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CONTEXTUALIZACIÓN LO RELIGIOSO: "CAMPO DE LO POLÍTICO' EN AMÉRICA LATINA "La science sociale, qui est condamnée á la rupture avec les évidences premieres, n'a pas de meilleure arme pour l'opérer que l'historicisation qui permet de neutraliser, au moins dans l'ordre de la théorie, les effets de la naturalisation, et en particulier l'amnésie de la genése individuelle et collective d'un donné qui se donne avec toutes les apparences de la nature et demande á étre pris pour argent compiant,taken for granted". (Pierre Bourdieu, Méditations pascaliennes, Paris, Seuil, 1997, p. 217)*. * "La ciencia social, condenada a romper con las evidencias primeras, cuenta con el arma de la historización que permite neutralizar, al menos en el orden teórico, los efectos de la naturalización: en particular, la amnesia del origen individual y colec- tivo de un dato registrado con todas las apariencias de lo natural que pide ser tomado como dinero contante y sonante, taken for granted". (La traducción es nuestra).

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CONTEXTUALIZACIÓN

LO RELIGIOSO: " C A M P O DE LO POLÍTICO'

EN AMÉRICA LATINA

"La science sociale, qui est condamnée á la rupture avec les

évidences premieres, n'a pas de meilleure arme pour l'opérer

que l'historicisation qui permet de neutraliser, au moins dans

l 'ordre de la théorie, les effets de la naturalisation, et en

particulier l'amnésie de la genése individuelle et collective d'un

donné qui se donne avec toutes les apparences de la nature et

demande á étre pris pour argent compiant,taken for granted".

(Pierre Bourdieu, Méditations pascaliennes, Paris, Seuil, 1997, p. 217)*.

* "La ciencia social, condenada a romper con las evidencias primeras, cuenta con el arma de la historización que permite neutralizar, al menos en el orden teórico, los efectos de la naturalización: en particular, la amnesia del origen individual y colec­tivo de un dato registrado con todas las apariencias de lo natural que pide ser tomado como dinero contante y sonante, taken for granted". (La traducción es nuestra).

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LA MEJOR MANERA DE REFERIRSE AL "CAMPO RELIGIOSO" EN AMÉRICA LATINA,

es hablar de una "matriz común" con relación al espacio de lo político. En

efecto, tras una larga confrontación entre la Iglesia y el Estado, luego de la

alianza entre "el trono y el altar" ilustrada por tantos historiadores de la

época colonial, en los años 1930 se presentó a lo largo y ancho de Latino­

américa un proceso de globalización o de "entrada en modernidad", a partir

de lo religioso; del lado católico, más de 17,000 misioneros fueron los obre­

ros de semejante empresa, entre los cuales se encontraban religiosos expul­

sados de China o provenientes de Suiza y Bélgica (que aportaron análisis

ligados a la secularización y se comprometieron con el desarrollo social de

comunidades urbanas), y sacerdotes españoles, jesuítas y seculares (que pau­

latinamente trabajaron en torno a una acción pastoral orientada a la "justi­

cia social"); del lado protestante progresivamente surgieron y se expandieron

las comunidades evangélicas (llamadas más tarde "pentecostalistas"), que al

volverse "modernas", con una tendencia cada vez más "transdenomina-

cional", difundieron al mismo tiempo una crisis social contra ciertos valores

de la modernidad1. Actualmente, la situación se encuentra en un momento

de profunda reestructuración, cuya característica fundamental es la consoli­

dación creciente de la "desregulación institucional", que se expresa de un

lado con la multiplicación geométrica de los pentecostalismos, y de otro con

el desarrollo de nuevas formas carismáticas y emocionales impulsadas por la

pastoral popular en diversos sectores de la Iglesia.

1 J. García-Ruiz, "Pentecostales y neopentecostales en Guatemala: ideología social, escatología, espacio político y redes sociales", en Estudios y Documentos, 14, Guatemala, Ed. Muni-K'at, 1999, pp. 49-105.

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FABIÁN SANABRIA-S.

Ahora bien, es importante recordar que el catolicismo latinoamericano

fue construido históricamente a través de las misiones, las órdenes religio­

sas y su papel capital en la educación, las parroquias y los movimientos de

laicos, etc., y que a partir de la reestructuración de la Iglesia tras el Concilio

Vaticano II en los años 1960, surge una preocupación creciente en torno a la

"cuestión social", especialmente gracias al desarrollo de la Teología de la

Liberación y a sus Comunidades Eclesiales de Base (CEB), organizadas a ni­

vel local y nacional en varios países latinoamericanos. También es relevante

subrayar la persistencia de un catolicismo rural que celebra particularmente

el culto a las diversas advocaciones de la Virgen y las fiestas de los santos, a

través de procesiones y peregrinaciones que dan sentido a diversas comunida­

des emocionales, tendientes a vivir una experiencia individual de lo sagrado.

En efecto, este último catolicismo ha sido reforzado por varios sectores

dominantes e innovadores de la Iglesia, jalonando un movimiento llamado

Renovación Carismática, en el que la curación toma un lugar prioritario en­

tre otras experiencias religiosas, con la base social de algunos notables y

gentes de estratos populares. Además del carismatismo, hay un crecimiento

de la "disidencia evangélica": se trata de grupos cristianos que se reconocen

en la tradición protestante y que hacen de la "lectura de la Biblia", de los

"dones del Espíritu Santo", de la "vida comunitaria", y de la "relación direc­

ta con lo sagrado", el fundamento de su "carisma". Estos grupos crecen y se

desarrollan especialmente entre personas de sectores medios y populares de

las ciudades latinoamericanas quienes, tras abandonar la Iglesia católica, di­

cen haber "escogido" una nueva "manera de creer".

La acumulación económica en los grupos mencionados se hace a través

de diversas estrategias que permiten la circulación de bienes o dinero, y a

nivel social, por medio de la creación de empleos y redes solidarias. Así, las

estrategias pueden variar según los grupos: mientras la caridad con los po­

bres es central en el mensaje católico y existe la posibilidad de obtener em­

pleo mediante la extensión geográfica de la oferta a los miembros de las CEB,

los pentecostalistas subrayan la "prosperidad individual" creando nuevas

oportunidades de trabajo para sus propios líderes. En general, la acumula­

ción de "capital político" se logra gracias a la participación en movimientos

sociales o según el grado de inserción en algún partido dominante o de opo­

sición, y en cuanto a la "economía de bienes simbólicos", hay diversas estra­

tegias que generan valores, normas, motivaciones y oportunidades que

permiten un crecimiento individual y colectivo mediante la recomposición

del poder y de la autoestima2.

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LA VIRGEN SE SIGUE APARECIENDO. UN ESTUDIO ANTROPOLÓGICO

Pero existen diferencias sociales según las expectativas de los miem­

bros de los grupos pentecostalistas y de las CEB, por ejemplo. Conscientes de

que toda categorización ideal-típica es simplemente operativa, se puede afir­

mar que en las CEB hay grupos económicamente pobres pero con una cierta

estabilidad profesional, sentimental o familiar, mientras que la mayoría de

miembros de los grupos pentecostalistas se encuentran en el momento de su

"conversión" vulnerables o angustiados, sin empleo o en un estado de preca­

riedad laboral, con problemas de alcoholismo y drogadicción, o en el mundo

de la delincuencia. Así, las expectativas son bien diversas: en las CEB es posi­

ble buscar y consolidar espacios comunitarios en busca de "mejores condi­

ciones de vida"; en los grupos pentecostalistas, la prioridad será salir de la

vulnerabilidad hasta alcanzar una situación de "curación individual" a fin de

recomponer su visión del mundo. Mientras que en las CEB se busca lograr

una lectura política y secular de la Biblia con el ánimo de transformar las

estructuras del "sistema de dominación", en los grupos pentecostalistas existe

una tendencia a encontrar a un "Jesús Liberador", a pesar de que última­

mente se presenta una tendencia de "modernización" del comportamiento

religioso, fruto de un proceso de racionalización que implica la adopción de

una ética cotidiana y una cierta "sistematización del creer"3.

Todos estos trazos nos permiten contextualizar una modernidad reli­

giosa "en movimiento", que nos obliga a plantear la pregunta por una tran­

sición hacia un "creer en relativo", y a rechazar la tesis de una aparente

"renovación religiosa", con el ánimo de dotarnos de instrumentos suficien­

tes para poder dar cuenta de las dinámicas contemporáneas de "circulación

del creer", en términos de diversos "itinerarios de sentido", donde existe la

posibilidad de que un grupo pueda "en un contexto de pulverización de la

memoria, reconocerse como perteneciente a una línea creyente que se debe

prolongar en el futuro"4. Tal es, pues, el marco socio-histórico para situar el

acontecimiento de las "Apariciones Contemporáneas de la Virgen en Améri­

ca Latina", del cual hemos seleccionado un contexto referencial (Pereira,

Colombia), y tres contextos adicionales (Cuenca, Ecuador; San Nicolás, Ar-

2 F. Malimaci, "Demandas sociales emergentes: pobreza y búsqueda de senti­do. Redes solidarias, grupos religiosos y organismos no gubernamentales", en S. Peñalva y A. Rofman, eds., Desempleo estructural, pobreza y precariedad. Coorde­nadas y estrategias de política social en América Latina, Buenos Aires, CEUR, 1996.

