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7/28/2019 7-Hiernaux-Lindon-2008 http://slidepdf.com/reader/full/7-hiernaux-lindon-2008 1/26 1  “Compartir el espacio: Encuentros y desencuentros de las Ciencias Sociales y la Geografía Humana” 1  Daniel Hiernaux y Alicia Lindón Departamento de Sociología, Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa, Ciudad de México [email protected]/[email protected] a relación de la Geografía Humana y las Ciencias Sociales en sentido amplio es relativamente reciente, ya que durante mucho tiempo primaron los desencuentros, las sintonías diferentes, caminos que no se cruzaban ni siquiera en un punto. Ello no deja de resulta paradójico si se tiene en cuenta que el objeto mismo de estudios en ambos casos siempre ha sido muy próximo. Esta situación se constituye en un obstáculo al conocimiento ya que la vida social lleva consigo como algo inherente, el espacio. De modo tal que si las Ciencias Sociales estudian un fenómeno social cualquiera y no incluyen analíticamente su espacialidad, se produce una suerte de mutilación del fenómeno que se quiere comprender. Y por su parte, si la Geografía Humana, que asume como su objeto de estudio, la relación espacio/sociedad, no se abre a las Teorías Sociales, tendrá una comprensión muy limitada de lo social. Ante estas circunstancias, nos planteamos hacer un seguimiento de esta relación o su ausencia, a lo largo del siglo XX, ya que es en éste cuando las Ciencias Sociales se formalizan en el sentido contemporáneo, y también la Geografía Humana. En este recorrido, encontramos que existen antecedentes de un interés bastante lejano de las Ciencias Sociales por lo que actualmente se define como el objeto de estudio de la Geografía Humana, es decir, el espacio. Sin embargo, debido a que en esos tiempos más o menos lejanos (inicios del siglo XX) la Geografía Humana no definía así su objeto de estudio, ello tampoco tendió un puente con las Ciencias Sociales.  Actualmente, la situación parece alejarse aceleradamente de esa incomunicación. Tanto se está revirtiendo la situación, que más bien parecería que se podría llegar a la situación opuesta: a una nueva fusión profunda que podría subsumir a la Geografía Humana dentro de la Sociología, por ejemplo, en una Sociología del Espacio como plantean algunos. Más allá del curso que tome esta situación, lo que está a nuestro alcance en este momento es revisar lo que se ha caminado, lo que ha ocurrido en el pasado y que ha permitido llegar a la actual situación. Esa es la tarea central de este texto. 1 Ponencia presentada en: X Años de Estudios Sociales en la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, 17 de octubre de 2008, México. L

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 “Compartir el espacio: Encuentros y desencuentros de las CienciasSociales y la Geografía Humana” 1 

Daniel Hiernaux y Alicia Lindón

Departamento de Sociología, Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa,Ciudad de México

[email protected]/[email protected] 

a relación de la Geografía Humana y las Ciencias Sociales en sentido amplioes relativamente reciente, ya que durante mucho tiempo primaron losdesencuentros, las sintonías diferentes, caminos que no se cruzaban ni

siquiera en un punto. Ello no deja de resulta paradójico si se tiene en cuenta que

el objeto mismo de estudios en ambos casos siempre ha sido muy próximo. Estasituación se constituye en un obstáculo al conocimiento ya que la vida social llevaconsigo como algo inherente, el espacio. De modo tal que si las Ciencias Socialesestudian un fenómeno social cualquiera y no incluyen analíticamente suespacialidad, se produce una suerte de mutilación del fenómeno que se quierecomprender. Y por su parte, si la Geografía Humana, que asume como su objetode estudio, la relación espacio/sociedad, no se abre a las Teorías Sociales, tendráuna comprensión muy limitada de lo social. Ante estas circunstancias, nosplanteamos hacer un seguimiento de esta relación o su ausencia, a lo largo delsiglo XX, ya que es en éste cuando las Ciencias Sociales se formalizan en elsentido contemporáneo, y también la Geografía Humana.

En este recorrido, encontramos que existen antecedentes de un interés bastantelejano de las Ciencias Sociales por lo que actualmente se define como el objeto deestudio de la Geografía Humana, es decir, el espacio. Sin embargo, debido a queen esos tiempos más o menos lejanos (inicios del siglo XX) la Geografía Humanano definía así su objeto de estudio, ello tampoco tendió un puente con las CienciasSociales.

 Actualmente, la situación parece alejarse aceleradamente de esa incomunicación.Tanto se está revirtiendo la situación, que más bien parecería que se podría llegara la situación opuesta: a una nueva fusión profunda que podría subsumir a la

Geografía Humana dentro de la Sociología, por ejemplo, en una Sociología delEspacio como plantean algunos. Más allá del curso que tome esta situación, lo queestá a nuestro alcance en este momento es revisar lo que se ha caminado, lo queha ocurrido en el pasado y que ha permitido llegar a la actual situación. Esa es latarea central de este texto.

1 Ponencia presentada en: X Años de Estudios Sociales en la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa,17 de octubre de 2008, México.

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Para ello, diferenciamos seis momentos en el tiempo, en los que priman a veceslos desencuentros, y en otros los encuentros. Estos seis momentos no estánorganizados con una linealidad histórica. De modo tal que el segundo es previohistóricamente al primero. Y en los últimos, se puede constatar una superposiciónen cuanto a su cronología. A pesar de este aparente desajuste entre nuestros

momentos y una supuesta línea de tiempo, en el sentido tradicional, los hemosquerido sostener de esta forma porque entendemos que el inicio marca unacircunstancia emblemática en la que emerge el desencuentro entre dos personajesmuy reconocidos, uno en las Ciencias Sociales y otro en la Geografía Humana. Esemomento fuerte de desencuentro permite observar hacia atrás y hacia delante.Este primer momento marca el desencuentro insoslayable que primaba en los añossetenta. El segundo momento, se desplaza hacia atrás en la línea de tiempo paraevidenciar, que con anterioridad había elementos de acercamiento entre lasCiencias Sociales y la Geografía, aunque no fueron así utilizados. En el momentotercero se muestra un tiempo en el que las Ciencias Sociales se hicieronfuertemente aespaciales, dando la espalda a esos intereses iniciales en torno alespacio. El cuarto momento, da cuenta de un regreso a la espacialidad en lasCiencias Sociales de fines de los setenta y los ochenta, pero sin por ello acercarsea la Geografía Humana. El quinto momento muestra el acercamiento de ciertaGeografía a las otras Ciencias Sociales. Y el sexto momento, de grantrascendencia, muestra el reconocimiento explícito de la Teoría Social2 por todo loque la Geografía Humana ha dicho y puede decir acerca de la comprensión de lassociedades contemporáneas. Por último, se cierra el texto con algunas reflexionesacerca de los horizontes posibles de estos desencuentros y encuentros entre laGeografía y las otras Ciencias Sociales.

Momento 1: ¿No hay encuentro?Más que un periodo de tiempo, una época o un lapso, a este primer momento loidentificamos a través de una situación de interacción emblemática: En unaentrevista muy conocida y publicada en el primer número de la revista deGeografía Política y Geopolítica Hérodote  en 1976, el fundador y director de lamisma, el geógrafo francés Yves Lacoste publicó una entrevista que le hiciera aMichel Foucault. En este contexto, en cierta forma Lacoste confronta a Foucaultpor no considerar a la Geografía en su célebre arqueología del saber (Foucault,1992).

La actitud de Foucault, no menos confrontativa, fue plantearle al entrevistador que

la Geografía era una disciplina bastante secundaria y que, quienes se dedican adescribir la tierra no tienen mucho que aportar a las ciencias sociales y al mundocientífico en general. Por ello no había méritos o razones de peso como para quesea una disciplina escudriñada por una “filosofía arqueologizante” sobre laformación de los saberes.

2 Utilizamos la expresión Teoría Social en el sentido propuesto por Anthony Giddens (1995:16-19).

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En esta conocida disputa, Lacoste -muy hábilmente- evidenció que el pensamientodel propio Foucault sobre el poder incluía el espacio, e incluso en la jerga de lasCiencias Sociales y en la suya en particular, resulta frecuente el recurso aexpresiones de cuño geográfico, como por ejemplo territorio, mapa, cartografías,paisaje, etc. Más allá de lo específico de este encuentro y sus personajes,

consideramos que la situación y los desacuerdos son altamente significativos de laincomunicación que prevalecía en ese momento entre las Ciencias Sociales y laFilosofía contemporánea por un lado, y la Geografía por otro (Foucault, 1980).

