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CRITICA DE LIBROS

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CENTRE ROYAUMONT POUR UNE SCIENCE DE L'HOMME

Théoties du langage, Théories de l'apprentissage: le débat entre Jean Piagetet Noam Chomsky (organisé et recueilli par Massimo Piattelli-Palmarini)

(Paris, Éditions du Seuil, 1979, reimpr. 1980, 541 pp. + gráficos)

Por de pronto, es necesario hacermención de la coyuntura intelectualdentro de la cual aparece este libro.Este contexto no es específicamentefrancés (incluye otros países de losque llamamos a veces «científicamen-te avanzados»), pero creo que sóloen Francia se ha producido tal apa^sionamiento y una tal vulgarizacióndel debate herencia/aprendizaje o, enotros términos, innato/adquirido.

Este debate forma parte, a su vez,de un proceso de creciente intrusiónde la biología y de la genética en al-gunas ciencias sociales. En el bien en-tendido de que no se trata tanto deque los biólogos o los especialistas engenética formulen hipótesis en pro-blemas que no son específicamentelos suyos, sino de la tendencia inver-sa: se trata del recurso creciente aargumentos biológicos o genéticos porparte de profesionales de determina-das ciencias sociales.

En el caso de Francia este procesoha sido estimulado (por lo menos in-directamente) por el propio Presiden-te de la República, en un acto en laSorbonne; y en pocos años se hallegado a una situación de publicidad

y de trivialización. Como dice unautor, «no se habla de otra cosa»(i. e., de lo que en el ser humano esheredado y lo que es adquirido, de laparte atribuible a los genes y la parte(sic) atribuible al medio ambiente,etcétera). En el momento en que es-cribo (finales de septiembre de 1980)dos programas de TV han sido dedi-cados al tema, con intervalo de unasemana y con acceso telefónico delpúblico a especialistas reunidos entorno a una mesa. Pero es más: hayuna difusión social de la idea de quecada ser humano está absolutamentedeterminado en sus capacidades porfactores genéticos. Hace unos meses,el autor del Eloge de la différence:la génétique et les hommes (AlbertJacquard) relataba en una entrevistaen la radio una experiencia en unaescuela de suburbio obrero de París:el caso de los alumnos que no se es-fuerzan en superar sus dificultades:«Yo sé que no valgo nada», o bien:«Yo soy consciente de que no soyinteligente» (actitudes derivadas de lavigencia social de una cierta concep-ción de la herencia y de la inteligen-

cia).

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Estamos, pues, ante problemas quetrascienden el ámbito de los debatesentre «innéistes» (nativistas o inna-tistas) y los «environnementalistes»(ambientalistas), dado que se vulgari-za esta cuestión con dimensiones so-ciales, pedagógicas y políticas que lossociólogos no podemos ignorar.

Parece, además, que los sociólogosno tengan nada que decir en el asunto(quizá no saben qué decir). En el libroque voy a comentar, entre 25 cientí-ficos participantes no había ni unsolo sociólogo, y el investigador máspróximo a esta disciplina (MauriceGodelier) apenas dijo más que unastrivialidades que no alcanzan a llenaruna página.

La indefensión de los sociólogosante la irrupción de la biología y lagenética en cuestiones que en últimotérmino afectan al destino de nues-tras propias sociedades y al lugar delser humano en ellas, es un hecho tantomás paradójico cuanto que hace doso tres decenios éramos nosotros quie-nes estábamos aplicando al análisissociológico los métodos formales deinvestigadores que eran a la vez gene-tistas y matemáticos (toda la obra deSir Ronald A. Fischer y su escuela,de la que deriva el análisis multiva-riable). Y esta relación era en benefi-cio de la sociología: implicaba el per-feccionamiento de una tradición deanálisis que arranca del estudio delsuicidio por Durkheim.

Ahora la relación se ha invertido,en detrimento de la Sociología. El do-minio de ésta se reduce y su discursono se renueva. Sabemos ya hasta elhartazgo cómo dominan las clases do-minantes y, en cuanto a la teoría dela «modernización», desde que se haconvertido en doctrina oficial en laChina postmaoísta, más vale no hacerel ridículo de hablar de ella comouna teoría científica. La historia tiene

estas rudas ironías: desnudar en unasociedad la armadura de alambre delmaniquí que estaba vestido lujosa-mente en otra.

Hay otra razón adicional para queme ocupe de este libro con algunaextensión: la muerte de Jean Piaget(Ginebra, 16 septiembre 1980). Sudesaparición conlleva una angustiaparticular: la de que con él se hayaextinguido no sólo un hombre admi-rable, consagrado al descubrimientode lo que hay de más noble en laespecie humana (el funcionamiento delos procesos cognitivos), sino quehaya sido también el último de suclase. Una clase de hombre de ciencia,no manipulativo, que hunde sus raí-ces en la Ilustración. Y un epistemó-logo que ha dicho cosas que siguensiendo válidas también en Sociología(cf. el vol. III de su Introduction aVépistémologie génétique, París, Pres-ses Universitaires, 1950) l. Y, por su-puesto, uno de los científicos másimportantes del siglo xx (juicio devalor históricamente circunstanciadoe independiente de la vulnerabilidadde su obra teórica ante el veloz re-planteamiento de tantas cuestiones enla comunidad científica).

1. El proceso y el producto

El texto que voy a comentar constade dos grandes partes y de dos apén-dices. La parte segunda lleva un sub-título: «Sur la logique des explica-tions innéistes», no está subdividida

1 Estudios parcialmente reeditados en1965 por Droz, Ginebra, con un prefa-cio de PIAGET que es del mayor interéspara sus relaciones intelectuales con lafenomenología por una parte, y con elmarxismo por otra. (J. PIAGET, Étudessociologiques, Librairie Droz, Ginebra,202 pp.)

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en capítulos y la mayoría de sus tex-tos conciernen problemas de lógica,de epistemología y de psicolingüística.La parte primera no lleva subtítuloalguno, está precedida por dos intro-ducciones y se subdivide en 13 capí-tulos. Su contenido son los protoco-los de un seminario celebrado en laabadía de Royaumont en octubre de1975, con adiciones posteriores delos autores (o correcciones en algunoscasos), ampliaciones bibliográficas(que cubren hasta 1979 inclusive) ycomentarios del «editor», MassimoPiattelli-Palmarini.

Entre los 25 participantes en elseminario estaban, además de JeanPiaget y Noam Chomsky, investiga-dores como Bateson, Monod, Chan-geux, Inhelder, Godelier, Dütting,Danchin; lógicos y epistemólogoscomo Toulmin, Fodor, Mehler, Put-nam; etnólogos como Bischof; biólo-gos como (además de Monod) Fran-cois Jacob; especialistas en inteligen-cia artificial como Papert; matemáti-cos como Thom y Petitot, etc. Enaquellos momentos Jacques Monodera todavía presidente del Centre Ro-yaumont pour une Science de VHotn-me.

Dos constataciones primeras: eltexto es más pluridisciplinario queinterdisciplinario; tiene además uncarácter muy técnico que lo sitúa enun nivel sin relación alguna con losdebates públicos sobre la dicotomíaherencia / adquisición (o herencia /aprendizaje), tal como tales debatesse producen en los medios de divul-gación social. Por consiguiente, el tex-to es de poca ayuda para quienes de-seen hallar respuesta al problemaahorrándose el trabajo del plantea-miento riguroso de las preguntas. Eltexto enseña muchas cosas, pero so-bre todo una: cómo hay que formu-

larse las preguntas en una investiga-ción científica.

Tercera constatación en relacióncon las dos anteriores: son las comu-nicaciones escritas después del semi-nario, las respuestas y contra-respues-tas (incluidas en la parte segunda dellibro) donde: a) se evidencia un ma-yor esfuerzo interdisciplinario; b) seincrementa el rigor técnico, tanto enla exposición teórica como en la crí-tica de hipótesis de la parte contraria,y c) se percibe por qué antes ha ha-bido una especie de diálogo de sordosy por dónde podrían abrirse nuevosterritorios, llevando a ellos lo quehay de válido en cada teoría y aban-donando atrás lo que hay de delibe-rada clausura sobre sus propias pre-misas o sobre una axiomática mera-mente formal.

Cumplida esta obligación descripti-va y sumariamente evaluativa, pase-mos a las cuestiones de fondo.

¿Hay un eje conceptual clarifica-torio que sea suficientemente per-tinente, o el más pertinente, paradistribuir las posiciones de los parti-cipantes en el seminario?

¿Es el par conceptual herencia/aprendizaje ese eje distributivo?

La dificultad de contestar por sío por no a cada pregunta revela yade entrada la complejidad de los pro-blemas y de las estrategias de inves-tigación que se entrecruzan.

En grueso podría decirse que apa-recen en el seminario tres gruposrelativamente bien definidos: los in-natistas (innéistes) (Noam Chomsky,Jerry Fodor, Dan Sperber, ScottAtran, etc.); los constructivistas (Pia-get, Barbel Inhelder, Guy Gelleriery, en cierto sentido, Seymour Papert),y un tercer grupo mucho menoshomogéneo: el de los críticos —enalguna dimensión— de los dos ante-riores, y en donde aparecen episte-

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mólogos, como Stephen Toulmin, yprácticamente casi todos los biólogos,neurobiólogos y los matemáticos. Eneste tercer grupo se ofrecen algunascontribuciones que tienden a unasíntesis y otras que son estrictamentecríticas.

En este mundo popperiano de con-jeturas y refutaciones hay, sin embar-go, tantos o más factores de identidadque de diferenciación. Podría decirseque todos los participantes en el se-minario son en alguna medida inna-tistas^ que la gran mayoría son kan-tianos, que todos son anti-behavio-ristas y anti-empiristas, y que nadiecree ya que la estructuración de laidentidad de cada ser humano seareducible (por la mediación del apren-dizaje (learning) a una transferenciao interiorización de un orden proce-dente del entorno no elegido. En esteúltimo aspecto, el presente libro escomo el acta de defunción de tres-cientos años de un programa cientí-fico que empieza con Locke y llegaen nuestros días hasta Skinner.

Silencio casi absoluto, pues, sobrelos sistemas de relaciones sociales, loscuales reciben como máximo el esta-tuto de dato exterior a los problemasque se discuten. Es decir, esos siste-mas existen, pero son no pertinentesen las estrategias de investigación.Silencio sobre la posibilidad de quela historia incorpore lo social al hom-bre; esta frase sería un «sin sentido»,un residuo de concepciones ambiguasde la «naturaleza humana» o del«entendimiento humano», quizá uneco tardío del imperialismo socioló-gico del siglo xix (o de un siglo xixprolongado)2.

La separación del proceso y el pro-ducto es doble, y se puede predicarde casi todos los investigadores queaquí se expresan.

Chomsky y sus colegas son unosfield specialists que cierran su campode investigación a ciertos universalesgramaticales (y más precisamente sin-tácticos) y declaran no recibidas, o nopertinentes, los argumentos que pro-ceden de otros campos de investiga-ción. Su interés está focalizado en unobjeto muy preciso, que es un produc-to final: las estructuras sintácticasdel lenguaje humano. A través de quéprocesos ha podido ser producido eseproducto, es una cuestión que no lesinteresa, o cuyas respuestas reenvíana otros especialistas (por ejemplo, losneurobiólogos, los cuales por ahorano pueden darlas). En contrapartida,Chomsky y sus colegas son combati-vos defensores del proceso lógico desu investigación (es decir, de sus es-trategias de investigación), a fin deaislar a éste, en toda su pureza for-mal, de interferencias exteriores. Elproceso les importa cuando es: a) elde las operaciones lógicas mediantelas cuales es construido su objetocientífico, y b) el de las transforma-ciones intra-sistémicas de este objeto,en función de sus propias reglas (estoes, intrínsecas a él). Por tanto, seniegan a tomar en consideración laposibilidad de estrategias de investi-

2 CHOMSKY dice que cierra su campoporque está interesado en la naturalezadel hombre (véanse pp. 199, 208 y 209),y es obvio que naturaleza humana espara él igual a especificidad humana y

que esta especificidad es el lenguaje.Ahora bien, sobre las ambigüedades dela noción de naturaleza humana es útilver Hubert HANNOUN, Véducation natu-relle (París, Presses Universitaires, 1979,cuadro 1, p. 26, donde se tabulan 72 sig-nificados diferentes de la idea de natu-raleza, de ellos 24 significados aplicablesal mundo humano). Algunas expresio-nes de CHOMSKY sobre la especificidadhumana (lenguaje) parecen ser aúnmás radicales que las del dualismocartesiano y la separación alma razo-nable/máquina corporal.

