Baptista Gumucio, Mariano - La política cultural en Bolivia

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Polticas culturales: estudios y documentos

En esta coleccin*Rflexions prahlies SUT les politiques culterellss L a politique clllturelle aux Etats-Unis,par Charles C. Mark Les droits culturels en lant que droits de l h o m m L a poli+ue culturelle au Japon, par Nobuya Shikaumi Aspects de la politique culturelle fravaise, par l Service des tudes et recherches du Ministre e

des afaires culturelles, ParisL a pclitique culturelle en Tunisie, par Rafik Cad L a politique culturelle en Grinde-Bretagne, par Michael Green et Michael Wilding, en consultation

avec l professeur Richard Hoggart e

A. A. Zvorykiue, avec l concoursde N. I Goloubtsova et E. I Rabinovitch e . . L a politique culturelle en Tchcoslovaquie,par Miroslav Marek, avec l concours e de Milan Hromdka et Josef Chroust L a politique culturelle en Italie. Etude effectue par les soins de la Commission nationale italienne pour lUnesco L a politique culturelle en Yougoslavie, par Stevan MajstoroviC L a politique culturelle en Bulgarie, par Kostadine Popov Politica cultural de Cuba, por Lisandro Otero, con e concurso de Francisco Martnez l Hinojosa Quelques asperts des politiques culturelles en Inde, par Kapila Malik Vatsyayan L a politique culturelle en Finlande. Etude effectiie par les soins de la Commission nationale finlandaise pour lUnesco L a politique culturelle en Egypt., par Magdi W a h b a L a politique culturelle en Pologne, par Stanislaw Witold Backi, Jerzy Kossak et Mirosiaw Zulawski L a politique culturelle en Iran, par Djamchid Behnam L a politique culturelle au Nigria, par T A. Fasuyi . L a politique culturelle S i Lanka, par H. H.Bandara r Le rle L la culture dans les loisirs en Nouvelle-Zlands,par Bernard W. Smyth L a politique culturelle au Sngal, par Mamadou Seyui MBengue L a politique culturelle en Rpublique f d r h dAllemagne L a politique culturelle en Indonsie. Etude ralise par la Direction gnrale de la nilture, Ministre de lducation et de la culture de la Rpublique dIndonsie L a politique culturelle en Isral, par Joseph Michman L a politique culturelle aux Philippines. $tude rdige sous les auspices de la Commission nationale des Pliilippines pour lUnesco L a politique culturelle au Libria, par Kenneth Y.Best L a politique culturelle en Roumanie, par Ion Dodu Balan L a politique culturelle en Hongrie. tude mene sous les auspices de la Commission nationale hongroise pour 1 Unesco L a politique culturelle en Rpublique-Unie de Tanzanie, par L. A. Mbughuni L a politique culturelle au Kenya, par Kivuto Ndeti L a politique culturelle en Rpublique dmocratique allemande, par Hans Koch L a politique culturelle en Rpublique-Unie du Cameroun, par J. C. Bahoken e Engelberte Atangana t Aspects de l politique culturelle au Togo, par K. M. Aithnard a L a politique culturelle en Rpublique du Zaire. $tude prpare sous la direction du D Bokonga Elanga Botombele r L a pulitique culturelle en Afghanistan, par Shafie Rahe1 L a politique culturelle au Ghana. tude prpare par l Division culturelle du Ministre a de lducation et de l culture, Accra a L a politica cultural en Colombia, por Jorge Hiecer Ruiz, con la colaboracin de Valentina Marulanda L a politiea cultural en Costa Rica, por Samuel Rovinski Poltica cultural del Per, por el Instituto Nacional de Cultura L a poltica cultural de Bolivia, por Mariano Baptista GumucioL a politique culturelle en U n w n des rpubliques socialistes sovitiques,par

1 Todos los ttulos se han publicado tamhin en ingls. .

La poltica culturalen

Bolivia,,

Mariano Baptista G u m u c i o

Publicado en 1977 por la Organizacin de las Naciones Unidas para la Educacin, la Ciencia y la Cultura, place de Fontenoy,75700 Pars Impreso por Imprimerie Oberthur, Rennes ISBN 92-3-301519-X Edicin inglesa: 92-3-101519-2

0 Unesco 1977

Prefacio

L a finalidad de esta coleccin consiste en mostrar cmo se planean y aplican en diferentes Estados Miembros las polticas culturales. A c o m o difieren las culturas, difieren tambin las maneras de s enfocarlas; corresponde a cada Estado Miembro determinar su poltica cultural y sus mtodos de accin con arreglo a su propia concepcin de l a cultura, su sistema socioeconmico, su ideologa poltica y su desarrollo tecnolgico. No obstante, los mtodos de la poltica cultural (como los medios de las polticas generales de desarrollo) se enfrentan con algunos problemas comunes ; son stos, en general, de tipo institucional,administrativo y econmico; de ah que se insista cada vez m s en la necesidad del intercambio de resultados de experiencias e informaciones al respecto. L a presente coleccin versa principalmente sobre esos aspectos tcnicos de las polticas culturales: cada estudio se ajusta, en la medida de lo posible, a un modelo uniforme, con objeto de facilitarlas comparaciones. Por lo general, los estudios versan sobre los principios y los mtodos de accin de las polticas culturales,la evaluacin de las necesidades culturales,las estructuras y la gestin administrativas,e planeamiento y e l l financiamiento,la organizacin de los recursos, l legislacin, los presua puestos, las instituciones pblicas y privadas, e contenido cultural de la l educacin,la autonoma y la descentralizacin cultural,la formacin del personal, las infraestructuras institucionales destinadas a satisfacer las necesidades culturales; la conservacin del patrimonio cultural, las instituciones de divulgacin de las artes, la cooperacin cultural internacional y otras cuestiones afines. Los cstudios, que se refieren a pases con sistemas sociales y econmicos de regiones geogrficas y niveles de desarrollo diferentes,presentan- por consiguiente- una amplia diversidad de enfoquesy mtodos de las polticas culturales. En conjunto,pueden facilitar pautas a los pases que han de establecer polticas Culturales,y todos los pases, especialmente

los que buscan nuevas formulaciones de esas polticas, pueden sacarpartido de las experiencias acumuladas. E presente estudio fue preparado para la Unesco por Mariano l Baptista Gumucio, ex-ministro de Educacin y Cultura de Bolivia, a solicitud de la Comisin Nacional boliviana para la Unesco. Las opiniones que en l se expresan son las personales del autor y no reflejan necesariamente e criterio de la Unesco. l

ndice

Caractersticas geogrficas, histricas y culturales de Bolivia 9

9 12 16 18

E mbito geogrfico l L a antigedad indgena L a dominacin colonial blanca Desde la Independencia hasta hoy

Los grupos tnicos y la realidad pluricultural boliviana 2020 22 23 23 26

E mundo castellano-parlante l UTUS chipayas yAymaras Quechuas Las culturas de la selva

Las letras y las artes

30

31 37 38 40

40

Las letras L a arquitectura a L a pintura y l escultura L a msica E cine l

Los sistemas educativos y los problemas que confrontan 42

43 45 46

E analfabetismo y l

el proceso de alfabetizacin a Sentido de l educacin rural E estado de la educacin preescolar y bsica l

48 50 52

Los ciclos

intermedio y medio Modalidades de l educacin tcnica y normal a Presupuestos, maestros y locales escolares

L a universidad boliviana, la ciencia y la tecnologa 54

54

5 6 58 5961

Bosquejo de l evolucin universitaria a Orientacin y estructura de l universidad a boliviana Panorama de l educacin superior a Los costos de la educacin universitaria L a investigacin cientifico-tecnolgica

L a poltica cultural de los gobiernos bolivianos 64

65 65 71

Poltica cultural de l Revolucin Nacional a Poltica cultural de l reapertura democrtica a Poltica cultural actual

Difusin y preservacin de la cultura 75

7 5 7 6 7778 79 80 82

Movimiento editorial Televisin, prensa y radio Fundaciones Los museos Saqueo de las obras de arte y del folklore Normas legales de propiedad intelectual Desarrollo cultural concertado

Caractersticas geogrficas, histricas y culturales de Bolivia

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Bolivia, en el Ultimo cuarto de nuestro siglo sigue siendo todava un pais ignorado y, por lo tanto, enigmtico. Trasciende a la noticia internacional, de cuando en cuando, por golpes de Estado, huelgas bravas y represiones sangrientas,por los altibajos de las cotizaciones del estao y, quiz, por la reedicin de alguna obra de Alcides Arguedas, de Jaimes Freyre o de Augusto Cspedes. A fines de la dcada del 60,Bolivia asalt, de pronto, los titulares de primera plana de la prensa mundial con la accin, e fracaso y la muerte del Che Guevara. l Tras de tales citas periodsticas espordicas, forzosamente simplistas y deformadas, se halla una realidad mucho ms compleja,rica, plena de una diversa y original existencia cultural, aunque siempre en e marco l de sus caractersticas generales de dependencia, suhdesarollo y marginidad. L a cultura boliviana, con facetas tan poco conocidas, arranca de sus races en un imponente escenario geogrfico, una historia agitada y tensa, un choque y mezcla de mundos tnico-lingstico-sociales, como en as los avatares de todo un pueblo eu sus esfuerzos por vencer e atraso, la l miseria y e analfabetismo y acceder a la independencia econmica, la l democracia, el bienestar y la cultura. Todo esto es un crisol donde bullen materiales que todava no han tomado forma, cristalizacin y textura definitivas.

E mbits geogrfico lL a Repblica de Bolivia tiene una superficie territorial de 1 098 581 kilmetros cuadrados, aproximadamente cuatro veces m s que la de Espaa, tres veces l de las dos Alemanias y e doble de la de Francia. Pese a que a l ae la conoce por e sobrenombre poco exacto de pas del Altiplano, se l

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L a poltica cultural en Boiivia

encuentra ubicada en la regin trrida de Amrica del Sur, quedando fuera del trpico austral nicamente su extremo sudoeste. En realidad, ocupa e corazn del continente y est situada entre e Brasil al Norte y l l el Este, e Paraguay a Sudeste, la Argentina al Sur,Chile al Sudoeste y l l el Per al Oeste. Desde la prdida de su litoral martimo se halla enclaustrada entre las montaas y la selva. Parece, as, que fuera un Prometeo encadenado. U n a publicacin oficial boliviana dice: Msdetalladamente,el pas ofrece en su conjunto fsico:primero,hacia el Noroeste, clidas cuencas hidrogrficas cubiertas de exuberante vegetacin,cuyos ros -todos navegables en su mayor curso- forman vastos y prolongados sotos y profundas vegas de fertilidad tropical; al Este, el territorio est formado por planos ondulados cubiertos de espesos pastales o de bosques seculares, surcado por caudalosos ros que al desbordarse forman grandes marjales o baados, corriendo las aguas de aqullos, unas hacia el Noreste y otras hacia el Sudeste desde los 17 grados de latitud sur. Estas regiones de clima perpetuamente primaveral son denominadas ZZanuras al oriente y e chaco al Sudeste. E Oeste ofrece l l una comarca montuosa y abrupta, dominada por una elevada y fra planicie en la que se hallan los lagos indicados ( l Titicaca y e Poop) y a e l cuyos costados occidental y oriental corren cadenas de montaas cubiertas de perpetuas nieves.l Desde que se escribiera esa sinopsis, a principios del siglo XX, e pas l ha perdido en guerra con el Paraguay la regin llamada E Chaco l (243 500 kilmetros cuadrados). En ese conflicto blico, que se prolong de 1932 a 1935, cincuenta ml combatientes bolivianos perdieron la vida. i Bolivia pertenece a las cuencas del Amazonas y del Plata, que desembocan en el Atlntico y, a la vez, por su mayor proximidad, a l costa del a Ocano Pacfico. E ncleo fundamental de su relieve est formado por l e macizo andino, es decir por la alta estepa altiplnica que se alza en l medio de las inmensas murallas montaosas de la Cordillera Real u Oriental y la Cordillera Occidental de los Andes. En el altiplano y en los valles mesotrmicos interandinos es donde hoy mora la mayor parte de la poblacin boliviana, y es all donde se formaron las altas culturas precolombinas de los quechuas y aymaras y donde se asentaron las ciudades y las principales explotaciones econmicas de la colonizacin espaola. Los tres climas del pas: frgido,templado y trrido,que corresponden a distintas altitudes sobre e nivel del mar, descendiendo desde 4 O00 a l 400 metros, albergan una impresionante variedad de recursos de todos los

1. Oficina Nacional de Inmigracin, Estadstica y Propaganda Geogrfica, Sinopsis a estadstica y geogrjca de l Repkblica de Bolivia. Tres tomos. L a Paz, Taller de Tipografa y Litografa de J. M. Gamarra, 1903, t o m o I, p. 3 y 4 .

