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Escritura Como Terapia

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José Enrique Vázquez OriaJosé Enrique Vázquez OriaJosé Enrique Vázquez OriaJosé Enrique Vázquez Oria

ESCRITURA COMO TERAPIA

MARILÓ ORIA RODRÍGUEZ. “Almirante de las palabras” (boceto). Lápiz sobre papel. Colección particular.

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Primera edición, Noviembre de 2009

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El texto legal completo está disponible en www.bubok.com

© José Enrique Vázquez Oria, 2009

Esta obra está publicada bajo una licencia Creative Commons que permite copiar y comunicar públicamente la obra bajo las siguientes

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Impreso por Bubok, bubok.es

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Prólogo Atrévanse a pasar la página y leer. También les pido que lo hagan pausadamente, como el que saborea por primera vez una extraordinaria bebida y lo hace a sorbos pequeños, cerrando los ojos para concentrarse a tope en la respuesta de su paladar. Cuando el líquido penetra por la garganta y se traga ya se ha paseado por todas las papilas gustativas que nos dan el sabor y, entonces, exclamamos abriendo los ojos ¡¡maravilloso!! ¡¡exquisito¡¡ Esa sensación tuve cada vez que leía y releía algunos de los artículos que ahora tenéis delante... No es una novela. Son trocitos del corazón de un verdadero “poeta”. Creo que es la “opera prima” más fresca y original que he leído. Un autor que es capaz de ofrecernos su alma al desnudo y hacerlo con la más sutil cortesía y pudor. Se merece un aplauso y, si se pudiera, un abrazo emocionado y vehemente. Yo sé que para el autor ha sido una verdadera terapia escribir. De hecho, le ha reportado beneficios psicológicos, según él mismo describe, pero creo que, de la misma manera, ese granito que depositaba casi a diario y que leíamos muchos nos ha dado fe y esperanza en nuestras vidas. ¿Por qué? Porque en todos sus relatos ha descrito virtudes y defectos de nosotros y de nuestra sociedad ofreciéndonos nuevas perspectivas que, de alguna manera, han ido creando una nueva “actitud” ante la rutina de la vida. Se puede llevar una existencia gris, monótona y aburrida aparentemente, pero si sabemos observar a nuestro alrededor, descubriremos muchas emociones y sentimientos que son a la postre lo que nos convierte en seres únicos. Quique ha sabido encontrar esa fórmula magistral de mirar al mundo de todos los días con otros ojos y nos ha rescatado para nuestro deleite pequeños y cortos pasajes cotidianos aderezados con dos ingredientes genuinos, “inteligencia y corazón”, que es tanto como decir sabiduría y amor. Si a esto le unimos su “forma” de expresarlo nos surge EL POETA que antes mencioné.

Para mí es un honor poder presentaros en esta página de inicio la primera obra de un autor que promete todo lo que podamos imaginar en el difícil arte de la escritura haciendo cobrar sentido la frase “Leemos y escribimos para no sentirnos solos …”

José Enrique Vázquez Salvador

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A mi padre, por su magisterio,

a mi madre, por sus enseñanzas...

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Almirante y marinería

Quiero ser almirante de aquellos que no lo tienen y precisan, jefe de ejércitos que han visto pisoteada cualquier oportunidad de existencia loable, espada inmisericorde para los que humillan almas vestidas en nobleza… Hoy quiero presentarme ante vosotros, los malos y los buenos, los cobardes y los auténticos, y gritar a los cuatro vientos una lucha que acabará cuando el último resquicio de inmoralidad huya despavorido o muera. Ya no tienen escapatoria los que justifican su vida por un apellido, los que osan maltratar ejemplos vitales de este bendito universo. No haremos prisioneros de la indecencia, por muchas súplicas que lleguen a nuestros oídos, así venga su Dios a implorarnos clemencia, ahora que saben de su suerte…

Actuaremos en silencio, con el corazón en vilo, como héroes convencidos, con la Justicia por bandera y los bolsillos llenos de valores, con el puño apretando el estilete, mirando a los ojos de los indignos, haciendo nuestros gestos venerables, propios de caballeros dedicados a una guerra más que necesaria…

Y pobre del pirata que cruce ante nuestro navío batido en corso, no ofreceremos jamás rendición alguna. Permaneceremos fieles, faciendo desacato a quienes hieren de mortal necesidad atisbos de esperanza. Y entonces nos temerán, vaya si nos temerán, pues venimos de curtirnos en mil batallas, de esas que dejan ríos de sangre y mucho pudor maltratado. Antaño nadie se acercó a comprobar nuestra desdicha, y es ahora cuando llega la revancha de los que no tienen nada que perder y mucho por lo que luchar...

Propongo, devota tripulación, audiencia de mis letras, dejar de rendir pleitesía a quienes nos ahogan, esforzarnos en decir lo que pensamos y sentimos a quienes juegan impunemente con nuestro destino, enseñarles vergüenza y miedo. Os lo dice un almirante sin espada, mas de pluma firme, cruel, y, a veces, alentadora, enemigo de las medias tintas, dueño de sus palabras y sus silencios, pero, sobre todo, orgulloso de su leal marinería, ganemos o perdamos esta guerra….

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Nos quedan los indios

En éstas noches veraniegas en las que la brisa se mezcla con el silencio, si tiene usted suerte y el insomnio le acompaña, podrá disfrutar de alguna de esas películas del oeste americano protagonizadas por grandes del cine de otra época. Anoche me tocó a mí, y sin comerlo ni beberlo me ví envuelto entre tiros y orgullo. Proyectaban “La Diligencia”, de John Wayne, película antiquísima pero no por ello menos buena. Imaginen el cotarro. Indios y vaqueros dándose jeroma a base de bien y sin ningún miramiento. Ya saben, el típico sheriff con cara de pistolero, el prófugo, el jugador de cartas, el banquero, la dama, la puta, el borrachín de turno y el gordinflón que hace de hombre bueno. Poco más, aparte de unos Apaches cabreados que cabalgaban como locos por aquellos arenales. Y muchas balas sin motivo. Que si el banquero me ha mirado mal, que si el borrachín se pasa de vueltas, que si la dama es mía y sólo mía… Todo tiros y Jerónimo tocando los huevos de cuando en cuando con sus amiguetes del gatillo flojo. Un descontrol, pensé en un primer momento. Ahí no hay quien monte una familia ni con Zapatero subvencionando alquileres. Pero nada más lejos de la realidad, o quizás nada más cerca, y es que al final, y perdonen que les reviente la peli, pero tiempo han tenido de sobra para verla, tras mucho gallito pistolita en mano y algún que otro desaire en plena calle, termina la historia con unos cuantos matariles y un solo tío en pié que camina a sus anchas lamentándose de su oscuro y ruín pasado…Hay cosas que no cambian, pensé, los mismos banqueros hijos de la grandísima, tanto sheriff sin placa venido a menos, bastantes putas, alguna que otra dama y borrachuzos para llenar cien trenes, por no hablar de los delincuentes malandrines que siguen campando a su antojo…. Y todos toditos, ojito al dato, mantenidos por el mismo, el gordinflón bueno que paga las facturas, echando 11 horas en la grúa, madrugando cuando la demás chusma duerme la mona, inconsciente de que, cuando se empiecen a repartir las balas, la primera viene con un dibujo de su gaznate en la espoleta… Así que lo único que queda es que aparezcan de forma inesperada los indios y llenen de flechas las tabernas del condado, y si puede ser, en hora punta, aunque cualquier hora es punta por estos lares. Ah, además no se olviden de avisarles que eso de las plumas ya no se lleva, no vaya a ser que Jerónimo y sus secuaces salgan espantados de algún garito de esos donde ni John Wayne tiene cojones a ponerse chulo, y encima tengamos que cargar con Caballo Loco en la sobremesa… Y es que en éste tiempo querría yo ver a esa pobre gente...

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Gustavo en su placita

Malos tiempos para la lírica, como diría la canción. A mi vuelta del trabajo suelo venir cada día siguiendo un itinerario distinto, quizás por aquello de escapar de una rutina agobiante que me atrapa desde hace mucho. Ayer, aprovechando que la ola de calor amaina, decidí venir por los jardines de Maria Luisa, escenario sin quererlo de turistas despistados que lanzan fotos por doquier sin saber muy bien el terreno que andan pisando ni su historia. El paseo era agradable, no tenía ni prisa ni hambre, y me dejé llevar por tanto sosiego, sentándome en un banco que daba a una de esas estatuas roídas que recorren el parque. El sonido del agua al caer en la piedra y mi cansancio hizo el resto. Cerré los ojos, dejé la mente en blanco y ocurrió lo inevitable, quedando mansamente dormido con la cabeza apoyada sobre mi brazo, hipnotizado por tan bello paraje, con dos patos en cortejo testigos de mi rendición a Morfeo. No sé precisar si fueron segundos o minutos. El que me conoce sabe bien de sobra de mi afición a la dormidera en cualquier situación, pero les puedo contar lo que soñé, a riesgo de que suelten la carcajada. En mi sueño se acercaba un hombre de mediana edad a mi banco, con mucho misterio, y me miraba con la lágrima saltada, sin decir nada, sin responder ante mi consuelo. No recuerdo su cara, no me dijo una palabra. Sólo se sentó, primero sonrió, después asomó la lágrima, apretó mi hombro, volvió a sonreir, y se perdió entre los jardines de flores vivas sin echar la vista atrás. Desperté abrumado, como esas veces que no distingues sueño de realidad, sobre todo cuando quedas traspuesto en lugares diferentes a los habituales. Miré al frente, a la vieja estatua roída, postrada ante mí de espaldas, y sentí de repente la divina curiosidad de saber de quien se trataba. Era Bécquer, sonriente, pintor de amores y batallas, tan vital como virtuoso de las letras, tan humano como sencillo. Un escalofrío se apoderó de mí. Quedé ante él, muy quieto, paralizado ante tanta nobleza y tanta historia verdadera, rememorando todos sus valores apasionados que no eran de éste universo. Es por eso que Dios quiso llevárselo aún siendo joven, es por eso que quiso visitarme en sueños y dedicarme un gesto, allí, en su pequeño apartado olvidado, en ese mundo perfecto donde se mezclan naturaleza y soledad para darle un sentido mágico a las palabras... Permita usted, poeta, que hoy dignifique mi placita con prosa humilde. Le pido, en su infinito, velar por mi inspiración y mi pluma. Yo, si le parece, prometo no dejar de visitarle de cuando en cuando y mientras pueda…

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Votar con B de burro

Siga usted levantándose temprano un domingo cada cuatro años para votar al que mejor le cae, seguro de sí mismo de haber cumplido con su deber para con la sociedad. Así, elecciones tras elecciones, con la conciencia muy tranquila pero con los ojos cerrados a lo que le rodea, que eso se nos da muy bien a la plebe... Hoy tuve el honor de recibir un correo de una anónima lectora de mis letras que dice encontrar cada mañana un abrigo a su desesperación con las cuatro palabras que dispongo en este apartado espacio personal. Me habla de su vida, de su ingrata existencia, como se refiere ella misma en su correo. Se trata de una muchacha que trabaja en una tienda de ropa, echando más horas que un reloj doblando camisetas a treinta y cinco euros el jornal, mañana y tarde, para que no le quede tiempo para pensar en lo maldito que es su día a día. Tuvo que dejar los estudios para aportar dinero en casa, siempre pasando con lo justo, con unos padres pensionistas incapaces de sostener pagos e intereses, y todo por el derecho a tener una vivienda medio digna. No ahondaré en los detalles, que son muchos y funestos, pero sí quiero servir hoy de voz de quien no la tiene porque no le dejan, de aquellos que, en su indefensión, se agarran con desespero a la esperanza de un futuro diferente, aún con visos de ser prácticamente imposible salir de un hoyo cada vez más profundo... Y qué quieren que les diga, si es que da igual el político. Si es raro el día que no salen casos de infames corruptelas y desfalcos a la carta. Y sólo saben hacer marear el verbo y aliñarlo con sonrisas para parecer inocente de todo, embutidos en esos trajes carísimos vigilados de cerca por su estupenda escolta y su séquito de talibanes dándo la razón en todo a lo que el jefe diga…Y ahí la tienes a ella, harta de madrugones y de orgullo tragado, cumpliendo en cada pago con sumisa pulcritud, sin tener ni para un vestidito estampado para el verano. Y vienen a decirle, encima, que no cumple su deber ciudadano de dar su apoyo en forma de voto a cuatro soplagaitas mentirosos horteras y desagradecidos que la olvidarán en cuanto salgan sus nombres en las listas de quien puede meter la mano en la caja, dando la espalda a la pobre mujer que les vende el traje bien escamondado para lucirlo en suntuosas recepciones de Estado…

Tenemos lo que votamos, tenemos lo que nos merecemos, y es que, además de cornudos, apaleados, y, sobre todo, engañados, pero sólo hasta que queramos…

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Redenciones a destiempo...

Estoy ante la televisión en esta tarde veraniega observando las muestras de cariño al mítico Rey del Pop, tan criticado por sus extravagancias relacionadas con su vida privada. Y uno cae en la cuenta de la inmunidad de la que gozan los verdaderos genios que han pisado la humanidad, y se me viene a la cabeza la historia de Chaplin, de quien se decía que no tenía ni un sólo amigo por su mal carácter, o su matrimonio más que sospechoso con una niña de 17 años cuando él contaba 54 primaveras…

O el excelso Dalí, que se levantaba de la cama cada mañana preguntándose qué genial obra saldría de sus propias manos en ese día, haciendo gala de un egocentrismo fuera de lo común, además de reconocer un exacerbado odio a los mediocres que le rodeaban… Por no hablar de Shakespeare, que ordenó de puño y letra el asesinato de su rival literario Marlowe, según rumores bastante contrastados. O el mismo Einstein, misógino sin remedio, que terminó por decir en una conferencia que una mujer jamás tendría la inteligencia de un hombre, ante la incredulidad y enfado de toda su audiencia. Ya ven, excentricidades que hicieron correr ríos de tinta y que hoy son referencias olvidadas a pie de página, sin más...

Son muchos los casos de genios que llevan una vida desordenada y desesperante. Quizás exista un gen determinante de todo eso, un maldito cromosoma que especifique que las grandes obras de éste universo las ejecuten personas incomprendidas para el prójimo en su misma época, siendo el tiempo el único antídoto para dejar de lado prejuicios y envidias y así poder disfrutarlas como es debido...

Por eso hoy me anima comprobar cómo los humanos de a pie, esos que no vemos más allá de lo que observan nuestros ojos, de cuando en cuando y si no caemos en la abnegación, llegamos a atisbar, aunque muy de lejos, el brillo de una obra que no merece ser saboreada por paladares acostumbrados a morder el polvo de lo cotidiano. Y es que menos es nada…

Mis respetos a los que viven abrazado al arte y mueren en soledad, como parece el caso. Los años y el olvido terminarán por darle la razón, no me cabe la menor duda, porque las verdaderas redenciones siempre llegan, para los genios como él, a destiempo, mas no habrá nadie ya para pedir disculpas, pero es que ya sabemos, amigo, como se las gastan en este cruel infierno...

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Confesiones

Es difícil reencontrarse con uno mismo, más si cabe en los tiempos que vivimos, con tantos quehaceres inútiles y tanta rutina insulsa. Pero a veces, si uno tiene suerte y los cometas se alinean, llega la oportunidad de recrear lo que un día fue mágico para tus carnes, aunque sólo sea por unos minutos, pero suficientes para el corazón de cualquiera. Yo hoy cuento el caso, a sabiendas que ciertas confesiones puedan convertirse en fantasmas del pasado en algún instante, pero os debo justificación a mi dejadez de principio de semana…

Y es que echo de menos aquellos veranos de bicicleta y chucherías en la puerta de Raúl. Añoro la época de los pantalones cortos y sandalias gastadas de tanto caminar por esa calle vacía hasta que la llenábamos de nuestras carcajadas. Recuerdo con cariño y aprecio las largas charlas inocentes de niños que empezaban a vivir y se conformaban con acompañarse bajo un manto de estrellas hasta altas horas de la madrugada. Aún siento esa brisa tiznada de buenos presagios en medio de la oscuridad, o ese repicar lejano del campanario del otro lado del pueblo. Jamás olvidaré los juegos ni las caras, los hermosos gestos ni las miradas…

Intento desde hace mucho esquivar en mi camino ese bello escenario, tan distinto ahora, pero que guarda la misma esencia melancólica de entonces, cuando esa calle fue testigo de nuestros pasos. Y debo confesarles, pues para eso sirve la dichosa terapia, que el pasado Sábado, después de muchas risas y alguna cerveza, no pude evitar volver al mismo lugar de antaño, a sentarme en silencio, dedicar una mirada al cielo y responder con una lágrima a todos los recuerdos que el aroma de esa acera traía de nuevo a mis sentidos… Y allí, sólo, dí gracias por aquello que vivimos y amamos…

Es por eso que me costó volver a escribir esta semana, pues no se me quita de la cabeza la tristeza por un tiempo pasado, mejor o peor, no sé, pero tan humano, tan cercano… que nubla mis mejores historias, por más que junte cuidadas y estudiadas letras, por más que empuñe mi pluma para versos nacidos en esos días en los que morías cuando llegabas a casa y descubrías que todo, a no ser que alguien parase el tiempo, iba a convertirse en un maravilloso y eterno sueño, como así ha terminado siendo…

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Paso de peatones

La estupidez humana, a la vez de ignorante y osada, suele ser también maleducada. Y no es que ayer me diera cuenta, pero para muestra un botón... Ocurría a eso de las 5 de la tarde en una placita adyacente a la facultad. Cuando llego temprano y hace buen día me siento en los ventanales del Café Córner de mi estimada y sufridora Estrella y contemplo el ir y venir de los estudiantes a las clases, de los peatones que cruzan la pequeña carretera para perderse en los aparcamientos de la facultad. Ayer era un día de esos, saboreaba la noticia del Notable en Pensamiento y Lenguaje con especial delicadeza, mientras la espuma del café cremoso rebosaba caliente... hasta que se jodió. Desde mi posición pude ver a menos de dos metros cómo un hombre muy mayor, de aspecto enternecedor pero recio, intentaba cruzar la calle mientras estudiantes hijos de "papá" aceleraban sin detenerse en sus Meganes y Ibizas sin esperar a dar un respiro al buen anciano. Eso sí, muy maquilladas todas y muy monas, ellos muy guapos y esbeltos. Fue entonces cuando una mujer, cuarentona, en chándal, haciendo aspavientos al tráfico, cogió al hombre del brazo y lo ayudó a cruzar ante mi mirada atónita...

Me pude fijar en la mujer cuando volvió a cruzar para seguir su destino, era una señora de aspecto humilde, parecía de origen sudamericano, y me detuve a pensar en lo triste de la situación. Venía una mujer de otro país, seguro que con menos poder adquisitivo y una educación no basada en colegios de pago a enseñar a horribles pijoteros y doncellas cuestiones básicas del civismo. Se supone que hablamos de gente formada, de gente comprometida con lo social por la naturaleza de las materias que estudian...

Siento ser tan poco amable para estos casos, pero me parece tan triste...

Y ahí supe responderme, la Universidad no es una mierda, la mierda son los Universitarios que sólo ven el Sobresaliente en las asignaturas y suspenden en educación, en civismo y, sobre todo, en Humildad...

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El Juego de la isla Desierta...

Muy amena la clase de ayer. Versaba sobre creencias, opiniones y decisiones, suena a trascendental, pero no lo fue tanto, estén atentos. El que da la clase, quizás consciente de lo aburrido de la materia, pone ejemplos que nos haga fácil entender conceptos tan abstractos. Y ayer lo volvió a hacer... En un momento de la clase en el que no sabría muy bien poner en pie lo que estábamos dando nos lanzó el típico reto... ¿Qué 3 cosas te llevarías a una isla desierta? Lo cierto es que no hubo respuestas puesto que no tenía porqué haberlas... y prosiguió la clase por otros derroteros.. Pero yo, cansado del trabajo y de haberme acostado tarde me puse a divagar... y me imaginé la supuesta cuestión. Una isla, tres cosas, tic, tac, tic, tac... ummmm, me llevaría una caña...ummmm, o quizás con seda de pescar bastaría y ocupa menos...no sé, tic, tac, tic, tac, ummm.... ah ya sé!, una sierra "pa" cortar troncos y hacerme una barquita y escapar...que tontería, no llegaría a ningún lado...tic, tac, la clase va a terminar... corre, elige que te tiene que ir...no sé...tic,tac...ya está, me llevaría mil latas de comida para esperar a que me recojan...que va que va, quizás nadie me buscaría...tic tac, tic tac... se acabó el tiempo. Y en ese momento encendí el móvil y, de tanto traqueteo, tenía la agenda abierta por el número de mi madre.

Qué sabio el destino. ¿3 cosas? Me llevaba a la madre que me parió y me sobra para llevarme un cortauñas y una piruleta, y les puedo asegurar que en un rato estoy durmiendo en sábanas limpias y con la ropa ordenada... es un hecho.... Pediré los apuntes de la clase de ayer...

Dios y el cielo

Para bien o para mal, por suerte o por desgracia, este apartado tan personal como público que se ha convertido este balcón a mí mismo, me persigue en ocasiones. Me demanda intenciones, me exige letras que me hagan más cercano el conocerme a mí mismo. Y así sucede constantemente...

En la búsqueda de uno mismo, los caminos son tortuosos.Y yo, precisamente, no he sido una excepción. Me cuesta pensar que haya gente que pase por la vida sin planteamientos más o menos razonables sobre su existencia. Y menos aún logro entender porqué la mente humana, tan adaptativa para otras facultades, como la memoria, como las

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habilidades... fue tan torpe al ponernos la barrera de la existencialidad a algunas almas, haciéndonos más difícil si cabe la supervivencia en un mundo que tiene ingredientes de sobra para destrozar cualquier planteamiento optimista.

Quiero pensar, y es más un quiero de desear que un quiero de creer, que "barrera" se convierte en "facultad" cuando se superan las adversidades, y que el premio a tanta desesperación metafísica es el crecimiento personal, que traerá, por consecuencia, el éxito vital, humano.

En esas me encuentro, en una búsqueda del yo que naufraga cada minuto de mi vida, que desembarca en playas vacías de contenido, sólo silencio, y, a lo lejos, algún claro de sol.

No es nada personal, el cielo existe, debe existir, pues si no, de nada habrá valido la pena...

Dios le da pan, a marcianos...

Hoy escuché una historia desayunando que no termino de comprender. Al parecer, a un tío del McDonals de aquí abajo, en la Avenida República Argentina, va y le tocan mil millones de pesetas... Deja el trabajo, se compra un coche, una casa, lo típico... Hasta ahí normal, lo que todo el mundo haría, con más o menos derroche. Pues va el colega, hastiado de su vida de "rico", y vuelve al McDonals a trabajar porque echaba de menos sus amigos del currillo.

Ojo a la situación señores... un tío que tiene en el banco cientos de millones de pesetas, con 25 añitos, todo a pedir de boca, y decide volver al zulo culinario detrás de una barra de cerámica, con gorrita y todo... Y todo ello por 700 euros las 6 horas, trabajando un sábado sí y otro no...

Ahí está el tío, madrugando y comiéndose marrones de jefes y maleducados clientes, con frío por las mañanas y sueño por las noches...

Pues ahí no acaba todo, llevando un mes trabajando en el Fast Food, la novia lo deja porque no entiende tan maquiavélica situación y el tío entra en una depre que lo tiene en cama durante meses... pero cobrando la baja laboral...

Si Almodóvar no tiene guión para su próxima película... que me avise para que lo redacte....pocas veces se encuentra uno con extraterrestres en este planeta dejado de la mano de Dios.

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Inmortal...

Cuando era pequeño lloré varias noches cuando supe que, algún día, mis padres morirían. Uno tiene, en la infancia, la sensación de que nunca va a desaparecer, de que es un semi-dios, pues lo mismo les ocurre ya de mayor a muchos...

Perdonen mi vehemencia de ayer. Es, quizás, producto involuntario de la continua lucha, tanto física como mental, que llevo a cabo desde hace algún tiempo. Me fastidia enormemente los "enchufados" inútiles que se pasean por la vida pensando que si ellos están ahí, en el fondo, es por algo. Y ven a los demás desde una torre tan alta como el orgullo que les da sombra.

Supongo que es lo que conlleva acercarte gratuitamente a esta ventana tan personal como pública, al menos que me sirva de confesionario improvisado, de bolsa de arena en la que descargar puños llenos de ira, pero también de humildad...

No soy modelo de nada, nunca pretendí serlo, o quizás en alguna época sí, pero me gratifica pensar que progreso cada día en la búsqueda de mí mismo, algo de lo que me encontraba bastante lejos hasta hace bien poco. La gente que me ha sufrido puede dar buena fe de lo que digo. Me alivia recibir correos de gente casi olvidada a la vez que me hace sentir responsable de no fallarles cada día con unas letras que den color a la monotonía de lo cotidiano.

Cada día, a pesar de todos los pesares, me gusta más mi vida, o quizás simplemente me disguste menos lo que voy conociendo de mí mismo... como cuando era pequeño, "inmortal”.

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Que lo veais...

Y tendré siete hijos si la naturaleza de lo cotidiano no me lo impide. Y los educaré, los amaré, los respetaré todo lo que el momento lo exija. El mejor legado que puede dejar alguien en este mundo, la mejor de las noticias que le puedes dar a tu genética, la mejor penitencia para un mundo descuidado... es adornarlo de sonrisas cómplices de pequeños hombrecillos y mujercillas que den color a un lugar tan inhumano como irresponsable. El mundo, pero no el mundo lejano, el que vivimos, nuestros pensamientos, reflexiones, recibos por pagar, hipotecas sobre hipotecas, ferias de abril, fines de semana finitos, humor trasnochado, recuerdos... ese mundo queda teñido de amabilidad si una extensión de tí, en forma de persona, corretea a tu alrededor, presagio de los pasos que dará cuando ya tú no estés, no respires.. Admiro al padre de familia, a la madre de familia, a los que apuestan por ese ser más que por uno mismo, dejando atrás salud, amistades, expectativas, sólo por la sonrisa de alguien que aún no valora ni de lejos el sacrificio que atesora cada movimiento de almas tan potentes... El mejor homenaje que puedo haceros, madre, padre, es obrar a imagen y semejanza de lo que, un día, vosotros convertisteis en tres milagros, tres maravillosos regalos con dedicatoria inconsciente a vuestros antecesores... Si existe eso que decís del cielo, ellos os observan reconfortados. Enhorabuena por tanta sabiduría, tanto amor, ese es el mensaje que transmitiré a los míos....y vosotros, que lo veáis

Aquella goma de borrar

Los martes me gusta contaros alguna historia, y hoy no será menos... Seguro que os ha pasado alguna vez, te cruzas con gente a lo largo de tu vida que, casi sin quererlo, te infunden un respeto y una admiración especial. Y ocurre sin ningún tipo de vínculo especial con esa persona, a veces son unas pocas palabras las que has cruzado, igual no sabe ni tu nombre... Ese aura...

Pues va de eso, ayer me encontré a la salida de mi casa para ir al trabajo una goma de borrar, de esas que se vendían antes, alargadas, que borraban hasta boli, esas que sabías que nunca se acabarían, al menos antes de que se te perdiera... y eran muy codiciadas, yo de hecho nunca tuve una... bueno sí, de eso va este pequeño relato.

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Tendría unos 10 años, no más, en un aula con gente con la que habías estado más de la mitad de tu vida, en la que rara vez llegaba alguien de fuera. Pero así fue aquel año, llegó un chico recio para la edad, serio, creo que nunca lo vi sonreír. Permanecía solitario, casi aislado de lo que ocurría en el aula, no se metía en líos, iba a clase a aprobar y se marchaba, poco más, un tipo pragmático. Claro, a esa edad, propicia para correteos y travesuras, el "nuevo" me imponía mucho respeto por parecer tan mayor siendo como nosotros. Se sentaba detrás. No crucé una palabra con el en todo el curso excepto en una ocasión. Como todos alguna vez a esa edad, tuve el impulso cleptómano de, en unos de esos juegos de ir de aquí para allá, aprovechando el desorden, quitarle una de esas gomas de borrar al hijo de ricos que se pavoneaba, al que vestía y olía tan bien... Pero se ve que no tengo madera de ladrón, justo cuando denunció el caso a la profesora, el cuerpo del delito asomaba por mi estuche, con lo que fui un claro presunto culpable. Y me las vi en un interrogatorio horrendo, yo me defendía, claro está, diciendo que yo la tenía de antes, que cara más dura...

Pero cuando más negra se ponía la cosa, alabado sea, este extraño chico tomó la palabra interrumpiendo el revuelo y aseguró que me había visto borrar con esa goma días antes, vamos, que era mía... No entiendo muy bien porqué lo haría, pero el caso es que me libró de una buena. No volví a cruzar palabra con el en todo el año, después supe que a su padre lo destinaron al norte, de donde él era, y nunca pude agradecerle nada. Pero para eso tengo estas líneas, para rememorar lo que ayer surgió en mi cabeza cuando iba para el trabajo, para agradecerle lo que hizo sin tener porqué, para mostrarle mi respeto... y para compartirlo con vosotros

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Zonas azules...

Te los encuentras mirando la luna de tu coche de forma disimulada, con uniforme que asoma pelotillas, pantalón a juego, azul, como todo buen uniforme, y una gorra que se queda a medio camino de la de un guarda agujas venido a menos. Son los encargados, Dios mediante, de hacer respetar el deber ciudadano de no aparcar más de cierto tiempo tu carro en zona pública sin apoquinar tu eurito de rigor. Y van con su aparatito repartiendo multas en pos del bien y la concordia de los buenos ciudadanos del mundo, de los honrados y los que no lo son ...

La zona azul, tan detestada como criticada, no deja de ser un reflejo de lo que se ha convertido nuestro mundo cercano, un pagadero continuo y sin sentido, y ojito, que se llevan el coche como no apoquines, y la cara de tonto que se te puede quedar.... Así que agárrense bien a las maquinitas expendedoras de quitamultas, no vaya a ser que uno de estos guardianes de la estabilidad del aparcamiento, estos héroes del espacio compartido y ajustado, cojan y te ajusticien con su "game boy" monocromo con una multa de mil pares. Terminaremos con un tío de estos detrás multándonos cada vez que demos un paso de más, una respiración más fuerte de la cuenta. Y nos terminarán llevando al depósito

Tomemos ejemplo

Entre los genios que se van y los mediocres que se quedan, uno tiene la sensación de estar navegando a la deriva entre veleros de mucha eslora pero limitados de vela. Muy de cuando en cuando, en ese canal de televisión marginado que es la 2 de Televisión Española, proyectan un documental sobre Marinaleda, milagro entre los milagros. Ya les he hablado mil veces del asunto. Un pueblo de Sevilla de unos dos mil habitantes, con mucho campo aunque pocos recursos, pero con unos habitantes que siguen a su líder ciegamente, el alcalde Sánchez Gordillo, defensor de las igualdades sociales y unos derechos básicos inalienables. Nada de grandezas, simplemente una vivienda, un trabajo digno, unos servicios comunes…

No les hablo de grandes utopías, sólo de artículos recogidos por los Derechos Humanos universales que no se llevan a cabo en la mayoría de la geografía de éste nuestro país, pero que en ese pueblo cobran forma y

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se materializan…

Y yo, que siempre ando comparando, miro hacia mi pueblo, Villarrasa, y caigo en la cuenta de que alguien nos anda engañando. No me trago que un terreno de cien metros cuadrados pueda valer 20 kilos, no me creo que los jóvenes sean los malos de la película, no me cabe en la cabeza cómo pueden permitir decenas de casas vacías cuando hay muchas familias que no tienen donde caerse muerto. Más si cabe con un ejemplo como Marinaleda ante las narices…

Nunca fui de medias tintas, y tampoco de creer en la mala fe de algunos a las primeras de cambio, pero no dudaré un segundo en empuñar mi pluma y mi espada si advierto aprovechados y mentirosos. Mis obligaciones me impiden ahondar más en el tema, pero desde la distancia permaneceré latente y observador. Y es que, cuando vuelvo a mi pueblo, arden mis carnes al comprobar que todo sigue igual, pero peor, porque el paso del tiempo tendría que hacer mejorar a quien lo merece, por más que se empeñen en lo contrario algunos que dicen ser fieles al progreso pero que olvidan al más necesitado de oportunidades fuera del periodo electoral...