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gación (o la necesidad de ellas) quetomen en cuenta que ese objeto cien-tíficamente construido tiene referen-tes empíricos que lo ponen en rela-ción con otros objetos (los cuales,aunque objets de pensée también for-malmente construidos, tienen a su vezreferentes empíricos). De aquí sunegativa a aceptar expresiones piage-tianas, como la de «función semióti-ca», o expresiones de H. Putnam,como «inteligencia general», o «estra-tegias de aprendizaje polivalentes».Rechazan cualquier tentativa de con-vertir su objeto sistémico (estructuraslingüísticas, estructuras sintácticas,etcétera) en sub-estructura de cual-quier otro sistema más general e in-cluyente. Jerry Fodor es tan catedrá-tico en esta negativa (ver p. 258)como puede serlo Noam Chomsky enla aserción positiva del descubrimien-to de lo que es esencial en un organis-mo dado (ver pp. 853-86).

Estamos, pues, ante problemas dedefiniciones y de estrategias. Choms-ky y sus colegas proceden por selec-ción para ceñirse a la differentia spe-cifica humana (el lenguaje y, másprecisamente, los universales lingüís-ticos). Esta elección es presentada ydefendida como científicamente im-batible, como una empresa de purifi-cación científica. Y este núcleo durose reviste de un vasto ropaje de argu-mentos y precedentes (no siempre ex-plícitos); podríamos evocar el de Só-crates-Platón (la razón frente a lossentidos, la mayéutica como revela-ción de capacidades innatas), el deDescartes (la res cogitans frente a lares extensa), el de Leibniz (la defensade las ideas innatas frente al sensua-lismo de Locke), el de Kant (los con-ceptos a priori), etc. Este racionalis-mo militante condena, pues, comoPopper, el empirismo, el psicologis-mo, el subjetivismo, el historicismo,

el soqiologismo, terreno en el cualencuentran convergencias ocasionalescon científicos que no comparten laestrategia de abstracción del productofinal.

Esta estrategia no es la de aquelloscientíficos que se interesan más en elproceso que en el producto, o queno pueden explicar las característicasde éste (y sus diferencias) si no esmediando la investigación de su cons-trucción. Piaget y sus colegas del la-boratorio ginebrino de epistemologíagenética no han abstraído un pro-ducto final (el lenguaje humano, unórgano —Chomsky dixit— que dife-rencia a la especie humana de otrasespecies animales) para investigar lasestructuras de tal órgano, sino que sehan propuesto explicar la construc-ción sistemática, en niveles crecientesde complejidad, de las estructurascognitivas humanas. Para ellos el len-guaje es una forma particular de lafunción simbólica: el pensamientoprecede al lenguaje, pero el lenguajetransforma profundamente el pensa-miento 3. Remontándose desde unainteligencia sensorio-motriz inicial,hasta las operaciones lógicas del ra-zonamiento hipotético-deductivo, Pia-get y sus colaboradores encuentranque ciertas transformaciones lógicaspreexisten a su expresión verbal; ellenguaje es una condición necesaria,pero no suficiente, de la construcciónde las operaciones lógicas. Cuantomás complejas son las estructuras delpensamiento, más necesario es el len-guaje para finalizar su construcción.«Entre lenguaje y pensamiento existeun círculo genético tal que cada tér-mino se apoya necesariamente sobre

* Cf. Jean PIAGET, "Le langage et lapensée du point de vue génétique", tex-to de 1954, reimpreso en Six études dePsychologie (éditions Gonthier, Ginebra,1964), cap. 3, pp. 101-103.

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el otro en constante acción recíproca.Ambos dependen, empero, de la inte-ligencia [propiedad de la acción], lacual es anterior al lenguaje e inde-pendiente de él» 4.

La differentia specifica de la espe-cie humana respecto a otras especiesanimales no reside, entonces, en laposesión de un órgano (el lenguaje),sino en la capacidad de desarrollar unproceso de creciente complejidad cog-nitiva (incluida la construcción de supropia información).

2. Los problemas de base

He tenido interés en citar el textoanterior de Piaget (anterior al semi-nario de Royaumont) porque muestraclaramente que, para el epistemólogoginebrino, el lenguaje no es in totoproducto de la inteligencia sensorio-motriz. Sin embargo, en el curso delseminario, Chomsky atribuye a Pia-get esta hipótesis (cf. resumen p. 199y texto p. 208). El «editor» del librohabía considerado posible estableceruna cierta complementaridad entreconstructivistas e innatistas: «losconstructivistas se aplican a estudiarlas propiedades lingüísticas que tie-nen fundamentos comunes con otrosdominios cognitivos; los innatistastratan de abstraer (cherchent a cer-ner) las estructuras lingüísticas pro-pias de la especie humana (...) y quecarecen de toda contrapartida en otrodominio» (p. 199).

Pero esta eventual complementa-ridad es rechazada por Chomsky ysus colegas. En las páginas 253 a 257Chomsky reinterpreta las hipótesispiagetianas estableciendo un abanicodesde las más fuertes a las más débi-les, para concluir rechazándolas todas.

4 Op. cit. (1964), p. 113.

«Es concebible que ciertos tipos deinteracción con el mundo exteriorcumplan una función de desencadena-miento (déclenchement) para la ad-quisición del lenguaje; ésta sería unateoría aún más débil (...) (pero) noveo razón para otorgarle crédito porel momento» (p. 256).

Fiel a un innatismo cartesiano yleibniziano (véase el recurso al clási-co ejemplo del triángulo, p. 172),Chomsky y sus colegas afirman queel recién nacido tiene un sistemacompleto de reglas disponibles; queel lenguaje es un órgano y existe unprograma genético específico para eseórgano (p. 187); por tanto, son su-perfluas las teorías del aprendizaje ylas que incorporan datos de la expe-riencia a «mecanismos generales dedesarrollo» (p. 170). Hay crecimiento(grotvth) no aprendizaje, y, como enel caso de los órganos físicos, es in-necesaria una teoría del crecimientode órganos; simplemente, los órganoscrecen (pp. 121-122) determinadospor propiedades específicas genéticas(p. 86).

En último término, llevada a suradicalismo máximo, esta hipótesisjustifica el tono irónico de un comen-tarista del presente texto: «L'innéis-me est une sorte de Linnéisme» (alu-sión a Linneo). Como está justificadala observación de un especialista en«inteligencia artificial», S. Papert:«Es desolador ver hasta qué punto ellenguaje utilizado en discusiones cien-tíficas serias no difiere sensiblementedel de Aristóteles» (p. 149).

Sin embargo, Chomsky no siemprese bate dialécticamente con la hipó-tesis fuerte. «No es posible probarpor demostración que una propiedades innata: hacemos ciencia, no mate-máticas; aunque se analizase los ge-nes, no podría ser probado» (p. 130).

De aquí la importancia que tienen

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las aportaciones de los neurobiólogos(pp. 276 a 294), donde al fin halla-mos un lenguaje claro y preciso, enel cual sabemos en cada momentocuál es el referente empírico de cadaconcepto.

Pues es evidente a lo largo del tex-to que no sólo Piaget emplea metá-foras que le hacen vulnerable y leaproximan al estilo de razonamientode los años veinte y treinta del siglo(cf. pp. 247, 248, 249, 277), sino quelos propios Chomsky y Fodor, a pe-sar de su rigor logicista, se mueven amenudo empleando metáforas o ju-gando con varias significaciones posi-bles de la noción de innato (cf. pá-ginas 265-266).

En los textos posteriores al semi-nario, Chomsky se expresa de unmodo diferente (o bien ha variado suestrategia). «Todos los abordajes ra-cionales del aprendizaje, incluido el«asociacionismo», atribuyen una es-tructura innata al organismo. La cues-tión no es la de saber si una estructu-ra innata es condición previa delaprendizaje, sino más bien la de sa-ber qué es» (p. 444).

No solamente las aportaciones delos neurobiólogos y de los biólogosneodarwinistas sitúan el texto en unnivel que inicialmente apenas depasa-ba el ya conocido de la refutación deLocke por Leibniz; en las últimas150 páginas, la aportación de Choms-ky y de Fodor, rebatiendo a H. Put-nam, se destaca de todas las demáscomunicaciones, y Chomsky dice al-gunas cosas altamente pertinentes

(por ej., las diferencias fundamentalesentre adquisición de lenguaje y apren-dizaje, o descubrimiento, de la física)(p. 456).

Las relaciones entre universalidady necesidad, por qué una «inteligenciageneral» sería una especie de anoma-lía biológica, la función de selección,el conocimiento selectivo como empo-brecimiento relativo del mundo delos posibles y al mismo tiempo comoestructuración activa (proyectiva) delsujeto cognoscente, la recuperaciónde la dimensión positiva (cogitans,participio activo, como recordaba hacecuarenta años Léon Brunschvicg co-mentando a Descartes) del idealismocartesiano y kantiano, la superaciónde puntos de vista del positivismo ló-gico y de Wittgenstein, yendo bastan-te más allá de la crítica de Gellner en1960, la pertinencia de muchos deestos problemas para la lógica de lainvestigación científica o, si se permi-te la expresión, para la filosofía de laciencia, nutren toda esta segunda mi-tad del libro, con una discusión a ve-ces apasionante y que desborda enmucho el planteamiento original, de-masiado simplista, que oponía a inna-tistas, de un lado, y empiristas y cons-tructistas, de otro. Es más todas estasetiquetas son a redefinir (o quizá acancelar) ante la especificidad de pro-blemas que no se subsumen en escue-las homogéneas, pues cada uno deellos exige un tratamiento técnico con(como diche Chomsky) la mente abier-ta (openmindness).

E. PlNILLA DE LAS HERAS

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JEAN-JACQUES SERVAN-SC H REIBER

Le défi mondial

(Fayard, París, 1980)

(Edic. española: El desafío mundial, Plaza & Janes, Barcelona, 1980)

Recuerdo que hace años PaulA. Samuelson calificó a John K. Gal-braith de «el economista de los noeconomistas». No quisiera ser brutalni injusto, pero me atrevería a decirque el señor J. J. Servan-Schreiberse está convirtiendo en el sociólogode los no sociólogos. Lo que estelibro nos ofrece es la panacea univer-sal para resolver la crisis en los paísescapitalistas avanzados, las desigualda-des entre ellos y el Tercer Mundo y,consecuentemente, los problemas so-ciales y económicos. ¿La clave? Laclave son los microprocesadores, lades-industrialización (o alguna formade des-industrialización), la robotiza-ción y el cultivo de la inteligencia yde las más nobles actividades inte-lectuales.

Estamos en presencia de un pro-ducto publicitario, publicado simultá-neamente en 17 países (o en 15 paí-ses y 17 lenguas, para precisar mejorlas cosas) y en este aspecto, ante unobjeto característico de ciertos siste-mas de producción no sólo comercial,sino también ideológicos y políticos.Es en cuanto tal objeto que el soció-

logo no puede (o no debe) ignorar laexistencia de públicos a los que vadirigido este producto y el impactoideológico que tiene en ellos.

Como texto organizado, El desafíomundial es más heterogéneo y másdébil que su antecesor de hace algomenos de veinte años sobre El desa-fío americano. Hay ahora mucho ma-terial de relleno en forma de retros-pección histórica; secciones de capí-tulo (como el consagrado a las rela-ciones entre Japón y Estados Uni-dos) con un interés periodístico paralas generaciones más jóvenes nacidasdespués de la Segunda Guerra Mun-dial, pero con una relación más bientenue con el tema (o los temas) cen-trales del libro. Los viajes hacia elpasado (otro ejemplo: Bandung) es-tán intercalados con una técnica ru-dimentaria que parece querer repro-ducir ciertas técnicas narrativas, peroque no constituye método idóneo enuna obra de estas ambiciones en loque concierne a la sociedad post-in-dustrial y sus formas de organización.Y en estos viajes al pasado hay enalguna ocasión errores históricos: en

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el capítulo 10 de la Parte primera senos dice que en marzo de 1941 Mo-lotov se entrevistó con Hitler y pidiópara la Unión Soviética manos libresen Irán e Iraq, una parte de ArabiaSaudí y una zona de influencia en elgolfo Pérsico, información que es in-correcta (las conversaciones que elseñor J. J. Servan-Schreiber cita, to-mando una fuente más que dudosa,tuvieron lugar cinco meses antes, enBerlín, del 12 al 14 de noviembre de1940, y la expansión de la URSS ha-cia la zona del golfo Arábigo fue laoferta de Hitler y no la petición deMolotov) *

* Singularizo este dato, entre otrosmenos importantes, porque es una mues-tra de cómo se re-escribe la historia ala luz de acontecimientos que son pos-teriores en cuarenta años a los que setratan de interpretar. Las conversacio-nes germano-soviéticas de noviembre de1940, en Berlín, se realizaron a peticiónalemana, entre Hitler y Von Ribbentropde una parte y Molotov (entonces pri-mer ministro y "comisario de asuntosexteriores") y Dekazonov (secretario ge-neral del Ministerio soviético del Exte-rior) de otra parte (además de otrospersonajes menores tanto del lado ale-mán como del soviético). Hitler trató dehacer participar a la U.R.S.S. en el des-membramiento del Imperio británico enAsia, y Molotov respondió con deman-das muy precisas que concernían a lasrelaciones de la Unión Soviética conBulgaria, con Yugoslavia, y a la nave-gación por los estrechos del mar Negrocontrolados por Turquía (Convenciónde Montreux de 1936). Singularizo ade-más el error histórico, porque el primerlibro fundamental sobre el asunto sepublicó en Madrid en 1944 y en caste-llano (siendo anterior a la edición fran-cesa); su autor era G. GAFENCU, ex mi-nistro de Asuntos Exteriores rumano yembajador de Rumania en Moscú has-ta 1941. GAFENCU manejó una gran can-tidad de información de primera mano,recibida de sus colegas del cuerpo di-plomático y que ha sido confirmada porla documentación publicada en la post-guerra, y supo organizar esa informacióncon un análisis histórico muy riguroso

Aparte de estas cuestiones, de es-tructura del texto unas, y de detalleshistóricos otras, la obra tiene un va-lor si la situamos dentro del granproceso de mutación del sistema capi-talista a escala mundial, que se iniciócon la llamada primera crisis del pe-tróleo (octubre-noviembre de 1973).Ese proceso es multidimensional ycubre un conjunto de variables delcual nadie ha elaborado hasta ahorauna sistematización adecuada. El de-safío mundial cumple una funcióncentrándose o focalizándose sobre lasvariables puramente tecnológicas.

