao de su¬ birlo, porque a las mujeres, lo que nos hase malas 5 que el hombre piense sin rasón que lo somos.” Chúpate esa!
Vicente. ¿Quiés dejarlo ya?
Reliquia. ¡ Qué disparate! ¡ Hasta la firma vi a «rte! ¡ Si viene mejó de lo que yo esperaba! “A ti
54 Los Mosquitos
te ha debió tocá un hombre como er mío, y a mi um como er tuyo. Si me yega a tocá, a estas horas y; sería famoso en Seviya.”
Vicente. ¡ Cávate! Reliquia. ¡Lo dise tu hermana! ¿No tenía
tanto empeño en sabe de quién era la carta y lo qu desía ? ¡ Pos óyela ahora!
Y ícente. ¡ Acaba ya! Reliquia. “Mi marido en cambio tiene una gra
sia que le farta ar tuyo: me orsequia cada año con u: hijo.”
Vicente. Resoplando. ¡P'fff!... Reliquia. ¡Sopla, sopla! “Me orsequia cad
año con un hijo. Y yo le digo que una grasia tan re petida, pierde la grasia ya. ¿Y ustedes, qué hase: que no tienen ninguno?” ¿Qué hasemos, tú?
Vicente. ¡ Acaba! Reliquia. “Piase farta sé tan soso como mi her
mano, pa yevá tres años de matrimonio con un mu jé de tu mérito, sin dá ninguna señá de vida. "! es que por lo visto se le va to er fuego en las peleaí Adiós, mujé. Dios te dé toa la pasiensia que nese sitas. Hasta luego, que iré con mucho gusto a dorir en tu casa y a quedarme contigo hasta que vuerv er moro de Carmona. ¡ Piaré de guardia de la porr a tu lao! ¡ Oué le vamos a hasé! No voy a dej pasá por tu puerta ni un carriyo e manos. Un bes de tu hermana, que mucho te apresia, Matirde.”
Vicente. Llorando. ¡Perdóname otra vez, Re liquia! ¡ Sin queré te ofendo mir veses! ¡ Pero n soy un mal hombre; soy un desventurao!
Reliquia. ¡ Un desventurao que me va a matá mí con su desventura! ¡No yores más, que eso n es de hombres! ¡ Ten voluntá más bien pa combal
como debes ese microbio; pa espantá a manotasos ¡ tos los mosquitos!
Acto segundo 55
Vicente. Pero ¡perdóname tú primero!
Reliquia. Quisá tenga yo la curpa de que no estés curao con tanto perdonarte. No, no; no te per¬
dono ya a las primeras: no me ablando ya tan fásir-
mente, y será me jó pa los dos. Vicente. ¿Qué dises?
Reliquia. Lo que digo. Esta lersión me ha abierto los ojos más que ninguna. Se había deshecho la tormenta; principiábamos a gosá de la paz que da la
confiansa; y cuando venía yo tan conforme a salí de paseo contigo, porque se aturruya la chiquiya ar vé que le abres la puerta tú cuando te creía de via¬ je, lo primero que te se ocurre es vorvé a dudá, y te
piensas que una carta de tu hermana es de Don Juan Tenorio. ¡No, Vísente, no! Vi a seguí otro sistema. Me ofendes a ca istante; abusas demasió de mi condesendensia y de mi cariño. Entre lágrimas. ¡ Esto no es vida! ¡Y yo tengo derecho a viví! ¡ Y a que tú
vivas a gusto a mi lao! Se acabaron ya los perdones. O crees en mí de veras, o no crees. Si crees, seremos muy felises; si no crees, a la primera de estas que me hagas me voy de aquí, y como no me traiga la Justisia no vuervo a tu lao.
Vícente. ¡ Reliquia! Reliquia. Ahora no hay más que hablá. Ten ahí
tu sombrero. ¡ A la caye conmigo ahora mismo! ¡ A respirá otro aire! Empujándolo y yéndose con él. ¡Anda, condenasión, martirio, agonía, tormento, castigo, anda, anda, anda!...
FIN DEL ACTO SEGUNDO
ACTO TERCERO
En casa de la Abuela de Reliquia. Salita humilde, con es¬
casos muebles, limpios y ordenados. Puerta de cristales
al foro, que da a un patinillo. Otra puerta a a derecha del
actor. Ventana a la izquierda. Han pasado diez días desde el acto segundo. Es por la tarde.
El Compadre Patricio, sombrero en mano, está de visita y aguarda. A poco, por la puerta del foro, sale la Abuela, vieja reposada y risueña.
Abuela. Pero ¿qué hase usté de pie toavía? Siéntese usté. Ahora viene eya. Siéntese usté.
Compadre. Con permiso.
Abuela. Traiga usté er sombrero. Compadre. Grasias; no me estorba. Abuela. Tráigalo usté, señó. Compadre. Yo no lo había dejao en ninguna siya
por no mancharla.
Abuela. ¡Jesús y qué ponderativo! Limpia tengo la casa, pero er sombrero no está susio tam¬ poco.
Compadre. En esta casa me lo párese a mí, se¬
ñora. Yo, como he sío una vírtima de la mugre... Abuela. ¡Vaya por Dios! Compadre. ¿Y su marío de usté, está bueno? Abuela. Tan bueno que está. En su Parque
to er día. Aunque es tan viejo como yo, toavía sirve.
58 Los Mosquitos
Compadre. Pos aquí vengo yo a vé a Reliquia,
de parte de Vísente... Abuela. Atajándolo. Eso, a eya. Lo que tenga
usté que desí der marío, a eya. Compadre. Bueno. Abuela. Entre hombre y mu jé... to er que se
mete ha de per dé. Compadre. Y si no, ¡ que lo diga er carabinero!
Abuela. ¿ Qué ? Compadre. Na. Un escape de gasolina. Abuela. ¿Es usté choféf Compadre. No, señora; pero he tomao un tasi
hase tres meses y ni por la radio me arcansan. Abuela. Usté se entenderá. Pos desía que entre
marío y mujé, to er que se mete, pierde; porque ninguno de eyos le dise a usté nunca le verdá com¬ pleta. Siempre se quea ca uno con un cachito de eya, que sólo entre los dos se sabe... ¡Y así no hay quien sentensie!
Compadre. Bien dicho está eso. Abuela. Como de quien tiene setenta años, y
ha casao a tres hijas, a cuatro hijos y a dos nietas. Compadre. ¿A nueve criaturas ha casao usté?
Abuela. A nueve. Compadre. Yo no estaría tranquilo. Abuela. Yo sí, porque tos se han casao por su
gusto. Compadre. Eso no quita...
Sale Reliquia, también por la puerta del foro. Abuela. Aquí la tiene usté.
Compadre. Levantándose. Buenas tardes, Re¬
liquia. Reliquia. Téngalas usté muy buenas, señó.
Compadre. ¿Está usté buena? Reliquia. Yo, tan buena; ¿y usté?
Acto tercero 59
Compadre. Yo, también tan bueno. Mejó ca día
que pasa. Reliquia. Pero tome usté asiento.
ComPx\dre. Sí, señora. ¿ Se acuerda usté de mí.
Reliquia ? Reliquia. ¡ Digo! ¿No lo ha visto usté en er
saludo ? Abuela, este es el hombre que está como loco desde que se le escapó su mu jé.
Abuela. ¡ Ah, vamos! Ahora me esplico lo der tasi.
Compadre. Sólo que es ar revés que lo ha dicho Reliquia.
Reliquia. ¿Ar revés? Compadre, justamente. Yo no estoy ahora como
loco, sino como cuerdo. ¡ Cuando estaba como loco era cuando vivía con eya!
Reliquia. ¡Ja, ja, ja! Abuela. Esta se ríe. Reliquia. ¡ Me hase a mí mucha grasia cómo
toma el asunto!
Compadre. Ideas prácticas; ideas modernas... ¡ Se ha acabao er romantisismo! Aqueyo de: “¡Mi mu jé me engaña y le voy a sacá er corasón por la boca!”... no pega en estos tiempos. ¡Afortunada¬ mente !
Reliquia. ¿Usté no sabe, abuela, lo que ér dise que es?
