Patrick Chamoiseau y Edouard Glissant Problemas y Desafios de Los Intelectuales Caribenos de La Segunda Mitad Del Siglo XX (1)

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    UNIVERSIDAD DE CHILE

    FACULTAD DE FILOSOFIA Y HUMANIDADES

    ESCUELA DE POSTGRADO

    Patrick Chamoiseau y Edouard Glissant, problemas y desafos de los intelectuales

    caribeos de la segunda mitad del siglo XX

    Tesis para optar al grado de magster en estudios culturales latinoamericanos

    Autor: Gustavo Ramrez Torres

    Profesoras gua: Luca Stecher y Claudia Zapata

    Santiago de Chile, noviembre 2014

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    Resumen:

    Nombre: Gustavo Ramrez Torres

    Profesoras gua: Luca Stecher y Claudia Zapata

    Grado acadmico obtenido: Magster en estudios culturales latinoamericanos

    Ttulo: Patrick Chamoiseau y Edouard Glissant, problemas y desafos de los

    intelectuales caribeos de la segunda mitad del siglo XX

    Correo electrnico: [email protected]

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    A la Nena, porque sin saber de sofisticados paradigmas o intrincadas teoras literarias,

    sin su apoyo incondicional no hubiese podido escribir una sola lnea de esta tesis.

    A Luca Stecher, por su infinita generosidad y motivacin a lo largo de toda mi vida

    acadmica. Tampoco podra imaginar esta instancia sin su inconmensurable

    colaboracin.

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    Agradecimientos:

    Al proyecto Fondecyt n 1120278 titulado: Los intelectuales indgenas y el

    pensamiento anticolonial en Amrica Latina a cargo de la profesora y directora deldepartamento de estudios culturales latinoamericanos de la Universidad de Chile,

    Claudia Zapata, junto a la co-investigadora Luca Stecher.

    Porque el valioso aprendizaje adquirido en conjunto por todos los compaeras/os y

    amigos/as que participamos en este proyecto ha hecho que escribir este trabajo posea

    esa gratificante sensacin de estar contribuyendo con una tarea colectiva. Mis

    agradecimientos a cada uno de ellos. Estas letras quisieran abrazarlos con fuerza.

    Al departamento de estudios culturales latinoamericanos en general, y particularmente a

    Marieta Alarcn. Sin su diligente y amable asesora la etapa final de este proceso

    hubiese sido insufrible.

    Desagradecimientos:

    Al Estado y al mercado. Al primero por su completa ausencia, hasta este punto al

    menos, de mi trayectoria acadmica. Al segundo por su excesiva e invasora presencia.

    Negligencia y negocio ocultos bajo un mismo pelaje.

    Que esta tesis de posgrado sea un hecho inslito y excepcional desde donde provengo

    Es una (des)gracia que le atribuyo a ambos.

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    Al destruirme a m, no hacis sino talar en Santo Domingo el tronco del rbol de la

    libertad. Volver a brotar de nuevo, sus races son infinitas y profundas

    Toussaint LOuverture

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    INDICE:

    PARTE I:

    Introduccin: _________________________________________________________1

    Prolegmenos

    a un pensamiento antillano: _____________________________________________5

    Dimensin del huracn:

    historia, literatura y colonialismo: _______________________________________9

    Vociferar al sujeto:

    el ensayo como praxis descolonizadora: __________________________________12

    Pensamiento, dialctica y espacialidad

    Resemantizacin:_____________________________________________________20

    Desplazamiento y sustitucin _____________________________________22

    Irona: ________________________________________________________24

    Dialctica del amo y del esclavo,

    un diagnstico insoslayable:____________________________________________26

    Marxismo y espacialidad: ______________________________________________28

    Los jacobinos negros de C. L. R. James:

    un recorrido por el pensamiento caribeo anticolonial:______________________32

    C. L. R. James: debates con su disciplina:_________________________________36

    Toussaint:

    paradigma del personaje revolucionario:__________________________________37

    PARTE II

    Semblantes y semblanzas:______________________________________________40

    Brevsima relacin del pensamiento de Glissant,

    desde Sol de la Conciencia a los Tratados del Todo-Mundo__________________42

    Oscilacin de los paisajes:

    del Sol a la Nieve y del Caos a la Mesura:___________________________44

    Conclusiones: el descubrimiento de Francia: ________________________49

    Potica de lo Diverso, la erosin conceptual: ________________________50

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    Tratados del todo-mundo,

    el autor y su tiempo: ____________________________________________58

    Conclusiones

    Lo finisecular en Glissant: _______________________________________61

    El Discurso Antillano,

    o un nuevo viaje de retorno natal al pas__________________________________64

    Made in Martinica: _____________________________________________65

    Economa y cultura:

    de la irresponsabilidad tcnica a la pulsin mimtica:_________________66

    Lenguaje, Crole y rodeo: ________________________________________69

    Psiquis y familia: cortocircuitos liminales: __________________________71

    Historia y Literatura,

    en busca del tiempo perdido: _____________________________________74

    Sobre el papel del escritor: _______________________________________78

    Dos conclusiones y un eplogo:

    Glissant por Glissant,

    o Las Meninas en la corte del rey cimarrn:_________________________79

    Responsabilidad y opacidad: _____________________________________81

    Eplogo: a partir de la recepcin: __________________________________87

    Prolegmenos a Texaco:

    Nos proclamamos croles: ______________________________________________88

    Aim Csaire, una tensa relacin:_________________________________89

    La novela: _________________________________________________________92

    El mito como militancia espacial:_________________________________93

    Los tiempos de paja (1823-1902):

    De La Gran Cabaa a la En-ville:_________________________________99

    Tiempos de madera de cajones (1903-1945):

    la muerte de Esternome y el nacimiento de Marie-Sophie:____________107

    Tiempos de fibrocemento (1946-1960)

    De la En-villea Texaco: _________________________________________115

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    Tiempos de hormign (1961-1980) de Marie-Sophie a la llegada del

    urbanista: la consolidacin de Texaco:____________________________123

    Eplogo: Resurreccin

    palabras finales para Texaco:____________________________________135

    Conclusiones (conclusivas e inconclusas)

    Conclusivas: __________________________________________________136

    Inconclusas: __________________________________________________138

    Bibilografa: ________________________________________________________140

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    PARTE 1

    Introduccin:

    Escribir una tesis sobre intelectuales caribeos conserva ciertas similitudes con la

    apicultura. Con esto quiero decir que si uno no se acerca con todos los resguardos

    tericos a los panales donde el pensamiento antillano conserva la ms densa miel de sus

    intelectos, terminar invariablemente picado por las lancetas del extravo; presa de la

    embotada fiebre de la zozobra analtica. Yo por supuesto ya tengo mis ronchas. Y en

    esta tesis me he procurado unas cuantas ms.

    El objeto de anlisis, por ejemplo, zumbaba por s solo como un descontrolado

    enjambre de abejas rodeando la prudencia que debiese guiar al estudiante de posgrado.

    ste consista en las obras de Edouard Glissant y Patrick Chamoiseau, dos de las msimportantes figuras intelectuales de la segunda mitad del siglo XX en el Caribe.

    Trabajos como El discurso antillano, escrito por el primero de ellos, o Elogio a la

    crolite, redactado en coautora junto a audaces y precoces secuaces (me refiero a

    Raphael Confiant y Jean Bernab) por el segundo, resultan piezas fundamentales para

    armar la escena terica desplegada durante las ltimas dcadas del recin pasado siglo.

    Esto debido a su capacidad, tanto para reconocerse en una tradicin de pensamiento

    caribea, como para tensionar, objetar, complementar, matizar, o inclusive trascender elterritorio de enunciacin en que se inscribe aquel legado.

    A poco andar comenc a adquirir consciencia de que estaba intentando practicar

    apicultura en calzoncillos. Y eso porque la eleccin de estos autores se basaba en un

    puado de peregrinas certezas y tozudas intuiciones, la mayor parte de ellas extradas a

    partir de cotejos con los pensadores del periodo anterior (Aim Csaire, Frantz Fanon,

    C. L. R. James, George Lamming, entre otros). Eso de inmediato significaba abrir un

    surco diacrnico bajo los pies de los intelectuales de mi tesis, que permitieseconectarlos con un vasto y complejo cmulo de referencias capaces de conformar un

    pensamiento caribeo que propendiera hacia una idea de totalidad. Para lograrlo, era

    necesario sistematizar algunas caractersticas que fuesen capaces de compendiar ciertos

    hitos reconocibles de una teora antillana. Se trataba de justificar argumentalmente la

    transversalidad e inherencia de unos rasgos que fuesen inherentes a un grupo de autores

    representativos, para de esta forma alcanzar un semblante del pensamiento caribeo,

    que si bien no aspirara a ser un retrato definitivo, pudiese permitir a Glissant y

    Chamoiseau descansar sobre un basamento macizo y locuaz. Esto permitira establecer

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    el dilogo necesario entre los autores que integraban mi objeto de anlisis y los

    pensadores que le precedan.

    Llegado a este punto me encontraba plenamente consciente de que mi tesis se

    encaminaba derecho a un despeadero de aquellos que Umberto Eco exhorta a evitar en

    su clsico manual Cmo escribir una tesis, y que describe como del tipo monogrfica-

    panormica (32). Pero la porfa, para bien o para mal, es una doctrina observante.

    Ahora, dentro de las precarias conjeturas que animaban mi objeto de estudio exista

    el tranquilizador fulgir de una hiptesis que fue adquiriendo nitidez en el transcurso de

    la investigacin: Edouard Glissant y Patrick Chamoiseau representaran dos lneas de

    pensamiento convergentes en cuanto a la necesidad de revisar los postulados heredados

    del grupo de intelectuales surgidos durante la primera mitad del siglo XX, pero seran,

    al mismo tiempo, divergentes en cuanto a su posicin frente al sustrato anticolonial que

    anim el filn poltico de aquella matriz terica. De tal manera que, mientras el primero

    articula un discurso antiesencialista que rescata la preocupacin de Fanon por aspirar a

    un horizonte que no est signado por la racializacin colonial, pero que, no obstante,

    prescinde por completo del carcter antagnico que define una posicin que confronta el

    dominio metropolitano; el segundo formula una hiptesis en que, pese a no renunciar al

    constante celo ante los peligros que conllevan las reificaciones conceptuales, vuelve a

    ubicar el discurso contra hegemnico como base de la discusin en torno a la identidad

    antillana, concebida esta vez desde un prisma dinmico y estratgico. Es decir, es en

    esta no incompatibilidad entre una vertiente antiesencialista y una corriente

    emancipadora que propone Chamoiseau, donde reside la novedad terica y poltica que

    presenta frente a Glissant.