3 Cf. J. P. Bastían, Le protestantisme en Amérique latine, une approche socio-historique, Genéve, Labor et Fides, 1994; M. Lowy, The War of Cods. Religión and Politics in Latín America, London, Verso, 1996.

4 Daniéle Hervieu Léger, op. cit., Paris, Cerf, 1993, p. 187.

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FABIÁN SANABRIA-S,

gentina; y Betania, Venezuela), debido al respaldo oficial que han tenido los

acontecimientos registrados en esos lugares por parte de la institución ecle­

siástica, pues esto nos permitirá averiguar hasta qué punto esas "nuevas

utilizaciones de signos" son capaces de reencontrar de otra forma su función

tradicional de determinar el "sentido de las cosas"... si esa actualización es

una discontinuidad, si se separa del pasado por una desnivelación funda­

mental de las situaciones, si las respuestas dadas por el lenguaje religioso se

han vuelto increíbles, si la relación con el otro es hoy esencial a la constitu­

ción del sujeto individual o colectivo, si los relatos que surgen aún hablan

con la creencia que los expresa5.

Estas líneas plantean, grosso modo, el espacio contemporáneo que ca­

racteriza el "campo en movimiento" donde debemos situar nuestro sujeto

de estudio. Pero tratándose de la Virgen-Madre y, en particular, de un acon­

tecimiento re-inventado en una trayectoria de "mayor duración" (campo de

una memoria que atraviesa históricamente la imagen y el imaginario6), nos

es necesario "retroceder en el tiempo" para tratar de buscar los primeros

"trazos de la Virgen desde la Conquista de América".

RECUERDOS Y OLVIDOS TRAS EL

"ENCUENTRO" DE DOS MUNDOS

Gracias a los debates suscitados por los latinoamericanistas ante la ce­

lebración de los "500 años del descubrimiento de América", con la palabra

aculturación (que significa el proceso por el cual un grupo humano entra en

contacto con una cultura diferente y la asimila total o parcialmente, median­

te la transmisión práctica e ideológica de sus costumbres, hábitos y valores

que condicionan los modos de sentir, pensar y actuar de la sociedad asimila­

da), se generó una suerte de "nueva ola" de la reflexión, no solamente espe­

cializada sino general, a propósito de los procesos de colonización7.

5 M. de Certeau, La faiblesse de croire, Paris, Seuil, 1980, p. 240. 6 Utilizaremos la noción de imago, definida por J-C. Schmitt para situar el

campo de la imagen al imaginario en el Occidente medieval, "a fin de abordar los sistemas de representación simbólica sin separar las formas visuales de sus contex­tos sociales de creación y manipulación". Cf. "Imago: de l'image á l'imaginaire", L'image (vol. 5). Fonctions et usages des images dans l'Occident medieval, Paris, Cahiers du Léopard d'Or, 1996, pp. 29-37.

7 La palabra aculturación ha sido objeto de un intenso debate al interior de la antropología latinoamericana, a causa de un error de traducción de la palabra inglesa

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LA VIRGEN SE SIGUE APARECIENDO. UN ESTUDIO A N T R O P O L Ó G I C O

En efecto, el acontecimiento de "conmemoración de los 500 años de

encuentro con el Nuevo Mundo" fue un momento interesante para consta­

tar cómo la evaluación de la aculturación ideológica, es decir, de la presencia

misionera en América, dividió los trabajos de los evaluadores interesados en

escribir la historia de la "evangelización americana" pues, en la mayoría de

los casos, la no-objetivación de las pertenencias o distancias sociales con res­

pecto al "campo religioso" por parte de los investigadores, quedó "refundida

entre el t intero" o, implícitamente inscrita en esos trabajos "evaluativos"8.

Así, logramos agrupar dos clases de tendencias que nos ayudaron a situar

mejor los documentos empleados para historizar el hecho en cuestión: de un

lado, la tentativa más o menos acentuada -según diversos grados de justifi­

cación- de escribir una apología triunfalista del "encuentro con la 'causa del

Reino de Dios', productora de un continente católico"; de otro la denuncia

más o menos solidaria con las víctimas de una "invasión destructora de las

civilizaciones indígenas americanas, en nombre de una 'superioridad cultu­

ral' racionalizada".

Estas dos tendencias podrían percibirse como un eco contemporáneo

de la célebre controversia entre el dominico Fray Bartolomé de las Casas

(1474-1566) y el filósofo aristotélico Juan Cines de Sepúlveda (1490-1572),

sostenida en el siglo XVI sobre la "legitimidad" de la conquista de América.

Dichas concepciones, que representan dos pretensiones irreconciliables con

la verdad de la época, eran sostenidas por presupuestos antropológicos y,

más concretamente, por una cierta interpretación del hombre americano. De

un lado, la interpretación del amerindio que propone Sepúlveda se inscribe

directamente en la antropología aristotélica, que se articula a su turno en la

oposición jerárquica establecida entre griegos/bárbaros (procedente de otra

oposición aristotélica: maestros/esclavos), actualizando en el siglo XVI la

oposición españoles/indígenas, correlativa de la oposición europeos/extran-

"aculturation" por transculturación, olvidando que esta última se emplea para ca­racterizar relaciones simétricas de "intercambio cultural", mientras que toda aculturación señalaría procesos asimétricos, o al menos no-simétricos de intercam­bio. Cf. G. Aguirre-Beltrán, El proceso de aculturación y el cambio so do-cultural en México, México, F.C.E., 1992.

8 Aunque las "alertas" concernientes a la pertenencia social de los investigadores al "campo religiososo", manifestadas por Pierre Bourdieu para practicar la sociología de las religiones, pueden parecer excesivas (Cf. "Sociologues de la croyance et croyances des sodologues", ASSR, 63-1, Paris, 1987, pp. 155-161), somos conscientes de la necesidad de mantener un punto de vista reflexivo y crítico, pues las implicaciones políticas de la escritura de la historia jamás se han hecho esperar...

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jeros, constituyendo un verdadero "principio natural" confirmado por la ra­

cionalidad del momento. En contraposición, Las Casas propone un análisis

original del "ser bárbaro" que, enraizándose en la racionalidad utópica de un

supuesto "cristianismo primitivo", trata de abrirse al reconocimiento del otro

y, así, la racionalidad que sostiene su argumentación testifica de un cierto

descentramiento de la tradición cultural europea9.

Pero estas dos tendencias son insuficientes para nuestro trabajo de

historización. La primera porque, conformándose con las declaraciones y

documentos "oficiales" producidos con ocasión del quinto centenario de la

cristianización de América, olvida los intereses políticos de ese proceso, o

muestra solamente de manera apologética una parte de su verdad histórica:

el compromiso misionero con "la defensa de los indios"10. La segunda por­

que, aun si su trabajo histórico es más riguroso con el ánimo de publicar un

desagravio en pro de una "nueva evangelización" o, en el espíritu de solida­

rizarse con las "víctimas de la invasión colonizadora", no permite completa­

mente comprender las dinámicas sociales desarrolladas a lo largo y ancho de

la "conquista espiritual de los indios"11.

En realidad, es necesario preguntarse si no es en un contexto general

de exaltación y de euforia mística, "de arrogancia y orgullo por cumplir una

misión", donde deberíamos situar la conquista de América, pues en el pen­

samiento de la Corona ese designio divino parecía evidente y la dimensión

misionera era preponderante: España había sido elegida por Dios para cum­

plir una misión en ultramar, consistente en afrontar el mundo de las tinie­

blas e incorporar al reino de Dios -al reino de la l uz - nuevos territorios. Y a

la idea de recompensa se le asociaría rápidamente un segundo argumento:

ante la retirada progresiva de la Iglesia tras el desarrollo del protestantismo

en Europa, el descubrimiento de América por parte de la Corona española

- en nombre de la cristiandad- es inspirado como una "restitución", como

una "compensación"12. Porque en esa España que trataba de salir difícilmen-

9 Cf. A. Gómez-Müller, "Les temps modernes", Franciscanum, vol. XXXIV, No. 100-101, Bogotá, Universidad de San Buenaventura, 1992, pp. 61-77.

10 Cf. I. Berten et R. Luneau (eds.), Les rendez-vous de Saint-Dominique. Les enjeux d'un aniversaire (1492-1992), Paris, Centurión, 1991.