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Caractersticas geogrficas, histricas y culturales de Bolivia

reinos de la naturaleza, aunque no son ilimitados, como lo ha demostrado la explotacin de las minas. No enumeraremos las producciones de los tres reinos de la naturaleza que existen en Bolivia -afirmaba Pedro Kramer-, pues hacer eso equivaldra a reproducir la nomenclatura de casi todos los animales que estudia la zoologa,de todas las plantas que clasifica y estudia la botnica, de todos los minerales y materias inorgnicas que forman e objeto de la l mineralogia y en fn de todos los productos que u i i a la industria.l i tlz Esta visin plstica, pero demasiado optimista, se halla moderada por el hecho de que, en cuanto a los animales, las sociedades autctonas anteriores a descubrimiento de Amrica n o conocieron e buey n e l l i l caballo, e mulo y e asno, indispensables para la traccin de sangre. S l l i bien los recursos minerales de la parte occidental son casi ntegramente no ferrosos, existe un fabuloso yacimiento de hierro y manganeso en la llanura oriental - I Mutn-, en las immediaciones de la frontera con E e Brasil. N o se han descubierto, hasta hoy, yacimientos de carbn de l piedra. Desde e tiempo colonial, Bolivia fue y es un pas esencialmente l minero. L a exportacin de la plata, en e pasado, hizo famosa a la ciudad l de Potos, y se ha calculado que los galeones del metal argentfero que se enviaron a Europa pudieron haber formado un puente que cruzara e l oceno entre e viejo y e nuevo continente. En e siglo xx la exportacin l l l de los minerales de estao fue e origen de la enorme fortuna de las l empresas de l Minera Grande, en las que descoll Simn I. Patino, a quien supo crear e nico consorcio transnacional de origen latinoameril cano. Sin embargo, Bolivia fue y sigue siendo un pas de alarmantes niveles de pobreza. Tal paradoja era anotada de este modo por H.L. Keenleyside, jefe de una misin econmica de las Naciones Unidas: Los bolivianos tienen una singular facilidad para emplear frases dramticas y pintorescas en la descripcin de su pas, de s mismos y de sus ideas. Entre sus metforas populares est aquella en que se describe a Bolivia como un mendigo sentado en una silla de oro.2 L a gravitacin del grandioso escenario geogrfico del pais es constante factor de influjo sobre la idiosincrasia y la formacin cultural de los habitantes de Bolivia, por medio de una acusada influencia telirica en la religin y la mitologa nativas, en el folklore, en la literatura y las artes. E paisaje, no pocas veces, representa importante papel protagnico l en la novela,la pintura,la msica, etc.

1. Pedro Kramer, L a industria en Bolivia, L a Paz, Taller Tipolitogrfico, 1899, p. 37. 2 Misin Keenleyside de la Organizacin de las Naciones Unidas, Informe Keenleyside, . L a Paz, Escuela de Derecho y Ciencias Polticas de la Universidad Mayor de San Andrs, Imprenta Universitaria, m a y o de 1952 (Cuaderno no 8 p. 13). ,

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La

poltica cultural en Bolivia

La

antigedad indigena

Numerosos rastros culturales, como las cermicas,sos tejidos, la tecnologa del cobre y e bronce, los tmulos mortuorios o chullpares,los grandes l monolitos, la simetra de las construcciones de piedra y los alto relieves, muestran cmo nacieron, florecieron y se apagaron, se truncaron y desaparecieron en el altiplano boliviano las llamadas altas culturas andinas. Desde tiempo inmemorial, las sociedades indgenas eran agrcolapastoriles, con una vida basada en la estructura del ayllu o clan consanguneo, sin propiedad privada de la tierra y dems bienes de produccin. Las comunidades originarias se agruparon en marcas, en forma semejante a las fratrias griegas o a las markas germanas. Cultivaban la papa, el maz y la quinua y tenan rebaos de llamas. U n a revolucin en esta estructura primitiva signific, s n duda, e i l establecimiento de autoridades permanentes y la formacin de aristocracias paternalistas y eficientes, que dieron lugar a uno o varios reinos collas, antes del advenimiento del Imperio de los Incas, los cuales no hicieron sino continuar, elevar y perfeccionar esta experiencia de un tipo sui generis de sociedad de aristocracia comunal. E papel del grupo domil nante,ilustrado y planificador, se justificaba a sus ojos por la organizacin decimal de la poblacin para fines de control de la produccin, de l a construccin de palacios, fortalezas, templos, acueductos y caminos, y el reto de la guerra. E comn del pueblo estaba desprovisto de los I medios de ilustracin de que gozaba la clase alta; su obligacin era trabajar durante toda su vida til, pero lo haca cantando en las ceremonias de l siembra y la cosecha y e la construccin de las obras pblicas. a n Presumiblemente, la ciudad real, el santuario m s destacado y el ms importante observatorio astronmico del principal de los reinos aymaras preincaicos fue Tiwanaku, cuyo nombre original mismo se ha perdido, suponiendo algunos que era Wiay Marca o Ciudad Eterna. Para entender con precisin el Ltiempo y e espacio que en la evol lucin andina ocupa Tiwanaku es preciso referirse a conjunto de culturas l que florecieron en esta parte del mundo, antes, contemporneamente y despus. Vale la pena que e lector conozca el cuadro general de las l mismas que ofrece Ibarra Grasso en su obra Arqueologa boliviana: Viscachanense: pueblos recolectores muy primitivos, con cultura de lascas y s n puntas de lanza. Su origen se remonta a m s de 20 O00 aos. i Ayampitinense: verdaderos cazadores, comparables con Folsom en Amrica del Norte y con e Solutrense en Europa; tres distintos niveles de l desarrollo; e segundo de ellos tiene una antigiiedad en la Argentina l de 6 O00 aos antes de nuestra Era y en e Per de 7 500 aos. l Cultura megaltica o de los tmulos: agricultores, con utensilios de piedra pulida, cermica sin pintura, tejidos, cobre y oro; SU origen debe remontarse a antes de 1 O00 aos de nuestra Era; existe una datacin

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Caractersticas geogrficas, histricas y culturales de Bolivia

por e mtodo del Carbono-14,relativa a la localidad de Huanicarani l en e Altiplano, correspondiente a un nivel primitivo de la cultura, l que indica 800 aos antes de nuestra Era. Tiahuanacuy I, II y III o antiguo, chiripa,sauces, tupuraya y mojocoya: primeras culturas con cermica pintada en Bolivia, con motivos de dibujos casi exclusivamente geomtricos; su comienzo se remonta, segn anlisis con Carbono-14,a unos 600 aos antes de nuestra Era para la zona de Chiripa, durando hasta poco despus de Cristo en la zona altiplnica y hasta bastante ms tarde en los valles. Cultura nazcoide: derivada de Nazca, aunque no en forma directa, y con elementos recuay; pintura en cermica con motivos naturalistas, estilizados, con figuras humanas y animales, muy policroma; debe entrar en Bolivia poco despus de nuestra Era, y forma la base del tiahuanaku clsico, siguiendo luego hacia los valles en donde toma nuevos desarrollos. Tiahuanaku clsico, desarrollos nazcoide, mojocoya y tarija polcromo: en el sur del Lago, por influencia nazcoide, se desarrolla la civilizacin de tiahuanaku, que no tuvo mayor expansin en esta poca; en los valles de Cochabamba, Chuquisaca y Tarija,se desarrollan las culturas nazcoide, mojocoya y,posiblemente,tarija polcromo; es probable en Chnquisaca u n nivel antiguo de la cultura Huruquilla, derivada en parte de la Tupiiraya anterior. Tiahuanaku expansivo,yampar: hacia mediados del siglo VIII d. J. C. se produce la gran expansin tiahuanacota,que domina en Cochabamba, el norte de Potos y Oruro, L a Paz, el norte de Chile y la mitad del Per, a ms de s u costa hacia el Norte. A sur de esta expansin, l en Bolivia, continan las culturas anteriores. A finalizar e periodo l l se produce la aparicin de la cultura yampar, que dura hasta la conquista incaica. E reino Colla y las culturas potosinas: se trata de una continuacin del l tiahuanaku expansivo en cuanto a su difusin territorial,y tambin en algunas formas y dibujos sobre cermica, particularmente en el estilo Mollo; a Sureste contina el yampar y existen las culturas l huruquilla, yura, chaqu, atacamea y chicha, cuyo origen puede ser anterior para estas ltimas. E dominio incaico: se produce hacia 1438,por la conquista del Reino por l Pachacutec,el cual se hace nombrar monarca; la regin sur del pas -ChuquisaCa, Potos, Oruro y Tarija- fue conquistada ms tarde, hacia 1470, por Tupac Yupanqui, hijo de Pachacutec. E arquelogo boliviano Carlos Ponce Sanjins dice: Se ha logrado l establecer tres estadios de desarrollo para Tiwanaku: el aldeano,e urbano l y el imperial. Tiwanaku fue ostensiblemente ciudad antao en las pocas

III, IV y v. E esta ltima capitalidad de u n imperio, constituido por expansin s de tipo militar. Se ha puesto en claro asimismo una secuencia cultural que13