    Por supuesto, todo esto haca perentorio que los primeros captulos de la tesis

    estuviesen dedicados a intentar definir y contornear aquel galimatas llamado

    pensamiento caribeo contemporneo. Ya no se trataba de una cuestin tangencial.Esclarecida la hiptesis era absolutamente imprescindible ampliar el retrato de los

    autores y transformarlo en un paisaje intelectual antillano. Tal como la imagen de

    Aristteles y Platn recorriendo la nave abovedada de la Escuela de Atenasde Rafael,

    Glissant y Chamoiseau ocuparan el centro de la escena, pero su disposicin como

    punto de fuga en el cuadro vendra dada por la direccin de las figuras que los

    circundasen en el espacio.

    Una vez ah no quedaba ms que abocarse a la tarea de disear un retablo quereuniese un conjunto de seas de los principales intelectuales del pensamiento antillano.

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    De lograrse (comenzaba a descubrirlo) este ejercicio, no slo proveera de los aparejos

    tericos idneos para comprobar mi hiptesis si no que, subrepticiamente, supondra la

    proposicin de ciertos ejes cardinales al momento de hablar de una corriente

    paradigmtica autnoma y compleja. La constatacin de esa posibilidad no dejaba de

    ser estimulante, a la vez que inyectaba un grado de vrtigo y desasosiego. La tarea se

    me figuraba de pronto similar a aquella aciaga atraccin que impulsa a los insectos en

    direccin al tubo fluorescente.

    La primera parte de la presente tesis es el intento por ensayar algunos ngulos que

    confieran cierto nivel de sistematicidad al pensamiento antillano que comienza a

    despuntar a partir de la primera mitad del siglo XX. Por supuesto, cada regularidad que

    encuentro, cada sintona que propongo, cada una de las analogas que establezco, son

    susceptibles a sus correspondientes disonancias y diferencias. Eso es porque me he

    propuesto intencionalmente dibujar, al menos en esta primera parte, un paisaje

    intelectual sin sobresaltos; premeditadamente armnico. Por lo dems, es necesario

    apostillar, que si mi tesis versar exclusivamente sobre este periodo, incluir las

    divergencias entre los autores, no modificara el hecho de que se trata de un

    pensamiento que no por contradictorio deja de ser coherente, dentro de una nocin

    dialctica de totalidad hegeliana, aplicada para nuestra regin de manera aguda por

    Antonio Cornejo Polar bajo el concepto de heterogeneidad y totalidad contradictoria.

    En este sentido, juega a mi favor que no pretenda definir qu es el Caribe, a la

    manera en que otros intelectuales han intentado responder a tamaa interrogante, como

    es el caso de Antonio Bentez Rojo en su La isla que se repite, sino ms bien a cmo

    han construido discursivamente el espacio caribeo los autores antillanos a lo largo del

    siglo XX.

    En cuanto a la seleccin del corpus de obras que integrarn esta primera parte, se

    trata en su mayora de textos a estas alturas clsicos. Entre ellos se encuentran lostrabajos de Frantz Fanon, algunas referencias a Juan Bosch, Eric Williams, y en su gran

    mayora a dos obras fundamentales que funcionarn como la columna vertebral que

    reciba las referencias, analogas y contrastes con otros trabajos igualmente cannicos, a

    lo que pensamiento caribeo incumbe. Me refiero a Los jacobinos negros de C.L.R

    James yEl discurso sobre el colonialismo de Aim Csaire.

    Resulta necesario referirse tambin al carcter heterclito que asume la seleccin de

    autores que esta primera parte de la tesis expone. He decidido reunir un conjunto deobras representativas de lo que propongo, constituye el campo intelectual antillano, que

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    pudiesen dar la errnea impresin de falta de rigurosidad disciplinar dada su

    composicin altamente eclctica. Me refiero a la comparecencia de literatos, escritores,

    filsofos, e incluso de un economista en el caso de Eric Williams, en la construccin de

    un panorama del pensamiento antillano liminal. Baste sealar la propia complicacin

    que suscita una rotulacin definitiva a la hora de encasillar la actividad intelectual de

    Aim Csaire, o de Frantz Fanon, con todo y sus devaneos con el psicoanlisis, el

    existencialismo y el marxismo, o la propia denominacin de poeta filsofo con que se

    ha identificado a Edouard Glissant. De todas formas, un examen ms minucioso a esta

    heterogeneidad caracterstica del pensamiento antillano ser presentado durante el

    desarrollo del anlisis.

    Los primeros captulos, que como se ha venido insistiendo aqu, ms que

    introductorios poseen un cariz exploratorio, buscan definir los espacios simblicos y

    epistmicos, sobre los cuales se asientan las visiones de estos intelectuales. Las

    conclusiones de este examen, sern retomadas durante el anlisis de los autores de los

    que busca dar cuenta el desarrollo posterior de la presente tesis. Su anlisis se encuentra

    dividido en varios apartados.

    El primero de ellos ahonda en la temtica de la identidad como eje cenital en el

    desarrollo de los pensadores caribeos de la primera mitad del siglo XX. A partir de esa

    indagacin se revisarn una serie de disposiciones temticas y formales recurrentes en la

    produccin antillana, entre las cuales estn: la permanente alusin a frica, la

    persistencia de una estructura discursiva que conjuga historia y literatura en sus

    posiciones reivindicativas, junto a la predileccin por una voz subjetiva expresada por

    medio del uso del ensayo.

    Dentro de esa misma perspectiva de anlisis se profundizar en algunas propuestas

    metodolgicas que ayuden a interpretar y describir las estrategias ms relevantes del

    pensamiento caribeo. Entre ellas cabra mencionar los conceptos de desplazamientoy sustitucin dentro de una estratagema general de resemantizacin ocupada por la

    mayora de los intelectuales estudiados.

    Para terminar con algunos captulos dedicados a los alcances y aportes

    epistemolgicos que ha legado el pensamiento antillano a la teora anti hegemnica

    contempornea global. En estas ltimas secciones, destaca el uso de la dialctica como

    base filosfica, la reapropiacin dinmica de las corrientes metropolitanas en boga, y la

    creacin de algo que he dado en llamar materialismo espacial, como base de unateora anticolonial de cuo antillano.

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    Prolegmenos a un pensamiento antillano

    Cuando me refiero a la identidad caribea en tanto primera traza para abordar el

    pensamiento que se viene desarrollando en la regin a lo largo del siglo XX, no

    pretendo hacerlo desde una perspectiva ontolgica que busque definir algo as como su

    ethos profundo ni mucho menos. Tampoco busco describir cada una de las formas en

    que ha venido discutindose la temtica identitaria a modo de catlogo de alocuciones.

    Sin embargo, s me preocupan una serie de cuestiones discursivas que surgen en torno a

    la identidad en cuanto recurso paradigmtico y consuetudinario en el pensamiento

    antillano.

    En primer lugar, me interesa la relevancia que adquiere la constante formulacin de

    la pregunta acerca de la identidad en la gran mayora de las obras caribeas con las que

    pretendo trabajar. En segundo lugar, busco decantar ciertas constantes en los

    planteamientos con que los autores analizados responden aquella mayscula

    interrogante, que pudiesen proveernos de una borra que sintetice sus estrategias

    retricas. Por ltimo, averiguar en lneas generales cules han sido las resoluciones de

    mayor magnitud y resonancia que lograsen ser trasladadas posteriormente al cotejo con

    los trabajos de Glissant y Chamoiseau.

    Resolver, aunque sea a modo de glosa, este primer eslabn sobre la importancia de la

    identidad dentro del pensamiento caribeo, requiere de la comparecencia un tanto

    farragosa de una buena cantidad de obras. Eso, adems de un uso excesivo de

    abstracciones y generalizaciones respecto a ellas, que no han pasado desapercibidas para

    m en el plano argumentativo y se encuentran asumidas con indiferente estoicismo. Sin

    embargo, insisto en ceirme a la premisa antes formulada, respecto al carcter basal, y

    no neural, de esta primera parte de la tesis. Hechas las aclaraciones correspondientes,

    comencemos.Los discursos y disquisiciones enarbolados en torno a la pregunta quines somos?

    poseen una larga data en el pensamiento de Latinoamrica y el Caribe. Baste recordar

    los ensayos que dedica Simn Bolvar al respecto, o las seeras ideas expresadas por

    Jos Mart en Nuestra Amrica. A partir de esos dos ejemplos (que bien podran ser

    muchos ms, si pensamos en laRaza csmica de Vasconcelos, o incluso en identidades

    conformadas a contrapelo de los discursos nacionales, en el caso de ciertas perspectivas

    indgenas contemporneas) podemos adelantar un nuevo matiz acerca del concepto deidentidad que buscamos definir aqu.

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    Me refiero al aspecto poltico, que es el punto en que, independientemente de la

    heterogeneidad y la distancia histrica de sus proyectos, convergen los autores recin

    referidos. Es decir, se apunta a la identidad en tanto recurso colectivo que se erige

    contra un otro, cuya amenaza, patente o latente, apremia una pronta declaracin de

    desemejanza por parte de un nosotros, que permita articular un relato autnomo. Por

    supuesto, se trata de un tipo de identidad que necesita ser secundada por un proyecto

    que invoca y despliega una imaginera en el mejor de los casos holstica, que busca su

    capitalizacin a travs de otra pregunta, consustancial con la primera acerca del origen.

    sta es: qu se quiere ser?