No es difícil percibir el camino re-corrido en pocos años y la sensibili-dad de los jóvenes ejecutivos y técni-cos ante los problemas de la muta-ción del sistema capitalista, si recor-damos la reverencia y el status quese otorgaba hace diez años, en insti-tuciones científicas francesas, a losestudiantes que pensaban especializar-se en la tecnología del petróleo y susderivadas, y comparamos esa situa-ción con la actual, cuando casi cadasemana se hacen llamamientos a es-tudiantes universitarios para que sedediquen en el máximo grado posiblea la electrónica, la informática, latelemática y disciplinas afines. Es laorientación técnica y el empleo másremunerado en la edad adulta, lo queestá en juego para muchos incipien-tes profesionales, que sin duda for-man buena parte del público de estetipo de obra.

Son tres desafíos mundiales cone-xos entre sí, los que trata J. J. Servan-Schreiber: el que plantea al sistemamonetario mundial el excedente decapital-dinero que acumulan los paí-ses del Golfo exportadores de pe-

y lógico; cf. Prolegómenos de la guerraen el Este, Morata editor, 2 vols. Ma-drid, 1944.

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tróleo; el de la des-industrialización(sic) de los países tecnológicamentemás avanzados y su reconversión enla era de la electrónica, y el de la sa-tisfacción de las necesidades econó-micas y sociales del Tercer Mundo,cuyos únicos excedentes son demo-gráficos.

Revela un optimismo básico yapriorístico la opción de tratar todoel conjunto desde el lado de las posi-bilidades tecnológicas, haciendo casicompleta abstracción de las variablesde otra naturaleza. La revolución dela informática podía haber cuajado yadesde hace veinte años en EstadosUnidos, cuando se contaba con la se-gunda generación de computadoras yaparecían continuamente «futuribles»sobre lo que entonces se llamaba laautomación. No pocos textos de en-tonces (de fines del decenio de 1950a 1960 y primeros años del de 1960)contienen anticipaciones y reflexionesque siguen vigentes. En la recesióncoyuntural (breve pero intensa) delotoño de 1958 y primeros meses de1959 en Estados Unidos, cuando ha-bía escasez de mano de obra, cuandolas organizaciones sindicales eran máspoderosas que hoy y disponían demayor poder de negociación, huboun momento en que, a pesar de quela industria del automóvil trabajabaal 50 por 100 de su capacidad y pordebajo de la media de diez años an-tes, los salarios no bajaron, se incre-mentó el empleo calificado en algunasramas industriales, hubo importantestransferencias de capital inter-ramas,y hubo sindicatos que llegaron ya aproponer la semana de treinta y cincohoras (e incluso de treinta horas). Porqué no se hizo entonces la revoluciónelectrónica que era ya posible en Amé-rica, no se debe tanto a razones tec-nológicas propiamente dichas (pueslos transistores ya existían), sino a

variables políticas y demográficas.Cuando en enero de 1961 llegaron alpoder el partido Demócrata y el pre-sidente Kennedy, llegaban también almercado de trabajo las primeras ge-neraciones del «baby-boom» de post-guerra, y había que poner en ejecu-ción políticas keynesianas de plenoempleo (que caracterizaron la presi-dencia de Kennedy y la de Johnson).

J. J. Servan-Schreiber propone alos países del Tercer Mundo que seahorren la industrialización de tipoeuropeo y entren directamente en laera de la informática. Pero en ningunaparte de su obra esboza siquiera cuálserá la economía política de la nuevasociedad post-industrializada con vi-gencial universal. Una gran parte delos países del Tercer Mundo tienenexcedentes demográficos y sus proble-mas no son los de introducir la infor-mática en los pocos enclaves (mine-ros, bancarios, administraciones degrandes plantaciones, etc.) que ya laposeen para sus contactos con loscentros mundiales de las grandes cor-poraciones, sino conseguir una explo-tación racional de sus recursos, en pri-mer lugar los agrarios, frenar la urba-nización sin industrialización y valo-rizar sus exportaciones en un merca-do mundial dominado por los paísescompradores. Los enclaves ultramo-dernos, con alta tecnología y escasacreación de empleo para la poblaciónnativa, han sido una característica dela industrialización que se llamó yahace más de veinte años «intersticial»,típica de muchas sociedades del Ter-cer Mundo. Cómo la era de la infor-mática podría generar un nuevo sec-tor terciario no confinado a enclaves,es hoy por hoy una incógnita que ellibro de J. J. S.-S. no contribuye aresolver.

Ciertamente que el capital-dinerode los árabes exportadores de petró-

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leo, la tecnología europea y las institu-ciones bancarias y financieras euro-peas y norteamericanas y las enormesdisponibilidades demográficas de mu-chos países del Tercer mundo, cons-tituyen factores que si lograsen sercombinados cambiarían en pocos de-cenios la faz del planeta. Hace más deun quinquenio que se habla de estetriángulo, y entre tanto los potentadosárabes siguen invirtiendo en bienesinmobiliarios en París y en Londreso en los bonos del Tesoro de los Es-tados Unidos, o jugando en los casi-nos de la Riviera o en el de Divonne-les-Bains (no lejos del lago Leman),mientras casi un millón de niños mue-ren cada mes, directa o indirectamentede hambre, en el Tercer Mundo.Dado que la lógica del sistema es laque imponen los centros dominantes,se da prioridad a la importación dearmamentos o se crean mini-industriasnativas productoras de nuevas armas(y el propio J. J. S.-S. aporta en sutexto datos y ejemplos sobre estas ra-cionalidades parciales que constituyenuna monstruosidad global).

Más cerca de nosotros están losproblemas que plantea la robotizacióndel trabajo industrial. Por un lado, lainformática creará (al menos inicial-mente) desempleo en algunas áreasdel terciario, como los bancos, lascompañías financieras y de seguros.Por otro lado, la robotización de se-cuencias enteras de trabajo en las fá-bricas, supondrá la necesidad de re-calificar una fuerza de trabajo que enla actualidad sólo se halla disponible,con los niveles de educación adecua-dos, en los países que llamamos cen-trales. Una parte de los nuevos em-pleos serán sin duda internacionales,y sus ocupantes irán constituyéndosepoco a poco en una nueva clase, enalgunos aspectos desarraigada de sus

comunidades de origen, para asumiruna especie de conciencia corporativasupranacional. Es obvio que esta mu-tación favorece a quienes disponenya hoy de los conocimientos, la infor-mación y los criterios de selectividadpertinentes para manejar las masas deinformación que circularán el día enque se desarrolle esa milagrosa socie-dad post-industrial. Una proletariza-ción en trabajos terciarios poco cali-ficados y una supercalificación de unaminoría cosmopolita y privilegiada,parecen procesos mucho más predic-tibles que la armonía mundial en lainformática que predice el señorJ. J. Servan-Schreiber.

Con esto no quiero insinuar oposi-ción alguna al progreso técnico y a laapertura de horizontes que son, pro-bablemente, hacederos con la revolu-ción de la informática. Quiero señalarsolamente que hay una cantidad devariables, desde las demográficas alas políticas, que el autor del librono ha tratado y que, por ahora, inclu-so en el caso de que las innovacionestecnológicas saquen al sistema capita-lista de la crisis (lo cual es altamenteprobable) esto se realizará incremen-tando las distancias sociales. La canti-dad de información podrá tal vez ge-neralizarse para todos (ricos y pobres,países avanzados y países subdesarro-llados, gentes educadas técnicamentey gentes que hoy son casi analfabe-tas), pero el incremento de poder esasimétrico y no homogéneo, y favo-rece diferencialmente a quienes yaposeen las instituciones científicas,una larga tradición de acumulacióneducativa y el poder para tomar de-cisiones (actos de decisión que sonsiempre selectivos).

E. PlNILLA DE LAS HERAS

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CARLOS H. WAISMAN

Modernización y Legitimación: La incorporación de la clase obreraal sistema político

(Edit. C. I.S., Madrid, 1980)

El estudio de Waisman se incribeen un marco teórico que pretendeaunar los procesos de modernizacióny legitimación. El objetivo del autordesde el primer momento, es acotarun campo tan extenso como el queproporciona la relación entre moder-nización y legitimación, es por esoque centra el problema en los facto-res que contribuyen a la legitimacióndel capitalismo por parte de la claseobrera. El concepto de modernizaciónes utilizado en su dimensión políticaque sitúa el objeto de estudio en basea las crisis de integración que debenresolver los sistemas políticos en dis-tintos momentos de su desarrollo.Este concepto se inscribe implícita-mente en una consideración global dela modernización, utilizándola en elmismo sentido que desarrollo, sentidoque engloba la industrialización, eldesarrollo económico y un orden devalores determinado.

Admitiendo que existe una estre-cha correlación entre modernizacióny la aceptación del capitalismo porparte de la clase obrera, Waisman di-vide el libro en dos partes que res-

ponden a las dos fuentes de oposi-ción que dan lugar a esta hipótesis:

La primera sitúa la fuente de opo-sición o apoyo al orden social en laposición de la clase obrera dentro delsistema político. La segunda y la ter-cera sitúan la fuente de oposición oapoyo al orden social en la posiciónde la clase obrera en el sistema eco-nómico, bien desde el punto de vistade la producción, bien desde el con-sumo.

El autor propone como enfoqueadecuado aquél que sea una combina-ción de los dos utilizados habitual-mente: el enfoque «del puro inte-rés» y «el estructuralista puro», con-siderando, así, la vida social comouna serie de resultados derivados dela interacción entre la estructura y laacción social.

La primera parte basa el análisisen el estudio de las crisis de incorpo-ración de la clase obrera al orden ca-pitalista, realizando una tipología deresultados y la solución dada a estacrisis en tres casos concretos: Disrae-li, Bismark y Perón.

A la hora de estudiar la moderniza-

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ción política es especialmente impor-tante la integración de clases y estra-tos generados o movilizados en elproceso de industrialización, en estecaso la formación de la clase obrera.Apoyándose en Marx, el autor, atri-buye la formación de la clase obreraa la disolución de las relaciones socia-les precapitalistas y a la absorción porparte del capitalismo industrial de losindividuos que la disolución de estasrelaciones libera. El problema de laintegración de la clase obrera planteados modelos de solución:

a) Movilización, que consiste enuna demanda de participación y esconsiderada como un proceso con tresetapas: No participación pasiva, He-terotomía y Fuerza política indepen-diente; la formación de la clase obre-ra implica la transición entre ellas. Latipología se obtiene en base a dos di-mensiones: situación en el sistemapolítico y grado de autonomía.

b) Modernización preventiva, queconsiste en la incorporación de gruposrelevantes y heterogéneos por partede la élite establecida para reforzar elorden social.

Visto el problema de la formaciónde la clase obrera, Waisman analizalos resultados del proceso de su in-corporación al sistema político; paraello elabora una tipología que obtienede la combinación del grado de legiti-mación y del grado de centralizacióndel poder, que dan lugar a cuatrotipos ideales:

1.° Adaptación.—Situación en quese ha producido tanto la incorpora-ción política como la ideológica.

2.° Polarización.—Se produce alotorgar a la clase obrera una actua-ción independiente a la que no ha su-cedido una generalización de valores.

3.° Exclusión.—Se produce la to-

tal ausencia de incorporación al ne-garse las élites a aceptar sindicatosindependientes.

4.° Cooptación.—Situación en quela clase obrera es incluida bajo el con-trol de la élite establecida, en calidadde partícipe heteronomo.

En la realidad estos resultados noson puros, aunque siempre hay algu-no predominante. Los procesos quehan dado lugar a estos resultados sebasan en el análisis de la interacciónde las élites establecidas y la claseobrera. Aquellos elementos que noson explicados por esta relación peroque la aceptan son denominados fac-tores ambientales. Todo ello consti-tuye el marco conceptual en el quese desenvuelve el modelo de acciónpolítica.

