FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

Embed Size (px)

Citation preview

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    1/93

    Ilustracin de la cubierta: ilustracin de Robert Crawford. Robert Crawford, 1999 Derechos reservados

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    2/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    1

    GEORGES SIMENONLes inconnus dans la maison

    Desconocidos en casaTraduccin de Carlos Pujol

    Ttulo original: Les inconnus dans la maison1. edicin: marzo 1999 Estate of Georges Simenon, 1999. Todos los derechos reservados. de la traduccin: Carlos Pujol, 1999Diseo de la coleccin: Guillemot-NavaresReservados todos los derechos de esta edicin para

    Tusquets Editores, S.A. - Cesare Cant, 8 - 08023 BarcelonaISBN: 84-8310-090-8Depsito legal: B. 7.224-1999Fotocomposicin: Foinsa - Passatge Gaiol, 13-15 - 08013 BarcelonaImpreso sobre papel Offset-F Crudo de Papelera del Leizarn, S.A.Impresin: A&M grficImpreso en Espaa

    ndice

    Primera parte

    Segunda parte

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    3/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    2

    AndanzasDesconocidos en casa

    NARRATIVA (F). NovelaEspaa (01/03/1999)ISBN: 84-8310-090-8208 pg.

    Georges Simenon, como saben ya todos sus lectores, ha sido uno de los ms fecundoscreadores de personajes. Y lo ms sorprendente es que sea as pese al ingente nmero de novelasque ha escrito. El Hector Loursat deDesconocidos en casa, escptico, resentido y maltratado poruna vieja herida sentimental, es sin duda uno de ellos, ya que pocas veces la hondura psicolgica deSimenon haba calado tan hondo en el mundo subterrneo que se oculta detrs de las tranquilasapariencias de cada da.

    A sus cuarenta y ocho aos, Hector Loursat, un abogado que apenas ejerce, vive

    atrincherado en el enorme casern familiar que comparte con su hija Nicole -una taciturnamuchacha de veinte aos con la que apenas habla- y una vieja y gruona cocinera. En la pequealocalidad de Moulins, todos saben de las extravagancias de Loursat, quien, abandonado aos atrspor su mujer, cultiva un soberano desprecio hacia el mundo en general y hacia la buena sociedadlocal en particular. Pero, una noche, esta existencia hosca y algo embrutecida por el vino se verdefinitivamente alterada: Loursat oye unos pasos furtivos en los pasillos superiores de la casa;suena un disparo y, atnito, descubre no slo a un desconocido moribundo instalado en una de lashabitaciones, sino que un grupo de jvenes, encabezados por su hija, se reuna clandestinamente ensu propio hogar. En realidad, para Loursat las sorpresas no han hecho ms que empezar. . .

    Simenon escribiDesconocidos en casa en enero de 1939 en un periodo de su vida en que,

    en palabras de su bigrafo Patrick Marnham, il se sentait mal dans sa peau (se encontraba adisgusto consigo mismo). Tambin segn Marnham, con ella dio vida, sin embargo, no slo a unade sus obras cumbres, sino a su mejor novela sobre un alcohlico.

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    4/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    3

    Primera parte

    1

    -Oiga! Rogissart?El fiscal del ministerio pblico estaba de pie, en camisn, cerca de la cama desde la que su mujer le

    contemplaba con ojos de sorpresa. Tena fro, sobre todo en los pies, porque se haba levantado tanprecipitadamente que no haba acertado a encontrar sus zapatillas.

    -Quin habla?Frunci el entrecejo y agreg para que se enterase su mujer:-Loursat? Eres t, Hector?

    Su mujer, intrigada, apart las mantas y tendi un largo brazo demasiado blanco hacia el segundoauricular.

    -Qu dices?La voz del abogado Loursat, que era primo hermano de la mujer del fiscal, enunciaba calmosamente:-Acabo de encontrar a un desconocido en mi casa. En una cama del segundo piso. Ha muerto en el

    mismo momento en que yo entr. Tendras que ocuparte del asunto, Grard. Esto es muy fastidioso.Tengo la impresin de que se trata de un crimen...

    Cuando el fiscal colg el telfono, Laurence Rogissart, que detestaba a su primo, se limit a comentar:-Seguro que vuelve a estar borracho.

    Sin embargo, aquella noche todo pareca estar en su sitio, y el hecho de que lloviera aumentaba elestancamiento de las cosas. Era la primera lluvia fra de la estacin; por eso, aparte de algunas parejas, en elcine de la Rue d'Allier no haba entrado nadie. La taquillera se senta an ms furiosa por tener que estarall prisionera para nada en su jaula de cristal, en la que se helaba viendo pasar las gotas de agua ante losglobos elctricos.

    Moulins era el Moulins de los primeros das de octubre. En el Hotel de Pars, en el Dauphin, en el Allier,los viajantes de comercio coman en la mesa comn, servidos por muchachas vestidas de negro, con me-dias negras y delantal blanco, y de vez en cuando pasaba por la calle un coche que iba no se sabe adnde,a Nevers o a Clermont, tal vez a Pars.

    Las tiendas estaban ya cerradas con contraventanas y los letreros luminosos reciban el agua del

    cielo... el enorme sombrero rojo de la sombrerera Bluchet, el cronmetro gigante del relojero Tellier, allado de la dorada cabeza de caballo de la carnicera caballar.Lo que se oa silbar detrs de las casas era el tren correo de Montluon, que apenas llevaba diez

    viajeros.En la Prefectura se daba una cena para unas veinte personas, lo que sola llamarse la cena del mes, que

    sola reunir a los mismos invitados.Era muy raro ver una ventana sin contraventana, o a alguna sombra en medio de la luz. Los pasos,

    cuando alguien andaba por el ddalo de calles lustrosas de lluvia, eran furtivos, casi vergonzosos.En la esquina de una calle para notarios y procuradores, la casa de los Loursat -los Loursat de Saint-

    Marc, para ser ms exactos- an pareca ms adormecida o ms secreta que las dems, con sus dos alas, supatio enladrillado que un alto muro separaba de la calle, y en este patio, en medio de un piln vaco,

    un Apolo que ya no escupa agua por el tubo que le sala por la boca.

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    5/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    4

    En el comedor del primer piso Hector Loursat calentaba su curvada espalda ante la chimenea, donde lasbolas de carbn ardan sobre una rejilla, despidiendo un humo amarillento.

    Tena bolsas debajo de los ojos, ni ms ni menos que las dems noches, y esa especie de liquidez de laspupilas que haca que su mirada fuese vaga e inquietante.

    La mesa era redonda, y sobre ella se extenda el mantel blanco. Frente a Loursat, su hija Nicole comacon una aplicacin sosegada y taciturna.Ninguno de los dos hablaba. Loursat coma groseramente, inclinndose sobre su plato como para lamerlo,

    masticaba con ruido, de vez en cuando suspiraba de tedio o de fatiga. Cuando terminaba un plato, echaba lasilla para atrs dejando ms espacio a su vientre, y esperaba. Quedaba tan claro que esperaba, que aquello seconverta en una seal, y Nicole se volva ligeramente hacia la criada que estaba de pie junto a la pared, en-tonces la criada abra una corredera y gritaba en el vaco del montaplatos:

    -Otro!Abajo, en las profundidades de la cocina gris, abovedada como una capilla, una mujer menuda, flaca y

    fea que coma en un extremo de la mesa, se levantaba, sacaba una fuente del horno y la introduca en elaparato elevador.

    Y siempre, despus de unos cuantos metros, el aparato se atascaba, se atrancaba una rueda, haba quevolver a empezar varias veces la maniobra, hasta que por milagro la criada que esperaba arriba vea llegar lasesperadas fuentes.

    La chimenea no tiraba. La casa estaba llena de cosas que no funcionaban o que funcionaban mal.Todo el mundo se daba cuenta. Con los codos apoyados sobre la mesa, Loursat soltaba un suspiro a cadaatasco del montaplatos; y cuando una rfaga arremolinaba el humo encima del carbn, Nicole manifestabasu mal humor tableteando con los dedos sobre la mesa.

    -Qu pasa, Angle?-Aqu est, seorita.Nicole beba vino blanco de una jarra. Su padre se serva de una botella de borgoa que le duraba

    exactamente el tiempo de una comida.

    -Seorita, podr pagarme despus de la cena?Loursat escuchaba, aunque sin prestar mucha atencin. Apenas conoca a la criada, una chica grandota

    y ms fuerte que las que solan tener, fornida, enrgica, de una tranquila irrespetuosidad.-Tiene preparado el carnet?-Ya se lo he dado a Fine.Fine era Josephine, la enana de las muecas que estaba abajo y que enviaba las fuentes por el hueco de

    la pared.-Est bien.Loursat no pregunt a su hija por qu se despeda la criada; si era ella la que se iba o si la ponan en la

    calle. Cada quince das haba una criada nueva, y le daba lo mismo.Coma castaas hervidas y se llen de migajas la chaqueta de pana negra que usaba para andar por

    casa. Eso no tena importancia porque ya estaba mugrienta. Se oa gotear el agua en uno de los canalones,y sin duda tambin habra que repararlo.

    Una vez hubo terminado con sus castaas, Loursat esper un momento para asegurarse de que nohaba nada ms que comer, luego hizo una bola con la servilleta y la dej sobre la mesa, pues nunca habaquerido tomarse la molestia de doblarla. Se levant. As ocurra todas las noches, sin la menor variacin.No miraba a Nicole. Ya vuelto hacia la puerta, mascullaba:

    -Buenas noches.A aquella hora sus andares eran pesados, inseguros. Desde la maana Loursat haba tenido tiempo de

    beberse dos o tres botellas de borgoa, ms bien tres que dos, siempre del mismo, que iba a buscar a labodega apenas despertarse, y que manejaba con precaucin.

    Desde el exterior, hubiese podido seguirse su rastro por las rendijas de luz que filtraban los postigos

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    6/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    5

    unos tras otros, y que conducan por fin al despacho del abogado, la ltima habitacin del ala derecha.La puerta estaba acolchada, desde siempre, ya en tiempos del padre de Loursat, que tambin era

    abogado, tal vez incluso en tiempos de su abuelo, que durante veinte aos fue alcalde de la ciudad. Habadesgarrones en el percal negro, como en un viejo billar de una casa de campo.

    En la chimenea, en lugar de los morillos o de la rejilla para las bolas de carbn, un da, por algunarazn desconocida, se instal all provisionalmente una pequea estufa de hierro colado, y all continuabacon su conducto en forma de codo. Ronroneaba, no tardaba en ponerse al rojo, y a veces Loursat seacercaba a ella como quien se acerca a un perro carioso, le meta cordiales paletadas de carbn en lasfauces, se agachaba para atizar el fuego.

    El tren correo de Montluon ya haba salido. Otro tren silbaba al pasar por la ciudad, pero no era msque un mercancas. Una pelcula temblaba en la pantalla para unas pocas personas desperdigadas por elcine, que ola a ropa hmeda. A esa misma hora, el prefecto conduca a sus invitados a un saln y abrauna caja de puros. Rogissart, el fiscal, aprovechando que aquel da no haba bridge, se haba acostadotemprano, y su mujer estaba leyendo a su lado en la cama.