11 Véase P. Suess, Quema y siembro. De la conquista espiritual al descubri­miento de una nueva evangelización (libro publicado poco antes de la celebración del V Centenario de la Evangelización de América, en la perspectiva de una "Teolo­gía de la liberación"), Quito, Abya-Ayala, 1990.

12 Cf. J. García-Ruiz, "Arrachés au diable. L'évangélisation de l'Amérique espagnole", ASSR, 77, Paris,1992, p, 6.

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LA VIRGEN SE SIGUE APARECIENDO, UN ESTUDIO ANTROPOLÓGICO

te de la Edad Media, social y culturalmente, el discurso teológico era en gran

medida el argumento oficial que englobaba las prácticas sociales. Quienes

eran consultados por la Corona eran los teólogos del convento dominico de

San Esteban de Salamanca; fueron ellos quienes, en nombre de la fe, cons­

truían los esquemas analíticos a partir de los cuales se interpretaba la reali­

dad. Y era en las manos de tales ideólogos donde recaía la responsabilidad de

integrar ese "don de Dios" -no previsto- en el continuum de la reflexión

teologico-filosófica.

Una primera apertura consistió en reivindicar la presencia de Santo

Tomás en América, asimilado a los héroes civilizadores de las culturas

amerindias: Quetzalcoatl entre los aztecas, Viracocha entre los incas, Votan

entre los quiches de Guatemala, Cuculcán entre los mayas de Yucatán, etc.

Se trataba de una tentativa de integración de realidades radicalmente distin­

tas para explicarlas a la luz del catolicismo ibérico, en donde Dios era no

solamente el creador de América, sino también de todo cuanto se encontraba

en el continente, incluidas las culturas, las creencias y los "ídolos". Así, recla­

mando el nuevo patrimonio descubierto, la Iglesia pretendía situarse en la

continuidad de una obra comenzada mucho antes que la Corona se apropiara

de las tierras, lo cual legitimaba un cierto "derecho propio", independiente

del poder temporal de los reyes de España13.

Pero asumir esas culturas, que estaban fundamentalmente pensadas

como religiones irreconciliables con la del conquistador, era imposible. Los

sistemas de creencia encontrados no permitían una proyección sobre los sis­

temas culturales conocidos; sus cuerpos sacerdotales eran tan numerosos y

diversificados que no era posible imaginar su integración. Especialmente

porque se trataba de grupos sociales que tenían una coherencia propia, que

reivindicaban la hegemonía sobre sus conciencias y el derecho a seguir cre­

yendo, lo cual era evidentemente irreconciliable con la "conciencia de ver­

dad" difundida por los misioneros.

Conscientes de la imposibilidad que tenían de pensar el Nuevo Mundo

en términos de continuidad, las interpretaciones teológicas se desviaron ha­

cia el diablo. Lucifer y su cohorte maléfica surgió como el "trazo de unión"

que garantizaba la continuidad ideológica y la articulación referencial entre

la visión que el catolicismo ibérico tenía de la realidad y las culturas ame­

rindias. La elaboración de una demonología y la satanización de las culturas

prehispánicas, de las cuales la distancia con la cultura ibérica era tal vez más

Ibid., pp. 6-8.

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grande que el océano que las separaba, fue impuesta desde entonces. De se­

mejante manera, la restauración de la visión teológica del universo por me­

dio del nuevo papel asignado al diablo justificaba toda intervención: ante un

mundo de tinieblas, el mundo de la luz debía cumplir su función. Una vez

más, la visión guerrera de la "misión" encontraba su espacio de legitimidad.

Una vez más, los teólogos españoles instauraron la relación entre misión y

conversión: presentándose como universal, la religión de los conquistadores

era pensada al mismo tiempo como única y absoluta. Considerándose como

"portadores de la luz", los misioneros exigirían de las sociedades conquista­

das su total conversión. Conversión que ellos impondrían por el fuego y la

espada, de ser necesario14.

Ahora bien, la conquista fue una apropiación de la tierra, las riquezas y

los hombres. Las tierras y las riquezas, al ser descubiertas, pertenecían al rey

y podían ser redistribuidas como recompensa; los hombres sin los cuales

"toda riqueza era vana" serían utilizados - en nombre de Dios y del Rey-

como "mano de obra". La cruz y la espada formarían un binomio indisociable:

en nombre de la fe, la espada combatiría y sometería a los hombres; cubierta

por la espada, la fe sometería las conciencias. Hombres de Iglesia justificaron

lo primero y lo segundo; hombres de Iglesia justificaron lo uno y rechazaron

lo otro; hombres de Iglesia combatieron lo primero y relativizaron lo segun­

do. Y es con respecto a este "pro" o "contra" que se necesita situar la produc­

ción teológica (y debe decirse: la "evangelización de América") que va a

acompañar la "Conquista y colonización del Nuevo Mundo".

Es, pues, en esta perspectiva de contribución al debate sobre la acultu­

ración de América, donde trataremos de ubicar la "encarnación" de las creen­

cias cristianas, en particular la eficacia simbólica del imaginario de la

Virgen-Madre en el Nuevo Mundo, por medio de un rastreo de las prácticas

sociales desarrolladas a través de la "conquista espiritual de los indios", cuyo

celo misionero se concentró especialmente en el objetivo de "arrancarlos del

diablo".

ADVOCACIONES DE LA VIRGEN

EN LA EVANGELIZACIÓN DE AMERICA

Antes de la llegada de las más importantes órdenes religiosas a Amé­

rica (franciscanos, dominicos y jesuitas), y desde el primer viaje de Colón

14 Ibid., pp. 6-8.

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-quien había bautizado su principal navio con el nombre de Santa María-,

en la mayoría de relatos de los conquistadores, motivados por un fuerte es­

píritu de cruzada, se observa la tendencia a constituir territorios y fundar

ciudades, tomando posesión de éstos bajo el nombre de diversas advocaciones

de la Virgen15. Si bien es cierto que la conquista de América se realizó gracias

a la espada, la "guerra de las imágenes" no sería menos importante -desde el

punto de vista ideológico- que la guerra material producida más tarde por la

colonización del Nuevo Mundo. Ahora bien, en ese proceso de colonización

del imaginario de los otros, el papel conquistador de la Virgen-Madre sería

definitivo. Es así como a lo largo y ancho del continente se multiplicaron

variadas y diversas leyendas acerca de la presencia de "vírgenes conquista­

doras". Pero son sobre todo las comunidades religiosas, cada una de ellas con

su propia mentalidad y espiritualidad -justificando o relativizando la con­

quista de América-, quienes desarrollarían un verdadero trabajo pastoral, a

través del cual el imago de la Virgen comenzaría a conquistar los sistemas

simbólicos de la población amerindia16.

E l milenarismo franciscano

Con la llegada de los españoles a América, los franciscanos constituían

con cerca de 50.000 frailes, de los cuales 2.000 se habían embarcado como

misioneros, la orden religiosa más numerosa de la Iglesia. Ellos encarnaron

el espíritu de pobreza de su fundador a través de una mentalidad utópica que

veía a las criaturas del universo de manera ideal, en busca de una perfección

espiritual jalonada por un sentimiento milenarista17. Y fue a través de esa

mentalidad, para diversos autores próxima al joaquinismo -utopista y apo­

calíptico-18, que algunos franciscanos (como Jerónimo de Mendieta y Torivio

15 J.-C. Orduz, "La Virgen María en la evangelización del Nuevo Mundo", Franciscanum, vol. XXXIV, No. 100-101, Bogotá, Universidad de San Buenaventu­ra, 1992, pp. 79-90.

16 Ibid. 17 A. Galeano, "La primera evangelización franciscana de América", Francis­

canum, vol. XXXIV, No.100-101, Bogotá, Universidad de San Buenaventura, 1992, pp. 7-34.

18 Cf. J.-L. Phelan, El reino milenario de los franciscanos en el Nuevo Mundo, México, UNAM, 1972; E. R. Daniel, The Franciscan Concept of Mission in the High Middle Ages, University of Kentucky, 1975; D. C. West, "Medieval Ideas of Apocalyptic Mission and the Early Franciscans in México", The Américas, 45,1988, pp. 293-313.

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de Benavente -Motolinía-) consideraron que el rey de España era el sobera­

no universal predestinado por Dios para convertir a la humanidad; porque

para ellos, según una interpretación "providencialista" de la historia, la ex­

ploración geográfica y la colonización del Nuevo Mundo abría un camino

para que la cristiandad pudiera extenderse y el evangelio fuera predicado a

todos los pueblos y en todas las lenguas de los hombres19.

El ideal de pobreza de los franciscanos era próximo al estilo de vida de

los indios, a quienes ellos consideraban como criaturas obedientes y pacífi­

cas, capaces de vivir a cabalidad la pobreza evangélica gracias a su espíritu

infantil que personificaba la leyenda del "buen salvaje". Además, para los

Frailes Menores, América era una proyección del "paraíso terrenal" en un

mundo recién descubierto, constituido por los hermanos indios para fundar

una sociedad perfecta, en donde la paz y el respeto por la naturaleza serían

las principales virtudes cristianas a fin de compensar las "ovejas" que la Re­

forma había "descarriado" en Europa20.