    La identidad que interesa aqu segn lo dicho, es aquella relacional, fraguada al calor

    de la contradiccin y la disputa por el poder poltico, donde se juega entre muchas otras

    cosas de orden reivindicativo, la necesidad de auto representacin, tan cara a los

    pueblos colonizados.

    La cuestin identitaria as entendida emerge como una conciencia de manifiesta

    aspiracin revolucionaria. De esta manera, la primera mitad del siglo XX se encuentra

    plagada de brillantes pensadores caribeos, cuyas obras instalarn la pregunta acerca de

    la existencia de una identidad alternativa a la europea colonial.

    A pesar de que el presente anlisis soslaya adrede una profundizacin que d cuenta,

    por ejemplo, del aspecto biogrfico de los autores, es necesario pergear que se trata de

    intelectuales hombres, la gran mayora provenientes de clases sociales ascendentes, y

    formados en prestigiosas instituciones insulares. Uno de los hitos que vale la pena

    mencionar, no tan slo por su carcter prcticamente transversal, sino por su valoracin

    en tanto smbolo de la identidad como fenmeno relacional (en oposicin al modelo de

    autogeneracin cartesiano e individual que pudiese rastrearse hasta elself made mande

    la cultura neoliberal) es la experiencia trascendental que sufren los autores cuando

    toman contactocon la metrpolis.Este choque entre el occidente imaginado y el real, y su subsecuente colisin con la

    mirada del otro europeo, es el que paradjicamente provoca la visin introspectiva

    necesaria para plantearse la problemtica de la identidad caribea. El germinar doloroso

    de esta alteridad, parece ser un rasgo imposible de vadear en este derrotero intelectual.

    Volviendo al tema que nos concierne aqu, es importante ponderar la magnitud del

    desafo. Imaginar una identidad caribea que pudiese oponrsele al relato occidental

    eurocntrico, no era, ni es, una tarea sencilla. Sobre todo considerando que en el casoparticular del Caribe, la historia de la superioridad metropolitana se les haba inculcado

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    a los habitantes de las Antillas a costa del convencimiento de su propia y fatdica

    inferioridad. Pero que el prisionero siempre pueda, y sepa, cmo construir llaves con los

    barrotes de su propia jaula, da prueba de los inagotables yacimientos con que cuenta la

    inventiva libertaria humana.

    As fue precisamente como encararon el problema los intelectuales antillanos durante

    la primera mitad del siglo XX. Y es imposible no consignar el bro pico que poseen sus

    trabajos. Algunos de ellos acudieron a enfoques histricos, como es el caso del a estas

    alturas clsico libro de C.L.R. James Los jacobinos negros. Otros optaron por la

    subversin de la construccin colonizadora racializante, que recaa en la mismsima

    percepcin de sus cuerpos, a travs de una evocacin del frica expoliada de la

    memoria, como lo llevado a cabo por el proyecto de la negritud csaireana; o la

    interpretacin econmica de lo que signific el Caribe en el proceso de acumulacin y

    expansin capitalista mundial, en el caso de Eric Williams; o incluso la apuesta por

    alcanzar una dimensin de independencia y singularidad esttica y cultural, como se

    puede observar en la narrativa de George Lamming, Jos Lezama Lima, Alejo

    Carpentier, la poesa de Nicols Guilln, la pintura de Wifredo Lam, o el trabajo

    antropolgico de Fernando Ortiz etc.1.

    Independiente de a lo que se dedicase esta heterognea plyade de intelectuales, era

    indiscutible su determinacin por conformar una identidad distintiva, muchas veces

    fraguada a travs de una extrapolacin de sus aspiraciones polticas y culturales al

    Caribe en su totalidad, cuando no al conjunto de pueblos subyugados bajo los tentculos

    del imperialismo.

    Se construa as una serie de relatos en los que la universalidad ya no vena dada por

    el abstruso chauvinismo o la homogeneidad esencializante y depredadora de los

    1Interesante resulta dentro de la riqueza y erudicin avasalladora de los narradores cubanos, cmo a pesar

    de todas las diferencias estticas y conceptuales que poseen Jos Lezama Lima y Alejo Carpentier, amboscoinciden en arrogarse la misin de fundar una literatura Latinoamrica. Ambos, grandes lectores eintrpretes de la occidentalidad, fundarn sus respectivos proyectos artsticos en modular esta voztectnica de lo americano. La dimensin real maravillosa defendida por Carpentier contra la decadenciadel surrealismo metropolitano en el prlogo delReino de este mundo mantiene una elocuente afinidad conlos postulados que Lezama Lima elabora para conceptualizar su obra. Las alusiones a la hipertelia encontraposicin con la teleologa ilustrada, que define una de las aristas del proyecto neobarraco del autor,o sus teorizaciones estticas reunidas enLa expresin americana, revelan aquel mpetu por conformar unespacio de autonoma cultural y literaria verncula. En el caso del escritor barbadense George Lammingtrasmina una voluntad por construir a travs de la experiencia rural antillana, una narrativa distintiva eidentitaria, tal como lo manifiesta en el captulo final deLos placeres del exilio. Mencin aparte en estos

    proyectos literarios merece la invencin de una representacin de lo caribeo que integra elementos tantometropolitanos como autctonos (imposible no mencionar aqu la poesa de Nicols Guilln). Sumamente

    relevantes en ese sentido son las coyunturas histricas y contextuales en que se sitan las obras de estosautores. Verbigracia de aquello es el patente rescate de lo hispano en las obras de los intelectualescubanos, frente a los movimientos intervencionistas norteamericanos.

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    imperios, sino por una comunin alcanzada a partir del reconocimiento de una historia

    transversal de abuso, explotacin y opresin hacia sus respectivos pueblos. El desarrollo

    de estas corrientes traz una ruta cuya consumacin, para la mayora de los intelectuales

    que las urdieron, conclua con la conquista de una cohesin cultural necesaria para

    establecer slidas plataformas polticas en los procesos hacia una ms que ansiada

    emancipacin.

    Pero no nos adelantemos. Comencemos por identificar algunas de las preguntas

    nodales a las que intentaban dar respuesta los intelectuales abocados a la tarea de dotar

    de coherencia y fisonoma al espacio antillano, tales como: Qu significa ser caribeo?

    De qu manera rescatar la memoria, (que como sabemos es el sustrato narrativo de la

    identidad, expresado en una especie de tautologa: sabemos quines somos por lo que

    hemos sido) de los pueblos diezmados material y simblicamente por la maquinaria

    colonial? Y por ltimo, en base a la conciencia reivindicativa de aquel sistemtico

    despojo ejercido por los imperios metropolitanos qu se quiere alcanzar una vez

    definida aquella identidad caribea?

    Si bien es cierto que resulta imposible condensar las diversas respuestas que dieron

    los intelectuales antillanos durante la primera mitad del siglo XX en un solo enunciado,

    podemos afirmar que la constatacin de la condicin colonial se convierte en el eje

    insoslayable de cualquier posible discurso identitario. Es decir, el reconocimiento del

    sistema totalitario de dependencia que genera la metrpolis respecto a sus colonias, es el

    punto de partida donde maridan las distintas visiones de identidad de una buena parte de

    estos autores.

    Para intelectuales como Aim Csaire y Frantz Fanon, por ejemplo, los ejes de la

    identidad antillana deban trascender el espacio caribeo para articular una raz

    reivindicativa profunda, histrica y espacial. A pesar de las manifiestas divergencias

    entre ambos, poseen sintonas palmarias en cuanto a su dilucidacin del problema de laidentidad. Para los intelectuales martiniqueos el lugar de frica, pensado en trminos

    tanto simblicos como fcticos, ocupa una posicin preponderante en la elaboracin de

    un discurso que rena a la comunidad negrafrente a la problemtica colonizadora2.

    2Es importante indicar el lugar que ocup el llamado renacimiento de Harlem en Norteamrica comoantecedente de este panafricanismo. Dentro de este ltimo movimiento destaca la influencia del

    jamaiquino Marcus Garvey. Pero, siendo an ms exhaustivos con los precursores de esta corriente,debisemos mencionar aportes como el de F. M. E. Hrcules, proveniente de Trinidad, quien fund una

    organizacin destinada a congregar a la mayor cantidad de descendientes africanos sin importar donde seencontrasen, o el doctor barbadense J. Edmeston Barnes quien lleg desde Londres a Norteamrica conun proyecto similar. De igual modo la conferencia panafricanista celebrada en Inglaterra en 1900 por

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    De igual forma, la reflexin y discusin acerca de la misma construccin racializante de

    lo negro, supondr otro hito central dentro de esta directriz de pensamiento. La

    esclavitud como experiencia fundacional y la continuidad de sta por medio de

    mecanismos modernos de sumisin, tambin formarn parte de este irremisible

    horizonte descolonizador.

    En una veta paralela se encuentra el historiador C. L. R. James. Su historia de la

    revolucin haitiana se encuentra repleta de alusiones al momento poltico africano. Ya

    volveremos a este punto. De momento afirmemos que esta primera avanzada de

    intelectuales que pensaron la identidad caribea, salieron a buscarla en el frica

    expoliada por el cruento arrebato perpetrado por las flotas de barcos negreros impelidos

    por el trepidante proceso de expansin europeo.

    Dimensin del huracn: historia, literatura y colonialismo

    De esta manera el Caribe ha encontrado su sustrato filial en el frica usurpada3. No

    obstante, esa relacin no puede darse de ninguna otra forma ms que como constatacin

    de aquella ausencia gensica: Calibn sale en bsqueda de la dignidad arrebatada

    mediante el encuentro con su madre Sycorax, pero solo dos cosas conoce con certeza

    acerca de ella: que Prspero la ha derrotado y que ha desaparecido para siempre.

    El reconocimiento en la ascendencia africana se convierte entonces en una voluntad

    creadora y por tanto creativa. De la misma forma en que los discursos de la memoria y

    la identidad se encuentran fuertemente imbricados dentro de una perspectiva poltica,

    independiente de sus fines emancipatorios, la historia y la literatura logran homologar

    esa conjuncin estratgica en las obras de estos intelectuales. Existe, en ese sentido,

    para adelantar un concepto de Glissant, una constante opacidad entre estos trminos.

