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Ángel Palomera Navarro CUADERNOS DEL BIOBIO

CUADERNOS DEL BIOBIO

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Page 1: CUADERNOS DEL BIOBIO

Ángel Palomera Navarro

CUADERNOS DEL

BIOBIO

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CUADERNOS DEL BÍO BÍO

l. PEDRO DE VALDlVIA, EL FUNDADOR

Augusto Vivaldi

2. LEYENDAS REGIONALES

OrestePlath

3. HISTORIA DE CONCEPCIÓN

CONQUISTA Y COLONIA

Leonardo Mazzei

4. HISTORIA DE CONCEPCIÓN SIGLO XIX

Amoldo Pacheco

5. EL RÍO BÍO BÍO

OscarParra

6. ORBITA DE NICANOR PARRA

Mario Rodríguez

7. BREVE HISTORIA DEL LICEO

DE CONCEPCIÓN

FemandoCasanueva

8. DON AMBROSIO O'HIGGINS

ArielPeralta

9. RERE: ANTIGUA GRANDEZA

Luis Espinoza

lO. YUMBEL: DEL FUERTE AL SANTUARIO

Salvador Jaramillo

11. DOÑA ISABEL RIQUELME

Juan Gabriel Araya

12 LAS BORDADORAS DE COPIULEMU

Femando Brousse Soto

13. HISTORIA DE CONCEPCIÓN SIGLO XX

AmoldoPacheco

14.0RBITA DE MARTA BRUNET

Berta LópezMoraIes

15.0RBITA DE MARTA COLVIN

HumbertoSoto

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Las Monjas Trinitarias Ángel Palomera Navarro

Universidad de Concepción • Universidad del Bío-Bío Municipalidad de Concepción

1999

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CUADERNOS DEL BÍO-BÍO

S ERGIO L AVANCHY Rector Ulliversidad de Concepción

HI LARl O H ERNÁNDEZ Reclor Universidad del Bío-Bio

M ARíA N IEVES A LONSO

M ARIO ALARCÓN BERNEY

SANTIAGO ARANEDA

JUAN G ABRIEL A RAYA

A LFREDO B AR RIA

SERGIO C ARRASCO

Arte

Alejandro Witker Director

Consejo Asesor ARMANDO C ARTES M. ROBERTO C ONTR ERAS

A NTONIO FERNÁNDEZ

A NDRÉS G ALLARDO

T UllO G ONZÁLEZ

Fotografía Claudia Arrizaga Osear Lermanda

Promotor Claudio Cortés

Secretaria Rosa Torres Corrección Osear Aedo

Oficinas de la Dirección: 18 de Septiembre 580 - 3 piso Teléfono (56) 42-215335 Chi llán-VIII Región-Chile

Agencia Distribución:

Luts GUZMÁN MaLI NA CARLOS RENÉ IBACACHE AROOYS LEPE Z. O seAR P ARRA

M ARCO A URELlO REYES

VLADIMIR S ÁNCHEZ

Investigador Robinson Si lva

Emilio Rojas 424. Fono-Fax: (56)4 1-360764. Casill a 1492 - Chiguayante. Concepción VIII Región-Chile

Cuadernos del Bio-Bio (Obra Completa) ISBN N" 956-227- 11 4-5

Cuadernos N" 30 LAS MONJAS TRINITARIAS ISBN N° 956-288-266-7 Registro de Propiedad Intelectual N" 108.638

Impreso por: GráficAndes·

Tiraje: 2.000 ejemplares

IMPRESO EN CH ILElPRINTED IN CHILE

Foto portada. actual Monaslcriodclas Monjas Trinitarias en Penco.

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l-_ ~

San Juan de Mata,jundador de la Orden Trinitaria 1154-1213.

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San Juan Bautista de la Concepción. El Reformador (1561-1613).

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Presentación Introd ucción

Primera Parte Las Trinitarias en Concepción

l . Intentos de vida contemplativa 2. Bea terio de la Ermita 3. Fundación de las Trinitarias 4. Elegidas las Trinita rias de Lima 5. Erección canónica de Monasterio Penquista 6. Traslación a l va ll e de la Mochita . 7. En tierra de Indios 8. Al servicio de la sociedad 9. El terremoto de 1939

10. De regreso a Penco 11. Piedra fund acional del Monasterio de Monjas Trin itarias

Descalzas de la Na tividad de María y del Señor San José

Segunda Parte Las Raíces Lejanas

1. La famili a Trinita ria 2. Arbol que floreció en Madrid, Lima y Concepción 3. Amar y dejarse amar

Tercera Parte Oraciones y tradiciones Virgen del Boldo

1. El boldo de la Virgen 2. Oración a Nuestra Señora del Rosario o Virgen del Boldo

Cuarta Parte

Bibliografía

Índice

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Pbro. Ángel Palomera Navarro

Ordenado sacerdote el14 de marzo 1987. Estudios de Filosofía y Teo­logía en el Seminario Metropolitano de Concepción. Licenciatura en Dere­cho Canónico y el post grado en Jurisprudencia eclesiástica matrimonial en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.

1992 a 1997, Director del Centro Teológico de la Universidad Católi­ca de la Stma. Concepción, en donde actua lmente ejerce como académico. Desde 1992 es Juez del Tribunal Eclesiástico Regional de la Arquidiócesis de la S. Concepción. Ha sido formador en el Seminario Metropolitano pen­quista y profesor en el Seminario San Pedro Apóstol, de San Bernardo, y en el grupo de Instrucción Policial de Concepción. Desde 1995 sirve como Ca­pellán de Carabineros de la VIII Región.

Director de la Asociación Chilena de Derecho Canónico, de la Socie­dad de Historia de Concepción y de la Sociedad Internacional Santo Tomás de Aquino, capítulo chileno. En 1985 creó y dirigió la Academia de Historia Obispo Antonio de San Miguel y desde 1993 es el responsable de la Unidad de Estudios Eclesiásticos Regionales de la Universidad diocesana.

Cursos de especialización en Derecho Canónico y Teología en Italia, Argentina y Valparaíso, Chile.

Autor de publicaciones históricas y eclesiásticas.

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PRESENTACIÓN

La I. Municipalidad de Concepción ha venido p romoviendo nume­rosas inicia tivas encaminadas bajo la motivación de la proximidad en el año 2000 del 450 aniversario de la fundación de la ciudad .

En la memoria de la ciudad surge la notable presencia de la Iglesia Católica, cuyos misioneros cumplieron un papel admirable en los aza rosos años de la Conquis ta y la fund ación de nues tras ciudades. La prédica del Evangelio, la creación de los primeros colegios, hospitales y asilos, fueron ta reas que sacerdotes y monjas cumplieron con admirable entrega de amor al p rójimo.

A esa h istori a p ertenecen estas páginas escritas por el pad re Ángel Palomera Navarro, quien nos trae a la memoria una breve pero sustanciosa monografía de un grupo de religiosas cuyos ava tares conmueven por el testimonio de sacrificios y entereza para sobreponerse a las mayores adver­sidades: Las Monjas Trinitarias de la Santísima Concepción; herederas, como dice el p adre Palomera, de una historia de gloria y martirios.