Waisman elabora, para el análisisde la acción política, unos gradientesconceptuales de la acción política co-lectiva, que son en sus extremos la«estrategia», nivel de máxima com-plejidad correspondiente a las mino-rías dirigentes y «formas de acciónpolíticas» correspondiente al nivel demínima complejidad que correspondea una colectividad emergente, la claseobrera.

«Los factores ambientales» son unaserie de recursos que pueden alterarla aparición de resultados, que sonbásicamente dos: el primero hace re-ferencia a las características de otrasclases y estratos y a sus posibles alian-zas con la clase obrera o con la élite.El segundo consiste en los aspectosde la estructura social, y tiene tresdimensiones: política (la coerción),económica (el excedente) y cultural(la cultura y las ideologías).

La «estrategia de la élite». Existentres tipos ideales de estrategias decara a la clase obrera: inclusión, ex-clusión y cooptación, cuyo éxito llevaal establecimiento de las democracias

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liberales, dictaduras o regímenes cor-pora ti vis tas, respectivamente.

Las «formas de acción políticas»están determinadas, en base al um-bral de legitimación, considerándosefuera de él a aquellas ideas que, lleva-das a cabo, supusiesen la desaparicióndel orden social capitalista. El umbralvaría según el régimen político, sien-do superior en los regímenes pluralis-tas que en los monistas. En la legi-timación hay que distinguir la legiti-mación de ideas y de conductas, aun-que se den relacionadas. Para la for-mación de cuatro tipos ideales de ac-ción política Waisman va a tener encuenta ambas, combinando la conduc-ta (sumisión, radicalismo) y las ideas.Los cuatro tipos ideales de acción po-lítica son: aquiescencia, reformismo,movilización y acción revolucionaria.

Las formas de acción política serelacionan:

a) Con la estrategia de la élite,ya que ésta variará según se enfrentecon una clase obrera sumisa, movili-zada o reformista.

b) Con los factores ambientales,ya que el comportamiento en la claseobrera depende de la situación yalianzas del resto de las clases y estra-tos sociales; también influirá la exis-tencia o no de un excedente disponi-ble para la distribución, así como laexistencia de un aparato que puedaposibilitar la exclusión en un momen-to dado. De la misma forma la orien-tación de la estrategia y élite y la pro-pensión al acuerdo o desacuerdo porparte de la clase obrera viene deter-minado por la cultura política.

Tres casos de la interacciónde la estrategia de élite y su relacióncon las normas de acción política:

1. La extensión del voto en GranBretaña con Disraeli.

El primer caso en que se resolvióla integración de la clase obrera poradaptación, esto fue posible por laexistencia de una clase obrera movi-lizada pero con bajo nivel de des-acuerdo, una élite flexible, un exce-dente suficiente para repartir y unacultura política tendente a la adap-tación.

2. La exclusión de los socialistasen la Alemania de Bismark.

Esta situación vino determinadapor una industrialización tardía, regi-da por Prusia, que estableció su régi-men democrático y mantuvo el poderde las élites terratenientes; éstas veíanen la revolución proletaria un peligrocontinuo, lo que llevó a la exclusióndel partido socialista como un acto deautodefensa. A la política de exclu-sión se le añadió secundariamente otracoactiva, manifestada a través de «lapolítica del bienestar», de Bismark.La exclusión se produjo además porla inexistencia de un excedente querepartir y por la asociación de las cla-ses medias con la élite tradicional.

3. El desarrollo del movimientoobrero bajo control estatal en la Ar-gentina.

Argentina presentaba unas condi-ciones específicas para este suceso:una peculiar composición de su claseobrera, producto de una rápida indus-trialización y una fuerte movilidadsocial, a lo que hay que añadir unapronunciada discontinuidad interior.Al subir Perón al poder lo que lepreocupa es organizar una masa tra-bajadora que, sin controlar, le parecepeligrosa; para conseguirlo utiliza lacoacción y las recompensas económi-cas. La repartición del excedente fueposible gracias al «boom económico»producido por las nacionalizaciones yla apropiación de los beneficios de lasexportaciones; además desarrolló unaespectacular política de bienestar.

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CARLOS HUNEEUS

Las correlaciones estructuralesde los resultados

Existe una interrelación entre tiem-po de industrialización (orden de en-trada en el mundo industrial), dualis-mo (coexistencia de un sector tradi-cional y otro moderno) y la alienacióndel control de los recursos económi-cos. Así, en la primera etapa de laindustrialización, el dualismo casi noexistiría, la estrategia sería la adapta-ción, la burguesía se habría integradoantes que el proletariado y la formade acción política sería la moviliza-ción. En los países integrados en lasegunda etapa el dualismo sería máspatente, la estrategia sería la polariza-ción y la burguesía y el proletariadose habrían incorporado simultánea-mente. En la tercera etapa todas estascaracterísticas se han acentuado: eldualismo es radical, la burguesía estáausente de poder y frente a una claseobrera, cuya forma de acción políticaes condescendiente, la estrategia dela élite es la cooptación.

El dualismo produce la fragmenta-ción y dificulta las formas de acciónpolítica efectivas. Se ha dado en todoslos países el mayor o menor grado, aexcepción de aquellos sin pasado pre-capitalista (Canadá).

La variable de control de los recur-sos se relaciona con el tiempo de in-dustrialización: así, en la primera eta-pa, la autonomía se consiguió graciasal control sobre las materias primas;en la segunda los países tuvieron quecompetir con los de la primera, y enla tercera el control no es nacional,sino que viene del exterior.

He dedicado un espacio proporcio-nalmente mayor a la primera partepor considerar que en ella el autordesarrolla el marco teórico que aplicaposteriormente al resto del estudio.

La segunda parte analiza los deter-

minantes de acción política exógenosal sistema político, estudiando en di-versas situaciones sociales el efectoque produce la posición de los obre-ros en la economía, sobre las diversasformas que adopta su acción política.Para hacer analíticamente inteligibleeste proceso, investiga la situación delos obreros en la estructura social conrespecto a los siguientes indicadores:situación centro-periferia, que hacereferencia a la posición que ocupa enel sistema productivo; privación: esteindicador trata de la posición que seocupa dentro del sistema de consu-mo. La posición central y la privaciónlas considera el autor propiedades«estáticas», haciendo uso paralela-mente de los conceptos de integracióny marginación que serían caracteres«dinámicos». Estos dos indicadoresharían referencial al proceso de inclu-sión de individuos en la clase obreray al proceso de expulsión de los indi-viduos de la misma respectivamente.

Elaborado el aparato analítico,Waisman estudia una serie de datosde encuestas que proceden de dosestudios sobre la clase obrera argen-tina. El primero trata de la clase obre-ra establecida, trabajadores de la in-dustria azucarera de Tucumán, cuyaposición central era destacada y suexposición a la marginación elevadadebido a la crisis que afectaba a estaindustria. El segundo estudio consisteen una encuesta realizada entre lostrabajadores nuevos que, procedentesdel noroeste de Argentina, habíanemigrado a las ciudades de BuenosAires y Rosario, poseyendo, en con-secuencia, un bajo nivel de integra-ción.

El análisis de los caracteres estruc-turales y de los efectos que éstos pro-ducen en la clase obrera, será reali-zado a través de una serie de indica-dores elaborados para su medición.

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Los efectos de los caracteres estructu-rales son, según su orden de impor-tancia:

La integración.—La experiencia an-terior en la agricultura capitalista, elalcance de la experiencia industrial yel tiempo de residencia en la ciudadproducen efectos integradores. La ex-periencia previa en la agricultura pre-capitalista provoca una desviación dela aquiescencia que se dirige haciaformas de acción política con fuerteradicalismo.

La posición central.—Parece serque las variables de posición centralson de adaptación. El efecto de cali-ficación es marcadamente adaptador,así como el tamaño de la empresa (conexcepción de los obreros estableci-dos).

La privación (medida a través dela calidad de vivienda, salarios y ta-maño de la familia) provoca una des-viación de la aquiescencia, especial-mente un nivel bajo de salarios.

La marginación también se asociaa cambios en la acción política de losobreros establecidos; en éstos el im-pacto de la amenaza del paro es másfuerte que el paro de hecho y proba-blemente se traduzca por un efectoreformista.

El impacto de la posición central yla integración sobre las formas deacción política parece ser más fuerteque el de la privación y la margina-ción. Dado que las dos variables pri-meras son de efectos adaptadores, po-dría pensarse que incluso en las pri-meras etapas de la industrialización elimpulso hacia la aquiescencia, deriva-do de la posición de los obreros en elsistema económico, probablemente esmás fuerte que el impulso a la des-viación de la aquiescencia.

Con los resultados obtenidos, Wais-man se sitúa en contra de la tradiciónideológica vigente al afirmar que la

falta de integración parece producirefectos más marcados que la priva-ción. Además la privación parece pro-ducir un efecto reformista en los obre-ros establecidos más que un efectomovilizador.

La distribución de los caracteresestructurales es producto de las carac-terísticas del proceso de desarrolloeconómico en las distintas sociedades.Por lo que hace referencia a los ca-racteres «estáticos», su distribuciónvaría según factores, tales como laoferta de trabajo, el tipo de estructu-ra social producida por los imperati-vos de los recursos tecnológicos y delmercado de bienes primarios en quese ha especializado el país. En segun-do lugar, la distribución de los carac-teres «dinámicos» es la consecuenciade los aspectos cuantitativos del pro-ceso de modernización que determi-nan la amplitud del fragmento de laclase obrera que en un momento de-terminado se halla bajo el efecto deuno de los caracteres «dinámicos».

En definitiva, el autor defiende queel proceso de industrialización parececonducir a la adaptación de la claseobrera y que los mayores problemasde integración se darán en aquellospaíses capitalistas de desarrollo me-dio, lo que provocará formas de ac-ción política distintas a la aquies-cencia.

Se puede decir que este estudio, degrandes pretensiones teóricas y unita-rias, constituye una tentación paratodas aquellas personas que en todoproblema busquen una solución. Sonnumerosas las dudas que le surgen auno después de haberlo leído, porejemplo esas pretensiones eclécticasde aglutinar corrientes de la más di-versa índole ideológica no dejan de

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ser, a mi juicio, un recurso teóricopara encubrir el desarrollo clásicosemi-funcionalista en el que se ins-cribe el estudio. Preocupa la exposi-ción que el autor hace tanto de Marxcomo de Marcusse, pasando por enci-ma de sus teorías de una forma untanto superficial, situando la crítica aMarx en la corriente de Dahrendorf.

La explicación global que del pro-ceso de modernización política pro-porciona el autor como un conceptoúnico y monolítico parece eludir, sinel menor rastro de duda, la cuestiónde la crisis del concepto de moderni-zación en este sentido, que caracterizaa la sociología europea actual.

En este modelo uno se cuestionadónde tienen cabida los distintos pro-cesos de modernización de los paísessocialistas, tanto en sus modelos occi-dentales como asiáticos, a no ser quepara el autor sólo se produzcan pro-cesos de modernización política en elcapitalismo, o que, en el mejor de loscasos, sólo haya pretendido aplicarese concepto de modernización al sis-tema capitalista; en este caso un con-cepto universal de modernización notendría sentido.

Habría que destacar también la dis-continuidad del trabajo: un marcoteórico muy elaborado (independien-temente de su validez absoluta) quese aplica a dos trabajos empíricos muydeterminados geográfica y política-mente y que realmente pienso que la sconstataciones que de ellos se puedanextraer no pueden tener pretensionesde veracidad universal y menos derespaldo suficiente para constatar nin-guna hipótesis.

El estudio defiende, además, latesis de que el proceso de industria-lización parece conducir a la adapta-ción de la clase obrera, tesis que mepermito dudar, ya que en los paísesen que el autor considera que la adap-tación se ha producido, se está llevan-do a cabo en los últimos tiempos pro-cesos que no coinciden con esta tesis,que no deja de ser una postura opti-mista de cara a un sistema en el quela rigidez de la movilidad social y lafrustración de expectativas nos llevaa situaciones que parece ser no se ca-racterizan por la adaptación de nadie.

TERESA GUTIÉRREZ DEL ÁLAMO

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ROBERT K. MERTON

Ambivalencia sociológica y otros ensayos

(Madrid, Espasa-Calpe, 1980, 333 pp.)

Lentamente van apareciendo ennuestro país algunos de los clásicosde la Sociología contemporánea, ase-quibles hasta ahora sólo a través desus versiones originales, lo cual limi-taba las posibilidades de una ampliay necesaria difusión. Para el lectorcastellano, Robert K. Merton sólopodía ser conocido por su Teoría yEstructura Sociales l y algunos artícu-los aparecidos en los recientes read-tngs2, aparte, claro está, de la obli-gada referencia que encontramos enlos manuales más utilizados. Inclusosu Teoría y Estructura Sociales, quehace tiempo se agotó sin que hayavuelto a reeditarse, no es más queuna recopilación de artículos de suprimera época, y ha sido utilizadomás como manual de introducción ala Sociología que como muestra delpensamiento mertoniano. Es signifi-

1 MERTON, Robert K., Teoría y estruc-tura sociales. México, F.C.E., 1964.

2 BARNES, Barry; KUHN, Thomas S.MERTON, Robert K. y otros, Estudios so-bre sociología de la ciencia. Madrid,Alianza Editorial, 1980; BENDISE, Rein-hard; LIPSET, Seymour M., Clase, statusy poder. Madrid, Euramérica, 1972.

cativo que las revistas especializadasespañolas apenas han dedicado espa-cio a la obra de Merton.