Abuela. No. ¿Qué dise que es? Reliquia. Viudo de una mu jé viva. Abuela. ¡ Qué grasioso ! Compadre. Y así me lo voy a poné en la sédu-
la. Sí, sí; no crea usté que es broma. Profesión: pintó decorado. Estado: viudo de una mujé viva. Edá: dies años menos que el año pasao. ¡ Ole! ¡ Viva Dios!
Ríen la Abuela y la nieta.
6o Los Mosquitos
Reliquia. Tiene sombra este hombre. Abuela. Pos ese estao se lo van a envidiá a usté
más de cuatro.
Compadre. ¡ Como que es impagable! Estoy como viudo, porque ya no veo nunca más a mi mu jé, y no me pueo casá con otra. ¡ Oué venga Mahoma a hablarme a mí der paraíso de los moros!
Abuela. Bueno, bueno; me voy yo ya pa que
hablen ustedes. Reliquia. No se vaya usté, abuela.
Abuela. Hija, pero ¡si no he de tersiá en la conversasión!...
Reliquia. Aunque no tersie usté; no se vaya.
Abuela. Ya le lie dicho ar señó mi pensá sobre
estas cuestiones.
Compadre. Sí ; ya me ha dicho...
Reliquia. A pesá de eso, abuela. Abuela. Ea, por darte gusto, me quedaré aquí
como pintá. Me entretendré en vé pasá a la gente.
Acerca su silla a la ventana y se sienta. Reliquia. Conque, empiese usté la sinta. Compadre. Una sinta es, no piense usté que no.
Reliquia. Por eso lo he dicho: ¿cree usté que
no me lo figuro?
Compadre. Y ¿ por dónde quiere usté que la empiese ?
Reliquia. ¡ Toma! ¡ Por er prinsipio!
Compadre. Es lo más naturá. Pos er prinsipio es
este, Reliquia: yo soy, como usté sabe, uno de los
pocos amigos cabales de Vísente. Vísente no forma gaviyas con to er mundo.
Reliquia. Ya lo sé también.
Compadre. Lo era de antes y lo soy ahora más toavía.
Reliquia. Sí que lo creo.
Acto tercero 61
Compadre. Porque la amistá, en la desgrasia es donde tiene que probarse.
Reliquia. Y ¿qué más?
Compadre. Que vengo a verla a usté de parte suya.
Reliquia. Hasta aquí no hay na nuevo, porque to eso estaba ya por mí adivinao.
Compadre. Pos aya va lo nuevo.
Reliquia. ¿Quié usté que se lo antisipe yo tam¬ bién ?
Compadre. Venga: será buena señá que usté
lo vislumbre. Reliquia. Lo nuevo... que no es nuevo, es que,
desde que estamos separaos, ni come, ni bebe, ni
duerme, ni hase cosa arguna más que suspirá y yorá
como una Madalena arrepentía.
Compadre. ¡ Chipén! Reliquia. Usté sabrá, porque está probao que
pa usté no tiene secretos... Abuela. ¡ Arguno le quedará pa ti sola! Compadre. ¿ Eh ? Abuela. Na. Otro escape de gasolina, señó.
Compadre. Es que se me había orvidao que esta¬ ba usté ahí, y me he asustao un momento. Porque tiene usté un timbre de voz... En fin, un sustiyo. Adelante, Reliquia.
Reliquia. Usté sabrá que en la úrtima pelea
que tuvimos Vísente y yo, er mismo día que yo tuve
er gusto de conoserlo a usté...
Compadre. Grasias. Reliquia. Le dije muy formá que no le perdo¬
naba aqueyo; que no estaba dispuesta a seguí vivien¬ do de aqueya manera; en costante riña y sobresarto; y que la primera vez que vorviera a dudá de mí, co¬
gía er mantón y me iba de la casa. Compadre. Lo sé, lo sé.
Ó2 Los Mosquitos
Reliquia. Pero quisa no sepa usté que por la noche vorvió a ofenderme.
Compadre. Sí, señora; también lo sé. Y que, con las mismas, agarró usté er mantón, como le había anunsiao, y se vino a casa de su abuela. Ér lo cuenta to con una noblesa que lo honra, y echándose además toas las curpas.
Reliquia. ¡ Estaría bonito que me las echara a mí también!
Compadre. Lo digo ar tanto de que no es hom¬
bre de dos caras. Vísente es un chiquiyo. Reliquia. Sí : un chiquiyo que se entretiene en
sacarles las tripas a los muñecos, pa yorá luego cuan¬
do ve el aserrín derramao.
Abuela. ¡ Presioso! ¿ Quién te quiere a tí ? Compadre. ¿Eh? Abuela. Usté disimule: era ar pajarito.
Compadre. ¿Ar pajarito? Abuela. Sí : desde ahí no lo ve usté. Es de la
vesina de enfrente. No me haga usté caso. Compadre. Tiene un timbresito de voz su abue¬
la de usté... Bueno, a lo que nos importa, Reliquia. Le voy a descubrí a usté lo más nuevo der caso, que quisá le sorprenda a usté.
Reliquia. Quisá no.
Compadre. Vísente se ha ido a viví a una casa de huéspedes.
Reliquia. También estoy ar tanto. Compadre. ¿Ouién se lo ha dicho a usté? Reliquia. Frasquita, la chiquiya que nos ser¬
vía. La ha despachao é, y vino a contármelo toa yorosa.
Compadre. Y ¿usté dá en er por qué de esa deter- minasión de su marío?
Reliquia. ¿No he de dá, señó? ¡Porque no pué verse tan solo! ¡ Porque se le cae la casa ensima!
Acto tercero 63
¡ Porque no le va a pedí selos al aparado y a la me-
siya e noche! Compadre. Eso es. Y jura y perjura que mien¬
tras usté no vuerva a la casa, ér no vuerve tampoco.
Reliquia. Pos como yo no espero que me vaya a yevá condusía por los siviles, dígale usté, que le ponga papeletas y la arriende, y así le sacará argun provecho pa pagá er pupilaje.
Abuela. ¡Pero dígale usté también que no se
dé prisa!
Reliquia. ¿ Qué ? Abuela. ¡ Que no se dé prisa en arrenda la casa. Reliquia. ¡ Ah! ¿ Usté se malisia que yo... ? Abuela. Yo no me malisio na, hija mía; pero
como me has rogao que me quede aquí, y estoy es¬ cuchándote... ¡ argo se me tiene que ocurrí de cuando
en cuando! Reliquia. Pos se equivoca usté en más de la
mitá.
Abuela. Es posible. Er tiempo es er que da la
rasón y la quita. Reliquia. Y, bueno, ¿qué otra cosa tenía usté
que desirme? Compadre. Pa concluí: que Visente quiere verla
a usté. Reliquia. Pos que me vea.
Compadre. Pero no de lejos: ér pretende vení
y hablarle. Reliquia. ¡ Pos que venga y me hable!
Compadre. ¿Usté está dispuesta a resibirlo?
Reliquia. Sí, señó. Me agrada la música. Toas las tardes le echo perras al organiyo.
Compadre. No; con formalidá. Reliquia. Con formalidá. Que venga, que venga.
No es ningún tigre que vaya a comerme. Compadre. ¡ Claro!
64 Los Mosquitos
Reliquia. Y ¡como toa la rasón es mía!... Me verá, lo veré, nos diremos sentensias... y se irá con las orejas calientes. Convenserme de otra cosa, no me convenserá.
Abuela. Tosiendo levemente. ¡Jem...! ¡Los ca¬
tarros de junio!...
Compadre. Entre sí. También la tosesita...
Reliquia. No me convenserá.
Compadre. ¡ Pero no vaya usté a resibirlo con er pestiyo echao! Escúchelo usté a pecho abierto. El hombre le ha visto las orejas ar lobo, y trae doló de
corasón y propósito desidío de enmienda. Es otro hombre, Reliquia.
Reliquia. ¿En diez días otro hombre? ¡Vamos! La que es otra mu jé soy yo.