    Henry Sylvester-Wiliams, un abogado de Trinidad, tambin se convirti en un referente importante(Hughes, 74-75). Sin lugar a dudas, todas estas expresiones se pueden encontrar embrionariamenteincluso, en aquella antigua creencia extendida entre los esclavos en la cual se sealaba que el suicidio

    propiciara el retorno de su espritu a Guinea. Llama la atencin de todas formas la constante presenciadel Caribe en los movimientos panafricanistas. An antes de que el retorno a frica monopolizara elimaginario de Harlem, los primeros discursos enarbolados en nombre de la liberacin de la comunidadnegra estadounidense que datan de 1850 apuntaban a Amrica Central y el Caribe como destinosmigratorios (107). Sin duda, este permanente dilogo podra ser un tema interesante para una futurainvestigacin.3De forma similar lo ha hecho el pensamiento andino. Recurdese la apelacin, que por ningn motivo ha

    de considerarse anacrnica o ingenua, al comunismo inkaico de Jos Carlos Maritegui: Al comunismoinkaicoque no puede ser negado ni disminuido por haberse desenvuelto bajo el rgimen autocrtico delos Inkas-, se les designa por esto como comunismo agrario (40)

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    Historia y literatura, y la abstraccin ms profunda que pudiese extraerse de ambas a

    travs de la filosofa, se encuentran hipostasiadas en el pensamiento antillano.

    Esto no quiere decir que estemos frente a un modo esencialmente distinto de

    concebir estas disciplinas. Son ms bien las circunstancias especficas que impone la

    dinmica colonial las que inciden en el contenido y la forma de estos discursos. De este

    modo, la imposicin de la cultura del colonizador junto a los vivos retazos de una

    ascendencia desmembrada, obligan a los intelectuales caribeos a trabajar con

    materiales heterclitos, fragmentarios y estratgicos.

    Pareciera segn esto, que la historia de los pueblos vencidos es precisamente la

    constante repeticin de aquella derrota fundacional, creada y recreada, en busca de una

    restitucin futura. La imagen de la catstrofe colonial como un huracn, sin perjuicio de

    dar un cariz natural al atropello colonizador, nos ayudara a compre nder mejor estas

    coordenadas. La tolvanera que inicia la empresa de conquista europea arrasa con los

    pueblos con que toma contacto. Y no es precisamente la casa de Dorothy que se

    trasplanta ntegra desde Kansas a Oz. Hablamos de un torbellino que depreda con

    inusitada voracidad los territorios por los que se desplaza. El hecho histrico que

    significa para estos intelectuales la usurpacin a la que son sometidas las culturas

    precolombinas y africanas, a travs de los engranajes coloniales (genocidio, dispora,

    esclavitud, entre otros) constituye el vrtice aglutinante del huracn.

    La idea de comunidad, o en otras palabras la cohesin poltica que se establece entre

    ambos continentes, su ligazn discursiva por as decirlo, es de ndole negativa, es decir,

    se construye mediante la conciencia de la negacin transversal infringida por la empresa

    colonial. Se trata ms que de un ser de un padecer. Ese es el motivo por el cual la

    tromba destructora establece el campo de accin. Los autores se ven apremiados por

    tanto a pensar a partir de despojos. Deben considerar cualquier entelequia identitaria

    desde la nueva configuracin que ha impuesto la borrasca colonizadora, y al mismotiempo, dedicarse a la tarea titnica del demiurgo, que consiste en rescatar un detrito de

    pertenencia con el cual crear un estado anterior, que sea capaz de trascender hacia uno

    ulterior al desastre. Es decir, el intelectual caribeo debe inventar esos dos momentos

    difuminados, y hasta cierto punto imposibles (y necesarios al mismo tiempo) de

    objetualizacin terica, que rodean el estallido del huracn. Estos espacios que

    circundan la coyuntura colonial son imaginados en aras de una restauracin que suture

    en un proyecto poltico emancipatorio, aquel pasado interrumpido, con un futuro

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    autnomo, desde un presente en crisis4. Existe entonces un antes y un despus que se

    forma alrededor de la helicoidal ascendente del huracn, desde donde el pensador

    antillano inmerso en el centro del torbellino intenta franquear sus lmites fuera de su

    contingencia. Este proyectarse ms all de los extramuros de la colonizacin puede ser

    comprendido como la quintaesencia de la utopa. Es aqu donde la imaginacin de la

    intelectualidad antillana alcanza su expresin pica. Sobre todo considerando que

    estamos frente a un tifn que no destruye y avanza, sino que se expande y adquiere

    renovados cierzos que incrementan su fuerza succionadora, llmese sta capitalismo,

    imperialismo, neoliberalismo etc. La subversin de su estructura requiere cierta maa,

    cierto cimarroneo constante dentro de su mecanismo. Es dentro de este panorama donde

    historia y literatura5 se conjugan en medio de la sujecin que provoca la vorgine

    colonial. Por ltimo, el huracn nos sirve para graficar el punto de convivencia

    antagnica dentro del cual se encuentran inscritos de manera desigual colonizador y

    colonizado. Este es el punto ineludible de encuentro, friccin y pugna, entre ambos. Y

    los intelectuales caribeos de la primera mitad del XX lo saben de sobra.

    4Es Aim Csaire, el poeta de la negritud, quin arroja luces sobre esta perentoria sntesis que buscamancomunar pasado y futuro en un presente emancipatorio. Nuevamente, el juego entre historia yliteratura posee una dimensin estratgico discursiva innegable. La intelectualidad antillana busca unaidentidad que proyecte polticamente su independencia, no atomizando sus demandas, sino adscribiendosu causa a un horizonte revolucionario universal. En ese sentido crear su historia pasada y su devenirindependiente, es imaginar nociones de justicia para la humanidad en pleno:

    Eran sociedades comunitarias, nunca de todos para algunos pocos.Eran sociedades no slo antecapitalistas, como se ha dicho, sino tambin anticapitalistas. (21)Una vez ms, vuelvo a hacer la apologa de nuestras ancestrales civilizaciones negras: erancivilizaciones corteses.Y entonces, me dirn, el verdadero problema es volver a ellas. No, lo repito () No queremos hacerrevivir una sociedad muerta. Dejemos esto para los amantes del exotismo () Precisamos crear unasociedad nueva, con la ayuda de todos nuestros hermanos esclavos, enriquecida por toda la potencia

    productiva moderna, clida por toda la fraternidad antigua (25)5Un buen ejemplo de esto es la reflexin que hace el poeta barbadense Kamau Brathwaite, respecto al rolque juega la imaginacin en la construccin de un relato identitario en el Caribe:

    Mientras caminaba a lo largo de esa playa me di cuenta de que la historia que me haba sido legada nome permita heredar de ningn sentido natural del gnesis. Ms bien, me permiti heredar de unsentido del genocidio, lo que es muy diferente del gnesis y, fundamentalmente, es su opuesto ()

    Esto hizo que mi anhelo de escribir acerca de los orgenes del Caribe fuera muy grande () de modoque hice rebotar mis guijarros sobre el ocano, haciendo florecer nuestras islas que, en mi imaginacin,se movan como ballenas en el horizonte (314)

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    Vociferar al sujeto: el ensayo como praxis descolonizadora

    Otra caracterstica bastante transversal en estos autores, es la inclinacin por un

    lenguaje subjetivo y literario. Y no me refiero slo a aquellos que por su filiacin

    potica resulta evidente que as lo hagan, como en el caso de Aim Csaire, el mismo

    Glissant, Brathwaite, Walcott, Guilln, por nombrar slo algunos, aunque captulo

    aparte merecera referirse a la figura instituida del poeta filsofo extensible a toda

    Latinoamrica, sino tambin a autores como Frantz Fanon o C. L. R. James.

    A mi entender, la irrupcin del yo6en la escena antillana no constituye un matiz

    que consuma su anlisis en un asunto de mera estilstica, sino que denota la profunda

    necesidad de conceder propiedad y agencia a una voz por largo tiempo amordazada por

    los bozales de la subordinacin. Revisemos la funcin retrica que adquiere el yo en

    un texto tan provocador y notable como el de Aim Csaire Discurso sobre el

    colonialismo:

    Yo, yo hablo de millares de hombres sacrificados en la construccin de la lneafrrea del Congo-Ocean. Hablo de aquellos que, en el momento en que escribo,estn cavando con sus manos el puerto de Abiyn. Hablo de millones de hombresdesarraigados de sus dioses, de su tierra, de sus costumbres, de su vida, de la vida,de la danza, de la sabidura.Yo hablo de millones de hombres a quienes sabiamente se les ha inculcado elmiedo, el complejo de inferioridad, el temblor, el ponerse de rodillas, ladesesperacin, el servilismo (20).

    Comencemos por lo obvio. La voz de Csaire no es templada, ni mucho menos

    neutral, sino ms bien vociferante e inquisidora. Algo entre diatriba y arenga fulgura en

    su texto. Imgenes poticas que enjuician sin tapujos ni medias tintas el salvajismo de la

    empresa colonial, negando rotundamente su salvoconducto civilizador, atraviesan su

    obra. Pero, si analizamos con mayor detencin uno a uno los listones que conforman el

    cadalso retrico que ha compuesto el intelectual martiniqueo, notaremos cmo es que a

    travs del estilo logra antagonizar con el tono mesurado propio de la pretendida

    objetividad positivista europea.

    Es la impostura flemtica, el donaire aquilatado y categrico del cientificismo de

    Renan, y la retahla de intelectuales, que hace testificar en su obra (Carl Singer, Joseph

    de Maistre, Lapouge, Jules Romains, De Gourou, el padre Tempels, Mannoni, Roger

    Caillois, Yves Florenne, Baudelaire, Lautramont -estos ltimos a decir verdad

    6No olvidemos que para Roman Jackobson (1960) la funcin potica del lenguaje es la ms cercana alsujeto.

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    representados como profetas de la decadencia europea, ms que como cmplices de la

    perspectiva colonial) que se encuentra subvertida por medio de una expresividad a

    ultranza, que prioriza y reivindica la voz del yo en el ensayo, por encima de cualquier

    solemnidad mayesttica e impersonal.