Se podrían citar muchos otros ejemplos de este divorcio histórico entre las CienciasSociales y la Geografía, en otras obras recientes. Por ejemplo, en la obra publicadaen 1996,  Abrir las ciencias sociales, Inmanuel Wallerstein analiza con notoriailustración y a través de un esquema por demás relevante, la evolución de lasCiencias Sociales y la necesidad de “abrirlas”. Sin embargo, la Geografía quedaausente de su análisis, cuando no resulta mencionada en términos tan despectivoscomo los que usara Foucault en su tiempo, aunque difíciles de rebatir. Al respecto,

Wallerstein define a la Geografía, al igual que la Historia, como prácticas antiguas(1996:31). También subraya Wallerstein que la Geografía, junto con la Psicología yel Derecho nunca han sido componentes de primer rango de las Ciencias Sociales.Más aun, sostiene que la “Geografía parece anacrónica por su propensióngeneralista, sintética y poco analítica. Probablemente por esta razón, la Geografíapermanece […] como una suerte de pariente pobre […] haciendo frecuentementeel papel de siempre apéndice de la Historia” (1996:31). Desde una perspectivageográfica en tanto comunidad, podría buscarle la forma de descalificar elplanteamiento de Wallerstein. Desde una mirada geográfica autocrítica y orientadaal reposicionamiento de la disciplina, resulta difícil negar las palabras deWallerstein.

Momento 2: eppur si muove …

La situación arriba planteada se puede matizar, al menos en su esencia, si serealiza una revisión de largo alcance de la historia de las Ciencias Sociales: Estasse han interesado en diferentes tiempos por el espacio como dimensiónconstitutiva de la vida social, mucho antes de las mencionadas obras y tambiéncon posterioridad a ellas. Sin pretender entrar en debates filosóficos, no esdespreciable notar que la filosofía griega, en sus interrogantes ontológicos sobre elser y su esencia, ya había levantado un tema espinoso: ¿existe el espacio? Estapregunta llevó a debates significativos en la fundación del pensamiento occidental,

sobre la existencia del espacio o de un vacío entre los seres y las cosas.Sin retroceder tanto en el tiempo, podemos situarnos en el origen de las CienciasSociales modernas, es decir hacia inicios del siglo XIX y rápidamente notamos queen la fundación de la Sociología se presenta una profunda preocupación por eltema del espacio. En este sentido cabe destacar una tradición de la Teoría Socialde inicios del siglo XX, que se desarrolló de la mano de este fuerte interés por elespacio, casi siempre cristalizado como espacio urbano. Esta tradición del

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pensamiento social fue iniciada por el filósofo (sociólogo y psicólogo) alemánGeorg Simmel, y luego fue retomada por la conocida Escuela de Chicago de losaños veinte del siglo XX3.

Georg Simmel (1858-1918) desarrolló una auténtica “sociología del espacio”, norecuperada después en la formación de la sociología clásica. Por cierto, que este

trabajo fue objeto de un capítulo importante de su Sociología, en la cual reunió susprincipales ideas fundadoras de la sociología moderna. En ese desarrollo Simmel,introducía diversas categorías espaciales como explicativas del tipo de vida socialde la modernidad que avanzaba. Entre ellas se puede recordar la densidad de lasinteracciones sociales en el espacio metropolitano, las distancias no sólo físicassino también sociales y emocionales entre los urbanitas, incluso el interés por loabierto y lo cerrado en términos espaciales.

 A su turno y en obras anteriores a las de Simmel, pensadores como Frédéric LePlay (1806-1882) en Francia o Charles Booth (1840-1916) en Inglaterra, nodudaron en observar los problemas sociales de su tiempo desde perspectivas

sociológicas en ciernes, pero que no dejaban de lado la necesidad de considerar alespacio y sus nuevas configuraciones como un elemento central de lastransformaciones sociales de la época. Así, el proceso de urbanización y la creaciónde grandes ciudades o metrópolis, la Großstädte de la sociología alemana, resultaser un elemento clave no solo de las transformaciones sociales de la segundamitad del siglo XIX, sino una pieza constitutiva medular de la formación delpensamiento sociológico.

Es importante observar que si bien ese interés pionero por el espacio le permite alas Ciencias Sociales abrirse al tema, no tendió ningún puente interdisciplinario conla Geografía. Posiblemente esto se relacione con el hecho de que en ese tiempo

(1900-1920), aun la Geografía no asumía cabalmente que la “superficie terrestre”  –su objeto de estudio- pudiera replantearse bajo el concepto de “espacio”, auncuando para esa época Vidal de la Blache había introducido el concepto de lugar,pero todavía muy asociado al locus  y a la especificidad de cada parcela de lasuperficie terrestre. Otra expresión de la desconexión de las Ciencias Socialesinteresadas en el espacio y la Geografía, se puede observar en el hecho de que,mientras en el Departamento de Sociología de Chicago de inicios del siglo XX, lossociólogos iniciaban un acercamiento al espacio urbano (y fundaban la SociologíaUrbana), en la misma Universidad se encontraba inserto un geógrafo, que luegoterminará siendo casi uno de los padres fundadores de la Geografía Cultura, CarlO. Sauer (1889-1975), quien significativamente no participó de este pensamientosocial interesado en el espacio urbano, porque en ese tiempo se dedicaba a laGeomorfología. De modo tal que el interés por el espacio en esas Ciencias Socialesde la época no las acercaba a la Geografía que finalmente, en ese tiempo, aunestaba muy interesada en la descripción de la superficie terrestre.

3 Hay que recordar que entre la primera generación de “sociólogos” de la Escuela de Chicago fue frecuenteuna etapa de formación inicial en Alemania.

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Cabe subrayar que la Sociología Urbana producida en el Departamento deSociología de aquella Universidad, sobre todo en los años veinte realiza numerososavances en torno al espacio como arte intrínseca de la vida social, muchas veces através del análisis de ciertos sujetos sociales (frecuentemente marginales ointegrados socialmente de manera parcial), como el conocido caso de las pandillas

estudiadas por Thrasher (1927), los hobos  de Anderson (1923), el gueto judíoanalizado por Wirth (1928), los outsiders estudiados por Becker (1963), o el Jack- roller y diversos tipos de delincuentes, que tanto interesaron a Shaw (1930). Entodas estas investigaciones está presente un análisis –aun tenue- de laterritorialidad como relación profunda y constituyente de lo social entre el sujeto yel territorio4.

Otra cuestión no menos relevante es que esta tradición de la Teoría Social no llegóa constituirse como el pensamiento hegemónico de su tiempo o solo lo hizo concierta fugacidad. Más bien, fueron planteamientos muy relevantes pero queresultaron alternativos o bien, periféricos, o incluso desacreditados. En el caso, del

pensamiento de Simmel, es ampliamente conocido que en su tiempo las figuras deDurkheim y sobre todo la de Weber lo opacaron. En el caso del pensamientoamericano de Chicago, también es sabido que en una década toda esa tradiciónhabía sido relegada y empezaba a pulverizarse en distintos lugares, en buenamedida todo ello motivado por el auge que iba cobrando el funcionalismoparsoniano desde fines de los años treinta.