Siento mi desvergüenza, pero en eso consiste una terapia, en vomitar los sinsabores que recorren unas tragaderas hartas de tanta mentira, en gritar justicia cuando mi corazón percibe una desidia que, lejos de enrabietarme, me entristece, y es por eso que no cesaré en mi empeño de sacudirlos de vez en cuando para que espabilen, por el bien de todos...

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"Carpe Diem" by José Enrique Vázquez Salvador

“Carpe Diem” es un tópico literario, atribuida a Horacio y que puede significar muchas cosas, según la traducción que se extraiga. “Cosecha el día” ó también “disfruta el día” ó también “aprovecha el día, no lo malgastes” ó también “aprovecha la oportunidad y no esperes a mañana, porque puede que mañana no exista. Todas las interpretaciones nos llevan a pensar que el presente es lo que importa, el futuro puede que no exista para nosotros.

De joven esta frase me seducía para no perder ninguna oportunidad para divertirme y pasarlo bien. Es la etapa hedónica de la vida. La fase más egocéntrica y pueril de tomarse la vida. Todo el mundo que me rodeaba no eran sino herramientas para conseguir mis propios fines narcisistas. Y claro está, me equivocaba terriblemente…. El sabio latino iba mucho más lejos con su encriptada frase.

Hoy a mis cincuenta años sé que la vida es un verdadero milagro. Un soplo divino a modo de “PACTO” que se renueva cada amanecer. Y esto no debe entenderse como que la vida es un cuento de color rosa. Un día experimente que todo cobraba un sentido mágico y maravilloso cuando el goce de una satisfacción grande era el resultado de un esfuerzo titánico y demoledor. Es como el atleta maratoniano que suda y sufre durante toda una carrera interminable para vivir el indescriptible momento de cruzar la meta, sin importarle el lugar en que quedó. Solo por el placer de conseguir vencerse a si mismo. Dar sentido al sufrimiento para transformarlo en un camino que te lleva a la paz interior, al bienestar de un momento inmensamente feliz.

La recompensa gratuita te deja vacío y sin esperanzas. Hoy sé que si trabajo cada día y doy sentido a ese esfuerzo, me acuesto con la sensación de haber conseguido traspasar una meta que le da sentido a mi vida. No es un camino fácil vencer la pereza. Tolerar los contratiempos. Errar y volver a proponerse otra meta. Caerte y aún habiéndote lastimado levantarte y continuar la marcha. Ser educado y atento. Ser humilde ante el despreciativo fanfarrón. Ser proactivo aún cuando estas sin fuerzas….“Quid pro quo”, “intercambio de algo por algo”, “trueque”…al tiempo que me da la vida yo le ofrezco mi voluntad y esfuerzo por vivirla con los cinco sentidos. Esto para mi es la verdadera dignidad del CARPE DIEM.

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Un día en la Selva

Están los guepardos, rápidos y temibles, con sus garras afiladas a la espera de cualquier presa inadvertida. Jamás los verás de frente. Llegan sin avisar, pero cuando menos esperas los tienes echando su aliento en tu hocico mientras huyes despavorido, y sólo consigues, como mucho, apartarte para que enfile a otro desgraciado de patas cortas y lento reflejo. Después te encuentras a los antílopes, veloces y traicioneros, siempre a la espera del menor descuido para acecharte. Salen de la nada, su perfil fino les permite descubrir huecos donde nunca los hubo, y eso les hace peligrosos, a no ser que tengas mil ojos en la espalda… Intentas manejarte en tu senda, pero sólo haces atisbar movimiento y dejas de existir de la presencia de nadie. El silencio es sospechoso, la paz tenebrosa. En segundos puedes destapar amenazas jamás imaginadas, tantas veces vistas lejos pero tan cercanas… y no haces sino estar alerta a cada susurro, por más que la calma reine en tu camino. El Sol es testigo de tanto desencuentro, cómplice de los que aprovechan las sombras para dar caza, juez implacable de los que yacen en el desierto… Es lo que tiene la jungla, muerte a la vuelta de la esquina, lamentos en cada ladera, pero de cuando en cuando aparece un oasis en medio de la nada y refrescas un rostro curtido de tanto perseguir y ser perseguido. Pero las treguas acaban y la lucha comienza de nuevo, hasta el próximo oasis, quizás el definitivo, y sueñas con abundancias y descanso, con cariño y aprecio, pero tornas al instante a la pesadilla y aprietas el puño, por el bien de tus fauces… Y entre tanto, acto reflejo de tus músculos, en la lejanía del horizonte divisas un elefante, de esos enormes e inofensivos, y corriendo quedas a su sombra, aliviado de tanta soledad bajo el mismo cielo, confiando en que sus pasos te lleven a casa, la de los sueños y las abundancias, hasta el día que toque de nuevo salir en la espesura y jugarse los cuartos con alimañas de cuidado, con esos seres indignos que dejaron de amarse en el momento que pusieron un volante en sus manos... y es que, amigos, no se me ha ocurrido otra forma de contarles mi regreso a casa por carretera, a sabiendas de la injusticia que cometo con los animales por mi discurso, pues queda bien demostrado cuán peligrosa es ésta, nuestra selva, pero más aún lo poco que nos respetamos, y de eso no tienen culpa los otros animalitos…

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Inconscientes...

Insistir, a estas alturas, en que aprecio en general más a los perros que a los hombres es una obviedad que no remacharé demasiado. He dicho alguna vez que si la raza humana desapareciera de la faz de la tierra, ésta ganaría mucho en el cambio; mientras que sin perros sería un lugar más oscuro e insoportable. Cuestión de lealtad, supongo. Hay quien valora unas cosas y quien valora otras.

Por mi parte, creo que la lealtad incondicional, a prueba de todo, es una de las pocas cosas que no pueden comprarse con retórica ni dinero. Tal vez por eso, la lealtad, en hombres o en animales, siempre me humedece un poquito los ojos... Todo esto viene al caso porque ayer viniendo tarde de Huelva vi al menos 3 perros en el arcén destrozados por algún coche desafortunado.

Que mala forma de pagar la lealtad y la humildad de un perro, en una cuneta de mala muerte con golpes y magulladuras, pero no es otra cosa sino reflejo del mundo donde vivimos, cruel con el honrado, vil con la nobleza...Inconsciente de aquel que en mi presencia actúe olvidando los perros en una cuneta, entonces sí que habrá motivos para encarcelarme... Malditos...

De ti dependo...

No se trata de haber vivido lo que casi nadie, no hace falta haber acudido a una guerra ni a un milagro. Para leerme, para entenderme, solo tienes que ser persona, o querer serlo al menos, tener consciencia o conciencia, real o virtual, da igual el algoritmo.

No preciso que aúpes grandes valores pero sí grandes esperanzas. Al menos un halo de sinceridad sobre el que cimentar un progreso humilde pero sin pausa. Yo mismo me culpo de todos los pecados de los que ahora reniego, pero quise que dar pasos adelante no cayeran en vano, en el olvido, y que cada minuto de mi vida tuviera un sentido, real, imaginario, es lo de menos…

Sólo nos tenemos a nosotros mismos, únicos hasta que queramos

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serlo, relevantes hasta que decidamos, necesarios si no nos movemos, vivos o muertos… lo que demandemos.

Y mis letras son claras, o al menos precisan serlo. El cambio es posible, es humano, trasladar actitudes de un extremo a otro, lo que ninguna especie supo hacer sin intervención divina. Ahora es el momento de hacerlo, sin miedos, nada que perder, mucho que construir, y sólo tú responsable del cambio, héroe o villano de tu mundo, de tus mundos. Amado, querido, agasajado, o prefieres odio y violencia, desagrado por lo vivido. Eres humano, te toca demostrarlo, te toca reclamarlo…

No tengo más armas que la palabra para convencerte, las palabras y los espacios, los espacios y los silencios. Tan universal como solitario. De ti depende, simples fonemas engarzados o complejos entramados de sentimiento, de sentido.

Sólo tienes que alzar tu mano, firme, ante la duda, y proclamar con ojos emocionados que no pasarán, que serás barrera fiel cercana a la dignidad, al respeto a uno mismo, que sólo empieza en ti, y que se extiende a los demás para ser confirmado.

Equivócate si es lo que has de hacer, pero no dudes, la duda es no acertar. Y aciertas en el momento que te decides.

De ti dependes, de ti dependo, de ti dependen. A ti va dedicado.

Sentencias...

Ha dictado sentencia mi vergüenza: Culpable. Se me acusa de delitos mayores contra la integridad de mi persona, desacato a mi nobleza y rebeldía a la autoridad de mi honorable conciencia... esa que nunca duerme tanto si es de día o de noche....

El delito del que se me ajusticia, hacer propaganda de inmisericordia contra la indiferencia, empezando por uno mismo, y acabando en uno mismo, es decir, abarcándolo todo. Ya que se me acusa de algo, que sea grave...

Culpable sin fianza, proscrito a pasar los próximos años de mi vida encerrado en mí mismo, entre barrotes de desidia que no dejen pensar libremente, con el sólo sustento de una migaja de conformismo que me nuble el discernimiento, de lo bueno y de lo malo. Prisionero de una sola

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elección, obligado a contemplar sólo una opción.... Sólo yo con una opción, es decir, ninguna....

Condenado al individualismo, de por vida, horrible causa pero aún peor consecuencia. No queda otra.

Trabajarás tu sentido del ridículo día, tarde y noche, tendrás por almuerzo tus famélicos valores, sólo tuyos, eso sí, pero raquíticos de sentido. Consentirás en tu cama inocencia a la vez que hipocresía, un nudo en la noche. Y amanecerás mojado, mojado de brusquedades y lamentos.... y así transcurrirá todo....

Me niego, negaros vosotros también, amigos y desconocidos. Negaros a un juicio que no cesa, al continuo juicio que nos hacemos a nosotros mismos. No seáis crueles, no os planteéis cada acto, ni vuestro ni del prójimo, con tanta crueldad. No nos sometamos a un continuo examen de conciencia, somos más parecidos de lo que creemos, somos más diferentes de lo que pensamos, aplicad a todo relativismo y darle un toque de humildad... No hagas simple lo complejo, ni complejo lo simple....

Sé tú mismo, y sigue educándote....

“Rincón de Doñana”, por María Vázquez Oria

“El rincón de Doñana” es una Asociación fundada hace apenas cuatro años, la cual aboga por el bienestar y los derechos de perros y gatos que han sido abandonados. Es un refugio que se encuentra a las afueras del pueblo de Bollullos Par del Condado.

Así comienza mi historia:

En Junio de este año decidí que necesitaba dar cabida en mi vida a lo que siempre me ha apasionado, los animales. Así que buscando por internet, encontré una página web dedicada a esta asociación. En ella pedían ayuda urgente para sacar adelante este lugar y a sus inquilinos. Enseguida me puse en contacto con ellos y me invitaron a visitarlos para ese mismo domingo. A las 9 de la mañana cogí mi coche y me presenté allí, reconozco que iba bastante nerviosa porque no sabía qué me encontraría. Cuando llegué, me presentaron a los pocos voluntarios/as que iban cada domingo y luego conocí a los animales. Todos

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permanecían inquietos y ansiosos en sus “jaulas”, ya que sabían que ya habían llegado, como cada domingo sus mejores amigos!. Al principio se me partió un poco el corazón al verlos todos allí casi hacinados, con sus heces por medio, y con ese aspecto sucio que adquieren debido a la falta de personal y recursos materiales. En seguida me explicaron la dinámica y nos pusimos manos a la obra.

Lo primero, sacar a los perros grandes a dar su paseo de media hora por el campo, esta actividad cansa bastante porque los pobres al ser la única vez que salen a la semana, se agitan mucho y están todo el tiempo tirando de la correa, en verdad nos sacan ellos a nosotros!!. Según van saliendo, otra persona va limpiando las jaulas. Los perros medianos y pequeños salen por jaulas (de ocho a doce perros en cada jaula) todos juntos a la zona de parque, el cual se encuentra vallado y por tanto pueden correr y jugar a sus anchas durante la media hora. Esa media hora, que están sueltos, aprovechamos para asearlos (limpieza de oídos, ojos, cepillado del pelo), les curamos las heridas que puedan tener, normalmente a causa de las peleas que a veces se dan en las jaulas por la lucha de liderazgo.

Y como no, aprovechamos también para darles todo el cariño y juego que se les ha negado. Así pasamos el día, sacando jaula tras jaula, en total con una media de 80 perros. Igual se hace con los gatos por supuesto. Cuando termina esta fase, y todos han vuelto a sus respectivas calles, se les hecha el pienso. Una vez hecho esto la jornada se da por finalizada.

Es verdad que terminamos bastante cansados pero no sabéis hasta qué punto merece la pena ese cansancio, cuando ves que todos se quedan calladitos, durmiendo, satisfechos de lo recibido por nuestra parte. Entonces cogemos nuestros coches y nos alejamos mirando hacia el refugio, con caras de alegría por un lado y de cierta rabia por otro, por no poder ofrecerles algo mejor.

Hoy día puedo decir con orgullo que Amo a los animales y que haré lo que esté en mi mano por intentar mejorar la situación en la que viven muchos de ellos. Me da mucha rabia saber la barbarie que se produce cada día en nuestra sociedad con respecto al trato que muchas personas dan a estos seres. Actualmente, muchos son los que luchan por la defensa de los derechos humanos y por erradicar las miles de injusticias que se cometen hacia las personas, es por ello que yo he decidido enfocar mi lucha y mi búsqueda de la justicia hacia la protección de los animales.

Por tanto, escribo este artículo, para dar a conocer nuestra labor y a

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nuestros animales, y animo a todos/as a que pongáis vuestro granito de arena colaborando de alguna manera con este tipo de asociaciones cuyo único interés es el de procurar una vida digna a nuestros animales.

Hoy día cada vez son más numerosas las asociaciones que se crean para este fin, por lo tanto, si tenéis interés podéis investigar un poco, porque no muy lejos de donde vives seguro que encontrarás un lugar como el que yo encontré, con necesidad de personas que ayuden económicamente para el mantenimiento de la causa o que precisen de recursos humanos para la difícil tarea de la atención de estos animales.

Para finalizar, decir que a día de hoy, los/as voluntarios/as de nuestra asociación se han triplicado, gracias a ello, nuestros animales han ganado en calidad, recientemente hemos presentado un proyecto a concurso, para mejorar nuestras instalaciones y los recursos sanitarios y de alimentación. Ojalá y nos den la subvención que necesitamos para hacer posible estos objetivos. Hoy día, gracias a estos animales yo soy un poco más feliz y mi vida ha adquirido un nuevo sentido...

SMS...

"Nadar en un océano de aguas frías, bestias que te persiguen, corrientes indomables, luchas exhausto dando la vida en cada brazada, olas que te ahogan, tormentas de justicia.... hasta que un día llegas a una orilla de aguas tranquilas y contemplas lo que viviste, lo que luchaste y lo que creciste. Quiero estar contigo cuando toques tu orilla, hasta entonces, nada sin descanso amor, yo te voy acompañando..."

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María

Habita donde conviven las almas cándidas, allí donde naturaleza es naturaleza y la armonía consiste en mantener viva la esperanza del cambio. Lucha sin conocimiento contra lo que es imposible derrotar y siempre dibujando sonrisas, gestos amables y miradas cómplices...

Su inocencia presagia momentos duros y guerras por vencer, pero solo presagia, porque su habilidad consiste en convertir lo complejo en simple, lo difícil en fácil, y así nunca dejará de ganarle la partida a cualquier enemigo, aunque no creo que ella los tenga...

Libre como el agua, no dejes nunca de serlo, pero a la vez comprometida, jamás sometida, enamorada de la vida, provoca ilusiones a los que tienen la desidia como bandera. Su valor reside en su honestidad, su nobleza, pero no duda en afilar cuchillos contra la injusticia, contra el hastío de un mundo que no le merece.

Tanto corazón en un lugar sin alma, color entre tanta prosa en sepia...

Ojalá nos deje vivir un rato en su mundo, hoy es su cumpleaños y no sé otra manera de felicitarla en la distancia....

Tu hermano que te quiere...

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Volverán a buscarme

“…Volverán a buscarme… porque les he escuchado llorar hace un segundo, por toda una vida que llevamos juntos… Volverán a buscarme, de aquí no me muevo, por más que el sol caiga a plomo y la gente me mire con tristeza… Vendrán para abrazarme, para jugar como siempre, no pienso inquietarme… porque volverán a buscarme… y borraremos de la memoria el descuido, por mucho que ahora tiemble mi estómago de hambre, por más que me grite mi conciencia… Volverán a buscarme… porque me gusta verme rodeado por ellos, porque un despiste lo tiene cualquiera... y yo quiero perdonarles… Volverán para amarme, por tantas noches durmiendo a su lado, por soportar rabietas y caricias… No me moveré hasta que no aparezcan, porque lo harán, estoy convencido, por las miles de sonrisas que compartimos, porque éste calor me está matando y nadie se acerca a preocuparse… volverán, estoy seguro, porque no creo en todas esas historias de perros olvidados en cualquier parte, porque prefiero morir en una cuneta a permanecer sólo… Volverán, aunque sólo sea por los niños, por dignidad, por caridad, por lo que más quieran… Me han engañado...

Ya no quiero seguir respirando, me han dejado en ésta gasolinera, a pesar de todo… y, aún así, los echaré de menos…porque ya no volverán a buscarme, aunque cien veces me repita, pero aún conservo sus recuerdos y sus gestos, suficientes para emprender mi último viaje, allí, donde nadie es abandonado, en el cielo de los animales… “

Ya me cuentas

“…Te presentarás al universo empapado en vida. Tu llanto llenará de lágrimas los rostros de los que te rodean. Sentirás dolor a la vez que alivio, pero pronto tus pulmones se llenarán de aire y descubrirás un nuevo mundo, jamás imaginado antaño. Conocerás a los tuyos, envueltos en felicidad, acunando tu lecho hasta que decidas. No temas, serás querido y mimado, por tantos que te esperan y otros muchos que aguardan tu presencia. No dejes nunca de creer en tus actos, que ya el viento se ocupará de dejarte lamentos y sinsabores. No te olvides que vas para volver, pero asegúrate que otros tengan tu misma suerte, la de nacer como tú lo hiciste, entre corazones dispuestos a amarte y mil razones

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humanas para defender tu existencia. Así que de ti depende ganarte la estrella... Al final del túnel nos vemos y me cuentas como te ha ido…”

Y es que hay conversaciones que uno no recuerda pero que sabe que las ha tenido. El domingo hago veintisiete años… apenas un suspiro…

Dichosa Crisis...

Me levanto de buena gana, aunque sea Lunes, si la primera noticia que escucho yendo al trabajo es el hundimiento total de los bancos y las Bolsas del mundo. Tanta alegría me produce que quisiera llorar de emoción y alborozo, cual talibán ante su virgen. El poder al servicio del destino, el rico jodiente empieza a ser jodido, el especulador especulando sobre su amargo futuro, el cacique encacicado...

Albricias!! Ya el humilde, el currante, el parado y semejantes no son los únicos humillados por un mundo capitalista que aprieta y ahoga, por mucho que Dios se empeñe en lo contrario. Sí, es cierto, nosotros los descamisados de tres al cuarto, por ser parte de la última cadena trófica, más perjudicados, pero tenemos una ventaja, estamos acostumbrados..

Y ahora volad libremente ricos y políticos e inversores de este magnífico mundo, volad a través de vuestros altos ventanales de altos barrios. Apagad vuestra vergüenza con vuestro suicidio, tan necesario como utópico. Y caed en la dura realidad del que no respira porque no existe aire que respirar y del que resbala constantemente en un mundo de mantequilla. Morid malditos, y llevaros al otro mundo mi carcajada... la carcajada de un pringao que no tiene un duro en Bolsa…

Compañero...

Compañero de travesía, que a veces te asomas a husmear en palabras de quien creías conocer, que a veces me abandonas durante semanas sin dejarte ver, dejarte notar... Hoy quiero intimar contigo, me gustaría que encendieras una simple vela, música de fondo, o quizás imagina olas de mar rompiendo en la orilla de una playa en la que pasamos la noche alrededor de un fuego humilde a la vez que sincero. Un buen vino y una noche estrellada, de esas de verano en la que tu

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mundo y el mío se paran, una tregua entre tanto movimiento, y nos permite mirarnos y contarnos verdades. Este es mi pequeño homenaje, para el que me sigue y para el que me persigue, para el que puede mirarme aún sin conocerme. Esta terapia que empecé y que da resultado, y vosotros protagonistas de mi mundo más que nunca, y que siga sucediendo...

Pues deja, compañera, compañero, que abrace tu verdad, tus gestos, y pídeme el mundo si así lo deseas, pero no dejes de visitarme de vez cuando, porque me haces sentir vivo...

En todo este tiempo nos enfadamos por horribles sucesos, nos reímos de hilarantes anécdotas, nos pusimos serios cuando debimos, nos emborrachamos de desgracia tanto como de amor propio y de valentía, nos disfrazamos de lo que no éramos y nos abrazamos en la distancia que nos da, que os da, el anonimato. Pero jamás dejé de sentirte.

Sólo espero que ésta travesía os haya enseñado tanto como yo he aprendido de mí mismo, gracias con mayúsculas, a los que os conozco, por vuestro magisterio, a los que no, por vuestras enseñanzas. No me perderéis...

La Mejor de las Novelas...

La mejor de las novelas, sin duda. Creciste en un pequeño pueblo, de calles encaladas, en el que el Sol aparece noble hasta la penumbra, de esos lugares en el que el tiempo no corre, camina. Habitabas en casa humilde pero no faltaba un puchero, una fruta fresca y un chocolate los domingos. El aburrimiento apaciguaba sentidos tanto como los educaba. Pasaste inventando mundos durante una infancia de salud débil, tanta imaginación en un envase tan frágil.

En una época en la que había poco que elegir, un día, sin más, empezó tu aventura, tan fascinante como peligrosa, tan triste como enriquecedora. Madrid, tu destino, nada que ver con tus casas bajas de fachadas blancas, nada que ver con la mirada de una madre que no veía más allá de tu nuca, porque no le importaba nada más. Tu empresa, sin ser empresa, herencia de la ignominia, asesina de libertades y creencias, y todo por una bandera que cada día iba perdiendo color. Destinos peligrosos, lejanos, amigos caídos, maniobras en medio de la nada, juicios a destiempo, sinsentidos en un mundo sin sentido, y con cuatro

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almas en casa a la espera de una voz tranquilizadora, la que siempre dabas, la que quizás no estábamos preparados para oír...

La mejor lección que dio a sus hijos, el esfuerzo y el talento no están reñidos, se necesitan tanto como se repelen a veces, pero puede hacer que termines proyectos, dar paz a tu alma, fuerza a tu corazón. Y con esos ingredientes te superaste, una licenciatura, una enfermedad, un matrimonio, una paternidad. Obstáculos que convertías en virtudes de tus mundos, siempre con la mano tendida al que no ve lazos por ningún lado. Tu calidad reside en tu destreza tanto como en tu fuerza de espíritu, y eso me hace estar seguro que, en tu vida, nadie que se haya acercado un poco al umbral de tu alma habrá quedado indiferente. Para bien, para mal, los sumergiste en un océano de posibilidades desconocidas hasta entonces. Y sigues luchando como el primer día, cada domingo cuando te vas, cada paciente que recibes, cada palabra que a tus hijos dedicas...y siguen sin dejar indiferente...

Como te digo cada año por esta época, te admiro tanto como te quiero y te respeto tanto como te necesito. No entiendo mi mundo sin tu genética, que es la mía. Mis letras son mi único homenaje, sin ser mías, porque tu me enseñaste... a escribir la mejor de las novelas, la nuestra...

Feliz Cumpleaños Padre.

Ejemplos...

Vuelta al tajo, un miércoles frío de otoño. Tan frío como los corazones de muchos, tan gélido como las almas de ilusos protagonistas de una realidad cruel, la que vivimos. Pero a veces te tropiezas con gente que merece la pena entre tanto desagravio. Surge de vez en cuando, pero hoy sucedió. Les hablé en alguna ocasión de Antonio, donde me da de desayunar "el mejor café del mundo", con su estampa goyesca, su tripa de buen vivir y su calva incipiente que trata de ocultar con cuatro pelos repeinados. Debajo puedes encontrar una persona enamorada de su familia, de su trabajo y de su esposa. Tiene una capacidad innata para decir lo que tiene que decir, como esos pícaros del siglo pasado.

Pero hoy no era él, no estaba atento y su media sonrisa de todos los días se convertía en gesto contrariado, me quedé observándolo y él se dio cuenta. No supe sino espetarle un sombrío -¿Como estamos?.- Y él, casi sin mirarme, hizo un gesto de esos que se hacen cuando no tienes mucho

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que decir. No me atreví a preguntar nada más. Pero pude escuchar a los camareros que iban por mesa que Antonio llevaba días sin dormir en casa porque estaba enfadado con su esposa, una mujer de esas de las de antes, de anchas caderas y fuerte presencia, a la vez que elegante y hermosa. Un hombre y una mujer, padre y madre de sus hijos, de barrio humilde pero de corazón gigante, trabajadores desde muy temprano, mirando cada céntimo para que sus hijos se formen y sean buenas personas, a su imagen y semejanza. Y a todo esto pensé en mis padres y en mis hijos, cuando los tenga, y me acordé de Antonio... un ejemplo, de los buenos

Terapias...

Enciendo tres velas que iluminen mi alma, apago las luces y me enfrento a un folio huérfano de palabras para rellenarlas de sentido. En esta amnesia de vida se hace difícil pararse un rato a contemplarse a sí mismo, conversar con una conciencia que tenemos mal cuidada. No atendernos puede hacer que no entendamos el mundo que nos rodea. Y reconciliarse con quien ves en el espejo, cada ciertos días, se hace necesario para poder tomar aire en un ambiente, si bien, irrespirable.

Y uno busca que te busca, trabajos, hobbies, parejas, coches, hipotecas, ropa a la última, amigos, y no nos damos cuenta de que primero es encontrarnos a nosotros, luchar contra miedos y recelos para construir de alguna forma un castillo de valores y de actitudes, que nos guíe en lo bueno y en lo malo, y dejarnos llevar... De lo poco o mucho que me ha servido esta terapia, llamar a una puerta que tenía más cerca de lo que creía y que permanecía medio abierta. Enfrentarme a una guerra perdida de antemano con batallas realmente duras, y exteriorizarlo, escribirlo, me ha sido difícil, como cuando te rajan en canal, pero fue para darle una medicina a mi alma que ha curado órganos que tenía mas bien dormidos. Y he aprendido a valorar más a las personas, aunque si bien es cierto, he terminado por odiar con más fuerza a los mediocres de medio pelo y a cenicientas sin hora de llegada. Una terapia que me ha hecho más fuerte, más humano. Es un honor que seáis testigos de esta guerra.

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Hechos insólitos

Hoy me ha ocurrido un hecho insólito. Me he despertado, temprano, he puesto el calefactor, que cada vez calienta menos, me he vestido, parsimonioso, como cada mañana, me he lavado los dientes y ... -"Válgame Dios", aparecía borroso ante el espejo. Al principio, la duda, "-Será el vaho del agua caliente." Después, media sonrisa, "Será mi vista miope de esta hora intempestiva". Pero cada hipótesis se venía abajo, limpié el espejo, me puse las gafas, y aún así seguía estando borroso. Allí, con el cepillo entre los dientes, embobado, sin verme los bordes de la cara, las líneas de la camisa, todo difuminado, pero solamente yo, no todo lo demás. Miré por la ventana, un día maravilloso, divisaba perfectamente pájaros en el parque, niños en el patio del colegio. Volví la cara a mis libros, apuntes de una asignatura olvidada, todo legible, mejor que nunca. Creí estar dormido, miré el reloj, vi que se hacía tarde y corrí hacia la puerta con gesto torcido ante tan horrible alucinación. Salí del aparcamiento y llegué al trabajo. Ya había olvidado tan graciosa visión de la mañana cuando saludé a mi compañero, el cual hizo el acostumbrado aspaviento.

Pero se quedó absorto esta vez en mi imagen. Sólo supo espetarme..."estás borroso". Caí en la cuenta y corrí al baño, "Dios mío...", seguía sin poderme ver, como un bulto difuminado que respiraba y andaba. Sin encontrar explicación, aguanté burlas y cachondeos y acabé mi jornada laboral. Ya en la calle los niños se reían, los perros me olían los talones, las mujeres susurraban, y yo, muy digno, con paso firme, dirección a mi facultad, donde las risas eran incontenibles. La biblioteca, un clamor, la cafetería, una fiesta.

Y yo con mi café, muy entero, sorbo a sorbo, consciente de mi situación pero convencido de mi suerte. Era, desde luego, muy diferente de los demás. Un día horrible, pensarán. Nada más lejos de la realidad. En mi día encontré, sí, los que se rieron de mí, los que se burlaron, los desagradecidos que me insultaron, los que simplemente pasaron... Pero también me encontré los que me preguntaron, los que se preocuparon, los que, incluso, me admiraron, los compasivos, los agradecidos que me pusieron la mano en la espalda...

Ahora hagan el esfuerzo y piensen en la gente diferente, en cómo los tratamos y cómo nos comportamos con ellos solamente por la fachada que pasean. Lo de esta mañana me lo he inventado, no amanecí borroso, pero mañana, como cada día, me levantaré sintiéndome diferente... y serán pocos los que me dediquen una sonrisa. Igual es que es verdad que los demás me ven borroso....

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Madre

No heredé su pintura. No me regaló su destreza con la acuarela, pero me sería fácil dibujar su alma. Una vida sobre la mía, espejo de mis actos, la biblia de mi genética. Hablar de ella es como describir el suave mordisco de una fruta fresca, como tocar el aire y besar el mar. Inabarcable en belleza, la sabiduría de un anciano, el altruismo de un misionero. Tantos adjetivos que se quedan cortos, cortos cuando una simple mirada haría justicia a tantas palabras incompletas de contenido.

La más digna, la más trabajadora. Siendo aún muy niña juró vida eterna con el amor de su vida. Aún hoy enamorada, sus ojos asoman penumbras cuando él marcha cada domingo en la madrugada, la misma desdicha, domingo tras domingo...

