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Guillemette Martin Doctora en Historia por el Instituto de Altos Estudios de América Latina (Universidad Sorbonne Nouvelle-Paris 3). Investigadora asociada del Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos (CEMCA). Actualmente realiza un proyecto sobre los poderes regionales peruanos y mexicanos en la década de 1920. Resumen Derivado de un estudio doctoral comparativo entre los contextos nacionales de México y de Perú a finales del siglo XIX-inicios del XX, el artículo propone un análisis de la recepción y de los impactos de la revolución mexicana en el Perú, con el objetivo de dar a entender la influencia de este acontecimiento en varias esca- las, regional, nacional y continental. En esta perspectiva, el estudio hace un análisis del dis- curso periodístico arequipeño sobre los aconte- cimientos mexicanos de los años 1910 y 1920. Se trata de mostrar cómo, en Arequipa, ciudad famosa por su histórico afán de autonomía y el dinamismo intelectual de sus elites, la revolu- ción mexicana fue utilizada como argumento para pensar nuevamente la nación peruana, y el lugar de las provincias en el proyecto nacional. Fecha de recepción: mayo de 2013 Fecha de aceptación: octubre de 2013 Palabras clave: Revolución mexicana; Perú; Arequipa; regionalismo; identidad regional; centralismo.

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Guillemette Martin

Doctora en Historia por el Instituto de Altos Estudios de América Latina (Universidad SorbonneNouvelle-Paris 3). Investigadora asociada del Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos(CEMCA). Actualmente realiza un proyecto sobre los poderes regionales peruanos y mexicanos enla década de 1920.

Resumen

Derivado de un estudio doctoral comparativoentre los contextos nacionales de México y dePerú a finales del siglo XIX-inicios del XX, elartículo propone un análisis de la recepción yde los impactos de la revolución mexicana enel Perú, con el objetivo de dar a entender lainfluencia de este acontecimiento en varias esca-las, regional, nacional y continental. En estaperspectiva, el estudio hace un análisis del dis-

curso periodístico arequipeño sobre los aconte-cimientos mexicanos de los años 1910 y 1920.Se trata de mostrar cómo, en Arequipa, ciudadfamosa por su histórico afán de autonomía y eldinamismo intelectual de sus elites, la revolu-ción mexicana fue utilizada como argumentopara pensar nuevamente la nación peruana, y ellugar de las provincias en el proyecto nacional.

Fecha de recepción:mayo de 2013

Fecha de aceptación:octubre de 2013

Palabras clave:Revolución mexicana; Perú; Arequipa; regionalismo; identidad regional; centralismo.

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Doctorate in History from the Institute of Higher Studies on Latin America (Sorbonne NouvelleUniversity-Paris 3). She is an Associate Researcher at the (CEMCA). She is currently engaged in aproject on the regional Peruvian and Mexican powers in the 1920s.

Abstract

The result of a doctoral comparative study ofthe national contexts of Mexico and Peru inlate 19th century and early 20th century, thearticle proposes an analysis of the reception andimpacts of the Mexican Revolution in Peru, toexplain the influence of this event at severallevels –regional, national and continental. Fromthis perspective, the study analyzes the jour-

nalistic discourse in Arequipa regarding theMexican events of the 1910s and 1920s. It seeksto demonstrate how in Arequipa, a cityrenowned for its historical struggle for auton-omy and intellectually dynamic elites, theMexican Revolution was used as an argumentto reconsider the Peruvian nation, and the placeof the provinces in the national project.

Final submission:May 2013

Acceptance:October 2013

Key words: Mexican revolution; Peru; Arequipa; regionalism; regional identity; centralism.

An Andean Interpretation of the MexicanRevolution, from the Periphery.

The Case of Arequipa, Peru (1910-1930)

Guillemette Martin

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Secuencia [97] núm. 90, septiembre-diciembre 2014

* El título del presente artículo es una referenciaal trabajo publicado en 1992 por el historiador Ri-cardo Melgar Bao en la revista Cuicuilco, bajo el títulode “Lecturas andinas de la revolución mexicana”.

1 Remitimos al lector al artículo citado anterior-mente, así como su trabajo más reciente sobre Hayade la Torre y su exilio a México.

Una lectura andina de la revolución mexicanadesde la periferia.

El caso de Arequipa, Perú (1910-1930)*

Guillemette Martin

No se nace en vano al pie de un volcán.

Jorge Polar (1958)

INTRODUCCIÓN

Las repercusiones tanto ideológicascomo políticas y diplomáticas de larevolución mexicana en los diferentes

países latinoamericanos estuvieron ausentesde los estudios históricos durante muchotiempo, se puede decir hasta los años 1990.En medio de este vacío historiográfico, lostrabajos publicados por Ricardo MelgarBao (1992 y 2005), principalmente sobrelos países andinos,1 y por Pablo Yankele-vich (1997), en un primer momento sobreArgentina y más tarde sobre América La-tina en general, constituyen una rupturaimportante. Editado en 2003 bajo el títuloLa revolución mexicana en América Latina.Intereses políticos e itinerarios intelectuales, es-te último estudio de Pablo Yankelevich

abrió no sólo una perspectiva sobre la recep-ción de la revolución por las elites intelec-tuales de Argentina, Colombia, Perú yCentroamérica, sino que ilustró la necesi-dad de ubicar la historia nacional mexi-cana dentro de una perspectiva continentalcomparativa, enfocada en el estudio de lascirculaciones (de ideas, de personas, etc.),para entender mejor sus procesos políticos,económicos y sociales internos.2

Nutrido por esta misma reflexiónsobre las diferentes modalidades y los pro-pósitos del comparatismo en torno a lahistoria nacional mexicana, el presenteestudio propone un análisis local de laslecturas que se hicieron de la revoluciónmexicana en el Perú, en los años de 1910a 1930, a partir del caso emblemático de Arequipa, la rebelde capital del Surandino. A diferencia de los trabajos deRicardo Melgar Bao (1992) y PabloYankelevich (2003), el presente artículono pretende alimentar el debate sobre lamanera en que los intelectuales peruanosse adueñaron de los ideales revoluciona-rios mexicanos para construir su propioactuar político. Propone más bien un cam-bio de enfoque hacia un espacio lejano, y

2 Sobre este importante juego de escala argumen-tado por el autor, véase la página 12 de su introducción.

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en cierta medida aislado de las redes inte-lectuales comúnmente estudiadas –Are-quipa–, para mostrar de qué manera lacapital mistiana,3 lejos de quedarse indife-rente frente a los sucesos mexicanos, desa-rrolló su propia lectura e interpretacióndel fenómeno revolucionario mexicano.

Historia cruzada y transferencias culturales:el debate en torno al comparatismo

Desde un punto de vista teórico y meto-dológico, y aunque ni Yankelevich (2003)ni Melgar Bao (1992) lo teorizaron demanera tan explícita en sus respectivosestudios, la perspectiva adoptada en sustrabajos se inscribe tanto dentro de la teo-ría de las “transferencias culturales”,4tal como fue discutida por ejemplo porCompagnon (2005, pp. 11-20),5 como en la teoría de la “historia cruzada”, defi-nida por Werner y Zimmermann (2003,pp. 5-36). Para estos dos últimos autores,la historia cruzada es el estudio de las

conexiones y de los intercambios entre doso más fenómenos, grupos sociales y/oacontecimientos, ubicados en zonas geo-gráficas diferenciadas.6 A la diferencia delmétodo utilizado en el estudio de las“transferencias culturales”, que dibuja unmovimiento cognitivo unilateral desde elespacio “emisor” hacia el espacio “recep-tor” del fenómeno cultural estudiado, lahistoria cruzada implica un ir y venir entrelos diferentes casos estudiados, en lamedida en que el objeto de estudio seconstruye a través de este desplazamientopor parte del investigador, de un caso alotro. Por lo tanto, el estudio de los inter-cambios entre los intelectuales latinoame-ricanos en el marco de la revolución mexi-cana tal como lo desarrolla Yankelevich(2003), por ejemplo, puede ser leído tantocomo una ilustración de transferencias cul-turales (la revolución mexicana comofuente de inspiración y hasta “modelo”para los intelectuales latinoamericanos),así como un excelente ejemplo de historiacruzada (los intelectuales mexicanos se ali-mentan también de la recepción por elresto del continente, de lo que están vi-viendo en México).

Comparatismo y cambio de escala: un retohistoriográfico7

Considerando las ventajas de la historiacruzada por encima de los métodos com-

3 El adjetivo “mistiano” está comúnmente utili-zado para referirse a la ciudad de Arequipa, fundadaal pie del volcán Misti.