    Loursat se sonaba como suelen hacerlo los viejos y los campesinos: empezaba por desplegar del todo

    el pauelo, luego trompeteaba tres veces, cinco veces, y por fin volva a doblar el pauelo con la mismaminuciosidad.Estaba solo en su cubil sobrecalentado del que siempre cerraba la puerta con llave, por gusto, Nicole

    deca que por vicio. Sus cabellos grises eran por naturaleza hirsutos, y l aumentaba su desordenpasndose la mano por la cabeza a contrapelo. La barba estaba vagamente cortada en punta; el bigotetena un color amarillo pardusco en el lugar del cigarrillo.

    Haba colillas por todas partes, en el suelo y en los ceniceros, sobre la estufa y encima de las cubiertasde los libros. Loursat fumaba, y se diriga con lentos pasos a coger la botella ya tibia que le esperaba en elngulo de la chimenea.

    A varias manzanas de distancia, algunos coches circulaban por la Rue de Paris, con el limpiaparabrisasen movimiento, lluvia en los faros y caras palidsimas en el interior.

    Loursat no haca nada, dejaba que se apagase el cigarrillo, volva a encenderlo, escupa la colilla encualquier lugar, mientras su mano sacaba un libro y lo abra por cualquier pgina.

    Entonces lea un poco, beba unos sorbos de vino, ronroneaba, cruzaba y descruzaba las piernas. Habalibros amontonados hasta el techo. Y tambin en los pasillos, en la mayora de las habitaciones de la casa,libros suyos, y otros que haba heredado de su padre, de su abuelo.

    Con indiferencia, se quedaba inmvil ante un estante, tal vez se olvidaba de que estaba all, fumaba uncigarrillo entero antes de coger un volumen que llevaba hasta su escritorio como los cachorrillos van aesconder mendrugos entre la paja de su perrera.

    Haca veinte aos que aquello duraba; ms exactamente, dieciocho aos, y desde entonces nadie habaconseguido que cenase fuera de casa, ni siquiera los Rogissart, que eran sus primos, y que daban una cenaseguida de bridge todos los viernes, ni el decano del Colegio de Abogados, que haba sido amigo ntimode su padre, ni su cuado Dossin, que invitaba a polticos, ni, finalmente, los sucesivos prefectos, quecuando llegaban nada saban y le enviaban invitaciones.

    Se rascaba, resoplaba, tosa, se sonaba, escupa. Tena calor. La chaqueta de andar por casa se cubrade fina ceniza. Lea diez pginas de un tratado de jurisprudencia, e inmediatamente despus abra por lamitad unas memorias del siglo XVII.

    A medida que pasaban las horas se le embotaba la mente cada vez ms, sus ojos se volvan cada vezms lquidos, los ademanes se hacan de una lentitud casi hiertica.

    La alcoba, lo que se llamaba el cuarto, es decir, la habitacin en la que desde haca generacioneshaban dormido los dueos de la casa, y que l mismo haba ocupado con su mujer, estaba en la otra alade aquel piso. Pero haca mucho tiempo que ya no entraba all. Cuando la botella se haba vaciado, a

    veces alrededor de medianoche, a veces mucho ms tarde, a la una o a las tres de la madrugada, se

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    7/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    6

    levantaba y nunca se olvidaba de hacer girar el conmutador y luego de entreabrir la ventana, por miedo alas emanaciones de la estufa.

    Pasaba entonces a un despacho que estaba al lado, el antiguo despacho del secretario, donde haba uncatre de hierro y, dejando la puerta abierta, se desnudaba y segua fumando una vez acostado hasta el

    momento en que se deshinchaba con un ruidoso suspiro.Aquella noche -era el segundo mircoles del mes, ya que en la Prefectura se celebraba la cena de loshabituales- Loursat volvi a cargar la estufa con particular minuciosidad, pues, con el fro de fuera y conla lluvia en los cristales, el calor de la estancia se haca ms voluptuoso.

    Oa las gotas de agua, a veces el chirrirar de un postigo mal cerrado; se haba levantado viento, ysbitas rfagas azotaban las calles. Oa tambin, con la claridad de un metrnomo, el tictac de su reloj deoro en el bolsillo de su chaleco.

    Haba reledo unas pginas del viaje de Tamerln en un volumen que ola a papel viejo y cuyaencuadernacin se pulverizaba. Tal vez iba a levantarse para ir en busca de otra lectura cuando irguilentamente la cabeza, sorprendido, intrigado.

    Por lo comn, aparte de los silbidos de los trenes de mercancas y del ruido lejano de los coches,

    ningn otro sonido llegaba hasta l, excepto las pisadas de Josephine la Enana, que a las diez,invariablemente, se acostaba justo encima del despacho, y tena la mana, antes de meterse en la cama, derecorrer veinte veces su cuarto en todas direcciones.

    Pero ya haca mucho rato que Fine se haba acostado. Era un ruido nuevo, completamentedesacostumbrado, el que acababa de llegar a odos de Loursat en medio de su embotamiento. As queprimero pens en un latigazo, como los que se oan por la maana cuando el carretero de los cubos debasura pasaba por la calle. Pero no vena de la calle, y tampoco haba sido un ltigo. La repercusin delruido era ms profunda y ms larga. A decir verdad, haba sido en el pecho donde lo haba recibido, comoun golpe, y mientras aguzaba el odo, su cara expresaba tedio, mal humor, tambin un sentimiento que sinser inquietud se le pareca.

    Lo ms extraordinario era el silencio de despus. Un silencio de una densidad anormal en el que

    dirase que se oan vibrar temblorosas ondas. No se apresur a levantarse. Llen el vaso y lo vaci, volvia ponerse el cigarrillo en los labios, se levant con desconfianza y anduvo hasta la puerta, en la queescuch antes de abrir.

    En el pasillo gir el conmutador, y las tres lmparas polvorientas que dibujaban la perspectiva delcorredor slo iluminaron la soledad y el silencio.

    -Nicole! -llam a media voz.Ahora estaba seguro de que lo que haba odo era la detonacin de un arma de fuego. Volva a repetirse

    que tal vez haba sido en la calle, pero no lo crea. No se puso nervioso. Andaba lentamente, encogiendolos hombros, como siempre, con aquel balanceo de oso que su prima Rogissart le acusaba de haberadoptado para impresionar a la gente. Y aquello no era lo nico que contaba de l.

    Lleg hasta la escalera de piedra blanca, con barandilla de hierro, se asom al vestbulo de abajo, queestaba vaco.

    -Nicole!Aunque hablase en voz muy baja, su voz resonaba en la casa. Y estuvo a punto de dar media vuelta

    para refugiarse de nuevo en la clida paz de su despacho. Crey or unas pisadas furtivas por encima desu cabeza, pero nadie habitaba aquella parte del segundo piso, cuyos cuartos abuhardillados haban sidoantao los de la servidumbre, cuando la casa tena mayordomo, chfer, jardinero y doncellas.

    Nicole dorma en el extremo del ala izquierda, y su padre ech a andar por un pasillo semejante al queconduca a su alcoba, con la nica diferencia de que faltaba una de las tres lmparas del techo. Se detuvoante una puerta, tuvo la impresin de que por debajo sala luz, y que esta luz se apagaba sbitamente.

    -Nicole... -volvi a llamar.

    Llam a la puerta. Su hija pregunt:

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    8/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    7

    -Qu pasa?Hubiese jurado que la voz no vena de la cama, una cama que deba de encontrarse a la izquierda... al

    menos all estaba la ltima vez que, por casualidad, quiz dos aos atrs, Loursat haba entrado en lahabitacin de su hija.

    -Abre -se limit a decir.-Un momento.El momento fue muy largo, y al otro lado de la puerta alguien se agit esforzndose por hacer que sus

    movimientos fueran todo lo silenciosos que fuese posible. Al final del pasillo, una escalera de caracolllevaba a toda la casa, y constitua la escalera de servicio.

    Loursat an segua esperando cuando se oy crujir un peldao de esta escalera. No caba la menorduda. Y cuando se volvi con la mxima rapidez que le era posible, tuvo la seguridad, la completaseguridad de haber visto pasar a alguien, un hombre ms que una mujer, e incluso hubiera podido afirmarque un hombre joven que llevaba un impermeable claro.

    La puerta se abri, Nicole miraba a su padre con su calma habitual, sin curiosidad, sin afecto, unacalma que era fruto de una indiferencia absoluta.

    -Qu quieres?La lmpara del techo y la de la mesilla de noche estaban encendidas, la cama deshecha, pero a Loursatsu desorden lepareci artificial. En cuanto a Nicole, aunque iba en bata, an llevaba las medias.

    -No has odo nada? -pregunt elpadre, mirando de nuevo hacia la escalera de servicio.Ella sinti la necesidad de decir:-Estaba durmiendo.-Hay alguien en la casa.-T crees?La ropa de Nicole estaba tirada sobre la alfombrilla.-Me ha parecido or un disparo.Se dirigi hacia el fondo del pasillo. No tena miedo ni tampoco estaba inquieto. Poco le falt para

    encogerse de hombros y volver a su despacho. Sin embargo, si de veras alguien haba disparado, si habavisto lo que haba credo ver, si un joven acababa de franquear el espacio descubierto al final del pasillo,era mejor que fuese a ver qu pasaba.

    Lo ms sorprendente es que Nicole tardaba en seguirle. Se haba quedado en su cuarto, y cuando lvolvi la cabeza al orla a sus espaldas, se haba quitado las medias. Le daba lo mismo. Que hiciese lo quele diera la gana. Si registraba estos detalles era de forma inconsciente.

    -Estoy seguro de que un hombre acaba de bajar. Como no se ha odo la puerta de abajo, debe de estarescondindose en algn lugar, en la oscuridad.

    -Me gustara saber qu puede buscar aqu un ladrn. Aparte de los libros antiguos...Nicole era ms alta que l, de constitucin fuerte, un poco gruesa, con recios cabellos de un rubio

    rojizo y ojos leonados de pelirroja con la piel blanca. Le segua sin el menor entusiasmo, sin miedo, tanmalhumorada como l.

    -Yo no oigo nada -afirm.Mir a su hija, pens que quizs haba recibido la visita de un joven, y una vez ms falt poco para

    que volviera a su despacho. Por casualidad levant la cabeza hacia el hueco de la escalera y vio en lo altoel resplandor de una luz.

    -Hay una lmpara encendida en el segundo piso.-Puede ser Fine.l le dirigi una mirada grave y desdeosa. Qu iba a hacer Fine a medianoche en aquella ala de la

    casa que slo serva para guardar muebles viejos? Adems, Fine era tan miedosa que cuando Loursatestaba de viaje, exiga dormir en el cuarto de Nicole, al que llevaba su cama.

    Subi lentamente, peldao a peldao, con la seguridad de que estaba fastidiando a su hija. Era la

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    9/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    8

    primera vez en aos que sala del estrecho crculo de sus idas yvenidas rituales.Penetraba as en un mundo casi desconocido, olfateando, porque a medida que avanzaba crea percibir

    con mayor claridad un olor a plvora.El pasillo del segundo piso era estrecho. Mucho tiempo atrs haban puesto all una vieja alfombra, sin

    duda cuando haban cambiado las alfombras de la primera planta, lo cual obligaba a remontarse a unperiodo de ms de treinta aos atrs. En las paredes haba estanteras repletas de libros sin encuadernar,de revistas y colecciones desparejadas de peridicos. Nicole segua andando impasible, pisando lostalones a su padre.