También se pueden incluir algunos otros célebres pensadores de la primera mitaddel siglo XX, en sus despliegues de la teorización sobre la dimensión espacial. Uncaso que no deberíamos omitir es el del sociólogo francés Maurice Hallbwachs(1877-1945)5. Aunque su inquietud central se construyó en torno al tiempo, la

influencia y la confrontación con Bergson, lo llevó a reflexionar sobre el espacio. EnLa Mémoire collective 6 , obra póstuma, dedica un capítulo a la relación entre lamemoria colectiva y el espacio (Hallbwachs, 1997). Con anterioridad, en Los marcos sociales de la memoria (2004) , publicada inicialmente en 1925, es extensoen ejemplos y referencias sobre la memoria espacial. Posiblemente, las palabrassiguientes muestran la sensibilidad de Hallbwachs hacia el espacio:

 “Las imágenes espaciales juegan un papel en la memoria colectiva. Ellugar ocupado por un grupo no es como un pizarrón sobre el cual seescribe y luego se borran cifras o figuras. […] El lugar ha recibido laimpronta del grupo y recíprocamente. Todo el devenir del grupo se

4 Cabe subrayar que en el pensamiento francófono, en buena medida será Yves Grafmeyer quien abre elinterés por esta tradición del pensamiento social, aunque también contribuyen en esta tendencia autores comoIsaac Joseph (por ejemplo, Grafmeyer y Joseph, 1979), o el libro posterior de Jean-Michel Chapoulie (2001).Posiblemente, en América Latina la difusión del pensamiento de la Escuela de Chicago es previo y se asociacon el desarrollo del campo de estudio conocido como Estudios Urbanos. Aunque también han contribuido a sudifusión más amplia textos emblemáticos como el de Ulf Hannerz, publicado en español en 1986.5 Son conocidas las descripciones biográficas de Maurice Hallbwachs como un niño inquieto y curioso que leíaa Julio Verne acompañado de un Atlas.6 Publicada por primera vez como obra póstuma en 1950 por PUF.

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puede traducir en términos espaciales, y el lugar ocupado por el grupono solo es la reunión de todos sus términos. Cada aspecto, cada detallede este lugar tiene asimismo un sentido que solo es inteligible para losmiembros del grupo porque todos los fragmentos del espacio que elloshan ocupado corresponden a diferentes aspectos de la estructura y lavida de su sociedad o al menos, a lo que en ella es más estable” (Hallbwachs, 1997:196).

Estos prolegómenos a veces más sociológicos y otras más filosóficos, seacompañaron de otros semejantes producidos en la Antropología, la Psicología(que generó la mal denominada en América Latina, Psicología Ambiental con unfuerte interés espacial), la Economía (que en un momento dado se tornó “espacial” a través de voces como la de August Losch o François Perroux, por ejemplo). Enotros términos, el espacio ha estado presente extensamente en la Teoría Social.Sin embargo, sería exagerado afirmar que el espacio haya estado presente demanera permanente y sostenida, tratado como un tema central de las CienciasSociales. Para retomar el caso de la Sociología, no se requieren demasiadas

búsquedas para evidenciar que la tradición clásica, tanto durkheimiana comoparsoniana, omiten el espacio para la formación del núcleo duro de sus teoríassociológicas. Y fue con estas teorías con las cuales se formaron –aespacialmente-generaciones de jóvenes por décadas. Más aun, sería ingenuo plantear que haadquirido frecuentemente el carácter de dimensión explicativa de la realidad social.Más bien, la tendencia dominante ha sido la de asociarlo a lo empírico, a loshechos mismos. Sin duda alguna, esto no ha sido ajeno al desinterés de lospropios geógrafos por teorizar el espacio como categoría explicativa del mundo.

Momento 3. La nueva evaporación del espacio en las Ciencias Sociales

Desde los años cuarenta del siglo XX y hasta los años setenta, la Teoría Sociallegitimada se desinteresó del espacio o de la dimensión espacial de lo social, almismo tiempo que se concentraba en el estudio de las estructuras y los sistemassociales. En todo caso, fue la teoría weberiana la que caminó por un rumbodiferente al de las estructuras y los sistemas, y abrió la ventana del individuo paracomprender lo social, pero no más allá de la acción social, es decir sin plantearsela espacialidad de la acción social. Luego, desde los años sesenta, las teoríasneomarxistas regresaron sobre las estructuras que las funcionalistas habíanenaltecido. Todo esto implicó un olvido o negligencia respecto al espacio. Por suparte, la Geografía en ese tiempo reducía el espacio a la localización, de modo talque si en algún rincón de la Teoría Social había un interés espacial esto se resolvíade manera muy simple: ¿Dónde se localiza un fenómeno en cuestión?Las razones de este devenir son por lo menos de dos ámbitos: la primera es que laformación de las Ciencias Sociales en el curso del siglo XIX y hasta bien avanzadoel siglo XX, estuvo orientada por la dominante del tiempo, que desdibujó el espacioal tiempo que permitió grandes construcciones culturales como la “idea deprogreso” (Nisbet, 1996). Pero también muchos otros grandes conceptos del sigloXX encuentran su esencia en la regencia del tiempo, un caso particular es el

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concepto de desarrollo y todas las expresiones a él emparentadas como porejemplo, crecimiento. Esa centralidad del tiempo también estuvo presente en Marxy asociada intrínsecamente a su perspectiva de fondo de tipo evolucionista. Así, esque Marx, en estricto sentido, no sacó a la luz la dimensión espacial de lassociedades capitalistas. Y el sesgo aespacial de Marx se reprodujo en el

pensamiento social neomarxista de la segunda mitad del siglo XX. Este sesgo llevóa un autor -de raigambre marxista pero al mismo tiempo explícitamente interesadoen el espacio- como Henri Lefebvre, a realizar notorios esfuerzos en su libro El 

 pensamiento marxista y la ciudad  (Lefebvre, 1983), intentando encontrar ymostrar que Marx y Engels habían pensado, al menos algunas cuestiones, sobre elespacio.

Finalmente, el mismo Foucault terminó reconociendo (en una suerte de mea culpa tardío con relación a la mencionada entrevista que le realizara Lacoste) que eltiempo había sido a la modernidad lo que el espacio era para la posmodernidad.Por cierto, esta cuestión fue retomada por el geógrafo Edward Soja, cuando a fines

de los años ochenta advertía que así como se había construido una teoría socialcrítica con un énfasis en el tiempo, el desafío posmoderno estaba exigiendo queesa teoría social crítica, incluyera de manera central el espacio (Soja, 1989).

Esta larga noche de lo espacial para el pensamiento social también puedecomprenderse desde la perspectiva de lo no dicho por quienes debieron haberledado su brillo a esa dimensión esencial de lo social, que es el espacio, losgeógrafos. Es necesario admitirlo, los geógrafos no han sido la punta de lanza delavance de las Ciencias Sociales y muy tardíamente se han interesado enreflexionar sobre su objeto de estudio. En este sentido, la labor del geógrafolatinoamericano Milton Santos ha sido decisiva (1990; 2000). Sin duda alguna,

muchas otras voces anglosajonas y francófonas han coincidido, pero en todos loscasos se trata de voces más o menos de las últimas tres décadas. Así, losgeógrafos de ese tiempo (avanzado el siglo XX), mantenían su apego a la tareadescriptiva, ofreciendo al lector interminables, detalladas y cansadas monografíasde todos los rincones del planeta. Los conceptos empleados, por lo general másoperativos que medulares, la ausencia de un pensamiento analítico y abstracto, loshicieron presentarse y mantenerse en el tiempo como los descriptores porexcelencia, considerando además que resultaban menos interesantes que ciertosliteratos –que también describieron la superficie terrestre- como Julio Verne.

Ello no niega las notables excepciones durante esa larga noche de la espacialidad,pero esos casos raros no fueron fácilmente asimilados por el mainstream  geográfico, donde reinaron caciques tan fuertes e imponentes como los que hacíany deshacían la teoría social en otras disciplinas. Por ejemplo el notable Paul Vidalde la Blache, no muy diferente en cuanto al papel que tuvo Émile Durkheim en laSociología, su contemporáneo y con el cual por cierto emprendió una disputacélebre.

Momento 4: un regreso a la espacialización de las Ciencias Sociales

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La feliz apertura de Michel Foucault hacia el espacio para comprender laposmodernidad, representó el inicio de una revalorización del espacio en elconjunto de las Ciencias Sociales. En la medida que el tiempo resulta cada vezmejor controlado a través de los artificios de la modernidad, el espacio –por otraparte, inseparable del tiempo como bien lo ha demostrado Kant aunque la

modernidad tuvo la capacidad para estudiar a uno y omitir al otro- cobra unacentralidad creciente. De hecho, el avance en la comprensión científica del tiempointroducido por la física cuántica por ejemplo, ha mostrado que no es posibleseparar conceptualmente el espacio del tiempo, por el contrario es una “espumaespacio-temporal” indisociable (Prigogine y Stengers, 1997).