4 El concepto de “transferencias culturales” apa-rece en las ciencias sociales francesas en los añosochenta, y corresponde tanto a un campo de investi-gación empírica como a una orientación metodo-lógica, dentro del campo más amplio de la historiacultural. El estudio de las “transferencias culturales”tiene como principal objetivo analizar las interaccio-nes entre las culturas y las sociedades en su dinámicahistórica, dando a entender los fenómenos de difusión,recepción, reinterpretación, etc., que las constituyen.Para una definición desglosada de este concepto his-toriográfico, véase Mesure, 2006.

5 En este artículo el autor discute la teoría de lastransferencias culturales, haciéndola dialogar con las teorías del comparatismo en historia.

6 Werner y Zimmermann (2003): “La historiacruzada pone en relación, muchas veces en el marconacional, las formaciones sociales, culturales y políti-cas de las cuales suponemos que tienen un contactoentre sí” [traducción de la autora] (p. 8).

7 El vínculo teórico y metodológico entre la his-toria comparada y el cambio de escala de lo nacional

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9 Entre muchos intelectuales vinculados a los círculos intelectuales limeños, cabe mencionar desdeahora a Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979),que fundó el APRA en México durante el proceso revo-lucionario, así como a José Carlos Mariátegui (1894-1930). Si bien no nacieron en la capital peruana, es ahídonde desarrollaron la mayoría de sus trabajos y redes,y por lo tanto son dos grandes figuras de la intelec-tualidad peruana de los años 1920-1930, quienescomentaron en varios de sus estudios la revoluciónmexicana.

10 También se podrían mencionar los periódicosliberales El Ají Verde, fundado en 1910, El Heraldo,fundado en 1917 y abiertamente regionalista, ElVolcán, fundado en 1911, etcétera.

11 Existen también otras publicaciones católicasen esta época, aunque de menor difusión que El Deber,como es el caso de La Colmena, fundada en 1923, o de

parativos en general, Werner y Zimmer-mann (2003, pp. 21-22) subrayan tam-bién la importancia del cambio de escalapara pensar los fenómenos estudiados. Poresta razón, su artículo representa una invi-tación al cambio de enfoque para superarla oposición clásica entre macro y micro,entre lo local, lo nacional y lo global, ypara pensar de manera dinámica las inte-racciones entre estos distintos niveles.

En el libro ya mencionado, Yankele-vich (2003) analiza principalmente larecepción de la revolución mexicana porlos círculos intelectuales capitalinos deAmérica Latina,8 con una perspectiva de cierta manera “centralizada” por lascapitales latinoamericanas, y que excluyede facto las provincias. De la misma mane-ra, y aunque con un enfoque geográficodistinto, Ricardo Melgar Bao (1992) de-sarrolla sus estudios desde lo que po-dríamos llamar un “centro desplazado”, alconsiderar las redes intelectuales limeñasexiliadas.

Considerando la ambiciosa propuestade Werner y Zimmermann (2003), esteartículo propone un cambio de enfoque, altrasladar el análisis de la recepción de larevolución mexicana desde la capital hastalas provincias, tomando como campo deobservación la ciudad de Arequipa, se-gunda ciudad del Perú y capital de unavasta región política y económica, el SurAndino.

Si bien se tendrá que tomar en cuentala recepción del acontecimiento mexicanopor los círculos intelectuales peruanos de

Lima,9 la presente propuesta es distinta alo que proponen Yankelevich (2003) yMelgar Bao (1992) en los estudios men-cionados. Respecto a lo teórico es relativa-mente sencilla: se basa en la idea de que elcambio de la capital hasta un ámbito localprovinciano es siempre fuente de una re-novación analítica, de una nueva perspec-tiva historiográfica (Revel, 1996).

La revolución mexicana y la prensa arequipeña: ruidos y silencios

Desde un punto de vista práctico, el pre-sente estudio propone un análisis empí-rico del discurso arequipeño sobre la revo-lución mexicana, a partir de una revisiónsistemática de la prensa local en su con-junto. Para los años 1910 y 1920, el pano-rama periodístico mistiano está dominadopor los órganos liberales, tales como ElAriete, fundado en 1901,10 y la prensa ca-tólica conservadora, representada por elperiódico El Deber, fundado en 1890.11

a lo regional fue explorado, por ejemplo, por el his-toriador Betancourt Mendieta (2008, pp. 94-117).

8 Véanse por ejemplo los capítulos sobre el inte-lectual colombiano José María Vargas Vila o sobre elporteño Manuel Ugarte.

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Estos dos sectores del periodismo arequi-peño polarizan la opinión local a lo largode las dos décadas que nos interesan, cris-talizando una fractura importante en lasociedad arequipeña de la época.12

Sin embargo, si bien el periodismo are-quipeño conoce un importante desarrolloen las tres primeras décadas del siglo XX,ofreciendo al historiador numerosas fuen-tes, la revolución mexicana aparece demanera muy episódica en sus páginas, al menos durante los diez primeros añosdel conflicto. En efecto, el impacto de larevolución mexicana en las provinciasperuanas, al igual que en muchas otrasprovincias latinoamericanas, fue muchomás limitado que en las capitales naciona-les, principalmente debido a una difusiónmás difícil de la información. Por lo tanto,el propósito del presente trabajo no serámedir de manera cuantitativa la difusiónde las ideas de la revolución en Arequipa,difusión de todas maneras muy limitada,sino analizar las diversas lecturas del acon-tecimiento por la prensa arequipeña paraevaluar su impacto real sobre la sociedadlocal. De esta manera, se intentará docu-mentar el desfase constante, tanto crono-lógico como ideológico, entre los sucesos

mexicanos de los años 1910 y 1920, y surecepción y comprensión por la ciudad surandina.

En Arequipa, estando bastante aisladade las redes informativas internacionalespara entonces, la recepción de un aconte-cimiento lejano a través de informacionesparciales y tardías se mezcla automática-mente con preocupaciones meramentelocales. Es allí, en este proceso local desíntesis entre las pocas informaciones lle-gadas de la revolución y los debates polí-ticos y sociales locales, donde se puederealmente entender de qué manera la revo-lución mexicana fue comprendida, lejosde los círculos intelectuales internaciona-les, y cómo sirvió de base para debatessociales y políticos que rebasaron por com-pleto el ámbito nacional mexicano.

AREQUIPA, “SEGUNDA CAPITAL” DEL PERÚ

Si bien la ciudad de Arequipa padece to-davía de cierto aislamiento dentro de lared de las grandes capitales (nacionales yprovincianas) latinoamericanas a iniciosdel siglo XX, confinada entre el océanoPacífico y la cordillera de los Andes, nodeja de ser sin embargo una ciudad degran importancia política y económica;para el Perú es su “segunda capital”. Másaún, Arequipa funge hasta bien entradoel siglo XX como una especie de “contra-peso” al poder centralizador limeño, re-presentante de la región Norte, cuandoArequipa cristaliza claramente los intere-ses económicos del Sur.13 La oposición

La Bolsa, fundada en 1880 y publicada hasta el año1914. Este último periódico es uno de los periódicosmás importantes de la ciudad de Arequipa, tanto porsu larga duración como por su amplia difusión den-tro de la sociedad mistiana. Es de tendencia católicamoderada.

12 La mayoría de estos periódicos estaba conser-vada, hasta el año 2011, en el fondo “Francisco Mos-tajo” de la Universidad Nacional San Agustín deArequipa, fondo ahora disperso dentro de la bibliote-ca de esta misma universidad. Algunos ejemplaresde El Ariete, La Bolsa y El Deber se encuentran tam-bién en la hemeroteca de la Biblioteca Nacional delPerú, en Lima.

13 El historiador estadunidense Gootenberg(1991) estudió y documentó en diferentes trabajosesta importante fractura entre dos sistemas económi-cos y políticos claramente diferenciados a partir de

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entre las dos ciudades es económica, perotambién política y cultural; la región are-quipeña es además un espacio políticoregionalista, en oposición constante conla capital del país y con la política cen-tralizadora de la oligarquía tradicionallimeña.

Arequipa, “la pistola que apunta al corazónde Lima”14

Ante cualquier análisis detallado del dis-curso arequipeño tal como se define y se desarrolla en las primeras décadas delsiglo XX, cabe recordar la trayectoria his-tórica tan peculiar de la capital mistiana,principalmente desde la independenciadel país en 1821.