Sin embargo, esta situación entraen aparente contradicción con dos cir-cunstancias: la primera es el hechode que Merton es citado y sobre todocriticado ad nauseam por todos lossociólogos, asignándole el papel derepresentante más cualificado del po-sitivismo, empirismo americano, fun-cionalismo o estructural funcionalis-mo, según las diferentes versiones.Sería lógico pensar que siendo Mer-ton tan destacado representante dela sociología académica, su lectura de-bería estar muy extendida. En segun-do lugar, resulta obvio que la prácticaprofesional de la Sociología, estemoso no de acuerdo con él, se ajusta alas líneas básicas- del esquema de losplanes de investigación trazados porMerton. De alguna manera la socio-logía real es implícitamente mertonia-na, aun cuando lo critique explícita-mente 3.

3 Albert, J. REÍS, "Sociología", en En-ciclopedia Internacional de Ciencias So-ciales, vol. 10, p. 70, Madrid, Aguilar,1977.

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Además, Merton ha establecido elmarco contextual de una serie de pro-blemas sociológicos que aún en la ac-tualidad siguen ocupando un papelfundamental en el desarrollo de lasociología contemporánea. Quizás elmás destacado de todos ellos es elplanteado en su artículo «EstructuraSocial y Anomía» (1938), en el queafirma que la disfuncionalidad es unaconsecuencia estructural de la propiafuncionalidad de las normas sociales,es decir, la desviación es una conse-cuencia necesaria de la propia inte-gración social; no podemos dejar dereconocer en estos términos la basede lo que posteriormente ha sido de-nominado «Sociología de la Desvia-ción», por mucho que los miembrosde dicha escuela renieguen de su ori-gen mertoniano. Otro problema im-portante es el marco causal en el quese desarrolló la revolución científicaen los siglos xvi y xvn, que Mertonatribuyó a la confluencia de factoresideológicos de raíz weberiana, conotros de tipo económico y comercialde raíz marxista; el interés desperta-do por la formulación de Merton haconducido a toda la polémica que haenvuelto en los últimos años la «So-ciología de la Ciencia». Otros temasimportantes son la teoría del «Gru-po de Referencia», los análisis so-bre sociología de la amistad, de lasorganizaciones burocráticas, el acerca-miento epistemológico entre la Socio-logía y la historia...

En general, la obra de Merton, po-demos decir, que consiste en un inten-to crítico de superar el estructuralis-mo (término que más adelante nosocuparemos de definir) desde dentrodel paradigma estructural mismo, conobjeto de subsanar los problemas mássignificativos que éste tenía plantea-dos sobre los años cuarenta, y estasuperación pasará por la búsqueda de

una estructura más asequible a lacomprobación empírica y monográfica,mediante la elaboración de teorías deAlcance Medio frente a las teoríasexcesivamente omnicomprensivas. Fi-nalmente, la acumulación de tales teo-rías de Alcance Medio, en un procesocontinuo de avance, le permitirán lle-gar a generalizaciones más amplias.

El libro que estamos comentandoes una recopilación de artículos pre-parado por el propio Merton en 1976,y con la que ha pretendido ofrecernosuna visión, si no completa, al menosglobal de su actual posición teórica,aunque el más antiguo de los artícu-los data de 1936 y el último de 1975.Están articulados de tal forma que sesubdividen en tres partes bien dife-renciadas, cada una de las cuales co-mienza con un artículo teórico debase, y se completan con diferentesartículos monográficos a modo deejemplos ilustrativos de lo expuestoteóricamente. Aunque hay algunos ar-tículos cuyo encaje es bastante incom-prensible, sin dejar de ser particular-mente interesantes.

La primera parte de las tres des-arrolla el concepto de AmbivalenciaSociológica, la más importante de lascontribuciones de Merton a la socio-logía reciente, crítica rotunda y eficaza la concepción normativa de la socio-logía desarrollada por Parsons Talcott.

El término ambivalencia fue acu-ñado para la Psicología por Bleuler aprincipios de siglo; su significaciónes la misma que en el lenguaje común,y refleja las sensaciones o accionescontradictorias que experimenta elser humano. En la teoría sociológicala ambivalencia hace referencia a laestructura social, «en su sentido másamplio... contempla las expectativasincompatibles que con carácter nor-mativo se asignan a las actitudes,creencias y comportamientos ligados

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a un status... o a un grupo de statusen una sociedad. En su sentido másrestringido... a las expectativas in-compatibles que con valor de normasestán incorporadas a un determinadocometido o a un determinado statussocial» (p. 19). «Y como estas normasno se pueden materializar simultánea-mente por medio del comportamien-to, se expresan mediante una oscila-ción: pasando del distanciamiento ala compasión, de la disciplina a lapermisividad, de un trato personal aotro impersonal» (p. 21). Es decir,que la teoría sociológica deberá deocuparse de este contexto estructuralque genera normas contradictoriasdefiniendo el uno y las otras y lasdiversas alternativas de comporta-miento a que dan lugar.

La ambivalencia puede ser debidoa otras causas que Merton define, es-pecialmente para diferenciarlas de loque él entiende estrictamente por elconcepto de ambivalencia sociológica.Son éstas:

— Conflicto de intereses dentrode un mismo grupo de status.

— Conflicto entre los diferentescometidos asignados a un mismogrupo de status.

— Contradicción entre valores cul-turales socialmente asumidos.

— Disyunción entre aspiracionesprescritas culturalmente y los caminossocialmente estructurados para reali-zarlas.

— Conflicto para los que partici-pan en más de una cultura. (Lo queen Antropología se llama choque cul-tural.)

Siguiendo la primera definición quehemos dado de ambivalencia, Mertonen directa oposición al análisis par-

soniano4, afirma que desde la pers-pectiva de la ambivalencia sociológi-ca... «vemos un cometido social comouna organización de normas y contra-normas, y no como una combinaciónde los atributos dominantes (comoneutralidad afectiva o especificidadfuncional). Proponemos más bien quelas normas más importantes y contra-normas menos importantes dominanalternativamente el comportamientoen un cometido, produciendo así laambivalencia». Lo cual implica que enun rol determinado, el de médico, porejemplo, no sólo existe una dinámicaalternativa de normas y contranormas,sino que por venir éstas estructural-mente determinadas, sólo es posiblellevar a cabo las diferentes funcionesde un cometido, como el de la prác-tica médica, asumiendo tal dinámica.

En la última parte del artículo so-bre Ambivalencia Sociológica se des-arrollan las fuentes estructurales deambivalencia hacia las profesiones li-berales, aprovechando la masiva docu-mentación sociológica que sobre suprestigio se ha realizado, limitándosea las fuentes de hostilidad entre pro-fesionales y clientes que surgen desus relaciones institucionalmente re-glamentadas, y precisamente a causade tal institucionalización. Entre talesfuentes cita: la continuidad en la re-lación que acumula la ambivalencia,la autoridad profesional que producefrustraciones necesarias, el aspectoeconómico que genera desconfianza,los resultados de la consulta que pue-den no ser satisfactorios y, por últi-mo, la difusión social de la hostilidada partir de las diferentes experienciasambivalentes.

El resto de artículos de esta prime-ra parte analiza la ambivalencia de

4 Parsons TALCOTT, "El sistema social",en Revista de Occidente (especialmentecapítulos 3 y 4). Madrid, 1976.

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los científicos, la de los médicos, lade los cuadros empresariales y de losindividuos frente a las asociacionesvoluntarias de tipo democrático, sien-do especialmente atractivo el análisisde la ambivalencia de los científicosen relación a la prioridad en los des-cubrimientos en la que Merton com-bina sus conocimientos históricos consu teoría sociológica de una maneraespecialmente brillante.

Queremos hacer notar que el con-cepto de ambivalencia es en Mertonun concepto puramente teórico queocupa un lugar clave en su pensa-miento, es de suponer, por tanto, quede acuerdo con sus propias proposi-ciones teóricas, éste ha sido derivadode una acumulación de análisis empí-ricos y teorías de Alcance Medio, yasí es en efecto, Merton ha realizadoabundantes estudios monográficos so-bre la ambivalencia social a que se vensometidos estructuralmente diversosgrupos, pero siempre profesionales detipo liberal, o técnicos con cometidosmuy definidos, propios de sociedadesde economía de libre mercado capita-lista:.por ejemplo, es evidente que elanálisis de la ambivalencia frente a laprofesión médica sería distinto en unasociedad cuya medicina esté socializa-da o semi-socializada. Por tanto, con-sideramos que si bien el concepto deambivalencia es teóricamente muy im-portante y nos resulta especialmenteútil, está excesivamente ligado a untipo concreto de análisis empíricocomo para utilizarlo en otros análisissin una depuración previa.

En la segunda parte del libro Mer-ton desarrolla su actual posición teó-rica de una forma mucho más globaly no sobre un concepto como en laparte primera. El artículo clave aquíes «Análisis estructural en sociolo-gía», en el cual, a partir de una opo-sición frontal a aquellos sociólogos

que consideran que la situación actualde nuestra disciplina se caracterizapor una profunda crisis, a los queatribuye una falta de comprensión delfenómeno, tanto porque su pretensiónconstante es la de que con sus parti-culares puntos de vista se resuelve lacrisis de una forma radical, como porno entender que la crisis de la Socio-logía es una crisis de crecimiento re-sultado de unas expectativas superio-res a los logros obtenidos. La verda-dera crisis sería para Merton la acep-tación por parte de los sociólogos deun paradigma único entre las variaspropuestas de panacea teórica exis-tentes.

Todo ello puede explicarnos porqué Merton no considera el paradigmadel análisis estructural por él pro-puesto como la salida a la «crisis dela Sociología», sino simplemente unomás entre los múltiples modos dellegar a una confluencia sociológicaverdaderamente eficaz y unificada.Sin embargo, Merton considera queel tipo de análisis estructural por élpropuesto es el más adecuado para irsuperando el pluralismo existente sincaer en los defectos del dogmatismomonista, aunque no quedan nuncamuy claros los límites entre un plura-lismo beneficioso y un pluralismo in-correcto.

La contradicción parece surgir delas propias estipulaciones con las queMerton define su variedad de análisisestructural, en cuyo contenido vamosa entrar de inmediato, aunque envez de penetrar directamente en elmismo es interesante compararlo conlas 11 estipulaciones que estableció elmismo Merton en un artículo muchomás antiguo: «Funciones latentes ymanifiestas» 5, en el cual define un es-quema general para lo que entonces él

En MERTON, Robert K. (1964).

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llamaba análisis funcional, que seaparta ya tanto del estricto y exclu-sivo análisis funcional de Malinowskicomo del normativo parsoniano, enuna serie de puntos importantes,como el de oponer un modelo desociedad totalmente funcional e inte-grado a otro modelo en el que existenfunciones y disfunciones latentes ymanifiestas que conviven en el tiem-po, siendo necesaria para que una so-ciedad exista que el saldo neto fun-cional sea superior al disfuncional, noexistiendo ningún tipo de «prerrequi-sito funcional», sino diversas alterna-tivas de las que las disfunciones sonmanifestación. El paso de una alter-nativa a otra es lo que explica el cam-bio social.

En la variedad de análisis estruc-tural expuesto en el texto que co-mentamos, Merton va mucho máslejos; no se trata ya de una simplecrítica al análisis funcional clásico,sino de una «confluencia de ideas quederivan principalmente de Durkheimy Marx», en el que no cabe una teoríasocial que presuponga un conjuntounificado de normas, sino la ambiva-lencia sociológica. Que las estructu-ras sociales generan comportamientosanormales por su propia condiciónde estructuras no unificadas norma-tivamente, como consecuencia de locual la propia estructura genera ne-cesariamente el cambio social. Eneste esquema encaja la consideraciónde una sociología que opone el plura-lismo a un monismo teórico incapaz,precisamente, de captar la ambivalen-cia de las normas sociales y su dialéc-tica histórica.

Por supuesto, uno es continuaciónde otro y las distinciones entre fun-ciones latentes y funciones manifies-tas, así como la crítica a la versiónfuncionalista del consenso normativose mantiene.

La contradicción, a la que anteshemos hecho alusión, es la que se daentre la asunción de este pluralismoteórico en el que se mueve de formapredominante el análisis estructuralmertoniano único que parece aceptarla existencia de este pluralismo conlas ventajas de no encontrarse limita-do entre los problemas para investi-gar, ni dirigir los investigadores haciafenómenos particulares delimitadosno por el nivel social, sino por el teó-rico-cognitivo. Es decir, pluralismosí, pero jugando con las cartas mar-cadas que nos da Merton, porque sequiera o no, el pluralismo, al igualque el monismo, presupone, a nivelepistemológico una teoría social om-nicomprensiva.