Sus hijos, su verdadero tesoro. Su lucha, la venganza ante una vida que no dejó de poner a prueba. Ejemplo de ejemplos.

Y fuimos creciendo, pero sé que ella aún quisiera mecernos entre sus brazos, alejarnos de cualquier peligro, tan humano como maravilloso.

Agradecerle en unas líneas, labor de labores. Tanta poesía en movimiento, tanta luz reencarnada, el coraje de un guerrero, la destreza de un orfebre, humildad entre humildades....

Tantas pinceladas en un sólo lienzo, tantas historias incontables, tanto amor .... Ella me dio la vida, y me la sigue dando, con cada sonrisa que regala al mundo.

Feliz cumpleaños Madre...

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Tsunamis

Este mundo tiene solución. Un tsunami de mil pares que empiece por las costas de Cádiz y amanse a la altura del Cabo de Ajo, buenos y malos revolcados en lodo. Es la única manera, empezar de cero.

Hoy viniendo al trabajo en bici, como siempre, me han insultado tres veces. La primera ha sido un señor mayor, se ha asustado al pasarle al lado por el carril bici y me ha espetado un -"subnormal" de los que hacen época. Y se ha quedado tan ancho. No he querido ni volver la cara por aquello del respeto a las personas mayores.

El segundo ha sido en un semáforo, he pasado cerca de su retrovisor y el tío se ha dado el susto padre. Nada, este hombre simplemente se ha cagado en "tos" mis muertos y ha seguido su camino.

El tercero ha sido casi llegando. Había un hombre en la mediana de 4 carriles en medio de una gran avenida, jugándose literalmente la vida. Y yo que iba adelantando el tráfico pesado de primera hora he pasado rozándole la chaqueta, por lo que se ha acordado de mi madre y del más antiguo oficio.

Y aparcas la bici, con un frío que pela, sin un duro en el bolsillo, perdiendo la dignidad a cada paso por un sueldo que no compensa, con barba de tres días y ninguna gana de hacer nada por nadie.

Este mundo está enfermo, sólo me queda el consuelo, el consuelo de sentirme diferente, y la esperanza, la esperanza de que llegue pronto el ansiado tsunami.

Infiernos

Jamás les conté el relato de mi estancia en el infierno. Puedo recordar los detalles como si aún las brasas recorrieran mi cuerpo magullado. Puedo recrearlo, por vosotros, que sois legión fiel a mis letras cargadas de vida. Acercaros a esta orilla, al menos hoy, quizás os suene...

Estuve en varias ocasiones en ese lugar del que no se suele volver, siempre a finales de Agosto, cuando el calor sofocante se convierte en brisa húmeda y los días dejan de ser eternos. Iba acompañado de mi

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familia, pero cada uno viviendo su propia maldición, la que se repetía y para la que nunca estabas preparado.

Despertabas con la lágrima en el párpado gritando venganza contra el destino, aún retumbaban en tus oídos los ecos de una vida mejor, la que dejabas por mucho tiempo. Y sólo tú con el mundo testigo de tu desdicha, los minutos antes eran insoportables.

Observabas como si fueras a volver, una y otra vez, los juguetes rotos, la bicicleta que te paseó por caminos mágicos, la plaza en la que aprendiste a vivir, a sentir, el panadero que cada mañana te daba los buenos días, el campanario que avisaba del paso del tiempo... Y repetía cada movimiento, como buscando fórmulas de otra dimensión para prolongar un segundo más tu vida de verdad, esa que ya moría.

Y como si de un funeral se tratase, recogías los últimos recados, despedías a tus seres queridos, alzabas una última mirada al viento, y cerrabas fuerte los ojos para hacer el viaje más difícil de tus días. Ahí se encuentra el infierno caballeros, al menos el mío, en el camino que va desde la Iglesia de las Angustias hasta enfilar la Autovía hacia Cádiz. Cuatro kilómetros que me conocía de memoria, paraíso en días anteriores, ahora se convierte en el peor lugar del mundo. Un Verano más que se acababa, pero no sólo eso. Allí, en esos cuatro kilómetros, yacían ya hasta el año siguiente ilusiones y recuerdos de los que llenan, de los que marcan. Lo que hoy soy, lo que hoy escribo, se lo debo, en gran parte, a ese infierno de sólo cuatro kilómetros, pero tan eterno.... que aún quema...

G-20

Un Lunes más para incluirlo en la lista de los días que jamás pasarán a la historia. Y es que días así me gusta ser ácido, no se acerquen mucho por si acaso les pilla algo de mi mala neura. No, no se preocupen, compañeros pagadores de impuestos y coleccionistas de madrugones indecentes, hoy repartiré estopa al que lo merece, al que igual que tú madruga pero al que Dios sí que le ayuda, ese para quien los dichos se cumplen y llega al día veinte de cada mes con más que mucho.

Este finde se reunieron los líderes mundiales en el país yanqui, el llamado G20, que engloba a los países más ricos del mundo, para buscar soluciones a la crisis económica mundial, el famoso "plan de rescate" de

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bancos y financieras. Y se les ve que salen de la reunión bien contentos, seguros de sí mismo, con la seguridad de haber encontrado la pócima maravillosa que salvará lo insalvable. Es para estar contento, son unas buenas dietas las que deben pagarle a cada ministrillo por marear la perdiz en idioma extranjero, y se tiene que comer bien, por fuerza, aún siendo país de infame gastronomía.

No sueñen caballeros, señoritas, o quien leches tenga por asomarse a esta ventana libre. No han arreglado nada, no porque no anden dispuestos a hacerlo, que ya es mucho suponer, sino porque no saben donde está la herida de verdad.

Hoy, en Estados Unidos, no hablaré del tercer mundo, 33 millones de personas viven con menos de un euro al día, sin dignidad ni para mirarse a los ojos. La misma proporción en España. Y tienen que ver a estos señores por la tele con sus amplias sonrisas decidiendo para y por los ricos, culpables de nuestra desgracia. Gente que decide, ¿dónde está el Plan de Rescate para los pobres de solemnidad, que son los que, a buen seguro, más lo necesitan?. Claro, ahora entiendo las siglas G20

Cómplices...

Me ocurrió hace años, en mi época de residencia de estudiantes. Algunos viernes tiraba para el pueblo por aquello de pasar un par de días en el remanso de tranquilidad que es mi casa en invierno. Poca cosa, unos futbolines con los amigos los viernes por la noche y el partido del canal sur los sábados, quedarte dormido en el braserito hasta tarde y amanecer a la hora del almuerzo. Pero iba a ser más divertido aquel fin de semana.

Para un estudiante hijo de trabajadores se hace difícil llegar a fin de mes, y aquel domingo 4 euros alumbraban mi bolsillo, lo justo para el autobús que me llevaría de vuelta a la ciudad. En aquellas que, esperando en la parada al final del pueblo, pensando en que algún alma caritativa podría recogerme y llevarme, el altísimo va y me oye y se para a mi altura un coche de esos de 9 plazas con un señor que me preguntaba que si iba para Sevilla. A Dios gracias, 4 euros que me ahorraba. Aquel hombre, seguramente amigo de mis padres, pensé, era consciente de la dura vida académica y estaba dispuesto a aliviar mi raquítico bolsillo por una vez. Dios lo tenga en su gloria, pensaba mientras metía en el

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maletero mis dos mochilas viejas...

Pero no iba a ser tan fácil. Me senté al lado del conductor, claro, íbamos sólos, pero el hombre de gafas de sol y pelo cano me dijo que no, que me pusiera atrás del todo, que iba a ir más cómodo. Era un coche de esos de 9 plazas en 3 filas, y yo en la última, intentando dar conversación al buen hombre, aunque un poco extrañado por lo de hacerme sentar tan lejos y no hacer mucho caso a mi conversación.

Y llegamos al siguiente pueblo, se bajó del coche y ayudó a dos señoras a sentarlas al lado mía. "Gente que tenía que recoger", dijo, y yo lo miraba admirado de su buen hacer, no quedaban personas como él, pensé.

Y así en cada pueblo hasta rellenar las 9 plazas, mujeres mayores que iban al médico, estudiantes de primero, embarazadas en avanzada gestación... y mi asombro llegaba al cielo.

Y ocurrió, señores, llegamos a Sevilla, paró el coche a un lado y todo el mundo bajó sus cosas. Hicieron todos un corrillo, como despidiéndose, que recuerdo que pensé, será una especie de tradición darse un abrazo o algo, en plan "somos buena gente y nos queremos", y, claro, cogí yo muy educado y me acerqué al corrillo para darle las gracias al hombre por el favor que me había hecho por ahorrarme los 4 eurillos que me darían para desayunar como Dios manda...

Y ahí estaba yo, dando gracias al buen señor, cuando, seguramente, el tío se dio cuenta de que yo no sabía que el servicio no era, precisamente, gratuito, cuando me espetó: "De nada, de nada, pero que son cuatro euros...como el autobús".

Me puse de mil colores, pero salí airoso, como siempre, pagué mis cuatro euros y me perdí por las calles que llevan al centro con la vergüenza de un incauto.

La misma noche hablé con mi madre del caso y, mientras ella se mondaba de risa, me explicó que se trataba del denominado "taxista pirata", fenómeno que se daba mucho en los 70 y 80, por lo visto, y que se trataba de eso, de un tío que hacía el "agosto" llevando y trayendo gente de algún lugar.

Total, que aquel día, fui cómplice de un delincuente al que le di las gracias y al que dediqué la mejor de mis sonrisas, creí en la bondad pura de las personas durante una hora aproximadamente, me jugué la vida en coche ajeno y manos ajenas, y, sobre todo, me quedé sin mis cuatro euros...

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Porteros, pero diferentes...

Lo habrán escuchado seguro. Ocurrió en Madrid, el Viernes de madrugada, 3 porteros ciclados le dieron una paliza a un pijomentas borracho de 18 años al lado de una discoteca. El chaval llegó inerte al hospital y se procedió a la detención de los orangutanes de puerta a las pocas horas.

Porteros de Discoteca, vaya un trabajo. Ellos dirán lo de siempre, que si hay que aguantar a mucho tonto, que si la gente sabe mucho, que si la vida de noche es sacrificada... nada, minucias para el que sabe. Solo basta con decir "No entras" a cualquier pringao que no te guste la marca de camisa que gasta y listo. Van muy monos, eso sí, de traje fino y bufanda al cuello bien remangada, que para eso vivimos en un mundo de perchas. Mira, igualito que los políticos y directores de banco, pienso cada vez que frecuento algún local de moda, de traje por fuera y podridito de miseria por dentro, qué paradoja.

Y eso no lo es todo, están muy orgullosos de lo que son, de lo que representan y de lo que ganan, no sé, igual piensan que van a heredar el local...

En definitiva, estos matones venido a menos mataron el otro día a un chico. Que sí, seguro que era un pesado de tres al cuarto, pero al fin y al cabo un niño, empezando a vivir. Y eso que salga en la prensa, porque las palizas no venden periódicos.

Qué podemos esperar de una profesión en la que el coeficiente de inteligencia no pasa de la mínima exigida por la ONU para andar por la calle...Y ahora que salgan los "buenrollistas", que me digan que es que no todos son iguales y toda la pesca barata, pero si me tengo que jugar la vida para tomar una copa con mi pareja o mis amigos vengo, cada vez más, prefiriendo quedarme en mi propio local, mi casa, en el que el portero se llama Antonio, te da los buenos días, pregunta por la familia y hasta te baja la basura si le pillas de buenas...

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Frenos que frenan

Un Lunes más que se atraviesa como hueso de aceituna. La vida del pringao no es vida, al menos de Lunes a Jueves. Les contaré hoy la del Viernes. Caía la tarde, trabajaba en una casa palacio de esas modernas y señoriales, una de esas fiestas privadas donde el ego llega al cielo. Pero ese no es el tema. Iba pedaleando camino de Plaza Nueva, saboreando los aromas de esta ciudad en Otoño, ese olor a castañas que se impregna en los abrigos de anónimos personajes que alzan sus miradas a la altura de la Catedral, majestuosa. En esas que me encuentro enfrente del Ayuntamiento, donde, al parecer, estaban inaugurando algún tipo de obra escultórica que puedes visitar estos días.

Evidentemente, donde hay una inauguración, hay un alcalde ávido de aplausos, pero yo no me percaté hasta que lo tuve a dos centímetros de mi rueda. Y es que me quedé embobado con la estatua central del conjunto, una reproducción del "Pensador" de Rodin preciosa, pude adivinar en cobre, con una luz que le daba trascendencia y grandeza. La muchedumbre se afanaba observándolo mientras yo, a una media distancia, hacía lo propio dejándome llevar por la inercia del pedaleo. Pero sucedió, al grito de ¡cuidado!, frené en seco mi montura y quedé a escasos centímetros de un pantalón liso de pinzas, de raya diplomática, al igual que la chaqueta, al igual que... la cara enfadada del alcalde de esta ciudad que me acoge.

Sus ojos se clavaron en los míos igual que los míos en los suyos, nos dirigimos una leve disculpa, a todo esto, él estaba en medio del carril bici, y seguí mi camino, el camino del pringao que va a echar horas por un sueldo mísero.

Y cai en la cuenta. Fue el "Pensador" el que me distrajo, fue la lucidez, la Verdad, la que quiso que atropellara al político, la ignorancia, lo siniestro, lo oscuro...

Pero en el último momento frené, justo al revés que ellos, pensé, que atropellan sin tan siquiera pedir una disculpa, aunque no la sientan de verdad, como la mía del viernes...malditos frenos de disco que frenan cuando frenas

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Duros a Cuatro pesetas

Hoy incumpliré una promesa, o varias, según se mire. Pero puestos a ir al infierno o al purgatorio o donde Dios decida, prefiero ir por motivos de verdad, ganaditos bien a pulso. Hace tiempo le prometí a mi madre y a dos personas más que no insultaría a nadie en esta página. Una de esas dos personas, se reirán, fue un sacerdote que me confesó en víspera de exámenes de septiembre, por aquello de acudir a lo que sea para conseguir el aprobadillo, que no se me enfade el clero. La otra persona me lee a diario, me quiere y me respeta, a la vez que me soporta, lo cual no es plato de buen gusto, la vida del excéntrico, ya saben...

Pero basta de mareos literarios y explicaciones. Ayer recibí en el correo una publicidad de esas de tarjetas de crédito fáciles, sí, las "Blucard" o "Yellowcard" o las "Susmuertos People", esas que te dan 30000 napos del ala el mismo día, a la vez que te animan a que te vayas de viaje con la pasta, o para un coche, o para esa reformita que querías hacer en el cuarto de baño. Eso, tome el dinero y corra caballero, y con esto y un bizcocho, vida ideal y desahogada, al menos hasta mañana a las 8. Si, a las 8, tempranito, porque no tardarás mucho en repagar el favor que te hacen con la maravillosa "Greencard Love the World", pero, claro, ahora no deberás 30000, los cuales te has pulido en ponerle esos alerones guapos al buga y llevarte a la chorbi a Chipiona para tirarte el pegote, no, ahora debes el doble cariño,60000 leurillos, y a la voz de ya, que si no te mando un tío que te joda la vida y te meta en listas negras, allí donde habitan las malas personas.

A mi madre, a aquel sacerdote de turno y a la incondicional de mis momentos íntimos, Lo siento, ya os compensaré de otra manera por faltar a mi palabra, pero es que hay días en que el impulso resulta más poderoso que las buenas intenciones. Por eso,a los de las tarjetas fantásticas, Hijos de puta, Hijos de la grandísima puta. Y os lo digo libre de intereses...

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Raúl

Nació en provincia de artistas, no podía ser menos, donde mar y tierra se unen para dar a la historia el principio de todas las cosas. Al poco nos lo trajo el viento, sonriente, como vive, y nos fue regalando momentos sin esperar nada a cambio. No tuvo infancia fácil, o quizás la más sencilla de todas, amor y guerra entre cuatro paredes que cada vez sonaban más huecas. Sabrás de quien te hablo, es fácil. Con él gana el cariño, sin duda, pues solo tienes que escucharlo un momento, lo justo para descubrirte músculos de la cara que tenías olvidados. También lo notarás, por si aún no lo tienes claro, por esas lágrimas amables que te recorren la mejilla al ritmo de cada chascarrillo. Y después volverás a la calma, a ese mar de secretos y de verdades, ese que tanto nos reconforta y que tanto echo de menos.

No aspires a amar su corazón, porque es indomable, excepto para unos pocos, entre los que me cuento, pero haz por pasar, al menos, al umbral de su alma, tan generosa como divertida, tan amable como bella, y conocerás mundos nuevos, dentro de tu mismo mundo, lugares, sensaciones, sentimientos, jamás imaginados. Y ya nunca olvidarás su nombre, compañero, porque hay huellas que no se van, hay mares que no saben borrarlas, arena de la buena. Caballero sin espada, rey sin corona, pintor sin lienzo, no tiene necesidad de herramientas para lo que el hace, sólo su mirada y cuatro palabras justas para hacerte feliz, aunque sea efímero, pero eterno en tus carnes...

El universo le debe disculpas, demasiadas, por permanecer indiferente a su ejemplo, el que propone con cada gesto, el que anima al más deprimido. Una deuda impagable la que tenemos los que lo conocemos, esa que jamás reclamará porque no sabe ni quiere. Testigo de mis maldades y mis bondades, desde el principio de mis días, si de algo me jacto en este mundo, u otros si los hubiera, es de tener como amigo, como mejor amigo, a la mejor de las personas que he conocido, divina coincidencia, pero aún más divina amistad.

Amigo, la distancia es mera anécdota, porque el viento, como antaño, volverá a juntarnos, lo juro, por mi espada, por la nuestra...

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Visiones...

Yo vi al ratoncito Pérez y a los Reyes Magos. Sí, alucinen y, si quieren, no me crean. Ocurrió cuando tenía unos 7 años, en esos momentos en los que crees que unos tíos vestidos de magos de Oriente asaltan tu casa en plena noche con camellos y pajes de serie para dejarte regalitos y caramelos bien puestecitos. Sí, en mi casa se le dejaba un barreño de leche que aparecía vacío al amanecer. Vamos, que aún olía a pelo de animal cuando descubría la sorpresa de los presentes, e iba corriendo a la cama de mis padres, a primera horita, más por miedo a que volviera a aparecer algún paje morito con alguna bolsita de caramelos olvidada que por otra cosa. El susto hubiera sido de órdago...

Pues eso, que pasé aquella noche en vela, vamos, que escuché a los reyes entrando en casa y poniendo el scalectric, y hasta probándolo. Me recuerdo aquella noche tapadito hasta el cogote, sudando, asustado por el reflejo de los coches en la ventana, no fuera a a ser que los reyes vinieran antes de tiempo. A la mañana siguiente te olvidabas probando los cacharros, hasta el año siguiente...

Algo parecido me pasó con El Señor Pérez, el ratoncito. A ese lo ví, lo juro, por la rendija que deja la puerta de mi cuarto entreabierta. Le vi cogiendo el diente y dejándome las cien pelas de rigor debajo de la almohada. Les puedo asegurar que mis ojos vieron cómo se marchaba feliz por el quicio de la ventana y saludando. Eso por no hablar de la vez que el ordenador, en antiguo MSDOS, me ordenaba apagarlo e irme a la cocina a comer. Me quedé dos minutos anonadado en las posibilidades de la informática, y, evidentemente, hice lo que me pedía. No medié palabra con mi familia del asunto, no fuera a ser que se enfadara la tan amable máquina...

Y se quejaba mi madre de que tenía mucha imaginación para contar e inventarme historias, y no sé porqué me da a mi, madre, que tienes algo que ver en todo eso...

El Martes que viene, les adelanto, más que nada porque me acabo de acordar, y para que no se me olvide, les contaré la noche en la que intenté asesinar, involuntariamente, a dos mormones con una manzana medio mordida. Hasta entonces, si ven al señor Pérez, a los de Oriente, o a mi madre... desconfíen....

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Cosas que nunca le dijeron a mi tía Inma...

De cabello fuerte, como su raza, de gesto firme, como su honradez. Su mirada abraza, sus manos dibujan gestos bruscos pero amables. No anda, se desliza. Su puño, tan apretado que asusta. Su alma, tan sencilla que sonríe al miedo. Sangre de mi sangre, el viento le trajo penumbras a su corazón, hielo al deshielo. La recuerdo desde muy pequeño, siempre ocupada, danzando sin parar, como ave que no descansa, como nevar que no cesa. Aprendió de lo humilde, entendió que su palabra era su única coraza, se hizo fuerte en sencillez, en trabajo, en esfuerzo... y fue esquivando trampas, saltando obstáculos. Regaló la vida a dos niños, herederos de su misma tez cándida, de la misma media sonrisa que no guarda nada, la que no engaña jamás...

Adornó su jardín de esperanza, plantó ilusiones en cada esquina, y fue regando con mimo, como nunca, como siempre, como le enseñaron sin enseñárselo. Pero un día el jardín marchitó y solo hizo recoger pedazos de un invierno que sabía llegaría. Y fue entonces cuando ocurrió el milagro, donde la raza apretó el puño y su gesto, honrado, abrazó lo inabarcable para el común de los comunes, y obró que el invierno tornara en primavera temprana, en flores de mayor vigor, en olores hasta entonces desconocidos. E hizo de su jardín el más deseado, el más rico en sustancia, aún con los mismos ingredientes que antaño, pero diferentes aromas, geniales y puros.

Y siguió luchando, y lo sigue haciendo, por un lugar que es suyo en este mundo, pos sus hijos, por un jardín divino en medio de la nada... Quizás nunca acaricies su alma, pues a los "Pura Sangre" se hace imposible acunarlos, pero quizás puedas acercarte a respetarla, la podrás ver, seguro, en este invierno, en Rios Ramos 61, Villarrasa, y te regalará la primavera

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Derechos Humanos

De las intenciones humanas, quizás la más altruista, de la que muy poco puede servir para lucrarse, están los Derechos Humanos. La controversia que suscita no es mal indicativo de la misma naturaleza del hombre, de oscura armonía. Pero es la excepción, una vez más, la que salva tan horrible regla, y aparecen de vez en cuando gestos llenos de humanismo que hacen presagiar que quizás pueda haber un camino entre tanta desidia. La misma reflexión sobre la dignidad del hombre, el simple hecho de pensar en ellos, tan complejo… Las guerras, las epidemias, los campos de concentración, el odio del ser humano al ser humano, la indiferencia, la política sin ser política, y un sinfín de horrendas casualidades y causalidades han hecho que, por dignidad, al menos nos planteemos un plan a seguir, unos derechos inalienables y universales. El que sea utópico es lo de menos, o al menos eso pensarán los que mandan. En un mundo en el que prima la estética y la tecnología, la melancolía por lo que no se tiene. La conciencia como especie humana, en su sentido más metafórico, como cualquier moda, ha desaparecido. Y no es fácil ser optimista ante tanta pillería remunerada y poco castigada. Sólo queda confiar en algunas almas llenas de ideas, de ganas y de sapiencia, que son capaces de mirar un poco más allá, reconocer que el horizonte no es horizonte si no avanzamos en valores, en educación, en las que, guste o no, nos hace diferentes de cualquier especie de nuestro planeta. Los Derechos Humanos llegan tarde, son mucho más las atrocidades, pero la única forma de honrar tanta desesperanza es aprendiendo de los errores y haciéndonos merecedores de las cualidades que podemos desarrollar.

Y no nos engañemos, es la indiferencia también culpable, de la que casi todos somos culpables.

Pero quiero pensar que hay esperanza, que un Mayo del 68, la educación para la ciudadanía, las ONG, son punto de partida de una nueva revolución, la de la rebeldía ante lo que trata de maltratar los derechos más básicos de la persona. Y pienso sinceramente que el simple aporte de cada uno, ya no solo con actos altruistas y bien reconocidos, empezando por uno mismo, puede hacer que ese sentimiento se extienda y podamos vivir en un lugar donde puede reconocerme como persona.

La dignidad no es una cuestión de grado, ni negociable ni que pueda servir a intereses. Es preguntarnos, si lo somos o si no. Y no lo somos si hay otro que no lo es. Así de simple lo veo. Complicarlo puede hacernos creer en la inoperancia. Y es que el cambio es posible, tanto a nivel individual como a nivel general. Necesitamos de más soldados al

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orden del mejor compromiso de nuestra especie, el cumplimiento integro de la carta de derechos humanos para cualquier alma de este mundo, y otros si lo hubiera…

Y a partir de ahí, disfrutar de la estética y la tecnología, aunque ya, estoy seguro, habrían pasado de moda…

Manzanas sobre Mormones...

Os prometí lo del intento de asesinato el martes pasado. Y es que fue gracioso, menos para los perjudicados. Tendría unos 9 años, mi edificio estaba enclavado en medio de un terraplén enorme donde la gente aparcaba y algunos cruzaban para acortar camino en su destino. Era un lugar de tierra y yerbajos muertos, de cuestecitas que hacia las delicias de la bicicleta en verano, pero ese día iba a ser mejor. Cuando era pequeño tenía la insana costumbre de arrojar las manzanas semimordidas a ese pedregal de mala muerte cuando ya no quería más, y fue aquella noche incierta cuando dos mormones bien trajeados caminaban tranquilos por aquel camino indecente, manchando sus relucientes zapatos, cuando les vino a caer, cual meteorito, aquella fruta mordida del cielo. Que me imagino el susto de los señores, en plena noche, en medio de un camino siniestro, que te golpee algo que se deshace y te llena de caldo, tuvo que ser gordo. Pues en esas que yo, que siempre me percataba que no hubiera nadie abajo, me asomé por curiosidad infantil para ver donde había caído el material, y recuerdo perfectamente sus siluetas dibujadas en la oscuridad mirando hacía arriba. Me escondí al instante y pensé que ahí había acabado la historia. "Les habrá caído cerca", pensé... Diez minutos más tarde estaban los señores en la puerta de mi casa y mi madre, ajena a todo el cotarro, sin tiempo para escucharlos, intentando persuadirlos para que se fueran a enseñar su religión a otro piso. Y yo allí, cerca de la puerta, como si vinieran a buscarme para llevarme por tal horrendo crimen. En esas que interrumpen las evasivas de mi madre y en un infame español exclama el rubito: " Que su neño me ha torado una mansanaaa". Mi madre lo entendió al instante, ya tenía antecedentes por lo mismo, pero lo negó, como buena madre que defiende a su hijo. Y se fueron como vinieron, con la camisa manchada de caldito y la cabeza embotada por el golpe y el susto. Mi primer intento de asesinato, contra americanos, y mormones. Y aunque fuera intento de homicidio involuntario, señor juez, no me arrepiento, por todas las manzanas que los americanos nos llevan lanzando tantos y tantos años desde su atalaya...

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Animales pero distintos...

Sobra decir que este pasado puente me dediqué, como media España, a hacer molde en mi sillón preferido y a comer las delicias de mi madre, que son muchas y variadas. Pero hubo dos imágenes que me hicieron saltar de la cómoda postura. Una, quizás lo hayan visto, lo del perro que coge del hocico a otro perro atropellado en medio de la autovía, jugándose la vida en medio del tráfico que iba a toda velocidad por un compañero quizás ya inerte. Un gesto tan humano que parece mentira que lo lleven a cabo estos dos animalitos.

La otra imagen es más tétrica aún. Los del Caiga quien Caiga, tan ácidos como siempre, se dedicaron a preguntar cuestiones básicas a los Diputados en la puerta del Congreso. Nada de difíciles fórmulas, preguntitas del tipo cual es la Capital de tal provincia o a qué temperatura hierve el agua. Ya se imaginarán las respuestas, al menos las que sacaron en pantalla... algo peor que lamentables. Pero hubo una que fue la monda, le preguntaron a la señora Ministra de Trabajo por el sueldo mínimo profesional en España y, señores, la horrible política no tenía ni pajolera idea. Díganme si no es para organizar una revuelta y saquear las Arcas del Estado en pos de una repartición justa...

Y ahora comparen historias, la del perro y la de la Ministra, y piensen cual de los dos se preocupa más por el prójimo, cual de los dos vive mejor y, sobre todo, cual de los dos tiene más Humanidad... y llegarán a la conclusión de siempre, votamos en las urnas a los animales equivocados...

La primera vez que me tocaste...

Noche clara de Agosto, las luces y el alboroto sonaban ya lejos, eco de lo que unos días antes habían sido suspiros de trasnochados y carcajadas anónimas. Un verano más que se iba, y llegó la brisa al encuentro de los habitantes de un pueblo que la historia nunca recordará. Una sola bombilla alumbraba aquella calle, testigo silencioso de lo que nadie supo reconocer en un primer momento, ni quizás en un final...

La calle Pinta, como aquella carabela que vio por primera vez el nuevo mundo, fue escenario solemne de tan maravilloso milagro, irreconocible ni para sus protagonistas en aquel instante. Repicaba la medianoche el campanario del otro lado del pueblo, la brisa desapareció

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y se sentaron uno enfrente del otro. Como si nunca hubieran enfrentado hasta ese momento la verdad que sus almas reclamaban, él, tan ávido en palabras en momentos sin importancia, ahora, cuando más necesitaba de aquella lucidez, acabó sus discurso entre balbuceos, con la vergüenza propia de quien llega por primera vez a una sala esperando una sola palabra brillante, una sola oportunidad para sobrevivir. Y creyó haber muerto, tanta belleza, tan cerca, tanta perfección al alcance de sus dedos, como besar el mar, como guardarse una brizna de aire en el pantalón, imposible y a la vez posible, lo cercano de lo lejano, lo invisible de lo más visible. Noche de locura, el ser más bello le sonreía ante sus proposiciones, tan quiméricas, tan ilusionantes, tan milagrosas... y la desazón no hacía sino crecer en él, y cada vez se iba haciendo más y más pequeño. Volvió la brisa, incómoda, y ella vistió con su chaleco, fino pero agradable al tacto, jamás él se percató de tan noble prenda hasta que ella se la enfundó, perfecta consonancia, parte de él ya formaba parte de ella, preciosa paradoja, tan extraño momento pero a la vez tan tierno. Y ocurrió.. Ella, cada vez más cerca, alargó su mano y lo acarició inocente, ni de lejos sospechaba el desorden que por aquel momento clamaba cada palmo de su cuerpo, aquel maravilloso desorden... Y así ocurrió, una noche más en la historia de la Humanidad, la noche más importante, la que jamás dejaré de recordar hasta el día que, en mi lecho de muerte, sea yo el que alargue mi brazo para acariciar lo más maravilloso que se cruzó en mi camino y que, ni por asomo, dejaría volar lejos. Aquella madrugada y todas las que hemos vivido, hacen que, después de tanto tiempo, el desorden, lejos de apaciguarse, domine cada acto de mi cuerpo, cada segundo de mi vida. Dominas mi mundo, creí que lo menos que nos merecíamos era tener un breve relato de la primera vez, la primera vez que me tocaste...

Buenos corazones...

Se me hace realmente difícil explicarle a mi conciencia la hipocresía de un lugar que revienta ilusiones y arrastra en su marea sueños y buenos propósitos. Pero déjense de medias tintas, queridos lectores, observe al que tiene al lado y valore si es buena persona, nada de grandes proezas ni heroicidades de película, hablo de cosas nimias, no sé, si deja pasar al anciano, si guarda la cola en carnicería, si cree en la palabra más que en el castigo físico, si circula por el carril de la derecha a la velocidad adecuada. Espero que lo vayan entendiendo. No apliquen complicadas fórmulas matemáticas ni ecuaciones sin resultado, tiren de

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la manta de su día a día, de su latir cotidiano, su mirada a primera hora de la mañana, su gesto al salir del trabajo, su ritual al acostarse en cama propia o ajena....