En este devenir de una espacialización creciente del pensamiento social, elgeógrafo Peter Gould (1996) afirmaba que el siglo XXI sería el “siglo espacial, seevoluciona hacia una fuerte conciencia espaciotemporal [...], un tiempo en que laconciencia de lo geográfico volverá a adquirir una presencia destacada en elpensamiento humano”. De tal manera que hacia fines de los setenta y más aun,

hacia los ochenta del siglo XX, asistimos a una nueva espacialización de lasCiencias Sociales (Lindón y Hiernaux, 2006). Una primera observación con respectoa este “regreso al espacio y el lugar”, es que con frecuencia ello ha ocurrido de lamano de autores que podemos calificar de periféricos con relación a las corrientesmás legitimadas en el pensamiento social. La idea de una “marginalidad creadora” (Dogan y Pahre, 1991) que es capaz de generar la innovación, es pertinente eneste discurrir de las Ciencias Sociales. En cierta forma, ocurre algo semejante enlas nuevas perspectivas teóricas de la Geografía Humana, que hacen un caminoinverso a las Ciencias Sociales, es decir acercarse cada vez más a las formas depensar y analizar el mundo propias de la Teoría Social. De hecho para muchosgeógrafos actuales, la Geografía Humana indiscutiblemente es parte de las

Ciencias Sociales.Ese resurgir del interés por el espacio en la Teoría Social de los años setenta y másaun en los ochenta con voces relativamente periféricas, inicialmente fue algo así como un regreso a las ideas de Simmel y sus continuidades, por ejemplo en laEscuela de Chicago. Aunque, afortunadamente también se retroalimentó de otrosaportes –posteriores a Simmel- y se fueron generando así avances considerablesen el conocimiento social sobre el espacio y la espacialidad.

 Asimismo, habría que considerar que esta búsqueda y redescubrimiento de Simmelque hacen ciertos teóricos sociales en la segunda mitad del siglo XX, usualmenteno surge de un interés explícito en el espacio. Más aun, nuestra hipótesis es queen estas teorizaciones el espacio surge sin ser buscado, parafraseando la idea deGiddens de las consecuencias no buscadas de toda acción social. El interés de estaparte de la Teoría Social más bien se definía en torno a la saturación de lasgrandes teorías estructurales que por el peso de lo macro habían perdido el sujeto,fuente de toda creatividad. De modo tal que el rencuentro con Simmel se relacionaestrechamente con la búsqueda del sujeto, el actor. Es muy conocida la difusión

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que adquirió en los ochenta la expresión tourainiana del “regreso del actor” (Touraine, 1987), otras veces replanteado como el “regreso del sujeto”.

De esta forma, para aquellos autores que buscan la comprensión de las sociedadescontemporáneas otorgándole centralidad al sujeto, en los ochenta no solo estabanlas bases pioneras planteadas por Simmel y otros clásicos, sino también otros

desarrollos teóricos realizados desde el sujeto y la subjetividad con posterioridad aSimmel, como es el caso de la obra de Alfred Schutz. La teorización de este autorde origen austríaco, sobre todo fue desarrollada entre los años cuarenta ycincuenta, es decir en su exilio americano7, aunque algunos textos son de los añostreinta. A pesar de la fortaleza teórica que dejara el filósofo austríaco, en esosaños casi no tuvo resonancia en los Estados Unidos. Seguramente que ello no fueajeno al auge del funcionalismo en ese tiempo y en aquel país. Pero será desdefinales de los sesenta cuando su obra se difunda, sobre todo a partir de lapublicación del emblemático libro de sus dos discípulos, Berger y Luckmann(1968). Incluso, antes de mediar los años setenta, se habían traducido al inglés y

al español buena parte de los textos de Schutz8

, lo que le dio al filósofo austríacoun notorio reconocimiento después de su muerte.

En estos desarrollos teóricos, el tema del sujeto –que constituía el nuevo Norte delos pensadores de los años ochenta que querían trascender las Teorías Socialessaturadas- venía inserto en el Lebenswelt , mundo de vida o mundo de la vidacotidiana. Y el mundo de la vida cotidiana en esencia incluye al sujeto con susubjetividad, los otros que forman parte de ese mundo y las dos coordenadasbásicas del sujeto: el tiempo y el espacio (el aquí y el ahora de la fenomenologíasocial), todo ello entretejido en la intersubjetividad.

De esta forma, desde los años setenta y ochenta encontramos en la Teoría Social

autores que tratan el espacio como parte constitutiva de la sociedad y querecuperan bases teóricas de autores como Simmel, Schutz…... Este es el caso deMichel Maffesoli, Jürgen Habermas, Erving Goffman (en este caso con ciertaantelación) y Marc Augé, por nombrar algunos autores muy relevantes en estecamino, pero no los únicos. Pero el espacio no constituye un desafío en sí mismopara estos pensadores. Más bien es un hallazgo no buscado, emergente naturaldel énfasis en el sujeto en el mundo de su vida cotidiana. En parte es por eso queesta espacialización de sus teorías no los acerca a la Geografía. Actualmente, sirealizamos una lectura rápida de esta circunstancia nos podría resultar

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El hecho de que el gran desarrollo teórico, Schutz lo realizara luego de su llegada a los Estados Unidos (en1939), implicará un matiz relevante. Schutz incorporó en sus planteamientos muchos elementos delpragmatismo americano (William James) y también del interaccionismo simbólico (desarrollado inicialmente enla Escuela de Chicago).8 En este sentido cabe destacar la importante labor que realizaron Thomas Luckmann, Arvid Brodersen yMaurice Natanson. El primero de ellos para integrar y completar el trabajo que quedara inconcluso a la muertede Schutz (Schutz y Luckmann, 1977). Y, por su parte Natanson y Brodersen para integrar como textosarticulados, los manuscritos que dejara de Schutz de lo que inicialmente se publicó en inglés como Collected Papers I y II , y que en español constituyeron El problema de la realidad social  y Estudios sobre la realidad social (Schutz, 1974a; 1974b).

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incomprensible que el desembarco de estas Teorías Sociales en el espacio nollevara al diálogo con la Geografía. Pero se puede apreciar esa situación comonatural, si se considera que estos autores nunca asumieron que su pensamientofuera sobre el espacio. Por otra parte, no es difícil suponer que estos autoresconcibieran a la Geografía como lo hiciera Foucault frente a Lacoste.

Erving Goffman (1922-1982) es uno de los sociólogos del siglo XX que sinproponerse una teoría social de corte espacial, se encuentra con el espacio a partirdel análisis de las microsituaciones, de las interacciones cara a cara entre laspersonas. De hecho, su construcción teórica está totalmente entrelazada con laespacialidad: Por un lado, replantea el concepto fundante de los interaccionistas de “interacción social” en el de “situación de interacción social”, definiendo a éstacomo la interacción integrada en un contexto particular de espacio y tiempo. Y posteriormente, la “situación goffmaniana” va a recoger uno de los núcleos de suteoría: lo macro (los consensos, los acuerdos, los códigos sociales) emerge y senegocia en cada situación de interacción. De modo tal que la sociedad se produce

y reproduce en las situaciones de interacción, con la espacialidad que le esinherente. Tal fue el peso de este aporte, que muchos autores lo consideraron eliniciador de una perspectiva que se ha dado en llamar “situacionismometodológico” (Knorr-Cetina y Cicourel, 1981), y precisamente la situación alude auna espacialidad intrínseca.

Otras expresiones de la fuerza del espacio en su teoría se hallan en la mismametáfora dramatúrgica, en donde el “escenario” es el espacio en el cual los actoresinteractúan, y manejan diferentes elementos (incluso materiales) que integran enese espacio a fin de darle más credibilidad y fuerza a su actuación. Dentro de lapropia metáfora dramatúrgica no solo se presenta el espacio como escenario, sino

también como fachada, como el espacio detrás de la actuación o tras bambalinas(1981). Algo semejante se puede comentar con relación a las denominadas “regiones anteriores y posteriores”, que si bien algunos geógrafos han leído muysuperficial y directamente desde el viejo concepto geográfico de región (generandoel equívoco9), en realidad remiten a una forma de expresar la espacialidad de lainteracción de un actor con su audiencia, refiriendo a lo que la audiencia ve y loque se encubre detrás. Como ha señalado Di Méo (1999:83) en su relectura deGoffman-Giddens, “el espacio se regionaliza respecto del cuerpo humano […]regionalizar un lugar quiere decir, para el actor social, significarlo”. En este camino,Di Méo ejemplifica la regionalización de la casa entre regiones del día y regionesde la noche, como referencia a prácticas definidas por una espacio-temporalidad.