Los franciscanos afirmaban que sólo ellos, los Frailes Menores de san

Francisco de Asís, podían establecer con las criaturas aborígenes una rela­

ción fundada en el amor y no en el derecho, de padres y maestros, a fin de

enseñarles el evangelio y formarlos en la "civilización". En ese principio se

fundó la creación de Reducciones o conjuntos de poblaciones aborígenes cons­

tituidas por los religiosos para separar a los nativos de los conquistadores,

con el ánimo de proteger a los primeros del maltrato y la explotación.

El deseo de materializar la Ciudad de Dios en una ciudad indígena -a

través de la creación mística de una ecclesia spiritualis donde la conversión

de los indios sería una prueba del Reino milenario que según el Apocalipsis

precede al fin del m u n d o - había sido fundada en una proposición de organi­

zación social cuyo principio sería la separación de dos repúblicas: la de los

indios y la de los conquistadores -considerados advenedizos por Mendieta

"sin ningún derecho a robar ni explotar a los indios"21. Así, la República de

los nativos conservaría a sus señores naturales bajo la autoridad suprema

del virrey y el control paterno de los frailes, quienes insistían en la necesidad

de instruir a los aborígenes para inducirlos a la fe cristiana. De esa forma, la

fuerza armada se justificaba para asegurar la "primera penetración", y luego

como simple apoyo por medio de algunas compañías de soldados a fin de

impedir posibles rebeliones y garantizar la autoridad de los frailes. Por últi-

19 J.-L. Phelan, op. cit., pp. 49-61, 20 Ibid., pp. 89-101. 21 Citado por A. Galeano, art. cit., pp. 18-19.

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LA VIRGEN SE SIGUE APARECIENDO. UN ESTUDIO ANTROPOLÓGICO

mo, como los franciscanos creían que el fin del mundo ya había llegado, era

necesario precipitarse sobre tantas tierras lejanas para que el evangelio lle­

gara hasta el último rincón del mundo; así, Motolinía solicitaba al empera­

dor Carlos V acelerar la evangelización a como diera lugar: "y quienes no

quieran escuchar que sean entonces obligados pues, aquí más vale el bien

por la fuerza que el mal por capricho"22.

Paralelamente, numerosos franciscanos que llegaron a América, espe­

cialmente a México, consagraron parte de su tiempo a estudiar las creencias,

costumbres y lenguas aborígenes a fin de desarrollar mejor su trabajo pasto­

ral. Así, el fraile Pedro de Gante, en 1523, enseñaba el evangelio en náhuatl

sirviéndose de la música, la danza y los mitos de la cultura local; en Santiago

de Tlatelolco se fundaría el Colegio de la Santa Cruz para la formación de un

clero nativo por medio de la enseñanza del náhuatl, el latín y el castellano; y

el padre Bernardino de Sahagún se dedicaría a estudiar e investigar las cos­

tumbres de los ancestros náhuas para escribir la Historia General de las

cosas de Nueva España, obra que se conservaría inédita durante tres siglos

(hasta 1829), tras la prohibición de la Corona de publicar libros que presen­

taran favorablemente las creencias y costumbres de los indios23.

Así mismo, con el propósito de resolver las dificultades de comunica­

ción, los Frailes Menores utilizaron catecismos ilustrados y se sirvieron del

teatro para hacer comprender a los indios los "misterios" de la religión cató­

lica. Sobre los atrios de las iglesias se implantaron decorados para repre­

sentar la Natividad y la Pasión de Cristo, las celebraciones de la Virgen

[especialmente de la Inmaculada Concepción de María) y las fiestas de mu­

chos santos, constituyendo verdaderas escenografías que transformaban las

ciudades y caminos en inmensos teatros para procesiones y dramatizaciones

religiosas24.

De semejante manera, los franciscanos desarrollaron su trabajo de

evangelización, preocupados por insertar en su labor pastoral una "aureola

de milenarismo", cuya figura paradigmática sería la Virgen purísima o

22 Citado en R. de Roux, Dos mundos enfrentados, Bogotá, Cinep-Capacitar, 1990, p. 171.

23 R. Ricard, The Spiritual Conquest of México. An Essay on the Apostolate and the Evangelizing Methods of the Mendicant Orders in New Spain: 1523-1572, Berkeley-Los Angeles, University of California Press, 1966, pp. 39-60,

24 ]. Friede, "La conquista del territorio y el poblamiento", Nueva Historia de Colombia, vol. I, Bogotá, Planeta, 1989, pp. 69-115; S. Scbastián-López, Contrarre­forma y Barroco, Madrid, Forma, 1981, pp. 61-91.

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FABIÁN SANABRIA-S,

Inmaculada Concepción de María, a fin de confirmar las tesis de Duns Scoto

para quien Dios era "el Ser absolutamente libre de necesidad para crear un

ser preservado de toda mancha de pecado"23. Y numerosos Frailes Menores

comprendieron el deber de difundir en América esa advocación conquista­

dora de María: Francisco Solano en Panamá, Chile, Perú y Argentina; fray

Juan de Zumárraga, quien sería el responsable eclesiástico de las "aparicio­

nes de la Virgen de Guadalupe" en México; Juan de Quevedo y Juan de los

Barrios, en tanto primeros obispos de Bogotá; y fray Luis Zapata de Cárde­

nas, quien crearía incontables cofradías de la Inmaculada y numerosos con­

ventos concepcionistas en Suramérica26.

La predicación dominicana

La orden religiosa de los predicadores, fundada por el sacerdote espa­

ñol Domingo de Guzmán para combatir la herejía albigense del siglo XIII, se

preocupó especialmente por la discusión filosófica y jurídica en torno a la

Conquista de América. Para los dominicos, el hombre era fundamentalmen­

te un ser social, que debía vivir en grupo con otros hombres para conformar

la República de todo el Mundo, en tanto "gran nación de la humanidad ente­

ra", creada por Dios y sostenida gracias a relaciones de fraternidad, lo cual

obligaba a todos los hombres -comprendidos los indígenas- a formar parte

de esa "comunidad universal".

Semejante sentido universalista había sido desarrollado y modificado

en España por la escuela de Salamanca, constituida por un grupo de domini­

cos que ya había analizado, bajo diversos ángulos, la legitimidad de la conquis­

ta de América. Sobre este terreno, el dominico Domingo de Soto (1494-1560)

consideraba que la conquista de América no podía fundarse en un regalo

papal al emperador puesto que Cristo jamás había sido un rey temporal;

según Soto, la predicación del evangelio no daba derecho a apropiarse los

bienes de los indios, ni a ejercer una dominación política contra la libertad de

éstos. Pero fue sobre todo Francisco de Vitoria (1492-1546) quien, al escribir

25 Sobre este punto es interesante resaltar el voluntarismo franciscano pre­sente en la formación del sujeto moderno, "porque esas tesis dieron consistencia a la noción de individuo, y fueron el primer esbozo de un individualismo filosófico y político" (Cf. J.-M. Donegani, "Religión et démocratisation. Individu politique et sujet religieux: les recompositions du croire", en Religión et démocratie, bajo la dirección de P. Michel, Paris, Albín Michel, 1997, pp. 308-309).

lh J.-C. Orduz, art. cit.

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LA VIRGEN SE SIGUE APARECIENDO. UN ESTUDIO ANTROPOLÓGICO

la obra De Indes recenter Inventis (De las Indias recién descubiertas), plasma­

ría la emergencia de un pensamiento crítico e independiente en el siglo XVI27,

Para Vitoria, los indios no podían ni debían ser esclavos puesto que sus

sociedades mostraban un gran espíritu de civilización, a través de la existen­

cia de ciudades y jerarquías, de variadas relaciones comerciales, y aun de

idolatrías con clero y cultos propios "a pesar de su distancia con respecto a la

verdad". Vitoria consideraba que no se podía impedir a los aborígenes ejer­

cer sus derechos legítimos, sino tratarlos más bien como a niños necesitados

de educación cristiana considerando absurdo el castigarlos por su infidelidad

o a causa de sus pecados "contra-natura". Así, la justificación de la conquista

y la concepción de una cristiandad universal serían puestas en tela de juicio,

superando su filiación con un cierto tomismo medieval a través de una "ley

natural", capaz de regular la coexistencia de diversas naciones gracias a la

referencia a un derecho internacional y a un principio de comunicación en­

tre los pueblos: la Res Publica sería entonces subordinada a la ÍMS Gentium28.