Abuela. ¿En diez días? Reliquia. ¡ Y en diez minutos ! ¡ Después de mu¬
chas horas y de muchos meses padesiendo, en diez minutos se resuerve lo que no se ha resuerto en seis
años! Compadre. Es verdá; pero no hay dos cosas igua¬
les. Es menesté probá... Yo espero mucho de esta con- versasión de usté con Vísente. Voy por é.
Reliquia. ¿Está ahí serca, no? Compadre. Sí.
Reliquia. ¿En er café que hay en la esquina?
Compadre. Cabalito. ¿Es que lo ha visto usté? Reliquia. ¡ Como si lo estuviera viendo! Compadre. ¡ Resíbalo usté a buenas, Reliquia!
Pena le va a usté a dá mirarlo. ¡ Se ha quedao en la
mitá e las carnes! Reliquia. ¿Tan malamente come en la casa de
huéspedes ? Compadre. ¡ Agotao que está por los remordi¬
mientos ! Reliquia. ¡Yo, en cambio, tan tranquila!
Acto tercero 65
Compadre. Además, ha empesao a perdé la ca-
*sa. Reliquia. ¿ Qué ?
Compadre. Sí, sí: no es un dicho. Aqueya rue-
1 catalina no marcha bien. Y eso ya es más serio,
so no pué usté echarlo a puerta ajena.
Reliquia. No será tanto.
Compadre. Lo es, Reliquia. Se le están ocurrien- ) a Vísente unas cosas mu raras. Reliquia. ¿ Sí ?
Compadre. ¿ Qué creerá usté que es lo úrtimo que le ha ocurrió?
Reliquia. ¿ Qué ? ¿ Irse a América ? Compadre. ¡ No! De irse no se le ocurre na. Más urdo; mas desatinao. Anoche me propuso en serio e yo me junte con mi mujé. ¿Está bueno ese hom- e?
Reliquia. ¡ Vamos! Compadre. Voy por é, por é.
Reliquia. Ande usté, sí; ande... Compadre. Hasta luego, señora. Abuela. Vaya usté enhorabuena.
Reliquia. Acompañando al Compadre, con quien marcha por la puerta de la derecha. Como si prefie- dejarlo pa otro día. Yo no tengo prisa ninguna, r resurtao ya lo sé!...
Abuela. ¡ La que sabe er resurtao soy yo! ¡ Tos caminos que intenten dan en er mismo sitio!...
s un cayejón sin salía!
Vuelve Reliquia presurosa.
Reliquia. ¿No le párese a usté, abuela, que yo ?o lo que debo? Rbuela. Sí, hija, sí. Reliquia. Sin guasa.
66 Los Mosquitos
Abuela. Sin guasa.
Reliquia. Negarle la convesasión es perdé
la rasón que yo tenga. Abuela. Y tienes mucha. Reliquia. Ér no va a para hasta hablá conmi
Abuela. Eso, que te coste.
Reliquia. Mientras no lo consiga, vamos a ar Compadre yendo y viniendo...
Abuela. Y el hombre pué cansarse. Reliquia. ¡Y que tampoco se debe abusá á
personas! Abuela. ¡Ya se vé que no!
Reliquia. De manera que lo más asertao es
hablemos. Abuela. ¡ Lo más asertao ! Reliquia. ¡Yo no he de blandearme! Abuela. ¡Jem...! ¡Picaro catarriyo ! Reliquia. ¡ No; si ya sé yo que usté se está
do de mí por dentro! Abuela. ¡Y por fuera! Reliquia. Pos usté lo va a vé: me ha de er
trá más firme que una estatua. Abuela. ¡ De gelatina! Rosa, criadita de la Abuela, llega por la puen
la derecha en este momento. Es mujer de poc( tentiva, como se verá.
Rosa. Ahí está un hombre. Abuela. ¿ Eh ? Rosa. Oue ahí está un hombre. Abuela. ¿Er de las bocas de la Isla, quisá? Rosa. No, zeñora, no: no ez er de las boca:
Abuela. ¿Quién es, entonse? Rosa. Me lo ha dicho y ze me ha orvidao. á
a preguntárselo. Reliquia. Insistiendo en su tema. ¡Yo estoy
ta de que si yo no lo curo no lo cura nadie!
Acto tercero 67
Abuela. Esa es la verdá.
Reliquia. ¡ Nadie ! ¡ Porque nadie lo quiere, tam¬ poco !
Abuela. ¡ Porque la enfermedá no tiene cura, niña! ¡Dejémonos de historias!
Reliquia. Suspirando. ¡Ay!... ¡Eso sería lo más malo, abuela!
Abuela. No tiene cura. Se lo he oído desí a mu¬ chos médicos: con los mosquitos no se ha podio acabá en er mundo. Y las enfermedades que traen los mos¬ quitos son las peores. ¡ Y si ensima los mosquitos no se ven, como los que le pican a Visente!...
Vuelve Rosa. Rosa. El hombre eze ez una vizita. Abuela. ¿Una visita? Rosa. Zí, zeñora.
Abuela. ¿ Quién viene a verme a mí ? Rosa. No, zi no ez a usté.
Reliqia. ¿Es a mí? Rosa. A usté, zí zeñora: pero tampoco quiere
verla a usté, zino a zu marío. Reliquia. ¿A mi marido ? ¡ Qué cosa más rara!
¿ Para qué ?
Rosa. Ya ze me ha orvidao. Se va de nuevo. Reliquia. ¡ Abuela, dele usté un tónico a esta
niña!
Abuela. ¡ Si lo está tomando! ¡ Pero no le sirve de na! ¡Ayé se le orvidó levantarse!...
Vuelve Rosa, con aire de triunfo. Rosa. ¡Antes de que ér me lo dijera, me acor¬
dé yo!
Reliquia. ¡ Vamos! ' Rosa. Eze hombre lo que quiere es vé a zu ma¬
no... porque... Se detiene, pestañeando. Reliquia. ¿ Otra vez ? Abuela. Mira, Rosa, dile que entre.
68 Los Mosquitos
Rosa. ¿ Que entre ? Abuela. Si: que entre, que entre. , Rosa. Yéndose. ¡Tengo una cabeza mas mala.... Abuela. ¡ Y que el hombre te esplique a tí lo que
sea! ¡Como Visente va a vení!... A sabé si es argo
que le conviene. , Reliquia. Y que esto será porque como e se ha
ido de casa... Abuela. ¡ Naturarmente! Vi a da yo una vuerta
en la cosina. Que con Bermonte no hay momento
seguro. . _ Se va por la puerta del foro, hacia la derecha. Ke
liquia, un tanto desasosegada e impaciente, se asoma
a la ventana. Por la puerta de la derecha sale a poco Lorenzo,
seguido de Rosa. Rosa. Señalando a Reliquia, Aqueya es. Tí? mar¬
cha por el patinillo, mirándolo con curiosidad.
Lorenzo. Después de un instante de espera, en que Reliquia sigue mirando a la calle por la ventana.
Buenas tardes, señora. ^ | Reliquia. Volviéndose a él, sorprendida. ¿Eh.
Buenas tardes. Lorenzo. Contemplándola a su sabor. ¡ Muy bue¬
nas tardes! Usté dispense la molestia. Reliquia. Molestia, ninguna. Lorenzo. ¿Es usté la señora de Visente Ar¬
carde ? Reliquia. Servidora de usté. Lorenzo. Por muchos años. Reliquia. Grasias. ¿Qué desea usté? Lorenzo. Yo nesesito hablá con su marido. He
estao en su casa, me he cansao de yamá, y cuando ya me iba, salió la vesina der piso de ar lao a arvertirme
Acto tercero 69
lúe ahora no vive ayí y que en esta casa me darían *asón.
Reliquia. ¡Mía la vesina!... Sí... es que él ha :stao fuera... y yo me he venío aquí mientras tanto...
Lorenzo. Ya. Y ¿ha vuerto ya de fuera? Reliquia. Sí, señó. Ahora mismo lo estoy aguar-
lando yo, casuarinente. Lorenzo. Pos si no incomodo... Es cosa de un
ninuto. Reliquia. No, señó; no incomoda usté.