9 Es importante subrayar este equívoco frecuente entre ciertos geógrafos –de hecho el propio Guy Di Méo loha advertido (1999:83)- porque no solo desvirtúa el planteamiento inicialmente goffmaniano, aunqueretomado por Giddens, sino también porque indirectamente muestra la persistencia de una Geografía muylimitada en su comprensión de la Teoría Social, que se obstina en traducir todo al lenguaje geográficotradicional. Una Geografía que pretenda reposicionarse en el concierto de las Ciencias Sociales no puedepermitirse ese nivel de errores garrafales.

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 Al mismo tiempo el espacio que se concreta como espacio público también seconstituye en el foco del análisis goffmaniano, tanto desde la perspectiva de lavisibilidad que supone el espacio público abierto, como desde la estrategia de losactores para construir demarcaciones simbólicas en él y así cerrarlo a través de lainteracción cara a cara. Y el peso que le da al espacio público es tan fuerte que

influye en los comportamientos de las personas, en el actuar (1970; 1979).También se puede observar que el análisis goffmaniano del cuerpo en todasituación de interacción (con su kinésica, proxémica y gestualidad), viene aconstituir una expresión misma de la espacialidad. Dicho de otra forma, abría así Goffman el antecedente de toda una línea de Geografía Cultural muy reciente,para la cual el espacio último de la persona es el cuerpo. De igual forma, otro delos temas de gran interés para Goffman como fueron las denominadas “instituciones totales” (psiquiátricos, cárceles, monasterios o hasta un buque enaltamar), lo aborda desde una espacialidad insoslayable, ya sea la de la institucióntotal en su conjunto, o bien las microespacialidades de sus diversos rincones,

cargados simbólicamente (1992). La relectura de Goffman desde el espacio pareceincompleta si no se incluye el trabajo de Isaac Joseph (1988; 1998), uno de losautores contemporáneos que ha hecho una revisión espacial más interesante de laobra de Goffman, desde la sociología urbana.

Por su parte, Michel Maffesoli ha sido una suerte de «enfant terrible» de laSociología desde sus inicios, cuando enfrentaba la omnipresencia del pensamientomarxista, por ejemplo en sus trabajos sobre la dominación (1976). Ya sea en susanálisis del viaje, de la orgía (1982) o del mal (2004), Maffesoli mantiene enfiligrana constante la presencia del espacio, sin por ello menospreciar la dimensióntemporal, que aparece de manera central tanto en sus primeros trabajos –por

ejemplo, su destacada obra La conquista del presente  (1979)- como en otrosrecientes, por ejemplo El Ritmo de la vida (2004).

Este interés por el espacio de Maffesoli, en parte hay que entenderlo desde superspectiva del individuo que lo lleva a la vida cotidiana por un lado (con latradición schutziana que integra). Y por otro lado, el individuo (en su concepción,la persona) lo conduce a la centralidad del cuerpo. Su Sociología de la persona esuna Sociología del cuerpo (embodied según la terminología americana).

En suma, Maffesoli ha contribuido, a su manera y no desde una perspectivadeclaradamente espacialista pero sí constante en torno al espacio, a resituar elespacio como parte de la vida cotidiana que mueve y reconstruye a las complejas

sociedades actuales, y que por lo mismo, merece ser analizado sociológicamente.Esta posición vitalista, ubicada en las antípodas de aquellas de tipo estructural,funcionalista y sistémico cuyas explicaciones del mundo suelen aparecer comodesencarnadas y distantes del individuo y su mundo de vida, incluye el espaciocomo un elemento central: parafraseando a otro sociólogo de la vida cotidiana,Claude Javeau, se asiste a un reconocimiento de los “pequeños murmullos delmundo” (1987), en este caso del espacio. Dentro de este tipo de Sociologías de la

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 Vida Cotidiana, autores como Claude Javeau también han profundizado en ladimensión espacial (1982). Una de sus líneas de análisis particulares sobre elespacio, de particular riqueza y complejidad, es el estudio de los “lugares dememoria”, en parte tomando como punto de partida los estudios del historiadorPierre Nora (Javeau, 2000; Nora, 1997).

Un caso más o menos diferente es el de Marc Augé, pero que en definitiva viene asumarse a esta renovada espacialización de las Ciencias Sociales. Es diferenteporque Augé procede de la Antropología (por lo que nunca perdió el rumbo delsujeto). Dentro de su campo disciplinario su desafío e innovación no era elredescubrimiento del sujeto sino de la ciudad, que para los antropólogos siemprehabía resultado más o menos soslayada. De modo tal que habría que ubicar elinterés de Augé por lo espacial dentro del surgimiento y consolidación de la Antropología Urbana: al redescubrir la ciudad, el antropólogo redescubre el espaciourbano, a pesar de que ciertos autores definen el interés de los etnólogos por laciudad desde la Escuela de Chicago (Hannerz, 1986).

Marc Augé, un etnólogo tradicional en un primer tiempo, tuvo una influenciadecisiva para que los etnólogos y antropólogos en general empezaran a observarel espacio. Un etnólogo en el Metro  fue una obra que en poco tiempo logró elestatuto de clásica. En esta obra, su autor refleja no solo una inquietud hacia lavida cotidiana, sino hacia los movimientos del sujeto en su cotidianidad, la travesíaen el espacio y en algunos espacios en particular, la ciudad pensada desde abajo,desde el Metro (1986), o los Jardines de Luxemburgo (1987), por citar algunosejemplos.

 Augé tuvo el acierto –o desacierto, según se vea- de desarrollar un concepto enapariencia anodino y simple, el de “no lugar” en la obra del mismo nombre (Augé,

1992). Sin entrar aquí en detalle sobre la solidez de este concepto, no podemosdejar de reconocer que tuvo un impacto considerable sobre el pensamiento socialsobre el espacio, no solo en la Etnología sino en todas las Ciencias Sociales, laGeografía incluida. Hablar de “no lugar”, de manera por lo demás laxa y pocoformal, obligó a otros autores a reflexionar con mayor profundidad sobre el “lugar” y el “sentido del lugar”, mientras que muchos otros la tomaban como palabra casisagrada, o verdad absoluta, una suerte de revelación desde el Olimpo delconocimiento social, sin mayor discusión. Incluso, este auge del concepto de lugar(a veces popularizado casi como una noción) como una de sus derivacionesencontró un regreso, revisión y a veces una arqueología del mismo concepto de “lugar”, en las voces de geógrafos pioneros en el tema. Este es el caso de lostextos fundamentales de cierta Geografía Humanista anglosajona (Butz y Eyles,1997; Relph, 1976; Seamon y Buttimer, 1980), que produjeron sin duda alguna,reflexiones mucho más profundas que el planteamiento de estilo cliché de Augésobre los no lugares.

Otra derivación de esto es el desarrollo de extensos debates no resueltos sobre laexistencia o no del “no lugar”, pero también sobre el concepto de lugar y el de “sentido del lugar”. En esta línea, la contribución de Marc Augé no ha sido tanto la

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construcción de conceptos contundentes, sino la de abrir una puerta que merecíaser abierta desde tiempo atrás. Entonces, debe reconocerse el mérito de Augé dehaber (re)introducido la reflexión sobre el lugar en las Ciencias Sociales y en lamisma Geografía, o al menos haber reactivado esa discusión. Finalmente, no dejade ser significativo de lo que se planteaba al inicio de este apartado (que estos

autores se encontraron con el espacio sin buscarlo), que en los últimos trabajos Augé se oriente al tiempo y a la memoria, permitiéndonos pensar queposiblemente esa reflexión inicial y valiosa sobre el espacio y el lugar, quizás en sutrayectoria intelectual no fue más que una digresión de corte simmeliana. En elcaso de la Antropología, otros autores han producido avances teóricos destacadosy profundos respecto al espacio, aunque no han logrado la difusión de Augé. Uncaso particular que merece ser citado, y a quien aun no se le ha reconocido losuficiente el aporte, es el de Georges-Hubert Radkowski (2002), donde el espacioes analizado a través del habitar y el nomadismo.