Nos parece un acierto de Cuadernos del Bío-Bío, la inclusión en su colección, abierta a todos los vientos de las ideas, de una monografía que, además de su riqueza documental, ofrece la ejemplar demostración que el alma humana es una fuerza invencible cuando vibra con ideas superiores .

Los tiempos que corren, en los que campea el ma teri alismo como oropel de la exis tencia, son propicios p ara resca tar los mayores tesoros del espíritu que son, en último término, los a tributos que marcan la d iferencia entre la biología y la cultu ra.

La ciudad tiene una deuda histórica con las Monjas Trinitarias; sea este opúsculo una modesta pero prueba al fin, que esas nobles servidoras de Cristo merecen nues tro cariño y gratitud

Dr. ARIEL ULLOA A. Alcalde

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Antiguo Monasterio de San Pedro. Concepción, desaparecido.

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Introducción

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Histórica imagen de N.S. del Boldo conservada en el Altar Mayor del Monasterio de Pedro de Valdivia.

Terremoto de 1939, Monasterio de calle Trinitarias, entre Anfbal Pinto y Cochrane. Se observa la Capilla y parte del Monasterio. Fotografía obtenida

el 24 de enero 1939.

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"Aq uí en la tierra es tamos animados por 1lI1 deseo: conocer al IÍnico

y verdadero Dios y a Sil Palabra, saber wál es la unidad del Hijo con el Padre,

ClIál es la comunión del Padre con el Hijo, quién es el Espíritu Sa nto y cómo

es tán relacionados entre sí y cómo SOI1 distintos los relaciol1ados: el Espíritu,

el Hijo y el Podre" . BENEDICTA SIT SANCTA TRINITAS

ATENAGORAS, siglo 11

La familia Trinitaria celebró en 1998 el VIII centenario de la aproba­ción de su Regla de vida. Desde 1198 todos los '98 han reves tido para los religiosos Trinitarios una particular importancia. EI17 de diciembre de 1198 es el origen de nuestra historia. A distancia de ocho siglos, los hijos e hijas de s. Juan de Mata lo recuerdan como un don de Dios a la Iglesia, perpetua­do hasta nuestros días.

De la experiencia fundante recogida en la Regla nacerán, siglos des­pués, las contemplativas trinitarias: Madrid, Lima y Concepción, conser­vando cuidadosamente el carisma y la misión del fundador del Instituto.

Nuestras monjas Trinitarias de la Stma. Concepción, hoy en la ciu­dad de Penco, son las herederas de una historia gloriosa y martirial, que ellas mismas también han forjado.

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Estadía provisoria en la Parroquia de la Sagrada Familia, en Concepción.

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Primera Parte

Las Trinitarias en Concepción

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Religiosas Trinitarias profesas y novicias en el Claustro del Monasterio de Pedro de Valdi via.

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1. INTENTOS DE VIDA CONTEMPLATIVA

La Iglesia diocesana de Concepción posee la gloria de haber funda­do el primer instituto religioso femenino del reino de Chile. Creada la dió­cesis en 1563 con el nombre de Imperial, su primer obispo, el franciscano Antonio de San Miguel, dio existencia canónica en 1573 al beaterio o Casa de Recogimiento de las monjas de Santa Isabel que había organizado, en Osomo, su cura párroco, el extremeño Juan Donoso en el año 1564.

Las religiosas, viudas de capitanes españoles de la Conquista, se dedicaron, además de la búsqueda de su propia santificación, a la educa­ción de las indias. Por ello fue conocido el convento como Monasterio de la Enseñanza. Poseía una hermosa Iglesia frente a la Plaza Mayor y a los po­cos años de fundación contaba con más de 20 isabelinas.

Con la gran sublevación indígena de 1598 acabó la grandeza del sur de la diócesis que, por ese tiempo, se extendía desde el Maule hasta el Cabo de Hornos. Destruido Osomo en el año 1603, las monjas sobrevivientes al penoso sitio huyeron a Chiloé. Al año siguiente se embarcaron a Valparaíso y desde allí viajaron a Santiago. Tomaron la regla de Santa Clara y funda­ron el Monasterio de las Clarisas que aún subsiste.

2. BEATERIO DE LA ERMITA

El permanente ambiente bélico en que se encontraba la zona austral impidió la fundación de nuevas casas femeninas a pesar de los esfuerzos de varios obispos en este sentido. Recién en el siglo XVIII podría volver a crear­se un monasterio y ése sería el de las Trinitarias Descalzas de Clausura.

La fundación tiene su origen remoto en los primeros tiempos de la Conquista. En efecto, fundada la ciudad de Concepción el 5 de octubre de 1550 por Pedro de Valdivia, en lo que actualmente es Penco, destinó seis

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cuadras para la construcción de una e rmita dedicada a Nuestra Señora del Rosario en los ex tramuros de la ciudad .

Con el terremoto de 1570 la ciudad fue des tr uida has ta los cimien­tos. Los ciudadanos h icie ron votos de recons truir la ermita y rea li za r una procesión anual. Fue la ll amada procesión del voto, renovada públi camen­te en 1730 con motivo de un nuevo s ismo y que, hasta hace poco, se seguía realizando en Concepción. Ahora la procesión se efectúa en Penco con gra n devoción y concurso de fi eles.

Pronto la imagen de la ermita empezó a llamarse de la Na ti vidad, por haber ocurrido el maremoto de 1570 en el día de la Natividad de María, 8 de septiembre.

Durante la sublevación de Pelan taro, los indígenas s itiaron Concep­ción. Uno de los asa ltos hab idos en 1599 dio ocasión a una creencia popula r que permitió a la Virgen de la Ermita ser honrada con el título de Nuestra Señora del Boldo. En medio de la refri ega los s iti ados se encomendaron a María de la Natividad y, sin motivo aparente alguno, en el momento en que los indios debían concluir exitosamente la batalla , huyeron llenos de páni­co. Tiempo después a lgunos de los a raucanos ca uti vos, al ser preparados para su bautismo y ll evados a la ermita, reaccionaron con temor y declara­ron que una joven como la que se encon traba en el altar, desde un grupo de baldos, en el día de la batalla los había invitado a alejarse . De a llí que tam­bién se le conozca popu larmente como la Virgen del Milagro. Y al árbol que todavía es pos ible ve r en Penco, Boldo de la Virgen.

Junto a la ermita comenza ron a levantarse a lgunas cons trucciones y hacia ese lugar se retiraron un conjunto de damas y jovencitas dando ori­gen a fines del siglo XVII a un bea terio, en donde vivían entregadas a la oración y a la vida de l recogimiento. Sabemos que en 1670, el canónigo Riba de Neira fundó una capellan ía y censo a favor de la ermita. Y aunque no eran canónicamente monjas vivían como tales.