    -Ya ves que no hay nadie.Y aunque no le ech directamente en cara que haba vuelto a beber demasiado, se lo deca con los ojos.

    -Pues alguien ha tenido que encender esta lmpara -replic l, sealando una bombilla encendida. Seagach y aadi:

    -Y traer este cigarrillo que an est caliente.El cigarrillo que acababa de recoger haba dejado una quemadura en la alfombra rojiza cuya trama era

    visible. Tom aliento, porque acababa de subir la escalera, dio unos pasos, vacilante, porque segua

    preguntndose si no sera mejor volver a su alcoba.Casi todos sus recuerdos de aquel piso procedan de su niez, cuando las tres habitaciones de laizquierda eran cuartos de la servidumbre. En la primera estaba Eva, una doncella que fue durante muchotiempo su pasin secreta, y a la que sorprendi una noche con el chfer en una postura que jams habaolvidado. La habitacin del fondo era la de Eusbe, el jardinero, y all iba a hacer trampas para gorriones.Tuvo la impresin de que la puerta no estaba bien cerrada. Avanz, y esta vez su hija se qued atrs,mientras l empujaba la puerta sin curiosidad, para ver cmo era ahora la habitacin de Eusbe. El olor nodaba pie a la menor duda, y adems hubo un leve movimiento, o, mejor dicho, un estremecimiento devida. Busc el interruptor. Ya no se acordaba de dnde estaba. Se encendi la lmpara y Loursat seencontr ante dos ojos que le miraban.

    No se movi. Tampoco hubiera podido moverse. En aquellos ojos haba algo completamente

    extraordinario en su situacin. Eran los de un hombre tendido en una cama. La manta slo ocultaba unaparte de su cuerpo. Le colgaba una pierna, envuelta en un voluminoso vendaje que quiz contena una deesas armazones con las que se inmoviliza un miembro fracturado.

    Todo eso apenas lo vea. Lo que contaba eran aquellos ojos de desconocido que le estaban mirando, ensu casa, bajo su techo, llenos de una inmensa interrogacin. El cuerpo era de un hombre, y la cara, lospelos de punta, cortados al cepillo, pero los ojos eran unos ojos de nio, grandes ojos asustados en los quea Loursat le pareci que temblaban unas lgrimas. Las aletas de la nariz se estremecieron, movi loslabios. Fue el comienzo de una mueca, la que hara alguien que est a punto de gritar o de llorar. Unruido... Un ruido humano... Una especie de gorgoteo, de vagido, como la primera llamada de un recinnacido. E inmediatamente despus una contraccin y una inmovilidad tan brusca que Loursat por unmomento dej de respirar.

    Cuando se rehzo, se pas la mano por los cabellos y dijo con una voz que oy como si fuera de otro:-Me parece que ha muerto.Se volvi hacia Nicole, que esperaba a cierta distancia, en el pasillo, con los pies desnudos en sus

    zapatillas de felpa azul celeste. Repiti:-Me parece que ha muerto. -Y aadi, preocupado-: Quin es?No estaba borracho. Nunca lo estaba. A medida que avanzaba el da sus andares eran ms lentos, su

    cabeza tambin, sobre todo su cabeza, sus pensamientos enlazaban blandamente entre s, y pronunciabapalabras a media voz, palabras que nadie hubiera podido comprender y que eran los nicos jalonesaparentes de su vida interior. Nicole le miraba con una especie de estupor, como si aquella noche loextraordinario no hubiese sido el disparo, la lmpara encendida, aquel hombre murindose detrs de una

    puerta, sino el propio Loursat, que permaneca tranquilo y macizo.

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    10/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    9

    La taquillera del cine cerraba por fin la jaula acristalada que era su suplicio durante todo el invierno, apesar de las bolsas de agua caliente. Las parejas titubeaban un instante en medio de la luz, y luego se

    perdan en la negrura mojada. Pronto se abriran y volveran a cerrarse puertas en barrios diferentes, seoiran voces en calles sonoras:-Hasta maana.-Buenas noches.En la Prefectura estaban sirviendo las naranjadas, lo cual era una primera seal.

    -Oiga! Rogissart?El fiscal de la Repblica, de pie, en camisn, porque nunca haba podido acostumbrarse al pijama,

    frunca el entrecejo mirando a su mujer, que levantaba los ojos del libro.-Qu dices? Cmo?

    Loursat haba regresado a su despacho, y Nicole, que segua en bata, estaba de pie al lado de laventana. Fine la Enana no haba dado la menor seal de vida, y en caso de estar despierta deba depermanecer inmvil a causa del miedo, acurrucada en la cama, atenta a los ruidos de la casa.

    Loursat haba colgado el aparato, quera servirse una copa, pero la botella estaba vaca. Ya habaagotado su provisin del da. Iba a verse obligado a bajar a la bodega, en la que nunca se haba decidido ainstalar la luz elctrica.

    -Supongo que te interrogarn -dijo a su hija-. Es mejor que reflexiones. No crees que deberasvestirte?

    Ella le miraba con dureza. No tena importancia, porque no se queran, y desde toda la vida se habaconvenido que no se ocupasen el uno del otro fuera de las comidas. Y aun eso era por costumbre, porquees lo que hay que hacer, y as permanecan frente a frente sin decirse nada.

    -Si conoces a este hombre lo ms prudente es confesarlo enseguida. En cuanto al que he visto pasar...Ella repiti lo que ya haba dicho:-No s nada.-Como quieras. Pero ten en cuenta que interrogarn a Fine, y seguro que tambin a la criada a la que

    has despedido.No la estaba mirando, pero no dej de tener la impresin de que aquello la impresionaba.-No tardarn en llegar -concluy levantndose y dirigindose hacia la puerta.Aquello llevara su tiempo. Rogissart no vendra solo, avisara al secretario del juzgado, al comisario

    de polica o a la brigada mvil. Haba vinos y licores en un armarito de la sala: Loursat no los bebanunca, y busc una vela para bajar a la bodega; encontr una en la cocina, en la que no saba dndebuscar, porque era como un extrao en su propia casa, de la que slo conoca su propio sector.

    Haca muchos aos, en aquella cocina, en tiempos de Eva... Cogi una botella del lugar de costumbre,volvi a subir resoplando, se detuvo en la planta baja y tuvo la curiosidad de ir a examinar la puerta deservicio que daba a un callejn sin salida. La puerta no estaba cerrada con llave. La abri, le sorprendidesagradablemente el fro y un olor de cubos de basura, volvi a cerrar y se encamin hacia su despacho.

    Nicole ya no estaba all. Haba debido de ir a vestirse. Oy ruido en la calle, entreabri un postigo yvio a un agente ciclista a quien seguramente Rogissart haba avisado, y que esperaba junto a la acera.

    Rompi cuidadosamente la cera, descorch la botella pensando en el hombre de arriba, en el muerto,que haba recibido una bala en el pecho, casi a quemarropa, una bala disparada por alguien que no debade haber conservado la sangre fra, porque en lugar de alcanzar el corazn se haba hundido demasiadoarriba, casi en el cuello. Sin duda sta era la causa de que en lugar de gritar, el herido slo hubiera podido

    emitir una especie de gorgoteo. Estaba muerto, con una pierna fuera de la cama, porque se haba

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    11/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    10

    desangrado. Aquel ser era un coloso, y pareca ms impresionante an al estar tendido e inerte. De pie sinduda le hubiese llevado una cabeza a Loursat, y sus rasgos eran duros, los de un campesino robusto, unbruto inconsciente.

    Loursat se hubiera quedado muy sorprendido de orse decir a s mismo, despus de beber medio vaso

    de borgoa:-Hay que ver!Se oy un ruido en el piso de arriba. La Enana rebulla en su cama, pero no se levantara ms que a la

    fuerza.En el Hotel de Pars tres viajantes de comercio jugaban a la belote con el dueo, que de vez en cuando

    miraba la hora. Las cerveceras cerraban. El portero de la Prefectura tambin cerraba las pesadas puertas,y vea alejarse el ltimo coche.

    Llova a cntaros, oblicuamente, a causa del viento que soplaba del noroeste, y que, muy lejos de all,en el mar, deba de formar una tempestad.

    Con los codos apoyados en el escritorio, Loursat se rascaba la cabeza, dejaba caer ceniza sobre lassolapas de su chaqueta, luego paseaba a su alrededor la mirada de sus ojos glaucos y saltones, suspiraba,

    mejor dicho, resoplaba, y murmuraba:-Les va a sentar como un tiro!Se refera a todo el mundo, en primer lugar a Rogissart, o, mejor dicho, a Laurence, su mujer, que se

    ocupaba ms de esas cuestiones, del bien y del mal, de lo que se haca y de lo que se hubiera debidohacer; y luego los dems, todo el Palacio de justicia, por ejemplo, donde no saban qu cara poner cuandoa Loursat se le ocurra decidirse a aceptar un pleito, los magistrados, los colegas, para no hablar de gentecomo Dossin, su cuado, el fabricante de trilladoras mecnicas, que se codeaba con polticos y empezabaa pensar en ser miembro del Consejo General; su mujer, Marthe, que siempre estaba enferma, siempreencontrndose mal, siempre vestida con telas vaporosas, y que era la hermana de Loursat, a quien sinembargo haca aos que no vea; la calle, la gente bien, los que tenan posibles y los que simulabantenerlos, los comerciantes y los hoteleros, los de la Oficina de Turismo y los del Gran Crculo, los de la

    ciudad alta y los de la ciudad baja...No les quedara ms remedio que instruir un sumario! Pues un desconocido, en una de las camas de la

    casa...Y l, Loursat, en resumidas cuentas era pariente de todos, de todos los que contaban, ya fuera por

    sangre o por matrimonio, nieto del antiguo alcalde que tena su calle y su busto en una plaza.Apur su vaso y se sirvi otro que no tuvo tiempo de beber, porque ya se oa en la calle ruido de

    coches, al menos dos; y Fine segua en su cama, Nicole no volva, de modo que tuvo que bajar con pasoslentos y silenciosos, y buscar a tientas los cerrojos de la puerta que no tena la costumbre de abrir,mientras fuera s oan los golpes de las portezuelas.

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    12/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    11

    2

    Eran las once cuando abri los ojos; pero an no lo saba, porque no se tomaba la molestia de alargarel brazo hacia su chaleco para sacar el reloj. Una penumbra de stano reinaba en la habitacin con lospostigos cerrados, y en esos postigos se vean dos agujeritos redondos muy luminosos.

    Loursat miraba aquellos ojos brillantes con toda la seriedad del mundo, exactamente con la mismaseriedad que los nios ponen en las cosas ftiles: se trataba de adivinar el tiempo que haca fuera. Ahorabien, aunque no era lo que se llama un hombre supersticioso, Loursat haba inventado minsculascreencias para su uso personal: por ejemplo, que los das cuyo tiempo haba sabido adivinar eran dasbuenos.