Lorenzo. No es más que un minuto. Reliquia. Lo que sea. Si usté no tiene prisa,
uando ér venga, le habla. No creo que tarde ya. siéntese usté.
Lorenzo. Sí : prefiero esperarlo. Me sito en cuar- [uier parte con é y luego tratamos a la noche.
Reliquia. Como usté guste. Lorenzo. Es que voy a darle un encarguiyo.
denso abrí un despacho de vinos de Jerez—sucursá le una bodega que yo represento—y quiero hasé una osa bonita. Cuatro barriles ilustraos, cuatro rasi- aiyos por las paredes, cuatro hojas de parra, cuatro letayes, cuatro cosas... ¡Y como ér tiene tan buen ;usto!...
Reliquia. Sí que lo tiene.
Lorenzo. A la vista está. Reliquia. ¿Usté conose a mi marido? Lorenzo. No, señora: na más que de nombre.
>é que es en Seviya er rey de los pintores decora- lores. Reliquia. Favo que usté le hase.
Lorenzo. ¡Que le liasen los demás; yo, no! Yo oavía 110 le he hecho favo ninguno.
Se oye a Vicente gritar dentro. Vicente. ¡Reliquia! Reliquia. Ahí viene ya é.
70 Los Mosquitos
Lorenzo. Estoy de suerte.
Por ¡a puerta de la derecha sale Vicente, y sin ver a nadie, corre a Reliquia emocionado y ¡a abrasa.
Vicente. ¡Reliquia! . Reliquia. Rechazándolo. ¡Por Dios, Vísente.
¡Oué hay visita, Vísente! Vicente. ¿Visita? ¿Eli? Viendo a Lorenzo. ¿Lh.
Lorenzo. ¡ Pero, hombre ! ¡ Buenas tardes, amigo! Vicente. Atónito. Buenas tardes... Lorenzo. ¡ Esto sí que es chusco ! ¡ Qué casualidá !
¡Y le dije yo a usté que no lo conosía! ¿Cómo está
usté? ¿No me recuerda usté? Vicente. Turbadisimo. No... Sí... Lorenzo. ¡Er representante der Fino Coralito,
hombre !... Vicente. Sí, sí...
Reliquia. ¡Ah! ¿Usté es er representante dei
Fino Coralito? Lorenzo. Pa servirla, señora. Reliquia. Mi marido me ha hablao arguna ve2
de usté.
Lorenzo. Tantas grasias. Reliquia. ¡Y con mucha ponderasión!
Vicente. Sí... Reliquia. Er señó quiere tratá contigo de no s(
qué cosa, Vísente. Vicente. ¿Usté... conmigo?
Lorenzo. Sí, señó: un minuto na más.
Reliquia. Los dejo a ustedes yo.
Lorenzo. Un minuto: no quiero sé indiscreto
A la disposisión de usté, señora. Reliquia. Muchas grasias, señó. Hasta luego
Vísente. Vicente. Hasta ahora mismo.
Reliquia. No se deis prisa. Tratá de su negosi< con carina. Con una diabólica sonrisa se aleja por e
Acto tercero 71
atinil!o, diciendo entre sí. ¡ Er demonio no lo enreda íe j ó!
Vicente. De forma que usté... Lorenzo. Tengo que hablá con usté de un asun-
:yo. Pero ahora, no; ahora, no. Ni me siento ni na. ,u mu jé lo estaba a usté esperando, y el onseno... Vicente. ¿Le ha dicho a usté eya que me espe-
aba? Lorenzo. Sí, señó; eya me lo ha dicho.; Qué per-
ona más yana y más simpática!
Vicente. ¿Hase mucho que estaba usté aquí? Lorenzo. ¡ Poco más de un minuto! Pero basta
)a encantarse con su señora. ¡ Me ha resibío con un .grado y una amabilidá!...
Vicente. Sí, ¿eh? Lorenzo. ¡Y me dijo usté el otro día que era
ortero! Pos ¡si yega usté a sé casao!... V ícente. ¿ Cómo ? Lorenzo. No molesto más. Me retiro. ¿A qué
:afé va usté por la noche ? Vicente. ¿Por la noche? Lorenzo. ¡ O por la tarde! Vicente. Por la noche suelo í a la Campana. Lorenzo. Ni una palabra más. Esta noche a las
iiez y media lo aguardo a usté ayí. Charlaremos. Va¬ nos a hasé una cosa bonita. Bien venío. Hasta luego, ¡eh?
Vicente. Hasta luego.
Lorenzo. A las diez y media.
Vicente. A las diez y media.
Lorenzo. ¡ Ah, hombre! Esto sí vale la pena de desírselo ahora. Un minuto. ¿ Se acuerda usté der día der cormao?
Vicente. Sí me acuerdo, sí.
72 Los Mosquitos
Lorenzo. ¿ Se acuerda usté de que yo dije que m había topao con una mujé que apagaba las luses?
Vicente. Sí, señó. ¿Y que me había enganchao por la ta
Sí, señó. Pos vaya arrope: ¿ quién se cree ust
Lorenzo.
leguiya ? Vicente.
Lorenzo.
que es er marío? Vicente. ¿Quién? Lorenzo. ¡Vamos! ¡Valiente cosa! Esto se pon
en er teatro y no hay un crítico que lo pase. ¡ Y mi ha pasao a mí! ¿ Quién se cree usté que es er marío
Vicente. ¿Quién? ¡ Aquér compadre que estaba con usté ¿Er compadre Patrisio? ¡ Que me dijo que era viudo de un:
Lorenzo.
Vicente.
Lorenzo.
mujé viva! Vicente.
Lorenzo.
Vicente.
abuela. Lorenzo.
Vicente.
¡ Baje usté la voz ! ¿Está ahí, acaso? Sí, señó. Está ayá dentro con la
¿Le paese a usté la casualidá?
¿De manera que la mujé que lo había
sitao a usté aqueya noche...?
Lorenzo. ¡ Era la difunta, como quien dise! ¡ Y yo se lo contaba ar viudo! ¡Estas ganas de habla
que tenemos siempre los representantes de vinos!... Vicente. ¿Eya se había escapao hasía unos
meses... ?
Lorenzo. ¡ Con un sargento de carabineros! ¡ Si lo conozco yo también! Y tuvieron una trifurca es¬
pantosa; a consecuensia de la cuá, se le tiró a la cara
como un gato, y er carabinero le dió una palisa que
toavía le duran los cardenales.
Vicente. ¿Y se escapó también der carabinero?
Acto tercero 73
Lorenzo. ¡Naturá! ¿Había de seguí con é des¬ pués de esos mimos?
Vicente. ¿Y ahora está en Seviya? Lorenzo. ¡ Ca! Apenas se enteró por mí de que
había recalao aquí su marío, sin desirme siquiera condiós, levantó er vuelo y se plantó en Africa.
Vicente. ¿En Africa? Lorenzo. ¡ En er Correo de Larache se fué con
er piloto! ¡ Qué cosas! ¿ eh ? Si usté se lo quié desí a su compadre, se lo dise. ¡Y si no, no se lo dise! A mí me es iguá. ¡Es una mujersita pa un pobre! ¡ Como vuerva a Seviya, soy yo er que toma er Co¬ rreo de Larache! ¡ Y la he tratao dos ratos na más! ¡ Lo que enseña la vida! Con que, amigo: hasta la noche en la Campana.
Vicente. Hasta la noche. Lorenzo. Deteniéndolo. Quieto aquí. La salía
no tiene pérdida. Vaya usté en busca de ese lusero que le ha tocao a usté por esposa. Buenas tardes. Se va por la puerta de la derecha.
V ícente. Buenas tardes. ¡ Qué hombre más ato- londrao y más descompuesto! Me ha vuerto tarumba en un istante. ¡Miste que encontrármelo aquí!... ¡ Laya considensia! ¿Y eya?... ¿Y mi Reliquia? ¡ Dame disimulo y való, Cristo mío, pa oí cuanto me diga y pa pasá por to lo que quiera, con tá de yevár- mela por las buenas a casa!
Aparece Reliquia en la puerta del patinillo. Reliquia. ¿ Se fué ya ese hombre ? Vicente. ¡ Reliquia! ¿ Has visto qué sorpresa ?