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3. FUNDACIÓN DE LAS TRINITARIAS

Llegado a la diócesis, cuya cabecera se encontraba es tablec ida en Concepción desde la des trucción de la Imperia l, el obispo Diego Montero del Águila practicó en 1712 la visita a gran par te de su Ig lesia y decidió apoyar el bea terio de la ermita. En 1715 les decretó reg lamento y hábi to, ordenó insta lar en la cap illa un magnífico lienzo de la Trinid ad y solicitó que las bea tas se dedicaran al cul to de tan grande Miste rio.

Finalmente, construyó nuevos edifi cios, entre ellos un conjunto de habitaciones y sa las para las religiosas y una residencia para los p relados penquistas, quienes debían pagar a lqu ile r a favor de la Casa de Recogi­mien to.

De esa manera iba allanándose la fundación de un monas te rio como era el sen tir de la población. Esta ta rea encontra ría en e l deán de la Ca te­d ral, Domingo Sarmiento, el más eficaz apóstol. En el año 1721 escribió al confesor de la Reina d e Madrid para darle cuenta de sus intenciones. Le proponía que se enviasen religiosas de la Casa de María de Barcelona. Es­tas ges tiones fracasa ron. Entonces, el doc tor Sarmiento, se decidió por traer a la ermita a las monjas trinitar ias de Lima. Y con el fin de ayudar a la tra nsformación del bea terio a monas terio regular, se desprend ió de todos sus bienes en manos del obispo Francisco Antonio de Escandón . Ofrecía, además, todo el dinero necesario para traer desde la Ciudad de los Reyes a las relig iosas peruanas que debían hacer la fundación y va rios fundos y propied ades. Aceptó Escandón y el 15 de mayo de 1727 moría el deán Sar­miento. No alcanzó a ver fundado el monasterio; pero dejó d isp uesto todo lo necesario para que así aconteciera.

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4. ELEGIDAS LAS TRINITARIAS DE LIMA

El 15 de febrero de 1729 el obispo Escandón pidió al Soberano que concediera licencia para elevar el beaterio de la Santísima Trinidad a mo­nasterio regular y traer para la fundación trini tarias descalzas o de otro instituto de recolección. El gobernador de Chile y la Real Audiencia unie­ron sus súplicas a las del prelado y el 14 de agosto de 1730 el Consejo de Indias accedió a la petición y expidió la cédula real acostumbrada.

En la ermita la alegría fue inmensa. Llegado el momento de escoger un instituto religioso, las beatas, en recuerdo de Sarmiento y del decreto del Obispo Montero, se inclinaron por las trinitarias de Lima.

Sor Rita de Santa Gertrudis, superiora del beaterio, se dirigió al Ar­zobispo de Lima, comunicándole la resolución tomada. Atendió el prelado la solicitud y nombró a las monjas Francisca de San Gabriel, Ana Josefa de la Santísima Trinidad y María Margarita de San Joaquín para que se trasla­daran a Chile. El arzobispo de Lima era en aquel entonces el mismo Escan­dón, promovido a esa sede en 1732.

El año siguiente estuvo a punto de realizarse la erección del monas­terio; pero el Virrey del Perú se opuso a que las religiosas se embarcaran a la Gobernación chilena. Escandón debió entonces realizar cuantas gestio­nes estaban a su alcance para favorecer la instalación canónica del monas­terio en su antigua silla episcopal y obviar la grave intrusión virreina!.

Finalmente, las monjas pudieron realizar el viaje. El obispo penquis­ta Bermúdez comisionó al licenciado Quevedo y Ceballos para pasar a la ciudad limeña y conducir a las tres religiosas a Concepción. Fueron recibi­das con gran júbilo y fiestas populares. La ermita contaba, por entonces, con trece hermanas.

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5. ERECCIÓN CANÓNICA DEL MONASTERIO PENQUISTA

El 7 de febrero de 1736 las tres re ligiosas trinita ri as y las beatas se presentaron en la Ig lesia de la Compañía de Jesús acompañadas por el obis­po, el clero y las autoridades civiles y desde a ll í fueron conducidas al Bea­terio de la Santísi ma Trinidad en ca lidad de huéspedes hasta el momento de practicarse los actos canónicos de e rección.

El 26 d e septiembre del mismo año se les concedió la clausura y e l título de monasterio y el obispo nombró a Francisca de San Gabriel como Ministra y a Marga rita de San Joaqu ín como Maestra de Novicias. La nueva casa se llamó Monasterio de Trinita rias Descalzas de Nues tra Señora de la Na tividad y Señor San José. Entre las bea tas que entraban ahora a v ivir en la clausura estaba Ana Monarde, la primera superiora del bea terio cuando le dio forma el prelado Montero del Águila.

Quedaba fundad o el primer Monas terio de Trinita rias en Chne has­ta e l d ía de hoy. La fundación tuvo todos los ca racteres de las obras de Dios: pobreza y contrad icciones en los comienzos, ca ridad y sufrimientos en su desarrollo, humildad y constancia en sus gestores.

Ligados a la fund ación quedaron principalmente los nombres de Domingo Sarmiento, de los obispos Montero, Escandón y Bermúdez, de las bea tas Monarde y Rodríguez y de las trinitarias Francisca, Ana Josefa y María Margarita . Y, desde luego, el del propio Pedro de Valdivia que deci­dió la fundación de la ermita y la dotó de una hermosa loma que aún es posible visitar.

6. TRASLACIÓN AL VALLE DE LA MOCHITA

El terrible terremoto de 1751 que azotó con furi a indescriptible la ciudad de Concepción, hizo que la villa desaparecie ra completamente. El

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monasterio no se salvó de la destrucción genera li zada. En septiembre de ese año entró a dirig ir a las monjas la madre Rita de Santa Gertrud is, de la familia Rodríguez. Era chilena y posiblemente la primera hij a del pa ís que regía los destinos de la comunidad. Inmediatamente se propuso recons­truir la casa.

Ortiz de Rozas decretó el traslado de la villa a la Mocha, el actual emplazamiento de Concepción. Esta determinación fue, en definitiva, la partida de bautismo de la actua l ciudad. No se ejecutó de inmediato; pero en virtud de ella comenzaron a establecerse en el nuevo emplazamiento algunos vecinos. Mientras tanto las trinitarias vivían en un rancho pajizo.

Ante ello, el gobernador Ortiz decidió celebrar contrato y ordenar la construcción del nuevo monasterio en el lugar escogido. El asun to no avanzó mucho por el famoso pleito de la mudanza; e incluso el nuevo gobernador Amat y Juniet intentó que el conven to se reabriera en Talea . Las Trinitarias tuvieron que defenderse ante el propio Rey. Y lo hicie ron con éx ito.

Entonces la trin itaria Nicolasa del Rosario Rocha, acompañada de una hermana lega y de sus propios padres comenzaron a levantar un alber­gue más aprop iado en la Mocha. Al fin, en diciembre de 1764 sa lían las Trinitarias de la ya desierta Concepción de Penco y tomaban posesión de la nueva residencia en la ciudad de la Concepción de la Madre Santísima de la Luz. Las religiosas que llegaban eran diecisiete. Terminaban trece años de sufrimientos.