Desde la independencia del Perú, y a lolargo del siglo XIX, la ciudad de Arequipaes considerada por los peruanos, sean lime-ños o provincianos, como una ciudad revo-

lucionaria en su esencia, una ciudad enconflicto permanente con la capital delpaís, y por lo tanto una ciudad que repre-senta a la vez una amenaza para la unidadnacional y el poder central limeño, y ciertoideal de autonomía política.

Esta fama se la ganó a través de repe-tidos levantamientos en contra del podercentral: los arequipeños tomaron las armasen contra de Lima más de siete veces desdela independencia y hasta los años 1850,15

ya sea para defender su visión de la reli-gión católica, o lo que consideraban la ver-dadera moralidad republicana. Si bienestos numerosos levantamientos ocurri-dos principalmente en la primera mitaddel siglo XIX dejan de definir el actuar po-lítico arequipeño después de la Guerra delPacífico (1879-1884),16 contribuyeron sinembargo a forjar la identidad local, entorno a este “carácter revolucionario”.

Claramente regionalista, esta caracte-rística identitaria local se ve alimentada, afinales del siglo XIX e inicios del XX, porlos mismos intelectuales arequipeños.Entre muchos ejemplos, cabe mencionarel opúsculo publicado en 1891 por el inte-

inicios del siglo XIX: por un lado el Norte de las gran-des haciendas azucareras y del guano, región organi-zada por la oligarquía limeña, y por el otro lado elSur, caracterizado por pequeñas propiedades agrícolas,producción lanera y explotación del salitre, hasta losaños 1880: “en el Perú postindependencia, la líneade ruptura fundamental en el conflicto regional erauna línea Norte-Sur, la del norte limeño contra lacosta arequipeña sureña. Las fuentes de diferencia-ción norte-sur eran muchas: legados institucionalescoloniales diferentes, la fuerza centrífuga de la bal-canización de los años 1820, formas contrastadas de penetración en el extranjero, el auge dicotómico delas cuencas económicas del Pacífico y del Atlánti-co, los patrones globales de desarrollo y declive re-gionales, visiones encontradas de la integración alPerú como nuevo país” [la traducción es de la autora](p. 2).

14 La expresión es del historiador peruano JorgeBasadre (1903-1980).

15 Estas sucesivas rebeldías del pueblo mistianocontra el poder central limeño fueron objeto de variosestudios por parte de los historiadores arequipeños,desde los testimonios dejados por el deán JuanGualberto Valdivia (1874), hasta el artículo publi-cado por Carpio Muñoz (1982).

16 El conflicto que opone Chile a Perú y Boliviaen estos años explica una postura mucho más nacio-nalista, patriota, y menos regionalista de Arequipa, almenos hasta inicios de los años 1930. Después delúltimo sublevamiento decimonónico de Arequipa,en 1854, se tiene que esperar casi ocho décadas paraque los arequipeños tomen nuevamente las armas encontra del poder central, durante la “revolución descen-tralista” de 1931, que derroca a Augusto B. Leguía,después de once años de dictadura (Renique, 1979).

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lectual mistiano Jorge Polar (1856-1932)que dibuja con lirismo y entusiasmo el“alma arequipeña”, revolucionario e inde-pendiente, resumido por esta afamadadeclaración: “no se nace en vano al pie deun volcán”. Orgullosos herederos del re-gionalista Jorge Polar (1891), los pe-riodistas arequipeños de los años 1910 y 1920 defienden también, aunque conmenos convicción quizá, esta identi-dad revolucionaria local, en un contextode profundos cambios políticos a escalalocal.

Arequipa en mutaciones: el conflicto entreliberales y conservadores

Al estallar la revolución mexicana, Are-quipa se encuentra en un estado políticoy social muy diferente al que caracterizó sutrayectoria a lo largo del siglo XIX. La gue-rra del Pacífico contra Chile, terminadaen 1884, deja la ciudad agotada y sobretodo humillada por una derrota despuésde la cual fue acusada de cobardía.17 Losarequipeños se empeñan para entonces enreintegrar la nación, haciendo a un ladolas tradicionales reivindicaciones localis-tas para adoptar un discurso más directa-mente nacionalista.

Sin embargo, desde los años 1900, elespíritu rebelde arequipeño, si bien dejóde expresarse con las armas, renace por lapluma de un grupo de intelectuales loca-

les, una nueva generación de liberalescaracterizados por su fuerte anticlerica-lismo18 y por su oposición al centralismopolítico y económico de la capital. Estegrupo de intelectuales liberales se con-vierte en el verdadero motor cultural ypolítico de la ciudad en las tres primerasdécadas del siglo XX, tanto por sus acti-vidades literarias como periodísticas. Enlos años 1900 y hasta finales de la déca-da de los veinte, los liberales fundan ungran número de periódicos, así comovarias revistas literarias que expresan tam-bién un afán de renovación intelectual alinterior de una sociedad todavía muy conservadora. Es el caso por ejemplo dela revista Minerva, fundada en 1904 por un grupo de jóvenes arequipeños,19

pero también de revistas más directamen-te políticas como Páginas Libres, órga-no de la “juventud radical”, fundado en1920.20

De manera general, estas publicacio-nes se abren paso con mucha dificultaden la capital mistiana, dentro de una socie-dad todavía regida por la jerarquía ecle-siástica, ligada a los sectores aristocráti-cos tradicionales de la sociedad. Loshistoriadores arequipeños supieron sin-tetizar con gran claridad este estrecho vínculo entre ambos sectores, que estruc-turan con rigidez la sociedad arequipeñahasta bien entrado el siglo XX:

17 Para una perspectiva sobre esta “leyenda negra”nacida a raíz de la guerra del Pacífico y según la cuallos soldados arequipeños hubieran huido del enfren-tamiento con el ejército chileno sin pelear, remitimosal lector al trabajo de Santos Mendoza (2003), asícomo al estudio coordinado por Carpio, Escudero,Linares, Málaga y Quiroz (1991).

18 El historiador arequipeño Héctor Ballón Loza-da considera esta generación de liberales de los años1900-1920 como la tercera generación, heredera delos ideales defendidos por sus mayores en el siglo XIX

(Ballón Lozada, 2009, p. 99).19 (10 de octubre de 1904). Por lo ideal. Minerva.

Arequipa.20 Páginas Libres publica su primer número el 13

de noviembre de 1920.

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En el Perú y de manera particular en Are-quipa se identificaron con suma facilidadlos intereses conservadores con los religio-sos, ya que el poder de la Iglesia era partedel poder aristocrático dominante. Ambos,poder civil conservador y jerarquía religiosa,velaban por la mantención y vigencia delstatu quo obsoleto y anacrónico; defendíanla tradición y la autoridad rígida, vertical y también paternalista; en una palabra pre-sidían la sociedad decadente tradicional,heredera de relaciones económicas y valoresculturales del colonialismo español (Villena,1979, p. 84).

A partir de los años 1900, se desataun violento conflicto interno en la socie-dad arequipeña entre este importantegrupo conservador y los liberales, quienesdefienden una serie de ideas novedosassobre la sociedad, la política y la econo-mía, apelando a profundos cambios nosólo a escala regional, sino también en lapolítica nacional.21

Estas ideas fueron plasmadas en unprimer momento en el periódico El Ariete,fundado por los líderes del grupo liberalLino Urquieta (1868-1920) y FranciscoMostajo (1874-1953), dos personajesimportantes tanto en el ámbito local comoen el nacional. El Ariete, publicado entre1901 y 1911 (es decir hasta principios dela revolución mexicana) fue vocero duranteuna década de las ideas anticlericales y deuna oposición política fuerte, tanto contrala municipalidad como contra el gobierno

nacional. Si bien este periódico nuncapublicó la menor referencia al contextopolítico mexicano de finales del porfi-riato,22 no deja de ser una referenciaimprescindible sobre el desarrollo de idea-les revolucionarios en la ciudad de Are-quipa, en la primera década del siglo XX(véase imagen 1).

Los liberales arequipeños y los ideales revolucionarios

El periódico El Ariete, así como el grupoque lo editó, son de una gran importanciapara el tema que nos interesa. El poeta ydiplomático peruano José Santos Chocano(1875-1934), quien fue secretario de Pan-cho Villa y por lo mismo participó de

21 Existe una amplia bibliografía sobre las ideasy actividades de los intelectuales liberales arequipeñosa principios del siglo XX, así como de los nexos conlos liberales capitalinos. Véanse por ejemplo los tra-bajos de Fernández Llerena (1984), así como deVillena (1979).