    Se decidi: Sol! Luego se volvi pesadamente para alcanzar un timbre cuya llamada provocaba un es-truendo en la cocina sepulcral de la Enana. All estaba ella, sirviendo un vaso de vino a un agenteuniformado y familiarmente sentado a la mesa. El polica pregunt:

    -Qu es eso?Ella repuso con indiferencia:-No es nada.Con los ojos abiertos, Loursat esperaba, escuchando los ruidos de la casa, demasiado lejanos y

    demasiado vagos para adquirir un significado preciso. Volvi a llamar. El agente mir a Fine, quien seencogi de hombros.

    -Ojal reventase!Levant una cafetera que estaba junto al fuego, la sacudi, llen una echadora de caf y fue en busca

    de un azucarero cubierto de moscas que estaba sobre la mesa. Una vez en la alcoba, no se molest enllamar ni en dar los buenos das. Puso la bandeja sobre una silla que serva de mesilla de noche, se dirigia la ventana y abri los postigos.

    Loursat crey haber perdido. El cielo estaba glauco, color de mercurio. Pero un momento despus seilumin para ensombrecerse de nuevo, porque haba nubes de lluvia cruzando el cielo, y el viento eraglacial.

    -Quin hay abajo?Todas las maanas le esperaba una hora desagradable; ya estaba acostumbrado, y tena recetas

    personales para que fuera lo menos penosa posible. No haba que darse prisa en moverse a causa de lacabeza demasiado vaca, del estmago que zozobraba fcilmente. El tiempo que la Enana necesitaba para

    encender la chimenea con gestos tan brutales que pareca odiar los objetos.-Esto est lleno de gente arriba y abajo -contest, arrojando sobre la cama la camisa del abogado.-Y la seorita?-Hace una hora que est encerrada en el saln grande con uno de esos hombres.El mal humor de la Enana ya no llamaba la atencin, porque haca demasiados aos que se haban

    acostumbrado a l. Nicole tena dos aos cuando Fine haba empezado a ocuparse de ella, y de golpe sehaba puesto a odiar a todo el mundo, y a Loursat en particular. Al abogado no le importaba en lo msmnimo. Al principio no se enteraba de nada de lo que ocurra en la casa. Sin embargo, de vez en cuando,por casualidad, al abrir una puerta encontraba a la Enana de rodillas, calentando con las manos o contrasus vacos pechos los pies desnudos de la joven. Lo cual no impeda que le gruese, a veces durantesemanas enteras, por alguna razn misteriosa.

    Unos minutos despus del caf le tocaba el turno a la botella de agua mineral, que el abogado beba

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    13/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    12

    entera, haciendo grgaras. Solamente despus de aquel ritual poda levantarse. Pero no empezaba a ser lmismo hasta una hora ms tarde, despus de dos o tres vasos de vino.

    -Ha venido tambin el fiscal?-Yo no le conozco!

    Raras veces utilizaba el cuarto de bao que estaba en la otra ala, contiguo a la alcoba. Una palanganaen un hueco de la pared, un vaso para el cepillo de dientes y un peine le bastaban. Se vesta delante deFine, quien, agachada junto a la estufa, nunca consegua encenderla al primer intento.

    -Cmo est la seorita?Y la otra, ceuda, siempre como si fuera a morder con sus dientes de roedor, responda:-Cmo quiere que est?

    La vspera todo haba sido muy raro. Rogissart, muy alto y muy delgado, como su mujer -les llamabanlos dos fideos-, haba adoptado un aire de preocupacin al estrechar la mano de su primo y preguntarlearrugando el entrecejo:

    -Qu historia es esa que me has contado por telfono?No se hubiese extraado lo ms mnimo si el abogado se hubiese echado a rer, dicindole: O seaque te lo has credo?. Pero no lo dijo. Realmente haba un cadver en una cama, y Loursat parecasentirse muy orgulloso, feliz, de poder exhibirlo.

    -Ya ves -deca-. No s quin es ni tampoco cmo ha llegado hasta aqu ni qu le ha sucedido. Eso esasunto tuyo, no?

    El secretario tosa continuamente, y era imposible dejar de mirarle con impaciencia, y al final con ira,hasta tal punto sus accesos de tos eran interminables. Tambin se encontraba all un comisario de labrigada mvil llamado Binet o Liset, un hombrecillo de corta estatura, con ojos de pescado y pronunciadacalvicie, que tena la mana de estar siempre disculpndose. Todo el mundo tropezaba con l, con sugabn de ratina color de chocolate, y su presencia se haca exasperante.

    -Est Nicole en casa? -pregunt Rogissart, que jams se haba sentido tan incmodo.-Est vistindose. No tardar.-Est al corriente?-Estaba conmigo cuando abr esta puerta.Era evidente que Loursat haba bebido mucho, un poco ms que de costumbre, y hablaba

    estropajosamente. Era fastidioso delante del secretario, el comisario, el sustituto que acababa de llegar yel jefe de la polica.

    -Nadie en la casa conoce a este hombre?Nicole estuvo muy bien. Qu entrada la suya! Era sorprendente verla tan mujer de mundo. Pareca

    penetrar en un saln en el que la esperaban los invitados, y tendi la mano al fiscal.-Buenas noches, primo... -Y volvindose hacia los dems, esperando que se los presentaran-: Seores...Era una revelacin, porque nunca haba sido as.-Y si saliramos del cuarto? -propuso Rogissart, a quien impresionaba el cadver con los ojos

    abiertos-.As aprovechar usted para echar un vistazo, comisario. Fueron al comedor, porque el saln de la

    planta baja haca muchos aos que no se usaba.-Me permites que interrogue a Nicole? -pregunt a Loursat.-Adelante. Si me necesitas estar en mi despacho.Rogissart fue a reunirse con l, solo, media hora despus.-Dice que no sabe nada. Es una historia muy enojosa. He dado la orden de que trasladen el cuerpo al

    depsito. No quiero empezar la investigacin en plena noche. Pero me veo obligado a que se quede un

    hombre en la casa.

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    14/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    13

    - El abogado no tena ningn inconveniente. En su mirada haba ms vaguedad que nunca, y sobre elescritorio la botella estaba vaca.

    -De verdad no tienes ni la menor idea de lo que puede haber pasado?-De verdad.

    Y lo deca en un tono que casi poda confundirse con el de una amenaza. O era ms bien que seburlaba descaradamente de su primo? La situacin era delicada, sobre todo porque, por muy borrachn yarisco que se hubiese vuelto, an formaba parte de la sociedad. Desde luego, no frecuentaba ningn saln,pero tampoco se haba peleado con nadie, y la gente todava le estrechaba la mano cuando coincida conl en la calle o en el Palacio de justicia.

    Si beba era siempre a solas, en su casa, y segua manteniendo la dignidad. Pero, en realidad, qupodan reprocharle? Por el contrario, todo el mundo se senta obligado a manifestar cierta compasin, amurmurar que su caso era una lstima, que Loursat era uno de los hombres mejor dotados de la ciudad.Lo cual era cierto, y se comprobaba en las escasas ocasiones en que aceptaba un caso.

    Al principio nadie advirti nada cuando, sbitamente, dieciocho aos atrs, pocos das antes de Navi-dad su mujer le abandon dejndolo solo con una nia de dos aos. Aun sin querer, la gente sonrea.

    Durante semanas todos encontraron cerrada su puerta. Personas como los Rogissart, ms o menosemparentados con Loursat, le sermonearon:-No hay que abandonarse, hombre. Es imposible vivir as al margen del mundo, como un animal

    enfermo.Y sin embargo, s haba sido posible, porque haca dieciocho aos que duraba aquello. Dieciocho aos

    durante los cuales no haba necesitado a nadie, ni a amigos ni a amantes ni, por as decirlo, siquieracriados, porque Fine, a quien tom a su servicio, se ocupaba sobre todo de Nicole.

    l no se ocupaba de su hija. La ignoraba, quera ignorarla. No la odiaba, pues ella no tena ningunaculpa, pero atando cabos haba llegado a sospechar que era hija del otro, un funcionario del prefecto deaquel entonces. Aquel drama sin drama impresion en su momento a todo el mundo. Precisamente por serms imprevisto, porque haba sido silencioso, porque no se haba vuelto a saber nada de aquel asunto. Se

    llamaba Genevive. Perteneca a una de las diez mejores familias de la ciudad. Era guapa y frgil. Cuandose cas con Loursat todo el mundo estaba convencido de que era una boda por amor. Durante tres aos, niun chisme, ni un rumor malintencionado. Y de pronto la gente se entera de que se haba fugado conBernard, sin decir nada, de que era su amante desde haca tiempo, tal vez desde los comienzos de sumatrimonio, algunos afirmaban que incluso antes. Y despus, ni la menor noticia de ellos. Nada. Slo lospadres de Genevive recibieron una postal de Egipto con una simple firma.

    Con la boca pastosa, recorri el pasillo, lleg a lo alto de la escalera desde donde poda ver a doshombres con sombrero sentados abajo, en los primeros escalones.

    Les contempl durante unos momentos con esa mirada que era el fruto de los aos, insistente y vaga,tan difcil de descifrar, tan penosa de soportar, y luego fue al segundo piso, de donde procedan los ruidos.

    El comisario Binet, que iba andando hacia atrs, tropez con l, se azar, balbuci todo un rosario deexcusas. Haba otros hombres con l, tres, uno de ellos un fotgrafo provisto de un monstruoso aparato; ytrabajaban a su manera, con la pipa o el cigarrillo en los labios, midiendo, registrando, cambiando de sitiolos muebles de la habitacin donde haban encontrado el cadver.

    -No ha venido el fiscal? -pregunt Loursat, despus de haber observado la escena.-No creo que vaya a venir. El juez de instruccin est abajo.-A quin han elegido?-A Monsieur Ducup. Me parece que est procediendo a los interrogatorios. Le ruego que me disculpe...-Por qu? -pregunt sosegadamente el abogado.-Por... Por todo este desorden.Loursat se alej encogindose de hombros. Era la hora en que iba a la bodega para aprovisionarse de

    vino. La casa estaba fra, y aquella maana haba adems corrientes de aire desacostumbradas, ruidos

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    15/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    14

    inslitos. Se encontraba con gente a la que no conoca y que suba o bajaba por la escalera. A vecessonaba la campanilla, y un agente de polica iba a abrir.

    En la calle, las criadas de los vecinos deban de pasarse todo el tiempo en los portales o en lasventanas, mientras Loursat volva a subir de la bodega resoplando, con sus tres botellas en la mano, y

    circulaba indiferente por entre los policas.Al llegar ante la puerta del saln grande, sta se abri. Apareci Nicole, muy alta, muy erguida, conuna impasibilidad exagerada, y se detuvo instintivamente ante su padre. Tras ella se perfilaba la silueta deDucup, muy compuesto, con el pelo rizado y su cara de rata enferma, la sonrisa irnica que adopt de unavez por todas y que l juzgaba categrica. Loursat llevaba una botella en una mano, dos en la otra, y no sesenta incmodo a pesar de la mirada insistente de Ducup. Nicole tambin miraba las botellas. Y en vezde hablar, como haba sentido el impulso de hacer, se alej suspirando.