Las obras de reconstrucción, especia lmen te de la Iglesia, fueron len­tas, en a tención a la pobreza de la comunidad. El monarca español no se decidió a colaborar en la edificación; pero las monjas penquistas obtuvie­ron una adopción rea l y el convento quedó elevado a la ca tegoría de Mo­nasterio Real con los honores de institución regia bajo la protección directa del soberano y con exención jurisdiccional en lo civi l y derecho a usar las insignias y títulos reales. En la portada de la casa se insta ló el Escudo Impe­rial. Los privilegios les fueron comunicados por Ambrosio O 'Higgins, go­bernador de Chile y padre del futuro Libertador.

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7. EN TIERRA DE INDIOS

Una peregrinación en extremo molesta les tocó realizar a las trinita­rias a principios del s ig lo XIX. En 1818 se sobresa ltaron con la noticia del regreso al sur de una parte del ejército criollo en persecución de los venci­dos en Maipú. Durante la Patria Vieja, acusadas de "godas", habían sufrido distin tos males tares y humillaciones. Las tenían amenazadas con destruir e l monasterio, abocando un cañón en cada esquina de l mismo y les impe­dían cumplir con sus obligaciones a l transformar la casa en una verdadera sastrería militar.

El gobernador del obispado Joaquín Unzueta, realista, ced iendo a las insinuaciones del coronel español Sánchez, les pidió que abandonaran el monasterio has ta Valdivia y de all í se embarcasen para Lima en un bu­que que el militar proporcionaría.

En la esperanza que, terminada la guerra, podrían regresar a su casa, aceptaron la resolución y el 24 de septiembre de 1818 sa lieron acompaña­das de sus capellanes y escoltadas por las tropas peninsulares hacia Los Ángeles. Allí permanecieron has ta enero del año siguien te. Caminaron en­seguida a pie hasta Tucapel, venciendo grandes dificultades y no pudiendo ya proseguir la ruta, el ofi cial Sánchez las abandonó en la boca del río Lebu . Durante cua tro años permanecieron en un ga lpón en medio de crueles pri­vaciones, rodeadas de indígenas be li cosos y a limentándose de raíces sil­vestres. La embarcación prometida no llegó nunca.

En el des tierro varias religiosas murieron víctimas de fiebres . El gru­po no dejó de sufrir asaltos de los indios y de mon toneros chilenos disfra­zados de naturales. Cuando intentaron pasar a Valdivia fueron secuestra­das por los caciques de la zona. Los bandidos de Benavides también las martirizaron con su rapacidad. Mien tras tanto en Santiago, el Congreso sólo se in te resaba por es tudiar el procedimiento más conveniente para confis­car los bienes abandonados en la huida .

Con todo, el intendente penquista, Ramón Freire, estaba sinceramente preocupado de la suerte de las monjas. El 14 de diciembre de 1822 el capi-

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tán Picarte, al mando de 200 soldados y con instrucciones secretas de Frei­re, logró rescatar a las sobrevivientes. Conducidas a Concepción, llegaron a casas particulares, pues el monasterio estaba transformado en cuartel mili­tar. El 11 de mayo del siguiente año pudieron ingresar a la clausura.

En la detallada relación que de este accidentado viaje hace la trinita­ria Juana María de San José, narra así el ansiado momento de la incorpora­ción a la vida conventual:

Llegamos a nues tro Monasterio con tan indecible ale­gría, que sólo wando lleguemos al cielo, por la bon­dad de Dios, tendremos mayor gusto.

Pero los problemas no querían acabar. De hecho la comunidad esta­ba fuera de la ley y sus bienes confiscados por supuesta complicidad con el enemigo. Nuevamente el general Freire salió en defensa de las pobres mu­jeres. El diputado penquista Agustín Vial Santelices presentó, a insinua­ción del intendente, una moción para que las Trinitarias fueran restituidas en sus derechos. La Cámara, el 29 de diciembre de 1823, ordenó la devolu­ción, pues consideró que las monjas habían seguido a los realistas a mar­chas violentas.

8. AL SERVICIO DE LA SOCIEDAD

Las Trinitarias, además de orar y sacrificarse por los habitantes de Concepción, ganándose así el reconocimiento de la ciudadanía, han sabi­do, desde la Colonia, prestar importantes servicios socia les, sin entorpecer jamás por ello el ritmo silencioso de la clausura monástica.

En tiempos de la dominación española, la Casa de Recogimiento y después e l monasterio ayudó a fortalecer la economía de la zona y actuó casi como un Banco Hipotecario. Por aquel entonces no existían estas insti-

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tuciones mercantiles y sí mucha escasez de circulante. Las religiosas po­d ían facilita r los dineros de las d otes y de esa manera contribuir a l p rogre­so fab ril, comercia l y agrícola de las p rovincias austra les. No se piense que ello contribuía al enriquecimiento de la comunidad religiosa; simplemente e ran ga rantes y palabra moral respe tada. Por el contrario, los capellanes debieron, en muchas ocasiones, pedir limosna.

Y, s in embargo, estando en situación tan preca ria, las Trin itarias pen­q uistas volv ie ron a ofrecer un significativo auxilio socia l a la región . Ellas fundaron la primera Escuela Primaria de Niñas que hubo en la ciudad des­pués de la revolución de la Independencia .

Ap robado el reglam ento escolar el 20 de septiembre de 1823, comen­zó de inmedia to a funcionar el centro de ins trucción, donde las alumnas aprendían a leer, a escribir, a numerar y a coser. Ten ían , además, clases de Educación Cívica y de Doctrina Cris tiana. Para esto último em pleaban el Ca tec ism o de Aste te y el Compendio de Ponget, que por aquel entonces cons tituían los tra tad os más completos en la m a teria; usados has ta bien entrado el actual siglo.

9. EL TERREMOTO DE 1939

El m onas terio supo preservar, en med io d e las innumerables con­tingencias derivadas de las pasiones de los hombres y los camb ios d e la na tura leza su vigoroso estilo de vida consagrad a. Prueba d e ello son las numerosas re ligiosas que murieron con fama d e santidad. En el ja rdín de la contem plación tr initaria es posible m encionar a la s ie rva d e Dios, Mar­tina de la Santís ima Trinidad , y a la re lig iosa muerta a inicios de esta cen­turia, sor Dolores d e San Rafael. En el a rch ivo de l m onas ter io se conserva una relación de la vida ejempla r de la p r imera y los Escritos Mís ticos de la segunda .

La exis tencia de las m onjas p rosig uió normalmente en los edificios

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que ocupaban una manzana en p leno cen tro de la ciudad. Desde allí cada año se celebraba con gran recogimiento la Procesión del Voto y la Señora del Boldo vo lvía a escuchar las an tiguas coplas penquistas:

iFe li z el que implora! En todo humano duelo encontrara consuelo.

Feliz e l infe liz más afl ig id o por Ell a consolado cuando llora.