    No se puede pasar por alto, a propsito de lo anterior, que Csaire se encuentra

    dilucidando la localizacin estratgica y la formacin estratgica de los autores

    europeos respecto a los territorios colonizados, veintitrs aos antes de que Edward Said

    sistematizara estos conceptos en su clsico Orientalismo. El primero de los trminos

    que emplea el intelectual palestino a fines de la dcada de los setenta se refiere a la

    posicin que asumen los autores respecto a Oriente, mientras el segundo da cuenta de la

    coherencia interna entre las obras que narran dicho espacio (20). De igual forma Csaire

    coteja las diversas voces que articulan el pensamiento hegemnico europeo. El autor

    exhibe de este modo una abrumadora genealoga de textos donde se naturaliza la

    superioridad occidental por sobre los pueblos colonizados. Hitler, quien oficia de

    maestro de ceremonias del irreversible proceso de decadencia en que se ha embarcado

    Occidente, lastra con un desfile obsceno de ilustres comensales. En este ominoso

    inventario de extractos que presenta Csaire, intervienen historiadores, psiclogos,

    cronistas, antroplogos, filsofos, socilogos, etc. Para el poeta de la negritud el

    conocimiento, y la trama de discursos y posiciones que lo entrecruzan, tambin es un

    campo poltico en disputa. El diagnstico es lapidario. Pero ya volveremos a ello ms

    adelante.

    De momento, regresemos al fragmento citado. Justo antes de que estalle la

    enumeracin de injusticias con que Csaire alza la voz contra los abusos inherentes a un

    colonialismo cuya misin civilizadora resulta insostenible, seala: Me refutan con

    hechos, estadsticas, kilmetros de carreteras, de canales, de vas frreas (20).

    Nuevamente, el autor manifiesta su crtica a la jerga que utiliza una modernidadinstrumental ramplona, que se vanagloria de un progreso en trminos cuantificantes

    (tecnocracia, e ndices macroeconmicos hoy por hoy). Pero ms importante an, esa

    referencia a la palabra del otro europeo, aquella anticipacin de Csaire al posible

    retrucano metropolitano, que es la interiorizacin de la voz falaz del colonizador, es el

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    preludio para que acontezca la inscripcin del intelectual colonizado mediante la

    expresin del yo7en la cita.

    Volviendo a Csaire Qu implica a nivel retrico, dentro de la dinmica colonial, la

    posicin subjetiva que el autor adopta en el fragmento? Consideramos que lo que

    provoca el gesto en s mismo, es una cisura tectnica en la relacin sujeto/objeto8que ha

    establecido el eurocentrismo (y que, como se ha dicho, el autor se encarga de develar en

    toda su impdica redundancia dentro de su obra). Cuando el intelectual caribeo

    exclama: Yo hablo de millones de hombres a quienes sabiamente se les ha inculcado el

    miedo, el complejo de inferioridad, el temblor, el ponerse de rodillas, la desesperacin,

    el servilismo no slo est denunciando las verdaderas consecuencias de un proceso de

    colonizacin ostensiblemente abyecto, sino que se encuentra perfilando la emergencia

    de un futuro sujeto autnomo. Es decir, Csaire logra encarnar la voz del colonizado

    que no teme. Ha podido transgredir el complejo de inferioridad. Se ha erguido para

    proclamar su yo como evidencia de que no se encuentra de rodillas. Ha sepultado de

    una vez y para siempre la infame falacia de la esencia intrnseca del servilismo en el

    colonizado.

    Sera un error entonces evocar en la interpretacin de esta cita categoras

    conceptuales como las de intelectual solidario ni mucho menos paradojas sofisticadas

    como la de si puede o no puede hablar el subalterno. El autor ha performado un acto

    7Un yo sumamente consciente de la visin del otro blanco que construye su propia identidad negraque tambin trasmina el discurso del poeta afroamericano Langston Hughes, una de las principales figurasdel renacimiento negro de Harlem:

    Nosotros, jvenes artistas negros que creamos, nos proponemos ahora expresar nuestros oscuros yoindividuales sin temor ni vergenza. Si ello agrada a los blancos, nos alegramos. Si no, no nos importa.Sabemos que somos hermosos. Y tambin feos. Si ello agrada a los negros, nos alegramos. Si no,tampoco nos importa su desagrado. Construimos nuestros templos para el futuro, slidos comosabemos debe ser, y estamos de pie en lo alto de la montaa, libres dentro de nosotros mismos.(Hughes, 49)

    8Existe un episodio memorable dentro de esta disputa por el yo dentro de la teora caribea. El pasaje

    pertenece a Piel negra, mscaras blancas de Frantz Fanon. En l, el intelectual martiniqus discute apartir del Orfeo negro de Jean-Paul Sartre. Lo interesante del entredicho es que se produce en torno a unaconcordancia terica. El intelectual caribeo concluye una extensa cita del filsofo francs con lasiguiente frase La negritud es para destruirse, es paso y no trmino, medio y no un fin ltimo (110). Lollamativo es que una de las aristas de la propia teora de Fanon contempla precisamente esta preocupacin

    por trascender la negritud cesaireana hacia un estadio que supere el binomio blanco/negro colonizador. Enese sentido, el reclamo del autor antillano contra el existencialista, no es de carcter sustancial. Lo que seencuentra en disputa entonces es que Sartre se arrogue el derecho de d efinir el deber ser de la identidadnegra. Es en la actitud del filsofo metropolitano donde radica la desavenencia entre los intelectuales.De esta forma, Fanon expone el conflicto acerca de la autodeterminacin implcita en las exhortacionescontenidas en el Orfeo negro. Es en la perentoria necesidad de que el sujeto colonizado determine yconstruya su propia identidad donde el pesador caribeo establece la cisura con Sartre. Nada msdesagradable que escuchar la frase Ya cambiars, muchacho; cuando yo era joven, yo tambin, ya

    vers, todo pasa dice Fanon. Para luego concluir: Jean-Paul Sartre ha destruido el entusiasmo negro.Contra el devenir histrico haba que oponer la imprevisibilidad. Yo tena necesidad de perderme en lanegritud absolutamente. (111)

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    discursivo con profundas implicancias polticas. Me atrevera a decir que nos

    encontramos frente a una expresin que podra leerse como la praxis terica por

    excelencia9.Aim Csaire se nombra, existe, no es ms un objeto en un discurso, sino el

    sujeto de su discurso. Se trata de una prctica descolonizadora por antonomasia.

    Recapitulemos. Hasta ahora hemos establecido la problemtica identitaria como el

    eje gravitante del pensamiento antillano en nuestro esfuerzo por dotarlo de cierta

    sistematicidad. En seguida puntualizamos que esta identidad posea un claro tinte

    poltico, marcado por una lucha manifiesta por alcanzar un horizonte emancipador.

    Posteriormente, propusimos que los discursos que intentan resolver la cuestin

    identitaria se encuentran oscilando estratgicamente entre la historia y la literatura, dada

    las condiciones coloniales dentro de las cuales emergen. Para luego sealar los procesos

    de subjetivacin que adoptan los autores antillanos para pasar de la posicin de objetos

    a la de sujetos discursivos.

    Pues bien, continuando este mismo itinerario, asoma otro elemento que contribuye a

    develar la particular sintaxis epistmica que han trazado los principales autores

    caribeos. Me refiero a la predileccin por el ensayo dentro del inventario general de

    obras producidas a lo largo del siglo XX. Entre ellas estn el Discurso sobre el

    colonialismo de Csaire; Piel negra, mscaras blancas de Fanon; Los placeres del

    exilio de Lamming; Caliban de Retamar, El discurso antillano de Glissant, Nos

    proclamamos creoles de Chamoiseau, Confiant y Bernab; La isla que se repite de

    Bentez Rojo;El retorno de las yolas de Silvio Torres-Saillant10, solo por nombrar un

    puado de ellas.

    No es de extraar que as suceda. La idoneidad de este gnero parece encontrarse en

    perfecta sintona con algunos criterios que ya hemos enunciado con antelacin. El

    9

    Este concepto de la teora como praxisalude directamente a uno de los presupuestos que vindican laimportancia de la escuela de Frankfurt dentro de la teora marxista, especialmente desde el punto de vistadel pesimismo adorniano. Pues bien, no puedo restarme a la discusin en torno al manifiestoeurocentrismo que perme la obra de ste ltimo. La absoluta incapacidad de imaginar una perspectivarevolucionaria fuera del espritu absoluto metropolitano me parece que es indiscutible en el autor, ycausa directa de su impotencia frente a la correspondiente omnipotencia que observa en el desarrollo delcapitalismo global. Frente a l me gusta contraponer a intelectuales como Csaire y Fanon, que por losaos en que el filsofo alemn se encuentra escribiendo aquella especie de testamento que es Mnimamoralia, se hallan radicalizando aquello que se podra entender como la teora como praxis poltica. Porsupuesto un trabajo como el que hace Csaire en su Discurso sobre el colonialismo debera incluir estacita de un pensador coetneo como testimonio de la pasmosa vigencia del eurocentrismo : En lugar deesperar milagros de los pueblos precapitalistas deberan los pueblos maduros ponerse sobre aviso de suapata, de su escaso sentido para la eficacia y los logros de Occidente. (Adorno, 51)10

    En un posible anlisis comparado, que intentase una extrapolacin hacia el espacio latinoamericano deesta caracterstica, podra sealarse una riqusima tradicin ensaystica que incluyese a una plyade deautores bastante heterogneos. A saber: Rod, Maritegui, Cornejo Polar, Rama, etc.

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    primero responde a la necesidad de construir una identidad desde la precariedad que

    instaura la relacin colonial, es decir, a partir de una memoria truncada, daada, o

    tergiversada a lo menos, por los aparatos de dominacin metropolitanos. Como

    sabemos, el ensayo permite un tipo de composicin discursiva laxa y altamente

    especulativa de los sucesos. Esto quiere decir que, frente los profundos hiatos que la

    experiencia colonial impone, la frmula ensaystica provee del puente necesario para

    transgredir las fronteras disciplinares, de tal manera que la interaccin entre el relato

    histrico y el literario rellene aquellos silencios de forma eficiente. El segundo tiene que

    ver con lo que hemos venido diciendo acerca de la voz subjetiva con que el intelectual

    antillano busca romper la objetivacin a la que lo ha relegado la predicacin

    hegemnica. Ah por cierto, tambin el ensayo proporciona una inmejorable plataforma

    textual.

