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Bulletin du centre d’études médiévales d’Auxerre Numéro Hors série n° 2 (2009) Le Moyen Âge vu d’ailleurs ............................................................................................................................................................................................................................................................................................... Alejandro Morin Pecado e individuo en el marco de una antropología cristiana medieval ............................................................................................................................................................................................................................................................................................... Avertissement Le contenu de ce site relève de la législation française sur la propriété intellectuelle et est la propriété exclusive de l'éditeur. Les œuvres figurant sur ce site peuvent être consultées et reproduites sur un support papier ou numérique sous réserve qu'elles soient strictement réservées à un usage soit personnel, soit scientifique ou pédagogique excluant toute exploitation commerciale. La reproduction devra obligatoirement mentionner l'éditeur, le nom de la revue, l'auteur et la référence du document. Toute autre reproduction est interdite sauf accord préalable de l'éditeur, en dehors des cas prévus par la législation en vigueur en France. Revues.org est un portail de revues en sciences humaines et sociales développé par le CLEO, Centre pour l'édition électronique ouverte (CNRS, EHESS, UP, UAPV). ............................................................................................................................................................................................................................................................................................... Référence électronique Alejandro Morin, « Pecado e individuo en el marco de una antropología cristiana medieval », Bulletin du centre d’études médiévales d’Auxerre [En ligne], Hors série n° 2 | 2009, mis en ligne le 16 janvier 2009. URL : http:// cem.revues.org/index9552.html DOI : en cours d'attribution Éditeur : Centre d'études médiévales Saint-Germain d'Auxerre http://cem.revues.org http://www.revues.org Document accessible en ligne à l'adresse suivante : http://cem.revues.org/index9552.html Document généré automatiquement le 11 mai 2009. La pagination ne correspond pas à la pagination de l'édition papier. © Tous droits réservés

Morin Pecado e Individuo en El Marco de Una Antropologia Cristiana Medieval Libre

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Morin Pecado e Individuo en El Marco de Una Antropologia Cristiana Medieval Libre

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  • Bulletin du centre dtudesmdivales dAuxerreNumro Hors srie n 2 (2009)Le Moyen ge vu dailleurs

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    Alejandro Morin

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    Rfrence lectroniqueAlejandro Morin, Pecado e individuo en el marco de una antropologa cristiana medieval, Bulletin du centredtudes mdivales dAuxerre [En ligne],Hors srie n 2|2009, mis en ligne le 16 janvier 2009. URL : http://cem.revues.org/index9552.htmlDOI : en cours d'attribution

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    Alejandro Morin

    Pecado e individuo en el marco de unaantropologa cristiana medieval

    1 Quien aborda el estudio de las nociones de pecado y delito en la Edad Media contempla casinecesariamente la cuestin del individuo en la cultura medieval. Numerosas aristas del temapermiten vislumbrar las implicancias de una antropologa de corte diferente en el anlisis dela cuestin del pecado para este perodo.

    2 Por un lado, la relacin entre individuo y sociedad, con sus deslices tradicionales hacia visiones(tan decimonnicas) de un individuo sumergido en la comunidad, resulta un punto obligadocuando se estudia un tema como los castigos colectivos. Pero, por otro lado, el individuomismo parece estar concebido de forma distinta a la formulacin contempornea y su relacincon sus pecados y con su propio yo se efectan en otros trminos. Desde concepciones delpecado propio como exterior a la persona del pecador1 hasta la existencia de apndices de lapersona con incidencia en su conducta2, desde procesos de desdoblamiento del yo del pecador3

    hasta la postulacin de una autonoma del cuerpo o sus rganos con raz en el pecado4, muchosson los ejemplos en que algunos vagos trazos de la antropologa medieval obligan al estudiosode las nociones de pecado y delito en la Edad Media a repensar sus posturas.

    3 Pero, amn de tales ejemplos, lo cierto es que existe adems en la historia de Occidente unavulgata que plantea una epopeya del individuo (y del individualismo) con sucesivos jalonesen los que el tema del pecado no es ajeno. La cuestin est habitada en general por trabajos queintentan dar con la partida de nacimiento del individuo en Occidente de forma de iniciar con ellala historia del individualismo propio de la cultura moderna. As se lo ha hallado sucesivamenteen el Renacimiento del s.XV, en el previo del XII o se ha postergado su parto hasta la Reformay an a la cristalizacin del pensamiento moderno del s.XVIII. La interiorizacin de la ticapostabelardiana o el papel de la Reforma en la eliminacin de los mediadores eclesisticospara la salvacin son algunos de estos eslabones en la cadena que lleva hacia el individuomoderno y en los que la cuestin del pecado se halla inserta.

    4 Esta historia puede ser desechada de plano en tanto mito historiogrfico, tal como lo indicaJean-Claude Schmitt5. Pero es cierto tambin que en los siglos finales de la Edad Media seregistran transformaciones signficativas en torno del sacramento penitencial y de los dstintosrdenes normativos que rigen en la Cristiandad, cambios que inducen a pensar en trminosde un proceso de individuacin y a buscar formas especficas y configuraciones posibles de lasubjetividad en la Edad Media, que pueden forjarse a partir de mecanismos religiosos y jurdicosdel momento sin que stos generen un tipo de singularidad interior como la que caracteriza alindividuo moderno y del cual aquellas no necesariamente deben aparecer como sus antecedentes.

    5 El estudio de las relaciones entre pecado y delito en el marco de la antropologa cristiana medieval,entonces, se ubica casi naturalmente en la cuestin de la subjetividad y el individuo. Ahorabien, la mayora de los estudios que abordan el problema, lo han hecho en funcin, bien de ladiscusin en torno del surgimiento del individuo, bien del debate sobre la pertinencia mismade la cuestin, en los trminos en que fue planteada. En efecto, gran parte de la bibliografadedicada a la subjetividad cristiana medieval recala casi obligadamente en la larga discusinsobre la emergencia del individuo en la Edad Media. Los trabajos que se encuadran en estemarco se dividen, siguiendo un esquema diseado por J.-C.Schmitt, en dos corrientes6.

    6 Una est centrada en el rol del individuo en relacin con el Estado y la organizacin poltica.A esta corriente se la conoce como teolgico-poltica y conform la primera elaboracinhistoriogrfica del descubrimiento del individuo a partir de trabajos alemanes de la segundamitad del s.XIX, como los de Jakob Burkhardt o de Otto von Gierke. Dentro de esta corriente

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    teolgico-poltica, los trabajos de Walter Ullmann trajeron la novedad de ubicar los ncleosms importantes de este proceso, no al final de la Edad Media, sino en la Edad Media central.Forma parte de lo que en su momento se llam la rebelin de los medievalistas.

    7 La segunda corriente sealada por Schmitt es la que, sin negar la importancia del individuopoltico, se centra en la emergencia o agudizacin de la conciencia del individuo consigomismo. Se trata de un rea de investigacin muy frecuentada desde la dcada del 70. Estaopcin historiogrfica resulta un campo ms frtil para una reflexin en torno del pecadoen la Edad Media. En efecto, entre las reas ms frecuentadas para estudiar este proceso,adems del desarrollo del gnero biogrfico y el retrato, la transformacin de las tcnicasintelectuales y las mutaciones de la afectividad y la espiritualidad, se encuentran tambin lasnuevas concepciones del pecado y de la penitencia y la interiorizacin de la vida moral.

    Los cuestionamientos al despertar de la conciencia8 En esta segunda corriente, hay una serie de autores ya clsicos como Colin Morris7 o John

    Benton8, a los que tambin se podra sumar Jos L.Romero9. En ellos, se postula una historiadel nacimiento o redescubrimiento del individualidad, a partir del s.XII aproximadamente. Nonos detendremos en estos textos sino en los que plantearon cuestionamientos a esta postura.

    9 El primero de ellos es el que ofrece un artculo de Caroline Walker Bynum10. Este apunta adiscutir la caracterizacin de la vida religiosa y literaria del XII como un descubrimientodel individuo . Su intencin no es contradecir los anlisis previos sino ubicarlos en uncontexto ms amplio y ms precisamente definido. En este sentido, Bynum plantea ubicar taldescubrimiento del individuo, a menudo presentado como resultado de una prdida dela comunidad en tanto control y en tanto apoyo , en el contexto de un tambin nuevointers del s.XII por la pertenencia autoconsciente a grupos y por el cumplimiento de rolessociales. Propone reemplazar la idea de un descubrimiento del individuo por la de undescubrimiento del yo. Pero ello conformara tan slo la mitad de la historia, en tanto elmismo siglo presenci un creciente inters por las relaciones humanas. La personalidad, paraBynum, queda caracterizada tanto por el descubrimiento del paisaje interno y del yo como porel descubrimiento del grupo de pertenencia y el hombre exterior; incluso es posible estableceruna relacin causal entre ambos procesos.