El sism o de 1939 volvió a marca r un doloroso hito en la vida citadin a de Concepción. El convento quedó parcialmente destruido y el arzobispo Alfredo Silva Santiago se dio a la tarea de buscar un emplazamiento más adecuado que encontró en el sec tor Pedro de Valdivia. Allí pudieron trasla­d arse en 1941. La dedicación de la Ig les ia se rea lizó el 3 de febrero de 1949. Finalmente, en 1965 siendo ministra sor María Jesús Erquiaga se practica­ron las últimas obras de remodelación.

La Iglesia guardó varias reliquias his tóricas apreciables. Además de la imagen de N ues tra Señora del Rosario, conocida popularmente como la Virgen del Boldo y que se encuen tra en el Altar Mayor, conser vó un Cristo agónico que los jesuitas confia ron al monasterio cuando se produjo la ex­pulsión de la Compañía; una obra quiteña de l s iglo XVIII que reproduce la Asunción de María y dos tallas coloniales muy herm osas de una María N iña y un Jesús Infan te, actualmente todas en Penco.

10. DE REGRESO A PENCO

Con el paso de los años, el barrio Pedro de Valdivia se pobló densa­mente y las religiosas comenzaron a pensar en un emplazamiento más ade­cuado y silencioso. Es te deseo encontró eco en la dama Em a StDwhas Kar­g us, quien junto a sus sobrinos Campos StDwhas donaron a la comunidad

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Trini ta ria, en agos to de 1991, un predio en el sec tor de Bell avista Sur, al ing reso de la ciudad de Penco.

Al año s iguiente e l arzobispo Moreno ordenó los estud ios de la tras­lación y ap robó la venta de la propiedad de Avda. Sanhueza 55, en Concep­ción.

En abril de 1993 el sacerdote Jesús Ba lmaceda, párroco de la Sagrada Fa milia, ofreció a las Trinitarias un departamen to provisorio en donde es­perarían el té rmino de la nueva obra. El I de jun io de ese año, hacia las 18:00 horas, las monjas abandonaron el empobrecido monas terio de Pedro de Valdivia, ya comple tamente vacío, y en medio de la lluvia ll egaron a la Parroq uia Sagrada Famil ia que las recibió con toda so lemnidad a repique de ca mpanas y fi eles con cirios encendidos. Llegaban a la estrecha casa la prio ra Ascensión de la Santísima Trinidad y nueve desca lzas, dispues tas a guardar clausura y a desarrollar la habitual vida recoleta con sus gozos y a legrías. En esa parroquia penquista moriría sor Carmen del Corazón de Jesús y celebraría sus Bodas de Oro so r Margarita del Corazón de Jesús, nacid a en Rere en 1919, entre ca torce hermanos, de los cuales cua tro abra­zaron la vida sacerdo tal y religiosa.

y el surco abandonado por la Hna. Carmen sería nuevamente culti­vado por sor Teresa de N. S. del Remedio, el d ía de la emisión de sus votos perpetuos, en e l presbiterio de la iglesia parroqu ia l. el17 de diciembre de 1993.

En el mes de julio de 1994 la Em presa Constructo ra Herwin Lagies, según diseño arquitec tónico de los profes ionales Cris tián Pardo, Ra úl Espi­noza, Manuel Geraldo y Alejand ro Cerda, dio inicio a las obras del nuevo monas terio, que supuso 2.042 metros cuad rados . Cuenta con 28 habitacio­nes, un magnífico pa tio colonial. dos cocinas, lavaderos y a lmacenes, dos departamentos pri vados para un pos ible capellán y un síndico, salas de conferencias, locutorios, una hermosa y amplia capilla y un arco con dos campanas.

La p rimera piedra fue bendec id a por monseñor Antonio Moreno Casam i~ana el 26 de septiembre de 1994. Ubicada bajo el altar mayor con­tiene un tubo de bronce que guarda un perga mino con el tex to siguiente:

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11. PIEDRA FUNDACIONAL DEL MONASTERIO DE MONJA$ TRINITARIAS DESCALZAS DE LA NATIVIDAD DE MARIA Y DEL SEÑOR SAN JOSÉ

EI1 el afio del Se /lar de 1994, A ño Il1 temaciol1al de la Familia, a 26 días del mes de septiembre, a los 258 años de la erecciól1 canól1ica del Mona sterio, el1 1736, siendo SUll10 POl1tífice Juan Pablo 11, Arzobispo de la Sa ntísima Con cepción, Mon seHor Al1tonio Morel1o Casamitjana, Obispo Auxiliar, Mon se/l0r Felipe Bacarreza Rodríguez, Pres idente de la República S. E. Eduardo Frei Ru iz-Ta­gle, Intendente de la Región del Bío-Bío, Sr. Martín Z ilic, Alcalde de Penco, Sr. Ramón Fuentealba Hemández, Ad­ministrador Parroquial, R. P. Pedro Arregui y Priora de las Monja s Tril1itarias Sor Ascensiól1 de la Stma. Trini­dad, con la asistel1 cia de clero , autoridades y pueblo, in­Docándose el nombre de Dios Uno y Trino, procedió el Sr. Arzobispo a bendecir la Primera Piedra del Mona sterio de religiosas trinitarias que se levanta el1 es te mismo lugar de la ciudad de Penco, para mayor gloria de la Trinidad indivisa, consuelo de la Igles ia y servicio a la entera co­munidad.

El documento tes timonial está firmado, entre otros, por el arzobis­po Moreno Casamitjana, la priora Ascensión de la S. Trinidad, el deán de la 1. Ca tedral Mons. René Inos troza, el Administrador de Bienes Pbdo. Pedro Tapia, el adminis trador parroquial P. Pedro Arregui, el vicario de los Trinitarios Guillermo Merelo, el P. Juan Ma rtínez y e l P. Beni to Actis, religiosos trinitarios, la esposa del alcald e de Penco María Isabe l de Fuen­tealba, la bienhechora Ema Stówhas y e l ma yor de Carabineros Enrique del C. Pérez Navarra, comisario de Penco.

La instalación definitiva de las ocho trinitarias que regresaron a

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La Santísima Trinidad.

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Procesión en Homenaje a Nuestra Se/iora del Boldo por las calle de Penco, en cumplimiento del voto de la Virgen y que s1 realiza todos los años . el 8 de septiembre, desde el siglo XVI. • •

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Penco se realizó el1 de julio de 1995, en medio de la alegría del vecinda­rio pencón, ese día se bendijo el monasterio y se dedicó el templo. Desde el claustro se divisa ahora el ancho océano y también la suave loma que donara el extremeño capitán Valdivia , donde aún, pasados los siglos, se conserva la memoria histórica y los renuevos del Boldo de la Virgen. Todo vuelve a hablar de inmensidad, de infinito divino, de florecimiento de la vida contemplativa que en el caso de las trinitarias es participación en la comunidad de vida ardiente y bienaventurada del Dios Uno y Trino. Des­pués de 230 años las desca lzas regresaban junto al mar.

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Trinitarias de Lima, Perú.

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Segunda Parte

Las Raíces Lejanas

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Madre Ascensión, el día de la Bendición de la primera piedra del Monasterio de Penco.