    No obstante, ms all de las ventajas discursivas que prodiga el ensayo a las

    diferentes perspectivas que integran el pensamiento antillano, existe un valor adicional,

    de orden epistmico, aparejado a su uso. Y es que se trata de un gnero filosfico por

    excelencia, de evidente vocacin librrima, inclinado a la suspicacia y al disenso

    renovador, contumaz en su impertinencia para con lo naturalizado, por tanto abierto a la

    posibilidad de pensar paradigmas radicalmente nuevos. Seriamente ldico e

    intrnsecamente audaz, se podra decir incluso que el ensayo pertenece a otro tipo de

    racionalidad, ya no de orden cartesiana, o kantiana, esttica y positiva, sino que

    expansiva y contingente, y no por eso ambigua ni mucho menos etrea.

    Al rgido e impositivo damero colonial, con sus ufanos arquitectos mistificadores, el

    gnero acuado por Montaigne viene a ser el espacio serrano donde escaparse a

    cimarronear. Aquel que permite el distanciamiento necesario de las estructuras

    opresoras y genera la instancia propicia para planificar el futuro asalto. El ensayo en ese

    sentido transita por diversos territorios epistmicos, entra y sale de la tradicinhegemnica, para reclamar el derecho universal a la autodeterminacin desde las

    particularidades postergadas por el proyecto expansionista europeo. Su carcter

    inacabado, y su constante afn por problematizar las concepciones establecidas, da la

    tesitura ideal para una identidad negativa, donde la pregunta jams respondida, y no por

    eso, coartada en su incesante planteamiento, sobre el ser, no se detiene. El ensayo es el

    esbozo, pero tambin la estructura, de un pensamiento alternativo en ciernes, que

    analizaremos con detencin ms adelante. En l el filsofo, el poeta y el historiador,abrazan sus conocimientos hasta confundirse en una polifona direccionada. El coro que

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    emana de su estridencia resquebraja la humanidad reducida al monlogo (41)

    advertida por Csaire en el discurso hegemnico.

    Como ya se ha expuesto, la voz del autor permea las obras de estos intelectuales.

    Esto, adems de todo lo dicho anteriormente, en cuanto a los alcances descolonizadores

    y epistmicos que alcanza la expresin en s, les permite explicitar libremente las

    conclusiones y efectos que buscan despertar en sus posibles lectores.

    Sorprende en ese sentido, cmo mientras buena parte de la academia metropolitana

    se empea en dar una objetividad rayana al cientificismo en sus disciplinas (formalismo,

    estructuralismo, anales histricos), las obras de los intelectuales caribeos no cejan en el

    afn de involucrarse polticamente en sus trabajos.

    As lo demuestra el prefacio de Los Jacobinos Negros escrito por C.L.R. James en

    1938. Ah el autor caribeo desliza una proclama que evidencia esta posicin de

    compromiso, donde resultara imposible disociar el mundo del texto, ms de cuarenta

    aos antes de que Said11 formulara aquella aleccionadora y categrica sentencia: Al

    intelectual que afirma escribir nicamente para s, o por puro afn de aprender o de

    hacer ciencia abstracta, no se le puede ni se le debe creer (131):

    As es nuestra poca y es ste un libro de nuestra poca, imbuido de su fiebre ycrispacin. Y no es algo de lo que se lamente su autor. El libro es la historia de unarevolucin y escrito bajo otras circunstancias hubiese sido un libro diferente, perono necesariamente un libro mejor (James 19).

    De igual modo, consignamos que las primeras respuestas que la mayora de los

    intelectuales caribeos plantea en torno a la cuestin identitaria, en mayor o menor

    medida, pasan por frica. Esta presencia del continente en el imaginario insular, posee

    al menos dos funciones discursivas que ya han sido mencionadas de forma somera en

    nuestro anlisis: a) establecer el principio ineluctable dentro del cual Europa alter la

    conformacin social de frica y Amrica a travs del proceso colonizador y b) formularuna estratagema poltica panafricana de accin.

    11No hay necesidad de ocultar mi profunda admiracin por el trabajo terico realizado por el intelectualde origen palestino. Quisiera agregar sin embargo, a modo de aclaracin, que todas estas referencias a susconceptos, que hasta aqu surgen a partir de un cotejo con algn pensador caribeo, enfatizando el tiempoque dista entre ellos, no est mencionada de modo alguno en contra de la originalidad de sus postuladossino que al contrario. Considero que Edward Said posee el talento y la erudicin de recoger este

    pensamiento alternativo y capitalizarlo tericamente de forma brillante. Con esto quiero decir, que si sepone de manifiesto la gran cantidad de aos que pasaron entre las audaces formulaciones de, digamos, un

    Aim Csaire o un C.L.R James, y la irrupcin de Said en el panorama intelectual contemporneo, eso sedebe al evidente corte endogmico que poseen las academias y escuelas de pensamiento metropolitanas(replicadas por sus sucursales perifricas).

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    Pero antes de continuar, deberamos bosquejar qu entendemos por colonizacin.

    Sobre todo considerando que el juego que hemos establecido hasta ac de

    identidad/emancipacin, se encuentra articulado mediante una perspectiva anticolonial.

    Aim Csaire arroja ciertas trazas, que a pesar de haber sido escritas hace ms de

    setenta aos, habra que concederles una pasmosa vigencia en cuanto a su enraizada

    matriz colonial:

    Ningn pas colonizador puede prodigar su civilizacin a ningn pas colonizado() En un pas colonial la tcnica se desarrolla siempre al margen de lasociedad nativa sin que jams le sea dada a los colonizados la posibilidad dedominarla () Que en lo concerniente a las funciones intelectuales, no existe

    pas colonizado cuya caracterstica no sea el analfabetismo y el bajo nivel de laenseanza pblica. Que en todas las colonias, y esto debido a las funciones deorganizacin y coordinacin, el poder poltico pertenece a las potencias

    colonizadoras y es ejercido directamente por el gobernador o por los residentesgenerales, o por lo menos est controlado por ellos (53).

    Para no entramparnos en la cuestin ontolgica del sentido ltimo del colonialismo,

    bastar con extraer algunos principios bsicos que ha de practicar la dinmica colonial

    para reconocer su sello12. Primero, se trata de una situacin de desigualdad y

    explotacin sistematizada, una maquinaria de extraccin total podra decirse.

    De alguna forma lo que Csaire se encuentra impugnando en la cita, entonces, es el

    presunto horizonte progresista y civilizatorio que promete la empresa colonizadora. La

    imposibilidad de que esa promesa se concrete no depender ya de las buenas

    intenciones de los grupos filantrpicos13o los cenculos humanitarios que discrepan al

    interior de la metrpolis. La falsedad de aquel esplndido futuro (que es tambin la

    imposicin de las expectativas culturales de la sociedad dominante) para Csaire se

    12No hay dudas que un estudio pormenorizado de la colonizacin debiese distinguir tipos de empresascoloniales de manera mucho ms acuciosa y perspicaz. Sobre todo considerando que los modos de

    planificacin de tales campaas, sumadas al tipo de sociedad verncula al que fueron aplicadas de maneradinmica (y no por eso menos brutal) determinaron una serie de factores seculares en esos territorios. Deah que la colonizacin espaola con su asentamiento permanente permitiese la instauracin de centrosadministrativos (incluida la universidad), junto a una rgida compartimentacin de castas, sea bastantelejana al modelo anglosajn de explotacin y monocultivo dirigido desde la metrpolis. O incluso cabraagregar la diferencia que hace notar Maritegui entre elpioneer norteamericano y el conquistador espaolsudamericano. De todas formas estoy convencido que aquellas diferencias no hacen otra cosa quemanifestar una heterogeneidad de fenmenos que no podran entenderse sin acudir a una historia de laexpansin eurocntrica. He ah su articulacin ltima, desde donde se diseminan las expresionesimperiales en diversas modalidades. La Isla que se repite de Bentez Rojo, ha llegado a sistematizarconvincentemente esta estructura de totalidad dentro del Caribe.13 Vase el crudo retrato de la hipocresa del intelectual metropolitano que Csaire representa en sureescritura de La tempestad de Shakespeare, a travs del personaje de Ariel. Esta visin peyorativa no

    resulta exagerada si se consideran algunos hitos, como la posicin adoptada por el Partido Comunistafrancs ante la independencia argelina, magistralmente argumentada por Csaire en su carta de renunciadirigida a Maurice Thorez.

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    encuentra determinada de antemano en la estructura interna de la institucin colonial.

    La razn de ser de sta es generar y perpetuar la sujecin onerosa del pueblo subyugado,

    aprovechando al mximo el beneficio que esta situacin genera.

    Pero an si redujsemos la presencia prcticamente ubicua de la metrpolis en las

    Antillas coloniales a partir de la que Csaire construye su discurso, y trasladsemos sus

    postulados a escenarios menos evidentes como los de las naciones latinoamericanas,

    tendramos que afirmar que el colonialismo interno practicado por las burguesas

    nacionales y los grandes capitales extranjeros se conduce de manera similar.

    Hasta ac, entonces, hemos descrito ciertas cadencias propias de la rotacin del

    pensamiento antillano durante la primera mitad del siglo XX. Sabemos que su

    trayectoria es elptica pues su fin ltimo es escapar de la sujecin colonial

    metropolitana, y por eso mismo es que no puede prescindir de la atraccin de ese centro,

    que como hemos sealado, es el que ocupa la problemtica colonial. Esto por supuesto,

    no quiere decir que los autores estn pensando en renegar del sistema, o de occidente.

    Ellos fueron sumamente conscientes de que formaban parte de l, un afuera en ese

    sentido hubiese sido de una ingenuidad que ninguno de los intelectuales destacados del

    periodo se permiti.