La evangelización practicada por los dominicos en América sería tam­

bién próxima a las opiniones del cardenal Tomas de Vio (1469-1534), gran

comentador de santo Tomás de Aquino, quien ejercía una influencia consi­

derable en las escuelas de los dominicos en España. Según él, los paganos

que jamás habían sido del Imperio romano, habitantes de tierras donde nun­

ca habían escuchado el nombre de Cristo, no podían ser privados de sus do­

minios a causa de su infidelidad, pues el derecho divino no anula el derecho

positivo de donde proviene el "poder temporal". Así, Tomás de Vio conside­

raba que el único método de penetración del cristianismo en América debía

ser la persuasión y la enseñanza constantes del catecismo, puesto que Cristo

mismo había enviado no tanto a soldados sino a santos predicadores "como

corderos en medio de lobos" y, además, si los misioneros queriendo propagar

la fe se servían de las armas, nunca podrían ser verdaderos maestros de los

indios, sino "ladrones obligados a devolver algún día los bienes usurpados"29.

Dos grandes obras de cuestionamiento de la conquista fueron las re­

presentantes de la pastoral dominicana. En primer lugar, el célebre sermón

27 M. Góngora, Studies in the Colonial History of Spanish America, Cambridge, Cambridge University Press, 1975, pp. 56-59.

28 Ibid. Véase también: F. Mires, En nombre de la cruz. Discusiones teológicas y políticas frente al holocausto de los indios, San José de Costa Rica, DEI, pp. 195-211.

29 S. Zabala, La filosofía política en la conquista de América, México, F.C.E., 1972, pp. 32-33.

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FABIÁN SANABRIA-S.

de fray Antonio de Montesinos30, pronunciado en la ciudad de Santo Do­

mingo, en la isla La Española (hoy República Dominicana), el 14 de diciem­

bre de 1511 - se rmón que fue rechazado por el rey Fernando y por los

superiores de la orden, obligando a Montesinos a viajar a España para clari­

ficar sus tesis, gracias a las cuales un conjunto de teólogos y juristas escribió

las Leyes de Burgos para mejorar el trato que se daba a los nativos sin modi­

ficar el régimen de las encomiendas31. En segundo lugar, el esfuerzo infati­

gable de Bartolomé de las Casas (antiguo encomendero convertido a las ideas

de Montesinos en 1514), quien criticaba los métodos empleados por los con­

quistadores, la explotación y la servidumbre impuestas a los indios hasta

cuestionar -s in negar completamente- la legitimidad del gobierno español

en América. Según Las Casas, la evangelización justificaba la conquista mas

no la pérdida de las propiedades ni derechos de los indígenas; los gobiernos

locales debían conservarse al igual que sus leyes más justas, los indios debe­

rían someterse al poder imperial para ser protegidos en tanto subditos de la

Corona; para él, tanto el papa como el rey debían concentrar todos sus es­

fuerzos en la evangelización de los indios, pues se trataba de ejercer un dere­

cho implícito gracias al cumplimiento de un deber. De suerte que Las Casas

pensaba como un tomista medieval (aún cuando en varios de sus escritos

relativizará el poder papal y la soberanía del rey en pro de la libre voluntad

de los indios), a través de una interpretación más moderna de la "ley natu­

ral" fundada en el derecho romano32,

30 "... Vosotros estáis todos en pecado mortal, y así viviréis y moriréis a causa de la crueldad y la tiranía con que tratáis a creaturas inocentes. Decidme, ¿de qué derecho y de qué justicia os sostenéis para mantener tan cruel y horriblemente en la servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables gue­rras a estas gentes que estaban en sus tierras, tan dulces y pacíficos?...", citado en R. de Roux, op. cit., p. 124.

31 La principal institución de distinción social y explotación de indígenas en el momento de la colonización de América fue la encomienda, sostenida por una di­visión de la sociedad en castas, según las diversas razas existentes, bajo pretextos civilizadores. Esa institución sería más tarde asociada a principios de estratificación económica, generadores de clases sociales determinadas por el Estado. Cf. H. Piets-chman, El estado y su evolución al principio de la colonización española en Améri­ca, México, F.C.E., pp. 221-222.

32 F. González, "Evangelización y estructura social en la Nueva Granada. Lí­neas para una reflexión desde la historia", en La evangelización en Colombia, Bo­gotá, Conferencia Episcopal de Colombia, 1992.

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LA VIRGEN SE SIGUE APARECIENDO. UN ESTUDIO A N T R O P O L Ó G I C O

Es pues, en este contexto experimental de "cristianización pacífica",

impulsado especialmente por Fray Bartolomé de las Casas33, donde se desa­

rrollaría la evangelización dominicana, cuya metodología de comunicación

y predicación de los diversos dogmas católicos a los indígenas se concentra­

ría en la transmisión de una nueva imagen de la Virgen; Nuestra Señora del

Santo Rosario. En efecto, uno de los medios más eficaces de la evangeliza­

ción dominicana fue la enseñanza permanente del catecismo por medio de la

repetición mnemotécnica de las verdades de la fe y diversas oraciones, espe­

cialmente la recitación del rosario, lo cual implicaba para los misioneros un

cierto aprendizaje de los dogmas católicos por parte de los nativos. Así, di­

versas ciudades, montañas y ríos, iglesias y escuelas, colegios y universida­

des en toda América fueron bautizados con el nombre de Nuestra Señora del

Rosario; y evangelizadores famosos de las órdenes mendicantes se constitu­

yeron en portavoces de aquellos nuevos nombres de la Virgen, entre los

cuales merecen ser citados: fray Luis Beltrán y fray Toribio de Mogrovejo,

fray Jerónimo de Loaiza y fray Cristóbal de Torres, fray Domingo de Salazar

y fray Gregorio de Baeta34.

E l relativismo jesuí ta

En la segunda mitad del siglo XVI, un vasco-español llamado Ignacio

de Loyola fundaba la Compañía de Jesús, cuyas primeras influencias coinci­

dieron con la expansión de Castilla y Portugal en América y en Asia, así

como con la Reforma Protestante en Europa. Los jesuítas llegarían a Améri­

ca en el momento en que la conquista era un hecho histórico y el sistema de

encomiendas producía efectos demográficos catastróficos. Estos religiosos

se consagraron al estudio profundo del hombre americano y de su cultura

durante la mayor parte del siglo siguiente, con una aproximación menos

33 Mucho antes de la célebre controversia de Valladolid, en 1550, fray Bartolomé de las Casas había ensayado en América diversos "experimentos de evangelización pacífica", entre diferentes comunidades indígenas: primero, en 1520, en la zona de la actual Venezuela (en Paria-Cumaná); luego, en 1537, en Tuzulutlán (actual Guate­mala); y finalmente, en 1544, en la diócesis de Chiapas (en México), donde fue un obispo "problemático" para los españoles, al punto de verse obligado a refugiarse, en 1547, en la actual Nicaragua, con el fin de escapar a una conspiración contra su persona, organizada por sus propios compañeros de orden. Cf. R. de Roux, op. cit., pp. 161-165.

34 J.-C. Orduz, op. cit.

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FABIÁN SANABRIA-S,

eurocentrista, pero sin abandonar completamente el etnocentrismo de la

época. Su punto de vista sería ante todo relativista y, gracias a esa perspecti­

va, buscarían los valores positivos de las culturas no-europeas, a fin de reali­

zar mejor un trabajo de evangelización (como en el caso de los ritos

malhabares y chinos descalificados por la Santa Sede, o la experiencia misio­

nera de las reducciones del Paraguay -donde desarrollaron una economía

política capaz de asegurar la autonomía de las comunidades guaraníes, pero

siempre bajo la tutela y control de los responsables de la orden)35.

Dentro del "campo intelectual" de la época, los jesuítas propagaron las

ideas de la escuela de Salamanca. Así, Luis de Molina (1535-1600) conside­

raba ilegítima la esclavitud de los indios y negros, porque según el derecho

"sólo era permitido hacer esclavos en el contexto de una guerra justa" y,

además, la conquista de América no cabía en ese caso. A su vez, un gran

canonista y discípulo de Vitoria, Francisco Suárez (1548-1617), se converti­

ría en el primer misionero que demostraba cómo las situaciones de depen­

dencia política no tenían ninguna base en la concepción cristiana de las

relaciones internacionales, subrayando la injusticia de la colonización a par­

tir del derecho a la guerra, y descartando el argumento que justificaba la

dominación sobre pueblos bárbaros, salvo si se determinaba que fueran in­

capaces de gobernarse por sus propios medios,

Suárez problematizaba el derecho de tutela que los conquistadores exi­

gían en tanto cristianos a los indígenas, señalando que existían muchos in­

fieles próximos a la civilización, "bastante dotados para la política y vida

públicas". Según él, para que la tutela se aplicara, se necesitaba tal incapaci­

dad en los demás, al punto de que fueran completamente salvajes y, en ese

caso, podía sometérseles a través de la guerra, no tanto para destruirlos sino

para gobernarlos con justicia36.