Obvien su estatus social y económico, dejen de lado las posibles amistades y amoríos, lo que dicen que fue y lo que puede llegar a ser, sólo ponga su lupa en el instante que dijimos y dé nota, sin miedo a equivocarse, al fin y al cabo nadie sabe la respuesta correcta...

Por eso, amigos, amigas, abrazad bien fuerte la bondad en lo cotidiano, pues yo os juro, por mi espada, cada vez más afilada, que el destino sabrá recompensarte al tiempo, si no mis letras...

Manda pantalones...

La historia amable de los martes asoma con retraso, como los cerebros de quienes nos gobiernan. Y es que lo recuerdo como si estuviera grabado en dieciséis milímetros y me la pusieran los sábados.

Era costumbre, y sigue siendo, hacer una fiesta al finalizar el curso en el colegio. Venía a ser un día especial, te despedías de los amigos hasta el año siguiente, una eternidad vista desde los ojos de un niño de 6 años, porque es lo que tendría, se trataba de 1º de EGB, del último día.

Esa mañana era la mejor, amanecía pronto y el sol era noble en el horizonte mientras enfilabas la escuela con tu bolsita de gominolas pertinente, por aquello de colaborar con el momento, ya saben. Recuerdo que aquella mañana mi madre me vistió un pantaloncito blanco corto, ese que usan los niños buenos en verano, prenda que iba hacer que recordara ese día toda mi vida. Volviendo al tajo, llegábamos a clase, previamente decorada con cartulinas de colores y soles relucientes que daban vida al aula, nos sentábamos, y Manoli, la tutora, ponía música en el viejo radiocasete que había servido para repetir abecedarios durante el invierno. En aquella época ya creía ser mayor, tenía un buen grupo de amigos, compañeros de travesuras y correteos en el que ejercía de ilustre cabecilla, y claro, como ya era "mayor", ya tenía mis devaneos infantiles con la linda de la clase, gajes de la popularidad...

Pero no todo iba a ser tan idílico, por mucho que el día apuntara como nunca. Llevando diez minutos sentado, un mal gesto al agacharme a coger un maldito caramelo de fresa hizo que el pantaloncito blanco se rajara desde donde acaba la cremallera hasta donde se amarra por detrás

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el cinturón, vamos, que ya no era una prenda, eran dos, y yo en medio. Y ahí acabó la fiesta y empezó el infierno, se esfumaron los correteos y travesuras, se terminó aquello de acercarse a la muchacha mona, y hasta se me fue el apetito de gominolas, pues las repartía Manoli, la profesora, en su mesa, y para ese menester era necesario levantarse...

Recuerdo las caras extrañadas de mis amigos y hasta de la niña guapa, que me miraban y me preguntaban por mi repentina actitud, tan melancólica, sin saber que estaba sentado en un retamal de tela deshilachado e indigno. Aguanté el tirón, no me moví de mi asiento mientras los demás no calentaban posaderas y se hartaban de chucherías hasta rozar el cólico. Y tocó la sirena, salí como pude y allí estaba mi madre esperando, inconsciente de mi fatídico fin de curso. Con el tiempo entendí que eso de ir con el culo al aire iba a ser una tónica en mi vida, pero al menos ahora, si quisiera, me zamparía todas las gominolas que me apeteciera, no dejaría de hacer travesuras con mis amigos, y hasta cortejaría a alguna niña mona, porque en realidad, en este mundo, todo cristo va en pelotas...

Una noche de las Buenas...

Y llegó la Nochebuena, donde luces se confunden con mazapanes para darle al frío linaje mágico. Se hace sencillo si no te lo planteas, te reúnes con los más cercanos, paladeas manjares prohibidos para tu conciencia, brindas por volver el año siguiente a brindar y tumbas contigo en la madrugada deseos y recuerdos, lo que está por venir y lo que se fue, nada del otro viernes, o quizás demasiado para corazones acostumbrados a mundos rellenos de prosa, con bordes en sepia...

Y aquí comienza el suspiro que os pido, compañeros de viaje, alzad vuestras copas, como yo haré, y encontrarle el sentido a cada sonrisa que surja, saboreando cada aroma que te lleves a la boca, y respirad bien fuerte, como si fuera a acabarse el aire, al regazo de una vela que llena de paz moradas que lo merecen. Y amad, al que tenéis al lado, al que tenéis enfrente, a vosotros mismos, pues no te llevarás de este mundo otra cosa que lo que siembres en las almas de quienes te admiran...

Y si esto se cumple, amigos, sentiros bien dichosos, pues son privilegiados los que pueden sentarse con los suyos un año más, los que no olvidaron la sonrisa en una cuneta, a los que el bolsillo permite

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bocados dignos, los que saben respirar, como yo os pido. Haced de mi espada la vuestra, y cuando falten los que no deberían, en vuestra mesa, en vuestra Nochebuena, invocad la dignidad, la humildad y la bondad, pues os digo que entonces ya jamás estaréis solos, no nos pueden arrebatar lo que abrazamos con todas nuestras fuerzas, y seguid respirando, hermanos, pues vuestro mundo os necesita, tanto como mis letras...

Me encantaría que así disfrutases tu nochebuena..

Pasteles y trincheras

Navidad como cualquier otra, no esperen crónicas indigestas y resacas de órdago. Tengo por buena costumbre, en Nochebuena, acostarme temprano, quizás ahogado entre tanta salsa carnicera y sales de mariscos deliciosos. No mucho más, algún dulce, quizás un licor bien aliñado con risas que vienen a cuento y pronto Morfeo hace de mí su único heredero, pues es cuando las calles más se pueblan de carcajadas y de euforia, y el alcohol, más o menos destilado, hace el resto...

Poco antes de la famosa cena partí con mi padre a comprar unos dulces, una humilde pero limpia pastelería que regenta una familia emigrante yugoslava. Pude ver el reflejo de la guerra en el rostro de aquel hombre que despachaba, de mediana edad, repartiendo los manjares en la bandeja con la misma delicadeza con la que aconsejaba bocados exquisitos, tanta humanidad en tan pocos gestos...

El viento lo trajo a Huelva, la ciudad de las balsas de fosfoyesos que contaminan y ciudadanos sin corazón que asienten al destino sin rechistar, el lugar donde, en Nochebuena, cerca de la pastelería digna de la familia yugoslava, cientos de jóvenes en desvarío se intoxican sin medida vaso en mano, en medio de la calle, como yonkis de sí mismos, y con el mundo por testigo, aplaudiendo...

Volviendo a casa, con mi padre portando su bandeja de dulces, cruzamos por aquella fatídica calle donde yacían seres con morada pero sin moral, el cementerio de las risas, pues la felicidad en las fauces era unánime, tanto como la tristeza de mi alma, quizás rabia, no sabría traducir tanta vergüenza...

Y me vino a la cabeza la humilde y trabajadora familia yugoslava, y la tenebrosa imagen que encontrarían cuando echasen el cerrojo al

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negocio y fueran a casa a cenar, pues tantos vasos rotos en su camino, tanta violencia gratuita, tanto incomprendido sin armadura, no creo que distase mucho de la tierra que un día dejaron porque el aire se hacía irrespirable, valga la macabra comparación. Y pensé, ahora sí, furioso, que no somos dignos de tener en nuestro mundo gente tan luchadora, curtidas en el silencio, pues también habitamos en guerra horrenda, la que afligimos contra nosotros mismos, la guerra civil de las almas, y si no me creen den una vuelta por mi calle, en Nochebuena, tendrán que sortear vidrios rotos y hasta alguna que otra trinchera

El vasco que salvó a España...

Hoy les hablaré de Blas de Lezo,más conocido como "Patapalo", marino de principios del s.XVIII., hombre Guipúzcoano que alcanzó, desde abajo, las mayores cotas en cuanto a rango, y todo, amigos, creanme, por méritos propios. Y para ejemplificarlo sólo contaré una de sus batallas, ya siendo comandante general en Cartagena de Indias, antiguo reducto español sitiado por los ingleses comandados por Vernom en 1741. Para que se hagan una idea de la desproporcionada gesta, los Ingleses contaban con 186 navíos con la última tecnología militar y 23.600 combatientes entre marinos, soldados y esclavos negros macheteros de Jamaica, todos optimistas pues ante sí tenían 3.000 hombres entre tropa regular, milicianos, 600 indios flecheros traídos del interior, más la marinería y tropa de desembarco de los seis únicos navíos de guerra, han oído bien, 6 únicos navíos. Con mucha imaginación, no aburriré con detalles de estrategia, Lezo acabó con los ingleses en la, quizás, derrota más importante que tuvo nunca Inglaterra, asegurando el dominio español de los mares durante más de medio siglo hasta que lo perdió en Trafalgar. Y todo gracias a Blas de Lezo, que llegó a hundir sus propias barcazas en la bahía de Cartagena para impedir el paso de los anglosajones y aislarlos bajo fuego continuo hasta caer derrotados en un nido de cucarachas. Y este hombre, además, era de los que se pringaba, es decir, al acercarse con demasiado ímpetu a sus defensas, recibe un balazo de mosquete en el antebrazo derecho, pierde la vista...

Sin embargo, aunque las proezas de Blas de Lezo estén a la altura de los más grandes héroes de la historia, es un personaje prácticamente olvidado, pues es lo que hacemos en nuestro país, honramos a los débiles

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de espíritu, Sardás, Buenafuentes y Gabilondos, y dejamos de lado los hombres con mayúsculas, de los que heredamos la tierra y el alma, en silencio. Y era vasco, más vasco que nadie, piensen, y salvó España en Mediterráneo abierto, Cartagena, Atlántico.... y se tendrá que estar revolviendo en su tumba, lejos de su patria, la que lo olvidó, pero vive aquí, en mis letras y en mi espíritu...

Reyes Majos...

Este año vuelven a tenerlo chungo los reyes magos, chungo de verdad, oigan. Para empezar están en Oriente Medio, como para que sus majestades crucen la línea de Gaza, esa donde los tanques hacen de las suyas a diestro y siniestro. Y por el aire, en camello, vayan olvidándolo, que tenéis los antiaéreos israelitas apuntando todo bicho viviente, no vaya a ser que se escape alguien. Pero bueno, pongamos que salen por orden ministerial por el bien de los niños del mundo. Aún así lo tendrían complicado. Si piensan dar la vuelta por el Índico lo tienen mal, tenemos piratas allí con espada y pistola aguardando para apresarlos y pedir rescate, aunque tal y como están las cosas en su patria igual no pagan ni un duro para recuperarlos, que esto de la crisis llega a todo cristo. Aún sorteando tanques y piratas, que no es poco, llegarán a España por Catalunya, la nación de los catalanes, sí, y ojito con dejar juguetes sin instrucciones en catalufa, no vaya a ser que le metan una demanda de mil pares, Ezquerra mediante. Cuando lleguen a las Vascongadas no descuiden la carroza, majestades, que alli antes que te escantilles la llenan de amonitol del bueno y llegan los regalitos a Chipiona, paje incluido. Habiendo salvado tanta zancadilla llegarán por Despeñaperros a Andalucía, y ahí será donde flipen sus majestades, háganme caso. Estará allí para recibirles el mismo de todos los años, Don Manuel Chaves, mesías del pueblo andaluz por excelencia, luz de luces. Déjense llevar por los lugares maravillosos de nuestra Comunidad, la balsa de fosfoyesos en Huelva, Cádiz con sus playas llenas de parados sin trabajo, Málaga con sus construcciones ilegales a pie de playa, Granada y su "mala follá", hasta que lleguen a Sevilla, con sus gentes amables, lleguen pronto que está el tráfico para historias, no diré más. Y yo, señores Reyes, como he sido bueno, pues he sido malo, os pediré entonar el Virgencita que me quede como estoy de aquí a un año, que no es poco, tal y como vienen dadas. Feliz Noche, mis reyes majos...

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Barcos piratas y buenos propósitos...

Se acaba este oasis en el desierto, donde descanso y alboroto conviven a la par olvidando madrugones y estrecheces. Se termina, pensarás, al fin, pero esa desdicha dominará tu alma sólo hasta que abraces el frío de primera hora, ese que cala y que nubla buenos propósitos. Sí, amigos, lo que queremos y no tenemos y viceversa, que eso nunca cambia…

El mejor de los hábitos, el que no se dice, la mejor de las intenciones, la que mis sentidos no palpan. Y es que no tengo recetas mágicas pero permitan que insista tanto, que viene siendo gratis, nuestro mejor quehacer en este tiempo nuevo que entra es el respeto, en su máxima consideración, y si para tan noble actitud tiene que rezarle a un Dios, a varios o echar la bonoloto todos los jueves no dude, hágalo, y vuelva a usted mismo, a ese minuto antes de cerrar los ojos en la noche, ese examen sin nota que desvela y hasta duele, y, siendo sinceros, valoremos si somos justos con nuestro destino, lo que tenemos y cómo lo utilizamos, si para bien o para mal. Porque no hay peor delito que dar la espalda a nuestras posibilidades, a ese gen que te dio el don de tener dones y si no de aprenderlo. Si algo entendí en este mar de piratas, compañeros, es que no se nace timón en ristre, con vela alzada y viento de popa, pero que con un algo de actitud y un mucho de paciencia, si permanecemos con buena dirección, el cielo tornará despejado y arribarás a orilla amable, donde el Sol calienta y no quema, donde corsarios son espejismos de sí mismo…

Pero hasta entonces, bravo capitán, agarra bien las jarcias y apoya tu codo bien fuerte porque desde el mar, recio y asesino cuando quiere, hasta el cielo, oscuro y traicionero, zarandearán tu dicha y tu rumbo, si no te trae la marea algún inmisericorde bucanero…

Sean buenas personas en este año nuevo que entra, y únanse a la flota de buenos navíos, que vamos siendo legión por momentos, en busca de veleros que merezcan la pena, entre tanto navegar pirata. Y ya todo, prometido, por mi vela maestra, serán oasis, sin lamentos…

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La tengo pequeña...

La tengo pequeña, enana diría yo. No se me asusten fieles lectores, sé que no soy el único ni el primero que lo sabe, que no hay mucho más que entender si uno lo piensa. Minúscula, y gracias que no he tenido que utilizarla para conseguir ascensos o aprobar asignaturas, porque hubiera fracasado en mi desempeño, tanto como cuando alguna vez me he propuesto, sin éxito, que creciera. Diminuta, invisible para el que disfrute en sus manos de enormidades y exageradas muestras inhumanas, o quizás lo normal para la especie, aunque me obstine en negarlo, que de ilusiones y de lamentos se vive. Ridícula, más aún si la comparas con elementos anónimos al azar, lo anormal de lo normal, vamos, que para esto si que hay medida, aunque preocupe de cuando en cuando.

Y no puedo hacer nada para remediarlo, la ciencia no sabe darme más respuestas de la que espero, mis amistades cercanas lo saben pero no hacen caso, algún gesto de burla como mucho, y es que no es para menos. Mi madre bien conoce el tema desde antes casi de que pudiera hablar, siempre estuvo y estará apoyándome, yo lo sé, mil gracias madre, sé que miras con resignación lo que otros traducen en risas, ese idioma de las madres, ya saben… Un mundo que premia al que la tiene más grande, visto lo visto, un lugar que repele a los que carecen de lo que yo, precisamente, adolezco.

Ya saben de qué hablo, a lo que me refiero, aunque de cosilla nombrarlo…. De la vanidad, señores, de la vanidad…

Y es que tengo poco y quisiera tener aún menos, pues abrirá puertas, pero mi alma no dormiría tranquila, ni te digo mi conciencia…

Lunes de vanidades y dobles sentidos, como todos los lunes, y un frío que pela, tanto, que me la empequeñece…

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Colonias Polinesias....

Hoy les contaré una batallita, una de las buenas. He dejado pasar unos días sin hablar del tema de Gaza, quería observar los derroteros de la ofensiva, por donde iban los tiros, vamos, nunca mejor dicho, y escuchar diversas opiniones para poder formar la mía.

Resumiendo el cotarro, la historia es que, tras el holocausto, a los judíos se les regaló la ansiada tierra prometida, allá por Oriente Próximo, un escarpado y seco pedregal perdido de la mano de Dios que los hijos de la Gran Bretaña tenían olvidado, herencia de la expansión colonial del siglo anterior. La cosa es que, claro, los inglesitos pasaron por alto que allí habitaba un pueblo poco ruidoso, trabajadores de la tierra que pisaban, y con Alá en la boca día sí día también, que para eso sí que son disciplinados. Y claro, imaginen la estampa, vive usted en una casa durante años y llega el dueño diciendo que la ha alquilado a unos franchutes con aires de grandeza que pasan de darte los buenos días, tiene que joder, desde luego. Y si miran el mapa lo verán bien, escuadra, cartabón, desde aquí hasta aquí para vosotros que habéis sufrido mucho, pobrecitos, que además creo, dirían, que allí no vive nadie. Y ya conocen la manía de los judíos de no llevarse bien con los demás, que para eso son únicos. Plantaron su bandera, la estrella de David en medio, un poquito de publicidad por allí, un par de pelis de lloreras por aquí, y listo, un pueblo para una tierra, con calzador, de los buenos, y a la gentecilla que estaba antes que les zurzan, que no han sufrido tanto como nosotros, pensarán…

Eso fue hace 60 años, y a palos hasta ahora, así que imaginen, hasta hacer del pueblo palestino un hormiguero donde en menos de lo que va de Mairena a Umbrete malviven millón y medio de almas, y un objetivo claro en los sionistas, la aniquilación total, en sus respectivos campos de concentración, que manda huevos la paradoja histórica…

Este es el conflicto queridos lectores, así explicadito fácil para que lo entiendan, pues no tengo muchas más líneas para disertaciones intelectuales, que para eso ya hay otros blogs.

A todo esto, no se confíen, que hay más de cien conflictos bélicos en el mundo a los que no se les da ni bola, con más muertos, la mismas injusticias y toda la pesca, que dictaduras hay para regalar en este antro de planeta. Sólo he vivido dos manifestaciones contra la guerra en mi vida, ésta y la del 11M, y, curiosamente, las dos poco antes de unas elecciones en sus lugares de origen. No sé porqué me da a mi que los políticos van a tener algo que ver…la solución a esto, al menos la mía,

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está clara, campos de concentración para gentes de la política, eso o que los inglesitos les regale alguna tierra colonizada allá por la polinesia, y que vivan todos en amor y compaña, que lo dudo, y planten su bandera, la de la vergüenza…

Victorias amargas...

Cuando digo que no soy de este mundo lo digo con razón, y cuando lo olvido echo la mirada atrás, a la infancia, a esos momentos mágicos que permanecen en una retina cada vez más desgastada por el latir cotidiano.

Quien me conozca más allá del educado saludo sabrá que siempre fui muy competitivo, y no sólo me vengo refiriendo a exámenes cruciales, ni siquiera a objetivos laborales impuestos, por mí o por quien sea, sino también a cosas nimias como llegar antes a la cola del pan, adelantar con la bici a primera hora, terminar primero el café, imaginen… Con el tiempo entendí innecesario tanta prisa por todo, tanto desgaste por simple manía, y mi corazón tornó en latidos más reposados, pero de pequeño era insaciable hasta la extenuación en tan insulso propósito, aliñado con terrones de inocencia que se pisaban a veces, y para muestra un botón, que dicen.

2º de EGB, 8:50 de una fría mañana de otoño, multitud de alumnos en la puerta del colegio a la espera de que abrieran para salir pitando por el patio hasta la puerta de la clase en carrera a muerte, para después formar una fila y entrar al aula, ya ven la recompensa. En aquella carrera había desde zancadillas hasta empujones, eso si no tenías que pisar a alguien que había tropezado justo delante tuya, porque ni te planteabas parar, que allí lo que mandaba era ser primero a costa de lo que fuera. Por supuesto yo estaba metido en todos esos fregaos siempre, pero aquella mañana, el destino, tan cruel, iba a jugármela, y es que llevaba en el bolsillo derecho, no se me olvidará, 500 pesetas que me había dado mi madre, esa moneda gorda, recordarán, para pagar el seguro escolar anual. Un Potosí para esa edad. Pero en aquella carrera que gané debí caerla entre tanto traqueteo de piernas, y cuando me quise dar cuenta, ya en la fila, la había perdido. La angustia fue tal que salí del jaleo de primera hora volviendo sobre mis pasos, desandando el camino, con el fin de encontrarla, sin fortuna. Mi desazón era total, llegué a clase tarde y hablé con la profesora, y cuál no sería mi enfado e insistencia que la convencí

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para ir clase por clase, desde 1º de EGB a 8º, interrumpiendo, para ir preguntando si alguien la había encontrado, y que si la veían que me la dieran. Imaginen el cachondeo general allá por donde iba, pero me daba igual. Evidentemente, no apareció jamás. Pasé las horas sumido en la más absoluta tristeza, recuerdo que no hice ni la tarea, hasta que llegué a casa y mi madre me despreocupó, dejándome más tranquilo. Desde luego, hice lo que pude por recuperarla.

Curiosa paradoja, la victoria más amarga de mi existencia breve, y una enseñanza que perdura, es preferible llegar el último, pero con los bolsillos llenos de monedas, a llegar el primero, y tener que mendigar lo que nadie está dispuesto a darte, y encima aguantar el pitorreo, y si no pregunten en la sucursal más cercana de su Banco…

Autorretrato Clínico...

Me ocurrió el otro día repasando conceptos de patología clínica, y es que uno tiene el defecto de aplicar cada minucia que aprende, aunque a veces, como ésta, no pase de ser un simple juego de palabras y similitudes… y si no atiendan.

“El mundo contra mí”, me digo siempre, frase clasificable dentro de los trastornos paranoides de la personalidad, éste blog da buena fe de la proposición anterior, tan cruel como verdadera. Leemos a un trastornado, pensarán, pero no se alteren, mis huéspedes, pues éste trastornado que escribe, por las mañanas, a primera hora, sufre de temblores varios y actos involuntarios que extrañan y asustan, y descarten el frío del madrugón, pues los síntomas no remiten a veinte grados, ni mucho menos, pero no se preocupen, lo más seguro es que sea un síntoma conversivo, propio del trastorno de Despersonalización o Trance, muy normal en centros mentales de la provincia, y no hablo de ayuntamientos. Aguarden un poco y no se me vayan, que va para largo.

Amnesia disociativa, pues no recuerdo ya casi los momentos buenos, esos que deberían dar color a mi existencia. Y claro, todo esto desencadena en un estado de Depresión Mayor, con especificador catatónico, que para eso me quedo embobado conmigo mismo, más aún si escucho a algún político siniestro, en este mundo surrealista. Todo ello mezclado con episodios maniacos, de subidas eufóricas del estado de

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ánimo para rápidamente hundirme, propio del Trastorno Bipolar, por aquello de los dos polos, oiga.

Afecto negativo la mayor parte del tiempo, desorganizado para mis quehaceres, y multitud de alucinaciones, esas que me dicen que me van a regalar 400 euros, que me van a pagar el piso, que mi sueldo va a dejar de estar congelado... cumpliendo perfectamente los síntomas para la ezquizofrenia, por duro que suene, de inicio agudo y mal pronóstico.

Fobia específica, odio generalizado a los políticos y a los aprovechados, agorafobia, cada vez detesto más salir a la calle para verle la cara a pijomentas de turno empinando el codo en autodestrucción, que esa sí que es masiva, insomnio que perdura, problemas gastroinstestinales, esta comida incomible, delirios, sin ser de grandeza, etc, y todo inducido por sustancias, un CO2 cada vez más presente en mi pulmón, que me llega al cerebro colapsando atisbos de buenas intenciones…

Un caso clínico difícil, desde luego, y es que hay que estar loco para vivir en un mundo como éste, pues si no, es imposible…

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Dos párrafos...

Es una delicia pasear por la playa de la Victoria en Cádiz a primera hora de la mañana, recorrer el centro con esas callecitas amables que te transportan a época de mercaderes y marinos de los de verdad. Málaga es un primor, su gente, bañarme en la Malagueta de madrugada, desnudo, como mi alma, libre de lamentos y de malos augurios. Córdoba, noble, su estirpe musulmana hace que vuelvas a los orígenes de tu historia, que es la de todos, y perderse entre las columnas de la Mezquita, inolvidable. Granada, mágica, su Albaicín de noche despierta las sensibilidades más toscas. Sevilla y su duende, la idílica estampa de Ronda, los pueblos blancos de Cádiz, de Huelva, donde el tiempo camina, olvidando prisas. Cazorla, Antequera, Jerez, despierta, Carmona, Aracena, Sánlucar… en todos esos sitios guardo un rincón, un lugar donde me siento en la mesura y contemplo rostros anónimos, hasta que el Sol me retrata siluetas invisibles, y sigo mi camino…

Y llego a Huelva capital, descubridora sin serlo, y relajo mi alma por su paseo marítimo, a la sombra de árboles que dan cobijo a la esperanza, con la ría, limpia, testigo de mis pasos, y al fondo el amplio océano, donde veleros y pesqueros se mezclan en postal inigualable. Su casco antiguo, historia en carnes, herencia de un pueblo, el Tarteso, ejemplo de bondades. Sus parques cuidados, donde respirar es tan necesario como maravilloso, sus gentes, agradables al trato y abiertas a nuevas sensaciones, ideas en ebullición por las que luchan, hasta la muerte, pues sienten su tierra como innegociable. Oír tocar la guitarra al Niño Migué en teatros abarrotados, aplausos eternos, como la sensibilidad del que aplaude, onubense por derecho y orgulloso de sus raíces, porque hay motivos para estarlo…

Dos párrafos escribí hoy, uno verdadero y otro mentiroso, y un dolor que mata en ambos, uno por tenerlo lejos, y otro por sólo poder imaginarlo…

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Terapias...

Si mi dicha va a consistir en dibujar momentos amables, divertir con letras fáciles al anónimo que se asoma, revestir de colores pastel una existencia insulsa y pasar a otra cosa como si nada, la terapia no tendría sentido.

Si tus entrañas no gritan al ver la foto de la desvergüenza, si tu gesto no se tuerce ante la herencia de la ignominia, de nada vale que juegue con expresiones y mensajes. El ser humano, tan cruel como maravilloso, tan humano como inhumano, por paradójico que parezca, es miel entre los dedos, tan maleable, brillante, pero empacha. Empachan los abusos de poder, los delirios de grandeza, la indiferencia, el cinismo... No soy ejemplo de nada, Dios me libre, pero he entendido con el tiempo lo que no me canso de repetir, como gazpacho, la bondad la podemos aprender, desde fuera hacia dentro o viceversa, factible aunque difícil, por utópico que resulte.

No les llevaré al desengaño, la felicidad como elemento estable no existe, pero hay algo aún más importante que podemos alcanzar, más cercano y dependiente de nuestros actos, una estabilidad para con nosotros mismos que nos haga estar a gusto con nuestro entorno, desde lo que vestimos hasta lo que miramos. El camino hacia ese estado radica, indudablemente, en uno mismo. Si algo ha demostrado el ser humano en siglos de historia es hacer posible lo imposible y demostrar que el cambio puede triunfar, y de forma rápida, desafiando leyes naturales incluso, lo que ninguna especie logró conseguir...

En esa lucha me encuentro. Mientras, intenten ser buenas personas, la terapia que sigan es lo de menos...

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Cuesta soltar amarras...

Si tuviera que contarles mi breve existencia lo haría a la lumbre de un candil, en medio del océano, con la luna de fondo y una guitarra que embelesara, con el lenguaje de los marinos, que es puro…

“Amanece la mar compasiva, vaivenes limpios que acarician buenos presagios, a la vez que escaman, pues sabes del carácter traicionero del viento, ese que ahora sopla de popa, fuera y dentro del navío. El cielo torna despejado, la marinería labura sin descanso y de buena gana, un oasis entre tanta tormenta, esa que venía azotando con descaro. Trazo en mis cartas de navegación rumbos acordes a la exigencia que reclama el momento, sorteando lo más que puedo arrecifes que desgarren una embarcación roída por tanto despropósito, batida en luchas inútiles y sin sentido, dejando bajas y lamentos, regado de lágrimas innecesarias.

Hace ya tiempo que salimos de puerto, mi madre con su pañuelo, envuelta en nostalgia, mi padre, serio pero convencido, consciente del camino, ese que yo ni divisaba. Mis amigos, con sus sonrisas, inocentes pero sinceras, mis maestros, de espada, de navegación, de imaginaria, que modelaron mis remos con esmero, pues sabían que las mareas no acompañan buenas intenciones. Todos con la esperanza de una vuelta con vida y con sapiencia, allí donde muchos fenecieron…

Y desde entonces, hasta ahora, mar, a veces convulsa, a veces serena, motines en plena tormenta, piratas indignos, centellas en noches frías y solitarias, zozobras en orillas de islas en medio de mares tristes y sin vida, pero también, de vez en cuando, vela mayor empujando nuestra dicha con desmesura, pesca furtiva que saciaba, tesoros en cofres sin llave, chapuzones en aguas cálidas, con delfines acompañando gestos, aplaudiendo cada viraje de timón….

Y ahora que la visibilidad es buena y la bruma se hace amiga, si bien lo quiere Neptuno y las fuerzas del mar no me lo impiden, quisiera brindar por estas manos y estos ojos, en los que nunca perdí la fe, para que me lleven a la Atlántida de los corazones, desde donde sólo soltaré amarras para atracar en puerto divino, donde San Pedro comanda, y porque viene siendo obligatorio, para el mal y el buen almirante, allén de los mares… "

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Excursiones y tragedias

La ocasión y mi ausencia, por justificada que sea, lo merece. Pequeñas anécdotas de mi breve existencia que hagan el café de primera hora más agradable al paladar, exquisito o rancio según lo que haya detrás, que para paladares y gustos, colores.

Recordarán vuesas mercedes, si tienen a bien, aquellas primeras excursiones en el colegio. Las recordarán porque eran emocionantes. Te subías al transporte a primera hora, entre carcajadas y bromas, los mayores trabajando, de un lado para otro, con cara desencajada, y tú pegado al cristal del autobús saludando al que más y al que menos, embobados al conocer que, más allá de tu aula, en horario de clase, existía vida y movimiento. Sentarte con tu mejor amigo, cerca de la niña que te hacía ojitos, cantar al unísono, esa mochila con el bocadillo, en papel albal, y alguna bolsita de golosinas que duraba bien poco.... Todo lo preparabas con ilusión desde días antes, con la certeza de pasar una mañana repleta de nuevas sensaciones, risas, juegos y algún que otro guiño inocente a la guapa de la clase.