L a poltica cultural en Bolivia

abraza cinco pocas, siendo por supuesto la ms vetusta la primera, que se remontara hacia e primer milenio de la era criistianal. l En la ciudad precolombina de Tiwanaku resaltan: la pirmide escalonada de Akapana, que tena 18 metros de alto; e templo de Kalasasaya, l formado por u n terrapln gigantesco de 136 por 118 metros, para permitir la reunin de centenares de personas; y la puerta del sol, una enorme pieza ltica, en cuyo friso e investigador Arturo Posnansky vio u n calenl dario completo. L o interesante es que los muros ciclpeos de las construcciones tienen bloques de piedra que se ensamblan tan bien unas con otras que es imposible introducir entre ellas la hoja de un cuchillo. E l signo escalonado tiwanakota, que se repite en e adorno de las piezas l cermicas y en la escultura tuvo, probablemente, la importancia de un lenguaje ideogrfico abstracto hoy an no descifrado. Cuando elinca Mayta Kapac cruz, en plan de conquista, e ro Desal guadero y se intern en la regin colla, no encontr sino dos reinos aymaras en plena disensin,a los que someti, y las ruinas,ya deshabitadas, de Tiwanaku. Nadie sabe qu suceso humano o que cataclismo caus su pereclitacin, hasta trocarla en una ciudad fantasma. No obstante, la lengua, las instituciones econmicas y la cultura aymara tuvieron tal vigor que los incas anexaron la regin a su imperio, como su provincia ms vasta, rica y valiosa -el Collasuyo-, respetando sus caractersticas propias. E dios Sol, Inti, y las deificaciones de las l montaas -los achachilas y los machulas- fueron a aumentar la legin de los dioses del Tawantinsuyu. As, los mitos y las leyendas aymaras, conservadas por tradicin oral, pervivieron hasta los cronistas espaoles y, an, hasta nuestros das. E imperio incaico supo organizar la produccin y la administracin l del Estado en forma admirable pero desigual: las tierras comunes, cuyo dominio eminente perteneca al soberano, se distribuan anualmente,para permitir la rotacin de los cultivos, segn la capacidad de trabajo del hombre y de la mujer. L a produccin bruta se distribua e tres partes: n dos para el estamento dominante y uno para los productores. D e aqullas, el Estado provea a una especie de seguridad social, evitando la mendicidad y el abandono de los hurfanos, viudas, desvalidos y ancianos. E pueblo comn -los jatunrunas- fue primero agricultor, luego l pastor y, por ltimo, s n que exista una divisin clara del trabajo, artei sano, artfice, minero, constructor, guerrero, etc. En el tiempo libre que dejaban las faenas de la tierra, los varones en edad de trabajar eran reclutados mediante la mita para los grandes trabajos p~blicos, corriendo su mantenimiento a costa de los graneros y depsitos imperiales. Los incas perfeccionaron u n sistema de contabilidad mediante la1. Carlos Ponce Sanjins, La cermica de la poca I de Tiwanaku Puma punku (La Paz), Instituto de Cultura A y m a r a de la H.Municipalidad, no 2, segundo semestre de 1970 y primer semestre de 1971, p. 7 y 8.

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Caractersticas geogrficas, histricas y culturales de Bolivia

notacin en cuerdas de lana de varios colores, anudadas segn una clave que les permita recordar tanto e detalle preciso como e asunto global. l l Esas cuerdas eran los kpus, destruidos en su mayor parte por la saa cristianizadora de los invasores blancos. En Cuzco, la capital de Tawantinsuyu, exista una escuela para los hijos de la nobleza inca, de la de las provincias y de la de las tribus conquistadas,donde se impartan todos los conocimientos y e saber de l l a poca. D e a l salan los sacerdotes, los magos, los sabios, los artistas, l los administradores, los contables, los ingenieros, los aedas, los dramaturgos y los jefes militares. L a aristocracia del imperio incaico tena vestiduras finas y variadas y joyas de oro y de plata. Los jatunrunas,en cambio,usaban atuendos de telas bastas, distintos segn las diversas regiones imperiales, estndoles prohibido trasladarse de un lugar a otro. Fuera del Sol,adoraban a sus dioses locales. Su organizacin era gentilicia. Las normas morales, religiosas y legislativas no eran conceptos separados : un delito era a la vez un pecado, y las penas, severas hasta para las simples infracciones. E saludo que los habitantes del imperio l incaico se dirigan era u n compendio de su cdigo tico y legal: a m a sua, a m a Ilulla, a m a khella (no seas ladrn, embustero n perezoso), l que i o corresponda hien a una sociedad donde e trabajo era la primera oblil gacin; tanto, que e inca y los nobles volvan a trabajar la tierra varios l das cada ao, y e ser humano representaba e principal capital y l l l a mayor fuente de energa. Las manifestaciones culturales, en las que e arte se entrelazaba con l los ritos religiosos y con e culto del poder incaico, eran ms sofisticadas l para la clase dominante, pero trascendan tambin a pueblo en las l numerosas festividades de homenaje a la Pachamama (madre tierra), a la siembra y a la cosecha, siendo las fiestas ms importantes las correspondientes a los solsticios de invierno y de verano,conocidos c o m o inti raymis o fiestas del Sol. Al e pueblo escuchaba la historia oficial en los l l relatos y los versos de los amautns (sabios), contemplaba las pinturas de sus dioses e incas y asista a representaciones teatrales, a la vez que contribua, por su parte, con extensos grupos de bailes rituales y de msicas, varias de cuyas manifestaciones, con los carnhios introducidos por e transcurso del tiempo, han llegado hasta nosotros. La extraordil naria disposicin de los indgenas aymaras y quechuas para e cultivo l de las actividades artsticas, c o m o se vio luego en la Colonia y la Repblica, proviene de este pasado multicentenario. E drama quechua l Ullanta, que Ricardo Rojas y otros tradujeron por Ollantay, puede parangonarse con la tragedia griega. U n a de las caractersticas ms salientes de Ias sociedades de aristocracia comunal parece ser su persistencia e inmutabilidad como sistema econmico sustentado en l propiedad agraria colectiva, coronado por e a l grupo privilegiado usufructuario, a la vez que la posibilidad de cambios

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L a poltica cultural en Bolivia

y recomposiciones en la cpula de la vida poltica y del aparato estatal. Despus de los reinos collas vino el imperio incaico, sin que esa base econmica se hubiese modificado. E inca Huayna Kapac dividi el imperio en dos reinos independientes: l e de Cuzco para el heredero legtimo Huscar, y e de Quito para el l l ilegtimo Atahuallpa. Pronto se encendi entre ellos la guerra civil, que coincidi con e descubrimiento del nuevo continente y la conquista de l Amrica, que sera fatal para las culturas nativas.

La dominacin. colonial blanca

,

E ao de 1532 fue aquel en que un puado de soldados espaoles, cubierl tos de armaduras y cotas de malla, blandiendo armas de acero, dotados de arcabuces y de corceles, vencieron la escasa resistencia de los miles de hombres del ltimo inca, Atahuallpa, asombrados, pasmados y empavorecidos. Sobre la sangre de los guerreros quechuas masacrados por los recin llegados, se desplom e imperio andino. L a victoria de l Francisco Pizarro no fue un mero episodio accidental, n siquiera una i revolucin poltica, sino un cambio completo en todos los rdenes. L a primera transformacin que se produjo, resultado de los embates de la conquista hispnica, afect al horizonte religioso y cultural. Los templos incaicos fueron saqueados, luego del cobro del rescate del inca, las imgenes de los dioses destruidas, los santuarios demolidos, y los sacerdotes asesinados. L a efigie del dios Sol fue reemplazada, a sangre y a fuego,por e smbolo de la Cruz. D e la desaparicin de la liturgia solar, l de las esplendorosas ceremonias, de los cnticos sacros, se salvaron, escondidos en las oquedades de las montaas, apenas los ritos de los mdicos brujos y sacertotes locales, los yatiris, que siguen an hoy da en funciones. Los espaoles no pudieron aniquilar los idiomas nativos, los ritos comunales, las danzas, la msica, la vestimenta, las fiestas que -en un proceso de mestizacin religiosa o sincretismo- reaparecieron finalmente, en las festividades del santoral catlico, bajo un barniz, m s o menos leve, de cristianismo. L a segunda transformacin fue la de l estructura econmica y social. a A la conquista sigui la organizacin de la sociedad. L a minera de los metales preciosos - l oro y la plata-, estructurada sobre relaciones de e trabajo no asalariado, sino de servidumbre, mediante la reimplantacin de la mita, que asumi la forma de una leva peridica de m a n o de obra indgena gratuita para el trabajo forzado, represent la actividad inicial directamente ligada a la exportacin hacia la metrpoli de ultramar, de acuerdo a las caractersticas de un mundo ya mercantilista. Junto a las minas se organizaron las ciudades como centros de dominacin blanca y de administracin colonial. L a produccin extractiva y16

1. U n p u m a del templo aninislico al aire libre, en Sarnaipata, cerca de Santa Cruz (cultura inca), brbaramente desfigurado por viiitautes que graban nombres y siglas. 2. Cabeza antropoinorh estilizada en cermica, de la cuarta poca de Tiwanaku.

3. E templete semi-subterrneo y kalasasaya, en Tiwanaku. l

4. Patio del convento de Santa Mnica, en Potos. Pertenece al periodo de la colonia espaola..

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Caractersticas geogrficas, histricas y culturales de Bolivia

la vida urbana estimularon e trabajo de la tierra para la produccin de l alimentos. E repartimiento de haciendas y la encomienda de almas oril gin la translacin a mbito de lo que haba sido e Collasuyo del latil l fundio espaol, con la tecnologa del arado faranico y la yunta de bueyes, e cultivo extensivo y el empleo de la servidumbre gratuita de los l indios que se llam pongueaje (palabra derivada de pongo o siervo). E l latifundio colonial no suplant ntegramente la vieja comunidad originaria, sino que la releg a las regiones menos productivas, manteniendo e ayllu como fuente de provisin de brazos para la mita. l L a estructura minero-latifundista, que persisti en Bolivia hasta mediados del siglo xx,combinada con la organizacin clnica agraria y la viviente cultura indgena, produjo un activo mestizaje en todo orden, resultante en una estratificacin social en la que las distinciones de corte racial o racista correspondan a diferencias de clases. En la cspide de la dominacin estaban los blancos (con mando econmico y poltico), los criollos (blancos nacidos en Amrica, con mando econmico y sin mando poltico), los cholos (hijos de blancos e indios, ocupados en labores artesanales y de comercio) y los indios (la masa indgena utilizada en el trabajo s r i ) Junto a estos ltimos habra que clasificar a los negros evl. esclavos trados del Africa, de nmero reducido y que se extinguieron casi completamente. En la esfera cultural, la arquitectura eclesiiistica y las construcciones civiles que se importaron de la pennsula ibrica, en manos de albailes, picapedreros y talladores indgenas y mestizos, se transformaron mediante la adici8n de elementos tpicos del Nuevo Mundo, creando el barroco colonial. La pintura venida de Europa con los maestros manieristas, de influencia italiana,se cambi,tambin en manos de los pintores indios, en el estilo mestizo de la escuela potosina, principalmente. En la msica profana, la vihuela peninsular y el caparazn del armadillo o quirquincho, dieron lugar a un nuevo instrumento: el charango. Arriba, en los salones de los blancos se bailaban las danzas espaolas, y abajo, entre los indios, los bailes precolombinos como el huayrio, el yaravi, l llamerada, etc. En el medio, como fruto del mestizamiento, a surgieron las danzas adaptadas como la cueca, e pasacalle, el bailecito l chiiquisaqueo y, en las procesiones religiosas, las danzas rituales precolombinas volvieron a surgir a lado de otras nuevas de parodia de las l costumbres espaolas, como los wakatokoris (remedo de los toreros), la morenada (remedo de los militares), etc. Andando el tiempo, el mismo castellano peninsular fue adquiriendo vocablos indgenas, principalmente del aymara y del quechua, y cambiando el tono de la pronunciacin. Se eliminaron, en la parte occidental del territorio boliviano, las pronunciaciones peculiares de la c y de la z castellanas,y en la parte oriental la s silbante se hizo simplemente aspirada, dando lugar al castellano-colla y al castellano-camba,respectivamente.