, Reliquia. Hijo mío, er mundo es así. Cuando tú lo buscabas debajo e la camiya, ayí no estaba ni Ja copa; y ahora que venías a verme a mí... te lo encuentras a é. ¡ Vaya un paso!
74 Los Mosquitos
Vicente. Pos lo mas bueno... Si te dijera yo...
Pero ¡ qué alegría me da verte y oirte! ¡ \ o temía que me ibas a resibí como a un enemigo! ¡ Hablemos de nosotros, Reliquia! ¡Na más que de nosotros! ; Esto hay que terminarlo! i Así no podemos seguí! ¡Vente conmigo a casa! Yo te juro... ¡Hablemos de
nosotros!... Reliquia. ¡ De nosotros ya hemos hablao tanto !...
Y no nos entendemos nunca, Vísente. Vicente. ¡Esta vez nos entenderemos! Reliquia. ¿ Estás seguro ? Vicente. ¡ Seguro! Reliquia. Yo, no.
Vicente. Pero ¿tú quieres que nos entendamos?
Reliquia. Más que tú.
Vicente. ¿Más que yo? ¡ Entonses nos enten¬
deremos ! Reliquia. Dios dirá. Vicente. No te rías. Nos entenderemos.
Reliquia se dispone a probarlo. Él se dá cuenta,
y se apercibe a defenderse. Reliquia. Es muy agradable ese muchacho,
¿ verdá? Vicente. ¿Quién? Reliquia. Ese muchacho: er representante der
Fino Coralito. Vicente. ¡Ah, sí! Es muy agradable. Agrada¬
ble de veras. Reliquia. Tan dicharachero, tan ocurrente...
Vicente. Sí, sí....
Reliquia. Tan amable, tan grasioso, tan fino...
Vicente. Sí, sí...
Reliquia. ¡Y hasta guapiyo es! Vicente. ¡Hasta guapiyo! Ya te lo dije yo
aqueya tarde. Reliquia. Por eso te lo repito yo ahora: por-
Acto tercero 75
que sé que estamos ya de acuerdo. De arguna forma
hay que empesá. Vicente. ¡Ay, Reliquia! Lo que tú buscas es
vé si me pica un mosquito. Y lo que es este, no me
pica. Reliquia. ¿ Este, no ? Vicente. Ni este, ni ninguno. Y si arguno me
pica, no ha de haserme daño; y si me lo hase, no has de notarlo tú.
Reliquia. ¿Te has comprao una careta? Toavía farta mucho para er Carnavá.
Vicente. No, no es que vaya a fingirte. Yo no sé fingí; a ti te costa. Lo que he querio desi es que antes de darte un di justo más a cuenta de mis selos, yo sabré apagarlos en mi corasón.
Reliquia. ¡Apagarlos en er corasón, que no es más que fuego! ¡ Qué de ilusiones se hase uno en cuanto quiere hasé las pases!...
Vicente. No son ilusiones. Reliquia. ¡ Qué de cosas se ofresen que no se
cumplen luego !... Vicente. Eso hay que esperimentarlo. Vámo¬
nos a casa, Reliquia. Reliquia. ¡ Ca, hijo! ¡Yegá y pegá!... ¡Qué dis¬
parate ! ¡ Vivo yo muy a gusto con la abuela! Vicente. ¿Más que conmigo?
Reliquia. Hasta er presente, si. ¡ Porque no po¬ día viví contigo me vine con eya!...
Vicente. Lo pasao, pasao. Te juro que me he vuerto otro.
Reliquia. ¿ Qué has hecho estos días ? Vicente. No pensá más que en ti. ¿Y tú, qué
has hecho? Reliquia. ¡ Recrearme en lo a gusto que se vive
sin selos, Vísente! Vicente. ¡Pos sin selos vas ya a viví a mi lao!
Los Mosquitos 7*
Reliquia. ¡Ojalá! Pero es pronto pa que yo me fíe. ¡ Qué sosiego he tenío! ¡ Qué bienestá, Vísente! Me he compuesto como de mosita, sin temé que una rosa que me prendiera ar pelo me costara lᬠgrimas después. Me he mirao al espejo deseando verme ca vez más guapa, pa gustarle a to er que me viera, sin preocupasión de ninguna espesie. Pie ha- blao de to con libertá completa; me he reío to lo que he tenío gana; no me he cayao, por considerasión ninguna, na que se me viniera ar pensamiento... En fin, Vísente, que he vivió en la gloria. ¿Y tú?
Vicente. Yo en er purgatorio, por lo menos. Reliquia. A nadie curpes más que a ti. En er
purgatorio no se está nunca por las curpas de nadie, sino por las propias.
Vicente. Sí, sí; desde luego. Reliquia. ¡Yo he yevao en la gloria unas tar¬
des, que no quieras sabé! Recordando mis quinse años. Me sentaba aquí en esta ventana, y to er que pasaba tenía que desirme arguna cosa.
Vicente. ¡Claro! Reliquia. ¿Te párese claro? Vícente. ¡ Como que lo es !
Reliquia. Aqueyo tuyo de que yo no tenía que gustarle a nadie más que a ti, se ha caío por tierra.
Vicente. ¡Claro! Tú le tienes que gustá a to er que te mire.
Reliquia. A unos sí y a otros no. Pero no es un delito mío si le gusto a argún hombre. Y a una lo que le agrada es gustá. Y pa tí mismo debía sé un orguyo.
Vicente. ¡Y lo es! Reliquia. ¡Y lo es, dise!... ¡Cuando yega la
hora de las pases, hasta la cuesta arriba es cuesta aba j o!
Vicente. ¡Ven a mí, Reliquia!
Acto tercero 77
Reliquia. ¡ Quietesito! Entérate primero de :oas las cosas que me han dicho en esta ventana. Como de mosita.
Vicente. La otra tarde pasé yo y no te vi. Reliquia. Porque te vi yo veni desde lejos y
ne escondí pa que no me vieras. Vicente. Sí, ¿eh? Y ¿qué cosas te han dicho? Reliquia. Cosas de toas clases. Si te cuento ar-
5-una de eyas te vas a enfadá. Vicente. ¿Te enfadaste tú al escucharla? Reliquia. No.
Vicente. Pos entonses yo no me enfadaré tam¬
poco.
Reliquia. ¿Que no?
Vicente. ¡Que no! Reliquia. ¡ Vamos, hombre! De toas maneras...
jno muy descarao fué y me dijo:—Reliquia, por ma discusión: ¿ er que tiene las yaves der sielo es
San Pedro o es su marío de usté? Vicente. Es bonito eso.
Reliquia. Con cierta extrañeza. ¿Es bonito?
Vicente. ¿No es bonito?
Reliquia. A mí me lo resurta.
' Vicente. Y a mí también. Tú ¿le contestaste? Reliquia. Al oí lo de las yaves le iba a con-
está que mi marío no era más que un serrojo; pero
10 quise que se riera de ti. Vicente. ¡Ja, ja, ja! Reliquia. ¿Te ríes tú?
Vicente. ¡Como que tiene grasia! Un serrojo
°y- Reliquia. Otro se me asercó mucho y me dijo:
—Morena, no sierre usté los ojos, que se van a acos- á los pájaros creyendo que es de noche.
Vicente. Está bien. También está bien.
78 Los Mosquitos
Reliquia. Algo nerviosa ya, de ver que no ¡o altera. ¿ Está bien ?
Vicente. ¿No está bien?
Reliquia. Estará bien o má, pero me agradó que me lo dijera.
Vicente. Como a mí me agrada ahora que te
lo hayan dicho. ¿No me crees? Reliquia. No. Es demasiao pronto y demasiao
cambio. Si es verdá esa carina que representas, vete a buscá un médico y que te analise la sangre. Por¬ que una vuerta así, tan radicá, no la da más que una veleta cuando se cae er tejao.
Vicente. Pos a vé si te convenses ahora. Reliquia. A vé.
Vicente. Como esta separasión nuestra ha co¬ rrío, no ha fartao quien se haya alegrao de eya y haya pensao en aprovecharla. ¿ Eh ? ¿ He dicho argo ? A rio revuerto...