Estamos refiriendo a algunos autores que reconocemos como emblemáticos en su

tratamiento de lo espacial dentro de la Teoría Social, pero queda pendientereconocer muchos otros aportes que se han orientado de una forma u otra hacia elreconocimiento y problematización de la dimensión espacial de la vida social. Porejemplo, desde la Filosofía contemporánea también se debería incluir la obra entres volúmenes de Peter Sloterdijk, Esferas , que contribuye a revalorizarfilosóficamente el espacio bajo la forma de “burbujas”, una metáfora fuerte que hatenido una gran aceptación en las Ciencias Sociales: El espacio es para este autorlo que permite la co-existencia entre los individuos (2003a; 2003b; 2005)

Si anteriormente todo que parecía indicar que para la Teoría Social el espacio noestaba presente -lo que ya había sido anunciado en una frase célebre por el

geógrafo alemán Ratzel del siglo XIX: “parece que los sociólogos no tienen los piesen la tierra sino en el aire”- estos desarrollos teóricos de las últimas décadas delsiglo XX revierten esas constataciones.

En todo caso, otras lecturas de la búsqueda del interés espacial en diversas teoríassociales se preguntarán si solamente la Teoría Social que se construye desde elsujeto y la acción social (es decir, la que se ubica desde la vida cotidiana), es laque dio ese giro hacia la espacialidad. Seguramente que sería forzada unainterpretación de esta naturaleza. También otras Teorías Sociales de tipo másestructural han manifestado interés en el espacio, aunque casi siempre hantendido a hacerlo de una manera muy simple, reduciendo el espacio a lalocalización, o incluso al sustrato en el cual están los fenómenos sociales,económicos o políticos (el espacio contenedor). Por ello, no relevamos esa otraparte de la Teoría Social, porque reduce el espacio a su mínima expresión.

Momento 5. ¿La apertura de la Geografía Humana hacia las otrasCiencias Sociales?

Sin duda alguna, todos estos intentos más o menos logrados de espacializar laTeoría Social, no han sido ajenos a la Geografía Humana. Más bien, ésta se ha

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visto movida fuertemente por esas aproximaciones al espacio que provienen de lasCiencias Sociales y las Humanidades. No obstante, la Geografía Humana que hastalos años setenta se acerca a las otras Ciencias Sociales es realmente marginal conrespecto a la Geografía legitimada.

En todos los casos quienes se abren a las Ciencias Sociales han sido geógrafos

particulares: por ejemplo, marcados profundamente por cosmovisiones peculiaresaunque también por un caudal de conocimiento filosófico destacado, como es elcaso del chino americano Yi-Fu Tuan, quien desde una cosmovisión oriental y unanotoria apertura al mundo del conocimiento, replantea los conceptos de lugar yespacio desde la perspectiva del individuo como ser que siente, percibe y piensa elespacio (1977), incluso, desarrollando el concepto de topofilia como el apego,amor por los lugares (1990). También con una particular apertura filosófica hacialo oriental se puede recordar el caso del geógrafo francés Augustin Berque (2000),quien desde un renovado concepto de ecúmene concibe la relación de lahumanidad con la extensión terrestre. En otros casos, la apertura a los aportes

sobre el espacio producidos fuera de la Geografía se constata en geógrafos conuna formación amplia en las Ciencias Sociales. Al respecto se puede recordar que,Jacques Lévy, uno de estos geógrafos que se abren al pensamiento social, penetróen varias disciplinas durante su formación universitaria (Lévy, 2007: 141). En esteúltimo sentido también hay que tomar en cuenta que en las comunidadesacadémicas de geógrafos ha sido poco frecuente el tránsito por varias disciplinas10.Más bien, las trayectorias educativas de los geógrafos con niveles más altos deformación (doctorado), suelen estar enteramente replegadas en la propiadisciplina. Además dentro de la formación disciplinaria, los planes de estudiotampoco suelen abrir más que a niveles elementales, la formación hacia otrasciencias sociales. Todo ello no contribuye a esa apertura hacia las otras Ciencias

Sociales interesadas en el espacio. Así, con muchos lastres y dificultades, desde los años setenta y más aun desde losochenta, la Geografía Humana ha ido dejando en el olvido sus perspectivas deautonomía entendida como aislamiento y omnisciencia, así como esas ideas quebloquearon tanto tiempo el devenir de la disciplina: la de ciencia puente y de laciencia síntesis. Empezar a dejar atrás esto le permitió iniciar el acercamiento a lasdemás Ciencias Sociales, incorporar sus esquemas de producción de conocimientoy un discurso propio pero al mismo tiempo compartido. Ese acercamiento escomplejo ya que no se podía perder la especificidad en ese tránsito. Por ello,consideramos fecundo el planteamiento de Jacques Lévy11, del inicio de un giro

geográfico dentro de la propia disciplina, tendiente a construir un nuevo edificioteórico acerca del espacio, en el cual se integren las teorizaciones sobre el espacioproducidas en las otras Ciencias Sociales.

10 Varias disciplinas sociales son las que han concebido la formación en estos términos. Es bastante frecuentetambién en el caso de la Antropología. En cambio, en el caso de la Sociología ha resultado mucho más “natural” que las trayectorias educativas transiten por varias disciplinas.11 A partir de una primera pista esbozada por Marcel Gauchet (1996).

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En un primer momento, en los años setenta, por la influencia del pensamientoneomarxista, los geógrafos que asumieron estas posturas fueron proclives a perderla espacialidad y terminar produciendo discursos de otras Ciencias Sociales pero nogeográficos, o bien se dejaron seducir por las promesas de una nueva cienciaintegral, que también terminó por perder lo específico, la espacialidad con toda su

complejidad, es decir una espacialidad no reducida al carácter de contenedor o dela simple localización. Superado ese primer momento, sedimentó un interés mássólido y sostenido, que empezó a generar avances innovadores, que han idoubicando a la Geografía Humana en nuevos derroteros.

El “giro” en la Geografía fue entonces radical12: se abandonaba tanto la viejaGeografía ideográfica tradicional, como también las tendencias nomotéticas de lamodelización cuantitativa. Así la Geografía Humana fue penetrando lentamente enlos denominados giros lingüísticos, culturales, subjetivistas, relativistas, que habíansido progresivamente aceptados en ciertas orientaciones de las Ciencias Sociales.

Sin duda alguna, son numerosos los autores que han iniciado –como dijera

Jacques Lévy (1999)- la construcción de este edificio teórico sobre el espacio endiálogo con las otras Ciencias Sociales. Sin embargo, solo nos limitamos a recordardos esfuerzos teóricos (uno francófono y otro anglosajón), no solo por suenvergadura, sino por la difusión y transcendencia que han adquirido. El primerode ellos es la teorización que produce Guy Di Méo sobre el territorio y el espacio, yla otra es la propuesta de Edward Soja sobre el tercer espacio. Ambos casospueden leerse desde este interés por construir ese cuerpo teórico robusto sobre elespacio, pero en diálogo con voces fuertes de la Teoría Social.

El trabajo teórico de Guy Di Méo se ha ido plasmando a través de varias de susobras, aun cuando en algunas de ellas esté más presente que en otras (Di Méo,

1991; 1999; 2000). Esto es relevante porque muestra que la producción de esagran teoría espacial no puede ser el esfuerzo de un autor en una obra, sino másbien, es el resultado de una trayectoria intelectual que integra muchas otras vocesy que se prolonga en una vida. En breve, el gran esfuerzo teórico de Di Méo eneste sentido se puede expresar como una búsqueda de construir una gran teoríaespacial partiendo del sujeto, pero incluyendo las estructuras que lo constriñenaunque no le impiden innovar, muy en sintonía con la perspectiva giddensiana.También se destaca el espíritu teórico integrador de la dimensión material delespacio junto a la inmaterial. En este camino teórico, un primer nivel conceptual esel espacio de vida como un concepto aglutinador. Y por sobre el “espacio de vida”,plantea otro concepto más amplio e incluyente: el “espacio vivido”. Veamos conalgo más de detenimiento esta propuesta teórica.

El espacio de vida será el concepto con el cual Di Méo plantea la articulación delespacio percibido y el practicado. En otras palabras, cuando el geógrafo analiza, enun caso concreto, tanto el espacio percibido por las personas como el espacio por

12 Radical en el sentido amplio de la expresión, ya que en el pensamiento geográfico esta expresión ha tendidoa reducirse a sinónimo de neomarxista.

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ellas practicado, para nuestro autor, la integración de ambos, da cuenta del “espacio de vida”. En otros términos, el espacio que percibimos y nuestro hacer enel espacio, da cuenta del espacio de vida.