Pero, desde luego, no son éstos losproblemas que se plantea Merton;pretende darnos una guía teórica bá-sica para la investigación práctica, yevidentemente lo consigue, ya quesituado el investigador práctico en-frente del fenómeno del pluralismosociológico no podrá por menos queadoptar la postura pragmática de Mer-ton, aunque después enuncie cual-quier teoría bien alejada del esquemamertoniano.

Ese pragmatismo queda demostra-do en los dos artículos siguientes deesta parte, en los que estudia fenóme-nos tan cotidianos como «Las conse-cuencias imprevistas de la acción so-cial» y en «Saber social y planes deacción públicos», la influencia de lasorientaciones teóricas en las accionesemprendidas por las comisiones gu-bernamentales.

Sin embargo, no hay que confun-dir pragmatismo con empirismo, yMerton nos avisa de los peligros alos que conduce dicha confusión, se-gún él, es preciso distinguir en lasdescripciones de los cometidos socia-les tres niveles: el pictórico, que se-

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ría el propio de un buen novelista;el sociográfico, que se remite a clasi-ficar los fenómenos sociales y que espredominante en la actual sociología,y que si bien según Merton es válidoutilizar, no es el verdadero objetivode un científico social que debe tenercomo finalidad el tercer nivel, el teó-rico o analítico de la sociología (pp. 25y ss.). Es decir, toda investigación so-ciológica debe ser pragmática y puedeser empírica, pero con el punto devista puesto a un nivel teórico que esel verdaderamente práctico.

Esta segunda parte acaba con unatractivo artículo publicado por Mer-ton, en julio de 1961, en el New YorkTimes, «Los cánones del anti-soció-logo», en el que defiende la profesiónde los ataques de aquellos que la con-sideran un cúmulo mal articulado deevangelizadores positivistas y estadís-ticos impertinentes que se diferenciandel resto de los científicos por el usode una jerga ininteligible. Merton sesiente satisfecho de tales ataques, porel argumento conocido en estas tierraspor «ladran, luego cabalgamos». Peroademás, añade, no tiene lógica soste-ner al tiempo que la sociología nosirve para nada, ya que no puede lle-gar a conclusiones válidas, y que enla actividad de los sociólogos resultapeligrosa para la sociedad sobre laque actúa. Y aparte de ilógico resultaridículo sostenerlo apoyándose en losresultados de un cuestionario, o enespeculaciones que generalizan lasactitudes sociales.

Finalmente, la tercera parte constade tres viejos informes de otras tan-tas investigaciones empíricas: «La dis-criminación y el credo americano»(1948), que aclara: «Conceptos apa-rentemente confusos en la esfera dela raza y las relaciones étnicas»...como «un paso necesario previo a lapreparación de programas de integra-

ción efectivos entre grupos» y en querelaciona los niveles ideológicos y elcomportamiento real, en relación conla discriminación racial, considerandoparte del nivel ideológico los paradig-mas utilizados en los análisis cualita-tivos, y los vicios, entre los que sehalla la generalización precipitada, quese introducen en forma de prejuiciosque invalidan el propio análisis en suposible utilidad social. El artículo«Hechos y artificiosidad en los cues-tionarios de opinión sobre grupos ét-nicos» (1938) completa el argumentocon una crítica a las escalas de actitudde Thurstone, a partir de las diferen-cias entre opinión y comportamientomanifiesto, y a causa de la ambivalen-cia de las actitudes sociales, tal ambi-valencia desaparece en una escala deítems positivos, en la que el encues-tado tiene sólo dos opciones (sí o no),inclinándose por aquella que su con-ducta oficial prescribe. En «Interma-trimonio y estructura social» (1941)combina una metodología sociológicacon otra antropológica, en un análisisestructural muy complejo de los re-sultados de los matrimonios entrepersonas de dos etnias (blancos y ne-gros), con el que defiende las venta-jas del trabajo interdisciplinario. Aca-ba este artículo con la reproducciónde la correspondencia entre Merton yKingley Davis sobre el mismo, y conla que demuestra que el contexto dela investigación contiene y debe con-tener muchas más ideas de las queaparecen en el resultado final.

En conclusión, Merton pretendemostrarnos, en esta tercera parte, lacontinuidad entre las posiciones teó-ricas que asume actualmente y susanálisis empíricos, las escalas de opi-nión, los prejuicios de monismo...E introducía conceptos como ambi-valencia, análisis ecológico, trabajoen equipo, e t c . .

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En resumen, el texto que comenta-mos podrá parecer poco interesante aaquellos que lo cataloguen de «socio-logía estructural funcional» o acadé-mica, sin comprender las profundasdiferencias que se esconden bajo talepígrafe. Pero, desde luego, no puededejar de existir consenso en cuanto aque Robert K. Merton ha clarificadoel paisaje conceptual, sea un consensocrítico o apologético.

Particularmente, y sin ser éste elmomento de evaluar globalmente laobra de Merton, considero que éstaes más psicologista que sociológica;es siempre interacción entre ego yalter en el contexto de un grupo par-ticular, no en el conjunto de la so-ciedad. A lo más que se llega es arelacionar dos grupos, como médicosy clientes, pero la sociedad global nos

ha sido escamoteada. ¿No será comoconsecuencia de la propia posiciónmetateórica de Merton? El pluralismoteórico, parece de alguna manera reñi-do con el concepto mismo de sociolo-gía que presupone la existencia de unasociedad con «algún tipo de integra-ción», sin la que no sería posible lapráctica sociológica.

Finalmente una nota de humor enrelación a la traducción, y al uso deno profesionales de las Ciencias So-ciales, para textos técnicos, pero sen-timos curiosidad por conocer el librode Alvin W. Gouldner La crisis enpuertas de la sociología occidental yno menos el de Pitirim Sorokin Mo-das y mantas de la sociología mo-derna.

JOSUNE AGUINAGA ROUSTÁN

JEAN REMY, LILIANE VOYÉ, EMILE SERVÁIS

Produire ou reproduire? Une sociologie de la vie quotidienne (Tome 2)

(Bruxelles, Editions Vie Ouvriére, 1980, 347 p.)

Con la publicación de este segundovolumen se completa la ambiciosa ta-rea emprendida por este equipo deprofesores e investigadores vinculadosa la Universidad de Lovaina, en unaobra de cuyo carácter asaz extraordi-nario nos hicimos eco ya en estasmismas páginas, en el momento de laaparición del primero de sus dos to-mos (cf. REÍS, 4, 1978, pp. 211-213).La posibilidad de remitirnos a aquellaprimera recensión nos ahorrará preci-samente la necesidad de reiterar aquítodos los comentarios acerca de lascaracterísticas generales de la obra,sus condiciones de producción, la

perspectiva adoptada por sus autores,y su peculiar estilo o modo de articu-lar el discurso. Al mismo tiempo, sinembargo, dos referencias concretas alo que allí comentábamos nos permi-tirán situar con mayor precisión estenuevo libro, poniendo en evidenciatanto la continuidad y unidad funda-mental del conjunto de la obra, comola especificidad de este segundo volu-men. Decíamos, en efecto (p. 212),que los autores se veían inducidos «aotorgar en el análisis un lugar primor-dial a la noción de transacción social(... con lo que...) se cierra el primervolumen de esta obra (...) y se anun-

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cía el segundo, centrado en torno a lacuestión del contenido mismo de losmodelos culturales». Y concluíamossugiriendo (p. 213) que «Produire oureproduire? es como aquellas novelaspolicíacas en las que la intriga no semonta sobre el «suspense» del desen-lace, sino que éste se produce en elprimer capítulo, mientras que el res-to de la obra es un lento perfilar yrecrearse en los caracteres de los per-sonajes. Es decir, como un Simenon;Simenon y Remy tienen objetivamen-te, por lo demás, algo muy importan-te en común: la ciudad de Lieja. Y afin de cuentas, acaso no fuera desca-bellado definir a Remy, por tempera-mento y estilo, como un Maigret dela Sociología...»

Pues bien, también en este segundotomo dedicado al análisis de los con-tenidos culturales creemos ver confir-mada la analogía que un tanto teme-rariamente propusimos: en esta oca-sión el episodio bien pudiera titular-se: «Maigret y el fantasma Marx». Enefecto, si el núcleo del volumen loconstituye el intento de definir lasreglas de la transacción social a partirde los contenidos culturales que lasorganizan en las sociedades de capita-lismo avanzado, características delmundo occidental, la espina dorsalque recorre la obra de cabo a rabo,la pista en cuya persecución se lanzael sociólogo-sabueso, no es otra quela del estribillo famoso: «no es laconciencia la que determina la exis-tencia, sino la existencia la que deter-mina la conciencia». Y tampoco eneste caso habrá «suspense» hasta lle-gar al desenlace final; al contrario,en ese supuesto «Maigret y el fantas-ma de Marx» las cartas están todasya boca arriba, sobre la mesa, al me-nos desde la página 30: «(Nuestra)perspectiva permite comprender, poruna parte cómo lo cultural es una

dimensión autónoma a partir de lacual se imponen unas orientacionesque van a estructurar unas prácticasdeterminadas y, por otra parte, cómoesa misma autonomía no es sino rela-tiva en la medida en que, para lograrimponerse, dichas orientaciones hande resultar compatibles con los condi-cionamientos y las posibilidades queemanan del nivel estructural.» Lapostura ante el baile Uníerba-Ueber-bau es, pues, declaradamente antide-terminista y evita caer tanto en elmecanismo de un marxismo vulgarcomo en el de un no menos vulgarantimarxismo. Por ello no es de ex-trañar que a lo largo de la obra vayaemergiendo progresivamente la figu-ra de Max Weber, pese a que su pre-sencia no se hará explícita hasta laúltima parte (y de modo especial enlas conclusiones): y por supuesto, noel Weber insulso y facilón aliñado alo Parsons, ni el Weber despectiva-mente relegado a la condición desociólogo de la burguesía por una su-puesta sociología marxista-leninista,sino el Weber real, el complejo, ma-tizado y poco etiquetable Weber queleyeron y comprendieron, por ejem-plo, Mills (From Max Weber), Zeit-lin (Ideología y teoría sociológica) oMitzman (La jaula de hierro). No envano son justamente estos autoresquienes han sostenido que toda laobra de Weber había de ser entendi-da como un intento de diálogo conMarx o con el fantasma de Marx. Enel mismo sentido creemos, por nues-tra parte, que ha de ser entendidoeste segundo tomo de Produire oureproduire?

Si el objetivo básico del volumenpretende alcanzar una comprensióndel contenido y de la evolución de losmodelos culturales, poniendo de re-lieve cuál es la aportación de lo cul-tural a la dinámica social global, los

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autores efectuarán el recorrido endos tiempos. En una primera parte,titulada «Dinámica de los modelosculturales y orientación social», sefijarán sobre todo en los modos deactuación y en la especificidad de locultural, así como en los distintos ni-veles de articulación de los modelosculturales; mientras que en la segun-da, «Modelos culturales y transforma-ciones de la vida cotidiana», trataránprincipalmente de analizar cuáles sonlas condiciones de producción y deapropiación de esos contenidos cultu-rales.

Especial mención merece el interésque para nuestro propio contexto ac-tual reviste el tercer capítulo de estasegunda parte, dedicado al análisisdel movimiento flamenco y de laemergencia y cristalización de la con-ciencia nacional flamenca como ejem-»pío histórico de la dialéctica entre locultural y lo económico (con priori-dad de lo cultural en las fases inicia-les del movimiento, y la paulatinatransición hacia una mayor acentua-ción de lo económico luego). Aun ad-mitiendo como indudable que la con-dición de cada óptica (francófona yno flamenca en el caso de los autoresde la obra; catalana, en mi caso) hade incidir tanto en la escritura comoen la lectura del capítulo, lo cierto esque en medio de la verborrea en quenosotros estamos sumidos (desde la«unidad de los hombres y tierras deEspaña» a «las regiones y nacionali-dades del Estado español», pasandopor lo del «Estado de las autono-mías»), un estudio como el que efec-túan Remy, Voyé y Serváis aparececomo un modelo, no necesariamentepara subrayar a toda costa paralelis-mos y coincidencias acaso inexisten-tes, sino precisamente desde un puntode vista analítico y metodológico: unmodelo de lo que rigurosa y lúcida-

mente entre nosotros debiera hacerse,y no se ha hecho ni —mucho metemo— se está haciendo.

Al comentar el primer volumenaludíamos (p. 212) a la convenienciade elaborar un índice analítico quehabría sido de suma utilidad para unautilización del libro como obra deconsulta, y apuntábamos la posibili-dad de incluirlo —para ambos volúme-nes— al final del segundo, entoncesen preparación. La sugerencia no cayóen saco roto, y es de justicia hacerconstar que efectivamente así se hahecho en este segundo tomo. A estemismo nivel de observaciones en cier-to modo marginales, tampoco debeocultarse que el texto es a veces delectura un tanto ardua y que la incues-tionable lógica del razonamiento delos autores no implica, ni mucho me-nos, que el hilo del discurso puedaseguirse sin tropiezos ni dificultades.Tanto el rigor de la conceptualizacióncomo las sutilezas del lenguaje sonconstantes en la obra, y nos hacenaugurar «un petit mauvais quartd'heure» al traductor de una, por lodemás, muy deseable versión caste-llana.