La concepción más relativista de la "cultura" se manifestaba también

entre los jesuítas misioneros de América, cuyo mayor representante sería el

padre De Acosta (1540-1600), quien escribiera uno de los tratados más im­

portantes sobre la América de entonces: La historia natural y moral de las

Indias, publicado en Sevilla, en 1590, donde se ve la influencia de Vitoria, así

como en su segunda obra: De procuranda indorum salute (Sobre la búsque­

da de la salvación en los indios). Su obra sostiene que la comprensión del

Nuevo Mundo exige diferenciar primero lo que corresponde al mundo "na-

35 F. González, op. cit. 36 Cf. R. Merle y R. Mesa, El anticolonialismo europeo. Desde Las Casas a

Marx, Madrid, Alianza Editorial, 1972, pp.82-83.

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LA VIRGEN SE SIGUE APARECIENDO. UN ESTUDIO ANTROPOLÓGICO

tural" de lo que corresponde al mundo "moral"; el mundo natural era para

De Acosta una relación práctica con los fenómenos de la naturaleza, y el

mundo moral, al contrario, una relación social entre los hombres cuyo re­

sultado sería la "fundación de la cultura"37.

Esta concepción de las costumbres y culturas no era habitual en el siglo

XVI. De Acosta estimaba que el hecho de no querer interesarse por el cono­

cimiento del pasado y presente de los aborígenes, simplemente para conside­

rar las cosas de los indios como obras del demonio, indicaba una hostilidad

mezquina puesto que al contrario, él creía que América era un verdadero

laboratorio para estudiar al hombre no-cristiano, y las lecciones aprendidas

podían ser aplicadas en otros terrenos de evangelización como la India, Chi­

na y Etiopía (es decir África). Además, consideraba que el estudio de una

sociedad tan diferente a la civilización europea, podía ayudar a entender el

comportamiento de las sociedades más "desarrolladas"38.

Así, De Acosta quería descartar el desprecio de los europeos hacia los

indios, señalando el valor demostrativo de la experiencia, y la importancia

de vivir en América para entender a los aborígenes y tratarlos como a hom­

bres independientes, diferenciando sus idiomas, tradiciones y otros rasgos

culturales. Sin embargo, seguía viendo a los indios como a seres más o me­

nos bárbaros, según sus maneras de comunicación y el desarrollo de su idio­

ma, su organización social y política, o según su progreso religioso, cercano

o lejano a los principios cristianos. Por eso no los consideraba como esclavos,

pero sí como a niños, sin madurez ni educación, con necesidad de ser "cria­

dos en la verdadera civilización". En síntesis, el padre De Acosta tenía una

concepción relativista pero más pobre que la de Las Casas del indio america­

no, puesto que describe copiosamente en sus obras la naturaleza servil de los

aborígenes, la necesidad de infundirles miedo para "convertirlos", y de cas­

tigarlos para obligarlos a abandonar ciertos hábitos y prácticas "contra­

natura".

Todas estas consideraciones influenciaron la gigantesca empresa de

evangelización jesuíta en América, cuyo principal papel se desarrolló en la

educación de las tribus indígenas, a través de métodos que asimilaron trazos

de la sensibilidad de los nativos, como la utilización de la música y las repre­

sentaciones teatrales. En cuanto a las devociones marianas de los jesuítas,

37 E. O'Gorman, Cuatro historiadores de Indias en el siglo XVI, México, Alianza Editorial Mexicana, 1989, pp.131-136.

38 A. Pagden, La caída del hombre natural. El indio americano y los orígenes de la etnología comparada, Madrid, Alianza Editorial, 1982, pp. 204-207.

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desde su llegada a América se convirtieron en defensores de la Inmaculada

Concepción de la Virgen, utilizando los métodos dominicos de la recitación

del rosario y la repetición mnemotécnica de las "verdades católicas". De esta

forma, la mayoría de altares de las iglesias jesuítas en Sudamérica tienen un

altar consagrado ya sea a la Virgen Inmaculada o a la Virgen del Rosario. Y

muchos jesuítas prestigiosos transmitieron diversas advocaciones de la Vir­

gen entre la población indígena o entre los esclavos negros al tratar de con­

vertirlos: "desde el Padre Pedro Claver y su maestro Alonso Sandoval con la

devoción del Rosario en el Caribe, el Padre Honorato Esteban con la alegría

a Nuestra Señora del Pilar entre los Yumbos, el Padre Lucas de la Cueva con

el fervor a la Inmaculada entre los Jívaros, el Padre Samuel Fritz con su amor

a Nuestra Señora de las Nieves entre los Yurimaguas, el Padre Pedro Iriarte

con la ternura a Nuestra .Señora de la Luz entre los Iquitos, hasta la gran

veneración a Nuestra Señora de Loreto en las reducciones del Paraguay en­

tre más de 5.000 familias guaraníes"39.

La instrucción de las demás órdenes religiosas

Varios conflictos ocurrieron a raíz de la evangelización de las órdenes

mendicantes, especialmente a partir de los cuestionamientos a la legitimidad

de la conquista, en particular del sistema de encomiendas, sobre todo cuando

franciscanos y dominicos crearon un dispositivo itinerante de predicación

para defender e instruir a los indígenas, llamado "doctrinas". Las doctrinas

fueron espacios privilegiados donde se apartaba a los nativos de las enco­

miendas para enseñarles el evangelio y las costumbres europeas, a cambio

de trabajo y participación en actividades comunitarias. A partir de 1550, otras

órdenes religiosas, en particular los agustinos y mercedarios, se apropiaron

de dicho sistema desarrollando un trabajo pastoral similar al de las órdenes

mendicantes, con el ánimo de producir obras monumentales para "dar testi­

monio de la salvación aportada a los pueblos primitivos de América"40.

La influencia ejercida por las doctrinas de los misioneros impregnó de

religión todas las circunstancias de la vida, tanto la de los indígenas como la

de los colonos y la de la población mestiza que se había multiplicado rápida­

mente. Y se utilizaban cada vez más imágenes en tanto era necesario instruir

39 J.-C. Orduz, op. cit. 40 J.-M. Pacheco, "La evangelización del Nuevo Reino en el siglo XVI", Histo­

ria extensa de Colombia: Historia eclesiástica, Bogotá, Lerner, 1971, vol. XIII, t. I, pp. 137-161.

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LA VIRGEN SE SIGUE APARECIENDO. UN ESTUDIO ANTROPOLÓGICO

a pueblos iletrados. Las ciudades, recientemente fundadas, adornaron sus iglesias y conventos con decorados y pinturas murales que representaban las ideas mesiánicas de la época y, más tarde, se construyeron altares esculpi­dos en madera y recubiertos con láminas de oro; en los techos de claustros y templos se pintaron multitud de imágenes de santos y ángeles, así como hermosos cuadros de la Virgen cuidadosamente expuestos a la veneración de los fieles41.

La orden agustiniana estableció doctrinas entre los nativos de diversas regiones de México, Ecuador y Bolivia, y en Colombia creó misiones en el Casanare e introdujo la devoción a la Virgen de La Candelaria en el desierto de Ráquira y en Cartagena; y todos los cronistas del Perú coinciden en una apreciación sobre el "triunfo de la Virgen de Copacabana", al lado del lago Titicaca. En cuanto a los mercedarios, éstos difundieron la devoción a la Vir­gen de las Mercedes en Ecuador, Perú, México, Argentina, Chile, Guatemala y Colombia, "en tanto patrona de los indios maltratados, sobre todo de aque­llos que debían ser corregidos a causa de sus delitos y pecados"42.

Finalmente, a partir del establecimiento colonial de las órdenes religio­sas, se formaron Cofradías. Se trataba de sociedades fundadas bajo la protec­ción de alguna advocación de la Virgen o de algún santo patrón. Estas asociaciones no solamente se dedicaron al "ministerio litúrgico" sino a reco­ger donaciones (en trabajo o en oro) que contribuían al enriquecimiento de la Iglesia y a reagrupar a los fieles que -ya en la época colonial- ejercían un mejor oficio o pertenecían al mismo grupo social, para ayudarse mutuamen­te, un poco a la manera de las corporaciones medievales que aunque no se extendieron tanto en América como sí en Europa, contribuyeron a mante­ner la religiosidad de los laicos, sobre todo el culto a los santos y las celebra­ciones de las fiestas de la Virgen43,

SANTUARIOS E ICONOGRAPIAS MARIANAS

EN EL ARTE COLONIAL

El arte barroco desarrollado en América constituye un campo prefe­rencia! para comprender la colonización del imaginario amerindio, particu-

41 M. Fajardo, "El espíritu barroco en el arte colonial", Figuras de éxtasis en el arte colonial, Bogotá, Presidencia de la República de Colombia, 1997, pp. 33-40.