Cuando al espacio de vida se le integran analíticamente también las relacionessociales espacializadas (o espacio social), junto con el espacio imaginado y

conceptuado13, se accede a un nivel analítico aun más complejo: Estamos en elnivel conceptual del “espacio vivido”. Al mismo tiempo, el autor ha reflexionadoextensamente sobre el territorio y la territorialidad, destacando que esta última (larelación del sujeto con el territorio) debe ser comprendida en tres dimensiones: laexistencial de la relación del sujeto con su lugar, la de la “co-determinacióndialéctica del sujeto con su contexto social, y la del espacio geográfico objetivadoque los desafíos sociales resignifican permanentemente (Di Méo y Buleón,2005:83). En cuanto al territorio, su propuesta plantea que “hablar de territorio,cualquiera que sea la movilidad de sus habitantes, cualquiera que sea lasingularidad de su territorialidad, siempre existe entre ellos una cierta connivencia,

un acuerdo implícito […]. Este acuerdo lleva consigo, en particular, la identificacióncomún de los lugares. Para que estos lugares, asociados o no, se constituyan enterritorio, es necesario que los agentes y actores los signifiquen de maneraconjunta (Di Méo y Buleón, 2005:85).

Esta propuesta teórica, una de las más ambiciosas y holísticas que ha producido laGeografía contemporánea –o como le gusta plantear a Di Méo: “la GeografíaSocial”- va integrando gradualmente aportes centrales de la Teoría Social, comoGiddens y Goffman con relación a las prácticas y su rutinización. Se alimenta deBerger y Luckmann, y de Garfinkel con respecto al peso de lo discursivo. Perotambién se integran en su teorización elementos procedentes de Michel de

Certeau, con relación al carácter táctico de las prácticas cotidianas, como tambiénde Maurice Halbwachs respecto a la influencia de las formas espaciales (comoformas materiales) en la construcción de las ideas y el pensamiento sobre elespacio. Esta articulación de aportes fundantes de las Ciencias Socialescontemporáneas y de la Filosofía (Merleau-Ponty, Husserl…..), no omite laintegración de las voces de destacados geógrafos contemporáneos, tanto de latradición francófona (como Raffestin, Gumuchian, Frémont….) como de laanglosajona (Sack, Harvey, Hägerstrand……). Otro aspecto a destacar de esteconsiderable esfuerzo teórico es que ha sido confrontado y aterrizadoempíricamente en diversos estudios de caso.

Como se planteaba más arriba, otro esfuerzo de teorización considerable producidodesde la Geografía, pero inspirado en la Teoría Social, es El Tercer Espacio  deEdward Soja (1996). Esta obra tiene entre sus méritos el de alimentarse de unaobra monumental de la Teoría Social contemporánea, como es La Producción del 

13 Espacio imaginado y conceptuado no es lo mismo que percibido. Percibido es simplemente lo que reconocennuestros sentidos, la vista, el olfato, el tacto. Mientras que imaginado supone la inclusión del trabajo de laimaginación, que puede ser fantasioso. Y el espacio conceptuado, implica un ejercicio del pensamiento delsujeto respecto al lugar en cuestión.

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Espacio  de Henri Lefebvre. Pero además, precisamente se trata del trabajo deLefebvre que menos difusión había adquirido fuera del ámbito francófono, almenos hasta que Soja lo revisita, es decir, había sido poco analizado hasta dosdécadas más tarde de que se publicara por primera vez.

En términos muy escuetos se puede recordar que el Tercer Espacio de Soja sería el

nivel más complejo de concebir el espacio. En cierta forma su pensamiento semueve en el mismo sentido que el de Di Méo, es decir, encontrando lasconcepciones más simples de espacio, para ir incorporándole otras de mayorcomplejidad y terminar en un concepto de espacio integral y multidimensional.Para Soja, la mayor parte de la Geografía se ha limitado a estudiar el primerespacio (las prácticas espaciales, formas espaciales o simplemente todo lopercibido del espacio). Otra parte de la disciplina ha abordado adicionalmente elsegundo espacio, es decir aquel espacio que conciben los planificadores,urbanistas y otros actores que toman decisiones en el diseño del espacio urbano.Este segundo espacio también se podría denominar, según el autor,

representaciones del espacio (representaciones de los urbanistas pero luegoplasmadas como formas espaciales). Y su gran apuesta teórica sería el estudio deltercer espacio, es decir, aquel que integra el primero, el segundo y también laperspectiva del habitante que realiza sus prácticas en ese espacio por otrosconcebido pero por él vivido. Este tercer espacio (el concepto más holístico deSoja), también se denomina en esta propuesta teórica, espacio vivido (aunquedifiere del sentido que le otorga Di Méo).

Un ejercicio de exhaustividad en este tema sería imposible, ya que son muchosotros los geógrafos que han hecho –sobre todo en tiempos recientes- esfuerzos deteorización relevantes, acudiendo a las otras Ciencias Sociales y a la Filosofía. En

ese sentido, solo podemos quedar en deuda con esas valiosas voces. Solo a modode ejemplo, se puede citar el destacado trabajo reciente de Michel Lussault sobrela “construcción social del espacio” (2007), y el de Michel Roux sobre la Geografíade la complejidad y lo imaginario (1999). Como muy atinadamente señala Roux,abordar nociones que no proceden de la Geografía –aun cuando puedan resultarmuy fecundas para la refundación o la ampliación de los horizontes de la disciplina,como es el caso de lo imaginario- se torna una tarea ardua, por el trabajo colosalde lectura que ello exige (fuera del campo de conocimiento propio del geógrafo), yademás, ese trabajo suele ser mal visto dentro de la propia comunidad bajo laclásica expresión descalificatoria, “eso no es geografía” (Roux, 1999:33).

Momento 6. El encuentro de las Ciencias Sociales y la Geografía HumanaLo planteado en el apartado previo implicó avances considerables, sin embargo,también es necesario destacar que desde la Teoría Social también se ha dadoalgún acercamiento a la Geografía. Aunque, indudablemente, este ha sido menosfrecuente. Sin embargo, en este sentido vamos a referir a un acercamiento que hasido de particular relevancia, por los personajes que acercó y por lasconsecuencias que ello tuvo. Nos referimos al emblemático diálogo-discusión de

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 Anthony Giddens (desde la Sociología) y Torsten Hägerstrand (desde la Geografía).Este debate fue altamente significativo porque expresó mucho más que locoyuntural.

Por un lado, para esta época la Geografía –por lo menos, cierta Geografía depunta14- había asumido claramente que su objeto de estudio se definía en torno al

espacio. Por otro lado, en ese tiempo la Geografía también había incorporado, enla perspectiva de autores como Hägerstrand y también muchos otros15, que debíaproducir teoría para comprender el comportamiento espacial del ser humano. Eneste sentido resulta algo que merece ser destacado de manera particular, el hechode que esta Geografía asume como propios los principales retos de la TeoríaSocial, pero replanteados espacialmente: producir teoría acerca de la reproduccióny producción social, pero como reproducción y producción socio-espacial, todo estodesde la Geografía. En el otro extremo, el de la Teoría Social, es altamentesignificativo que el reconocimiento de la importancia del espacio para comprenderla producción y reproducción de las sociedades no se pretende lograr sin el diálogo

con la Geografía, sino discutiendo directamente con esta disciplina, o al menos convoces destacadas que se interesan de lleno en el tema de la producción yreproducción socio-espacial, particularmente la Escuela de Lund (Pred, 1981 y1984). De hecho, aunque Giddens inicia este diálogo con Hägerstrand, lasrespuestas más interesantes surgen de otra generación de geógrafos formadoscon el maestro sueco en Lund, como Allan Pred y Nigel Thrift.

No es el único teórico social que ha girado hacia la Geografía en tiempos recientes.Incluso ha lamentado profundamente que los teóricos sociales omitan el espacioen el análisis de las sociedades (1995), aunque, el caso de Giddens es departicular significación por el peso que tiene dentro de la propia Teoría Social.

Pero, evidentemente, hay otros autores que también giran su mirada hacia laGeografía. Por ejemplo, Thomas Gieryn (2000), se acerca a los planteamientos demuchos de geógrafos actuales más destacados, retoma conceptos centrales, ytermina planteando una “Sociología del Espacio”.