    10 Jean-Claude Schmitt 11 retoma en principio esta postura de Bynum pero, adems, planteaa la emergencia del individuo como una de aquellas ficciones que inevitablemente loshistoriadores hacen intervenir en sus prcticas, pese a que la lgica del discurso histricoreposa precisamente sobre el gesto de enunciacin del desmontaje de ficciones. Schmittpostula, por un lado, la necesidad de desbrozar el terreno lxico y conceptual en tanto lasexpresiones que se utilizan para describir los fenmenos pecan de una gran ambigedad. Pero,por el otro, tambin se trata de ampliar la problemtica de forma tal de abordar la nocinde persona en el mundo medieval, cuestin fundamental dejada de lado por los historiadoresde ambas corrientes. Si ha de aceptarse la pregunta sobre si el s.XII descubri al individuo,Schmitt plantea, por lo menos, la necesidad de una respuesta matizada. Y ello en funcinde la evidencia ms clara, la ausencia en la Edad Media de una nocin de individuo en elsentido contemporneo del trmino. La nocin utilizada por los hombres de la poca es lade persona, ambigua y contradictoria, en tanto por un lado implica la disolucin del sujetoen Dios o el pueblo cristiano pero, por el otro, esa disolucin se produce tras un proceso deautoconocimiento que favorece la prctica de la introspeccin.

    11 El ltimo texto que trata la cuestin del individuo en la Edad Media que relevaremos aques el de Aaron Gurevich12 sobre los orgenes del individualismo europeo. All intenta formularuna serie de distinciones conceptuales para superar algunos puntos muertos de la discusin. Enprimer lugar, el sesgo social: la mayora de los estudios previos ignora las diferencias socialesen su anlisis de la cultura medieval. En segundo lugar, el teleologismo. Para Gurevich, es

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    necesario descartarlo de una vez y explicarse cmo era el hombre de la antropologa medieval,es decir, analizar cmo la religin y la cultura de la poca crearon una atmsfera general queestableca lmites dentro de los cuales se poda descubrir una individualidad, cuyos rasgosconcretos, a su vez, slo se adquiran dentro de una red de relaciones grupales. Por ltimo,la confusin de dos registros estrechamente conectados pero esencialmente diferentes: losautores criticados por Gurevich funden en una misma mirada individualidad y personalidad,con lo que hacen derivar todo estudio sobre la personalidad en la Edad Media en una historiadel individualismo en Occidente.

    12 Gurevich define a la personalidad como cualidad inalienable de la esencia del hombreque vive en sociedad. Pero en los distintos sistemas socioculturales la personalidad adquierecualidades especficas. La personalidad es la que define a un individuo humano, inmersoen unas condiciones sociohistricas concretas (p.19). El individuo interioriza el sistemade coordenadas culturales que la sociedad le propone. Una vez asimilados, se convierteen una personalidad. Gurevich plantea como metodologa de trabajo una fusin entre losenfoques individualizador y generalizador: para ello, la cuestin de la originalidad individualresulta no slo independiente sino incluso carente de pertinencia. En cambio, la personalidad,inevitablemente unida a la cultura de su tiempo y absorbiendo su visin del mundo y sistemade valores, aparece como una entidad intermedia entre cultura y sociedad. Gurevich dedicatambin gran parte de su atencin a la nocin de persona en la Edad Media as como tambina la historia de este concepto. Para este autor resulta imprescindible reconocer que el statusde persona est dado por el hecho de que bajo el cristianismo la persona adquiere un almaindividual. Pero lo que se deduce del anlisis de la historia de este concepto es un dbildesarrollo medieval de los aspectos antropolgicos, que da cuenta de la morosa y difcilmutacin de la persona/mscara en personalidad. La razn radica en la conciencia de unapersona dominada por la idea de Dios, mientras que, sobre el hombre, slo recae su reflejo.

    13 Ahora bien, Gurevich confiesa que el intento por esbozar la personalidad medieval derivaen gran parte en una exposicin de las dificultades del historiador ante esta tarea en tantola personalidad permanece siempre oculta a su mirada. A partir de esta situacin, surge lahiptesis de la futilidad de todo intento en este sentido. Se planteara as una objecin decarcter general: no existe un individuo a atrapar por detrs del conjunto de frmulas y topoique le ofrece su cultura. La lengua por medio de la cual se expresa el individuo escondetambin su esencia. Ante esta impugnacin radical, Gurevich responde con una declaracinde principios : se debe reconocer en el individuo un plano de contenidos, esencial, que seoculta tras un plano de expresin (planos que en principio nunca han de coincidir). Es a partirde estas observaciones que Gurevich responde a la pregunta sobre el descubrimiento de lapersonalidad/individualidad en la Edad Media sobre la base de los mecanismos de expresin.El proceso de manifestacin y transformacin de la personalidad en individualidad presentaun avance discontinuo que desmiente en ltima instancia una relacin de herencia entre lapersonalidad medieval y la contempornea, cada una especficamente irrepetible.

    Los dispositivos de construccin de la antropologamedieval

    14 El desarrollo del debate sobre la emergencia del individuo en la Edad Media permite concluiren un claro imperativo de analizar la antropologa cristiana en sus propios trminos y atenderparticularmente a sus especficos marcos conceptuales que crean principio de subjetividad.Ahora bien, a nuestro entender, se puede postular a la antropologa cristiana medieval comouna construccin que depende del dispositivo discursivo e institucional que la construya.Operan en el campo distintas formas de concepcin del sujeto que se encuadran en distintosdispositivos, como lo seala Bartolom Clavero al remarcar la diferencia existente en la

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    concepcin de la persona individual entre los juristas, por un lado, y iuxta theologos etphysicos, por el otro13.

    15 El dispositivo teolgico atiende a la construccin del yo, en principio, sobre la dualidadcuerpo/alma, es decir, la conjuncin de un cuerpo carnal y perecedero y de un almaespiritual, incorprea y perenne. Se trata, al decir de J. Baschet, de una concepcin dual,no necesariamente dualista 14. Ahora bien, esta construccin se ve a menudo complicadapor varios elementos (tambin sealados por Baschet) como es el caso de los frecuentesdeslizamientos hacia una antropologa de tipo ternario sobre la base de una trada cuerpo-alma-espritu.

    16 Este dispositivo teolgico lleva la voz cantante dado el lugar que ocupa la teologa en elmundo medieval, mbito donde se formulan los principales fundamentos ideolgicos de unasociedad estructurada por la Iglesia. Pero como la teologa no abarca todo ni implica un cuerpode dogmas unificados e inmutables, es de remarcar que el dispositivo teolgico en absolutoconstituye un bloque homogneo. Y, por otra parte, la relacin entre los dos trminos, cuerpo yalma, es inestable a lo largo del perodo estudiado. En efecto, los siglos XII y XIII conformanprecisamente un perodo de cambio y debate en torno de la psicologa del alma en el mbitode la teologa.

    17 Este perodo es el que asiste a la introduccin de una psicologa que absorbe de maneradispar las categoras aristotlicas y que desecha o, ms bien reformula, una psicologa de corteneoplatnico que tena a Agustn como figura fundadora. En el siglo XII se comienza a percibiruna suerte de insatisfaccin frente a las concepciones agustinianas del alma, sentimiento deinsuficiencia que explica el inters de los escolares de la poca por buscar en nuevos textos elencuadramiento de sus necesidades. La conformacin de una nueva psicologa en el s.XIII sehar en un contexto de debate, particularmente en torno de dos puntos: la articulacin alma/cuerpo y la unidad o multiplicidad de las instancias del alma. Se trata de debates donde lanocin de persona juega un rol central y donde se asistir a una creciente complejizacin delalma. Este desarrollo conceptual se dar, por otra parte, en el contexto de fuertes contestacionesa la ortodoxia eclesistica sobre la base del dualismo.

    18 Los trabajos que se pueden consultar para describir los trazos generales de estos dispositivosson de variado tenor. En efecto, componen un conjunto heterogneo y, pese a algunascoincidencias de contenidos, su nico denominador comn es el de la utilidad que ofrecenpara repensar las nociones de pecado y delito en el marco de un estudio de la subjetividadcristiana medieval.