Reliquia. No sé a qué quieres referirte, Ví¬ sente.
Vicente. ¿No, verdá? ¿No se ha asercao a tí un día de estos un amigo mío, con malas intensio¬ nes ?
Reliquia. ¡Ah!... ¡sí!...
Vicente. ¿Caes ahora?
Reliquia. Sí ; ahora caigo. Con franquesa, Ví¬ sente, no había querío desírtelo, porque...
Vicente. ¡ Si tienes que ponerte en que este Ví¬ sente ya es otro, Reliquia! ¡ Si te tienes que con- vensé! ¡ Me has sarvao, con tu salía de casa! ¡ Antes que no verte a mi lao ni un día más, me abro yo mismo la cabesa y me saco los sesos, pa ponerme otros más tranquilos! Pero no ha sío presisa la ope- rasión. Entérate.
Reliquia. Me entero, me entero... Me estoy en¬ terando.
Acto tercero 79
Vicente. Er sábado convidé a sená a ese in¬
dividuo: a Juan Manué Garsía, pa que no haya
dudas. Reliquia. ¿Lo convidaste tú? Vicente. Como lo oyes. Lo vi muy pegajoso y
muy salamero, y le puse la mesa. Y se vendió. En los ojos y en las palabras que desía... y en las que no desía, le leí la traisión que estaba amasando.
Reliquia. Y ¿afilaste un cuchiyo entonses?
Vicente. ¡Ca! ¿No te digo que estoy curao? No hise más que sonreirme de é y pensá luego pa mis adentros: “¡Qué tonto eres, Juan Manué Garsía, si te imaginas que aqueya mu jé va a engañarme con¬
tigo!” Reliquia. Vísente. Vicente. ¿Qué? Reliquia. De veras que estoy asustá. Anda y
vé a casa ’er médico. Vicente. Pero ¿qué más médico ni más me-
disina que tú? Acuérdate de que me dijiste: “¡O crees en mí de veras o no crees!” ¡Y tú me has
hecho creé desde aquér día! Reliquia. ¿ Hasta cuando ? Vicente. Hasta siempre.
Reliquia. ¡Qué trabajo me cuesta creerlo! Vicente. ¡A las pruebas me remito, Reliquia!
Reliquia. ¡Sería tanta felisidá!...
Vicente. ¡Tanta!... Reliquia. ¡Tanta, Vísente, tanta... que también
me cuesta trabajo no creerlo! Vicente. ¡Pos sierra ya los ojos... y vamos a
vé lo que susede!
Reliquia. ¿Los sierro der to?
Vicente. Sí, Reliquia, sí: ¡pa que se acuesten
los pájaros creyendo que es de noche!
8o Los Mosquitos
Reliquia. Ea, pos ¡viva Dios! como dise er
Compadre. Vicente. ¡Viva Dios! Se cogen de los manos.
¿Vámonos a casa? Reliquia. Hombre, aguarda un poquiyo. Por lo
menos hay que despedirse.
La Abuela y el Compadre Patricio salen por el patinillo en este momento. El Compadre, loco de júbilo y de entusiasmo, echa su sombrero a los pies
de Reliquia. Compadre. ¡ Viva Dios! Reliquia. ¿Eh? Vicente. ¿Qué? Compadre. ¡ Viva Dios! Abuela. ¡Viva la corte selestiá!
Reliquia. ¡ Compadre!... ¡ Abuela!... Compadre. ¡ Felisidades, niña! A Vicente. ¡ De-
me usté un abraso! ¡ Qué me alegro yo de que haya vuerto usté a la rasón!
Abuela. ¡ Aunque no sean más que veinticuatro
horas! Reliquia. ¿Tú oyes, Visente? Vicente. Es naturá que eya tema eso. ¡ Pero tú
no lo temes ya! Compadre. ¡ Ahora vivirá usté dichoso! ¿ Se
convense usté de que los selos son una estupidez? ¡Una mu jé asi es un regalo! ¡Las ganas que tenía yo de podé echarle flores sin que usté se enfadara! ¡Porque hay que verla, amigo! ¡Vaya suerte! ¡Ben¬ dita sea la madre que la parió!
Abuela. ¡ Y la abuela que parió a la madre! ¡ No me deje usté fuera a mí!
Reliquia. ¡Ja, ja, ja! Compadre. Miste qué risa, amigo: paese que re-
Acto tercero 81
pican a gloria. ¡ Y no enseña na cuando se ríe! ¡ Vaya piñones! ¿A qué saben esos piñones, Vísente? i Quién fuera er confitero !
Vicente. Inquieto, pero tratando de disimu¬ larlo. ¡Je!...
Compadre. Pos ¿ y los lunares ? ¡ Ay, los luna¬ res ! ¡ Estreyitas der sielo, de esas que salen al atar- desé! ¡ Cómo selebro yo que usté no se incomode ya con estas cosas!
Reliquia. Viendo la nube encuna. Bueno está,
compadre, bueno está... Compadre. ¡Bueno está, dise eya! No tenga
usté cuidao ninguno: ¡si este hombre ya se ha tras- formao! ¡Déjeme usté hablá de sus lunares! ¡Qué gloria de lunares! ¡ Pa dormirse contándolos!... ¿eh? Uno, dos, tres, cuatro... ¿Este de la barba estaba aquí ? ¿ Y este de la garganta ? ¡ Qué bien reluse en lo blanquito! ¿ Y este que se vá camino der pecho como una purga?... ¡Y estoy hablando de los que se ven... que los que habrá por ayá dentro desperdi¬ gaos !... ¡ Buh!
Vicente, irritado ya, pierde todo freno, y se aba¬ lanza a él y lo sacude.
Vicente. ¡Miste, compadre, o se caya usté o lo
agarro y lo tiro ar poso der patiniyo! Compadre. ¿ Eh ? ¡ Hombre ! Abuela. ¡ Por Dios, Vísente! Compadre. ¡ Qué barbaridá! ¡ Esta vez no le ha
picao un mosquito: le ha picao un tábano! Abuela. ¡ Vísente ! ¡ Eres una fiera, Vísente ! Reliquia, que ha presenciado muy satisfecha el
lance, exclama con orgullo: Reliquia. Abuela, pos a mí me ha gustao lo
que ha hecho.
Compadre. ¿ Eh ? Abuela. ¿ Qué ?
6
12 Los Mosquitos
Reliquia. Que a mí me ha gustao lo que ha hecho. Siempre le agrada a una verse ampará, pro¬ tegía por el hombre de una. Es muy distinto vé vi¬ siones a terié la sangre de horchata. Lo mismo que si otra mu jé empesara a echarle flores a mi marío y a comérselo con los ojos: ¡ sartaba yo como una loba!
Vicente. ¡ Reliquia! Compadre. ¿Sartaba usté?
Reliquia. ¡Ya lo creo que sartaba! Compadre. ¡Bueno! Pos disimule usté, Visente
si me he estralimitao, y vamos ahora a tomarnos er er patiniyo, en sana paz, una boteyita de vino ) unas gambas que yo he mandao trae, i ahí va este profesía. Usté será seloso hasta sien años despué: de muerto; y su mu jé de usté, er día que usté nc le pidiera selos, si eso fuera posible, ¡ de aburrimientc se moría! Esta sentensia puen firmarla desde Salo món hasta er Compadre Patrisio Rueda, servidí de ustedes. ¡ A viví como se pueda, amigo! ¡ Ca urn lo entiende a su manera! ¡ Diferensia va de su tem peramento ar mío! Abuela, vámonos usté y yo.
Abuela. Vamos ayá. ¿ Qué le dije yo a usb der que se mete entre dos que se quieren?
Se marchan por el foro. Vicente, al verse sol con Reliquia, le abre los brazos tembloroso de amot
Vicente. ¡Reliquia! Reliquia. Cayendo en ellos, y' en voz quede
¡ Viva Dios!
fin de la comedia
Madrid y .Sevilla, diciembre, 1927.