Digamos, finalmente, que en el úl-timo capítulo de conclusiones genera-les incluye un breve apartado de dospáginas (pp. 329-331), que es de he-cho como un apéndice, sobre el dis-curso sociológico y la dimensión éti-ca. En él se plantean, entre muchosinterrogantes y a título de hipótesis,cuestiones absolutamente fundamen-tales: «el análisis sociológico muestra ala vez el carácter necesario de un abso-luto sin el cual no hay dinámica socialposible) y la variabilidad del contenidode este absoluto (lo cual tendería a in-ducir al relativismo y a la desimpli-cación), sin poder llegar a resolver lacontradicción entre uno y otro: dedonde la necesidad de una apertura

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a la dimensión ética» (p. 330). Lasociología, o bien la convertimos enuna ciencia cerrada en sí misma, sus-ceptible de proponer explicacionesúnicas, simples, securizantes (y se nostornará puro discurso ideológico), obien no hará otra cosa que «despren-der algunas certezas en un marco glo-bal de incertidumbre». El sociólogose encuentra con que «las teorías sontanto más estimulantes cuanta mayorcoherencia global presentan», aun re-conociendo simultáneamente que«cuanto más globales sean, tanto másdiscutibles y menos verificadas se-rán». Lo cual nos lleva, en la últimafrase y el último interrogante del li-bro, a encontrarnos de nuevo con la

espina dorsal de nuestro «Maigret yel fantasma de Marx»: «¿Hasta quépunto cabría reconocer que en Socio-logía, como en otras ciencias, cuantomás profunda sea la explicación tantomás tenderá a ser multidimensionaly a implicar la indeterminación?»(p. 331).

Aun sabiendo que «lo bueno, sibreve, dos veces bueno», somos mu-chos los admiradores de Maigret quecelebraríamos ver en un futuro pró-ximo una explicitación de estos inte-rrogantes y una prolongación de estetipo de reflexiones en un nuevo tra-bajo de Remy y sus colaboradores.

JUAN ESTRUCH

G. C. ALLEN

Breve historia económica del Japón moderno (1867-1937)

(Editorial Tecnos, Madrid, 1980, 294 pp.)

Trabajo que G. C. Allen dedica adescribir el curso del desarrollo eco-nómico del Japón entre 1867 y 1937,su recuperación tras la segunda gue-rra mundial y subsiguientes progre-sos, así como a la búsqueda de unainterpretación de ese desarrollo —ob-jetivo éste fundamental del historia-dor especializado—. Breve historiaeconómica del Japón moderno quesupone un interesante esfuerzo por lacomprensión de las fuentes de esedesarrollo, desarrollo que demuestrauna vez más que las características dela sociedad industrial no están limi-tadas culturalmente, y que no siemprees posible ni conveniente «conformarlos hechos históricos a un esquema depensamiento».

La idea matriz del trabajo es la deque el Japón, «a pesar de algunas in-suficiencias», se encontraba al princi-pio de la era Meiji en condiciones deasumir su nuevo papel, el de «segun-do país industrial más importante delmundo no comunista», que alcanzóen el período 1945-1970. A demos-trar esta disposición consagra el autorparte de su obra, ofreciéndose en elcapítulo introductorio, añadido en lapresente edición, «aquellas caracterís-ticas del desarrollo económico delpaís, que hoy parecen ser de excep-cional importancia».

Tres son los aspectos destacables(y de alguna forma definitorios) de laobra. En primer lugar, el extenso yminucioso recorrido a través de la

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colectividad económica moderna delJapón, tarea descriptiva a la que todohistoriador especializado debe enfren-tarse y que constituye la base sobrela que erigir sus conclusiones, desta-cando rasgos y fenómenos típicos quecaractericen lo estudiado. Se trata, ensuma, del eslabón inicial de la inves-tigación, y permite ya una lectura en-tre líneas de la significación y causasdel fenómeno estudiado.

En segundo lugar, y dentro de esaprimera tarea, hay que destacar elcapítulo dedicado a la desintegracióndel anclen régime (cap. I), que permi-te al autor reforzar la ya mencionadahipótesis y que, por lo demás, parecepunto de partida indispensable parauna auténtica comprensión de la flo-reciente formación socioeconómica ysu definitiva consolidación. Como se-ñala Alien, se trata de un conoci-miento necesario «para comprenderlas circunstancias que hicieron posiblela transformación del país a partir de1867 y su progreso más reciente».Además, de la consideración de esteperíodo derivan atractivas conclusio-nes que relativizan, de alguna manera,la conveniencia de una concepción rí-gida del paso de una formación socio-económica a otra, circunstancia queno necesariamente presupone un mo-vimiento revolucionario en sentido

•estricto y que, en ocasiones comoésta, puede tener un desarrollo pro-gresivo !.

Por último, enfatizar el enfoquepluralista de que Alien dota a susconclusiones, la introducción de as-pectos no económicos a la hora deexplicar las bases sobre las que seasienta el dinamismo y desarrollo delJapón moderno; consideración de fe-

nómenos ideológicos y políticos queparece fundamental, máxime cuandose reconoce abiertamente que los lo-gros del Japón en el terreno económi-co «no dependieron de grandes recur-sos económicos». Esas alusiones a losuperestructural suponen —aun cuan-do pueda aludirse a la arbitrariedadde la elección— un paso adelante ha-cia la integración de los conocimien-tos especializados, hacia una visiónintegral del proceso histórico.

Respecto a la trayectoria históricade la actividad económica modernadel Japón, que Alien recorre escrupu-losamente (incluyendo el capítulo su-plementario «Recuperación económi-ca y expansión (1945-1970», dedica-do a la discusión de «la permanenciade esta alternancia del 'boom' y larecesión en el período de posguerra»,no queda excluido de ella el interéspor los aspectos y fenómenos socio-políticos. Aunque la preocupación es-pecializada por el aspecto económicodefine a la historia económica —pre-ocupación que queda reflejada, en estecaso, en la precisa acentuación y de-limitación del proceso económico—2,el autor no reduce su campo de inves-tigación a temas económicos de aná-lisis idóneo; muy por el contrario, loarticula con los demás componentesdel proceso histórico general, colabo-rando así estrechamente análisis eco-nómico y análisis sociopolítico. Des-velando las influencias que sobre laesfera económica ejercen otros com-ponentes del proceso histórico, y noignorando tampoco los marcos histó-ricos específicos dentro del marcohistórico más general, quedan al des-cubierto algunos de los resortes sobre

1 Sustitución progresiva que puedeconsiderarse como ley sociológica ge-neral.

2 Evidentemente, nos encontramos an-te un autor formado en el campo de laeconomía que reconoce poner "especialénfasis en el desarrollo industrial y fi-nanciero y en la política económica".

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los que se levanta el denominado «mi-lagro japonés». Desde los conflictosde clases y de intereses hasta la pa-tología agresiva del Japón y las con-secuencias de su acentuado militaris-mo, desde la contribución americanaa la rehabilitación del Japón en elperíodo inmediatamente posterior ala segunda guerra mundial hasta elimportante papel desempeñado porlos samurais de rango inferior de losclanes en la trama política y econó-mica del nuevo Japón; casi todo pa-rece estar presente en el trabajo deAlien.

Reconstrucción (como eslabón pre-liminar de la investigación histórica)e interpretación. Reconstruido el cre-cimiento general de la economía japo-nesa a lo largo del tiempo, reveladosya algunos de los mecanismos opera-dores de ese crecimiento (aunque me-nos afortunados, sin embargo, losaspectos relativos a la distribución dela renta dentro de dicha economía),G. C. Alien aborda el «objetivo másarriesgado» de enunciar algunas pro-posiciones concluyentes explicativasdel desarrollo.

Una vez analizada detenidamentela historia económica del Japón du-rante la era Tokugawa (cap. I), noresulta convincente conceder al pos-terior desarrollo económico japonésun carácter cuasimágico —como gus-tan de hacer los más fervientes apolo-gistas del «milagro japonés»—. Enefecto, las formas feudales no desapa-recen repentinamente bajo el podero-so empuje de la economía de mercado(a pesar de su abolición formal), nise produce un divorcio radical entreaquella formación socioeconómica yel nuevo orden. Lo que se observa—y se produce en realidad— es lasustitución progresiva de una forma-ción por otra. Hasta tal punto progre-siva que ya mucho antes del colapso

definitivo del régimen Tokugawaaparecen en Japón relaciones socialesy económicas propias de una econo-mía de mercado. «Durante los si-glos XVII, XVIII y principios del xixtuvo lugar —señala Alien— un im-portante desarrollo industrial y co-mercial y la ruptura entre el Japónantiguo y el moderno fue menos acu-sada de lo que había supuesto en Oc-cidente» \ Como anécdota, valga laalusión a la existencia, ya a finalesdel XVIII, de «precursores de los gran-des almacenes tan característicos delas ciudades del Japón moderno».Asimismo, una vez consolidada lanueva economía se observan vestigiosde la formación socioeconómica su-puestamente abolida, coexistiendotemporalmente ambas estructuras.Continuas referencias a esta peculia-ridad están presentes a lo largo detoda la obra. Especialmente represen-tativo es el curioso carácter dual quela economía moderna japonesa vino aposeer, el fuerte contraste existenteentre la base económica tradicional(economía campesina tradicional) y lanueva superestructura de empresas engran escala (nueva economía capita-lista), origen de múltiples tensionespolíticas y sociales, «principales fuen-tes de inestabilidad en el Japón mo-derno». Dualidad que se reproducemás allá de lo puramente económico:«Los japoneses, incluso hoy, conser-van en buena medida los hábitos do-mésticos del pasado. La mayor partehabitan casas de diseño tradicional;sus muebles, utensilios domésticos ycomida son todavía peculiares, a pe-sar de la creciente influencia occiden-tal.» Un aspecto éste —la conserva-ción de ciertas señas de identidad—que dota igualmente al desarrolloeconómico japonés de rasgos peculia-

El subrayado es nuestro.

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res y que G. C. Alien no olvida sub-rayar. Es posible, pues, la aplicaciónde modelos de crecimiento occidenta-les a un habitat oriental (no hay fron-teras culturales para el capitalismo),sin consecuencias necesariamente tras-cendentales sobre la identidad cultu-ral de este último. Basta con desarro-llar —como en el caso que nos ocu-pa— un programa de occcidentaliza-ción basado en una importación se-lectiva de aquellos modelos, sin per-der de vista el interés nacional ni ellegado institucional político y econó-mico que, en ocasiones, puede ser re-adoptado en beneficio de aquél.

Ya se ha dejado constancia del en-foque interdisciplinar que en conjuntoofrece G. C. Alien. Particularmenteinteresante parece en esta dirección,como ya adelantábamos, el capítu-lo I —«Sumario y conclusiones»—,en que el autor recapitula acerca dela existencia o no en el Japón de1867 de condiciones previas para eldesarrollo de la nueva economía. Seha señalado más arriba la hipótesisde que no sólo «la sociedad japonesade los últimos años de la era Tokuga-wa no había estado ciertamente estan-cada», sino que incluso se presentabaen sus últimos días como terreno abo-nado para el advenimiento del nuevoorden, sin necesidad de bruscas dis-continuidades históricas (invalidandode esta forma los esfuerzos categori-zantes de ciertos analistas). Aun así,«en 1867, la economía japonesa nosolamente estaba atrasada en compa-ración a la de las principales nacionesoccidentales, sino que además las ba-ses para una nueva era de expansiónparecían estar mal asentadas». Si eldesarrollo de las fuerzas productivasno fue suficiente, ¿qué tipo de fac-tores confluyeron para hacer del Ja-pón, en el espacio de sesenta años,un moderno estado industrial? Es ne-

cesario poner de relieve la ligazónexistente entre la estructura jurídico-política y las formas de conciencia so-cial, y la producción, pues «el quequiere sacar a la luz los resortes de laacción no se puede limitar a la eco-nomía». Ello lo demuestra el hechode que factores exógenos (tan inelu-dibles como la amenaza de la flota delcomodoro Perry —que algunos seña-lan como causa primaria del colapsodel shcgunato—, la gran demandaexterior de seda en rama, o el impor-tante papel desempeñado por el co-mercio y la banca europeo y ameri-cano) y factores económicos internos(«causas económicas del cambio deimportancia profunda», como el des-moronamiento en las provincias de laestructura económica feudal o las se-rias dificultades financieras) no hubie-ran hecho posible por sí solos la mo-dernización de la vida económica delJapón de no existir una serie de con-dicionantes sociopolíticos previos. Así,el sentido subyacente de unidad na-cional —producto a su vez de la si-tuación geográfica, uniformidad lin-güística y larga historia de Japón—y la existencia de unidad política, deun sistema único de poder que jerar-quiza todas las actividades de la so-ciedad y se expresa en la instituciónde la Casa Imperial; una clase gober-nante no rígidamente separada delresto de la población; la ya mistifica-da masa popular dócil; las posibili-dades así abiertas de cooperación en-tre las distintas clases; en definitiva,la identidad y el proyecto nacionales,son factores clave que posibilitan larevolución burguesa japonesa y lo queella trae consigo. El nuevo mérito deAlien estriba en reconocer su lugara tales predisposiciones. La superes-tructura aparece entonces como ele-mento activo (de las formaciones so-cioeconómicas) capaz de imprimir a

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la base económica un ritmo y unadirección determinados. Y fue justa-mente ésta —«un patriotismo con-vertido en ambición inmoderada, unfuerte espíritu nacional que degeneróen un fanatismo no frenado por lamoralidad o el cálculo de lo que con-venía»— lo que condujo al Japón,bien entrado ya el nuevo siglo, a darla espalda a los pueblos de Asia «paraperseguir otros fines», recriminaciónconsciente que pone punto final a larecapitulación de G. C. Alien.