22 La única referencia a México que logramosubicar en los archivos de El Ariete tiene como fecha el6 de agosto de 1902, en un artículo que critica elafrancesamiento cultural y lingüístico de México,subrayando el matiz más político que cobran lasinfluencias europeas en el Perú. (6 de agosto de 1902).Las Huelgas. El Ariete, Arequipa. De manera general,no hemos logrado ubicar referencias al porfiriato en la prensa arequipeña de los años 1880 a 1910. Laprensa mistiana no tiene para entonces un acceso regu-lar a la información sobre lo que está sucediendo enMéxico, razón por la cual en Arequipa no se tuvo nin-guna visión específica del régimen de Porfirio Díaz,sino hasta los años 1920. Se tiene que esperar hasta la década de 1920 para que los intelectuales arequi-peños desarrollen cierto análisis del porfiriato, demanera retrospectiva y a partir de lo que saben de larevolución mexicana. Un ejemplo: el 21 de junio de 1924, la revista arequipeña Fiat Lux publica unlargo artículo de reflexión general sobre las tiraníasen el mundo, mencionando sin más detalle “la tira-nía estúpida del general Porfirio Díaz” (21 de juniode 1924). La libertad del pensamiento. Fiat Lux.Arequipa.

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Imagen 1. El Ariete y los ideales revolucionarios en Arequipa. Fuente: El Ariete, 16 de diciembre de1901, Arequipa. Fondo Francisco Mostajo, Universidad Nacional de San Agustín

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cerca en la revolución mexicana,23 dijo delos liberales arequipeños que sus ideas eranhasta más revolucionarias que las ideasdesarrolladas por los mismos revoluciona-rios mexicanos. También podemos añadirque fueron, de cierta manera, cronológica-mente precursoras, ya que conocen sumayor intensidad y difusión en los años1900. De manera general, el actuar y eldiscurso político del grupo liberal arequi-peño atestiguan un terreno favorable a undesarrollo revolucionario en la sociedadarequipeña de principios del siglo XX, enoposición a

las clases dominantes, representantes delgran capital comercial externo y la aristocra-cia terrateniente, liderados y hegemonizadospolíticamente por el núcleo comercial-terra-teniente y personificados institucionalmenteen su lucha ideológica por la Iglesia cató-lica y, en general, por todo el movimientocatólico cuya expresión más concreta era eldiario El Deber (Fernández Llerena, 1984, p. 31).

Pero en realidad, por más radicales quefueran los proyectos políticos de los libe-rales arequipeños, nunca expresaron conclaridad el deseo de armar una revoluciónen contra del poder central. La revisiónde los archivos del periódico El Ariete nonos permite presentar a Lino Urquieta,Francisco Mostajo y sus seguidores comopartidarios de una revolución, por las esca-sas referencias a la dimensión realmenterevolucionaria de su acción política. Pro-

ponen una definición más bien teórica ygeneral de la revolución. En un largo edi-torial publicado el 16 de diciembre de1901, poco tiempo después de habersefundado el periódico, el responsable de lapublicación y futuro líder del PartidoLiberal independiente local Lino Urquietaafirma de manera provocativa:

Sí, somos revolucionarios; queremos la revo-lución, la ansiamos con patriótica avidez, laesperamos con ardiente sed de libertad; yatambién la sentimos, ya la vemos venir her-mosa como ideal de juventud, ricamenteengalanada con atavíos de reina fantástica.En pos de la revolución marchamos; pero esmenester que se sepa lo que nosotros enten-demos por revolución […] la revolución espara nosotros la reacción del presente opu-lento en ideas redentoras, contra el pasadoagobiado por todos los vicios de la decrepi-tud. Por revolución entendemos renovaciónde vida en camino de progreso.24

Para los liberales arequipeños, y a pesarde un pasado local verdaderamente revo-lucionario, la revolución no es para enton-ces sinónimo de levantamiento armado,sino de cambio profundo de la sociedadcon reformas.

Los debates que se armaron durante dosdécadas contra los conservadores a travésde la prensa y por medio de este tipo deartículos, tuvieron consecuencias fuertessobre la sociedad arequipeña, como lo sub-raya el historiador Francisco Villena (1979):

El liberalismo arequipeño, al incorporar en su seno las distintas corrientes (matices)23 Pablo Yankelevich (2003), dedica un capítulo

a este personaje y a sus actividades diplomáticas, sub-rayando los importantes intercambios intelectuales queunen a los revolucionarios mexicanos con los intelec-tuales peruanos, en las primeras décadas del siglo XX.

24 Lino Urquieta. (16 de diciembre de 1901).Pues bien, sí, somos revolucionarios. El Ariete. Are-quipa. Véase imagen 1.

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ideológicas nuevas que “irrumpen” en el am-biente cultural de la época, hegemonizadopor la tradición y el dogmatismo religiosos,está expresando de un lado la existencia deun nuevo “terreno social”, fértil para la re-creación y expansión interna de dichas co-rrientes; vale decir, el nacimiento de grupossociales e intelectuales que escapan al férreocontrol ideológico religioso que ejercía laIglesia y el movimiento conservador laico(p. 106).

En otros términos, si los liberales are-quipeños no expresaron su descontentosocial y político por medio de un levanta-miento armado, sin embargo sentaron lasbases para una profunda renovación social,como lo demuestran por ejemplo los mo-vimientos obreros y las numerosas huelgasque se dan en Arequipa a partir de losaños 1900.25

Ahora en este contexto de profundoscambios sociales, con un motor políticoasegurado por los liberales y una tradiciónrevolucionaria local hasta proverbial, llamala atención la ausencia de todo movi-miento revolucionario armado en Are-quipa a principios del siglo XX.26 Y es allídonde el estudio del impacto lejano de

la revolución mexicana en la capital sur andina revela su verdadero potencialanalítico.

¿Por qué, en contextos parecidos deprofundo descontento social y político, larevolución que estalló en México no pudoarrancar en el Perú a pesar de un terrenolocal favorable? La respuesta a esta impor-tante pregunta no cabe en el marco delpresente artículo, por requerir un análisismucho más profundizado y detallado delos múltiples factores involucrados. Sinembargo el estudio de la recepción are-quipeña de la revolución mexicana nosbrinda una introducción interesante a lareflexión. La recepción tardía de los suce-sos mexicanos por la prensa local deArequipa explica un desfase constanteentre el desarrollo de cada nueva etapa delproceso revolucionario y su lectura por laprensa arequipeña, quien interpreta enton-ces el suceso a la luz de las preocupacioneslocales del momento y con una visiónfragmentada del fenómeno revoluciona-rio. Originando cierta incomprensión porparte de los lectores arequipeños, este desfase ilustra contrariamente el impactoideológico multifacético de la revoluciónmexicana más allá de las fronteras mexi-canas. Al respecto, el caso arequipeñoresulta especialmente ilustrativo.

LA REVOLUCIÓN MEXICANA ENAREQUIPA: UNA RECEPCIÓN LIMITADAY DESFASADA

Las investigaciones comparativas desarro-lladas en la tesis de doctorado realizadasobre México y Perú entre los años 1880y 1930 mostraron claramente que, antesde la revolución mexicana, los contac-tos entre los intelectuales mexicanos y los

25 Para más información sobre las relaciones entreel movimiento liberal y las manifestaciones obreras,consultar el trabajo de Fernández Llerena (1984).Véase específicamente el segundo capítulo del libro,que propone una síntesis de las diferentes huelgasorganizadas en Arequipa en las primeras décadas delsiglo XX.

26 El primer levantamiento armado liderado porArequipa en el siglo XX se da hasta 1931, con la lla-mada “revolución descentralista” que desemboca enel derrocamiento de la dictadura de Augusto B. Le-guía, y tiene como propósito abogar a favor de una or-ganización más descentralizada de la política nacional.

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peruanos eran casi inexistentes (Martin,2013, pp. 622-637).