En esas estamos, la tarde antes, siguiendo el ritual de siempre, mi madre me dio doscientas pesetas de la época, un Potosí, para visitar a Don Paco y canjearlo por una bolsa repleta de confituras azucaradas, las mismas que al día siguiente zamparíamos con vehemencia y desasosiego. Casi merecía la pena el viaje sólo por aquellas chucherías, pues el lomo empanado estaba bueno, no se me enfade, madre, pero el paladar de los seis años no es amigo de las proteínas en demasía…

Vuelta al hecho, que desvarío. Ya en casa, todo preparado, con Sergio, sentados en aquel sillón de escai negro que se pegaba a la piel, empezamos, al mismo tiempo, a sentirnos mal, como con fiebre. Mediaba el silencio, y las caras se iban desencajando por momentos. Allí, los dos, cada vez con peor cara, callados, pues era mejor no decir nada, era impensable perderse la excursión, aunque sólo fuera por las golosinas, por eso o porque la gente no pensara que tu mamá no te dejaba ir porque le daba miedo, que había madres para todo…

Pero cuando el cuerpo dice basta no hay excusas. Tras un rato ensimismado, cada uno mirando al suelo, tristes pues nos olíamos el pastel, Sergio decidió irse a casa, creo que ni me despedí, estaba enfadado con él, por enfermar, y conmigo al mismo tiempo, por lo mismo. A la mañana siguiente una llamada, era Sergio, que no iba, colgué sin escuchar excusas, me había quedado de un brochazo sin compañero de asiento, sin chucherías, pues se las llevó el indeseable el

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día anterior, y sin vergüenza, pues no tardé más de dos minutos en decidir que yo tampoco estaba en condiciones de ir a ningún lado, la dichosa fiebre, ya saben. Algún Dios inmisericorde que quiso darnos la vara aquel día de Mayo… y es que no hay que subestimar al destino, tan cruel como caprichoso.

Aquella fue, la historia de dos niños y una excursión que acabó en tragedia, a pesar de Don Paco, las chucherías, el lomo adobao, el autobús, la niña guapa y la madre que los parió…

Héroes que madrugan

Padre de familia que conoces el frío de la madrugada cuando tus hijos hacen las de Morfeo, mientras tu esposa, compañera, prepara el desayuno de los héroes. Este canto va dedicado a aquellos que dejaron de pensar en sí mismos y torcieron gestos por corazones inocentes. No hay mayor locura, ni tanta magia, pues la esencia de lo divino la puedo reconocer cada mañana en cada acera, quizás absorto tras el cristal del autobús empañado por el vaho y la desidia. A veces te observo en la barra, con el café a medio tomar y la mirada perdida, reflejo de un mundo que intuyes vacío. De pronto giras tu estampa y mentas al altísimo por tener que luchar en una guerra perdida de antemano, con batallas a menudo crueles. Ducho en recibir estocazos y esquivar espadas de punta fina, te has curtido en el infierno, en el peor de todos, ese que dicta sentencia a muerte si el miedo llama a tu puerta y la esperanza salta por la ventana de la injusticia, porque de tus manos dependen bocas de tus carnes, y eso compensa todo…

A veces luces traje, otras harapos, pero es tu cara el peor disfraz, ese que cada mañana, a primera hora, calzas en el desamparo. Tu rostro clama fonemas de otro universo, allí donde el honor no se compra y el cariño permanece, más allá de contratos y promesas. Te oigo en silencio jurarte paciencia, te rozo y noto la calidez de un corazón rodeado de ánimas gélidas que hielan hogueras, y te veo persistir en lo imposible, desafiando probabilidades, acechando la lógica, esa que no se atreve a murmurar rendiciones en tu presencia, porque sabe que apuesta en falso, a pesar de todo…

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Esta es mi oda al padre, a la madre, a todo aquel que mire por todo y por todos sin mirarse, aquel que piense que la bondad de las almas salvará al mundo, y lucha para que sus hijos lo vean, aunque ellos hayan tomado ya otro camino, allí donde va la gente buena, en honroso altruismo…

A usted, padre o madre de familia, mañana, cuando vaya camino del trabajo, dejaré de decirle, por vergüenza, que le observo, le respeto, y le admiro…

Ladrones y bolígrafos

Recibir aplausos por unas cuantas letras y silencios reconforta, sobre todo porque el autor no reconoce tanto mérito en lo que su pluma dibuja. Me alegra que acudáis y disfrutéis, inimaginable para el común mortal que soy.

Pero hoy quiero pintar menos versos y más prosa de la que amarga. Sucesos que ocurren en lo cotidiano que uno no entiende, por mucho que busque en Google. Y es que, en el periodo que va desde el 20 de Diciembre al 20 de Enero, mes en el que no estuvimos prácticamente en el piso, la factura de luz ascendió a 180 euros, cuando estábamos pagando normalmente unos 40 o 50. Habrán escuchado la noticia, le ha ocurrido a más de un españolito, con lo que la cuesta de Enero se hace pared infranqueable. Y uno se siente indefenso, pues se nos dice con educación “pague usted, y después reclame”, y a otra cosa…

Y te hartas, te hartas de no recibir una mísera ayuda, tener dos trabajos para pagar unos estudios y aún así tener una vida mediocre, y llegar con lo justo al día 22 de cada mes. Te hartas de sentirte mangoneado y tener la sensación que ésto no ha hecho sino empezar. Te hartas, desde luego, de pertenecer a un “sistema” en el que no te han preguntado si querías entrar, y del cual, ni mucho menos, te dejan salir… Sólo me quedan mis letras, eternas, y la seguridad de que leerme no os costará un duro, a menos que no tenga para bolígrafos…

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Poeta Laraña...

Permita letras humildes haciendo honor a su aura. Cualquier semblanza que se le dedique no acercaría a imaginar tanta profundidad en un sólo corazón, y es que hay más razones que palabras que signifiquen. Les hablaré hoy del padre entre los padres, de apellido Laraña, ese que habita en reino celestial pero que antes de partir quiso regalar al mundo la esperanza y la bondad de un alma pura, libre y eterna...

Ocurría cada domingo a las doce, cuando el Sol más aprieta, el Padre Laraña vestía su capa blanca, honorable, y se deslizaba a la iglesia desvencijada de humilde construcción, allí en isla lejana, lejos de su tierra y de su gente, esa que le dedicó tantos nombres de calles y vestigios de César triunfante, por simplemente ser como era…

Comenzaba la misa como dicta el regio canon, recitando con destreza cada verso bíblico, dando la razón a la poesía del mensaje, esa que reconocías en cada párrafo sólo si sus labios eran puerta al mundo, como poeta.

Entendí entonces que la oratoria distingue a la persona, y que, más allá de credos y dogmas, la paz empieza por uno mismo, con un sinónimo común, el amor, altruista y sin esperar nada a cambio, tan sencillo como quimérico, a la vez posible…

Jesuita por convicción, cuentan sus compañeros que leía y releía párrafos subrayados de cualquier texto, antiguo o moderno, si versaba sobre actitudes humanas, quizás intentando dar respuesta a tanta pregunta sobre las relaciones entre iguales, tan complicadas como, a veces, hermosas…

Levantaba al alba, dirigía unas oraciones sinceras de rodillas y disponía de sus quehaceres con la misma humildad que inauguraba centros de día en su nombre o le condecoraban con medallas por su trabajo y por su buen hacer.

Son interminables las obras, incontables los lugares que visitó sin dejar indiferente, contaba por miles los agradecimientos de niños, mayores, adolescentes… siempre al lado del que no tiene nada, dando calor a inviernos gélidos con miradas solemnes…

Se retiró poco antes de su muerte, a los 95 años, tras haber dejado tras de sí una vida completa de misiones y bondad infinita, y obró milagros, ese requisito que pone el Vaticano para santificar. Lo hacía cada domingo, en misa de doce, con la iglesia repleta de almas vacías

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que salían por la puerta media hora más tarde dando un sentido a sus pasos. Su milagro consistía en eso, desde el amor, curar corazones en espanto, simplemente con palabras sinceras y escalofríos repentinos...

Su legado curtirá a los que le conocieron, sus palabras se oirán por los tiempos, su mensaje vivirá más allá de su tumba y sus oraciones. Mi lanza y mi pluma recordarán su semilla con pulcritud, como entendió su existencia, y clamarán honores puros en cada gesto, si usted, donde estuviere, tiene a bien guiarme en el desempeño.

Me trataste de “hijito”, y como padre amable que fuiste honraré tu presencia en este mundo dejado de la mano de Dios, ese al que tanto leías y rezabas… y aún así, padre, no seré digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya… bastará para rendirte pleitesía...

Esos Vecinitos verdes...

Entre el amasijo de noticias que nos inunda cada mañana entre tanto portal de información o teletipo efímero encontré un estudio de unos científicos americanos que demostraba la existencia de miles de planetas con las mismas características que la Tierra, solamente en la Vía Láctea, esa donde habitamos, galaxia entre millones. Por lo cual se supone que la vida en otros planetas es más que probable, desterrando tantas creencias y dogmas como siglos tiene la historia de la humanidad. Y uno piensa, y no es en balde, que si mañana un marciano verde provisto de antenas aparece saludando desde su nave platillo, con cuatro dedos y desnudo, no cambiaría tanto el cotarro. Primera plana, eso sí, pero poco más. Serían recibidos con los brazos abiertos por politicuchos, autoridades y toda la pesca, que para eso el currelas paga las recepciones a base de IVA, probarían las exquisiteces de cada tierra, leerían las mejores obras, admirarían pinturas, se deleitarían con esculturas e inventos, gozarían con Mozart, Picasso, Leonardo… y volverían a su planeta para contar lo que aquí vieron y dirían dos cosas, estoy seguro. “Que de arte y envidia esta plagado el universo, pero que de vida inteligente, ni rastro…”

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Café Gijón, en Sevilla...

Dio que hablar lo de los marcianos en la sobremesa. En ese ratito para el café que compartí con mis compañeros de fatigas. Las opiniones eran dispares y curiosas, desde el que negaba la existencia de vida extraterrestre, al menos inteligente, hasta el que estaba convencido de que los muñecos verdes tenían nuestra forma y vivían entre nosotros. Y entre medio risas y matices...

Allí ocurría, en aquella cafetería, en plena discusión teorizando sobre si el alienígena tendría que ganarse el pan como el humanoide típico... sobre si sería considerado como ilegal, por aquello de la dificultad de arreglar los papeles a cualquiera hoy día. Y la gente de alrededor alucinando...Y en esas estamos, la charla terminó y cada uno tomó rumbo dispar dándole vueltas al cotarro. Y yo, que reí un rato, quedé contento. Unas letras mías habían hecho, sin quererlo, que Laura, ganadora de bienales de flamenco, Antonio, pintor excelso de batallas, Juan, padre de familia y mago del piano, Sara, nómada de nuestro tiempo, Ana, con su altruismo de otro mundo, y servidor, echáramos unas risas y esquiváramos problemas y estrecheces lo que dura un café. Reunión de artistas incomprendidos. Lo de los marcianos viene siendo lo de menos...

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Mi tía Isabel...

Vive en la sencillez, caminando despacio, como respira, como el latir apacible de un corazón que no conoce más pecado que dar la espalda a la inocencia antes de tiempo. Su sonrisa, sincera, su bondad, infinita. Su mundo no sabe de leyes más allá del altruismo por los que quiere, no hay lamentos para el que acerca el barco a su orilla, su victoria ante la vida es eterna…

Le encontró el destino antes de tener espada, dos hijos que hoy son la mejor expresión de su quehacer por este páramo de existencia. Y sola, ante todo, los educó, a la vez que tomaba ejemplo de sí misma, pues no tuvo más referencias que las burbujas que parecían divinas y llenas, pero que al rato explotaban y dejaban un vacío amargo…

Vistió su estampa de esperanza y de trabajo, desde cero, donde empiezan los grandes, y fue construyendo con ahínco y esmero la mejor de las obras, la familia, abatiendo con destreza cada golpe de estilete, con armadura cada vez más firme. Cuida su estirpe de una manada de lobos continua que acecha el horizonte, vientos que soplan en contra y traen lodos que no merece el común mortal, y esos buitres a la espera de carroña, pero que saben que ante una madre hay poco que hacer, pues no hay mejor defensa que la indiferencia…

Y es que hay varias vidas en la tuya. Madre responsable, mujer trabajadora, amiga que responde, amante, hija comprometida… y en todas ellas la misma tez, sincera, sin tapujos ni contradicciones, con la mano tendida a los suyos, demostrando que no hay mejor ejemplo que hacer las cosas bien de manera sencilla, inspirando palabras humildes...

No esperéis que tuerza la forma ante nada, ellas los gestos los hace con el corazón, y con el corazón te digo que quise que tuvieras unas letras, de tu sobrino, el mayor, ese al que tanto has mimado y querido, y que, siendo ya medio hombre, se siente aún niño a tu regazo…

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Descubrimientos en la noche...

Podrían ser las 2 de la mañana del domingo, la noche era clara pero fría, y más aún en el patio de mi casa del pueblo, donde a esa hora asoman babosas en busca de esquinas húmedas y el suelo se hace hielo. Me había quedado traspuesto escuchando las crónicas de los partidos, resguardándome en la estufa de un frío que calaba.

En esas que me desvelé con hambre de oso y corrí a la cocina salivando al imaginar el arroz salteado o la pasta gratinada que me iba a zampar cuando me percaté que en ninguna de las tres malditas bombonas quedaba una pizca de gas para darme el ansiado gustazo. Después de mucho probar y maldecir encontré una de esas cajas militares de comida que mi padre había dejado por allí olvidada. Tienen que verlo, viene de todo, desde unas latas con cocido hasta mermelada y galletas, cerillas, chicles, vitamina C, y hasta unas pastillitas blancas que arden durante un rato largo para darte tiempo a calentar condumio.

Y en el fondo, eso es lo mejor, una especie de chapita que, bien doblada, hace de cocinilla improvisada al calor de la pastilla de marras. No dudé, abrí la lata de albóndigas y allí, en medio del corral, con frío polar, me vi ensimismado en la fogata y las burbujas hasta que decidí que iba siendo hora de probar el invento. Y a fe que estaba bueno, quizás el hambre engañó al paladar, pero disfruté del alimento como nunca. Y fue, mientras me llevaba a la boca el cacho de carne, cuando pensé, embobado en un Boeing que surcaba el horizonte, en todas las cajitas de ración diaria que podrían comprarse con lo que costó ese avión de pasajeros.

Les ahorraré la cuenta, dos millones de cajitas de comida. Sí compañeros, dos millones de personas que comerían caliente a cambio de uno de esos aparatos sin alma.

Y ahora cavilen si ese coche que tanto desea, ese viaje que lleva tiempo planeando, ese vestido del escaparate o ese pisito de la playa vienen mereciendo la pena, cuando hay cajitas que, por menos de 1 euro, te hacen sentir vivo tanto a ti como a tu tripa durante un día entero, a ese binomio tan malacostumbrado a la buena vida y que no aprende a pesar de los pesares, pues sabe el artista y el inventor que las mejores poesías y creaciones salieron de corazones llenos y estómagos vacíos, pero no muertos de hambre…

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Villarrasa, mi Señora...

Quisiera darle las gracias, señora, mi señora, por tanto, por tan bueno...

Me daba forma en la madrugada, bajo un silencio tiznado de olvidos y promesas, me acariciaba al alba, como la tierra que mece al que la trabaja, me regalaste fe y esperanza a media mañana cuando el campanar suena y la pereza se diluye. Y no te logro olvidar, mujer, esos atardeceres a tu vera, horizontes que se hacían finitos pues tu mano lo alcanzaba todo, no te logro olvidar amada mía, dueña de mi inocencia...

Musa de mis palabras, inspiración de mis carnes, consejera en la desdicha, amante fiera cuando la lujuria se acercaba a mi orilla, a mi humilde barca, allí donde me susurraste los mejores versos, donde me ofreciste los mejores aromas, allí jugaste y no perdiste, sin lamentos ni reproches, como buena señora, mi señora...

Mil lágrimas derramé cuando me olvidabas, cuando te hacías pequeña en la distancia y tu lino se hacía paño. Nadie supo consolarme cuando te rendiste, ni el viento ni el destino, ni mucho menos juramentos huecos y lejanas letanías, tan sombrías como mi calma, efímeras como mi paciencia...

Volví a tí al tiempo, cambié, no sé, cambiaste, pedí en una esquina clemencia por el olvido, te vi arrastrarte en tormentas, ví romper cristales sobre tu espalda, como puñales de un mundo que no sabe ni entiende de honores, ese que bordaste con paciencia en el cuello de los que te abandonaron, los mismos que hoy cumplen condena eterna, la de las almas que no tienen alma y cambiaron su patria por unas risas y unas monedas, la peor de las penitencias, proscritos en desiertos de sensaciones...

Sin ser vistosa me seduces, como la mejor de las amantes, y, sin embargo, pueblo, te soy infiel cada domingo por no perderme entre tus calles y contarte al oído mil historias de amores que se fueron y vientos que sonríen al pensarte. Villarrasa, señora, mi señora, mis respetos...

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Ni Dalí...

Vuelta al tajo. Ya se me habían olvidado los madrugones y el pedaleo de primera hora, el vaho empañando los cristales de mis gafas mientras me salpica en el abrigo charcos que reflejan mi desgana y mi malhumor. Retorno al cacareo incesante de adolescentes que se afanan en puertas de instituto y coches que se agolpan en una feria de pitadas a destiempo y frenazos agresivos. Me cruzo en mi camino con rostros sin alma que deambulan como si habitaran en purgatorio fantasmal, olvidando risas y siestas de fin de semana. Se acaba, quieras o no, para que mueras poco a poco y tu desgana destroce tus mejores intenciones.

La llevamos clara amigo, ésto es lo que nos queda hasta que las arrugas te inunden y el cuerpo diga basta. Una novela de terror en la que usted es protagonista y elige el pincel con que dibujar una existencia con visos de fracaso, aunque con la posibilidad, eso sí, de engañar trazos al destino y colorear algunas páginas con tonos pastel, pero sólo algunas, porque capítulos como éste, llamémosle Lunes, no lo hace agradable ni Dalí con paleta infinita y hasta arriba de psicotrópicos...

Fotos malditas...

Me lo contaba mi amigo Juan mientras encendía un cigarro y se quitaba la chaqueta. Juan es muy dado a hacer viajes lejanos, a menudo poblados pobres de solemnidad en los que echa un cable a la vez que alimenta su afición por la fotografía. Otras veces visita ciudades gigantes, allí donde todo es impersonal a pesar de la vida puerta con puerta.

En esos viajes y en tabaco gasta su sueldo de artista, pero siempre vuelve con diferente cara. Ese Lunes llegaba distraído, como dando vueltas a algo imposible de entender. Después de insistir, al segundo café, me contó la vivencia. Se trataba de un pueblecito pequeño, rodeado de tierras fértiles, un lugar en medio de la nada donde sus habitantes trabajaban el campo como medio de vida. Unas de las pocas distracciones de esa gente consistía en esperar a la fiesta de la llamada “Zurc”, momento en el que sacaban en una especie de palio una figura simple a la que adoraban y por la que juraban promesas por favores divinos. A “Zurc” le pedían por la llegada de la lluvia, por la enfermedad

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del hijo, por ellos mismos…

Me contaba Juan que mientras la sacaban por sus pedregales, la gente del poblado lanzaba gritos como poseídos, casi en trance, y que incluso había quien lloraba a su paso, por no hablar de las leyendas de curaciones milagrosas. Pero también me decía que eran los mismos que después en casa maltrataban a la esposa y a los hijos, los mismos que no dudaban en matarse como animales por negocios o ser capaces de morir para recibir bendición divina. Me hablaba de los sentimientos de culpa, del papel de la mujer en esa sociedad, de los impuestos y la la corrupción del gobierno, de los pocos medios de la escuela y lo injusta de su Justicia. Casi vi asomar en Juan una lágrima cuando resumía tanta barbarie y tanto sin sentido, apretaba el puño por no entender tanta diferencia en un mismo mundo.

Abrumado por la historia, le pregunté por el nombre de la ciudad, la zona, el país, su tipo de gobierno, esperando clavar así un tachón en el mapa de la inmundicia. Fue entonces cuando Juan levantó la mirada del café y me dedicó una sonrisa, -Mejor no te lo digo, dijo. Imaginé los horrores de alguna nación integrista, esos lugares de turbantes que anteponen el dogma al sentido común, pero ante mi mirada curiosa continuó... --… Que va!!, Estuve en un pueblo del Condado, bajando una colina, con un campanario que reza al horizonte por unos habitantes olvidados del mundo… No quise insistir en el nombre, jamás me atreví a ver las fotos, y no sabe Juan, ese artista incomprendido, que aquel día me hizo llorar en silencio…

Una noche de locos

En unos tiempos en los que priva el coto privado de sueños, donde está limitado imaginar mundos mejores y lugares dignos, me atrevo a contar una historia, una de esas donde hombre y mujer se conocen y se enamoran, pero no sólo eso, ni mucho menos, pues lo que les relataré tiene luces de cuento de Disney con final feliz, ya saben, perdices incluidas, dando motivos a la esperanza de un destino que maltrata tanto como es maltratado…

Obviaré nombres para no reventar intimidades, así que pongamos

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que, Antonio, mismo, un chico apocado de mirada perdida, habiendo dedicado media vida al estudio descuidando su corazón y su bolsillo, se da cuenta un día de que está sólo, ni pareja conocida ni visos de conseguirla pronto. Antonio, que cuenta 30 primaveras, reduce su círculo de amistades a varios carcas que visten canas y alguna que otra becaria sin sustancia. Con tal panorama y, en medio de una de esas crisis existenciales en las que echa de menos compañía, decide, en secreto, entrar a una de esas páginas que te analizan tu perfil y te arreglan una cita con una muchacha con similares características o estilo. Me contaba Antonio que era reacio, que le daba corte eso de quedar mediante ese método, pero que habiendo pagado un mes de suscripción a la dichosa página, decidió tirarse a la piscina del encuentro físico con una semejante no sin antes jurarse que sólo sería una primera y última vez, nunca más, sólo una oportunidad le daba al dichoso invento....

Hecha tal promesa buscó a conciencia hasta que la encontró, una morena de ojos azules de amplia sonrisa y dos carreras terminadas. Antonio quedó con ella y se vieron en una placita del centro, era perfecta, guapa, sencilla pero interesante, lista, que no espabilada, dominaba la palabra y los modales, lo que andaba buscando, sin duda…

Y a la luz de las velas, en noche perfecta, la parejita se hacía ojitos como adolescentes, todo marchaba mejor de lo esperado, sin duda. Pero como pompa de jabón, de repente, en los postres, la morena guapa comentó que tenía que ir a tomar su medicación para una esquizofrenia que arrastraba desde hacía tiempo. Y claro, Antonio, medio asustado, mientras ella se empastillaba en el baño, cúlpenle si quieren, se asustó y quiso irse, pero como la chica le había llevado y el restaurante quedaba lejos de todo, decidió pedir por favor a la camarera que le dijera a la de amplia sonrisa que se había ido por algún asunto urgente. Ella se negó, pero ante la insistencia cedió a esconder a Antonio en la cocina mientras le explicaba a la morena que su amigo se había marchado. Habiendo pasado un rato, entre risas, nuestro amigó le explicó a la camarera la situación exacta mientras ésta cerraba el comedor, contándole el juramento previo de no quedar con nadie más de aquella manera. Tras varias cervezas y muchas carcajadas, ella le llevó a casa y allí, en la puerta, se besaron. Hoy son marido y mujer y regentan un restaurante donde sus niños corretean entre las mesas mientras Antonio promete no jugar a caprichos con el destino. Una historia de amor de nuestro tiempo, un guiño a la esperanza, mas no pensará lo mismo la morena esquizofrénica, aunque no dude usted, querido lector, que hasta ella tendrá otra de las buenas para contarles, terapia mediante…

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Papeletas...

La noticia aparecía camuflada en un diario de esos gratuitos que reparten a discreción en alguna esquina de la ciudad. Poca cosa, un rincón de cien palabras olvidadas en el anonimato. Decía aquello de que el 85% de los diputados de nuestro Congreso percibían sueldo externo a su cargo, ya sea como profesor de facultad o columnista, ganando una media de 4000 euros por ese segundo trabajo. Un hecho, apunten, que va en contra de la ley, que establece claramente la incompatibilidad del cargo de Diputado con cualquier otro, pero claro, meter medio Hemiciclo en el trullo se hace tan feo como complicado, y da mala imagen externa, desde luego. Es decir, resumiendo, que los que mandan andan muy ocupados en sus cosas como para ir discutiendo sobre los españolitos, y es que hay imágenes desoladoras, como la de un Congreso semivacío a la hora de votar leyes y proposiciones, haciéndose práctica cada vez más habitual.

Con este panorama, permitan vuesas mercedes que servidor no se sienta motivado al voto, aunque pensándolo bien, sí, iré a las urnas en las próximas elecciones, y, en un voto en blanco, escribiré bien grande y en mayúsculas LADRONES, y que entre ellos se repartan la papeleta...

Miuras con DNI...

Quinientos kilos de bicho, encastao, negro zaíno, astifino y bragado. No, no hablo del toro que mató a Manolete ni de la corrida del Martes de Feria en la Maestranza. Semejante animal me lo encontré el otro día en el supermercado, al final del pasillo de los yogures, haciendo cola en pescadería. Tendría unos treinta años, mujer de gesto mezquino y amargado, empujando un carro atestado de latas de conservas y dulces, con voz molesta y malos modos. Y allí dio con sus narices, en la fila del pescado, donde hasta su llegada reinaba la tranquilidad y el agrado. Pero como quien sale de chiqueros, rebuznó lo que quiso sin esperar su turno y se fue tan ancha, gritando en desprecio a las voces que le pedían respeto y paciencia, dando coces a educadas estudiantes y señoras de trapío.

Desprendía un olor fétido a carne humana descuidada mientras las lorzas de su tripa jugaban a bailar el hula-hop alrededor de su

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secuestrada cintura, si es que aún conservaba tal privilegio bajo esa masa deforme...Allí me vi con mi capote, torero, rozando su cornamenta mientras galopaba a mi vera. Un Miura que nunca debió salir del campo y del yerbajo, donde viven las bestias y las moscas...

Un animal de los buenos, más allá de los kilos de más y el mal aspecto, animal por olvidar reglas sociales y palabras amables, dar de lado a la bondad y al buen hacer, aunque sólo sea por educación o apariencia. Con lo caro que cuesta ir a los toros y allí lo tuve de balde, a medio metro, sin espada y sin muleta, como los buenos novilleros. Ahora entiendo al torero y al banderillero, ¡Qué miedo Manolete!, ¡Qué miedo maestro…!

Infamias Prenatales....

Te hablaré de lo que soñé despierto aquella madrugada de Invierno…“Vendrás al mundo una mañana de Abril, cuando las flores pinten de azahar el horizonte y el Sol se haga perezoso en su huida. Obrarás la senda del milagro desafiando destino y naturaleza. Te recibirá tu propio llanto, divino. Tu madre te dará la bienvenida entre sus brazos dedicándote lágrimas y promesas. Serás querido y mimado, y crecerás, despierto, saboreando cada palmo de infancia entre juegos y carcajadas. Tu cuerpo se irá presentando mientras tu corazón aprenda lamentos y se bañe en la sorpresa. Caminarás descalzo sobre hierba mojada bajo la lluvia y la sonrisa, de la mano de amores efímeros de verano. Llorarás de rabia sin atisbar explicaciones y, al rato, gritarás de asombro para elevar tu alma a cumbres desconocidas y peligrosas...

No olvides mi ejemplo, amigo, quiero que te sumerjas desnudo en océanos de ilusiones, que confundas la noche con el día abrazado a la nostalgia. Quiero que saltes en precipicios de sensaciones, que aprendas destreza, que acunes verdades e imposibles. Necesitaré de tu recuerdos en la desdicha, hacer las paces con mi pluma, allí donde habita la conciencia y la espera. Morderás tus labios ante la injusticia, caerás en desidia y vileza, y te levantarás, como buen hombre, porque el perdón se inventó para espíritus libres ahogados en bondades. Te observaré, compañero, en silencio, cuidando de tus pasos como míos, sin condiciones ni negocio. Y descuida, pues mi espada acechará paciente

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ahuyentando miedos y reproches. Esconderé secretos y besos bajo montañas y senderos, mas te amaré hasta lo eterno…”

Y ahora no me pidas perdones, no me ruegues compasión con quien no quiso que salieras a mi encuentro porque en tu lecho olvidaran razones y cariño, no me implores que entienda a tu madre por pensar, maldita, que no era el momento, jamás suspires desde el cielo por un mundo que detesta el viento y le pone cerrojo a la vida, esa que ni siquiera sentiste y que marchitó primaveras, parando el tiempo...

Frascos de Sonrisas...

Los que me conocen lo saben. Tengo pocas manías, pocos tics conocidos, pero hay uno que me caracteriza, acariciarme el pelo, por muy incómodo que parezca, no sé, me relaja, me gusta el tacto del cabello entre mis dedos. Lo hago de forma inconsciente, como quien mueve nervioso los pies o parpadea ante una brizna de aire. No tiene especiales consecuencias positivas, no sirve para nada, ni siquiera produce placer extremo, lo hago sin pensarlo, no cuando me apetece, simplemente surge. Me pasa desde la cuna, desde que tenía horas de vida, según mi madre…

Y aquí viene la gracia, es el mismo gesto que mi padre hacía desde muy joven, la misma manía heredada en la generación siguiente, sin aprendizaje ni observación, mágico…

Ahora piense usted en la de cosas suyas que, sin saberlo, dependen de un ser que ya existía antes de que fueras mero proyecto de vida. Imagine el día a día de lo que hace y valore si todo es suyo o se lo debe a alguien, por nimio que parezca, y llegará a la misma conclusión que servidor, todo usted es la mejor de las firmas de un artista a un trabajo bien hecho, una obra excelsa de valor inestimable. Y todo eso es nada, porque después de entender el regalo genético en forma de vida, caerá en la cuenta del tiempo, el esfuerzo y el amor que humilde dedicó para que crecieras en un mundo merecedor de tu nombre, olvidándose si fuera necesario de sí mismo por tu simple sombra. Entonces qué menos que hoy, amigo, a esa persona, le dediques una sonrisa y un “te quiero” además de la típica corbata y el frasco de colonia que huele a rutina, y si han de elegir, vacíen el frasco y llénenlo de lo primero, pues no hay mayor deseo para un padre que la felicidad de un hijo, al menos en su día…

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Primaveras de papel

Señores, señoras, queridos lectores y estimados amigos, os tengo que comunicar que el malvado invierno... ha acabado… Guarden en el ropero chaquetones impermeables y calcetines de lana, incluyan también las tardes grises con sus noches frías, escondan al fondo días sumidos en melancolía y espanto, pues ya son historia, agua pasada. Sonrían aún siendo Lunes, la sangre que corre por sus venas tiñe los pasos de posibilidades, la acuarela vuelve a tener color mientras el verde de los campos renace en el horizonte, haciendo del espacio un lugar más habitable…

Y parece como si la paz y el sosiego se instalara en los corazones de quienes pasean al atardecer, reluce el brillo en los ojos de niños que corretean tras una pelota, se hace placentero respirar buen ambiente donde semanas antes se torcían gestos bajo nubes y augurios de malos tiempos. Y ves la cosas de diferente manera, aunque sólo tengas en el bolsillo para la cerveza y la ensaladilla, todo mejora, la economía se estabiliza, las tropas regresan de la guerra, el río parece volver a su cauce, no sé, la tienda de helados de la esquina vuelve a abrir un año más, las bicis hacen el tráfico más manejable, la realidad se ve anestesiada por el reflejo de días claros y carcajadas anónimas….