    -Mi querido amigo... -comenz Ducup.Tena treinta aos y buenas aldabas. Siempre iba a ser as, porque haca lo necesario; se haba casado

    con una mujer bizca, pero que le emparentaba con las familias ms notables.-Como me han dicho que dorma, me ha parecido preferible no molestarle...

    Loursat entr en el saln y dej sus botellas encima de la mesa, una mesa que deban de haber tradode otro sitio, porque no sola estar all. La estancia era amplia y desnuda. El suelo de madera barnizadaestaba cubierto de polvo, y junto a las paredes slo haba unas sillas doradas, como para un baile.Solamente haban abierto los postigos de una de las cuatro ventanas, y como no haba chimenea, Ducupno se haba quitado el abrigo con martingala. Un secretario, sentado delante de sus papelorios, se levantal ver aparecer a Loursat. Y a cada paso la araa tintineaba, una inmensa araa con colgantes de cristalque adquirira vibraciones musicales al menor estremecimiento del aire.

    -Siguiendo los consejos del seor fiscal, he empezado por interrogar a la hija de usted.No. Estaba claro que Loursat no tena el menor deseo de quedarse all, en aquel saln demasiado

    grande, demasiado fro, demasiado gris. Vindole mirar a su alrededor, se tena la impresin de quebuscaba un rincn donde poder acurrucarse, tal vez un vaso para su vino.

    -Venga a mi despacho -gru, volviendo a coger las botellas.El secretario se pregunt si tena que seguirles. Ducup tampoco saba lo que haba que hacer. Fue

    Loursat quien le dijo:-Ya se le llamar cuando sea necesario.An no haba encendido el cigarrillo que llevaba en los labios desde la maana y que empezaba a

    deshacerse. Subi la escalera seguido por Ducup. Cerr de un puntapi la puerta del despacho, y en suantro volvi a ser por fin l mismo; se sorbi los mocos, resopl, se son, tom un vaso del armario, sesirvi de beber mirando al juez y limitndose a decir con la botella en la mano:

    -No?-Nunca a estas horas, gracias. Acabo de tener una larga conversacin con su hija, una conversacin

    que ha durado cerca de dos horas. Por fin he logrado convencerla de que lo mejor es que hablase...Loursat, despus de haber dado vueltas al saln como un jabal en su guarida, encontr por fin la buena

    posicin en su silln de cuero ajado, en el que no tena ms que alargar la mano para atizar la estufa opara servirse de beber.

    -No hace falta que le diga, mi querido amigo, que cuando esta maana el fiscal me ha dispensado el te-mible honor de...

    Con Loursat era difcil, porque no escuchaba, miraba y su mirada deca: Cretino!.-Slo ante su insistencia he aceptado, y...-Un cigarrillo?

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    16/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    15

    -No, gracias. Caa por su propio peso, verdad?, que alguien de la casa saba de dnde haba salido esehombre. Y apoyndome en esta idea, slo me quedaba elegir entre...

    -Oiga, Ducup, qu le parece si me contase sin ms rodeos lo que le ha dicho mi hija?-Ahora iba a hacerlo. Confieso que me cost bastante tomar una decisin; pero al comprender que ella

    obedeca a sentimientos nobles, en este caso a la voluntad de no traicionar a ciertos amigos...-Me carga usted, Ducup.No lo dijo precisamente as, sino que emple una palabra ms grosera, y se hundi an ms en su

    silln, mientras el calor del vino y el de la estufa empezaban a penetrarle.-Comprender mis dudas. Todos somos propensos a creer en las apariencias, en las realidades

    superficiales que nos rodean, y nos cuesta imaginar que bajo esa corteza tranquilizadora de las cosasexiste una vida subterrnea que...

    Loursat se son estrepitosa, cnicamente, para acabar de una vez. Y Ducup se puso rgido, muyofendido.

    -Como guste. Sepa, pues, que hay ciertas noches en que Mademoiselle Nicole sale con unos amigos.Otras noches les recibe aqu...

    Esper el efecto de esta revelacin, pero Loursat no pareci alterarse, si acaso ms bien pareciencantado con lo que oa.-En su alcoba? -pregunt.-En el segundo piso. Parece ser que hay una habitacin, una especie de cuarto trastero, que han

    bautizado con el nombre de Bar del Desorden.Son el timbre del telfono. Loursat hizo lo mismo que la Enana aquella maana: al principio no quiso

    responder, y slo se decidi a hacerlo cuando el timbre se hizo demasiado insistente.-Qu pasa? Eres t, Rogissart? S, precisamente esten mi despacho. No, an no s nada. Empezaba... De acuerdo, te paso con l.Ducup, tembloroso, alz el auricular.-S, seor fiscal. Por supuesto que s, seor fiscal. Lo prefiere? Muy bien, seor fiscal. -Mir a

    Loursat-. S, est aqu. Cmo dice? Comprendo, seor fiscal. Le deca que hay un grupo de jvenes quetienen por costumbre reunirse a veces en un bar que est cerca del mercado, y a veces aqu mismo, en lacasa. S, en una habitacin del segundo piso. No, no en sa, sino en una habitacin que est al lado. Hacequince das entr en el grupo uno nuevo. Le hicieron beber para divertirse. Y despus le pusieron aprueba, le desafiaron a robar un coche y a conducir a toda la pandilla a una posada que est a unos diezkilmetros de Moulins...

    S, desde luego he apuntado los nombres... Eso es. Lo pens enseguida. Se trata del coche del tenientede alcalde, que encontraron una maana con el guardabarros torcido y sangre en los... S. Cmo? Ahoramismo, seor fiscal. Aqu tengo el papel donde lo he anotado.

    Si no era para sacarle de quicio, por qu Loursat se dedicaba a dar vueltas por la habitacin? A msmiradas de impaciencia, cuando no miradas suplicantes de Ducup, ms vueltas daba resoplando.

    -Aqu est, seor fiscal. El primero es Edmond Dossin, s, el hijo de Charles Dossin. No lo sexactamente. Es difcil precisar lo que haca cada uno de ellos. Luego tenemos a Jules Daillat, el hijo delcharcutero de la Rue d'Allier. Claro. S, s, tengo la intencin de profundizar... Por ahora me he limitado aapuntar los nombres, entre ellos el de un empleado de banca. Su padre es cajero en el Crdit du Centre,donde tambin trabaja el hijo: Destrivaux. Oiga? S, seor fiscal. Luego hay un tal Luska. Y finalmenteel nuevo, mile Manu, su madre es viuda y da lecciones de piano. Cuando volvan de la posada, Manuestaba muy excitado. Todos vieron algo en la carretera, una silueta alta que extenda los brazos... Hubo unchoque. Entonces los jvenes pararon el coche y vieron a un hombre herido. S, seor fiscal, Made-moiselle Nicole iba con ellos... Debieron de asustarse, de eso estoy seguro. Al parecer el individuo lesamenaz, y fue ella la que propuso llevarle a su casa... Desde luego, sin que Monsieur Loursat se

    enterase. No, a la cocinera se lo dijeron al da siguiente. Por supuesto, la interrogar inmediatamente.

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    17/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    16

    Edmon Dossin fue a buscar al doctor Matray. El hombre tena una pierna rota, con diez centmetros decarne arrancada. S, an est a mi lado.

    Mientras tanto, Loursat se serva de beber tranquilamente. Estaba claro que hablaban de l.-Oiga? Cmo dice? Disclpeme, hacan ruido en la habitacin. Se lo he preguntado. Despus de lo

    sucedido volvieron a reunirse varias veces ms, s. Segn ella, el herido era insoportable, tena toda clasede exigencias.Loursat sonrea, como si le divirtiese enterarse de que durante dos semanas un herido haba estado

    viviendo bajo su mismo techo, sin que l lo supiera, para no hablar de las visitas del doctor Matray(haban sido condiscpulos en el liceo) ni de las reuniones de aquellos jvenes de los que al menosconoca a uno, Dossin, el hijo de su hermana, de la Pelmaza, como l la llamaba.

    -Evidentemente. S. S, ya le entiendo. Tambin sobre esta cuestin he insistido mucho. Me haparecido que hablaba con toda sinceridad. Me ha confesado que anoche estuvo en su cuarto mile Manu.S, el hijo de la viuda que da lecciones de piano. Por cierto, tambin se las da a ella. Oiga? Es que no oacasi nada. Subieron juntos para ver al herido. Luego Mademoiselle Nicole le hizo pasar a su alcoba.

    Dirigi una incmoda mirada a Loursat, quien no pareci contrariado en lo ms mnimo. Al contrario,

    hubirase dicho que disfrutaba.-Desde luego. A m tambin me ha sorprendido mucho. Es posible. Ya lo he pensado. He ledo el libro.Conozco esos ejemplos de jvenes que se acusan sin motivo. Pero habla con tanta seguridad... Sucompaero se despidi de ella hacia las doce menos veinte. No le acompa hasta la puerta.

    Qu comentario hara el fiscal al otro extremo del hilo? El juez Ducup no pudo evitar sonrer.-Cierto. Todo el mundo entraba y sala como le daba la gana. Al parecer la puertecita que da a un calle-

    jn nunca se cierra. Ella oy el disparo unos instantes despus de que se fuera mile Manu. Dud antesde salir de la alcoba. Cuando se decidi a salir, oy a su padre en el pasillo. Hay que comprobarmuchsimos detalles, s. Bueno. Se lo dir. Hasta ahora, seor fiscal.

    Ducup, que tena la impresin de haberse vengado un poco, colg el auricular y se volvi hacia eldueo de la casa.

    -El fiscal me ruega que le diga que lo siente mucho, y que har lo imposible para que en los peridicosno se aluda a Mademoiselle Nicole. Ya ha odo lo que yo le deca. No creo que pueda aadir mucho ms.Soy de la misma opinin que el fiscal: es un asunto extremadamente delicado y extremadamentedesagradable para todo el mundo.

    -Sera usted tan amable de deletrearme los apellidos y de darme las direcciones?-No las tengo todas. En algunos casos, como en el de Manu, su hija no estaba segura del todo. Ahora

    quisiera rogarle, en nombre del fiscal, que acceda a someterse a un interrogatorio oficial. Ha sido en estacasa donde...

    Loursat ya haba abierto la puerta y gritaba en direccin al pasillo:-Que suba el secretario! Eh, los de abajo, que suba el secretario del juez!Rogissart deba de estar telefoneando a Madame Dossin, quien, doliente y vestida de color plido,

    probablemente de malva, pona caras distinguidas mientras iba de un divn a otro, sin hacer ms esfuerzoreal que ordenar con sus afilados dedos las flores de los jarrones. No poda parecerse menos a Loursat.Era el elemento refinado de la familia. Se haba casado con Dossin, que tambin presuma de la mismaelegancia, y se haban hecho construir detrs del Mail la quinta ms suntuosa de Moulins, una de laspocas en las que serva un mayordomo con guantes blancos.

    -Oiga? Es usted, mi querida amiga? Cmo se encuentra? Lo lamento muchsimo. No obstante,tengo que decirle que... Desde luego. Haremos todo lo que podamos...

    Loursat crea estar escuchando aquella conversacin telefnica, estar viendo a su hermana hecha unmanojo de nervios entre los almohadones y las flores, que llamaba a una doncella y que por fin sepermita un desmayo completo.