    El dispositivo teolgico19 Hallamos as autores, como Sigfried Wenzel o Donald Howard, que relacionan las diferentes

    teoras psicolgicas medievales con la cuestin del pecado, en particular, los esquemasgenerales de presentacin de pecados15. S.Wenzel, en su trabajo sobre el esquema de los sietepecados capitales analiza tres formas clsicas de presentacin del mismo: la concatenacin, laexplicacin psicolgica y la cosmolgica o simblica 16. Todas ellas conforman, en realidad,explicaciones psicolgicas, en tanto en su base se hallaba la nocin de que el vicio significabauna corrupcin del alma. Teniendo esto como punto de partida, para llegar a los vicioscapitales, se necesitaba simplemente encontrar una divisin lgicamente satisfactoria delalma o algo conectado con ella, tarea muy del gusto de los escolsticos. Este esquema sufreimportantes modificaciones en el s.XIII: la concepcin de que los vicios son corrupciones delalma deja lugar a otra visin ms restringida, al integrar los vicios a los diversos mecanismosde la volicin, es decir, pensarlos como direcciones errneas de la voluntad.

    20 D. Howard, por su parte, trabaja con el esquema de las tres tentaciones (1 Juan 2, 16), muyutilizado en la psicologa cristiana en tanto se presenta a la vez como lista de pecados y comodescripcin del process of sining17. En efecto, la tradicin asocia la frmula de las tres

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    tentaciones con una psychological description of sin as it occurs within the soul (p.56),es decir, con la progresin agustiniana sugestin/delectacin/consentimiento. Este esquema,toma su forma en la nocin de la triparticin del alma : la frmula sugestin/delectacin/consentimiento describe al pecado comenzando con la pasin que influencia a la voluntad ytermina cautivando a la razn. La frmula bblica resulta en principio muy grfica respecto delos peligros para el alma cristiana. Sin embargo, su anlisis ms minucioso y su articulacincon las categoras de la psicologa medieval genera largos debates entre los telogos de lossiglos XII y XIII. A medida que tal psicologa se va complejizando con el aporte aristotlico,la frmula de las tres tentaciones comenz a resultar inadecuada. Esto se evidencia en losanlisis de Toms de Aquino sobre el process of sining.

    21 El dominio de la razn sobre la carne es el tema central de varios trabajos que abordan lacuestin desde distintos escenarios, anlisis de casos puntuales puestos en juego en los debatesdel s.XIII sobre la articulacin entre el cuerpo y el alma.

    22 Uno de ellos es el de Dyan Elliot sobre el tratamiento teolgico y cannico de las polucionesnocturnas18. Las emisiones nocturnas, en particular las de los clrigos, conforman desde lapoca patrstica un tema de reflexin para los hombres de Iglesia. En principio, la discusinva unida a la cuestin de la pureza que debe regir al oficiante del milagro operado en lamisa. Sin embargo, atiene tambin a la antropologa medieval en tanto este fenmeno traduceuna insubordinacin del cuerpo que pone en cuestin el esquema de desarrollo del pecado oprocess of sining representado en la trada Serpens/Eva/Adam. En efecto, con las emisionesnocturnas se produce una operacin autnoma del cuerpo, una accin perturbadora para lacual la razn no ofreci consentimiento alguno. Este factor es el que induce a la mayora delos telogos a comprometer su esfuerzo en la tarea de borrar cualquier contenido pecaminosoen la polucin. Sin embargo, la creciente importancia que recibe el sacramento de la eucaristadurante la Edad Media implicar asimismo una creciente tematizacin de las poluciones en elmbito cannico, en un proceso que conllevar cierta dosis de diabolizacin y un mecanismode exteriorizacin de una interioridad que se concibe peligrosa.

    23 Un proceso similar de diabolizacin de las autonomas corporales es el que analiza Alain Boureauen su trabajo sobre el sonambulismo19. Para este autor, el sonmbulo representa la impugnacinms radical a la tesis de la dominacin del cuerpo por el alma: puro rgano, en l no se revelael dominio de ninguna de las potencias del alma. Boureau seala un perodo de breve perointensa tematizacin del sonambulismo hacia fines del s.XII y principios del XIII. Tres sonlos escenarios principales de este proceso: el discurso naturalista y mdico, la crnica y elderecho cannico. Esta tematizacin se contextualiza para el autor en la explosin de la unidadde la antropologa cristiana que originaron la invasin de los saberes naturalistas y el paralelorefinamiento de teoras neoagustinianas y platonizantes del alma. El sonambulismo permitaa principios del s.XIII jerarquizar las diferentes corporeidades del hombre. En este contextointelectual, se convierte en un caso de escuela para las disputas quodlibetales de finales dels.XIII acerca de la articulacin entre el cuerpo y el alma.

    24 Otro texto que analiza la inclusin en quaestiones quodlibetales de reflexiones en torno dela corporeidad es el que ofrece Caroline Walker Bynum en su trabajo sobre el tpico de lacontinuidad material respecto de la reconstitucin de cuerpos tras el Juicio Final20. Mientrasque en los trabajos de Elliot o Boureau se presenta la idea de un cuerpo en ltima instanciaautnomo frente al yo, del artculo de Bynum se rescata un aspecto diferente, la idea deun cuerpo inescindible de la persona, una asimilacin entre el cuerpo y el yo. Analizandotales quaestiones, Bynum seala su sorprendente literalismo extremo y el materialismo queimpregnan las discusiones en torno de la teologa del cuerpo de los siglos XII y XIII.Ahora bien, los telogos escolsticos presentan un amplio consenso respecto de la estimacincrucial del cuerpo en la naturaleza humana, es decir, su carcter necesario para definir a lapersonalidad. El problema girar ms bien en torno de cmo se relacionan parte y todo en

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    funcin de la identidad personal. El tema de la continuidad corporal se ubica entonces enla historia de las teoras platnicas y aristotlicas sobre el alma. El dualismo platnico quedomina hasta el s.XII postula al hombre como un alma que tiene un cuerpo que a la vez lesirve de instrumento y de prisin. La definicin aristotlica que hace irrupcin en el XIII esradicalmente diferente: el alma es la forma del cuerpo y la persona slo puede concebirsecomo hilomrfica unin de cuerpo y alma: la victoria sobre el dualismo que plantea esta tesisse manifiesta en la definicin de Toms anima mea non est ego.

    25 Un trabajo en una sintona similar, anlisis de la incidencia del hilomorfismo en lasdefiniciones antropolgicas medievales, presenta tambin el estudio de Tullio Gregory sobrelas quaestiones en torno del estatuto humano o divino de Cristo durante el triduum 21. Laadopcin de la teora del alma como forma sustancial nica del compuesto humano obligaa los telogos a plantear la no humanidad de Cristo una vez que su cuerpo devino cadver.Pero al mismo tiempo genera una serie de problemas dogmticos en un ncleo central delcristianismo: desde el momento en que no se puede postular una identidad entre el cadver yel cuerpo vivo, entonces Cristo estara asumiendo en la resurreccin un cuerpo distinto. En lamisma publicacin, el nmero de Micrologus dedicado al cadver, hallamos tambin el trabajode Maaike van der Lugt sobre la reanimacin anglica o demonaca de cuerpos muertos22.La conformacin desde el s.XII de una teora de los corpora assumpta pone en juego losconceptos que permiten, por un lado, precisar la definicin del hombre a partir de la dualidadalma/cuerpo, y por el otro contrastar con un caso especfico la lista de criterios de definicinde lo se considera vida.

    26 La articulacin alma-cuerpo es analizada tambin en el citado artculo de Jerme Baschet.Sntesis muy clara de las concepciones medievales sobre el alma y el cuerpo, este trabajoatiende no slo a la estructura de la persona segn estas representaciones sino tambin a sudinmica. De este modo se interroga sobre las modalidades de asociacin e interrelacin entrecuerpo y alma, dando cuenta del desarrollo desde los s.XII y XIII del tema de la amistadentre el cuerpo y el alma, es decir, de su conmensurabilidad y de la cualidad de unibilitas,atribuida al alma para unirse al cuerpo. El autor se pregunta asimismo sobre las significacionessociales de estas formulaciones con el objeto de ver all una matriz ideolgica fundamentalde la sociedad medieval: en este sentido, la idea del cuerpo glorioso ofrece un horizonte dearticulacin jerrquica cuerpo/alma que impone a esta ltima como principio social.