En esta perspectiva, la revolución me-xicana aporta un gran cambio, al poneren contacto a los intelectuales de los dospaíses, así como de los países de AméricaLatina en su conjunto.27 El exilio forzadode varios de estos intelectuales favoreceestos intercambios. En 1916, Vasconcelosreside en Lima, donde entra en contactocon los intelectuales peruanos de la lla-mada Generación del 900 (Chavarría,1970) como Víctor Andrés Belaúnde(1883-1966) y Ricardo Palma (1833-1919); en 1921 el filósofo Antonio Caso(1883-1946) es nombrado embajador deMéxico en el Perú.28 A su vez, los inte-lectuales peruanos hacen también el viajehacia México, donde desarrollan inter-cambios fructíferos con la generación deintelectuales formados con los ideales revo-lucionarios. Al respecto ya se mencionóla relación entre Pancho Villa y José San-tos Chocano (Yankelevich, 2003); cabríamencionar también el exilio de Haya de la Torre en 1923 (véase Melgar, 2005, pp. 65-103).

En Perú, José Carlos Mariátegui desa-rrolla un análisis detallado y recurrentede los ideales revolucionarios mexicanosen varias publicaciones. Primero en la re-vista limeña Variedades, entre 1926 y1929, donde compara el indigenismo deVasconcelos con el indigenismo peruano.Un poco más tarde la revista Amauta (véa-se Melgar, 2012) fundada también porMariátegui, funge como un eje de refle-xión e intercambio entre los intelectuales

de los dos países (González Calzada,1980).

Estos múltiples contactos participanpaulatinamente en la elaboración de unared intelectual relativamente amplia enAmérica Latina, alrededor de un eje Mé-xico-Perú fundamentado principalmentepor las teorías indigenistas y un nuevoideal de unidad nacional.29

¿Una comunicación limitada y manipulada?El problema de las fuentes

A pesar de la progresiva formación de unared de intercambios entre intelectuales deMéxico y de Perú, así como de la estrate-gia de comunicación desarrollada porparte de los revolucionarios mexicanos–estrategia ya bien documentada por loshistoriadores–,30 el alcance real de las in-formaciones difundidas sobre el conflictomilitar en México quedó bastante redu-cido fuera de las redes intelectuales ydiplomáticas capitalinas. La revisión deta-llada de los archivos de prensa conservadospara la ciudad de Arequipa en los años1910 y 1920 nos informa sobre la comu-

27 En esencia, es lo que demuestra Yankelevich(2003).

28 (15 de julio de 1921). Manifestación a Palma.El Pueblo. Arequipa.

29 El historiador chileno Eduardo Devés Valdéspublicó un importante y detallado trabajo sobre lasredes intelectuales latinoamericanas a inicios del sigloXX. Devés Valdés (2000).

30 Sobre las diversas estrategias desarrolladas porlos gobiernos revolucionarios para asegurar la difu-sión de los movimientos armados y de la ideologíarevolucionaria en América latina, y más específica-mente en Argentina, véase el trabajo de Yankelevich(1997). En su libro, Pablo Yankelevich (2003) esbozaun panorama de la producción historiográfica sobreesta cuestión en particular, mencionando los estudiosde Berta Ulloa, Friedrich Katz, Lorenzo Meyer, Espe-ranza Durán, etc., haciendo énfasis en la relación conEstados Unidos.

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nicación reducida y limitada de los aconte-cimientos revolucionarios en las provinciassureñas del Perú. La información llegabaexclusivamente desde la capital del país,retocada por los periodistas locales que lesolían dar el toque adecuado al periódicoy para el lector local. Esta presentaciónparcial de una información indirecta es loque realmente interesa al historiador, en lamedida en que nos informa sobre la recep-ción exacta de la revolución mexicana enestas lejanas tierras mistianas.

Sin embargo, esta transmisión indi-recta de la información representa un ver-dadero problema metodológico para elhistoriador en cuanto al “rastreo” de lasfuentes. El largo camino recorrido por la información desde los campos de ba-talla mexicanos hasta los lectores are-quipeños, pasando por las oficinas de propaganda mexicanas, las agencias de prensa estadunidenses –sea la que sea suorientación ideológica–, y las dependen-cias periodísticas limeñas, no deja de plan-tear un serio desafío al historiador. ¿Cómosaber de dónde proviene exactamente lainformación publicada en la prensa are-quipeña? ¿Cómo identificar con certezala pluma responsable de estos breves apar-tados en las columnas del periódico mis-tiano? Sin pretender resolver este arduoproblema historiográfico, que a su vezrequeriría de una investigación detallada,hace falta tener en mente este complicadoy a veces misterioso recorrido de la infor-mación, en la medida en que explica porsí solo la gran confusión que se genera aveces en la prensa arequipeña sobre losacontecimientos mexicanos.

Yankelevich (2003), en la introduc-ción del libro, recuerda el hecho de quegran parte de las informaciones difundidasen América Latina sobre la revolución fue-

ron “generadas en los círculos del poderestadunidenses [y que] masivamentedifundidas, se empeñaron en transmitirla idea de una realidad anárquica y de bar-barie” (p. 14). Si bien esta aserción mere-cería sin duda cierta matización, la prensaarequipeña ilustra esta observación, ya quemás de la mitad de las notas publicadasen la capital mistiana sobre la revoluciónmexicana, o bien se refieren a la participa-ción de Estados Unidos en el conflicto,31

o llegan directamente de las ciudades deWashington,32 Nueva Orleans,33 etc. Estaproveniencia estadunidense de la infor-mación difundida en Arequipa sobre larevolución mexicana explicaría, en parte,cierta orientación ideológica de las noticiasa su vez publicadas por la prensa mistiana.

Una percepción desfasada de la revoluciónmexicana

Las primeras informaciones realmentedetalladas que aparecen en la prensa are-quipeña sobre la revolución mexicana

31 Podemos citar por ejemplo el artículo (2 deoctubre de 1913). La revolución en México. Un con-sejo de Lind a Wilson. El Sur. Arequipa.

32 (29 de septiembre de 1913). Revolución meji-cana [sic]. El Sur. Arequipa. “Washington. El gobiernono ha tomado ninguna nueva medida respecto a lasrelaciones con México. Sábese que el general FélixDíaz llegará a México en el próximo mes. En las fron-teras continúan realizándose choques parciales entreboyeros mejicanos [sic] y yanquis.”

33 (22 de septiembre de 1913). Otras dificulta-des entre mejicanos [sic]. El Sur. Arequipa. “De NuevaOrleans informan que el ex ministro de Justicia deMéjico [sic] señor Carlos Villarroel pasó por esa ciudad,donde ha declarado que el general Félix Díaz preparanuevamente una revolución para derrocar al presi-dente Huerta […].”

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salieron a mediados de 1912, durante lapresidencia de Francisco I. Madero, en elperiódico El Sur.34 El periódico resaltapara entonces un elemento que se haráconstante en la prensa local durante todoel periodo revolucionario, es decir, la ideade una gran confusión, la dificultad paraentender realmente el por qué y el cómode la revolución, para identificar las distin-tas facciones. El Sur publica por ejemploel breve apartado siguiente: “A consecuen-cia de las victorias y derrotas de gobier-nistas y rebeldes, no se ve todavía claro eldesenlace de la revolución.”35 Este tipo deinformación, muy poco precisa, se encuen-tra a menudo en los artículos publicadospor la prensa arequipeña, al menos duran-te la primera etapa maderista. Se expresade manera recurrente un sentimiento decaos, una dificultad para definir cuáles sonrealmente los bandos ideológicos en opo-sición. Se resumen por “gobierno” y“rebeldes”, pero no se sabe el fondo delconflicto.

La escasa información llegada desdeMéxico hasta Arequipa alimenta cla-ramente esta confusión. El diario El Pueblo publica así el 1 de enero de 1911esta simple línea sobre el conflicto, titu-lada “México: Ataque a los rebeldes.Muertos y heridos”.36 Frente a este tipode “información”, sin ningún dato geo-gráfico, político, cronológico o personal, eslegítimo preguntarse ¿qué es lo que la

población arequipeña podía realmenteentender del conflicto mexicano?

Con la llegada de Victoriano Huertaa la presidencia en 1913, la informacióndifundida en Arequipa se hace más pre-cisa y recurrente, y el análisis del conflictomás ideológico. La prensa local documentaen un primer momento el fallido procesoelectoral que conduce a Victoriano Huertaal poder, así como los avances de las tro-pas de Pancho Villa.37 Para entonces Vic-toriano Huerta es presentado de maneraclaramente negativa, calificado de “dia-bólico” por la prensa local.38 Por el contra-rio, se tiene una visión más positiva dePorfirio Díaz, para entonces consideradocomo “cada día más grande y más necesa-rio para su patria”.39

A su vez, la campaña militar del Ejér-cito Constitucionalista liderada por Venus-tiano Carranza ocupa de manera regularlas columnas de la prensa mistiana, quese hace para entonces el eco de la propa-ganda revolucionaria desarrollada por losopositores a Victoriano Huerta. El 22 deagosto de 1914, el periódico La Bolsarelata el entusiasmo de la población de la

34 Fundado en 1912, el periódico El Sur se pre-senta como uno de los órganos del Partido Liberallocal, y es de los primeros periódicos arequipeños enbeneficiarse de un servicio cablegráfico.