    -Me llamaba usted, seor juez?

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    18/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    17

    -Por favor, tome nota de la declaracin de Monsieur Loursat.-Hector Dominique Franois Loursat de Saint-Marc... -recit ste con feroz irona-. Abogado del

    colegio de Moulins. Cuarenta y ocho aos. Casado con Genevive Loursat, de soltera Grosillire,actualmente en paradero desconocido.

    El secretario levant la cabeza y mir a su patrn, preguntndose si deba transcribir aquellas ltimaspalabras.-Escriba: Ignoro lo que ha hecho o podido hacer la llamada Nicole Loursat; ignoro lo que ha sucedido

    en las habitaciones de mi domicilio que yo no ocupo, y tales cosas no me interesan absolutamente nada.Habiendo credo or un disparo en la noche del mircoles al jueves, comet el error de preocuparme porello, y descubr, muerto de un balazo, en una cama del segundo piso, a un hombre al que no conozco. Notengo nada ms que aadir.

    Se volvi hacia Ducup, que cruzaba y descruzaba las piernas.-Un cigarrillo?-No, gracias.-Borgoa?

    -Ya le he dicho...-Que nunca bebe a esta hora. Lo siento. Ahora...Esperaba, demostrando claramente que quera quedarse solo en su despacho.-Tambin tengo que pedirle permiso para interrogar a su criada. En cuanto a la que despidieron

    anoche, la polica ya la est buscando. Debe usted comprender mejor que nadie...-Eso es, que nadie!-El comisario Binet ya se ha encargado de enviar a Pars la fotografa del muerto y sus huellas

    digitales.Loursat mascull, porque s, como si canturrease un estribillo.-Pobre Binet!-Es un funcionario competente que...

    -Desde luego. Competente!No haba vaciado del todo su primera botella. Pero ya haba conseguido hacer desaparecer el

    malhumor de la maana, el mal sabor de boca y la sensacin de vaco en la cabeza.-Es posible que me vea obligado a...-No deje de hacerlo.-Pero...Al diablo con Ducup! Loursat ya estaba harto y abri la puerta.-Tiene que admitir que he hecho todo lo que he podido para que...-S, Monsieur Ducup.En sus labios, aquel apellido sonaba igual que un insulto.-En cuanto a los periodistas...-Usted se ocupar de ellos, verdad?Por fin se haba largado, Dios! No era posible pensar en paz con una facha como la de Ducup ante los

    ojos, para no mencionar aquella peste de cosmtico o de gomina con la que haba conseguido impregnarel despacho.

    O sea que Nicole... Estrech la mano del juez, y adems la del secretario, para acabar de librarse deellos, y volvi a cerrar la puerta con llave.

    Nicole... Se encarniz con la estufa, y estuvo a punto de quemarse las piernas con una sbitallamarada.

    Nicole... Dio dos vueltas al despacho, se sirvi un vaso entero de vino, lo bebi de un trago todava depie, luego se sent y estuvo contemplando un trozo de papel en el que haba garrapateado los apellidos

    que haba mencionado Ducup.

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    19/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    18

    Nicole... Y l que la haba credo una pollita desgarbada y testaruda! Un coche se alejaba, sin dudaDucup. Haba gente vagando por toda la casa. Qu deba de estar haciendo Nicole?

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    20/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    19

    3

    No se ri. Ni siquiera se permiti una sonrisa, pero sinti una viva sorpresa, seguida inmediatamentepor una sensacin de alegra, de un bienestar que le envolva como un bao de agua caliente. Faltaba pocopara la una. Loursat entr en el comedor y all vio a la Enana que pona rabiosamente la mesa. l sequed, sin saber exactamente por qu, de espaldas a la chimenea en la que humeaban las bolas de carbn.

    Entonces Fine, despus de dos o tres ademanes de impaciencia, como cuando se espanta una moscainsistente, acab por decir, mientras hurgaba en el cajn de los cubiertos de plata:

    -Me parece que an no he tocado la campana!l la mir sorprendido, y se qued asombrado al verla tan pequea, tan fea, tan aviesa, y casi estuvo a

    punto de preguntarse qu estaba haciendo en su casa. Tambin observ que el cajn de los cubiertos era elmismo en el que tiempo atrs se guardaban las servilletas, y se qued atnito al pensar que nunca habaadvertido aquel cambio.

    Los dems das esperaba a or la campana que anunciaba las comidas, como cuando la casa estabaverdaderamente habitada. Despus de sonar la campana, muchas veces an se quedaba un cuarto de horao ms tiempo en su despacho, hasta que de pronto caa en la cuenta y se diriga al comedor, dondeencontraba a Nicole leyendo para entretener la espera. En ese momento, sin decir ni una palabra, ellacerraba el libro y miraba a la criada, quien empezaba a servir la comida.

    Y aquel da haba llegado antes que Nicole. Por un momento se pregunt por qu razn la Enana habasalido de las profundidades de su cocina y se ocupaba de poner la mesa, pero no tard en acordarse de quehaban despedido a la otra sirvienta.

    Era curioso! No hubiera sido capaz de decir as a quemarropa lo que le suceda. Senta una vagaimpresin de novedad. Estaba all, en su casa, donde naci y donde nunca haba dejado de vivir, y depronto se sorprenda de que se hiciese sonar una enorme campana de monasterio para anunciar a dospersonas que la comida estaba servida. Fine sali, sin mirarle. Le odiaba con toda su alma, y no se privabade decirle a veces a Nicole: La bestia bruta de tu padre....

    Son la campana. Entr Nicole, tranquila, casi serena, en modo alguno con la cara de una joven a laque acaba de interrogar durante dos horas un juez de instruccin. No haba llorado. Por vez primeraLoursat advirti un detalle sorprendente: su hija se ocupaba de llevar la casa. Eran cosas pequeas; alentrar dedic una mirada a cada uno de los detalles de la mesa, una mirada maquinal de ama de casa.Luego abri la portezuela del montaplatos y dijo a media voz inclinndose hacia el interior:

    -Adelante, Fine.

    Haba pensado en todo. Sustitua a la criada, traa las fuentes a la mesa y se sentaba. Y todo sin mirar asu padre, sin una palabra sobre lo que haba sucedido, sin curiosidad por sus reacciones. Por mucho que lcomiera tan groseramente como de costumbre, bebiera su borgoa, masticara con ruido, no poda dejar deseguir pensando en Nicole, a quien no se atreva a mirar cara a cara, sino slo dirigindole miradasfurtivas. Era extrao, pero le hubiera gustado hablar con ella, decirle cualquier cosa, or su voz y la vozpropia en aquel comedor en el que slo resonaba el tintineo de los tenedores y a veces el estallido de unade las bolas de carbn.

    -Segundo plato, Fine! -dijo hacia las profundidades del montaplatos.Estaba un poco gruesa, y sin embargo no daba la impresin de blandura. Esto era lo que ms

    sorprenda a Loursat. En el pesado cuerpo de Nicole, en su placidez, haba como una fuerza en reposo. Yde pronto, a pesar suyo, sac del bolsillo, junto a unas cuantas briznas de tabaco, el papel arrugado en el

    que haba escrito aquellos nombres, y dijo:

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    21/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    20

    -A qu se dedica ese mile Manu?Sinti la incomodidad de haber hablado, de haber roto con una tradicin de tantos aos. Casi estuvo a

    punto de sonrojarse por aquella infidelidad a su propio personaje. Nicole volvi la cara hacia l, con susojos grandes, la frente lisa. Baj los ojos y mir el mantel, el papel. Comprendi lo que se le preguntaba y

    respondi:-Es dependiente en la Librera Georges.Casi lleg a entablarse una verdadera conversacin. Tal vez slo con que ella hubiese dicho algunas

    palabras intiles, unas palabras de ms aadidas a las que eran estrictamente necesarias para responder...No continuaron. Para ocultar su desazn Loursat mir el trozo de papel que haba dejado sobre la mesa, ysigui masticando.

    Hacia las tres tena la costumbre de dar un paseo como se pasea a un perro, como si se llevase a smismo sujeto por la correa, dando la vuelta exactamente a las mismas manzanas. Aquella vez ya al salirde su casa rompi con esta regla; se detuvo, se volvi, se qued quieto al borde de la acera contemplando

    su casa. No era posible explicar lo que senta, ni si le produca una sensacin grata o no. Sencillamenteera algo extraordinario! Vea su casa! Volva a verla como cuando era nio o joven; la reencontrabacomo cuando volva de Pars durante las vacaciones en sus aos de estudiante de Derecho. No se tratabade ninguna emocin. Adems, por nada del mundo estaba dispuesto a sentirse emocionado. Eradeliberadamente grun. Pero no era curioso que...? Bueno, durante aquellas famosas noches tenan queencender la luz. Y desde la calle deba de verse filtrar esa luz por entre las rendijas de los postigos. Yaquella puerta, en el callejn, permaneca abierta durante toda la noche. Acaso los vecinos nunca habanvisto sombras que entraban o salan?

    Y Nicole, en su alcoba, con aquel...Tuvo que consultar el trozo de papel: Manu. mile Manu. Un nombre que armonizaba con el

    impermeable claro, con la silueta que haba entrevisto al final del pasillo. Y cuando estaban los dos en la

    alcoba, acaso...?Andaba sacudiendo la cabeza, encogiendo los hombros, con las manos detrs de la espalda, y de

    pronto se par delante de una nia que le estaba mirando. Seguro que era una vecina. Tiempo atrsconoca a los habitantes de todas las casas, pero era forzoso que hubiese habido muchas mudanzas ymuertes. Tambin nacimientos. De quin poda ser aquella chiquilla? Qu pensaba mientras lecontemplaba? Por qu pareca tenerle miedo?

    Tal vez sus padres le haban dicho que l era el coco o un ogro. Al cabo de un instante se sorprendimurmurando.

    -Es verdad que le dan lecciones de piano!Volva a pensar en Nicole. Muy de tarde en tarde oa el piano, tocado con mucha torpeza. Pero nunca

    haba cado en la cuenta de que Nicole estudiaba piano.Nunca se haba preguntado por qu, ni si le gustaba la msica, ni cmo haba elegido a su profesor. A

    veces, por la escalera o en los pasillos, se cruzaba con una mujer de cabellos grises que le diriga unceremonioso saludo.

    Qu curioso! Y an ms curioso que hubiese llegado hasta la Rue d'Allier, que estaba fuera de surecorrido, y que se hubiera detenido ante el escaparate de la Librera Georges, un escaparate triste y conpoca luz, a la manera antigua, tan mal iluminado que a la cada de la tarde, desde lejos, la tienda parecacerrada.

    Entr y reconoci al viejo Georges, a quien siempre haba conocido viejo, malhumorado, avieso,tocndose con una gorra de polica, y luciendo unos bigotes de foca y gruesas cejas a lo Clemenceau. Ellibrero escriba sentado en un alto pupitre y ni siquiera levant la cabeza, mientras en el fondo de la

    tienda, que era muy alargada, en la parte en la que durante todo el da se iluminaba con una bombilla

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    22/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    21

    elctrica, donde se alineaban los libros encuadernados en tela negra del gabinete de lectura, un jovenbajaba de una escalera.