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1. LA FAMILIA TRINITARIA

En el siglo XII, época en que florecían los mercados d e esclavos, Dios suscitó a Félix de Va lois y a Juan de Mata para que fund aran una orden religiosa que tuviera por fin redimir a los cautivos que vivían en la mayor ignominia y humillación.

Después de vivir en soledad y oración en los bosques de Meaux, en Fra ncia, comunicaron sus proyectos al obispo y al romano Pontífice. Ino­cencio III aprobó la inicia tiva en el año 1198.

La Orden Trinitaria, como todas las nacidas en aquellos tiempos, tuvo una rama femenina y una Tercera Orden para laicos, entre los cuales es posible destacar a San Luis, Rey d e Francia y a María Taigi, esposa y madre ejemplar.

Con el correr de los años, un hombre de Dios, San Juan Bautista d e la Concepción, restauró la antigua Orden, llevando a cabo su reforma e im­plantó la primi ti va observancia.

El Instituto se propuso como misión revelar a Dios como amor, liber­tad y compromiso con los más pequeños. Glorificarlo entre los margina­dos, siendo su alabanza, adoración y acción de gracias. Y redimir al cau ti ­vo, enseñando a los hombres a ser hermanos e hijos del mismo Padre celes­tia l.

2. ÁRBOL QUE FLORECIÓ EN MADRID, LIMA Y CONCEPCIÓN

La inspiración d e Juan, que aún es vál ida ya que en nuestra sociedad por doquier se multiplican las cad enas que es necesario romper y las cárce­les que demoler, sed ujo a las hermanas de la ermita y las inclinó a escoger la espiritualidad de la familia trinitaria.

En Madrid, a principios del siglo XVII, se había fu nd ado un conven-

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to femenino con la regla Trinitaria, cuyas constituciones fueron aprobadas por el Papa Urbano II e l22 de agosto de 1624. De la casa de Madrid salieron las normas gue sirvieron para fundar el Monasterio de Lima en 1682. Los inicios de esta comunidad son muy semejantes a los del convento p enquis­tao También se inició como un beaterio en el hogar de Ana de Robles, viuda del capitán Bedia. El obispo de la Ciudad d e los Reyes, el trinitario Almo­guera, indujo a la viuda a que fundara un monasterio. El mismo solicitó al monarca la licencia que obtuvo en 1677. Su sucesor, el prelado Liñán y Cis­neros, realizó la erección canónica con las reglas enviadas por el convento madrileño. La casa chilena nació con la llegada de trinitarias de Lima y se transformó en la tercera que tiene el Instituto de Madrid en el mundo.

Hay, pues, entre las tres comunidades, un particular parentesco es­piritual y fundacional.

3. AMAR Y DEJARSE AMAR

Son las trinitarias, religiosas de vida contemplativa, dedicadas a la propia santificación, en casas de estricta clausura papal y con un régimen de vida en que son principales medios de aprovechamiento espiritual el trabajo manual, la oración frecuente y la vida abnegada.

La absoluta y total separación del mundo en que las religiosas pasan su existencia contribuye poderosamente a crear en la comunidad el espíri­tu de alegre desprendimiento de los propios gustos, a dignificar la perso­nalidad que tiende más fácilmente a Dios por medio de la oración contem­plativa, amando y dejándose amar por el Señor que, por medio de la Escri­tura, les dice:

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Llevaré a mi esposa a la soledad y ahí le hablaré al corazón

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Si bien las religiosas de clausura se encierran en los muros de su monasterio, la comunidad no corta relaciones con la rea lidad , antes por el contrario, v ive en contacto con los hermanos, creando una activa comuni­cación que se traduce en beneficios de todo género y de subida entidad para la Iglesia. La caridad mutua desempeña el principal papel en el tra to entre la sociedad y la familia trinitaria recoleta.

A la v id a de oración asidua se añade el trabajo manua l en las diver­sas tareas domés ticas y de apostolado litúrgico. Es una vocación exigen te. Las mismas trinitarias se expresan así:

Nuestra actuación en el mundo nunca ha sido comprendida del todo: es una vocación que viene de Dios y que por basarse en la fe y no en obras exterio­res no es muchas veces aceptada. Su desenvolvimien­to es interior y sus frutos son internos. Sintiéndonos Iglesia, el momento por el cual atravesamos podría­mos considerarlo como de purificación. Para noso­tras el valor que tienen los santos votos es darnos cuenta que nos ayudan para desprendernos de los valores humanos transitorios y nos introducen en los espirituales de la vida verdadera . Nos compromete­mos a cambiar la vida temporal por la eterna y es ­peramos de la gracia de Dios que, por la plegaria y el sacrificio, muchos obtengan su salvación, fin úl­timo y verdadero del hombre.

A esta modalidad de vida, el Concilio Vaticano Il, en su Decreto Per­fectae Caritatis, ofrece todo su aliento y recomienda que se conserve "fiel­mente y brille más y más cada día en su genuino espíritu".

Con una vida de virginal castidad, pobreza asumida con amor y fe­cunda obediencia, contribuyen eficazmente a que el plan salvífico d e Dios se dila te misteriosamente en beneficio de todos los hombres que caminan por la his toria .

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Reto/ios del Boldo histórico en la ciudad de Penco.

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Tercera Parte

Oraciones y tradiciones Virgen del Boldo

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Histórica imagen de Nuestra Señora del Boldo o Virgen de la Natividad, siglo XVI.

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EL BOLDO DE LA VIRGEN (Tradición Pe nquis ta)

Allá detrás de la primer colina que a la diestra de Penco se levanta, la majestuosa ruina de una negra mura lla al olvido y al tiempo desafía y al tiempo y al olvido ha puesto valla.

En Penco las murallas españolas se ríen de los siglos y los siglos y las olas.

Un tiempo fue convento aquel montón de ruinas solitarias; las monjas trinitarias allí con tierno acento elevaban al cielo sus plegarias porque doblara al signo del cristiano su cerviz indomable el araucano ¡Oh asi lo venturoso' En él las santas monja s, apartadas del mund o y sus lisonjas, abrían en las tardes estivales al dorado Esposo el pecho candoroso, desbordante en efectos celestiales.

Yen el cerrado huerto, en grupos desiguales los árboles frutales, parecía también que a Dios oraban

con fervoroso anhelo extend iendo sus ramas hacia el cielo

Las golondrinas mansas y confiadas custodiaban sus nidos, del convento en el tendido alero colocadas como flores llevadas por el viento.

y de hora en hora, una campana triste, como la voz de un niño, plañidera, ya parece que canta, ya que llora, ya que ríe, que ruega o se resiste.

Un hilo de agua por el huerto cruza alegre y placentero, rumoreando entre la yerba fresca ; y el toronjil, la menta y el romero, y el acre olor de la inundada vega, todo el ambiente de frescura anega.

Hacia el lado más alto, un boldo antiguo su nudoso tronco enrosca y trenza y el ramaje extiende que hasta los cielos sube como sube del mas la parda nube. Verde corona de apretadas hojas ciñe su frente altiva y, junto al agua viva, aquel árbol gigante y majestuoso

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parece que medita hondo misterio, encerrado en el santo monasterio.