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La poltica cultural en BoiviaConviene mencionar algunos nombres de personalidades nacidas en este suelo que, en los tres siglos de dominacin espaola de Charcas, o Alto Per, contribuyeron de manera notable al desarrollo de la cultura. Son: Bartholom Arzans de Orsua y Vela, maestro e historiador, autor de la monumental Historia de la Villa Imperial de Potos; Melchor Prez de Holgun, pintor de la escuela de Potos;Bernardino de Crdenas, sacerdote y escritor paceo, obispo de Asuncin del Paraguay, con destacada actuacin poltica frente a los jesutas; Pedro Nolasco Crespo, naturalista paceo, Francisco Tito Yupanqui, escultor paceo, autor de la imagen de la Virgen de Copacabana; Julin Apaza, alias Tupac Catari, jefe de la rebelin indgena de 1781, paceo; Gaspar Escalona y Agero, economista y jurista chuquisaqueo; Antonio de la Calancha, escritor chuquisaqueo, autor de la Crnica moralizada, Juan Huallparrimachu,poeta potosino,lugarteniente de la guerrilleraJuana Azurduy de Padilla.

a Desde l Independencia hasta hoy

En la poca de la colonia no hubo paz. Desde el comienzo, las guerras civiles entre los conquistadores ensangrentaron e altiplano y la selva. l Los abusos de las autoridades locales dieron lugar, ms tarde, a insurrecciones populares urbanas, como las de Alejo Calatayud en Cochabamba, Antonio Gallardo en L a Paz, Sebastin Pagador en Oruro. En 1781, los dominados, esto es, los indgenas, protagonizaron un extenso levantamiento que abarc el virreinato del Per y la Audiencia de Charcas (Bolivia), que conmovi e edificio de la explotacin espaola, l pero fue sofocado brutalmente atribuyndose su fracaso a no haber desarrollado suficientemente la alianza del campo con la ciudad. Finalmente, desde 1805, hubo un intenso trabajo de los criollos para desencadenar movimientos de; rebelin contra el monopolio administrativo colonial, que derivaron en lucha independentista. E aplastamiento de las revoluciones del 16 de julio de 1809 en L a l Paz, encabezada por Pedro Domingo Murillo, y del 25 de mayo de 1810 en Chuquisaca, dirigida por los hermanos Zudez, dio lugar a la formacin de partidas guerrilleras, que duraron hasta 1825, resultando esa lucha de los guerrilleros de la independencia decisiva para impedir que el Per colonial, convertido en plaza fuerte de la contrarrevolucin realista, aplastara los focos revolucionarios de Caracas y de Buenos Aires. L a creacin de la Repblica de Bolvar (despus Bolivia) al trmino de la larga guerra de 16 aos, gracias a la entrada en el altiplano del Ejrcito Libertador al mando del general Antonio Jos de Sucre, no alter las bases econmicas de la sociedad: fue una revolucin poltica (de cambio de latifundistas espaoles por latifundistas criollos), m a s no una revolucin econmica. E ideal bolivariano de una sola nacin hispanoamericana l18

Caractersticas geogrficas, histricas y culturales de Bolivia

result irrealizable por el nacimiento de repblicas oligrquicas, atomizadas y dbiles. En las postrimeras del siglo XIX la decadencia de la minera de la plata fue absoluta. L a revolucin liberal, de jvenes laicistas y partidarios del positivismo francs, traslad de Sucre (la antigua Chuquisaca) a L a Paz, la sede de gobierno de Bolivia, organizando all el marco a la nueva actividad predominante: la minera del estao, que permiti la formacin de las grandes fortunas de Patino, Aramayo y Hochschild. Paralelamente,la penetracin inglesa iba siendo sustituida por e ingreso l del pas en la zona del dlar. L a dominacin de los barones del estao y de los seores de la tierra acab e 1952,cuando el pueblo en armas impuso e proceso liben l rador y democrtico de la Revolucin Nacional, dentro del panorama de descolonizacin y de independencia econmica del Tercer Mundo. Aunque muchos consideran que este proceso qued frustrado e inconcluso, dando pbulo a procesos contrarrevolucionarios, lo cierto es que modific profundamente las estructuras fundamentales de Bolivia, mediante la nacionalizacin de la minera grande y la Reforma Agraria, que aboli el latifundio feudal y emancip a campesinado indio, convertido hoy e l n minifundista. E prolegmeno ms importante de dicha revolucin, fue la guerra del l Chaco con el Paraguay, entre 1931 y 1935, que termin con la derrota de los ejrcitos bolivianos y l prdida de un territorio inmenso. Dejaron su a vida 50 O00 jvenes de las clases humildes, en su gran mayora, m a s de los trridos pajonales chaqueos, donde el flagelo de su martirologio estuvo ormado por la sed, el hambre y la disenteria, naci un profundo descontento, que seal como culpables de tal situacin a los gobiernos de la oligarqua minerofeudal y a la Standard Ol Co. i E nuevo espritu de crtica y rebelin se expres en un vigoroso movil miento literario y artstico, del que son facetas la literatura del Chaco y la pintura indigenista,con una plyade de creadores y pensadores, de los que nos ocuparemos ms adelante. L a cultura boliviana de hoy, en sus mejores expresiones,no reniega de su paternidad europea n de su maternidad indgena. Alzndose sobrTa i .~ experiencia de mestizacin durante cuatro siglos, la sublima con la sana y justa pretensin de crear un arte, una literatura y una cultura que, aunque an inacabada, es ya autntica y rica dentro de l originalidad a y riqueza cultural del mundo latinoamericano.

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Los grupos tnicos y la realidad pluricultural boliviana

Bolivia es, esencialmente, un pas multitnico, esto es, que en l conviven, a lo largo y lo ancho de su territorio, varios pueblos de razas distintas, lenguas diferentes y grados diversos de evolucin histrica. No todos ellos se encuentran en un mismo plano de trato y gozan de idnticas prerrogativas. Pese a que la Constitucin Poltica del Estado consagra la igualdad de todos los habitantes ante la ley, aparte de las diferencias sociales entre pobres y ricos, en e fondo de las costumbres, l cuyo imperio es prioritario, existen menosprecios y discriminaciones raciales de los llamados blancos o decentes, independientemente del color de su tez, en relacin a los mestizos o cholos y los indios. Los factores de la separacin, superposicin y segregacin cultural, que producen los fenmenos sociolgicos de aculturacin y transculturacin, obran simultnea y contradictoriamente junto a los factores de la mezcla o sincretismo cultural. Los factores de una y otra especie se desenvuelven, chocan, se repelen o se amalgaman en una misma marmita de la que, a la larga, habr de salir un producto nuevo. Ello no obstante,por razones metodolgicas,consideramos necesario examinar la realidad pluricultural boliviana, distinguiendo los componentes del m u n d o oficial de habla castellana y los mundos nativos de lenguas vernaculares los que, asimismo, pueden ser subdivididos en dos grupos: e de los indgenas andinos y e de los indgenas de la selva. l l

E mundo l

castellano-parlante

L a cultura escrita de Bolivia se desarrolla por medio de la lengua castellana, que en e extranjero suele llamarse espaola, aunque Espaa l es poseedora de varios idiomas. E castellano es en Bolivia e idioma l l de los actos oficiales, de la convivencia de los ncleos centrales de las

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Loa grupos tnicos y la realidad pluricultural boliviana

ciudades, de la educacin sistemtica y de los medios de comunicacin masiva. E castellano fue el vehculo de expresin humana por el que la I cultura occidental lleg al pas y se impuso como la parte m s destacada y predominante del multifactico quehacer boliviano. Este valiossimo aporte, legado de la colonizacin espaola, por e que la filosofa, la l ciencia, l literatura, e arte y la tecnologa de Occidente sentaron sus a l reales en gran parte de Amrica Latina y, lgicamente en Bolivia, es e que conecta a pas con la civilizacin y l hace parte, siquiera l l e marginal, de ella. L a castellanizacin de los habitantes bolivianos de otras lenguas se concibe, frecuentemente, como un poderoso medio de unificacin nacional y, en efecto, cualesquiera que fueran las perspectivas de reanimacin y crecimiento de las lenguas nativas, puede asegurarse que e castellano -uno de los idiomas fundamentales de la integracin l latinoamericana- ser, cada vez ms, la lengua cohesionadora c o m n a todas las etnias y regiones de la repblica central de Sudamrica. E presente y e porvenir del castellano es el de servir de puente entre I l las distintas culturas del pas. N o faltan quienes aseguran que e castellano que se escribe y pronuncia l en Bolivia es uno de los menos deformados del continente, mas tal aseveracin es relativamente cierta slo si se trata de los medios cultos. E castellano popular, en cambio, tiene una construccin gramatical l llena de incrustaciones de las construcciones sintcticas nativas, aparte de que los idiomas precolombinos hacen sentir su influencia y gravitacin mediante numerosos vocablos que se conocen como bolivianismos. E castellano nuestro no se encuentra esttico o congelado sino sujeto l a un proceso de metamorfosis bajo la presin de atmsferas distintas a las que reinan en la pennsula ibrica. L a cultura dominante del pas es la occidental castellano-parlante. Quiz uno de los motivos de reproche sea que dicha cultura foment y an fomenta e eurocentrismo,o sea, e culto de los modelos culturales l l de los pases industrializados, cuya vigencia es negativa para la revalorizacin y exaltacin de lo que es nuestro. Se da e caso, as, de que l las corrientes literarias y artsticas presenten, en su seno,manifestaciones m s o menos notables de imitacin, de factura, que se desenvuelven, s n autenticidad, en un falso medio de cosmopolitismo. Este es un vicio i general en Amrica Latina. Dentro de dicha tendencia de enajenacin cultural puede incluirse el hecho de que, en la enseanza de la h.istoria, los alumnos del ciclo medio aprenden ms sobre los merovingios que sobre la situacin de la minera de la plata de la Audiencia de Charcas en e siglo XVII. l Desde que, hace 40 aos, e escritor boliviano Carlos Medinacelli l emprendi una vigorosa crtica contra la cultura postiza, se va afirmando una corriente renovadora de revisin de los valores oficial-

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L a poltica cultural en Bolivia

mente admitidos, que podemos denominar de nacionalismo cultural

y que se dirige a la bsqueda de la identidad supraestructural de Bolivia.Este nacionalismo no es xenfobo, no rechaza el aporte del exterior, pero juzga que ste, para ser vlido, debe ser incorporado mediante formas apropiadas y racionales de seleccin y aclimatacin, sobre la base de la revalorizacin del patrimonio cultural boliviano de todas las pocas.

Urus y chipayasLas culturas andinas m s vigorosas y que tuvieron un m a y o r grado i de desarrollo son, s n duda alguna, las culturas a y m a r a y quechua. Estas formaciones histricas humanas, en tiempos precolombinos, cuando constituyeron reinos o imperios, relegaron a u n a situacin marginal, por la imposibilidad de asimilarlas, a otras menores que se encontraban en estadios inferiores de evolucin, prcticamente en la etapa de la pesca, la caza y la recoleccin de frutos silvestres. Las culturas marginales andinas m s destacadas, existentes a n en nuestro tiempo, son las de los urus y de los chipayas. Los urus, que viven en los alrededores del L a g o Poop, en el Departamento de Oruro, tienen lengua, vestimenta y costumbres distintas de los grupos indgenas de m a y o r envergadura. Constituyen BUS aportes a la cultura, que se observan ntidamente en la propia ciudad orureia, la fuerte persistencia de ligazones de la gente humilde de los barrios populares con sus comunidades indgenas de procedencia, y el respeto a sus autoridades, as c o m o la difusin del culto a sus dioses: a To, que representa al viejo dios Huari (la vicua), a sapo, a la l l serpiente, configurada por las montaas circundantes, y a las hormigas que, segn la leyenda, se convirtieron en los arenales que circundan la ciudad de Oruro. Los chipayas m o r a n junto al ro Lauca, en la frontera de Bolivia con Chile, en la zona del salar de Coipasa, en tierras extraordinariamente avaras, donde cultivan la quinua y cran pequeos hatos de llamas y ovejas. Tambin de lengua distinta y vestimenta diferente a las de los quechuas y aymaras, v a n pasando de sus antiguas casas circulares a las rectangulares. Persisten entre ellos msica, danzas e instrumentos que no se encuentran en otra parte, y extraos ritos. As, en e da l cristiano de difuntos, el 2 de noviembre, los chipayas rinden homenaje a sus achachilas -la cordillera y el ro- en el templo catlico desprovisto de sacerdote y desentierran los restos de sus antepasados para agasajarlos. Tanto urus c o m o chipayas se encuentran en un progreso de asimilacin de elementos diversos de la civilizacin, y de aculturacin m s o menos rpida por esta causa. Veamos, ahora, las culturas mayores del A n d e boliviano.