    Al principio avanz con naturalidad. Pareca alguien vulgar: un joven como los hay en todas laslibreras o en cualquier comercio, an no formado del todo, con el cuello largo, los cabellos ms bien

    rubios, los rasgos indecisos. De pronto se detuvo. Reconoci al abogado, a quien quiz le habansealado en la calle? Quin sabe. Tal vez le haba visto en su propia casa, ya que... Muy plido, tenso dela cabeza a los pies, miraba a su alrededor como pidiendo ayuda. Y Loursat se sorprendi a s mismohaciendo comedia, mirndole con ojos feroces.

    -Qu... qu desea...?No poda hablar. Tena un nudo en la garganta. La nuez le suba y bajaba por encima de una corbata de

    color azul celeste. El viejo Georges, sorprendido, levant la cabeza.-Quisiera un libro, joven.-Qu libro desea usted?-Cualquiera. Me da igual.-Ensale al seor las ltimas novedades -intervino el librero.

    El muchacho se puso nervioso, y en el ltimo momento consigui evitar que se desmoronase una pilade libros. Realmente era muy joven. No tendra ni diecinueve aos, tal vez solamente diecisiete. Delgado,como esos pollos que han crecido demasiado aprisa. Un gallito que empieza a tomarse a s mismo enserio.

    Haba sido l quien, al volante del coche... Loursat gru imperceptiblemente. Se reprochaba seguirpensando en todo aquello, seguir interesndose por el asunto. Haba aguantado durante cerca de veinteaos, y ahora, a causa de una estpida historia...

    -Muy bien. Dme ste. No es necesario que lo envuelva.Haba hablado secamente, con dureza.-Cunto es?-Dieciocho francos, seor. Le dar una bolsa...

    -No vale la pena.Por fin sali, metindose el libro en el bolsillo, y sinti necesidad de beber. Apenas reconoca la Rue

    d'Allier, que es la arteria principal de Moulins. Por ejemplo, al lado de la armera, que no haba cambiado,descubra un inmenso Prisunic con globos demasiado luminosos y la mercanca esparcida sobre la acera,con quesos al lado de las lanas y de los discos.

    Ms lejos, calle abajo, descubri un letrero encima de una charcutera con tres escaparates de mrmol:CHARCUTERA FINA DAILLAT. El Daillat que tambin iba a su casa, junto con Dossin y la pandilla.Era uno de los personajes que vea agitarse dentro de la tienda? Unas dependientas vestidas de blanco,muy pulcras, iban y venan a una velocidad endiablada. Un hombre con chaqueta a rayas finas y undelantal blanco. No! Aquel tipo de cara rojiza, con un cuello inexistente, tena al menos cuarenta aos.Tal vez el pelirrojo que vesta como l y que estaba cortando chuletas.

    La tienda era prspera, y uno se preguntaba cmo una pequea ciudad poda tragar tanta charcutera.Qu bar le haban dicho que frecuentaban los jvenes? No lo haba apuntado. Se acordaba de que estabacerca del mercado, y se meti en aquel barrio sombro, de estrechas calles. El Boxing Bar! Eso es. Unaventana no muy ancha, con pequeos cristales, protegida por una cortina de estilo rstico. Una salapequesima, dos mesas oscuras y unas cuantas sillas junto a un alto mostrador. Estaba desierto. Loursatavanz como un oso, descontento, con desconfianza, mirando las fotografas de artistas y de boxeadorespegadas en los espejos, los taburetes demasiado altos, los utensilios para preparar ccteles. De detrs delmostrador sali por fin un hombre como si saliera de una trampilla, y es que era algo as, porque habaque agacharse y pasar por una especie de agujero para salir de la habitacin vecina.

    El hombre, con chaqueta blanca, estaba comiendo algo; mir al abogado, frunci el entrecejo y

    refunfu a la vez que coga una servilleta:

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    23/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    22

    -Qu hay?Conoca a Loursat? Estaba al corriente de lo sucedido? Era muy probable. Como tambin era muy

    probable que fuese un tipo poco recomendable, nariz aplastada, frente huidiza, un antiguo luchador o unboxeador de feria.

    -Tiene vino tinto?El otro, sin dejar de masticar, acerc una botella a la luz para ver si an quedaba suficiente vino dentro,y luego le sirvi con aire indiferente. El vino saba al corcho del tapn. Loursat no habl de nada, no hizoninguna pregunta. Se fue, atraves con paso ms rpido el barrio oscuro y volvi a su casa de mal humor.

    Debi de subir la escalera, puesto que se encontr en el primer piso, aunque sin darse cuenta. Andabadeprisa, apretando los botones de la luz para alumbrarse, y not un objeto pesado en el bolsillo, que nopoda ser otro que su libro.

    -Idiota! -mascull.Tena prisa por volver a su rincn, por cerrar la puerta acolchada de... En el umbral del despacho

    arque las cejas y pregunt:-Y usted qu hace aqu?

    Pobre comisario Binet! No esperaba una acogida como aquella. Se puso en pie, hizo una reverencia,pidi perdn. Haba sido Josephine quien le haba hecho pasar al despacho cuando an haba luz. Lohaba abandonado a su suerte, y el comisario se haba quedado all, sentado, con el sombrero sobre lasrodillas, en la penumbra, y luego en la ms completa oscuridad.

    -Me ha parecido que quiz deba ponerle al corriente de... Dado que todo ha sucedido en la casa deusted, verdad?

    Loursat volva a tomar posesin de su estufa, de su borgoa, de sus cigarrillos, tal vez de su olor.-Bueno, qu ha averiguado? Quiere?-Con mucho gusto.

    Fue un error, porque Loursat slo le haba ofrecido su vino por cortesa, y ahora no acertaba aencontrar un segundo vaso. Binet dijo:

    -Tanto da... No se moleste.El otro lo haba convertido en un asunto personal, se empeaba en buscar un vaso, y para encontrarlo

    fue hasta el comedor. Por fin hall uno y lo llen con un ademn casi de amenaza.-Beba. Qu me estaba diciendo?-Que quera ponerle al corriente. Tal vez pueda usted sernos til. Acabamos de recibir una llamada

    telefnica de Pars. El hombre ha sido identificado. Era un individuo bastante peligroso, se llamaba LouisCagalin, apodado Gros Louis. Podra enviarle una copia de su ficha. Naci en un pueblo del Cantal. A losdiecisiete aos, una noche en que volva de una fiesta, su patrono le hizo reproches porque estababorracho, y l la emprendi a golpes con una pala y estuvo a punto de matarle. Debido a esta historiaestuvo hasta los veintin aos en un correccional, donde su conducta no mejor, y despus tuvo variasveces tropiezos con la polica, o, mejor dicho, con los gendarmes, porque sola cometer sus fechoras en elcampo.

    Y pensar que tambin l haba vivido bajo el techo de los Loursat... A menos de veinte metros de aqueldespacho en el que el abogado se crea en su casa. Y nunca lleg a sospechar que...

    -Creo que Monsieur Ducup se propone interrogar a los jvenes uno a uno. Por mi parte, he habladocon el doctor Matray, que no ha puesto ningn obstculo para darme todas las informaciones que yodeseaba. Es exacto que una noche, aunque casi sera mejor decir ya de madrugada, porque era la una,Edmond Gossin fue a buscarle y le trajo a esta casa, apelando al secreto profesional. Gros Louis habasido herido de bastante gravedad por el coche que la pandilla haba robado. Luego, el doctor volvi tres

    veces ms, y en las tres le recibi Mademoiselle Nicole. En dos ocasiones, el llamado mile Manu estaba

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    24/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    23

    presente...Loursat haba recobrado la sensacin de pesadez, la mirada glauca y su indiferencia.-Ahora, an tengo que hablarle de lo ms grave. Como ya habr visto, est fuera de toda duda que

    Gros Louis muri a consecuencia de un balazo que le dispararon a quemarropa con un revlver del calibre

    seis con treinta y cinco. He encontrado el casquillo en la habitacin. Pero me ha sido imposible encontrarel revlver.-Se lo llev el asesino! -dijo Loursat, como si se tratara de algo evidente.-S. O lo escondi. Mire, todo este asunto resulta muy enojoso.El comisario se levant.-No creo que necesite volver a esta casa -anunci-.No obstante, si desea usted que le tenga al corriente... Haca ya ms de cinco minutos que se haba ido

    cuando Loursat coment en voz alta:-Qu tipo ms raro! -y aadi-: En resumidas cuentas, qu ha venido a hacer aqu? Qu habr que-

    rido decirme?Mir su escritorio, la estufa, la botella medio vaca, el cigarrillo que humeaba en el cenicero, el silln

    que el orondo comisario haba ocupado, y luego, como queriendo distanciarse de todo aquello, abri lapuerta suspirando y se lanz a la aventura. Apenas llegado a la escalera principal, vio que alguien seergua ante l, alguien que deba de estar esperando desde haca bastante rato sentado en una silla, comoel polica haba esperado en el despacho.

    Loursat tard unos instantes en reconocer a Angle, la criada que Nicole haba despedido la vspera.Claro que llevaba un sombrero oscuro, un traje sastre azul sobre una blusa de seda color crema que hacaque sus pechos parecieran enormes, y que llevaba la cara horriblemente maquillada, con rojo violceo enlas mejillas y negro o azul en las pestaas.

    -Oiga usted, cundo se decidir a recibirme su hija?All, en lo alto de la escalera, aquello era una escena inesperada que Loursat encaj casi sin

    comprender. Una cosa ms que no sospechaba, la grosera, la vulgaridad chillona de aquella mujer a la

    que de pronto vea desmelenada, y que durante un tiempo haba vivido bajo su techo, haba servido lamesa, le haba hecho la cama.

    -Cunto van a darme? -y aadi, al ver que l no pareca entenderla-: todava no est borracho, no?An no es la hora. No crea que me da miedo mirndome as, ni tampoco me da miedo su hija con susaires de gran seora. No crea que me voy a dejar engaar! Cojo el tren para ir a descansar a mi casa. Meinstalo en casa de mis padres, y quin dira que me hace una visita? Los gendarmes, que se me llevancomo una ladrona, sin querer decirme de qu se trata. En el Palacio de justicia me hacen esperar ms deuna hora en un banco, sin darme tiempo ni para comer. Y todo por culpa de su preciosa hija. Pero yo se lohe dicho, pueden creerme...

    Prestaba menos atencin a las palabras que a su ritmo, al odio y al desprecio que haba en aquella mu-chacha a la que slo conoca vestida de negro y con un delantal blanco.

    -Yo s muy bien cmo son en los pueblos, y que nadie va a creerse que los gendarmes han ido a bus-carme por nada. Si piden referencias mas no faltar quien quiera perjudicarme. Y ustedes son lo suficien-temente ricos como para pagar, aunque vivan como cerdos.

    Aunque vivan como cerdos. La frase le impresion. Mir a su alrededor para fijarse en sudestartalada casa.

    -Bueno, cunto me dan?-Qu le ha dicho al juez?-Pues, se lo he dicho todo. Le he contado lo que pasaba aqu, le he dicho que si antes hubiera hablado

    de eso con personas razonables nadie me habra credo. Al principio incluso llegu a pensar que los dosestaban un poco chiflados. Casi podra decirse que los tres, porque la bruja tampoco es muy all. Otra que

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    25/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    24

    tambin es una arpa. Pero a m qu? En cuanto a las orgas que se celebraban arriba, con jvenes quehubieran hecho mejor quedndose en su cama...