35 (13 de julio de 1912). Méjico [sic]-Situaciónindecisa. El Sur. Arequipa.

36 (1 de enero de 1911). México. El Pueblo. Are-quipa.

37 (12 de diciembre de 1913). México. El Sur.Arequipa. Huerta, presidente interino. Eleccionespara julio. México. El Congreso federal ha elegidopresidente interino al general Huerta, anulando dehecho las últimas elecciones. Los pueblos serán con-vocados para nuevas votaciones en julio del año pró-ximo. […]

México. Las tropas rebeldes que comanda el gene-ral Villa, avanzan a marchas forzadas sobre esta capi-tal. Sábese que los revolucionarios piensan establecersu centro de operaciones en Chihuahua, ciudad dondeestán reconcentrando sus fuerzas.

38 (24 de noviembre de 1913). El diabólico Huer-ta. La Luz. Arequipa.

39 (24 de noviembre de 1913). El diabólico Huer-ta. La Luz. Arequipa.

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Informaciones cablegráficas procedentes de la capitalde México dan cuenta de que en todo el país las elec-ciones que han comenzado a practicarse para presi-dente de la república han sido muy movidas.Asimismo se da a conocer que el célebre generalObregón es uno de los candidatos a la presidenciaque hace activos trabajos para obtener el triunfo.

44 (27 de mayo de 1920). Avance de los rebel-des mexicanos. El Pueblo. Arequipa.

ciudad de México al momento de la lle-gada de Venustiano Carranza a la capitalmexicana:

México, 21. El día de ayer hizo su entrada aesta capital el general don Venustiano Ca-rranza, que ha sido el jefe triunfante de laúltima revolución. El pueblo lo recibió entu-siasmado, haciéndole una grandiosa mani-festación de simpatía. Toda la población sehallaba embanderada y se levantaron variosarcos triunfales en todo el trayecto que letocó recorrer. Es además objeto de grandesatenciones sociales y se le prepara un granbanquete.40

La escasez de archivos de prensa paralos años 1915 a 1918 no nos permite do-cumentar la lectura que hicieron los are-quipeños de la instalación efectiva de lossonorenses en el poder, y tampoco de los primeros años del gobierno revolucio-nario. En 1919, el periódico El Heraldopublica algunas notas sobre la campañade Pancho Villa en el norte,41 sin hacermención del actuar gubernamental deVenustiano Carranza.

Hay que esperar hasta el año 1920para que la prensa arequipeña empiece adocumentar las medidas de pacificaciónemprendidas por Venustiano Carranza42

así como el proceso electoral de febrerodel mismo año,43 subrayando los numero-

sos disturbios que acompañan este pro-ceso en las provincias.44 Si bien a lo largode 1920 la prensa mistiana documentócon bastante interés el ascenso de ÁlvaroObregón al poder, no disponemos de losarchivos de prensa suficientes como paraconocer la recepción de sus años de go-bierno en la prensa arequipeña. En efecto,hay que esperar hasta 1926 y el estalli-do del conflicto cristero para que los pe-riódicos de Arequipa hagan nuevamenteuna cobertura detallada de los sucesosmexicanos.

Hacia una lectura local del conflicto mexicano

A pesar de ser una ciudad tradicionalmen-te revolucionaria y orgullosa de este histó-rico afán de rebeldía política, Arequipaconsidera la revolución mexicana comoun acontecimiento globalmente negativo,en cada etapa de su desarrollo. La prensamistiana subraya constantemente las terri-bles consecuencias de la revolución sobrela nación mexicana, manifestando por lomismo cierta incomprensión frente a lossucesos mexicanos.

El vocabulario utilizado por la prensalocal en su conjunto para referirse a larevolución es una ilustración de esta per-cepción: no se habla tanto de “revolución”,término que remite a una realidad positiva

40 (22 de agosto de 1914). México. Arribo deCarranza a la capital. La Bolsa. Arequipa.

41 (13 de agosto de 1919). Mejico [sic]. La cam-paña revolucionaria de Pancho Villa. El Heraldo.Arequipa.

42 (2 de enero de 1920). Carranza se ocupa de lapacificación de Mejico [sic]. El Pueblo. Arequipa.

43 (23 de febrero de 1920). Las elecciones presi-denciales en Mejico [sic]. El Pueblo. Arequipa.

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45 (15 de octubre de 1913). México. La situaciónpolítica. Lo que hará Huerta, El Sur. Arequipa; (11 dejulio de 1914). La guerra civil de México y la inter-vención norteamericana. La Bolsa. Arequipa; (23 demayo de 1922). La guerra civil en México. El Pueblo.Arequipa; etcétera.

46 (5 de diciembre de 1913). La toma deChihuahua. El Sur. Arequipa; (12 de mayo de 1920).Mejico [sic]. El Campeón. Arequipa.

47 (24 de diciembre de 1913). México. Avancede los rebeldes. El asedio de la capital. El Sur. Are-quipa.

48 (28 de julio de 1915). Piden pan. La Luz. Are-quipa.

en el imaginario arequipeño, sino de “gue-rra civil”.45 La distinción entre los dos tér-minos es importante, sobre todo en el con-texto arequipeño. A los arequipeños, la“guerra civil” les recuerda la situación enla que se encontró el Perú a partir de lainvasión chilena, con una división de la po-blación nacional que llevó finalmente a lavictoria de Chile sobre Perú. El término“rebelde”, utilizado para designar a los re-volucionarios, también es significativo: larevolución mexicana no está consideradacomo una lucha justa, legítima.46

A partir de 1913-1914 principalmen-te, la prensa de Arequipa evoca de manerarecurrente las grandes dificultades socia-les y económicas encontradas por la po-blación mexicana, así como la situaciónde violencia que azota al país. Un ejemploentre muchos: el 24 de diciembre de1913, en el periódico El Sur se describecon angustia la amenaza revolucionariasobre la capital mexicana:

Los rebeldes que últimamente han obtenidovarias victorias sobre las tropas del gobiernoavanzan sobre la capital. Se cree que en elpróximo mes de enero asediarán esta ciu-dad. Los revolucionarios continúan come-tiendo todo género de extorsiones y abusosen los pueblos de paso, sembrando el pánicopor todas partes. En esta capital la situaciónes de la más angustiosa. Reina una gran

miseria y la carestía de víveres es cada vezmayor.47

En el panorama periodístico local are-quipeño, cabe señalar que la prensa ca-tólica es la más crítica del movimientorevolucionario mexicano, haciéndolo res-ponsable de la situación económica desas-trosa de México en estas fechas. El 28 dejulio de 1915, el periódico católico La Luzdescribe la situación mexicana en estostérminos:

Uno de los desastrosos efectos del gobiernoconstitucionalista, es el hambre que se sientepor todas partes hasta tal punto que algu-nas personas han perecido por falta de ali-mentos. En México, Guadalajara, Veracruz,Querétaro, Monterrey, Torreón, etc., etc., elpueblo se ha lanzado a la calle pidiendo pany trabajo, tomando en puntos un aspectoamenazador.48

Esta percepción sumamente negativadel conflicto mexicano, si bien se debe enparte a la estrategia de propaganda desa-rrollada por Estados Unidos, tambiénapela a comentarios específicos por partede los mismos arequipeños, que interpre-tan el acontecer revolucionario en Méxicoen relación con sus propias preocupacionese ideologías. Esto queda muy claro en elcaso de la prensa católica sobre todo.

El 28 de julio de 1916, en un númeroespecial dedicado a la conmemoración dela independencia peruana –y por ende unnúmero de amplia difusión–, La Luz pu-

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blica un largo artículo titulado “Lo quepuede el liberalismo”, en el cual demues-tra con cinismo e ironía el fracaso del libe-ralismo, a partir del ejemplo mexicano.