Sin embargo, paladeo motivos optimistas y aún así quiero gritar ante tanto espejismo, tantos intereses bajo cortinas que nublan conciencias. Hoy medio planeta sigue muriendo de hambre mientras la otra mitad mira para otro lado. No se engañen, nunca llegó a irse el invierno caballeros, saquen de nuevo del armario abrigos y guantes, mas no olviden escondida la vergüenza, pues no merecen primaveras mundos que olvidan hermanos en el infierno…

Todo por nada...

Tenían que verlo, tan digno, envuelto en una manta gruesa de pelillos, desafiando al frío y a las miradas de anónimos transeúntes dirigiéndose a sus lugares de trabajo. Vestía chaleco deshilachado para resguardar su cuerpecito débil de la escarcha matutina. Hambriento de verdades y justicia, veía amanecer un día más en su cruel vida con el estómago vacío y el corazón solitario. Muy de vez en cuando alguna de

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esas sombras que le rozaban la pelambrera se agachaba a contemplarle en el despropósito y él, recio, aguantaba miradas sin miedo a perder vergüenzas ni humildades. Jamás exigió nada, no conoció más bocado que el amargo, pero no dudó un segundo, nunca, en devolver a su amo todo el cariño y la lealtad que un día quiso ver en los ojos de un hombre golpeado por el devenir ambiguo de éste precipicio sin fondo que viene siendo la existencia. Y todo, aprendan del chucho, sin pedir ni una triste galleta a cambio…

Paridades varias...

La estupidez humana es innata, se hereda de padres a hijos, pero descuiden, también puede usted aprenderla si no nació con esa suerte. Habrán oído hablar de la Ley de Paridad, la penúltima idiotez de nuestros gobernantes plasmada en papel, que establece que en organismos públicos debe existir el mismo número de hombres que de mujeres en puestos directivos y de relevancia. Da igual la demanda y el currículo, es decir, que usted, siendo hombre, teniendo la misma nota en un examen de méritos que una mujer, quedará relegado al olvido por cargar con miembro viril e invitados desde que asomó la cabeza por la flor de su madre, ya me entienden. Tal como lo veo, una discriminación aceptada, de esas mociones que no imparten censura ni levantan pancartas. Y cierto es que históricamente la balanza de la igualdad ha estado posada siempre de un lado, pero cabe pensar que es de burros y chapuzas compensar la injusticia añadiendo al otro lado de la pesa toneladas de idioteces. La paridad es buena, es positiva, enriquece, pero forzarla es como traer a los negritos de Kenia del cuello para que se integren en una civilización que ahora les rechaza. Así no se hacen las cosas, sobre todo cuando no hace falta complicarse mucho la existencia. Señores políticos, inútiles hasta que no se demuestre lo contrario, se trata de no discriminar por el sexo, ni por un lado ni por otro, que no se enteran de la movida. Y puestos a jugar a Fray Torquemada, discriminen entre políticos malos y políticos peores, y ríanse las gracias mutuamente, pero al humilde trabajador, al opositor buscavidas y al sacrificado jornalero deje de joderle la vida. Y si aún así no lo tienen claro inviertan el cotarro y den de lado a las féminas a la hora de adjudicarle empleo, a ver cuántas bombas lapa se encuentra usted mañana en los bajos de su coche...

Ya ven señores y señoras, la Ley de Paridad, la última gran parida de los que viven de su insulso voto…

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La sonrisa de Velázquez...

La España de la pandereta y el chufla que triunfa ha hecho méritos de sobra a lo largo de la Historia para poner pelos de escarpia a las mentes más lúcidas y serenas, esas que tristemente vienen estando en extinción, y Sevilla, capital mundial de la falacia y el trapicheo, no iba a ser menos, y si no al loro. Sólo tienen que dar un garbeo por el centro y salir al paso de la Giralda, majestuosa, que no es otra cosa que un minarete musulmán propio de la hegemonía mora en la tierra con una torre católica en todo lo alto. Churras con merinas. ¿Para que tirarlo y hacer una torre de las nuestras?, pensaría el arquitecto de turno de la Corte. Nada nada, un campanario por aquí, un par de Santos por allá, unos cuantos angelillos sin sexo en las cornisas y listo, ahí tiene usted su torre profanada, con mezcla cultural y todo, ahora que viene estando de moda eso de la globalización. Que imagino que los gobernantes de la época dirían, “-Sí, sí, respetamos las raíces de los anteriores inquilinos de ésta ciudad, pero el morito bien lejos oiga, que tanto hereje suelto huele y hasta molesta”...

Sigan paseando que es gratis, hasta que lleguen a Plaza Nueva, donde gobierna la estatua de Velázquez con amplia sonrisa, descojonado de la gentuza que justo enfrente entra todas las mañanas por las puertas del Ayuntamiento. Y le notas horrorizado, pensando que cualquier otro tiempo fue mejor. Cada vez que paso a su vera le noto la carcajada más sincera y el corazón más melancólico...

A todo esto , queridos amigos, en cada paso pongan mil ojos, porque, mientras usted anda embelesado, proliferan truhanes que acechan su cartera a la espera del descuido para hacer su Agosto, ya saben, en la jungla vale la ley del más fuerte, aunque aquí fuerza se identifica con ser listo, pero listo de espabilao, que chuflas los tenemos a montones, pero Premios Nobel ni uno.

Eso sí compañeros, si quiere usted juerga ha venido al lugar adecuado, es más, corre usted el peligro de no irse jamás. El sevillano de a pie es muy celoso de sus cosas, es de esos Homos que piensa en Ferias y Semanas Santas cuando le hablan de Cultura y Folklore, nada de libros ni tesis doctorales, eso es de tontos y aburridos.

Todo esto vienen a ser detalles, pero hay datos para el que tenga dudas. Capital de la Comunidad más pobre de España, donde el Metro lleva veinte años haciéndose, allí donde mezclan en gazpacho lágrimas detrás de un santo y saetas con trajes de faralay y cogorzas de órdago. La ciudad donde el robo y el trapicheo es la norma, y que ostenta el dudoso

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récord de consumo de cerveza de toda Europa. Una ciudad que hace una Exposición Universal emocionante y la olvida a su suerte al poco pero que no dudan un solo segundo en echarse a la calle para pedir cadenas perpetuas como borregos y no escatiman en suplicar créditos a la Sucursal más cercana para el ticket de la caseta de la Feria que asoma el mes que viene.

Ahora vengo entendiendo la sonrisa del pintor, claro, ahora me doy cuenta el porqué de esa carcajada que cada mañana se hace más ruidosa del excelso Velázquez, lo que me extraña es que no haya colgado el pincel y la acuarela y entonara el –Ahí os quedáis!!-, huyendo por patas y por piernas, sin mirar atrás, como quien deja una Patria de barro y de mentiras...

Inviernos Eternos...

Les avisé que no guardaran los abrigos, ya les dije que el invierno y la primavera se compinchan para rellenar la cuota de resfriados y bajas laborales que la pereza no llega a colmar. Ya escuchamos los clarines de Semana Santa a la vuelta de la esquina con sus corbatas y colonias del todo a cien, un Domingo de Ramos más que se huele en la madrugada y que nubla la conciencia de los que aman la mesura, que son los menos, los mismos que desconocen quejarse a grito pelado, ese tono que por estas tierras da y quita razones...

Moriré repitiéndome, pero prefiero el riesgo de tener que esquivar zancadillas en mi camino al trabajo que perderme en bosques de conformismo disfrazado de lo políticamente correcto o establecido por el género habitual. Y es que no importa si llora ante un palio o si se emociona ante la lumbre de la feria un año más, no pretendo minarle los pocos alicientes que no prohíbe una vida que ahoga, pero permita que le pida que dé un sentido íntimo a la fanfarria y que relativice verdades que parecen de todo menos efímeras rodeado de tanto acólito. Deje usted que le suplique pensar un solo minuto para sí mismo sobre los pasos que persigue y reflexionar sobre lo que vive, lo que quiere, y lo que espera de su existencia, y después disfrute la juerga del cirio o del rebujito a mil por hora, como merece, pero no aminore para luchar contra la injusticia y la desidia, y contribuirá en silencio a acabar con este inmisericorde invierno, que es eterno…

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A veces vuelven...

Es habitual oír cuando alguien muere la frase “Se van siempre los mejores”. Se produce un efecto extraño en las cabezas de quienes asistimos con incredulidad a la pérdida de un ser querido antes de tiempo, incluso llegamos a culparnos por no valorar el aire que uno respira, todos aquellos sabores que nutren nuestro paladar y las risas que están por llegar. Y tanto remordimiento nos hace ser mejores personas, al menos el tiempo que no cae en el olvido la siniestra realidad de un alma que yace inerte ante tus narices, como dormido, pero que vive ya en otro mundo, en el mejor de los casos. Rozamos la posibilidad, quizás unos segundos, de vernos retratado como protagonista de la escena y surge un aliento de alivio que se hace inconfesable para el vecino, el cual seguramente ande experimentando el mismo trance existencial en ese preciso instante. Estoy seguro que, cuando hablo de éstas pérdidas repentinas, tendrán alguien en la cabeza que marchó sin despedirse dejando huérfana las mejores intenciones, esa pieza que encajaba en el puzzle perfecto que venía siendo su camino, tiñendo sus andares de una cojera distraída y molesta, imperceptible para el que pisa su sombra, pero que a veces vuelve a nuestro encuentro de forma inesperada... Yo pude verle anoche. Soñé con él. Hace años que partió, pero sentí su mano sobre mi espalda ahuyentando demonios y realidades con la misma sencillez que, en vida, te regalaba la palabra precisa para sonreírle al destino desafiando lógica e imposibles. Y das sentido al dicho, “ se van los mejores antes de tiempo”, y piensas que se van porque este mundo no les merece, demasiado lirio entre ortigas, pero siempre queda algún consuelo…y es que terminas entendiendo porqué las flores del cerezo son tan hermosas: al cabo de tres días fallecen, demasiado pronto, mas dejan como breve legado su intenso perfume, y en tus carnes se hace eterno...

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Hacienda asesina...

Hoy tenía Antonio el gesto torcido. Alguna vez les conté las mil y una formas de preparar el café de mi sufrido compadre Antonio, ese que cada mañana me hace reverdecer la primera sonrisa del día con algún chascarrillo improvisado pero ingenioso. No era el caso, éste Lunes de resaca cofrade vi nuestro amigo detrás de una montaña de papeles frunciendo el ceño, torpe con el bolígrafo, como quien rellena encuestas en chino.

Al pagar me acerqué a la barra buscando su mirada cómplice pero no hizo amago de dedicarme una mínima brizna de su tiempo. Me invadía la curiosidad, quise saber qué tipo de trampa hacía que ese artista incomprendido olvidara sus habituales historietas matutinas allá por cada mesa que servía. Sólo acertó a decir -Los de Hacienda, que me tienen fritos...-, sin levantar la mirada. Recogí la vuelta y me fui, y mientras subía al trabajo iba pensando lo mierda que es un mundo en el que la burocracia y los protocolos hacen que el artista sucumba ante el agobio y aparque obras de arte en el rincón de la desesperanza y el olvido, dejando huérfana sus inquietudes y mis pocos minutos de disfrute, asesinando intuiciones y buenos momentos... y es que así de mal nos lo hemos montado, y es lo que nos queda, Hacienda mediante...

Pepe, el de las bolas....

Hagamos ciencia. Si algo he hecho en mis años de carrera han sido experimentos con cobayas en los que una palanquita surtía de condumio al bicho en función de lo que quisiéramos reforzar, según el comportamiento que nos interesara hacer aprender al animal, por raro que pareciese. Y mientras divagaba se me ocurrió el ejemplo. imagine usted que metemos diez ratoncitos en una caja donde la susodicha palanca diera la bolita de queso si, y sólo si, 1 de ellos, llamémosle Pepe, le da por empujarla, cogiéndola al vuelo. Los demás, por mucho que hicieran, no obtendrían recompensa, y así durante horas. Pregúntese qué es lo que pasaría cuando el hambre hiciera mella en las 9 adorables cobayas mientras nuestro amigo Pepe se pone ciego con el Roquefort. Sí, aciertan, se abalanzarían sobre Don Pepe al unísono, se lo zamparían en un santiamén, que la envidia no vienen siendo exclusiva de los seres

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humanos. Y ahora piensen en la cantidad de ratitas que viven a su alrededor, esas personas que hagan lo que hagan no tienen recompensa, siendo olvidados, mientras multitud de Pepes se pasean en sus Mercedes camino de la casa de la sierra, y todos conviviendo en la misma "cajita"... hasta que nos toquen demasiado los huevos y Pepe tenga que salir por patas porque le pisan el culo 9 ratas hambrientas, es decir, 3 parados, 2 opositores, 2 inmigrantes y 1 estudiante sin beca, además de la madre que los parió... Así que si quiere usted ser un Pepe de la vida lo lleva bien chungo en los tiempos que vivimos....

Te lo dije mi niña...!

Si algo abunda en España son los personajes, extraños o entrañables, para todos los gustos. Algunos parecen sabios y otros rozan la locura, pululan por las ciudades con aire decidido, no dudan jamás de estar en lo cierto, signo de que han perdido la chaveta, pero a veces te sorprenden por un gesto o unas palabras que quedan marcadas para que el tiempo les de la razón, si bien el destino, para entonces, les habrá olvidado, pero para eso tengo mis letras, para que vivan en la memoria infinita de quien tenga a bien leer su historia…

Había una mujer mayor en Santa Cruz, donde viví mis años adolescentes, de aspecto frágil. La recuerdo con falda larga y zapatos negros de tacón. Bien vestida, humilde pero digna, con gafas culo de botella y algo encorvada. Pateaba la ciudad de arriba a abajo. Lo mismo te la encontrabas en el autobús que en el supermercado, igual en un parque dando de comer a los palomos que comprando tela para hacerse un pañuelo.

Curiosamente portaba siempre un paraguas, hiciera el día que hiciera. Ya sabrán ustedes del buen tiempo de las Islas Afortunadas, allí donde el Sol es lo habitual ya sea primavera verano o invierno. Pues bien, ésta entrañable mujer se hizo famosa entre los vecinos de la ciudad por su simpatía, alegrando la espera de una cola o el trayecto en autobús con sus historias bien contadas y cargadas de moralejas. Y claro, a poco que la gente cogía confianza le preguntaban por el paraguas que llevaba en la mano con un Sol de justicia asomando por el ventanal sin visos de cambio. Y ella, respondiendo como si de la primera vez se tratase, contaba la historia de un día soleado que salió a la calle y le sorprendió una tormenta de aúpa lejos de su casa, empapándose hasta el corbejón, y

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desde aquel día, decía, ni se le ocurría salir sin él, ya hiciera el mejor de los días de verano, no se fiaba un pelo, vamos. Imaginen las risas allí donde contaba la anécdota, gente en bermudas haciendo trasbordo para ir a la playa y la anciana con una mano llevando mil bolsas de la compra y en la otra su paraguas, no fuera a mojarse las canas…

Me acordé de ella cuando ésta mañana en la cola de la fruta una mujer le preguntaba al tendero que quién se iba a imaginar ésta crisis que había hecho que su marido agotara el paro en tiempos de bonanza laboral y ahora que se le termina la subvención no encontrara trabajo en los albañiles. Pues a la anciana del paraguas, sabia entre los sabios, ésta tormenta no le habría pillado desprevenida, y le diría a la señora con su salero canario, te lo dije mi niña!!!, y tendría que darle la razón, tan a destiempo...

Guillotinas a estrenar

Otro Lunes que guillotina atisbos de humanidad. Curioso invento por cierto… La guillotina sirvió en la Francia de los Reyes apoltronados para decapitar gente viviendo del cuento. El pueblo se levantó en armas contra duques, condes y demás títulos de mala gaita con el propósito de hacer una sociedad más justa, donde la cuna tuviera importancia pero no fuera decisiva en los designios del personal. Y en esas que salieron a la calle nuestros vecinos gabachos con el mosquetón y la espada hartos de impuestos abusivos para financiar las caprichosas bacanales de la Corte y las guerras en lugares perdidos y rebanaron el gaznate de todo lo que oliera a monarquía y enchufismo. Y lucharon con el rostro afilado ante el poder establecido, ante las barbas acomodadas de quienes atosigaban sin rubor. Y vencieron, vaya si vencieron…

El resultado, una nueva sociedad, un sitio algo más habitable, con unas leyes cercanas a la lógica y a la ciencia, aunque, si bien es verdad, con la lacra inherente a todo gobierno manejado por manos humanoides, pero menos, quizás, en apariencia. Y no será tan mala cuando aún hoy se sienten orgullosos, aunque entiendo que de burros con querencia está lleno el universo. Una época lúcida y agradecida, con aportaciones que cayeron en saco roto. Para que se hagan una mínima idea, hoy nos regimos por un Código Civil a imagen y semejanza del que, en su día,

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escribió de puño y letra un tal Napoleón, hace doscientos años, que ya ha llovido.

Una lástima que no redactara un artículo que obligara a pasar por el guillotín a todo bicho viviente que olvide que la dignidad no se compra con dinero y que destruir libertades es de cobardes, pero no pierdo la esperanza de pensar que una sociedad más justa es posible, aunque me parecería más probable si en cada plaza del pueblo se instalara una guillotina a estrenar por quienes hacen méritos de sobra para perder la cabeza…

Héroes de nuestro tiempo

Ahora que los sindicatos salen a la calle para luchar por condiciones de trabajo infames, alzando la protesta contra sueldos indignos y horarios insufribles, ahora que suenan con fuerza los clarines de una época convulsa e injusta, quiero más que nunca ser la voz de los que no la tienen, de aquellos que son olvidados en el anonimato y el desamparo.

Conozco una profesión que no sabe de días libres tirados en el sofá viendo el partido del domingo, gente que vive bajo un Sol asfixiante que abrasa las carnes para por la noche sufrir el frío más cruel que existe, en plena interperie. No se molestan si el jefe humilla sus ancestros, sonríen ante el extraño de costumbres diferentes y tienden la mano al que no tiene nada que ofrecer, aquel que en nuestras calles sería ignorado. Luchan hasta la extenuación bajo tormentas de arena que ciegan verdades, desandan caminos infértiles donde la muerte acecha en cada paso, saben bien de sobra que sus compañeros esperan de su persona el máximo rigor, pues una mirada en falso cercenaría ilusiones incontables y futuros más que honrados, y ya sólo eso les compromete... Les hablo de héroes que lamentan con lágrimas la soledad, poniendo toda la fé en unas letras para los suyos al acabar el día, algunas palabras que recojan la esencia de quien de verdad echa de menos a sus seres queridos en la distancia. Hombres y mujeres que mueren por el compañero de fatigas, por sus ideas, por un mundo que les utiliza para chistes fáciles y manifestaciones efímeras que mutilan el respeto por lo que hacen. Su divisa es el honor, gesto que se extraña en nuestro tiempo. Han visto guerras y eso les hace más humanos, mas cuando vuelven de tan lejos

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reciben el cariño de los que les quieren, y poco aplausos, pues saben que el peor de los pecados es la ignorancia de quien no alza la vista ni quiere, del que no ve más allá de sus narices y su bolsillo, de aquellos que no miran a los ojos porque no se ven ni a sí mismo.…

Tenéis mi aprecio y mi estima, militares que lucháis por una patria que queda lejos, aquellas unidades destinadas en suelo extranjero, campamentos destacados en lugares perdidos donde el hombre olvidó al hombre. Permitirme ser voz y voto, brindo por vuestra alma, hermanos, podéis estar orgullosos de una lucha que pocos comprenden y muchos olvidan, la bandera que defiendas viene siendo lo de menos...

Hoy quise adornar mi humilde morada de frases que os distinguiese, a cambio recibid mi espada sumisa de las sensaciones que dan sentido a la existencia y ponerla al servicio del justo cielo que os ilumina, prometo por mi estirpe batirme en duelo con quien no tiene a bien recordaros, juro por mi pluma hacer la guerra a quien deteste vuestra memoria. Gritaré ésta, mi oda, por el héroe que regresó, no lo duden, pero también por mis amigos huérfanos que aún suspiran por un padre que ya nunca volverá a casa…

La tortilla de Iñaki...

No soy de tragarme telediarios en la sobremesa. Sólo hace falta echar un vistazo para darse cuenta que el timo de la estampita sigue dando resultado, por mucha chaqueta que vista el repeinado de turno que asome a la pantalla a la hora del vino. “Buenas tardes…”, dicen con sonrisa interesante, porque otra cosa no, pero educaos... Y prosiguen, “… Doscientos muertos en Filipinas por un terremoto…”, mientras el realizador enchufa las imágenes de niños destripados bajo un muro de piedra o una embarazada con su hijo en el tejado de la casa pidiendo auxilio a la desesperada… Y ni se inmuta el maniquí encorbatado. Pasan a la siguiente noticia, más cercana, pensada para que una vez calentito con lo de los fiambres desparramados preste usted atención al cotarro. “…Zapatero dice que lo peor de la crisis está por llegar…”, y te quedas embobado mientras la corruptela política entra carpeta en mano en el Congreso a media mañana. En ésta no se paran mucho, de hecho a veces pienso que las imágenes son antiguas, de otro tiempo, si total, siempre son los mismos…

Pero espere, si aún mantiene usted su hocico pegado a la pantalla de

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la caja tonta para entonces, podrá ver usted cómo se las apaña Iñaki Cantamañani con la sartén mientras le da la vuelta a la tortilla y la adorna con dos ramitas de laurel a los lados, ya saben, ese “toque personal” a éste plato maravilloso al alcance de todos los bolsillos, y es que últimamente no hay telediario que no saque a un tío preparando postres o manduca a precio de costo, que manía más imbécil…

Sacúdase las babas que no está bonito, pasamos a los deportes, la parte más importante del programa, que para eso destinan 25 minutos de reloj a contar cómo se saca un moco Guti o la historia del típico “panderetas” que no falta cada domingo a la cita con el equipo de sus colores… patético. Si es eso lo que entienden como noticias deportivas…

Ahí acaba el chanchullo, suena la música, salen las letras de los cuatro soplagaitas que se reparten el pasteleo diario, y digo bien, cuatro, porque no van sacar los nombres de los 15 becarios y 17 reporteros que tienen trabajando como negreros para tener por delante un guión medio digno. Se apagan las luces y se intuye al engominado hablando con el de deportes sabe Dios de qué… Que muchas veces pienso, mira, le estará diciendo lo mal que está el servicio últimamente en el Restaurante del Ritz, porque no se me ocurre que estén debatiendo sobre las ayudas sociales a los filipinos tras el terremoto, ni de cómo se las va a aviar el parado de turno, ni siquiera del panderetas o del moco de Guti, aunque esto último es más probable que les interese. Qué bien se lo montan los tíos, ahí siguen con la farsa día tras día señores, y mientras yo, cuchara en mano, tragando todo lo que me echen delante de las narices y sintiéndome mal por sentirme un mileurista privilegiado que no merece la vida que tiene tal y como me han contado ésta gentuza que está el mundo… manda huevos la tortilla del Iñaki y la madre que les parió oiga… manda huevos...

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¡Semos idiotas...!

Vivimos en un país gobernado por analfabetos que son votados por analfabetos. Ya podamos ponernos de bruces o estudiar excepciones, da lo mismo, se pongan como se pongan. La democracia posibilita que unos cuantos bodoques con labia y mucha avaricia camuflada se apoltronen en asientos bien mullidos por los fajos dinerarios que el poder lleva consigo, faciendo a su antojo nuestro destino. Para darse cuenta sólo hace falta escucharlos y comprobar que éste tipo de alimañas carece de cultura histórica ni de valores, por mucho que adornen su discurso de buenos gestos y moralejas venidas a cuento. No irá a pensar usted que la gripe porcina es la única epidemia que inunda nuestras calles…

Y después estamos los demás, analfabetos desde la cuna, proscritos a dejar la piel en un trabajo que nos agota para, encima, dar gracias por tener salud y dos días libres a la semana, para el que los tenga, claro. Sencillas almas en pena por un horario que anula la vena artística para el que la tuviera, con la mirada fija en la pantalla de un ordenador durante horas en el mejor de los casos, si no bregando en el campo cogiendo aceitunas por 7 euros la hora bajo un Sol que cercena las ganas de nada. Gente que va y viene gastando los pocos duros que ahorran entre tanta hipoteca e impuestos sin sentido para que la clase política mueva el culo en coches blindados y rieguen su gaznate con el mejor de los vinos un mediodía cualquiera.

Me siento analfabeto por ser gobernado por gentuza que proclama la paz y la alianza de las civilizaciones pero que no dudan un segundo en vender armas a la Israel genocida si trae a cuenta, con las misma naturalidad que manda ayudas a los palestinos masacrados, limosna bien pagada por el españolito de a pie. Analfabeto por formar parte de una sociedad donde cabe el “todo vale”, pero que no escatima en afilar cuchillos contra el que piensa diferente sobre algunas tradiciones, dando de lado la esencia pura de esa libertad de mentira que con tanta facilidad se echan a la boca. Y es que, amigos, sé que mi retahila no sirve de mucho, quizás para añadir veneno a mi caminar por este pedregal de existencia, pero permitirá usted que, siendo ésta mi terapia, desahogue de cuando en cuando mi espíritu, harto de creerse las mentiras de unos y los golpes en el pecho de otros…

Y al final uno llega a la conclusión, si es que llega, de que casi mejor no pensar mucho, no vaya a ser que después venga Hacienda reclamando las neuronas que hemos utilizado de sobra, así que ya sabe, haga como que es idiota, como viene haciendo, que igual hasta desgrava y le da para invitar a unas cervecitas a su jefe...

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Orgullo pirata....

En ésta travesía allén de los mares que venimos surcando diviso corsarios que persiguen nuestro rumbo. La bruma acecha una nave roída por un navegar en aguas turbulentas que hacen golpear la proa con trozos de otros barcos batidos en corso. Y como almirante debo decirles, honorable tripulación, que no cesaremos en el combate que semanas llevamos intercediendo contra bucaneros de mala estirpe y oleajes que hacen el capricho de Neptuno. Y no asusten queridos compañeros, conozco bien las cartas, el viento nos acoge y nos guía hacia islas donde la lucidez sea el manto que adorne su conciencia. Y no hay mayor tesoro, pues pervive en la eternidad de los corazones de quienes llegan a conocer tal virtud. No caigan en capricho de dioses que sonríen al verle desanimado, olviden la fatiga de las últimas batallas que han hecho daño las ganas de avistar tierra firme. A pesar de los pesares, nuestra vela mayor riza el cielo apuntando nuestra dicha, mientras nuestra leyenda hace, cada vez más, enmudecer aquellos que osan desafiar nuestros cañones cuando la bandera de la esperanza asoma en sus horizontes. Saben de su suerte, no hay rezos que ahoguen toda la vitalidad que encarnamos, os lo juro...

El botín que nos espera se llama Justicia, y será entonces cuando la memoria de los tiempos no desdeñe lo imposible porque saben de la historia de unos marineros ciegos que se echaron a la mar con el corazón bebido en coraje para medir la espada con quien no merece clemencia. Pervivirá nuestro ejemplo, daremos la espalda al mediocre que amarra su barca en puertos donde nunca ocurre nada, rindiendo pleitesía a los mismos patrones de siempre, esos que no tienen a bien mirarles a los ojos pero que no dudan en husmear en bolsillos maltrechos antes de que suba la marea...

Tiene usted, amigo y amiga de a bordo, la posibilidad de hacer de su existencia un milagro, y es que hay peores castigos que la muerte, si no pregunten al que vive escondido muerto de miedo por amenazas que suenan vacías. Tengo la respuesta a tanta guerra, tan fácil como no dudar un solo segundo de sí mismos, tan noble y verdadero como defender valores que no salen en los mapas, pero que serán, si queremos, santo y seña en nuestro particular cuaderno de bitácora. Luchad!... Y que tiemblen al pensarnos compañeros!!!.

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Rey de los cabritos...

Lo tiene usted crudo, bien crudo. En el mejor de los casos ha caído usted en una red llamada Sistema del cual nadie puede salir a menos que venga con parte de defunción. Es sencillo, consiste en dedicar media vida a un trabajo que le explota y disgusta para poder llevar las cuatro migas de pan a casa y repartirlas a la prole. Es lo que le queda, semanas grises envueltas en depresiones vespertinas y prisas que enloquecen al más tranquilo, quizás una siesta seguida de un sentimiento de vacío y una cena rica en grasas que engorde su tripa y su desesperanza. Y al catre de nuevo…

En su corta existencia usted, en su triste rutina, tendrá que lidiar quiera o no con almas oxidadas que no ven más allá de su gaznate, cachos de carne con ojos que mueven el culo sólo por uno mismo sin saber que con cada paso va perdiendo credibilidad, si es que alguna vez la tuvo. Los reconocerás fácil, defienden lo que creen que es suyo a grito pelado, pisan por encima del débil, se ríen de la honradez y la dignidad, valores, piensan, de mentira…

Pero aunque consiga usted aislarse de tanto mediocre y crear un ecosistema medio aceptable donde posar sus nalgas, lo sigue llevando jodido. Hipotecas impagables, políticos que manejan a su antojo, bancos que juegan con su dinero, e incontables ingredientes de una vida que no sé quien rayos se la cree. Y cuidadito con salirse del tiesto, ojo con cargarse de un golpe quien le asalta por la calle o no dar paso al animal que viene por el carril izquierdo haciendo luces, porque entonces sí que la lleva clara. Ni la ley ni quien la lleva a cabo le asiste, por muchos impuestos que pague religiosamente.

Así que visto como está el patio mejor hacer la mochila y tirar al monte a vivir con las cabras, que por lo menos no piden más de lo que te dan y escuchan atentamente la cantidad de barbaridades que se te pasan por la cabeza un día cualquiera. Así que no se extrañen si me ven vestido de pastorcito, podrán decir sin miedo que soy el rey de las cabras, preferible a pernoctar entre cabrones sin alma que le buscan la ruina a uno y se descojonan del pastor, del perro y la madre que los parió. Y es que si al menos dieran lana…

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Testamento

...Ahora que mi luz se apaga, es de justos jurar testamento y quedar en paz con los que me amaron. Y es que he visto pasar los años jugando a ser querido. Quiso el viento que mi sombra la persiguieran corazones dispuestos a regalar cariño a cambio de la nada. Esquivé mis pasos buscando nuevos mundos, conocí campos fértiles en libertad, tumbé mi lomo sobre espesas praderas mientras el Sol se hacía pulcro en la mañana. Vi amaneceres en soledad, abrazando el pecado, gritando al aire toda la fuerza que respiraba, celoso de cada instante. He saludado la noche, correteando tras amores furtivos de verano que hacían olvidar casa y oficio, bebiendo tragos de existencia que me abandonaban a la vuelta de la esquina, parando el tiempo. He disfrutado de manjares exquisitos, engañando la lógica de un mundo que pone fronteras a todas las cosas que parecen divinas, dando la razón a quienes defienden que no vivimos para ir lamentando ilusiones inacabadas…

En el olvido destierro los sufrimientos. Maldigo los viajes que se hacían eternos, días enteros entre cuatro paredes frías y alguna visita inesperada. Jamás derramé tanta lágrima como cuando me ví perdido, culpándome a cada paso de un momento de furia que me hizo perder de vista lo más sagrado. Doy gracias al destino por hacerme ejemplo de las casualidades que casi nunca suceden. Aún tiemblo al recordar aquellos ojos castigados por tenerme lejos, pero que renacían de vida por aparecer de nuevo bajo sus miradas, cumpliendo los deseos más profundos de almas en plena inocencia…Y tras tanta idílica aventura, aquí echado observando el infinito, pienso sin pensar en todas las vidas que disfruté, todo el afecto, y sólo acierto a sonreír en la madrugada por haberse cumplido la excepción en mis carnes ya oxidadas. Debo ser noble y terminar mi caminar con la dignidad que merece mi estirpe, pues ni de lejos podía imaginar en aquella granja, en medio del monte, tan lejos de mi futura morada, que iba a abrazar cada segundo con el desempeño que lo hice, sintiendo como mío el orgullo de un apellido. Y ya, torpe en mis pasos, espero a mi última estación, el Cielo de los animales, pues tengo un relato que contarles a los que hace años partieron sin mi suerte, el de un chucho que tomó forma de hijo, el de un pastor que sintió como un hermano, la historia de un perro aventurero que recordará por siempre una familia que aún suspira por que resista al menos otro invierno a su lado…

Por siempre vuestro, Goku…

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Gente especial...

