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Page 1: le presse ACCORD GENERAL SUR LÈS TARIFS DOUANIERS ET

'¡GENERAL AGREEMENT ON TARIFFS; AND TRADE

GATT ACCORD GENERAL SUR LÈS TARIFS DOUANIERS ET WCOMMERC

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ntre William Rappard, Rue de

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1211 Genèwffl

Tél. (022) 3M2 31

PROHIBIDA LA PUBLICACIÓN ANTES DE LA PRONUNCIACIÓN DEL DISCURSO, EL 3 DE OCTUBRE DE 1978, A LAS 20 KORAS GMT

GATT/1220 3 de octubre de 1978

RELACIONES COMERCIALES INTERNACIONALES EN EL DECENIO DE 1980

Diseurso del Sr. Olivier Long, Director General del GATT, pronunciado en el vigésimo sexto Congreso de la Cámara Internacional de Comercio, Orlando,

Florida, 3 de octubre de 1978

El comercio mundial pasa por momentos difíciles. Las dificultades aumentan y en los próximos años serán mucho mayores a menos que los gobiernos, y también el sector privado, hagan esfuerzos decididos por corregir lo que va por mal camino.

Todo el mundo sabe que el comercio internacional está amenazado, y que esta amenaza es la más grave que se ha presentado desde los años de la gran depresión del decenio de 1930. Una proporción importante y cada vez mayor del comercio está siendo sujeta a restricciones de uno u otro tipo.

Durante todo el período de la posguerra el comercio de productos agro­pecuarios de la zona templada ha sufrido restricciones y deformaciones, de tal manera que aproximadamente el 10 por ciento del intercambio mundial ha sido en realidad excluido del sistema de libre comercio. Pero en años recientes el ámbito del comercio libre se ha reducido aun más. Desde comienzos de los años 60, el comercio de textiles y de vestido -que repre­senta un 5 por ciento del comercio mundial- ha sido sometido a reglamenta­ciones cada vez más estrictas. En los últimos tres o cuatro años, las restricciones y dificultades han afectado a otro 5 por ciento, constituido por el comercio del acero, construcciones navales, rodamientos de bolas y artículos electrónicos de consumo. Pero la enfermedad se sigue extendiendo. Fomentadas por el ejemplo, y por el alza de los costos causada por las restricciones a la importación que favorecen a otras industrias, las presiones proteccionistas se dejan sentir ahora en nuevas formas, por ejemplo, en llamamientos para organizar cárteles, y en sectores nuevos tales como el de productos químicos.

Esta nefasta tendencia ha ido intensificándose a pesar de los esfuerzos decididos y coordinados hechos por los países para oponerse a ella. Estos esfuerzos continúan, pero nada asegura que tendrán su éxito. Las fuerzas que dieron origen a la actual marea proteccionista siguen actuando y, desde un punto de vista político, son pocos los gobiernos que están en condiciones de resistir las presiones que se ejercen sobre ellos. Por consiguiente, no cabe esperar una rápida mejora del clima en que se desarrolla el comercio mundial.

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¿Por qué está amenazado el comercio internacional?

Ante un público como éste, no creo que sea necesario describir detalla­damente las dificultades con que se enfrenta la economía de todo el mundo, y en especial el comercio mundial. Todas, o virtualmente todas, estas difi­cultades eran ya patentes en el último Congreso que esta organización celebró hace tres años.

Los problemas económicos generales son muchos y están estrechamente relacionados entre sí. La economía mundial, que a comienzos del decenio de 1970 se salió de la vía del crecimiento continuo, no ha podido ser enca­rrilada nuevamente. Las esperanzas de una recuperación sostenida nos han defraudado: en 1977 la producción y el consumo mundiales aumentaron a un ritmo que fue apenas la mitad del de 1976, y en 1978 muestran una mejora apenas perceptible. En los países industrializados el desempleo es alto y las inversiones son escasas. Los países en desarrollo se debaten en medio de los graves problemas creados por las deudas. La adaptación a los precios mucho más altos de los combustibles dista mucho de haberse terminado. Los mercados monetarios siguen en completo desorden.

Es cada vez mas evidente que uno de los elementos fundamentales de estas dificultades es que la lucha contra la inflación ha fracasado prácti­camente en todo el mundo. A pesar del éxito relativo obtenido en algunos países, en 1977 la tasa media de inflación en el mundo industrializado, considerado en su conjunto, siguió siendo, como en 1976, aproximadamente del 8 por ciento, y todo indica que las presiones inflacionistas se mantienen o están aumentando. Una inflación constante en esta escala tiene efectos catastróficos sobre la economía mundial. La inflación está minando la estabilidad del sistema monetario internacional: las diferencias en las tasas de inflación de un país a otro explican la mayor parte de las grandes modificaciones registradas en los últimos años en los tipos de cambio. La inflación desalienta y desorienta las inversiones, con lo cual se priva al crecimiento económico de una base sólida, se destruye la posibilidad de crear nuevos empleos y se reduce la capacidad de las industrias para adap­tarse a nuevas situaciones competitivas. En la actualidad el mayor peligro para las perspectivas de crecimiento mundial es la incapacidad de controlar la inflación.