42 J.-C. Orduz, op. cit. 43 Cf. M. Fajardo, op. cit.

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FABIÁN SANABRIA-S,

larmente a través del papel conquistador atribuido a la Virgen María. El ba­

rroco es el estilo de la Contrarreforma, es decir, de la lucha contra el Protes­

tantismo por medio de la defensa político-artística de los dogmas de la Iglesia.

Así, en los portales de las catedrales la escultura plateresca desarrolló sus

refinamientos contra la severidad masiva de los muros desnudos; en el ima­

ginario popular las figuras policromas de la Virgen, de Cristo y de los santos

(en los que el sufrimiento físico y el dolor del alma traducen un realismo

alucinante), conformaron un repertorio de arte aparentemente cerrado al

idealismo y a la serenidad del Renacimiento44. Además, es importante subra­

yar la función que cumplió España en el Concilio de Trento y en la transmi­

sión ideológica del cristianismo en América, de suerte que la evangelización

impartida se transformó en una "catcquesis visual" que lograría "convertir"

a los nativos, y más tarde a la población mestiza rápidamente multiplicada

en el Nuevo Reino de Granada45.

Las órdenes religiosas aportarían sus propias tradiciones arquitectóni­

cas: las construcciones del siglo XVI y de los dos primeros tercios del siglo

XVII representaron la última expresión del arte medieval en el mundo, para

luego imitar el arte del Renacimiento. Por su parte, el estilo barroco se ex­

tendió cuando en los nuevos virreinatos las relaciones sociales fueron estabili­

zadas: se trataba de sociedades esencialmente aristocráticas, dominadas por

los criollos (españoles nacidos en América), conscientes de sus diferencias

sociales con el mundo de la metrópolis, pues se encontraban separados por

débiles capas intermediarias de una plebe urbana o rural, de indios y mesti­

zos ahora católicos, pero inclinados a amar clandestinamente sus antiguos

ritos contrarios a la religión dominante. Los criollos tenían una riqueza

ostentadora, pues multiplicaban sus asociaciones patrocinando construccio­

nes de iglesias y de capillas (muchas de ellas edificadas como "Santuarios

consagrados a una advocación de la Virgen", reproduciendo las grandes cons­

trucciones españolas de la época), sobre todo cuando las órdenes religiosas

perdieron su influencia y la jerarquía secular se establecía en diócesis y pa­

rroquias. El barroco se desarrolló entonces durante más de un siglo (entre

1650 y 1770), desplegando un movimiento que podría llamarse "ascencional"

44 V. L. Tapié, "Le Baroque", Encyclopedia Universalis, 1980, p. 831. 45 J. Jaramillo Uribe, "Mestizaje y diferenciación social en el Nuevo Reino de

Granada", Ensayos de historia social, Bogotá, Planeta, 1960, pp. 65 y ss.

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LA VIRGEN SE SIGUE APARECIENDO. UN ESTUDIO ANTROPOLÓGICO

según sus obras plenas de exuberancia (como las catedrales de México y

Puebla, y la iglesia de la Compañía de Jesús en Arequipa), donde la tradición

decorativa indígena también participaba: los procedimientos y temas que el

pueblo empleaba se reencontraron en las decoraciones de las iglesias (dise­

ños geométricos, oposición de colores, estilización del mundo animal y ve­

getal, y empleo de la cerámica).

Es, pues, en este "campo" donde hay que ver a las "vírgenes conquista­

doras" de la época colonial; especialmente en ese mundo barroco que puede

identificarse en diversos momentos del arte como "primacía de lo audaz, lo

sorprendente, contrastado c incoherente... producto de sensibilidades en tran­

sición, debido quizás a una cierta remisión de valores tradicionales que ha­

cen surgir tendencias profundas, dolorosas a veces, inquietantes siempre"46.

Y al recordar la importancia conferida a las imágenes por la Contrarreforma

en tanto aspecto sustancial para contrarrestar el Protestantismo, hay que

subrayar la importancia de la iconografía mariana: en todo el mundo católi­

co, y especialmente en América, los altares fueron renovados consagrándose

una suerte de "parentela mariana" que abarcó desde la Virgen de Guadalupe

(cuyo título derivó de la Inmaculada Concepción), pasando por la Virgen de

Quito (derivada de la Virgen del Apocalipsis), hasta llegar a Nuestra Señora

de Chiquinquirá y Nuestra Señora del Topo (cuyos iconos provinieron de

un modelo de Píetd del maestro Luis Morales en la Nueva Granada)47.

Pero de todas las vírgenes conquistadoras, es la Virgen alada o del Apo­

calipsis quien mejor encarna el síntoma y tal vez la metáfora del arte colo­

nial: el estilo del movimiento y del pliegue ad infinitum, y el sentido efímero

del instante eterno evocador de la devoción que pasa por el gozo sensual

sublimado y teatralizado son, en última instancia, la construcción de un dis­

positivo en donde ser es ver hasta perderse en las tinieblas de "tener un ojo

para ver lo que se ve"48. Y esa matriz artística aparecería en cientos de varia­

ciones iconográficas de la América colonial, recreando entre los pliegues del

cuerpo de la Inmaculada (que culminan aplastando a la serpiente) y el vuelo

de su alma hacia el cielo, una suerte de "caída hacia arriba" que evita todo

exceso o convulsión pasional, señalando un pasaje para que el "eterno feme­

nino" reaparezca siempre tras las huellas del arte colonial.

46 V L. Tapié, op. cit. 47 M. Fajardo, op. cit. 48 C. Buci-Glucksman, La folie de voir, Paris, Galilée, 1996,

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FABIÁN SANABRIA-S,

PRINCIPALES SANTUARIOS DE CULTO MARIANO EN AMÉRICA LATINA (siglos XVI - XVIII)*

A N O ADVOCACIÓN MARIANA

1512 Nuestra Señora de las Gracias 1550 N. S. de Guadalupe 1588 N. S. de Chiquinquirá 1605 N. S. de La Candelaria 1625 N. S. de la Merced 1630 N. S. de la Concepción de Lujan 1650 N. S. del Buen Suceso 1652 N. S. de Coromoto 1687 N. S. de la Caridad del Cobre 1717 N. S. de la Concepción Aparecida 1770 N. S. de Caacupé 1777 N. S. de la Concepción de Suyapa 1785 N. S. de Maipú

CIUDAD

Higüey México Chiquinquirá Copacabana Guatemala Lujan Quito Coromoto El Cobre Sao Paulo Caacupé Suyapa Maipú

PAÍS

S. Domingo México Colombia Solivia Guatemala Argentina Ecuador Venezuela Cuba Brasil Paraguay Honduras Chile

'Fuente: Nuestra Señora de América, t. II, Bogotá, Celam, 1988.

Estos son algunos de los trazos iconográficos del imago de la Virgen en el Nuevo Mundo. Empero, no será solamente la fuerza del arte colonial quien producirá ese efecto; al lado de la dominación material y simbólica de los indios habrá "otro tiempo de las historias", en donde el contacto cultural realizará operaciones mayores de mestizaje: "el éxito espectacular de la co­lonización española con las etnias indias se veía desviado por el uso que se hacía de ella: sumisos, incluso aquiescentes, a menudo estos indios utiliza­ban las leyes, las prácticas o las representaciones que les eran impuestas por la fuerza o la seducción con fines distintos a los buscados por los conquista­dores; hacían algo diferente con ellas; las subvertían desde adentro (...). Metaforizaban el orden dominante: lo hacían funcionar en otro registro. Permanecían diferentes en el interior del sistema que asimilaban y que los asimilaba exteriormente. Lo desviaron sin abandonarlo. Los procedimientos de consumo mantenían su diferencia en el espacio mismo que organizaba el ocupante"49.

49 M. de Certeau, L'invention du quotidien, vol. 1, Paris, Gallimard, 1990, p. 54.

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LA VIRGEN SE SIGUE APARECIENDO. UN ESTUDIO ANTROPOLÓGICO

LA APROPIACIÓN AMERINDIA DE LA VIRGEN MARÍA

Un ejemplo significativo de enculturación del evangelio en América50,

fue tal vez la incorporación material y simbólica entre los indígenas de la

figura materna de la Virgen, cuyo caso más representativo sería el de las

"apariciones de Guadalupe", en el siglo XVI, a un indígena azteca que fre­

cuentaba la catequesis de Tlatelolco, muy cerca de la actual capital de Méxi­

co51. Pero no es tanto el acontecimiento mismo lo que va a retener nuestra

atención, sino el proceso desencadenante y las operaciones efectuadas entre

diferentes niveles culturales, al interior de los cuales circula su construcción.