    Hubiera sido preferible hacerla callar? Por qu? Qu importaba? Era curioso. Loursat la observabaatentamente, todava sorprendido por tanta pasin, por tanto frenes.

    -Y venga drselas de mosquita muerta! Y venga vigilar el azcar y la mantequilla en la cocina! Yvenga quejas porque el caf no estaba muy caliente! Pero la seorita empina el codo como un hombre. Yse dedica a robar botellas de la bodega. Y hace funcionar el fongrafo, y se baila hasta las cuatro de lamadrugada.

    O sea que haba hasta un fongrafo. Y bailaban...-... Y luego a m no me quedaba ms remedio que limpiar todas sus porqueras. Y menos mal cuando

    no haba nadie que vomitaba en el suelo. O cuando por la maana me encontraba en una cama a alguienque no haba podido irse. Vaya cuadros! Y encima se trata al servicio como si...

    Loursat levant la cabeza. Haba odo un leve ruido. En el pasillo apenas iluminado vio detrs deAngle a su hija, que acababa de salir de su cuarto, y que estaba all inmvil, escuchando. No dijo nada.Angle segua hablando, imparable:

    -Si quiere saber lo que le he dicho al juez, al final hasta l me ha dicho que me callase, a m no meavergenza repetirlo: le he dicho que todos ellos deberan estar en la crcel, y su hija tambin: Aunque,claro, hay personas a las que nadie se atreve a tocar. Pregntele a la seoritinga de su hija lo que haba enlos paquetes... O, mejor an, pdale la llave del desvn, si es que la encuentran. En cuanto al otro, a esepobre diablo, si le mataron debi de ser porque tenan sus motivos, no era mucho mejor que ellos. Qu leparece, ya ha odo bastante? Por qu me mira de esta manera? Con el perjuicio que me han causado y eltiempo que estoy perdiendo... yo dira que eso vale mil francos.

    Nicole segua all, y l se pregunt si no iba a intervenir.-Le ha dicho al juez que vendra aqu a pedirme dinero?-Ya le he avisado de que quera una indemnizacin. Por la forma como hablaba conmigo, enseguida

    me he dado cuenta de lo que iba a hacer. No hable demasiado, Sea prudente, Mientras no haya

    terminado la investigacin... Que si esto, que si lo otro... Porque esos chicos son de buena familia.Cualquier da dejar de hablarse de todo eso, y se olvidarn de ese desgraciado al que mataron. Bueno,qu me dice?

    -Le dar mil francos.No porque tuviera miedo. Tampoco para hacerla callar. Le pareca que el precio era adecuado. Se

    dirigi hacia su despacho para ir a buscar el dinero, y aprovech la ocasin para beber un vaso de vino.Cuando volvi, Angle, segura de s misma, se haba vuelto a sentar.

    -Gracias -dijo al tiempo que doblaba el billete y lo introduca en su bolso.Acaso senta remordimientos? Mir a hurtadillas a Loursat.-Yo no digo que usted, personalmente, sea malo, pero...No termin su frase. Sin duda era demasiado imprecisa. Y adems ya tena el dinero. Quin sabe? No

    se senta tranquila del todo.-No se moleste. Yo misma cerrar la puerta.Y all continu, mirando a su hija, que estaba a menos de cinco metros de l y que llevaba un vestido

    claro. No volva a entrar enseguida en su cuarto, y eso era seal de que pensaba que su padre iba ahablarle. Hubiese querido hacerlo. Abri la boca. Pero qu iba a decirle? Y cmo? Finalmente, no seatrevi. Estaba intimidado. An haba demasiadas cosas que no entenda. Ella le comprendi tan bien quese decidi a abrir su puerta y desapareci.

    Adnde se diriga cuando tropez con aquella arpa? Tuvo que hacer un esfuerzo para acordarse. Enresumidas cuentas, iba un poco a la aventura. Qu haba querido decir Angle con aquello del desvn?De qu desvn se trataba exactamente?, porque en realidad haba cuatro o cinco bajo el tejado de la casa.

    Y los paquetes? Paquetes de qu?

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    26/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    25

    Se dio cuenta de que haca ya varios minutos que sonaba el timbre de su telfono; pero slo se leocurri la idea de responder transcurrido un tiempo, y porque aquel timbre le pona nervioso. Una vezms volvi a entrar en su despacho, donde todo era estable, donde el desorden era su clido desorden.

    -Diga! S, Marthe? Qu quieres?

    Su hermana! Era inconcebible que no hubiese telefoneado antes, desde uno de esos canaps de suhermosa quinta moderna donde estara tumbada.-Si lloras mientras hablas te advierto que no podr entender nada...Cmo era posible que aquella mujer alta, plida y distinguida, siempre quejumbrosa, siempre

    inclinada como una flor cortada pudiese ser su hermana?-Me importa un pito -afirm, sentndose y sirvindose de beber con una mano.Ella le deca que acababan de convocar a su hijo para declarar ante el juez de instruccin. -Pero qu

    dices? Yo?Era formidable! Su hermana le reprochaba tener la culpa de todo, por haber educado mal a su hija.

    Qu ms?-Que yo haga gestiones para...? Ni lo suees! La crcel? Bueno, no creo que esto les haga ningn

    dao. Escucha, Marthe... Te digo que me escuches! Estoy hasta las narices de ti, comprendes? S, talcomo lo acabas de or. Adis.Haca mucho tiempo que no le suceda una cosa as, tanto tiempo que se senta desazonado. Acababa

    de ponerse furioso, no haba podido evitarlo, haba sido una ira que haba salido de lo ms hondo de smismo, y que le daba escozores en la piel. Respiraba ruidosamente, refunfuando:

    -Bueno, hay que ver!Hasta el punto de que dudaba de beberse de un trago el vaso de vino. Se preguntaba si tena verdaderas

    ganas de atontarse como las dems noches. Los postigos no estaban cerrados. Detrs de los cristales queeran de un azul de raso, haba farolas de gas, fachadas, adoquines, a veces gente que iba y vena. Depronto se acord de la Rue d'Allier. No se atreva a preguntarse si hubiese querido estar all otra vez, enmedio de la multitud, ante las luces del Prisunic o delante de aquella suntuosa charcutera. A qu hora

    cerraban la Librera Georges? El joven del impermeable, mile Manu, saldra a la calle. Qu iba ahacer? Adnde ira? Si al menos hubiera podido hablar con Nicole...

    Todos deban de tener un miedo atroz, el hijo del charcutero, el empleado del banco y aquel idiota deDossin al que enviaban todos los veranos a la montaa porque, lo mismo que su madre, estaba delicadode salud, mientras su padre se corra grandes juergas con todas las chicas guapas que encontraba en elcurso de sus viajes de negocios.

    El que deba de estar ms fastidiado que nadie era Rogissart, que durante toda su carrera de magistradohaba vivido con el miedo de tener un tropiezo. Y vaya si haba tenido un tropiezo! Menudo consejo deguerra celebraran l y su mujer en su inspida alcoba conyugal! Por qu Loursat sac el papel arrugadodel bolsillo y lo alis encima del escritorio, leyendo aquellos nombres que sealaba con la punta de losdedos? Y el otro, el muerto, cmo demonios se llamaba? Louis Cagalin, apodado Gros Louis. Con suletra temblona, Loursat escribi aquel nombre a continuacin de los dems, y luego pens que hubierasido ms divertido escribirlo con tinta roja.

    A pesar de todo sigui bebiendo. Tal vez fuese lo mejor, y puso todo su empeo en volver a cargar laestufa minuciosamente, regular la llave de paso, atizar. No estaba mal repetir los gestos de antes, vivircomo antes, no perder los estribos porque... Aunque, pensndolo bien, tena algn motivo para...?

    Se abri la puerta sin que hubiera llamado. Era la Enana, siempre desagradable.-Abajo hay un joven que quiere verle.-Quin es?-No ha dicho como se llamaba, pero yo s quin es. Esper para obligarle a que se lo preguntase. -

    Quin es?

    -Monsieur mile.

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    27/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    26

    La canalla de Fine pronunciaba Monsieur mile como si estuviera chupando un caramelo. No habaninguna necesidad de preguntarle si le conoca, si era el preferido, si estaba dispuesta a defenderle contrael bruto de su amo.

    -mile Manu, verdad?

    Ella rectific:-Monsieur mile. Quiere verle?Vagaba solo, con impermeable, por el vestbulo embaldosado, mal iluminado, levantando de vez en

    cuando la cabeza hasta la escalera de hierro forjado en cuyo rellano superior Josephine acababa deaparecer.

    -Puede usted subir -anunci.Y Loursat, para darse ms aplomo, se apresur a servirse un vaso de vino, que bebi casi furtivamente.

  • 7/31/2019 FIC- Simenon, Georges - Desconocidos en Casa

    28/93

    Georges Simenon Desconocidos en casa

    COLECCIN ANDANZAS1 Edicin :marzo de 1999

    ISBN: 84-8310-090-8

    27

    4

    -Sintate.Pero el otro estaba demasiado tenso para sentarse. Haba llegado hasta all de un solo impulso, como

    adelantndose a s mismo, y se haba parado en seco ante la realidad inmediata de aquel cuarto sofocante,de aquel viejo sin afeitar, con grandes bolsas debajo de los ojos, hundido en su silln.

    -He venido para decirle...Loursat, sin proponrselo, tal como una protesta contra algo, se puso a gritar:-Sintate de una vez!Desde luego, le daba horror permanecer sentado delante de alguien que segua de pie, pero esto no era

    motivo para gritar de aquella manera. El joven, estupefacto, le miraba con terror, sin que se le ocurriera ira buscar una silla. Llevaba un impermeable de color claro, de ese color de orina que tienen esas prendascolgadas en las aceras, delante de las tiendas de confeccin. Sus toscos zapatos haban sido remendadosvarias veces.

    De pronto Loursat se puso en pie, empuj un silln hacia su visitante y volvi a sentarse con unsuspiro de alivio.

    -Ha venido para decirme...El joven estaba aturdido. Le haban cortado el impulso inicial, y ya no saba qu hacer. Y sin embargo

    no haba perdido la compostura. Haba en l una curiosa mezcla de humildad y orgullo.A pesar de la dura mirada que Loursat clavaba en l, no desviaba la cabeza, y pareca querer decir:

    No crea que me da ningn miedo!.Pero en realidad le temblaban los labios, y tambin los dedos, que parecan querer triturar un sombrero

    flexible.-Ya s lo que usted piensa y por qu ha ido esta tarde a la librera.Atacaba, cndido y astuto. Su frase quera significar: Aunque sea usted abogado y sea mayor, aunque

    viva en esta mansin y trate de impresionarme, lo he adivinado todo.En aquel mismo momento Loursat se estaba preguntando si en su juventud l tambin haba sido as,

    flaco y huesudo, siempre dispuesto a erguirse sobre unas piernas a medio formar, con la nuez prominente,la mirada sombra. Acaso en esta poca un hombre de cuarenta y ocho aos le hubie