El principal problema del comercio es ahora el resurgimiento del protec- ( cionismo, lo que fundamentalmente significa no querer adaptarse a la evolu­ción de las condiciones de la competencia. La fuerza de la actual marejada proteccionista se explica en parte por el escaso crecimiento económico general, y por la concentración de las presiones competitivas en algunos sectores, especialmente vulnerables de la industria. Las circunstancias imperantes no facilitan ciertamente este reajuste, pero el problema tiene raíces mas profundas que las difíciles condiciones comerciales de los cinco años últimos.

En efecto, la culpa puede atribuirse en.parte a los 25 años de auge casi ininterrumpido de que gozó el mundo a partir de 19̂ +8. Cuando el crecimiento económico era intenso y continuo, para muchos países industria­lizados lo más fácil era aplazar los reajustes necesarios y la reestructu­ración de sus economías. La difícil situación de los últimos cinco años ha puesto de manifiesto las fallas de los 25 años anteriores.

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Hoy tropezamos con dificultades que en gran parte se deben al hecho de no haber introducido los reajustes necesarios en el momento debido, pero una de las reacciones ante la crisis actual ha sido la de decir que la culpa debería atribuirse en gran parte a los países en desarrollo, cuando en realidad, el papel desempeñado por éstos tiene que considerarse con la debida perspectiva.

En efecto, la competencia cada vez mayor del Tercer Mundo constituye un verdadero desafío para varias industrias, pero ofrece también la opor­tunidad de aumentar las exportaciones en otros sectores de las economías de los países desarrollados. No se deben subestimar los serios problemas con que se enfrentan, por ejemplo, las industrias textiles de estos países. Sin embargo, estas dificultades no deben atribuirse por entero, y ni siquiera esencialmente, a los países en desarrollo. Los países desarro­llados que adoptan políticas comerciales destinadas a reducir esta compe­tencia causan grave daño a la economía mundial y, a la larga, a ellos

t mismos.

Las actitudes emotivas han contribuido a encubrir la realidad cuando se ha tratado de examinar las exportaciones de manufacturas de los países en desarrollo. Es un hecho que en el último decenio la corriente de manu­facturas de estos países a los países desarrollados ha aumentado más rápi­damente que la corriente en sentido contrario. Ahora bien, también es un hecho que la balanza comercial sigue siendo abrumadoramente favorable a los países industrializados: la proporción es de cuatro a uno. (El valor total de las manufacturas vendidas por los países industrializados a los países en desarrollo en 1977 fue aproximadamente de 13^.000 millones de dólares, y en cambio las compras ascendieron sólo a unos 3^.000 millones de dólares.) En el caso de los Estados Unidos, la relación es de dos a uno; en el de la CEE y de los países de la AELI de Europa Occidental, la relación es de cinco a uno y en el Japón llega a ser de diez a uno. En conjunto, el excedente que tienen los países industrializados en este comercio ha aumentado y sigue aumentando.

Aunque las cifras fueran diferentes, aun si a los países en desarrollo correspondiera una proporción mucho mayor del total de las importaciones de manufacturas hechas por los países industrializados, que en la actualidad es apenas del 755 por ciento, e incluso si se dejaran de lado todas las consideraciones políticas de las relaciones con el Tercer Mundo, se daría muestra de cortedad de miras si se tratara de limitar el crecimiento de las importaciones procedentes de países en desarrollo.

La reestructuración que se practique en los países industrializados, aunque sólo constituya una respuesta a la competencia que presentan los países en desarrollo y no a factores tan decisivos como los cambios en la tecnología o en los gustos de los consumidores, favorecerá a los propios países industrializados, a quienes también favorecería mucho la consoli­dación de las economías del Tercer Mundo. Un hecho sobresaliente del último año ha sido la forma en que la sostenida demanda de los países en desarrollo ha ayudado a estabilizar el comercio y la economía mundiales. En los años venideros son los inmensos mercados potenciales de estos países los que ofrecen mayores perspectivas de crecimiento para las exportaciones de los países industrializados.

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A mi juicio, la competencia de los países en desarrollo debe preocuparnos menos que otro factor esencial: puestos ante la necesidad de efectuar una reestructuración de gran alcance, los propios países industrializados oponen cada vez más resistencia a adaptarse a la rápida evolución de las condiciones del comercio. Es éste un tema demasiado amplio y complejo para tratarlo aquí, pero exige urgente atención. Son elementos decisivos en esta situación la renuencia de la industria a hacer inversiones, y la rigidez del mercado del trabajo, en parte debido a la erosión de las diferencias de salarios, y también en este caso la responsa­bilidad incumbe en gran parte a la inflación.

El comercio internacional en el decenio de 1980: cómo ir adelante

Frente a todas estas dificultades, ¿de qué manera se podría restablecer el dinamismo del comercio mundial?

Debe reconocerse que, por sí sola, la política comercial no puede cumplir esta tarea y por ello debe darse máxima prioridad a la corrección de algunos elementos no comerciales de la actual situación económica^ en primer lugar, es menester controlar la inflación y el desorden monetario.