Al principio se presenta una creación visionaria, fatalmente marcada

por la experiencia individual, cuyos elementos dispersos se ajustan de ma­

nera aproximada. En un segundo tiempo, que corresponde frecuentemente

al pasaje de un modo de comunicación oral a un modo de comunicación es­

crito, los elementos dispersos suelen ser organizados e interpretados según

un mito suficientemente vivo y eficaz. Finalmente, en un tercer movimien­

to, se le confiere sentido al acontecimiento, lo cual obliga a las autoridades

religiosas y políticas a tomar partido para controlar mejor sus efectos52.

Para comprender la "circulación" del acontecimiento generado por las

"apariciones de la Virgen en Guadalupe", durante el segundo tercio del siglo

XVI, es necesario considerar la situación social e histórica de crisis (que pro­

duciría diversas "construcciones imaginarias previas") en la que se encon­

traba la civilización azteca durante la dominación española. En efecto, entre

1492 y 1517 hay un espacio que marca un fuerte crecimiento en el poder del

imperio mexicano, crecimiento que brutalmente se desmorona en dos años

(1519-1521), ante la invasión de los conquistadores. Así, algunos historiado­

res señalan una extrema fragilidad en las relaciones internas del imperio,

destacando cómo Cortés se serviría de sus enemigos para devastar el territo-

50 Esta categoría fue construida por la "Doctrina social de la Iglesia" y poste­riormente sería ampliamente desarrollada en los Documentos de Puebla y Medellín... Nosotros la utilizaremos en el sentido de "mestizaje ideológico".

51 La primera versión de estas "apariciones" fue escrita en 1549, por el indíge­na Antonio Valeriano, quien hablaba náhuatl, latín y griego, y tal relato es conocido como Nican-Mopohua, es decir, "aquí se cuenta...", a causa de las dos primeras pala­bras del mismo en lengua náhuatl. Cf. M. Concha Malo, "La Virgen de Guadalupe y el nacionalismo mexicano desde las clases populares", Hacia el Nuevo México, Méxi­co, UNAM, 1986, pp. 107-124.

52 J.-M. Sallman, Visions indiennes, visions baroques: Les métissages de l'inconscient, Paris, P.U.F., 1992, p. 15.

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rio53. En este contexto, diversos relatos tratan de las visiones tenebrosas que

aterrorizaron al cacique Moctezuma y a la población aborigen. En realidad,

la historia superaría todos los prodigios tenebrosos que pudieran personifi­

car las imágenes mitológicas del imperio, especialmente la de Quetzalcoatl

(la serpiente emplumada) y su cohorte, que personificaba al Gran Señor de

los aztecas del cual se temía ferozmente su retorno54. Y evidentemente, el

resultado de esta "visita", más apocalíptica que la del dios mítico, bien pudo

resumirse en un epitafio escrito en náhuatl, en Tlatelolco, en 1528:

A través de los caminos sólo hay armas rotas, los muertos están por todos

lados, las casas han sido completamente destruidas, los muros aún arden; las

plazas y calles están repletas de ratas mientras las murallas se ven manchadas

de sangre... Hemos comido hierba llena de basura, pedazos de madera, anima­

les y cenizas... Llorad entonces amigos pues con estos hechos trágicos, el im­

perio mexicano se ha perdido... En adelante el agua será amarga y el alimento

insípido hasta el fin de nuestros días... He ahí lo que ha hecho el dador de la

vida en Tlatelolco55.

Es, pues, en este contexto de angustia y desesperación, tras la muerte

del imperio azteca que, en diciembre de 1531 (la derrota de Moctezuma ha­

bía ocurrido diez años antes), la Virgen madre aparecería, encinta, con un

rostro mestizo, "a un indígena instruido en la catcquesis de Tlatelolco"56. Y

la Virgen que se le aparece a Juan Diego (nombre del indígena cuya memo­

ria pertenecerá a la leyenda), según el relato reconstruido más tarde, no ha­

blaba español sino náhuatl, utilizando el mismo lenguaje religioso del que

los aztecas se servían para representar a la divinidad (como una unidad fun­

damental del sol y la luna, de lo masculino y lo femenino). Esa Virgen apare­

ce con una túnica roja, color de Huitzilopochtli, el dios supremo de la mitología

azteca que según la tradición nacía cada día en oriente tras superar los ries­

gos mortales de la noche... Nuestra Señora aparece envuelta en un manto

azul verdoso cubierta de flores... María está encinta, con los símbolos que las

mujeres indígenas llevaban en el vientre: dos bandas negras caídas y ligadas

53 Cf. N. Davis, The Aztecs, A History, London, Mac Millan. 54 Cf. D. Carrasco, Quetzalcoatl and the Irony of Empire. Myths and Prophecies

in the Aztec Tradition, Chicago, Chicago University Press, 1982. 55 Texto citado en M. León-Portilla, A conquista da América Latina vista pe­

los indios, Petrópolis, Vozes, 1985, p. 41. 56 M. Concha-Malo, op. cit.

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LA VIRGEN SE SIGUE APARECIENDO. UN ESTUDIO ANTROPOLÓGICO

por una especie de rosa de cuatro pétalos (el camino de los hombres) en un

círculo central (el camino de los dioses), es decir, la cruz de los aztecas, la

quicunce, que representaba el encuentro entre el camino de los hombres y el

camino de los dioses... Finalmente, la Guadalupana es llevada por un ángel

cuyas alas son típicas de los pájaros que habitan los trópicos mexicanos, el

zinitzcan, significando así el origen divino de su "aparición celeste", como la

Piedra del Sol que según el calendario de los aztecas portaba siempre salud,

es decir Liberación57.

Liberación es la palabra práctica comunicada por la Guadalupana, y a

pesar de la coincidencia de intereses políticos -cinco siglos después- cuya

distinción hoy es importante58, es evidente que la apropiación indígena de su

imago en tanto figura maternal y mediadora, produciría ciertos efectos: pri­

mero, la utilización del diminutivo en el relato de Juan Diego, quien transcribe

las "palabras de la Virgen" reconociéndose como una "criatura desprotegida"

[mecapal, parihuela, colita, alita, indiecito...), que se refiere tiernamente a la

Virgen [Virgencita, Madrecita, Muchachito, Señorita, Hijita menor de Dios),

ubicando el discurso del acontecimiento en un universo lingüístico familiar,

cercano al pueblo; segundo, el mensaje de la Guadalupana supone un des­

plazamiento del centro hacia la periferia, es decir, un "peregrinaje" de la

capital Tenochtitlán-Tlatelolco hacia el Tepeyec, porque compromete a Juan

Diego a dirigirse al obispo Zumárraga para pedirle la construcción de un

templo en el lugar de las "apariciones"; y, tercero, a partir de la aceptación

oficial del acontecimiento -a pesar de la censura institucional que ese hecho

inevitablemente produciría-59, el indígena dominado que había perdido su

"7 Cf. S. Carrillo, "El mensaje teológico de Guadalupe", Nuestra Señora de América, 14-15, Bogotá, Celam, 1986, pp. 49-96.

58 Mientras que las declaraciones oficiales de la Iglesia, en el Documento de Puebla, ignoran las condiciones sociales e históricas de la "encarnación amerindia" de la Virgen María presentando apologéticamente el respeto de una identidad reli­giosa mestiza, desde el comienzo de la cristianización de América, gracias a las "apa­riciones de la Virgen de Guadalupe" como "estrella" de ese trabajo pastoral (art. 446), ciertos teólogos de "la liberación" prescriben la necesidad de mirar más de cerca esa "enculturación", a fin de encontrar allí los criterios socio-culturales para desarrollar una "nueva evangelización" (Cf. L. Boff, "Requerimiento teológico y eclesiológico para una nueva evangelización", en P. Suess, op. cit., pp. 177-206),

59 Hablaremos de "censura eclesiástica" al referirnos a nuestros contextos con­temporáneos. Ahora bien, en cuanto al análisis histórico de las "apariciones de la Virgen de Guadalupe", varios autores, y particularmente Serge Gruzinsky [La guerre des images, Paris, Fayard, 1990), han mostrado la ambigüedad y la ambivalencia en

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lugar (el lugar que le fijaba antes un lenguaje cosmológico, entendido como

"vocación" y situación en un orden del mundo), se instaura en tanto sujeto

obligado a "dominar un espacio", a constituirse en "productor de escritura"60.

Y en este punto detenemos, por ahora, esta historización (subrayando

que es en las "apariciones de la Virgen de Guadalupe" donde se encuentra la

"matriz estructural" del papel mediador de la Virgen en América Latina a

partir del siglo XVI, cuya "efervescencia contemporánea" puede ser mucho

más que un simple recuerdo)... a fin de mantener el "suspenso" evocado,

gracias a la "ruptura instauradora" de Michel de Certeau.

la "recuperación" de ese acontecimiento por parte de la Iglesia..., proceso que puede ser visto como una trayectoria de "desencantamiento programado", subrayando la "apropiación popular" de ese imaginario hasta el siglo XIX,

60 Michel de Certeau, op. cit., pp. 198-205.

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