    De igual forma, hemos dado seas acerca de ciertas caractersticas que esta

    constelacin discursiva ha concienzudamente adoptado para alcanzar sus propsitos:

    memoria, subjetivismo, ensayo, interdisciplinaridad. Ahora es el momento de

    cartografiar la trayectoria argumentativa y epistemolgica de este pensamiento.

    Pensamiento, dialctica y espacialidad

    Resemantizacin

    Probablemente la ms interesante de las estrategias que utiliz esta primera avanzadade pensadores caribeos consisti en intervenir e invertir las estructuras hegemnicas.

    De esta manera el binarismo esencializante, dems est decir jerrquico, que construye

    la diferenciacin absoluta entre sujetos blancos y negros, con Csaire y la negritud

    termina revirtiendo su estructura a favor del elemento anteriormente depreciado. C.L.R

    James en tanto, reescribe la Revolucin Francesa en cuanto hito poltico nodal de la

    modernidad, para enfatizar que la verdadera emancipacin de las clases postergadas se

    realiza a travs de la rebelin de esclavos en Hait y no en el proceso europeo, que

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    traiciona sus potencialidades libertarias en el momento en que la burguesa asciende al

    poder.

    Esta resemantizacin de la historia universal, as entrecomillada, resulta

    absolutamente excepcional, si se considera que lo que se encuentra detrs de la

    propuesta de James, no es tan slo la reivindicacin de la revolucin haitiana dentro de

    la historia de los movimientos revolucionarios decimonnicos, sino ms bien la

    conviccin de que su acontecimiento se erige como el genuino instante en que la

    modernidad emancipadora se manifiesta en la historia universal.

    Todas estas expresiones coinciden en el propsito de asumir parcialmente el relato

    eurocntrico, por lo general extrado de la tradicin de mayor vala para sus respectivas

    metrpolis. Los ejemplos son variados: la novela victoriana o de formacin para los

    autores que provienen de las colonias britnicas, el barroco, para los hispanohablantes, o

    si se prefiere, durante la segunda mitad del siglo XX, el postestructuralismo francs para

    Glissant, o los estudios culturales de Birmingham para Stuart Hall.

    Pero regresemos de momento a los grandes relatos de la modernidad. Una vez

    integrada la narracin metropolitana, fagocitada incluso, los discursos de los

    intelectuales caribeos proceden a invalidar su posicin hegemnica mediante la

    usurpacin de sus horizontes morales y humanos, en nombre de la ilegitima

    consecucin de stos por parte de la barbarie colonial. As el maniqueo tropo

    civilizacin barbarie que no slo fundament la pulsin occidentalizante de la

    mayora de los intelectuales republicanos del XIX, sino que conform el leitmotivde la

    identidad eurocntrica, comienza a ser cuestionado agudamente.

    Llamaremos, a falta de una nominalizacin conceptual ms asertiva,

    resemantizacin, a este procedimiento a travs de cual los intelectuales caribeos se

    apoderan del acervo metropolitano y lo resignifican segn sus propias inquietudes

    poltico tericas. Con justa razn se podr objetar la imprecisin o incluso laarbitrariedad de esta categora. Y no podra estar ms de acuerdo con esa observacin.

    No obstante, recurrir una vez ms a las garantas tericas de la negatividad. De esta

    forma, dando cuenta de lo que no es el concepto,podremos alcanzar un mnimo grado

    de asercin. En ese sentido, si quisisemos adoptar un trmino procedente de alguna

    corriente culturalista para explicar esta dinmica de apropiacin, tales como hibridez

    o transculturacin (consientes por cierto de lamanifiesta disonancia que existe entre

    ellos) daramos cuenta de una parte del fenmeno, pero no alcanzaramos la dimensinpoltica y por tanto volitiva en las obras de los autores caribeos.

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    De igual forma, si ocupsemos un concepto severamente poltico, como el de

    traduccin en la tradicin gramsciana, tambin estaramos restando elementos culturales

    primordiales para explicar las condiciones particulares que propiciaron la escena

    intelectual antillana. Sobre todo pensando en la articulacin entre clase y raza, con que

    el pensamiento caribeo ampla cualitativamente la problemtica materialista. Si bien es

    cierto que no sera del todo arriesgado afirmar que algunas de estas perspectivas crticas

    pudiesen encontrarse implcitas dentro del juego de la resemantizacin, podemos

    asegurar que sta las trasciende de forma tal, que nos enfrentamos a una nueva

    categora.

    Para plantear una equivalencia ilustrativa al respecto, echaremos mano de un rtulo

    de menor neutralidad y abstraccin. Si ocupsemos el trmino canibalizacin, que por

    cierto, es ya una forma de resemantizar la consabida frmula metropolitana con que se

    design a los indgenas hostiles a la empresa de conquista, avanzaramos en la

    develacin del concepto. Conocemos de sobra la estrategia retrica europea que imagina

    la alteridad de las indias occidentales plagada de endriagos y seres fantsticos, para

    as deshumanizar imaginariamente una poblacin pronta a ser esclavizada. Nadie mejor

    que el Caliban shakespeariano para ejemplificar la hegemona de este tipo de

    construcciones subalternizantes. Sin duda existe un nmero indefinido de frmulas para

    anular, invertir, o incluso reformular y actualizar este tipo de caricaturas discursivas

    (ciertamente las hay en esas dos direcciones). Me interesa no obstante, plantear una

    posible resemantizacin, una que acepte un aspecto del estereotipo y lo subvierta

    mediante una transformacin radical de su base degradante en una armadura que

    permita no slo abroquelarse de los ataques, sino devolver el golpe.

    De este modo canibalizar podra ser reinterpretado como una alegora combativa,

    en donde la prctica antropfaga con la que supuestamente los guerreros caribes

    absorben la fuerza de su enemigo, pasa a ser el significado nuclear de una estrategiacontrahegemnica14. Es decir, no tan slo se desplaza aquel sustrato del relato

    eurocntrico que concluye en la representacin infrahumana de las sociedades

    aborgenes, sino que se sustituye su preeminencia mediante la afirmacin del propio

    canibalismo, convertido ahora en una maniobra descolonizadora ejecutada desde las

    categoras que la misma colonizacin establece. En ese sentido, se podra afirmar que el

    14

    Tal como nos aleccion el manifiesto antropfago brasileo: Pregunt a un hombre lo que era elDerecho. l me respondi que era la garanta de ejercicio de la posibilidad. Ese hombre se llamaba GalliMathias. Lo devor (3)

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    intelectual caribeo devora los postulados metropolitanos para vigorizar su discurso

    descolonizador.

    Desplazamiento y sustitucin

    La resemantizacin, como la entiendo, es un procedimiento que sera errneo

    observar a la ligera. Se trata, por un lado, de una estratagema en la que el discurso

    dominante es revertido hasta anular su univocidad de sentido, subvirtiendo de paso su

    orden jerrquico. Es decir, ocurre un desplazamiento que desnaturaliza la condicin

    inexpugnable del sistema (colonial en este caso) y la mistificacin de los sujetos que

    inciden en l. Por otro, es un ejercicio hermenutico donde la moral de los vencidos, la

    cultura y hasta la identidad muchas veces diezmada por los opresores, encuentra en el

    relato hegemnico fisuras por donde identificarse y volver a construir una narracin que

    reivindique su figura.

    En otras palabras, se realiza una sustitucin de lo que llamaremos horizontes de

    significado. Entendidos estos, como aquellas ideas que: a) forman parte del ncleo

    duro de significantes que articulan la identidad metropolitana15, tales como la razn, el

    derecho, el progreso, y a partir de la revolucin francesa, la promesa de una modernidad

    emancipadora expresada en la trinidad: libertad, igualdad, fraternidad; b) al tratarse de

    concepciones universalizantes, de acuerdo al carcter expansionista e imperialista de sus

    intereses, exceden la propia particularidad eurocntrica, por lo tanto son susceptibles a

    una resemantizacin de sus postulados (la idea por supuesto no es nueva, y cuando

    afirmamos que la colonizacin entraa el germen de su descolonizacin, lo hacemos de

    un modo similar a como se pens dentro del materialismo dialctico encarnado en la

    resolucin de la lucha de clases) y c) En razn de a) y b) permiten la articulacin de

    territorios epistmicos comunes y por ende dialgicos dentro de los cuales disputardiscursivamente la problemtica colonial.

    Cabra agregar que cuando hablo de sustitucin, no me refiero a un simple reemplazo

    de elementos en una secuencia. Ya a partir del desplazamiento comienza una profunda

    crisis en el paradigma, pues trastorna los ejes que legitiman el orden hegemnico, que

    llegado el momento de la sustitucin, que en este caso es donde el objeto colonizado

    pasa a ser sujeto descolonizador, comienza una agencia que rompe con la teleologa y la

    15Qu otra cosa es la Teologa de la Liberacin sino la resemantizacin radical de los postulados de laiglesia catlica en Latinoamrica?

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    predictibilidad del sistema, abriendo el hieratismo del aparato colonial hacia

    movimientos heterclitos y vanguardistas de pensamiento. Se podra decir entonces que

    para que se produzca el desplazamiento, ya se encuentra operando una movilidad dentro

    del aparataje de apodcticos que sostiene la legitimidad dominante, que ya no podr ser

    restituida a su constitucin original.

    En conclusin, ambos movimientos operan dentro de una dinmica de

    resemantizacin, cuya conceptualizacin ltima, puede interpretarse como un cambio de

    sentido profundo (si es que no absoluto). Esa es la razn por la cual entendemos la

    resemantizacin como una revolucin epistemolgica, en tanto remece la estructura

    binaria y esencializante en que colonizador y colonizado existen en dos planos

    escindidos, diferenciados e irreconciliables. El pensamiento reapropiado, fractura la

    rigidez homogeneizadora creando vasos comunicantes que tornan dialcticos los

    procesos de conocimiento, comprensin y transformacin del mundo.