Me lo contaba Ana, mi compañera de fatigas académicas, con los ojos humedecidos, mientras se acababa el café que acostumbra a saborear antes de entrar en clase. Ana siempre fue un alma comprometida, de esas personas que nunca son del todo felices si alguien cercano anda jodido. Los que la conocen saben de su altruismo, a veces enfermizo. “…Pon la mano de vez en cuando…”, le digo para sacarle un gesto amable en su rostro castigado. Ana viene trabajando desde hace un tiempo en un colegio de niños deficientes mentales, les ayuda a conocerse y expresarse en una labor que requiere paciencia de santo y destreza de orfebre, virtudes que rebosan en nuestra protagonista. Me decía que estuvo el fin de semana en los Campeonatos Andaluces de Atletismo para niños “Especiales”, palabra que desterraría del diccionario humano sin dudarlo. Tocaba la final de los cien metros, diez personitas ilusionadas se preparaban para la salida, conscientes de que en las gradas animaban familiares orgullosos de cada uno de ellos. Querían ganar, desde luego, quizás por el simple hecho de reverdecer la sonrisa de unos padres felices de ver su hijo levantando los brazos. Pero iba a ser aún mejor…

Comenzó la carrera, todos salieron disparados como pudieron, menos uno, un chaval de aspecto frágil que al poco de dar unas zancadas tropezó con sus propias zapatillas y cayó al piso, empezando a gemir desconsolado.

No pasó un solo segundo, los demás miraron hacia atrás, se detuvieron y regresaron, todos… Le ayudaron a levantarse y caminaron juntos hacia la meta, rodeando al chico que segundos antes estaba en el suelo. Dice Ana que el público, en pie, rompió a aplaudir mientras las lágrimas asomaban en los ojos de todos y cada uno de los que asistieron a tal milagro. Y uno piensa, y no es en balde, si los “especiales” somos todos los demás, hijos de un Dios distinto que olvidó tatuar el gen de la nobleza en nuestras carnes, pero que roció de osadía ignorante nuestro espíritu. Y ahora, bien ponderado lector, explíqueme usted, si no le importa, quíen tiene el retraso, si el que tiende la mano al desvalido que llora desconsolado, o el que vende al vecino por dos barras de pan y una onza de manteca colorá, como su vergüenza…

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Justos en Sodoma...

No me fascinan los niños. Quizás por pensar que ya no guardan la genialidad en estado virgen, sucia de toda la contaminación que llevan a cabo padres, profesores de escuela, televisión y series de mediodía, por no hablar de revistas superpops y nintendos de ese y de aquel… Con tanta sobreestimulación a éstos pequeños hombrecillos y mujercillas, hemos asesinado de un plumazo la posibilidad de que el genio persista. Ya no se aburren, no crean, sólo relajan la mente ante un mando a distancia o un mando de la play, que da lo mismo. No se cuidan los artistas en potencia, se pretende encorsetar, desde la Educación, un estilo de comportamiento que hace la vida más cómoda a profesores y padres, pero que olvida en un rincón la posibilidad de crear nuevos mundos, ya sea plasmado en un relato o en una pintura abstracta. Por no hablar de la crueldad de los semejantes en el recreo, capaces de hundir al más pintado por conseguir la simple risa del compi de pupitre, hiriendo de muerte las ganas de expresar nada. La ley del más fuerte, ya saben…

Pero hay señales aisladas de esperanza. Venía camino de casa, detrás de una abuela con su nieto, a paso lento, como andan las abuelas. El niño, que no contaría más de 9 primaveras, atendía cada palabra de la anciana con auténtica admiración, sonriendo humilde ante cualquier chascarrillo, mirando por sus pasos, adelantándose en cada cruce, como dios manda. Casualmente, la mujer vivía en mi edificio, y fue cuando pude ser testigo del pequeño milagro. La señora se dirigió al niño, allí, delante de mis narices, y le preguntó… -¿Cómo te llamas hijo?. –Luis, señora…-, respondió. –Pues muchas gracias Luis, te agradezco que me ayudaras a cruzar tanta carretera hasta llegar a casa… Y fue cuando nuestro pequeño héroe, de aspecto desaliñado, dijo frescamente… -Nada que agradecer señora! Si de todas formas me iban a poner falta en clase por llegar tarde!... Y allí separaron sus caminos…

Quedé perplejo, estuve por acercarme a la escuela del chaval y romper una lanza por él ante la profesora inconsciente que llamaría la atención del muchacho por llegar con retraso, pero ya había doblado la esquina corriendo el zagal… Excepciones por las que me parto un brazo si hace falta, porque estamos faltos de gestos sin esperar nada a cambio, y son ellos, esos pequeños genios, los que un día pueden salvar éste corral de la mediocridad y la desidia en la que nadamos, si les dejamos… Y es que, como dicen, siempre hay algún justo en Sodoma…y eso me anima...

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Despedir la Juventud,...

Sabe el viento que te fuiste sin esperar redenciones. Sabe mi alma de errores y de oraciones porque vuelvas. Te encontré una noche de Otoño, tras nubes de dudas y de espanto. Te perdí por dar la espalda a la realidad de un mundo de mentira, mas no será hoy el día que te cuente zancadillas y tesoros perdidos, hoy quiero regalarte recuerdos y amables letras que hagan nacer sonrisas en tu bello rostro...

Deslizas tu fina estela entre paredes de algodón que despiertan al rozarle tu aroma divino, engañas al destino con sabores dulces que paladearon dioses sin memoria. Te ví con tu sonrisa eterna abrazando corazones desvalidos, sin orgullo ni prejuicio, como el aire, que no distingue cuando rodea. Agarraste bien fuerte la bandera de lo sincero en guerras perdidas y batallas cruentas, sóla, sin misterio, recia ante un presente lleno de trampas y desengaño. Y venciste, serena, porque tu fuerza radica en tu constancia, en una belleza que alumbra tinieblas y pereza.

Desafina el horizonte si asomas tu estampa ante cielos que no merecen utopías tan cercanas. Rompe el silencio más ambiguo tu sonrisa de otro mundo, nos regalas el día en la madrugada, la noche mágica en el día, y no haces sino embotar la existencia más insulsa con una brizna de tus gestos...

No distingo luces de soles, nieves de otoños, desde que te alejaste de mis pasos no me conozco y me pierdo. Desde que nos olvidamos culpo mi dicha y mis letras por perder en el camino tantas primaveras que ya nunca vendrán a cruzarse con mi conciencia roída y deshilachada, como mis carnes, que necesitan de tus caricias tanto como la Luna del cielo, como las estrellas de oscuridades...

Y ya nunca podré tenerte como quise, pero puedo reencontrarme contigo en el recuerdo, puedo rozarte en sueños, como antaño, cuando aún dormida, te besaba en la frente y te susurraba secretos de amores que se fueron y promesas que se olvidaron, mas cuando despierto llega el invierno y muero, y ya sólo vivo en infiernos, para recordarte, querida juventud, y echarte de menos. Desde aquí me despido de vos, traicionera, hermosa...

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Segundas Oportunidades...

Me pasó hace unos meses en una entrevista. Entraba por la puerta un hombre mayor, de los de antes, de pelo cano y manos gruesas. Apretó fuerte mi mano y me dedicó una sonrisa sincera. Pidió permiso para sentarse y dispuso su curriculum sobre mi mesa, seguro de sí mismo pero sin perder de vista su humildad. No estoy acostumbrado a tanto protocolo. Suelo entrevistar chavales sin muchos recursos, guapitas de cara que se quedan en eso tras dos palabras, pero de cuando en cuando sucede que viene a pedir trabajo alguien diferente. En éste caso, más que una entrevista fue una charla entre amigos. Nuestro amigo me contó que perdió a su mujer culpa del cáncer, que sus hijos lo habían repudiado, que había tocado fondo. Estuvo en la cárcel por robo, motivado por un alcoholismo galopante que le hacía perder el norte. Me contaba con los ojos llorosos que años de rehabilitación le habían curado,y ya no sentía la necesidad de echar un trago. Desde entonces se veía buscando trabajo por todos lados, pero a éste astillero retirado, hasta en los albañiles le ponían pegas. Desde que abrazó la libertad, nadie quiso arriesgar y darle una mísera oportunidad. Demasiados huecos en su curriculum, me decía, convirtiendo la vida en un infierno inesperado, teniendo que compartir piso con estudiantes y repartir publicidad entre los coches, allí donde acaba la dignidad para un señor de esa edad...

Sólo me bastó hacerle una pregunta para contratarlo. ¿Por qué cree usted que debo contratarlo?. A lo que respondió... -Porque no sé hacer casi nada, y cuando me preguntan algo que no sé no me lo invento, pero les puedo asegurar que soy capaz de aprender todo lo que haga falta para que mi trabajo merezca la pena. Prometo poner todo el corazón...- Hoy día es un referente en su departamento, lleva grupos de diez personas y los prepara para ser ganadores en lo que hacen, a su imagen y semejanza, y no desfallece...

Hace unos días me volvió a dar las gracias, sin saber el buen hombre, que las gracias se las debo yo a él, por convertirse en un ejemplo de los buenos en mi particular cuaderno de bitácora, donde guardo con celo las últimas señales de nobleza, superación y esperanza que asoman a mi puerta, muy de vez en cuando, pero suficientes para seguir creyendo....

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Ríndase o muera...

Me tengo que morder la lengua, por mi integridad y mi honor. Pero es que algunas veces se envenena uno tanto que olvida las buenas palabras y sólo desea echarse a la cara a uno de esos hijos de puta sin alma que sobrevive de las migajas del honorable y partirle la crisma, dos veces si es posible. Tanta leche con lo políticamente correcto y toda la pesca, tanta idiotez bien vista, tanto mediocre venido a más me está haciendo rebelde contra todo, amable con pocos y creyente de uno mismo, y eso me entristece, porque todos los ejemplos de verdad, aquellos últimos signos para la esperanza, viven acogotados por animales sin escrúpulos pero con mucho poder, el que da carecer de valores y seguir adelante. Hoy no daré nombres, ni para bien ni para mal, hoy no ensalzaré ningún héroe anónimo ni tampoco desterraré alimañas indeseables. Hoy sólo clamaré mi aviso contra quien deje de lado a las buenas personas que habitan con miedo por su simple condición educada. Es ésta mi declaracion formal de guerra contra quien ose reventar buenas intenciones a mi alrededor. Mi ejército se hará poderoso ante quien desdeña la derrota, y es que tienen por qué temer, pues no hay mayor peligro que el enfrentarse a hombres y mujeres que guardan corazones voluntariosos, gente que no tiene mucho que perder y una vida digna por ganar. Nos veremos en el campo de batalla indigno enemigo, no cesaré hasta hundir mi daga en su estómago, no lo dude, y la bandera de la bondad ondeará impasible ...

A los demás, buen fin de semana y mis disculpas por hacer de la terapia de hoy un canto a la guerra...

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Al final de la barra...

El mundo es simple. Están los buenos y los malos. Están los jueces, los policías, el Papa y sus sacerdotes, los hospitales, los del seguro, los abogados, y perdonen que me ponga a enumerar pero es que no quiero dejarme detrás ningún hombre de bien, en fin, los guardias civiles, los políticos, el defensor del pueblo, los sindicatos, los funcionarios de las Conserjerías, los orientadores de instituto, los profesores de religión…

No hace falta decir que entre tanto lirio habita alguna ortiga, pero permitan que generalice, al menos hoy. Con la venia, prosigo… Jóvenes empresarios, vigilantes de la playa, oficiales del Ejército, el Rey, los gerentes de las Industrias que dan trabajo, los críticos de cine, los vendedores de loterías, el tendero de la calle Urbión, el vecino del quinto, mi jefe, mi ex jefe, profesores de facultad y de instituto, psiquiatras, psicólogos de rastrillo, y no sigo, que voy a vomitar el pollo al pil pil que me he zampado hace un rato…

Si creían que éstos eran los buenos, van listos. Vivimos bajo una mentira acordada por unos cuantos, donde otros tantos, muchos más si cabe, viven indefensos, sorteando obstáculos a veces insalvables, con el alma cada vez más deshilachada de tanto oportunista que aprovecha el cargo para hacer a su antojo barbaridades de campeonato. Es por eso que hoy vale generalizar, porque me parece aún más grave un chufla que se sienta tras una mesa de responsabilidad, que mil descamisados haciendo el cafre tras la barra de un bar.

El peligroso es el que, llevando la chapa de un cargo medio notable, se comporta como el descamisado del bareto, aunque también he visto al final de una barra verdaderos caballeros, llevando con fina dignidad los pisotones de infames mamelucos que guían su destino…

Con esos me quedo, con los sacos de arena donde el que manda se desahoga. A los demás… Culpables hasta que no demuestren lo contrario, por creérselo…

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Soledad...

Tengo una amiga de la que nunca hablo, ni guapa ni fea, tímida, aunque se sabe de su presencia cuando inunda una habitación con su aroma. Les quiero presentar la luz de mis insomnios, igual la reconocen...

Me acompaña en mis noches peregrinas de letras y espacios, de silencios y miradas. Conoce mis gestos y mi furia, jamás delata enfado. Amante silenciosa en la penumbra. Quise odiarla, quise amarla, como esas relaciones imposibles donde nadie gana menos el transcurrir de los momentos. Me ha visto llorar desconsolado y reir a carcajada, frunciendo el ceño ante la injusticia y revolcar mi espalda en nuestro lecho. Sabe de mis males y mis lamentos, intuye verdades y mentiras, mas nunca opina, aunque su silencio sobra para responderle a mi alma. La he acariciado y maltratado, la he humillado hasta hundirla en el olvido, pero nunca pidió más que hacer compaña en la realidad siniestra que me absorbe en la madrugada, cuando enmudece el mundo y las estrellas se suceden…

La soledad es mi fiel hidalgo cuando todos duermen y mis dedos cantan al amor y a la guerra. La soledad, prisionera, es quien me acompaña y me mata. Tanto daño me hizo, y, sin embargo, le debo tanto… que vendo mi sino a quien pudiera traérmela un sólo segundo, y así poder besarla…

Todo lo que merecemos...

Mucho que contar en pocas líneas. Desde unos resultados electorales que confirman el sentimiento generalizado de repulsa hacia los políticos, hasta las duras imágenes de trozos de avión sumergidos en el océano. El paro, con ese vago espejismo traducido en números que da la época estival cada año. Todas las empresas y sus EREs particulares, los accidentes de tráfico que sesgan las vidas en un solo minuto, no sé, imágenes que se nos muestran como rabiosa actualidad pero que olvidamos al cambiar de canal.

Desde ésta apartada senda de lo humano, me permito el lujo de dejar a un lado todas aquellas historias que la caja tonta vomita en nuestros salones cuando tenemos el gazpacho recorriendo el gaznate. No

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quiero habitar entre cadáveres andantes que no ven más allá de lo que reconoce su mirada, y todo por culpa de unos cuantos ricachones sin escrúpulos que determinan las leyes del bien y el mal, eligiendo las noticias que el españolito de a pie tiene que tragarse en la sobremesa.

Me niego a pensar que la vida consiste en eso, en tener que dar las gracias de manera constante porque un tío enchaquetado y de falsa sonrisa nos dice que hay gente que anda más jodida.

Eso ya lo sé, maldito. Lo que no sé es qué hace usted para remediar toda la metralla que me presenta, aunque no quiero ni imaginarlo, porque estoy bien seguro que usted olvida tanta miseria cuando saca un extracto de su cuenta corriente, que de corriente tendrá poco, y comprobará que le han ingresado esa paga extra manchada de la sangre, sudor y muchas lágrimas derramadas por todos esos desgraciados anónimos que se asoman a la pantalla durante el almuerzo para escucharle decir que la cosa está muy mala y que toca apretarse y no viajar demasiado, no vaya a ser que palmemos.

Cambien de canal amigos, que los mismos que nos muestran tanta mierda son los primeros que venden a su madre por un mendrugo de pan y unas cuantas tortas, las mismas que se dieron para trepar por esa columnata humana de envidias y avaricia que llena el cotarro periodístico de éste miserable país. Y es que tenemos los informativos, los políticos y los aviones que nos merecemos, pero coma usted tranquilo ésta vez, buen ciudadano, que no le amarguen el filete, que quizás sea lo único de verdad que pueda llevarse a la boca en éste, nuestro tiempo…

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Conciertos a eso de las doce...

Tengo una cita cada noche, a eso de las doce, cuando la ciudad duerme y brota mi mirada al amplio horizonte que puedo divisar desde mi aposento. Una cita que da sentido a un día sin sustancia, al menos un ratito cada noche…

Y es que el calor y la desidia crecen bajo éstas cuatro paredes que suenan huecas, con un silencio únicamente roto por algún pájaro que posa en mi ventanal a observar un paisaje de edificios sin alma que habitan bajo estrellas hermanas de la Luna. La soledad no descansa, a veces me envenena, a veces me resucita, pero permanece, y ello la dignifica, pero de cuando en cuando suceden pequeños milagros que iluminan los pocos gestos amables de mis fauces…

Durante todo el año, cada madrugada, en su espesura, he sido testigo mudo de los acordes sublimes de una guitarra española que era acariciada por dedos anónimos para mi estampa pero reconocibles para cada uno de mis sentidos. A eso de las doce, cuando las brujas surcan el cielo, asomo al deleite musical de alguien que ni sospecha que cada noche toca para hacer volar mis mejores versos en prosa. Debe ser algún estudiante de música, de esas almas incomprendidas que suspiran por cinco cuerdas y un silencio, artistas que regalan obras al aire sin saber que siempre hay alguien dispuesto a admirar su arte…

Es entonces, a eso de la medianoche, cuando ocurre el pequeño milagro. Cuando sus notas saludan mi perfil asomado a la vieja cornisa y empiezan a lucir letras de mis manos, otorgándome sin saber instantes mágicos que no se olvidan durante el día y que renacen cuando cae la oscuridad. Unos minutos que enamoran, mientras espero que la inspiración cruce mi puerta solitaria…

Procuro cada madrugada no faltar a mi cita de nuestra guitarra anónima, hasta que alguno de los dos falte, porque así lo quiera el destino, y la magia desaparezca de un ventanal gastado por el paso del tiempo, pero divino escenario, sin saberlo, del mejor de los conciertos dedicados al viento…

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Ejemplos e imposibles...

Recorrer camino, amigo, no es sólo andarlo y llegar. Mirar no consiste en poner la vista en algo. El beso no parte de los labios sino del alma. La juventud no se olvida con las arrugas ni el día acaba cuando empieza la noche. Sé de flores que nunca mueren y conozco mares que insisten en conquistar playas en silencio que susurran poesía…

He temblado por milagros que suceden y no terminan. He tocado el verso del asceta y sentido el tacto de la Luna en mil madrugadas. He visitado la guarida de lo verdadero y he visto llorar estrellas sobre praderas vírgenes de pecado...

Así pues, no me diga usted que existe el imposible, no me convenza a fuerza de estar seguro, que sé, bien de sobra, de amores que perviven en infinitos y hogares hechos de la nada, honrando el espíritu más puro de dos jóvenes que nunca morirán de viejo porque nacen cada mañana y gritan vida a cada paso, regalando paraísos a éste cruel infierno, demostrando corazón ante un mundo injusto, deudor impune de tan excelso ejemplo, y bello, tan bello...

Reencarnaciones....

La suerte existe, desde luego que existe. Y si no me creen pongan uno de esos documentales sobre naturaleza de la sobremesa y tendrán la respuesta ante tanta pregunta existencial. Por ejemplo, están las gacelas, pobres animales a rayas que andan en grupos por los pedregales, indefensos ante el ataque de cualquier depredador mientras los compis de pasto observan la caza como la vaca mira al tren. Están los buitres, a la espera de la carroña que sobra de tan maltrecho manjar. Las ratas, bichos con mala suerte, porque da la casualidad que hay un pájaro que ve a kilómetros de altura, con lo que salir a buscarse la vida se hace cuanto menos peligroso. Algún que otro mono ameniza el cotarro con sus monadas, pero tampoco creo muy cómodo eso de vivir todo el día colgado. No me olvido de las liebres, listas que no veas, y rápidas, muy rápidas, pero escapando todo el rato del enemigo, lo cual debe cansar bastante. Y no nombraré muchos más porque daría para tres libros la cantidad de bichejos que hacen el Agosto a costa de otros menos agraciados. Igualito panorama, pensé, que en nuestro mundo, donde unos

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corren delante y otros detrás, sin saber muy bien a dónde vamos...

¿Reconocen esa selva señores?. Alimañas de todos los colores, estilos y linaje. Leones, tigres, elefantes, lobos, hipopótamos, cocodrilos, iguanas… multitud de animalitos, cada uno con lo suyo, bajo un Sol de justicia, buscándose la vida como Dios le dejan. Y pobre del que cojee o le entre un resfriado, ese la tiene clara. Porque otra cosa no, pero cabrones no faltan sobre éste cruel escenario…

Pues eso, que más vale tener suerte en medio de la sabana, no vaya a ser que eso de la reencarnación exista y nos toque huir a cada rato delante de medio belen viviente.

Aunque ya puestos, entre tanto animal, prefiero reencarnarme en una mosca, una bien gorda, de esas que no haya cristo que la pille y coma poco. Y así posarme en los huevos de todos los animales de mierda que acechan al que corre menos, al más débil…

Así que, a todo esto, elija animal para el resto de sus días en nuestra selva, que aún está a tiempo, pero tenga en cuenta que la música de la mosca cojonera puede hacerle la existencia bieeen jodidaaa, y después no valen excusas y segundas oportunidades. Avisados quedan…

Formas de pedir....

Éste calor ingobernable cercena cualquier atisbo de buena intención. Pero en medio del desierto siempre encuentras algún oasis olvidado, les diré... Si por algo se conoce ésta ciudad es por dar cobijo a buscavidas que aparcan coches y pobres almas que acuden a la triquiñuela para llevarse un poco de pan y vino a la boca. Están desde los que camuflan enfermedades mentales hasta los que esconden un panorama vital siniestro por culpa de un alcoholismo mortal, desde los que no cuentan muchas primaveras hasta los adultos que parecen ancianos por tanto despropósito de vida, ennegrecidos de tanta calle y tanto mal comer.

Pero, como en todo, la dignidad habita si se quiere, y llevo semanas dando de bruces con el mejor ejemplo de los que conocen el antiguo oficio de pedir. Es una mujer, gitana, de buenas maneras y fina pose. Lleva consigo un ramo de rosas y unas cuantas ramitas de romero, impregnando de buen aroma el lugar donde entra. La mujer se acerca, educada, con amplia sonrisa, sin malos gestos ni exigencias, dominando

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la pausa y el decoro, mirando a los ojos, como los buenos. La primera vez que la tuve al lado hice el ademán típico, negando propina por nada, tan acostumbrado a enganchados de mala gaita que abusan de su condición callejera. Pero ésta vez era diferente. La observé, tras mi pudor, acercándose con idéntica naturalidad a la siguiente mesa. La misma sonrisa, sincera, distintas palabras, simpáticas, pero con hermoso timbre, medido. Fue cuando hice por llamarla y le solté lo que vale un café. Sus ojos brillaron, mis esquemas temblaron. Me cogió la mano, cerró los ojos, apreté mi corazón, quede quieto, quizás inquieto, y clausuró el mágico momento con un guiño dedicado y el deseo de una vida plena. Y vale la pena, desde luego que la vale, por un huérfano euro, comprender en un sólo segundo la diferencia entre pedir o exigir, entre mirar u observar. El darse cuenta de tanto prejuicio que convive con uno, de la suerte que tenemos por nacer en la cuna que nacimos.

Compensa, sin duda, por un único euro, sentir la bondad de alguien que conoce la calle y cree posible el milagro del cambio a base de pequeños gestos altruistas. Y, para colmo, sin ser de los que nadan en supersticiones, ocurre que, desde que la gitana apretó mi puño, casualidad o no, todo sigue su curso, que no es poco, cayendo la balanza de mi lado cuando lo vengo necesitando... Formas de pedir, regalando, y todo por una estúpida moneda olvidada. Ya les digo si merece la pena….

Nuestra guerra...

Hoy le toca a usted merecer mi homenaje. Éstas letras huérfanas de dueño bordarán de oro su estirpe si da un paso atrás en el orgullo y ofrece una mano a la vida. Les propongo batirse en duelo contra la pereza de navegar a la deriva por un mundo que sólo conoce mareas que arriban a playas vacías de significado. Haced de vuestro nombre ejemplo, de vuestros pasos huellas imborrables. Gritad lo auténtico, lo más sagrado. Mirad siempre a los ojos, convencidos de fé, rebosantes de pulcra actitud. Hundamos nuestra daga de la lealtad sobre corazones indignos que juegan con las buenas intenciones del caminante. Sin piedad, llevando en cada golpe la historia de la ignominia grabada a fuego, por tantos siglos de desacato al honor y a la libertad. Por vuestros antepasados…

Que sufran los injustos, los osados. Maldecid con saña al que manda y roba, al que ríe mientras engaña. A todo aquel que no llegue

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más allá de donde alcanza su mirada. Humillemos con descaro al iluso vendedor de miedos y reproches, de sonrisas que suenan huecas y lamentos a destiempo. Nuestra bandera, el amor. La pluma como metralla insondable que destroce enemigos forjados de las sobras, indefensos ante tanto argumento magnífico. Por vuestros hijos…

Prometo, palabra, no desistir en el desempeño. Juro, por mi gesto, hacer la guerra a la desidia que una vez me acompañó, inundando de fantasmas mi siniestra guarida. Clavaré con pasión mi lanza en el centro de todo aquel que ose limitar los pasos de luces abrazadas a lo humilde. Mi batalla, que es la vuestra, cantará victoria, no dudeis. Nuestra lucha, que haré mía, clamará cientos de homenajes sinceros, humanos, no desistáis. Así será, por mi espada, afilada, por vuestra alma, poderosa, por nuestra memoria, verdadera...

Regalitos por encargo...

Qué gracia me hacen los ganaderos de España cuando tiran para Madrid con sus animalillos, por medio de la Castelllana, reivindicando lo suyo. Pero no sólo pasa allí. Aquí en Sevilla también los tenemos, pero más sufriditos…

No sé si lo han terminado de notar, pero el verano ha hecho acto de presencia y se dispone a darnos buenas bofetadas durante un tiempo. Uno anda acostumbrado a tanto tortazo, por lo que la sarna será menos, aún sin ser con gusto, aunque no quiero ni pensar cómo estará la gran mayoría de la población de ésta ciudad, con tanta piel de borreguito. Y es que supongo que habrán oído lo de la manifestación la semana pasada, donde cuarenta mil almas borreguiles se echaron a la calle para proclamar unidos por la mala gestión de su club, el Betis. Me da que pensar, desde luego, el calor que deben estar viviendo los pobrecitos, con tanta lana, bajo éste Sol de justicia que abrasa las ideas de cualquiera. Les compadezco, a todos, al pastor y al rebaño, al perro y al cacique…

Señores, me da vergüenza vivir en una ciudad que se jacta de defender los sentimientos futboleros pero que ni se plantea salir a gritar frente al Ayuntamiento por el paro, el más alto de la historia, por los sueldos precarios, por el precio de los alimentos básicos, no sé, tantas cosas por las que protestar y nadie que ni se lo proponga, y eso que allí

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había desde abogados hasta artistas, pasando por trabajadores de a pie. Vamos, todo cristo…

Por eso digo que, tanto borrego en grupo, por el centro de ésta ciudad bañada en falacia, ofrece al turista un paisaje pueril, sólo semejante a las imágenes que cada año nos muestran de Madrid, con todo bicho viviente en Gran Vía, defendiendo no sé qué del Paro Agrario, minucias sin importancia mientras tu equipo juegue en primera para ir a verlo los domingos. Manda huevos.

Y dicen que la profesión de pastor tiende a desaparecer, mentira!. Aquí nos sobran borreguitos que cuidar, o, si prefiere, adoptar. Haga usted una buena obra y regale algo original a su señora en éstos días de verano. También mandamos por encargo…

Sudokus y Horóscopos

Se me atraganta el café y la tostada. Tengo por buena costumbre leer la prensa mientras desayuno. Mi compadre Antonio siempre me tiene preparado algún periódico para echar el rato cuando él no puede regalarme alguna de sus anécdotas. Un día es el ABC, otro El Mundo, muy de vez en cuando El País, que es el más solicitado entre tanto trabajador de primera hora. Pero da igual, cualquiera que hojee, termina haciéndome amargo cada sorbo de taza, con todos esos pingüinos destartalados soltando falacias por la boca, mientras otros muchos talibanes de llevar por casa aplauden cada movimiento de su líder como si fuera la vida en ello. Nuestro querido país, a base de bien, ha caído indefectiblemente en el ridículo, y sólo sabemos mirar para otro lado. Para Italia, por ejemplo, donde el cacique Silvio hace de las suyas de forma impune. Y olvidamos que aquí los tenemos iguales o peores, pero más disimuladitos, y sobre todo en nuestra santa tierra. Habitamos en la finca del enchufe, donde si eres presidente de la Junta y tu hija necesita una subvención, se la das sin preguntas, y aquí paz y después gloria. Poseemos el dudoso honor de ser la región europea que soporta más paro, que se dice pronto. Convivimos puerta con puerta con gentuza que tiene catorce pisos repartidos por todas las playas de la zona, y todos vacíos, encareciendo el alquiler de quienes verdaderamente lo necesitan. El único lugar del mundo donde el pillaje no sólo está permitido, sino que está bien visto, porque, dicen, es de gente espabilada. Un país que se desmorona entre banderas y las bombas de unos cuantos,

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sin que nadie haga nada, porque todo lo compensa el partido del sábado o la barbacoa en el campo del domingo. Y todo ésto, para colmo de masocas, me lo tengo que zampar junto con una tostada que cada día sabe a menos. Es por eso que, últimamente, cuando Antonio se acerca con el periódico, paso directamente a la última página, donde ponen la programación, que allí sé que no mienten, y al menos saco algo en claro, aunque a veces ni en eso dicen la verdad los malditos, y me cambian de hora Redes, mi programa favorito, cogiéndome un berrinche de mil pares en medio de la madrugada…

Así que sólo me vienen quedando los sudokus y el horóscopo, o decirle a Antonio que se meta el periódico por donde le quepa, fastidiando, como la vida misma, al que menos culpa tiene…

El amigo de los niños

El pasado fin de semana nos dejó Vicente Ferrer, quizás uno de los ejemplos más perfectos de vida dedicada a los demás que he tenido oportunidad de leer. Hablar de su paso por éste mundo es adentrarse en una idílica aventura con lo humano imposible de traducir en pocas líneas por mi pluma, que se queda pequeña ante tan magnífico sueño hecho realidad. Un hombre que luchó en la guerra sin dar un solo tiro, en el bando equivocado, ingresando en la Compañía de Jesús al poco de dejar las armas. Desde Barcelona viajó como misionero a la India, donde sus métodos no terminaron de gustar y acabó siendo expulsado de la Orden para iniciar su camino en solitario. En 1969 puso en marcha una organización no gubernamental que provocó la mayor transformación que se recuerda en aquel país dejado de la mano de Dios. Encontró agua donde no la había, llenó de pozos auténticos pedregales sin posibilidades, dio de comer a miles, millones de niños, construyó hospitales en ciénagas abandonadas, y un sin fin de obras incontables que dan buena fé de su amor a a la mismísima condición humana. Y tanto milagro le hizo merecedor de cientos de premios y de llegar a estar incluso nominado al Nobel de la Paz, pero era lo de menos. Vivió sumido en la esperanza de que algún día no quedaría nadie con hambre en éste planeta. Y así nos dejó, como los santos, en silencio. Hoy yace en la ladera de su montaña preferida, allí en la India, pero permanece en lo más profundo de millones de almas que hacen de su recuerdo una manera de comportarse en la vida. Un milagro reencarnado, en unas

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pocas líneas, humildes, como su gesto... descanse en paz...