    El dispositivo jurdico27 Los ltimos trabajos que comentaremos en este apartado apuntan, ya no a la concepcin

    del sujeto desde el dispositivo teolgico, sino desde el jurdico. En ellos, nos centraremosclaramente en las formas de construccin del sujeto de derecho. El primero de estos trabajospertenece a Yan Thomas23, un texto donde se encuadra la historia del concepto de personaen el marco de discusiones jurdicas contemporneas. Persona remite a un artefacto tcnicodel discurso jurdico: proviene del arte dramtico, pasa pronto al derecho romano donde secomplejiza infinitamente. En efecto, en el teatro, la persona refiere un desdoblamiento actor/personaje pero ambos son siempre igualmente individuales. En el derecho, en cambio, unmismo individuo puede hacerse cargo l solo de varias personas o varios individuos concretospueden tener una sola persona como soporte. El derecho disocia los sujetos y los cuerpos paracomponer personas: la unidad de la persona no remite en primer lugar a la del sujeto fsico opsicolgico sino que ante todo refiere a la unidad de un patrimonio.

    28 Esta concepcin de la persona en el derecho romano resulta difcil de aceptar en el mundomedieval. Los comentadores del derecho romano rebajan el crculo de la persona al sujetohumano concreto (p.95). La antropologa vigente en la poca parece operar de tal formaque lleva a los comentadores a adaptar las frmulas extraas a sus ojos. La tarea detraduccin de los juristas medievales tiende a enfatizar la necesaria adecuacin de la persona y

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    el individuo y para ello se recurre al mecanismo de la representacin. Este permite leer lassoluciones del Corpus salvando el principio de singularidad de las personas. Para los juristasmedievales, la verdadera persona parece remitir naturalmente a la persona individual, alcontrario de la tradicin jurdica romana.

    29 Otro autor que trabaja como Thomas el concepto de persona en el dispositivo jurdico integrado aqu con el teolgico es Alain Boureau24. Ahora bien, si en algn punto coincidenestos autores respecto de la persona en el mundo jurdico medieval como artefacto tcnicode duplicacin del individuo , lo cierto es que lo hacen a travs de caminos inversos. Boureauparte de la doble revolucin intelectual en el campo del derecho y del de los estudios sacrosque se produce entre los siglos XII y XIII: la ruptura que se produce en el nacimiento conjuntode ambos campos implica un nuevo rgimen de la verdad, percibida, segn Boureau, comoconstruccin o reconstruccin en contra de la tradicin, la narracin y la costumbre. Se tratade la constitucin de una comn matriz intelectual.

    30 En este contexto, el anlisis del concepto de persona se entiende como punto de aplicacin deaquel cuestionamiento fundamental de la episteme escolstica. La persona como sujeto de la leyes, para Boureau, una originalidad del derecho cannico medieval con la nocin de personamoral o persona ficticia. Esta proviene del desarrollo de las corporaciones y del Estado. ParaBoureau, la novedad de la elaboracin medieval del concepto de persona radica en designar conaquel vocablo a las instancias abstractas dotadas de capacidades jurdicas, cuando en el derechoromano slo refera a individuos singulares. Las divergencias con el anlisis de Yan Thomasson evidentes en cuanto a cmo calibrar el rol del concepto de persona en el derecho romanoy su tratamiento por los juristas medievales.

    31 La teologa escolstica del s.XIII, por su parte, trabaj la nocin de persona de una maneraanloga a la del campo jurdico, pero de forma autnoma en un proceso muy largo con unainflexin importante en el s.XIII. La emergencia en el s.XII de contestaciones a la ortodoxiabajo la forma de dualismos radicales, el refinamiento por parte de los nuevos saberes naturalistasdel conocimiento del cuerpo, la introduccin en Occidente del De anima de Aristteles, etc.,vinieron a plantear las condiciones de un debate en cuyo centro se hallaba la nocin de persona.ste se dio entre los partidarios de una forma sustancial nica en el hombre o tesis conjuntiva(Toms de Aquino) y los de formas sustanciales mltiples o tesis disyuntiva neo-agustinianos,numerosos en las corrientes franciscanas. Sin embargo, lo que le interesa remarcar a Boureau esque tanto una corriente como otra coinciden en concebir a la persona de forma independiente delindividuo, al igual que lo hace el derecho.

    32 Por ltimo, otro trabajo que apunta a la figura del sujeto de derecho es el que ofrece BartolomClavero cuyas consideraciones atienen tanto a la Baja Edad Media como a la Edad Moderna25.En l, se refuerza la idea de la distancia entre personas e individuos en el dispositivo jurdico.Para este autor, se trata de analizar a las sociedades medieval y moderna desde una miradaantropolgica. Y sta, que permitira comprender la estructura del mundo moderno antesque la gnesis del mundo contemporneo, slo puede dar frutos si atiende esencialmente altestimonio de la jurisprudencia del ius commune o a la reconstruccin de su antropologa.Una antropologa en la que no existe la persona que pudiera ser unitariamente sujeto deun derecho privado, ni el Estado que singularmente pudiera a su modo serlo de un derechopblico (p.37).

    33 Se trata de una armazn conceptual en la que los sujetos exclusivos del sistema son laspersonae fictae. Las personas ficticias, por otra parte, no aparecen como especies de cuerposintermedios y ello es as por cuanto los extremos de referencia (Estado e individuos) notienen sustancia real. La condicin individual se determina como mero soporte de un status.La persona ficta no viene a complementar a la persona individual sino que realmente lasuplanta. La concepcin de la personalidad individual pertenece al discurso de los telogosy los mdicos pero es jurdicamente inexistente. Para los theologos et physicos, la persona

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    es esencialmente singular y no susceptible de desdoblamiento ni reduplicacin. No ocurrelo mismo con el discurso de los juristas que arman un sistema de privilegios sin sujetospersonales: la doctrina del derecho comn opera sustancialmente con derechos sin sujetos.

    Pecado y delito en el marco de una antropologa medieval34 Los textos anteriormente reseados nos sirven como background conceptual para nuestra

    intencin de analizar la cuestin del pecado en funcin de los distintos dispositivos deconstruccin de la subjetividad. La puesta en relacin de los registros teolgico y jurdiconos resulta crucial en virtud de nuestro presupuesto de una antropologa construida sobrela base de dispositivos discursivos e institucionales. En este sentido, nuestro supuesto distade la idea de una personalidad esencial que se esconde detrs de un formulaico plano deformas26. Se tratara ms bien de pensar a los dispositivos, no como planos de expresin/ocultamiento de la personalidad, sino como mltiples fuerzas constitutivas de la misma.Fuerzas de cuya confrontacin slo situacionalmente se puede determinar el vector resultante.Nos parece, pues, ms productivo pensar a la persona como el vector de las mltiples fuerzasque operan en su diseo ms que como una subjetividad planteada como esencia verdadera(indefectiblemente) oculta tras las mscaras.

    35 En este sentido, resulta fundamental recalcar la pluralidad de dispositivos que operan en elcampo. Esta multiplicidad nos permite por otra parte evitar la sensacin de asfixia que generanciertos trabajos construccionistas, en cuanto a una determinacin absoluta por parte de lascoordenadas sociomentales de un perodo desearamos as evadir la run but you canthide constructionist thesis, al decir de Nancy Partner 27. Si se postula a la antropologamedieval como una construccin, esto significa que, como tal, se trata de una construccinfallada. Desde este punto de vista, parece ms provechoso pensar la posibilidad de emergenciassubjetivas, es decir, actos de fuerza fuera de rgimen que prosperan, precisamente, en lapluralidad de dispositivos.

    36 Dicho esto, es de remarcar que la interaccin de los dispositivos de construccin antropolgicano parece ser un rea muy frecuentada por los medievalistas. La interaccin entre los discursosteolgico y mdico puede constatarse en varios de los autores que hemos mencionado. Pero dela interaccin entre telogos y juristas en cuanto a la nocin de persona slo tenemos el trabajode Boureau que apunta a la idea de una matriz comn de pensamiento28. Esta observacingeneral se aplica de manera ms concluyente si restringimos la mirada a los historiadores queestudian las relaciones entre pecado y delito en la Edad Media, aunque cabe sealar que setrata de un conjunto reducido de autores, de los cuales la mayora, adems, aborda la cuestinde manera tangencial a sus preocupaciones centrales29. Salvo el trabajo de 1990 de BartolomClavero que atiende especficamente a la relacin pecado/delito, pero encarada en trminosdel siglo XVII30 , slo hallamos la obra monumental de Paolo Prodi sobre el pluralismo de losfueros en el mundo jurdico medieval y su derivacin posterior en el moderno dualismo entremoral y derecho.