Lo que puede el liberalismo. Ya lo hemosvisto en México. En ningún otro país se hahecho, tal vez, una prueba tan patente de la importancia de ese sistema para hacer auna nación feliz. Durante más de 50 añosha dispuesto dictatorialmente de todas lasriquezas y energías de la nación. Ha man-dado en todas las esferas sin competenciaposible […]Y cuál ha sido el resultado? […]No produjo más que un traje exterior deprosperidad material que favoreció a pocos,gran parte de ellos extranjeros, mientrasocultaba la más profunda corrupción y desor-ganización de que nos dan tan bellas mues-tras los actuales reformadores.49

En este breve párrafo se ve claramenteilustrada la manera en que la oposición delos católicos al sistema liberal utiliza elconflicto mexicano para amenazar y asus-tar a una población arequipeña cada vezmás convencida por los ideales liberales.

El 1 de diciembre del mismo año, LaLuz esboza un panorama espantoso de lasituación en la que se encuentra la pobla-ción mexicana. Habla de

la depreciación del papel moneda, la cares-tía en ciertos puntos aun de los artículos deprimera necesidad, los precios elevados a quehay que comprarlos cuando a duras penaspuede conseguirse, las enfermedades conta-giosas que se dejan sentir en varios distri-tos, la inseguridad de vidas y propiedadespor la abundancia de bandidos y rateros y

por la poca confianza que inspiran los mis-mos gobernantes etc., etc.50

Esta crítica feroz del movimiento revo-lucionario mexicano y de sus consecuen-cias sobre la población mexicana permeatambién los círculos universitarios are-quipeños.

En un trabajo que presentó el jo-ven arequipeño Eduardo Pineda y Arceen 1915 ante la Universidad de Arequipapara obtener los títulos de doctor en De-recho y abogado, desarrolló una compa-ración de los diferentes sistemas federalesque se encuentran en el continente ame-ricano, tratando de evaluar el respectivoéxito de dichos sistemas. Para Pineda yArce (1915), el ejemplo mexicano es unfracaso, cuyas consecuencias se expresanjustamente en los acontecimientos revolu-cionarios.

México es una república federal en nombre,por más que su Constitución política […]prescribe en letras de molde que el sistemade gobierno mejicano [sic] es el federativo.[…] México se abate hoy en la guerra civilmás terrible de las que registra la historiade los países de este continente; porqueMéxico no fue libre ni practicó la democra-cia bajo la tiranía del presidente Díaz. EnMéxico no ha fracasado el régimen federal,sino que hoy pugna, por el contrario, ahacerse verdaderamente federal (p. 38).

Percibida como la consecuencia de unatraición del ideal federal por Porfirio Díaz,la revolución mexicana se ve instrumenta-lizada en el discurso local arequipeño. Elargumento favorece entonces el regiona-

49 (28 de julio de 1916). Lo que puede el libera-lismo. La Luz. Arequipa.

50 (1 de diciembre de 1916). México-Situacióndesastrosa. La Luz. Arequipa.

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lismo local y un ideal político federativo,que es uno de los grandes debates que sedan en Arequipa en la primera mitad delsiglo XX. En otros términos, para evitarcaer en el mismo desastroso destino queMéxico, es necesario orientar la naciónperuana hacia un desarrollo verdadera-mente federativo, que tome en cuenta losintereses locales. Dieciséis años despuésde este discurso presentado por EduardoPineda y Arce, la revolución descentra-lista liderada por los liberales arequipe-ños viene a confirmar lo asertivo de estaadvertencia.51

Si bien la revolución mexicana sirveaquí de contraejemplo en la argumenta-ción política arequipeña, esta instrumen-talización del conflicto mexicano por partede los periodistas arequipeños es aún máspatente cuando se trata de la cuestión reli-giosa, tema fundamental en la sociedadde Arequipa.

LA CONTRARREVOLUCIÓN CRISTERAY LA MOVILIZACIÓN AREQUIPEÑA

Si en el trato que hicieron de la revolu-ción mexicana en su primera década, losperiódicos arequipeños se limitaron mu-chas veces a publicar notas neutrales sintomar realmente posición a favor de una uotra de las facciones involucradas, desa-rrollaron al contrario un discurso muchomás firme, indignado y muchas veces ate-morizado a finales de los años 1920,

cuando se desató el conflicto religioso enMéxico.52 En la prensa arequipeña seexpresa para entonces no sólo una opo-sición clara a la política anticlerical dePlutarco Elías Calles, sino también unaverdadera preocupación por la situaciónde los católicos mexicanos.

Revolución y persecución religiosa: la consternación de Arequipa

Si Arequipa suele ser considerada comola ciudad revolucionaria del Perú, tam-bién es conocida como la “Roma de Amé-rica Latina”, por la profunda religiosidadde sus moradores, al igual que por su con-servadurismo social.53 Esto explica que apartir de 1926, cuando empieza el movi-miento cristero en México, la prensa are-quipeña viva un despertar brutal frente alos acontecimientos mexicanos, dedicandocada vez más columnas al asunto.

De manera lógica, la prensa católicade la ciudad fue la primera en indignarsede las persecuciones infligidas a la pobla-ción católica en México. El periódico LaColmena, vocero del Círculo de ObrerosCatólicos de Arequipa, publica con regu-laridad largos artículos sobre las torturasy matanzas sufridas por los católicos enMéxico. Un ejemplo entre muchos: el 7de enero de 1928, La Colmena relata lahistoria de un joven obrero de Guana-juato, arrestado por el ejército por ser cris-tero, torturado en la cárcel y finalmente

51 Cabe señalar, sin embargo, que cuando esta-lla la revolución descentralista en Arequipa en 1931,la referencia revolucionaria más citada, como ejem-plo y modelo, no es la revolución mexicana, sino larevolución francesa. (11 de septiembre de 1930). Laimportancia de las revoluciones. Libertad! Arequipa.

52 La bibliografía sobre el conflicto cristero enMéxico es abundante, empezando con los importan-tes trabajos de Meyer (1980) sobre el tema.

53 Sobre el vínculo entre el sentimiento católicoy la formación de la identidad local arequipeña, véaseMartin (2012).

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ejecutado.54 De la misma forma, el perió-dico publica dos semanas después el relatohorroroso de un cura quemado vivo, juntocon los objetos de culto encontrados en laiglesia de un pequeño pueblo de Jalisco.55

Los artículos, refiriendo lo ocurrido enMéxico respecto a los católicos y más espe-cíficamente a los cristeros, se difunden conuna intensidad creciente en la ciudad deArequipa, no sólo en la prensa católicasino en todos los periódicos de la ciudad.El diario El Pueblo publica a su vez variasnotas sobre el asunto, aunque sin tantaindignación, dando a conocer la reacciónpontifical56 o las nuevas medidas toma-das por el gobierno mexicano en contrade los sacerdotes.57

De la simple constatación indignadade la situación del catolicismo en México,la sociedad arequipeña pasa rápidamentea una oposición más concreta, impulsadadesde el propio gobierno peruano. Lo quenos permite entender que, si la informa-ción recibida en Arequipa está estrecha-mente ligada a la intervención estaduni-dense, también lo está cada vez más alpropio gobierno peruano.

De la consternación a la solidaridad activacon México

La Colmena reproduce en su editorial del11 de febrero de 1928 una comunicación

del presidente Leguía bajo el título signi-ficativo de “El reinado del terror en Méjico[sic]”, en la cual ataca directamente a Plu-tarco Elías Calles, el “tiranuelo”:

A pesar del rigor de la censura cablegráficay periodística, han llegado hasta nosotroslos lamentos de todo un pueblo oprimidobajo la tiranía de un gobierno masón y protestantizante [sic]. Méjico [sic]!... Ese pueblo de gloriosas tradiciones católicas;ese pueblo de una fe ardiente de la que entodo tiempo ha dado gallardas pruebas,sufre en estos momentos y desde hace dosaños la más injusta y cruel de las persecu-ciones de parte de unos cuantos desalma-dos que se han apoderado del poder y sondóciles instrumentos en manos de la maso-nería carbonaria aliada con el protestan-tismo norteamericano hambriento de ven-ganza y anhelosos de desquitarse de lostriunfos del catolicismo en otras partes delmundo.58

Este primer párrafo, introducción a unlargo discurso, indica claramente la inter-pretación que se da de la revolución mexi-cana en las más altas esferas públicas enel Perú. La revolución mexicana es la ex-presión sangrienta de una doble amenazapara el catolicismo, una amenaza a la vezreligiosa (por el protestantismo) comopolítica e ideológica. Por lo tanto, la pos-tura anticlerical del gobierno de PlutarcoElías Calles ya no es un asunto nacional,sino que se vuelve una preocupación con-tinental, para defender los valores católi-cos tradicionales, los valores que “hicie-ron” a América Latina. Cabe recordar allí

54 (7 de enero de 1928). El martirio de un jovenobrero mejicano [sic]. La Colmena. Arequipa.