>BRAS DE LOS MISMOS AUTORES
' -
JUGUETES CÓMICOS
(PR)ÜEROS ENSAYOS)
Esgrima y amor.—Belén, 12, principal.—Gilito.— Ua media na-
anja.—El tío de la Cauta.—Las casas de cartón.
COMEDIAS Y DRAMAS
EN UN ACTO
La reja.—La pena.—L? azoica—Fortunato.—Sin palabras —
Pedro López. EN DOS ACTOS
La vida íntima.—El patio.—El nido.—Pepita Reyes.—El amcr
pie pasa.—El niño prodigio,—La vida que vuelve.—La escon¬
dida senda.—Doña Clarines.—La rima eterna.—Puebla de las
Mujeres.—La consulesa.—Dios dirá.—F,1 ilustre huésped.—Así
je escribe la historia.—Febrerillo el Loco.—Pasionera.
EN TRES O MÁS ACTOS
Los Galeotes.—Las flores.—La dicha aiena.—La zagala.—La
:asa de García.—L.a musa loca.— El genio alegre. — Las de
Caín.—Amores y amoríos.—El centenario.—l.a flor de. la vida.—
Malvaloca.—Mundo, mundillo...—Nena Teruel.—L.os Leales.—
El duque de Él.—Cabrita que tira al monte...—Marianela.—
Pipióla.—Don Juan, buena persona.—La calumniada.—El mundo
es un pañuelo.—Ramo de locura.—La prisa.—Antón Caballero.—
Las vueltas que da el mundo.—Cristalina.— Concha la Limpia.—
Mi hermano y yo.—Cancionera.—La boda de Quinita Flores.—
Las de Abel.—Barro pecador.— I2j kilómetros.—La cuestión es
pasar el rato.—Tambor y Cascabel.—Los mosquitos.
SAINETES Y PASILLOS
La buena sombra.—Los borrachos.--El traje de luces.—E
motete.—El género ínfimo.—Los meritorios.—La reina mora.—
Zaragatas.—El mal de amores.—Fea y con gracia.—La mala som
bra.—F.l patinillo.—Isidrin o Las cuarenta y nueve provincias.—
Los marchosos —La del Dos de Mayo.—Vámonos.—La suerte.
Las muertes de Lopillo.
ENTREMESES Y PASOS DE COMEDIA
El ojito derecho.—El chiquillo.—Los piropos.—El flechazo.—
La zahori.—El nuevo servidor. —Mañana de sol.—La pitanza —
Los chorros del oio.—Morritos.—Amor a oscuras. Nanita
nana...- La zancadilla.—La bella Lucerito.—A la luz de la luna.—
El agua milagrosa.—Las buñoleras.—Sangre gorda.—Herida d<
muerte.—El ultimo capitulo.—Solico en el mundo.—Rosa y Ro
sita.—Sábado sin sol.—Hablando se entiende la gente. —
quién me recuerda usted?—El cerrojazo.—Los ojos de luto.-
Lo que tú quieras.—Lectura y escritura.—La cuerda sensible. ~
Secretico de confesión.—La Niña de Juana o El descubrimient<
de América.— El corazón en la mano. — La sillita.— La moral d
Arrabales.—La flor en el libro.—La seria.—El mal ángel.—E
cuartito (le hora.—La quema.—Cabellos de plata.—Las bendita
Máscaras. — Acacia y Melitón. — Ganas de reñir. El pie. E
último papel.—Cambio de suerte.
ZARZUELAS
EN UN ACTO
El peregrino—El estreno.—Abanicos y panderetas o |A Sevi
lia en el «botijo*!—El amor en solía.—La patria chica.—La muel
ciel rey Farfán.—El amor bandolero.—Diana cazadora o Pena d
muerte al Amor.—La casa de enfrente.
EN DOS O MÁS ACTOS
Anita la Risueña.—Las mil maravillas.—Los pápiros.
MONÓLOGOS
Palomilla.—El hombre que hace reír.—Chiquita y bonita. -
Polvoriila ei Corneta.—La historia de Sevilla.—Pesado y medid<
Revoloteo. VARIAS
El amor en el teatro.—La contrata.—La aventura de los gs
leotes.—Cuatro palabras.—Carta a Juan Soldado.—Las hazaña
de Juanillo el de Molares.— Becqueriana.—Rinconete y Corti
diüo—Castañuela, arbitrista.—Dos pesetas.—Pepita y Don Juai
Los grandes hombres o el Monumento a Cervantes.
Pompas v honores, capricho literario en verso. Hernando F>
Madrid. Fiestas de amor y poesía, colección de trabajos escritos ex prof<
so para lates fiestas. Manuel Marín, Barcelona.
La madrecita, cuadros de costumbres. Biblioteca Nueva, Madrii
La mujer española, una conferencia y dos cartas. Biblioteca Hi.
patiia, Madrid. Ruido de faldas, pasos y entremeses escogidos, con un broto i
sobre el trabajo de la mujer. Enciclopedia, Madrid.
EDICIONES ESCOLARES:
Doña Clarines y Mañana de sol, Edited with inlroauction, notes
and vocabulary by S. Griswold Mor ley, Ph. D. Assistant Professor
of Spanish, University of California. — HeaiJi s Modern Languag
Series.—Boston, New York, Chicago.
Las de Caín, Edited with notes, exercises ana vocabulary by
Z. Eilene Lamb, Ann Arbor High School, and Norman L. Willey,
University of Michigan.—Allyn and Bacon.—Boston, New York,
Chicago, Atlanta, San Francisco.
Así se escribe la historia, F,diled with introduction, notse
exercises and vacabulary by Edwin B. Place, Ph. D., Professor of
Romance Languages. University of Colorado. New York, Alfrea
A. Knoff.—MCMXXVÍ
Puebla de las mujeres, Edited with intro duction, notes, exerci¬
ses and vocabulary by Lula Giralda Adams, teacher of Spanish in
he Brookline High School, Massachusetts. New York and Londone
Ihe Century C.°.
La flor de la vida, Edited with direct-method exercises, notes, ana
vocabulary by Frank O. Leed, Professor of Spanish and John
Brooks, Associaie prafessor of Spanish University of Arizona, with
a crilical intro duction by Peder ico de Onís.—D. C. Heath and Com-
pany, Boston, New York, Chicago, London, Atlanta, Dallas, San,
Francisco. TRADUCCIONES
AL ITALIANO:
I Galeoti.—II patio.—I íiori (Las ñores).—La pena.—L’amore
che passa.—La Zanze (La Zagala), por Giuseppe Paolo Pac-
CHIEROTTI.
Anima allegra (Ei genio alegre), por Juan Fabré y Oliver y
Lcigi Motta.
Le fatiche di Ercole (Las de Caín), por Juan Fabré y Oliver
I fastidi della celebritá (La vida íntima), por Giulio db
Medici.
La casa di García.—-Al chiaro di luna.—Amore al buio (Amor
a oscuras), por Luigi Motta.
II centenario, por Franco Liberati.
Donna Clarines, por Giulio de Frenzi.
Ragnatelle d'amore (Puebla de las Mujeres), por Enrico í e-
DESCHI.
Mattina di solé.—L’ultimo capitolo.—Í1 fiore della vita.—Mal-
valoca.—Jettatura (La mala sombra).—Anima malata (Herida ue
muirte).—Chi mi rieorda leí? ((A qui n me recuerda usted?)-—
Cosí si scrive la storia, por Gilberto Beccari y Luid Motta.
Anima gitana (Cabrita que tira al monte...), por Carlo Boselli.
II mondo é un íazzoletto (El mundo es un pañuelo), por Italo
ZlNGARELLI.
AL VENECIANO:
Siora Chiareta (Doña Clarines), por Gimo Cücchetti.
El paese de le done (Puebla de las Mujeres), por Carlo Mon-
TICELLI.
AL ALEMÁN:
Ein Sommeridyll in Sevilla (El patio).—Die Blumen (Las flo¬
res).—Die Liebe geht voiiibe.r (El amor que pasa) — Lebenslu-
Etgenio alegre), por el Dr. Max Brauseweiter.
Das fremde Glück (La dicha ajena), por J. Gustavo Rohdk.
Ein sonniger Morgen (Mañana de sol), por Mary v. Harén.