    37 Este texto reviste un particular inters para nuestro propsito por cuanto hace intervenir ensu argumentacin la cuestin del individuo en el seno de una historia, prcticamente nica,de la relacin entre pecado y delito hasta la poca contempornea. Un rasgo importante deesta obra es su (explcita) perspectiva totalizante, abarcativa y de larga duracin, base, porotra parte, de una de las mltiples virtudes del texto, la de incursionar en un rea evitadapor muchos autores como es la del estudio de las relaciones pecado/delito en el largo plazode la historia general del cristianismo. Prodi elige para ello trabajar en un plano general ydoctrinario, evitando la casustica y la especificacin en determinadas figuras del derechoo la teologa moral. Una perspectiva que tambin se encuadra como historia institucionalpara un estudio de la problemtica del pecado, habitualmente reservada a la historia de lasmentalidades o la historia social.

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    38 Ahora bien, cuando este texto hace operar en su seno la cuestin del individuo, lo haceadscribiendo a los trminos en que sta fuera planteada por la corriente teolgico-poltica. As,por ejemplo, hace uso de autores como Louis Dumont31, quien desde el anlisis antropolgicocontina la labor de los historiadores que haban pensado el nacimiento del individuo en funcinde su relacin con las corporaciones y el Estado. Esta adscripcin cuadra en algn punto con laperspectiva general que el autor opt para disear su estudio, y se puede suponer para ello unaconcordancia bsica en contenidos y metodologa. Pero esta conjuncin entre corriente teolgico-poltica y perspectiva general no slo desatiende los dispositivos de construccin antropolgicasino que deja de lado la idea de estudiar la antropologa cristiana medieval en sus propios trminos.All radica tal vez el uso del trmino individuo en contextos muy dismiles o el inters porligar con el individuo moderno las referencias al tema antiguas o medievales. Incluso el textoparece recaer en la narracin de la epopeya del individuo con sus sucesivos nacimientos, queen este caso se remontan al judasmo antiguo, pasando por el s.XII para cuajar hacia el s.XV32.En un punto, la perspectiva general y doctrinaria que plantea Prodi, muy til en otros aspectos,puede resultar contraproducente.

    39 En contraposicin y sin querer desmerecer en nada un trabajo monumental y de profunda riquezacomo el de Prodi querramos plantear la necesidad de hacer conjugar con el relato a gran escalaanlisis que emerjan de una pespectiva situacional, es decir, del estudio de escenarios concretosdonde el binomio pecado/delito y la cuestin de la persona se entiendan en funcin de laantropologa cristiana de acuerdo con sus especficos marcos de construccin.

    40 A nuestro entender, para el estudio de relaciones pecado/delito en la Edad Media, unaperspectiva situacional resulta metodolgicamente fundamental. A partir del vocabularioempleado y las infinitas interrelaciones existentes entre el discurso jurdico y el religioso en laEdad Media, si uno se posiciona en una perspectiva general, tiende a ver al pecado y al crimencomo reas indiferenciables, como si la fusin entre estos dos registros pudiese ser total. Entodo caso, si se seala su mutua autonoma pues la existencia de una doble tradicin textualy profesional es evidente , se plantea una relacin de tipo acumulativo, tal como la definiBartolom Clavero: pecados son los que aparecen en las prescripciones religiosas; delitos,los que a su vez aparecen en los textos jurdicos33. En trminos medievales, esta preocupacinse expresaba en torno de la relacin entre el forum conscientiae y el forum exteriore. De estaforma, los juristas y moralistas de la Baja Edad Media y primera Edad Moderna articulabandos premisas de general aceptacin. Por un lado, la Iglesia reclamaba un derecho de autonomalegislativa respecto de un orden laico al que desplazaba a un segundo plano. Por otro lado, aldecir de un jurista del s.XVI, leges autem in foro conscientiae servanda esse nemo dubi-tat34: la concordancia y simultnea subordinacin a los dos rdenes normativos se tomabacomo axioma.

    41 Ahora bien, aplicadas a casos concretos, estas premisas no necesariamente resultabanconjugables y, desde este punto de vista, una perspectiva centrada en figuras especficaspuede ofrecernos un panorama bien distinto. Permtasenos ejemplificar con un caso ajeno a lacuestin de la antropologa medieval. Segn las Partidas de Alfonso el Sabio corpus centralde nuestra investigacin , quien hallase a su esposa en adulterio puede matar sin pena tan sloal amante y siempre y cuando este sea reputado ome vil. Estas condiciones se piensan comoun freno a las facultades homicidas del marido, paralelas a las que posee tambin el padre de laadltera. Si se hace una proyeccin hasta el s.XVI, lo que se apreciar, sin embargo, es unadecidida tendencia en la legislacin castellana hacia la consolidacin del ius occidendi delmarido respecto de su mujer adltera. Este reforzamiento del poder marital alcanza tambin aotras formas de unin matrimonial menos formales e implica una clara opcin por la aplicacinde la pena capital a las adlteras. Esta tendencia se contrapone claramente a lo estipuladotanto en el derecho cannico como en el ius civile, el cual tras la correccin efectuada por

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    la Novela 134 expresamente proscriba el uxoricidio en el rgimen del crimen flagrante ysuplantaba, en caso de sentencia judicial, la pena de muerte a las adlteras por la de reclusin.

    42 Uno se puede plantear cmo se compatibiliza la legislacin laica castellana y su tendenciaa amparar al uxoricidio en caso de adulterio, con una normativa cannica que claramente locondena. Lo que aparece en juego aqu es la relacin entre lo que es pecado para la Iglesia ycrimen para la ley laica. En efecto, en el caso del homicidio de la adltera nos hallamos anteun punto de inconsistencia del axioma de la concordancia y simultnea subordinacin a losdos rdenes normativos: lo que para la Iglesia es pecado mortal, es para la legislacin laica underecho. No se trata de algo que la ley se abstiene de castigar sino algo que protege y regula.All, en la subversin de la relacin acumulativa de concordancia y prelacin que mantienenentre s el forum conscientiae y el forum exteriore, reside la quaestio que desarrollan juristas ymoralistas: Peca mortalmente quien, haciendo uso de la ley, mata a su mujer adltera? Estacuestin halla una forma de resolucin, que se puede rastrear en comentadores del s.XVIcomo D.de Covarrubias y Toms Snchez que se remiten a la tradicin hispana desde el finalde esta evolucin. La resolucin que plantean opera sobre un doble registro. En efecto, se tratade hacer del uxoricidio/pecado, bien una forma de homicidio legtimo, bien un pecado quela ley no castiga.

    43 En cuanto a la primera operacin, los comentadores resguardan la moralidad del uxoricidiosi ste se produce tras una sentencia judicial por adulterio. Aqu la argumentacin se centraen la licitud de la pena de muerte y en la ausencia de pecado en los actos de los verdugos.La segunda operacin atiende al uxoricidio dentro del rgimen del crimen flagrante, de cuyapecaminosidad no cabe duda alguna. Por ello, los comentadores se ven obligados a pasara discutir la legitimidad de la ley humana que avala un pecado mortal. La solucin pasapor dictaminar que el homicidio por adulterio conforma un pecado que la ley se abstienede castigar. As, la coherencia de la relacin acumulativa pecado/delito queda a salvo. Paraello, se hace necesario poner en juego una distincin clave acerca de si la ley permite o siconcede y/o aprueba. La cuestin en el fondo pasa por diferenciar lo que est mal pero que, poralguna razn, la ley no castiga y lo que no est mal. Los encargados de hacer esta concordiadiscordantium tienen como tarea eliminar la posiblidad de que un pecado sea una facultadlegal. Por ello, afirman que las leyes no aprueban sino que dejan pasar. Dejan impune perono protegen un derecho. El problema aqu es que los textos legales no se reducen fcilmenteal sentido que los comentadores pretenden imprimirle. En todo caso, la lgica del sistemase garantizar en ltima instancia impugnando directamente la legitimidad de una ley queapruebe y conceda lo que la moral eclesistica condena.

    44 Este ejemplo revela un punto de ruina que el trabajo de interpretacin de los juristas oculta trasuna operacin de sutura asaz delicada. Al igual que en otros puntos de la vida social, la lgicade comportamientos de los sectores laicos se contrapone a la tradicin jurdica avalada por laIglesia. Estas estrategias de conducta autnomas entran en obligado dilogo con la preceptivaeclesistica. Pero la sancin de una legitimidad legal para algo que la moral eclesisticaconsidera pecado mortal produce efectos distintos a los del tradicional juego de omisiones enuno y otro orden normativo. Pone en entredicho las relaciones de concordancia y prelacinmoral/derecho que los habitantes de este sistema postulan y practican.