Sin embargo, es mucho lo que puede hacer la política comercial. Si fomenta una mayor liberalización, puede crear nuevas oportunidades comercia­les y proporcionar la única barrera efectiva contra el proteccionismo. Si mejora el marco internacional de las reglas y procedimientos del comercio mundial, puede hacer que el sistema de comercio funcione con más seguridad y equidad, y de esta manera fomentar las inversiones.

Estos dos objetivos, la liberalización y un mejor conjunto de reglas comerciales, podrán alcanzarse más fácilmente si la Ronda Tokio de las nego­ciaciones comerciales multilaterales, que se celebran en el GATT, se lleva a término rápidamente y con éxito.

La Ronda Tokio ofrece excelentes oportunidades para liberalizar conside­rablemente los aranceles. Las reducciones previstas son comparables a las logradas en la Ronda Kennedy, y deberían significar que, en el caso de la mayoría de los productos, los derechos de importación dejarán de ser un obstáculo de consideración para el comercio. Lo que es más importante, gracias a las negociaciones se podrán controlar mucho mejor algunas de las principales medidas no arancelarias que influyen en el comercio, tales como las reglas de valoración en aduana, las prácticas de compras del sector público, las normas técnicas y sanitarias y las subvenciones. Podrá haber mayores posibilidades de desarrollar el comercio de productos agropecuarios, y de mejorar el sistema de consultas entre los gobiernos acerca de los problemas con que este tipo de comercio tropieza con frecuencia. Se podrán actualizar algunas de las principales disposiciones del Acuerdo General que rigen cuestiones tales como los derechos y obligaciones de los países en desarrollo en la comunidad comercial, el empleo de medidas de salvaguardia y la solución de las diferencias en materia comercial.

Todos estos posibles resultados pueden alcanzarse en las próximas semanas. Toda la Ronda Tokio se encuentra ahora en una etapa crucial. Es necesario nue cada uno de los gobiernos participantes, cuyo número se aproxima al centenar,

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tomen decisiones valerosas. Desde el comienzo la Cámara Internacional de Comercio ha dado un apoyo constante y valiosísimo a estas negociaciones. Y me dirijo a ustedes, a la colectividad mercantil internacional, para pedirles que alienten en todo lo posible a sus respectivos gobiernos de tal manera que, cuando se tomen las decisiones finales, se escojan las soluciones más liberales que sea posible. Además, en ese momento será indispensable contar con un apoyo firme y constante del sector privado para asegurarse de que las decisiones liberales que se hayan tomado sean aprobadas por los órganos legislativos correspondientes.

Echando una rápida mirada al futuro, deseo señalar que la terminación de la Ronda Tokio no debe considerarse como una señal para cejar en nuestros esfuerzos.

Por el contrario, será de suma importancia poner inmediatamente en vigor, y con la máxima determinación, la„s nuevas reglas de comercio y los entendi­mientos mutuos relativos a un comercio más libre, de tal manera que las relaciones comerciales entren de manera definitiva en el buen camino. Toda demora en la aplicación de los nuevos compromisos podría, minar considerable­mente su autoridad y cumplimiento, con lo cual se prolongaría la amenaza al comercio internacional en vez de eliminarla.

Por consiguiente, los dirigentes de la política comercial, tanto del sector privado como del oficial, tienen por delante una tarea permanente: hacer saber a todos que las políticas proteccionistas son contraproducentes y no ofrecen remedio alguno para, el desempleo; que en el mejor de los casos sólo pueden -y a costo muy elevado- evitar la pérdida de algunos empleos existentes, pero impidiendo al mismo tiempo la creación de nuevos empleos en industrias más dinámicas.

Y esto no es todo. Para que el comercio internacional vuelva a tomar el camino adecuado será necesario intensificar las consultas y desarrollar actividades de coordinación más estrechas entre los gobiernos, a fin de hacer frente y superar las dificultades conforme se vayan presentando. El mecanismo para este tipo de "gestión" de las relaciones comerciales está siendo organi­zado en el GATT y en otras partes. Este mecanismo puede ser reforzado consi­derablemente por los acuerdos que se negocian actualmente en la Ronda Tokio. La reunión en la cumbre, celebrada en Bonn por los principales países indus­trializados, ha dado recientemente, y al nivel más alto, un fuerte impulso en esta, dirección. Pero el ejemplo de las consultas de Bonn debe ser seguido, y seguido de manera regular, en el plano operativo, por los funcionarios encargados de llevar a la práctica la política comercial de cada país.

Es posible que esta declaración parezca algo sombría, pero las actuales dificultades económicas son muy profundas y probablemente las condiciones en que se desarrolle el comercio en el decenio de 1980 serán duras. Cierto es que no existen soluciones fáciles; sin embargo, si los gobiernos, las empresas y los sindicatos procuran conjunta y resueltamente detener las a.ctuales tendencias restrictivas y volver a una liberalización progresiva de los mercados mundiales, se podrá seguir siendo optimista acerca del porvenir del comercio y de las relaciones comerciales en los años venideros.

FIN