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Los grupos tnicos y la realidad pluricultural boliviana Aymaras

Los aymaras, de lengua dura, son los habitantes del altiplano paceo, de parte de Oruro y de parte de Nor Potos. Cuentan con la mayor riqueza cultural de los pueblos indgenas, riqueza que influye poderosamente en e ambiente urbano de las ciudades de la regin. Los mitos l y leyendas, el cancionero, las danzas, las mscaras y otros elementos que constituyen su folklore, son de una variedad y de una exuberancia impresionantes. Ellos han impuesto e huayo, como pieza musical, l y danzas como la llamerada, que es e ritual del cuidado de las llamas; l los chutas, parodia de la vida campesina;la cullaguada,un baile tambin ritual, y otros.

Quechuas

Los quechuas, de lengua dulce, que fue la oficial del imperio incaico, habitan en Cochabamba, Chuquisaca, parte de Oruro y parte de Potos, s bien su influencia, en cuanto a la toponimia y a la persistencia de i palabras indgenas en e castellano, se extiende hasta Tarija a sur l l y Vallegrande al este. Las tradiciones, las leyendas, la teogona, la poesa y e teatro quechuas son de gran importancia, pero e cancionero l l y e folklore de danzas es algo m s limitado que e de los aymaras. E l l l hecho de que e carcter de los indgenas quechuas muestre mayor l extraversin que e de los aymaras, conocidos como introvertidos, ha l permitido que e quechua que se habla en Bolivia, especialmente en l s l a zonas de influencia inniediata de las ciudades, se haya desnaturalizado en no pequea parte con la introduccin brbara de voces castellanas. Aymaras y quechuas viven, en e campo, en casas rectangulares l de un S Q ~ O nivel, hechas de adobe, es decir, de bloques de tierra amasada con paja y s n cocer, habitualmente junto a corrales de animales o i en promiscuidad con ellos. Los varones usan una vestimenta bastante occidentalizada, aunque de modelos anticuados, combinados con e l Zluchuchu (en aymara) o chulu (en quechua), que es un gorro de lana, puntiagudo y con orejeras, y e poncho, que es una creacin hbrida l o mestiza del tiempo colonial (remedo de capa), consistente en un amplio rectngulo con una abertura central para pasar la cabeza. Dichas prendas son de tonos sobrios o multicolores. Las mujeres usan una saya amplia y de muchos pliegues, denominada pollera, una manta que les cubre las espaldas y los hombros y un sombrero, de formas y textura distintas segn las regiones, que permite la fcil identificacin de su procedencia. Se calcula que cada una de estas etnias - a quechua y la ayniaral cuenta con alrededor de un milln y medio de miembros. En los lugares m s alejados persisten ritos y costumbres, poco o23

L a poltica cultural en Bolivia

nada conocidos de los bolivianos de las ciudades. Citaremos dos de ellos. En la regin de Nor Potos, donde conviven la lengua aymara y la quechua, se celebra anualmente e tinku o lucha entre las comunidades l tribales de la regin, que viene a ser la reduccin de antiguas guerras clnicas a la forma de un acontecimiento religioso, deportivo y espectacular. Los campeones de las comunidades contiguas y rivales, las de los laimes y los jucumanis, designan campeones que, dotados de cascos, pectorales y brazales de cuero, as como de guantes del mismo material con armadura de hierro, contienden sangrientamente, incluso hasta la muerte. S acaso no se produjera este fatal desenlace, la creencia i asegura que los dioses mandarn un ao agrcola malo. Se beben abundantes bebidas alcohlicas y,a veces, e tinku se convierte en una batalla l campal. Tambin en Potos,en la poca de celo de las llamas,hay comunidades que celebran una singular fiesta. Las llamas hembras son encerradas en un recinto y se lleva a las llamas machos a las alturas de los cerros. A son de pututus (cuerno de res) y de msicas, se sueltan los machos l que corren al encuentro de las hembras para fecundarlas -acto de promisorio aumento de los rebaos- en medio de ofrendas de los yatiris, o brujos indgenas, a los dioses vernaculares. Cumplida dicha funcin, las muchachas jvenes de la comunidad huyen a campo traviesa, perseguidas por los muchachos, repitindose la ceremonia en escala humana. Estos encuentros rituales del amor suelen proporcionar matrimonios campesinos muy slidos. Uno de los muy fuertes elementos culturales y sociales de origen indgena quechua-aymara y otros, es la institucin del tantanacu (voz quechua), conocido en la parte sur de Bolivia como sirviacu. Esta institucin reina soberana en e campo y en gran parte de las l ciudades, en los barrios populares o marginales. Consiste en el matrimonio de prueba de las parejas jvenes, por uno o dos aos (a veces se prolonga indefinidamente), de m o d o que los interesados puedan experimentar su capacidad de ajuste a la vida conyugal. Luego, e matrimonio l civil puede formalizarse conforme a las leyes de la Repblica, y an e religioso. En cuanto a la situacin de los hijos, no hay mayormente l problemas debido a que los padres suelen reconocerlos ante la ley. L a prdica de las instituciones religiosas de que el concubinato es un pecado no ha tenido n tiene mayores frutos. i L a propia Constitucin Poltica del Estado y e Cdigo de Familia l bolivianos, ante evidencias tan fuertes, han tenido que reconocer la legalidad del matrimonio de hecho o unin singular entre personas capaces de contraer e matrimonio legal. Segn las leyes del trabajo, l en caso de muerte del trabajador, las indemnizaciones salariales se pagan a la conviviente sin necesidad de presentacin del certificado de matrimonio civil.

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Los grupos tnicos y la realidad pluricultural boliviana

Otra institucin lozana de los pueblos aymara y quechua es la de losyatiris o mdicos-brujos. Los ms afamados de ellos son los callaguayas, comunidad de habla quechua en medio de la zona aymara (presumiblemente como resultado de un mitimacu o sistema incaico de trasladar a grupos numerosos de un lugar a otro como medio de colonizacin o como castigo colectivo). Los callaguayas transmiten sus conocimientos de padres a hijos, hablan una lengua arcana (que se supone es e idioma l secreto de los incas), y son incansables viajeros no slo por Bolivia sino por gran parte de Sudamrica. Combinan una sabia medicina herbolaria con ritos, fabricacin de amuletos, adivinaciones y consejos psicolgicos. U n a muestra de la difusin y del crdito de los yatiris es que, an en las clases altas, ante la seguridad de la impotencia de la medicina cientfica oficial en ciertos casos clnicos, se apela, en ltimo extremo, a los servicios de los yatiris. Desde siempre, las artesanas de los careteros (o fabricantes de caretas) y de los bordadores de trajes para los danzantes fueron una necesidad cultural del pueblo. Sin embargo, las manifestaciones de la cultura indgena, su religiosidad, sus ritos, sus danzas, su msica, sus vestimentas ceremoniales, su lengua, etc. merecieron hasta bien entrado e siglo xx e desprecio, e repudio y e odio del munclo blanco l l l l castellano-parlante. Fue necesario que la guerra del Chaco pusiera en contacto a la juventud campesina y ciudadana en los sufrimientos de las trincheras y que e descontento general cristalizara en varios l intentos gubernamentales reformistas y en la insurreccin popular de 1952,conocida como la Revolucin Nacional,para que se reconociera la importancia de esas manifestaciones culturales. L a poltica de revalorizacin de lo nuestro, que se intent desde la dcada del 30, dio sus frutos recin en las dcadas del 60 y del 70. Las expresiones culturales indigenas han recobrado su sitial de prestigio y van a ser -tal es la perspectiva- el mayor atractivo del turismo interno e internacional. C o m o consecuencia de esta revalorizacin, e carnaval de Oruro (que l es un ritual a dios Huari, transpuesto en forma de homenaje a la Virgen l de la Candelaria) y las fiestas religiosas del Gran Podcr en Ida Paz, de la Virgen de Urkupiia en Quillacollo (C~chabaniba),d e la kirgen de Cotoca en Santa Cruz, de la Virgen de Guadalupe e n EnLre Ros (Tarija), etc. han adquirido o van adquiriendo un esplendor inusitado. Los greniios de bordadores de trajes y de careteros han incrementado su labor, dando pruebas de extraordinaria inventiva que prosigue la tradicin y creando piezas ms 'sofisticadas, completas y de un barroquismo deslumbrante. Un acontecimiento de singular importancia cultural es e abandono l del aislamiento que los grupos indgenas han realizado en los ltimos 15 20 anos, gracias a la introduccin de la radio de transistores, lo que ha significado,en e mbito rural boliviano,una verdadera revolucin l en e dominio de la comunicacin humana. L a msica verncula de l

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L a poltica cultural en Bolivia

distintos lugares se ha difundido rpidamente, las noticias del pas y del m u n d o llegan a los campesinos al instante y, lo que es muy importante, los idiomas nativos predominantes - l quechua y e e l aymara- son cada vez ms usados en horarios matinales de las estaciones transmisoras y, en algunas de ellas, a tiempo completo. E primero l en aprovecharse del incremento del auditorio radiofnico nativo ha sido el comercio, para inducir a la masa agraria a comprar, so pretexto de civilizacin, artculos cosmopolitas que aqulla no necesita. Junto a este factor negativo, y con las fallas de concepcin que son fciles de suponer,ha irrumpido en Ias emisiones e radioteatro y la radionovela l en aymara y quechua, lo que, frente a la anterior realidad de ausencia de cultura organizada de masas, es un paso adelante, un peldao que no debe ser desdeado. Hace algunos aos, la Universidad Tcnica de Oruro ensay, con buen xito, la puesta en escena de obras nativas para pblicos indgenas y, ltimamente, en 1976, un grupo teatral cochabambino llev a las tablas, en castellano, una serie de cuentos populares quechuas en torno a la figura del cumpa Atoc o e compadre Zorro, con notable apoyo l de los espectadores. En Ia ciudad de L a Paz funcionan el Instituto de Enseanza de Lenguas Nativas y e Instituto de Cultura Aymara de la Municipalidad, l que tiene exprofesamente la finalidad de revitalizar, impulsar y cultivar e idioma aymara. Uno de sus principales animadores, sin desmerecer l a otros, es e profesor Juan de Dios Yapita. En Cochabamba, e centro l l cultural Portales y e escritor Jess Lara son los principales impulsores l de la cultura quechua. L a Constitucin Poltica del periodo de la Revolucin Nacional reconoci a castellano, a aymara y a quechua como lenguas nacionales l l l oficiales. U n a constitucin posterior, que es la vigente, revis esta posicin, y ahora existe un movimiento que busca e reconocimiento l de tales idiomas nativos como idiomas nacionales de categora legal, tal como se ha hecho en e Per con el quechua. l

Las culturas de la selva

En la poca anterior a la presencia de las misiones hispnicas en la selva de lo que hoy es Bolivia, los indgenas se encontraban en grados variables de salvajismo. Mientras que la economa de l recoleccin a y de la caza slo permita un nivel de vida limitado a grupos como e de los arorode, otros grupos, como son los mojos, baures y chans l -de idioma aruak- se encontraban en los umbrales de la alta cultura, dice un estudio cientfico moderno 1 .I. Jiirgen Riester, En busca de la Lomo Santa, L a Paz, Cochabamba, Editorial LosAmigos del Libro, 1976, p. 343.