    45 La perspectiva situacional que aqu postulamos no radica slo en atender a figuras especficas.Tambin implica mantenerse en el registro textual en que se da determinada reflexin sinextraer, en el sentido de independizar de los enunciados particulares en que se realiza,una determinada concepcin. Por ejemplo, si se rastrean las elaboraciones alfonsinas entorno del process of sining o desarrollo psicogentico del pecado dato clave para delinearla antropologa operante en estos textos. lo que se constata es que tales elaboraciones giranen torno de un problema concreto, la descripcin de las maneras de pecado que borra elsacramento de la penitencia, y se expresan a travs de un mecanismo textual particular, las

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    lecturas alegricas de la metfora de los tres muertos, es decir, de los tres resucitados por Jesssegn el Evangelio: la hija de Jairo, el principal de la sinagoga, el hijo de la viuda de Nany Lzaro.

    46 La lectura ms frecuente de los tres muertos es la que reconoce en ellos tria genera peccantium.A partir de una ecuacin simple que identifica el pecado con la muerte del alma se monta unaimagen que opera sobre el par penitencia/resurreccin. Si se analizan las fuentes eclesisticas,se registran cuatro esquemas principales de interpretacin alegrica (no necesariamenteexcluyentes entre s):

    47 In corde in opere in consuetudine : se trata del esquema ms frecuente. Clasifica lospecados en funcin de sus modalidades y con los ojos puestos en la escala de agravamiento. Lapuella representa la muerte del alma cuando brinda su consenso al deseo pero no ha procedidoan al acto. El juvenis ha pasado efectivamente a los hechos, lo que queda graficado en lasalida del domus. Finalmente, Lzaro encarna la perdicin en el pecado consuetudinario;

    48 In occulto - in publico - in consuetudine: atiende a otro aspecto de la temtica del pecado,su nivel de interioridad o exterioridad: Tanto este esquema como el anterior se derivan de laconjugacin de la imagen bblica de los tres muertos con la biparticin del pecado en tornodel par cor/opus. Implica la puesta en relacin con la trada sugestin-delectacin-consenso.Esta preocupacin por el grado de publicidad del pecado se conecta en un punto con el intersteolgico y cannico por definir la nocin de pecado oculto;

    49 In cogitatione - in locutione -in opere: imprime un rumbo diferente a la exgesis. Desplazala puesta en acto del pecado a la tercera instancia de la trada. La novedad se centraparticularmente en la segunda instancia. Fija un punto intermedio entre el pensamiento y laaccin que viene dado por el lenguaje. De all, la importancia que se otorga a la boca o la lenguay en varios casos se constata que la localizacin espacial del segundo muerto se desplaza deextra portas a in porta, enfatizando as el carcter liminar del segundo elementode la trada;

    50 Delectatio - consensus actus : conecta a los tres muertos con el pecado de Adn y loshace conjugar con otra trada, la conformada por Serpens-Eva-Adam. Este cuarto esquema sebasa en la identificacin directa entre la trada de muertos y el process of sining sugestin-delectacin-consenso. Asistimos aqu tambin al corrimiento del paso al acto a la tercerainstancia de la trada. Pero aqu se suma un nuevo desplazamiento en tanto se desdoblandelectacin y consenso.

    51 En Partidas, el tratamiento de esta alegora presenta cierta dosis de originalidad y una considerableriqueza en vacilaciones y forzamientos de sentido. Todas sus versiones textuales es decir, lassucesivas y variadas redacciones de la Primera Partida piensan la imagen en trminos generalesa partir del tercer modelo relevado en las fuentes de origen eclesistico: pensamiento, palabra yobra. Sin embargo, se registran diferencias textuales sustanciales que revelan un tipo de reflexinque se maneja mejor en el anlisis de alegoras que en el despliegue proposicional.

    52 Hallamos por un lado las versiones de Lpez, Montalvo y Libro de las Leyes que se reducen aenunciar la identificacin. El enxemplo de los resucitados transmite una clara idea secuencialidadque remite tanto al progresivo agravamiento de la falta como a su mismo proceso de constitucin.

    53 Un caso bien distinto presenta la versin de la Real Academia en P.I, 4, 62. Aqu se retoma laasimilacin de la imagen de los tres muertos con la triparticin de pensamiento, palabra y obra. Sinembargo, se incluye un elemento nuevo que es la equiparacin de los tres muertos con una tradacompuesta por las figuras del pecado venial, el criminal y el mortal. Este esquema se monta sobrela equiparacin de tres tradas: a) hija del sacerdote/pecado por pensamiento/pecado venial; b)hijo de la viuda/pecado por palabra (o en preparativos)/pecado criminal; c) Lzaro/pecado porobra/pecado mortal. Aqu tambin la secuencialidad es clara y responde asimismo a un criteriomixto de agravamiento, por un lado, y de orden psicogentico, por el otro. Dicho esto, quedaclaro que en este modelo el pecado criminal se halla en el centro de esta secuencia que plantea la

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    existencia de tres tipos de pecado distintos y autnomos. Remarquemos: el pecado criminal esindependiente del mortal o, en todo caso, constituye un estadio previo.

    54 Por ltimo, Setenario ofrece el tratamiento ms ambiguo de la cuestin. El texto contemplatambin las tres tradas pero en un esquema diferente al caso anterior. La principal divergenciapasa por la introduccin en Setenario 98 de otro concepto de pecado criminal, cuya nota distinti-va pasa por la existencia de penas35. La desvinculacin con la idea de pecado por palabrase refuerza con el divorcio que se constata en Setenario entre la metfora de los tres muertosy la trada VenialCriminalMortal. En efecto, el enxemplo de los resucitados se ubica en otraley (Setenario 99) y las correspondencias son ms vagas, incluso confusas. Este texto se encargade mantener la primera y tercera correspondencias de tradas que aparecan en la versin de laAcademia. Pero respecto del hijo de la viuda, o sea, el pecado que sale del pensamiento, se abstienede asimilarlo con el pecado criminal. La esencia del pecado criminal no parece jugarse en elproceso de constitucin del pecado sino en su cruce con resultados en el orden de lo penal.

    55 Pese a estas diferencias, el texto de Setenario repite la secuencialidad establecida en la articulacinde las tres tradas de la versin de la Academia y refuerza explcitamente la topologa de centro yextremos de aquella versin, en unos trminos que parecen expresar la idea de agravamiento36.En este sentido, el texto parece indicar una progresin VenialCriminalMortal, por la cual elpecado mortal parece ms grave que el criminal. Pero el esquema no cierra y los ejemplos deltexto cuestionan esta secuencialidad basada en la magnitud del pecado37. Pero, si la existenciade penas, y no la gravedad, es el criterio diferenciador, en el pecado criminal existira un plusrespecto del pecado mortal. De este modo, la secuencia vendra dada de la siguiente manera:Venial Mortal Criminal. La presencia de penas temporales como elemento diferenciadortampoco aporta suficiente claridad. Si el pecado criminal ha de entenderse como un pecado mortalque, adems de la condena del alma, implica pena en el cuerpo, lo que lleva a confusin es tantoel hecho de presentar una trada de pecados distintos y autnomos como la insistencia en ubicaral pecado criminal en el centro de esta topologa secuencial.

    56 En Partidas, entonces, el tratamiento de esta alegora da pie a una reflexin teolgico-jurdicaen torno de la nocin de pecado criminal, que la diferencia de las exgesis tradicionales ytambin de las elaboraciones cannicas en torno de esta nocin38. En efecto, el redactor dela Academia incluye referencias al pecado criminal aunque no parece adscribir a definicinalguna de las ofrecidas en el derecho cannico. El redactor tal vez se vio tentado a jugar alas tradas y por ello fuerza su inclusin en el esquema de los tres muertos. Sin embargo, elpeculiar tratamiento que hace este texto puede en cierto sentido inscribirse en la bsquedacannica. Quiz el redactor equipara pecado criminal con el hijo de la viuda porque entiendeque para que un pecado sea crimen se necesita de la consumacin en un hecho exterior yla metfora del hijo de la viuda se define, precisamente, en el acto de exteriorizacin. Slocuando el cadver ha cruzado las puertas de la ciudad, cuando se trasciende el fuero interno, escuando el tribunal puede actuar y se est en presencia de un crimen. Desde este punto de vista,la asimilacin con la categora cntrica del hijo de la viuda no se entendera en trminos deun agraviamiento del pecado en el process of sining sino a partir de lo que necesita el derechocomo requisito para llamar crimen a un pecado.