Invencibles

No hay mayor delito que dejar un cuadro inacabado. Faltaba el pequeño, faltaba su fuerza, ahí va mi canto a su digna raza…

Escribe su leyenda con tinta bañada en nobleza. Tiñe de disciplina cada vista que dedica al frente. Jamás agacha su mirada, tampoco la alza hacia el cielo, pues hay almas que saben apreciar la belleza de los momentos cercanos sin decorados inútiles. Camina gritando los valores plenos de cualquier existencia, con ademán seguro, como los guerreros de antes, fieles únicamente a la espada y a su estirpe, pero limpios del pecado de quien juega a la mentira. Conoce el idioma de la franqueza, apretando el puño contra el injusto, portando la bandera de valores únicos que queman en las manos de prójimos que le guardan envidia eterna. Frunce el ceño ante la indiferencia, clava sus ojos negros sobre la pereza. Olvida lo imposible para abrazar lo que cree verdadero, las supremas leyes de la naturaleza, esas que postulan en silencio, con el lenguaje de los grandes sabios que dicen sin decir nada. Su honor existe en el infinito, en tierras de navegantes sumidos en océanos por simples corazonadas. Donde otros abandonaron él vigila el horizonte convencido de su hazaña, tan seguro de sus sentidos como el latir de un corazón que retumba en los muros bajo los que reside el hastío, despertando intenciones, animando al más sufrido lamento…

Logra seducir adjetivos olvidados, coraje, fuerza, garra, carácter, tan marginados en nuestro tiempo, tan vivos en su dicha. Dibuja una sonrisa sincera sólo cuando su alma llora de carcajada, mas expresa sin expresar, dignificando el gesto mil veces esclavo de trances vacíos en otras fauces, tan maltratado por otros yelmos en cientos de guerras perdidas, rescatando lo puro de lo humano...

Advierte el miedo en el cobarde, enemigo de la impaciencia, no se derrite ante lo inesperado. Pasos de plomo para un mundo que hace resbalar al más valiente, pero consciente de sí mismo, como el lobo que persigue siendo perseguido, demostrando espíritu indomable, presagio de su honorable apellido... Hoy quise que tuvieras unas letras dedicadas de tu hermano, sangre de tu misma sangre, tan diferentes los dos, tú fuego, yo aire, y a la vez iguales, tu pundonor, mi orgullo, pero, tan invencibles si navegamos juntos en ésta ciénaga de vida... que ni te lo imaginas…

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Mi pecado favorito

Soy culpable sin remedio, infiel entre los infieles, por más que mi conciencia me inunde a reproches, pero es que mil veces mis sentidos ganan la partida a mi paciencia... Lo siento, me enamoro a cada instante y no puedo evitarlo, casi sin pensarlo, casi sin quererlo. Pero antes de hundir en mi pecho lanzas mojadas en veneno escuchen lo que tengo que decirles, sólo unas justas palabras y quizás algún lamento…

Lo sé, me embeleso, con cada paso de mis pasos, en cada momento, no es para menos. Y si no abran bien los ojos, a no ser que anden ciegos, cuando amanece, cuando anochece... escuchen las olas rompiendo en playas de arena fina para el tacto, sientan como suyo el aroma a azahar de las noches de verano en cualquier esquina olvidada. Sí, desde luego, culpable, más que culpable. De morir con la sonrisa de un niño, de gritar vida en cada letra, de abrazar cada segundo como el último... No deseo ser inocente, inocente de no hacer nada, de pasar de largo, de vestirme despacio y acostarme antes de tiempo. Llévenme preso, por jurar lo injurable, por llorar desconsolado, por gastar carcajadas sin conocimiento... pero no me quiten lo único digno que me queda, una vida bañada en libertad, un bocado exquisito a la existencia, un canto bello a éste, mi mundo, mi pecado favorito, cuna de unos pocos infieles que suspiran y otros muchos que no han caído aún en la cuenta…

Robarnos la sonrisa

Hoy, mientras esperaba en la cola del pan, dos marujonas me deleitaron, con todo lujo de detalle, sobre el yerno de un vecino de un amigo que pasaba por allí que, por lo visto, había entrado en la casa de una familia a robar y se terminó llevando, además del mobiliario pertinente, a la mismísima señora de la casa, me explico… La cosa fue que, al parecer, todo había sido una conspiración entre amantes para que, el ladronzuelo y la dueña de la casa, antes de darse las de Villadiego juntos y revueltos, pillaran cacho dentro de lo posible para ir tirando, visto que, tras firmar los papeles del divorcio, no les quedarían mucho donde rascar. Imaginen la cara del cónyuge despistado cuando la policía le descubrió el pastel que tenía ante sus narices. A eso llamo yo entrar a robar, desde luego. Mientras volvía, me quedé pensando en la historia de las marujas, dándole vueltas. Caí en la cuenta de que eso de robar nunca se me daría del todo bien, y recordé la única vez que metí la mano en huestes ajenas; para mondarse, cuanto menos. Tendría yo 6 años, no más,

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y los domingos tenía costumbre de pedir la paga, cien de las antiguas pesetas, y emprender camino, todo recto, desde mi casa, la del pueblo, y el kiosco de Paco, en la Plaza. Allí siempre coincidíamos una jauría hiperactiva de pequeñas personitas dando la tabarra al tal Paco, un hombre entradito en años que aguantaba con hermosa paciencia el –dame un chicle, bueno no, bueno sí… de menta dos, de fresa uno,¿ tengo bastante?. En esas, Paco resoplaba y se daba la vuelta para alcanzar la dichosa golosina, dejándose el espinazo por cada petición de los presentes. Recuerdo que sobre de la barra había una cajita repletita de piruletas, de esas rojas, pidiendo a voces que le echáramos mano y saliéramos corriendo, como muchos hacían, sin que Paco se percatase, pero yo, por más que la ansiara, no reunía el arrojo suficiente para hacerlo, aunque no sería así siempre.

El día que les vengo a relatar fui pensando maneras de hacerme con el botín durante todo el camino de ida, fuera como fuera, pero, a medida que me acercaba al lugar del crimen, los sudores y los nervios eran cada vez más patentes. Aún así, ya detrás de la barra de Paco, aprovechando que giró la cabeza para otro menester, me armé de valor y, con un gesto torpe, me eché al bolsillo una de esas hermosas piruletas rojas, mientras mis ojos se abrían como platos, imagino, y mi cara gritara a los cuatro vientos la inocente desfachatez para con ese buen hombre y su negocio…

Jamás me olvidaré del trayecto de vuelta a casa, mirando la piruleta entre mis manos, con la conciencia sucia y la lágrima saltada. Fue cuando, a mitad de calle, decidí salír corriendo para el kiosco de nuevo; con vergüenza torera me asomé, comprobé que andaba en otras cosas y puse la vil chuchería donde la había sustraído minutos antes. Me mezclé entre los demás niños y salí pitando para casa, como Dios manda, que diría aquel. Ahí empieza y acaba mi pulcro historial delictivo, por lo que pueden imaginar lo lejos que me queda la historia de las marujonas, proeza imposible para el que les habla, ni siquiera en sueños. Pero el que no se consuela es porque no quiere, y me conformo con creer que la dignidad la mantuve a salvo aquel día. Eso pienso, todavía hoy, cuando por el pueblo me cruzo con Paco, que hace años cerró el puesto, sin saber el hombre que por allí pasó un niño que aprendió, en su kiosco, a no echar mano de lo ajeno, aunque sólo fuera por no sentir ese maligno cosquilleo que se atraviesa en el estómago. Y es así como va uno conociendo sus limitaciones, a golpe de estilete con nosotros mismos, pero les juro que al final termina compensando, aunque vayas para casa con los bolsillos vacíos, si llegas, claro está, con una sonrisa en la boca y la conciencia bien tranquila…

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Rafael, el frutero

Hoy quiero traerles al arrumaco de nuestro fuego una historia digna de ser contada. Tengo por buena costumbre últimamente departir con Don Rafael, el frutero de mi barrio, sobre cualquier cosa que venga a cuento. Un día fútbol, otro día es política, algunos sobre pura filosofía, de vida, claro, porque en eso, créanme, es una eminencia. Ocurre hasta que el pequeño dispensario se le llena de marujonas y con un leve guiño me despide, y así viene ocurriendo desde hace tiempo. Don Rafael es un hombre recio, de los de antes, con el mentón pronunciado y las manos gruesas, herencia de otro tiempo donde cultivaba su propia huerta. Peina canas pero conserva el pelo, como él dice, blancas como su corazón, sevillista y libre. Tiene guardada una sonrisa y un consejo para todo aquel que asome, y es que se conoce al dedillo las propiedades curativas de su fruta. Que si usted anda cansado, sus naranjas, la mejores; que si la señora tiene mal las articulaciones, manzanas y peras de agua, no lo dude. Tan bien lo hace que uno sale de allí convencido de lo que se lleva, además de llevarte de regalo una sonrisa, su sonrisa, gesto apreciado por todo el que le estima, pues lleva vendiendo fruta, en el mismo puesto, casi cincuenta años. Siempre con su esposa, hasta que se la llevó el cáncer un frío invierno, pero Rafael no perdió jamás las buenas maneras y las ganas de vida, y eso le hace grande entre los grandes, y testigos somos todos los que allí acudimos cada mañana… La casualidad quiso que, desayunando en una pequeña taberna que hay al lado de su puesto, el camarero y dueño, compañero de mili de Rafael y algo más que un amigo para nuestro protagonista, me hiciera una confesión entre café y café. Al parecer, desde hacía dos años, desde que su mujer faltaba, Rafael iba a tomarse el vinito a su bar, los Viernes tarde, como premio a una semana dura. Y cada Viernes, Rafael, solemne, le pedía al dueño permiso para hacer desde allí una llamada. -Era corta, él no hablaba, me extrañó desde el principio...- me dijo el dueño. Y fue cuando un día decidió, al irse Rafael, pulsar sobre el botón de rellamada, extrañado por tanto misterio… Tenían que ver sus ojos brillantes. Me comentó que aún le temblaban las piernas al recordar al otro lado del auricular la voz de su esposa, la de Rafael, que hablaba, con voz joven, de dejar el mensaje después de la señal. Entonces entendió que Don Rafael llamaba a su propia casa para escucharla, cada semana después de la copita, aunque fuera sólo una grabación de contestador, pero probablemente la única manera de sentirla cerca, al menos un momento, suficiente para seguir

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adelante. Es quizás por eso que nuestro héroe no ha perdido la sonrisa, es por eso, y por mucho más, que Rafael, el frutero de mi barrio, tiene mi eterno respeto…

Formas de agradecer

De vez en cuando viene bien vencer la pereza, aunque sea Sábado y la modorra de la sobremesa haga mella en las ganas de hacer nada. No soy yo precisamente ejemplo de batallas ganadas al hastío, pero fue el caso este fin de semana. Me eché unos euros al bolsillo, me calcé la ropa de entrenamiento y me lancé a disfrutar de la ribera del río Guadalquivir una tarde cualquiera de Otoño. Fue toda una experiencia. Y es que si uno no adolece de algo, hasta el punto de convertir la virtud, a veces, en defecto, es de ser observador. Y claro, mis sentidos se embotaron con tanto donde poder echar el ojo. Los niños correteando detrás de la pelota, enamorados jóvenes sobre el césped dando la razón a la poesía de Don Gustavo, turistas anestesiados por la mezcla de colores en el horizonte, ese encanto de cielo que sólo Sevilla sabe parir en Otoño. Fue un trayecto agradable, desde luego que lo fue. Pero lo mejor me estaba esperando al final del río, al acercarme por detrás a un hombre que tenía allí echada la caña esperando paciente el tintineo del sedal. Inocente le pregunté, -¿Pican?... El hombre giró la cabeza, sonrió tras su barba y torció el gesto, dejando entrever que la cosa no prometía. A punto de marchar, llamó mi atención y me preguntó por Rafael, el frutero. Quedé perplejo. Me resultaba familiar su voz y pronto caí en la cuenta. Se trataba de Don Esteban, profesor en mis primeros años de facultad, ya jubilado, padre de Amaya, compañera de fatigas en mi etapa comercial, a la que le tenía perdida la pista. Le estreché la mano y me senté a su lado, honrado por tener como fiel lector a una persona tan auténtica. Le recuerdo en clase con el puño alzado y el corazón en vilo, como los guerreros que nunca dejaron de serlo, y eso me enamoraba… No tardó en preguntarme con ojos de adolescente sobre montones de las historias que en este espacio les he relatado tantas veces, por Antonio, el camarero, por mi familia, por mis amigos, por infiernos, tsunamis y hasta por mi perro, lo cual daba buena cuenta de su afición por estas líneas… Disfruté al verle enamorado de mis cuentos, al hacer como suyas

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cantinelas que nacieron en noches solitarias, escuchar su carcajada al recordar mis sátiras contra los poderes políticos y los hombres de mentira. Quedé embobado al comprobar que daba la tabarra a Amaya para que le pusiera mi página y deleitarse con la música que tengo escogida. Al poco, torpe en mis gestos, le volví a estrechar la mano y caminé tras mis pasos, pensativo y abrumado. Y es que sólo por escucharle unos minutos hablando de mis fábulas han valido la pena todas esas noches en vela dándole a la tecla. Porque no existe mejor reconocimiento que el que no esperas, Don Esteban, y usted, igual sin quererlo, me lo ha regalado a la orilla de mi río favorito, y si no es con estas letras, permítame, no sabría otra manera de agradecérselo…

Harto de rollos

Si usted anda por ahí con el culo cagado porque no le da para rollos, ni de unos y de otros, escuche la buena nueva de nuestros líderes que aquí les traigo como bronce en paño. La recesión, alabado sea el altísimo, ha acabado… Los pájaros cantan y las nubes se levantan, que si, que no, que Zapatero anuncia medidas extraordinarias para el empleo, que si, que no, que Rajoy cierra convenciones estrechando cientos de manos convencidas. Olvídese usted ya de andar preocupado por hipotecas impagables y abusivos intereses sin beneficio a cambio. El gobierno de nuestra nación promete el oro y el moro, alquileres gratuitos, premios para el nene que encargue, ayudas para aquellos que cuidan de los mayores, becas por doquier y fiestas a porrillo. El pleno empleo ya no es una quimera y el ladrillo vuelve a reclamar manos que lo trabajen. La contaminación es cosa del pasado y los niños aprenden en las escuelas lo que nunca imaginamos, capitales de países, gentilicios y democracia, raíz cuadrada de mil euros y buenas maneras para el recreo y las clases de clarinete. Se terminaron las listas negras y negras que hacen la calle, desaparecen los caciques de barra en los pueblos, allí donde antaño recogían fruta a base de ciáticas unos muchos para lustre de bolsillo de otros pocos. Se finiquitaron las pistolas en manos de hijos de puta que van dando matarile vidas honradas, lisiando familias enteras y aquí paz y después gloria. Ya los barcos pescan donde les place y los truchos se tiran a los cebos, a pares, a pesar de los pesares, porque viene siendo honorable acabar en el plato de un españolito currelas harto de

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vino, pagador de impuestos y con la cartilla al día, fiel al Estado de Derecho, arrastrando el lomo día sí día también para cumplir con sus deberes como ciudadano.

Que bien se lo tienen montado los cabrones… ahora nos dicen que la crisis ha acabado y que llega una época de esperanza, a buenas horas, cuando el que más y el que menos anda hasta arriba de pagaderos, con ayudas denegadas por falsa burocracia, respirando dióxido a espuertas y sin un miserable bocado que llevarse al gaznate. Y pretenden, encima, que cada dos o cuatro años levante el culo de la cama un domingo para firmarles la papeleta y así seguir agarrados al bollo. Van listos conmigo, pregunten en la siguiente ventanilla, que igual tienen más suerte y les hacen un garabato, pero mientras tanto, escuchen las carcajadas en forma de ruidos que salen de la parte baja de mi espalda y olviden contar con servidor para nada, pues el rollo de papel se me acabó ya hace tiempo, pero la dignidad aún la conservo, intacta, por mucho que les joda…

Tuneros y tunantes

Los que me conocen saben que no soy demasiado de canturreos y bailes trasnochados, pero sé reconocer el buen gusto. No alzo la voz si no es necesario y me disgusta la falta de respeto, a pesar de aquellos que se empeñan en justificar cada panoplia, si no le toca de cerca, claro. Es el caso, fue el Sábado, a eso de las 4 de la mañana, con las brujas dormidas y el gato en su cesta, a esas horas donde Morfeo es el Rey y el silencio su esclavo preferido. Allí me encontraba, tirado en el sofá sin ganas de nada, luchando contra ese insomnio que me persigue con crudeza. Pero justo cuando tenía la pose y sucumbía a los brazos del divino, con trabajito y esmero, unas voces chillonas que venían de la calle me desvelaron con sus cantinelas horrendas y desatinadas. Quedé boca arriba, con los ojos abiertos en plato, esperando que acabara el festival de los tenores para darme al pairo, pero nada. Acabó una, y otra, y otra, hasta que no pude más y acudí raudo al balcón para soltar bendiciones por la boca cual Julieta ante su amado Romeo, que en este caso no era uno sólo, más quisiera. Romeo venía acompañado por Juan Tenorio, Juan de Marco, la Corte de San Felipe el Hermoso, que ni era santo ni hermoso, y la patulea burguesa del Motín del Prado, por si era poco. Allí estaban todos, recitando Cielito Lindo con menos gracia que las niñas de

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Zapatero, dándolo todo. Y acababan, y volvían. Y No te Vayas Todavía… No te vayas por favó… y todo el repertorio de bodas, bautizos y comuniones aderezados con las palmas de los allí presentes. Eran tunantes, tuneros, o como Dios quiera que se les llame, con media guitarra y la voz perdida, embutidos en mallas indignas y con la capa roída de dar tanto tumbo por las aceras al pasear la mona cogorciana. Ni rastro de aquellos maestros del ligoteo de doncellas, duchos amadores en noches furtivas donde el premio era la conquista y el aplauso. Nobles de espada y escudo grabado a fuego en el pecho. Ya de esos no quedan. Ahora los tenemos bebiditos en mollate y con la bragueta bajada, de ojeras y melena descuidada. Mal vamos amigo… Y para colmo de males, vienen a darme la vara de cuando en cuando, debajo de mi casa, como si el destino supiera que tengo la pluma desgastada de atizarles, a ellos y todos los que deshonran lo que antaño fue santo y seña de hermandades y reuniones. Pero aquí seguiré dando estopa, me dejen o no echar la siesta, pues las tragaderas las tengo anchas pero el estilete bien afilado, que es lo único que me va quedando, después de todo, para dar de refilón a Romeos de cuarta, borregos sin pastores y la santa madre que los parió a todos…

De aquellas, de los cuentos

Les juro por lo más sagrado que la he visto esta misma tarde. Mientras charlaba de quehaceres con compañeras de pupitre y cafés en horas muertas. En mitad de los pasillos de la facultad, a media tarde y con prisa en la mirada. Dándose los últimos retoques al brillo de sus ojos y a su melena recortada, sin escoba ni el encanto de las brujas de los cuentos que leía de pequeño hasta sucumbir en brazos de Morfeo. Allí justo, con el gesto torcido y la voz inquieta por la fatiga de no llegar a tiempo a donde fuera. Y me vino a la mente en un segundo todas las historias de pócimas y hechizos, de esas brujas, las de antes, las que habitaban en bosques encantados elucubrando a carcajada, aquellas que conspiraban en la oscuridad y vestían harapos deshilachados de tanto roce con los ramajes de sendas olvidadas. Y las eché de menos en ese momento, esas reuniones a medianoche a pie de llamas de un fuego extraño, los cantos que susurraban maldiciones y conjuros bajo Lunas llenas de espanto. Leyendas de aquelarres y magia negra ordenadas por diablos y espíritus vagabundos. Las antorchas del pópulo persiguiendo el

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misticismo, mezclados en miedo y escalofríos por visiones de otro tiempo… Todas esas novelas, esta tarde, eché en falta, quedando huérfano de fábulas que hacían palidecer, cerrando los ojos buscando el sueño, con las manos en el pecho y la manta hasta la cabeza, inocentes víctimas de letras e ilusiones… Todo se fue esta tarde al ver aquella bruja, desmembrada de sortilegios, a punto de entrar en clase para representar, quizás, una obra entre alumnos, inconsciente de que allí mismo, sin quererlo, se cargaba de un plumazo tantas noches en vela rezando por no vérmelas con una meiga despistada, de esas finas y maldichas, sin disfraces ni lamentos, de esas que no quedan, de aquellas, de los cuentos …

Pesadillas

A veces las pesadillas vuelven a nosotros en forma de pensamientos que mutilan un tanto si cabe lo que nos quede de dignidad, golpeándonos donde más nos duele. Y hay poco que hacer más que aprender y girar de rumbo, no vaya a ser que naveguemos eternamente entre tormentas y tempestades, lo cual lleva irremisiblemente a la zozobra de nuestro único navío...

Fue ya hace unas semanas y no he logrado desligarme de la imagen. A la puerta de un pequeño supermercado, un Sábado soleado aunque frío, de esos de Otoño, allí permanecía la protagonista de la historia. Una mujer de aspecto joven, limpia, con pantalón vaquero ajustado, zapatillas de deporte y chaleco atado a la cintura, como las niñas buenas que vienen de echar el rato con sus amigas sin maldades. Morena, de cuidada piel, con el pelo recogido en una cola pulcra y sencilla. Allí estaba, mirando a los ojos de los que entraban y salían, de pie, sin decir nada, mientras tendía su mano derecha con la misma naturalidad con la que cualquiera de nosotros la alzamos de pequeños para pedir calderilla a nuestros papaítos. Me sorprendieron sus ojos, encendidos en vergüenza, quizás por tener que insistir en aquella puerta, pidiendo para lo que fuera, que no es poco. Parecía tan normal que asustaba…. Y uno cae en la justificación rápida de creer que quien arrima la mano es siempre para malgastarlo en necedades, y así transcurrí por los pasillos del supermercado, junto a mi padre, intentando aliviar de alguna forma ese contraste inesperado, lo que parecía una niña “bien” pidiendo en silencio.

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Pero aún no había terminado de llenar el carro mientras mi progenitor pagaba cuando pude percatarme que la chica hacía cola dos posiciones detrás de nosotros, sosteniendo entre sus brazos una caja de galletas, la más barata, y un bote de leche en polvo para bebés. No reaccioné, quedé perplejo… Y me culpo, vaya si me culpo, pues me fui de allí sin más, con el carrito lleno de porquerías y el corazón sucio y triste. Quedé ensimismado, como uno de esos sueños en los que te ves incapaz de alcanzar a hacer lo correcto y despiertas aturdido, solo que, ésta vez, era real... No vendrá a suceder en mí tanta indiferencia, lo juro ante vosotros. Y volveré, vaya si volveré, el primer día que pueda, para pagarle galletas de primera, leche de la cara y hasta algún que otro capricho, por mis carnes, aunque sean los últimos euros que asomen de mi bolsillo. Y hasta entonces, quizás demasiado tarde, no desaparecerá la pesadilla, con suerte…

El Mar En mil acuarelas te ví, paciente, guerrera, pero siempre piadosa a los ojos del artista. Te he recorrido palmo a palmo, respirando vida, que es lo que ofreces, en silencio, humilde. Has visto crecer generaciones, siendo testigo de sonrisas impagables y momentos inolvidables, desde el abrazo sincero de una madre hasta la mirada más tierna del que te observa abrumado. Y tú, fina, mostrabas siempre tu mejor retrato, sin ser nunca el mismo, como los sabores que elevan el espíritu, no creíbles para quien no los experimenta. Sobre tu cuerpo han paseado héroes, grandes poetas que te susurraban mientras tu escuchabas la prosa que relata el viento, haciendo tuyos los misterios y leyendas de muchos que no se atreven a perderte en la memoria. Has cobijado al hambriento, al desalmado, has suspirado por amores de otro tiempo y tormentas que se lo llevaron, solitaria… Siento cerca tus caricias, aún siendo lejos, porque curas cuando tocas y besas sin saberlo, a pesar de tus garras y tu furia, ardiente descaro para muchos, bello desdén entre mis dedos, pero dejarme decirte, que sólo aspiro a alcanzarte, fiel a mis deseos, porque apareces si te busco, más allá de inviernos y disculpas. Amada permíteme contarte, que hoy te quise recordar, pues permaneceremos alejados tiempo, mas queda el consuelo, el consuelo de dejarte en tu playa, distante, serena, y aún así, entre mis letras, de la mano, llevarte…

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No se fien de las ratas

Nada es lo que parece. Aunque usted tenga la sensación de vivir en un mundo medianamente libre, con la mirada puesta en unos objetivos alcanzables y supuestamente razonables, a su alrededor habitan submundos que asustan al más pintado. Con mirar a otro lado y seguir el camino tiene bastante, pero si un día le madruga la ventolera y se propone saltar al vacío, acérquese a uno de esos lugares donde la realidad torna en infierno y todas las cosas que parecían amables se convierten en la peor de las pesadillas. Así está el patio. Pero no preocupe, a todos nos llega el momento de librar la batalla contra nuestra propia paciencia y rozar los límites de la abnegación humana.

No queda otra que bañarnos en algún momento en la inmundicia, por más que tratemos de evitarlo. No les voy a engañar, no hay escapatoria, a no ser que tome las de villadiego y se tire al monte a vivir en un chamizo, opción a tener en cuenta viendo el percalito que está montado.

Posiblemente, a estas alturas del texto, ya haya usted caído en la cuenta, pero intuyo que su mente vuelve a estafarle al respecto. No importa, déjese llevar. Salga a la calle y dé rienda suelta a los sentidos, prejuicios, impresiones negativas, despechos, sinsabores, pues nada puede ser peor, ahora que ya conoce la realidad en esencia de este nuestro mundo. No les seguiré mareando, que ya tienen bastante martirio fuera de estas letras. Si han imaginado delincuencia en mis palabras, vicios, guerras... olvídenlo, no me refería a nada tan importante, lo cual hace más peligroso el cotarro si cabe. Les hablaba de la burocracia de nuestro sistema, la misma que nos inunda de muchos deberes y pocos derechos para terminar firmando abajo, sin que nadie nos explique la razón de tanto papel y protocolo.

Perdonen la brasa, es simplemente que mañana a primera hora seré yo mismo el que aguarde la dichosa cola para que me firmen, me sellen o me rectifiquen el típico trámite de turno, ese que no sirve para mucho más que darnos la oportunidad de volver al día siguiente , aparte de robarnos lo poco de dignidad que nos aporta un sistema tan podrido que apesta, por muy bonito que lo pinten las ratas de ésta, nuestra cloaca...

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Sonriendo

Pero a veces también encuentras razones para la sonrisa. Estaba sentado a mi lado en la cafetería, de corbata bien planchada y raya de camisa dispuesta, blanca, como el primer día. Miraba a todos lados intentando identificar quizás un gesto cómplice y humano entre tanto trabajador angustiado. Parecía esperar mientras absorbía con dulzura el zumo que le habían servido. Me pude fijar en sus zapatos, gastados de desventuras pero relucientes a la vez que humildes. Su corte de pelo, un desafío a la gravedad, símil, pensé, de su paso por este páramo de existencia. Su perfecta pose le hacía digno, sin más razones que la intuición de uno mismo, pero no dudé que acertaba en mi descripción dedicada en ese instante.

Al poco llegó la madre, tierna, de las de antes, de fina estampa y mirada reveladora, buscando entre todos a su hijo, nervioso entre tanto. No hicieron falta palabras, sólo un beso y una caricia, a lo que el chaval correspondió cariñoso. Me pude percatar al momento. Él era sordomudo, y fue Antonio quien me corroboró la historia, la historia del chico sordomudo y deficiente, querido por todos en el barrio, que supo luchar contra el destino y lograr su primer trabajo en estos últimos días de Verano. Allí había venido la madre a recogerlo, y yo como único testigo privilegiado de tal milagro, con el café a medio tomar y el corazón encogido. Salieron por la puerta como si nada, abrazados, mirando al frente como los grandes, y allí me dejaron, sonriendo…

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Ánimo compañeros

Hoy siendo Lunes es menester que pase la mano sobre el hombro de una tripulación que no descansa aún habiéndose batido en corso con bucaneros de indigno estilo y sucia estampa, conscientes de las tempestades que aún están por llegar, sin visos de islas paradisíacas ni tesoros abundantes. Hoy quiero animarles porque hay signos para la conquista de lo verdadero y así lo creo firmemente. No debe ser casualidad, si entre tanto navío corsario, de un tiempo a esta parte arriban a nuestro casco signos para imaginar la tierra prometida…

A todo aquel que ande perdido a merced de los peligros del vasto océano, a todo hombre o mujer que haya sucumbido a la marea y haya postrado los remos, navegando a la deriva. A vosotros os digo, que tenéis en nuestro velero un cabo donde amarrar vuestras esperanzas, al buen rumbo de los que unimos nuestras fuerzas contra el poder impuesto, defendiendo libertad, tan cercenada por la espada de débiles de corazón y vergüenza. Pues si existe un lugar donde los sueños dejan de ser imposibles y los milagros siguen sucediendo, esa es la mar, tumba de héroes anónimos que perviven en la memoria de cada uno de nosotros, cuna de almas divinas y poderosas.

Honorable tripulación, con fe os digo, que no os mate el tedio, ue no os coma la pereza, luchad contra vuestras carencias, y disfrutad de vuestro viaje, cada brizna, cada segundo, y es que no sabemos si existe otra vida, mas con ésta es suficiente si sabemos gobernarla, y ya el viento, palabra de almirante, vendrá a rescatarnos, a pesar de piratas y tormentas.

Por mi memoria, haced vuestra mi terapia…

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