Begegnung (Mañana de sol), poi Franziska Becker y S. Gra*
ENBERG.
AL FRANCÉS:
Matinée de soleil (Mañana de sol), por V. Borzia.
La fleur de la vie (La flor de la vida), por Georges Lafond y
A.lbert Boucheron.
Le patio.—Le chouchou (Rt ojito d’rechol—Bourg-les-Dames
(Puebla de las Mujeres), por Maurice Coinüreau.
L’amour qui passe (Elamor que pasa), por Germaine Durcos-
Cenoz y Roger Martín du Gard.
AL HOLANDÉS:
De bloem van het leven (La flor de la vida), por N. Smiut-
Reineke.
AL PORTUGUÉS:
O genio alegre.—Mexericos (Puebla délas Mujeres).—Malva-
Lea—O mundo é tao pequeño... (El mundo es un tañuelo), por
Joao Soler.
Marianela.— Assim se esereve a historia,—Segredo de cort-
fissáo por Alice Pestaña (Caiel).
A Dama Branca (Doña Clarines).— O centenario. —Cristalin,
por Alberto de Moraes.
AL INGLÉS:
A morning of sunshine (Mañana de sol), por Mrs. Lucretia
Xavier Floyd.
Maivaloca, por Jacob S. Fassett, Jr.
By their words ye shall know them (Hablando se entiende la
gente), por John Garrett Underhill.
The Fountain oí Youth (La flor de la vida), por Samuel N. Baker.
Reading and Writing (Lectura v escritura), por Beatrice
Erskine.
Four Plays (un volumen). The Women have Fheir Waz (Pue¬
bla de las Mujeres), Hundred Years Oíd (El Centenario), Fortu¬
nato, and The Lady from Alfaqueque (La Consulesa), por He-
len y Haklez Grauville-Barker.
♦
TEATRO COMPLETO DE LOS AUTORES
ORDEN DE LA PUBLICACIÓN
Iomo I. -PRIMEROS ENSAYOS
Prólogo. — Esgrima y amor. — Belén, 12
principal. — Gilito. — La media naranja.—
El tío de la flauta. — El peregrino.— Las
casas de cartón.—La reja.—Apéudice.
Tomo II. —COMEDIAS Y DRAMAS
La vida íntima.— El patio.—Los Galeotes.
Tomo III. —COMEDIAS Y DRAMAS
La pena. — La azotea. — El nido. — Las
flores.
Lomo IV. -SAINETES Y ZARZUELAS
La buena sombra.— Los borrachos.— El
traje de luces.—El motete.—El estreno.—
Abanicos y panderetas o ¡A Sevilla en el
«botijo»!
Tomo V. —COMEDIAS Y DRAMAS
La dicha ajena.—Pepita Reyes.—Mañana
de sol.
Tomo VI. —COMEDIAS Y DRAMAS
La zagala.— Amor a oscuras.— La casa de
García.—A la luz de la luna.
Tomo VII.—PIEZAS BREVES
El ojito derecho. —El chiquillo. — Los
piropos. — El flechazo. — L1 amor en el
teatro.—Los meritorios.- La zahori.—La
contrata.— El nuevo servidor.—La aven¬
tura de los Galeotes.
Tomo VIII.-COMEDIAS Y DRAMAS
El amor que pasa.—El agua milagrosa.—
La musa loca.—Herida de muerte.
Tomo IX. —COMEDIAS Y DRAMAS
El genio alegre. —El niño prodigio.—La
vida que vuelve.
Tomo X. -SAINETES Y ZARZUELAS
El género ínfimo. — La Reina Mora. Za¬
ragatas.—El mal de amores.—El amor
en solía.—La mala sombra.
Tomo XI. —COMEDIAS Y DRAMAS
La escondida senda.— El último cap •
tulo.—Las de Caín.—Sin palabras.
Tomo XII.—COMEDIAS Y DRAMAS
Amores y amoiíos. — ¿A quién me re¬
cuerda usted? — Dona Clarines. Los
ojos de luto.
Tomo XIII.—PIEZAS BREVES
La pitanza.—Los chorros del oro —Mo-
rritos.— Nanita, nana...— La zancadilla.
La bella Lucerito. — Las buñoleras.
Cuatro palabras. - Sangre gorda.-Carta
a Juan Soldado.—Solico en el mundo.-
Palomilla.
Tomo XIV.
Tomo XV.
Tomo XVI.
Tomo XVII.
Tomo XVIII.
Tomo XIX.
Tomo XX.
Tomo XXI.
—COMEDIAS Y DRAMAS
El centenario.— La flor de la vida.— La
rima eterna.
—COMEDIAS Y DRAMAS
Puebla de las Mujeres.— Lo que tú quie¬
ras.— Malvaloca. — La cuerda sensible.
-SAINETES Y ZARZUELAS
La patria chica. — Las mil maravillas.
El patinillo.—La muela del rey Farfán.
-COMEDIAS Y DRAMAS
Mundo, mundillo...— Fortunato —Nena
Teruel.
- COMEDIAS Y DRAMAS
Los Leales . — La consulesa . — Dios
dirá.—El corazón en la mano.
-PIEZAS BREVES
Rosa y Rosita. — El hombre que hace
reír.—Sábado sin sol.—Las hazañas de
Juanillo el de Molares. — Hablando se
entiende la gente.—Chiquita y bonita.
Polvorilla el corneta.— El cerrojazo.—
La historia de Sevilla. — Lectura y es¬
critura.—Pesado y medido. —Secretico
de confesión.
-COMEDIAS Y DRAMAS
El Duque de El.—El ilustre huésped.
Cabrita que tira al monte...
-COMEDIAS Y DRAMAS
Marianela.—Así se escribe la historia.—
Pipióla,
I'omo XXII. —SAINETES Y ZARZUELAS
Fea y con gracia. — Añila la Risueña.
E) amor bandolero. — Isidrín o Las
cuarenta y nueve provincias. Bec-
queriana.— Diana cazadora o Pena de
muerte al Amor.
Tomo XXIII. -COMEDIAS Y DRAMAS
Don Juan, buena persona.- Pedro
López.—La Calumniada.
Tomo XXIV —COMEDIAS Y DRAMAS
Febrerillo el Loco.—El mundo es un
pañuelo.— Pasionera.
Tomo XXV. -PIEZAS BREVES
La niña de Juana o El descubrimiento
de América.— La siliita.—Castañuela,
arbitrista.—La seria.— El mal ángel.
El cuartito de hora. — Cabellos de
plata.— Acacia y Melitón.— Ganas de
reñir. — Dos pesetas. — Vámonos.
Revoloteo.
Tomo XXVI. -COMEDIAS Y DRAMAS
Ramo de locura.—La moral de Arra¬
bales.—La prisa.—La flor en el libro.
Tomo XXVII —COMEDIAS Y DRAMAS
Antón Caballero.—La quema. —Las
vueltas que da el mundo. —Las ben¬
ditas Máscaras.
Tomo XXVIII.-SAINETES Y ZARZUELAS
Rinconete y Cortadillo.—La casa de
enfrente. — Los marchosos. — La de;
Dos de Mayo. -Los pápiros
Tomo XXIX. — COMEDIAS Y DRAMAS
Cristalina. — Concha la Limpia. ~ Mi
hermano y yo.
Tomo XXX. - COMEDIAS Y DRAMAS
Cancionera.—Pepita y Don Juan.- La
boda de Quinita Flores.—El último
papel.
Esta colección continuará enriqueciéndose en lo porvenir
con las nuevas obrus que produzcan los hermanos Álvarez
Quintero, las cuales se agruparán en tomos siguiendo el
mismo método.
publicados:
Tomos I. II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XI»,
XIII, XIV,XV, XVI, XVII, XVIII, XIX, XX, XXI, XXII
XXIII, XXIV.
kn pkknsa:
Tomo XXV
PRECIO DE CADA TOMO! 5 PESETAS
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SOCIEDAD ti
S O C1 E DAD
ENERAL ESPAÑOLA
IKRRAZ, 2 1
DE AUTORES
PRADO, 24
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precio: 3,SO PESE