    57 Por su parte, el redactor del Setenario tanto incluye referencias al pecado criminal comoremite a lo tratado en Graciano. Sin embargo, los dos forzamientos ya marcados el pecadocriminal como tercera categora autnoma y como topos central de una secuencia de pecados diferencian este tratamiento del que ofrece el texto cannico y generan incluso inconsistenciasen el texto39. Podra pensarse que el redactor de Setenario experimenta al pecado criminalcomo algo que esencialmente se halla en el medio de dos polos stos sson commo enmedio, dice el texto. Fuerza la centralidad y postula la tercera del pecado criminal porcuanto lo concibe como una entidad intermedia entre dos instancias que nos vemos tentadosa llamar religin y derecho. El carcter autnomo e intermedio le vendra de un cruce transver-

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    sal a la secuencia VenialMortalCriminal que el mismo texto se encarga de explicitar cuandoanaliza la derivacin de pecado a pecado. La topologa de medios y extremos no se definirapor la variable del monto de penas sino por la incorporacin de una nueva dimensin, delcruce de otra variable que definira dos espacios entre los cuales el pecado criminal funcionaracomo pivote.

    58 Pero as como la imagen de los tres muertos genera en Partidas esta reflexin teolgico-jurdica, tambin se puede suponer que da pie a una reflexin implcita de orden antropolgico.De hecho, se trata de una metfora habitualmente usada para graficar el desarrollopsicogentico del pecado. Si la imagen textual que producen estas vacilaciones es lade un pecado criminal definido como elemento flotante y pivote entre dos dimensiones,podra suponerse una imagen paralela respecto de la persona del pecador ? Si fuera as,estos forzamientos de sentido en la lectura de la alegora trasuntaran una concepcinmultidimensional de la persona, una persona pivote entre dos dimensiones graficadasen dos secuencias de distinta naturaleza : una que va desde el consenso interno hacia laperdicin del alma escala religiosa de agravamiento del pecado y otra que va desdela exteriorizacin del yo interno del cual el derecho parece no tener nada que decir haciala aplicacin de penas en el cuerpo reducido a lugar de ejecucin de la pena. Se trata deimgenes difciles de asir por cuanto lo que planteamos es una lectura sintomtica que seconstruya a partir de las incoherencias y forzamientos de los textos. Donde hablamos deuna reflexin teolgico-jurdica y una antropolgica, debemos suponer necesariamente unentrecomillado : ms que una reflexin, nos hallamos ante tensiones que se operan en lostextos y producen sntomas en las vacilaciones, las inconsistencias, etc.

    59 En todo caso, lo que queremos sostener es que cualquier enunciado en torno del binomiopecado/delito y su relacin con la persona resulta inescindible de su contexto de suenunciacin. Es decir, toda aseveracin general debera ir inextricablemente unida aldespliegue del caso que enmarc su construccin. De hecho, ni el ejemplo de los usos de laalegora de los tres muertos ni el del adulterio desmienten especficamente la imagen generalde cuasi indiferenciacin pecado/delito en un caso, por el carcter trunco que finalmentepresenta el proceso de diferenciacin; en el otro porque, producida sta en acto, es suturadaa travs del montaje de diversas operaciones discursivas. Pero es la perspectiva situacionalcentrada en figuras y mecanismos textuales especficos la que permite ver las operacionespuestas en juego (y sus lmites) que dan como resultado tal imagen general.

    60 Es en este sentido que planteamos el trabajo con sntesis textuales in actu entre los dispositivosteolgico y jurdico de construccin de la persona. Nos interesa analizar si es posible ycmo opera en la prctica la combinacin en un texto de una unidad abstracta que nace dela disociacin de sujetos y cuerpos sin ligazn fuerte con un soporte individual (Thomas) conotra unidad tambin abstracta pero donde el cuerpo resulta imprescindible para su definiciny donde la identidad individual es constitutiva (Boureau, Bynum, etc.).

    61 Un escenario que trabajamos como caso de interaccin entre los distintos dispositivos es el dela lgica que gobierna la instrumentacin de castigos hereditarios en el derecho medieval, talcomo expusimos en el encuentro de Auxerre. Nuestra investigacin parte de la hiptesis deuna posible articulacin entre la prctica de los castigos hereditarios y la ficcin de la identidadpersonal padres/hijos del derecho romano. Las tendencias del derecho medieval a traducirlas ficciones personales clsicas de forma de no contradecir el principio de singularidadindividual, por un lado, y a pensar los lazos de identidad personal en trminos biolgicos, porel otro, se presentan como un campo frtil para pensar la interaccin de los dispositivos deconstruccin de la persona. Un ejemplo de esta articulacin podra sealarse en la manera enque ha influido, respecto de la estipulacin de penas por lesa majestad a hijos postea nati, lareflexin teolgica en torno del criterio personaliter divisus para la transmisin del pecado

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    original as como tambin los planteos anexos del traducianismo fsico, descriptos por PhilipReynolds40.

    62 Para finalizar, quisiramos sealar que nuestro reclamo por una perspectiva situacional enel estudio de las relaciones pecado-delito-persona pretende adecuarse tambin a las formasmedievales de pensar casusticamente en derecho y teologa. Por otra parte, pensar ensituacin se acuerda con la lgica de nuestro supuesto de una persona planteada como vectorresultante de las distintas fuerzas que operan en su construccin. En este sentido, por ltimo,esta problemtica puede funcionar como una plataforma desde donde incursionar en lasteorizaciones sobre las fuerzas, los dispositivos y las emergencias subjetivas en el discursohistrico.

    Notes

    1Aaron Gurevich (Medieval popular culture. Problems of belief and perception, Cambridge,1992), por ejemplo, resalta que el juicio que sufre cada hombre despus de su muerte es pensadode forma individual y como en l se pesan las malas y las buenas acciones personales del difunto,se puede hablar de cierto individualismo. Sin embargo, el combate que se sucede en el momentodel juicio entre sus pecados y sus virtudes, revela en realidad que las acciones, pensamientos ydeseos del pecador operan en la exterioridad de su persona y en cierto sentido aparecen comoindependientes de su voluntad.2Desde el s.XI dos entidades se asocian indefectiblemente a cada cristiano, un ngel guardiny un diablo tentador, binomio cuyo rol en el proceso de individuacin cristiana se ha de teneren cuenta. Cf. J.Baschet, me et corps dans lOccident mdival, Archives de sciencessociales des religions, 112 (2000).3En efecto, la propia persona del pecador suele presentarse como una multiplicidad, alejada delcarcter unitario que la subjetividad moderna asigna al individuo. Dado el caso, el yo del pecadorpuede ser objeto de un singular desdoblamiento como en el tratamiento teolgico del suicidioen tanto pecado de desesperacin, cuando se plantea el homicidio de s mismo sobre la base dela frmula X asesin a X.4El propio cuerpo y/o sus rganos pueden aparecer imbuidos de categoras morales y concebidoscomo ejecutores responsables de los procederes humanos. Ello es evidente en el tratamiento quelos telogos hacen de los genitales como rganos independientes de la voluntad desde la Cada,con una relacin ntima con el pecado, tanto por ser ocasin e instrumento, como porque su mismaautonoma responde a una etiologa pecaminosa. Pero atae tambin a otras partes del cuerpo,como es el caso de la lengua estudiado por C.Casagrande e S.Vecchio, Les pchs de la langue,Pars, 1991.5 J.-C. Schmitt, La dcouverte de lindividu : une fiction historiographique ? , inP.Mengal y F.Parot, La fabrique, la figure et la feinte. Fictions et statut des fictions enpsychologie, Pars, 1992.6J.-C. Schmitt, La dcouverte, ibid.7C. Morris, The Discovery of the Individual (1050-1200), Toronto, 1995 e Individualismin twelfth-century religion. Some further reflections, Journal of Ecclesiastical History, 31/2(1980).8J. F.Benton, Consciousness of Self and Perceptions of Individuality, in R.Benson eG.Constable, Renaissance and Renewal in the Twelfth Century, Toronto, 1999.9J. L.Romero, La revolucin burguesa en el mundo feudal, Mxico, 1989.10 C. W. Bynum, Did the twelfth-century discover the individual ? , Journal ofEcclesiastical History, 31/1 (1980), luego publicado en Jesus as Mother. Studies in thespirituality of the High Middle Ages (Berkeley, 1982).11J.-C. Schmitt, La dcouverte, op. cit.12A. Gurevich, Los orgenes del individualismo europeo, Barcelona, 1997.13B. Clavero, Tantas Personas como Estados. Por una antropologa poltica de la historiaeuropea, Madrid, 1986, p.78.