II Una tarde de invierno borrascosa, la puerta del convento batida por el invierno, atrajo a una novicia hasta aquel sitio a punto que pasaba, con ceño amenazante, adusto y duro, un cacique araucano que soñaba de tiempo atrás en esca lar el muro de aquella casa santa jamás hollada de araucano planta.

El velo que ocultaba a la novicia, el misterio, lo ignoto, lo invisible de aquella niña al cielo reservada, la veste que la envuelve y acaricia y su forma graciosa, indefinible, tras del hábito apenas dibujada, subyugaron al punto al araucano que juró con siniestro juramento penetrar algún día en el convento.

III ¡Oh Amor que nunca yerras ' que prendes en el pecho del salvaje lo mismo que en el alma del cristiano; por ti , las crudas guerras; por ti, el violento ultraje

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de la virtud y del honor. ¿Tu fuego devora cuanto toca y así hiendes la roca como penetras en las almas luego! ¿Oh Amor, que nunca yerra! ¿ quién, quién ante tu trono, no ha inclinado su frente hasta tierra?

IV La puerta del convento cerró de golpe la novicia inquieta, oprimiendo con brusco movimiento una enorme alcayata que sujeta con aldabón de hierro, cual si jamás la puerta hubiera de volver a ser abierta.

V Pasaron meses .. Y cruzando el cerro va un joven español que vacilante avanza al monasterio, paso a paso, llevando en su semblante palidez de temor, de miedo acaso.

Va a hablar con la abadesa del convento. Oigámosle en la obscura portería: - "Hermana, ya presiento que está cercano el día del asalto más rudo y violento que habremos de sufrir del araucano. - Sí, yo también lo creo muy cercano,

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la monja respondió con triste acento. - Buscad entonces un luga r seguro pues, si somos sitiados en el fuerte, quedáis vosotras sin humano amparo, en brazos de la suerte. -¿ y que mejor defensa que este muro? "Y qué teme quien no teme a la muerte? - Hermana desconfiad porque el asalto, según dato que tengo por muy cierto, será a la vez al puerto ya la ciudad en tres diversos puntos. -No pelearéis entonces todos juntos; al paso que nosotras en el huerto, juntas al pie del BOLDO DE LA VIRGEN, invocando a quien tiene a Dios consigo, pod remos rechazar al enemigo. -Hermana, me parece caso extraño que dobléis ante un boldo la rodilla teniendo en vuestro claustro una capilla. - ¿Que decís? ¿No sabéis queel viejo Boldo, plantado en la mitad de vuestro huerto, tiene en su raro tronco una glorieta, donde la imagen de la Virgen santa de las ramas del árbol se sujeta? ¿No sabéis que en este árbol bendecido posó la Virgen su nevada planta? - No ¿ Y cuándo tal milagro ha sucedido? -Cada vez que en milagro hemos estado. - Me rindo a vuestra fe; mas no confiado podré alejarme de este sitio, hermana; porque pudiera acontecer mañana que oyéramos de nuevo el chivateo de los huincas que manda Catrileo .. . "

Muy abatido y con temor profundo se retiró el mancebo castellano, y la monja partió a reza r tranquila por la ardua conversión del araucano ...

VI iQué hermoso amaneció el siguiente día! El mar se sonreía el viento suspiraba y el cristalino estero resbalaba su linfa transparente entre los guijarros muellemente.

Las mariposas con incierto vuelo de flor en flor pasaban; en la playa blanqueaban en sábanas de plata por el suelo temblorosos los peces que expiraban y mil gaviotas blancas que graznaban.

Se sen tía zumbones aquí y allá los pardos moscardones, y en las tapias, por entre las rendijas con ansiedad sacaban en silencio su cuello de metal las lagartijas.

Su frente pudorosa como la virgen pura la fresca y blanca rosa entre las rejas del jardin asoma, que esconde en pobre claustro su hermosura y exhala en él su delicado aroma.

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Con andar perezoso, roncos gansos en bandadas las ca lles recorrían, y del estero al margen se veían ágiles chivos, corderillos mansos ¡Toda inocencia y libertad respira! y la naturaleza que reposa y bullidor enjambre de palomas ...

¡Oh tierno idilio de color de rosa' Parece que suspira, Presintiendo en la calma de ese instante La horrenda tempestad amenazante.

¡Cuántas veces al ver, Na tu ra leza, a tu sublime calma tus simas sin color O tu belleza, no cree el hombre que lo que hay en su alma fríamente lo copias en tu espejo del alma humana, pálido refl ejo!

¡Cuántas veces la luna, el firmamento, el torvo mar y el vendaval deshecho no alcanzan a imitar del pensamiento la majestad divina, y todo es frágil, deleznable, estrecho, comparado al volcán de nuestro pecho!. .. Al ver la paz de tan hermoso d ía Las monjas trinitarias Elevaban ca ntando sus plegarias y todo respiraba en el convento Santidad, oración, recogimiento.

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y el fiero corazón del araucano cruel corazón, mas corazón humano, Ma ldecía entre tanto aquella calma, Con todo el fuego que abrasaba su alma.

VII Cierra la noche .. Una llovizna lenta envuelve las colinas ... la gasa de neblinas de pronto se acrecienta, tórnase luego impenetrable manto y la lluvia violenta y el trueno que revienta y el rayo y el relámpago - de espanto inunda la ciudad en la tormenta.

VIII Y. ¡Qué sucede! ... -Cuán horrenda grita Se siente junto al fuerte! ¡Aquí! De los valientes españoles! con presteza inaudita parece que al llamado de la suerte corrieran; no a la muerte sino buscar en premio algún tesoro más codiciado que el amor y el oro ¡Cuál luchan con esfuerzo sobrehumano! retumba la pesada artillería infundiendo furor al araucano. al indio que repecha, armado de su lanza y de su flecha, opone blanca espada el castellano;

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que entre golpes mortales, la mirada serena, firme la planta en la sangrienta arena, resiste entre la sombra al enemigo, o las pesadas armas esgrimiendo con rapidez inmensa, va por la sombra densa, paso a la muerte con la espada abriendo.

Con va lor indomable el araucano, saltando como el tigre o la pantera, donde su vista alcanza allí clava la lanza y, como nada teme y mucho espera ni cede, ni desmaya, ni sabe que huir, ni desespera.

¡Oh araucano valor! ¡Sangre araucana' ¿Quién te podrá domar, ni quién te abate? ¿Quién tu bravura domará mañana, si no pudieron siglos de combate?

IX Tremendo fue el asa lto; más cuando allá del cerro en lo más alto aparecieron luces incend iarias, retrocedió la indiada, mirando entre las sombras funerarias de la noche callada, la casas de las monjas trinitarias de !lamas coronada.

En ese instante mismo el pueblo entero, por las calles de Penco desoladas y a la derecha margen del estero, corría hacia el convento trinitario, -precioso relicario por la piedad del pueblo consagrado como templo y hoga r, claustro y santuario.