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Los grupos tnicos y la realidad pluricultural boliviana

Las tribus indgenas de la selva habitan la parte oriental de Bolivia, desde la frontera con e Per y e Brasil, al norte, hasta la frontera l l con el Paraguay y la Argentina, al sudoeste. Segn las investigaciones realizadas por e abate Lorenzo Herbas en 1800, las lenguas matrices l ,detales tribus son e guarani, e chiquitano y e zamuco. Otros autores l l l consideran que existe un tronco c o m n que seria la lengua tupi-guarani. Frente a los 3 millones aproximadamente de habitantes que suman los indgenas andinos, los selvticos, segn e censo de 1950, llegaban l en total solamente a 87 000. L a poblacin de las tribus era y es muy variable. A fines de la dcada del 60,e Instituto Lingstico de Verano, l que se halla a cargo de misiones protestantes o evangelistas, indicaba las siguientes cifras: araonas, 43; ayoreos, de 4 a 5 000; cavineos, 800; cayubabas, 75 ;chacobos, 170;chans,3 000;chimanes,700;chiquitanos, 20 000; guarayos, 5 000;ignacianos, 3 000;itn-mor, 150; itonamas, 3 000; kanichanas, 75; lecos, 50; matacos, 500; yuracars, 500 I. U n a creencia, grandemente extendida, es l de considerar que los a indios del trpico son seres irracionales semejantes a los animales. Tal criterio simplista es falso, ya que los grupos I1,amados salvajes estn dotados de todo cuanto se llama cultura, es decir de una totalidad de conocimientos, creencias, sistemas tico-religiosos, expresiones de arte y medios prcticos para la vida. Durante e periodo colonial, los nicos que tuvieron xito alentador l en la sedentarizacin y anucleamieuto de las poblaciones salvajes de los llanos tropicales de Bolivia fueron los jesutas. Con sede en e l Paraguay, organizaron un extenso territorio de economa autoabastecida, utilizando e desconocimiento de la propiedad privada de los naturales l para establecer un sistema semejante al del incario: comunas agrcolas de producci6n colectiva coronadas por un estamento dirigente, planificador y paternalista formado por los misioneros de la Compaa de Jess. Entre la fundacin de las reducciones jesutas, obra de Espaa para contener los avances portugueses desde e Brasil, y la expulsin de la l Compaia decretada en 1767 hay una nica poca en la que, desde la conquista, los habitantes conocieron un cierto grado de bonanza debida al aumento de la productividad, la introduccin de una tecnologa de oficios artesanos desconocida hasta entonces, la enseanza del catecismo, los cnticos religiosos y la msica aunque, naturalmente, la mayor parte del producto social fue a parar al grupo dirigente. Con el catolicismo sucedi igual que en otras partes: e animism0 sigui l vigente a travs o por debajo de la veneracin de las imgenes de los santos.1. Walter Hermosa Vireira, Estudio sumario de los grupos selvcolas de Bolivia, Pumapunku (La Paz, Instituto de Cultura A y m a r a de la H.Municipalidad), no 2, segundo semestre de 1970 y primer semestre de 1971, p. 78.

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L a poltica cultural en Bolivia

Despus de la expulsin de los jesutas sobrevino Ia decadencia

y la fuga de muchos indgenas a lo profundo de la selva y a sus anterioresmodos de vida errante. Puede afirmarse, s n hiprbole -expresa i e historiador Enrique Finot- que la decadencia que sufiieron la l provincia de Santa Cruz de la Sierra y sus dependencias de mojos y chiquitos, con esa medida, no ha terminado en nuestros das1. E paso de las reducciones a la administracin civil colonial espaola l se produjo sin grandes problemas. Bernd Fischermann y Jrgen Riester explican as dicho proceso: Los jesuitas no les ensearon [ los indgenas] a a entender el sistema existente fuera de la reduccin, de manera que l toma de reducciones, por parte de no-jesutas, pudo darse sin a contratiempos, aparte de algunos incidentes menores, y se pudo asumir as el control de poblaciones enteras z. L a nueva penetracin por los blancos de la selva boliviana se produjo a fines del siglo pasado y principios del presente al incrementarse l a explotacin del caucho o goma elstica para la moderna industria internacional, en particular como consecuencia del crecimiento dei transporte a base del automvil. L a necesidad de m a n o de obra barata hizo que los empresarios y reclutadores utilizaran todos los medios -desde e engao hasta formas atroces de violencia- para convertir l a los salvajes en m a n o de obra vil. Pasada la poca del caucho, c o m o efecto del uso de sustitutos sintticos,los indgenas retornaron parcialmente a nomadismo. l Las actuales actividades agropecuarias y de recoleccin de caucho y de castaa producen un asentamiento tan destructivo como el inmediatamente citado, debido a la degeneracin y destruccin de los modos de vida y de cultura de las tribus supervivientes. E mismo Jrgen l Riester,ya citado,asegura que la situacin actual de los grupos selvticos de Bolivia es de una rpida aniquilacin cultural. U n 70,8 por cienta est amenazado de exterminio, un 55,l por ciento del anterior porcentaje no llegar a ver e fn de la dcada del 70 de nuestro siglo, y e 30 por l i l ciento de la totalidad de los habitantes indgenas podra sobrevivir s tuviera una adecuada ayuda, que no se ve por ninguna parte. i U n a civilizacin tan deformada como la de nuestra poca no se contenta con destruir la ballena, el tigre, l foca, la vicua, la chinchilla a y e caimn sino que tambin aniquila a grupos humanos dbiles, l salvajes o semisalvajes, que debieran ser rescatados. Enlutarn los bolivianos sus corazones con el Requiem que tal vez se cante antes de que l actual generacin se marche, por la definitiva desaparicin de a importantes grupos indgenas de su regin trrida? E oportuno anotar aqu que el pluriculturalismo y el multilingismo, s1. Enrique Finot, Nueva historia de Bolivia,L a Paz, Editorial Gisbert y Cia. S. A. Libreros Editores, 1976, quinta edicin, p. 122. 2. Jrgen Riester, op. cit., p. 344.

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Los grupos tnicos y la realidad pluricultural bolivianas bien puede obstaculizar relativamente la expansin del mercado, i son factores potenciales de u n rico y multiforme despliegue de la vida nacional y de la cultura, si se utilizan a tiempo los medios que los hagan viables.

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Ofreceremos una visin sucinta del siglo XIX, con la indicacin de algunas figuras sobresalientes, para abocarnos ms bien, por su mayor inters, al siglo xx.] Proclamada en 1825 la independencia poltica respecto de Espaa, tras quince aos de cruenta guerra civil, el pas cae presa de los caudillos militares y es muy lenta la consolidacin de sus instituciones y de su propia vida independiente. Slo despus de la batalla victoriosa de Ingavi, en 1841,consolida su independencia frente a Per. Pero en la malaventurada guerra de 1879, en alianza l con e Per, frente a Chile, pierde su extenso litoral sobre e Pacfico l l y se ve convertido -hasta hoy- en pas mediterrneo. D e la influencia espaola, las clases dirigentes pasan a la imitacin de Inglaterra y Francia en estilos, formas de gobierno, corrientes literarias, etc. E mejor escritor del siglo XIX boliviano es Gabriel Ren Moreno, l de Santa Cruz, historiador y crtico de vasta obra. Sus principales libros son Ultimos dias coloniales en el Alto Per, Las matanzas de Yez, Ayacucho en Buenos Aires y prevaricacin de Rivadavia, Estudios de literatura boliviana. Otra figura notable, esta vez en e campo de la l novela, es la de Nataniel Aguirre, de Cochabamba, autor de Juan de l rosa, memorias del ltimo soldado de l independencia, considerada a a como una de las mejores obras de ficcin que se hayan producido en e continente en el siglo pasado. Conviene tambin mencionar a Emeterio l Villamil de Rada, fillogo, autor de una obra extrasima y original, L a lengua de Adn, de la que apenas public un compendio, sosteniendo con abundancia de argumentos, que e aymara es la lengua madre l1. Para una visin ms detallada de los temas aqu tratados, e lector podr consultar: l Augusto Guzmn, Poetas y escritores de BoZiuia, La Paz, Editorial los Amigos del Libro, 1975, 273 p.; Mariano Baptista Gumucio, Historia contempornea de Bolivia, L a Paz, Editorial Gisbert, 1976, 381 p.

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de l humanidad. Su voluminosa produccin manuscrita se perdi a en un incendio y concluy por suicidarse. Otras figuras notables l son l poetisa ciega Mara Josefa Muja, e historiador Manuel Jos a l Corts, los poetas Ricardo Jos Bustamante, Felix Reyes O t z Manuel r, Jos Tovar, los escritores Modesto Omiste, Julio Lucas Jaimes, Santiago Vaca Guzmn, Mariano Baptista, Rosendo Villalobos.

Las letrasTres nombres sobresalen con luz propia que irradia /muy:lejos, en' las primeras dcadas del siglo xx: Franz Tamayo, poeta excelso ( a ProL metheida, Nuevos Rubayat, Scherzos), escritor profundo y pedagogo original ( L a creacin de l pedagogia nacional) ; Ricardo Jaimes Freyre a (Castalia Brbara, L s sueos son vida), introductor, con Rubn Daro, o del modernismo en Amrica Latina; y Gregorio Reynolds (l cofre E de Psiquis, Prisma, Illimani), quien cultiv todas las formas poticas, fulgurando en e soneto. l Los nombres de Oscar Cerruto, Yolanda Bedregal, Guillermo Vscarra Fabre, Octavio Campeso Echaz y Oscar Alfaro, que pertenecen a sucesivas promociones poticas, ocupan sitio de relieve en las letras bolivianas. A igual que Juan Capriles, Jos Eduardo Guerra, Javier l del Granado, Antonio Avila Jimnez, Primo Castrillo, Ral Otero Reiche, Fernando Ortz Sanz, Jess Lara, Armando Soriano Badani, Julio de la Vega, Luis Mendizbal Santa Cruz, Lucio Diez de Medina, Luis Ameller Ramallo, Federico Dels, Hector Cossi0 Salinas, Oscar Rivera Rodas, Mery Flores Saavedra, Alcira Cardona Torrico, Jaime Saenz, Gonzalo Vsquez, Jorge Surez, E d m u n d o ;Camargo, Jaime Canelas, Silvia Mercedes Avila, Nora Zapata, Jaime Choque Mata, Ambrosio Garca Rivera, Hernando Garca Vespa. En la generacin m s joven debe sealarse la presencia de Pedro Shimose, Alfonso Gumucio Dagrn, Eduardo Mitre, Waldo Lizn y Diego Torres. L a visin de nuestra literatura resultara incompleta s a menos i l no se esbozara una resena ilustrativa y orientadora sobre e movimiento l narrativo. E propsito est restringido a la mencin de las obras ms destacadas l de los ltimos cincuenta aos, pero parece imprescindible la referencia a una que otra novela anterior a este periodo, dada la importancia relevante de ciertas producciones, en un campo ciertamente avaro de composiciones notables. Raza de bronce, de Alcides Arguedas, considerada como la primera novela realista americana, denuncia e drama del indio explotado y envilecido. l Fue acogida con entusiasmo en forma unnime por la crtica internacional, y sus numerosas ediciones marcan su significacin permanente. Novela de denuncia en vigoroso estilo realista que muestra la compulsiva~