55 (21 de enero de 1928). Otro sacerdote que-mado vivo en México. La Colmena. Arequipa.

56 (23 de noviembre de 1926). Encíclica ponti-ficia a los católicos de México. El Pueblo. Arequipa.

57 (18 de octubre de 1926). La lucha religiosa enMéxico continúa. El Pueblo. Arequipa.

58 (11 de febrero de 1928). El reinado del terroren Méjico [sic]. La Colmena. Arequipa.

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el apego del presidente peruano AugustoB. Leguía al catolicismo, sobre el cual fun-damenta parte de sus discursos políticos(Klaiber, 1999, pp. 493-521).

Este discurso del presidente peruanoconoció una recepción de lo más favora-ble entre la población arequipeña. El mis-mo día se formaron en la ciudad mistianados comités –uno de señores y otro deseñoras–, encabezados por el obispo de Arequipa Mariano Holguín, y encarga-dos de rezar para “la cesación de las cala-midades que afligen a nuestros hermanosde Méjico [sic]”.59

Más allá de la solidaridad con los cató-licos mexicanos, el asunto pronto se vuelvetema de debate en la sociedad arequipeña,llegando a dividir a la opinión pública, yprovocar importantes enfrentamientos dis-cursivos en los periódicos de la localidad.El 25 de febrero de 1926, La Colmenapublica una refutación a un artículo publi-cado en el diario Noticias60 la semana an-terior, artículo que no fue posible ubicar,pero que –según el periodista de La Col-mena–, hace “la apología de la persecuciónreligiosa que en estos momentos y desdehace más de dos años viene ensangren-tando el suelo mejicano [sic]”.61 En reali-dad, el periodista de Noticias está acusadode considerar el conflicto religioso enMéxico como un asunto meramente polí-tico y ligado a la política agraria del go-bierno mexicano, y por lo mismo denegarse a reconocer a las víctimas del con-

flicto el “estatus” de mártir de la fe (véaseimagen 2).

Si bien los argumentos invocados enesta refutación presentan poco interés en sí, cabe subrayar una importante evo-lución en la recepción de los aconteci-mientos mexicanos. Desde los escasoscomentarios suscitados por el estallido del conflicto armado en México a ini-cios de los años 1910, la opinión are-quipeña se moviliza cada vez más en tornoa la lucha religiosa de finales de la décadade los veinte, a través de numerosos deba-tes en los cuales el movimiento cristeroestá claramente instrumentalizado por loscatólicos arequipeños, en la defensa de suspropios intereses locales.

Esta movilización creciente de la po-blación católica arequipeña en torno a lapersecución de los católicos mexicanos porel gobierno de Plutarco Elías Calles tieneque entenderse también en un contextode agilización de los circuitos de informa-ción entre México y Perú. La poblaciónmistiana tiene un acceso más recurrentea la información sobre los sucesos mexica-nos, lo que permite un mejor conoci-miento de lo que está sucediendo en cadaprovincia de México.

Dicho eso, las numerosas reaccionesprovocadas en Arequipa por el conflictoreligioso mexicano encuentran una expli-cación lógica en el carácter profundamentereligioso de la capital mistiana. Por lotanto, los debates que se desataron en lasociedad arequipeña a raíz del conflictocristero se alimentaron rápidamente dediscusiones locales, en las cuales los ban-dos conservadores y liberales tomaronposición respecto a la situación mexicana,involucrando siempre argumentos e inte-reses meramente locales.

59 (11 de febrero de 1928). La voz del Pastor. LaColmena. Arequipa.

60 Sin reclamarse abiertamente del liberalismo,el periódico Noticias es un periódico de oposición ala política leguista.

61 (25 de febrero de 1928). La cuestión mejicana[sic]. La Colmena. Arequipa.

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Imagen 2. Los arequipeños y la cristiada. Fuente: La Colmena, 25 de febrero de 1928, Arequipa. FondoFrancisco Mostajo, Universidad Nacional de San Agustín.

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EPÍLOGO

A manera de conclusión, podemos afir-mar que, si bien es cierto que durante losprimeros años del conflicto revoluciona-rio en México fueron muy pocas las infor-maciones que se difundieron directamenteen Arequipa, el estudio de la recepciónlocal del acontecimiento permite esbozarinteresantes líneas de interpretación, dis-tintas a las que surgen de un estudio desdela capital nacional o desde el mismoMéxico.

Primero, el estudio de la recepción dela revolución mexicana en las provinciasperuanas permite documentar la difícildifusión de la información sobre los acon-tecimientos revolucionarios, a pesar de lasestrategias comunicativas desarrolla-das por los revolucionarios mexicanos.También, permite ubicar cierta manipu-lación de la información en distintos nive-les –desde Estados Unidos hasta el mismogobierno peruano leguista–, y su evolu-ción a lo largo de dos décadas. Se trata ahíde una problemática clásica para quienestudia la prensa de inicios del siglo XX.

Luego, el presente estudio da a enten-der el profundo desfase ideológico queexiste entre diferentes sectores de la pobla-ción nacional peruana a inicios del sigloXX, la revolución mexicana arrojando unaluz nueva sobre estas rupturas internas.Por un lado, la recepción del contenidoideológico de la revolución por las elitesintelectuales nacionales resultó ser bastan-te positiva e inspiradora. Haya de la Torrey Mariátegui son dos buenos ejemplos deesta recepción positiva, ya que los debatesen torno al acontecer revolucionario fueronpara ellos una fuente de reflexión fructíferaen la elaboración de su propio pensa-miento. Por otra parte, la recepción de la

revolución mexicana por un público másamplio, sostenida por la prensa en su con-junto, mostró, al contrario, lectores muypoco convencidos de las ambiciones de losrevolucionarios mexicanos.

En realidad el desfase es doble. Antetodo es material, ya que ilustra una difu-sión bastante desigual de la informacióninternacional entre Lima y el resto delpaís. Se tiene que esperar hasta la décadade los treinta para que el desarrollo de lastransmisiones radiofónicas sobre todo per-mita una difusión más pareja de la in-formación en todo el país. Pero el desfasees también ideológico, entre los ideales li-berales, revolucionarios y hasta marxistasdefendidos por algunos intelectuales comoMariátegui, y gran parte de la poblaciónperuana todavía muy apegada a una orga-nización tradicional de la sociedad, convalores católicos conservadores, y que ve larevolución mexicana si no como una ame-naza, al menos como una anomalía.

De esta recepción, que podríamos cali-ficar de “negativa”, se inicia cierta solida-ridad con el pueblo mexicano consideradocomo una víctima de sus mandatariosrevolucionarios, solidaridad fortalecida porel asunto religioso, como lo muestra unanálisis en el ámbito local, en una ciudadtan católica como lo es Arequipa. En efec-to, el tema religioso parece ser el que másinteresa a la población arequipeña, que veen el conflicto mexicano una ilustraciónde su propia lucha en contra del libera-lismo creciente.

El debate local desarrollado en tornoa las informaciones que llegan del con-flicto religioso en México muestra clara-mente cómo el sentir religioso constituyóuna especie de contrapeso, si no es queuna barrera, a cualquier movimiento revo-lucionario en Arequipa. En sus memorias,

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el intelectual y político de origen arequi-peño Víctor Andrés Belaúnde (1960)explicaba el éxito político limitado de losliberales arequipeños por su anticlerica-lismo, que iba en contra del sentir pro-fundo de la población arequipeña, por másdeseosa de cambio social que estuviera. Elpresente estudio sugiere una misma ex-plicación a la ausencia de cualquier mo-vimiento revolucionario en Arequipa a inicios del siglo XX, a pesar de presentarun terreno social favorable. El movimientorevolucionario mexicano tal como evolu-ciona a finales de la década de los veinte,con el potente anticlericalismo que carac-teriza la política de Plutarco Elías Calles,explicaría entonces el total rechazo delacontecimiento por la sociedad arequi-peña, cuya identidad radica justamenteen un sutil equilibrio entre afán revolu-cionario, religiosidad y regionalismo,como lo muestra la revolución finalmentelograda de 1931.62

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62 El movimiento revolucionario de 1931 tieneasí la particularidad de lograr una cohesión de los inte-reses católicos conservadores y de los liberales alrededorde un mismo discurso descentralista y regionalista,superando de facto los viejos antagonismos ideológicos.

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