Al verlo de las llamas abrasado la multitud lloraba, cual si viera su propio hogar del fu ego devorado ...

iCómo ama el pueblo mío sus conventos! o los toquéis, no hiráis sus sentimientos!

y bendiga el Señor esas colmenas de maravillas llenas donde hace Dios de su poder alarde, donde se eleva a Dios mañana y tarde de gratitud y amor himno fecundo' De all í la cera que ni los templos arde!. ..

X En su gente confiado un cacique altanero y animoso con ca utelosa astucia había trazado aquel golpe insidioso, prometiendo a su ejército invencible como presa, las vírgenes del claustro, de ojos de fuego y cuerpo de alabastro.

Yen tanto una partida ataca al fuerte, al grito de venganza y guerra a muerte,

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otra llega hasta el muro del convento, como alud impelido por el viento. iQué confusión! iQué extraña gri tería! ¿Cuánto del indio el corazón se alegra? Como reptiles suben a millares Por la muralla negra, Estampando en la roca los rasguños! ¿Cuántos se muerden con furor los puños con que han golpeado el murallón de piedra al dar inmenso salto sin toca rlo siquiera en lo más alto! ¿Era en vano el esfuerzo y la arrogancia y el fantástico brío de aquella borda? el muro no cedía. ninguno conseguía penetrar en la estancia cuya inocente y celestial fragancia acaso a perfumar no llegaría como el día anterior, al nuevo día.

Cuando los indios despechados vieron cuán imposible fuera forzar la entrada a aquella casa santa, confiaron a las llamas de una hoguera lo que no pudo hacer su rabia fiera yen un instante por el alto muro, serpientes invasoras, las llamas trepadoras como guiadas por el humo obscuro, subieron a la cumbre, tiñendo el cielo de sangrienta lumbre.

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XI ¿Qué hacían entre tanto las santas monjas de aquel claustro santo? Oraban junto al boldo de la virgen, yen su mortal quebranto ver esperaban que la virgen misma bajara a protegerlas con su manto.

De súbito, una luz el boldo baña de claridad extraña: invisible aleteo se escucha en torno al claro centello, y al compás de suavísima armonía, resuena el dulce nombre de María. envuelta en tul de rayos de la Luna, se ve brillar la celeste señora, visión encantadora, poder, riqueza, honor, gloria y fortuna del alma que la adora. ifeliz el que la implora ' en todo humano duelo encontrará consuelo! ¿Feliz el infeliz más afligido por ella consolado cuando llora'

Apenas la visión bajó hacia el boldo se estremeció el follaje, al dulce peso se enclinó el ramaje y, formando después gracioso toldo, pareció acariciar a la hermosura que tornó en día aquella noche obscura, el incendio cesó en el mismo instante la visión fulgurante

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desapareció ... la indiada, Perseguida de humo y la ceniza, Retrocedió impelida por el viento, Como llevada de huracán violento La hoja otoñal se arrastra o se desliza Por la seca llanura que tapiza.

y cuando el pueblo penetró al convento y en él no halló a sus santas moradas que formaban la miel de esa colmena, por muertas las lloró con honda pena, o imaginó la gente que cautivas fueran, en manos de los indios, vivas.

XII ¡Mas no'- De pronto se sintió en el huerto el canto de las vírgenes, en torno al viejo boldo' Las notas temblorosas, Por la emoción sublime entrecortadas, Como blancas bandadas De inquietas mariposas, Cruzaban el ambiente y hasta el cielo subían blandamente.

El pueblo de rodilla con ternura infantil siguió aquel canto cuyo perfume santo hizo brillar de nuevo las estrellas y aparecer la Luna en medio de ellas.

El boldo de la Virgen en místico tributo a la reina de todos los amores, desde entonces jamás ha dado fruto, mas siempre en primavera tiene flores.

Esta es la historia, tradición o cuento, adherido a las ruinas del convento y al Boldo de la Virgen. la popular leyenda porque mejor del tiempo se defienda, ¡Oh pobre verso mío con paternal amor, te la confío'

Recopi/ada por MOI's. Reina/do MU/loz O/ave.

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Las Trilútarias en labores artesanales CO /l las que mantienen la vida de la comunidad religiosa.

Las actllales Monjas

Trinitarias en el coro rezando

vísperas.

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ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO, CONOCIDA TAMBIÉN COMO VIRGEN DE LA NATIVIDAD,

DEL MILAGRO Y DEL BOLDO

"Santa Vi rgen María del Boldo, que

has mostrado tu amor y p rotección a

tus hijos, te alabarnos porque eres la

Madre del Salvador; te agradecernos

la constante asistencia a las

necesidades de la Ig lesia y del

Pueblo que te invoca, y ponernos a

tus p ies nuestros p rop ósitos de mejor

vida cris tiana .

Pedirnos tu auxilio maternal para el

Papa, nuestros obispos, pastores y

todo el pueblo fiel, a fin de que, así

corno un día hiciste huir a los

guerreros mapuches que destruían la

ciudad de Concep ción, nos ayudes

hoya rechazar la injusticia, la

men ti ra, el hambre y el odio, y

contigo construyamos para tu Hijo

Jesús, un p ueblo de paz, felic idad,

fra ternidad y amor. Amén.

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Interiores de la Iglesia Conventual de las Trinitarias de Penco.

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Cuarta Parte

Bibliografía

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Ali aga, F: La Iglesia en Chile. COlltexto histórico. Santiago, 1986.

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Vicuña Mackenna, Benjamín: "La guerra a muerte" Ed. Francisco de Aguirre, Buenos Aires, 1972.

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16, PORTEZUELO: RAÍCES DEL CANTO

Roque González

17, CABRERO: APROXIMACIÓN HISTÓRICA

Tilo Figueroa

18,ORBITA DE ENRIQUE SORO

Ignacio Aliaga

19, MUSEO ARAUCANO DE CAÑETE

Fernando Brousse

20,ClAVES FORESTALES

FemandoLeniz

21 INFRAESTRUCTURA Y DESARROLLO

Ricardo Lagos

22, BREVE HISTORIA DE CHILLÁN

Marco Aurelio Reyes

23,ORBITA DE FRANCISCO CONTRERAS

Luis Contreras

24, BREVE HISTORIA DE QUIRIHUE

FabiánlrribarraC

25, EL LICEO NARCISO TONDREAU DE

CHILLÁN

Sergio Gana

26 EL LICEO DE NIÑAS MARTA BRUNET DE CHlllÁN

EnaFerrada

27, HACIENDA ZEMITA VIRGUIN

Marcial Pedrero Leal

28, BREVE HISTORIA DE CURANllAHUE

Ornar Mella

29, TODO PENCO

Marcos Valdés López

30, LAS MONJAS TRINITARIAS

Ángel Palomera Navarro

31.ALONSO DE RIBERA, GOBERNADOR DE CHILE

Fernando Campos Harriel

32,ORBITA DE WALTERIO MILLAR

CarlosR,lbacache

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CUADERNOS DEL destinados al gra n púb lico lecimiento de la identidad

Se incluyen textos sobre bien te, economía, sociedad, dad para el s is tema escolar, interesados en conocer una de una pujante vida producti

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ito de contribuir al forta -

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