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La politica cultural en Bolivia sumisin indgena y exalta los paisajes desolados del altiplano grandioso y sugerente y los tibios y apacibles del valle, en los que se desarrolla la accin de esta obra de carcter social y costumbrista. Jaime Mendoza, notable socilogo, historiador y poeta, se ha destacado igualmente por su produccin novelstica y su estilo descarnado que le valiera e ttulo de Gorki boliviano. E n las tierras del Potos y l Pginas brbaras, constituyen sus principales novelas. L a primera, publicada en 1911, resulta ciertamente la primera visin realista del tema de las minas bajo un enfoque social, que muestra las penosas condiciones de vida del trabajador y su explotacin, aunque la simplicidad de su trama no apunta soluciii reformadora n clima reivindii cacionista. Pginas brbaras (1914)es la novela de l selva y de la exploa tacin gomera en e noroeste de nuestro pas. E s la densa novela del l trpico, mostrando las facetas de la explotacin del hombre, de sus miserias morales, de su desgracia y desventura. Con subyugante acento potico exalta la naturaleza en esta novela que, a su valor intrnseco, se aade la de haber visto la luz pblica diez aos antes que L a vorgine de Jos Eustasio Rivera. Despus de la aparicin de importantes novelas como L a candidatura de Rojas, de Armando Chirveches; Aguas estancadas, de Demetrio Canelas; Intimas, de Adela Zamudio ; Lgrimas indias, de Guilln Pinto, e acontecimiento blico del Chaco incorpora en la narrativa l nuevos elementos surgidos de la experiencia individual con proyecciones sociales y revolucionarias por la ndole y magnitud de la contienda. A aparece una novela guerrera con acento realista y naturalista que s, armoniza la experiencia de tinte testimonial con la ficcin inexcusable que caracteriza e gnero. l Por otra parte, la novela que no se aisla de la realidad social prospera en fecunda expresin narrativa minera y agraria, que mantiene su tnica de denuncia reivindicativa,notoriamente hasta la nacionalizacin de las minas (1952)y la Reforma Agraria (1953), que cambian e rumbo l de la inspiracin, aunque algunos autores persisten en una temtica afectada de insalvable anacronismo. Por cierto que el hombre y e paisaje del altiplano, el trpico y e l l de los yungas aparece en la trama de la novelstica, que contemporneamente ha remozado sus temas esenciales, introduciendo nuevos elementos psicolgicos y particularmente, en el orden formal, nuevos recursos tcnicos y procedimientos literarios asimilados de las actuales corrientes narrativas. Sometidos a itinerario previsto, sealamos cronolgicamente las l principales novelas a partir de la guerra del Chaco: Prisionero de guerra,obra de Augusto Guzmn, basada en la campaa del Chaco, destaca la vida del cautiverio en e Paraguay, con elevado l estilo de vigorosa fuerza comunicativa, surgida de la autenticidad de los episodios vividos por e autor. l

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5. E Seor de la Columna, de la Iglesia l de San Lorenzo de Potos, expresin de la escultura de la pocacolonial.

6. U n a mujer aymara aprendiendoa leer en clases nocturnas. Asiste con su nio pues no tiene donde dejarlo. L a instruccin se hace en espaol. idioma oficial del pas.

7. Bailarines aymaras en una festividad en el Altiplano, cerca de la ciudad de La Paz.

8. "Callawayas" (o mdicos indgenas) de Charazani,antes de salir para uno de sus peridicos viajes. Obsrvese la bolsa en la que llevan sus yerbas y medicamentos..."

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Fotografas: E autor, el Instituto Turstico Boliviano y e peridico Ultima hora. l l

Las letras y las artes

Caucho, de Dimedes de Pereyra, prolongada narracin de atractiva amenidad por e impulso de la intriga de una trama que realza episodios l relacionados con la explotacin de la goma. Escrita con propiedad; elegancia y conocimiento del gnero. Aluvin de fuego, importante novela de intencionado aliento revolucionario, toca diferentes aspectos tales como eliaislamiento de la guerra, l persecucin de los emboscados, los levantamientos indgenas y sus a sangrientas represiones, e trabajo minero y otros temas, tratados l con distinguido estilo de noble jerarqua potica, dado que su autor, Oscar Cerruto, es tambin uno de los eminentes poetas del pas. Rah1 Botelho Goslvez, escritor polifactico, tiene varias novelas destacadas. Su obra Altiplano, de realismo nativista, relata la vida de la comunidad indgena, asediada por las adversidades impuestas por e medio. E un vigoroso canto terrgenio, exaltado por la excelencia l s de una narrativa deslumbrante. H o m b r e y paisaje captados con penetrante acierto y ennoblecidos por la jerarqua de su estilo seductor. L a Punta de los Cuatro Degollados, de Roberto Leytn, contiene la intensidad dramtica de la lucha de trinchera, vertida en un lenguaje sobrio que muestra la fuerza testimonial del argumento. Con la prestancia de su estilo terso, de elevada dignidad, Adolfo Costa du Rels ha compuesto su Tierras hechizadas, novela del feudalismo campesino en la zona del Parapet (Gran Chaco). Diestro en e manejo l del dilogo y descriptor elegante, que rima con la fluidez de su narrativa de atrayente acento potico. Recientemente ha publicado Los Andes no creen en. Dios. L a Virgen de las Siete Calles, de Alfredo Flores,-es una elegante obra costumbrista que tiene como escenario SantaFCruz. Nativismo amable y amores en una atmsfera spera que se resuelve con equilibrada delicadeza. Manuel Frontaura Argandoa se muestra,en E Precursor, distinguido l narrador que ha hecho con la vida legendaria de Jos Alonso de Ibez (Alonso Yez) una atractiva novela de intensa evocacin colonial. Su calidad literaria ha sido justamente reconocida por la crtica, que ha comparado esta obra con la clebre novela de Larreta L a gloria de D o n Ramiro. Excelente muestra del costumbrismo de penetrante fuerza psicolgica es L a nia de sus ojos, de Antonio Daz Villainil. Verdadero estudio de la birlocha (joven mestiza) en e conflictivo campo de los prejuicios l sociales de una sociedad estrecha y rezagada. Su estilo simple y directo descubre con limpidez la fisonoma y psicologa de sus personajes. Autntico alegato indigenista encierra l novela social Yanacuna, a de Jesus Lara, persistente investigador y defensor del campesino en toda su vasta obra de fuerte y genuino realismo. Metal del Diablo, de Augusto Cspedes, es la apasionada diseccin del drama del estao en su explotacin y sus relaciones con la economa

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L a poltica cultural en Bolivia

nacional y transnacional. L a figura protagnica del magnate Patino aparece descarnadamente, sin atisbos de luz, en su genuino panorama de sombras. Consagrado escritor de estilo perspicaz y brillante, nos muestra en su novela trozos descriptivos maestros de tipos y paisajes nativos. L a ilustre ciudad de Tristn Marof es una alegre y burlona novela de costumbres que tiene por escenario la ciudad de Sucre. Picante y risuea, revela en un lenguaje sencillo diversos tipos de la sociedad chuquisaquea. Carlos Medinaceli, en su Chaskaawi, plantea con profundo conocimiento e conflicto sentimental del encholamiento (o la unin del joven l blanco con la chola). Vida y costumbres de pueblo, donde se asoman personajes manejados con penetrante psicologa, han consagrado esta novela costumbrista, que destaca las virtudes de Medinaceli como narrador sobresaliente. Socavones de angustia, de Fernando Ramrez Velarde, es la novela sobre la mina. Sin aliento revolucionario,disea con propiedad y acuciosa observacin las penosas labores mineras a travs del peregrinaje de una familia campesina que debe emigrar del agro. Trpico del Norte, de Nazario Pardo Valle, es la novela de la siringa en Caupolicn (La Paz), urdida con ingenio y verosimilitud. L a lucha por e trabajo en los gomales y la frustracin inevitable, insuflan un l aire dramtico a la narracin vibrante matizada de atractivas descripciones del escenario tropical. Marcelo Quiroga Santa Cruz, con e relato Los deshabitados, marca l afortunadamente e inicio de la renovacin de la novela boliviana. l Enriquecida de intensidad subjetiva e impulsos introspectivos de relacin existencial,se aparta de los esquemas tradicionales en tema y estructura. Un escenario inasible de intencin universalista donde se mueven los personajes delineados con precisin psicolgica a travs de l narracin a fluida y elegante. Hernando Sanabria Fernndez es autor de L a m u a ha vuelto a florecer, novela llena de encanto costumbrista, escrita con noble y correcto lenguaje, que discurre en una pequea ciudad. Requiem para una rebelda, de Jos Fellmann Velarde, es la novela sobre la defeccin poltica, con hbiles recursos tcnicos estructurales como la autonoma de planos narrativos. Su ingeniosa intriga, dentro de la fluida narracin, la destaca como obra representativa de la nueva novela. Mate0 Montemayor, de Fernando Diez de Medina, muestra predominantemente nuestra vida poltica, aunque los tpicos sentimentales, afectivos y de reflexiones personales no estn ausentes. Enrique Kempff Mercado ha escrito la seductora novela L a pequea Hermana Muerte, de ambiente oriental. Su estilo adaptado a las modernas