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    14J. Baschet, me et corps, op. cit.15No incluimos en este relevamiento el texto de O.Lottin, Psychologie et morale au xiie et xiiiesicles (Lovaina, 1942-1958). Texto absolutamente imprescindible y bsico para casi todos losautores que tratan sobre el tema, conforma una gigantesca obra de consulta, imposible de researen pocas palabras.16S. Wenzel, The Seven Deadly Sins: Some Problems of Research, Speculum 43 (1968).17D. Howard, The Three Temptations: Medieval Man in Search of the World, Princeton, 1966.18 D. Elliot, Pollution, illusion and masculine disarray : nocturnal emissions and thesexuality of the clergy, in K.Lochrie, P.McCracken y J.Schultz, Constructing MedievalSexuality, Minnesota, 1997.19A. Boureau, La redcouverte de lautonomie du corps : lmergence du somnambule(xiie-xivesicle), Micrologus, I, 1993.20 C. W. Bynum, Material continuity, personal survival and the resurrection of thebody: a scholastic discussion in its medieval and modern contexts, in Fragmentation andRedemption: Essays on Gender and the Human Body in Medieval Religion, New York, 1992.21T. Gregory, Per una fenomenologia del cadavere, Micrologus, 7 (1999).22M. van der Lugt, La personne manque. Dmons, cadavres et opera vitae du dbut duxiiesicle saint Thomas, Micrologus, 7 (1999).23 Y. Thomas, El sujeto de derecho, la persona y la naturaleza. Sobre la crticacontempornea del sujeto de derecho, in Los artificios de las instituciones, Buenos Aires,1999.24A. Boureau, Droit et thologie au xiiiesicle, Annales ESC, 6 (1992).25B. Clavero, Tantas Personas como Estados. Por una antropologa poltica de la historiaeuropea, Madrid, 1986.26Cf. A.Gurevich, Los orgenes, op. cit., p.205 sqq.27N. Partner, No sex, no gender, Speculum, 68/2 (1993), p.431.28A. Boureau, Droit et thologie, op. cit.29Un examen de este tipo de textos permite apreciar la necesidad de trabajos especficosque den cuerpo y sustancia a unas tendencias histricas de largo plazo dibujadas con trazosdemasiado amplios. Tres posiciones no totalmente comparables en virtud del lugar que ocupacada una en el marco de sus respectivas armazones podran ser sealadas a fin de graficara partir de las disparidades que presentan el vaco sobre el que se opera. A partir del trabajode R.Bartlett sobre las ordalas por fuego y agua, se puede pensar el final del siglo XII yprincipios del XIII como el momento de un proceso whereby an increasingly sharp dis-tinction was drawn between sin and crime (R. Bartlett, Trial by fire and water, Oxford, 1986,p.81). En cambio, segn el estudio de M.Foucault acerca de las relaciones entre las formasde la verdad y las prcticas jurdicas, es precisamente a finales del XII con el inicio de laindagacin judicial cuando se comenzaron a conjugar las nociones de infraccin a la ley yde falta religiosa (M. Foucault, La verdad y las formas jurdicas, Barcelona, 1980, p.83-84).Por ltimo, tenemos el trabajo de Clavero (B. Clavero, Delito y Pecado. Nocin y escala detransgresiones, in F.Toms y Valiente, dir., Sexo Barroco y otras transgresiones premodernas,Madrid, 1990, p.57-89) donde afirma que en los siglos XII y XIII diferencia sustancial entredelito y pecado no se aprecia como tampoco la habr en los siglos XVI y XVII que trabajaen su texto (B. Clavero, Delito, ibid., p.60 sqq.). De este modo, apreciamos una posturaque percibe un proceso de diferenciacin entre pecado y delito en el XIII, otra en las antpodasque afirma una conjuncin para el mismo perodo y una tercera que, ignorando los procesosde transformacin que sealan las dos previas, desplaza el momento de cambio para variossiglos despus (tesis que sostiene tambin P.Prodi (Una storia della giustizia. Dal pluralismodei fori al moderno dualismo tra coscienza e diritto, Bolonia, 2000). Desde este paisaje es quepretendemos abordar un estudio del tema centrado en el siglo XIII pues a nuestro entender esclaro que, por lo menos, no resulta un momento indiferente para la cuestin tratada.30B. Clavero, Delito, ibid.31L. Dumont, Essays on Individualism. Modern Ideology in Anthropological Perspective,Chicago, 1986.

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    32Respecto del judasmo antiguo y su rol en la historia del individuo occidental, cf. op. cit.,p.25. Para el s.XII, cf. p.53. El s.XV parece figurar como la fecha de nacimiento efectivo,cf. p.157 (con referencias a L.Dumont). Cf. tambin p.163 y 169.33B. Clavero, Delito, op. cit.34Toms Snchez, De sancto matrimonii sacramento disputationum, Viterbo, 1754, lib. 10,disp. 8, num. 37.35El pecado criminal ya no aparece aqu ligado a la definicin del pecado por palabra.No son los actos preparatorios del pecado ni el momento en que se exteriorizan los malospensamientos los que definen la instancia del pecado criminal sino la aparicin de una infamiaque afecta al pecador en ssu onrra e en ssu ffama, un tipo de pecado que es tambin crimeny por ello implica pena tan bien en el cuerpo commo en el alma: Peccados ffazen losomnes de muchas naturas, segunt la uoluntad les da e los ffechos sse los guisan, pero todostornan en tres maneras: la vna, venial; la otra, criminal; la otra, mortal [] La ssegundaes de los criminales, et stos sson commo en medio. Et sson peccados muy ssin guisa, porque aquellos que los ffazen mereen auer pena tan bien en el cuerpo commo en el alma []conuyene que se diga de los criminales, que sson muy ffuertes e sse ffazen mucho atreuida-miente e con grant osada; ca tanto quier dezir crimen commo peccado mucho atreuido, porque el que lo ffaze vale mucho menos que ante que lo ouyese ffecho en ssu onrra e en ssuffama. Et esto sse departe en [dos] maneras: la vna que tanne en los ffechos spirituales quepertenesen a Santa Eglesia; la otra, en los sseglares que pertenesen al mundo. Setenario,ed. K.Vanderford, Buenos Aires, 1945.36 Et qules sson peccados criminales e por qu los llaman ass. Comieno e medio eacabamiento an todas las cosas naturalmiente. Et los dos cabos, el primero e el postremero, ssonlos ms fflacos que el de medio, porque el que comiena ua ssubiendo, e el que acaba es ya en laffin et non puede yr ms adelante. Mas el que es en medio ya a ssobido quanto pudo ssobir, et estla ssu ffortaleza atreuyndosse commo [comen] osadamiente e leu ssu ffecho ms adelanteque pudo. Et por ende a ssemeiante desto sson las tres maneras de peccados. La primera es delos veniales, que dixiemos que sson comieno para poder ssobir a los otros. La ssegunda es delos criminales, et stos sson commo en medio. Et sson peccados muy ssin guisa, por que aquellosque los ffazen mereen auer pena tan bien en el cuerpo commo en el alma. La terera es de losmortales, e esto es ya ffin de todo el mal porque el alma ha mortal pena, commo quier que ellaen ss non puede morir.37Cf. J.Craddock, Los pecados veniales en las Partidas y en el Setenario: Dos versionesde Graciano, Decretum D.25 c.3, Glossae, 3 (1991).38Cf. S.Kuttner, Kanonistische Schuldlehre von Gratian bis auf die Dekretalen Gregors IX,Ciudad Vaticano, 1935 y H.Berman, La formacin de la tradicin jurdica de Occidente,Mxico, 1996.39En Setenario, por ejemplo, se expresa claramente que el centro de la secuencia es mayorque sus extremos (Comieno e medio e acabamiento an todas las cosas naturalmiente. Etlos dos cabos, el primero e el postremero, sson los ms fflacos que el de medio). Pero siel pecado mortal incluyese al criminal tal como postulara Abelardo y tal como lo indica lasecuencia MortalCriminal explicitada en la misma Setenario 98, el pecado mortal debera sernumricamente mayor.40 Cf. P. Reynolds, Food and body. Some peculiar questions in high medieval theology,Leiden/Boston/Colonia, 1999.

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    Rfrence lectroniqueAlejandro Morin, Pecado e individuo en el marco de una antropologa cristiana medieval, Bulletindu centre dtudes mdivales dAuxerre [En ligne],Hors srie n 2|2009, mis en ligne le 16 janvier2009. URL : http://cem.revues.org/index9552.html

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    Alejandro MorinUniversidad de Buenos Aires

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