No quisiéramos cerrar esta brevereseña sin hacer referencia al notablevolumen de información cuantitativa,de tablas y series estadísticas, quecomplementa la labor de G. C. Alien.Tales instrumentos permiten unacomprensión mucho más profunda yacertada del pasado y enriquecen eltrabajo teórico, al tiempo que apoyanlas afirmaciones generales.

En resumen, el trabajo de Alienme parece interesante por tres razo-nes fundamentales. No agota el con-tenido de la historia económica en elanálisis del desarrollo de la produc-

ción y de la actividad productiva, sinoque lo extiende al proceso históricogeneral, sin olvidar la trascendenciade los factores ideológicos y sociopo-líticos ni limitar, por tanto, su tareaal análisis de los aspectos puramenteeconómicos de un desarrollo. Desmi-tifica, de algún modo, el llamado «mi-lagro japonés». Y pone de manifiestouna doble capacidad adaptativa: deuna parte, la del capitalismo respectoa los diferentes ámbitos culturales—la utilización por parte de aquélde las estructuras anteriores, median-te esa adaptación—4; de otra, y acen-tuando ahora el protagonismo delJapón, la de éste respecto a los mode-los occidentales. Perfecto ejemplo desimbiosis cuyos resultados patetizaAlien.

JOSÉ M. BARRERO MAJAN

4 Recordemos en esto sentido la clasi-ficación establecida por André Marchalsobre las variedades del sistema econó-mico capitalista. Véase Ramón TAMAMES,Fundamentos de estructura económica.Madrid, Alianza Editorial, 1975, capítu-lo 3.

Luis G. SAN MIGUEL

Las clases sociales en la España actual

(Edit. C. I. S., Madrid, 1980)

El tema de las clases sociales es nosólo punto central de la sociología,sino uno de los más controvertidos ypolémicos. ¿Qué son las clases socia-les? ¿Responde esta categoría a uncontenido empírico? ¿Son reflejo dela realidad social? ¿Cuál es su núme-ro? ¿Es posible la desaparición de lasclases? ¿Son indispensables para la

dinámica del cambio?preguntas han hechociendo verter muchachos problemas.

l. Estas y otrasy seguirán ha-tinta sobre di-

1 Polémicas que se avivaron en losaños sesenta con la aparición de laobra de DAHRENDORF, Las clases socia-les y su conflicto en la sociedad indus-trial, 1957.

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Recientemente ha aparecido el librode Luis G. San Miguel Las clasessociales en la España actual, y el he-cho de estar editado por el Centrode Investigaciones Sociológicas des-pierta aún más la curiosidad de todapersona mínimamente interesada endicho tema.

La intención del autor es acercarsea la realidad de las clases sociales através de una nueva metodología, queconsiste, como él mismo reconoce, enel análisis de las características cons-titutivas, a su juicio, de las clases.

«Una clase social es un grupo depersonas que, en virtud de sus ingre-sos y de las actividades que realizan,se consideran espontáneamente igua-les y están dispuestas a relacionarsey a colaborar en defensa de sus inte-reses» (p. 22). Es decir, ingresos,comportamiento y conciencia de cla-se deben ser los puntos esenciales ybásicos de la existencia de clase y elanálisis pormenorizado de ellos des-entrañará el tan debatido problema.Propone, pues, un proyecto de inves-tigación basado en dichos elementos.Como resultado de esta investigaciónconcluye con la existencia en nuestropaís de cuatro clases sociales, queson: aristocracia, clase alta, clase me-dia y clase baja. Hay desde el princi-pio una negación a la teoría ortodoxamarxista de la existencia dualista queenfrenta en el capitalismo a burgue-sía y proletariado y que se basa en lapropiedad o no denlos medios de pro-ducción.

El libro está dividido en tres par-tes, aunque la última dedicada a cla-ses y partidos, de apenas 30 páginas,es más un añadido que no tiene razónde existencia.

La primera parte del libro comien-za en torno a las consideraciones teó-ricas sobre el concepto de clase socialy es en mi opinión la más floja de

toda la construcción. Tema sobre elque ha discurrido la mayoría de ladiscusión sociológica, especialmentetras el nuevo impulso que supuso laaparición del libro de R. Dahren-dorf \ son tratados con evidente su-perficialidad. Por otro lado, hay unolvido evidente también de algunasaportaciones españolas2. Igual juiciomerece el capítulo dedicado a algunasteorías sobre las clases sociales. Laobligada referencia a la teoría marxis-ta de clases sufre en su pluma la am-putación más tremenda. «En Marx—dice— no hay una teoría de cla-ses, sino, por lo menos, dos.» «Marxse contradijo a sí mismo en la medidaque sostuvo, simultáneamente, opinio-nes que más tarde abandonó.» El pri-mer Marx (en su opinión, el másconocido y el peor), en el ManifiestoComunista, habla del dualismo bur-guesía y proletariado, con lo que noexplica la existencia actual de asala-riados no proletarios y propietariosno burgueses. El segundo Marx men-ciona en Las luchas de clases en Fran-cia, al menos siete clases sociales. Yasí en cuatro páginas escasas resumela contribución más importante a tandiscutido tema. De la sociología oc-cidental menciona la corriente norte-americana que mantiene la desapari-ción de clases en la sociedad capita-lista, consecuencia de la semejanzade estilos de vida y una segunda co-rriente a la que el autor se adhiere yque apoyándose en investigacionesempíricas reconoce la existencia de,al menos, tres clases sociales. En Es-paña seguirían la corriente marxistaortodoxa Fernández Castro y Goytre.Muy cerca también de ella A. de Mi-guel, puesto que basa la pertenenciade clase en la propiedad y control de

2 José M. MARAVALL, La sociología delo posible. Madrid, Siglo XXI, 1972.

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los medios de producción y como re-sultado el 79,5 por 100 en España sonasalariados, con lo que se cumpliríala profecía de Marx. Paradójicamente,un comunista, Tamames, habla de laexistencia de las clases medias, yJ. Félix Tezanos dice de ellas que «nosólo no han disminuido, sino que con-servan un peso importante».

En resumen, que esta parte dellibro, breve y superficial puede sersustituida por el más elemental delos manuales. Y si es de este aparta-do de donde se desprenderá el pro-yecto de investigación, creemos queéste nacerá ya cercenado. Pese a todo,será la parte del libro que más inte-rés despierte, pues trata de analizarlas características que considera fun-damento de la existencia de las clasessociales.

PROYECTO INVESTIGACIÓN

1. Ingresos: San Miguel dice:«La semejanza de comportamientosdescansa, muy fundamentalmente, enla semejanza de ingresos». Se analiza,pues, lo que ganan en total los com-ponentes de la familia y por cual-quier concepto. Importa no tanto elcómo se obtiene, sino cuánto (p. 18).Existencia de un límite máximo y mí-nimo para cada clase.

2. Comportamiento:

2.1. Trabajo: Tiempo dedicado,clase de actividad, poder que confie-re, prestigio...

2.2. Tiempo libre y forma de em-plearlo.

2.3. Modo de vida (vivienda, ves-tido, alimentación, estilo, gustos, et-cétera...

3. Conciencia de clase:

3.1. Aspectos de conducta en quese basa la conciencia de igualdad.

3.2. Formas que reviste la rela-ción, invitaciones, etc.

3.3. Ideas políticas, sociales y re-ligiosas.

Se puede medir objetivamente elnivel de ingresos, aunque más difícilserá establecer los límites entre unaclase y otra. Los problemas que aca-rrea el análisis del comportamientono sólo residen en la subjetividad delinvestigador, sino en la cada día ma-yor semejanza de conductas, la imita-ción entre clases y la rapidez en loscambios que puede confundir la rea-lidad. Pero es el tercer punto el que,por supuesto, ofrece la mayor confu-sión. Si, como el autor reconoce, laseparación pensamiento-acción es arti-ficial, es decir, la gente hace lo quepiensa, parece obvio que nos debierabastar conocer sólo el comportamien-to (el punto 2). Sin embargo, la cohe-rencia de clase se adquiere a travésde la conciencia: saber «que hay otroscomo él ,que son sus iguales, lo quele lleva a entrar en relación y a sen-

tirse solidario de ellos», y esto con-duce al autor a intentar descubrir loque las diferentes clases piensan so-bre cosas que le parecen particular-mente importantes. Lo cual pertenecemás al campo de la psicología que alde la sociología y constituirá uno delos puntos más débiles de su des-cripción.

El resultado de esta investigaciónes, como hemos dicho ya, la formula-ción y descripción de sus caracterís-ticas, de cuatro clases sociales en Es-paña que constituye la segunda partedel libro. Especial atención le merecela aristocracia, que parece conocermuy bien y de cerca y que, a pesar

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de considerarse clase residual, ocupa70 páginas, quizás las más amenas,por otro lado. Mundo de ocio, refi-nado y culto, que hoy queda reser-vado a sólo unos pocos. Las etapasde su aburguesamiento han corridoparalelas a los peligros que suponíael avance del proletariado. Hoy ocu-pan altos cargos financieros y buro-cráticos.

La clase alta tiene un mínimo deingresos de 500.000 pesetas mensua-les. Representa el mundo de los ne-gocios, donde la propiedad de la ma-yoría de las acciones de las empresasse identifica con el poder. El númerode las familias que «tira de los hilos»está alrededor de las 400. Ideológica-mente pasivos ante cambios políticosy religiosos se adaptan a las circuns-tancias de la forma que más favorez-ca a sus intereses.

La clase media, con un nivel de in-gresos entre las 60.000 y 500.000 pe-setas mensuales, constituye, en suopinión, la más numerosa del país.Triste panorama, nos la muestra pri-sionera de la serialidad, masificación,vulgaridad, bajo nivel cultural. Loque no explica es si son característi-cas intrínsecas de dicha clase o si loson por su reciente incorporación.¿Son nuestras medias semejantes a laseuropeas? En cuanto a su ideología,de entre las muchas teorías existentes,es, para San Miguel, su posición me-diadora entre burguesía y proletaria-do la que hará que tome elementosde ambos. Más bien, yo creo, que laheterogeneidad del colectivo que re-sulta de mezclar tan dispares ingresosy modos de vida, sea la culpable dela falta de conciencia de clase, o ambi-güedad que la caracteriza. Las dife-rencias en la identificación subjetivade clase (que fueron examinadas porCenters) pueden también ser las cul-pables, etc. De todas formas la divi-

sión que realiza entre clase media-alta y media-media es tan lógica o ar-bitraria como la que podríamos esta-blecer nosotros mismos de media-baja. En cuanto a la clase baja partede las dos divisiones clásicas: obreroindustrial, avanzadilla revolucionaria,y obrero agrícola, reserva del conser-vadurismo, lo que habría que ser cons-tatado empíricamente en nuestro mo-mento actual, dados los últimos cam-bios operados. Si para Mallet noconstituyen ya un comportamientosociológico particular, San Miguelafirma que las diferencias subsisteny otras nuevas han surgido. Existeun conformismo generalizado que tra-ta de ser justificado por diferentesideologías. ¿Es España una repúblicade trabajadores, como asegura Tama-mes? A pesar de que los datos exis-tentes no permiten asegurar nada,parece que el autor se inclina por con-siderar que es la clase media la actual-mente más numerosa. Otra cuestiónque queda en el aire y que parecepreocupar al autor es si, llegado aunos niveles de bienestar, la vivenciade desigualdad ya no es fuente deconflicto o si sigue siéndolo en fun-ción de la desigualdad relativa.

¿Qué hemos sacado en conclusiónde la descripción de las clases socia-les, hecha por Luis G. San Miguel?

En este punto, creo, que lo másoportuno sería remitirnos a lo queJosé M. Maravall ya ha dicho: «Elsentido analítico de la clase social semanifiesta en cuanto a categoría diná-mica, no en cuanto a categoría des-criptiva. Sólo es útil para explicar elcambio y el conflicto, no para iden-tificar los elementos de una estruc-tura jerárquica en un presente abs-tracto» (p. 171, La Sociología de loposible).

ROSA JORGE HERRERO

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