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Las letras y ias artes corrientes, se resuelve en una narrativa espontnea y elegante de destacable jerarqua. Los fundadores del alba, de Renato Prada Oropeza, novela inspirada en la guerrilla,ha conseguido notoriedad continental por e discernimiento l del premio Casa de las Amricas, de Cuba. Narracin vigorosa y cumplido manejo del dilogo que conforman un distinguido estilo asimilador de las nuevas corrientes narrativas. Bajo el oscuro Sol, de Yolanda Bedregal, es una obra de resonancias poticas en la narrativa limpia que vierte temtica de fondo y emocin humanas. L a ingeniosa trama se desarrolla en L a Paz. Matias, el Apstol Suplente, de Julio de la Vega, de tnica risuea y ribetes satricos, narra paralelamente dos temas diferentes en tiempo e ndole (Biblia y Guerrilla), engarzados ingeniosamente en l fluidez a de la narracin atractiva, ataviada por e encanto de l poesa que l a domina la obra. En M u n d o extrao, Edgar Cevallos Condarco ha conseguido, en un breve relato, una novela intensa, singular y humana. E original l tema de la perturbacin mental revelada y explicada por e propio l paciente, se desarrolla con adecuado lenguaje que aglutina inteligentemente narracin, descripcin y dilogo, mostrando inobjetable jerarqua literaria. Aparte de los libros enunciados, es justo citar los ttulos de otras novelas importantes producidas en los ltimos cincuenta aos: L a sima fecunda, de Augusto G u z m n ; E valle del sol, de Dimedes l de Pereyra; L a bestia emocional, de Porfirio Daz Machicao; Tierra Chcara, de Ral Botolho Goslvez; E S l se iba, de Jos Felipe Costas l o Arguedas ; Siringa, de Juan B. Coimbra; Cuando vibraba l entraa a de plata, de Jos Enrique Viaa; Sumuqu, de Humbert0 G u z m n Arze; Inun.dacin, Luciano Durn Bger; Sujnapura, de Jess Lara; de E hombre que soaba, de Oscar Barbery Justiniano; L a Cruz del Sur, l de Fernando Ortz Sanz; M s all del horizonte, de Joaqun Aguirre Lavayn, autor tambin de Guano Maldito ;E miedo bajo las campanas, l de L i E,Heredia; L a Laguna H3,de Adolfo Costa du Rels; Trpico us enamorado, de Augusto Cspedes ; Tirinea, de Jess Uzzagasti; Sombra de exilio, de Arturo von Vacano; E ocaso de Orin, de Oscar Uzn l Fernndez; Lina, de Paz Nery Nava; Los vulnerables, de Gaby Vallejo de Bolvar; LOS rprobos, de Fernando Vaca Toledo; Casa superior, de Peter Lewy. Hugo Boero Rojo incursiona con singular maestra en la temtica del exilio,tan constante en la vida boliviana, con L a telaraa, y tambin denuncia los nuevos pongueajes polticos despus de la reforma agraria con una vigorosa novela, E valle del cuarto menguante; mientras l Enrique Rocha Monrroy, con su Medio siglo de milagros, incorpora a Bolivia a l novelstica latinoamericana dedicada a los dictadores, a pero lo hace con originalidad y extraordinario sentido del humor. E gnero del cuento, a partir del Chaco, est dominado por dos l

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L a poltica cultural en Bolivia

corrientes principales, e naturalismo y e neorrealismo contemporneo, l l s n mengua de otras tendencias y expresiones. En la primera corriente i cabe mencionar a Antonio Daz Villamil, Luis Toro Ramallo, Josermo Murillo Vacarreza, Enrique Kempff Mercado, Humberto G u z m n Arce, Walter Montenegro, Rafael Ulises Pelez, Ral Leytn, Fernando Diez de Medina, Rubn Ochoa. L a orientacin neorrealista cuenta entre sus cultores a Oscar Cerruto, Augusto Guzmn, Ral Botelho Goslvez, Oscar Soria Gamarra, Grover Surez, Nestor Taboada Tern, Gastn Surez, Adolfo Cceres, Ral Teixid, Oscar Barbery Justiniano, Alfredo Medrano, E d m u n d o Heredia, Enrique Rocha Monroy, Alfonso Gumucio Dagrn, Roberto Laserna. E ensayo ha tenido en Bolivia valiosos cultores de la talla de Franz l Tamayo, Bautista Saavedra, Alcides Arguedas, Juan Francisco Bedregal, Jos Antonio Arze ; y entre los contemporneos, Carlos Medinaceli, Carlos Montenegro, Jos Antonio Arze, Ricardo Anaya, Guillermo Francovich, Roberto Prudencio, Fernando Diez de Medina, Gustavo Navarro (Tristn Marof), Augusto Guzmn, M a n Csped, Manfred0 Kempff Mercado, Walter Hermosa Virreira, Gustavo Adolfo Otero, Rubn Carrasco de la Vega, Alipio Valencia Vega, Arturo Urquidi, Sergio Almarz Paz, Jorge Siles Salinas, Luis Adolfo Siles Salinas, Ren Ballevian Caldern, Arturo Vilela, Mario Roln Anaya, Mario Miranda Pacheco, Carlos Ponce Sanjins, Guillermo Lora, Fausto Reynaga, Ren Zavaleta, Fernando Baptista Gumucio, Mario Arancibia Herrera, Orlando Capriles Villazn, A m a d o Canelas, Edgar Camacho Omiste, Mario Pando Monje, Guillermo Bedregal, Jaime Martnez Salguero, Alfredo Medrano, Salvador Romero, R a m n Rocha Monroy. En la crtica, desaparecidas las figuras cimeras de Carlos Medinaceli, Enrique Finot y Gustavo Adolfo Otero, sobresalen Juan Quirs, Augusto Guzmn, Fernando Diez de Medina, Armando Soriano Badani, Oscar Rivera Rodas, Carlos Castan Barrientos, Juan Siles Guevara, Edgar Avila Echaz. E teatro boliviano moderno est representado por autores de la l calidad de Sergio Surez, Julio de la Vega, Gastos Surez, Ral Salmn, Renato Crespo y Guido Calavi. Debe tambin figurar aqu e nombre l de Adolfo Costa du Rels, cuyas obras teatrales en francs han obtenido notable xito de crtica y pblico en Europa. Los estudios histricos cuentan con cultores del mrito de Humberto Vsquez Machicado, Augusto Guzmn, Ramiro Condarco Morales, Manuel Frontaura Argandoa, Rodolfo Salamanca L a Fuente, Valentin Abecia Baldivieso, Jos de Mesa y Teresa Gisbert de Mesa, Moiss Alczar, Jorge Escobari Cusicanqui, Eduardo Arce Quiroga, Alberto Crespo Rodas, Arturo Costa de la Torre, Roberto Querejaz, Hernando Sanabria Fernndez, Gunnar Mendoza, Joaqun Gantier, Gonzalo Romero A. G., Jos Luis Roca, Teodosio Imaa Castro, Carlos Serrate Reich, Maria Eugenia del Valle de Siles; y,entre los m s jvenes,Alcides

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Las letras y las artes

Pareja, Florencia Ballivian de Romero, Ren Arce y Fernando Cajas. Prcticamente todos los nombrados han hecho tambin del periodismo vehculo de expresin constante, a veces como directores de rganos,otras como columnistaso comentaristaseventuales. Sin embargo, entre quienes han hecho del periodismo una actividad permanente (sin que ello quiera decir que no hubieran cultivado otros gneros) conviene mencionar a Huscar Cajias, Armando Mariaca Valdez, Renn Estenssoro A., Guillermo Cspedes Rivera, Mario G u z m n Aspiazu, Victor Santa Cruz, Jacobo Libermann, Alberto Zuazo Nathes, Luis Ral Durn, Ricardo Ocampo, H u g o Gonzles Rioja, Alfonso Prudencio (Paulovich), Eduardo Ocampo MOSCOSO, Samuel Mendoza, Gonzalo Lpez Muoz, Mara Elba Gutierrez, A n a Mara Romero de Campero, Alberto Bailey Gutirrez, Jaime Humerez S., Ren Lpez Murillo, Mario G u z m n Galarza, Ted Crdova Claure, Jorge Carrasco, Carlos Canelas, Juan Pereira Fiorilo, Heberto Aez, Ral Rivadeneira.

L a arquitectura

La arquitectura boliviana de los ltimos cincuenta aos es e reflejo l y la expresin materializada de una sociedad esttica y aislada: a pesar de que los principales conceptos arquitectnicos de este siglo ya fueron formulados antes del ao 1920, los pocos talentos que ha producido Bolivia en e campo de la arquitectura han ignorado, por un lado, los lprincipios estticos que son la base del diseo arquitectnico de nuestros dias y, por otro, l s han interpretado mal, copiando l apariencia o a exterior de edificios construidos en otros paises como expresiones de estas nuevas filosofas. Asimismo, en l s ltimas dcadas, los arquitectos bolivianos han a contribuido, mediante un caos de estilos, volmenes irracionales y destruccin de edificios histricos, a la eliminacin esttica de una fbrica urbana coherente en aquellas ciudades que han experimentado un marcado crecimiento. L a escala humana, an conservada en poblaciones m s pequeas, corre e riesgo de ser destruida a nivel nacional l debido a una falsa idea de progreso. Slo ltimamente se est tratando de arribar a esquemas urbanos coherentes que salvaguarden nuestro amestro arquitectnico y que controlen e crecimiento puramente l especulativo. Fcil seria formular una lista de arqiiitectos bolivianos representantes de un insostenible neo-colonialismo,un pseudo-Bauhaus,o de los seguidores del art dco, de L e Corbusier, o de quienes guiados por la intuicin, tratan de imitar las formas caprichosas de Oscar Niemeyer. L a lista, empero, seria f t l ya que, entre ellos, contados son los que han i tratado de avanzar de una manera dinmica y creativa dentro del marco de sus convicciones. Los m s han sido meros imitadores. Debe

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La poltica cultural en Bolivia mencionarse sin embargo a Julio Mariaca Pando, Emilio Villanueva, Alberto Iturralde, Ernesto Prez Rivero y Oscar Corts Valda, como arquitectos de gran vala. En la dcada del setenta ha surgido un grupo de arquitectos que, basados en e organicismo, cuyo mximo exponente fuera Frank Lloyd l Wright, tratan de introducir en Bolivia conceptos como e del respeto l a la naturaleza, e mantenimiento del equilibrio ecolgico, la escala l humana, la importancia de las relaciones espaciales entre edificios y grupos de edificios, y la identificacin de la obra arquitectnica con la regin en la cual se levanta. L a escuela de Cochabamba, con Jorge Aramburu y Gustavo Medeiros,se inclina -dentro de esa filosofa- hacia e brutalismo de inspiracin telrica. Marco Quiroga, de gran promesa l y sensibilidad, ha desaparecido prematuramente. Juan Carlos Caldern, preocupado con el movimiento, considera a un edificio como a una serie de espacios dinmicos que responden tanto a desplazamiento del indil viduo, como a desarrollo de su propia estructura en e tiempo. l l L a arquitectura boliviana, por otra parte es, ineludiblemente, la expresin del cambio ocurrido en nuestra sociedad en este siglo. Afrancesada hasta la guerra del Chaco, cuando las clases gobernantes aoraban la estabilidad y civilizacin de un Pars tan visitado. Germanizada y norteamericanizada desde 1935 a 1950, con sus muros curvos y sus rejas tubulares, expresando la influencia de las dos grandes potencias del momento, y luego, con la paulatina decadencia de Estados Unidos de Amrica y con el advenimiento de nuevas clases dominantes, no siempre preparadas esttica o culturalmente, produciendo la proliferacin de estilos hbridos, sin gusto, filosofa, razn de ser, n sensibilidad. i E inters, casi exclusivo, en la ganancia monetaria est produciendo l en nuestros das extremos volumtricos deshumanizantes. Tl fen6meno es, ciertamente, ms notorio en L a Paz, hoya estrecha, a que si antao conserv,hasta la guerra del Chaco, e encanto del trazado l colonial prolongado por las construcciones del siglo XIX,hoy se ve ahogada por edificios fesimos y funciona le^'^ que se disputan en altura, robando a las calles e magnfico sol de antao y convirtiendo a la urbe en un l sitio cada vez ms frico y desapacible.

La

pintura y la escultura

En el cuadro de nuestra cultura, pocas manifestaciones espirituales son tan notoriamente fecundas como las expresiones pictricas. Un nmero significativo de pintores realizan labor con regularidad vocacional, jerarquizando con su obra e nivel de la pintura nacional, en sus diferentes l especialidades del leo, la acuarela, e grabado y otras tcnicas mixtas. l L a escultura, en cambio, est menos favorecida, aunque algunos de sus escasos cultores han logrado eminente prestigio y notoriedad.38

Las letras y Ias artesL a principal figura de la postguerra es, sin duda, Cecilio G u z m n de Rojas, de formacin acadmica, pero con un espritu libre e innovador que marca un hito rel