La espacialización de las Ciencias Sociales –es decir, el “giro geográfico de lasCiencias Sociales- es quizás más difícil que el “giro social” de la Geografía: laexplicación es simple. Mientras la mayor parte de los geógrafos realizaban (ymuchos lo siguen haciendo) un trabajo esencialmente descriptivo, el hecho deasumir conceptos y modos de análisis propios de las Ciencias Sociales, suele servisto por los propios geógrafos como el camino para llegar a una mayor calidadanalítica. En otras palabras, es más factible que los geógrafos busquen “ascender” a las Ciencias Sociales, es decir a un estatuto científico más reconocido, másrespetable (si pensamos que la Geografía Humana no era respetable como lo

14 Sin duda alguna en ese momento aun existían –y siguen existiendo actualmente- muchas Geografías que seseguían definiendo por su vocación de describir los diversos rincones de la superficie terrestre.15 Desde América Latina este fue uno de los planteamientos más sostenidos en el tiempo por Milton Santos(Santos, 1996).

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señala Wallerstein), que los científicos sociales se interesen por la Geografía, yaque el estigma de la Geografía como ciencia ideográfica, puente, síntesis,descriptiva…. perdura en las otras comunidades científicas.

Para los científicos sociales, la posición puede parecer inversa. Por una parte, laintroducción del espacio introduce ruido en sus modelos analíticos. El espacio

agrega una dimensión de realidad tangible y al mismo tiempo intangible, queusualmente ha resulta más sencillo omitir. Pensemos por ejemplo en los modelosexplicativos de los economistas, sostenidos en el análisis de variables económicascon variaciones temporales: el espacio irrumpe como un factor desestabilizador, yciertos procesos como el equilibrio se vuelven una quimera si se considera elespacio. Los trabajos pioneros de la Ciencia Regional atestiguan este interés por elespacio desde los años cuarenta, pero no se puede olvidar que el espacio solo eraconcebido como plano geométrico fijo y homogéneo, sobre el cual se posicionan(localizan) los objetos y por el que atraviesan los flujos.

Por ello es que podemos observar dos tendencias fuertes en las Ciencias Sociales

con relación a la integración del espacio entre sus temas de estudio: Por unaparte, cada disciplina construye su concepto del espacio a partir de las premisasbásicas de su disciplina. Así, el antropólogo, cercano a la realidad concreta, sueleacercarse más a los conceptos de lugares y de espacio vivido, tal y como lopiensan ciertos geógrafos humanos. De la misma manera operan las perspectivasde los psicólogos. En otro extremo encontramos el trabajo de los economistas,para quienes el espacio no es más que un plano abstracto euclidiano. El espacioestá entonces engarzado en las diferencias notorias de conceptualización, demétodo, y de instrumentos propios de las diversas Ciencias Sociales, lo que hacenotoriamente difícil lograr acercamientos integradores.

La otra tendencia, quizás más compleja aun, es el surgimiento de una jergaespacial confusa, que lleva consigo un mal uso de las palabras, sino un usometafórico de los conceptos geográficos y no solo el de espacio. Si leemos a losautores de tinte posmoderno, observaremos que están muy dispuestos a utilizarexpresiones como “cartografías” con relación a casi cualquier relato de algúnterritorio, con desconocimiento u omisión intencional de todos los rudimentos delarte cartográfico.

De igual forma se refieren al territorio de fenómenos diversos sin mención alespacio concreto. El lugar puede significar para ellos la simple localización. Todasestas formas de introducir el vocabulario espacial son de un considerable

reduccionismo, pero además muestran o el desconocimiento de la teorizaciónexistente o lo que es más preocupante, su negación. Recordaremos que Lacoste yahacia esa observación a Foucault, en los años setenta. Para ser justos, es esedestructivo espíritu laxo, propio del pensamiento posmoderno, el que lejos de girarhacia lo geográfico, ha transformado las voces geográficas en meros referentespara elucubraciones no espaciales. No podemos más que apoyar y apoyarnos enlas palabras de Carlos Reynoso (2000), cuando critica esos excesos posmodernos,ya denunciados por no pocos geógrafos (Lévy, 2007) sobre ese abuso de palabras

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de origen espacial, que en nada sirve así ni a las Ciencias Sociales en general, ni ala Geografía en particular.

Momento actual: A guisa de conclusión

Sin duda alguna no apostamos por la moda actual del uso y abuso del concepto de

espacio en todas sus declinaciones de manera libre. No negamos el valor y laimportancia de la polisemia de las palabras. Pero el uso libre no constituye unenriquecimiento de nuestra comprensión del mundo. Cuando cualquier palabrasirve para dar cuenta de cualquier fenómeno, entonces las palabras pierden elpotencial develador, iluminador. En esa perspectiva, y asumiendo la necesidad deevitar que el concepto de espacio y sus derivador naufraguen en los discursosvacíos y pseudo-científicos, es pertinente reflexionar sobre algunas estrategiasurgentes. Al menos visualizamos las siguientes:

Una de estas posibles estrategias es la de abrir la Geografía a las demás CienciasSociales, es decir encontrar los puentes necesarios y existentes entre ellas. Lévy

habla atinadamente de una “zona euro de las ciencias sociales” con basescompartidas. Este trabajo arduo de construcción de puentes apenas se encuentraen curso, por lo menos desde la Geografía. Desde las Ciencias Sociales (Gieryn,2000; Gans, 2002; Martínez López, 2005), si bien existen avances, también soncasos más o menos sueltos. En esta construcción de puentes, indudablementeambas partes tienen que participar activamente para lograr avances sustanciales.

En el caso de las Ciencias Sociales posiblemente uno de los principales desafíos departida sea el de erradicar esa práctica de uso libre de la palabra espacio, osimplemente, hacerlo sinónimo de cualquier ámbito de relaciones sociales. Ese esun uso metafórico de la expresión que lejos de acercar a los especialistas en el

espacio y la espacialidad, más bien agranda distancias porque lleva a los geógrafosa la constatación de que el uso de las mismas palabras no es garantía decomprensión mutua sino un simple ejercicio polisémico. Al mismo, tiempo, sería unavance en la construcción de estos puentes, si las Ciencias Sociales se abren haciala comprensión de la realidad concreta sin eludir la dimensión espacial.

Por el lado de la Geografía, una cuestión básica e inicial que se requiere de maneranecesaria, si de construir esos puentes se trata, es que la Geografía se asumaCiencia Social en el sentido contemporáneo de la expresión, en cuanto a las formaspararse frente al mundo que se pretende comprender y en cuanto a las formas dedarle inteligibilidad. Si la Geografía mantiene sus aspiraciones de ciencia puente, o

sus formas de operar con descripciones de todo y siempre superficiales, sinproblematizar, sin terminar de asumir la potencialidad de todo concepto paraconfrontar el fenómeno empírico, será muy difícil la construcción de esos puentes.

Como parte de este nuevo rumbo y de esta forma de producir conocimiento, laGeografía necesita romper con sus tendencias que la llevaron a una minusvalía enel trabajo de campo, cuando paradójicamente a inicios del siglo XX los geógrafosvidalianos eran científicos que se involucraban en el mundo estudiado. Esa

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minusvalía ha llevado a la Geografía a encasillar sus acercamientos empíricos almundo a través de fuentes indirectas: tanto las estadísticas y datos agregadosdiversos que producen las distintas instancias institucionales, o bien el consabidoacercamiento a los documentos históricos. Ninguna de estas dos formas deacercamiento a la realidad es menos válida que otra en sí misma. Sin embargo, lo

que ha sido un lastre considerable para los geógrafos que han practicado estosacercamientos, es el haberlos usado para ocultar la dificultad para penetrar en larealidad de otras formas, básicamente todas aquellas formas que implican unacercamiento con los sujetos sociales. Ese es un desafío fuerte para la GeografíaHumana que actualmente quiera trabajar en el acercamiento a las CienciasSociales. Esto permitiría avanzar los puentes desde la Geografía hacia las CienciasSociales.

Otro gran desafío que aun necesita consolidar esta Geografía Humana que seacerca a las otras Ciencias Sociales radica en la profundización de esedeslizamiento de las descripciones hacia niveles más analíticos. Sin duda alguna,

esto exige procesos formativos de los geógrafos con una mayor profundidad yconocimiento de de las Ciencias Sociales.

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