    En ese sentido, no me parece menor utilizar la significativa nocin de propiedad,

    como sustrato conceptual a partir del cual se genera el movimiento antittico que

    propugnan estos autores. Se produce por medio de esa referencia una economa

    alternativa de conocimiento, donde se cuestiona de manera rotunda la apropiacin

    exclusiva y excluyente por parte de los agentes hegemnicos de la cultura, que esta vez

    s puede ser llamada universal, pues su pertenencia deja de ser privativa.

    Por esa razn desde ahora en adelante resemantizacin y reapropiacin sern

    conceptos que abordarn el mismo proceso. Este ltimo designar el resultado del

    primero, pero para efectos del anlisis operarn como sinnimos.

    Nada como el ttulo Los jacobinos negros para atestiguar este procedimiento de

    reapropiacin del canon metropolitano. Creo innecesario describir cmo y por qu la

    revolucin francesa se inscribe como el hito histrico moderno arquetpico.

    Pero antes de examinar en lneas generales cules son las conclusiones tericas quees posible extraer de la reapropiacin como herramienta para establecer narrativas

    contrahegemnicas y anticoloniales, ser necesario explorar ciertos recursos que

    componen su talle retrico.

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    Irona

    Una de las marcas inconfundibles en los textos de los autores caribeos consiste en

    cuestionar la superioridad moral con que el colonizador ha nimbado con un aura

    humanista, religiosa o civilizatoria sin ms, sus intereses materiales en la empresa de

    ocupacin. Esta impugnacin de las ominosas expiaciones metropolitanas se consigue

    de mltiples formas: la diatriba, la arenga, o el contrapunto. Este ltimo, obtenido

    mediante la yuxtaposicin de las brutales acciones infringidas a los pueblos

    conquistados, luego de una de aquellas grandilocuentes bravatas de humanismo con que

    el imperio relata sus proezas. Por supuesto, en la mayora de los casos, se trata de una

    combinatoria de todas estas estrategias.

    Uno de los recursos que se reiteran con mayor frecuencia en las obras de los autores

    caribeos, y en el que me detendr un momento, es el de la irona. Para nadie es

    desconocido el magnfico instrumento poltico que entraa este tropo, incluida su

    consangunea elaboracin literaria encarnada en la stira (ah estn Swift, Voltaire,

    Rousseau, por nombrar a algunos clsicos del gnero). Podra decirse, muy

    someramente, que el efecto irnico, al menos aquel sobre el cual buscamos arrojar un

    haz de luz, se logra yuxtaponiendo dos trminos visiblemente contradictorios.

    Sin duda, existen dos resultados interesantes cuando el recurso lo empua en ristre

    un autor caribeo. El primero es la desautorizacin del sustrato moral del relato

    occidental (desplazamiento), que permite al colonizado arrogarse a s mismo las

    expectativas traicionadas por aquella espuria versin hegemnica (sustitucin).

    En el caso deLos jacobinos negrossalta a la vista que aquella promesa trunca que se

    reinscribe en las posibilidades de los pueblos colonizados, es la de cumplir con la

    revolucin social y las aspiraciones emancipadoras de la modernidad.

    Si la distancia crtica con la narracin metropolitana logra virar su curso en favor delos pueblos dominados, podemos observar cmo en segunda instancia se logra dotar de

    proyeccin y legitimidad el propio discurso subversivo. Por ltimo, y aunque parezca

    obvio mencionarlo, la irona destruye una falsa moral y propone la posibilidad de

    concebir un nuevo horizonte de lo verdadero y justo.Es decir, se trata de cierta irona

    sin nihilismo, que extiende sus alas en favor de un espacio emancipador. Los ejemplos

    son profusos:

    Los Hibbert eran colonos de las Indias Occidentales, y tambin comerciantes,quienes, como hemos visto, suministraban gneros de algodn y lino para frica

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    y las plantaciones. () Su plantacin era una de las mejores de Jamaica;aunque siempre fue un patrn eminentemente amable- nos asegura su bigrafo-,moralmente no senta ningn tipo de repugnancia por esta clase de propiedad.A su muerte, dej en depsito un fondo que rentaba aproximadamente mil librasanuales para tres o ms becas de teologa, a fin de alentar la difusin del criterio

    particular en los asuntos de religin (Williams, 76).En elpuerto, a la espera de vaciar las empalizadas que progresivamente ibansaturndose, aguardaba el capitn en el barco negrero, con una conciencia tancristalina, que uno de ellos, en el intervalo de una espera para enriquecer alcapitalismo britnico con los beneficios de otro valioso cargamento negrero,aprovech para enriquecer a la religin britnica con un himno de composicin

    propia: Qu dulce suena el nombre de Jess! (James, 24).Los caribes, ese pueblo considerado salvaje y brbaro, saban que combatiendoal lado de los franceses defendan su derecho a vivir por lo menos en dos islas,de las muchas que haban sido suyas. (Bosch, 285)Como puede verse, el blanco obedece a un complejo de autoridad, un complejo

    de jefe, mientras el malgache obedece a un complejo de dependencia.Satisfechos todos (Fanon, 81).

    .

    Dialctica del amo y del esclavo, un diagnstico insoslayable

    Pero visibilizar el descaro de la moral metropolitana con la sonrisa rota e impotente

    del intelectual anticolonial no es suficiente. Otro de los rasgos que nutre el discurso del

    pensamiento caribeo consiste en exhibir la cruda y transversal estampa de

    deshumanizacin que genera el sistema colonial. Desfilan as grotescos retratos de una

    degradacin social extrema, en la que colonizadores y colonizados se encuentran

    insertos en una abstrusa vorgine de decadencia:

    Estos hechos prueban que la colonizacin, repito, deshumaniza incluso alhombre ms civilizado; que la accin colonial, la empresa colonial, la conquistacolonial, fundada sobre el desprecio del hombre nativo y justificada por estedesprecio, tiende inevitablemente a modificar a aquel que la emprende; que elcolonizador, al habituarse a ver en el otro a la bestia, al ejercitarse en tratarlocomo como bestia, para calmar su conciencia, tiende objetivamente a

    transformarse l mismo en bestia. (Csaire, 19).Los Antillanos no tienen valor propio, son siempre tributarios de la aparicin delOtro () Yo construyo mi virilidad sobre las ruinas de quienes me rodean ()el antillano se caracteriza por su deseo de dominar al otro (Fanon, 174).La mayora de los esclavos se acomodaron a esta incesante brutalidad por va deun profundo fatalismo y una estupidez estlida ante sus amos. Por qumaltratas a la mula de esa forma?, pregunt un colono a un arriero. Cuando notrabajo, me golpean, cuando ella no trabaja, la golpeo: es mi negro(James, 30).Y a medida que los mulatos empezaron a presionar contra los barrotes, los

    blancos de Santo Domingo aprobaron una serie de leyes que por su salvajismoparanoico no tienen parangn en el mundo moderno (diramos que hasta 1933) y

    apenas podran volverlo a tener en la historia (James, 53).

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    No cabe duda que nuevamente Csaire exhibe una capacidad sinttica excepcional

    cuando en su Discurso sobre el colonialismo propone la frmula colonizacin =

    cosificacin (20). Y no extraa que a la hora de ampliar estas retricas anticoloniales, la

    voz de Memmi desde frica produzca una resonancia innegable: Veo en la opresin el

    flagelo mayor de la condicin humana, que invierte y vicia las mejores fuerzas del

    hombre, tanto del oprimido como del opresor, como se ver ms adelante: si la

    colonizacin destruye al colonizado, por otro lado pudre al colonizador (18).

    Es as como reapropiaciones de teoras metropolitanas vienen a contribuir a la

    argumentacin acerca de la situacin irreversible que instaura la dinmica colonial.

    Irnico por supuesto, es que Hegel, el filsofo alemn que ha sido utilizado para

    fundamentar la supremaca de la historia occidental, espritu absoluto mediante, el

    mismo que observ en Latinoamrica la corrupcin de la especies condenadas a jams

    alcanzar la estatura de la fauna europea, ha proporcionado en la dialctica del amo y el

    esclavo un cimiento terico idneo. Pero no quisisemos fustigar al filsofo por sus

    devaneos con el imperialismo, ciertamente los autores antillanos no lo han hecho, y

    precisamente en su gesto por universalizar y resemantizar sus postulados, se produce la

    praxis que refuta la concepcin privativa del conocimiento.

    Sin embargo, por sobre estas referencias al hegelianismo, se podra decir que, para la

    gran mayora de los intelectuales de la primera mitad del siglo XX, el sustrato terico

    metropolitano predilecto fue la dialctica16. No es difcil comprender el porqu del

    atractivo poltico que suscita esta especfica arista de la filosofa occidental, si nos

    detenemos a considerar por un instante, algunos de los rasgos elementales de este

    paradigma. Plenamente consciente de la compleja trama de perspectivas que entraa la

    concepcin dialctica, (Hegel, Marx, Sartre, Adorno, Benjamin) intentar aislar los

    elementos que contribuyen al pensamiento caribeo.

    En primer lugar, la dialctica trastorna la divisin maniquea entre sujeto y objeto,eliminando la primaca dada de uno sobre otro. Esto, como se observ ms arriba,

    permite pasar a la posicin de sujeto de enunciacin. En segundo lugar, se trata de una

    visin de mundo que se construye a partir del conflicto entre contrarios. Esta base

    agnica de la dialctica, no slo permite pensar en trminos de contraposicin y

    antagonismo, lo que resulta sumamente productivo cuando se traslada el conflicto

    colonial a los trminos de coyuntura y disputa a partir de los cuales se concibe aquella,

    16C.L.R. James incluso posee un ensayo a su haber dedicado exclusivamente a esta nocin filosfica:This thing on dialectic.

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    sino que adems, su estructura que incorpora al otro en la dinmica intrnseca de su

    sistema de pensamiento, se aviene con la agencia y la apropiacin creativa de sus

    contenidos por parte de los intelectuales caribeos. Quines sino ellos, vern

    encarnadas en las luchas de liberacin nacional de los pueblos oprimidos, la anttesis de

    la ecuacin colonial, y confiarn en que sus resultados generen la sntesis de todo

    aquello noble que pudiese ofrecer la tesis del pensamiento occidental? : Precisamos